Actions

Work Header

Prey

Summary:

En 1954, Soobin estaba en la incertidumbre sobre su carrera como actor, ahora que Yeonjun estaba tomando el éxito que él solía tener.

Notes:

este es un AU ambientado en el Golden Hollywood, 1950s, estados unidos, espero igual poder explicar correctamente el funcionamiento de este mundo, pero importante el aviso de donde estamos ubicados

Chapter 1: 11° Golden Globe Awards

Chapter Text

Enero, 1954.

—Steve, llegó el auto.

En un cuidado traje negro ajustado a su medida, con una corbata violeta amarrada a su cuello, deja salir un suspiro y así desaparece Choi Soobin por esa noche, permitiéndole paso a Steve Lee tomar su lugar.

Esa es su rutina.

Ellos dicen que se vuelve más fácil con el tiempo, cómo colocarse un traje nuevo hecho a medida, es una segunda piel, es parte de ti. Pero, él se imagina en las cuatro paredes de su camerino, cuando aprieta su guión contra el pecho y aspira las palabras hasta que ellas lo rodean y lo transforman en lo que la historia necesita.

En esta historia, él es intocable.

La onceava entrega de los Premios del Globo de oro había llegado, tenía dos nominaciones por su película musical estrenada en Julio de 1953, A Wasted Man, Mejor Banda Sonora Original por su interpretación del tema principal y Mejor Actor.

Beck Lee, su director, cree que tienen asegurado la mejor banda sonora, la canción The song of you y la puesta en escena era desgarradora: Patrick, el personaje de Soobin, cantando en medio de las recreadas en calles en Set de Nueva York, pensando en su amada que había partido al no ver esperanza en su relación. Estuvo cantada en vivo, jamás había mostrado su voz frente a tantas personas y fue una experiencia que nunca desea repetir.

Cuando empezó en el mundo del espectáculo, no, cuando tuvo consciencia del mismo entendió que hay cosas que puede hacer y cosas donde no tiene oportunidad: Puede tener un personaje secundario, sí, pero no puede ser el protagonista asiático porque el actor seleccionado, más popular que él, aceptó maquillarse el rostro para disfrazarse.

Puedes tener un protagónico, conseguir que un personaje cambie para adaptarse a ti. Ya no es del campo de Tennessee, ahora es un japonés-americano. Pero no intentes llevarte el mercado musical, no tienes derecho a tener todo.

Él ha aprendido a adaptarse y al mismo tiempo moldear las cosas a su modo; Choi Soobin es un nombre demasiado asiático. Steve Lee suena más digerible. Steve Lee es alguien que puedes ver en las marquesinas, por quién sentirías curiosidad de comprarte un boleto para verlo en la pantalla grande. Steve Lee puede dejar que una hermosa londinense como Amy Wallace enrolle su mano alrededor de su brazo y se presenten frente a una multitud como la pareja del momento, y no te sentirás incómodo al respecto.

La ceremonia se realizaría en el hotel Club del Mar, a un lado de las playas de Santa Monica. Era un exclusivo edificio que había abierto sus puertas hace tan solo unos años atrás, siendo el protagonista de muchos eventos por la espectacular presencia. En esta ocasión, la entrada no fue desde la avenida si no en la zona trasera, donde se encontraba la arena y el mar. La alfombra de terciopelo se extendía y hasta el interior del edificio, enmarcada por las barricadas que impedían a los paparazzis y fanáticos que decidieron tomar la oportunidad de ver a los famosos más de cerca sobrepasasen aquel límite.

El mundo de Soobin se dividía así: los que estaban en la alfombra y los que estaban en la arena.

Amy tocó su hombro antes de que fuera su turno.

—Tu corbata tiene el color incorrecto.

Fue idea de Amy combinar su vestido ceñido de plumas moradas con su corbata, pero el tono de ella era más uva y el de Soobin era berenjena. Para lo oscura que estaba el área, dudaba que alguien pudiera notarlo.

—¿Puedes perdonarme esta vez? —susurró en su oído, pero la observó rodar sus ojos.

Amy Wallace y Steve Lee tenían una química que atravesaba cualquier pantalla, ambos encendían todas las alfombras que pisaban con su vestuario combinado y sus sonrisas atrevidas. O esa era la imagen que querían demostrar.

Fuera de las cámaras, Soobin encontraba más interesante observar una vela consumirse que pasar otro minuto reprimiendo las ganas de estornudar que le producían las plumas. Y en cierto modo es mutuo.

Algo en lo que ambos están de acuerdo es que no son el emparejamiento más exitoso, ni el que más química logró demostrar en pantalla. Por ello debían encender la chispa frente a los medios, para llamar a las personas al cine a ver un poco más de la acción. Amy cree que necesitaron más preparación para mejorar su conexión, Soobin piensa que la posibilidad de tener una amistad sería alta si ella dejara de llamarlo "mi chinito".

— Soy coreano. —se lo recordaba en un tono monótomo.

— Suena lo mismo para mí —una risa nerviosa le seguía cuando notaba el rostro inexpresivo de Soobin—. Es broma, bobo, ni siquiera terminé la escuela.

Soobin tampoco había terminado la escuela, nunca estuvo en una. Su vida era aquello, caminar como si le perteneciera el mundo mientras las cámaras captaban cada segundo de su paso, enloquecidos al ver como atraía más cerca a Amy de la cintura. Escogiendo con la mirada al reportero que le darían sus únicas declaraciones, aquellas que aparecerán en los periódicos por semanas.

Todo lo que había aprendido era a dejar que la bella dama de esa noche responda con entusiasmo las preguntas que son para él, presionando sus labios sobre el inicio del cuidado peinado que juntaba sus rizos chocolate en un moño como agradecimiento por decir que era el mejor candidato de la noche.

El micrófono se posó en su dirección.

— ¿Crees que Amy tendrá la razón esta noche, Steve?

Sonríe.

— Mientras ella crea en mí, ya me siento todo un ganador.

Con esa sola respuesta, y un guiño, termina la entrevista, porque es todo lo que necesita darles. Si fuera por Amy, hablaría toda la noche con los paparazzis, pero aún es nueva en la industria y pronto aprenderá lo que él sabe. Solo con pronunciar aquello, las cámaras los persiguen en lo que la alfombra roja terciopelo los separaba hasta el interior cubierto por amplias carpas blancas, con una pantalla con letras doradas que decían "11° Golden Globe Awards".

Permite que las cámaras capten una última plana de Amy recostándose en su hombro mientras se introducen en el interior, y siendo conducidos en un amplio vestíbulo con candelabros elegantes y alfombras grisáceas, hacia el auditorio especialmente preparado para esos eventos.

Las mesas estaban divididas por orden de importancia y acompañantes, si estabas nominado a una categoría importante era esencial que estuvieras donde podían verte. Aquellos que quería presumir a sus acompañantes más que los premios, estaban en el medio, visibles a los demás y algunos rebeldes se sentaban atrás, donde toda la noche meseros llevaban charolas llenas copas y alcohol.

El estar nominado a Mejor Actor, un mesero de uniforme dorado, blanco y azul oscuro lo condujo a una mesa redonda y cercana al escenario. Cubierta con un delicado mantel marfil, con bordado dorado en sus extremos, el centro decorado con rosas blancas con degradé rosa pálido, y una cubeta con hielos y vino, y una tarjeta con su nombre y el de Amy. Unas mesas atrás se encontraban el resto del elenco compartiendo el vino con emoción, lamentablemente A Wasted Man no figuró en alguna otra de las categorías principales. Por lo que el director consideró estratégico dejar que ellos estuvieran al frente, representando la película.

Dejó escapar un suspiro, y agradeció con un gesto al mesero que abrió la botella de vino para ellos, tomando el gélido envase de vidrio entre sus manos para rellenar la copa de su cita.

—¿Dónde seguiremos la noche? —preguntó ella en un tono cantarín, acercando la copa a sus labios—. Beck quiere que estemos en su fiesta, va a estrenar su piscina y habrá un gran banquete.

Alzó una de sus cejas

—¿Solo van a estrenar la piscina? —el rostro de Amy era un poema, sus labios se contraen formando una sonrisa burlona—. Claro que iré, tengo que evitar tu traición.

Lamentablemente las producciones de Beck Lee eran como lanzar una moneda al aire, algunas excelentes en taquilla y otras arrasadas por la crítica. Él no guardaba la costumbre de aferrarse a sus proyectos, pero no era casualidad lo que invertía en A Wasted Man, siendo favorecida en promoción y todo era gracias al amorío que tenía con Amy.

No es la primera vez que una de sus pretendientes tenía un compromiso, pues, casi todas sus citas han sido por publicidad. Pero, Amy es demasiado nueva en este mundo para él, por lo que su fuerte enamoramiento hacia Beck ha sido parte del responsable en que su química sea inexistente. Lanza miradas coquetas y obvias hacia la mesa de su director, y es dolorosamente evidente. Tiene que tomarle la mano por encima de la mesa, ella reacciona y besa su mejilla.

Las luces finalmente se apagaron, Soobin inhaló aire de manera profunda, preparándose para lo que venía.

En el mundo de Soobin, las personas se dividían entre aquellos que pisaban la arena y los que desfilaban en la alfombra.

Y los que pisan la alfombra, entran al auditorio que se convierte en una pirámide de seis escalones. La temporada de premios define las posiciones del año, una jerarquía en la que todo podía cambiar por una noche. Christopher Grant, su manager, suele decirle que los premios no tienen el impacto que las personas se imaginan, todo está manos del público que decide enaltecer o dejar caer al artista, y eso no está en el control de la presa.

Pero, Soobin conoce una realidad distinta, una donde los quinces segundos de oscuridad antes de empezar el evento se sienten como estar en una jaula. En ese momento, todos son encadenados a las mesas y arrojados a la penúltima planta de la pirámide (la última es para la gente común, gente que no podría acceder a su mundo, los que pisan la arena y piensan en ellos día y noche), esperando a ser escogidos y llevados a sus nuevos puestos, en estos momentos todos son iguales. Soobin se siente uno de ellos, por unos instantes, son todos tan ordinarios como él.

Cuando las luces se encienden, todo sucede en una cámara rápida. El presentador toma en su dominio el escenario, pavoneándose con las canciones de la banda escogida para la noche, arrojando en secuencia las categorías más simples, y los puestos de la pirámide empezaron a llenarse al compás de que Chuck Berry otorgaba la esperada pausa musical antes de las categorías principales. Múltiples meseros caminaban de un lado a otro con la cena de esa noche, pero Soobin no fue capaz de tocar su plato y solo rellenaba su vaso de líquido. Amy ignoró la cena cuando Beck se acercó a ellos, tomándolo y ofreciéndole un cariñoso apretón.

—Sé que vas a llevártelo esta noche. —afirmó con su sonrisa cubierta de vello.

—Esta noche nos pertenece. —dejó que sus hoyuelos acompañasen su sonrisa.

Beck lanza un guiño que hace ruborizar a Amy, y por un momento desearía permitirle irse con él, porque su mirada de anhelo delata que estaría mejor en otro lado. Y al mismo tiempo, prefiere enfrentar esto solo.

— ¡Y el Globo de Oro por la Mejor Banda Sonora Original es para... —Grace Darvis, la nueva promesa del espectáculo, empezó a abrir de forma tímida el sobre en sus manos, hasta lograr sacarlo por completo del envoltorio— A Wasted ManThe song of you Interpretado por —checó nuevamente el sobre antes de acercarse al micrófono— ¡Steve Lee!

Las cámaras se enfocaron en él, el público acompañando con ruidosos aplausos, Amy saltó a sus brazos y llenó su mejilla de besos de felicitaciones.

La pirámide en su cabeza abrió un lugar para él en cuarto escalón, pero no avanzó, esperaba algo mejor, no puede quedarse allí.

No era el premio que esperaba, marcando una sonrisa confiada en su rostro al levantarse de su asiento, caminando con la espalda recta y su mentón en alto por los escalones en medio del escenario en forma de redonda. Cruzando manos con Grace con educación y tomando la estatuilla dorada de su mano, pesaba, tal vez un kilo o dos.

—¿Esta es mi señal para lanzar mi carrera como cantante? —el comentario provoca algunas risas del público— Gracias Beck, mi increíble director por permitirme explorar un nuevo lado de mí y por confiarme el sonido de la película. Y gracias a la academia por el reconocer que puedo animar algunas fiestas. ¡Nos vemos está noche en la pista de baile para conocer mi próximo hit!

Risas y aplausos llenaron el silencio una vez que Soobin concluyó su discurso, Grace lo condujo detrás del escenario, atravesando los grandes telones azules para tomarse la fotografía de su premio con el fotógrafo encargado detrás del telón dorado. Luego caminaba unos cuantos pasos al mostrador en el cual una chica parte del staff le indicaría donde anotar su nombre en la lista de modificación. Lo que estaba en sus manos solo era un ejemplo, al final de la noche pasaría a recoger el premio con su nombre grabado.

Una vez terminaba el proceso, otro staff recibía la estatuilla de ejemplo y conducían a Soobin de vuelta a su asiento. Cuando estuvo en su mesa nuevamente, Amy aplaudía a Marlon Urles por ganar a la Mejor Actriz en The Robbe.

—Steve —llamó su atención, acercando sus labios a su oído, llenado sus fosas nasales de la mezcla del perfume floral y el aroma de vinotinto que había ingerido toda la noche—, si gano varios premios en la noche, ¿todas esas veces debo ir al Backstage?

Soobin asintió.

—Algunas veces te pierdes entre tantos pasillos.

Amy jadeó, haciéndolo reír.

Un poco más tranquilo llevó un trozo del bizcocho de chocolate que les habían traído de postre, su estómago rugió de forma dolorosa y apretó los dientes para no doblar su cuerpo.

El premio para el Mejor Director lo ganó Walter Simons por The Robbe, ese filme estaba convirtiéndose en la gran ganadora de la noche, llevándose a casa también Mejor Actuación de una película tanto de su masculino como el femenino en el género dramático. El Premio Herrieta, Mejor guión y Nueva Actriz estrella del Año. Podía admitir que lo merecía, hace pocas semanas Amy y él fueron a verla como parte de sus "citas" captadas por paparazzis y la disfrutó, le gustaba su tono oscuro sin caer en lo exagerado.

—¡Y el Globo de Oro para el Nuevo Actor Estrella del Año es para... —Arnold Johns titubeó al abrir su sobre, sus manos estaban temblorosas, lo había visto beberse una botella de champán entera él solo hace rato— Daniel Choi en What About Us!

Su ceño se frunció de forma ligera, y sus manos se forzaron a unirse a fin de aplaudirle al nuevo ganador.

Daniel Choi tuvo un largo camino que recorrer para llegar al escenario, la mesa del elenco de The Smiths había quedado más apartado, y era de las más grande para que todos tuvieran un asiento. Su manera de llegar era sencilla, su sonrisa tímida apretando sus labios y haciéndolos más delgados de lo que eran. Su traje negro dejaba que su cabello rubio fresa resaltara por él, y Soobin sabe que es teñido porque la gente como ellos no tiene esos rasgos.

La gente como ellos no luce como Daniel.

Soobin relame sus labios, y retiene una tos entre sus manos, observándolo recibir su premio, como mezclaba su discurso palabras en coreano dedicadas a sus padres. Como el escenario pasó a un segundo plano y Daniel era el único protagonista, ofreciendo una actitud calmada y serena. Sus oídos se nublan y no puede escucharlo, tampoco quiere escucharlo.

Daniel es otro actor surcoreano que empezó a crecer en el medio gracias a The Smiths, una longeva serie que le otorgó una popularidad discreta estos últimos años. Soobin no le preocupaba al principio, la pantalla chica tenía su propio público que no hacia ni más ni menos ruido. Hasta que empezó a aceptar trabajos de secundario, y recibiendo un reconocimiento como Actor de Reparto, y le llega ese papel protagónico en What About Us, arrasando en las taquillas, compitiendo con The Robbe. Y compitiendo directamente con Soobin por los titulares de la pareja más candente, con su coestrella Alisa Edgan.

Pero, no le preocupa.

Su mirada se aparta de él en el segundo que es conducido fuera del escenario, Soobin siente que puede respirar una vez que no está al alcance de su vista.

—No vayas tan deprisa, Daniel —su mirada se gira de inmediato al escenario, Arnold ha hecho detener a Daniel en medio del escenario, quien lo observa confundido con la estatuilla de ejemplo en la mano—. Aún tenemos otra sorpresa para ti...

¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa? ¿Con que pueden sorprenderlo a él?

Soobin aprieta las manos por debajo de sus piernas, escondiendo el ligero temblor que empezaba a sentir con cada teoría que se formaba en su cabeza. Daniel ha ganado algo más, pero ¿que podría ser? Estaba nominado a otras dos categorías: Mejor Actor en una Comedia o Musical y Mejor Actor. Sí, compartía categoría con Soobin. Y es difícil para él reconocer que a ello sí lo sintió como una amenaza.

Observa como entra el staff con un nuevo sobre, su vista está demasiado borrosa y las luces le resultaban exageradamente tenues para detallar a esa distancia las letras en el sobre.

Amy le dedicó una mirada triste; podía sentirlo, pero se negaba a aceptarlo. Apretó su mandíbula y mantuvo su compostura, recordándose así mismo en esperar el anuncio, de no caer en el pesimismo.

—Es de mi agrado anunciar...—no, no hagas silencios para crear expectativa— que Daniel Choi también se está llevando a casa el premio... —Soobin no quiere saber— ¡Al Mejor Actor por What About Us!

Su corazón cae en su estómago.

Daniel Choi camina, envuelto en sorpresa y emoción de regreso al centro del escenario, siendo recibido por un abrazo corto de parte de Arnold. Lo ha logrado, ha conseguido el premio mayor de su carrera. Es el Mejor Actor del Año, y los titulares escribirán sobre él todo el mes.

—Oh dios mío —jadeó encima del micrófono, anonadado, tenía una curvatura marcada en sus ojos, las personas decían que era una mirada felina—. Nunca me imaginé escuchar mi nombre y "Mejor Actor" juntos —Soobin jamás se imaginó escuchar todo eso junto—. Quiero darle un inmenso agradecimiento a mi Director Craig Niven por permitirme esta oportunidad de interpretar a Owen, el personaje que me cambió la vida por completo. Me siento honrado, reconocido. Este es el momento de mi carrera y quiero agradecerles a todos los presentes por vivir este momento conmigo.

Sus manos se movían nerviosamente por su cabello rubio, y sacudía su cabeza, empujando de regreso las lágrimas que quería soltar.

Quiero agradecerle a mi madre por dejarme acompañarla a todos los platós, y así poder soñar lo suficiente para confiar en mí —su coreano cambiaba el tono de su voz, el acento americano desaparecía por completo—. ¡Gracias por esta noche, a la academia, a todos!

Soobin lo observó irse, dejando salir un profundo suspiro. Amy deslizó su mano sobre los hombros caídos de él, masajeando con cuidado y en forma de ánimos.

—Aún nos quedan los Oscars.

—No ganaré un Oscar —respondió con amargura—. No es algo que nosotros hacemos.

Empujó un gran sorbo de vino entre sus labios, arrugando su ceño al ser el más amargo que había tomado en mucho tiempo.

La ceremonia terminó con una última interpretación de Peggy Lee, cerrando con broche de oro una noche tan desgarradora para él.

Se siente miserable en la fiesta en la gran mansión de Beck, una propiedad de mármol tan grande como para refugiar a todo Bervely Hills, puede perderse en sus amplios pasillos y encontrar algo de espacio en su jardín, tomando asiento en un banco de metal al lado de unas esculturas hechas con el pasto. El aire frío le golpeó el rostro y desordenó su cabello, el cual se había mantenido intacto peinando hacia atrás, ahora los mechones azabaches golpeaban su cabello en lo que intentaba encender un cigarrillo sin mucho éxito. Sus manos aún estaban temblorosas y su corazón golpeaba de forma dolorosa en su pecho.

Cuando logra su cometido, deja que la nicotina se infiltre en su cuerpo, que calme todas esas emociones que lo están haciendo perder la compostura, y deja escapar cada una en forma de nube grisácea a través de sus labios. Apoyando su brazo en las piernas.

¿Qué iba a hacer ahora?

Tal vez Christopher tiene razón, deja que los premios influyan en él. Pero su manager no debía preocuparse por su puesto, estaba permanentemente en una zona especial entre el primer escalón y el segundo. Él encontraba estrellas a diestra y siniestra, pero estaba en ellos mantenerse.

Soobin no puede tambalear, le costó llegar donde estaba. Pero, sus trabajos últimamente no estaban recibiendo gran atención. Probaba diferentes géneros, ya había demostrado de lo que era capaz, así que solo le quedaba irse por lo que funcionaba. el romance es su fuerte, sabe cómo hacerte anhelar ser amado con pasión como lo demostraba en pantalla. Y no funcionó esta vez, y en momentos como aquellos, siente lo temporal que es.

Si ganaba Mejor Actor, podía asegurarse un protagonismo. No es algo explícito, pero las condiciones son claras para cualquiera, no hay espacio para errores si quieres ascender. Tiene dos películas sin cumplir las expectativas; no hay espacio para una tercera. Siente como esas oportunidades se les escapan de las manos, no pudo quedarse otro minuto más dentro de esa casa, alguien invitó a Daniel y siempre que volteaba estaba con un director nuevo.

—Estuve buscándote.

Voz firme, exaltándolo al llenar el silencio con ella. Puede imaginárselo liderando un batallón, estando al frente y tomando las decisiones. Y quienes lo seguían se sentirían exactamente como él, aterrados.

Christopher estaba de pie a un par de metros suyos, usando una de sus características gabardinas debajo de un traje gris oscuro. Tenía la cara cuadrada y un mentón fuerte, con un hoyuelo en el medio. Su cabello es oscuro y ondulado, y tenía los ojos como un águila, profundos y verdes. Quien lo veía podría confundirlo con un modelo más que un manager, había algo llamativo en su presencia que causaba misterio, pero era parte de su expresión, jamás podías adivinar en que estaba pensando.

Soobin no quiere saber que está pensando ahora.

—¿Ya no van a darme Pride? —su tono salió más sombrío de lo que quiso.

El hombre formó una suave sonrisa, le generaría calma si no lo conociera.

—No pierdas el tiempo preguntando cosas de las que sabes las respuestas.

Avanzó a paso decidido y tranquilo; Soobin retrocedió por instinto. Sintiendo como el cigarrillo de sus labios era arrebatado en un movimiento ágil, ahora siendo posicionado en la boca de Christopher.

—Te veré mañana a primera hora —pronunció después de dar una calada—. En mi oficina, no me hagas esperar.

Soobin pestañeó, observándolo irse, la sonrisa se borró de su rostro y ahora estaba inexpresivo. Esperó todo lo que pudo hasta que estuvo completamente solo, permitiéndose caer en el suelo, sin importarle que el carísimo traje se vería impregnado de manchas de tierra, y sus manos desatando con desesperación el nudo de su corbata, lo que sea con tal de ya no sentirse asfixiado.

 

Chapter 2: Caleb

Chapter Text

«Steve Lee se fue con las manos vacía a casa, ¿ya no causa el mismo impacto?»

Observó brevemente el periódico en sus manos, antes de volverlo un puñado arrugado y tirarlo en la basura.

Fue difícil levantarse de la cama, todo su cuerpo estaba agotado y adolorido, y cansado. Tomó un par de analgésicos y fumó dos cigarros para levantarse de la cama, su ama de llaves le preparó unas tostadas que empujó con dificultad en su boca. Hellen, era filipina y lo visitaba un par de veces a la semana para mantener limpia su casa, y le hacía de comer cuando coincidían, por cortesía o para hacer algo adicional. Su casa no era tan inmensa ni tenía demasiadas cosas que mantener limpias, era una decoración minimalista, con los muebles necesarios y los estantes para los trofeos que había ganado desde que empezó a trabajar a sus dos años. No tiene fotos suyas, todas las dejó en la casa de sus papás adoptivos en Chicago, y nunca volvería allí para buscarlas. Solo se llevó los premios con él, lo que realmente reconoce su valor.

Y desde que se independizó, tampoco le interesa tener promocionales suyos, solo guarda sus primeras planas cuando dicen algo interesante de su carrera.

Aun así, el vivir a un lado de la playa en Terrace Beach acumulaba bastante polvo, y Hellen puede ayudarlo con eso. También le deja el periódico en el mesón de la cocina y ha aprendido a adivinar el tono de la noticia por la expresión de su rostro; una sonrisa pícara cuando es buena, evita su mirada cuando es mala.

—Llamaron de Estudios Carpem, señor Choi —Hellen nunca lo tutea, pero le ha permitido usar su apellido real—. El señor Grant lo espera en su oficina a las 8.

—Gracias, Hellen.

Ya no pudo continuar su desayuno, un hoyo profundo se abrió en su estómago, y era doloroso.

Se dio un baño, dejando que el agua fría eliminara todo rastro de nerviosismo de su cuerpo, pero al enrollar una toalla a la altura de su cintura y agitar sus mechones azabaches para secarlos, se sentía igual o peor.

Si no fuera por la reunión, no se acercaría al Estudio y cancelaría sus clases de actuación de hoy. Ha practicado desde que tiene uso de razón; por lo que todo lo que podría aprender ya lo conoce como la palma de su mano, pero le gusta asistir. Es ya una rutina de su vida. Como las clases de modulación, las cuales evitaron que obtuviera acento del sur. Y las clases de canto, porque la empresa consideró que tenía que ofrecer más de una cosa. Soobin pensó que era innecesario, las películas buscan barítonos con rangos muy bajos especializados en jazz, y él era lo contrario, su voz era muy suave, alcanzaba tonos altos.

Tarareó mientras deslizaba un suéter polo azul marino encima de una camisa de botones, y unos pantalones de lino beige. No le gustaba usar medias, pero tampoco le gustaba la sensación de sus dedos desnudos tocando los mocasines cafés que escogió para ese día. El chófer de Estudios Carpem sonó el claxon cuando peinaba su cabello, solían recogerlo cuando había una reunión importante. Él le gusta conducir hasta allá, tiene su propio auto, un Buick Wildcast II de color azul.

Cuando sale, Mick lo espera fuera del Citroen DS que usaban los chóferes de la empresa y le abre la puerta trasera con rapidez.

—Me haces sentir como toda una reina cuando haces esto. —confiesa una vez que toma asiento.

El hombre se ríe, su nariz se hunde, es bastante bajito y moreno.

—Es para lo que me he entrenado, señor Lee.

Mick corre para tomar su lugar de piloto, de todos los chóferes que ha conocido, él es su favorito. Sabe manejar la velocidad perfecta para permitirle observar el camino y llegar a tiempo, y conoce la ciudad como la palma de su mano. Ha aprendido múltiples atajos gracias a él.

Estudio Carpem está ubicado en Hollywood Bulevar, un poco más apartado que los demás, pero no es de subestimarse su ubicación. Es inmenso, Soobin lo nombraría fácilmente como el tercero más grande que ha visitado. Cuando llegan, debe subirse a un carrito de golf para dirigirse a las oficinas. Los ejecutivos han optado por tomar los edificios más apartados, evitando el ruido de los sets.

La oficina de Christopher se encuentra en el tercer piso, en el cuarto y el último nivel de edificio estaban los jefes. Soobin debe caminar un largo pasillo para llegar, hasta el último extremo donde su secretaria Alisa Canvan estaba anotando cosas en un bloc de notas. Cuando lo ve, hace señas con sus manos para que se apresure a entrar.

Él no quiere hacerlo, su cerebro aún no ha decidido para que prepararlo: ¿Despido? ¿Contratos cancelados? ¿Vacaciones adelantadas porque no hay trabajo para él? ¿O un castigo que todavía no ha considerado?

Siente como se estremece ante el último pensamiento, sacudiendo su cabeza al notar lo superficial que su respiración era. Tenía razón, pierde el tiempo pensando en cosas de la que ya sabe la respuesta.

Avanza hacia el interior de la oficina, un cubículo reducido como del tamaño de una sala un comedor para una familia de cuatro. Podría ser más amplio el escritorio oscuro exagerado que cubría la mitad del espacio. La habitación era de color gris, y las paredes decoradas con fotos a blanco y negro de los clientes de Christopher, Soobin al ser de los primeros tenía un puesto principal, con la imagen promocional de una de sus películas más exitosas: Longest Ride, tenía diecisiete, la había hecho con su ex novia Violet Harrison y posaba en el suelo con un cuaderno de cuero en mano y miraba a la cámara con sorpresa.

A veces no tolera ver esa foto.

La última adición a la colección era Amy, su foto individual en A Wasted Man, a una esquina casi reducida. No muy diferente al resto de mujeres en la pared.

—Cierra la puerta —la voz de Christopher resuena en cada rincón—. Tenemos cosas que discutir.

Soobin traga saliva y le hace caso, cerrando la puerta tras de sí y tomando asiento en la silla con colchones duros frente al escritorio, era un poco pequeña y sus largas piernas terminaban recogidas por la falta de espacio. Tenía un metro ochenta y seis de altura, y todas sus extremidades eran demasiado largas, pero su cabeza era pequeña y perfilada, y lo hacían resaltar en todos lados, siendo intencional o no. Las personas solían sorprenderse de lo inmenso que era, pero una desventaja a la hora de darle papeles de adolescente y ajustar la ropa a su cuerpo.

Aún en sillas, se veía alto. Pero en la silla de Christopher, la cual era baja, hacía que el manager se tuviera que inclinar para verlo. Muchas veces piensa que es intencional para intimidar. Usaba un traje a la medida azul oscuro, sin el saco y con las mangas arremangadas.

—¿Y bien? —emitió, tosiendo un poco para disimular el hilo en su voz— ¿Qué negocios tienes para mí?

Christopher, quien tenía una carpeta color crema en sus manos, la cierra y se la extiende. Soobin lo toma dudoso, observando que al abrirla son las finanzas de la película de A Wasted Man. En uno de los cuadros, se resaltaba el monto de recaudación esperado y el resultado, siendo mucho menor. Por lo que la repartición de regalías marcaba números alarmantes, la parte más positiva de la hoja eran los resultados de ventas del sencillo de la banda sonora, lo que le otorga un aumento a su sueldo en total.

—¿Con estos resultados como crees que puedo ofrecerte trabajo?

Soobin cerró la carpeta, permitiéndose presionar sus labios para evitar responder. Christopher chasquea su lengua, tiene un rostro severo.

—Los de arriba no están contentos, haces dinero, cómo sea lo haces. Pero, ellos quieren una estrella y un cajero automático. No puedes ser solo uno —al menos es algo, piensa, pero no lo dice—. Sé que eres capaz de muchas cosas, y este año me estás demostrando lo contrario

—No ha sido el proyecto de mi vida —disimula lo afligido que se sentía al tragar grueso—, es un hecho.

—Eres consciente —afirma Christopher—, que puedes convertir películas en minas de oro. Y también puedes enviar películas al fracaso.

Auch.

—Sin embargo, nunca me he rendido contigo, ¿lo sabes? —agita su cabeza en una afirmación—. Quieren vacaciones para ti, de tres meses

Lo sabía.

—Y yo quiero que practiques algo de Jazz para un nuevo proyecto de Wanner —aprieta la carpeta en sus manos, reprimiendo cualquier signo de alivio que pueda delatar lo feliz que le hace escuchar aquello—. Walter me llamó esta mañana y dijo que quieren hacerte una prueba dentro de un mes para ver si puedes ser su Caleb, lee el guión, conviértete en él y recupera dinero al Estudio.

Abre uno de los cajones del escritorio y le extiende un grueso libreto a su dirección, Soobin lo toma con lentitud, leyendo en letras negras y cursivas: A Night At Soho. Y el nombre de E.L. Johns como el escritor y Walter Simons a cargo de la dirección.

—Casi lo rechazo porque no es una prueba especial para ti, es una audición para un grupo específico —por ello, la emoción de Soobin era controlada, no era seguro que sería suyo—. Pero, Walter te quiere ahí, tienes un voto, esfuérzate para conseguir a los demás.

Asiente.

—Lo estudiaré hoy.

Un silencio reinó en la habitación, si los pensamientos de ambos hablaran por ellos, Christopher gritaría que se quedara y Soobin susurraría que quería irse.

Su manager suspira y hace una señal con sus manos.

—Debo pedirte que te retires, tengo una reunión en media hora.

No hace falta que se lo pida dos veces, cuando está levantándose de la silla y estrechando su mano en forma de despedida con Christopher. En menos de quince segundos, abandonó la oficina con un agradecimiento.

Un carrito de Golf lo llevó al edificio al lado de los sets. En realidad, era su escuela, por así decirlo, allí aprendían actuación, modulación, canto, idioma, baile y entrenamiento para la prensa. Los camerinos personales eran un lujo y obsequio cuando producías mucho dinero a la empresa, te otorgaban una habitación donde podías guardar algunas cosas y ver clases particulares. El de Soobin quedaba en la entrada, doblando el pasillo izquierdo y su puerta tenía su nombre, Steven Lee y abajo la etiqueta de Actor.

Tenía un tocador, decorado con recortados de looks en tendencia para cortarse el cabello. Las paredes tenían fotografías de los posters de las películas en las que había participado, un escritorio propio, un sofá Hans Wegner con su propia mesita de centro y un refrigerador que tenía champaña y algunas cocacolas. Las paredes eran rojas, y el suelo de madera, por lo que sus pasos eran bastante ruidosos cuando estaba allí.

Se dejó caer en el sofá, abriendo la primera página del libreto que había estado presionando contra su pecho, protegiéndolo de la lluvia que había empezado aquella mañana y se dejó sumergir en la historia.

Se trataba de un joven optimista llamado Caleb que trabajaba como mesero en los bares de la zona del SoHo en Nueva York y tenía el sueño de subirse al escenario algún día, al menos una vez. Una chica millonaria visitaba el lugar una noche y le pedía pasar el día juntos, al final de la película estaba planeando que Caleb fuera arrestado al ser confundido por un matón y cantara una canción en la celda. Era un final desconcertante, muchas escenas musicales en las calles y coreografías que debía aprenderse.

Siendo honesto, era un papel asombroso y su tragedia dejaría una huella en el público. Pero, no sabe si podría encarnarlo con la complejidad que requería, Soobin nunca se sentía cómodo con personajes con personalidades tan animadas, requería mucho esfuerzo emocional sacar esa luz en él. Y las coreografías descritas tenía que relucir esa alegría y esperanza.

Sacude su cabeza, no le importa, esto no es sobre él. Soobin solo era una esponja que debía moldearse y adoptar la forma que querían, así que se limitó a recoger su cuaderno y empezar a escribir las características de su personaje. Su método era investigarlo y sacarle un perfil detallado, su psicología, su moral, sus pensamientos y hasta su manera de moverse. Mientras más podía formarlo como una persona real, era la proximidad que alcanzarían para convertirse en él.

Cuando su instructor de Actuación llega, se lo encuentra en el suelo, rodeado de papeles y mordiendo un lápiz.

—¿Llegué en mal momento? —pregunta con ese tono severo suyo.

Soobin sacude su cabeza.

—Has llegado justo a tiempo.

Los dos toman asiento en el sofá y Arthur Wall, su maestro, no le toma mucho tiempo entender al personaje que Soobin quiere traer en vida. Siendo el mismo Neoyorquino, su clase de hoy se especializa en traer los manierismos propios de un nativo de Brooklyn. Cuando llega su maestra de modulación, pasan la tarde aprendiendo a hablar como una persona del noreste.

Y las semanas pasan de ese modo, aprendiendo un nuevo acento, expandiendo el rango de su voz a dos tonos más bajos hasta que puede cantar de manera natural una canción de Robert Goulet. Hellen le deja tés cuando llega a casa para refrescarse la garganta.

Las clases de baile son las más complicadas, pero no deja de mover su cuerpo hasta que hace lo que le ordena y sus pies siguen el ritmo que necesita. Puede dar volteretas y saltos sin cansarse. Si Broodway necesitara un reemplazo de último minuto para un show, Soobin haría que las personas apenas notaran el cambio.

Caleb es descrito con el cabello rebajado y un flequillo discreto, por lo que la estilista de Estudios Carpem, Sue, le hace un cambio de look una semana antes de la audición. Su rostro luce más fino, pero cuando deja marcados sus hoyuelos se ve varonil. Hellen dice que luce como su hijo, eso lo hace sonreír de forma natural.

Cuando llega el día de la audición, faltan tres días para marzo y Hellen le prepara su desayuno favorito, frutas picadas y azucaradas. Soobin las come las sillas plegables que rodean su piscina, recibiendo el sol del inicio del mediodía. Ha estado trabajando en un bronceado en sus brazos, digno de alguien que se mueve en el itinerario de Caleb, tenía un leve tono amarillo, no sabe si es un éxito o no. Su piel es clara y no toma color fácilmente.

Nuevamente Mick lo recoge, Walter dio claras indicaciones sobre la discreción en este proyecto, así que el vehículo no era el carro de la empresa y los dos se dirigen a las afueras de la ciudad, tomándoles alrededor de una hora en llegar a Napa, un rancho personal de Wanner Studios. Soobin es escoltado por un personal de seguridad hasta un edificio amplio de ventanales que cubrían las paredes, por lo que la luz en el lugar venía del exterior. Había un joven con una carpeta que lo recibió y le indicó la dirección donde estaba la convocatoria, Soobin se apresura a llegar.

Los demás candidatos estaban reunidos en un pasillo amplio, registrando su llegada con la secretaria y tomando asiento en una fila de sillas pegadas a las paredes. Soobin es el número diecisiete y de manera estratégica se ubica en el medio, donde puede visualizar a los demás.

Reconocía algunos aspirantes de aquí a allá, y ellos a él. Era evidente que el nombre más importante allí era el suyo y eso le hacía sentir feliz, porque las miradas de reojo delataban lo intimidados que sentían por su presencia. Algunos cambiando de asiento y otros tomando la iniciativa de acercarse a él.

—¿Puedes... —era un adolescente, no tendría más de dieciséis, si se lo preguntan. Apareció en una indie de éxito decente— firmarme la gorra?

Soobin sonríe y toma entre sus manos el bolígrafo que le ofrecía.

—Julie, ¿cierto? —el chico asiente entusiasmado, y él escribe con lentitud las letras, mirándolo de reojo con una sonrisa—. ¿Lo estoy escribiendo bien?

—¡Es perfecto! —afirma y recoge la prenda autografiada entre sus manos— No quería venir hoy, sé que no tengo oportunidad. Pero, encontrarte valió la pena.

—Digo lo mismo —empuja suavemente su hombro, como si fueran confidentes—. Estoy seguro de que trabajaremos juntos en un futuro.

Eso le complace, puede ver como brilla sus ojos

—¡Es mi sueño! —confiesa— Compartir pantalla contigo y Daniel, él está aquí y dijo que le gusta mi camiseta.

Soobin parpadea.

¿Él está ahí?

—¿S-Sí? —toma esfuerzo para no parecer desconcertado— Tiene toda la razón.

Julie no hace más que alegrarse, y Soobin no lo está escuchando por un momento, siente sus oídos retumbar y es difícil descifrar cualquier sonido de su alrededor.

No debería sorprenderse, acaba de ganar Mejor Actor, y está en la mira de todos. Por supuesto que Wanner quería una gota de ese éxito, Soobin conoce el juego, pero aun así le molesta.

Las audiciones recién empiezan a las dos de la tarde, y Walter lo hace pasar de tercero cuando notó su presencia, ignorando que existía un orden preestablecido. Está complacido al verlo leer unas lineas de la escena del interrogatorio, donde Caleb les cuenta a los detectives que su único delito ha sido soñar con algo mejor. Sus ojos se humedecen, rompe su voz, mantiene una sonrisa desgarradoramente sincera. El director de Casting llora y es toda una escena.

—Esperamos verte pronto, mi pequeño Caleb. —Walter susurra lo último, y es música para los oídos de Soobin.

Su humor es distinto cuando abandona la habitación y regresa al pasillo con los candidatos, y ellos pueden verlo, la esperanza en sus miradas desaparece. Daniel Choi estaba allí, hablando con la secretaria. Soobin apenas le dedica una mirada y no se molesta en mirar de nuevo, hoy ganó.

A diferencia Los Ángeles, Napa estaba caluroso. Está sudando cuando intenta encender un cigarro detrás del edificio, y se apoya de la pared jadeando. Mick le ha permitido unos minutos para sí mismo, y Soobin los aprovecha para relajarse un momento, admirando el paisaje natural repleto de pasto y cosechas. Escucha un mental chocando contra algo y se gira hacia esa dirección, Daniel Choi estaba a tan solo unos metros suyos, prendiendo también uno y alguien le hablaba muy cerca, lo reconoce como uno de los Staff.

Soobin retrocede un poco, no parecen haber notado su presencia, así que no se le hace difícil esconderse detrás de un pilar.

—Nancy no va a aceptar el papel si no serás su coprotagonista. —Nancy O'Donnell había sido la principal en una película con Dnaiel, y se le había visto en una escapada romántica con él en Vancouver, tenían rumores hace meses.

Soobin había salido a un par de citas con Nancy, ella era la clase de actriz que anhelaba un romance verdadero, por lo que su historia de amor había sido muy corta. No le interesaba formalizar, así que puede saber en ese momento que lo suyo era serio.

—¿Y qué dicen los demás? —su voz fuera de los reflectores era más ronca sin perder ese tono suave.

—Walter quiere a otro —su corazón empezó a latir con fuerza—. Pero, Gallagher quiere lo que Nancy quiere. Y Nancy te quiere a ti.

No puede divisar mucho desde su escondite ni saber que expresión estaba en la cara de Daniel, por lo que los minutos que se tomó para responder fueron una tortura.

—De acuerdo —suspiró—. Seré Caleb.

Mierda, quiso gritar, pura mierda.

Soobin nunca había odiado a alguien como odió a Nancy O'Donell en ese momento, apretando sus nudillos y reprimiendo el deseo de estrellarlos contra algo.

—Sal de ahí —su cuerpo se paralizó—. Puedo ver tus hombros.

Con un suspiro de resignación, salió de su escondite. Quién sea que hablaba con Daniel ya no estaba, ahora solo era él. Usaba una camisa polo negra y pantalones blancos, y sus mechones dorados estaban revueltos en su cabeza, como si el viento los hubiera despeinado, aunque hace rato que no había ni la más mínima brisa.

No es la primera vez que estaban cara a cara.

Anteriormente compartieron algunos eventos y siempre que podía evitaba estar cerca suyo, por lo que eran escasas las ocasiones donde debían saludarse y ser cordiales. Ahora que estaban a poca distancia, se percataba de que era un poco más bajo que él, su piel era más beige, su mentón puntiagudo y la curvatura de sus ojos eran tan marcada que los hacía afilados y tenía un lunar cerca de la ojera izquierda.

Soobin también uno del mismo lado, pero en su nariz. Nació con más, pero se los eliminaron cuando cumplió doce a fin de otorgarle un cutis más limpio. Le concedieron dejarle ese cuando lo suplicó, tenía la idea de que su madre biológica lo vería en televisión y lo reconocería por esa característica, y vendría a buscarlo y ya no tendría que trabajar. Claramente no pasó.

Cuando sus miradas se conectaron, Daniel movió su rostro a otro lado. Soobin siempre había recibido comentarios sobre sus ojos, catalogados como penetrantes y atractivos. Él era capaz de sostenerle la mirada a cualquiera, pero pocos a él, suelen sentirse se sentían intimidados. El rubio ni siquiera lo intentó y era satisfactorio ganarle al menos en eso. Y al mismo tiempo indignante, le había quitado su personaje y no era capaz de competir en algo tan trivial como eso.

Esperó a que dijera algo, pero no obtuvo ninguna palabra. Él tampoco tenía nada que decirle, estaba espiando su conversación y Daniel actuaba como si aquello no tenía nada que ver con terminar el cigarrillo en sus dedos. Así que Soobin hizo lo mismo. Algunas veces lo atrapa mirándolo de reojo, y lanzado su vista a otro lado, solo quiere que le reclame, tiene tanto enojo acumulado que necesita una excusa, solo una.

Pero, Daniel aplasta su cigarro contra el suelo y toma una caja de ellos entre sus manos, permaneciendo así, tal vez pensando en fumar otro. Soobin ya está harto de esperar.

—Suerte interpretado a Caleb —las cejas del contrario se alzaron—. Lo digo en serio, es para alguien que tenga la capacidad y la pasión para entender un personaje de ese calibre.

—¿Cómo tú?

—Definitivamente no eres tú.

Se muerde las mejillas internas, no debió decir eso, debió ser amable.

Y Daniel sonríe de una manera simple, sacudiendo su cabeza y enfocándose en encender otro cigarro.

—Felicidades por ganar Mejor Canción, tu voz es muy buena —frunció su ceño—. Ojalá ganes algún día al Más simpático, porque no creo que te nominen este año.

Aprieta sus labios, y no dice nada. Se lo tiene merecido después de todo.

Termina de consumir el suyo y deja que sus pies lo guíen de regreso a donde Mick lo espera.

Está agotado, le pesa el cuerpo y su cabeza da vueltas, los del Estudio sabrían que no lo consiguió y él debía explicar porque no lo logró. No podría decir que se fue un acuerdo de convenio, no puede decir que el apellido O'Donnell tuvo más peso que su talento. Todo es su culpa, y que sus capacidades no lograron convencer a los productores.

Antes de entrar a Torrace Beach, Mick detiene el auto a un lado de la carretera y le permite su espacio para vomitar.

Chapter 3: Propuesta.

Chapter Text

Se ausentó dos días del Estudio, en lo que improvisaba una manera de decirles que no había obtenido el papel. El día tres, el cast había sido anunciado en el periódico y tuvo que obligarse a ir al no tener más remedio. La verdad había salido por si misma el primero de marzo.

Tira con nerviosismo de los extremos de su suéter de nilo gris cuando camina hacía su camerino, primero se prepararía mentalmente y después buscaría a Christopher. Era un buen plan, con su compostura intacta.

Cuando abre la puerta, Christopher estaba en su sofá, en un traje negro y con lentes oscuros apoyados en su cabello café.

—Walter llamó.

Soobin camina los pasos restantes al interior.

—No te dará a Caleb —eso ya ambos lo sabían—. Pero, te quiere igual.

Toma asiento en el sillón frente a su manager.

—Ah, ¿sí?

—No es un protagónico, pero es un papel relevante en la trama —deja caer un libreto en la mesa, no es capaz de mirarlo—. Le dije que sí, tómalo como tu premio de consolación por ese corte.

Está bien, tenía trabajo, pero no estaba satisfecho.

—Yo quiero ser el principal —le recordó en un tono neutral—. No estoy en la talla de ser un relleno.

Christopher se ríe.

—Intenta convencer a los de arriba de eso, porque yo ya no te creo. —se levantó de golpe del sofá.

—Lo probaré. —y era un desafío.

—Seguro.

Cuando su manager lo deja a solas, Soobin se atreve a mirar el libreto.

Tenía razón, la película se llamaría Castaways y en la portada estaba su nombre al lado de su personaje. Se llamaba Clifford Long, era chino y amigo del protagonista. Salía en casi todas las escenas y era el villano en una impactante revelación al final. Era bueno, tal vez no era Caleb, pero Walter supo entender lo que Soobin podía interpretar.

Y, si salía mal, no sería su culpa.

Las grabaciones empezarían la semana siguiente en Oregón, donde grabarían algunas escenas y luego regresarían a los Estudios de Wanner para hacer unas tomas en los Sets. Soobin tenía poco tiempo para prepararse, así que no perdió otro minuto más pensando las cosas. Estudió a Clifford de pies a cabeza, y su profesor lo ayudó a convertirse en él, a pensar como él y vivir como él. Cuando estuvieron frente a las cámaras, filmando la primera traición que cometía su personaje; todos temblaron al momento en que sus ojos dejaron de ser dulces y curiosos, a volverse una capa de color negro sólido sin brillo ni intención, añadiéndole un toque perturbador al dialogo que pronunciaba.

—Asombroso —jadeó Walter, dejando de mirar la cámara para verlo a él—, y espeluznante.

—Gracias. —pronunció en un tono tímido.

Pero, su coestrella, Adam James, no le gustaba demasiado esos elogios.

Algo que Soobin nota a los pocos días de empezar el rodaje era la necesidad de atención y reconocimiento de Adam. Venía de una familia de renombre en el cine, y tenía el camino preparado desde que nació, pero cada vez que grababan una escena juntos, era notorio la diferencia de habilidades, por lo que insistía en repetir una y otra vez la escena para nivelar.

Un día, después de grabar una escena donde sus personajes se sinceraban y prometían apoyarse por siempre, haciendo una merecida pausa porque el clima húmedo de Oregón causaba lluvias inesperadas; Sue le secaba las lágrimas que soltó durante la escena con cuidado de no arruinar su maquillaje. Adam se acercó, tomando su segundo Martini del día, y mirándolo de reojo. Cuando su estilista terminó, le agradeció y ella se retiró.

—Estuvo bien la toma de hoy.

Se gira hacia él; Adam no lo mira, le enseña ese perfil de estrella o algo así, tenía un mentón fuerte y la nariz respingada, con pestañas largas y rellenas.

—Eso creo —respondió Soobin—. Vamos bien.

—Sí —y suena sincero, sorprendido—. Para lucir así...—lo escaneó de arriba a abajo, o más bien su rostro— No eres un problema por aquí. 

Reprimió el deseo de fruncir el ceño, y solo asintió.

—Me alegra saber que no lo soy. —se mantuvo sereno, y acomodó las mangas de su vestuario.

La inconformidad arruinaba el perfil de estrella de Adam.

—Espero que se mantenga así.

Restó la distancia entre ambos, y lanzó sus propios hombros hacía atrás, usando la inmensidad de sus músculos para contrarrestar que sus cabellos oscuros no tocaba el mentón de Soobin. Él solo lo observó hacerlo, y mantuvo sus labios en una línea recta.

—Tú eres solo un intruso —quiso reír, y no lo hizo—, así que no ocupes mi espacio.

Y el desprecio con lo que arremetió aquello, lo combinó con la brusquedad suficiente para empujar su hombro con el suyo. Y Soobin solo se permitió tambalear porque tenía que hacerlo, bajó su mirada en tristeza y vergüenza en el momento adecuado y cuando escuchó unos pasos escapando de la escena, respiró hondo.

—Imbécil. —escupió en un tono bajo.

Al día siguiente, cuando Soobin llegó a grabar, Adam estaba teniendo un ataque contra su manager. Las noticias de ese día fueron «¿Adam está verde de envidia en el set de Castaway? Mal comportamiento del príncipe de Hollywood mantiene intimidado al amable Steve Lee. Puedes tenerlo todo, pero no confianza en ti mismo y eso lo confirmó Adam en el plató».

Cuando todo se te ha dejado en bandeja de plata, no te tomas la molestia de conocer el patio de juegos. Aunque los fanfarrones caminen con confianza, lo primero que no hay que olvidar es que no están solos. Y jamás lo están, menos en un set de grabación donde se mueve tanta gente.

Idiota, río Soobin para sus adentros, observando como Walter interrumpía la ira de Adam y su rostro se caía de la vergüenza. Ese solo incidente alteró las cosas en el plató, ahora se limitaron las personas que podían merodear y Adam no tenía permitido acercarse a él sin que alguien más estuviera presente, porque no sabía controlar su temperamento. Creía que le había tendido una trampa.

Una semana antes de terminar Castways, A Night At Soho finalizó su rodaje y Walter invitó a ambos elencos a una fiesta en su mansión. No estuvo muy convencido de ir, el rencor por no tener el papel de Caleb seguía fresco y una parte suya sentía que le pertenecía, aunque nunca fue así. Christopher le envió un traje Cristian Dior blanco a su casa, por lo que no tuvo más remedio que conducir esa noche hacia Calabazas, donde se brindaría el evento.

Ejecutivos, productores, directores y varios actores iban vestidos de blanco y negro, por la temática. Soobin saludó a todos los que conocía y aquellos que no, posó para algunas fotos en la entrada, saludando a los reporteros y tomando un par de cocteles en lo que encontraba a la persona que buscaba. La encontró en uno de los amplios sofás de la sala de estar y no dudó en dejarse caer a su lado, arrastrándose hasta colocar la cabeza en el vestido de seda celeste que utilizaba.

—Soo. —pronunció ella.

—Uva. —sonrió al pronunciarlo.

La única e inigualable Violet Harrison acarició su cabello mientras se colocaba cómodo en ella, lo más cercano que Soobin ha tenido de lo que significa un amigo. Los dos protagonizaron una película juntos cuanto tenían quince y dieciséis, la cual fue un éxito en taquilla por su química y sus estudios no dudaron en ponerlos en múltiples citas. Sorprendentemente, se llevaban muy bien, y creyó tener un gusto genuino por ella, pasaban todo el tiempo juntos y se emocionaba con la idea de tener una novia de verdad.

A los diecinueve, tres años cumplidos de relación después, Violet le preguntó si la amaba y algo que nunca pudo hacer desde que la conoció, fue mentirle.

—No sé cómo se siente eso. —y fue honesto al confesarlo.

—Bueno —ella tomó unos minutos para recuperar la compostura—, creo que no así.

La quería, eso era genuino, pero también sentía que le debía algo por todo lo que ella hizo por él. Como una deuda que lo perseguiría por todos los años. Y eso era su idea de amor, pero Violet no pensaba así.

Terminaron en ese instante, pero su amistad nunca se vio afectada. Los fans tienen la esperanza de que algún día se casarán por la cantidad de veces en que están juntos, pero eso está lejos de la realidad.

Violet golpea suavemente su frente, sus uñas son largas y duele.

—Debiste luchar por ese papel —Soobin le había contado lo ocurrido con A Night At Soho—, Daniel es bueno, pero tú te transformaste en el personaje.

—Y lo que Nancy quiere, Nancy lo tiene —repitió en un tono burlón, y atrapó uno de los bucles rojizos de ella—. Es frustrante, pero, ¿qué puedo hacer?

Ella enterneció los ojos.

—Esa mente tuya tiene muchas opciones.

—Lo diré de otra manera —dice—, ¿en qué me conviene hacer algo? El papel ya no es mío, la película ya se grabó. Yo conseguí trabajo, y no van a reemplazarme si sale mal.

—¿Crees que quieran reemplazarte? —cuestionó ella, alzando una de sus delgadas cejas.

Soobin asintió, sin mostrarle importancia.

—Todos somos reemplazables. Un día van a deshacerse de ti, de mí, de todos los que estamos presentes hoy —señaló con su mano a su alrededor—. Nuestros puestos no son seguros, a menos que seas un O'Donnell o un James.

—Ellos son tan temporales como nosotros —observa ella—. Igual pienso que eres muy duro contigo, Soo. Eres el primer coreano en llegar aquí, Daniel podrá ser el segundo, pero tu lugar, tu huella, eso no te lo quitará nadie. Y es algo que te sigue dando trabajo.

Alza su cabeza hacia ella.

—¿Y si algún día deja de importar que fui el primero?

Violet lo abofetea con suavidad.

—Jesús, esta es mi noche de fiesta y la estás convirtiendo en algo sombrío.

—Lo siento.

—Compórtate —dice ella, sabe que se refiere a que se levante, pero no lo hará—. Alguien pensará que nos estamos enrollando y eres muy mi hermano para besarte otra vez.

—Ya quisieras. —puso los ojos en blanco y Soobin ríe.

Aun así, no se levanta de allí, no hasta que ve a Christopher caminando por la habitación. Recupera su postura en el sofá antes de que pueda verlo tan meloso con Violet, él dice que si no lo intentarán de muevo deben dejar de llamar la atención y eso significa en realidad que ya no puede acercársele mucho. 

Sin embargo, su manager lo ignora por completo, está caminando a las amplias escaleras de mármol pintadas de negro, y alguien lo espera dos escalones arriba. Es Daniel, usando un traje negro. 

Soobin mejoró su postura, ¿qué diablos? 

Observó con detenimiento como se dirigían piso arriba en un paso apresurado, y su respiración se aceleró.

—Debes ir —la voz de Violet suena lejana—. No lo dejes solo con él.

Por supuesto que no podía, iban a tener una conversación en un sitio más privado y sabe cómo es Christopher, va a ofrecerle asesoramiento, encantarlo, algo tomará de él. No le importaría si no se tratase de Daniel, porque eso significa que ha no hay nada que pueda buscar en Soobin.

Y va a dejarlo, solo está decepcionándolo una y otra vez. Debió quedarse con ese papel principal, pero Daniel lo tomó como si fuera nada. Daniel le quitaba todo como si eso no le costaba un trozo de su vida. Sus pies se movían con alma propia, subiendo los escalones de dos en dos y resbalando a pocos restantes de llegar al segundo piso, su rodilla recibiendo el impacto y el dolor despertando sus sentidos. Pero es efímero, sigue escuchando un ruido seco y su vista parecía acercar y alejar los objetos con rapidez. La puerta entreabierta de una habitación está a su alcance y a un kilómetro de distancia a la vez.

La empuja con su cuerpo.

Daniel y Chistopher se sobresaltan al verlo, y debe lucir muy desorientado si el primero es capaz de mirarlo más de tres segundos. Se alisa el traje, disimulando un poco.

—Yo...—solo estaban de pie cerca de la puerta, no hay nada fuera de lo común y siente sus mejillas rojas de la vergüenza— Yo, digo... necesito hablar con mi manager.

El mencionado lanza una mirada divertida a él y asiente.

—De acuerdo —saca algo del bolsillo interno de su chaqueta y lo extiende hacia Daniel—. Llama allí, quiero escuchar más de tu propuesta en otro momento.

El ceño de Daniel se marca y observa por un milisegundo, casi imperceptible, a Christopher y a él, como si algo no le terminara de encajar. Pero, no le genera muchas dudas, ninguna que le impida abandonar la habitación, así que lo hace.

Soobin traga cuando nota que se ha ido, y Christopher tomaba asiento en la cama.

—¿Y bien? —pregunta tranquila.

—¿Estás ofreciéndole trabajo?

Se encogió de hombros.

—Me gustaría hacerlo —lo dice sin importancia—. Está en ascenso y creo que es inteligente. Carpem necesita alguien así.

—Yo soy así.

—No de ese modo —controla el impulso de poner sus ojos en blanco—. Daniel sabe de negocios, es una nueva generación que por una vez no está pensando en verse guapo en una marquesina.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

Christopher se ríe.

—Exacto —y le duele la afirmación, pero alza sus cejas como si lo entendiera—. No quiere que le ofrezca trabajo, en realidad, te ofreció trabajo a ti.

Eso lo desarmó por un momento.

—¿Ofrecerme trabajo a mí? —asiente— ¿Por qué?

—Es inteligente —repite Christopher.

—No me fío de eso.

Se levanta y parece fastidiado por un momento, cuando se ubica a su lado, Soobin no deja de sorprenderse de que haya alguien más alto que él. Christopher mide un metro noventa, y lo mira inclinando su cabeza, y es tan ancho que lo hace retroceder un poco.

—Piensa lo que quieras, de todos modos, me enviará un guión este lunes y es para ti —afirma tocándole el hombro—. Quiere protagonizar una película de detectives contigo, y estás en todo tu derecho de aceptar o negar. Pero yo te recomiendo calmar a tu envidia y ver los beneficios de esto, porque creo que será un éxito.

Podría ser un beneficio para la empresa, eso sí; los dos asiáticos del momento en una misma película. Era una gran publicidad juntarlos, sería la primera vez que los principales no serán americanos, es algo grande y controvertido, puede que guste, puede que disguste, pero dará de qué hablar.

Sin embargo, al día siguiente, jueves. Soobin conduce su Buick Wildcast II por Sunset Bulevar, permitiéndose en el semáforo replantear su estrategia, pero en veinte segundos de luz roja se dio cuenta que no había plan alguno. Estaba manejando cabreado hasta Hollywood Bulevar, y encontrar espacio en el estacionamiento de Estudios Halleys al menos le dio tiempo de pensar lo que diría.

Ese día usaba una camisa polo ligera y verde, pantalones sueltos, y debía quitarse los lentes mientras caminaba. Estudios Halleys no era tan grande como Carpem, apenas de tres edificios grandes y todos caminaban para llegar a donde querían ir. Una Staff se le acercó cuando lo vio.

—¿Es usted...? —Soobin bateó sus pestañas y formó una pequeña sonrisa, la chica emitió un pequeño grito de emoción— Oh, dios. 

—Vengo de visita por aquí, ¿se puede? —ella asintió, tenía el cabello amarrado en una cola alta que se batía con sus movimientos eufóricos.

—Por supuesto que puede venir cuantas veces lo desee, señor Lee.

—Puede decirme Steve —miró la etiqueta de su pecho—, ¿Amanda?

La nombrada asintió.

—Puedo llevarlo a donde quiera, Steve.

Se inclinó hacia ella con suavidad, alcanzando su oído y pronunciando en un susurro:

—¿Sabes dónde puedo encontrar a Daniel Choi?

—¡Se exactamente dónde está!

Soobin alzó su brazo para que ella lo tomara y con timidez lo hizo, enrollando sus dedos alrededor de su antebrazo y tirando de él para cumplir su petición. 

Caminan unos minutos por el lugar, y son tantas vueltas que se preocupa que solo esté aprovechando para pasear con él. Pero, detrás del edificio de lo que asume son los sets, se encuentran a Daniel con una cerveza en su mano y hablando con un Staff.

—¡Allí está! —y lamentablemente su tono alegre es muy alto, y todos pueden escucharla.

Daniel no parece sorprendido de verlo allí.

Le agradece a Amanda por ayudarlo y camina hacia él, el staff entiende que debe darles un momento y ahora están entre comillas muy grandes solos, porque la gente sigue pasando a su alrededor sin interrumpirlos.

Está usando una camisa de algodón sin mangas, y pantalones a la cintura, y el cabello echado hacia atrás. Es un día acalorado, está empezando la primavera, Soobin tiene gotas de sudor deslizándose por sus brazos. 

Cuando estuvo a pocos metros de él, su cerebro finalmente hizo un click y se percató que no lo conocía, no habían compartido una conversación de más de un par oraciones y no tenía idea de cómo sería su reacción.

—No esperaba verte tan pronto —confiesa—. Pero, algo me decía que aparecerías por aquí.

—No lo entiendo.

—¿Qué no entiendes?

—A ti.

Eso descolocó por un momento a Daniel, quien deja su cerveza en el suelo y cruza sus brazos a la altura de su pecho.

—¿Qué no entiendes de mí?

—¿Por qué quieres una película conmigo? —su confusión es tan genuina, que tiene que recordarse en permanecer calmado— ¿Cuál es tu plan?

Daniel hace una breve pausa para pensarlo, Soobin busca su mirada, pero este lo sigue evitando, observando cualquier punto de su rostro menos sus ojos.

—¿No puedo simplemente querer trabajar contigo y ya? 

—No. No me conoces, ni yo a ti.

—En los castings tampoco conocemos con quienes trabajamos.

—Estás pidiendo por mí —le recuerda—. Eso es lo diferente aquí.

Y es un punto bueno porque baja sus brazos en derrota.

—De acuerdo, tú ganas —al menos una vez lo hice, piensa–. Nos necesitamos mutuamente.

Debe tener una expresión de consternación, porque rápidamente añade:

—Los dos queremos lo mismo —asegura—. Tú quieres un éxito que cierre bocas este año, yo necesito hacer negocios con gente de tu empresa. Si la película sale bien, los dos vamos a salir victoriosos.

—Esta es mi primera vez hablando contigo —le recuerda—, no puedes saber lo que quiero.

—¿Y me equivoqué?

Soobin suspira, para no darle la razón.

—Escucha, ¿Steve? —asiente—. En este momento, somos dos peces fuera del agua en este lugar y lo mejor que podemos hacer es unirnos. Si queremos tener ventaja, no podemos hacer que el público se debata entre el uno o el otro para un único lugar. Habremos cambiado el juego si ampliamos la categoría. Dos, en vez de uno. Dos haciendo historia. 

Ya van dos veces en menos de cinco minutos que no quiere darle la razón.

—Puedes tomarlo o dejarlo —afirma con un asentimiento—, porque no somos los únicos que intentan tener un puesto. Si no aceptas, encontraré a otro. Es simple, alguien más está esperando por esto. Pero no quiero amenazarte con ello, porque yo quiero que seas tú el que diga que sí. No será lo mismo si busco a alguien que está aprendiendo a caminar. Tú ya das patadas. 

—Supongo que sí.

Daniel sonríe y su rostro luce más sereno de ese modo, porque es sincera.

—El lunes te llevaré personalmente el guión, léelo y si tienes una oferta mejor, que supere lo que tengo en manos, puedes rechazarlo y prometo que no haré este proyecto —entrecierra sus ojos y Daniel relaja aún más su tono, como si intentara calmarlo a él—. Está en tus manos.

Soobin no responde, solo lo mira analizando su rostro y a veces pasa por su cabeza que Daniel está nervioso cuando lo mira de ese modo, porque busca una excusa para no topárselo. Revuelve los bolsillos de sus pantalones y tiene un trozo de papel arrugado en las manos.

—Es el número de mi casa —se lo ofrece—. Quiero ser el primero en oír tu respuesta.

Duda en tomar el papel, porque de todos modos Christopher será quien informe las cosas por él, ¿qué sentido tenía avisarle antes? 

Solo por cortesía lo acepta y lo guarda en su cartera, Daniel se ve complacido cuando lo hace y golpea de forma amistosa su hombro.

—Espero noticias de ti.

Daniel camina lejos de él, y Soobin lo ve irse, espera a que esté lo suficientemente lejos para caminar por su cuenta hacia el estacionamiento.

No confía en él, algo no le termina de cerrar. No le pides un trabajo a una persona que es tu rival directo a menos de que haya algo detrás, Daniel no es tonto y Soobin tampoco. Fue claro con sus intenciones, es cierto, una película juntos haría un revuelo. No importaba si tenían éxito, si no el impacto de tenerlos a dos en una misma pantalla.

Y que Daniel lo reconozca, que ese alcance es mayor y masivo, hace imposible que solo tenga una única intención.

El lunes llega y Daniel estuvo esperándolo en el estacionamiento de Estudios Carpem, apoyado en un Chevy rojo y con el libreto entre sus manos. Soobin lo toma con duda cuando se lo ofrece, y él le toma la muñeca por un instante, están más cerca de lo que le gustaría y su aliento huele a alcohol y a café.

—Espero que aceptes —y su sinceridad brilla en todo su rostro—. De verdad quiero que seas tú.

Chapter 4: Alerta

Chapter Text


Soobin pide que lleven a su camerino un café cargado y cancela sus actividades de ese día, decidiendo a permanecer recluido en su sofá hasta terminar de leer el libreto. No tendría distracciones porque estaba determinado a tomar una decisión ese día. Nadie lo molesta excepto cuando pide comida y se la dejan en una mesita a un lado de la puerta; come mientras lee y hace anotaciones con un lapicero azul.

Es... muy bueno, demasiado bueno.

Se llama "Unknown" y trata de dos detectives que reciben un caso de una adolescente que apareció en una escena de un crimen, ella asegura no recordar nada y tampoco conoce a la víctima. Ellos se sumergen en un misterio, descubriendo secretos y mentiras. También hay un romance ligero, cumple con su función de aparecer, pero aporta a la historia. 

Soobin lo termina de leer antes del almuerzo y se sorprende así mismo por lo veloz que fue la lectura, estaba tan bien escrito que lo devoró en muy poco tiempo. Su rostro enrojece, porque el personaje que Daniel le escribió en una nota que podría ser suyo, es exactamente como le gusta. Es serio, con sus toques de carisma, tiene muchas oportunidades para desarrollar la dualidad del personaje. Hay momentos de comedia que le hicieron soltar algunas risas.

Esto no está bien.

Se incorpora y busca en su escritorio, Christopher le ha dejado dos libretos más de unas audiciones futuras a las que fue invitado. Los trae al sofá y trata de leerlo con la misma agilidad, pero no es comparable. Son comedias románticas y su pecho aún está agitado por la acción que había experimentado leyendo Unknown.

La puerta de su camerino es golpeada y al poco tiempo abierta, Christopher estaba de pie en el marco y solo así notó lo oscuro que se había hecho el día; y no había terminado el segundo libreto de lo aburrido que estaba.

—¿Revisando tus opciones? —preguntó.

Soobin asintió y Christopher introdujo las manos en sus bolsillos.

—El estudio cerrará dentro de media hora, delibera pronto.

—De acuerdo.

Esperó en un largo silencio a que se fuera, pero no lo hizo. Cinco minutos después, elevó su mirada y su manager tenía una expresión curiosa.

—¿Cuánto más vas a fingir que no quieres esa película?

Suspira resignado.

—Media hora más.

—Como quieras.

Cuando Soobin llegó a casa, derrotado. Se encontró a sí mismo en el suelo de su sala, a un lado del teléfono de cable, con el papel con el número de Daniel.

Iba a aceptar, porque no tenía nada mejor a la mano. Necesitaba esa publicidad, si no impulsaba su carrera en estos momentos, no tenía certeza de cuando le llegaría otra oportunidad así. Cuando el Estudio le permitiría seguir improvisando.

Hasta que decidieran reemplazarlo.

Pero, solo porque va a aceptar, no significa que no va a protegerse.

Tira de la rueda para marcar un número que no es el de Daniel, si no el de alguien con quien necesitaba hablar antes de tomar una decisión. Y luego, Espera unos cuantos minutos y marca el número en el papel, en dos o tres tonos finalmente escucha una voz adormilada.

—¿Hola?

—Acepto.

Puede escuchar como sonríe del otro lado de la línea.

—Me alegro por eso.

 

Son necesarias algunas semanas para completar el elenco: Daniel Choi y Steve Lee como los protagonistas. Sage Torrens y Grace Darvis interpretarían a sus intereses amorosos. La adolescente misteriosa la interpretaría la estrella infantil Isabel Morris. Y, por último, Arnold Johns interpretaría al gran villano. Los demás personajes fueron contratados por Estudio Halleys, quienes tomarían estarían produciendo la película. 

No hubo otro productor o inversor que quisiera unirse al equipo, muchos estaban dudosos de dos protagonistas asiáticos cuando las películas vendían el perfecto sueño americano. Y todo lo que no encajara era automáticamente incómodo. Y un riesgo. Por eso tardaron más de un mes en que el proyecto se aprobara y los nombres de sus protagonistas fueron lo que ayudaron a conseguir el sí. Muchos periódicos elogiaron esta decisión.

Mientras esperaban la aprobación, les habían programado talleres para aprender a disparar armas con policías reales. Técnicas de peleas y vería un instructor de manejo tres veces por semana para conducir como un verdadero corredor de carreras para las escenas de persecuciones. Con tanta incertidumbre y duda, lo menos que podían era dar un mal desempeño.

La primera lectura de guión se realizó en Estudios Halleys, en un gigantesco comedor y todo el elenco abarcó tres mesas. El director estaba satisfecho con el casting, y Soobin era feliz de formar parte del equipo.

Cuando terminó la sesión, se encontró a Violet merodeando en los alrededores. Su Estudio la había prestado a Halleys para una película de guerra. Estaba vestida como campesina y tenía un pañuelo sosteniendo sus rizos, y saltó a sus brazos cuando se encontraron.

—Soo, tienes que visitarme en mi camerino —pidió cuando se separaron.

—Pediré que me den uno frente al tuyo —aseguró—. Haré una película por aquí.

—¿Aceptaste la película con Daniel? 

—¿Lo sabías?

—Todos están hablando de ello, no pueden creer que aprobaron un proyecto con dos personas como ustedes—comentó en un tono seguro—. Estás en algo grande, los chismes crean curiosidad y lleva a las personas a los cines.

Soobin miró a su alrededor, el pasillo estaba algo vacío, salvo por unos actores que tendrían unos papeles pequeños en la cinta. Se inclinó hacia Violet y habló en un tono más bajo:

—Dime que también ves lo raro en todo esto.

Violet asiente.

—Investigué un poco para ti —son las palabras más agradables que ha escuchado en un mucho tiempo—. Daniel se ha estado reuniendo inversiones para volverse independiente. No tengo claro si planea su propio sello, pero está haciendo negocios grandes. Hay algo de su propio dinero en esta película, pero es estratégico. Está arriesgando para mostrarse comprometido y eso les encanta a los ejecutivos.

Vaya, una parte de su plan no era falso, pero eso no resolvía todas las dudas que tenía.

—¿Y qué tengo que ver yo en esto? —preguntó— Puede hacer negocios sin mí.

Violet se encogió de hombros.

—Puede ser una buena estrategia de marketing. 

—Creo que quiere a Christopher.

A ella no le agrada, cada vez que menciona su nombre, sus labios decaen.

—Christopher se codea con los más grandes y su tío está liderando la MGM, si quiere lograr su cometido, ahí tiene un buen aliado. —explica.

—Aliarse con Christopher es como tener en tu equipo al Lucifer.

No podía estar más de acuerdo. 

Violet apuntó con su mentón hacia un extremo del pasillo.

—Hablando del Rey de Roma.

Daniel caminaba y estaba siendo rodeado por algunos hombres de trajes impecables, él destacaba con sus camisa abotonada negra y pantalones igualmente oscuros, siempre eran esos tonos y algún licor en sus manos.

Hizo un saludo con sus manos hacia ellos con la que sostenía su copa, y respondieron de la misma forma. Cuando estaban a una distancia considerable, Violet tomó la mano de Soobin y tiró de ella.

—No dejes de estar alerta.

—Jamás. —respondió y era la verdad.

Violet regresa a su set y Soobin continúa con su camino de regreso a su auto, planeaba ir directamente a casa y memorizar sus líneas para el primer ensayo programado en dos semanas.

Cuando la brisa de esa mañana junio revolvió sus cabellos, sus manos buscaron con naturalidad un paquete de cigarros en sus bolsillos y lo encendió en sus labios. Era una excelente manera de empezar su día con pie correcto.

Da un par de caladas y deja que el humo sea arrastrado por el viento, y nota que es muy espeso para solo ser suyo. Se gira y ahí estaba Daniel, apoyado contra la pared, mirando su encendedor entre las manos.

—¿Hace cuánto estás ahí? —su voz lo saca de sus pensamientos o eso parecía cuando se exaltó.

Retiró el cigarrillo de sus labios para responder.

—Acabo de llegar.

—No te escuché llegar, lo siento.

Daniel no responde nada y él tampoco sabe que más decir. Es la misma escena del rancho en Napa, los dos fumando en silencio y el humo mezclándose en una nube blanca que se alejaba de ellos.

Como Soobin encendió el suyo primero, en el mismo orden se lo terminó. Lo había consumido un poco más rápido ante el silencio tan incómodo que compartían, le hacía sentir una incertidumbre tremenda en el pecho esa clase de tranquilidad, por lo que se aleja con rapidez, y a mitad de camino se da cuenta de que era grosero ir sin despedirse.

Se giró y Daniel pisaba su cigarrillo a medio terminar en el suelo, al elevar su rostro, los dos se miraron por un momento y el de mechones claros fue quién desapareció en el interior del edificio.

Bien. Eso fue extraño.

Y es curioso la cantidad de veces en que aquello se repitió.

Después de cada reunión del elenco en días posteriores, Soobin tenía como rutina fumar antes de volver a casa y recuperarse a sí mismo para salir de personaje. Daniel ya estaba allí o llegaba unos minutos más tarde. Su mente creó la teoría de que lo hacía porque estacionaba su Chevy a pocos metros, aunque después de tres semanas estaba convirtiéndose en una reunión rutinaria para fumar. 

Descubrió que le gusta la marca Viceroy, y algunas veces, le intentaba sacar conversación. Daniel no le gustaba hablar mucho, por lo que apenas logró sacarle información: tenía veintidós, no le gustaba el aire caliente, a veces sus brazos tenían salpicaduras de pintura. Y siempre anotaba cosas. Tenía una libreta diminuta en sus bolsillos, cuando intentaba espiar y este se percataba, empezaba a escribir en caracteres que no entendía.

Un martes, Los Ángeles Times saca un artículo llamando a Daniel «Una pared que no tiene gracia y no causa impresión en el set» y él se ríe a carcajadas cuando el Jeff se lo enseña en una prueba de vestuario. 

—No es falso del todo. 

—No es bueno del todo. —responde el director en el mismo tono aburrido.

Colocó sus manos alrededor de los hombros de Jeff, tenía puesto una propuesta de su traje como detective. Un traje azul hecho a la medida por las costureras de Carpem, una gorra Ivy y la estilista de estudios Halleys estaba probando algunas texturas de pañuelos en él. 

—¿Crees que soy una pared sin gracia?

—No.

—¿No te causo impresión en el set?

—No.

—Eso es lo importante —señala Daniel—. Lo que tú ves en mí, es lo que vas a enseñar allá. —hace un ademan hacia la cámara— Y los medios van a replicar eso.

Soobin pone los ojos en blanco, desde la distancia. 

Sue se ríe.

—Compórtate, no quiero que mañana te llamen verde de envidia.

Cuando su vestuario ya estaba aprobado, tres trajes con textura granulada y sombreros redondos con el fondo hundido, tenía una pequeña correa con una hebilla con el logo de la marca, se mudó a un camerino. Sue terminaba los últimos detalles para las fotos, y antes hablaban de un corte de pelo. Soobin espera que eso también reciba luz verde, estaban en vísperas del verano y sus mechones azabaches habían recuperado la longitud que perdieron cuando se probó para Caleb. Por lo cual, tener toda esa melena bajo un sombrero apretado estaba haciéndolo sudar.

—Está mejor así —aprieta los ojos cuando el director se acerca para verlo—. El flequillo te hace ver inofensivo. Es un excelente contraste con la actitud impredecible de Arthur.

Arthur High se llamaría su personaje, antes fue un Arthur para un melodrama escolar y está agradecido de interpretar a uno mejor. 

Cuando Jeff se va, Soobin se desploma en su silla.

—Me haré calvo cuando termine la película.

—Te demandaré si haces eso —afirma Sue—. Levántate, tengo que preguntarte algo.

Se endereza en su asiento, observando como la mujer se apoyaba en el tocador. Sue esperó unos segundos para hablar, manteniendo fijos sus ojos azules hacía la puerta, asegurándose que nadie estuviera alrededor. Vigiló también, hasta que notó que ella deslizaba algo en su regazo, era un periódico. 

Lo miró por encima de sus pestañas, tenía una fotografía del director Beck Lee junto con la cantante Peggy, los dos caminaban por las aceras de la mano y el título decía «Beck y Peggy, ¿amor en el aire?». Y le sorprendió, alzando sus cejas y luego bajándolas.

—¿Tienes algo que ver con eso? —la pregunta descoloca a Soobin.

—No —responde con sinceridad—. Amy me dijo que formalizarían cuando terminaran las promociones de A Wasted Man. Asumí que eso pasaría. Estuve en Oregón dos meses, ahí terminó mi relación con ellos.

Sue le cree, puede verlo por como relaja su postura.

—¿Qué tengo que ver con esto? —inquiere Soobin.

—Amy estuvo llorando como por dos semanas cuando salió ese artículo, un día Christopher la llamó a su oficina. La noche siguiente ya estaba en citas con otra persona.

—¿Supongo que para superar una ruptura hay que conocer a otras personas?

—Estuvo con Jeff —la mira—. Yo la preparé. Eso no apareció en los periódicos.

—¿Con Jeff? ¿mi director?

—Dos días después, se unió al proyecto —añade—. ¿Cómo lo dijo? Encontró la visión en Unknown.

Soobin parpadea y rasca su nuca, tiene el pelo crecido allí. La imagen de Daniel escabulléndose con Christopher en el segundo piso de la casa de Beck está en su mente y el tiempo que le tomó llegar a la habitación era un misterio para él. Ahora todo encaja y al mismo tiempo, no quiere conectar esas piezas, el trato que hicieron, cómo Amy salió en ese negocio. Tiene respeto por ella, es joven y está dando sus primeros pasos en ese mundo. ¿Quién querría imaginarla en una situación tan humillante que ser una transacción para un propósito? No había directores interesados en Unknown y de repente uno galardonado quería participar en un proyecto tan arriesgado.

Pero, al final, así es para todos. Algo siempre había que dar a cambio, pero le hubiera parecido menos escabroso si el beneficio era para ella. 

—No tengo nada que ver con esto —aclaró, nuevamente—. Ya había director cuando me reclutaron. Pero, Daniel sí. No tengo duda. Él dijo en uno de los ensayos que quiso a Jeff como parte del proyecto.

Sue se cruzó de brazos, con una ceja alzada.

—¿Es una teoría tuya o de verdad este chico es estúpido?

—Creo que es más ambicioso de lo que pensamos —afirma Soobin—. Ha puesto dinero en este proyecto y está involucrándose con los inversionistas, pero está equivocado. No todo precio se paga con dinero. 

—No dejes de vigilarlo—le pide—. No quiero que mis señoritas paguen el precio de su estupidez. A Christopher no le importa sacrificar y mover hilos para lograr las cosas.

 Soobin lo sabe perfectamente, mueven tanto dinero que los ejecutivos están aburridos de él. Y si los cheques no pueden comprar su felicidad, el poder lo hace. Siempre ha creído que es el último escalón hacia la perdición, pero Christopher dice que es simple naturaleza humana. Sea cual sea tu posición, todos nos vamos a devorar al final del día.

—¡En posición en cinco minutos!

Se levanta de la silla, y Sue le toma la mano, es un gesto de búsqueda de consuelo. Soobin no sabe cómo dárselo, y opta por sonreír. No tiene muchas herramientas a la mano, él también es solo una pieza que al final moverán donde estorbe menos. Y eso le basta a ella para recuperar el entusiasmo en su rostro.

Camina de regreso hacia el Set, en una esquina habían improvisado un telón blanco con el paisaje de una detalla cuidad de fondo. Daniel ahora tenía un traje celeste, y le habían quitado el gorro, por lo que su cabello estaba peinado hacia un lado. Sue arregló el gorro y su flequillo para que no taparan su rostro, pero tendría que posar con el mentón elevado para que se apreciara mejor.

Las primeras fotos fueron individuales y después de Daniel fue su turno, en varios ángulos y con acercamientos trató de capturar en poses pensativas, tocándose el mentón, mirando hacia la nada con inquietud. Repitió algunas posturas y probó nuevas. Cuando el resultado complació al director, fue el momento para las chicas. Isabel primero, al ser la tercera principal, usaba el vestido que tendría en la escena donde la encuentran, blanco cubierto de sangre y el cabello castaño despeinado. Luego, fue el turno de sus intereses amorosos. Sage tenía un vestido de copa purpura con un chaleco abotonado, el cabello negro cepillado con las puntas hacía dentro y transmitía confianza incluso interpretando a una asustada reportera. Grace era lo contrario, tenía un aura serena en ese vestido blanco y los mechones rubios recogidos en un moño alto.

Luego los fotografiaron con sus parejas, él estaba jadeando por las temperaturas cuando sostenía su cintura y ella le tomaba los hombros.

—Te ves como un helado derretido. —susurra ella sin mover mucho los labios para no perder su pose.

—Me siento así.

—Yo también, pero no huelo a vainilla.

—Yo tampoco.

—Te lo creo.

Y eso lo hace sonreír.

—¡Miren por aquí! —el fotógrafo se inclina hacia otra dirección, ellos cumplen su petición— Hermoso.

Sus promocionales tenía el concepto de baile en pareja, cómo una relación que recién empezaba y la pureza de ambos era la protagonista. Las fotos de Daniel eran más pasionales, con el rostro enterrado en el cuello de Sage y mirando a la cámara con deseo. 

Cuando terminaron sus fotos, ahora tenían una grupal con Isabel, la cual fue ubicaba en medio de ambos. Ella mantenía un rostro inexpresivo, como si estuviera perturbada. Ellos miraban a diferentes direcciones, buscando pistas. Soobin colocó su mano en su hombro, un gesto de empatía que haría su personaje. Daniel le tomó el brazo. Al terminar aquellas, estaba listo para tomarse un descanso. Las luces de los reflectores empeoraban la temperatura, era similar a estar dentro de un horno.

—Deberías tomar unas de nosotros. —Daniel le dice al fotógrafo y este asiente cuando el director hace una señal de estar de acuerdo.

Soobin frunce el ceño, en serio no quería hacerlo, llevaba mucho tiempo de pie y aún faltaban las grupales.

—Somos un equipo y no hay una foto juntos. —Daniel explica al ver su molestia.

—Cómo sea. —responde sin querer discutir más.

El fotógrafo los ubica uno detrás del otro, Soobin miraba por encima del hombro de Yeonjun y él del suyo. Luego sosteniendo sus placas y con la vista en frente a la cámara, intimidando al público. El Staff buscó a Sage y a Grace para los grupales, Sue debe acercarse para secarle el sudor.

Soobin y Daniel son ubicados en el uno lado del otro, en cada extremo sus respectivas parejas e Isabel estaría en el medio. En un punto de las fotografías, baja su vista hacia el hombre a su lado, y este lo mira por encima de sus párpados. 

Sus ojos son extraños; demuestran una sinceridad de la cual no parece ser consciente y son un libro abierto para él. Hay determinación, curiosidad, y miedo. Corta el contacto de vez en cuando para mirar su mentón o las orejas, y Soobin ladea su cabeza buscando su mirada, hasta que Daniel desiste y corre su rostro hacía en frente y un «Click» lo atrae nuevamente a la realidad.

—Wow. —El fotógrafo jadea con gran asombro— Tenemos el póster. 

Parpadea sin comprenderlo, y el director hace una señal para que se acerquen. Camina hacia la cámara y espera su turno para ver el rollo: En la imagen, aparecían los cinco, e Isabel resultaba menuda en medio de ellos, sus pretendientes tenían expresiones preocupadas al horizonte, y en el medio, como un juego de ángulos, Soobin y Daniel resaltaban, él le miraba de forma penetrante la mejilla y el otro parecía señalarle algo con el mentón. 

Sintió sus mejillas calentarse, era extraño verse a sí mismo mirando a alguien así. 

—¡Estos son los Arthur y Xavier que imaginé! —exclamó el escritor cuando vio la imagen— Deben usar esta toma, esta foto es la película en su máxima expresión.

 —Es un poco pasional —opina Grace—. Y se entienden bien. 

—Me veo hermosa —observa Sage—. Tienen que dejar esa.

—Creo que encaja muy bien.

Después de pronunciar aquello, Daniel se gira a Soobin.

 —¿Tu opinión final?

No quiere ver esa foto nunca más.

 —Yo creo que está bien. —dice, en cambio.

Dan por terminada la sesión y las fotos serían llevadas a revelarse, y luego al taller de diseño que haría la magia de convertirlas en un póster. Finalmente podía tomarse un descanso y volvió a su camerino, permitiéndose recuperar un poco el aliento con un ventilador. Le dolían los ojos y se lavó la cara para retirarse el maquillaje.

Sue vino poco después de que se había cambiado, guardando las prendas en bolsas especiales y categorizadas para él. Soobin se amarraba los mocasines en una esquina.

—Ustedes son tienen algo especial—admite—. Estoy odiando este proyecto como tú.  Pero, él y tú en pantalla. Esto es algo que debe pasar.

Chapter 5: Nueva Orleans

Notes:

este capítulo tiene menciones sobre la segregación racial y un caso judicial importante, que dio paso a grandes cambios sobre la educación para personas de color.

Chapter Text

Las grabaciones empezaron a principios de junio, en Halleys. Sus hogares y algunas localizaciones serían grabadas en Sets construidos, y la exigencia era brutal. Soobin terminaba agotado emocionalmente después de filmar los interrogatorios, Jeff tenía una obsesión por hacerles repetir escenas hasta lograr la emoción perfecta.

—Es imposible estar en la sala de Interrogatorios por más de diez horas y no tengas un cabello despeinado. —le indicó en una de las tantas repeticiones.

Algunas veces terminaban hasta después de las dos de la madrugada, y Soobin se sentaba en la acera para fumar con los dedos temblorosos, en la oscuridad. Daniel una que en otra ocasión tomaba asiento a su lado, sosteniendo una cerveza entre sus manos en completo silencio.

Un día, se lo preguntó.

—¿Por qué siempre te sientas a mi lado sin decir nada?

Daniel se encogió de hombros.

—Me da miedo la oscuridad.

—¿Por qué?

—Algún defecto debía tener, supongo —responde con arrogancia—. ¿No le tienes miedo a algo?

Soobin asiente.

—¿A qué?

—A que me hagan muchas preguntas.

Entrecerró sus ojos hacia él.

—¿Quieres decirme algo con eso?

—Tal vez.

Tomó un sorbo de la botella.

—Te recuerdo que tú empezaste.

—Pero, es extraño, no lo crees —se giró hacia él—. No te gusta la oscuridad, pero siempre te vistes de negro. ¿Te das cuenta que el negro es oscuro?

Lo observó fruncir el ceño.

—Ambas cosas no tienen nada en común.

—Sí lo tiene, ¿por qué no lo admites?

—¿No acabas de decir que te da miedo la gente que hace muchas preguntas? 

Soobin se volvió hacia el frente, disimulando su indignación.

Daniel suelta una risa baja.

—Pero, tienes razón, el negro es oscuro —dejó su botella a un lado de la acera y se levantó—. Por eso prefiero el naranja.

Después de ese día no volvió a sentarse a su lado de noche, pero en los mediodías se lo encontraba escondiéndose del director como él. Y en esos momentos tenían un propósito en común, por lo que se permitían estar del mismo lado. 

Hay días donde llega y tiene un cigarro encendido para él.

—Gracias. —lo recibe entre sus dedos.

—La semana que viene vamos a Nueva Orleans. —le informa.

—Lo sé.

La productora quería recrear la ciudad en sus instalaciones, pero el director optó por utilizar ese presupuesto y llevarlos a filmar en las calles reales para tener más realismo. Y el permiso resultaría más sencillo de obtener, si no fuera por la ciudad escogida.

En aquellos días, había mucha tensión, tan solo en mayo se había resuelto una demanda en contra el Consejo de Educación de Topeka que habían realizado familias negras de manera conjunta por la segregación racial en las escuelas. Soobin había leído un poco de eso en el periódico, en un artículo que celebraba el fallo a favor de las familias y habían marcado un enorme paso hacia la integración de un sistema educativo equitativo para todos. A pesar de que muchos habían celebrado la decisión, los sureños no estaban conformes con la decisión y estaban imponiendo una gran resistencia a cumplir con lo indicado por la Corte. 

Las calles estaban repletas de protestas y descontento, por lo que, grabar allí implicaba involucrarse de una u otra forma en la conversación. Ningún periodista dejaría pasar una oportunidad como esa para pedirles una opinión, y eso canceló producciones previstas a filmarse en Nueva Orleans, porque era más sencillo solo mirar a otro lado mientras los demás resolvían sus conflictos. Pero, Jeff quería esa ciudad y no estaba dispuesto a negociar, sacrificando una semana de producción para asegurarse de obtener esa luz verde.

—¿Vas a quedarte en silencio? —Daniel lo sacó de sus pensamientos.

—¿Ahora?

—No, cuando estemos en Nueva Orleans.

Sacude su cabeza.

—Sería estúpido no decir nada —afirma—. Pero yo estudié en casa, no sé cómo es con nosotros.

Esa era una mentira, su madre adoptiva se suponía que tenía que educarlo, pero Soobin aprendió a leer y escribir con libretos y a sumar y restar con los días de grabación. El poco contexto histórico que conocía se lo enseñaban en los sets. Y no tiene idea absoluta de que es Física o Química; o para que le puede servir álgebra en su día a día.

—Yo estudié en casa, en Corea —confiesa Daniel—, pero cuando nos mudamos aquí, a Michigan. Tenía diez y debí pasar el verano en repitiendo las cosas básicas porque estaba atrasado.

Y lo invita a sentarse a su lado en la acera, Soobin lo hace. Da un par se caladas a su cigarro antes de apagarlo contra el suelo.

—Una vez que pude ser un niño de once, que sabía lo que debían conocer los niños de esa edad, entre al último año de primaria en una escuela pública para blancos. Hice muchos amigos y jugábamos todo el tiempo, ellos me veían como su igual.

—¿Tardaste un año aprendiendo el idioma? —pregunta Soobin, bastante sorprendido.

—Sí. —responde Daniel—. Sus palabras son muy simples, en el coreano no. Todo tiene múltiples significados y formalidades. Sé que tú no conoces nada de eso, no me respetas como tu mayor.

—¿Y se supone que debo hacerlo? —Daniel asiente y Soobin se ríe—. Eso no va a pasar.

—No lo espero tampoco, aquí nadie parece tomarles importancia a esas cosas —se encoge de hombros—. Volviendo a la historia: Mis padres me intentaron inscribir en una escuela para blancos, de nuevo, y me rechazaron porque no era tan blanco como esperaban. Es decir, había algunos chinos estudiando ahí y ellos eran muy pálidos, así que creo que pensaban que todos éramos iguales

—Siempre piensan que somos iguales.

—Entonces, mi mamá le pareció absurdo que me rechazaran por eso. Igual me tuvo encerrado en casa un año hasta que me volví más blanco y fui aceptado en otra escuela —agregó—. Y cada curso era raro, en algunos no tenían problema con compartir clases conmigo, y otros no les agradaba la idea de tenerme allí. Yo siempre me sentí en el medio de todo, no de manera neutral, si no atrapado entre ser y no ser.

Soobin se sentía en el mismo laberinto, porque a pesar de haber logrado tener un lugar en la escena hollywoodense, sabía que era por su rostro. Su belleza era pulcra y en los ángulos, y el corte de pelo correcto, podía parecer cualquier chico con el que las adolescentes tendrían un enamoramiento profundo, como un vecino muy guapo. Eso les encantaban de él, que podían difuminarlo sin problemas. 

Y fuera de las cámaras, era su cara el que marcaba una línea estrecha entre ellos y los demás, porque solo tuvo la suerte de tener una armonía peculiar en sus rasgos, pero estos no lo separaban de lo que era. Forma ovalada, ojos almendra pequeños, nariz recta y redonda en la punta, y labios finos en forma de corazón. Así que solo era un asiático jugando a ser blanco.

—Es jodidamente confuso.

—Puedes decirlo así —inquiere y acerca su puño a su propia boca, utilizándolo como micrófono—. "The Fox News, la manera en que la segregación con los asiáticos es jodidamente confusa"

—No creo que a Halleys le guste mucho que digamos "jodidamente" en televisión nacional.

—Steve, estamos haciendo una película donde vamos a dispararle a personas.

Empujó ligeramente su hombro con el suyo.

—No en televisión nacional. —lo corrigió.

—De acuerdo —Daniel se rinde—. Yo lo diré, ¿tú que dirás?

—The Fox News, la segregación con los asiáticos es desconcertante y este cambio es necesario para todos.

—Es lo mismo que dije yo.

Sacudió su cabeza.

—Yo lo digo bonito.

—Algo así no hay que hacerlo bonito, porque no es bonito con nosotros —y no es algo que pueda refutar, así que solo se queda en silencio—. Por eso debemos decirlo como es.

—No sé cómo es. Debería solo apoyarte porque tú hablarás de algo que sufriste y fue autentico.

Daniel se gira a mirarlo, y parece irritado.

—Todos estamos viviendo esto, Hollywood no es tan diferente a un salón de clases. Y tú no eres menos afectado solo porque estudiaste en casa. Eres igual que todos nosotros, solo con una venda glamurosa.

—Eres un imbécil. 

Se puso de pie, y debía lucir muy enojado, porque el rostro de Daniel se volvió pálido y en sus ojos chispeaba la culpa. Más no arrepentimiento, porque sus palabras no estaban lejos de ser una realidad y eso era lo que más lo enfurecía.

—No sabes nada sobre mí.

Al menos, obtuvo la última palabra, cuando se dio la vuelta y se apartó en pasos furiosos. Daniel se mantuvo en silencio y él no deseaba averiguar si había algo más que quisiera decirle.

Esa noche programó un vuelo adelantado con destino a Nueva Orleans, decidiendo a tener un fin de semana sin saber nada de su coprotagonista. Sue viajó con él y los dos se hospedaron en The Roosevelt, y todos los recuerdos que tenía de esas noches visitando los bares más concurridos de la ciudad aparecían en visiones borrosas a la mañana siguiente.

El sábado, cuando Sue y él regresaron al hotel después de tomar algunas copas, los dos decidieron tomar asiento en una banca en el jardín, tomando un merecido descanso después de todo lo que habían recorrido esa noche, su propia gira en diversos clubes.

Soobin echa su cabeza hacia atrás, las estrellas estaban salpicadas como manchas de pintura blanca en el cielo y nubes delgadas que no terminaban de formarse, eran como el humo. Intentó concentrarse en eso, hizo un esfuerzo grande en llenar su cabeza del aire fresco de esa noche. Pero su mente regresaba a Daniel, sus duras palabras y el hecho de que había viajado miles de kilómetros lejos de él para no pensar en eso. Y, aun así, le seguía molestando.

—¿Debería hacer algo? 

Sue se giró a mirarlo, tenía el cabello rubio en la cara y estaba muy ebria para preocuparse por ello.

—¿Hacer qué?

—Hablar.

—¿Con dios? 

—Bueno. También —a veces era necesario, aunque no cree que él esté muy contento con sus acciones—. Me refiero a hablar de lo que está pasando aquí. De los negros. De mí. Dar una entrevista.

Sue permaneció varios minutos en silencio y luego se gira hacia él, apoyando su mejilla del metal de la banca.

—¿Por qué quieres hacerlo?

Se encoge de hombros.

—Creo...—pensó brevemente su respuesta— Creo que soy egoísta. 

—Todos somos un poco egoístas. —responde ella.

—Lo sé —afirma—. Pero me siento más egoísta que los demás por el simple hecho de que, soy ¿aceptado? —su voz sale dudosa al final—. Y hay otros que no tienen eso. Y yo no pienso en ellos.

—¿Y tú crees que ellos piensan en ti?

—Probablemente no, es lo que siempre he creído —reveló—. También que las personas evitan pensar demasiado en sí mismos, sobre ser diferentes. Pero, soy yo quien piensa eso de mí mismo.

—Eres una estrella. Eres diferente.

—Soy una estrella y no una persona. 

—A veces no puedes ser ambas —afirma Sue—. No serías una estrella si alguien le interesara la persona en ti. En ese caso, nos estaríamos alabando los unos a los otros. La gente necesita ver a alguien como superior, para admirarlo.

Soobin asiente y se acurrucan en el banco, siente su cuerpo pesado y tal vez había mezclado demasiadas copas hoy.

—Eres un personaje para el mundo —continua ella—. Encajas y nadie piensa que no perteneces cuando te ven en pantalla.

—Es cómodo así. —admite.

—Pero, no vivirás siempre así, ¿lo sabes? —lo sabe perfectamente, que es tan temporal como esa noche—. Y como alguien del negocio, te diría que no incomodes, que no te metas. Haces bien en disfrazarte de blanco.

Ella se inclina hacia él, colocando una mano en medio para poder acercarse.

—Pero, como alguien que viene de Chile y puede disfrazarse de blanca —añade—. Sería asombroso tener a alguien que hable por mí, y me haga sentir existo también. Yo sé que existo. Yo sé que estoy aquí. No necesito esa validación, pero sería genial tener a una gran estrella reconociendo que estamos aquí. 

—¿Y si me meto en problemas?

Sue se encoge de hombros.

—Pregúntale al Steve persona que quiere ver del Steve estrella, y ahí sabrás como quieres manejarlo.

Soobin también quisiera ser visto, aunque lo haya estado enterrando por los últimos veintiún años.

 

 

El domingo, en medio de la peor resaca de su vida y haciendo que una sopa pase por su garganta quemada, decide hacer una llamada. 

El lunes, cuando la producción y el resto del elenco llega a su hotel, Soobin despierta con una copia del periódico The Tribute: «Steve lee rompe su silencio en Los Angeles Time y habla sobre los disturbios en Nueva Orleans, como ciudadano coreano-americano llama a la unión». Al lado, un sobre tenía escrito su nombre en una caligrafía corrida.

Rompe el sobre con sus manos y saca un papel mediano en él.

«Querido Steve,

 

Los dos aprendimos algo del otro. Yo aprendí que eres tan tibio como el sol en primavera, y tú me conociste en mi lado idiota. Vamos a hacer las paces ahora que sabemos que los dos cometemos errores.

 

Con mucho respeto

Daniel.»

 Y en una esquina, firmó con esmero una Y, y una C juntas, dando como resultado una mancha de tinta que desgarraba el papel.

 Soobin arrugó la carta entre sus dedos y la dejó en su maleta. Solo para buscarla y maltratarla cuando se sintiera enojado de nuevo.

Sabía que sus decisiones impulsivas tendrían consecuencias..., solo no las esperaba tan pronto. Cosas de su habitación empezaron a desaparecer y tenía insultos escritos en sus espejos todos los días. Ahora compartía suite con el director. Este no le comentó nada sobre el artículo, pero sabía que no estaba contento.

En una noche de rodaje pesado, grababan una toma donde buscaban vistas en las calles. En un callejón, recogían huellas y discutían teorías. Soobin es todo método cuando se trata de actuar, se convierte en el personaje y piensa como él. Daniel, por su parte, decía sus líneas con la emoción y la intención que indicaba el guión, pero su cuerpo improvisaba. En cada repetición, había un movimiento diferente en sus hombros, en sus brazos. Era como si intentara darle al director múltiples versiones de lo mismo y solo paraban cuando encontraban la ideal. 

Si la discusión de hace unos días habría sido cosa de su imaginación, o las disculpas mejores. En ese momento le tomaría el brazo y lo apartaría al camerino, le diría que tiene que decidir quién es Xavier para él, porque estar adivinándolo frente a la cámara era una pérdida de tiempo. Como eso no pasó, empuja su cansancio lejos y se permite sentir la gracia de verlo ser regañado.

—Tomemos un descanso. —Jeff anuncia en un suspiro.

Los dos se apartan de la zona, caminando a sus respectivas sillas. Sue está esperándolo con un café que le había comprado de cortesía, Soobin extiende su mano para tomarlo, pero todo lo que recibe es una lluvia caliente sobre él. La habían empujado y toda la bebida se derramó en su pecho.

—¿Qué mierda?

Aparta a la mujer para ubicarla atrás suyo, sintiendo su cuerpo estremecerse ante el picor que su piel estaba siendo sometida. Se encogió y sus manos tiraban de la camisa para evitar que siguiera chocando contra su pecho, estaba empapada y tocarla quemaba sus palmas.

—Fíjate por donde caminas, ni siquiera puedes ver con esos ojos de enfermo. 

Le cuesta enfrentarlo, y aun cuando su cuerpo se endereza, su rostro se arruga de dolor. Hay un hombre mirándolo con odio y asco, y le dice más cosas, pero no puede oírlas porque lo ha empujado, y la tela caliente nuevamente se le pega en la piel. No tiene que mirar a su alrededor para saber que todos observaban paralizados o algunos evitaban mirar, hacer algo también era una manera de hablar.

—¿Te gustaría que fuera a quitarte tu lugar en tu país de mierda? ¿Quieres eso? ¿Qué vaya y te robe a todas las mujeres y me comporte como un idiota como tú?

Y esto era su culpa. Él habló. Se lo merecía.

—Porque eso haré. Te enseñaré lo que yo siento. Iré a tu casa. Me sentaré encima de tu mamá y la voy a...

—Suficiente —escucha una voz muy lejana a él, solo sabe lo cerca que está al chocar con su brazo—, cierra la boca en este momento.

—¡Oblígame, solo hueles a mierda! —el hombre de inmediato se abalanzaba hacia él.

No sabe dónde encuentra fuerzas para tomar su hombro y obligarlo a retroceder tres pasos, sus ojos están oscurecidos y las orejas ruborizadas de rabia. 

—Por el amor de Dios, cállate por un momento —tiene la voz desgarrada y eso enciende chispas en la mirada de Daniel.

—Pero...

Soobin también lo empujó atrás suyo, y logró su cometido porque lo tomó desprevenido. 

El hombre no pudo decir más cosas, un par oficiales que los acompañaban a rodar le tomaron suavemente las manos.

—Lamentamos que algo lo moleste esta noche señor —dice uno de los policías—. ¿Puede aceptar nuestras disculpas y retirarse? Pronto ellos se irán y no van a molestarlo más.

Es tan absurdo que finalmente toma el valor para retroceder de la escena, entra a su camerino, que era un conjunto de carpas negras y el su vestidor era pequeño. Sue le presta una toalla y las presiona muy suavemente solo para retirar el residuo pegajoso de su cuerpo, tiene la piel enrojecida y el mínimo movimiento le duele. 

Y se coloca un nuevo vestuario, y deben regrabar las escenas para no perder la secuencia. Una filmación a nada de terminar, ahora tomó tres horas para completarla. El alegre ambiente se esfumó y el director no tuvo valor de pedirle que repitieran algo.

Al día siguiente lo visitó un doctor discreto, le colocó un ungüento refrescante en el pecho, le advirtió que mudaría de piel así que tuviera cuidado de usar prendas ajustadas. 

Antes de irse, le tocó la mano con cuidado.

—Lamento lo que te pasó. 

La primera plana del periódico fue sobre el altercado, descrito como una consecuencia colateral. Criticaron a Daniel por responder intentar responder con violencia. No había sido lamentable para la prensa, era algo que tarde o temprano pasaría.

No pudo responder nada al doctor, tal vez piense que no desea hablar del incidente y lo respete. Soobin en realidad no sabe cómo sentirse con que alguien lamente lo que le ocurre.

Una hora después está solo en la habitación y decide que quiere comida del restaurante de abajo, se cambia el pijama y usa ropas frescas, como una camiseta informal suelta y pantalones amplios. Cuando decide que está listo y abre la puerta de la habitación, hay una cara que no esperaba ver por la mañana. O tan pronto.

Christopher estaba de pie del otro lado de la puerta, y su expresión era neutral.

—Déjame pasar. Tenemos que hablar. 

Titubeó antes de apartarse del camino, permitiendo que su manager avanzara dentro de la habitación. Utilizaba un traje caro marrón claro, y llevaba las manos en sus bolsillos. Soobin lo siguió al interior, tomando asiento en las sillas del juego de mesa para café. Christopher se sienta frente suyo, en el sofá.

—Me debes una explicación. 

—Sí.

—¿Por qué estás haciendo cosas a mis espaldas?

Parpadea, porque le ha gritado y es humillante.

—¿Quién te dio permiso de dar esa declaración? ¿Dónde crees que estás parado? —cuestionó, y los músculos de su cara no se movían— Estás en la cuerda floja, no has hecho un proyecto bueno en años. ¿Crees que tienes el lujo de decir lo que se te dé la gana? 

—No. —admitió— Yo...

—¿A quién llamaste?

Relame sus labios.

—A nadie.

—Estás mintiendo.

—¿Crees que voy a mentir en un momento así? —Christopher asiente y no está equivocado—. No llamé a nadie, me entrevistaron en el baño del aeropuerto sin que me diera cuenta. Pensé que era una persona normal sacándome platica, ahora el negocio cambió al parecer.

Christopher se levanta de un salto y en menos de un segundo tiene las manos en la mesa frente a Soobin, y está inclinado muy cerca.

—¿Ahora me ves cara de estúpido? —miró sus ojos buscando rendición, pero Soobin jamás desiste un contacto visual. Nunca, no importa la situación cuan intimidado se sintiese— Sé que hablaste con alguien. Yo te enseñé eso. Todo lo que haces te lo enseñé yo y lo usas para ser un estúpido.

—Te dije la verdad —insiste—. Y me han castigado por ello. Entiendo que estés enfadado conmigo, pero en estos momentos no estoy mintiendo. No me conviene mentir.

Y eso fue un punto a favor suyo, el manager retrocede y Soobin puede dejar de presionar su espalda contra el respaldo de la silla.

Christopher se da la vuelta y camina por la habitación, antes de finalmente volver a enfrentarlo a pocos metros de distancia.

—No sé cómo vas a arreglar esto —lo señala con su dedo—. Pero, tienes que cambiar la narrativa antes que terminen la filmación. Los de arriba están dudado si puedes hacer dinero después de este desliz, tienes que demostrar que puedes traer gente al cine. Y no voy a ayudarte con eso, estos desastres no los hice yo.

 Soobin traga grueso, y asiente con lentitud.

—Es lo justo.

—Siempre he estado orgulloso de ti, eres el más inteligente de mis clientes, pero esto no demostró lo que veo en ti —concluye Christopher—. Y esa es tu naturaleza, por eso te devoran, no haces más que ser una presa fácil y ridícula.

Eso le dolió, debe notarse porque hay un brillo de satisfacción en los ojos de Christopher. Después de aquellos largos minutos, finalmente sonríe y se acerca a él, elevando su mentón con la punta de su índice. 

Soobin se paraliza.

—Te quiero mucho, Steve —afirmó—. Eres el cerebro de los dos, nunca te subestimaría porque se de lo que eres capaz. Te aprecio y a tu cerebro maquiavélico. Pero, si lo haces mal, te desterraré yo mismo.

Chapter 6: Ciro’s

Chapter Text

 

Al día siguiente, los periódicos hablaban del amorío que tenía Amy con un famoso director. Dos días después, Daniel era acusado de alcohólico violento. Para el final de la semana, un escritor de Estudios Carpem había sido expuesto como espía para la MGM. 

Los publicistas prohibieron que Daniel hablara del escándalo, y fue atacado por reporteros debido a su silencio. Solo así, Soobin recibió elogios de su valentía, para señalar la cobardía de otros.

Cuando Soobin tenía que regresar a los Ángeles, nadie recordaba lo que sucedió.

Pudo salir ileso, pero no se sentía bien.

Muy en el fondo, quería recibir un escarmiento mayor, pero no por lo que todos pensaban, si no por lo que nunca hizo.

No escogió ese trabajo, sus padres adoptivos se lo dieron. Tenía catorce cuando tuvo consciencia de que su vida no era normal, que los chicos de su edad estaban en la escuela, jugaban baloncesto por las tardes y perdían toda su mesada en una tienda de caramelos. Soobin pasaba todo el día en un set, sus amigos eran personas que le doblaban la edad y nadie sabía cómo se llamaba en realidad. Escuchar como lo llamaban Steve era como buscar un fantasma que vivía dentro suyo. 

Los chicos de catorce no tienen fantasmas, tienen tareas, tienen amigos, novias, trabajos esporádicos para hacer dinero. Soobin tenía tanto dinero que sus padres adoptivos compraban casas a todos sus familiares, y luego se aburrían de su hogar y se mudaban a un apartamento lujoso, luego una propiedad en las zonas altas. Y nunca le preguntaron que quería él.

Fueron listos en no hacerlo.

Soobin habría pedido ir a la secundaria, y visitar parques acuáticos. Y que le dieran permiso de ir a las casas de sus vecinos para jugar con sus hijos.

Nadie nunca le preguntó que quería.

Y a sus catorce, Christopher lo descubrió en una película sobre la amistad. Él decidió que necesitaba un contrato mayor y que Soobin estaba destinado a ser inmenso. 

Y le preguntó:

—¿Qué es lo que quieres?

Soobin miró a sus padres adoptivos, recuerda que se esforzaban en hacerse amigos de cualquiera que aparentaba tener poder en los platós. Su corazón dio un vuelco porque ellos no habían notado que un adulto que no conocían estaba hablando con él.

Luego se giró hacia Christopher, y algo que podía reconocer de sí mismo, es que era excelente leyendo a las personas. Los ojos son las ventanas de alma, y los de él corregía la pregunta que le hizo.

No le preguntaba que quería, le preguntaba que quería hacer con lo que le ofrecía.

Ya no quiero verlos a ellos.

Christopher sonrió, y desde ese momento, las cosas cambiaron. Empezó a vivir en Los Ángeles a los quince, no importa porque los cheques llegaban a su casa en Chicago. Cuando Estudios Carpem lo aceptó, su equipo legal resolvió lo necesario para que su nuevo manager sea su tutor legal. A los dieciséis, su cuenta bancaría le pertenecía y sus padres adoptivos se habían llevado una buena porción para no volverlo a buscar.

En ese momento tenía el control de su carrera.

Y aún así, escogió seguir así. Jugando a que su presencia no incomodaba. Aprendió a mantenerse en base a adaptarse, así que merece que lo reprendan, porque él rechazó lo que era y vivía con las consecuencias.

Está bien reconocerlo, a veces todos somos un poco hipócritas, y cobardes.

Era un lunes de mediados de septiembre, marcando las dos últimas semanas restantes de las grabaciones de Unknown, cuando volvió a encontrarse con Daniel a solas.

Desde todo el incidente y su discusión, dejó de fumar en su sitio rutinario, y se queda en su camerino. A veces lo escucha en los pasillos, por lo que sabe que no ha vuelto tampoco. En esta ocasión, se encuentran en el vestidor, y él camina a su dirección con timidez.

—Lo siento. —y su tono es sincero, eso lo irrita— Es mi culpa.

Daniel se apoya en la pared y su camisa cuello de tortuga es del mismo tono verde de las paredes, lo cual es divertido, pero no está de humor para burlarse mentalmente de él.

—No es tu culpa, yo hice esto. No me quites el mérito —dice—. Yo escogí esto.

—¿Lo habrías escogido si yo no mencionaba nada al respecto?

Bueno, esa sí es una pregunta 

—Creo que sí.

—¿Y tendría el mismo resultado?

—Sí.

Suspira y se revuelve el cabello, sus mechones dorados van de aquí a allá sobre su frente.

—No me siento mejor con eso.

—No lo dije para hacerte sentir mejor —responde—. Yo hablé. Yo decidí. Si crees que esto es tu culpa, es algo tuyo. No has puesto nada en mi cabeza, no sabes cómo funciona.

—Creo que piensas mil cosas por minuto.

—Sí. —admitió.

—También tomas demasiado café entre escenas.

—Si existiera un límite —señaló—, venderían menos café.

—Y te golpeas los hombros para salir de personaje.

Separó sus labios para responder, pero luego se calló al darse cuenta de lo que dijo. 

—Eso es demasiado especifico.

—Lo siento —repite, y la sinceridad es la misma, eso lo descoloca—. Por lo que dije, tienes razón. No te conozco. No sé si has pasado por lo mismo que yo, pero esa noche no me sentí bien cuando ese demente te atacó. Llevo días planeando que decir hoy, por favor acepta mis disculpas. Toma en cuenta el trabajo invertido.

Soobin lo piensa un poco, y ladea su cabeza.

—Pues necesitan más práctica —observa—. Tus disculpas son..., ¿cómo dijiste una vez... tibias como el sol de primavera?

Sus mejillas se vuelven rojas.

—Lo vi como un halago.

—Estaba en un insulto.

—No pierde su parte de halago.

Ese día está especialmente callado, aunque responde con la misma agilidad que siempre, se toma más tiempo del habitual para elegir sus palabras. Cuando señaló sus detalles, tomaba pausas para recordarlas.

Es raro cuando no está hablando demasiado, y su rostro es neutro, sus labios en una perfecta línea recta. Es cómo su cara estuviera diseñada para tener alguna expresión en ella. Siempre tenía una sonrisa media o sus ojos atentos a su alrededor.

Sus disculpas eran buenas, el único problema es que casi nadie le había pedido perdón, y está improvisando su reacción.

—De todos modos; Jeff quiere que hagamos las pases.

Su comentario lo toma desprevenido, y se sorprende así mismo de todo lo positivo que estaba sintiendo por esa conversación, porque cuando esa declaración lo barre todo, se siente hueco.

—Está bien, lo estamos haciendo. —y suena más irritado de lo que le gustaría.

—Y yo quiero que seamos amigos.

Le gusta más verlo callado, cada cosa que sale de esos labios llenos y rosados siempre le hacen sentir fuera del contexto de la conversación. Y hoy no percibe alcohol en su aliento, solo el aroma característico del tabaco y chicles de frambuesa, y colonia para caballero.

—¿Tú y yo? —asintió— ¿Por qué?

—Sería bueno —dice Daniel—. El director quiere que mejoremos nuestra química de amigos, dice que parecemos como extraños en cámara. 

El director le había mencionado algo similar a Soobin y no sabía cómo tomárselo. Ha interpretado papeles como el mejor amigo de alguien y compañero del crimen, siempre creyó que era más sencillo de interpretar esa conexión. Pero, él no lo veía en ellos, y nunca ha trabajado con alguien tan exigente en esos detalles.

—Y yo creo que podemos hacerlo, estamos vendiendo una película de dos personas que darían la vida por el otro. No podremos lograrlo sin ser amigos nosotros, aún con tus habilidades de cambia forma.

—No estoy de acuerdo —sacude su cabeza—. Seamos profesionales. 

—Ser profesional también implica buscar los mejores medios para el éxito.

—Y conocer cuáles son los límites.

Daniel eleva sus brazos levemente.

—¿Y cuáles son los tuyos? 

Soobin abre su boca, y vuelve a cerrarla, por segunda vez.

¿Alguna vez ha sabido de límites? Y sí es así, ¿dónde empiezan y terminan los suyos?

—No me siento cómodo fingiendo amistad.

—Finges estar locamente enamorado de tus coestrellas como yo —señala—. Puedes hacer lo mismo conmigo, puedes fingir que te encanta estar a mi lado sin la parte de querer meterme a tu cama. Quién sabe que si se hace realidad.

Soobin frunce su ceño.

—¿Qué parte de todo eso puede volverse verdad?

—Qué tendremos la película más exitosa de nuestros tiempos si nos unimos como equipo.

Deja de mirarlo y apoya la espalda contra la pared, le permite su tiempo para analizarlo.

Es una táctica normal, no le está ofreciendo nada del otro modo. Solo es raro que alguien quiera ser un amigo y se lo pida directamente, ignorando la parte del conflicto de interés. Soobin no puede verse confiando en Daniel, lo detesta, quiere ser tan exitoso como él y patearlo lejos de su puesto. No es un buen inicio para empezar una amistad.

Y Daniel es tan insistente que no le sorprende cuando en un rato de silencio, ya le propone otro plan.

—Mi mánager quiere que empiece a tener algunas citas de promo con Sage, está noche. Saldremos un par de veces por semana —confiesa—. Esta noche vamos a visitar Ciro's. Tengamos una cita los cuatro, con Grace.

—¿Una cita doble? —asiente— ¿Grace lo sabe?

—Tiene dos planes hoy, y al que asista depende de ti.

 Frunce sus labios, no le gusta esa clase de presión, donde las decisiones de otros están en sus manos.

—Tengo que pensarlo.

Daniel suspira y lo acepta.

—De acuerdo —y lo señala—. Paso por ti a las ocho, si no sales en quince minutos, lo entenderé y no voy a insistir. Aún si dices no a ser mi amigo, dale una oportunidad a mi plan. Se lo que podemos lograr.

A las seis y media, Hellen había terminado de limpiar y lo dejó con la cena lista. Soobin comió tan sumido en sus pensamientos que se mordió los dedos en un punto, luego se le cayeron los vasos al tomar agua y darse cuenta que eran las siete.

A las siete y quince, se sienta en las sillas de su piscina a observar cómo termina de oscurecer. No iría, no tenía sentido que fuera. Él no quería amigos, estaba bien solo. Violet era un medio amiga y eso era suficiente.

A las siete y veinte, piensa Christopher. Él le pidió borrar su escándalo de Nueva Orleans, una foto con sus coestrellas en un lugar tan expuesto como West Hollywood era ideal para regresarle la imagen de joven divertido y sociable.

A las siete y veinticinco, siente que quiere llorar.

A las siete y media, está tomando un baño, buscando zapatos adecuados de baile, y colocándose una camisa informal de manga larga con patrones celestes y unos pantalones semi-estrechos. Todo era parte de su vestuario para salir, incluso eso era planeado, cada prenda era de una marca especial que promocionaría con su salida.

Cuando termina de peinar su cabello, dejando su flequillo caer en su frente, eran las ocho y el claxon del Chevy de Daniel por toda la casa. 

Soobin inhaló hondo y activó esa parte de su cerebro que no piensa en sí mismo, si no es los negocios. Sage lo saluda con muchos ánimos cuando lo ve, vestida toda de purpura, y Daniel estrecha sus manos con él.

—Me alegra que nos acompañes hoy —dice Sage, mirándolo por encima de su hombro y luego ríe hacia Daniel.

—Y a mí —dice Daniel.

Grace vive un poco retirada del centro, en una avenida residencial de Culver City. Tiene una inmensa casa y Soobin la recoge tocando su puerta celeste. Tiene el cabello suelto y el flequillo cepillado de lado, y tenía un vestido rosa pálido. 

Besa su muñeca cuando la ve y ella ríe de manera risueña.

—Me alegra que escogieras esto.

—Y a mí —Dice Soobin.

Los dos se ubican en la parte trasera del Chevy de Daniel y se dirigen a West Hollywood, tomando todas las rutas concurridas y con tráfico, solo para que los paparazzis los persiguieran. Cuando están en el semáforo bajando por la avenida Sweetzer, había una larga fila de focos captando su llegada, y Grace se recostó en su hombro durante el camino.

Estacionaron frente a un gran edificio, de lado izquierdo estaba el logo simple e iluminado, escrito en caligrafía «Ciro's», en su derecha, la entrada estaba escondida por una hilera de tubos blancos, con flores y lirios perfectamente organizados en las columnas de granito. Las escaleras tenían una alfombra amplia aterciopelada, y los meseros no les pidieron invitación, abrieron las puertas para ellos y entraron con sus acompañantes del brazo.

En su interior era tan amplio como lo parecía en el exterior; sillones en forma de medias lunas repartidos por el lugar, en tamaños variados dependiendo de los invitados y una mesa con la vela característica de Ciro's. En la parte izquierda estaba el bar disponible y repletos de personas ocupando las butacas. La pista de baile estaba más apartada y en un piso elevado estaba la banda que tocaba en vivo aquella noche, con algunas personas moviéndose al compás. La música estaba mezclada por el sonido de los focos, los paparrazis tenían su propia zona, y solo entraban unos pocos, cada media hora, por lo que se aseguraban de tomar tantas fotos como podían.

Un mesero los dirige a su reservado, una mesa rodeada por dúos sofás para dos pares. Soobin se sienta al lado de Grace, y Daniel y Sage en frente de ellos.

—¡Wow, hay mucha gente! —Grace jadea mirando su alrededor— Es mi primera vez en un club así.

—¿Te gustó? —Soobin le pregunta, acercándose un poco para que pudiera escucharlo.

Ella niega.

—¡Para nada!

—¡A mí tampoco!

Los dos se ríen y piden un Martini para ellos, Daniel pide una cubeta de cervezas y Sage quiere beber daiquiris. En menos de cinco minutos no había nada de espacio en su mesa, y todos reían porque era imposible escucharse los unos a los otros.

Por eso, estos lugares solo servían para una bonita pose. En un día común, era más espacioso bailar en su baño que un sábado en la pista de baile de Ciro's, no podía imaginar a nadie enamorándose así y considerándolo una gran cita.

Soobin ya tiene tres copas encima, Grace es más chispeante cuando termina dos tragos y se ríe de cualquier cosa, salta sobre el sillón y ya ha dicho que tres canciones son sus favoritas. Sage está más concentrada en sacarle platica a Daniel, el cual iba por su quinta cerveza y no se le notaba ni una pizca del efecto, salvo por sus mejillas ruborizadas y tal vez era por el calor, porque el cabello se le pegaba a la frente.

Algunas veces, es casi imperceptible, los dos acercan la mano a la mesa al mismo tiempo, sus nudillos se rozan y Soobin siente escalofríos. Y siente que quiere intentarlo de nuevo, y decide empujar su mente a otro lado.

Como el hecho de que Daniel toma alcohol como si fuera agua y es tan funcional como un constructor, no sabe cómo le hace para tener tanta resistencia y cuando empezó a contar las botellas que llevaba a su boca. Se relamía los labios con la lengua cuando terminaba una, atrapando los residuos y tomaba otra en automático. En un punto, mientras le quitaba la tapa con el abrebotellas, mira hacia en frente y se topa con los ojos de Soobin fijos en él.

Hoy usaba una de sus comunes suéteres negros con encima de una camisa de botones blanca, y tenía el cabello desordenado al propósito. Cuando entraron percibió el aroma del fijador. Todo estaba perfectamente planeado para que se viera así, con esos labios en forma de un eterno puchero, esos ojos caídos y la nariz en punta. Y lanzaba sus ojos a cualquier lado, con tal de huir de su mirada. Y Soobin movía su rostro solo para encontrarlo de nuevo. Porque tenía siete copas de Martini y un vaso de ron encima, y su competitividad estaba al tope para esforzarse en algo tan trivial como ganar en el contacto visual.

Porque es divertido como clava su vista en el techo, como recorría la mesa y esperaba unos instantes para echar un vistazo, y darse cuenta que aún estaban sus ojos en él. Que el nerviosismo sea más obvio cuando está alcoholizado y que no sabe porque le gusta mirarlo, disfruta más de molestarlo así.

—¡Amo esa canción! —Sage salta de su asiento y rompe de esa manera el juego de persecución visual que tenían— ¡Vamos a bailar!

No espera por su respuesta, era más una declaración que bailaría con Daniel, tomando su brazo y arrastrándolo fuera del sofá. Grace y él se lanzan ahora miradas mientras los ven alejarse.

—Está loca.

Se voltea cuando escucha eso, sorprendido.

—¿Sage?

—Estamos a cuarenta grados aquí, ¿quién puede bailar en estas condiciones?

—Los que necesitamos una buena fotografía. —hace una seña disimulada con las cejas, recordándole que estaban rodeados por fotógrafos.

Grace hace una mueca.

—¿Podemos ir a un lugar más fresco en la siguiente? —sugiere ella— Como al polo norte o algo así. Es una grosería hacer esto en pleno verano.

Y no puede evitar darle la razón.

El oficio era tan ilógico a veces.

—¿Quieres bailar? —Grace hace una mueca de horror que lo hace reír — Una canción y vamos a ser inspiración para todas las comedias románticas.

—No confío en eso —confiesa—. Pero eres muy lindo y estaría loca si te niego un baile.

Soobin le extiende su mano y ella la toma con gusto, y hacen el mismo trayecto que sus compañeros. Sage ha llevado a Daniel a una esquina menos concurrida y los dos se posicionan cerca, porque deben aparecer en el fondo de las fotos del otro. 

Coloca sus manos en su cintura, Grace le abraza el cuello y se percata del detalle que pone en su cuerpo para actuar. Lo acaricia, se inclina a él, gira con una mágica sonrisa y suelta gritos suaves llenos de euforia cuando la atrapa.

Los reflectores los iluminan y luego se alejan, están en la oscuridad por unos instantes y cuando regresan, Soobin debe parpadear para acostumbrarse. Grace apoya su cabeza en su pecho, es más baja por veinte centímetros y la abraza con cariño. Porque se está divirtiendo con su actuación y no están malo estar sofocado con alguien que te hace reír y ver fabuloso en las fotos. Van a ser la comidilla de la ciudad y casi puede visualizar los periódicos hablando de que eran unos tórtolos.

Cuando los reflectores de colores se involucran y pasean por la pista, uno azul se posa encima de Daniel y llama la atención de Soobin. Porque su piel brilla en la luz fría, y aún en la oscuridad su cabello seguía siendo tan claro. Sage apenas alcanzaba sus pectorales aún con tacones y eran más como una pareja de hermanos en un cotillón escolar. Y no estaba mirándola a ella.

Estaba mirándolo a él.

Y Daniel es muy idiota para sentirse más cómodo sosteniéndole la mirada en plena oscuridad, a una distancia de más de tres metros. Con una bella mujer dando vueltas a su alrededor. Es un idiota, es un idiota.

Y oh.

Un concepto que aprendió en clases de actuación era sobre «el magnetismo de la mirada», aprender a usar los ojos para acompañar tu interpretación. Su maestro le decía que hay momentos donde podías observar a una persona, y sentir que el mundo se hacía lejano a ellos y cómo un imán, sus ojos no podía despegarse del otro. Cuando estaba con su coestrella en escena, tenía que lucir como si fuera imposible quitarle la mirada de encima, porque la conexión silencio gritaba la unión de sus almas. Y hablaba más que cualquier dialogo cursi, por lo que las palabras no eran necesarias, ni los pensamientos, solo existía ese momento. Eso es lo que quería ver el espectador.

Él siempre estaba pensando en algo cuando le sostiene la mirada a las personas, es su técnica para controlar las emociones. Por lo que no creía que existiera un contacto visual magnético que no te dejara hacer otra cosa para mantenerlo, todo ha sido técnica. Cuando está en busca de la mirada a Daniel, solo piensa en lo idiota que es por no sostenerle el contacto.

Y en ese momento, mirándose bajo las luces anaranjadas, sudorosos y con música de fondo, Soobin no está pensando en nada. Por tan solo un momento, un milisegundo, solo existen ellos dos.

Grace aprieta sus hombros y le hace notar que había dejado de bailar, Daniel hace girar a Sage y solo así, Soobin se enfoca en su cita.

—¿Estás bien? —pregunta ella con un tono de confusión.

—Creo que estoy mareado.

Le toma su mano, y lo conduce a las mesas de regreso. Soobin se desploma en el sofá, agotado y con el cuerpo pensándole.

—¡Iré a traerte agua!

Quiere decirle que no, que lo menos que necesitaba era más líquido. Pero, dejó que se fuera, porque era más grande su deseo de un poco de soledad.

A los pocos minutos, escucha la risa ronca de Sage cerca de él, habían vuelto y Daniel tomaba asiento mientras ella parecía un tanto decepcionada.

—Voy al tocador. —anuncia y tan pronto como lo dice, se va.

Soobin se mantiene con los ojos cerrados en el sofá, usando una de sus manos para cubrir su rostro de los reflectores. Siente que algo cae en su pecho, y es tan suave cuando sus manos se rozan con su brazo, abre uno de sus ojos y nota que tiene unas servilletas encima. No duda en restregar en su rostro sudoroso y piensa que Grace ha vuelto y se incorpora, pero solo esta Daniel tomando la última cerveza que había en su cubeta.

—¿Dormiste? —pregunta él cuando notó que se había levantado.

Sacude su cabeza.

—Estoy algo mareado.

Eso hace sonreír a Daniel.

—Novato.

—Cierra la boca —Soobin chasquea—. Bailé mucho, es normal.

—Debes tener más resistencia si aceptas una segunda vez.

—Grace quiere que vayamos algún lugar fresco la siguiente vez.

—¿Eso es un sí? —preguntó, ignorando todo lo que dijo y quedándose con el «siguiente vez».

Soobin toma la última cerveza que queda y bebé directamente de ella lo que queda, Daniel observa todos sus movimientos con asombro y puede notar como se desarma cuando sus hombros se alzan.

—Supongo que me conviene.

Y su sonrisa es la más sincera que le ha visto en toda la noche.

 

Chapter 7: ¿Cuál es tu nombre?

Notes:

feliz cumpleaños a yeonjun <3<3

Chapter Text

Las últimas semanas de rodaje fueron fantásticas, no repitieron tantas tomas y el director añadió algunas escenas extra porque la química de Daniel y Soobin había mejorado. No era el gran paso que esperaba, pero eran más naturales, con momentos sincronizadas involuntarios y complicidad. 

Desde aquella noche, cada tres días tenían citas dobles y visitaban todo tipo de lugares en Los Ángeles. No cumplieron la petición de Grace hasta la cuarta cita, cuando pudieron visitar una playa en Santa Monica el domingo. No fue lo que ella esperaba, sino un día de trabajo ligero.

Jeff quería agregar una escena tranquila de sus protagonistas mirando al mar, explicó que tendría un significado emocional y profundo para ellos. Soobin creyó que era buena idea ante tantos momentos de tensión en la historia, era necesario un descanso para prepararse con el siguiente tramo de la historia. Daniel y él se sentaban en la arena mientras que Isabel, que los acompañaban en una aventura, jugaba con el agua y estaba divirtiéndose como una chica de la edad de su personaje. Después recibían un mensaje por medio de sus Wokitokis, y salían disparados a otro lugar.

Cuando la grabación estuvo lista, había pasado tres horas, Isabel se metió a su carpa para recuperar algo de calor por lo helada que estaba el agua por la mañana. Y mientras recogían los equipos, Soobin hizo un castillo de arena mediano con ayuda de Grace, y Daniel les traía agua con las cubetas. A veces ofrecía un poco de ayuda con los detalles.

—¡Esas ventanas son fantásticas, Dan! —el mencionado se sobresaltó un poco por lo alto que habló Grace.

—¿Tú crees? —tenía una rama en la mano que estaba utilizando para hacer detalles.

Soobin se inclinó en la arena para echar un vistazo, soltando un jadeo por cómo había transformado la entrada de su castillo, detalló los techos de las torres, definió las murallas con texturas rocosas y hasta la puerta de entrada tenía una mini campana.

—¿No quieres remodelar mi casa también? —se apoyó de su brazo y colocó su mentón en el hombro, mirando a Daniel de reojo, quien solo río por su comentario.

—Si tiene está misma horrible simetría –señala con su mentón al castillo—, me niego.

—Eso me dolió —no está ofendido—. No entiendes mi arte de construcción.

—Ni un poco. —Daniel ladea su rostro hacia él, tiene las mejillas sonrojadas por estar tanto tiempo bajo el sol.

—¿Podemos hacerle una piscina? —la voz de Grace llama su atención, justo cuando notaba el ligero picor del ron en el aliento de Daniel.

—¿Dónde quieres la piscina? —preguntó Soobin.

Grace señala un espacio de la construcción, no estaba del todo definido. Él asiente y se levanta para tomar asiento a su lado, sostiene la pala de plástico que los ayudó a recoger arena para retirar el exceso de esa zona.

Daniel atrapó una de las cubetas entre sus manos y se apartó para buscar el agua, hundiéndose ligeramente con cada paso. Cuando regresa dejando un rastro de gotas húmedas a su paso, Sage decide que es buena idea intentar integrarse con ellos, y trata de ayudar al hombre con su tarea. Y Soobin cree que ella quería jugar un poco, y que Daniel se resistiría a cambiar de roles. Pero, él la entregó con facilidad y la fuerza que la chica hacía acabó por derramar el agua en todo el castillo y una parte del vestido beige de Grace.

—Lo-lo Siento. —se lanza al lado de la rubia, tomando sus faldas empapadas entre sus manos— Te lo pagaré, lo prometo.

Grace solo se ríe y niega con la cabeza.

–¡No dejes que te atrape!

—¿Cómo? —exclama sorprendida.

Grace se pone de pie y Sage sale despavorida cuando la ve con esos ojos hambrientos, aunque ella era sumamente inofensiva y quería divertirse. La persiguió por toda la arena, antes de empujarla hacia una ola que venía en su dirección.

Soobin miró con tristeza como se hundía su gran fortaleza ahora que había perdido estabilidad por el agua, pero no le tomó importancia. Arreglarlo a este punto sería solo mancharía de barro. Cuando se echó sobre la arena, notó que Daniel seguía inmóvil con el balde en manos.

—Oye, lo siento... —¿por qué se destruyó su aporte? Soobin debería ser el más indignado, estuvo una hora en eso— ¿Por qué te duele más que a mí...?

Daniel arrojó sobre él las pocas gotas que quedaban en el envase, sorprendiéndolo.

—¡Oye!

Tenía una expresión perspicaz en la cara y elevaba de manera ligera su mentón. Soobin se giró sobre su hombro y notó algunos reporteros empezando a esconderse entre los arbustos. 

—Corre.

No tuvo que decirlo dos veces cuando Daniel estaba corriendo hacia el agua, perseguido por Soobin. 

Al día siguiente, cuando se preparaba para ir a Estudios Carpem a una reunión, el periodo en su sala tenía una foto de los cuatro en el mar y el título: «¡Sí que saben divertirse el dúo C! ¡Convierten una filmación en un divertidísimo día de playa!»

Dúo C ahora era su nombre, Daniel dice que sería un diminutivo para «Dúo coreano» pero Soobin sabe que es para no escribir Dúo Chino, porque ellos no lo son, pero eso es más fácil para el público.

Sí los medios conocieran su verdadero nombre, sería más adecuado llamarlos Dúo Choi. Los dos tenía el mismo apellido, al final de cuentas. 

¿Ellos podrían ser familia? A veces se lo preguntaba, tenía un sentimiento de cercanía a él a pesar de todo. ¿Conexión de primos, o algo similar? No sabía cómo funcionaba eso. Y los dos dejaron de mencionar cosas sobre ser asiáticos desde el incidente, así que no sabía más al respecto de sus orígenes. Y debe recordarse que, aunque Daniel sea el único coreano que conoce, no significa que estén relacionados de alguna manera como parte de los trucos del destino.

Esas ideas rondan en su cabeza durante la reunión en la sala de conferencias de Estudios Carpem, una enorme habitación color crema, con una amplia mesa negra y los trabajadores convocados sentados uno frente al otro. Christopher escribía desde su puesto cerca del director, y Soobin estaba en la otra punta, al lado de Sue.

—Queremos darle la bienvenida a nuestro nuevo Director de Marketing, Alan Sullivan. 

Un hombre de un poco más de uno setenta se presentó ante ellos, su expresión era tímida y tenía arrugas profundas en la frente. Soobin bajó su mirada a la mesa y luego a Sue, quién se encogió de hombros.

—Es el reemplazo del, ya sabes quién. —susurró ella.

Hace unas semanas habían despedido al anterior director de marketing por espiar documentos a la MGM, eso apareció en las noticias y causó caos dentro de la administración interna de Carpem, porque desconocían que tanto se filtró y cuánto tiempo lo estuvo haciendo. 

Lo que no sabían es que, ese hombre no tenía nada que ver con las filtraciones y el verdadero responsable estaba sentado ahí, en esa mesa.

Christopher tenía el objetivo de conseguir su propia casa productora, pero no quería un simple estudio como Carpem o Halley. Quería ser grande como la MGM o Century. Que su nombre tuviera peso y jugaría sus mejores cartas y piezas para conseguirlo.

Un día, hace tres años, Soobin tenía diecinueve, había roto con Violet y estaba molesto con todos. Se encontró a Christopher extendiendo un sobre hacia un ejecutivo de Wanner, recibiendo un maletín como respuesta. Cuando lo enfrentó, todo lo que hizo fue reírse como si lo pillarán robando algunas galletas del cajón de su mamá:

Si descubrieran de lo que haces... —tenía miedo de terminar la frase— te van a despedir y se asegurarán de que te pudras en un calabozo.

Encendió un porro entre sus manos y le dio unas cuantas caladas, antes de encogerse de hombros y dejar que el humo impactara en la cara de Soobin.

En este mundo estamos separados por presas y cazadores —no era la primera vez que hacía metáforas de ese estilo, hasta ese momento creía que creció en el campo y tenía una vida salvaje—, mi valor y tuyo no lo definirá lo jugosa de nuestra carne, ni lo difícil que sea atraparnos. Si no, aprender a devorar antes de ser devorado. Esconderse no tiene sentido, al final nos vamos a pudrir todos por igual.

Esto es jugar sucio. —respondió Soobin, sorprendido por todo lo que acababa de soltar.

El mundo es sucio, nadie aquí está libre de pecado. ¿Crees que todos llegamos a la cima estudiando y siendo unos buenos samaritanos, recompensados con éxito? —dijo en un tono burlón— Todos hacemos cosas sucias para llegar aquí, donde estás parado, hice lo necesario para llevarte ahí. Y no fue bonito. Pero tenía que hacerlo. Yo te casé, era un conejo tonto pensando que cualquiera podía sacarte de tu hoyo. No esperes que por salvarte la vida yo iba a ser un héroe.

Ya sabía en lo que se estaba metiendo cuando aceptó quedarse callado y permitir que siguiera haciendo sus artimañas, ellas le daban trabajo y Soobin regresaba con mucho dinero para todos. Por lo que, en esa habitación de hotel, con Christopher gritándole «si lo haces mal, te enterraré» supo que debía usar las mejores armas antes de que él las arrojara en su contra.

Y lo hizo bien.

Hizo lo que tenía que hacer.

Nadie iba a protegerlo como él sabía hacerlo, es algo que podía reconocer en su naturaleza. Aprendió a esconderse, y atacar sin ser notado.

Al salir de la reunión, Christopher palmeó su hombro como felicitación.

—Gracias por no decepcionarme. —susurró en su oído, sintió escalofríos recorriéndole el cuerpo.

Cuando la filmación terminó, Jeff patrocinó una gran fiesta en su casa, y verían el primer corte de la película juntos. Lo convirtieron en un gran evento, con alfombra en la entrada a su mansión y reporteros capturando el momento.

Grace y Soobin decidieron combinar, él con un traje amarillo pálido y ella con un vestido floreado a juego a la altura de sus rodillas. Algo similar hicieron Daniel y Sage, ella con uno purpura y él en un traje tan oscuro como la medianoche. Posaron con sus parejas y luego los cuatro juntos, saludando a las cámaras y entrando con los brazos entrelazados al recinto, con los pasos sincronizados.

Al momento en que estaban en el gran salón donde sería el evento, ya no se sostenían las manos y cada uno fue por su lado. Soobin encontró a Violet en la mesa de los aperitivos, y ella le golpeó el brazo.

—También puedes decir hola.

—Me molesta ver tu cara, Soo —tomó un sorbo de su vino tinto y lo señaló con el dedo—. Y necesito un favor.

Una de sus cejas de alza.

—¿Estás molesta conmigo porque necesitas un favor?

—Estoy molesta contigo porque se lo que harás cuando sepas que es.

—Soy todo oídos.

Violet miró a su alrededor y luego tomó su brazo, arrastrándolo fuera del lugar. Caminaron por la amplia casa y poco después se encontraban en un pasillo desierto.

Soobin se cruzó de brazos.

—Bien. Habla.

—Fox va a producir Emma —confiesa—. Y yo quiero ese papel, Soo.

—¿Estás dispuesta a ser rubia por eso? 

Violet asiente y es una pena, su cabello cobrizo era su mayor distinción en el medio. Y a Soobin le gustaba, especialmente cuando usaba vestidos claros como ese día y sus mechones resaltaban como un cerillo encendido.

—Quién interprete a Emma va a ser automáticamente nominada a la Academia. Necesito ese papel. 

—Pero, ¿qué puedo hacer yo? 

La observa dudar en seguir hablando, su ceño se frunce.

—Christopher está haciendo todo lo posible para que lo tenga Odette —Odette Norris era una de sus principales clientes, a la par de Soobin—. Y estamos enfrentadas por ese papel. Necesito conseguirlo. Mi manager quiere enviarme a una cita con el productor, pero no es mi idea de triunfo ganármelo por mi cuerpo. Quiero esto limpiamente.

—Sabes que no puedo darte esto de forma limpia.

—Es mejor que ensuciarme yo las manos. —ella admite y puede ver la vergüenza que adorna su rostro.

Violet ha hecho lo posible para ascender de la manera más orgánica, dentro de lo que la industria se los permitía. Y Soobin sabe que no pediría eso, si de verdad no confiará en que es lo necesario para conseguir su objetivo. 

No puede juzgarla tampoco, también lo ha hecho y no cree que sea pronto cuando tome mejores decisiones.

—¿Qué es lo que sabes?

—Debo decirte algo antes.

—¿También quieres producir?

—Ella es... —mira su alrededor con cautela y luego se acerca a su oído— Lesbiana. Vive con su novia en Magnolia.

 Su pecho se revolvió en incomodidad cuando escuchó aquello. Conocía perfectamente lo que significa y sacudió su cabeza de inmediato.

—No puedo hacerle eso. —incluso para alguien con moral dudosa como él, sabía que línea no debía cruzar. 

—Lo sé —Violet se cruza de brazos—. Y por eso estoy molesta de pedirte este favor. Porque eso es lo único que tengo en su contra y no tengo el valor de hacerlo yo misma.

—Pueden vetarla —advierte—. E incluso arrestarla.

La observa llevarse las manos a la cabeza y deslizarse al suelo.

—Soy horrible.

—No mucho —admite —. Pero sí.

—No sé qué hacer.

—Tienes que darme algo mejor que eso —inquiere—. ¿Quién será el Señor Knightley? ¿Qué otro nombre pesado está involucrado?

—No lo sé —confiesa soltando un suspiro, y revelando su rostro agotado—. No investigué lo suficiente, solo quiero ese papel. ¿Se nota mucho?

Soobin le extiende una mano para ayudarla a levantarse y abraza sus hombros.

—Encontraré la manera, relájate.

—Te debo una grande.

Sacude su cabeza.

—No. Te estoy regresando un favor.

Violet regresa primero a la fiesta, Soobin espera unos minutos antes de caminar de vuelta, tomando tiempo extra para observar los detalles de la casa. Los techos eran muy altos, con candelabros bajos y pinturas que cubrían los pasillos. El tapiz tenía relieve y extendió su mano para sentir su textura. 

Al llegar a la entrada del salón, Daniel hablaba con un grupo de hombres. Los reconoció como los encargados de relaciones públicas en Halleys. Casi siempre estaba rodeado de esa clase de personas, y hace unas semanas salió un artículo valorando su fortuna en ocho millones de dólares, y tenía un talento innato para las inversiones. Si Unknown era un éxito, esa cifra llegaría a los cielos.

—Te vi.

Daniel ahora estaba a su lado, sosteniendo una Martini entre sus manos y agitándolo un poco.

—Y yo te vi a ti.

—¿Las cosas van bien con Grace? —movió sus cejas en un modo extraño. 

—Eso creo —se llevaban muy bien, no tenía nada de que quejarse—. ¿Todo marcha bien con Sage?

Asintió.

—Creo que no me soporta. —declaró.

 Soobin apretó sus labios. 

—Es cierto —no podía mentirle—. Si hablaras más con ella, podría gustar más de ti. 

Solo agitó su cabeza y miró hacia el frente, los encargados de seguridad estaban cerrando el pasillo y guiando a las personas de vuelta al salón. En media hora proyectarían la película y debían organizar los lugares. Ellos ya tenían un asiento fijo, eran los protagonistas después de todo.

Abrió sus labios para decirle que entraran, pero Daniel se giró hacia él y tenía una expresión avergonzada.

—Mi cumpleaños es en unos minutos —confesó con timidez—. Quería volver a Lake City hoy, pero aquí estoy. 

—Vaya... —no sabía que decir, lo había tomado por sorpresa—, ¿tu cumpleaños es el trece de septiembre? ¿Lo pasas con tu familia?

—Siempre voy con ellos —admite—. Mi mamá me hace sopa de algas, y mi papá me compra un pastel. Cuando soplo las velas, me dan palmadas en la espalda como felicitaciones 

—Suena adorable —juega un poco con el extremo de su traje y mira hacia la fiesta—. ¿Por qué no lo mencionaste antes? Podríamos conseguirte un pastel.

Sacude su cabeza con disgusto.

—Debes estar con personas que les importe que estés vivo, si no, no es un cumpleaños. Es una fiesta más. 

Su pecho arde cuando escucha aquello.

Daniel se gira hacia él.

—¿Te importa que esté vivo?

Soobin lo piensa un poco antes de responder.

—No deseo que mueras.

Eso lo hace sonreír.

—Quédate conmigo aquí —le pide—. Entremos cuando ya sea las doce.

Y eso hacen, los pasillos se despejan y Soobin ha logrado convencer a los guardias que ellos planean entrar después porque son los protagonistas. Los dos siguen de pie allí, escuchando a través de la puerta como la voz decía «Presentado por Estudios Halleys, con la participación estelar de Steve Lee y Daniel Choi». 

Están envueltos en silencio, pero no era desagradable, era una tranquila espera a que el reloj de pared que tenía Jeff marcara las doce. 

A las once y cincuenta, Daniel rompió el silencio.

—¿Cómo te llamas?

La pregunta lo aturde.

—No creo que seas Steve, y también sabes que mi nombre no es Daniel. —añadió.

No, nunca lo había pensado. Pero es común que todos tengan un nombre artístico, algo que sea digno de aparecer en una pantalla.

—¿Y si me gusta llamarme Steve? —responde sin mirarlo.

—¿Te lo cambiaste legalmente? —sacude su cabeza— Entonces no te agrada mucho.

Era un mitad y mitad, le gustaba el poder que tenía, pero no sería algo que se le hubiera ocurrido ni estaría entre sus opciones.

—Lo escogieron mis padres adoptivos para mí —confiesa; pero no es del todo cierto.

Cuando cree que lo adoptaron, sus padres adoptivos no tardaron mucho en llevarlo a un plató. A ninguno de los directores les agradó la idea de mantener su nombre real: Choi Soobin. Comparaban su nombre con la pronunciación de Sushi. Y no podían engañar al público llamándolo John o Erick, o algún nombre de moda. Su aspecto no combinaba con eso.

Así que, buscaron algo ambiguo, Steve Lee salió como ganador. Nunca cambiaron su nombre legalmente, jamás le dieron su apellido tampoco, era Cleers. Desconoce la razón al día de hoy, y no es algo que le quite el sueño.

—Mi nombre es Yeonjun —admite—. Choi Yeonjun. Mis padres dicen que significa que «alineado con los cosmos». Pero su significado real es «Final».

—¿Te llamas final? —asiente, y quiere reírse al respecto. Por supuesto, se llama el final de su carrera— De acuerdo, Yeonjun el final.

—¿Y tú eres?

—Steve.

—No te creo.

—¿Por qué?

Se encoge de hombros, y no le gusta esa clase de respuesta.

—No respondes mi pregunta. —señala Yeonjun.

—Haces demasiadas.

—Solo he hecho una —le recordó y tiene razón—, y aún no la respondes.

Soobin entrecierra sus ojos hacia su dirección, Yeonjun parece satisfecho con su evidente exasperación. No le gusta en la posición en la que está dejándolo, no pierde los estribos tan rápido.

—Nadie me llama por mi nombre coreano, así que no vale la pena decírtelo.

—¿Por qué?

—¿Qué pasa si yo no quiero que me llames por él?

—¿Por qué?

—Es privado.

—No sé mucho sobre ti —expresa en un tono relajado—. Nunca me dices nada, yo quiero conocer algo básico al menos. Tu nombre es algo básico.

—¿Quieres algo básico de mí? Mi color favorito es el azul.

Yeonjun pone los ojos en blanco, y niega con la cabeza.

—Siempre vistes de azul, tu auto es azul. No es algo nuevo.

—Soy de Chicago.

—Eso sí es un dato nuevo —admite—. No hay nada sureño en ti.

Soobin se apoya de la pared, y se encoge de hombros.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro.

—¿Estabas esperándome? —no la formuló como debería, Yeonjun está confundido— Quiero decir, ¿esperabas que yo viniera a celebrar tu cumpleaños?

—Sí.

—¿Por qué?

Mantiene un breve silencio, y Soobin siente que lo tomó desprevenido.

—Te importa que no me muera —responde al fin—. Y eso me importa a mí.

—Eso sí es algo básico.

—Bueno, al menos eso me basta para saber que te agrado.

Esa afirmación lo hace titubear por un momento.

—No...

—¿No te agrado?

—¿Sí?

—No puedo responder eso por ti.

—Lo acabas de hacer. —le recuerda.

—¿Vas a dejar que yo piense lo que quiera?

Soobin asiente.

—Soy un poco perezoso para responder muchas preguntas. Respóndelas tú y yo te aprobaré el cuestionario.

Yeonjun lo escucha con atención y asiente.

—De acuerdo, préstame atención —dejó de mirar el reloj, el cual ya marcaba las once y cincuenta y siete—. Creo que tu nombre empieza por S, tu novia te llama por un apodo con esa letra. No creo que sea coincidencia que Steve también. ¿Eso es real o no?

—Es real —confiesa—. Y Violet no es mi novia.

Y es una respuesta que le causa felicidad genuina, como si hubiera podido tachar muchas posibilidades.

—Quiero saber tu nombre. —continúa.

—¿Vas a repetirlo hasta que yo cambie de opinión? —asintió y soltó un suspiro— Nadie me llama así, no sé si quiero que alguien lo haga.

—De acuerdo.

Yeonjun mira al frente por unos instantes, once y cincuenta y nueve.

—¿Vas a darme un regalo?

—Si quieres.

—Está bien —se gira de regreso—. Quiero que me des algo.

Y hace un gran esfuerzo para mantenerle la mirada, resulta gracioso y Soobin entrecierra sus ojos, porque eso provoca que baje la mirada a su mentón.

—Dime dos letras de tu nombre, eso quiero.

Separa sus labios, pero nada sale de él, en cambio busca sus ojos algún truco o algo que disuelva en signo de interrogación en su cabeza. Pero, solo le demuestra seguridad con la leve sonrisa formada en sus labios.

—Está bien.

Yeonjun sonríe victorioso y mira hacia el reloj, esperando a que cambie. Soobin suelta un bufido, sin poder creérselo. 

Cuando marcan las doce, se gira de vuelta hacia él y luce más emocionado que cuando logró que aprobaran el proyecto. Soobin está esforzándose para no burlarse, solo porque ahora es su cumpleaños y se ha ganado un poco de respeto de su parte.

—Feliz cumpleaños, Yeonjun. —hizo un esfuerzo por imitar la forma en que sus labios se movieron y pronunciar el nombre igual como él se lo dijo, no salió tan bien.

—Gracias —responde con un suspiro y extiende sus manos hacia él—. mi regalo.

Soobin se toma un momento para pensarlo, luego sonríe y dice:

—Choi —Yeonjun parpadea como respuesta—. Ese es mi apellido.

—¿Choi? —Soobin asiente— ¿Y tu nombre? ¡No cumpliste!

—Mi apellido es parte de mi nombre —lo vio cerrar sus ojos y soltar una leve maldición—. Debiste ser más específico. Y fueron cuatro letras, más de las que pediste.

Yeonjun lo señala con su dedo un par de veces.

—Eres malo —Soobin se ríe—. De acuerdo, fue mi error. El año que viene te lo preguntaré mejor.

Puso los ojos en blanco.

—Nos estamos perdiendo el estreno, para con eso —rompió la distancia que mantenían y empezó a empujarlo hacia la puerta.

—Descubriré el resto, Choi S —y era una amenaza por su tono severo—. Ya lo verás.

Chapter 8: Odette.

Chapter Text

El primer corte de la película fue muy bien recibido por los ejecutivos, quienes solo pidieron cambios muy mínimos de edición, cómo reducir una escena de riesgo que influenciaría a las personas de mala manera, y quitarles tiempo a las escenas en Nueva Orleans para evitar atraer atención a eso.

Anunciaron el estreno para el año siguiente y la publicidad ha sido masiva, con carteles del póster en toda la ciudad y tenían programadas varias entrevistas para el mes de diciembre. Soobin estaría ocupado hasta inicios de febrero, y ahí será la hora de la verdad.

Y para no pensar en que se convertirá su carrera en unos meses, programó una cena con Odette Norris. 

—Me sorprende que me hayas pedido vernos aquí —dice ella.

Estaban en un restaurante discreto fuera de la ciudad y pidieron una mesa privada, en un cubículo de reserva con paredes de mosaico que dejaba ver un poco de ambos extremos, pero nada muy revelador. Odette pidió una ensalada y Soobin un Foie gass.

—Hace mucho que no compartimos una comida. —responde, tomando un sorbo de agua.

—Es cierto. —reconoce ella.

—Y quería hablar contigo —anunció—. Algo que no podemos hablar en Carpem.

Odette era una de las mujeres más bonita que había visto, tenía cejas finas, el mentón puntiagudo y el cabello caramelo le rozaba los codos. También tenía una voz gruesa, lo que contrastaba con su apariencia.

En ciertos ángulos, veía a Yeonjun en ella, pero faltaban los característicos ojos felinos. Ella los tenía en una forma común y marrones, y eran expresivos, ahora tenía una mirada febril.

—Debiste empezar por allí.

El mesero los interrumpió, colocando dos platos con sus pedidos en la mesa, les consultó si querían pimienta y ambos negaron. La había reconocido a ella, era evidente por la forma en que tardó en salir de allí a pesar de que ninguno de los dos tenía otra petición.

—Christopher te ofreció Emma, ¿cierto? —agita suavemente su cabeza mientras introducía un trozo de lechuga en su boca—. ¿Quieres ese papel?

Ella lo piensa un poco y se encoge de hombros.

—Sí. No me vendría mal.

—Quiero que no lo tomes.

Una de sus cejas se alza.

—¿Para qué? —cuestionó—. Creo que no es un papel por el que podamos competir, Stev.

—Violet lo quiere —observó su reacción, y continuó—. No ha tenido papeles destacados para la academia, esta es una oportunidad para ganar un premio. Su única competencia eres tú.

Odette lo escucha con atención, no hay una respuesta inmediata. Terminó la mitad de su ensalada cuando finalmente replicó.

—¿Y qué puedo ganar a cambio? 

Fue un alivio entrar directamente a negociar.

—¿Qué quieres?

—Muchas cosas —afirmó—. Pero, esas mismas cosas las puedo conseguir por mi cuenta. Y aún no estoy posición de rechazar papeles. Y tú no deberías hacer movimientos por debajo de las narices de Christopher.

La mención de su manager lo hace bajar su tenedor con lentitud.

—Tienes razón en ello, y lo tomé en cuenta antes de aceptar negociar por ella —reconoció—. Y sí estamos aquí, es porque hay algo que yo puedo hacer por ti. Y tú sabes que es así.

La guarda de ella bajó unos cuantos metros bajo tierra por la manera en que Soobin inclinó su rostro, y su voz enfatizó las últimas palabras.

—¿Vas a chantajearme por un papel?

—No —eso no la relaja—. Voy a cumplirte algo y tú vas a declinar el papel. Eso puede ser mi silencio o algo más.

Odette se recarga en la silla, enfocando su mirada en la mesa, analizando sus opciones. Luego, suelta una risa amarga.

—De acuerdo —lo mira—. Hay algo que quiero. 

Soobin hace una señal con sus manos para que continúe, ella parece nerviosa, le tiembla el labio y no sabe qué hacer con el tenedor en sus manos.

—Quiero salirme de Estudios Carpem —bueno, tal vez no todo puede hacerlo posible—. Mi contrato vence en abril del año que viene, pero Christopher no me dejará ir tan fácil. Me programa citas con el Presidente, su jefe, no me lo dice directamente, pero espera que tengamos algo oficial. Si eso se concreta, no podré irme.

Le quita la tapa al vino que habían ordenado y rellena su vaso nuevamente, ella refresca su garganta con un sorbo y se acerca a Soobin. Están solos, pero es como si nunca lo estarán.

—El presidente no está contento con Christopher, lo culpa del asunto del espionaje. Quiere impresionarlo y que esté conforme, iba a ser Amy, pero la descubrieron con alguien. Ahora soy yo. Y necesito una salida también. 

—Podemos formalizar tú y yo, si eso es necesario. —Soobin sugiere, pero ella sacude su cabeza.

 —Será muy evidente, porque el papel se lo quedará Violet y Christopher sabrá que fue obra tuya —aseguró—. Solo tú harías esto por ella.

Y tiene razón, si no le debiera un gran favor a ella, no estaría en esos momentos ofreciéndose como novio para Odette.

—Pero, tienes a Daniel —dice de repente.

¿Tenía a Daniel? Su mención lo aturde por un instante. Espera haberlo entendido bien.

—Sería casi lo mismo.

—Tal vez —admite—. Pero, tendrá una película taquillera. No será extraño que tengamos una cita en su momento de más éxito. Y creo que puedo convencerlo de que nos casemos —siente una ligera punzada en su pecho—, por unos meses o un año, el suficiente peso para que Christopher deje de intentar venderme al presidente porque ya no seré valiosa. 

Debe lucir atónito, porque ella suelta una risita nerviosa.

—Eso es lo que necesito. Solo una relación con él, lo demás está en su decisión.

Es el plan que menos lo involucra a él, de forma directa, y no se verá afectado de ninguna manera. Aun así…

—Está bien.

Su rostro se ilumina como una estrella de navidad.

—De acuerdo.

Y el suspiro de alivio que suelta, es suficiente para relajar la tensión que tenía el pecho. Porque ahora no sabe cómo hará eso posible.

—Tengo que hablarlo con él —asiente—. Pero, no puedo asegurar que será de inmediato. Tenemos una película por estrenarse y va a confundir a la gente verlo con Sage y tú a la vez.

—Puedo esperar —ella afirma—. Tenemos hasta abril. Mientras sea seguro, tendré paciencia.

Había pasado un largo rato de silencio, donde se permitió terminar la cena que pidió y estuvo abandonada por la conversación. Podría comentarlo con Yeonjun, que lo considere. Al final, solo es una cita, Odette no le pedía hacer realidad su plan, su participación era de intermediario. Y eso estaba bien, él podía negarse y no arruinaría el trato.

Sacude su cabeza, no debía pensar negativo. A Yeonjun le convendría una unión así, siempre está pensando en estrategias. Tal vez ya está pensando en opciones para un matrimonio ventajoso, y ahora le facilitaría ese plan.

Pero

—¿Estás segura de que quieras que sea Daniel? —la pregunta salió tan rápido de sus labios, que no pudo retenerla a tiempo.

Odette se sorprende por la pregunta, pero asiente.

—Sí. Es ideal.

—Es decir, yo... —no sabe cómo explicar todo lo que está pensando, titubea encontrando las palabras—. No lo conoces. No digo que sea un demente. Pero, un matrimonio requiere que vivan juntos. Que estén juntos. Y no conoces su carácter o como piensa. O qué pensará de, ya sabes. 

Alza sus cejas.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Porque... —relame sus labios y en realidad no existe una razón—, quiero que estés segura de a quién estás escogiendo y que no tengas un problema mayor.

—Entiendo esa parte —ella lo interrumpe—. Pero, no entiendo porque me lo preguntas. Ustedes son amigos, ¿no?

No lo sabe.

—Pues sí.

—Te conozco desde que tenía trece, y siempre me has tratado con respeto —coloca una de sus manos sobre el brazo de Soobin—. Cuidaste de mí, me enseñaste a protegerme. Nadie ha hecho eso conmigo, ni siquiera el calificado manager que debería estar buscando lo mejor para mí. 

Se inclina hacia él y sonríe.

—Así que confío en ti. Y si permitiste que Daniel esté cerca de ti, eso significa que él también es igual de bueno como tú.

—No lo conozco mucho.

Odette se encoge de hombros.

—Aprende más de él—dice—. Y esperaré tú llamada.

Dos días después, Violet fue quién lo llamó a él.

Ya estaba vestido con un suéter de rayas azules y blancas, y pantalones claros, y llevaría un cárdigan en las manos en caso de que Grace tuviese frío. 

Unos veinte minutos antes de ir a recogerlos a todos en su auto, se encontraba sentando en el suelo con el teléfono en mano, el cable era estrecho y era mejor que estar inclinado.

—Cuando gane el Oscar, te lo daré a ti.

Rodó sus ojos con el teléfono en la oreja.

—No tendría sentido que me hicieras trabajar tanto para no quedarte con él.

—No podría de todos modos —la escuchaba reír—. Lo siento, me siento mal por ponerte en esta situación.

—Ya está resuelto, no hay nada que lamentar —asegura, aunque no es cierto—. Concéntrate en aprender tus líneas. Deslumbra a todos, Emma.

 Omitió contarle la petición de Odette, porque Violet jamás le hubiera permitido que lo aceptara y Soobin haría todo lo posible por ella

Se lo debe.

El viento estaba especialmente fuerte esa noche, y mantuvo el capó puesto en caso de lluvia. Recogió primero a Grace y ella se sentó de copiloto. Luego doblaron hacia West Hollywood para recoger a Yeonjun en el edificio donde vivía. Por suerte, Sage estaba grabando una película y pasarían por ella al estudio, por lo que no tomó mucho tiempo para que los cuatro estuvieran reunidos y en camino a un nuevo club popular. 

Era en la cima de un rascacielos, tenía por nombre Chelsea y la terraza tenía un ambiente acogedor. Había música en vivo y las personas bailaban con gozo. No estaba tan repleto como se lo esperaban y fue una grata sorpresa tener espacio para moverse.

Explicarle las técnicas de pool a una Grace ebria era como enseñarle a caminar en tierra firme a un delfín.

—¡Lo siento! —gritó cuando la bola fue a parar a la pared.

—No te preocupes, lo hiciste bien —recogió la bola en el sitio donde aterrizó y la colocó de vuelta en la mesa—. Pero, controla la fuerza. La mesa está a tu alcance.

—Stev, mira —señaló hacia una rocola—. Eso lo veo a tres quilómetros.

Soltó una risa.

—De acuerdo, imagina esto —se posicionó a su lado y señaló hacia el frente—. ¿ves dónde termina la mesa?

—Sí.

—Úsalo como punto fijo, te prometo que funcionará.

Grace se motiva a seguir el consejo, tira de su palo nuevamente, introduce la bola negra en el hoyo y la partida termina ahí.

—¿Gané? —volteó y sus ojos brillaban de emoción.

—Emmm... —se debatió en ser honesto o mentirle, pero estaba muy ebria para que eso importara—. Digamos que sí.

—¡Sí! —tiró de su puño como celebración.

Recogió las demás bolas para acomodarlas dentro de la base triangular, una por una. Sage y Yeonjun se les unieron cuando había terminado.

—¿Cómo van? —pregunta Sage— ¿Grace aprendió?

—¡Gané! —anuncia alzando sus brazos.

—Me alegro mucho por ti. —Yeonjun le extiende el puño y ella lo choca con emoción.

Soobin sacude su cabeza, y la deja tener su momento de gloria. Observa a los tres conversar y sus manos están apretando el palo juego, aún no encontró el momento adecuado para pedirle el favor a Yeonjun. Y la noche estaba avanzando, y tenía que apurarse porque Odette cumplió su parte del trato.

Cuando Yeonjun posa sus ojos en él, Soobin retira la base triangular y la arroja en su dirección. La atrapa con agilidad en su pecho.

—Juega conmigo.

Observa la base y luego a él.

—Seguro.

Ubicó la base en su lugar y tomó un palo para sí mismo, Soobin fue el primero en tirar y definieron sus bolas.

—Lisas. 

—Rayadas. —responde Yeonjun.

Sage y Grace se apoyaron de la mesa a su lado. Soobin metió tres bolas y falló un tiro, cuando fue le tocó a jugar a Yeonjun, desapareció en un solo turno sus bolas, restando solo una y la negra, haciendo que las chicas le aplaudieran en asombro.

Su mandíbula cayó al piso.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso?

—Soy todo talentos. —respondió de manera arrogante, abriendo sus brazos y haciendo una leve reverencia.

—Ya lo veremos. —Soobin lo apuntó con el palo en amenaza.

Seis rondas seguidas, y Yeonjun había ganado más de la mitad. Soobin se enjuagaba el sudor de la frente en sus brazos y seguía pidiéndole revancha.

—¡No es justo!

—Aprende a tirar y será justo para ti.

—Idiota.

Sage y Grace estaban casi dormidas ahora en una mesa, y se percató que el reloj marcaba más de la una de la madrugada.

Y él aún no había logrado lo que se le había pedido, y el tiempo estaba pasando demasiado rápido.

—¿Qué te pasa hoy? —la voz de Yeonjun lo saca de sus pensamientos.

Soobin lanza una mirada a las chicas, ya medio dormidas y abrazadas.

—Quiero pedirte un favor.

—¿Tienes esa cara tan larga porque quieres pedirme un favor?

—Mi cara está así porque me has ganado toda la noche.

—Y también porque quieres un favor.

Pone los ojos en blanco y eso divierte a Yeonjun. No es indiferente al hecho de que le encanta estresarlo y él cede muy fácil con varias copas de ron encima.

—Dímelo. —añade.

—No puedo decírtelo aquí. —señala con su mentón a las chicas.

Yeonjun las mira y frunce sus labios.

—No podemos dejarlas aquí solas.

—Vamos a llevarlas al auto y hablamos afuera.

—De acuerdo.

Despertaron cuidadosamente a ambas, avisando que era hora de irse. Estaban tan soñolientas y ebrias, cada uno las tomaba por la cintura y los hombros para ayudarlas a bajar las escaleras. Cuando el aire gélido de la madrugada los recibió al salir, Grace temblaba de frío y Soobin se aseguró de cubrirla con el cárdigan que trajo para ella.

Bajaron hacia el estacionamiento, y acomodaron a las chicas en los asientos. Una vez que estaban seguras y con el aire acondicionado encendido, caminaron un par de metros de lejos para hablar, ahora en un sitio más privado.

—¿Y bien? —dice Yeonjun— ¿Qué vas a pedirme?

Tenía la espalda apoyada en una de las columnas grises con el número “tres”, escrito en letras negras. Hoy no vestía todo de negro. Llevaba una camisa informal de un tono oscuro de rojo y las manos las había metido en sus bolsillos.

Soobin rasca su nuca, y piensa una manera en que pueda pedírselo, una forma de maquillarlo, pero jamás ha sido bueno con las palabras. En ese momento, no estaba procesando correctamente sus pensamientos con Yeonjun mirándolo con el mentón elevado. Parecía que trataba de intimidarlo.

—¿Puedes tener fingir una relación con Odette Norris?

Observó detenidamente su reacción, pero su rostro tenía una expresión inexplicable, una neutralidad que lo inquietaba.

—¿Puedo preguntar por qué? —dijo, en cambio.

Había imaginado muchos escenarios para estar preparado para cualquier pregunta, esa fue una de fue una de sus hipótesis y la respuesta la tenía ensayada.

—Me dijo que le pareces un hombre muy simpático —empieza y el ceño fruncido en su rostro no era lo que había previsto—. Y desea pasar tiempo contigo. No habrá cámaras, solo quiere conocerte.

—Bien —celebró mentalmente—. Ahora dime la verdadera razón.

—¿Cómo? —lo toma por sorpresa— ¿Por qué dices eso?

Se encoge de hombros.

—Tal vez porque estamos en medio de la promoción de nuestra película y no me conviene salir con otra persona que no sea Sage. Y eso lo sabes —y tenía razón en ello—. Estando consciente de eso, me lo pides igual. Así que dime —se cruzó de brazos—, ¿por qué?

No podía decirle toda la verdad, porque había cosas que no le corresponden hablar. Y tampoco podía mentir por completo, porque no practicó que Yeonjun fuera listo y notara lo que hacía, por lo que su cerebro no lograba improvisar algo.

Probó otro método.

—De acuerdo, te lo diré —suelta un suspiro, rendido—. Odette estaba a punto de conseguir un papel que Violet quiere. Hicimos un trato, ella lo rechazaría si yo le conseguía que los dos empezaran a salir.

Es mejor decir la verdad, pero sin todos los detalles. Yeonjun miró al suelo, luego al auto donde las chicas aún dormían y después a él.

—Violet, ¿tu novia? 

—Es mi amiga.

Alzó una ceja con diversión.

—¿Quieres que finja una relación con Odette por tu amiga?

—Básicamente.

—¿Es necesario que le hagas este favor? —Soobin asiente— ¿Por qué?

Eso es algo que tampoco puede responder, porque hay cosas de sí mismo que prefiere no decir y tampoco pensar.

—Le debo un favor muy grande a ella —responde, en cambio—. Hago esto porque se lo debo y en lo que pueda la ayudaré. Es mi manera de pagárselo.

Yeonjun se toma un momento para pensar, y luego pregunta:

—¿Esto es importante para ti?

Era un sí rotundo, tenía que intentarlo por Violet y ayudar a Odette a salir de un aprieto. Porque sabe como es estar en el lugar de las dos, haciendo cosas difíciles por trabajo y al mismo tiempo luchando por libertad. Solo que la manera en que se lo preguntó era extraña, y no sabe si está esperando más de él.

—Sí lo es —responde finalmente—. Y mucho.

Yeonjun asiente y se despega de la pared, caminando a su lado.

—De acuerdo, lo haré.

—¿En serio? —su tono salió en su victoria, pero después entrecerró los ojos—. ¿Solo vas a aceptar? ¿No vas a pedir alguna condición?

Sacudió su cabeza, tenía algún producto en el cabello, porque apenas se le movía. 

—Te he pedido muchos favores, así que te estoy pagando mi deuda con esto —le recuerda—. Y creo que, si eres capaz de pedir esto por una amiga, yo como tu amigo debería ayudarte, ¿no?

Sus palabras lo descolocan, tiene las mejillas rosadas por el alcohol y en esa cercanía, puede notar lo pequeño que es su lunar.

—¿Sí? —respondió dudoso.

—Sí —reafirmó Yeonjun—. Puedo ayudarte.

Su forma de decirlo era simple, y sensata. Era más desconcertante de lo que debería ser, porque continúa buscando alguna mentira o haz bajo la manga en sus ojos, y su sinceridad era inconfundible.

Y eso lo hacía sentir culpable.

—Es...—abrió sus labios, pero nada salió, solo un balbuceo.

—¿Sí? 

—¿Por qué? —Yeonjun estaba respirando por la boca, no tenía sentido que hiciera eso. Lo estaba distrayendo.

—¿Por qué, qué? —ladeó su cabeza, sin entender.

—¿Por qué haces esto? 

—¿Aceptar el favor? —asintió y él se encogió de hombros—. Lo hago como tu amigo. ¿No lo soy?

No.

—Sí. —parpadeó— Sí, tienes razón.

Se percató como escaneaba su rostro buscando algo más, pero no sabía qué. Soobin no puede evitar que sus ojos se deslicen a los labios ajenos, rosados y húmedos. Como un imán que lo atraía ahí, a la forma en que los cerraba y abría de nuevo, casi como una invitación que definitivamente la estaba creando su cabeza. Se sentía hambriento y era desconcertante.

Debe forzarse a elevar sus párpados, dejar de mirar allí. Yeonjun le sostiene la mirada, ajeno a lo que estaba sucediendo segundos antes, y asiente lentamente.

—Está bien. —dice él.

Cuando regresan al carro, Sage había despertado y estaba más callada de costumbre. Pero había sido una noche larga, y nadie le tomó importancia.

Chapter 9: Descontrol en Hollywood Hills

Chapter Text

 

Cuando siente culpa, y se deja llevar por ella, todas las demás cosas malas que ha hecho caen sobre él en forma de ladrillos. Por eso trata de escoger cuidadosamente que iba a añadir en su lista de pecados, si eso valía la pena el precio y que tan pesado sería el golpe.

Ese día, no había ladrillos, pero le dolía el corazón.

Con la aprobación de Yeonjun, solo restaba que Odette y él llegaran a un acuerdo personal. Recuerda lo emocionaba que estuvo la mujer cuando le contó lo que obtuvo:

Tienes que llevarme con él —le pidió ella—. Necesitamos un intermediario para no llamar la atención.

Soobin no quería tener nada que ver con ellos, cada uno logró lo que quería, ¿para qué se iba a involucrar más en algo que lo estaba haciendo sentir tan mal?

Está bien, arreglaré el lugar. —respondió, en cambio.

Porque es muy estúpido. Y sentía una inexplicable culpa.

El lugar escogido fue una casa de descanso que Yeonjun tenía escondida en Santa Monica, en un área privada con vigilancia y residentes limitados. Soobin condujo a Odette hasta el lugar y se quedó recluido en el vehículo hasta que la reunión terminó, con sus ojos fijos en el volante y Frank Sinatra cantando un viejo tema de fondo, I’ve Got you Under my Skin. Apagó la radio cuando se sintió fastidiado.

Yeonjun insistió en que entrara a su casa, pero no tenía valor. Se mantuvo allí, hasta que pasó una hora y media Odette había regresado al asiento trasero, lista para esconderse.

No dijo ninguna palabra durante el camino.

Él tampoco quería saber, así que no preguntó.

Cuando llegaron a Magnolia, aparcó frente a la mansión con rejas negras y arbustos recortados perfectamente en cuadros, pertenecía a Odette. Se percató en ese momento de lo fuerte que apretaba el volante y quiso reprenderse a sí mismo por estar comportándose tan dramático.

—Llegamos.

La miró por el retrovisor, sus ojos estaban fijos en el asiento y se sorprendió por la voz gutural de Soobin. Asintió lentamente y se desabrochó el cinturón de seguridad.

—Aceptó tener una relación conmigo unas semanas después de que termine Unknown —anuncio y eran buenas noticias—. Y vamos a comprometernos después de un mes de salir, como locamente enamorados.

—En eso llegaría la fecha de tu disolución. —observó Soobin

Odette asintió.

—Sí. Le dije que quería la relación para irme de Carpem —así debía ser, era ella quién tenía que decir la verdad—. Así que estaremos juntos y fingiremos hasta lograr mi salida.

—Eso es perfecto.

Golpeó suavemente sus dedos contra el cuero del volante

—Pero, no va a casarse conmigo.

Su mano se detuvo y la observó a la chica sonreír, ¿era algo bueno? ¿algo malo?

—Es un caballero —confiesa—. Me dijo que el matrimonio no es algo mediático para él, y quiere casarse por amor, porque así lo hicieron sus padres. Le respondí que en esta industria tal vez no consiga eso, y él cree lo mismo, por lo que solo puede ofrecerme el compromiso.

—Es mejor que nada.

Odette asiente.

—Es mejor que nada.

Finalmente se despide de él y entra a la casa, Soobin da un par de vueltas por el centro antes de decidir volver a la suya. Quitándose los zapatos en la entrada y arrojándolos lejos, antes de desplomarse en el sofá.

Suelta un largo suspiro y entierra la cara en el cojín, tuvo paz, una que necesitaba por lo cerca que su corazón se sentía de su garganta. Vivir solo puede ser aterrador, pero a él le reconforta ese silencio, eso significa que tenía el completo control. Pero, no era suficiente.

Caminó afuera, subiendo la tela de sus pantalones para liberar sus rodillas, tomando asiento en el borde de su piscina y sumergiendo sus pies. El agua estaba helada y ahogó un grito al sentir como se le entumecían los huesos, y el alivio llegó a los minutos, cuando inhaló profundamente de manera constante.

Luego, introdujo sus brazos, el dolor regresó por un corto periodo de tiempo y después se arrojó agua su cara. Y ahora estaba empapado de pies a cabeza, y la ropa le pesaba.

Entonces, se dejó caer en el agua, tocando el fondo con sus pies y luego impulsándose hacia la superficie.

¿Por qué se sentía tan miserable?

 

 

Después de una exitosa cita en un restaurante de Sunset Boulevard, la primera parada que hicieron fue para llevar a Grace a casa. La noche había terminado más temprano de lo que acostumbraban, las luces de su entrada estaban encendidas y podía ver a su madre caminando por las ventanas. Pero, prefirieron quedarse unos instantes afuera, ella se lo había pasado bastante bien con el Wiskey, haciendo que su humor fuera tan alegre, que elevaba sus faldas floreadas amarillas para dar un par de vueltas y caer en los brazos de Soobin. No podía evitar reírse, cerrando sus brazos alrededor de su cintura y agitándola un poco para que se calmara.

Las frías manos de ella atraparon su rostro.

—Mírame.

Soobin le hace caso, la mira, entrecerrando sus ojos.

Podría ser así de simple, se besarían en una tierna escena sacada de una película de Leo McCarey, si algún paparazzi estaba observándolos, obtendrían la primera plana que derretiría a América por unas semanas. Luego, anunciarían su romance oficial y las citas serían más íntimas, puede verse relajarse con ella.

¿Enamorarse? No puede saberlo, pero la paz que respiraba en esos momentos era suficiente. Le gusta ella, disfruta estar con ella. Nunca habían estados solos desde que esas citas dobles comenzaron, pero podrían hacerlo, congeniaban bien, no necesitaban a Yeonjun ni a Sage para animar el ambiente.

Grace se inclina hacia él, y ladea su rostro como respuesta, elevando de forma ligera sus cejas, preguntándole con su expresión lo que pretendía hacer, aunque supiera perfectamente a donde estaban llevando aquello.

Y ella se ríe.

—Está molesto.

Su ceño se frunce.

—¿Qué?

Ladea su cabeza a un lado, debe agacharse para permitirle alcanzar su oído.

—Daniel nos está mirando como si nos quisiera matar en este momento—su risa es amplía, dulce y huele a alcohol—. Es tan gracioso, voltea rápido y lo verás.

Soobin voltea y Grace tiene razón.

Como la ventanilla estaba baja, podía tener una clara imagen de cómo Sage movía de forma entusiasta sus hombros, hablando con un Yeonjun que no prestaba atención a lo que decía. Su rostro y mirada estaba fijos en ellos, inexpresivo.

Sus ojos estaban ¿enojados? ¿O solo era impaciente? Por un milisegundo pensó que estaba aburrido y tenía la mirada perdida en la puerta celeste de la casa. Pero, en el instante que Soobin volteó, su rostro rápidamente se fue a otra dirección, al volante y luego a Sage.

Grace se sacudía entre carcajadas y finalmente le dejó un sonoro beso en la mejilla.

—Tal vez escogí al coreano equivocado.

¿Ah?

La chica entró a pasos rápidos a su hogar, agitando su mano como despida a él y a los que aún permanecían en el carro. El azabache estaba tan aturdido, que no respondió al gesto, observando la puerta con la esperanza de que regresaría y le explicaría.

Pero, después de unos minutos aquello no pasó. Caminó de regreso al auto en completo silencio, recuperando su asiento en la parte trasera. Una vez que Grace se iba, Sage olvidaba por completo su existencia. Y lo agradecía, ahora que en su cabeza solo rondaba las palabras de la chica.

Observó a Yeonjun, su vista fija en el camino y Sage hablándole muy cerca, entendió algunas cosas. Y se sintió tonto por no haberse percatado antes.

Tal vez rechazó el matrimonio con Odette porque estaba interesado en Grace, pero eso sí es un problema porque dos razones: Soobin la quiere para él. Está cómodo con ella, no puede romper ese código, si es que tienen alguno. Nunca hablaron sobre relaciones cuando hicieron la alianza y puede ser un punto que deben tratar pronto.

Y el segundo motivo..., quizás estaba ligado con el primero. Tenía un cierto malestar en su pecho, una angustia por querer saber si Yeonjun sentía lo mismo.

Sage lanzó su espalda al asiento, soltando un suspiro de derrota y alisando las faldas de su vestido coctel esmeralda.

—Llévame a casa. —dijo cruzando sus brazos.

—Cómo quieras. —respondió Yeonjun, en un tono resignado.

Soobin parpadeó desde el asiento trasero, presenciando como Yeonjun giraba a otra dirección, cumpliendo con la petición de la chica. Sage vivía en un apartamento en Woodland Hills, a unos treinta minutos en carretera que redujeron a diez, todo el camino se lo pasó aferrado al respaldo.

Sage solo se despidió de Soobin, y lanzó una mirada furiosa a Yeonjun, quién la ignoró por completo. Una vez que la chica había entrado al edificio, lo miró por encima de su hombro:

—¿No vas a cambiarte de asiento?

Fue una sorpresa escuchar su voz después de mucho tiempo, había irritación y curiosidad en él.

—No —las cejas del mayor cayeron—, no si vas a conducir como si estuvieras en una persecución.

Su rostro se suavizó, y Soobin se relajó, notando lo cohibido que estaba en aquel asiento.

—Tengo que practicar.

Puso sus ojos en blanco, desabrochando los botones de su cinturón y tomando impulso para saltar al asiento delantero. Le gusta estar en frente, prefiere usar su propio auto para tener ese lugar. Yeonjun espera por él antes de finalmente poner en marcha el vehículo.

El viento se filtra por las ventanas, revolviendo su cabello. Lo que había cortado antes de las filmaciones estaba regresando, flotaban por su rostro y debía pasar un par de veces sus manos por su frente para apartarlos. Habían reducido la velocidad, y eso le permitió apreciar lo que no pudo percibir en el camino, las vayas iluminadas con anuncios y las películas que estaban por estrenarse adornaban la carrera. Próximamente va a estar la suya allí, sonríe pensando en ello, cuantas personas van a poder verlos y querer comprar una entrada para su película.

Es un poco vergonzoso admitirlo, pero cree que será un exitoso, las escenas eran excepcionales, Soobin nunca había trabajado a ese ritmo, sintiéndose satisfecho al dejarlo todo en el set. Ahora todos lo veían y comentaban que estaba a punto de arrasar, que el estreno lo va a catapultar muy alto.

Y también se dio cuenta que nunca había estado solo en el auto con Yeonjun, siempre que lo recogían Sage estaba ahí y lo dejaban primero a él después de llevar a Grace. Cuando Soobin usaba su auto, Grace ya estaba con él cuando recogían y dejaban a Yeonjun.

Así que, ¿esta era la vista de Sage? Había un largo silencio sepulcral desde que estaban solos. Yeonjun era como él, solo hablaban cuando era necesario por lo que no culpa a la chica de buscar cubrir ese espacio. Y Yeonjun siempre la ignora por conducir, como lo hace en este momento con Soobin.

Su rostro se gira hacia él para comprobarlo, pero la mirada de Yeonjun ya estaba en él, haciéndolo retroceder ligeramente de la sorpresa.

—Creo que olvidé llenar el tanque...—rompe el contacto visual para señalar con su frente hacia el volante.

—¿Está jugándome una broma?

—Nunca he sido tan poco gracioso.

—Joder. —Soobin jadeó.

Había estado tan sumido en mirar los carteles y el oscuro pasto cubriendo la colina que no había notado que el auto se movía más lento, que hace ya mucho el viento no era desenfrenado, ni perceptible como antes.

Yeonjun colocó el freno de mano, evitando que el auto se detuviera en la inclinación de la colina. Soobin se inclinó para comprobar lo que el mayor decía, y la flecha apuntaba a un tanque vacío.

—¡Eres un idiota!

—¡No es mi culpa! —emitió exaltado.

—¿De quién es el auto? —Yeonjun no respondió— Eso creí.

Soobin se lanzó en derrota al asiento, despejando su enojo al acariciar sus codos. Necesitaba una mente clara para evaluar sus opciones.

Yeonjun, por su parte, tomó una caja de cigarrillos del compartimento de su asiento, escondiéndola en los bolsillos de su pantalón de tela caqui, abriendo la puerta del auto y bajándose. Soobin decidió seguirlo, el viento helado golpeando contra su cara fue el saludo que recibió de la noche que los acompañaba. La carretera estaba despejada e iluminada por algunos faroles que no cubrían toda su extensión, no podía ver los picos de las montañas, y a lo lejos el letrero de Hollywood, junto con las difuminadas siluetas de los edificios de la ciudad. Detrás suyo, la carretera seguía cuesta arriba, por lo que estaban más cerca de llegar a la ciudad. Tal vez unos cuarenta o cincuenta kilómetros.

Caminó un par de pasos, esperando ver algún vehículo llegar.

—¿Ves a alguien...? —se giró hacia Yeonjun, encontrándoselo en el suelo apoyado de la parrilla del auto, dando caladas a su cigarrillo— No me estás ayudando.

Yeonjun alza una ceja.

—Estoy pensando.

—¿En el suelo?

Frunció su ceño.

—¿Debo pensar incomodo?

—Como sea.

Soobin cruzó sus brazos y caminó hacia el auto, apoyándose del capote, dejando distancia entre él y Yeonjun, eso lo ayudaría a no patearlo por lo frustrado que estaba. Esa noche había escogido una camisa de mangas de tres cuartos terracota, la elección adecuada cuando vas a bailar a calorosos clubes con pantalones de tela negros, pero ahora se estremecía del frío.

Lo observó de reojo, sacando otro cigarrillo de la caja y con el ruidoso chasquido de su encendedor de metal sacó fuego para prenderlo. Luego, estiró sus dedos hacia Soobin, las mangas de suéter de nilo negro no le quedaban ajustadas, se deslizaban por sus brazos.

—Piensa conmigo. —la tranquilidad con la que actuaba lo sacaba de sus casillas, y hacía más molesto que necesitara ese cigarro para relajarse.

Lo aceptó entre sus manos, haciendo una mueca de disgusto que le hizo más gracia de la que le gustaría a Yeonjun.

—Relájate. —espeso humo se escapaba de sus labios cuando hablaba.

—Estamos varados en medio de la nada —le recordó—. Nadie sabe que estamos aquí, podríamos ser secuestrados.

—¿Vas a dejar que te atrapen?

—No.

—Entonces, no van a secuestrarnos. —elevó su mentón para mirarlo, media mitad de su rostro era iluminada por la luz cálida de los faroles y la otra se escondía con el cuello del suéter.

—¿Cómo estás tan seguro?

Se encogió de hombros como respuesta.

—Hace unas semanas, encontraron a unos pervertidos teniendo sexo por esta zona —lo mira, Yeonjun aparta sus ojos de él deprisa—. La policía hace chequeos regulares desde entonces, no les deja tan buena imagen a nuestros bellos paisajes. Sage me lo dijo.

Soobin aún continúa mirándole, esperando que Yeonjun lo vea de vuelta. Le hace un poco de gracia lo rápido que se rinde al contacto visual. Pero, no lo hace, en cambio solo dice:

—Deben pasar como a eso de las once, ¿qué hora es? —señala su reloj con la mano que sostiene el cigarro.

Baja la mirada a su mano, su elegante reloj Cartier de oro derretido marcan las diez y once.

—Faltan cincuenta minutos. —cruza sus brazos nuevamente para darse calor.

Los minutos pasan de esa manera, los dos fumando en un profundo silencio. No hay a la vista autos ni bicicletas cercanas, y decide sentarse en el piso, aun manteniendo la distancia. Es un amplio espacio donde ambos pueden aplastar sus cigarrillos cuando se han terminado de consumir.

Yeonjun se ríe, él voltea a mirarlo.

—¿Qué es tan gracioso?

Lo observa de reojo, debería mirarlo, Soobin quiere competir.

—Me mentiste.

Su voz le hace abrir los ojos en par en par.

—¿Qué?

—No era solo por Violet y el personaje —Yeonjun le habla con una calma insoportable, con su atención fija en la carretera—. Odette necesita la relación para dejar Estudios Carpem. Eso lo sabías y no me lo dijiste.

Vaciló en responder, lo tomó completamente desprevenido.

—Lo sé —confesó sin más remedio—. No fue mi intención llevarte engañado a algo —le molesta un poco la sinceridad de sus propias palabras, vomitando toda la culpa que sentía—. Es su asunto más que el mío, ella es la que debe decidir cómo contarte sus razones. Te dije mi parte, en eso fui sincero.

Hay un silencio sepulcral entre ambos, y eso lo hacía sentir inquieto.

—¿Estás molesto? —Yeonjun sacudió su cabeza— Realmente lo siento, no fui sincero.

—Lo aprecio —puede divisar algo en su voz, está más tranquilo—. Y está bien. Tienes razón. Esto es algo de ella, no tuyo.

—Está bien.

Pero, no logra sentirse tranquilo. Juguetea con una rama que estaba cerca de él y la agita sin poder controlarse. Escucha a Yeonjun soltar una ligera risa, y mirarlo.

—Choi S.

—¿Sí?

—No estoy molesto contigo —el hecho de que lo repita le saca un gran peso a su espalda—. Solo no quiero que olvides que puedes ser sincero conmigo, quiero que lo sepas.

—Lo tomaré en cuenta.

—No lo olvides.

—No lo olvidaré. Pero...—Yeonjun hace un sonido similar a 'mmh'—. ¿Puedes ser honesto conmigo en algo?

Lo observa asentir y girar un poco su cuerpo para demostrar su atención en él.

—¿No aceptaste el matrimonio, porque te interesa alguien más?

Se tomó su tiempo para pensarlo, unos largos segundos de silencio que se sintieron como horas. Allí, sin el sonido de la ciudad de fondo, o más personas asechando, el tiempo parecía más lento.

—No fue por esa razón. —respondió finalmente— No puedo darle eso. Tampoco puedo ofrecerle algo tan formal a Sage, así que va a empezar a mirar otras opciones —no es información que le sorprenda—, dice que soy un terrible pretendiente.

—Lo eres.

Yeonjun lo mira indignado.

—Siempre estás ignorándola, no creo que te guste —y es sincero, no ve mucho interés de su parte—. Sage quiere una relación real, no parece interesada en la promoción solamente.

—No somos compatibles —su vista se fija hacia el frente—. ¿Eres compatible con Grace?

Asiente, pero no puede verlo.

—Lo somos —el contrario asiente—. Pero no hablamos de mí. Creo que Sage no es tu tipo, y es por eso que no se ve genuino.

Yeonjun suelta una risa amarga.

—Las relaciones en este mundo no son genuinas.

—Eso no es cierto —se sorprende así mismo con la rapidez que lo negó—. Hay matrimonios exitosos, debemos hacer algunas pantallas, pero eso no significa que todo sea falso. Solo debes encontrar a indicada.

—Puede ser.

—¿Cómo es tu tipo?

Hay un largo silencio antes que Yeonjun responda, es un silencio entendible, puede ser una pregunta simple pero tampoco es fácil de responder para Soobin. Se conforma con alguien que no lo moleste demasiado, las personas le dicen que no son suficientes requisitos, porque hasta un gato puede cumplir ese rol.

Nunca se ha imaginado enamorándose, o creyendo que puede tener lo que sus colegas consiguen. Violet fue lo más cercano que tuvo a un sentimiento de amor; pero solo en amistad, se imaginaba casado con ella y teniendo alguien con quien hablar. Pero la parte pasional, no llegaba a sentirla.

Solo porque no le pasaba a él, no significaba que no era real.

—Alguien inteligente, supongo. —responde después de un largo rato.

Soobin pone sus ojos en blanco.

—Una rata puede ser inteligente.

—Me gusta saber que tengo muchas opciones —suelta una corta risa y se encoge de hombros—. No lo sé, alguien que le agrade a mi mamá.

—¿Y cómo es alguien que le agrade a tu madre?

Suspira.

—Una coreana —confesó—. No es que no le agraden las americanas, pero estoy seguro que le gustaría tener una excusa para volver a Seongbuk.

—¿No quieres volver a Corea? —Yeonjun sacude su cabeza— ¿Por qué?

Su ceño se frunce.

—¿No has estado ahí? —Soobin no sabe cómo responder esa pregunta, no conoce la respuesta y resulta retórica cuando Yeonjun continúa: — Japón aún tenía el control cuando vivíamos en Seúl, todos los días teníamos miedo de que se llevaran a mi mamá para que se hiciera cargo de los soldados. Y mis padres tenían miedo de que me encontraran y quisieran llevarme con ellos. Ahora ya no es así, están recuperándose, o intentando hacerlo y nosotros también. Pero aún falta mucho, mucho para que sea como aquí. No dejaré que sufran de nuevo, estamos mejor aquí.

—Sí...—se fuerza a hablar— Tienes razón.

Las cejas de Yeonjun se alzan en su dirección, pero no agrega más nada. Tampoco espera que responda, Soobin nunca habla de Corea como lo hace él. Puedes verlo en todo él, de donde viene, su nombre real, pero no luce del todo como un coreano, su acento es muy americano, sus modales no son propios de uno. Es y no es al mismo tiempo. Nunca había conocido a alguien tan en medio, pero con un dedo del pie tocando el otro extremo.

—Alguien dulce —suelta de repente, Soobin lo mira—, no se sí quiero que sonría mucho, pero sí que su presencia me haga feliz. No me molesta que sea diferente a mí, solo que... —tomó un momento para pensarlo y soltó un bufido— Sería gracioso tener a alguien a quién molestar.

Eso lo hace reír, claro que lo notaba, siempre lograba tener a Soobin al borde del asiento para atacarlo.

—Lo noto —dice Soobin—, eres un dolor de cabeza cuando te lo propones.

—Y con quien pueda ser sincero —afirma, ignorando a Soobin—, y pueda verme.

Eso lo hace fruncir levemente el sueño.

—¿Todo el tiempo quieres que te vigilen?

—No esa clase de mirada —le toma por sorpresa a Soobin como lo mira, pero le sigue el contacto sin dificultad—. Las esposas perfectas tienen que complacernos y mantenernos felices, y eso las hace también mentirosas, porque nada es tan estable, ¿lo entiendes?

Asintió levemente.

—No quiero estar con alguien que me haga sentir como un rey todo el tiempo —afirmó—. Prefiero que me diga que soy un idiota, y que no me soporta, pero aun así está escogiendo estar conmigo porque ve más allá de eso. Nadie intenta hacer eso.

—¿Ver más allá en ti?

Yeonjun asiente.

—Es muy profundo para ti. —empuja con suavidad la frente de Soobin con sus dedos.

Le retira sus dedos con fastidio, hay una mueca de gracia en su rostro.

—Lo entiendo más de lo que crees —confiesa Soobin—. Espero que encuentres a esa que pueda verte, y me presentes a alguna prima suya.

Rodó sus ojos.

—No sabía que nos vendíamos por paquete.

—Por los momentos, sí.

Y fue extraño ver a Yeonjun sonreír por eso, y sentir sus propias comisuras contraerse, formando una sonrisa. Pero no pudo reprimirlo. Y era la primera vez que no le quitó la mirada de encima, no había un contacto visual en todo el sentido de la palabra, Yeonjun tenía los ojos clavados en sus mejillas, probablemente viendo la profundidad de sus hoyuelos marcados. Soobin detallaba como le caía el pelo en la frente, mechón por mechón como un dominó. Con poca iluminación, el color no tenía el mismo tono brillante, era como un oro oscuro. Tiene sentido porque le gusta los colores tan apagados, su cabello le daba el contraste necesario para hacerlo resaltar.

Aunque Yeonjun resaltaba por cuenta propia, tenía esa aura de estrella que había visto en pocos. No parecía un actor común y tampoco un cantante de su época, pero donde quisieras posicionarlo, ahí iba a destacar.

Y Soobin lo detesta cuando piensa en eso.

El sonido de unas ruedas rechinando en la acera hizo que Soobin, por una vez en su vida, rompiera el contacto para mirar un vehículo acercando a ellos. Yeonjun tenía razón, cuatro patrullas hacía una caravana hacia su dirección.

—¿Necesitan ayuda? —preguntó uno de los oficiales cuando bajó las ventanillas del vehículo.

La policía remolcó el auto hasta una estación de servicio, era la primera vez que Soobin se subía a una patrulla y fue similar a estar en una limosina, imponían respeto. Yeonjun respondía las preguntas que los oficiales le hacían de Sage, y les firmó un papel, Soobin les autografió una gorra.

Un reportero de The Page estaba persiguiendo a unos cantantes a un par de calles de la estación, cuando vio a Soobin y Yeonjun bajarse de la patrulla, ignoró por completo el auto remolcado. A la mañana siguiente, enseñaban en primera plana una imagen de ellos hablando con el oficial, en un ángulo estratégico, como si ellos estuvieran muy decepcionados de ellos. El titular era «El dúo C causan descontrol en Hollywood Hills, ¡la policía les pone un alto!»

Soobin soltó una risa cuando vio el periódico en su mesa, y guardó la copia en su cajón.

Chapter 10: Una fiesta más.

Chapter Text

 

Un par de meses habían transcurrido, arduas semanas de entrevistas y sesiones de fotos. Estaban creando una expectativa sobre cuatro amigos que iban a devorar la ciudad el año que viene, por lo que cada pregunta solía ser sobre su gran amistad y secretos de sus aventuras. Estaban en cada bar, cada restaurante nuevo, fiesta y aperturas. A donde iban, lo convertían en un lugar popular.

Y llegó el cinco de diciembre, su cumpleaños.

Soobin cumplía veintidós, y a comparación de todo el año, era su día más ocupado.

Por la mañana, Hellen estaba allí y le había preparado muffins. Besó su sien y le deseó mucha felicidad en su vida. Se los comió en la sala de estar, mientras observaba a su empleada ordenar las cartas de admiradores le enviaron de cumpleaños. Después de Nueva Orleans, estaba preocupado de que sería menos, pero notó una gran cantidad escritas en idiomas que no reconocía. Su público era más amplio de lo que pensaba.

Su siguiente parada era Estudios Carpem, donde fue recibido con la primera «sorpresa» del día, su camerino estaba decorado con globos y carteles de feliz de cumpleaños y repleto de regalos de sus compañeros de trabajo. Y había un fotógrafo que le tomaba fotos en cada esquina del lugar y al irse, Soobin quedaba completamente solo.

Empezó a abrir caja por caja, pero no por exclusiva curiosidad, muchas de ellas estaban vacías porque eran parte del material de rodaje de otras películas que después iban a recoger para colocarlas en su sitio. Siempre pedía con meses de antelación que los reales fueran colocados en la mesa de su sofá para que reconocerlos fuera más sencillo, pero pocas veces le hacían caso.

De cien cajas, solo diez eran reales. Las separó en el sofá y empezó a apilarlas, se las llevaría a su auto.

—Toc, toc.

Soobin se giró de inmediato cuando escuchó esa voz y el sonido de sus nudillos golpeando la puerta. 

—¿Llegué tarde?

Yeonjun estaba de pie, apoyado del marco de la puerta, su cabello estaba oculto en un gorro de lana y tenía una gabardina gris encima de una camisa informal blanca y pantalones oscuros. En su brazo izquierdo colgaba una bolsa de regalo y en el derecho, rosas de un tono melocotón, claveles y algunos lirios envueltos en un delicado papel azul bebé, y un listón blanco.

Miró la bolsa, y luego las flores, perplejo.

—¿Flores? 

Asintió, y la punta del gorro se movió con él.

 —Es tradición coreana regalar flores en fechas especiales, hoy es tu cumpleaños —caminó un par de pasos para acercarse a él, extendiendo los obsequios hacia su dirección—. Acéptalas rápido, por favor. Creo que esparcieron un perfume raro y quiero estornudar.

—Es una forma muy extraña de ofrecerlas —señala, solo para ver su rostro decaer de la desesperación.

Soobin toma los obsequios entre sus manos, Yeonjun se voltea para estornudar en su brazo. No cree que pueda ser tan malo, y aspira el aroma de ellas, era dulce y se percibía que habían sido regadas unas horas antes, tenían un característico olor húmedo.

—Feliz cumpleaños, Choi S. —pronuncia, después de recuperarse.

—Gracias, Yeonjun.

Soobin colocó la bolsa de regalo con delicadeza junto con la pila que había estado armando, pensando en cuantos viajes tenía que hacer para llevarlos.

—¿Todos estos son tus regalos? —Yeonjun empezó a caminar por el lugar y señaló todo el alrededor.

Sacude su cabeza.

—Solo estos —señala el sofá y por unos instantes, había un brillo triste en la mirada del mayor—. ¿Por qué viniste aquí? ¿No estarás en la fiesta esta noche?

—Estaré allí, solo que...—se giró hacia él y se encogió de hombros— Quise traer tu regalo primero. 

Soobin siente sus comisuras contraerse y permite que sus labios embocen una sonrisa.

—Gracias por venir —y señaló la pila de regalos en el sofá—. Ahora vas a ayudarme con esto.

Yeonjun soltó un exagerado suspiro.

—Sabes, yo creo que, yo...—miró su manga para buscar su reloj, y no tenía ninguno.

Lo miró con diversión, hasta que se rindió.

—Mierda, está bien.

Entre ambos se distribuyeron recogieron las cajas, Yeonjun tenía más para que Soobin pudiera sostener las flores con un solo brazo. Fue una buena excusa para no hacer tanto trabajo. 

Era un día soleado, pero el clima estaba fresco. El invierno había empezado y Soobin adoraba el frío, al menos lo que la ciudad podía ofrecerle. Los Ángeles rara vez tenía un clima diferente a sol y muy poca lluvia. El carrito de golf se estacionó delante de ellos y tomaron asiento atrás, con los regalos en el regazo.

—Yo quiero esto —estaba impresionado por el transporte que tenían—. Me compraré un monopatín y así me moveré en Halleys.

—Va a ser muy estrella de tu parte.

—Encaja perfectamente conmigo.

Sacude su cabeza, nunca terminará de entender porque es así. Estaban a pocos metros de llegar a la entrada y Christopher se encontraba cerca, hablando con un Staff.

Soobin miró a otro lado por instinto, y notó que Yeonjun también giró su cabeza.

—¿No te agrada tu manager?

No es una pregunta sencilla de responder.

Hace algunos años, sería un afirmativo definitivo. Lo sacó de Chicago, encontró la cúspide de su carrera y recuperó parte del dinero que sus padres adoptivos le quitaron. Ahí era su salvador, casi como su Dios.

Un año después, le hizo dudar si valió la pena, cuando le mostró otra cara que no era el de alguien mágico que abría puertas a otro mundo.

Y un tiempo hacia la actualidad, lo tolera. Los dos se necesitaban mutuamente. Soobin quería trabajo. Y Christopher las conexiones que hacía cada vez que lo mandaba a un set de rodaje. 

—Prefiero verlo en los días de paga. 

—Pienso lo mismo cuando veo al mío. —confiesa Yeonjun.

Soobin alza una ceja en su dirección.

—¿No eres tu propio manager?

Asiente.

—No todos los días quiero estar conmigo. —admite y Soobin lo empuja suavemente con el hombro— Puedo ser un jefe exigente.

—Y exasperante. Me lo puedo imaginar.

Yeonjun le devolvió el empujón, y no es desagradable. Es un momento donde se percata que se ha sentido más relajado que nunca, desde que él llegó.

Lástima que esa calma no le duró demasiado, en el mediodía tenía que ir a Robbers y almorzar con Grace. Todo para ser fotografiado, por lo que no podría pedir lo que desearía comer para que las fotos fueran limpias y orgánicas. La ropa que usaba tampoco le apetecía llevarla en su cumpleaños; un polo color gris que combinaría con el vestido plateado que usaría ella. Idea del Estudio, nadie quería estar en plenas una de la tarde luciendo tan metálico.

Últimamente estaban vendiendo sus encuentros como algo más serio, consecuencia de que Sage ya no quiera continuar viéndose con Yeonjun. Los cuatro seguían saliendo con frecuencia, y el público hacía sus apuestas sobre cual terminarían en algo formal. El plan original argumentar que la amistad creció más que el amor, y ahora Halleys les pidió darse una oportunidad, para no decepcionar a los reporteros ahora que Soobin y Grace eran populares.

—Podríamos intentarlo —Grace le comenta después de ordenar, su mano buscando la suya cuando los botones de las cámaras empezaron a sonar—. Cinco meses. Empezaré una película romántica en primavera y me vendría bien que vieran ese lado de mí, no solo en la pantalla grande si no afuera.

Su plan era lógico, las relaciones planificadas no solo vendían al actor como un conquistador o la pareja protagonista, el tipo personaje que encarnaría también jugaba un papel en cómo se mostraban frente a las cámaras. Si era un romance candente, los verían en bares, cerca de hoteles, muy acaramelados en todos lados. Cuando eran más puros, como en su caso, estaban en restaurantes, sitios para bailar, caminatas en las calles. 

—Y podría ser real —pronuncia con cierta timidez—. Es decir, si tú quieres. 

La pregunta verdadera es si le convenía. 

—¿Tú quieres que sea así? —preguntó, en cambio.

Sus mejillas se encendieron, ella tenía pecas en su rostro y se marcaban cuando estaba apenada.

—No lo quieres, ¿cierto? —parpadeó con esa pregunta y ella río—. Llevamos meses en citas y nunca te he notado ni un poquito de interés en mí. No perdía nada ofreciendo la idea, ¿no? 

Sacudió su cabeza.

—No es mala idea, no me malentiendas —rascó su nuca—. Creo que eres preciosa y que haríamos una buena pareja. He pensado en eso, en nosotros juntos, sería algo dulce.

—¿Pero? —claro, había un pero.

—Pienso más en eso como un titular de una noticia, más que en algo personal —era lo que Grace imaginó que pensaba, podía ver que no se sorprendió—. Y tenía la sospecha de que le interesas a Daniel.

—Yo también lo pensé, varias veces. Pero, sé que no es así —confiesa, tomando un sorbo de agua y Soobin se sintió aliviado por esa negativa—. Y Sage me dijo algo extraño.

La conversación se interrumpe de forma breve, la comida había llegado y se esforzó en no mostrar una mueca decepcionada. Él quería una hamburguesa, pero ahora comía una ensalada cesar. Esas fotos más les vale ser fantásticas.

—¿Qué dijo Sage? —preguntó, llevándose un trozo de pan a la boca.

—Ella cree que algo pasa entre ustedes.

Por un momento dejó de respirar, el pan no se deslizó correctamente por su garganta. Grace reaccionó rápido en palmear su espalda y pasarle una servilleta para que pudiera escupir.

—¡Lo siento, lo siento! —estaba asustada, sus ojos estaban muy abiertos.

Soobin se tomó un momento para recuperarse, esa reacción se había captado en una cámara, lo sabía. Ojalá nadie escriba un artículo sobre que despreció la comida.

—No estoy entendiendo muy bien —pronunció cuando pudo volver a hablar, su voz sonaba más ronca—. ¿Por qué ella piensa eso?

Grace se encogió de hombros.

—Me dijo que los vio hablando muy juntos en un estacionamiento y empezó a sospechar. Le dije que estaba loca, pero lo estuve pensando mucho estos días —debería estar prohibido que ella piense, Soobin aprieta sus labios cuando eso se le pasa por la mente—. Creía que Daniel me veía a mí, cuando estamos cerca, le atrapo la mirada. Pero, puede ser que te mire a ti.

Colocó el tenedor aún lado del plato, su mano empezaba a temblar y hacia lo posible para no parecer nervioso.

—Tal vez hay una confusión —sacude ligeramente su cabeza—. No podemos decir esas cosas por aquí, sabes lo que les hacen a las personas con esos rumores.

—Lo sé, le hice prometer que ya no repitiera esas tonterías —Grace asegura y eso alivia un poco la tensión de su pecho—. Solo... Quería saber si son tonterías para ti.

El tono con el que finaliza esa frase, le hace saber que no mencionó eso de casualidad. Su mentón bajó con ligereza y su mirada era ansiosa, esperaba algo específico de él, todo aquello era intencional. Al principio se le hizo un poco extraño, y luego empezó a sentirse en pánico.

Entonces, le da lo que busca.

—Totalmente lo son —responde con seguridad—. Sage solo está molesta porque Daniel está interesado en una amiga mía, no me dejo llevar por chismes de celos.

Grace está complacida con su respuesta.

—Tienes razón, creo que ella es muy mala —asiente la cabeza para reafirmar sus palabras—. Daniel es muy buen chico, no merece algo así.

Soobin entrelaza sus dedos con los de ella y le da un apretón.

—Suficiente de Daniel —protestó—. Hablemos de nosotros.

 

 

La fiesta de cumpleaños de Soobin fue organizada en la Mansión del jefe de Estudios Carpem, una propiedad gigantesca con una casa de dos pisos adicional para visitas, ahí se realizó el evento. La temática era de la realeza para celebrar una película sobre príncipes que saldría en unas semanas, Soobin usaba una banda que decía cumpleañero encima de su traje celeste y una corona plateada y ajustada en su cabello, podía hacer todo tipo de movimientos bruscos y no iba a moverse.

Los invitados eran en su mayoría ejecutivos de Carpem e inversores interesados, actores establecidos y quienes buscaban encontrar un contacto allí. Realmente solo conocía a un grupo muy pequeño de personas, como Sue en un vestido lila, Grace en un corte princesa rosa y Violet en uno azul con corset de copa de corazón. Soobin se burló diciéndole que opacaba a su presunta novia y ella dijo que era intencional.

Recorrió el espacio y saludó a todas las personas, algunos les desearon feliz cumpleaños y otros no tenían idea de que era su fiesta. Se encontró a Odette en la cocina cuando buscó un trago, estaba vestida de beige y tenía una diadema pequeña con diamantes brillantes que le daban un aspecto de tiara.

—Feliz cumpleaños —acercó su copa con la de él, ella bebía champaña, brindaron—. Por ti.

Tomó un largo sorbo sin respirar del vino de uvas, luego notó que era su día especial y no importaba si tomaba de una copa elegante o no. Agarró la botella y bebió desde la boquilla.

—Wow, hoy no vas a guardarte nada.

—Me siento raro. —confesó, después de tomar dos sorbos más.

Odette se acercó más a él, observando a las personas a su alrededor y asegurándose que nadie estuviera muy al tanto de ellos.

—¿Quieres contarme? 

Soobin sacudió su cabeza, cerrando brevemente sus ojos.

—No sé qué me pasa —suspira y luego levanta la botella en sus manos—. Pero; me sentiré mejor. Ya lo verás.

Odette no lo miró muy segura de ello, pero tampoco protestó. Se quedó a su lado viéndolo tomar otra botella en sus brazos y alejarse de allí, preguntándose qué está pasando por su cabeza.

Él no está pensando en nada. No voluntariamente.

Desde el almuerzo con Grace, lleva dando muchas vueltas entre todos los momentos que ha pasado con Yeonjun. Cada conversación, cita o simple momento donde han estado juntos. Trata de verse allí, como Sage, como alguien que no veía el asunto de manera tan ingenua. Y lo puede ver.

Y lo asusta.

Le asusta que sea real, que todos sus acercamientos vinieran con otra intención, que conseguir una película juntos fuera una excusa para estar en el mismo lugar con él, que la idea de tener una amistad además de conveniente, también era un camino para meterse en su cabeza. Todo encaja de una manera espeluznante y está enojado consigo mismo por no darse cuenta, que lo había atrapado otra vez.

Al menos pudo notarlo está vez, puede detenerlo a tiempo.

Y se ríe, los invitados lanzan miradas asustadas a él, pero no deja de carcajear, porque es más fácil verle el lado gracioso que sentir el dolor de la traición. Es hilarante lo estúpido que es.

Violet le toma de los hombros y lo sacude.

—¿Qué te sucede? —sus manos le tocaron las mejillas— ¿Por qué estás llorando?

Se tocó su propia cara con dificultad, el alcohol comenzaba a hacer efecto y sus manos temblaban. Tenía razón, tenía la piel empapada.

Le tomó la mano y lo arrastró al baño, a nadie le importaba si ellos se encerraban en un sitio solos, ya estaban acostumbrados a su estrecha amistad y que siempre estuvieran encima del otro. Violet lo ayuda a sentarse en el inodoro y Soobin se cubre el rostro.

—¿Qué está pasando?

Se enjuaga las lágrimas con el brazo y la mira, muy pocas veces la había visto tan preocupada, tenía toda la cara fruncida.

—Creo...—¿cómo podía decirlo? —... Sage dice que algo podría estar pasado entre Daniel y yo.

Violet se mantiene en silencio por un momento.

—Es falso, ¿verdad?

Soobin asiente.

—Es falso para mí —estaba arrastrando las palabras —. Pero no se sí es falso para él.

Mira hacia el suelo, la cerámica del baño era marrón con lineas claras, luego fue tapado por mucha tela azul. Violet tomó asiento en el suelo para verlo.

—¿Eso te afectó? —asintió— ¿Crees que estaba intentando algo contigo?

—Quiero pensar que no —aseguró—. Pero, no hay nada que me haga creer lo contrario. Estaba confiando en él, conozco su nombre real y lo llamó así. Estaba empezando a verlo como un amigo. 

Violet toma sus manos y acaricia su muñeca.

—¿Ha intentado algo? —sacudió su cabeza— ¿Te incomodó? ¿Dijo algo que fuera preocupante?

Sacudió su cabeza.

—Dijo que podía ser sincero con él y que era mi amigo.

—Puede ser cierto —Violet admite—. No confío en él, pero no creo que sea mala persona. Tal vez si está siendo un buen amigo, queriendo algo más o no.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

Se encoge de hombros.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no lo crees? —levanta sus manos como si fuera obvio—. Si era algo carnal, se habría rendido hace mucho. Creo que te ve como un amigo, podría también no ser nada de lo que creemos.

Soobin no responde, estaba sintiéndose mareado y sentía más calor que de costumbre. Violet notó el cambio de expresión, de perturbación a cerrar los ojos y apretar los párpados.

—Salgamos de aquí, la fiesta terminó para ti.

Y debía estar muy ebrio para ese punto, porque no le fue difícil tomar su mano y arrastrarlo afuera del baño, tropezaba con sus propios pies y debía sostenerse de las paredes para no perder el equilibrio.

Estaban a punto de llegar a la entrada, y fue como tener un deja vú.

Las escaleras eran blancas en aquella ocasión, Christopher ahora tenía un traje beige con detalles rojos y una corona negra con puntas finas, y Yeonjun usaba un traje azul oscuro, con una corona dorada que lucía como una extensión de su cabello, como si su cabeza fuera naturalmente así.

El agarre de Violet no fue tan fuerte como el impulso que tuvo en ese momento, fue como si no hubiera tomado tres botellas de vino blanco y unas copas de Whiskey. Como si el mundo dejó de dar vueltas y le mostraba un camino fijo, uno que sus pies siguieron por cuenta propia.

Aunque estaba enfadado con Yeonjun, no iba a permitirle estar solo con alguien como Christopher. No sabiendo lo sabe. No sabiendo lo que es capaz de hacer.

Tropieza, tambalea y toca el suelo un par de veces, pero tiene todas las extremidades adormecidas y no es capaz de sentir nada más que miedo. Esta vez, la puerta estaba cerrada, pero pateó y golpeó con todas sus fuerzas.

—¡No! ¡No! ¡No!

Siente como es empujado hacia adelante, se había apegado tanto a la puerta que al ser abierta se fue inevitablemente hacia adelante. 

—¿Stev? 

Unos brazos toman sus hombros y le ayudan a estabilizarse, Yeonjun lo observaba alarmado. Y Soobin le asusta tanto que lo detesta.

Lo detesta tanto que tomó sus manos, eran tan suaves y lo empujó de manera torpe atrás suyo, solo lo consiguió porque lo tomó desprevenido. Christopher estaba sentado en la cama mirándolos de manera aburrida.

—Hola, Steve, ¿cómo te lo estás pasando hoy? —preguntó se forma tranquila.

—Tú —lo señaló con el dedo—, no hables con él —señaló a Yeonjun—. Yo estoy aquí, no lo busques a él.

—¿Estás bien...? —Yeonjun trata de estar a su lado, pero Soobin continúa empujándolo hacia atrás.

—¡Yo estoy aquí! —dio fuertes pisadas. — ¡Yo! Él no. Él no debe estar aquí. No. No. No.

Y sacudía su cabeza de manera frenética, tan rápido que empezó a marearse y de un momento a otro estaba vomitando en el suelo.

Christopher finalmente se incorporó y tomó su brazo, apretándolo tan fuerte que chilló.

—Suficiente de esto. Ya sé que estás aquí —tenía un tono divertido, como si toda la situación lo fuera—. Y es mejor que te lleve a casa, eres todo un desastre.

Intentó empujarlo, pero Yeonjun se interpuso entre los dos, tomando el brazo restante de él, de manera gentil pero firme.

—Yo lo llevaré.

Christopher alzó una de sus cejas.

—Es mejor que yo me encargue; soy su manager —le recordó—. Mi trabajo es hacer que no cause problemas.

Trató de empujarlo de nuevo, pero Yeonjun no se lo permitió.

—Soy su amigo —dijo en un tono firme y entrecerrando los ojos hacia él—. Y voy a hacerlo yo. Él no quiere ir contigo.

Eso lo hizo reír.

—No tienes idea de la clase de cosas que quiere hacer conmigo. —y le guiñó un ojo.

Soobin vomitó más y eso hizo que lo soltara, pero fue una oportunidad para que Yeonjun atrapara sus dos brazos y lo sacara de allí.

Christopher los siguió de inmediato, caminado a pasos largos por el pasillo. Soobin finalmente se desmayó y Yeonjun no podía caminar tan rápido por su peso.

—Deberías dejar que yo...

—¡Yo te ayudo! —Violet tomó la mano de Soobin, hablaba entre jadeos, había estado corriendo.

—¡Yo voy también con ustedes! —Odette también apareció detrás de Violet, igual de agitada.

Christopher se quedó paralizado, cada chica se posicionó al lado de ellos.

—¿Todos ustedes quieren llevarlo a casa? —agitaron rápidamente sus cabezas y él bufó— Cómo quieran, suerte sacando el vómito de sus autos.

Caminó lejos de ellos, no sin antes golpear el hombro de Yeonjun con el suyo, y mirarlo de una manera que solo puedes identificar como «vas a pagar por esto». Pero, no podía importarle menos. Rodeó el pecho de Soobin con sus brazos y empezó a arrastrarlo fuera de allí. Violet y Odette le ayudaban con las piernas. 

Por suerte, al llegar a planta baja, el personal de seguridad se acercó a ayudar, cargando a Soobin hasta el auto de Yeonjun, y lo dejó sobre el asiento trasero, con la cabeza cerca del extremo por si vomitaba más. 

Violet lo tomó del brazo antes de subirse al vehículo.

—No sé qué intenciones tienes con él —su mirada era fuerte y demandante—. Pero llévalo a un hotel, o a tu casa. No lo dejes en la suya, no solo.

—Está bien —asintió con su cabeza—. No lo dejaré solo.

Le permitió irse después de decir aquello, arrancando el motor tan pronto entró en el vehículo y lo puso en marcha. Estaban lejos de West Hollywood, pero cerca de Santa Monica y es a donde se dirigía. 

Cuando dobló hacia una calle, Soobin cae del asiento en un golpe fuerte y suelta un quejido igual de ruidoso.

Este idiota tomó hasta el agua de florero, pensó y lo miró dormir plácidamente en la alfombra del carro, y aun así me protegió.

 

Chapter 11: Nighthawk

Chapter Text

 

Yeonjun creció con la cabeza metida en su bloc de dibujos, en los libros de artes, y en los museos. Podría vivir entre los marcos de una pintura, si eso le garantizaba estar en paz

Para él, Hollywood era como Nighthawk de Edward Hopper. Un sencillo cuadro con personas comiendo en un restaurante, pero la perspectiva era desde la calle. Podías verlos desde lejos, era lo único que iluminaba aquella noche, sentías deseos de estar ahí. Y luego veías de cerca y todo eran igual de miserables que tú.

Recuerda que la primera vez que la vio, estaba con su padre visitando una galería de arte. Quedó impactado y lo señaló con un dedo

Es así, papá —habló en coreano y en un tono bajo, no muchas personas les agradaba escucharlos—. Así se siente.

Él miró la pintura por un largo minuto y ladeó su cabeza, en aquellos tiempos su cabello no era tan canoso y la cicatriz en su mejilla estaba más marcada, con un profundo corte que le llegaba al mentón.

¿Así se siente ser famoso? 

Sí.

No lo entiendo, hijo —Yeonjun rio por su tono confundido—. Creo que eres un poco pretencioso 

Cuando tuviste que escapar de tu país a tan poca edad, y ser forzado a encajar en otro lugar donde no parecen quererte mucho, ser algo pretencioso no es un gran problema. En realidad, ama ser la epitome de ello.

No le gustaba actuar, su pasión era ganar dinero. Era feliz enviando ese dinero a su familia, y no le va nada mal fingir que no tiene nada de qué preocuparse. En realidad, no lo tiene, se adaptó rápido a los negocios, y aprendió a leer a las personas y ser selectivo antes de lanzar el anzuelo.

En el mapa mental que tenía de la industria, encontró todo tipo de caminos secretos y catapultas para llegar a su objetivo. No había sido fácil, abrirse camino desde los negocios era tan complicado desde el lado artístico, y las personas no estaban dispuestas a relacionarse con personas que no eran como ellos. Aprendió rápido, que si le mostrabas más dinero a alguien con que lo tiene de sobra; lo tomaría.

Como les encanta ganar más dinero a los ricos. 

Sin embargo, Estudios Carpem se había mantenido como un misterio. Escuchó toda clase de rumores, uno peor que el anterior, pero nada que les abriera un camino a ellos.

Los observó a la distancia, en busca del eslabón más débil, pero más voraz de ambición, y fue fácil identificar a Christopher como el candidato perfecto:  Completamente frustrado y subestimado, con hambre de reconocimiento.

Y esperó, y esperó la oportunidad de sostenerle el brazo antes de que cayera. No le tomó mucho tiempo encontrar la forma de meterse en su camino, estudió a sus clientes y se dio cuenta que Steve era parte de ellos. Ya lo conocía desde él mismo entró a la escena actoral, todos los comparaban, y cree que eso no le hacía mucha gracia. Se había visto en premiaciones y eventos, y notaba como lo evitaba.

Steve era hermoso. Incluso para él, que nunca se fijaba en detalle en el aspecto de un hombre, podía reconocer su belleza. Tenía un aire varonil y angelical, y todos sus rasgos eran una combinación no te lo imaginarías juntos, pero debían suceder en algún momento. Tan alto, delgado, y se presentaban de una manera serena y encantadora. Si ambos estuvieran en Seúl, nadie se compararía con él, las personas desearían nacer así.

En aquellos momentos, sus trabajos no eran tan buenos. Yeonjun miró todas y cada una de sus películas, estudió el desempeño en taquilla y encontró el momento ideal para ofrecerle un proyecto. 

Fue estrategia pedírselo a Christopher y no a él, directamente. Steve podría rechazarlo sin importar cuánto dinero le ofreciese, pero su manager no. Cuando le mencionó todas las puertas que podría abrirle solo con decirle que sí, no dudó en aceptar. 

Todo ocurrió en cuestión de meses, Steve aceptó, la película empezó a rodarse y Yeonjun no logró su cometido. Nadie de Carpem quiso involucrarse en la producción, Christopher solo le dio a Steve y la mejor puerta que tenía se cerró, era como si solo le arrojó la mejor presa que tenía y allí entendió algo.

Christopher no tiene nada de poder.

No perdió de vista su deseo de acercarse al jefe de Estudios Carpem, pero se resignó a seguir con lo que estaba ocurriendo. Una película media a flote y el tener que promocionarla, lo más lógico era venderse como equipo con Steve.

El problema fue cuando lo comenzó a ver como un amigo de verdad, el día de su cumpleaños, cuando le dijo «feliz cumpleaños yeonjun» con una voz torpe y mirándole con esos cálidos ojos negros, y empezó a sentir culpa por cómo se había acercado en un primer lugar.

Cuando Steve le pidió en aquel estacionamiento fingir una relación con Odette, Yeonjun encontró el atajo perfecto para volver a poner su plan a flote, y redimirse de alguna manera.

—Sentémonos por allí. —señaló un espacio cerca de la piscina y ella asintió.

Su madre le sugirió crear un espacio cómodo afuera, para las visitas. Ella lo ayudó a escoger todo, desde los sillones blancos unidos para formar una C, la mesa de roble modificada en medio destinada a fogatas y la gran carpa que los protegía del sol. Recuerda que estuvieron horas mirando telas porque ella quería la perfecta, y Yeonjun solo se encargó de hacerlo posible.

Sin embargo, cuando finalmente estuvo terminado, había adoptado un nivel de fama difícil de manejar, por lo que era complicado que sus padres lo visitaran sin sufrir un poco de eso. Al menos, su madre llegó a verlo terminado, y le sugirió usarlo para visitas. 

 Y él nunca lleva a nadie allí.

A excepción de ese día, claro, con Odette tomando asiento en el sofá y abrazándose a uno de los cojines, y Steve en el auto asegurándose de que nadie lo vea. 

Encendió un cigarro y lo sostuvo entre sus dedos.

—Tu casa es muy bonita —ella comienza, soltando un ligero suspiro al observar alrededor—. Siempre he querido algo similar, hogareño.

—Mi padre la escogió para mí —respondió luego de dar un par de caladas—. Debería decirle que te ayude, no tengo su toque.

Eso la complace, puede percibirlo por como sonríe. Las personas les gustan cuando menciona a sus padres.

—Me encantaría —se inclina un poco hacia él, tirando su cabello hacia atrás para revelar sus hombros—. ¿Por dónde debemos comenzar?

Yeonjun la mira por un momento, y luego endereza su postura.

—No quieres hacer esto, ¿cierto?

Odette parpadea, perpleja.

—¿De qué hablas...?

—Conozco tu secreto —la mujer era pálida, pero alcanzó otros tonos más blancos en ese momento—. Tu novia, Alisa, trabajamos juntos en una película. Ella confía en mí. No se lo he dicho a nadie.

Odette se lanza hacia atrás, emitiendo una maldición en forma de susurro. Se lleva las manos a la boca y puede verla mordiéndose las uñas.

—No me tranquiliza que lo sepas —su voz había cambiado, ahora sonaba más natural—. Si lo estás mencionado, es porque vas a pedirme algo y yo tengo que aceptar porque lo sabes.

—Sí, y no —responde con la misma calma—. Quiero pedirte algo, porque es lo justo: tú quieres algo de mí, y yo quiero algo de ti. Pero, no tiene nada que ver con que yo sepa lo que eres. Si no lo utilicé cuando lo supe, menos me conviene ahora, ¿no crees?

Asiente, su cabello era mucho más rubio bajo el sol, como un amarillo pálido y el viento lo revolvía en su rostro, se lo colocó detrás de la oreja.

—Tienes razón —reconoce y luego lo mira de reojo—. Ya sabes lo que quiero, ¿qué estás buscando tú?

—Sé que quieres una relación conmigo, y sé que necesariamente no soy tu tipo —aclara—. Así que creo que tampoco tengo demasiada información.

Y lo que soltó tampoco le sorprendió, de hecho, se lo esperaba. Christopher era una marioneta más de sus jefes creyéndose un mártir, así que debía utilizar sus mejores recursos: los clientes.

—Entonces, quiere programarme una boda con el presidente para ser ascendido como director general —suspiró—. Y si me caso con él, me dará un contrato en Estudios Carpem y esa sería mi liberación.

—¿No estás bajo su control? 

Ella sacudió su cabeza.

—Mi contrato fue solo con Christopher —explicó—. Él me descubrió y me dio la oportunidad. 

—¿Todos son iguales? —preguntó—. ¿Steve tiene el mismo tipo de contrato?

Tomó varios segundos para pensar en ello, no parecía segura de cómo responder

—Tenía la sospecha, pero Steve no le toca lo mismo que a los demás —admite y es ahí cuando la escucha con más atención—. Christopher está obsesionado con él porque no está bajo su completo control. A veces siento que hizo a Steve como...

—¿Su mascota?

—Algo así —y lo acompaña con un suspiro—. No puedo decir mucho al respecto, tengo mis sospechas, pero creo que decirlo en voz alta lo haría real —se estremeció—. ¿Estás entendiendo?

—Creo que sí.

—De acuerdo —parecía aliviada de no tener que hablar más—. Adoro a Steve, confíe en él al instante. Se ofreció a casarse conmigo para que yo pueda salir de Carpem. No lo dudó, y eso lo valoro. 

Sus labios se fruncieron, como si intentara reprimirse a sí misma de continuar.

—Quisiera haberle dicho que sí —confiesa con un tono tímido y Yeonjun no sabe porque eso lo molesta—. Si eso significara la libertad de los dos. Pero, debo hacerlo sola, y eso me pesa.

—¿Solo puedes ser tú quien salga?

—Eso creo —dice dudosa—. No sé cuánto dura el contrato de Steve.

Yeonjun lo piensa por un instante y luego arroja el cigarro en un cenicero que estaba adherido a la mesa, ahora apoyándose la mejilla de la mano.

—No puedo casarme contigo.

Odette suspira.

—Lo entiendo.

—Es decir, no porque no quiera ayudarte —se apresura a añadir—. Voy a ayudarte, pero no puedo darte eso. Nos comprometeremos y encontraremos la manera de sacarte de allí.

Ella asiente, y se abraza a sí misma, hacia algo de frío en aquella mañana y no fue buena idea usar un vestido tan descubierto.

—¿Puedo preguntar por qué?

Yeonjun asiente.

—El matrimonio es más sagrado para mí —confiesa—. Mis padres quieren que esté con alguien que de verdad ame, y el divorcio no es una opción. Eso mataría a mi madre, cree que deshonraría a la familia. 

—Mis padres también piensan lo mismo —ella admite—. Son cristianos. Me enviarían a Raddle si lo supieran.

Raddle era un centro rehabilitación popular y discreto en Easton, conocido por su excelente tratamiento en contra de las adicciones de sustancias... y por curar la Homosexualidad.

—Tengo una idea.

Odette alza una ceja hacia su dirección.

—Te escucho.

—Voy a abrir una empresa de representación artística el año que viene, tengo todo casi listo —empieza—. Consigue que yo pueda hablar con el presidente de Carpem, lo convenceré de que nos asociemos. Firmaremos un contrato de un año sin renovación, y haré que muevan a Steve y a ti a mi control. Cuando termine el plazo, ustedes podrán hacer lo que quieran.

—¿Crees que eso pueda funcionar? —él asiente— Es arriesgado, estas personas trabajan con los mejores abogados del país. Será complicado que no noten tu plan.

—Tengo cubierto eso —afirma—. Tengo asociados con la MGM, y Wanner. No habrá duda de mi credibilidad, él pensará que soy estúpido y usará la asociación para expandirse a ellos. Cuando consiga acercarse a esas personas, no dudarán en sacarme del juego. Para ese momento, ustedes serán libres y yo habré conseguido mi empresa.

—Eso tiene más sentido —reconoce y se rasca la nuca—. Pero tienes a Christopher en medio, y él no dejará que le quites a Steve tan fácil.

Steve es lo más fuerte que tiene, aunque lo haga parecer insignificante. Yeonjun puede admitirlo, él sería un actor mucho más reconocido si Christopher no insistiera en mantenerlo bajo su ala. Y ese era el gran obstáculo.

—Aquí es cuando haces tú parte —explica—. Consígueme algo de Christopher. Algo que valga más que Steve.

Por el resto de los meses, Odette le ha pasado algunos nombres y números. Yeonjun ha intentado ser cuidadoso al reunirse con algunas personas, no muchos estaban dispuestos a hablar sin una buena cantidad de dinero de por medio, y sabe que otros han filtrado mentiras con verdades. 

Descubrió que Christopher venía de una acomodada familia en Meryland, que había servido en la Segunda Guerra Mundial y fue removido después de seis meses de servicio, y los motivos son un secreto a voces. Su tío, el jefe de relaciones públicas en la MGM le consiguió un puesto en Carpem, y ahora buscaba ascender como él, pero nadie le daría la oportunidad. Saben lo que hizo, y Yeonjun no ha encontrado a nadie que se atreva a contárselo. Ha preguntado por Steve, y todos les responden lo mismo: 

«No es buena idea que lo dejes solo con Christopher»

También, que el dinero no compra el silencio y la discreción de nadie. 

No estuvo para nada sorprendido cuando Christopher le pidió hablar en el cumpleaños de Steve.

—¿Qué estás intentando hacer? —preguntó una vez estaban en la soledad de esa habitación.

—¿Intentando qué? —preguntó de vuelta, actuando con naturalidad.

—No me agradas —Christopher escupió—. ¿Creíste que no lo sabría? Tengo ojos en toda la ciudad.

—Creo que estás equivocándote —respondió en un tono tranquilo—. Yo solo vine a divertirme, no sé porque me estás diciendo estas cosas.

—Tú...—se acercó con su dedo apuntándolo, unos fuertes golpes lo interrumpieron.

Y luego gritos, y él reconocía esa voz. Y lo insultó mentalmente por ser tan imprudente.

—¿Yo? —fingió no escuchar nada, pero sus ojos se apretaban ante cada suplica. Odió escucharlo así, su corazón da un fuerte salto.

Christopher empujó con su hombro con un dedo, y se acercó a abrir la puerta. La habitación estaba en silencio, la música de la fiesta apenas se filtraba por las ventanas. Él pudo escucharlo, y sabe que fue intencional.

—Te enseñaré tu lugar.

 

 

Esa mañana, se encontraba sentado frente a su fogata apagada, tomando su café matutino y observando el humo de la noche anterior escabullirse de las cenizas. Pronto sería mediodía y se sentía agotado más que de costumbre, tenía que ir a una sesión de fotos en la tarde y no lograba recobrar todas sus energías.

La razón de su cansancio, caminaba completamente desorientado por su sala. Podía verlo desde allí, tenía unos paneles de vidrio desde el techo hasta el suelo, y una puerta corrediza del mismo estilo. Se tropezó con uno de sus muebles y mantuvo sus manos abiertas a la distancia, como si eso iba a impedir algún desastre.

Yeonjun lo observó mientras tomaba los últimos sorbos en su taza. Steve aún usaba la ropa anterior, con la camisa interior arrugada y los pantalones enrollados. No se atrevió a moverlo demasiado, solo le quitó el cinturón y la chaqueta estaba manchada de vomito. Intentó que tomara un baño, pero apenas lo dejó sobre su cama se quedó completamente dormido y no tuvo valor para despertarlo. 

 Cuando Steve dormía, sus labios se juntaban y marcaban su forma natural de puchero. A veces, sus comisuras se contraían y los hoyuelos se hundían en su piel. Y ciertamente no sabe que hacer con esa información.

En algún punto, Steve nota los ventanales y que Yeonjun estaba afuera. Arrastra los pies por la cerámica y lo observa saltar ligeramente cuando sus pies descalzos tocan el cemento que cubría el suelo, como si no notara que este recibía la luz directa del sol. Es todo un espectáculo.

—¿Dormí mucho? 

Otra cosa que descubría en menos de veinticuatro horas: su voz era mucho más ronca al despertar, y tenía los ojos inflamados. Estrujó una de sus manos en los párpados antes de tomar asiento en uno de los sofás.

—Despertaste más temprano de lo que pensé —admite Yeonjun—. Son las once.

Steve revuelve ahora su cabello.

—Es tarde —hace una mueca—. Debo volver a casa.

—Come algo antes de irte —se gira a mirarlo, como si no entendiera lo que acababa de pronunciar—. Vomitaste mucho anoche —le recuerda—. Y yo hice el desayuno, sírvete lo que quieras.

Ladea su cabeza y lo observa.

Yeonjun no le gusta cuando lo mira.

Steve tenía una mirada rara; bajaba levemente sus párpados cuando quería ser intenso y lo conseguía, era como tener la punta de un revolver en su frente, esperando por su reacción. Yeonjun sentía presión de no fallar, así que lo evitaba.

En el fondo, muy en el fondo, se sentía seguro cuando se encontraba con esos ojos oscuros. Y es una clase de comodidad que no es capaz de soportar, una que lo hacía sentir nervioso, porque era difícil no dejarse llevar.

—¿Puedo preguntarte algo?

Entonces, pronuncia eso de una forma muy suave, tiene los primeros botones desabrochados y cuando se inclina hacia él, puede notar que la piel de su pecho es más pálida. 

—Pregunta. —respondió, girando la mirada hacia la fogata, ya no salía humo de ella.

—¿Crees...—titubeó— crees... crees que soy guapo?

Yeonjun lo mira con el ceño fruncido.

—Lo eres. 

Claro que lo era, cada movimiento y cada expresión tenía un encanto natural. Decir que Steve no era guapo era mentirse de forma descarada.

Lo vio abrir ampliamente sus ojos.

—¿Y... —su voz demostraba nerviosismo— crees que soy lindo?

 —Sí lo eres. 

—¿Y.… te gusta como soy?

Tal vez más de lo que quisiera admitir.

—Sí —responde con calma—, ¿por qué no?

Steve miró hacia otro lado, y él no entiende porque debe subirle la autoestima a tan temprano en la mañana. Tal vez había bebido demasiado y necesitaba sentirse un humano deseado otra vez.

—¿Y... —¿ahora que quería saber? — te gusto?

Se paraliza por unos instantes, y agradeció que no estuviera mirándole. 

Yeonjun se encoge de hombros.

—Me gustas. 

Steve parece atragantarse por un momento.

—Pero, no sé en qué modo te estás refiriendo —se apresuró a decir—. ¿Qué quieres saber?

—No lo sé.

Su rostro se vuelve hacia el suelo, y Yeonjun se siente aún más perdido.

—De acuerdo —rompe el silencio—. ¿Qué estás pensando?

Steve rasca su nuca, su cabello, no deja de tocarse a sí mismo y jamás había visto a alguien tan inquieto.

—Sage cree que hay algo pasando entre tú y yo —oh, eso explicaba varias cosas—. Es falso para mí.

—¿Y crees que no es falso para mí? —Steve asiente, avergonzado— Es falso para mí también.

Pensó que esa respuesta lo aliviaría, y lo notó en como su rostro se relajó. Y algo en su interior no se sintió del todo bien cuando escogió decir eso.

—Eres tan tonto —suelta un suspiro y Steve lo mira—. ¿No podías preguntarlo directamente? 

Se encoge de hombros.

—¡Te lo pregunté muy bien! No fui directo así no te ofendía.

—Pero —frunció el ceño—, solo buscaste halagos.

—Es decir, si era real, al menos tenía que saber si era por mi apariencia o personalidad —se encogió de hombros—. No creo que seas superficial.

—Eres un idiota —puso sus ojos en blanco—. Si fuese real, sería superficial. A veces no te soporto.

Yeonjun empezó a revolver sus bolsillos, y encontró su cajellita de cigarros.

—Auch —protesta—. Soy realmente genial y un buen partido, te lo pierdes en tu caso hipotético.

Soltó un bufido.

—Tienes mucha confianza en ti mismo —sus dedos temblaron mientras encendía el cigarro—. ¿Debería considerar que quieres darme una oportunidad?

—¡No! —se exaltó—. No es así.

—Auch, supongo —dijo con el filtro entre sus labios—. Soy un gran partido.

—No me malinterpretes, no soy un desviado.

Yeonjun se sacó el cigarro de la boca y lo miró. Asume que su expresión debe ser severa para lo preocupado que, por un momento, lució Steve.

—Me alegro por ti, supongo —expulsó el humo mientras hablaba—. Pero, no te pregunté si eras gay o como tú lo llames. Pregunté si en tu mundo hipotético me vas a dar una oportunidad.

—¿No es lo mismo?

—Son dos cosas muy distintas.

Entornó sus ojos hacia él, Yeonjun casi de inmediato miró a otro lado.

—Esta pregunta es tonta —lo escuchó incorporarse—, no responderé.

—Aún en un mundo hipotético —presionó el cigarro en el cenicero—, soy un gran partido.

Steve lo mira con una expresión que no puede descifrar, pero lo hace arrepentirse de seguir con aquella broma.

—No dejes de soñar, quién sabe si se vuelve realidad. 


Se incorporó de un salto del sofá.


—¿Qué parte de eso puede volverse real?

—Voy a desayunar.

Yeonjun siente como el viento revuelve su cabello, mientras lo observaba dirigirse al interior de la casa.

Chapter 12: Cambio de corazón

Chapter Text

Soobin logró volver a casa después de recuperar su auto, abandonado en el estacionamiento del jefe. Nadie le hizo preguntas, y tampoco se percataron que su vehículo seguía allí.

Se escondió debajo de sus sabanas, dejando salir algunos sonidos de queja. Le dolía la cabeza, la espalda, y su boca estaba seca. Y tenía un sentimiento fuerte de vergüenza, que lo hizo desear desaparecer al menos por una semana del mundo.

¿Yeonjun sintiendo algo por él? ¡Absolutamente ridículo! No se tomó en serio sus preguntas, mucho hizo intentando comunicar las dudas que lo atormentaban y fue recibido de esa manera. Fue estúpido todo lo que hizo la noche anterior; enloquecer por una suposición que carecían de fundamentos.

Hellen apareció por la tarde, y preparó sopa para él, logrando levantarlo de la cama. Si no fuera por ella, todo lo que iba a estar en su estómago sería un emparedado y una aspirina para la resaca.

Además de limpiar, trasladó los regalos a su habitación y preparó su escritorio con diferentes materiales que necesitaría para abrirlos; tijeras, cuters, y una bolsa grande para recoger la basura que después ella se encargaría de sacar. Soobin rara vez los abría por sí mismo, no les causaban emoción alguna por lo triviales que eran.

Hellen inventó un juego para que no sea tan aburrido.

—Este es de...—escuchó su voz y cubrió sus ojos con la palma de su mano— Bob Owens.

—Son medias —respondió inmediatamente.

—¡Y son...—hizo una breve pausa mientras rasgaba un paquete—...medias rojas! Perdiste.

Soobin se levantó, estaba antes recostado mirando al techo.

—¡Adiviné!

—No el color —ella se encogió de hombros—. No puedes darme respuestas a medias.

—Lo haces difícil.

Volvió a lanzarse en la cama, tenía un cobertor azul que le gustaba, y tomó consciencia de cuanto estaba presente ese color; las paredes tenían un tapiz de rayas blancas y azules muy sutil, había un piano de la esquina donde practicaba las escenas musicales, era negro azulado y la alfombra afelpada de su balcón era azul.

—Ahora sigue...—cubrió sus ojos—. Christopher Grant.

—Es una taza…—Hellen le pregunta por el color—. Es blanca.

—¡Correcto! —confirma ella alegremente—. Es la séptima, ya pronto completaremos un juego.

—Estoy sospechando que está regalándome un set de tazas —opina—. ¿Quién sigue?

—No conozco a este hombre, ¿Alan Sullivan?

—Es el nuevo Director de Marketing —aclaró—. Y estoy seguro que es una corbata de rayas.

—¡Correcto! —dice Hellen—. Y tiene un terrible gusto.

Soobin se apoyó de su hombro para mirarla.

—Y eso que no has visto las que usa.

Ya casi estaba terminando de abrirlos, y tomó sorprendida en sus manos una bolsa azul. Supo de inmediato de quién era, por la manera en que empezó a sentirse nervioso.

—No tiene nombre —Hellen sacó de la bolsa una caja de un tono—. Ni etiqueta.

—Se de quien es.

Sus pies tocaron el suelo y caminó a pasos rápidos hacia ella, tomando la caja entre sus manos. Hellen lo miró con una ceja alzada.

—Quiero... abrirlo yo. —se aclaró ligeramente la garganta.

Tomó la tijera y rasgó con cuidado el envoltorio con dedos temblorosos. Apretaba los labios mientras sacaba lo que estaba en su interior, y tenía el corazón acelerado. Hace mucho no estaba emocionado por un regalo.

Era una caja de metal pintada en un tono café como la madera, y tenía detalles en plateado. Le quitó con cuidado la tapa y se encontró con un marco trenzado en las equinas, de color caramelo, el cual protegía a una pintura. Al observarla con atención, se reconoció a sí mismo en ella.

Era como una fotografía, pero en esos años todas eran a blanco y negro. Esa pintura tenía mucho color, el fondo del cielo en tonos amarillentos, las siluetas de las montañas en el fondo eran moradas, el mar estaba construido en tonos azules, blancos, purpuras y rosados, y la arena en un tono avellana oscura. Había una figura, que era la suya, observando al frente, y con el flequillo cubriendo la parte superior de su rostro y tal vez era su propia percepción, pero en él brotaba una luz dorado a pesar de estar ocurriendo las últimas fases del atardecer. Y al final, en una esquina, la firma de la «C»y la «Y» estaban marcadas con tinta.

Sus labios se separaron observando el nivel de detalle. Por la ropa que usaba, eran las últimas filmaciones que hicieron de Unknown. Soobin recuerda dejar de jugar con ellos y se permitió descansar en la arena, un respiro que necesitó después de tantas semanas de intenso rodaje. Ver el mar lo relajó y lo llenó de fuerzas en esos momentos.

Un efecto similar lo apoderó al ver la pintura.

Al sacarla por completo de la caja, tenía una nota suelta en el fondo.

«Mi día favorito de ti»

Eran las únicas palabras escritas en medio de la hoja, y sintió la sangre subiéndose a su rostro. Se le escapó una risa que no pudo contener, cubrió sus labios con la palma y fingió toser.

—Creo que alguien está emocionado con su regalo.

Soobin sacudió su cabeza rápidamente.

—¿Quién está emocionado? —regresó el cuadro con delicadeza a la caja—. Solo es bonito.

—¿Solo es bonito? —cuestionó—. Déjame verlo.

Hay veces donde Soobin vive rodeado de una barrera de ladrillos y, bloques de cemento. Y en el medio, hay un monstruo con su forma, siempre está listo para pelear. En esos momentos, cuando estiró su mano y oleada de rechazo lo cubrió, sus brazos apretaron el obsequio contra el pecho por instinto.

—No... —negó suavemente— Es mío.

—Nadie va a quitártelo, señor Lee.

Es todo lo contrario, cualquiera puede hacerlo. A Soobin nunca le ha pertenecido nada, más que premios. Tal vez Hellen tiene razón, si lo esconde bien, nadie podría arrebatárselo.

 

 

1955

 

A una semana del estreno de Unknown, Yeonjun visitó a su familia un fin de semana.

Cuando escaparon de Corea, el poco dinero que les había quedado después de cruzar solo les alcanzó para comprarse un pequeño apartamento en las zonas bajas de la ciudad. Su padre comenzó a trabajar en una compañía de construcción y su madre encontró un lugar en una fábrica textil, luego tuvo un empleo dentro del equipo de costureras de Estudios Halleys, había una sucursal en Lake City fuera de las narices fiscales de California. Yeonjun abandonó la escuela a los quince para ayudarla, en el departamento de utilería. Muchos de los murales en el fondo de las películas producidas en esa época habían sido pintados por él.

Con los tres trabajando, se mudaron a una modesta casa en los suburbios. Recuerda que su padre les hizo carne asada el día que estrenaron su nuevo hogar.

Y a los pocos años, Yeonjun fue descubierto mientras lijaba una mesa.

Al principio se negó, porque no tenía experiencia ni interés, estaba ahorrando para pagarse la universidad en Bellas Artes cuando fuera seguro volver a estudiar. Entonces, al contar todos los ceros derechos que tendría su primer sueldo, tener un título ya no fue necesario.

Lástima que nunca quisieron mudarse a un sitio más grande, o mejor acomodado. Ahora, siempre que los visitaba, terminaba reparando un sitio nuevo de la casa. Pero, no le molestaba, no tomaba alcohol cuando estaba allí y ser su técnico lo mantenía distraído. En ese fin de semana se lo pasó en el techo tapando goteras.

—¡Yeonjunnie!

Se limpió el sudor con un trapo en su hombro y se inclinó, observando a su madre caminar por el jardín, haciendo señas para llamar su atención.

—¡Te veo, ma!

—¡Llegó correo para ti!

Yeonjun se paralizó por un instante

—¡Ya bajo!

Gateó con cuidado y bajó por las escaleras que había apoyado en una esquina, escalón por escalón, sintiendo como sus latidos se volvían más frenéticos a la par que la planta de los pies tocó el suelo.

Se introdujo a la casa en gran velocidad, el jardín estaba conectado con la cocina, un espacio mediano con todos los electrodomésticos modernos que pudo conseguirles con el paso de los años y estaba pintada de ocre, y también era el comedor, con una mesa que modificó para que fuera baja y pudieran comer en el suelo. No había una pared que la separara de la sala de estar, la cual estaba pintada de rojo, con una alfombra afelpada naranja y sofás de madera. Su padre veía la televisión, o lo estuvo. Tenía los ojos cerrados cuando Yeonjun caminó a su lado, pasando al lado de la mesa donde tenían una figura de Buda, con una flor en un vaso y una vela encendida, y se fue directamente recibidor; una mesa de madera con unos ganchos para colgar los abrigos.

Tomó un minuto para respirar, estaba sin aliento mientras observaba los sobres esparcidos en la mesa. Muchos eran catálogos por correspondencia para su madre, y uno menudo, de color crema, tenía escrito su nombre.

No tardó demasiado en tomarlo entre sus manos, abriéndolo y sacando la menuda nota de su interior.

 

«Te espero el lunes en mi oficina las 8 am, llega con antelación.

C.G»

 

Yeonjun estuvo esperando impaciente por esa reunión, sabía que llegaría en cualquier momento, estaba más sorprendido porque no se había movido antes.

Pero...

¿Cómo sabía la dirección de la casa de sus padres?

Sintió unos dedos introducirse en su cabello, y su cabeza por instinto se inclina, relajándose con su tacto.

Hijo, tienes el cabello seco —su voz era suave cuando le hablaba de esa manera, pero en los momentos de enojo, era un tono completamente diferente—. Extraño verte con tu cabello oscuro.

Hace años que se teñía de rubio para encajar con el personaje que solía interpretar en The Smiths, y de alguna manera quedó como parte de su imagen personal. Los tintes le habían hecho perder densidad. Cuando ve sus fotos de adolescente, le sorprende lo abundante que su melena azabache que solía ser.

Así me veo como estrella, ma.

Siempre te has visto como una estrella para mí —se inclinó para dejarle un beso en su mejilla y así espiar un poco de la nota, se rindió cuando vio el idioma en el que estaba escrito—. ¿Es trabajo?

Yeonjun asintió.

Tengo una reunión pendiente —pronuncia un «oh»—. Me encargaré cuando vuelva a Los Angeles.

Está bien, cariño —la ve tomar su bolso y colocárselo en el hombro—. Voy al mercado por verduras para la cena, ¿te traigo algo?

Sacudió su cabeza en negación.

Estoy bien —responde—. Ten cuidado, ma. Debo empacar.

Tenía un pie fuera de la casa, pero rápidamente Yeonjun la alcanza, y lanza una mirada a su padre dormido.

Ma, ¿alguien ha venido aquí? —ella niega— ¿Nada cerca de la casa?

No, cariño. Tus fans nunca pasan por aquí —eso lo hace sentir aún más inquieto—. ¿Recibiste la carta de un admirador?

Más bien, alguien que no le hacía mucha gracia.

Pero no podía decirle eso, así que solo negó, que solo se estaba asegurando de que ellos estaban tranquilos y su madre se enterneció por lo preocupado que era.

Yeonjun reprimió el deseo de lanzar la carta contra el suelo cuando ella se fue, así que solo la dejó en su bolsillo y soltó se enjuagó la frente con el dorso.

Porque, era imposible que alguien del medio le enviara un correo allí, en esa dirección, cuando claramente su correspondencia tenía de destino su apartamento en West Hollywood. Incluso en la ficha que llenó sobre donde vivían sus padres, Estudios Halleys escribió una ubicación falsa en la zona alta de la cuidad.

Estaba demasiado enojado para admitir que lo había intimidado un poco.

Solo un poco.

De acuerdo, estaba muy preocupado.

El domingo por la noche voló de regreso a Los Ángeles, y no pudo dormir esa noche, pensando en cómo iba a manejar las cosas, y como sacaría a sus padres de esa ecuación. Él no los quería involucrados, era una línea que nadie debía cruzar. La única obligación de ellos era disfrutar de su dinero y descansar, se lo merecían después de todo lo que habían pasado juntos.

El lunes, pidió un taxi a Estudios Carpem, para que Steve no encontrara su auto en el estacionamiento. Él tampoco se encontraba por allí, fue inevitable no caminar al propósito en esa zona y buscar con la mirada su Buick Wildcast II azul marino.

Un carrito de golf lo recogió y lo llevó a una zona bastante apartada de los demás edificios, había bromeado con Steve sobre querer un monopatín para sí mismos. Halleys apenas era la mitad de inmenso que ese lugar, solo debía dar tres pasos para llegar a los únicos Sets de grabación que tenían.

¿Podía confesar que le hacía mucha gracia que Christopher tuviera una oficina escondida en un piso tan bajo? Porque era justo lo que tendría alguien como él, un lugar para sentirse parte, pero no un sitio protagónico. Incluso su secretaria parecía deprimida de estar en un rincón tan oscuro. Ella lo ve llegar.

—Tengo una reunión con el señor Grant.

Hace una señal con sus manos, indicándole que pasara. Yeonjun miró por encima del mostrador, percatándose de su bloc de notas donde anotaba los pendientes de ese día y la hoja estaba vacía.

Reprimió el deseo de bufar y tocó la puerta antes de entrar, con las manos dentro de su bolsillo.

Christopher clavó sus ojos en él cuando lo vio entrar, Yeonjun se preguntaba porque el tamaño de su escritorio era tan ridículamente grande.

—¿Querías verme? —emitió en un tono relajado, apegando su espalda a la puerta.

El hombre asintió, tenía el cabello castaño despeinado y se movía de manera involuntaria.

—Siéntate.

Señaló la silla frente al escritorio, Yeonjun le hizo caso, apoyando los codos de los soportes y cruzando las manos encima de su regazo. Era un poco baja, así que cuando Christopher se inclinó hacia él, lucía inmenso.

—¿Y bien? —dijo— ¿Para qué querías verme?

—Algo llegó a mis manos —empieza, hablando en un tono bajo, como si fueran íntimos—. Y quise enseñártelo antes de que otras personas se enteraran.

Christopher deslizó un sobre amarillo por encima del escritorio, sintió su ceño fruncirse de forma ligera antes de tomarlo entre sus manos. Rompió un poco la parte de arriba para poder abrirlo y e introdujo los dedos, atrapando unos trozos de papel. Cuando las saca, son fotos en blanco y negro, pero lo suficientemente nítidas para saber lo que estaba ocurriendo en ellas.

Eran fotos de su padre, visitando algunos bares, con el brazo rodeando diferentes mujeres. Hay una que le rompe el corazón. Está sentando en un sillón y tiene la mano introducida en el escote de una desconocida, puede ver su anillo de casado y ella tiene las manos en su cinturón.

—El público se toma muy en serio estos chismes, sabes —explica él, forzando un tono preocupado—. Ellos piensan que, si tu familia no tiene buena moral, el artista también carece de buenos valores.

Yeonjun traga grueso, y empuja tan lejos como puede todo lo que siente; dolor, rabia y tristeza. Se enfocó en mirar un punto fijo para que no se le llenaran los ojos de lágrimas.

Cuando estuvo repuesto, miró con sumo aburrimiento hacia Christopher.

—Me sorprende que pensaras en avisarme —tiene la voz tensa—. No soy tu cliente, ni compartimos lazos. No tienes motivos para protegerme.

—Los tengo, de hecho —responde de inmediato—. Steve y tú... —hizo una exagerada pausa para crear suspenso— Son muy amigos, ¿no? Me lo demostraron en su cumpleaños, quise medir su relación y vaya que son cercanos. Él no duda en correr hacia donde tú estás.

Yeonjun entendió el mensaje, Christopher no iba a preguntarle ese día por su investigación, quería ver cómo reaccionaría Steve si los veía solos.

—Así que, quiero protegerte como lo hace él —se encoge de hombros—. Estas fotos no van a salir sin mi permiso, ¿no es genial?

—Eres muy amable, Chris —admite—. No me hubiera imaginado que tendrías tanta bondad.

—Debiste saberlo —se apresura a responder y ladea su cabeza de un lado al otro—, sé que has tenido curiosidad sobre mí. Las calles hablan cuando hay curiosos, y todo lo que conoces, ya lo he previsto.

Yeonjun se permite soltar un bufido, y le sostiene la mirada, Christopher se aleja un poco por el repentino gesto.

—¿Lo crees? —cuestiona, formando una pequeña sonrisa en sus labios—. Siento que te conozco más que nadie, y déjame decirte que eres alguien muy persistente.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó, frunciendo sus labios con inocencia.

—Fuiste militar, ¿no es así? —Christopher asiente—. Estuviste cuando Japón atacó a mi país, las bases de Estados Unidos...—hizo una breve pausa, permitiéndole tener expectación sobre lo próximo que saldría de su boca—, eran tu división, ¿no es así?

Parpadeó, perplejo. Los segundos que tardó en reponerse fueron considerables, no esperaba que eso en específico saliera de su boca.

—Sí, estuve un tiempo allí —admitió, un poco rígido de expresión—. Después, mi familia me trajo de regreso y mi tío vio mi potencial en esta industria. A veces el camino que tomamos no es nuestro verdadero destino.

—Querrás decir —lo interrumpe—, que fuiste degradado de posición por lo que esa base hizo durante su estancia —Christopher enfocó sus ojos en él, bingo—. Y estás aquí, porque pagaron mucho dinero para sacarte de ese lío. Porque eres un criminal, ¿lo recuerdas? Pudiste ser asesinado si alguien te encontraba.

—Creo que estás exagerando en eso...

—Y ahora haces lo mismo aquí —continua—. Es más fácil, ¿no es así? Nadie va arrestarte por lo común que es, una transacción más para ascender.

Christopher retrocede, chocando la espalda contra el respaldo de la silla. Yeonjun se inclina hacia adelante, colocando las manos en su escritorio.

—No me hagas tu enemigo, Chris —juntó sus labios de forma triste—. No me importa lo que hagas mientras a ti no te preocupe lo que hace mi familia, no es de buen hombre pisarle los talones a otro.

Si las miradas mataran, Yeonjun hace mucho tiempo estarían bajo tierra por como clavó los ojos en él. Pero, está bien, eso significa que había cambiado las cosas.

—Tienes razón, Dan —dice, luego de un largo silencio—. Podemos resolver este lío sin hacer mucho revuelo.

Lo vio jalar la carpeta del escritorio, pero Yeonjun lo detiene colocando su mano firme en ella.

—Yo creo que podemos hacer más con esto —emboza una sonrisa de entusiasmo—. No sería muy bueno de mi parte aprovecharme de tu buena bondad, vas a sacarme de un buen problema, ¿no debería darte algo a cambio?

—¿Cómo qué?

Yeonjun se encoge de hombros, mirando a su alrededor.

—Podemos conseguirte una oficina mejor.

Sus ojos se cruzan con un amplio cuadro de Steve, sentado en la nieve con un cuaderno en las manos. Se veía muy joven. Tenía las mejillas sonrojadas por el frío y vestía de un suéter verde y pantalones muy cortos. La imagen le revuelve el estómago por alguna razón.

Christopher asiente, como si estuviera de agotado.

—También quiero una oficina mejor. —admite.

—Conozco unas personas que te aseguro cuando te vean, reconocerán tu potencial de inmediato —un destello aparece en sus ojos—. Me encargaré de atraerlos a ti, solo asegúrate que Unknown sea el mayor éxito de este año. Porque eso va a ser, tu boleto de ascenso.

No tuvo que responder, solo con ver la amplia sonrisa en su rostro, Yeonjun supo que lo tenía en la palma de su mano.

Cuando la reunión finalizó, Yeonjun evitó ir a su apartamento y manejó la hora y media en autopista hacia su casa en Santa Monica. Creyendo que el viento en golpeando en su cara a toda velocidad desaparecía al menos la mitad del peso en su corazón, pero estuvo equivocado. Al estacionar en su garaje, su pecho dolía como miles de balas atravesándole el pecho.

Corrió por los pasillos, arrojando sus zapatos, deslizando el suéter que usaba encima una camisa de botones. Sintió el cemento ardiendo en la planta de sus pies, y dio un impulso para saltar a la piscina.

Su aterrizaje fue lento, podía sentir como se hundían y sus manos tocaron el fondo. En el agua, no sentía nada, era como si su cuerpo se apagara por un instante, un simple minutos donde el mundo no lo encontraría y su mente solo le gritaba que regresara a la superficie para recuperar aire.

No quiere regresar, no quiere volver a la realidad, pero su cuerpo no resiste y debe mover sus pies hasta que el oxígeno llena sus pulmones de nuevo. No siente las gotas de agua en sus ojos, no son los rayos del sol impactando contra su rostro, y el cemento caliente quemando sus dedos cuando se sostiene de los bordes.

Todo lo que Yeonjun puede ver; es su madre observando con amor a su padre, su padre rodeándola de la cintura llenando su rostro de besos, como le decían durante los almuerzos que el amor solo ocurre una vez y ellos son incapaces de mirar a otros, que lo suyo es sagrado.

Y siente como su corazón se rompe, porque no solo acababa de descubrir la peor traición a todo lo que siempre creyó, si no lo que también pasaba por su mente y no deseaba confirmar.

Yeonjun se sumergió de nuevo dentro del agua, y de nuevo, y de nuevo y solo abandonó la piscina para vomitar sobre el pasto.

 

El martes, Yeonjun no podía levantarse de la cama, así que no lo hizo.

El miércoles se forzó a comer el almuerzo y durmió hasta el jueves.

El viernes, se obligó a darse un baño y volver a convertirse en Daniel.

 

Chapter 13: Mar de nubes.

Chapter Text

La fiesta de esa noche era para celebrar la asociación entre Estudios Halleys con Wanner, crucial para el crecimiento de una empresa que se había levantado con discreción y se mantuvo sin hacer mucho ruido. Las producciones que vendrían no dejarían indiferente a nadie.

Aquella sería la penúltima vez que tomaría del brazo a Sage, los dos finalmente habían llegado a la conclusión en conjunto de que no querían seguir viéndose y Yeonjun tenía que irse con otra persona. Así que la apretó fuerte de la cintura y les demostró a los presentes que eran más que cercanos. 

—Entonces, sería una película de acción ambientada en Texas —un productor que no conocía le ofrecía un nuevo papel—. Tú serías el Sherif de la ciudad y atraparías a los malos.

—¿Crees que sea un policía convincente? —preguntó en un tono más frío de lo que le hubiera gustado.

El hombre se encogió de hombros.

—Puedes ser todo lo que quieras —afirmó—. Una vez que Unknown se estrene, la ciudad será tuya.

¿Y si él ya no quiere esta ciudad? 

—Tienes razón. Encontrémonos pronto para ver el guión.

El hombre acercó su copa y ambos chocaron, satisfechos. 

Yeonjun tomó un largo sorbo de la suya, era Ron mezclado con algo de durazno, y no tenía tan buen sabor. Pero, no le importaba, necesitaba apagar un poco la mente.

Luego vino un director, interesado en ofrecerle una serie familiar, querían probarlo en el piloto. Después un productor musical le ofreció aparecer en un vídeo de su reciente estrella. Y varios productores le trajeron promesas que apenas pudo analizar, porque no estaba procesado nada. Tal vez su jefe, Carl Wells, tuvo razón cuando le pidió manejarse él mismo, no todos los días tendría activa la mente para un buen proyecto.

En algún punto, se escabulló en el mar de gente bailando y los meseros caminando con charolas llenas de copas y botellas de vino y champaña. Vio a Steve con Violet, recostados en el sofá. Yeonjun pensó por un milisegundo quedarse con ellos, al menos mantenerse cerca, porque ver la nuca de su coprotagonista por alguna razón le dio un poco de alivio.

Estuvo a punto de avanzar, estaba a un paso.

Y notó la mirada atenta de Grace, la cual estaba a unos metros, y no parecía muy contenta de toda la escena del sofá. Tenía una expresión inconforme, pero era inconfundible el enojo que sentía cuando sus ojos se posaron en él. Y Yeonjun estaba muy miserable para enfrentar eso, por lo que solo se volteó y continuó su camino.

No sabía a donde ir.

¿Dónde se supone que te escondes en una fiesta repleta de personas, cuando te sientes tan miserable?

A parte de pretencioso, también sus decisiones son un poco cliché. Encontrando un espacio seguro en la amplia piscina de la casa, con forma rectangular y la cerámica beige con incrustaciones. Y nadie estaba alrededor, salvo un par de personas caminando por los amplios jardines.

Se sacó los zapatos grises y las medias de lana, se elevó los pantalones negros —a juego con una chaqueta del mismo color— que usaba ese día hasta la altura de sus rodillas y e introdujo los pies en el agua. Estaba tibia, y fue agradable.

Le gustaría saber qué hora es. No podían ser más de las once, pero tampoco creía que ya fuera medianoche. Quería irse a casa pronto, su cuerpo estaba débil después de dormir más allá de su capacidad, tenía un par de punzadas en la cabeza y en algunos momentos le pesaba caminar.

Observó su reflejo distorsionado en el agua, la maquillista de Halleys le había cubierto las ojeras con maquillaje, pero notaba sus propios ojos hundidos y su cara muy pálida. Pensar en su aspecto no le hizo bien. Así que piensa que está en una bonita casa, pero le recuerda a las que visitaba con la esperanza de comprarle una a sus padres para tenerlos más cerca, tampoco funciona. Lleva su mente hacia lo mucho que le gusta la primavera, porque el mundo parecía más colorido cuando las flores brotaban de los lugares más inesperados y eso lo ayudó. Pensó en el clima, las costas, el mar, las nubes.

Y aquella combinación lo llevó a Steve, y se sintió mejor.

Había algo etéreo en él, en colores fríos y suaves, una atmósfera estática que te hacía sentir inquieto. Le recordaba a una obra de Friedrich que descubrió hace unos meses, El caminante sobre el mar de nubes. La pintura retrataba a un hombre en un acantilado, observando un precioso paisaje lleno de neblina. Era hermosa, en un primer vistazo. En el segundo te fijabas en el nivel de detalles en las rocas. Y en el tercero estabas lleno de preguntas.

Tenía preguntas sobre Steve: sí había sentido alguna vez lo que él estaba experimentando, ese tipo de traición. Él porque estaba tan obsesionado con el azul. Si conoce Corea. Si hay alguna palabra en coreano que sepa pronunciar, además de su nombre. ¿Le apasionaba actuar de verdad? ¿Cómo aprendió a cantar? Y qué significa Violet para él, era su amiga, pero siempre estaban uno encima del otro y cada día confirma lo dispuestos que están de sacrificarse en caso de que sea necesario. ¿Qué hizo ella para que mereciera saber el nombre real de Steve? 

Si él supiera todo lo que Yeonjun está haciendo para alejarlo de Christopher, ¿lo odiaría, o sería digno de saber su nombre?

¿Cuál es el nombre real de Steve? ¿Y por qué era tan misterioso con eso?

Y se siente mejor, su pecho duele menos y puede respirar sin que le pese el corazón.

Entonces, su cabeza regresa a las entrevistas que les hizo a los contactos que Odette le dio, como ellos le dijeron que mucha de las cosas que hicieron no fue por su propia decisión y que era el mismo destino con todos los demás, y que Christopher lo confirmara de manera indirecta, generó la pregunta que más le revuelve el estómago cuando se cruza por su mente.

Y aprieta sus ojos para sacar a Steve de su cabeza, piensa en todas las cosas contrarias a él; rojo, atardeceres saturados.

Cuando abre los ojos, lo ve caminar hacia su dirección, en un traje negro y el cabello revuelto porque Violet había estado jugando con él. Quiere elevar su brazo y arreglarlo, peinárselo sobre la frente porque sus ojos parecían inofensivos de esa manera. Luego recuerda el cuadro que tenía Christopher en su pared, donde Steve tenía ese aspecto y baja su mirada hacia el agua, porque le molesta que notara eso primero que él.

Observó de reojo como estaba de pie a su lado, no sabía si iban a saludarse o que pretendía. Y simplemente, tomó asiento, con las piernas cerca de su pecho.

—No me veas así —su voz llena el silencio—. La piscina no es tuya, también puedo estar aquí.

—Hay mucho más espacio en cualquier lugar de aquí. —señala a su alrededor con el mentón.

—No me importa. Quiero sentarme aquí.

Su corazón hace un doloroso tartamudeo.

—Como quieras.

Realmente no tenía energía para discutirle. Ahí sentado, a su lado, estaba causándole un daño extraño; se sentía aliviado y miserable a la vez.

Steve lo miraba, y era imposible no darse cuenta, casi podía sentirle la respiración pesada por lo cerca que estaban. A veces, se preguntaba que pensaba cuando lo veía y su motivo para enfocar tanto su vista en él. Era agotador y angustiante a la vez.

—¿Qué sucede? —preguntó en el tono más suave que jamás le había escuchado nunca.

Sintió algo removerse dentro de él, o cree que esa punzada en el pecho fue dolor.

—¿A qué te refieres?

—Te ves terrible —señala y es tan gentil que no puede fingir que lo ha ofendido.

—No es mi mejor día.

Steve intenta mirar su rostro y Yeonjun se lo permite, gira levemente su cara. Sus ojos lo escanean y tiene los labios separados sin motivo alguno.

—¿Qué sucede? 

Y la manera en que vuelve a formular esa pregunta lo desarma por completo, porque su voz es baja y suave, porque se acerca ligeramente, sus cejas pobladas cejas caen y el pesado parpadeo le dice que puede confiar en él.

En otro momento, donde Yeonjun tuviera más fuerza, le diría un comentario sarcasmo, como que no puede hablar porque el aliento de Steve apesta o algo así. Pero, está completamente débil ahora y la forma en la que le habla, hace que las palabras salgan solo porque Steve lo está pidiendo.

—Mi padre está engañando a mi mamá —su lengua le quema al confesarlo, sonaba aún más terrible saliendo de sus labios que pensándolo—, creo... creo que nadie lo sabe más que yo. No sé cómo se lo voy a decir a ella. He estado trabajando muy duro para que nunca les falte nada, jamás hago algo que les quite ni un solo centavo. Les he dejado la vida fácil para que puedan amarse... y no fue suficiente.

Steve lo deja hablar y no le interrumpe, incluso le concede un largo minuto de silencio por si quiere agregar algo más.

—Lo siento mucho, Yeonjun. 

Se encoge de hombros.

—La vida es así —detesta lo rota que suena su voz, sacude su cabeza—. Las personas tarden o temprano se dejan llevar por otras cosas, supongo que estoy dejándome llevar también. Mi madre es la que debería sentirse mal; no yo.

—También puedes sentirte mal, creo —responde en un tono dudoso—. Tu papá engañando a tu madre también es una traición para ti.

—Es su relación.

—Y tú eres su hijo.

Tiene razón, ha crecido con ellos, el primer amor que conoció fue el suyo. Yeonjun vivía con la presión de encontrar algo similar, porque dar la vuelta no estaba permitido. Pero incluso así, con algo que parecía tan genuino también estaba defectuoso. Era como si vivió en una gran mentira por años.

—¿Cómo lo descubriste? —Steve pregunta.

—No quiero hablar de eso.

Yeonjun realmente no tiene energías para mentirle, menos cuando lo miraba de esa forma.

—Está bien, es tu decisión —siente alivio ahora que no lo mira—. Podemos hablar de lo que quieras.

—¿Sabes son algo de tus padres verdaderos? —pregunta con la vista fija en la piscina.

En su reflejo, Steve está ligeramente confundido.

—Emmm —se rasca el brazo y luego la nuca—. No lo sé... Fui adoptado creo que, a los dos años, realmente no lo sé.

—¿Y tus padres adoptivos nunca te dijeron algo sobre ellos?

—Se algo, pero no es mucho —responde después de meditarlo—. Los Cleers les gustaba verme trabajando, no haciendo preguntas. Un día me escondí en un armario para no ir al plató porque era un niño travieso, ahí encontré mi certificado coreano y lo robé. Pensé que encontraría algún número para llamar a mi verdadera mamá, pero está todo escrito en caracteres que nunca pude descifrar.

—Puedo traducírtelo, si quieres.

Eso encendió una chispa nueva en sus ojos.

—No lo tengo conmigo... —no sabe si miente, podía notar que él tenía curiosidad.

Cuando no intenta ser el actor encantador, había un brillo oculto en él, como si nunca terminaras de descubrir que es fascinante.

—Mi madre adoptiva lo notó y dijo que mi mamá biológica me vendió por un saco de comida, y no debería preocuparme por alguien que se deshizo de mí con esa facilidad.

—¿Le creíste?

Steve sacude su cabeza.

—Al principio, no.…—afirmó— Ahora no lo sé. Pero de tanto ver el certificado antes de que me lo quitase, creo que pude saber cuál era mi nombre y aprendí a escribirlo.

¿Lo intentaba? Podría darse cuenta, o solo...

—¿Cómo se escribe?

Hace una breve pausa, y Yeonjun teme que le diga que no, pero más bien luce como si no supiera como mostrárselo. 

Así que moja un poco su dedo con el agua de la piscina y traza sobre el suelo algunas líneas, el cemento se vuelve más oscuro con su tacto. El dibujo no era el más perfecto, era evidente que jamás aprendió escritura coreana, pero Yeonjun lo entendió.

«Choi Soobin»

—Si puedes leer esto —dice Soobin—. Entonces sé que eres un coreano verdadero.

Era una lógica tonta, pero lo dejó pasar porque estaba más enfocado en que ahora sabía cómo se llamaba.

—Choi Soobin —lo pronunció con voz clara y las cejas del mencionado se alzaron—. ¿Sabes lo que significa?

Soobin sacudió su cabeza.

—Es un nombre de chica.

—¿Qué? —su mandíbula cayó y frunció el ceño—. Me estás jodiendo.

—La verdad es que no —y su risa salió involuntaria—. Mayormente ese nombre lo tienen mujeres, eres el primer chico que conozco que se llama así. Los caracteres separados significan gentil y hermoso. 

Lo observó hacer una mueca arrogante.

—Soy gentil y hermoso.

—Sí tú lo dices. 

Soobin lo mira ofendido y Yeonjun se ríe, se ríe tanto que se olvida que no ha sido capaz de sonreír en días. 

Hace unos movimientos que le hacen temer que va a dejarlo allí, pero está quitándose los zapatos y las medias grises y lo acompaña a mojar sus pies.

—Yeonjun y Soobin. —dice, después de un largo rato de silencio.

—Soobin y Yeonjun —pronuncia él y le gusta la forma en que lo pronuncia, diciendo «yun» en vez de «yeon».

—Voy primero, soy mayor.

—No me importa, mi nombre es muy lindo –se burla él—. Merece estar primero.

No lo crees, pero parece tan orgulloso de su propia opinión que lo deja pasar.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Igual lo harás, así que sí. 

Hacía círculos raros en el agua y sus pies a veces chocaban con los suyos, él los tenía huesudos y pálidos y se sentían pesados cuando rozaban.

—¿Violet y yo somos los únicos que lo saben, además de tus padres? —Soobin asiente—. ¿Por qué se lo dijiste a Violet?

La pregunta hace que lo mire extrañado, tal vez está siendo muy entrometido.

—Porque se lo debo. —respondió simplemente.

—¿Se lo debes?

Nuevamente asiente.

—Ella me ha ayudado mucho, así que le debo honestidad.

—¿Y por qué me lo dices a mí? —se gira a mirarlo— No me debes nada.

Soobin ladea su cabeza, sus miradas conectan, y es tan intenso que se arrepiente de haberlo hecho. Siente que esos ojos son capaces de leerle la mente y entender más de lo que Yeonjun está dispuesto.

Y entonces, sus labios embozan una sonrisa que lo remueve por dentro y se encoge de hombros, como si fuera nada.

—¿No querías saberlo?

Alzó una ceja.

—¿Desde cuando haces lo que te digo?

—Me siento mal por ti, no lo cuestiones.

—Lo cuestiono —dijo en un tono burlón—. ¿Por qué de repente soy escogido?

Posa su vista hacia el frente, ignorándolo.

—Responde.

—Haces demasiadas preguntas —respondió con fastidio—. Me abrumas.

—¿Te abrumo? —puso sus ojos en blanco—. No lo creo. Te agrado. 

—Tienes mucha confianza en ti mismo.

Yeonjun se inclinó, su mentón rozaba con el hombro de él.

—Te agrado.

Lo miró de reojo, podía sentir como su respiración chocaba contra su nuca.

—Déjame en paz.

—Te agrado y por eso ahora sé tu nombre —repitió en el mismo tono de burla.

—Piensa lo que quieras.

—Te agrado...

—¿Y qué si es así? —soltó, girando su rostro hacia el contrario.

Se arrepintió al instante.

Ligeros mechones se habían desprendido del tenso peinado hacia atrás que solía llevar y se deslizaban con rebeldía en la frente, como franjas de luz. Se percató que, al presionar sus labios, un pequeño hoyuelo se formaba en la base de su barbilla, y también se llevó la sorpresa de como deseaba alzar el pulgar y presionarlo contra él.

Y notó, la forma en que solo los separaba centímetros, que la respiración de él chocaba contra la suya, y ningún movimiento en su rostro lo dejaba indiferente; los párpados moviéndose para evitar toparse con sus ojos, y como un suave color carmesí se formaba en sus orejas. Llevaba ligero maquillaje, porque su piel no era tan lisa y uniforme en color. Ha notado sus ojeras, los lunares, las ligeras sombras de sus pómulos y en las comisuras de sus labios. 

Es extraño para él saber que nunca ha sido completamente un lienzo en blanco, Yeonjun era todo color, aunque siempre se ocultara bajo prendas oscuras.

—Solo quería que lo admitieras. —susurró, como si la nueva cercanía de ambos los obligara a bajar el tono.

—¿Y ya estás satisfecho? 

Formó una pequeña sonrisa y verla tan cerca es demasiado, no tiene sentido que un hombre naciera con labios tan rosados.

—Lo estoy.

Tomó aire y se obligó a mirar hacia otro lado, antes de que su mente empezara a detallar las líneas en su arco de cupido. Siente repulsión por pensar en eso, y miedo.

—Bien. Ya puedes parar.

Por el reflejo del agua observa cómo se pone de pie, y algo le pincha el corazón. No quiere que se vaya aún. Al mismo tiempo desea que esté muy lejos, por unos minutos hasta que recupere el estado normal de su mente.

—Quiero un trago —anuncia se acomoda el pantalón.

—Tráeme uno. 

Apenas había tomado un Martini y compartió un cigarro con Violet, pero en ese momento estaba en su plena consciencia y era demasiado para soportarlo.

Yeonjun afirma que volverá pronto y camina al interior, completamente descalzo. No puede contenerse y los acomoda con los mocasines que se había retirado, para protegerlos de alguna manera. Escucha unos pasos acercarse, y se sorprende la rapidez con la que encontró algo para tomar. 

Elevó su vista, y Christopher lo miraba con una expresión de diversión, en su traje chocolate de esa noche.

—Oh, ¿no me esperabas a mí? Te ves decepcionado.

Soobin retira sus pies del agua, y se eleva casi de un salto. No le importaba como lucir como un niño al que habían descubierto, simplemente no quería estar en esa posición.

—Ya me iba —avisó mientras se sacudía las piernas—. Estaba tomando algo de aire.

—Ya veo. 

No podía decidirse si agacharse a tomar sus zapatos o simplemente apartarse descalzo. Christopher pareció notar su duda.

—Puedes quedarte aquí, no te preocupes por mí —aseguró con calma—. Solo pasaba a felicitarte por tu amistad con Daniel.

—No somos amigos —respondió apresurado—. Solo Violet es mi amiga.

Se encogió de hombros.

 —Eres mayor, Stev, claro que tienes otros amigos —argumentó como si fuera algo muy obvio—. Algunos simplemente no los conozco. Hoy descubrí que Daniel es uno.

—Solo nos usamos —afirmó—. Todo esto es por una película. No es para tanto.

Apuntó a su alrededor con el brazo.

—No creo que promocionen una película cuando no hay periodistas presentes.

Soobin apretó los párpados por un momento, lamentablemente no podía negar aquello. Las únicas personas que merodeaban por el lugar, se retiraron minutos antes.

Sintió una pesada mano en su hombro, y su mirada comprensiva lo hizo estremecerse.

—Está bien, Stev —añadió con amabilidad—. Puedes tener amigos. Me agrada tu amigo.

—No lo es.

Alzó una ceja y se inclinó un poco hacia él.

—Oh, ¿hay algo más?

Soobin se apartó tan rápido esas palabras fueron pronunciadas.

—¡¿De qué estás hablando?!  —mordió su labio al escuchar su propia voz elevarse—. No soy así.

Elevó sus palmas en forma de inocencia.

—Solo preguntaba —se hundió en sus hombros—. Tengo curiosidad. ¿No tienes una pizca de...?

—No hay nada —respondió fríamente—. No me importa él. Yo no soy así. Yo no soy como tú.

Christopher suelta el sonido de un «oh», haciendo una mueca divertida.

—Nunca terminas de conocer a las personas, Stev —aseguró—. Y nunca terminas de conocerte a ti mismo.

Soobin suelta una risa ligera. Sabe que eso era una advertencia, quería entrometerse entre ambos e inyectar el caos. No va a permitirlo, en estos momentos no tiene una pizca de duda.

—Solo ves lo que quieres —escupió—. No soy un maricón.

Y Sage miró también lo que quiso, al igual que Grace, y todos. No importa cuánto intenten convencerlo, nunca verá las cosas del mismo modo. No puede ver a un hombre de así. Está casando de que intente meter esa idea en su cabeza.

No puede ver a Yeonjun..., no debe verlo así. 

 

Chapter 14: Unknown

Chapter Text

El estreno de Unknown finalmente había llegado.

La primera función sería presentada por el Chinese Theatre, preparando una gran alfombra por la que desfilarían. La avenida se cerró para ellos y los reporteros rugían en la espera de que salieran de sus vehículos, y posaran para las portadas de los artículos que describirían el desempeño de la cinta. Bueno o malo, las fotos tenían que salir increíbles.

En esta ocasión, Soobin utilizaba un esmoquin negro ajustado y un moño rojo, a juego con el vestido rojo brillante que llegaba hasta el suelo de Grace, con una abertura en la pierna. No era su idea original para el estreno, pero su agente decidió que ella tenía que destacar y era una excelente movida para sorprender al público. 

Detrás de ellos estaba el carro de Yeonjun y Sage, ambos no los había visto en todo el día y se encontrarían esa noche. 

La primera en salir fue Isabel, en un vestido blanco acampanado y con un acompañante mucho mayor que ella, parecía su padre cuando posaron en las cámaras, aunque él sabía que no lo era.

El siguiente en salir fue Soobin, rodeando el carro para colocarse en la puerta de Grace. Los focos de los fotógrafos lo cegaron por un momento, lo disimuló sonriendo e ignorándolos, como si estuviera más enfocado en la mujer que venía con él. Cuando abrió la puerta y ella le tomó la mano, sacó un pie y luego el otro, fue el momento donde la verdadera locura comenzó.

Miles de elogios fueron gritados por los reporteros, todos impresionados por la nueva faceta de Grace. Ella parecía disfrutarlo demasiado, pero se sentía tímida. Se abrazaba fuertemente de Soobin y él debía apartarla para que no se escondiera del público.

A los pocos minutos, Yeonjun y Sage finalmente hicieron su entrada.

Yeonjun iba vestido con un traje negro y el cabello rubio peinado hacia atrás, con un par de mechones rebeldes en su frente. Caminaba frente a las cámaras como si ellas fueran el rey del mundo, tenía una sonrisa atrevida que te hacía pensar que te meterías en grandes problemas si te acercabas demasiado.

Abrió la puerta del auto, y de allí salió Sage, en un despampanante vestido negro sin mangas, ceñido a su figura y un collar de perlas adorando su cuello. Yeonjun le tomó la mano y le dejó un beso en su muñeca, cuando ella le rodeó el brazo, él volvió a presionar sus labios en su hombro.

La entrada estaba completamente ensayada, pero era solo un beso hasta donde Soobin tenía entendido. Ver ese segundo le revolvió el estómago. Pero, supone que era porque estaban forzados a hacer eso. A fingir que estaban locamente fascinados por las mujeres a su lado, últimamente se sentía agotado por ello. Ver a Yeonjun pasar por lo mismo le causaba la misma tristeza.

 Ellos caminaron a su lado, cada uno siendo las estrellas de la noche, dejándose fotografiar de esa manera. Colocó la sonrisa para la cámara, Grace se apegó a su pecho. Yeonjun abrazaba la cintura de Sage y ella le acariciaba cariñosamente la nuca. Soobin no sabe porque ver eso le hace sentir tan raro.

En un momento, voltea a mirarlo, y Yeonjun hace lo mismo. Forma una ligera sonrisa de aliento, pero él lo ignora y regresa su vista hacia las cámaras. 

Y su estómago formó un nudo.

Cuando él mira de nuevo a los reporteros, ellos lo notaron. Lo sabe, por la forma en que alzaban una ceja hacia ellos. Soobin casi puede oler los titulares sobre una rivalidad entre ambos.

Caminan hacia el teatro, y Soobin está en pánico. Intenta algo nuevo, choca de manera discreta su hombro con el de Yeonjun para una última foto. Deja de mover los pies solo para eso.

Yeonjun solo camina al interior del teatro, solo puede ver su silueta irse y una angustia lo invade. Grace se pone a su lado.

—Toma mi cintura o esto va a convertirse en una fea noticia.

Soobin le hace caso, los dos se giran hacia las cámaras y sabe que esas fotos serán espléndidas, porque solo están ellos, debajo de sus nombres en aquel teatro.

La sala de proyección era inmensa y ellos estarían al lado de un público seleccionado, los asientos estaban repletos excepto donde estarían ellos, en la fila del medio, con su equipo de seguridad a cada lado para evitar que tuvieran contacto directo con los fanáticos. Son recibidos por aplausos cuando bajan los escalones, y Soobin los saluda con su mano.

Y hace algo que no tuvo que hacer, pero estaban en las vísperas de un problema. 

Se adelantó a los asientos, por supuesto ya estaban organizados. Yeonjun iría en el extremo izquierdo, con Sage al lado, luego le seguiría Soobin y por último Grace. Isabel y su acompañante estarían sentados en los asientos de abajo. En esta ocasión, se dejó caer sobre la silla de Sage y, por consiguiente, Grace le tocó sentarse a su lado. Yeonjun se quedó helado a medio camino, no comprendiendo porque el orden había cambiado, miraba a su vigilante confuso.

—Siéntate ahora —Soobin le susurró—. Estás llamando la atención.

Sage ya se había resignado a sentarse en el extremo derecho, solo Yeonjun seguía de pie.

Soltó un suspiro y se dejó caer en la silla, y eso estaba irritándolo demasiado, porque nada de eso tenía explicación. Trabajaron tantos meses para demostrar la mejor amistad frente al público, que hablaran de ellos. Y él estaba dañando lo que construyeron con esa actitud, como si no le importara lo que estaba sacrificando.

Y a Soobin en serio le dolía que lo ignorara, no sabía decidirse que lo estaba indignando más. El saboteo o la herida que le causaba que lo estuviera tratando así.

—Yeonjun —susurra en un tono muy bajo, solo para que él lo escuchara.

No hay respuesta, tiene la vista hacia el frente. Es ridículo que finja que no está ahí, sus brazos y hombros estaban tocándose.

—Yeonjun...

Nada.

 —¿Yeonjun?

—Soobin, cállate.  —escupió.

Parpadeó al escuchar aquello, retrocediendo lo máximo que el asiento se lo permitía.

Yeonjun finalmente lo miró, y sus ojos estaban huecos. Solo por tres segundos, Soobin casi puede descifrar una pizca de culpa, pero tal vez es su cerebro queriendo que se disculpe.

Ahora fija su mirada hacia la pantalla y se arrepiente de sentarse allí, por el resto de la función estaban tocándose de manera involuntaria. Le ardía el pecho cuando veía sus escenas, actuando como los mejores amigos que darían todo por el otro. Le molesta ver como sus nombres aparecen uno al lado del otro. Y está enfadado consigo mismo por lo mucho que eso lo lastima.

La proyección termina y reciben una ovación y aplausos de tres minutos, todos estaban seguro que esa sería el éxito taquillero del año. Soobin y Yeonjun habían destacado, pero Isabel se robó la película. Era seguro que ella recibía una nominación.

La fiesta de estreno fue en la casa de Jeff, quién preparó gran festín por el evento. 

Soobin tomó un par de copas de vino para relajarse, calmar el manojo de emociones que estaban nublándole el pensamiento, que calmase los impulsos de buscar respuestas.

—¡Steve! —Grace saltó a su lado—. ¿Me ayudas a buscar a Sage? 

—Seguro.

Los dos se introdujeron dentro de los amplios pasillos de la casa, pero no había rastros de la chica. Algunos productores y directores los detuvieron, ofreciéndoles sus tarjetas porque ansiaban trabajar con ellos. Fue un momento increíble para él, que existieran personas interesadas que no lo dejaban caminar a otro sitio.

Y ahí lo vio, caminando por el mismo pasillo.

Soobin no lo pensó realmente bien, debería dejar de ingerir alcohol cuando va a perseguir a alguien. Está sucediendo de forma muy frecuente, tiene que estar más preparado y sobrio.

Se disculpó con las personas y dejó a Grace encargándose de ellos, caminando a pasos rápidos para alcanzarlo. Yeonjun dobló por un pasillo y Soobin tomó su brazo.

—¿Qué mier.…?

Abrió la puerta más cercana, y empujó a Yeonjun al interior. Buscó a ciegas un interruptor en la pared y al iluminarse, los dos ahora se encontraban en una oficina.

Yeonjun estaba irritado.

—¿Ahora qué te pasa?

Soobin lo señaló con el dedo.

—Tú —se forzó a bajar la voz—. Tú eres lo que me pasa. Estás arruinándolo todo, Yeonjun. Mañana van a escribir que estamos peleados. ¿Sabes lo perjudicial que va a ser para la película?

—¿De qué estás hablando? —respondió de manera fría—. Todo eso son cosas ridículas, no entiendo la mitad de lo que sale de tu boca en este momento.

—Estás actuando extraño hoy. Tú no eres así. Tú no me hablas así.

Yeonjun parecía cansado, no por sus suspiros y como ponía caras de agotamiento. Algo más allá en él estaba vacío, como si su amigo desapareció del caparazón y estaba conduciendo en modo automático.

—No sé de qué estás hablando —responde, fastidiado—. Y debo hacer negocios. Me voy.

Trató de acercarse a la puerta, pero Soobin fue rápido a apoyar su espalda en ella. Ahora Yeonjun estaba a pocos metros con el brazo estirado, rápidamente regresándolo a su sitio. Pero, no se retiró. Podía aspirar el aroma a alcohol de su aliento, y algo similar a limón. 

—Soobin, por favor —y era una súplica, con la voz rota y suave—. Déjame irme; no quiero hacer esto.

La forma en que sus ojos se entornaban y una expresión de dolor transformó su rostro, de hostil a herido. No podía dejarlo ir. No sabía porque, pero no podía.

—Yo quiero hacerlo. Yo quiero que hablemos. No me gusta que actúes así —expresa y le molesta lo desesperado que suena. No quiere que se vaya, pueden arreglarlo, pueden hacerlo—. Solo mírame y dime que te molesta. Dame una razón y te dejaré en paz. Me olvidaré de los titulares, quiero honestidad.

—Soobin...

—Por favor.

Y tal vez, debió hacerle caso. Que regresara a la fiesta, hablara con tantas personas necesitaba hacerlo para llenar sus bolsillos de dinero. Permitirle ignorarlo por el resto de la noche, por días, lo que sea necesario.

Le daría el tiempo necesario para que se le ocurriera otra cosa que decirle, solo con tal de no escuchar lo que sus labios pronunciaron.

Yeonjun finalmente lo miró a los ojos, y estaba miserable.

—Creo... —empezó en un tono tembloroso— Creo que se algo sobre ti...que no debería saber.

Soobin parpadeó.

—Y tengo miedo de que sea real —deja escapar como si fuera aire contenido—. No puedo estar cerca de ti mientras sienta eso.

—No estoy entendiendo a que te refieres.

—No me hagas decirlo.

Y por un momento, quiso detenerse a sí mismo. Pero, no supo si era su instinto o algún funcionamiento dentro suyo que estaba dejándose llevar por el aspecto tan vulnerable de él, que quería concederle lo que le pedía.

—¿Qué es lo que sabes?

—En la fiesta de Halleys..., te vi hablando con Christopher.

Tragó en seco, recordando las duras palabras que soltó. ¿Lo habrá escuchado? Puede explicarlo, no era todo en serio, él realmente quería decir...

—Vi cómo te tocó.

Su ceño se frunció confundido.

—¿Y eso que significa...?

—Sé qué algo pasó entre Christopher y tú —su corazón dio un vuelto—. Y creo que sé que no querías eso.

Puso las manos en el pecho del mayor y lo empujó lejos, dando algunos pasos para tomar distancia de él. Le habría encantado que en ese momento aprovechara para escapar, que lo dejara allí procesando lo que acababa de escuchar.

Pero, se voltea y Yeonjun sigue ahí.

No ha estado en toda la noche con él.

Y en el momento donde Soobin más necesita teletransportarse en una habitación donde nadie lo pueda encontrar, cuando no quiere pensar que existen más personas en el mundo, que está solo y nadie puede llegar a él.

Cuando menos lo necesita, ahí está.

—Soobin...

—¿Quién te dijo eso? —su voz tiembla.

Lo observa tragar grueso, sus hombros estaban caídos. 

—Un conocido…me contó lo que Christopher... hace a sus clientes —parecía tener miedo de terminar la oración, hablaba muy despacio estaba atento a cada reacción.

Soobin sentía que no podía respirar, su cuerpo se echaba hacia atrás, hasta que chocó contra el escritorio. Yeonjun da un paso adelante.

—¿Dijo... mi nombre? —preguntó sin aliento.

—No —su ceño se frunce y él se encoge de hombros—. Yo solo..., tuve una suposición.

—Estás equivocado.

Su cuerpo se gira, y se fija en el escritorio. Apoya las manos allí, en su textura lisa, observa sus nudillos volverse blancos por la fuerza que estaba aplicando al aferrarse de la esquina.

Hay momentos donde se siente sumergido en una bañera, su espalda toca el fondo y sus piernas sobresalen de los bordes. Soobin quiere salir del agua, quiere respirar, y hay una mano grande y firme que lo empuja. Él lucha, patalea, y su nuca se golpea contra la cerámica. Grita, pero el agua se filtra dentro de sus pulmones, y el poco oxígeno que le quedaba ha desaparecido. Le duele el pecho, la garganta y la nariz y no puede respirar.

Su cuerpo empieza a perder fuerzas y él deja de luchar. La mano que antes lo sumergía ha desaparecido, y unos brazos aprietan los suyos y lo obligan a salir.

—Soobin, calma —es una voz lejana, ronca y desesperada—. Respira, por favor. Calma. Calma.

Sus rodillas habían aterrizado en el suelo y apoyaba los puños contra la alfombra, su pecho subía y baja frenético en busca de aire. Y todo su cuerpo dolía. Era como si todos sus huesos se fracturaron al mismo tiempo y había perdido la movilidad. No puede hacer nada sin que sea doloroso.

—Quédate conmigo, por favor. Vas a estar bien, vamos. Vamos, Soobin.

Yeonjun le dejaba caricias suaves en su espalda y no sabe de dónde sacó una carpeta que estaba usando para abanicar su cara. Ahora es Soobin el que no puede verlo. No puede ver a nadie.

¿Quién más lo sabe?

¿Por qué si alguien lo sabía...no hizo nada?

¿Por qué si Yeonjun lo sabía, estaba alejándose de él? 

¿Está tan sucio que nadie quiere estar a su lado?

—Deja-déjame —apenas podía hablar, pero tenía que hacerlo—. Ale-aléjate.

—No voy a dejarte aquí —su voz era suave y llena de preocupación—. Vamos a tranquilizarnos, ¿de acuerdo? ¿Puedes respirar para mí? Vas a estar bien, sólo calma.

Yeonjun no sabía qué hacer, realmente no midió lo que sus palabras podían provocar en él. Estuvo guardándose aquella verdad por días, luchando para que no lo comiera vivo cada vez que cerraba los ojos. 

Quizás, entendió un poco a su papá en ese momento, por qué no fue honesto y dejó a su madre. Cuando haces algo que puede herir a una persona, te lo piensas dos veces antes de confesar lo que hiciste. Una porque es lo correcto. Y la segunda porque sabes que vas a romper todo lo que construiste en años, por una decisión, por un secreto. 

La verdad siempre es lo mejor, pero a veces prefiere decirle a la gente lo que quieren escuchar, solo para que sean felices. Soobin no estaría en profundo pánico si Yeonjun escogiera su felicidad por encima de la verdad.

 —Nadie va a saberlo —lo asegura—. Nunca diré nada. Estaré callado. No voy a decir nada, Soobin.

Acercó las manos a sus hombros, y Soobin finalmente se desvaneció en el suelo. 

Es como si un balde de agua fría le cayera encima

Yeonjun quiere entrar en pánico, siente su propia respiración irregular. Sacude su cuerpo, intenta levantarlo, pero nada sucede.

—¿Soobin? —sus manos acunan su rostro, pero el mencionado no responde— Soobin, por favor, no me hagas esto. Despierta. Despierta por favor

Lo recuesta nuevamente, y acerca su rostro a su pecho, su corazón sigue latiendo, a un ritmo irregular. Ahora acerca su oído a su nariz, seguía respirando, a un ritmo lento, pero lo estaba.

Yeonjun cae, y lleva sus manos a su rostro, por un mínimo instante se permite temblar, se deja sentir. Revuelve su cabello y lo aparta por completo de su vista. Lo observa com los ojos cerrados, los labios fruncidos y una calma que no es comparable con lo que estaba pasando hace unos minutos.

Y luego se levanta, limpiándose la tierra de las rodillas. Enrolla su brazo alrededor de los hombros y lo sostiene de la cintura, su rostro cae hacia un lado. Soobin es inmenso y pesado, Yeonjun prácticamente lo arrastra por los pasillos. Algunas personas los miran, pero él solo lo señala con su dedo y mueve sus labios pronunciando un «bebió demasiado».

Nadie pregunta, nadie interviene. Grace los observa a la distancia y Sage los observa atónita. Y Yeonjun las detesta por un milisegundo. 

Cuando abandonaron la casa, se odia por lo que hace, pero tiene que enmendar su error, resolver esto de alguna manera. Hay fotógrafos escondidos en arbustos y Yeonjun se asegura de que los vean, que tengan una buena imagen de ambos saliendo juntos, que todo lo que piensen es que son buenos amigos abandonando una fiesta tan increíble.

En el estacionamiento estaba su chofer, pero se acercó al de Soobin, este abrió la puerta y lo ayudó a echarlo sobre asiento trasero. Yeonjun se subió de copiloto, y se mantuvo en silencio. 

El conductor tampoco preguntó nada. Se enfocó en hacer su trabajo, los condujo por la autopista, tomó atajos para evitar a los reporteros y ahora aprendió una nueva entrada a la resistencia donde vivía él, un acceso discreto y rápido. 

Cuando estacionaron frente a la amplia casa, el chofer se volvió hacia él.

—Te ayudo a llevarlo.

El hombre que se presentó como Mick tomó uno de los brazos de Soobin y Yeonjun el otro, haciendo el trabajo menos complicado al subirlo por las escaleras de la entrada. Le tocó revisar los bolsillos del chico, encontrando sus llaves en el saco e ingresaron a la cada. Tardaron cinco minutos en llevarlo a su habitación, y Mick se fue una vez que lo dejaron en la cama.

No podía estar otro minuto más de pie, en realidad, no sabe de dónde sacó tantas fuerzas. Era como si su cuerpo entró en un modo neutro, no sentía, no pensaba, solo actuaba y ahora que finalmente se desvaneció el efecto, su cuerpo cedió al cansancio en el suelo, y se apoyó de la esquina de la cama, con las piernas recogidas contra su pecho.

Y sintió su rostro humedecerse, porque, Yeonjun en serio no sabía qué hacer.

Chapter 15: Premios y fama

Chapter Text

Soobin se negó a levantarse de la cama al día siguiente, Yeonjun estaba demasiado cansado para obligarlo, durmiendo en el suelo mientras escuchaba su respiración y con una lámpara encendida porque no soportaba la oscuridad.

El segundo día, Yeonjun estuvo dispuesto a irse, tenía que ducharse, cambiarse y tomar distancia, toda la necesaria. No tenía su auto, no conocía la zona.

Pero, cuando su mano tocó el pomo de la puerta, se dio cuenta que Soobin tenía un día y medio sin comer, y su preocupación pudo más que el hecho de que necesitaba dejarlo en paz. Le robó ropa, compró un cepillo de dientes en una farmacia que encontró merodeando y almuerzo en un restaurante de comida rápida. Y lo obligó a comer, solo le proporcionó tres mordiscos a la hamburguesa antes de girarse y cubrirse con las sabanas.

No quiso intentar llenar su estómago con nada más y Yeonjun temía que estuviera enfermo, pero durante la madrugada lo escuchó levantarse al baño, y supo que había recobrado algunas fuerzas. También encendió la lámpara para él, y fue un bonito gesto.

El tercer día, durante la noche, Soobin cerró con llave la puerta de su habitación y deslizó una nota debajo, decía:

«quiero estar solo»

Yeonjun se planteó en hacerle caso, en utilizar el teléfono de su casa y conseguir un taxi con el directorio. Pensó en lo agradable que sería dormir en su cama, su propio colchón y no en el rígido suelo de una habitación que no tenía buen aroma.

En cambio, localizó un armario con mantas y sacó una roja de allí. Y se instaló en el sofá, uno mediano e incómodo y debía recoger las piernas para encajar. Era imposible atrapar el sueño, por más que lo intentó. Porque era el mueble más tieso del mundo y estaba preocupado de lo que Soobin podría hacer solo, lo que estaba sintiendo.

Se rindió, tomando asiento y rodeándose con la manta. No estaba del todo oscuro, eso lo relajaba, las cortinas que cubrían las amplias ventanas no eran del todo gruesa, aún entraba la luz artificial de los faroles y las lámparas del jardín.

Por un momento no había notado que Soobin vivía cerca de la playa.

En realidad, desde que llegó allí, no se había detenido algún segundo para detallar la casa excepto para buscar lo que necesitaba. El único momento donde su vista se fijó en algo, fue en el suelo de la entrada con los periódicos del día. Títulos mezclados entre lo bien que estaba desempuñándose Unknown, un primer plano comentando en duda que su amistad fuera genuina y las desfavorables fotos de Soobin siendo llevado por el auto, hablando de como perdió el control esa noche.

Optó por echarlas en la basura, ninguno de esos reporteros sabía que llevaba puestos sus calzoncillos y no había visitado su propia casa en días. Ellos no tenían ningún derecho de opinar.

Había algo que le llamaba la atención.

Soobin tenía una casa casi vacía.

Es decir, tenía lo necesario: muebles de cuero beige, una mesa café de vidrio con un teléfono y unas tazas vacías donde habrá tomado algo que olvidó recoger. Tenía una biblioteca individual en una esquina, con tomos sobre actuación y música. Una chimenea de ladrillos que contrastaba con color azul de las paredes.

Y tenía estanterías, muchas y repisas con estatuillas de diferentes diseños, de todos los estilos, de todas las premiaciones posibles.

No había ni una sola fotografía, ni siquiera de él mismo. De hecho, en aquellos tres días, el teléfono no ha sonado y nadie ha pasado por allí. Lo cual era un alivio, pero aun así...

Es un poco crudo llegar a la conclusión de que lo único que Soobin tiene, es su fama.

Cuando amanece, es jueves, y es despertado por unos pasos. Su primer pensamiento es que Soobin finalmente ha dejado la cama, y se incorpora, tomando asiento en el sofá.

—¡Oh dios!

Es una voz femenina, le cuesta verla, sigue un poco dormido y se estruja los ojos para recuperar su visión. Hay una mujer de largo cabello castaño y piel oliva, y ojos rasgados. Lleva un uniforme de mucama y tenía un cepillo de barrer en las manos.

—¡Lo siento! Lo he despertado —parecía genuinamente apenada, se llevó las manos al pecho—. Pero, usted me ha asustado también.

—Lo siento, yo no... —¿qué podía decirle? — No la conozco...

Sus labios embozan una sonrisa cálida y ella extiende su mano hacia él.

—Soy Hellen —Yeonjun estrecha su mano con ella—. Trabajo para Steve. Me dijo que lo dejara dormir, se le olvidó avisarme que tenía visitas.

—Soy Daniel.

—Se quién eres —respondió como si era muy evidente no reconocerlo—. Eres el amigo de Steve, el que siempre está con él.

—Supongo que lo soy.

Era un poco extraño ser reconocido por ser el amigo de alguien, y no por su carrera.

—¿Steve despertó?

Helen asiente.

—Está tomando un baño. ¿Quiere que le prepare el suyo?

—No te preocupes —tira su cabello hacia atrás—. Debo irme pronto, no tengo ropa aquí.

—Ya veo —su mirada lo recorrió y Yeonjun se sintió tímido—. Debería tomar un baño, de todos modos, puedo llevar a lavar su ropa y le prometo que estará lista cuando haya terminado.

Yeonjun accede, razonándolo no sería lo correcto irse a casa con prendas que no son suyas. Está usando unos pantalones de pijama grises gigantes, los arrastra cuando camina y la camiseta de rayas que encontró les llegaba a los muslos. Toda la ropa de Soobin le quedaba así.

Helen desapareció por unos minutos, y lo condujo a un pasillo conectado con el comedor. Abrió una puerta y estaba otro baño, Yeonjun solo conocía uno en el segundo piso. Estaba impecable y la tina estaba llena para él.

Le entregó un saco con una cinta para que colocara todo lo que necesitaba lavarse, y ella le pasó toallas limpias. Yeonjun se permitió relajarse, pero su mente rondaba el hecho de que Soobin finalmente se había levantado de cama y tenían que hablar.

No sabía por dónde empezar, ni qué tipo de información le pediría. En realidad, no estaba seguro si tocarían el tema. O si Soobin lo echaría. Yeonjun no tiene su auto cerca. Debería llamar a su chofer para que lo recogiera pronto, solo en caso de...

De que las cosas no salieran bien.

Una hora después, Helen tocó la puerta del baño y Yeonjun se dio cuenta que había pasado tanto tiempo sin hacer nada.

—¡Lo dejaré aquí!

—¡Está bien!

Se apresuró a limpiar su cuerpo y luego enrollarse una toalla a la cintura. Abrió la puerta y el saco estaba allí, con su ropa limpia y cálida.

Se vistió con el traje nuevamente, sin ponerse la chaqueta ni abotonarse toda la camisa. Helen encontró sus zapatos en alguna parte y también los limpió, y se sentía apenado de haberla hecho trabajar más de lo necesario por él.

Caminó por los pasillos, encontrándola en el comedor. Estaba colocando dos platos en la mesa con emparedados en ellos y tazas con café humeante.

—¿Cómo le gusta el café, señor Daniel?

—Sin azúcar está bien —su estómago rugió, pero empezó a retroceder—. Tengo que hacer una llamada primero.

Yeonjun regresa a la sala, y decide sentarse en el suelo antes de volver a poner su cuerpo en ese sofá. Marca los números y en dos tonos, su chofer le responde y estará allí dentro de una hora.

Escucha a Soobin bajar de las escaleras, por lo que se colocó de pie y lo esperó.

Y no se veía bien.

Es decir, tampoco esperaba que luciera como un adonis después de cuatro días comiendo mitad de la comida y un par de sorbos de agua. Tenía la piel grisácea, manchas rosadas tornándose moradas debajo de sus ojos hinchados y los labios resecos.

Cuando lo ve, se detiene por unos instantes, como si no pudiera decidirse en enfrentarlo o regresar al piso de arriba para ignorarlo.

Decidió un poco de los dos. Baja los escalones faltantes y camina a su lado como si no existiera.

Yeonjun lo toma del brazo y evita que avance. Soobin se aparta de forma brusca.

—¿Qué quieres? —su voz era ronca y furiosa.

—Saber cómo estás —lo escucha bufar—. Solo quiero saber eso.

—Estoy bien —responde en duro tono—. Pero, no entiendo porque sigues en mi casa. Te pedí que me dejaras solo.

Es cierto, se lo escribió en una nota y él decidió ignorarlo. Solo con ver su aspecto, tomaría esa decisión de nuevo.

—Lo siento —se rinde—. Fue mi error, solo quería saber cómo estabas.

—Estoy bien.

—Ya lo veo.

—¿Y por qué sigues aquí?

—Yo... yo llamé a alguien —de verdad estaba enojado, por como lo miraba con impaciencia—. Ya me voy.

—Me alegro.

Soobin le da nuevamente la espalda, puede verlo tirando de su cabello con frustración.

Y tal vez, si no se giraba tan rápido, Yeonjun notaría su labio temblar y como sus ojos se nublaban. Detesta sentirse así, no es un día fácil, no se siente fuerte ni capaz de seguir hablándole. El hecho de que siga allí lo enloquece, porque no sabe cómo lidiar con todo lo que siente; lo detesta, está enfadado y terriblemente aliviado de que no se fuera.

—No le diré a nadie —se detiene a medio camino cuando lo escucha—. Lo prometo.

Muerde sus mejillas internas, no quiere responder, no quiere decir nada. Siente que los muros en su cabeza se vuelven tan altos, que no puede ver la luz del sol, ya no puede ver a Yeonjun frente a él.

—No me importa lo que hagas con eso.

—Sabes que no es verdad —finalmente se voltea y él está mirándolo, como si sintiera pena—. No fue lo que demostraste en la fiesta. Sé que esto te importa.

Pero, no puede evitar que su cerebro cree un muro de concreto alrededor de sus pensamientos, y empiece actuar a su modo.

—¿Y qué más sabes de mí? —alza sus brazos y los deja caer—. Lo digo en serio, pareces conocerme mejor que yo mismo. Sabes tanto, deberías escribir un puto periódico, tienes demasiado conocimiento.

—Soobin...

—¿Qué más sabes? ¿Qué más puedes descubrir?

—Solo quiero ayudar.

Eso lo paraliza por un instante, Yeonjun lo toma como una señal para acercarse, pero cada paso que a avanzaba, Soobin retrocedía. Dejó de intentarlo.

—¿Ayudarme en qué? —soltó como un jadeo.

—Puedo sacarte de ahí —detesta sus ojos, son tan expresivos y puede reconocer que no miente. brilla esa esperanza en él—. Puedo conseguirte un lugar más seguro. No tienes que estar con él nunca más. Yo puedo llevarte conmigo a otra empresa y harás lo que quieras.

Y tal vez alguien piense, que cualquiera que esté en su misma situación aceptaría, sin dudarlo. Tentador, esperanzador y un final perfecto para una era de miseria.

—¿Y qué te hace creer que yo quiero eso?

Yeonjun parpadea, perplejo. Seguramente esperaba que aceptaría. Pero, Soobin ha estado lo suficiente en esa industria, para no caer en cualquier oferta que sonara bonita.

—No quiero eso —afirma, sacudiendo su cabeza lentamente—. ¿No te has preguntado por qué no hice nada en tantos años? ¿Por qué sigo trabajando? ¿Por qué, no busqué otro camino? ¿De verdad crees que nadie más desea que trabaje en sus producciones?

—No pensé eso...

—Sigo en Estudios Carpem porque yo lo decidí así —su voz es firme, dura y le quema la garganta—. No soy un indefenso que no tengo a donde ir. Mira a tu alrededor. Todo esto lo logré yo.

Yeonjun apretó sus labios, para no decirle que solo logró trofeos más no felicidad. ¿Cómo podría saber él si Soobin es feliz así?

—Yo escogí esta vida, Yeonjun —añadió—. Y no voy a cambiarla solo porque me digas que puedes ayudarme, no sabes nada. Solo escuchaste un chisme y me dejaste en ese momento. Te alejaste de mí.

—Soobin...

—Y eso me dolió, joder, me dolió mucho.

Se giró y apretó sus párpados, su pecho subía y bajaba por el enojo. Quería decir tanto, tanto. Y al mismo tiempo, cada palabra que salía de su boca iba traduciéndose en rabia pura.

—Soobin, lo siento.

—¿Tanto asco sentiste por mí?

—¿Qué? —Yeonjun camina hacia a él—. ¿Qué diablos estás diciendo?

—¡Te alejaste de mí porque te asqueó creer en eso! ¡Tú lo dijiste! —quiere alejarse más, pero su espalda chocó contra su chimenea— Qué no podías mirarme porque temías que era cierto.

—Soobin, escúchame un momento —estaba enojado también, y angustiado—. No es ni lo más cercano a lo que pensé. Temía que fuera cierto porque me dolió pensar que sufriste. No tiene nada que ver con sentir asco.

—Lo que dices y lo que haces no coincide —escupe—. Es difícil creerte cuando eres así. ¿Qué se supone que haces, Yeonjun? No quieres que sufra. Quieres ayudarme. Pero, no has pensando en que quiero yo.

—¡Es que no te entiendo! —exclamó—. ¿Cómo puedes querer seguir en Carpem después de todo? ¿Cómo puedes escoger esta vida? ¿Qué mierda te ha metido Christopher en la cabeza que no puedes creer que hay algo mejor para ti?

—¡Porque yo lo quiero así! —gritó de vuelta— No hay nada que entender.

—¡Pues, no me queda claro!

Yeonjun pone distancia entre ambos, no quiere perder la cabeza. No quiere seguir con esa discusión, está frustrado, pero no es lo que buscaba. Revuelve su cabello y tira su cabeza hacia atrás.

—Soobin, por favor —dice un tono más suave—. No quieres esto. No la parte mala, lo demás es tu problema si es así. Pero nadie quiere eso para su vida. Eso no es vida. No tienes el control en esto, eres una víctima.

«Eres una víctima» retumba tan fuerte en su cabeza que debe frotarse la sien para calmarse.

—No soy una víctima —responde fríamente—. Soy famoso. Y hacemos lo necesario para llegar a donde estamos.

Yeonjun se giró a mirarlo y parecía herido, y sorprendido. Pero, no estaba más lastimado que él, quien había pronunciado unas palabras tan lejos de su verdad.

Si Soobin pudiera volver a tener catorce años, haría muchas cosas diferentes. Aceptaría irse a Los Ángeles, pero nunca le creería ni una sola palabra a Christopher. Ya sabía cómo demostrarle quién era, solo debía tener una novia y dejaría de ser valioso. Lo primero que haría, es buscar a Violet y se ganaría Longest Ride por su talento, y no se sentiría enfermo como lo hace cuando ve su fotografía.

Pero, ya no puede cambiar nada.

Y solo le toca seguir.

—Soobin...

—Y nada pasó. Lo digo en serio. Ya no digas esa mierda de víctima. Nunca ocurrió nada.

Dio un paso hacia adelante.

—Eso me alivia mucho...

—Porque no soy homosexual, yo no soy desviado.

Caminó más cerca, Yeonjun traga saliva.

—Nadie dijo que lo fueras...

No me gusta nada de eso, así no soy yo. Estoy harto que empujen esas ideas en mí, que insistan en saber quién soy antes de que yo pueda decir que no.

—Está bien si eso no eres tú...

Yeonjun estaba a pocos metros suyo, inmóvil.

—Y.… no me gustas.

Quería intimidarlo, que dudara dos veces antes de seguir imponiendo sus ideas. Cuando estaban tan cerca, la diferencia de altura era más notoria, debe inclinar su cabeza para verlo a los ojos.

—Yo...

Y puede aspirar el aroma a menta de su aliento cuando separa sus labios y es difícil para él no reconocer que lo prefiere así, que es mejor a residuos de alcohol.

—No me gustas. —repitió Yeonjun.

Que sus ojos marrones sin inyecciones de sangre por las sustancias, son realmente hermosos, como un río lleno de piedras oscuras y brillan con luz propia, y son tan expresivos. Puede ver el dolor en ellos, como lo daña en cada palabra que suelta, y como anhela. No sabe que está pidiendo; si desea que lo siga lastimando o lo arregle. Y Soobin no puede decirse entre querer romperlo y pasar una vida entera arreglándolo.

—Y.…—Soobin traga saliva—, no puedo sentir nada por ti.

Sus cejas se juntan cuando escucha eso, y Yeonjun alza su mentón, y están tan cerca, que solo puede ver sus labios moverse y pensar en qué pasaría si solo...

—No puedo sentir nada por ti.

Sus ojos se encuentran, quiere confirmar lo que su mente suelta por él. Entonces, se rinde y asiente despacio, sus narices se rozan de forma muy suave.

Yeonjun se aleja, apretando la chaqueta entre sus manos y camina hacia la puerta. Soobin se encuentra aún aturdido por lo que acaba de ocurrir.

—Supongo que ahora conozco lo que realmente piensas —gira el picaporte y luego lo mira por encima de su hombro—. Disfruta tu vida de premios y fama, no me voy a meter en eso nunca más.

Cuando la puerta se cierra y él ya no está, cubre sus ojos con las manos y luego patea el sofá, mientras una oleada de dolor recorría su cuerpo, pero no está tan seguro que provenga del golpe.

Hellen se asomó tímidamente por el pasillo, tal vez pensó que la discusión se había salido de control por el ruidoso golpe. Pero, está aliviada cuando solo se encuentra a su jefe, de pie y con la mirada fija en el suelo.

—¿Lo que dijiste fue la verdad?

Soltó un ruidoso suspiro y la miró. Sacudiendo su cabeza, aunque no sabe con precisión cuál de todas las cosas que dijo estaba cuestionando su veracidad.

A veces, Soobin dice lo que quiere creer.

E irónicamente, Yeonjun solo le dice a la gente lo que quieren escuchar.

 

 

Una semana después, Soobin y Grace le dieron la exclusa a The page sobre su ahora relación oficial. Escribieron un adorable artículo sobre como la conexión fue inevitable en las grabaciones, que sentían como si encontraron al indicado.

Eran fotografiados comiendo helados, de la mano en Beverly Hills, de compras, visitando restaurantes.

—Esto podría ser el comienzo de algo bueno. —Grace besó su mejilla, durante una cita al club de moda del momento, Rivers.

Los dos bailaban sobre las pistas hasta que sus pies dolían, sus portadas parecían sacadas de una película romántica y cursi.

Y él, en serio, intentaba creer que podía ser así, que finalmente estaba teniendo la vida de éxito que merecía. Conducía en las semanas a San Diego para grabar una película y estaba en conversaciones con otras producciones.

Unknown se había vuelto un éxito en taquilla en su primera semana, se comentaba que era candidata a película del año.

Y Soobin se encargó de estar tantas veces como podía en público con Grace, solo para no ver su nombre con el de Yeonjun en una página impresa.

No sabe nada sobre él, después de la discusión, cada uno volvió a sus vidas. Soobin se esfuerza en no mirar las páginas del periódico donde lo fotografían en bares, de la mano de Odette. Tira a la basura cada titular sobre el alcoholismo y la fiesta desenfrenada que estaba viviendo.

También evitó ver las noticias cuando tuvieron un accidente en auto, Yeonjun condujo ebrio y tuvo suerte de que no fuera grave. Y quiere pretender que no sabe que se fracturó la mano, su lesión en la espalda y ahora tenía un chofer.

Y está esforzándose en no sentirse enojado, porque todo lo que había logrado lo estaba dañando con escándalos y fiesta, y poniendo en peligro a Odette. Esto no fue lo que él le consiguió a ella, y siente que debe pedirle disculpas.

Pero ver a Odette, es una forma de saber de Yeonjun.

Y Soobin, en serio, no quiere saber.

 

Chapter 16: Cosas que se pueden fingir

Chapter Text

Durante el comienzo de agosto, Yeonjun lo echó a perder.

La noche de su accidente no fue como los medios lo retrataron, había algo de verdad, pero faltó un detalle importante.

Yeonjun estaba ebrio, eso era cierto. Pero, él no estaba conduciendo, nunca lo hacía cuando tan tomado, Odette no se lo permitía, ella siempre estaba sobria.

Y esa noche, cuando estaban saliendo de Houdini, Odette se enteró que Alisa había tenido una sobredosis de pastillas. 

Si no hubiera tomado tanto, habría tomado el volante y se encargaba de llevarla al hospital, de que pudiera verla antes de que ya no se le permitiera la entrada. Todo sería diferente si Yeonjun estuviera en sus cinco sentidos. Pero, no fue así.

Odette intentó sacar el auto del estacionamiento, en medio de un ataque de pánico, y chocaron contra una señal de Alto. Yeonjun no sabe dónde encontró fuerzas para abandonar su asiento y colocar a la chica, que se había desmayado por la conmoción en el lugar del copiloto.

Si la prensa se percataba de que ella fue quien lo ocasionó, jamás van a perdonarla. Yeonjun sabía que podía recuperarse del escándalo, pero la industria no tomaría el error de una mujer de la misma manera.

Odette tuvo un par de contusiones y se fracturó el tobillo, Yeonjun tenía una lesión leve en la espalda y el brazo fracturado, también un corte superficial debajo de una de sus cejas, que le dejaría una cicatriz. Le revocaron la licencia y pagó más dinero del que le hubiera gustado por los daños. No porque no quisiera reponer lo que destruyeron, era lo justo.

Pero, habían perdido demasiado tiempo.

Cuando fueron trasladados al hospital, Alisa estaba estable pero su familia decidió ingresarla a un centro de rehabilitación. Odette estaba devastada. Nunca habían estado tanto tiempo separadas y Yeonjun en ese momento no era el mejor apoyo para ella. 

No sabe en qué momento perdió el control.

Tomaba al menos una vez por día una copa de vino, ron si estaba animado, una cerveza para relajarse o algo de Wiskey. No es un consumo normal, pero para él era un ritmo funcional. Era una rutina, pero no dependía de ella.

Le gustaba el alcohol, cuando entraba su sistema y navegaba entre sus venas, no tenía que tomarse todo tan en serio, y las preocupaciones se veían más pequeñas de lo que realmente eran. Era su medicina para la paz. Y todos tenemos algo que nos mantiene con los pies sobre la tierra.

El problema es que cuando estaba borracho, realmente fuera de sus cincos sentidos, Yeonjun no pensaba. Y precisamente eso era lo que quería hacer, apagar por completo la mente hasta que tuviera valor para volver a la realidad. 

Pero, cada vez que se levantaba y recordaba que había sacrificado su adolescencia, y parte de su vida de joven adulto para conseguirle todo a sus padres, y que ahora sabía algo que dañaría todo eso. Dudaba en estar sobrio ese día.

Luego miraba el periódico, una siendo una primera plana de él tomando en un bar de Hollywood Hills, y otro de Soobin tomando una malteada con Grace, se decide en que no quiere estar presente ese día. 

En realidad, no sabe porque es más sencillo emborracharse en bares y lugares donde pueden fotografiarlo, que hacerlo en el secretísimo de su hogar habría tenido un efecto menos dañino. Pero, algo de felicidad siente cuando un día, los titulares son sobre él y toda noticia de Soobin y Grace es opaca, porque su escandalosa vida es más importante que ese romance estúpido.

No es buena idea mezclar alcohol con ganas de llamar la atención.

El accidente fue su punto más bajo y lo reconoce, cuando fue llamado a la oficina de su jefe, supo que lo había arruinado todo.

—¿Qué esperas que te diga? 

Era martes, estuvo de reposo por cuatro días y su cuerpo no estaba en condiciones, sentía que las luces frías de la amplia oficina estaban quemándole el iris. 

Tenía prohibido consumir cualquier tipo de sustancias mientras recibiera tratamiento por su brazo y espalda. Y tal vez no estaba considerando la palabra «adicción» en su situación, hasta que pasó el fin de semana vomitando, agitado y apenas teniendo fuerzas para levantarse de la cama. Estaba sufriendo los síntomas de la abstinencia.

—¿La verdad? —su voz también había sido afectada, estaba ronca y le dolía la garganta todo el tiempo.

Carl Wells era un buen hombre, y eso es algo que puede decir de muy pocas personas. Lo trataba con dignidad y entendió su visión del futuro, en que muchas estrellas iban a preferir ser independientes y había que ofrecer un nuevo modelo de representación, antes de quedarse atrás con los viejos sistemas de empresas que limita sus producciones. 

Yeonjun confiaba en él para los negocios, y él confiaba en Yeonjun para conseguir credibilidad.

—Estuviste a un paso de entrar a la cárcel —suelta un suspiro—. No eres ni el primero ni el último, pero eres diferente, ¿lo sabes? 

—Creo que sí. 

—No lo estás dimensionando —se apresura a afirmar—. Este negocio mira con recelo a quienes no forman parte de él. Eres un actor, nadie está pensando en que puedes hacer dinero sin tu cara bonita. Pero, no eres americano. Y eso es un obstáculo en esta industria, porque nadie va a permitir que le quites el trabajo y las oportunidades a una persona nativa. 

—Tiene sentido que sea así —reconoce—. No espero que las personas me acepten...

—Y lograste que lo hicieran —Carl asiente—. Conseguiste lo que muchos hemos intentado por años, estuviste cerca de ser uno más. 

Yeonjun se hunde en su asiento.

—Y ahora los accionistas no van a darte dinero si te ven desperdiciándolo en clubes, y en pagar multas —afirma e inclina su rostro para mirarlo a los ojos—. Muchos hacen eso, no puedes ser tú. Tu posición era frágil en este mundo, Daniel. Les diste lo que buscaban. ¿Estás entendiendo lo que digo?

La forma en que sus ojos se entornaron, y sus labios se juntaron, como si tuviera miedo de decir algo más, hizo lo comprendiera perfectamente.

—Se retiraron del proyecto.

—No pueden todos irse...

—Si pueden —afirma Carl—. Son capaces de irse en masas, en conflicto de confianzas y personas con poder mayor que si se retiran, todos lo siguen.

Enterró su cara entre sus manos.

—Mierda.

—Lo sé, es una porquería –y lo decía en serio, había decepción e impotencia en sus ojos—. Pero, no hay nada que pueda hacer aquí. Y tú tampoco.

En una noche destruyó lo que había construido en años, por una decisión de apropiarse de la responsabilidad de otra persona. Todo se había ido. 

Y aún si dijera la verdad, si decidiera hacer caer a Odette para salvar su pellejo, nada podría revertir lo que estaba hecho. 

Todos estaban esperando por una excusa para dejarlo de lado, quitarle lo que se ganó por mérito propio, el mínimo desliz y ya estaba fuera. 

Y Yeonjun se los dio, les dio la oportunidad de sacarlo de en medio.

—Pero, tenemos otros asuntos que discutir —Carl continuó—. Porque tengo que tomar cartas sobre esto.

No tenía ánimos de responder, solo escuchó, dejando caer sus manos en el regazo y observando su propio reflejo en el escritorio blanco frente suyo.

—No sé qué está pasado contigo —empezó—. Y no es mi trabajo saberlo, si no controlar el daño de tus acciones. En estos momentos, estás en una cuerda floja. Podría darte un sermón y que decidas que hacer, pero...

Se tomó un tiempo para contigo, buscaba las palabras correctas y adecuadas.

—Deberías ir a Michigan, un fin de semana —Yeonjun lo mira—. Visita a tus padres, encuentra algo de paz fuera de aquí.

Eso lo hace reír.

—¿Me creerías si te dijera que ese es el sitio donde menos tendré paz?

—O puedes ir a una clínica —eso borró la sonrisa de su rostro—. Por cinco meses y estarás como nuevo para Older

Older era una película donde tendría un papel de reparto, y participación en su producción, empezarían a grabar en febrero del año siguiente. Después debía grabar diez capítulos para una serie próxima a estrenarse en el otoño y un protagónico en una cinta sobre vaqueros. 

En realidad, es un alivio que aún tenga trabajo.

—Tengo la ligera impresión que no es opcional.

—No lo es.

Yeonjun suspira.

—No estoy...

—Lo estás —lo interrumpe—. Todos lo vemos. Yo lo veo. Así que agradece que estoy dándote una alternativa. Anda con tus padres, conecta con tu niño interior o planta una casa en el árbol para que recuperes perspectiva —alzó una mano y después la otra—. O ingresas a Raddle. Te limpias por completo y luego sigues trabajando.

En tiempos distintos, Yeonjun no habría dudado en ir a Raddle. Arreglar su problema y continuar. Estaría molesto consigo mismo por dudarlo, por pensar que podía controlar algo que se le estaba saliendo de las manos. 

Las calles dicen que las drogas queman una o dos neuronas, que el cerebro deja de funcionar como solía hacerlo y que el razonamiento desaparecía. Poco se decía sobre como el alcohol también era un arma que cambiaba a la gente, porque su parte pragmática había desaparecido y sonaba más tentador sobrevivir a su familia mientras tomaba en secreto. Era imposible que pudiera sobrevivir un día allí sin tomar al menos un trago, solo para evitar querer saltar encima de su papá.

Yeonjun programó un vuelo a Michigan para la siguiente semana, porque no estaba listo para estar sobrio.

 

 

El jueves llegó el cumpleaños de Grace.

Soobin le compró joyería cara, y la llevó a almorzar a su restaurante favorito. Y por la tarde, harían una reunión semi privada con los padres de ella. Por supuesto, los paparazzis tenían que estar ahí.

Ella utilizaba un vestido floreado rosa y Soobin un traje blanco, combinando la camisa interior. Los dos saludaban a los invitados apretados al otro y sonreían como si fuera el cumpleaños de los dos.

 —Ustedes son tan adorables —halagó una de sus tías.

—Ella lo es. —presionó los labios contra la sien de Grace, quien solo reía tímidamente. 

El jardín estaba decorado con bombillas cálidas, orquídeas y mesas con manteles bordados, sillas doradas y una plataforma hecha especialmente para un grupo de jazz que estaba tomando popularidad, tocando música en vivo para ellos.

Los padres de Grace tenían dinero, el suficiente para gastar una porción en hacer posible la carrera de su hija. Su madre era su agente, y se encargaba de hacer las decisiones por ella. Soobin estuvo impresionado por el nivel de control que estaba sometida, tanto en su ropa como los papeles que aceptaba. También su personalidad había sido moldeada por ellos.

Tiene la ligera sospecha que la verdadera razón por la que Grace quiso formalizar, no fue porque pensara que existía la posibilidad de tener una relación estable. Si ellos se casaban algún día, sus padres ya no podrían involucrarse en su vida. 

—¡Todos a sus asientos! —Margaret, la madre de Grace, golpea suavemente una copa para llamar la atención— ¡La cena ya está lista!

—¡Vamos! —Grace toma su mano— Muero de hambre.

Soobin no le gusta cuando que tiene hambre. No porque le parezca molesto, sino porque Grace no come.

Todos los invitados ocuparon los lugares que les correspondían, Soobin tomó asiento en la mesa familiar, colocando la servilleta en su regazo. Grace aún tomaba su mano y apoyaba la mejilla en su brazo. Hay una silla vacía.

El padre de Grace se levantó, Soobin no cree que apruebe su relación. A veces; lo nota observándolo con enojo.

—Estamos reunidos para celebrar el cumpleaños de mi pequeña estrella, Grace.

Todos aplaudieron, incluyendo su padre.

—Mis amigos me decían que el tiempo pasaba volando cuando tenías hijos, y en un parpadeo estabas deseando alargar los minutos para atesorarlos —afirmó, sus manos acompañaban su discurso—. Pero, no ha sido mi caso. He disfrutado cada día con mi pequeña, es mejor vivir los días y no pensar en que están por terminarse. 

Una persona se escabulle en la entrada, a pasos rápidos. Soobin lo ignora en un primer momento, mirando hacia el frente. 

Y entonces, una mano cae sobre su hombro.

Y es Christopher, en un traje color crema.

—¿Llegué tarde?

Tomó asiento en la silla no ocupada de la mesa, Soobin tragó saliva observándolo.

—¡Hola, Chris! —Grace estiró su mano por encima de él, y el nombrado la estrechó.

—Hola, cariño —lanzó una mirada hacia Soobin—. ¿No vas a saludarme?

—Hola, Christopher.

Su manager empuja de forma juguetona su hombro.

Soobin siente estremecerse, no pudo escuchar nada del discurso. Margaret prosiguió, y luego llegaron los meseros con los platillos, y las copas de champaña. Él tiró la suya disimuladamente detrás de su hombro, algo de le decía que debía estar lo más consciente posible.

—Son adorables, ¿no crees, Chris? —la madre de Margaret comenta.

—Absolutamente —responde él—. Son los tortolos más bonitos que he visto.

Empuja un pedazo de carne entre sus labios, concentrándose en masticarlo, aunque la garganta se le había cerrado.

—¿No han pensado en dar el siguiente paso?

Soobin traga grueso y ahora se arrepiente de haber tirado la champaña, sintió un fuerte dolor en el pecho.

—¿El siguiente paso? —pregunta Grace, en un tono curioso y tímido.

—Eso sería ridículo —responde Greg, el padre y Soobin empieza a adorarlo—. Grace está empezando su carrera, después de que gane un Oscar puede casarse. No podrá trabajar si se embaraza, tiene que dedicarse a su hogar.

¿Embarazo?

—Ay, papá –Grace sueltan una risa nerviosa—. ¿Qué dices?

—Las cosas se hacen bien o no se hacen, cariño —él reafirma—. Si te casas, no vas a trabajar. ¿Qué van a decir de tu esposo?

—Realmente no me importa lo que digan de mí...

Soobin debió quedarse callado, fue como si abrió un grifo averiado y ahora no podía controlar la explosión de agua que cayó sobre él. 

—Si una mujer se dedica al trabajo, descuida su esposo y al hogar —su voz era alto e imponente—. ¿Y eso qué imagen da al hombre? Un inútil que no supo poner orden. ¿Eso es lo que quieres que vean en ti?

—Yo...

—Todo esto es culpa de la guerra —se esforzó en no fruncir su ceño en confusión por esa repentina mención—. Una vez que el gobierno decidió que las mujeres apoyen a los soldados, se han vuelto irreverentes. Su lugar es en casa, con los niños, no en las calles teniendo aventuras, avergonzando a sus maridos. Mi mujer nunca participó en eso, y es una buena mujer del hogar. Así es como criamos a Grace, para que honrara y escogiera a su esposo por encima de todo.

—Y será así —ahora es Christopher el que habla, con una expresión determinada—. Steve es un hombre de buena familia, los Cleers lo criaron bajo la célebre educación americana. No estaría en el camino de Grace, si no supiera que es capaz de mantener el hogar.

Soobin abrió los ojos de par en par, girándose hacia su dirección. 

¿Qué?

—Cuando escuché de él, no estaba seguro de que fuera el hombre que esperaba para mi hija —Creg prosigue—. Me alivia que sea un Cleers. ¿Cómo vamos a tener descendientes chinos? Eso no es lo que representamos, somos americanos orgullosos de nuestra sangre y esa es la que llevaremos por todos los siglos....

—Soy coreano —Soobin lo interrumpe y nota como traga saliva con fuerza—. No soy chino, soy coreano. No va a ser una sangre pura americana. Es sangre coreana. Eso es lo que soy.

Se hace un profundo silencio en la mesa, nadie está contento con eso. Los ojos de Christopher arden, hay fuego en ellos cuando lo observa, pero a él no le importa. No puede fingir que es mitad americano, no puede darles eso, algo que no existe en él.

—Bueno —Margaret, quién se había mantenido en silencio durante toda la discusión, finalmente habló—. Hay cosas que se pueden fingir.

Es lo más aterrador que ha escuchado en toda la velada.

—Todo se puede arreglar —opina Christopher—. Mientras lo podamos anunciar pronto, mejor.

Soobin tomó la servilleta entre sus manos, y limpió los residuos de comida de sus labios. La dejó a un lado de su plato y se levantó, llamando la atención de los presentes.

—Con su permiso —intentó mantener un tono neutro—, debo ir al baño.

—El baño está en... 

No supo quién le intentó dar una orientación, sus pies ya estaban llevándolo lejos de allí. Escuchó los focos de las cámaras y se forzó a sonreír, a pretender que estaba disfrutando la mejor noche de su vida.

Se introdujo a la casa, y pensó en buscar la puerta de la salida. Luego, recordó que Mick no lo recogería hasta las diez y el reloj de pared en aquella cocina marcaban las ocho y cincuenta.

Buscó a ciegas un sitio donde esconderse, al menos por un momento, millones de puertas y habitaciones, y en su exploración, encontró el garaje. La única luz venía de un foco amarillo que apenas iluminaba toda la habitación y estaba vacío, salvo por unas máquinas de coser rotas en una esquina y muebles destrozados.

—¿Se puede saber que mierda está pasando contigo?

Se sobresalta al escuchar su voz, Christopher se acercó a pasos rápidos hacia él.

—¿Sabes lo que me costó encontrar una buena mujer para ti?

—Yo no te pedí esto.

—No se trata de lo que quieres, si no de lo que debes hacer.

—¡Jamás te he pedido nada! —manifestó—. Y por eso no tengo que hacer esto, yo no lo pedí. Yo no necesito casarme, no con esa familia. No con ella.

Christopher alargó una risa.

—¿Desde cuándo te has vuelto tan descarado? —cuestionó con una ceja alzada— Si no te casas con ella..., las personas hablan, Steve. Todos piensan que eres un raro inadaptado que no logra conseguir que alguien lo quiera, necesitas este matrimonio. Esta es la familia que va a darte estatus.

—No quiero esto. 

—Pues, intenta quererlo —se encogió de hombros—. Y encuentra una casa bonita para los dos.

—No quiero esto. —empieza a sacudir de forma frenética la cabeza.

—Y te casarás en ella en el Hotel Lorens, tienen una encantadora vista.

—No quiero esto.

—Y harán tres películas juntos antes de que la embaraces, y ganes el Oscar por el padre del año...

Su puño impacta contra la pared, Christopher se queda en silencio. El pecho sube y baja, todo su cuerpo tiembla y es como si la sangre se le subiera a la cara, sus orejas están calientes

–No quiero esto —suelta en un jadeo y lo mira con la cabeza baja—. Por favor, no quiero hacer esto.

Ha vivido momentos humillantes; hacerse del baño en los pantalones durante una grabación, caerse borracho en las calles durante sus primeras salidas con alcohol, pronunciar una palabra de manera que sonaba al nombre de un genital en el discurso de aceptación de una premiación.

Pero, nada se comparaba como el momento donde suplicó un poco de piedad. Y luego, su cuerpo se impulsó hacia un lado de manera brusca, porque Christopher lo había abofeteado. 

Estaba paralizado, con la vista hacia el suelo y los ojos cristalizados. Soobin nunca llora si no es para las cámaras. 

—Compórtate —Christopher dice con una tranquilidad absoluta—. Nos va a arruinar esto para mí, lo he hecho todo para llegar aquí.

Escucha lo escucha alejarse, tiene unos zapatos con ligero tacón y resuenan por el piso de madera. Soobin sigue quieto, hay hormigueos recorriéndole la mejilla y la mandíbula le duele cuando traga saliva. 

Tarda un momento en volver lentamente en sí, girando su cuello. Estaba de pie allí, encogido en sus hombros, la cabeza vacía y los oídos envueltos en un único zumbido.

Y Grace lo observaba desde la puerta, en el mismo estado de impresión. 

—Vuelve pronto a la mesa, por favor. 

Es todo lo que dice, antes de girarse sobre sus faldas y dejarlo allí.

Y Soobin se pregunta si esa es realmente la vida que escogió.

Chapter 17: Dulce compromiso.

Chapter Text

Durante tres días, Soobin se concentró en su filmación, invirtiendo horas en su camerino después de grabar para repasar sus líneas. San Diego ha sido su escondite desde que el articulo salió, estaba considerando en comprar un apartamento para mantenerse en la clandestinidad.

¿La fama podría ser así? Hacer su trabajo y volver a su vida, no deberle una respuesta a nadie. No entrevistas, no fotos planeadas, no relaciones ensayadas.

En una oficina, el ascenso no se gana por el éxito de tu vida personal, es tu esfuerzo y trabajo. No ha tenido un empleo diferente en su vida, pero observa a los encargados del detrás de escena y a nadie le importa lo que hacen en casa. ¿Por qué la fama debía ser así? Ellos actúan frente a las cámaras, en los medios, en las alfombras rojas, en las calles, y a veces en las casas. Todo el tiempo están actuando.

Pocas veces se lo ha cuestionado, y es un tema que se descarta fácil porque su objetivo era conseguir un lugar, ganarse el reconocimiento y eso lo pagaría, haría lo necesario. Después de todo, eso era todo lo que tenía.

Era un huérfano, sin nada que lo respaldara. Jamás sintió a los Cleers como su familia y ellos no lo tomarían en cuenta, si no hay dinero de por medio. ¿A dónde iba a ir, donde podría pelear? No sabe otro oficio más que actuar.

Pero, en esos momentos, rondaba en su cabeza la gran duda sobre si la manera en que el mundo funcionaba era justo.

Cuando regresa a casa, Hellen le dejó la cena en la estufa, y también le recogió la correspondencia. Hay un periódico hablando sobre una inversión que Estudios Halleys hizo, de más de cien millones de dólares. Debajo un artículo sobre pérdidas financieras en cines. Y, por último, un sobre con su nombre.

Soobin lo toma entre sus manos, dejando la mochila de sus pertenencias en el suelo y caminando hacia el sofá. Rompió una esquina del sobre y sacó una hoja doblada.

«Querido Steve,

Escribo y rompo las oraciones que completo; mi madre me ha regañado por desperdiciar papel. Así que lo haré bien.

Lo siento.

Yo tampoco quiero.

No puedo ser muy explícita, creo que mi papá revisa mis cartas.

Por favor, vamos a vernos mañana en Pearls a las dos. Reservé una mesa discreta, solo seremos nosotros.

Con cariño,
Grace»

Dobló a la mitad la hoja, y por un instante estuvo agradecido de pensar igual que ella.

Después de su cumpleaños..., está comenzando a detestarla un poco. Pero más a sí mismo.

Él aceptó esa posición, siempre pudo negarse. No tenía nada que demostrar y en aquella desastrosa noche lo entendió. Lucha con una idea que no puede sacarse de la cabeza, todos le dicen que hacer y espera que lo acepte. Quiere ser aceptado, pero hay un nivel entre lo que le beneficia y lo tortura.

Y estar con Grace es posición, apellido, estatus. Cerrar las bocas de aquellos que no lo imaginaban en la alta élite americana.

Y en serio, no quiere eso.

Una parte suya tampoco quiere reunirse con ella, es muy pronto para verla. Prefiere que su silencio hable por él, ha preparado una declaración sobre su relación, va a negar todo, dirá que no está listo para el matrimonio y dejará de verla. No le debe una explicación a nadie. Otra persona puede encajar.

Y otra parte suya, la que no es vengativa y puede verla como un daño colateral entre personas que están decidiendo por ellos, es quien impulsa su decisión de aparecer en Pearls a la hora pautada.

Un mesero lo guía por el restaurante, a esa hora no había muchas personas, por lo que nadie prestó mucha atención a su llegada. Hasta el final, abre una puerta y hay un centenar de cubículos, lo conducen hasta uno en el medio.

Grace está sentada allí, mirándolo nerviosa con las manos sobre su regazo, lleva un pantalón alto verde oscuro y una camisa con mangas abombadas.

Soobin toma asiento en silencio, el mesero toma su pedido y los deja solos.

—Hola, Stev.

—Hola, Grace.

Se permite tomar un sorbo de agua y luego se relaja en la silla, están sentados delante del otro, es la primera vez que están tan separados y prefiere que sea así.

—¿Recibiste mi carta? —baja su mirada a las servilletas— Claro que lo hiciste, estás aquí por eso. No pude decirte mucho. Pero, realmente no lo siento. Ese día, todo me tomó por sorpresa. Mi padre, Christopher, tú...

Dejó que hablara, cruzando sus brazos y observándola atento.

—La verdad es que... —inhaló aire y luego lo soltó— Lo arruiné. Lo reconozco. No fui sincera desde el minuto uno.

—¿Sobre lo que me dijiste de Sage?

Sus ojos se abrieron de par en par, relamió sus labios.

—Tengo una teoría sobre todo esto, pero aún me faltan trozos de historia.

Grace se encoge en su asiento.

—Está bien —masculló—. Christopher nos recomendó a ella y a mí para Unknown. Cuando empezamos con las salidas, me preguntó si quería casarme este año. Le respondí que sí. Y luego mencionó a mi papá. Entendí rápidamente que quería una reunión y se las conseguí.

Soobin alzó una ceja.

—¿Por qué se reunió con tu padre?

—Tiene un programa de financiamientos para nuevos emprendedores—afirmó—. Christopher le pidió hacer una inversión en la empresa que desea abrir, pero mi padre no confío mucho en su idea, ya estaba liderando otro proyecto. Entonces, decidió otra estrategia.

—¿Ofrecerme como tu esposo?

Avergonzada, asintió.

—Christopher me dijo que no dudara cuando recibiera mi señal, era mi momento de aprovecharlo.

—Entonces...—la interrumpió, intentando procesar lo que acaba de escuchar—. Ahí es cuando Christopher le dice a Sage sobre Daniel y yo.

Grace asiente.

—En un principio no supe si era esa la señal...—se rascó la nuca—. Sigue siendo descabellado al final. Pero, la oportunidad estaba allí. Me diste el sí. Y eso me ha llevado a pensar que puede ser un poco real, no dudaste en ceder y...

—No dudé en ceder porque estabas hablándome de algo considerado delito, Grace —le recordó—. Si alguien escuchaba lo que me dijiste, podrían haberme matado allí mismo.

–¡Lo sé! —exclamó—. No tiene nombre lo que hice.

—Lo tiene—afirmó—. Y es cinismo.

Soltó un suspiro, el mesero los interrumpió para traerle sus pedidos. Soobin ordenó una ternera strogonoff para sí mismo, al menos podía darse el lujo de comer algo delicioso.

—No es todo —prosigue—. Estoy confesando porque nada de lo que hice valió la pena.

—¿De verdad? —respondió en un tono irónico.

—Antes de escribirte esa carta, descubrí que Christopher consiguió lo que quería.

Soobin dejó de comer al escuchar aquello.

—Mi papá canceló el proyecto que tenía pendiente, y le ha dado el dinero a Christopher para que maneje mi carrera.

—¿Qué?

—Pero...—cerró los ojos— El proyecto cancelado era el de Daniel.

Su mención hace que los recuerdos lo golpeen como una ola gigantesca y helada: imágenes de su discusión, todo lo que le ofreció, su frustración por las respuestas que Soobin le dio, sus labios separados y esos ojos brillantes.

—Después del accidente, Christopher convenció a mi padre sobre lo mal que es ese comportamiento —afirmó—. Los inversores iban a perdonarlo, porque tenían fe en él. Pero, mi padre les dijo que no pondría dinero en alguien que era un desastre de persona, y por eso, los demás se retiraron. El proyecto se canceló.

Soobin se escuchó hacia atrás, atónito.

—¿Daniel perdió el proyecto? —jadeó.

—Me temo que sí —respondió—. Al igual que todo el dinero que invirtió.

Su pecho sube y baja, y siente las orejas calientes.

¿Cómo Yeonjun pudo ser tan estúpido?

¿Cómo Grace era tan cínica en revelar la verdad después que ya nada iba a quedar en su responsabilidad?

Pero, la única culpa era de Yeonjun. Cometió un error, y Christopher encuentra oportunidades en todos los rincones.

—¿Christopher sabía que el proyecto era de Daniel? —no sabe cómo encuentra calma para pronunciar aquello—. ¿Tú lo sabías?

Grace asiente, lentamente.

—¿Sabías todo eso...—jadea—, y no trataste de convencer a tu padre de lo contrario? Él era tu amigo, sabes que no es...

—¡No era mi amigo! —lo dijo tan fuerte que luego se cohibió—. Nada de esto fue real, para ninguno. Me sorprende que lo sea para ti. Lo viste perder el control y nunca te acercaste a ayudarlo.

Sus palabras lo empujan hacia el respaldo de la mesa, tenía razón, pero no era del todo cierto.

—No me culpes por cuidar mi imagen —soltó un bufido—. Y esto lo provocó él. Si no tuvo la responsabilidad de cuidar sus proyectos, lo que haga Christopher o mi padre no es mi problema.

—Siempre pensé que eras más bondadosa.

—Nunca me conociste...

—Dios me salve de hacerlo algún día.

 

 

 

Cuando aterrizó en Michigan, el primer lugar que visitó fue una licorería. Adquirió una botella de Rye Whiskey y la escondió en lo más profundo de su maleta, envuelta en un suéter de lana que nunca usaba.

No iba a sobrevivir esos días estando sobrio, aunque su madre se lo hizo prometer cuando la llamó por teléfono. Al menos, no lo haría en frente suyo, solo cuando las cosas fueran demasiado para soportar.

Desde que llegó, arregló cuatro ventanas, cambió dos tuberías, reemplazó la cerámica del baño, de la entrada, ayudó a retocar la pintura de las paredes del taller de su madre y no durmió una noche para leerse un instructivo para reparar máquinas de coser. No se suponía que hiciera esfuerzo físico por sus lesiones.

Con tal de no toparse con su padre, o pensar, en que había perdido el dinero se su mayor inversión, por lo estúpido que era.

Lastimosamente se encontraban en las cenas, él le preguntaba cómo iba el trabajo y tenía que esforzarse para no escupirle en la cara, responder con amabilidad en que los días eran pesados y necesitaba su familia para despejar su mente.

Podrías acompañarlo un día a la fábrica —estaba masticando un trozo de algas cuando lo sugirió, se le enredó con la lengua—. Así conoces a los amables compañeros de tu padre.

¿Fábrica?

Su padre tosió, y dejó sus palillos aún lado de la mesa. Yeonjun clavó su mirada en él.

Está ayudando a uno de sus amigos en el trabajo —afirma su madre—. Ahora que nos ayudas, no tenemos mucho que hacer, Yeonjunnie.

Es un pasatiempo. —aclaró él, sin sacar la vista del plato.

¿Cuál es el horario?

Su voz salió más dura de lo que quiso, sus padres lo miraban confusos.

Por las noches, corazón —respondió su padre—. A veces voy en las tardes.

No pudo evitar bufar.

Claro que es todas las noches.

Tu jodido pasatiempo es engañar a mi madre todas las noches, mordió sus labios cuando lo pensó. En cambio, dejó los palillos encima de su plato y se levantó.

Ya terminé. —afirmó— Voy a arreglar una baldosa de afuera, está suelta. Es peligroso para mamá.

Está bien, cariño.

Yeonjun se alejó rápidamente de allí, realmente no había nada roto porque se había encargado de arreglarlo, pero tomó el martillo y rompió una al propósito solo para repararla.

No debió ir allí, Raddle era mejor que toda esa mierda. No quería saber cuándo lo hacía ni la frecuencia de su engaño, ¿cómo puede decir que no hay mucho que hacer en casa? ¿Es muy difícil quedarse en el sofá mirando la televisión todo el día y amar a la persona que estuvo casada contigo?

Le cuesta entenderlo. No le encuentra una explicación. Cuando estaban en Seúl, su padre abrazaba a su madre en todo momento, le tomaba la mano cuando ella decía que tenía frío en los refugios y le cubría las orejas en los días en que venían los soldados. No había una sola mañana donde no se decían lo agradecidos que estaban de seguir con el otro.

Después de mudarse, el factor guerra no estaba. Se enfrentaron al sacrificio, trabajar por un hogar, por sobrevivir, por encontrar su lugar. Había apoyo, comprensión, compañía.

¿Y ahora qué pasó?

Yeonjun les hizo fácil el camino para que tuvieran una vida tranquila.

¿Por qué todo se rompió de repente? ¿Para qué anhelaba una vida tranquila de ensueño con su esposa, si iba a arruinarlo así?

En algún punto sus manos estaban apoyadas en el suelo, y él estaba inmóvil.

¿Cómo pudo perderlo todo de esa manera?

El día siguiente, su madre no le permitió arreglar más cosas. Enrolló su brazo con el suyo y lo llevó a caminar al supermercado, ese día quería prepararle sopa de fideos hechos a mano. Yeonjun prefería los verdaderos ingredientes coreanos, los artículos que vendían allí no se comparaban con el sabor original, pero su madre conocía trucos.

—Siempre compro estos sobres de especies —tenía dos bolsitas en las manos, Yeonjun las tomó para ella—. Cuando dejó hervir el agua, vacío este primero —señaló la bolsa roja—, y después de colocar los ingredientes, aplicó este —elevó el gris—. ¡Y listo! Estamos en Seúl de nuevo, al menos por nuestro paladar.

—Tengo que probarlo para saberlo —la observó colocar más verduras en la canasta, él estaba sosteniéndolas por ella—. ¿Cómo ha estado la búsqueda del Kimchi?

La escucha suspirar en derrota.

—No puedo decirlo en voz alta, hijo —tiró ligeramente su brazo para acercarlo—. En realidad, no sé cómo se pronuncia eso...

Nunca hablaban coreano fuera de la casa para no llamar tanto la atención, era un detalle muy simple pero los vecinos siempre parecían irritados por ello. Yeonjun lo dominaba mejor, el Estudio le consiguió un maestro que convirtió su acento en ignoto. Sus padres, por otro lado, solo aprendieron lo necesario para trabajar y gestionarse.

—¿Quieres helado, hijo? —se giró hacia él cuando estuvieron cerca de un refrigerador.

—¿Qué sabores hay...? —se distrajo cuando escuchó su nombre.

Estaba encendida la radio y resonaba por los parlantes adheridos a las paredes, el canal de noticias había empezado y su primera primita fue «Daniel Choi, el nuevo rebelde de la ciudad, sigue dando de qué hablar. Se le ha visto en Michigan, ¡cuiden sus señales de tránsito!»

Hizo una mueca.

—Cariño, no les hagas caso.

Sus manos atraparon sus mejillas, tenía la piel llena de callosidades, pero Yeonjun nunca había sentido un tacto tan suave como aquel. Ambos tenían la misma forma de ojos y los lunares idénticos, pero la forma de su cara y la forma de sus labios, de su padre.

—Compremos mucho helado, ¡y mandemos al carajo a los reporteros!

Eso lo hizo reír, de forma sincera. Tenía tanto tiempo sin sentir una felicidad genuina, es como si se acostumbró a pretender.

Yeonjun sostenías las bolsas, y su madre caminaba con alegría con los helados en las manos, acercando a su boca el de chocolate que había pedido y ayudándolo a comer. Él se inclinaba y estaba seguro que, al llegar, su primera parada sería el baño para retirar todas las manchas de helado que seguramente tenía en las mejillas.

Su madre abrió la puerta por ambos, y le colocó la mano en el brazo.

¡Llegó el correo! —anunció y se giró hacia él— Ordénalo, cariño, yo me encargo de las bolsas.

Puedo...

Acarició cariñosamente su brazo.

Ya hiciste mucho, déjame ayudarte a partir de aquí.

Yeonjun le entregó las bolsas, y ella las atrasó a un paso rápido hacia la cocina. Se contuvo de no ir detrás de ella, al menos sostener una para que no tomara todo el peso sola.

Su vista se fijó en el sofá, su padre estaba dormido en él, con la televisión encendida reproduciendo un capítulo de The Smiths. Yeonjun escucha su propia voz salir de la pantalla, pero todo lo que puede pensar es que descansaba tan plácidamente mientras él tenía noches de insomnio pensando en su madre.

Recogió la pila de papeles del suelo y retrocedió hacia la entrada, tomando asiento en uno de los escalones. Le gustaba el clima de la ciudad, era tan impredecible, en los veranos podías encontrar lluvias, nieves, calor extremo o el día más fresco de la vida. Cree que puede nevar hoy, la brisa estaba más helada, y el cielo parecía más gris.

Las cartas eran variadas: su madre había conseguido una amiga por correspondencia coreana, tenía dos sobres de su parte y un montón de catálogos. Está comenzando a pensar que tal vez se había suscrito por accidente, no creía que estuviera interesada en aceites de motores para autos.

Luego, estaba el periódico. Les habían arrojado dos, uno de The Nationals con las últimas novedades locales, y luego estaba The Page, con las noticias de celebridades.

Y lo vio.

«Rumores de compromiso entre nuestra dulce Grace Darvis y nuestro próximo Conde, Steve Lee»

Yeonjun no iba a leerlo, no debía hacerlo, pero su curiosidad y la sorpresa lo invadió. Había una foto de Grace y Soobin en una especie de fiesta, el artículo indicaba que fue durante el cumpleaños de la primera, que estaban sus padres presentes y que a Soobin se le veía más nervioso de lo normal. En un momento habían desaparecido de la fiesta y regresaron más felices que nunca. Y una fuente cercana aseguró que estaban listos para dar el paso.

Desaparece un par de días de los Angeles, ¿y pasa esto?

No es como si pudiera haberlo evitado, pensó, y al momento se corrigió: No tiene por qué evitarlo, no es su problema, aunque sienta que sí.

Ha perdido la noción del tiempo en ese escalón, con el periódico en sus manos, escaneando cada palabra, la foto, las expresiones, sus ojos, tanto que ahora cada detalle estaba impregnado en su memoria y aun así, no encuentra una razón para eso.

¿Por qué?

¿Cariño? ¿Dónde estás?

La voz de su madre hace que tenga la fuerza para quitar su vista del periódico, ella lo mira y su cálida sonrisa se convierte en sus cejas juntas de preocupación.

¿Por qué lloras, Yeonjunnie? —acerca sus dedos a las mejillas y están húmedas— ¿Viste algo malo?

Sacude la cabeza, limpiando su rostro contra la tela de los pantalones. Observó nuevamente el periódico en la mano y quizás, se concentró tanto en encontrar un error en esa fotografía que no se percató que, en las letras, sus lágrimas estaban dejando manchas húmedas.

Estoy muy feliz —asegura, embozando una sonrisa amplia y extendiendo las hojas en sus manos—. Un amigo va a casarse.

Ella toma asiento a su lado, su frente sigue tensa.

Me alegro mucho por tu amigo, cariño —asiente, reafirmando sus palabras—. Pero, te ves tan triste.

Estiró su mano hacia él, Yeonjun se permitió descansar en su palma.

No estuve allí. Me duele habérmelo perdido.

Cariño, después puedes darle tus felicitaciones —lo consoló—. Cómprale unas peonias, y escribe una carta donde le digas lo mucho que lo quieres a tu amigo, y que deseas que su matrimonio sea exitoso. Eso lo compensará.

Yeonjun no responde a eso, porque no lo hará. No han hablado en semanas, ni se han mirado en eventos. Los reporteros inventan todo tipo de rumores entre ellos, y lamentablemente tienen razón en el caso hipotético de Soobin odiándolo.

También lo haría si fuera él, no le costó muchos días admitir su culpa. No debió ignorarlo, ni meterse en algo tan personal, tampoco frustrarse como lo hizo porque le dijo que no. E irse fue una mala decisión, cuando tuvo un pie fuera supo que ya no podía volver a atrás.

¿Así me sentiré yo? —su madre junta ahora las manos en su regazo, mirándolas con cierta nostalgia—. Cuando vea en las noticias que te comprometiste... No quisiera perderme eso, hijo. Aunque en Hollywood todo es impredecible. Quisiera que cuando encuentres a esa señorita, le pidas matrimonio aquí, por segunda vez. Solo para mí.

Relamió sus labios, mirando sus rodillas, sintiendo esas palabras como cuchillos en el pecho.

Mamá... —aprieta sus párpados levemente— ¿Papá está siendo un buen esposo?

La pregunta la toma por sorpresa, suelta un pequeño "mmh" y se encoge de hombros.

Es un buen hombre, cariño —responde en un tono suave—. A veces me trae rosas o me compra accesorios, el otro día me enseñó como un nuevo restaurante y los fines de semana que no estás aquí, visitamos algunos parques. ¡El último fue Maybury! Y es un lugar precioso, dicen que es mágico en otoño.

¿Siempre ha sido romántico?

Asiente.

Desde que estamos juntos, siempre me ha hecho sentir muy amada.

Eso lo confunde aún más, porque en su mente no puede concebir que un hombre pueda ser romántico y engañar de manera tan desvergonzada. Mientras le cuenta lo maravilloso que es, sus ojos brillan y su sonrisa ilumina el rostro envejecido por los años.

Mamá... —deja salir un suspiro— ¿Alguna vez has pensado en que mi padre pueda enamorarse de nuevo? ¿O tú, mamá?

Se encogió de hombros.

Somos seres humanos, cariño, siempre vamos a mirar a otras personas —la calma con la que pronuncia eso lo destroza—. Pero, a mí me enseñaron en casa a respetarlo siempre y cuando él estuviera cumpliendo su rol. A él lo enseñaron a proveer y liderar.

¿Por qué es así? —preguntó—. ¿Por qué debes respetarlo, pero a él no le enseñaron eso?

Porque así son las cosas, Yeonjunnie —deslizó sus dedos por el cabello de su hijo—. Es como funcionamos. Y no nos ha ido nada mal. Es decir, las cosas no han cambiado desde que empezaste a trabajar. Yo sigo cuidando de él, lo mantengo feliz. Y él me ama, y me cuida como debe hacerlo. Son nuestros deberes.

Observa el periódico en sus manos, tal vez si lo mira un par de veces duela menos.

¿y si él hace algo malo? —objetó— ¿Y ya no quieras estar con él?

Estoy un poco vieja para enojarme de él —forma una sonrisa triste—. Y el divorcio no es una opción. Cuando te casas, dices «en las buenas y en las malas». Hemos estado en terribles y trágicas, no puedo rendirme en estos momentos.

Sus comisuras decaen, y se apoya en el hombro huesudo de ella.

Mamá, si un día..., ya no quieres estar con él —cerró los ojos y suspiró—. Quiero que sepas tengo todo el dinero para que vivas mejor que esto.

Cariño, todo tu dinero no podrá hacerme sentir amada —suspira—. No así. Lo entenderás mejor cuando te cases.

Entonces, él tiene en sus labios un: Mamá, no sé si eso será posible... me duele el corazón por un hombre.

 

Chapter 18: Contradicciones

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Al llegar a Los Ángeles, casi finalizando el mes de agosto, su chofer, Martín, lo esperaba con un cartel con su nombre. 

—Espero que su viaje haya sido satisfactorio —tenía una sonrisa sincera y grande ojos verdes—. Fue su merecido descanso.

—Eso creo —responde, subiendo su maleta al vehículo.

Martin tomó la autopista y la cabeza de Yeonjun estaba dividida en tres mitades; la primera quería regresar a Michigan y desquitarse a su padre, la segunda quería olvidarse de todo y pretender que había tenido el viaje espiritual más poderoso y efectivo del universo.

Y la última, quería buscar a Soobin.

Mierda, quiere tanto buscar a Soobin.

¿De verdad va a casarse? ¿Solo así? ¿Todo entre él y ella es real? ¿Fue capaz de sentir todo eso? 

"No me gustas.... Y no puedo sentir nada por ti"

Se lo dijo. Fue claro y doloroso como un cuchillo atravesando su estómago. Fue directo. Fue lo que hizo que se percatara que lo mucho que le aterra Soobin, porque hace que esas cosas lo lastimen. Porque hace que le importe. 

No tiene que buscar a Soobin.

Quiere buscar a Soobin.

¿Para qué va a buscar a Soobin?

Es de noche, y al apoyar su cabeza de la ventanilla, las luces de la ciudad se disuelven con la oscuridad, como siluetas brillantes y las estrellas salpicadas en el cielo. Lo que más le llamó la atención fue la luna, era cuarto creciente. Una mitad plateada y la otra oscura. Así se sentía él, entre lo que deseaba y lo que no tenía que hacer.

—Martín.

—¿Si, señor Daniel?

Yeonjun se relamió los labios.

—¿Alguna vez ha querido ver a alguien, pero esa persona no quiere verlo a usted?

Martín pareció tomarse su tiempo para meditar la respuesta, y él se sintió avergonzado de preguntar aquello. Era un hombre adulto casi pisando los cuarenta, con mucha más experiencia de la que Yeonjun podía imaginar.

—Sí. Podemos decir que sí.

 —¿Y qué hizo?

Se encogió de hombros.

—Es una situación complicada —lo miró por el retrovisor—. Un día mi ex esposa no quiso verme más, así que respeté y estuvimos un año separados. Cuando nos reencontramos, lo primero que me reclamó fue por no luchar más por ella. Yo asumí que habíamos terminado porque me lo dijo. 

—Eso es confuso.

—Lo es —asiente—. Luego, tuvimos otro altercado. Me alejó. Y la busqué en todos lados. Su trabajo en la fábrica, la casa de sus padres, donde tomaba el té con sus amigos. Ella no quiso nada conmigo. Habíamos terminado de verdad.

Y podía percibir la tristeza en su tono, como si fuera algo que aún lamentaba.

—Lamento muchísimo que las cosas terminaran así.

—Así es la vida, hijo —afirmó con cierta nostalgia—. Conocí a mi actual mujer dos años más tarde, y ella me lastimó. Fue un momento que me hizo reflexionar sobre qué hacer, una parte de mí no quería verla nunca más y la otra necesitaba unas disculpas para volver a su lado.

Detuvo el auto en su semáforo, por lo que pudo mirarlo por encima de su hombro.

—Se disculpó y le dije eso, le conté lo que pasó con mi ex mujer y me explicó algo —continuó—. Mi ex mujer estaba herida, sí, pero ella quería que luchara por ella. No porque mis disculpas o lo que pudiera decirle arreglaría el daño, si no el hecho de que yo estuviera dispuesto a sentarme a su lado y acompañarla a que sanara. Cuando me dejó, fue porque sanó en su soledad y ya no me necesitaba.

El semáforo cambió a verde y Martín arrancó el vehículo de nuevo.

—Nosotros... discutimos, por mi culpa —confiesa, después de unos largos minutos de silencio—. Hice algo que no le agradó, bueno, muchas cosas. En realidad, me fui yo, porque estaba molesto.

—¿Y te sientes culpable por ello?

Yeonjun sacude su cabeza.

—No me siento culpable por irme, o por las cosas que hice. Tuve mis motivos, no fueron los correctos, cierto. Pero... lo...—aprieta sus párpados cuando se percata de lo que estaba por decir—. Quiero decir, extraño a esa persona.

—Podrían volver a hablar —sugiere él—. Puedes decirle las cosas con calma y resolverlas. Si esa persona no quiso que te fueras, tienes la puerta abierta para regresar y luchar. No dudo en que le gustaría ver eso de ti.

Martín no conoce para nada a Soobin.

Pero, Yeonjun tampoco estaba seguro de hacerlo. Había asumido todo este tiempo cosas sobre sus deseos que no eran cercanos a la realidad, por lo que no tenía el valor de pensar que quisiera verlo. Le cuesta imaginárselo anhelando su regreso, tanto como él lo estaba deseando.

—Nunca es tarde para intentarlo. La vida sigue, aún si te equivocaste o no.

La vida va a seguir si Soobin quiere verlo o no.

Yeonjun no sabe si puede seguir una vida con esa incertidumbre.

Vaya, Martín era un genio.

—Martín.

—¿Sí, señor?

—¿Puedes llevarme a otro lado?

Martín estuvo encantado de girar el volante, faltan pocas calles para llegar a West Hollywood, ahora se dirigían a Torrance Beach.

El viaje era de casi una hora, suficiente para que Yeonjun se replanteara lo que estaba por hacer. Y lo hizo, meditó sus opciones, como pedirle a su chofer cruzar hacia Santa Monica y quedarse en su casa. Regresarse al centro de la ciudad. Pedirle que lo dejara en algún bar discreto para ahogar todos los nervios que estaba sintiendo. 

Pero, cuando Martín estaba acercándose a la zona residencial, Yeonjun sabe que no hay vuelta atrás.

—Detente aquí.

—¿Seguro?

Antes de llegar, había una zona boscosa no muy amplia, Yeonjun aún podía ver la playa a través de los delgados árboles. 

Abrió la puerta del vehículo y se dirigió a la maleta, Martín le permitió abrirla y Yeonjun pudo revisar su equipaje, encontrando la botella de Rye Whiskey que había escondido en lo más profundo de su ropa. La toma entre sus manos y se dirige a un lado del pasto.

Yeonjun sabe que no debe hacerlo, cuando le quita la tapa, ese aroma impregnó sus fosas nasales y sus labios estaban secos. Siente que lo necesita. 

—Señor... —la voz de Martín lo saca de su ensoñación— No creo que sea buena idea que beba tan pronto.

Emboza una sonrisa al escuchar eso.

—Martín, soy un jodido actor.

Y se imagina que ya no están en su piel, que ahora interpreta a un joven que no tiene más opciones y la más descabellada es la única disponible. Al momento de tomar un sorbo largo directamente de la botella, no es su garganta la que quema. 

—¡Se lo que estoy haciendo! 

Martín no lo miraba muy convencido, menos cuando se arrojó la mitad de la bebida en las piernas y humedecía sus manos, con las cuales esparció el líquido por su pecho y parte del cuello, como un perfume. 

 

Y tomó un último sorbo, las últimas gotas que quedaban, no era parte de su personaje, pero su corazón va a salirse de su pecho en cualquier momento.

—¿Está seguro de que eso es necesario, señor?

—Completamente, soy un actor, Martín.

Yeonjun arroja la botella al pasto y la escucha romperse, pero no es nada que lo preocupe. Tiene las manos en la cabeza y está despeinándose el pelo, desacomoda su ropa y desabotona algunos botones en la parte superior e inferior. 

Siente que le falta algo, pero no logra saber qué. Está oscuro y los mosquitos están empezando a atacarlo. Entonces, es como si un foco se prendiera en su cabeza. Si hay mosquitos, hay flores.

Mira a todas partes, caminando algunos pasos y luego cruzando la calle hacia un arbusto de lilas silvestres que no duda en arrancar algunas, en el suelo hay unas cuantas Áster. Cuando se adentra un poco más en los arbustos, encuentra un par de rosales abriendo sus pétalos.

Al volver al auto, apesta a alcohol y a tierra.

Martín se gira a mirarlo.

—Creo que había un puesto de flores abierto en la Avenida Florence.

—Martín, se lo que hago. —está juntando las flores y ordenándolas para armar un improvisado ramo.

—¿Todo esto es por Steve?

Las flores caen desordenadas su regazo.

—¿Q-qué?

—Conozco su dirección, señor —su calma lo estaba matando—. Vine a recogerlo el otro día, ¿lo ha olvidado?

Mierda.

Yeonjun recoge nuevamente las flores y trata de mantener la compostura.

—Sí. Es cierto.

Observó atentamente su reacción, intentando predecir que podría salir de su boca. Estaban en medio de la nada, lo acaban de descubrir y no sabe si puede correr después de haber ingerido esa cantidad de alcohol.

—Señor... —Martín se gira hacia él— Steve es un chico muy simpático, no lo conozco personalmente, pero si tuvo un problema con él estoy seguro que pueden resolverlo sin que haga todo eso.

Yeonjun aprieta sus ojos y asiente.

—Puedes tener razón, Martín. Pero, ya estamos a medio camino.

Pone nuevamente el carro en marcha, y puede escucharlo susurrar «estas generaciones actúan muy raros con el amor». 

Y su pecho se agitó.

Y no fue capaz de pronunciar alguna palabra, hasta que el auto se estacionó a pocos metros de la calle de Soobin.

¿Está haciendo esto...por amor?

Yeonjun observó la casa a la distancia, y quiso regresar a Santa Monica, y olvidarse todo.

 Martín se giró a mirarlo.

—Llegamos, señor.

Tragó saliva.

No quería bajarse.

Está cubierto con alcohol, tiene tierra en las uñas, las manos, la ropa. Las flores tenían hormigas y le pican las manos de manera dolorosa.

¿Estoy haciendo esto por amor?

Yeonjun sale del vehículo y Martín hace una vuelta en redonda para irse, lo observa alejarse, perdiéndose en la noche.

La brisa lo golpea como la realidad.

¿Por qué estoy haciendo esto?

 

 

 

Soobin despierta saltando de la cama, alguien golpea su puerta con fuerza.

Baja las escaleras de dos en dos, y su vista se fija en el reloj, eran pasadas las dos de la mañana y eso lo hacía más confuso. No tenía programado alguna grabación por esas horas, nadie le había avisado que iría a visitarlo.

Nadie nunca lo visita, entonces, ¿qué diablos?

Se apoya de la madera, estrujando sus ojos para observar en la pequeña ventanilla. Y retrocede dos pasos, su corazón dio un vuelco.

¿Qué?

Cuando abre la puerta, Yeonjun está allí, con una mano en la columna de su entrada y en la otra sostenía un montón de flores lilas, blancas y rojas.

Yeonjun estaba allí, con la camisa blanca a medio abotonar, con manchas de tierra. Su pantalón también estaba sucio, y empapado con algo que no reconoce que es, la madera del suelo estaba cambiando de color mientras se arrastraba hacia él.

—¡Soobin-ssi! —gritó en un tono alegre— ¡Felicidades...por tu compromiso!

Apunta las flores a su cara, y Soobin apenas puede moverse.

Yeonjun estaba ahí.

Yeonjun estaba...así.

Tomó las flores, porque continuaba empujándolas hacia él. En su rostro había una gran sonrisa, con los mechones dorados revueltos en su cabeza. Estaba oscuro, pero sus ojos brillaban como nunca. 

—¡Feeeelicidades, Soobin!

—¿Puedes, por favor, callarte? 

—¡Feeelicidades! —gritó en un tono levemente más bajo.

Observó a su alrededor, las luces de los vecinos seguían apagadas, pero temía que algún paparrazi decidiera montar alguna guardia en la calle esa noche.

—¡Feeelicidades!

—Dios mío, ¡cállate!

—¡Felici...!

Soobin toma su brazo y lo atrae hacia él, ahora su palma le cubría los labios y estaba empujándolo dentro de la casa. El aroma agrio del alcohol llena sus fosas nasales, y algo cercano a tierra mojada.

Yeonjun se ríe cuando cierra la puerta tras de ellos, él lo suelta y se aparta tan pronto puede hacerlo. Estaba temblando.

—¡¿Cuál es tu problema?!

Se encoge y se abraza a sí mismo.

—¿Por...qué me gritas? —sus labios se juntaron formando una mueca triste— Te traje... te traje un regalo. ¡Eres tan...malo, malo, malo conmigo!

—Eres tan insoportable.

—¡Malo!

Nunca antes había visto a Yeonjun borracho. Antes salían a bares y clubes, y tomaba incluso en medio de grabaciones, pero siempre parecía tomárselo muy bien. Tenía una resistencia alta. 

Ahora ahí estaba, completamente ebrio, apestando y con las mejillas sonrojadas, gritando en su casa.

—¿Qué diablos haces aquí?

—¡Felicidades...!

—¡Ya sé que me quieres felicitar! —lo interrumpió—.  Pero, mándame una nota. No te aparezcas así.

—Te...di un regalo.

Soobin observó las flores en sus manos, y una hormiga estaba caminando entre sus nudillos.

—Gracias por el regalo —empujó lejos a la hormiga con sus dedos—. Creo.

Se fija en las flores, luego en su ropa y regresa a ellas.

—¿Las arrancaste?

—¡Es un regalo!

—Eres tan estúpido.

Y sentía mucho más tonto por sonreír. Pensaba en eso, en un Yeonjun buscando flores para él, solo porque la cultura dice que hay que conmemorar esos momentos. Y no lo olvidó. 

Yeonjun avanza a pasos torpes, está a punto de tropezar con el escalón que separa el recibidor de la sala y Soobin se apresura a tomarle el brazo.

—¡Fíjate por donde caminas! 

Busca a ciegas un interruptor, encienden las luces a los segundos. Yeonjun se apoya en su hombro y Soobin se paraliza al sentir su peso, la respiración cálida y agradable en su cuello.

—Yeonjun...

—Felici...dades, Soobin —tal vez era su propia percepción, pero su voz era lúgubre—. Felicidades.

Inhaló aire; el aroma alcohol, cítricos y tierra y lo soltó, tomando los hombros de Yeonjun para apartarlo de él. Tenía la mirada en el suelo, y ahora con una buena iluminación, podía ver su brazo cubierto por un yeso.

Y es doloroso verlo así.

—¿Qué estás haciendo? —lo sacudió un poco, para que lo mirase— ¿Por qué estás destruyendo todo?

Soobin se inclina, intenta buscar su mirada.

—¿Por qué haces esto? —y detesta como su voz suena a suplica. No debe ser así, lo está regañando—. Has trabajado tanto para estar aquí, pero estás ¿por qué estás arruinando tu vida por un par de copas?

Finalmente lo mira y tiene los ojos cristalizados, eso lo lastima.

—¿Quién eres tú? —Soobin frunce su ceño—. ¿Dónde está el Yeonjun inteligente que no toma decisiones tan estúpidas? Yeonjun, ¿dónde estás?

El chico se mantiene en silencio, Soobin teme que no le hubiera escuchado. Debió decirle eso cuando estuviera sobrio, pero lamentablemente reconoce que nada de eso hubiera pasado si Yeonjun no se aparecía en ese estado.

Soobin no iba a buscarlo.

No de ese modo.

Lo observa retroceder y tambalearse con el escalón. Sus brazos vuelven a atraparlo, y esta vez se encuentra rígido. Teme que vomite y justo hoy, Hellen había limpiado de manera exquisita la casa.  Decide arrastrarlo hacia el baño, y encender la bañera para él, Yeonjun se resbala y casi choca su cabeza contra la cerámica. Soobin tiene que hacer un gran esfuerzo para ayudarlo a entrar, y cuando lo consigue, se da cuenta que no se quitó la ropa y el agua estaba volviéndose marrón.

—V-voy por ropa —se gira hacia la puerta—. Tú bañate, por favor no te ahogues.

En un armario había separado la ropa que Yeonjun utilizó cuando cuidó de él, porque no fue capaz de volver a usar esas prendas. No estaban arruinadas o se sentía asqueado al respecto, solo pensó que deberían estar disponibles en otra ocasión, si las escogió es porque le habían gustado.

Aún no tenía una opinión sobre los calzoncillos. 

Y estaba la cobija, y la toalla que también usó, incluso el cepillo de dientes que dejó olvidado. 

Recoge todo eso entre sus manos y lo lleva al baño, tapándose los ojos para no verlo. Colocando todo encima de la tapa del inodoro y escapando rápidamente. 

Yeonjun tarda mucho tiempo en el baño, al punto en que le preocupa en que se quedara dormido. Luego recuerda que está ebrio y su cuerpo se mueve más lento, por lo que Soobin se cepilló los dientes y se lavó la cara, y le dio tiempo de crear un plan.

Finalmente abre la puerta y tiene su ropa sucia en la mano, el cepillo de dientes recién usado, la cobija y la toalla.

—Dame eso. 

Soobin le quita algunas cosas de las manos. Dejó las prendas en el cesto, cuelga la toalla para que se secase y deja el cepillo en el armario detrás del espejo. Cuando regresa a él, sigue de pie en la puerta.

—Y esto.

Ahora toma la cobija, la abre y la extiende alrededor de los hombros de Yeonjun, quien se mantiene inmóvil y siguiéndolo con la mirada.

—¿Mejor? 

—Mejor.

Es tan tonto, no deja de pensar en eso. Su aspecto es mucho mejor así, limpio, oliendo a su jabón de manzanilla, con el cabello mojado cubriéndole los ojos, y usando su pijama azul. 

¿Por qué era tan difícil que se mantuviera así?

Puede prestarle su jabón.

—Vamos. 

Soobin toma nuevamente su brazo para guiarlo al sofá, ya no se tambalea como antes pero no se arriesgaría a dejarlo caminar por su cuenta. Su camisa le colgaba en el cuello y podía ver la tensión de los músculos de su hombro, y como le goteaba las puntas del pelo, aterrizando sobre la tela.

Lo dejó en el sofá, y corrió por un par de segundos para buscar una almohada de su propia cama, sus cojines eran de cuero y eran el material más incómodo para dormir. 

Al regresar, Yeonjun estaba acurrucado en forma de ovillo, y tenía los ojos cerrados, respiraba con lentitud. Soobin reemplazó con cuidado el cojín con la almohada y tomó asiento en el suelo, a la altura de sus pies.

Allí, en la oscuridad, escuchando su respiración, finalmente se permitió sentir. 

Y estaba molesto, por su actitud, por lo que hacía, por no tener consciencia de lo que perdía, por aparecer en medio de la noche felicitándolo por algo que ni siquiera iba a ocurrir y hacerlo estando ebrio.

Y estaba feliz, porque estaba bien, porque se veía completo, porque su accidente no fue grave, porque estaba allí con él.

Y estaba dolido, su pecho dolía y su corazón golpeaba de una manera que le costaba respirar, porque Yeonjun estaba allí. Era como si su presencia le doliera en todo el cuerpo, y no sabía cómo curarse, pero está seguro que ha sentido eso todos estos días que no se han visto. Siempre que veía una noticia suya, esa grieta se abría. Ahora tenía un cráter. 

—Soobin.

Se gira hacia él, Yeonjun estaba con los ojos abiertos y la luz fría que se filtraba por las ventanas ilumina su rostro.

—¿Estás bien? —se voltea ligeramente— ¿Quieres vomitar...?

—Lo siento.

Aprieta sus labios.

—Lo siento, de verdad lo siento. 

Soobin regresa su mirada a la mesa, no pueden hablar de eso. No en ese momento. No con él así. No cuando aún no se siente listo.

—Hablemos de eso en la mañana.

—Soobin, lo siento —repite—. Y lo sentiré mañana también. Y lo sentí durante todos estos días. Lo sentí desde el momento en que salí por esa puerta.

Suelta un suspiro, y cierra los ojos, y permite que esas palabras se deslicen en sus oídos y busquen dentro de él, a donde Yeonjun espera llegar.

—¿Por qué haces esto? —pregunta finalmente, con una voz cansada— ¿Qué está pasando contigo?

Hay una breve pausa, teme que se haya dormido. Se voltea nuevamente y está apoyado de un codo, mirándolo.

—Tú eres lo que me pasa.

Soobin parpadeó, aturdido por esa respuesta.

—¿Yo?

—Sí.

Su ceño se frunce.

—¿Por qué?

Hay otro silencio, y él está harto de ellos. Quiere una respuesta rápido, algo que le explique porque su corazón late tan rápido, si de ansiedad o algo más.

—Porque me aterras.

Eso definitivamente no fue lo que pensó escuchar.

—¿Te doy miedo? 

Yeonjun ahora se apoya de sus manos y está inclinado hacia él.

—Me aterras, Soobin —sus ojos están sobre los suyos—. Y esto es lo más sincero que he dicho en mi vida.

Cuando estudiaba actuación, su profesor describía los momentos magnéticos como aquellos donde debía ser imposible quitar la mirada de la pantalla, se acerca a ella y desear introducirse a ese mundo que lo ha cautivado.

Soobin lo entiende, justo en ese momento en que hay una franja de luz celeste en el medio de su rostro, resaltando sus ojos brillosos y sin ninguna inyección de sangre en ellos. Sus cejas se juntas ligeramente por ese detalle, pero su atención se la roba el hecho de que Yeonjun está respirando por la boca.

Y es ahí, observando sus labios separados, la cúspide peculiar en su superior, el tono cereza y como los relamió cuando su mirada se fija en ellos. Es ahí, justo allí cuando quiere saltar a la pantalla.

Apoyó las manos del sofá y se giró por completo, no sabe porque lo hace, solo siente que debe hacerlo. Sentarse sobre las rodillas, mirarlo por debajo de las pestañas, inclinar su rostro y chocar su respiración con la suya. Ninguno de los dos se mueve, Yeonjun sigue abriendo sus labios, y le recorre la cara con esos ojos tan afilados, y se siente tan nervioso cuando lo ve así.

¿Este es el miedo que siente?

Porque Soobin lo siente también, aprieta el colchón bajo sus palmas y trata de no caer, no dejarse llevar. 

Yeonjun está tener su misma lucha, su cuerpo se ve atraído y él jadea, porque no debe, está a un paso y no puede hacerlo. Pero, lo necesita, es como si en aquellos labios está la llave para salir de su sufrimiento. 

Uno que huele a manzanilla y a sudor, que su piel pálida brilla y las ventas del cuello se marcan en tensión. Quiere tocar eso, quiere sentirlas en sus dedos. Quiere tanto eso. Quiere todo de Soobin. Y está descubriéndolo en ese momento.

Besar a la persona que menos pensaste en desear es como aprender a caminar.

Al principio logras mantenerte de pie.

Soobin se inclina, Yeonjun se alza y sus labios están juntos, helados y es una explosión de adrenalina apoderándose de sus cuerpos.

Luego, te caes.

Los dos se apartan y les falta el aire, están asustados, petrificados, se miran el uno al otro como si acabaran de cometer un error.

Y después, intentas ponerte de pie de nuevo.

Yeonjun acerca una mano a su cuello y toca la vena con el pulgar, y Soobin se acerca de nuevo con lentitud, cerrando sus ojos ante su tacto tan suave y luego, está mirando su rostro, buscando su aprobación, alguna guía, lo que sea que les ayude a saber que hacer ahora.

Y ahora, quieres correr.

Y empuja su nuca y sus bocas se abren para recibirse, como un abrazo que tanto habían esperado. Soobin desliza sus dedos entre sus cabellos, y las manos siente los músculos del trapecio, y lo atrae más cerca, porque no es suficiente para él, quiere cubrirlo en sus brazos y que no vuelva a irse.

Yeonjun lo besa, y es como respirar después de estar sumergido bajo el agua, quieres llenar tus pulmones de oxígeno. Y la boca de Soobin aire helado, como la brisa del mar en la mañana, es demasiado bueno para ser real. Aprieta su camisa en un puño y lo atrae, lo escucha jadear y se siente tan pleno, y cálido, es como si su cuerpo ardiera por un él, y la única manera de calmarlo era seguir a su lado.

Y luego, te caes otra vez, y te haces daño.

Soobin se aparta y regresa a sentarte en el suelo, con la cara enterrada entre sus manos.

Yeonjun jadea, apretando las manos en el sofá, sintiéndose mareado y tan vivo a la vez. Tenía aún los ojos cerrados, y regresar a la realidad fue un golpe seco en el rostro.

—Hablemos de esto...—lo observa en el suelo, está jadeando, solo mira sus manos— mañana.

Se deja caer en el sofá, y su pecho sube y baja de manera frenética, y le duele. Toma el extremo de la cobija y se cubre con ella, solo para desaparecer de ese momento, a un lugar donde no hizo aquello. Y donde no quiere hacerlo de nuevo.

Se queda dormido.

Soobin descubre su rostro cuando escucha sus ronquidos, y se limpia la humedad de su rostro con la manga de su camisa.

Notes:

me gusta tanto este capítulo, que lo primero que pensé al despertar fue actualizar

Chapter 19: Si lo permitieras

Chapter Text

Cuando Yeonjun despierta, la habitación aún seguía a oscuras y su cuerpo temblaba por la gélida temperatura.

Se levantó con cuidado del sofá, con el corazón latiendo fuertemente en sus oídos. Y caminó a oscuras por los pasillos, buscando el baño. Cuando lo encontró, la luz lo cegó por unos segundos y sus ojos dolían.

Abrió la llave del grifo, y empujó el agua hacia su rostro, con los ojos cerrados volvió a sentir sus manos deslizándose por el cabello. Tiró más agua, y dejando caer los párpados, nuevamente estaba allí, con el aliento cálido en su cara, esos ojos oscuros y filosos observando sus labios, y apretó la cerámica del lavamanos. Sacudió su cabeza y se fijó en el charco que se formaba debajo suyo. 

Cerró el grifo y se frotó la cara con las manos, estaba jadeando y temblaba. Se había empapado el yeso, la ropa y el cabello. Y al elevar su mirada al espejo, sus labios estaban hinchados y rojizos. Todo vuelve a su cabeza, como continuó besándolo con ansias y desesperación. Ahora sus mejillas se sentían cálidas, y su pecho se agitaba. 

Y quería hacerlo otra vez.

Si Soobin no se apartaba, no podía predecir en el desenlace de ese momento. Jamás había sentido aquello, ese deseo de fundirse en los brazos de alguien y respirar a través de su boca. Ha besado a múltiples mujeres, y no puede recordar alguna que le produjera el mismo efecto. 

Nunca antes he besado a un hombre, se recuerda y empieza la causa de su gran caos. 

¿Qué va a decir mi madre sobre esto? Se cruza por su mente, mientras recoge las prendas de la noche anterior y las aprieta contra su pecho. Piensa en ello, en cómo vive en un matrimonio inseguro, y que lo ha perdido todo.

Si Yeonjun no se casara, le rompería el corazón. Y si sabe que la razón es porque desea a un hombre, sería la peor traición porque va a negarle la oportunidad de cambiar de opinión en un futuro. Las leyes son claras, el mundo es estricto.  Todo aquel que se salga de la norma no tiene derecho a nada.

Si Yeonjun se permite querer a un hombre, sus padres perderían todo lo que les ha dado. Aunque deteste a su papá en esos momentos, no puede hacerle eso, despojarlo de la paz que nunca antes había disfrutado.

Si Yeonjun se permite querer a Soobin, estaría enfrentándose a desear a alguien que va a estar próximo a un matrimonio, con alguien de buena familia.

Si Yeonjun se permite querer a Soobin..., se sentiría asqueado de sí mismo por anhelar a alguien que ya ha sufrido por una persona como él. 

Y es con ese razonamiento, por el que toma valor y abandonar aquel baño, caminando con el mismo cuidado por los pasillos. Cuando llega a la sala, la habitación está iluminada de morado, y se percata que pronto va a amanecer. A la mitad de su recorrido, se prometió no mirar a atrás, pero lo hizo. 

Soobin estaba hecho un ovillo en el suelo, con la mejilla apoyada en sus rodillas y temblaba ligeramente de frío.

Su deseo de irse sin hacer mucha bulla era mayor a nada, pero el efecto que tenía el menor en él superó todos sus planes. La ropa que tenía en las manos cayó al suelo y sus pies ya estaban en movimiento para llegar a su lado. No tenía un plan o algo elaborado, sus manos tomaron con cuidado la espalda del chico y trató de levantarlo. Todas sus extremidades eran largas y con su propio peso cada una, sus labios estaban apretados para no jadear del cansancio.

Soobin dormía plácidamente, apenas haciendo leves movimientos con la cabeza mientras Yeonjun lo ubicaba en el sofá. Cuando su mejilla tocó la almohada, la restregó en ella con alivio por unos segundos.

Colocó la cobija a la altura de sus hombros, y sintió su cuerpo siendo impulsado hacia adelante. Soobin le atrapó la mano entre sus brazos, y la apretaba contra su pecho.

—¿Yeonjun? —pronunció despacio, ronco y con los ojos cerrados.

Apretó sus párpados.

—Vuelve a dormir, Soobin. —respondió en el mismo tono, suave y como un murmullo.

Estaba relajándose, el agarre de sus brazos se debilitaba.

—Yo... puedo...ayudarte —su corazón dio un vuelco—. Si...me lo pides.

—Descansa, Soobin.

No dijo nada más, a los minutos, cuando la habitación ya era naranja, escuchó unos suaves ronquidos salir de sus labios abiertos. Pudo liberar su mano y la escondió dentro de los bolsillos del pantalón, evitando así caer ante el deseo de acercarla a su frente y apartarle los mechones oscuros que caían encima de sus párpados.

Yeonjun abandonó la casa y caminó por las calles despejadas hasta que encontró un taxi. Y al volver al apartamento, ya no tiene recuerdos claros de lo que sucedió. 

Soobin no supo en que momento también se quedó dormido, y cuando despierta, tiene el cuello entumecido y le duele la espalda, los rayos de sol filtrándose por las cortinas hacen que sus ojos ardan. Algo le pesa en los hombros, y tiene calor, sus manos lo tocan y es una cobija.

Y se siente completamente despierto cuando lo nota.

Se pone de pie y su corazón cae a su estómago cuando ve el sofá vacío. Corre por los pasillos, su primera para es el baño, y la ropa del día anterior no está ahí. Abre cada puerta, encontrándose con las mismas cuatro paredes vacías que ya conocía. Revisa la cocina, el comedor. Su cuarto, el baño de arriba, incluso la piscina.

Cuando llega al recibidor, abre la puerta y solo ve a la distancia a sus vecinos. Cierra la puerta y se queda allí, con los hombros encogidos y el corazón destrozado.

 

 

El anuncio de Yeonjun ingresando a rehabilitación se imprimió en la misma página del rompimiento de Grace y Soobin, dando inicio al mes de septiembre.

Recuerda que esa mañana cuando recibió el periódico, lo dejó intacto sobre su recibidor, y lo veía cada vez que llegaba a casa después de la filmación. Pensaba qué, un día, despertaría de aquel trance y tendría una reacción. 

Pero, nada ocurría.

Era como si el interruptor de sus emociones se apagó y estaba viviendo en piloto automático, nada dolía, nada lo agotaba. Hasta que su cuerpo se enredaba en las sabanas y en sus sueños, vuelve allí, al momento donde Yeonjun le confiesa su temor, bajo la oscuridad de la noche.

Ha cambiado tantas veces el final.

A veces, no permite que hable, le grita por dejarlo otra vez, por no despedirse, por no avisarle.  

Otros días, lo besa hasta que amanece y se permite cumplir todos los deseos que contuvo.

Intenta preguntarle qué significa su miedo. O se burla de él, por ser tan cobarde.

Una noche, soñó que en vez de hacer las anteriores, escuchó su confesión y se subió al sofá con él para abrazarlo. Eran un enredo de pies y brazos, y el mueble era demasiado pequeño para ellos. Despertó con un hoyo en el pecho que no se fue en semanas, y reconoció que tal vez, eso fue lo que debió hacer aquella noche. No pelear, no enojarse, no dejarse llevar por el deseo de conocer aquellos labios rojizos y abultados. Lo que tuvo que hacer fue ser un amigo. 

Yeonjun fue por él después de todos sus escándalos, y en su peor estado. Y Soobin no pudo reconocer la señal de alerta, el pedido de auxilio. 

Recibió un llamado al casting para You and Me, obteniendo el papel principal. La protagonista femenina se encontraba en decisiones, y un par de semanas después, se dirigió a los Estudios de Paramount para hacer una prueba de química.

Fue ubicado frente a una cámara, en frente de una pared verde y leyó algunas líneas con las cuatro candidatas escogidas. Obtuvieron buenos resultados con las dos primeras. La tercera era primeriza, pero decidida en su deseo de obtener el personaje. 

Soobin tomaba un sorbo de agua en el breve minuto que le otorgaban entre personas, y se limpiaba el sudor del rostro. Amplias luces blancas estaban apuntando hacia él y la temperatura era alta en aquella habitación. Cuando llegó la última, en cambio, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

Odette caminaba a pasos lentos y confiados hacia él, el director de casting la guió hacia donde debía posicionarse y contó hasta tres antes de indicarles que escena debían leer. No tuvo tiempo de reaccionar, por lo que se concentró en hacer su labor.

Cuando terminaron la prueba, ella se alzó hacia él sobre sus tacones.

—Te espero afuera.

Tardaron alrededor de media hora para deliberar quién sería la escogida, y por decisión unánime, la primera chica sería su coprotagonista. Firmaron el contrato juntos, y se presentó como Nicole Fisher. La primera lectura en conjunto del guión estaría programada para octubre, una vez finalice el proceso de casting.

Soobin abandonó el Estudio tan pronto como se lo permitieron, Odette estaba sentada en un banco, con un cigarrillo en los labios. Al verlo, le ofreció uno y lo encendió para él.

—Tanto tiempo —expulsó junto con el humo.

Tomó asiento a su lado, y agitó suavemente la cabeza.

—Digo lo mismo.

Hace muchos meses que no se veían, por su propia decisión. Incluso verla ahora le resultaba complicado, sabía que sus planes se habían visto truncados.

 —¿Has estado bien? —preguntó.

 —Creo que sí —señaló sus pies—. Ya no duelen, me recuperé rápido.

—¿Fue tan trágico como lo pintaron los medios?

Ella sacude su cabeza.

—Los medios no saben que fue mi culpa —y él tampoco sabía eso—. Daniel me cambió al asiento de copiloto. No sé cómo lo hizo, no podía mover su brazo, pero me salvó.

Estúpido Yeonjun, pensó. Y al mismo tiempo, ella fue afortunada de quién era su pasajero, porque Soobin no haría eso por nadie.

—Lo considero un gran amigo —admitió ella—. Y es mutuo, me ayudó. 

—Pero..., no pudiste irte de Estudios Carpem.

Se encogió de hombros.

—Me di cuenta que eso no estaba en mis manos —respondió mirando hacia el cielo—. Pero, no me deprimo. Me gané un amigo. Por eso, he querido hablar contigo.

Traga saliva y asiente.

—Está bien —responde—. Aquí estamos.

—¿Estás bien?

—No.

Siente una mano delgada deslizarse por su hombro, y apretarlo con cariño.

—¿Quieres contarme? 

Soobin mira a su alrededor, hay un par de fotógrafos esparcidos del otro lado de la reja que rodeaba el estudio, y personas caminando por el lugar luego de aparcar sus coches. 

—Creo que no es buen lugar...

—Nadie está escuchando —la miró cuando ella añadió—. No están prestando atención a nosotros.

Sus palabras lo confunden, y más cuando vuelve a echar un vistazo, y los fotógrafos que había visto desaparecieron y ambos eran las únicas personas en aquel lugar.

Frota sus párpados entre las manos y el panorama no ha cambiado, siguen solos y Odette lo observa.

Deja caer su espalda sobre el respaldo.

—¿Estoy enloqueciendo?

—No lo sé, ¿lo estás? —se encogió de hombros—. También me pasa lo mismo, es extraño, pero es real. Sue dice que es delirio de estrella, pero ella no sabe cuándo te observan. Es una sensación que no se va aún si estás solo.

Soobin está de acuerdo. Todo el tiempo se siente así, como si algún fotógrafo está escondido cerca suyo y él debe mantenerse al margen. No alterarse, y ser encantador. Ser amable con todos.

No recuerda haber tenido alguna conversación sin tener que mirar a su alrededor antes de hablar, las paredes también tenían oídos que luego eran impresos en periódicos como "fuentes cercanas".

—Me siento cansado de todo esto —finalmente admite y es un respiro que sale desde su corazón—. Jamás creí decir algo así. 

—¿Te gusta esta vida?

Es una pregunta difícil de responder, mira sus manos y luego al cielo, y nada pasa por su mente.

—Es divertida, a pesar de todo —respondió, después de un rato—. Me gusta actuar, y que la gente me admire. Me hace sentir mejor conmigo mismo y el dinero es bastante bueno—la miró— ¿A ti te gusta?

Odette asintió.

—Claro que sí, amo el dinero que gano —y la sonrisa que emboza al mencionar aquello es sincera—. Y amo el éxito. Dudo que mi actuación de la talla, pero me lo paso bien. Al menos en un tercio del tiempo.

—¿Un tercio? 

—La parte que no involucra dietas, citas con desconocidos o señores intentando meterse en tu vestido —confesó—. Esas no me agradan. Creí que me volvería loca por ello.

Se giró hacia él.

—Entonces, conocí a Alisa —lo pronunció en un tono tan bajo, que dudó por un instante haber escuchado bien—. No ha sido mejor. Pero, es bueno tener algo real.

—Real y ser famoso no son cosas que coinciden fácilmente —reflexionó—. Tienes suerte.

Ella lo empujó juguetonamente del codo.

—Lo real está en los lugares que menos los esperamos.

Soobin alza una ceja, ella tenía una expresión extraña.

—¿Intentas decirme algo?

—Intento que me digas algo —corrigió—. Sobre, ya sabes.

Claro que lo sabe, y lamentablemente no pudo disimular su expresión, no fue tan veloz al fijar su vista en otro lado.

—No sé nada —responde, tragando saliva—. Lo digo en serio; no sé nada. Nunca pienso en estas cosas. Prefiero no pensar.

—Sé que esto no me corresponde —afirmó—. Y desconozco que está pasando entre ustedes —hace pausas y le habla con cuidado, midiendo cada palabra que sale de su boca—. Pero, alguna vez estuve en el mismo lugar y no tuve a nadie que me explicara lo que me pasaba. Creo que puedo ser ese alguien para ti, en estos momentos.

Buscó sus manos y tenía los hombros inclinados, Soobin estaba rígido en su posición.

—Sí me dejas, por supuesto.

Él aparta las manos de ella.

—No es lo que...lo que piensas —relamió sus labios—. Yo no soy...así. Nada de eso es de esa manera. Y tampoco lo es para él. Todo esto es...—mira a su alrededor, más por instinto— obra de Christopher.

Odette alza una ceja.

—¿Obra de él?

Soobin asiente.

—Ha estado intentando meterme en la cabeza que yo soy como él por años —los ojos de ella se abren en par en par—. Pero, yo no soy así. Nunca he pensado de ese modo. Y al momento en que aparece Daniel, quiso que tuviera estas ideas sobre él. 

—¿Qué? —estaba atónita—. ¿Él estuvo haciendo eso?

—Él hizo que Grace me preguntara si algo estaba pasando entre nosotros, —apretó sus labios—. Luego haciéndome preguntas raras. Todo esto es obra de él. Yo no pensaba así. 

Odette se mantiene en silencio, tal vez buscando una respuesta o permitiendo más tiempo para que él continuara. Soobin se siente incómodo con el silencio y las palabras siguen fluyendo de sus labios:

—Ahora, no lo sé —suspiró—. ¿Qué se supone que debo pensar? Me digo a mi mismo que esto no es parte de mí, que no soy de esta manera. Jamás le haría nada de las cosas que Christopher hace.

—¿Crees que todos nosotros somos así?

Aprieta sus labios, teme responder esa pregunta. No quiere ofenderla, pero al mismo tiempo su sinceridad no va a gustarle.

—¿No.… es eso? 

Se giró a mirarla, y en tantas películas que ha visto de ella, jamás presenció una mirada tan triste proveniente de sus grandes ojos.

—No lo es —responde, sacudiendo levemente su cabeza—. Eso definitivamente no es normal. 

—Es lo que conozco —vaciló en continuar—. Eso lo único que siento seguro. Cuando veo a... Daniel —apretó sus labios cuando casi dijo «yeonjun»—. No quiero verlo un día y sentir... que debo obligarlo a ser como yo. 

La expresión de Odette cayó al escuchar aquello, su espalda tocó el respaldo del banco.

—En este mundo, hay personas de todo tipo en toda clase de lugares —habla despacio, escogiendo cuidadosamente sus palabras—. Me gustaría decirte que no todos somos así, pero no estamos en una posición de mentirnos, ¿cierto?

Soobin asiente con lentitud.

—Aún si hay personas tan malvadas, nadie merece que te reduzcan a un concepto —explicó—. Y tienes razón, Christopher hace lo posible para que pienses como él y esa es la clave de todo. Te muestra el mundo como él quiere que lo veas, pero esas son sus ideas, no las tuyas. 

—Eso lo que intento decir...

—Eso también tiene que ver cómo nos ves —lo interrumpió con firmeza—. Él nos usa para causar daño y es grotesco. Eso es lo que te enseñó. Y yo puedo decirte que nosotros solo queremos ser felices, y buscamos el amor como las otras personas. Son dos conceptos muy distintos, ¿no lo crees?

—Lo son.

Odette suspiró y conectó su mirada con la suya, se sentía nervioso cuando hacía eso, es como si pudiera ver más allá de él.

—Por eso, la única persona que debes escuchar es a ti mismo —abrió sus manos, y lo señaló—. Y lo acabas de decir, no quieres hacerle daño y eso creo que eso te separa de la forma de ver las cosas de Christopher. Y ahí es cuando tu propio criterio empieza.

Tenía razón, y eso hacía que fuese más difícil de reconocerlo. Cuando abandonó a sus padres adoptivos, Christopher fue quien lo acompañó a conocer esa nueva etapa de su vida y en cierto modo, la persona que lo terminó de criar. El mundo lo ha visto a través de sus ojos, Soobin no conocía nada más por sí mismo.

Y al momento de poner un pie fuera de las enseñanzas y los límites que le enseñó, todo su cuerpo se paraliza y empieza a entrar en pánico. Toda su vida solo ha servido y obedecido, pero nunca ha sido su propia persona. Es difícil ser un humano individual cuando todo tu mundo está controlado por personas más audaces que tú.

Es cuando algo comienza a tener más sentido en su cabeza, aquella conversación, encontrando a Christopher fallando a la empresa, cuando le dijo que el mundo estaba dominado por cazadores y presas. El más astuto, el que más devorara, el que más daño causara, es quien se llevaría la victoria.

Le causa escalofríos pensar, que, en algún momento, fue una herramienta más.

—Daniel pensaba mucho en ti —confiesa mientras se preparaba para irse—. En esos clubes, siempre me contaba que ya había estado ahí contigo.

—Estábamos los cuatro, en realidad —corrige—. Sage, Grace, yo...

—Él solo te recordaba a ti allí —lo interrumpió—. En todos esos lugares, solo eras tú el que pasaba por su mente. No escuché otro nombre que no fuera el tuyo, Soobin.

Chapter 20: Nominaciones

Chapter Text

 

1956

 

En la segunda semana de enero, Yeonjun finalmente obtuvo el alta.

Carl fue por él en su nuevo Chrysler gris, a pesar de que le pidió explícitamente que su salida fuera lo más discreta posible. Incluso filtraron una fecha falsa a los medios para que no fueran a molestarlo. 

Colocó su maleta en el asiento trasero y se dejó caer en el copiloto. Su jefe, tenía una gran sonrisa en su rostro, el cual estaba cubierto por la mitad con unos lentes oscuros.

—¿Cómo te sientes?

Tenía un sin fin de respuestas para esa simple pregunta y escogió la más simple.

—Tengo tanta hambre.

Carl puso el auto en marcha.

—Vamos a comer algo muy bueno.

Si le preguntaran que pasó ese día, solo podría responder que su mente lo borró por completo. El único registro en su mente fue irse de la casa de Soobin y aparecer en su apartamento, y mágicamente está siendo llevado por la madrugada a Raddle, con una maleta con cosas improvisadas que él no escogió.

Cuando estaba siendo registrado, tuvo el valor de preguntárselo a Carl. Él tampoco sabe que ocurrió, solo pudo responderle que recibió dos llamadas: una de su estilita porque Yeonjun estaba llegando tarde a una sesión de fotos y luego otra, proveniente de su apartamento, ella misma pidiéndole ayuda. Lo encontró inconsciente en el suelo de la cocina, y pensó que algo muy malo le pasó. Al momento en que el doctor personal de su jefe llegó, descubrió que estaba tan ebrio que se quedó dormido como una piedra.

Por lo que, reflexionó que su viaje a ver a la familia no funcionó. La realidad es que había logrado estar esa semana sin ingerir alcohol, fue un éxito a medias y luego...

Bueno, besó a Soobin y lo poco que le quedó de autocontrol se volvió escombros y polvo.

Tal vez eso fue lo que hizo, bebió para olvidarse de lo que sucedió, y no funcionó en lo absoluto. No hubo ni un solo instante donde no pensara en él.

El primer mes, se esforzó para echarlo de su mente. 

El segundo se resignó y reconoció que mientras más lo negaba, más lo deseaba cerca.

Y en el tercero encontró algo de paz, en la idea de que Soobin estaría casado cuando volviese y no habría forma de que encontrarse de nuevo. Eso significaría que ninguno de los dos estaría perturbándose con algo que no tenía forma ni sentido. 

En el cuarto, reconoció que lo que sentía era imborrable, pero no palpable a la vista de los demás. Podía vivir así.

Es mejor que nada.

Carl lo llevó a una cafetería en la carretera para camioneros en Pasadena, y le prestó una gorra y anteojos oscuros para poder ingresar. Estaba casi vacío y se sentaron lejos de las ventanas. Yeonjun pidió un emparedado especial de doble carne, papas fritas y una malteada de chocolate. Su acompañante solo pidió café y lo observó comer con velocidad y desesperación.

—¿No te alimentaban allí?

Sacudió su cabeza.

—La comida sabía a papel —respondió con la boca llena—. ¿Puedes pedirme otro?

Carl llama al camarero y hace la orden, y también uno para llevar.

—Gracias —dice, limpiando sus labios con una servilleta—. Por todo. 

—No soy al único al que debes decirle gracias.

—Ya le dije gracias a mi doctor, a las enfermeras, las obreras... —puntualizó con sus dedos a cada persona nombrada, pero Carl lo interrumpió.

—Tengo que decirte algo.

Eso detuvo su siguiente mordisco al sándwich.

—¿Puede ser después de comer? —pidió.

—Tomate tu tiempo —se apoya sobre el respaldo de la silla—. Después podrás pensar que vas a hacer.

Eso no le hizo sentir muy bien, pero decidió no dejar que su incertidumbre le quitara el apetito. Su estómago dolía debajo de sus costillas, y el viaje en auto lo dejó mareado. No sabía que estaba sobreviviendo con la mitad de su energía.

Después de la comida, Carl condujo de regreso a Los Ángeles. Yeonjun le pidió llevarlo a Santa Monica, para tener privacidad, en lugar de a un hotel como estaba previsto. No podía volver de inmediato a su apartamento en West Hollywood. Era probable que algunos fotógrafos y fans estuvieran acampados para recibirlo. Su regreso debía ser preparado, con su estilista y la ropa que le dieran, para completar la apariencia de una persona renovada y sana. 

Se quedó dormido la mayor parte del tiempo, estaba más que agotado. La unidad de adicciones no era un sitio tan espacioso, pero él tuvo la suerte o desdicha de tener su propia habitación, un cubículo minúsculo con una cama de metal, y el colchón era casi tan fina como una hoja.

Los medicamentos que le proporcionaron lo ayudaron a no perder la cabeza, pero tenía que dejarles todo el crédito a los talleres de actividades. Hace mucho que no pintaba con tanta dedicación y ver el mundo a través de sus propias creaciones, le ayudó a olvidarse de todo lo demás. No sabe si esa desconexión será fructífera, le recomendaron contactar con un psiquiatra dos veces al mes para hacer un registro de su estado mental. Duda bastante tomar esa opción, porque nunca le ha gustado hablar con otras personas sobre sus problemas y las charlas grupales antes de la cena, confirmó su desagrado.

Carl lo despertó cuando estacionó frente a su casa, Yeonjun se estiró como pudo dentro del vehículo y se preparó para salir, pero su jefe lo tomó del brazo.

—Espera. 

Debía decirle algo, cierto. Se quedó en su asiento, quieto y atento a lo que pronunciaría después.

—Quiero que entres, te relajes, descanses esta semana y la siguiente te prepares para grabar —empezó a explicar—. Más te vale ser el empleado del año grabando Older, porque todas las miradas van a estar puedas en ti. Ya te equivocaste una vez, así que hasta el mínimo parpadeo en la dirección equivocada va a ser malinterpretado. 

Sí, definitivamente no extrañaba esa presión.

—Lo voy a hacer bien —aseguró—. Tengo que recuperar lo que perdí. Al menos una parte.

Carl apretó los labios y asintió.

—Sí. Eso debes hacer —respondió—. La semana que viene anuncian las nominaciones..., y el Estudio te retirará el apoyo para el Oscar. Estoy seguro que vas a llevarte otros premios..., pero no consideran que La Academia quiera evaluarte después de tu comportamiento.

No le sorprendía por completo. Ver el mundo de Hollywood desde los negocios le hizo entender que una gran mitad de lo que veía, estaba influenciada por la opinión pública más que el amor al arte. Su personalidad como Daniel; aunque reflejaba una elegante indiferencia sincera, también cumplía con los cánones de comportamiento. Al final del día, eso era lo que llevaba a las personas al cine, y cuando se salía de la norma, automáticamente era una persona no grata.

—¿Es todo?

Sacudió su cabeza.

—Quiero que le envíes una buena compensación a Steve —estaba aún estirándose y sus manos cayeron a su regazo—. Porque él fue un gran amigo estos días.

Parpadeó sin terminar de entender.

—¿De qué estás hablando?

—Steve me buscó, cuando tuviste el accidente —confesó—. No iba a involucrarme en eso, pero él se apareció en mi oficina, me pidió que hablara contigo y te convenciera de ir a rehabilitación. 

No pudo responder algo de inmediato, estaba perplejo.

—¿Él hizo eso?

—No es todo —lo interrumpió—. Pagó por tu hospitalización. Todos los gastos salieron de su cuenta.

Eso no podía ser posible, no supo nada de él hasta la noche en que apareció en su casa, y estaba casi seguro que lucía irritado de verlo.

—Pero...—jadeó—. ¿Por qué hizo eso? 

Carl se encogió de hombros.

—Son las cosas que hacen los amigos —afirmó—. Y por eso debes agradecerlo. No importa si no se lo pediste. En esta vida, en el mundo donde nos rodeamos, es una bendición que alguien esté dispuesto a ayudarnos en nuestro peor momento.

Recuerda cuando apretó su mano contra su pecho, y como pronunció en un tono adormilado «puedo ayudarte, si me lo pides». Yeonjun no se lo pidió, y aun así lo hizo.

Miró hacia el frente, después se cubrió el rostro con las manos y luego encogiéndose en el asiento cuando todo su cuerpo empieza a temblar, Carl palmea suavemente su espalda, y espera a que deje de sollozar.

Pero, eso no ocurre tan pronto, porque en un simple gesto de compasión, Yeonjun finalmente se permitió romperse y todo lo que tenía contenido se desbordó, en lágrimas que se esparcían sin control por su cara.

Es una bendición que alguien siga apostando por ti aún en tu peor momento, el problema es cuando esa persona es la que estás intentando no querer.

 

 

El gran dilema de Yeonjun, sabía que debía decir «gracias», pero no estaba listo para enfrentar a Soobin.

Encontró nuevas excusas para no contactarlo, como hacer una depuración completa de todo el alcohol en su casa y pedirle a Carl que envié una persona de servicio a su apartamento para que tiraran las botellas que aún le quedaban allí. También limpiar todo su hogar y ponerse al día con las cuentas. 

Después de intentó salir a correr por el vecindario antes de que amanezca para recuperar un poco su forma, pero solo lo logró dos días y determinó que su cuerpo no estaba preparado aún.

Estaba más delgado y tenía franjas oscuras en el crecimiento del cabello, por supuesto que no iba a presentarse en la puerta de Soobin con un aspecto descuidado. Luego recordaba que al propósito apareció sucio en su puerta, pero eran dos situaciones distintas y cree que en esos meses ha obtenido algo que le faltaba, y era dignidad. 

Un día antes de su regreso, sus dos estilistas estuvieron en su casa. No estaba muy cómodo con ello, pero no podía darse el lujo de ser visto por allí con decolorante morado en el pelo.

—Al menos debieron dejarme entrar para retocarte el crecimiento —Sadie, quién se encargaba de su cara, gimió en tristeza—. Y esta barba me está causando dolor de estómago.

Tenía un ligero crecimiento de vello encima de su labio superior y en la línea de la mandíbula, uno que quisieron borrar con procedimientos a los que se negó. Había una agradable autonomía cuando podía afeitarse por su propia cuenta.

Sadie hizo que su cabello volviera a ser completamente rubio, y lo oscureció ligeramente en zonas estratégicas. Ahora tenía una luz natural en el inicio que se desvanecía hacia las puntas. Es increíble como eso mejoró su aspecto, parecía más despierto. Luego desterró la barba y le dejó una el completamente tersa.

Luego, Jude le trajo unos cuantos cambios de ropa. Todos eran de marca y discretas, para que la gente no comentara sobre su dinero. No podía decidirse si quería que pareciera un chico corrompido regresando de un breve viaje o un buen chico que acababa de nacer.

—Estoy seguro que nadie creerá en lo segundo. —puntualizó él.

—Todo es posible en mis manos —y escogió el segundo atuendo—. Tiene que ser este, mañana recibes tus nominaciones. Debes hacer una entrada triunfal.

Esa semana, la mayoría de las premiaciones empezarán a liberar las nominaciones. Unknown estaba rumorada como la gran favorita para película del año. La gente se enamoró aún más de los personajes ahora que eran similares a la realidad: Yeonjun ocasionando problemas también fuera de la pantalla.

Le resulta un poco triste que eso incrementara el éxito.

Cuando todo estaba listo, Yeonjun solo tuvo que esperar a que llegara la mañana, y salir en su Chevy en dirección a West Hollywood, tomando una ruta distinta para simular que venía de un largo viaje desde Pasadena.

Toda la avenida estaba llena de fans y reporteros, y se sintió intimidado detrás del volante por un instante. Le harían preguntas, y tenía miedo de escuchar cuales serían. Qué clase de cosas esperaban escribir de él. Y el semáforo cambia a verde y le toca descubrirlo.

Sale del auto después de estacionarlo frente al edificio, y entregándole las llaves al empleado que se encargaría de llevarlo al estacionamiento. Eso también era planeado.

Yeonjun se encontró en medio de la calle, y la decisión de donde se acercaría primero también estaba planeada. Pero, escogió modificarlo. Caminó primero hacia los fans, muchas de ellas mujeres, gritaron cuando lo vieron acercarse y extendieron un montón de bloc de notas que no sabía por cual irse primero.

—¡Gracias por volver! —chilló una chica, no podía saber cuál era entre el mar de gente.

—¡Gracias por venir hoy! —le respondió de vuelta.

Dejó que lo fotografíen así, dando autógrafos, abrazando a sus admiradores y saludando a las que podía de la mano. Luego, se dirigió hacia los reporteros, y miles de lentes lo estaban apuntando como armas.

—¡Daniel, por aquí!

—¿Por qué entraste a rehabilitación?

—¿Se acabó tu tiempo con la bebida?

—¿Sigues con Odette?

—¿Supiste que Sage va a casarse con un multimillonario de la Fox? ¡Se veía mejor contigo!

—¿Qué le dirías a Steve ahora que terminó con su compromiso con Grace Darvis?

Sabía que no debía reaccionar, no puede dar más de lo que le piden. Pero, fue imposible que su corazón no saltara al escuchar aquello y su rostro se girara hacia el reportero, quién apuntaba un micrófono hacia él.

Yeonjun tragó saliva y luego se encogió de hombros.

—Amigo, ni siquiera sabía que iban a casar —respondió entre risas—. Es un gran tipo, encontrará a alguien para él.

—¿Dónde está Odette, Daniel?

Él señaló su pecho como respuesta y eso provocó que los medios olvidaran lo que dijo de Steve, nadie repitió su nombre en los pocos segundos que estuvo allí. Se despidió amablemente de los reporteros y agitó con entusiasmo la mano hacia sus fans, antes de finalmente entrar al edificio y caminar directamente al estacionamiento porque, por supuesto, su maleta seguía allí y el empleado que lo condujo ni siquiera trabajaba en ese lugar. Lo trajeron de Halleys para aparentar.

Es increíble todo lo que se hace por un par de fotos y menos de siete minutos en la calle. Su cuero cabelludo aún le arde por ello.

Se instaló en el apartamento, cambiándose a prendas más ligeras. Tomó el guión de Older y marcando sus líneas con el televisor encendido, manteniéndose entretenido y despierto antes de que comenzaran los anuncios en el canal de noticias, tenían una sección exclusiva para el espectáculo.

Cuando empezó, juntó sus dedos con nervios y su cerebro diseccionó los anuncios como «Unknown» y «las que no eran Unknown». Y las individuales como «Soobin y él» y «las que no fueron Soobin y él».

En los Golden Globles, Unknown estaba en casi todas las categorías. Soobin y él fueron nominados a Mejor Actor, Sage Mejor Actriz e Isabel a la Nueva Estrella del año. En las demás premiaciones no fue diferente, pero empezó a percatarse de la poca frecuencia en la que escuchaba su propio nombre.

En los People's Choice Award, todos recibieron nominaciones menos Yeonjun, y fue su confirmación del poco aprecio que el público sentía por él.

Luego llegaron las nominaciones de La Academia y fue cuando se sintió verdaderamente nervioso, Unknown fue nominada a mejor película, mejor dirección y guión. En las individuales, ninguna de las chicas consiguió ser nominadas Mejor Actriz.

La última fue la categoría masculina, y solo Soobin fue nominado.

 Yeonjun estaba demasiado feliz por él, tanto como para olvidarse que no fue nominado. Ni siquiera le importó, empezó a saltar sobre el sofá con emoción.

Chapter 21: Lirios blancos

Chapter Text

Soobin estaba inmóvil frente a la pantalla.

Lo había conseguido.

Era el primer asiático en ser nominado a un Oscar y su debut a ese premio.

Estaba tan impactado que la taza de café se le había caído sobre la mesa, y si pudiera repetir el momento de su anuncio, lo haría una y otra vez.

Lo logró.

Aún no lo ganaba, no estaba seguro si iba a lograrlo. Pero, estaba su nombre entre los más grandes de la nación.

Soobin lo había logrado.

Recuerda cuando era más joven, y grababa una película sobre amistad. Un director le preguntó hasta donde quería llegar, él respondió «a los Premios de la Academía» y este hombre se agachó a su altura, con una sonrisa burlona:

Las personas como tú nunca llegan tan lejos. 

Ha creído por años que aquello era real, y ahora, comprobó lo contrario. Él pudo llegar allí. 

Llevó sus manos a su cara, ahogando así un grito. Y luego miró a su alrededor, sintiendo aquella amplia sonrisa decaer.

¿A quién se lo puede contar?

¿Hay alguna persona a la que pueda llamar en ese momento, decirle lo feliz que estaba, escuchar felicitaciones?

Soobin se removió en el sofá, evaluando sus opciones..., ¿podría llamar a Violet? Logró ser nominada por Emma, los dos estaban celebrando. Y se recordó lo que hizo para conseguirle ese papel, y contactarla sería una manera de restregarle que tenía algún mérito por ayudarla.

¿Podría llamar a Hellen? Es su empleada, puede fingir por él que está contenta. Pero, es su día libre y lo menos que debería hacer es molestarla cuando no le está pagando.

¿Podría llamar a.…? 

Se detuvo.

No hay nadie a quién llamar.

Es como si aquella realización depuró todos los sentimientos de emoción que lo invadieron, ahora se sentía hueco e incómodo. 

Se levantó el sofá, y no permitiría que aquello arruinase su día. Un momento tan importante y trascendental en su carrera. Abrió una botella de vino blanco y sirvió una copa generosa para él, regresando a pasos saltarines a la sala.

Tomó un sorbo, observando las siguientes noticias, al mediodía tenía la sesión de fotos de las promociones para You and Me, comenzarían a grabar dentro de dos semanas.

Un choque de autos bastante grotesco, actores conocidos peleándose con paparazzis, un escritor en ascenso llamado Kenneth Anger confesando que estaba preparando un libro sobre el mundo de la fama. 

Y la última noticia lo hizo apartar la copa de sus labios.

Tal y como lo anunció Estudios Halleys, el actor Daniel Choi fue dado de alta después de ser internando por un descontrol en la bebida —apareció en la pantalla los videos tomados por reporteros de su llegada, en su Chevy y con un sencillo bolso en su brazo—. Hoy, once de enero de mil novecientos cincuenta y seis, el actor de veinticuatro años saludó a sus fans, quienes le otorgaron una cálida bienvenida.

Hay algo que no te dicen de los fotógrafos y es que siempre logran hacer parecer todo más inalcanzable. Soobin se ha sorprendido a sí mismo luciendo más alto, musculoso y con aura de misterio, eso es lo que hace un buen trabajo de cámaras. 

Yeonjun parecía salido de una revista como el millonario del mes, con un suéter sencillo y pantalones claros, y el cabello tirado hacia atrás con algunos mechones rebeldes en su frente. Estaba más corto.

No se percató de cuanto lo echó de menos hasta verlo de esa manera, era como si la cámara captó a la perfección lo fuera del alcance que lo sentía en ese momento. 

Y respondió algunas preguntas de los reporteros, asegurando que estaba preparado para su próxima grabación, Older. Sobre su estable relación amorosa con la actriz Odette Norris, mencionó que se encontraban aún juntos. Una fuente cercana describe a la pareja como inseparable y con una conexión inquebrantable —no pudo evitar reír encima del vidrio—. Uno de nuestros periodistas le preguntó sobre su compañero de pantalla en Unknown, Steve Lee, quién hace un par de meses regresó a la soltería después de acallar los rumores de boda con la querida Grace Darvis.

La pantalla cambió al momento donde el reportero le gritaba: «¿Qué le dirías a Steve ahora que terminó con su compromiso con Grace Darvis?». Yeonjun se giró sorprendido a él, y lo disimuló bastante rápido, haciendo una mirada aburrida.

Amigo, ni siquiera sabía que iban a casar —estaba riendo, sonaba demasiado contento para ser una burla—. Es un gran tipo, encontrará a alguien para él.

Elevó una ceja.

¿Soy un gran tipo?

Sintió un ardor generándose en su pecho, y bebió un poco de su copa, tratando de tragarse aquel sentimiento de ofensa que estaba empezando a molestarlo. 

Es decir, ¿qué esperaba que dijera? Ninguno de los dos podía decir algo que hiciera sospechar a los demás, incluso con la estrecha amistad que habían demostrado alguna vez en cámara y luego fue convertida en una confusa rivalidad después del estreno de Unknown.

Se rascó la nuca y decidió que el vino no estaba ayudándole en nada, su problema era mucho mayor. 

Desearía no haberse dado cuenta..., que estaba empezando a sentir algo por él. Ahora cada palabra que suelta le afecta profundamente. No dijo nada malo, pero cada vez que abría la boca, Soobin mantenía una expectativa demasiado alta que no sabe de dónde provino. 

Es por ello que no lo consideró una opción para llamar, ¿qué pasa si su esperanza termina destruyendo la conversación que van a tener después de tanto tiempo sin verse?

Es tan molesto ya no ser ignorante a las cosas, esperar tanto le duele. Y a veces es ridículo lo aterrado que se siente con la idea de estar cerca de él.

La sesión de fotos resultó excelente, su personaje era una causa perdida, rebelde, sarcástico y en contra de las normas de la época. Por ello, tenía el cabello más largo de lo normal, y le caía más abajo del puente de la nariz, y el vestuario eran pantalones muy apretados y chaquetas de cuero. Sue le había hecho un gran maquillaje, sus ojos lucían mordaces y peligrosos.

Le gustaría ser así, menos dócil e inseguro, y ser más atrevido a la vida. Mientras más toma consciencia de sí mismo, su actitud de seguidor obediente lo irrita.

Aquellos días se enfocó en estudiar su personaje, tenía una escena de canto en un género más enérgico y se la pasaba en su dormitorio ensayando con el piano. Hellen no se acercaba a él en esos momentos, era importante su concentración para meterse de lleno en el personaje, más cuando aquellos estaban tan alejados de su personalidad real.

Pero, el jueves, Soobin practicaba frente al espejo con un lápiz entre los labios, y la puerta sonó en tres golpes.

—¿Sí? —respondió con dificultades, y se quitó el lápiz—. ¡Adelante!

Hellen se asomó por el marco de la puerta.

—Tiene visitas, señor Lee.

Dejó de mirar su reflejo, y se giró hacia ella, sorprendido. No había nada en la expresión de su empleada que pudiera darle una pista de quién era, solo estaba apenada por interrumpirlo.

—Está bien...—respondió con duda–, ya bajo.

Cuando ella se fue, arrojó todo lo que tenía en las manos a la cama y se detuvo nuevamente en el espejo, revolviendo sus cabellos, alisándose la ropa. De repente, ya no le gusta tener sus mechones tan largos y está en sus pijamas de rayas, siente que parece un condenado de muchos años que recién acaba de salir en libertad.

Abrió su armario, se colocó una camisa informal azul marino, y se cambió los pantalones a unos de tela oscuro. Y logra controlarse cuando está a punto de esparcir colonia en su cuello, porque no tiene idea de quién está esperándolo a pesar de que su cabeza le insiste en no verse mal.

Camina en gruesas medias por los pasillos y está tan nervioso que, al bajar las escaleras, se sostiene con fuerza de los respaldos para no resbalarse.

Yeonjun estaba de pie en su recibidor, y tenía en sus manos un ramo de lirios blancos envueltos en un papel del mismo color. Enfocó su mirada en él, y Soobin se obligó a tocar los escalones restantes, por lo intimidado que se sentía.

Se cruzó de brazos, intentando protegerse de alguna manera.

—¿Deja vu? —tenía un molesto hilo en la voz—. ¿Esto ya lo viví?

—Acabas de ser nominado —se encogió de hombros y extendió el ramo hacia él—. Es tradición...

—Regalar flores en fechas especiales o para celebrar algo. —pronunciaron al mismo tiempo.

Tomó las flores, y así notó que Yeonjun también temblaba, estaba agitándolas ligeramente. Escondió las manos detrás de su espalda, y él se aferró al ramo como una barrera.

Estaba mucho más delgado, probablemente en proceso de recuperar su peso normal, tenía las mejillas angulares y las mangas que estaban diseñadas para ceñirse a sus brazos, le quedaban flojas. Y efectivamente, su cabello estaba más corto y oscuro, como la miel y su piel parecía más pálida.

Tal vez lo estaba inspeccionando demasiado. ¿En qué momento lo había memorizado tanto, que el mínimo detalle distinto no pasaba desapercibido?

Yeonjun se removió incómodo, dando un paso fuera del recibidor.

—¿Estuvo bien reha...?

—Gracias —lo interrumpió.

—¿Gracias?

—Sí —asintió levemente—. Gracias. Carl me contó lo que hiciste, y.…—de verdad estaba muy nervioso, hablaba con él mirando a la pared de atrás— No tenías que hacerlo. Es decir, tengo mi propio dinero y...

—No lo hice por ti.

—¿Ah?

Finalmente lo miró y Soobin colocó las flores encima de la mesa del sofá, solo para tener una excusa de crear distancia.

—Lo hice por tu mamá —respondió, alzando sus hombros—. Recuerdo que trabajas para ayudarla a ella y tu papá. Lo menos que podía hacer era preocuparme porque no perdieran el dinero, ya que su hijo no estaba al tanto como antes.

—Igual es un lindo gesto —expresa Yeonjun—. Y lo último no era necesario.

Soobin se giró hacia él, apretando sus labios.

—Estoy molesto contigo.

—No me lo hubiera imaginado —alzó sus cejas en un gesto de cansancio y se apoyó sobre la pared—. ¿Ahora qué hice?

—¿Por qué no me pediste ayuda? —no quiso sonar tan sombrío como resultó—. Es decir, esto no es mi problema, pero pude hacer más...—soltó un suspiro—. Habría hecho que escribieran menos cosas feas sobre ti.

—No creo que pudieras ayudarme con eso —afirmó con indiferencia—. No me importa lo que escriban sobre mí, ¿por qué a ti sí?

—Porque... —divagó, paseando su mirada por el suelo y luego el sofá—. Porque eres realmente un idiota, que no se da cuenta de lo que puede perder si sigue actuando así.

—Soy consciente de lo que hago —afirmó—. Y si esto se acaba para mí, tendré suficiente dinero para vivir feliz con mis padres. No me quita el sueño estas cosas, no es el centro de mi vida.

En realidad, Yeonjun lleva rato sin saber que estaba haciendo.

Compró esas flores en un impulso, apareció en esa casa y no planificó ni un poco lo que estaba diciendo. Y todo su cuerpo sudaba en una terrible angustia. Y cada cosa que salía de la boca de Soobin, lo calaba profundamente. Y estaría muy feliz de poder encontrarse silencio por un instante, al menos para procesar que estaba de pie frente a él después de mucho tiempo.

—Tengo algo, además de esto —reflexionó—. Algunos tenemos otras prioridades, no como...

—¿Yo? —soltó una amarga risa—. Tienes razón, solo yo pienso en estas cosas. Es todo lo que tengo después de todo. Es mi culpa por pensar que te puede importar igual.

Yeonjun aprieta sus labios al notar la inexpresividad en el rostro ajeno.

—No me refería a eso, Soobin —lo pronunció con más calma—. La fama no me puede importar menos si eso pone en riesgo mi salud. Cuando estaba en Raddle, nada de estas cosas tenían efecto. No iba a curarme ni más ni menos rápido si me enfocaba a pensar en tener una carrera al salir. No esperaba que eso fuera lo que te preocupara de mí, más que todo lo demás.

Soobin aclaró su garganta.

—Solo me preocupo como un amigo.

—Creo que no sabes ser uno —y se arrepintió tan pronto como lo dijo, al ver el dolor formarse en su rostro—. Me refiero a que pensé que te preocuparía mi bienestar más que, esas cosas tan banales.

Aunque trató de arreglarlo, el daño estaba hecho. Soobin se arrepintió de cambiarse sus cómodas pijamas solo para vestirse elegante a escuchar algo tan cruel; no valió la pena ni siquiera darse ánimos antes de salir de la habitación.

Es desagradable porque tiene razón, él no sabía ser un amigo. Tardó mucho en darse cuenta del pedido de auxilio que Yeonjun estaba solicitando cuando apareció en su casa, y aún con todo, no era capaz de mencionar algo más que no fuera ser famoso. Es como si su mente no pudiera desconectarse de esa burbuja y recordar su lado humano.

—Soobin, lo siento.

—Está bien —asintió lentamente—. No estás equivocado.

—Dije algo muy estúpido.

Soobin se encogió de hombros.

—No deja de ser cierto —su voz sonaba agría y distante–. Eso explica porque no me hablaste sobre lo que pasaba. Entiendo que soy bastante superficial. Tal vez, ni siquiera me ves como un amigo porque no podías apoyarte de mí. Y yo estoy aquí pensando que estoy haciendo las cosas bien.

 —Eso no es cierto.

Le estaba comenzando a molestar la forma en que sacó conclusiones tan descabelladas, no era la manera en que lo veía. Ni de cerca era así.

Pero, tampoco podía negar una parte de ello, era la verdad.

—Pero, no estoy tan equivocado, ¿lo sabes?

Caminó un par de pasos hacia él, y sintió su respiración agitarse. Cuando Soobin estaba enojado, sus ojos estaban mucho más abiertos y hablaba más rápido de lo normal.

—Si nada de esto te importa, regresarías a casa con tus padres. Pero, preferiste salir frente a las cámaras como todo un modelo profesional, a decir que estabas de regreso y que «soy un gran tipo» —parpadeó al escuchar eso, por lo herido que lo repitió—. Si nada de esto te importara, no estarías aceptando papeles y dejarías de aparecer frente a las cámaras. 

Lo escaneó con la mirada, y luego fijó los ojos en los suyos.

—Y si no te preocupara lo que piensan de ti, no estarías vestido como una imitación de Charlie Brown.

Yeonjun echó un vistazo a su ropa... y se sintió ofendido. Abrió su boca para replicar, pero Soobin volvió a hablar:

—Dices que nada de esto te importa, pero haces exactamente lo que se te pide —lo señaló con su dedo—. Tienes razón, no sé cómo ser un amigo, pero no puedo ser un hipócrita y seguir con el numerito de «siempre me puedo ir de aquí porque tengo un respaldo».

Se acercó un paso más, podía aspirar su aliento a menta y la vena de su cuello sobresalía en su piel. No le hace bien recordar que alguna vez paseó sus dedos por ella.

—Sí esto no te importa...—sus ojos estaban en llamas, lo curioso para él era darse cuenta que tenía las pupilas dilatadas. Disfrutaba mucho de discutir, o.…—, puedes irte en cualquier momento. Estás libre de hacerlo.

Soltó un gran suspiro, dejando caer los hombros derrotado. 

—De acuerdo —asintió levemente—, supongo que lo estoy.

Se giró sobre la planta de sus pies. No solo hablaban de la fama, estaba implícito que quería que se fuera.

Caminó alejándose, dirigiéndose al recibidor. No era de este modo en que esperaba que las cosas resultaran, lejos de cualquier deseo de reconciliación que buscaba. Su corazón golpeaba dolorosamente en su pecho y estaba enojándose consigo mismo por haber seguido la discusión, por no detenerse y decir las cosas que le hubiera gustado confesar.

No se contuvo a girarse, pensando que tal vez se encontraría al menor con su rostro enojado y confirmando que no quería saber más de él. 

En cambio, Soobin estaba mirándolo de una manera, que ni en su actuación más elaborada podría recrear: era honesta, sombría y lúgubre. Tenía el rostro inexpresivo, como si lo hubieran apagado de repente y los hombros ligeramente alzados; parecía que recibió una bala en el pecho y aún se encontraba en los breves segundos de impresión después del impacto. 

Eso lo lastimó más que cualquiera de sus agrias palabras. En ellas, tenía gran parte de la razón. 

Soobin soltó un gran suspiro y enderezó su postura, cuando se percató que seguía ahí. Por un momento podía jurar que se había iluminado de nuevo.

—¿Por qué siempre te vas? —preguntó con la voz rota.

Yeonjun miró al suelo y tiró su cabello hacia atrás.

—No estoy seguro de que quieras que me quede.

—Siempre quiero que te quedes —elevó sus ojos hacia él, Soobin se encogió de hombros—. Sé que estoy siendo insoportable, pero...

Caminó los pocos pasos que los separaban y sintió sus largos dedos atraparle las mejillas. Yeonjun separó los labios para él, y alzó su mentón. Soobin presionó su boca con la suya y era como volver a respirar, aspirando aire puro y frío. No se había percatado de lo tenso que había estado los últimos minutos, todo su cuerpo se relajó con ese simple tacto y fue como un gran peso siendo removido de sus hombros.

Cuando se separaron, sus pulgares aún acariciaban su piel e inspeccionaba sus ojos con determinación, como si eso fuera a darle una pista sobre que estaba pensando. Lo menos que funcionaba para él era interpretar acciones. Todo lo que estaba en la mente de Yeonjun era cerrar la distancia y hacerlo de nuevo, solo de ese modo parecían más honestos con el otro. 

—Puedo callarme... si eso es lo que quieres —pronunció despacio–. Y puedo... ser un buen amigo, si eso también lo deseas

Hizo una breve pausa, esperando por una respuesta. Yeonjun se mantuvo en silencio, no piensa correctamente cuando está tan cerca y siente su aliento en la cara.

—Solo...—prosiguió— dime que no te irás, y lo haré mejor.

Su primer instinto es alzarse y juntar sus labios nuevamente. Están húmedos, suaves y lo besa con tanto esmero que no siente que debe responder. Puede quedarse allí de pie por semanas.

Cuando lo mira con esa mirada triste, y esos labios tan húmedos, Yeonjun se siente capaz de cruzar cualquier límite si se lo pide. Lo que sea. Lo hará solo por él.

—No me iré —pronunció jadeante cuando se separaron—. No iré a ningún lado.

 

 

Aun así, sus palabras no fueron suficientes para mantener tranquilo a Soobin.

Esa noche, los dos estaban sobre su cama. Yeonjun dormía con una de sus pijamas, de lado hacia el balcón y Soobin miraba su espalda en la penumbra, y la manera en que el cabello se le revolvió sobre la almohada, como destellos de sol.

No podía cerrar los ojos y cada vez que estaba a punto de caer en la oscuridad, sus párpados se abrían en alerta por cualquier movimiento. Yeonjun tenía muy pequeños movimientos: como rascarse la nuca, suspirar, enterrar su cara sobre la almohada y después apegar su mejilla a ella. Es increíble como memorizó todo eso aquella noche.

Cuando las luces anaranjadas y azules empezaron a dibujar el amanecer, su cabeza palpitaba de dolor y estaba ligeramente mareado del cansancio, pero no lograba dormir. Tal vez si llegara el mañana rápido y si él sigue ahí, podría descansar tranquilo.

¿Podría haber una manera de asegurar que no se movería, sin que tuviera que sacrificar sus horas de sueño?

Soobin se arrastró con cuidado sobre el colchón, haciendo sus movimientos tan minúsculos como le fuese posible para no despertarlo. Se acercó a él, deslizando una mano por su cintura y lo apretó a tal modo en que su pecho estaba adherido contra la espalda ajena. Yeonjun no hizo movimiento alguno, y él se permitió apoyar la mejilla contra su nuca, aspirándole el cabello que le caía allí. Olía a humo y su jabón.

Siempre quiso hacer eso. No puede decirse desde cuándo.

Y su cuerpo pudo relajarse al tenerlo seguro en sus brazos, pudo cerrar los ojos.

Chapter 22: Algunos permisos

Chapter Text

 

El resto de los días, Yeonjun cumplió con su palabra, y permaneció en casa.

Ambos se turnaban la preparación de la comida, y Yeonjun se quejaba de los pocos alimentos que tenía. Hellen se encargaba de llenar el refrigerador y compraba lo exacto que Soobin consumía, ahora con su invitado se vació más rápido. 

Tuvo que conducir media hora al supermercado más cercano, con una lista escrita de la caligrafía cuidadosamente elaborada y regresar con varias bolsas de compras. Yeonjun besó su mejilla cuando se percató que, dentro de las compras, estaban sus galletas favoritas: de leche con chispas de chocolate. 

No fue intencional, pero su reacción fue un gesto que se grabó en su mente, porque le gustó haberlo hecho feliz.

De alguna manera, había un pacto silencioso para no mencionar la discusión que habían tenido. Aún era un tema del que debían hablar. Esa y otra larga lista de cosas por las cuales tenían que colocar sobre la mesa. 

Estaban permitiéndose algo de paz; y eso era una pequeña burbuja donde discutían sobre quién le tocaba hacer la cena. Fingían no estar despiertos para permanecer más tiempo en los brazos del otro. O leían en silencio sus libretos en la sala de estar.

El domingo fue un día de lectura, y de mucho calor; los dos utilizaban bermudas y camisas de manga corta. Yeonjun estaba condenado con un poco más de tela por la diferencia de tallas, y estaba sentando en el suelo. Soobin estaba acostado en el sofá, con el libreto entre sus piernas recogidas y perdió la concentración al observar los mechones dorados moverse en una suave ola de oro, contrastando con el cuero blanco.

Tenía los dedos cerrados en un puño, conteniendo su deseo de querer acariciarlo. Tampoco sabían que estaba permitido o no hacer, los dos eran demasiado tímidos para preguntar. 

A veces el mínimo roce los hacía ruborizar, y era irónico, de alguna manera. 

Tantos personajes enamorados que interpretaron, unos que constantemente debían tocar a su coestrella porque estaban locos de pasión y no podían estar alejados. Ahora con un sentimiento real, se percató de lo fantasioso que son las películas con su concepto del amor.

También podías estar del otro lado de una habitación y desear a una persona con todo tu corazón, aún si no eres capaz de tocarla.

Soobin acercó su mano con lentitud, la cual se movía robótica por el nivel de tensión que estaba conteniendo. Cuando hizo contacto con los mechones dorados, los aplanó con su palma, y observó sus reacciones. Yeonjun no se inmutó al principio. No fue hasta que introdujo los dedos y acarició su cuello cabelludo. Lo escuchó suspirar ladear su cabeza más cerca, eso lo animó a seguir y causó emoción en su corazón por hacer algo bien, por hacer algo que quería y que funcionara.

Permaneció así, hasta que movió su cabeza hacia atrás para verlo, tenía los párpados caídos. 

—Vas a hacer que me quede dormido.

—No soy yo —sacudió su cabeza—. Es tu guión el que es aburrido.

Yeonjun puso los ojos en blanco.

—Mi guión es genial —afirmó con cierto tono de superioridad—. Sería algo que aceptarías. Es más, tu estilo que el mío.

Movió un poco el libreto entre sus piernas, Soobin se apoyó en su codo para acercarle a leerlo. Yeonjun subrayaba los diálogos con resaltador azul. Señaló eso con su dedo.

—También debes cubrir las acciones, y las emociones. —indicó.

—Es más fácil encontrar mis partes así. 

–Será más fácil que tu cerebro recuerde como debes actuar si lo resaltas todo 

—Eso es bastante específico —se giró a mirarlo y Soobin estaba casi apoyado en su hombro.

—Pero, es lógico, ¿no lo crees? Si solo resaltas el dialogo, vas a recordar eso —dice—. En cambio, si le añades todo el contexto, tu cerebro guardará lo que sentiste y reaccionará con la línea que debes decir.

Yeonjun realmente no entendía el funcionamiento de aquello, solo pensaba que su respiración chocaba contra su cuello y hacía que se le erizara la piel.

—Me lo enseñó un profesor de actuación que tuve —explicó después—. Era todo métodos, y fórmulas. Me hacía marcar las emociones más intensas en amarillo y las más relajadas en verde. Cuando eran escenas dramáticas, debía ser azul porque me transmitiría tristeza.

—Nunca había escuchado algo sobre eso.

Soobin se encogió de hombros.

—Me lo acabo de inventar.

Se giró a mirarlo con el ceño fruncido.

—Eres demasiado convincente, ¿lo sabías? —su risa salió fresca y amplia, y sus hoyuelos se veían tan profundos en esa cercanía.

—Debiste ver tu cara —negó con la cabeza—. Parecías preocupado por un momento. Pero, no me estoy equivocando del todo. Tienes que resaltar toda la descripción.

Yeonjun decidió ignorarlo, solo porque le gustaba los pequeños quejidos que hacía cuando su bolígrafo solo marcaba lo que él decidía.

Era tan extraño verlo así; alguien que siempre se mostraba sereno y con la compostura al margen frente a los demás, ahí estaba protestando por cosas tan minúsculas, y riendo como si fuera lo más divertido del universo.

—Tengo mucha presión con este personaje —confesó luego de unos segundos de silencio –. Carl dice que mi interpretación va a depender mi reputación. No sabía que eso podía pasar.

—Puedo ayudarte, si quieres.

Lo observa colocar las manos en el suelo y empezar a deslizarse fuera de sofá, y es tan innecesario hacerlo así y Yeonjun no sabe porque le gusta tanto verlo hacer eso.

Soobin se sentó a su lado, con las piernas recogidas en el pecho y mirando atento su libreto. Sus ojos brillaban como si estuviera esperando esa oportunidad desde hace mucho tiempo. Tal vez sea así.

—De acuerdo —le entregó el guión—. Ilústrame con tus conocimientos.

—Yo estudio mis personajes —explicó—. Como si me metiera en su cabeza, así me convierto en ellos y siento como ellos. 

—El guión te dice cómo hacer eso.

Para su sorpresa, sacude su cabeza.

—El guión te cuenta una historia —explicó—. Y nosotros debemos traerla a la vida con la información que tenemos, por ejemplo...—miró hacia el frente, pensando en algo para decir—. La historia de una mujer casada que quiere divorciarse, el guión te dirá como ella debe sentirse, pero todo eso tiene un trasfondo, ¿verdad?

—Eso creo.

—Para que ella llore, es porque además de la razón que te indica la escena, ha pasado por varias situaciones que la llevó a tener esa catarsis. Si está enojada, antes algo le pasó para que descubriera que eso la molesta —afirmó—. Eso es lo que debes ver en tu personaje, los pequeños detalles, su forma de pensar y encontrarás una razón y un porqué.

Era algo que no había considerado. De sus profesores de actuación aprendió a recrear la emoción y transmitirla de manera autentica. Le enseñaron a satisfacer al director, pero nunca supo que también había que seccionar al personaje de ese modo. 

—Nunca hice eso —admitió—. Solo actuó lo que dice el libreto y está hecho.

—Lo sé —Soobin asiente—. He estudiado como lo haces, te enfocas más en cumplir con la visión del director, pero también como actor tienes que darle tu toque al personaje. 

Alzó una ceja a su dirección. 

—¿Me has estudiado?

Soobin apartó su mirada, como si lo hubieran descubierto en algo terrible.

—Sí...—titubeó—. He visto todas tus películas y las temporadas de The Smith donde apareces. 

—¿En serio? —su voz sale sorprendida.

Apretó sus labios, realmente no quería admitirlo. Soobin no le gustaba aceptar esas cosas.

—Tenía que hacerlo —respondió, en cambio—. Si íbamos a trabajar juntos, era necesario para mí prepararme para tu nivel.

—¿Y es buen o mal nivel? —de repente estaba sumamente interesado en sus respuestas.

Se tomó su tiempo para pensarlo, ser honesto y a la vez darle una buena crítica constructiva.

—Serías un casi intermedio.

—Ese «casi» no me agrada. —observó.

—Usas la misma voz para todos tus personajes, y a veces repites expresiones —señaló—. Y tu lenguaje corporal demuestra a veces que no estás acostumbrado a estar en ciertas posturas.

Se tomó un momento para pensar en que más agregar, Yeonjun no podía negar que se sentía halagado de que alguien notara esas cosas y al mismo tiempo, sentía vergüenza de que fuese Soobin quien se percató.

—Besas un poco extraño, también.

—¿Yo beso extraño?

Soobin pareció notar lo que acababa de decir y empezó a tropezar sus palabras en un «Quise decir...», «Yo...», «Me refería a.…», y debe mirar a otro lado para ordenar sus ideas. Yeonjun no deja de verlo con diversión.

—Quiero decir que no te sueltas mucho en cámara. —finalmente elaboró.

—Y beso un poco extraño —respondió en el mismo tono que había usado anteriormente.

—So-solo cuando tienes la cámara muy cerca.

—No deja de ser extraño.

—¡En cámara! —se exaltó.

—De acuerdo, entonces debo practicar mis besos para que el licenciado en actuación le gusten.

—¿Con quién vas a practicar tus besos?

Definitivamente no había razón para hacer esa pregunta de la forma en que lo hizo: con las cejas juntas, los labios abultados en protesta y la nariz ligeramente arrugada, y con la piel enrojecida. Pero, así fue, y era hilarante de ver.

—Con mi maestro de actuación —Soobin jadeó—. Eres tú, te estoy contratando.

Parecía que el aire apenas regresó a su cuerpo. Yeonjun le gusta tanto lo que está pasando, como sus comisuras se contrajeron en satisfacción, aun cuando se estaba conteniendo para no parecer demasiado feliz.

—¿Los besos...—su voz se volvió repentinamente tímida—...están permitidos?

Y ahí se percató de algo. Yeonjun solo conocía lo que Soobin le muestra a los demás; el personaje público y preparado para las cámaras, y ese lado afilado donde se protege de todo lo que le hace daño. 

Ahora, creía estar viendo otro lado suyo: uno donde solo es un chico que hace bromas que no dan risa, y pregunta si puede besar a la persona que le gusta con una sencillez devastadora.

Cerró la distancia entre ambos, presionando de forma corta sus labios contra los suyos, que estaban abiertos. Esa era su respuesta. Y Soobin lo mira esperando por más.

—Están permitidos —respondió despacio y seguro—. Me gustan mucho.

—Están permitidos, está bien... —asentía repetidas veces su cabeza, como si procesara su respuesta—. Eso estuvo irregular.

Frunció el ceño.

—Eres bastante groser...—no pudo terminar esa oración.

Tal vez no dimensionó cuanto tiempo esperaba por respuesta, o una señal de permiso, porque no tardó en empujar su nuca y unir sus labios. 

Soobin tenía una manera de besarlo que le robaba el aliento, y hoy descubría otra técnica suya. Inclinando la cabeza, y luego baja y sube su barbilla, y es agradable, como una caricia suave. Todo lo que hace es suave; como frota su pulgar contra su cuello y la forma en que lo mira brevemente, con las pupilas dilatadas. Luego ladea su cabeza y continúa besándolo.

—Eso —jadea cuando finalmente se separaron, con las manos aún en su cuello—, eso es mucho mejor. 

—Lo es. —apoyó su frente con la ajena.

—Pero, no puedes hacerlo así con nadie más. 

Yeonjun pensó que era imposible para él sentirse así con alguien más, pero no lo dijo.

—Entonces..., ¿para qué me enseñas algo que no voy a poder recrear? —preguntó en un tono serio.

—Conmigo si puedes. 

—No creo...—masculló— poder besarte en cámara.

Soobin se encogió de hombros.

—No me importa. Puedes besarme aquí. Puedes besarme así aquí.

Yeonjun se aclaró la garganta.

—No olvides que debes enseñarme a actuar.

Lo observa recargar su espalda contra la mesa, mirándolo con ojos amplios y alegres.

 —Eso estoy haciendo —apoyó una mano en el suelo y estaba acercándose con lentitud.

 —Pe-pero Older no tiene escenas de besos...

 En realidad, había estado fingiendo leer hasta que Soobin empezó a acariciarlo. Aún le faltaba tres cuartos de guión para terminar, pero estaba tan nervioso que decía lo que sea para ganar unos segundos de ventajas.

—Y quiero practicar la de...

Soltó una leve risa sobre su nariz, y miraba descaradamente la parte inferior de la cara.

—Yeonjun. 

—¿Sí?

—Cállate. —dice encima de su boca.

Y lo besó.

Lo besó tanto, que por un momento creyó que se le iban a caer los labios. 

 

 

Soobin estaba batallando para conciliar el sueño.

Al día siguiente, Yeonjun debía volver a su apartamento, empezaban las grabaciones de Older. Él también tenía que trabajar y su filmación estaba prevista para las siete de la mañana, por lo que necesitaba descansar. Pero, era inútil sabiendo que su invitado pronto se iría, y estaba en la incertidumbre de como cambiarían las cosas una vez que regresaran al mundo real.

Yeonjun se giró sobre la cama, encontrándose con los ojos de Soobin fijos en él, estaba vestido con un pijama suyo de algodón. 

—¿No puedes dormir? —pronunció despacio, como si no estuviera seguro de si estaba despierto o dormido.

Negó levemente.

—¿Puedo preguntarte algo? 

Tenía apoyada la mejilla en su brazo, y alzó levemente la cabeza para escucharlo.

—¿Puedo llamarte cuando vuelvas a casa?  —añadió como un susurro.

Aún en bajo las luces tenues de la habitación, pudo ver como sus cejas se juntaron levemente, lo miraba con diversión.

—¿Quieres saber si eso está permitido? 

Soobin asintió.

—Puedo hacerlo..., si quieres.

—Sería bueno que lo hicieras —respondió Yeonjun con suavidad—. No soy bueno con las llamadas.

Su sinceridad lo hizo reír.

—Yo tampoco —confesó—. Nunca sé que decir.

—¿Aun así quieres intentarlo conmigo? —lo observó afirmar con la cabeza—. Podemos hacerlo.

Se mantuvieron en silencio y luego escuchó a Yeonjun reír.

—¿Qué sucede? —su risa era contagiosa y dulce, lo hacía sonreír también.

—¿Alguna vez tuviste una novia real?

Apretó los labios en una línea y sacudió su cabeza levemente.

— La única que consideré real era Violet –respondió en voz baja—, pero he tenido mis dudas.

—¿Por qué?

—Porque nunca me sentí así —se relamió los labios cuando Yeonjun lo miró curioso—. Estaba feliz de tener una relación, pero..., es un poco más complicado que eso.

—Puedes contarme, si estás cómodo con eso —deslizó una de sus manos por encima del colchón—. Puedes decirme lo que sea, solo si quieres.

Soobin imitó lo que hacía, solo porque le pareció divertido como estaba dando algunas vueltas. Para su sorpresa, no era un movimiento aleatorio, apenas acercó su mano, sus dedos se encontraron y Yeonjun empujaba suavemente los suyos hacia él.

—Cuando la conocí, me gustaba mucho ir a citas con ella —confesó—. Muchas de las actrices con las que me fotografiaron en ese tiempo fingían su edad o era públicamente mayores. No sabía de qué hablar con ellas, pero Violet tenía un año menos que yo y pensábamos lo mismo.

Yeonjun lo escuchó con atención, acariciando suavemente sus nudillos. Le gustaba eso.

—Y un día, Christopher me llamó a su oficina y me preguntó que sentía por ella —su voz se tensó mientras narraba—. Siempre hacía eso, quería saber qué opinaba las mujeres y yo me mantenía indiferente. Para mí solo es trabajo. Pero, esta vez fue distinto, le dije que me gustaba.

—¿Y él que hizo?

—Me lo cuestionó, muchas veces. Supongo que era difícil de creer que alguien finalmente me gustó —apretó la mano de Yeonjun—. Empecé a decirle de forma muy seria que quería estar con ella. Estaba demandando que me dejara tener una relación con ella. Christopher lo aceptó, después de ver mi seguridad.

Yeonjun no pudo evitar fruncir levemente su ceño.

—¿Él debía aprobarlo? 

Asintió.

—Yo aún era menor de edad —respondió—. Y Christopher se convirtió en mi tutor legal después de que me fui de Chicago. Todas las decisiones las tomaba él. 

—¿Es como... tu papá?

—Quise verlo así, es decir, estaba legalmente encargado de mí —eso no hizo las cosas mejor—. Pero, después entendí que no era así. Yo no era su hijo, o alguien a quién cuidar, solo una..., una herramienta más, creo.

Sintió como tiró suavemente de su mano, Yeonjun comenzó a acariciarle el brazo y de alguna manera era un consuelo que no supo que necesitaba. 

—Pero, cuando le dije que quería estar con Violet, armó una cita en un sitio más privado con ella —continuó—. Quería ver si era real. La verdad, estaba preocupado de que intentara hacer algún truco. Por eso, fui honesto con ella. Le conté como todo. A nadie le había confesado lo que pasaba. 

Estaba dudando en seguir, eran hechos que nunca se imaginó compartir y era más cómodo mantenerlos en la profundidad de su mente. Pero, cada vez que algo salía, se sentía un poco más tranquilo. Como si en esas cuatro paredes, junto a la persona que estaba tratándolo con tanto cuidado, estaba en el sitio más seguro.

—Pensé que saldría corriendo, o sentiría asco de mí, pero ella hizo un plan. Actuamos como la pareja más enamorada; nos besamos mucho, nos tocamos mucho y en un momento pudimos ir más allá...—estaba agradecido que la poca iluminación, no podría ver como se coloreaba su rostro—. Pero, recordé que me dijo que esperaba esperar al matrimonio y jamás iba a hacer eso frente a Christopher. Estábamos en una habitación de hotel, y él estaba en el balcón, yo lo eché. Vi que se apoyó de la puerta y empezamos a saltar en el colchón como tontos, haciendo ruidos raros.

Yeonjun estaba horrorizado. Le costaba disimularlo. Tenía una sensación agría en el pecho.

—Es increíble que hayan tenido que llegar a eso.

—Fue divertido —declaró Soobin con una sonrisa sincera—. Y, además, funcionó. Christopher creyó que algo pasaba entre nosotros de verdad. Confirmó nuestra relación a la prensa y nunca más trató de acercarse a mí..., de ese modo.

Yeonjun parpadeó, perplejo.

—¿Dejó de intentar algo porque tenías novia? —asintió.

—Es un poco sorprendente, pero es cierto —afirmó—. Violet dice que se desilusionó porque no logró hacerme homosexual. Yo creo que dejé de ser valioso, porque pensó que ya no era bueno que yo estuviera usado por otra persona. Tal vez es por ambos.

—Tal vez es porque es un enfermo —observó Yeonjun—. Eso es lo que pienso.

Soobin se encogió de hombros.

—De cualquier manera, estuve agradecido con Violet por eso. Tan agradecido que lo confundí con amor —admitió con un poco de vergüenza—. Terminamos cuando éramos adultos, ella me preguntó si la amaba y yo no sabía que era eso. Fue como me di cuenta que solo me sentía en deuda, por lo que hizo por mí. Aún siento eso, ¿sabes? Que ella me salvó y debo ayudarla en lo que sea.

Disfrutó de estar con ella, y fue su alivio en medio de momentos de duda por todas las ideas que Christopher forzaba en su cabeza. Podía estar con mujeres, y cualquier pensamiento sobre hombres era descartado.

Se mantuvo en silencio por un momento, pensando en que decir ahora. Yeonjun tenía una pregunta rondando por su cabeza, y pecho ardía ante la duda de si eso podía ser una posibilidad.

—Soobin...—lo miró—. Después de que terminaron, ¿no intentó hacer...nada más?

Sintió que recuperaba el aire cuando lo vio negar.

—No —atrapó nuevamente la mano de Yeonjun con la suya—. Soy un cliente más. Nos envía a citas con personas con las que puede obtener algo. Cenamos con ellos, hablamos, es como cumplirles el sueño de estar cerca de nosotros y nos vamos.

—No me gusta cómo suena eso.

—Tenemos la suerte de que solo sea eso..., otras empresas hacen cosas peores.

—Sigue siendo terrible —afirmó—. En Halleys no hacemos eso.

—Pero, igual debes ir a citas con actrices, y tener novias por publicidad

Aún no existía un nombre para eso en esa época, y tal vez, en un futuro tampoco sea llamado por el nombre que le corresponde, pero no es una práctica que perderá su popularidad en un tiempo cercano. Por supuesto, vendía más que cualquier película, dos personas de nombres con peso llenaba muchos bolsillos. 

Si los dos se benefician, ¿por qué sería algo malo?

Lo que la gente no veía detrás, es que todo era parte de una burbuja donde nunca podías distinguir entre lo real y lo conveniente. Donde empezaba tu voluntad y donde terminaba con la obligación. Cuando tus derechos son valiosos, y cuando aceptar lo que sea para no causar problemas. Esas líneas se desdibujaban cada día.

—¿Algunas fueron reales? —preguntó con Soobin con algo de timidez.

Yeonjun sacudió su cabeza.

—Ninguna —respondió un poco adormilado—. Solo tuve novias reales en la adolescencia. Cuando empecé a trabajar de Actor, todos me parecían muy falsos.

—¿Yo te parecí falso? 

Negó nuevamente.

—Eres definitivamente superficial y un idiota a veces —Soobin emite un quejido—. Pero, me hiciste reconocer que también lo soy. Y eso es lo que te hace más real que nadie. 

Baja su mirada, apenado y tira suavemente de él para acercarlo, Yeonjun desliza un brazo debajo de sus costillas y apoya la mejilla en el espacio detrás de su codo.

—Lamento todo lo que dije —susurra Soobin, como un secreto para los dos—. No pienso que seas un hipócrita y no estaba molesto contigo por no pensar en la fama, nada de lo que dije fue lo que realmente sentía.

—No estabas equivocado —afirmó—. Me decepcionó que no estuvieras preocupado por mí como yo quería, pero eso no significaba que no estuvieras pensando por mi bienestar. No vi la correlación de ambas cosas.

—Estaba preocupado por ti en todos los sentidos, pero no sé cómo expresártelo —confesó con una voz lastimera—. Siempre estuve pensando en ti. Lo pasaba muy mal cuando te veía de ese modo en las noticias. Era difícil para mí pretender que no quería ir a buscarte, como vivir en una eterna angustia.

Es una sorpresa para él, y le gusta saberlo, que está en su mente, que tuvo el deseo de acercarse.

—Pensé que estabas molesto conmigo.

Le acariciaba la espalda con una delicadeza, que temía quedarse dormido. Todo su cuerpo estaba relajado, y en paz.

—Nunca lo estuve —confesó—. Jamás he estado molesto contigo. El día del estreno de Unknown, me sentí terrible porque pensé que me veías diferente, de una manera que no te gustó. Por eso me afectó mucho que me ignoraras.

—Te vi diferente —admitió—. Pero, no como pensaste. Nunca sentí asco o repulsión. 

Llevó su mano hacia la mejilla de Soobin, y él cerró los ojos.

—Siempre hablas de las cosas trágicas con una facilidad, que no parece dañarte —paseó su pulgar encima del mentón—. Y estaba preocupado de herirte de verdad. Y lo hice, evadiéndote así.

—Yo tampoco sabría que hacer..., si fuera al revés. 

La idea se cruzó por su mente, lo notó por como sus ojos se abrieron y lo miró, con una mezcla de pánico difuminándose con algo suave. 

—Creo que no soportaría saberlo —admitió—. Me duele pensarlo.

—Es así como me siento...—lo miró—. No sé qué sucedió, pero me duele pensar que alguien te lastimó.

Soobin une brevemente labios, es un beso flojo y ninguno de los dos hace algún movimiento.

—Perdón por todas las cosas que dije —susurró encima de sus labios—. Y por mentir.

Se alejó brevemente, Yeonjun estaba a punto de preguntarle en que lo había engañado.

—Dije que no me gustabas y que no podía sentir nada por ti —comentó, haciendo una breve pausa antes de seguir—. Estaba mintiendo. No era la verdad en ese momento. 

No se sentía preparado para escuchar lo que estaba por decir y al mismo tiempo, su corazón estaba en su garganta, queriendo saber.

—La verdad es que he besarte desde que hablamos en el estacionamiento. —confesó, y casi como en un murmullo.

Jadeó sorprendido.

—¿Hace tanto tiempo?

Asintió, confesarlo finalmente le traía un gran alivio.

—Creo que siempre quise esto.

Yeonjun cerró sus ojos y suspiró, sentía los dedos ajenos apartándole el cabello de la frente.

—También mentí, en ese momento —susurró—. Y todo lo demás... está permitido. Quiero que lo sepas.

Chapter 23: Pasos nuevos.

Chapter Text

Cuando Yeonjun volvió a casa, fue el momento donde se percató del silencio en su hogar. Incluso las luces habían cambiado, porque las recordaba mucho más cálidas con su presencia.

Le causaba mucha vergüenza admitirlo. Al momento en que cruzó la puerta, ya estaba extrañándolo.

El lunes, Sue peinaba su cabello para convertirlo en el rebelde Adam. Maquilló sus ojos con un lápiz negro y cada expresión que hacía, la convertían en una voraz. Pero, era lo contrario a como se sentía, mordiendo sus uñas hasta empezar a sangrar.

Sin el cepillo recorriendo sus mechones, y la laca provocándole estornudos. Ya no pudo aguantarse.

—¿Puedo preguntarte algo?

La estilita se encogió de hombros.

—Seguro.

Soobin la observó recoger los materiales en su estuche, y se apoyó del respaldo de la silla, rindiéndose.

—Cuando empiezas a salir con alguien...

Se detuvo.

¿Estaban saliendo? ¿Eso era una relación?

A penas habían pasado un par de días juntos, se habían besado mucho y actuado como toda una pareja. ¿Eso los convertían en una?

Tenía una experiencia casi nula en las relaciones, no mintió con ello. Solo supo que Violet y él estaban juntos porque lo habían acordado, más como un trato de negocios.

En esos días es cuando reflexiona lo poco romántica que fue, porque no era comparable con la calidez que le producía estar con Yeonjun.

—¿Cuando empiezas a salir con alguien...? —repitió, sacándolo de sus pensamientos.

Tragó saliva.

—Digo... —ya no había vuelta atrás—. ¿En qué momento es bueno llamar?

—¿A la persona con la que estás saliendo? —asintió levemente—. Depende.

—¿Depende?

—Por supuesto —dijo como si fuera evidente—. ¿Es algo casual?

¿Es casual dormir noches consecutivas en la misma cama? Comer las tres comidas juntos, besarse cuando lo deseaban y tomarse de las manos.

—No tengo ni idea...—se removió nervioso—. Es una pregunta nada más, no tiene nada que ver conmigo.

Sue lo miró confusa.

—Bueno...—ladeó su cabeza—. ¿Y cuantos días llevas con esa pregunta?

—¿Cinco días?

Soltó una risa burlona.

—De acuerdo, jovencito —respondió—. Tienes que ser educado con tu pregunta de cinco días, no puedes molestarla siempre. Lo mejor sería llamar en fin de semana, porque las personas estamos libres esos días.

Claro, no tomó en cuenta ese punto. Las jornadas de grabación solían alargarse incluso hasta la medianoche. No sería adecuado llamarlo al atardecer, cuando se encontraba más cansado.

—¿Qué horas debo llamar? —preguntó.

La observó pensar y luego elevar un dedo al aire.

—Entre las cuatro y las seis de la tarde —afirmó—. Algo corto, como para saludarla. Si quieres hablar más tiempo con ella, llama y acuerda una cita para hablarse.

—¿Cita para hablarse? —preguntó—. Es un poco raro llamar para pedir otra llamada.

—Es caballerosidad —lo interrumpió—. Te importa sus tiempos, así que le pides hacer un espacio para ti. Las mujeres siempre estamos muy ocupadas, y queremos sentir su interés.

—¿Estás ocupada en algo más?

La miró, terriblemente ofendida.

—¡Lo estoy! —aseguró y lo apuntó con un peine—. Ese cabello tuyo me da mucho trabajo —respirando bajó la guarda—. En fin, llámala el fin de semana, pídele hablar y se tan educado como puedas.

Fin de semana. Cita para hablar. Educado. Respetuoso. Podía hacerlo.

Terminó sus grabaciones de ese día antes de las ocho de la noche, muchas de sus escenas fueron individuales y estaba agradecido de esa decisión. No necesitaba realizar muchas repeticiones para estar satisfecho con su actuación.

Hellen le dejó la cena; lasañas y panes calientes. En los platós rara vez la comida era buena, por lo que siempre llegaba a casa hambriento después de sobrevivir a base de cigarros para tener energía. Tuvo la tentación de llamar, pero Sue tenía razón. Tenía que ser un caballero y respetar a Yeonjun, quien estaba regresando a trabajar después de meses de ausencia, necesitaba acostumbrarse al ritmo.

Esa noche no pudo dormir.

¿Cómo pudo pasar veintitrés años de su vida durmiendo solo, y en cinco días con alguien, no puede recordar lo que era estar sobre su cama por su cuenta? Es como si sentir el peso de Yeonjun en sus brazos, era un componente que le faltaba y no lo reconoció antes. En el pasado, tampoco se imaginaría encontrarse ese tipo de vacío.

La siguiente noche fue más complicada; empezó a cuestionarse el esperar tanto para llamar.

Los dos son hombres, ¿esas mismas etiquetas aplicaban para ellos? ¿También debía ser un caballero con Yeonjun? Si lo pensaba con atención, ni siquiera lo cortejó correctamente. Se besaron antes de concretar un noviazgo. No tuvieron citas formales para conocerse. Ni siquiera les pidió permiso a sus padres para empezar a pretenderlo, aunque fuera algo imposible de hacer.

Las relaciones en el medio tampoco seguían por completo las normas sociales, pero ellos rompieron todos los códigos.

Entonces, ¿qué era correcto para hacer? ¿Llamar o no llamar?

El miércoles, alguien más decidió por él.

Estaba terminando de prepararse para dormir, y escuchó el teléfono sonar. Aun estando en el piso de arriba, podía escuchar el contaste tintineo que emitía. Y corrió escaleras a abajo para tomarlo, teniendo en mente que tal vez Violet decidió contactarlo para contarle lo de su nominación. O quizás...

—¿Soobin?

Escuchar su voz hacer que su corazón salte de alegría. Toma asiento con las piernas cruzadas sobre el suelo, y se aferra al audífono con fuerza.

—¿Sí? —aclara su garganta al notar lo aguda que salió su voz—. Digo, sí.

—Soy Yeonjun.

—Sé que eres tú.

—He esperado a que me llames... —pronuncia con timidez—. Pero, decidí mejor hacerlo yo.

—Lo siento..., no sabía en qué momento era bueno llamar.

—Cuando quieras hacerlo. —respondió como si fuera obvio.

–No creo que sea posible.

—¿Por qué?

—No puedo llamarte todos los días... –aseguró—, cada hora, minuto, segundo.

Yeonjun ríe.

—Bien, no es posible. Pero, puedes intentarlo.

—De acuerdo —se rindió—, estaba ensayando.

—¿Ensayando?

Asintió, y luego recordó que no puede verlo. Y es un alivio. Le resultaba un poco tonto el jugar con el cable del audífono.

—Como pedirte hablar.

—¿Estabas ensayando como hablar conmigo? —dijo en un tono divertido.

—¡Soy un caballero! —aseguró—. Debo respetar tus tiempos. Discúlpame por mantener los principios del respeto.

—De acuerdo, eso suena genial —admitió—. Pero, me sentiría muy respetado si llamaras cuando dices que lo harás. Llevo días esperando.

Apretó sus ojos, soltando una muy baja mala palabra. Había cometido un error.

—Eso no sonó muy caballeroso de tu parte.

—Soy un tonto.

—Lo eres —respondió—. Está bien, eso es bueno.

—¿Bueno? No fue muy amable de mi parte no llamar.

—Estoy dándote un punto por intentar ser un caballero —explicó Yeonjun—. Aunque, no sé cómo lo harías.

—Creo que tampoco sé cómo lo haría.

—No pierdas el punto que te di.

—Te extraño —soltó como un susurro—. No quería...parecer intenso.

Hay un breve silencio del otro lado, no sabe si añadir algo más y una suave risa aparece después.

—No te quitaré el punto, de acuerdo —respondió soltando un suspiro—. Te extraño también.

Es doloroso como su corazón empieza a latir muy de prisa.

—Quisiera verte pronto —confesó en el mismo tono—. Es un poco...raro. Creo que me acostumbré a que estuvieras aquí.

—¿En tan poco tiempo? —afirmó con un «sí»—. Vaya, pensé que lo pasabas muy bien con el fantasma que vive allí.

Su ceño se frunció.

—No hay fantasmas aquí —echó un breve vistazo a su alrededor—. Estoy seguro de que no hay.

—Si tú lo dices.

Su risa llena el otro lado de la línea, y es tan agradable que no puede enojarse. Sus ojos se cierran, tratando de visualizarlo: su mirada volviéndosele una hilera gruesa de pestañas y abriendo la boca.

—Iré el viernes —dijo sin aire—. O el lunes, para vengarme de ti.

—No es venganza si me dices que lo harás.

—No puedo evitar ser más amable contigo, y avisarte de mis planes.

Bajó su mirada, reprimiendo la sonrisa que estaba haciendo doler los músculos de su cara. Continuaron hablaron de cosas triviales. Le contó cómo ha sido de pesado el rodaje de Older, que debía retomar las salidas con Odette, y la llevaría a los Golden Globes como su regreso oficial. Le habló de sus padres, que su madre había tenido gripe y que se rompió una parte del techo, por lo que, si no estuviera en una crisis de reputación, volvería a Michigan para arreglarlo y se saltearía los premios. Mencionó un museo que haría una inauguración cerca de su edificio, y estaba consiguiendo entradas para ir.

—¿Estás dormido? —preguntó interrumpiéndose.

—No lo estoy.

—¿Por qué no dices algo?

—Me gusta escuchar tu voz.

Lo escuchó reírse de nuevo, y es un sonido que lo hace sentirse tan bien.

—Di algo —se escuchaba adormilado, sorprendente cuando había estado hablando tan enérgico—. Me haces sentir que no estás.

—Estoy aquí —aseguró—. Soy terrible en esto.

—Lo eres.

—Pero, quiero seguir escuchándote.

—Estoy esforzándome para decir de todo —confesó suspirando—. Me quedé sin ideas. Es tu turno.

Soobin lo piensa y luego dice:

—Yeonjun.

—¿Sí?

—¿Tú quieres que estemos juntos?

Nuevamente volvió a reírse, pero esta vez no le pareció tan bonito. Su estómago dio un extraño vuelco.

—Puedes responder sin burlarte. —añadió en un tono amargo.

—No me estoy burlando —se apresuró a decir—. Solo..., no sé porque preguntas eso.

—¿No debería hacerlo?

—Pensé que lo sabías. —dice Yeonjun.

—No lo sé.

—Tampoco lo sé —confiesa y puede escuchar el nerviosismo deslizándose en su voz—. ¿Estamos juntos? ¿Quieres que lo estemos?

—¿Tú quieres que lo hagamos?

No puede evitar sentirse tan nervioso de repente, su voz se rompe un poco y se pasa el audífono de un oído al otro.

—No sé cómo responder.

Toda su emoción se desvanece, y sus comisuras caen como si fueran atraídas por un imán. No es capaz de decir nada por unos segundos, mientras procesa como intentó ir tan rápido cuando tal vez Yeonjun ni siquiera estuviera seguro.

—Podemos vernos —añadió—. Y decidirlo.

Relamió sus labios y asintió para sí mismo.

—No tenemos que hacerlo —su voz sale seca.

—¿Seguro?

—Lo estoy.

—Soobin.

Inhaló profundamente aire, y expulsó toda la oleada de tristeza con un suspiro.

—¿Sí?

—Llámame cuando quieras —pronunció suavemente—. Sería agradable si lo haces.

 

 

El viernes, no pudo evitar conducir de regreso a casa con el corazón en la garganta. Para nada tenía sentido la forma en que estaba tan nervioso. Sus manos se deslizaron constantemente por el volante debido al sudor extremo que producían. Se repitió a sí mismo que no había nada del porque asustarse, simplemente vería a Yeonjun.

Al día siguiente lo llamó, y se esforzó en contarle sobre su día. Hablaron por más de una hora, hasta que le contó que tenía una pierna dormida y lo escuchó gemir de dolor al intentar despertarla. La conversación lamentablemente murió allí, con ambos deseándose buenas noches.

¿Es normal que aquello se haya cumplido? Descansó excelente esa noche, y ese viernes tenía toda su energía al máximo.

Guardó el auto en el garaje y se introdujo a la casa por la puerta que conectaba con la sala de estar, a un lado del recibidor, encontrándose con unos zapatos que no le pertenecían colocados a una esquina de la puerta. Fue como si el ambiente cambiara solo por percatarse de ese detalle, cubierto en un filtro cálido.

Cierra sus ojos y las fosas nasales se le llenan el casi desvanecido olor ácido critrico, el cual aspiró tantas veces de su cuello que no necesitaba adivinar a quien le pertenecía.

Se dirigió hacia la cocina, reduciendo la velocidad de los pasos antes de llegar y lo observó.

Apoyado del mesón que estaba en el centro de la cocina, sosteniendo un lápiz con una mano y una tostada en la otra, la cual mordía esporádicamente. Usaba una suelta camisa verde desabotonada en el cuello, que tenía manchas oscurecidas en la zona de los hombros por las gotas de agua que caían de su cabello húmedo y bermudas amplias. Sorprendentemente no estaba descalzo, tenía gruesas medias de lana oscuras. Soobin se acercó de forma sigilosa, y pudo percatarse de que estaba completando un crucigrama, o empezando, había varios cuadros vacíos.

Se quedó quieto detrás de él, intentando decidir su siguiente movimiento. ¿Debía saludarlo de forma casual? ¿Darle un beso, un abrazo? Para algo que no tenía definición, ¿qué era lo más adecuado para hacer?

Todo está permitido, trató de recordarse, él me lo dijo.

Soltó aire y finalmente se decidió, caminando dos pasos para presionar los labios en su sien, mojando parte de su nariz. Yeonjun se gira hacia él, con una expresión aburrida que empezaba a convertirse en una leve sonrisa.

—Hola.

Se alzó y lo besó en forma de saludo. Le encanta eso. Si pudiera reemplazar la comunicación por un beso de él, estaría agradecido que todo fuera de ese modo.

—¿Estás aquí hace mucho? —preguntó dejando una mano sobre el mesón, porque no sabia que hacer con ellas.

Sacudió levemente su cabeza.

—Llegué hace poco —respondió y señaló un plato en arriba del periódico—. Hice tostadas y huevos. Es todo lo que encontré.

La mirada que le lanzó, frunciendo las cejas y entornando los ojos, se estaba quejando por completo. Eso lo hace reír.

—Mañana Hellen traerá la despensa, no me veas así.

—Debiste invitarme un día en que el refrigerador lleno —soltó en un tono molesto, presionando el borrador del lápiz contra el mesón—. ¿Qué pasa si me como todo lo que queda, y no te dejo nada?

Soobin lo pensó un poco y se hundió en sus hombros.

—¿Salir a comprarme una hamburguesa?

—Eso...—hizo una pausa—. Bueno, tiene sentido. Pero, no es la mejor opción.

—Lo es —afirmó y solo porque así lo deseó, besó nuevamente sus labios.

Soobin se sube al mesón y tarda demasiado tiempo decidiendo que hacer ahora, porque quería tomarle la mano, pero no pensó correctamente donde debía sentarse. Se quiere abofetear en su mente por pensar demasiado.

Entonces, entrelaza sus dedos con los ajenos, y la calidez que su palma le transmite, hace que sostener la tostada con la zurda y que resulte en torpes acercamientos su boca sea un problema insignificante.

—¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó mientras masticaba.

—Supongo que mi director me aprecia más frente a la cámara que en producción —respondió con voz cansada—. No me esperaba que los directores fueran tan posesivos con las películas.

—Esa es la primera característica para ser un director —observa—. Son los más controladores con su arte. El trabajo de producción es controlar que no vuele demasiado, fuera de los límites que impone el Estudio. Por algo una vez que tienen tanto dinero, participan en todos los departamentos posibles para tener más poder.

Yeonjun parpadea, y tiene gotas de agua en sus mejillas. Es increíble la atención que le ha puesto, porque puede identificar las que se han desprendido de sus mechones, y cual es simple sudor.

—Es una completa dictadura creativa. —declaró.

La tostada cae en su regazo. No pudo ser más rápido al recogerla, él lo nota y sonríe.

—¿No quieres tu mano de vuelta? —preguntó con timidez.

Sacudió rápidamente su cabeza.

—No, estoy muy bien así —aseguró—. Debería poner más en uso esta mano, uno nunca sabe cuando pueda necesitarla.

—¿En qué situación puedes dejar de ocupar tu mano dominante?

Soobin lo piensa y luego se encoge de hombros.

—Si necesito interpretar un personaje zurdo... —hace una breve pausa y ladea su cabeza a un lado—, o me apunta el brazo.

—Debiste dejarlo en actuación —pone sus ojos en blanco cuando lo escucha reírse—. No es para nada divertido, Soobin.

Finalmente pudo terminar de comer la tostada, es un gran logro que llena su estómago. No quiere intentar probar con el resto si debía hacer tanto esfuerzo. Sacude las migajas de su ropa y su pantalón, y al elevar su mirada, tiene la de Yeonjun encima.

Regresa sus ojos a las piernas, en busca de residuos inexistentes para disimular lo nervioso que se sintió de repente.

—¿Conseguiste... —se aclaró la garganta— entradas para la exposición que me contaste?

Yeonjun suspira con frustración, dejando el lápiz caer sobre la mesa.

—Estuve haciendo llamadas por días —aseguró—. Estaban agotadas todas las fechas. ¡Y una taquilla ofreció una entrada que habían regresado y antes de poder hacer el cheque, un idiota afortunado la compró!

Soobin parpadeó.

—¿Un idiota afortunado?

Asintió.

—Idiota porque me quitó mi entrada, afortunado en su innegable suerte.

—¿Era importante para ti asistir?

Entornó sus ojos al frente, como si se tomara tiempo para pensarlo. Se había olvidado por completo del crucigrama y Soobin comenzaba a sospechar, que quizás, ni siquiera estuvo jugando.

—No me quita el sueño perdérmela —dejó caer sus hombros—. Pero..., hace mucho que Edward Hopper no presenta una obra nueva. Está demasiado viejo para seguir pintando. Probablemente sea la última y...

—Puedes admitir que quieres estar ahí —dice Soobin, con calma—. Lo noto.

Yeonjun volvió su vista al periódico, tenía las orejas rojizas y le pareció divertido como resaltaban entre sus mechones claros.

—Es frustrante tener todo este dinero y no conseguir una oportunidad como esta —finalmente admite, soltando el aire contenido—. Apuesto que todos los que asistirán no van a entender su arte como yo.

Suelta un sonido de sorpresa.

—No sabía que eras tan apasionado con Hopper.

—Con él no —se apresuró a decir—. Su forma de retratar al mundo, es lo que me cautiva. Todos sus cuadros son sobre escenas cotidianas de la vida. No necesita crear fantasías ni jugar con extremos colores para contar la verdad.

—¿Y cuál es la verdad?

Su pregunta lo hace sonreír. No sabe si fue estúpida o le causó gracia. Quisiera tener una respuesta para repetir la formula y ver como sus comisuras se elevaban.

—Eso lo sabrás si ves uno de sus cuadros.

—No entiendo nada sobre arte —confesó con timidez—. Creo que tendrás que enseñarme lo que sabes.

Yeonjun finalmente dejó el periódico de lado, y apoyó un brazo sobre el muslo de Soobin, mirándolo con las cejas caídas.

—¿Y cómo sé que eres digno para impartir mis conocimientos en ti?

La forma en que la sangre se subió a sus mejillas no tuvo ningún sentido para él. Sostuvo su mirada y logró tener control, Yeonjun ahora le observaba la nariz como si fuera lo más interesante. Han dormido en la misma cama, y aún batallaba con eso.

—Porque dijiste que no puedes ser poco amable conmigo. —respondió neutral.

—Eso no es suficiente —su tono de desafío lo hizo tragar saliva—. Dame una respuesta mejor.

Soobin lo pensó y se fijó en sus manos unidas. Había una diferencia abismal en tamaños; Yeonjun tenía los dedos cortos, las yemas rosadas y tiene callosidades en las palmas. Las suyas son grandes, anchas, con venas sobresaliendo en su piel y lo hace temblar como los pulgares ajenos lo buscan delinearlas desde el final de los nudillos.

No tiene sentido que le guste tanto como puede deshacer el agarre, cubrir su mano con la suya y hacerla desaparecer por completo. Piensa en que, si no tendría esa cantidad de cicatrices en la piel, como si antes le hubiera permitido cuidarlo así. Al menos, sus dedos estarían a salvo.

—No.…—titubeó— no soy bueno con las palabras. No sé qué decirte.

Yeonjun nota su voz lúgubre y se alza, dejarle un casto beso. Atrapa la nuca en su zurda, y es curioso como tiene total control de ella para mantenerlo cerca. Extrañó sentir sus labios, y no desperdiciaba la oportunidad de obtener tanto de ellos como podía. Hay cosas que no termina de entender y es como una boca podía gustarle tanto.

Cuando se separan, sus ojos brillan y un suave rubor le cubre las mejillas.

—Eso es soborno...—afirmó mientras jadeaba—. Pero, lo tomaré en cuenta.

Soobin no estuvo satisfecho con esa respuesta, por lo que el lunes, después de que Yeonjun regresara a casa, hizo un par de llamadas sin pensarlo demasiado y luego envió un sobre color crema con dirección en West Hollywood.

 

"Querido Daniel,

Esta es mi respuesta

Con cariño,
Sara"

 

Esa noche solo le dejó un mensaje de voz deseándole buenas noches. Estaba demasiado avergonzado para llamar. Al día siguiente, recibió una carta.

 

 

 

"Querido Steve,

¿Eras tú el idiota afortunado? Lamento muchísimo todo lo que dije. No puedo creer que consiguieras la entrada para mí.

Te veré hoy, para agradecértelo personalmente.

Con cariño,
Delay»

 

 

 

 

«Querido Daniel,

No sabía que era más satisfactorio recibir un beso que un "gracias".

Pero, ¿por qué Delay? Daniela tiene más sentido.

Con cariño y curiosidad,
Sara»

 

 

 

«Querido Steve,

Primero, nunca le cuestionas el seudónimo a una persona. Si fuéramos espías, nos habrían asesinado por tu culpa ya.

Segundo, ¿quieres que te enseñe de arte y no reconoces mi excelente referencia a Sonia Delaunay? Estoy algo ofendido.

Y tercer, Daniela es demasiado evidente.

Con indignación,
Delay.

Pd;  solo aceptaré disculpas, del mismo modo en que aceptas agradecimientos »

 

 

 

«Querido Daniel,

Ve a Santa Monica hoy, me disculparé apropiadamente esta noche.

Echándote mucho de menos,
Sara.»

Chapter 24: Malos perdedores

Chapter Text

En febrero, se encontraba en medio del rodaje de You and Me, el más incómodo que realizó en un largo tiempo. Uno de los productores pensaba que era gracioso burlarse de sus ojos rasgados, constantemente tenían retrasos porque el director pasaba mucho tiempo con jovencitas que podrían ser sus hijas en las oficinas y como estaba a punto de terminar febrero, las temperaturas tan altas causaban que empapara las prendas de sudor y el cabello se le esponjase.

Además, también había empezado a promocionar la pareja que formaba con Nicole Fisher, con tal de atraer público a la película. Ella era bastante menor que él, por lo que muchas de sus citas no tenían un tema de conversación en común.

Tal vez estaba volviéndose mayor. No quería estar en restaurantes. O en teatros mirando melodramas adolescentes. Tenía más intereses en ir a casa, y pasar más tiempo del que le gustaría admitir en su baño, aspirar el aroma que deja en el aire cuando se ha bañado en su regadera. Siente que puede vivir de ese modo. Presenciando el limón convirtiéndose en manzanilla

No le importaría que el limón ganara algunas veces. Siente que puede vivir de ese modo.

Unos golpes en su puerta lo sacaron de sus pensamientos, era Sue. Ese día estaba en su camerino, leyendo sus líneas para la escena que grabaría al día siguiente, después una cena.

—Pronto nos vamos.

—De acuerdo...

Puso ambos pies en el suelo, recogiendo su billetera y se fue al punto de encuentro, el estacionamiento. El lugar para cenar sería un restaurante a pocos metros de Estudios Carpem, y no había una ocasión especial, o eso parecía a simple vista.

Quién tiene experiencia, sabe que los ejecutivos de altos mandos usan esas reuniones como excusa para conocer a los nuevos talentos, y como se comportaban. Soobin aprendió a mantenerse distante y sombrío, y siempre era el primero en irse. En treinta minutos de cena, se despidió de todos y se fue a buscar su auto.

Sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo, cuando se encontró con Christopher apoyado de la puerta del piloto.

—Hola, Stev —saludó en un tono tranquilo—. Hace tiempo que no nos encontramos.

Soobin tragó saliva, y vaciló con las llaves en las manos, decidió guardarlas de nuevo en su bolsillo. Christopher observó ese gesto elevando una ceja.

—¿No quieres darme un paseo?

—Estoy apurado —afirma—. Tal vez otro día.

Se mantuvo de pie, allí, esperando a que él entendiera que debía removerse. Sin embargo, solo se cruzó de brazos.

—¿A dónde vas tan apurado, que no puedes dedicarle algo de tiempo a tu jefe? —dijo en un falso tono de tristeza—. Algún día debemos salir a cenar, ¿aceptas?

Soobin preferiría cenar con cucarachas.

—De acuerdo —asintió con una amplia sonrisa—. Sería estupendo.

Reinó un silencio sepulcral, con el ligero ajetreo de la noche en el fondo. Christopher lo miraba con una amplia sonrisa sin mostrar sus dientes, y lo hacía sentir inquieto.

—Christopher...—dijo lo más sereno que pudo—, necesito mi auto.

—Oh, claro —dejó de apoyarse en él—. Por supuesto.

Soobin esperó a que estuviera a una distancia considerable, antes de avanzar al vehículo. Entró de forma rápida, ingresó la llave y cerró las puertas con el seguro. Estaba jadeando cuando terminó, y a regañadientes abrió la ventanilla porque su manager estaba golpeándola.

Christopher apoyó las manos del techo y se inclinó, mirándolo con una ceja alzada.

—Tengo trabajo para ti.

—Podemos hablar de esto el lunes —responde Soobin, poniendo las manos en el volante—. En la oficina.

—Pero, yo quiero decírtelo ahora que estamos aquí —se encogió de hombros—. Somos amigos, no siempre necesitamos la formalidad.

Tragó grueso.

—¿Qué trabajo tienes para mí?

—Llevar a Grace Darvis a los Golden Globes —mostró sus manos como si fuera algo obvio—. Su padre está hablando con diseñadores para que los preparen para la gala.

Su respuesta llega de manera tan inmediata, que no pudo procesar lo que estaba por decir.

—No.

Christopher alza una ceja.

—¿No?

—Ya tengo una cita —advirtió—. Nicole y yo iremos juntos.

—¿Por qué? —cuestionó—. No vale la pena que los vean juntos.

Se forzó a sonreír y empujar su incomodidad lejos.

—Vale la pena —aseguró—. Los dos estamos en una película juntos. Nos conviene promocionarla bien.

—Hay un problema con eso..., Ya acepté a Grace para ti.

Las comisuras de sus labios caen, Christopher es ahora el que sonríe de forma amplia.

—¿Cómo iba a rechazar tal oportunidad para ti? —dijo—. Su relación causó sensación en su momento, sería un excelente empujón para Unknown en las premiaciones si son vistos juntos de nuevo.

Tal vez sea cierto, que la publicidad sea buena. Grace se estaba ganando el reconocimiento del «Primer amor de América», y Soobin tocaba el estrellato, de nuevo, como un soltero codiciado. Tenía mucho sentido, volver a juntarlos.

Pero, cada vez que piensa en ella, no la soporta. No la odia, pero definitivamente era alguien que no ansiaba tener cerca.

—Lo siento, Christopher —suspiró y formó una expresión de tristeza—. Ya hice planes. Te prometo traer buena publicidad.

La sonrisa de su manager tiembla y lo observa relamer sus labios. Quiere subir el vidrio y crear alguna distancia entre ambos. Está comenzando a sudar de los nervios.

—Sí tú lo dices.

Se enderezó y colocó ambas manos en sus caderas. Soobin estaba a punto de poner en marcha el auto, tenía apoyado el pie del acelerador.

—Te dejaré tener tu cita —jadeó por lo bajo—. Confío en ti, Steve, en que pronto conseguirás una esposa —golpeó el techo del auto y lo señaló—. Mientras pasa el tiempo, las personas se preguntan como una cara tan guapa no ha conseguido una mujer. No dejes que piensen demasiado en eso.

Detesta cuando le habla así, dientes su corazón dar un vuelco. Cuando le daba ese tipo de mensajes encriptados, tenía la misma semejanza de un verdugo reconociendo tu identidad antes de cumplir con su trabajo.

Soobin puso el auto en marcha, tratando de no mirar por el retrovisor como Christopher lo despedía con la mano. Tampoco pudo sentirse tranquilo después, y condujo por varias calles, compró un paquete de cigarrillos y se detuvo en un mirador, a pocos kilómetros de su destino.

Se apoyó del capó y encendió un cigarro, la primera calada que dio relajó su cuerpo. Estuvo temblando y no podía acercar el fuego a la zona del tabaco.

Llevaba tiempo en una involuntaria dieta de sustancias, no tomaba alcohol y reducía su consumo de cigarrillos. Yeonjun ya no hacía ninguna de las dos cosas, por lo que pasar tanto tiempo juntos lo llevó a dejar de hacerlo con menos frecuencia.

Algo de satisfacción sentía por eso, que no le saliera bien las cosas a Christopher.

Soobin habría aceptado..., porque sabe que su excusa de «Actor dedicado al trabajo y no al amor» estaba perdiendo su caducidad. Ya con veintitrés años y sin un matrimonio, las personas empezaban a verlo como un hombre inestable. Sabe que es una obligación que deberá cumplir, el problema es que es Grace.

Christopher debía estar desesperado en hacer que su plan de casarlos funcionara, luego de que ella no consiguiera las nominaciones que esperaban. Ahora tenía al padre de ella encima, exigiéndole otro tipo de éxito.

Dio un par de caladas, antes de tirar el cigarrillo al suelo. El viento revolvía su cabello, y tuvo que sostenerlo con las manos para no seguir despeinándose.

Un raro pensamiento vino a su mente.

¿Era el conseguirle un matrimonio a Grace la única condición del trato de ellos? ¿Solo eso? ¿Christopher se ganó financiación por ser un casamentero?

Con esa duda en mente, Soobin decidió cobrar un favor.

En un restaurante discreto en Glendale, un par de días antes de la ceremonia, se pidió una hamburguesa en lo que llegaba la persona que esperaba; Elliot Ryde, un arreglador con el que tenía una alianza fuerte de muchos años.

Elliot tomó asiento en la mesa detrás de Soobin, llevaba un sombrero cubriéndole el cabello oscuro y ropa traje formal color crema.

—¿Tienes el dinero? —fue lo primero que escuchó detrás de su nuca.

—Todo lo que me pediste. —respondió discretamente mientras tomaba de su bebida gaseosa.

Hubo un pequeño silencio, y algo cayó en su regazo. Se mantuvo quieto, y esperó a reaccionar. Apenas había personas a su alegría, las cuales simplemente estaban concentradas en sus platos.

—Voy a necesitar más —frunció ligeramente el ceño, estaba a punto de pasarle el pago—. Cuando veas lo que te conseguí, entenderás porque duplicaré el precio.

Tragó grueso y asintió levemente.

—De acuerdo.

Observó a Elliot irse, y terminó su propia comida con velocidad. Pagando la cuenta y saliendo hacia su auto.

Lo primero que hizo al ingresar, fue romper el sobre amarillo que le entregó, y múltiples fotografías cayeron sobre el asiento. Soobin parpadeó perplejo, porque había pedido mucho menos.

Solo necesitó ver una, para saber que había conseguido más de lo que se imaginó. Condujo de vuelta a casa, y las dejó sobre la mesa del comedor, seccionándolas cada una hasta que logró organizarlas.

No se equivocó.

Christopher se estaba acostando con el padre de Grace. Las fotografías eran del mismo motel del que ya le conocía sus andanzas, y Elliot logró obtener acceso a las ventanas del lugar, también de los vehículos entrando. Pero una de las imágenes llamó su atención.

La localización era diferente, estaban en un mirador vacío, y el padre de Grace estaba entre las piernas de Christopher. Detrás de ellos, Soobin divisó un reflejo de un foco. Elliot también lo notó, porque había una polaroid exclusiva de esa zona. Otro fotógrafo los encontró antes.

Soobin lo piensa un poco más, mirándolo la fotografía con atención, rascando su nuca.

No, definitivamente, eso no era una casualidad. A Christopher no se le escapaba nada. Ese fotógrafo estaba allí por una razón.

Christopher, además de ser su amante, lo chantajeaba. Tal vez, era un plan de respaldo, y eso hace que las piezas conecten para él: la razón por la que Grace seguía bajo su mando, a pesar de que no le consiguió nominaciones.

Al minuto tiempo, no puede evitar tener la sensación de que quería ser encontrado por Elliot. Soobin conocía los lugares secretos de su manager, pero las poses y los ángulos, eran demasiado precisos.

Guardó nuevamente las fotos y las escondió en el colchón debajo de su cama.

 

 

 

La treceava ceremonia de los Globos de Oro se celebró en el Cocoanut Grove, y junto con su acompañante llegaron caracterizados de sus personajes. Nicole con un vestido plateado, largo y ceñido, con partículas de brillo que emitían destellos cuando las cámaras los fotografiaban, y el cabello suelto cepillado con las puntas hacia adentro. Soobin iba con un sencillo traje negro, sin corbata y con el cabello divido de lado, peinado hacia atrás. Sue le sombrío de forma sutil los ojos, por lo que ahora su mirada parecía más intensa.

En el interior del Hotel Ambassador, los condujeron en filas hacia la entrada del club, tenía dos niveles; uno dedicado bajo el techo, con mesas blancas y sillas rojas, lámparas tejidas con metal, y delgados pilares que terminaban en el techo. En el segundo nivel, al cruzar la entrada en forma de arco con escaleras de marfil, un amplio espacio con palmeras acompañando las mesas, el suelo era azul y contrataba con el pálido tono de la cerámica marrón de la pista de baile, que a pocos metros tenía el escenario con una banda tocando mientras entraban las estrellas, tenía el techo inclinado y el frente decorado con una tela celeste.

Ambos fueron ubicados apartados del escenario, y esa fue la primera indirecta de que no sería su noche. Cuando el primer mesero se acercó a dejar la cubeta de hielos y tomar su pedido, Nicole tiraba de la manga de su saco.

—Pide un Mai Tai para mí, por favor —susurró en su oído.

Miró al mesero y luego a ella, inseguro.

—¿Has tomado alcohol antes?

—Soy excelente —aseguró ella—, te lo prometo.

Soobin cumplió con su petición, y decidió tomarlo con ella. No pensaba beber esa noche, pero no se sentía confiando en dejarla probar un coctel tan fuerte, uno que ni siquiera era legal que pidiera por sí misma.

Llevó su mirada por el lugar, y no tuvo que analizar demasiado, para darse cuenta quién sería el ganador de la noche. Yeonjun estaba ubicado cerca del escenario, usaba de un traje gris que hacía ver su cabello más pálido y Odette reía a su lado, con un vestido verde que acentuaba sus mechones rubios.

Una ligera punzada de dolor impactó en su pecho, a estas alturas no debería afectarle si Yeonjun le ganaba de nuevo. Es decir, lo ha besado tantas veces que no tenía la posibilidad de seguir viéndolo como competencia. Pero, él desea ganar. No podía mentirse a sí mismo, ni esconder cuanto deseaba ese reconocimiento.

Las luces se apagaron, justo en el momento en que sus miradas se cruzaron. Y sintió anhelo de ser trasladado a su mesa. El acto musical de la noche inició, entre luces de colores, bailarines recorriendo el lugar, siguiendo el compás de la voz de Little Richard. Al momento en que empezaron a anunciar las categorías, Soobin estaba bastante aburrido masticando la cena de la noche; pavo al rey y un Manhattan frío, el cual Nicole le robó varios sorbos.

Adam James se encargó de presentar a la Mejor Actriz de comedia, y Soobin cruzó sus dedos debajo de la mesa esperando oír a Violet. Los deseos se le cumplieron, porque su nombre fue anunciado y ella subió al escenario sonriendo como una princesa en un amplio vestido azul.

Agradeció a su director, su coestrella, el manager, sus padres y luego se volvió a Soobin:

—También, quiero dedicarle este premio a la persona que me trajo aquí —le guiñó el ojo—. Eres mi mejor amigo, te quiero.

No pudo evitar aplaudir con orgullo, le generaba genuina felicidad verla ganar. Y un tanto de rechazo observar a Adam abrazarla y guiarla hacia el interior del escenario, sosteniéndole la cintura. Detesta a ese hombre. Estaba comprometido con Amy, y tocaba de ese modo a otra mujer en público.

Cuando David Owens anunció la categoría de Mejor Actor dramático, Soobin se esforzó por mantenerse sereno. Todo lo que tenía en su cabeza era la derrota que se avecinaba, y no se sentía por completo preparado para escucharlo. Entonces, ni su nombre ni el de Yeonjun fue mencionado, y una risa amarga salió de sus labios, aplaudiendo solo por educación.

Llevó su mirada a su coestrella, Yeonjun se encogió de hombros restándole importancia y Soobin trató de imitar su actitud, formando una leve sonrisa. Sage ganó como Mejor Actriz dramática y anunciaron una breve pausa musical, luego seguirían los premios para las reconocidas películas del año.

—Voy al baño. —susurró en el oído de Nicole, quién parecía muy entretenida mirando el espectáculo.

Sus pies se hundían en la alfombra, debajo de ella el piso no era solido si no que era arena. No se había percatado de ese detalle hasta que su caminata se volvió temblorosa. Subió los escalones y miró a ciegas a su alrededor, buscando un staff que lo guiara al baño. Encontró a una amable chica y siguió sus instrucciones. Al lado izquierdo del segundo nivel, hasta el fondo y se encontraría con un pasillo, dos pasos más y estaba la puerta que buscaba.

Parpadeó un par de veces para acostumbrarse al cambio de luz, era mucho más tenue y fría. Apoyó las manos del concreto del lavamanos, le habían creado una textura de piedra que raspaba sus palmas al presionarlas con fuerzas. La inyección de dolor en sus venas lo ayudó a recobrar la compostura, todo lo que escuchaba era el latido acelerado de su corazón. Abrió el grifó y observó el agua diluyéndose con su sangre.

¿Hasta qué punto es normal medir su valor por un premio? Cada derrota se sentía como un golpe en seco a la altura de su estómago, y una patada que lo enviaba hasta el fondo de la pirámide. Tal vez, hace mucho dejó de tener un lugar y no lo reconocía todavía. Y se odió a sí mismo por sentirse ligeramente aliviado porque Yeonjun tampoco había ganado, como si caer con él fuera mejor que verlo elevarse solo.

No puede sentir envidia de la persona que le gustaba, pero a veces no puede evitar verlo y entender porque le habían ofrecido un contrato. Era toda una estrella hecha persona.

La puerta abriéndose irrumpió sus pensamientos, y al girarse, todo lo que vio fue su cabecilla rubia avanzar con cautela.

—Perdimos —anunció, apoyándose del concreto—. ¿Estás bien?

Cerró el grifo y tomó un fajo de papeles para secarse las manos.

—De maravilla —respondió con un suspiro—. ¿Y tú?

—Es una lástima —admitió, ahora apoyando la espalda del mesón—. Jeff me hizo repetir tantas escenas. Quiero una compensación.

Se recostó a su lado, con los hombros caídos. Yeonjun siguió todos sus movimientos con la mirada.

—No creo que estés de maravilla.

No sabe porque el hecho de que lo note, hace que no pueda controlar la expresión de tristeza que tanto quiere evitar. Sus párpados caen y siente pesado el pecho.

—Quería ganar —confesó con timidez—. No me gusta perder.

—¿Sientes que perdiste hoy?

—Soy el perdedor de la noche, otra vez —dice fríamente—. Eso me hará perder trabajo.

Yeonjun se encogió de hombros.

—Buscaré una nueva película para los dos —afirmó—. Y tomaremos revancha.

Eso lo hace reír.

—No puedes ofrecerme una película solo porque perdí.

—Y tú no puedes pensar que no tendrás trabajos solo porque no ganaste un premio.

Baja su mirada al papel, el color pergamino se estaba tiñendo de rojo. Lo desechó y observó sus manos, tenía un ligero corte en la diestra y varios rasguños en los dedos.

—No somos como los demás, Yeonjun —pronunció con amargura—. Si no tenemos éxitos, somos reemplazables. Nuestro puesto no es seguro aquí.

Sintió la calidez de su mano sobre la suya, su pulgar ahora le acariciaba las heridas.

—¿Te sientes reemplazable ahora? —asintió levemente—. No lo eres para mí.

Soltó un bufido.

—Solo lo dices porque te agrado.

—Lo digo porque eres un excelente actor —respondió en bajo baja, casi para que solo él escuchara—. Y tus nominaciones no son por caridad. He visto tus películas, y algunas no han sido buenas, pero tu actuación es la que sobresale. Eso es lo que ven en ti. Lo que eres capaz de hacer en una película. Ganes o pierdas.

Le resulta tan extraño escucharlo diciéndole que era bueno, porque muy pocas veces ha sido felicitado de forma tan directa. Christopher siempre le decía que era bueno, pero no excelente, y lo creyó por mucho tiempo, era bueno mantener los pies sobre la tierra y no elevar tanto su ego.

—Las cosas no funcionan así —respondió con pesar—. Si no hacemos dinero, no somos suficientes. Si no ganamos un premio, estamos decayendo.

—Has perdido dos Globos de Oro y sigues siendo excelente en taquilla —afirmó y lo miró—. Yo creo que estarás bien.

No sabe si va a estar bien, pero sus ojos marrones suavizándose cuando se giró hacia él, le hacía creer que tal vez podría ser así.

—¿Por qué estás aquí? —susurró, inclinada para apoyar el mentón de su hombro—. No me consueles, también perdiste.

Yeonjun apartó por unos instantes, y apoyó las manos a cada lado del mesón, se sintió atrapado por un instante. Aún mantenía cabizbajo, y lo miró por debajo de sus pestañas.

—Porque esto te importa más que a mí, y me preocupan tus sentimientos —podría debatirlo, pero la forma en que la que sus manos se cerraron alrededor de su espalda lo distraían—. Y también porque soy terrible manteniéndome lejos de ti.

Cuando estaba a punto de besarlo, hacia una divertida expresión de ansias, como si estuviera sediento. Y Soobin está empezando a descubrir que siente una debilidad por cumplir sus deseos, no puede contenerse al inclinarse y darle lo que quiere con su boca.

Necesitaba eso, y le avergüenza pensar que un poco más que sus palabras. Cada vez que sus cuerpos chocaban entre sí, y la calidez de su boca lo envolvía, en un suspiro era capaz de desvanecer sus pesares. Ni en sus sueños más loco se imaginó que un hombre como Yeonjun podría hacerle sentir tan bien, y creer que con solo un beso podría reparar todo.

Así es como pudo regresar a su asiento, con los ánimos completamente renovados. Cuando Unknown ganó a Mejor película, estaba más que emocionado.

Tal vez valía la pena ser tan mal perdedor.

Chapter 25: Piedras

Chapter Text

En los Oscars, Soobin también perdió.

Tampoco tenía expectativas muy altas. 

La ceremonia se celebró en el Pantages Theatre, y todo lo que recuerda fue lo impresionado que estuvo por la estructura. No había que dejarse engañar por la facha sencilla del exterior, amplio, con diferentes boleterías distribuidas a cada lado de la puerta de entrada y ventanas encima, con una reja de motivos en bucles triangulares, una alta torre de la que se desprendía el cartel vertical donde estaba escrito «Pantages». Finalmente, abajo, en su cartera, presentaban los «28ª Academy Awards».

Al entrar, era una impresionante construcción sacada de un castillo de una familia real con el gusto más exquisito por el arte; los pilares se unían en un arco el techo, con candelabros en formas de trozos de vidrio alzados en medio de una figura de estrella que resaltaba entre los patrones cuadrados del techo, esculturas incrustadas de guardianes en las paredes, todo dorado, ocre y marrón y el techo y la escalera estaban cubiertos por una alfombra roja terciopelo. Después de perder, abandonó el teatro para sentarse en ellas.

Violet apareció a los pocos minutos, con el maquillaje corrido luego de perder el Oscar por Emma. Parecía una aristocrática llorando en su hombro, ahora que Christian Dior la convirtió en su musa.

—¿Por qué no estás triste? —cuestionó mientras se secaba los ojos con su chaqueta—. Perdiste tu primera nominación.

Soobin parpadeó sorprendido por su pregunta.

—Estoy triste.

—No lo pareces —frunció ligeramente sus cejas—. Ahora siento vergüenza de ser la única llorona.

Acarició con suavidad su cabello y negó.

—Siempre lo has sido —le lanzó una mirada de odio que lo hizo reír—. No puedo llorar ahora por esto. Necesito saber que haré con mi reputación.

—Tu reputación estará bien —su voz estaba rota, sonaba como constantes graznidos—. Mañana seré la burla. Una película de Jane Austin nunca pierde. Me van a llamar la mala suerte de los clásicos.

Soobin también se ha sentido la mala suerte de muchas producciones, por lo que comprendía sus sentimientos mejor que nadie.

—Aún no se ha terminado.

—Lo sé, pero quisiera que me entreguen rápido esa maldita estatuilla.

No tenía respuesta para ello..., también quería una, y que llegara tan pronto como fuese posible.

Lo extraño es que no se siente nada triste, al contrario, está contando los minutos en su mente para salir de allí. Ya resignó a estar en la fila cuatro de la pirámide.

Cuando la ceremonia termina y Mick, su chofer, deja a Nicole en su hogar y le pide que apresure el auto para llegar a Torrance Beach.

Porque aún ofendido, asqueado y deprimido por no ganar, llegar a casa después de un día largo era lo que verdaderamente le gustaba.

Yeonjun y él empezaron a turnarse en las casas del otro, una semana en Terrace Beach y la siguiente semana en Santa Monica. Los días que no podían verse, hacían una llamada sin falta a las nueve de la noche, y en los en que el rodaje del otro terminaba más tarde, dejaban un mensaje en el buzón. Se sentía como algo sagrado hablar antes de irse a dormir. Solo recurrían a las cartas en momentos muy específicos, al no ser un medio de comunicación tan seguro.

Los dos decidieron mantener la narrativa de su rivalidad, por lo que fingían estar peleados frente a las cámaras. Los reporteros escribían que no podían ni verse en pintura, y que declinaban ofertas de fiestas si el otro iba a estar, y «fuentes cercanas» afirmaban que discutían a gritos.

Después, Soobin tomaba esos periódicos y encendía la chimenea con ellos, a diferencia de la suya en casa, la de Yeonjun era de bloques de cemento pintado de crema y con unos pliegues esculpidos que le daban un aspecto elegante. Verla te daba la sensación de que estabas por hacer algo muy importante.

Y eso fue encender la televisión, sintonizando la CBS para ver la retransmisión de I Love Lucy, el programa favorito de Yeonjun. Estaba en la cocina preparando palomitas para verlo, y Soobin lo ayudaba a colocar los aperitivos.

—Cariño —todo el mes de marzo estaba probando llamarlo así, y siente su corazón revolotear cuando lo hace—. ¿Puedes ir arriba y traerme un suéter, por favor? Tengo frío.

Asintió, tomando el tazón de galletas de leche.

—Enseguida.

Cruzó el pasillo que separaba la cocina y la sala de estar, dejando las galletas en la mesa. Conocía el camino a las escaleras y subió al segundo piso. Pero, ese era el más confuso para él, tenía un montón de puertas de habitación para visitas, aunque nadie más que Yeonjun vivía ahí. Las paredes tenían un tapiz verde pastel con detalles en blanco, y fotos, en todas partes lo están, la gran mayoría de sus padres, era como un santuario a su familia.

Observó unas ampliadas en una mesa alta, a diferencia de las otras, estaban más desgastadas y algunas rotas, siendo sostenidas por marcos marrones trenzados. Todos tenían un cierto parecido a Yeonjun, por lo que confirmó su teoría al leer un pequeño grabado en la mesa, escrito en dos idiomas.

«En memoria de la Familia Choi, caídos del WWII».

Y los nombres de cada persona estaban escritos en vidrios oscuros, en caracteres coreanos. Se apartó un par de pasos, y colocó las manos a ambos lados de su cadera, haciendo una reverencia cómo antes observó a Yeonjun hacerlo cuando pasaban por allí, era su forma de brindarle respeto.

Continuó su camino, siguiendo con su búsqueda de la habitación principal. Pero, nuevamente algo más llamada su atención y es una puerta, resaltando entre las demás por sus manchas de pintura, en todas partes y especialmente el picaporte estaba tintado de un arcoíris desastroso.

Soobin, siendo la persona curiosa que es, y pensando que Yeonjun podría obtener mientras tanto algo más de calor de la parrilla, giró el picaporte y se introdujo a esa habitación, buscando a ciegas el botón para encender la luz.

Era amplia, con las paredes pintadas de un tono café que le daba un aspecto de madera clara, y el suelo tenía una alfombra amarillo mostaza, o algo parecido, porque muchos periódicos manchados de pinturas estaban esparcidos en diferentes zonas. Lienzos apoyados de las paredes, con un fuerte aroma a óleo que llenó de agua sus ojos. Un caballete pintado de negro estaba en una esquina, con un lienzo que apenas eran unas líneas de color, y mesas individuales que lo rodeaban con diferentes materiales. Al fondo estaba un balcón pequeño, con ventanales que empezaban en el techo y terminaban en el suelo. No tenía cortinas, y algo le decía que era para mantenerlo iluminado.

Avanzó, girando sobre sus pies para poder observar todo, del techo colgaban cuerdas para colgar ropa, excepto que tenían enganchadas hojas con dibujos. Había un sofá pequeño y un banco para subir los pies, los dos eran de un tono carmesí. Sus pies se dirigieron inevitablemente hacia un escritorio, donde se encontraba un bloc de dibujo rectangular, y algunos lápices de carboncillo.

Lo tomó entre sus manos, y lo abrió, cada página era un boceto diferente sin un orden en específico: montañas, el cielo, las siluetas de los edificios, personas sin rostro y cuerpos en diferentes posiciones, con muchas líneas guías. Estaba muy entretenido inspeccionando cada dibujo, evitando tanto como fuera posible tocarlos incluso al solo doblar las hojas, los dedos se le manchaban de gris.

A la mitad del cuaderno, los dibujos empezaron a ser cohesivos y no aleatorios, se repetía mucho una silueta delgada dando la espalda en diferentes fondos. Su vista se fijó mucho en dos personas que observaban un reloj y en la firma, estaba grabada la fecha, eso lo hizo regresar a las páginas anteriores y se percató que la identidad de la figura; era la suya.

Y fue allí donde los dibujos empezaron a mostrar su cara, Yeonjun utilizó tres hojas para practicar sus facciones. Y notó que tuvo una especial frustración con su nariz, y la forma de su mentón, pero logró superarla. Era como ver fotografías de sí mismo, haciendo múltiples expresiones que no se percató antes que hacía. Como elevar una esquina de su labio, o las arrugas que se le formaban en la barbilla.

Poco a poco llegó a las más recientes, y algunas eran suyas dormido, Yeonjun se añadía de manera muy leve, como un brazo rodeando su espalda, sus dedos presionándose en sus hoyuelos o una hoja especialmente hecha para sus manos entrelazadas encima de una cobija.

No pudo evitar jadear.

Una vez que ya no había dibujos, si no paginas vacías, estaba anonadado. Sentía su rostro caliente y el corazón le latía muy rápido en el pecho.

Dejó el cuaderno en su lugar, y retrocedió unos pasos. Cuando se giró finalmente, Yeonjun caminaba hacia la puerta y se apoyó del marco.

—Me perdí. —rápidamente dice Soobin.

Alzó una ceja.

—¿Entonces seguiste el camino amarillo?

Asintió con entusiasmo.

—Y no era el correcto.

Yeonjun mira al suelo y suelta una leve sonrisa, luego camina hacia él, observa su alrededor y luego al escritorio. Se percató que lo había movido. Lo señaló.

—¿Viste...?

—Sí.

Se llevó una palma a su mejilla, rascándola suavemente.

—Te prometo que no estoy obsesionado contigo.

—Estaría preocupado si fuera así. —aseguró.

—Me alegra que no lo estés.

Yeonjun quería enterrar su cara debajo de las piedras de su jardín, y quedarse escondido un buen rato. Soobin se inclinó hacia él, presionando sus cálidos labios justo en el medio de la curvatura se su cuello.

—Está bien —susurró su oído—. Yo sí estoy obsesionado contigo. Voy a buscar tu suéter.

Abandonó la habitación y se dirigió a la principal, con el corazón acelerado y una vergonzosa sonrisa en su cara que trató de ignorar cuando se topó con un espejo. Recogió un abrigo oscuro del armario, y caminó hacia el pasillo, encontrándose a Yeonjun esperándolo afuera.

Extendió la prenda hacia él.

—No voy a perderme de nuevo —aseguró, observando deslizaba la tela encima de su camisa.

—Solo quería apresurarte, ya está por comenzar —dijo, bajando su mirada y las mejillas sonrojadas.

Soobin tomó su mano, solo porque le encanta tener derecho de hacerlo.

—Entonces —tiró de él—. Ya no hagamos a Lucy esperar.

Cuando llegaron al primer piso, se dejaron caer encima del sofá. Era verde militar, grande, espacioso, con cojines tan grandes. Podían recoger los pies cómodamente.

La intro empieza, Yeonjun estaba a su lado, mordiendo las palomitas, tarareando el sonido del saxofón al final. Como en todos los episodios, Lucy tiene una idea nueva y va a comentarla a su esposo. Cuando Ricky se niega, ella hace todo lo posible para hacerlo cambiar de opinión.

Es ahí, donde deja caer la mejilla en su hombro. Como en un efecto dominó, se deslizan y la espalda de Soobin toca el cojín, y Yeonjun está en su brazo. No sabe cómo a los minutos terminó en su pecho. Y a mitad de capitulo, sentía su camisa humedecerse porque se había quedado dormido.

Pensaría en apagar el televisor y evitarle una jaqueca, en cambio, se esfuerza en terminar el episodio y recordar los detalles destacados. Especialmente como se resolvió el conflicto. Enreda sus dedos en aquellos cabellos dorados como destellos del sol, y lo escucha suspirar en el momento en que estuvo próximo a la coronilla. Le gusta ahí.

Hace demasiado calor, y su peso le entumeció el brazo. Ni siquiera piensa en como eso es incómodo. Perdió el Oscar. La seriedad que obtuvo con esa nominación puede flaquear. Y aun así, es lo más cerca del cielo que ha estado, con alguien aferrado a él en su momento más vulnerable. Yeonjun tal vez lo sabía, que haría lo que sea para que esté a salvo. Incluso si eso implica dejar de hacer todo en su vida cotidiana, y quedarse para siempre allí, solo para dejarlo descansar.

Y en como cuando despierta, una hora después, restriega la mejilla contra su pecho, y se arrastra como todo un perezoso por su cuerpo, besa su mejilla, el cuello y el mentón y sonríe cómo si acabara de encontrar lo que estaba necesitando.

Lucy no le puede importar menos, pero hizo que tuviera grabado en el corazón que exista alguien que piensa en él a despertar, y esté tan aliviado de encontrarlo a su lado.

 

 

Older terminó de firmarse la primera semana de abril, interpretaba a un asesino de doble personalidad, que descubría propias acciones y escapaba de la justicia quitándose la vida. No era una escena que se proyectaría tan grafica; había una norma que debían seguir. Sin embargo, resbaló por la viscosidad tan densa de la sangre falsa y todo su cuerpo terminó empapado de esa sustancia.

Se contuvo de pedir ayuda extra. Carl fue muy claro con él sobre mantenerse como el empleado del año. Conformándose con la única toalla que le prestaron, la frotó en sus brazos, cuello y parte de su cara.

Estaba caminando por los pasillos del estudio, llegando a la conclusión de que todo era mucho más grande que Halleys. Hace más de cinco minutos que estaba intentando encontrar su camerino y solo veía las mismas puertas, llegando a la conclusión de que nunca se movió del mismo punto.

Al darse la vuelta, un chillido lo asustó.

—¡Oh, tú!

Grace Darvis estaba frente a él, vestida como una monja.

Muy en el fondo de su cabeza, pensaba que ella era bastante aterradora, por lo que su disfraz enmarcaba los puntos que más lo asustaban: Las cejas fruncidas y esos ojos muy abiertos.

—Hola, Grace —intentó pronunciar en el tono más calmado que logró formular—. ¿Has estado bien?

—Estás lleno de sangre —cubrió parte de su rostro con las manos.

—Lo sé —tomó un poco de la sustancia entre sus manos y la señaló—. Es sirope de fresa con tinte rojo. No sangre realmente.

—Eso explica porque hueles a pastel.

Asintió, un poco incómodo.

—Más o menos.

La observó quitarse el gorro, observándolo a detalle, era un disfraz de novicia. El cabello cayó en cascadas rubias sobre sus hombros, como una tela pálida y brillante. Y algo familiar se presionó en su pecho.

Eran celos.

Estar en rehabilitación lo ayudó a entender varios de sus pensamientos; la necesidad de cercanía hacia Soobin y todo lo que le producía no era más que deseo de estar con él, tenía sentimientos que resultaron aterradores de reconocer. Y lo miserable que estuvo cuando vio las noticias de su posible compromiso, no eran más que el dolor de perder una oportunidad que no estaba seguro de tener.

Y que cada vez que veía a Grace con él, en el pasado, esa incomodidad y malestar, eran celos. Porque ella era una mujer. Estuvieron considerando ir al altar.

Soobin nunca habla sobre eso, y lo agradece. No le haría demasiado bien conocer los detalles, y volver a caer en la conclusión de que en algún momento él podría conseguir una esposa, y seguir siendo normal.

Yeonjun también haría lo mismo.

Sus padres jamás lo aceptarán. Es el primogénito e hijo único, tiene que cumplir con lo que estaba destinado para él. No podría decepcionarlos.

Aún si...

Las cosas con Soobin estaban resultando tan bien, lo suficiente para no poder evitar desear que no encuentre alguna chica lo bastante buena para casarse, y vivir lo que tenían un rato más.

Porque él estaba sintiendo que no era capaz de ver a nadie más. Una gran diferencia que tenia de su padre, tal vez.

—Lo siento.

La voz lastimera de ella lo hace parpadear.

—¿Uh?

Bajó su mirada al suelo y se abrazó a sí misma.

—Perdóname, Daniel —repitió aún más dolida—. Seguro piensas que soy horrible. No sabes lo que me pesa esto en el corazón.

Debe parecer muy consternado, porque Grace suelta otro quejido.

—Entiendo que me veas como un monstruo —gimió—. Pero, tuve mis razones. Todos tenemos motivos para hacer las cosas que hacemos.

Parpadeó.

—Disculpa —la interrumpió, y rascó su nuca—. Entiendo que tuvieras tus razones, y que esto te pese en el corazón. Realmente no pienso que seas horrible... —su expresión se suavizó, pareciendo aliviada por un instante— Pero, tampoco entiendo lo que estás diciéndome.

Grace lo miró perpleja.

—¿Stev no te lo dijo...?

Su mención le hace doler el estómago.

—¿Decirme qué?

La chica soltó un sonido, que no pudo identificar si era una risa o algo similar a un globo perdiendo aire.

—Dios, pensé que... —se interrumpió y lo miró, y fue un poco aterrador notar como el brillo de sus ojos cambió—. Pensé que Steve te dijo la verdad.

—¿La verdad sobre qué?

Grace se acerca a él a pasos lentos, cada uno desesperándolo más que el anterior.

—Mi padre canceló tu proyecto para financiar la carrera de Steve y la mía, por nuestro compromiso—pronunció en voz baja y sus ojos se abrieron de par en par—. Yo me negué rotundamente, pero mi padre nunca toma en cuenta mi opinión. Pensé que Steve te lo dijo, y que me odiabas.

Yeonjun retrocedió un par de pasos, solo atinó a decir;

—¿Steve lo sabe?

Grace asintió, apenada.

—Sí, lo sabe —afirmó—. Por eso me dejó, una vez que el dinero ya estaba en manos de Christopher —se pasó un mechón de pelo por la oreja—. Ya no me necesitaba.

Miró a su alrededor, tratando de encontrar una respuesta coherente. Su mente era un completo caos. Por supuesto, no debía analizarlo demasiado, Christopher tomó venganza porque no cumplió con su palabra. Yeonjun le prometió un ascenso, pero todo su descontrol arruinó los negocios. No dudó en cobrar el favor como sea.

Acaba de entender que subestimó a Christopher. No se imaginó que llegaría tan lejos, pero más era los elementos. Grace. Soobin. Matrimonio.

Algo no le terminaba de cerrar. Ellos empezaron a salir mucho antes de todo, ¿cómo iba a saber Christopher la forma en que Yeonjun iba a reaccionar al respecto?

¿Por qué Soobin le ocultaría algo así? Si se supone que ellos... Bueno, estar juntos no los exime de tener secretos, pero no podía evitar tener una pizca de esperanza de que las cosas no eran de la manera en que Grace lo expresaba.

Yeonjun solo podía creer en la mitad de las cosas que las personas del medio le decían, pero, ¿por qué quería tanto que Soobin fuera inocente?

Chapter 26: Autonomía

Chapter Text

 

Cuando llegó a casa, tomó dos duchas para sacarse la sangre falsa del cuerpo, y de todos los lugares donde aún quedó adherida. Para cuando salió del baño, parecía una escena del crimen con olor a Red Velvet.

Llamó a un servicio de limpiezas para que se ocupara del desastre, pasarían al día siguiente por su departamento para resolverlo. Era una gran ventaja que ya no tuviera grabaciones a primera hora de la mañana, si no tendría que esperar al chofer para el viaje de dos horas de West Hollywood a Santa Monica solo para darse una ducha.

Extraña tener su licencia y poder conducir, era raro para él depender de un chofer. Incluso visitar a Soobin era muy arriesgado. Los dos días en que había paparazzi eran los peores, porque no había manera de regresar, doblaba hacia la playa y subía por el muro que la separaba del jardín. Ya había una mesa del otro lado para su aterrizaje.

En sus anteriores relaciones si tuvo escapadas nocturnas similares: los parques, a bares donde fingía tener más edad. Pero, su riesgo solo era ser atrapado, mientras que las chicas que lo acompañaban peligraba su reputación. Ahora estaba en esa misma posición, si alguien sabía que se escabullía en la casa de un hombre, todo acabaría para ambos.

El teléfono sonó, acabando con el silencio de la habitación. Estaba recostado en el sofá, tratando de organizar sus ideas mientras se frotaba el cabello con una toalla. Antes, ese sonido le aceleraba el corazón. En ese momento le produjo pesadez.

Estiró su brazo y tomó el audífono del teléfono, colocando en su oído.

—¿Diga?

—Soy yo.

Soltó un suspiro al escucharlo. Sabía que era él, nadie más lo llamaba a esa hora, usando esa voz tan suave.

—Sé que eres tú —le echó un vistazo al reloj y añadió en un tono burlón—. Llamaste diez minutos tarde.

—Lo siento —lo pronunció de forma tan apenada, que se arrepintió de bromear de ese modo—. Me ofrecieron un papel para ser un duque. Christopher y yo estuvimos discutiendo toda la tarde. No quiere aceptarlo. Pero yo confío en que puede ser un éxito.

Lo menos que quería era escuchar el nombre de su manager tan pronto. Aclaró su garganta.

—¿Un duque? —lo escuchó decir «Lo sé»—. Podría ser bueno para ti.

—Van a ser semanas rigurosas de filmación. El director quiere proponerla como candidata a los Oscar —narró con suma emoción en su voz—. Por lo que va a estrenarla antes de que termine el año y esté en los meses elegible.

—Es un proyecto igual de ambicioso que tú —repitió un «Lo sé» aún más emocionado, eso le robó una sonrisa, se contuvo de embozarla—. No dejes que te lo quiten. Estoy seguro que es algo bueno para ti.

—Ya repetiste eso. —soltó una risa ligera.

—¿Lo hice? —afirmó— Lo siento. Creo que estoy algo cansado.

—¿Estuvo todo bien en el set?

—Algo así —suspiró—. Parece que en mi baño hubo una masacre de pomarrosas.

—Me gustan las pomarrosas —admitió con timidez.

Se giró sobre el sofá, aprisionando el audífono contra su oído y el brazo.

—¿Es todo lo que hiciste hoy?

También descubrí que me ocultas algo, pensó y dudó en decirlo de esa manera.

No sabía cómo tocar el tema o cual sería el mejor modo. Siempre ha sido directo con las cosas que necesita una respuesta, pero estaba costándole más trabajo ese en especial. Quizás porque estaba preocupado sobre su veracidad.

En realidad, no sabría qué hacer si era real.

—¿Cariño?

Apretó sus labios.

—Estoy aquí.

—¿Tienes sueño? —preguntó—. Creí que dormías.

—Estoy pensando en algo.

—Ah, ¿sí?  —lo escuchó moverse, probablemente estaba en el suelo y estiraba sus piernas—. ¿En qué?

Inhaló aire y lo soltó.

—En todo el tiempo que nos conocemos...—empezó—, y hemos estado...Ya sabes, juntos —se rascó la nuca—. ¿Hay algo que me hayas ocultado?

Hubo un largo silencio, ni siquiera podía escuchar su respiración. Soobin apegaba demasiado el teléfono a su cara, por lo que su voz se mezclaba con mucho aire.

—Sí.

Jadeó.

—¿Qué es lo que me escondes?

—Yo..., bueno —lo escuchó balbucear es que..., digo yo... pues..., antes de finalmente decir—. Hice algo malo antes de que nos hiciéramos amigos. ¡Aún no sabía...todo lo que sé ahora! Pero, sí, estaba muy envidioso sobre ti...—titubeó—. Sigo estándolo un poco, pero no para repetir esas acciones. Estoy hablando mucho. Lo siento, no llego al punto. La verdad es que inventé rumores sobre ti, para hacerme lucir mejor cuando grabábamos Unknown. Pero, al final me ayudaste con esas citas dobles y...., nunca lo hice de nuevo. Lo juro. Me sentí mal por meses porque me comporté como un patán, mientras estabas siendo muy lindo conmigo.

El audífono se le resbaló de las manos, y lo escuchó caer en el suelo.

Yeonjun rodó sobre el sofá, apoyando las manos en la alfombra para recogerlo, sintiendo sus orejas calientes.

—Yo...

No podía formar una oración de la conmoción, definitivamente no se esperó eso.

—¿Estás enfadado? —pronunció casi en un susurro— Perdóname. ¿Puedo ir a verte? Te lo explicaré todo mejor...

—Soobin, eres un idiota.

—¡Lo sé!

Estuvo a punto de añadir algo más, pero lo interrumpió:

—Pero, no estaba preguntando por eso.

—Oh...

Se llevó las manos a la cara y empujó sus mechones hacia atrás.

—¿Estás molesto? —preguntó con cautela.

—¿Sí? —titubeó— ¿o no? —apoyó una de sus manos en las rodillas para sostenerse la cabeza—. Ni siquiera sé que decirte.... No te pregunté para saber eso. Quería que me respondieras lo del padre de Grace financiando la carrera de ella y la tuya, con el dinero que iba para mi empresa.

Nuevamente un silencio. Estaba empezando a detestar cuando se quedaba callado, porque luego lo que dejaba salir era mucho peor.

—¿Lo sabías? —preguntó, en un tono severo.

Lo escuchó tragar saliva.

—Pero... —osciló—, no está financiando mi carrera. Ese hombre me detesta. Lo último que haría es darme un centavo.

—Soobin —lo interrumpió—. ¿Lo sabías o no?

—Sí —apretó sus ojos—. Lo sabía.

Tuvo el leve deseo de terminar la llamada en ese momento. Tenía punzadas en su cabeza y ya no podía soportar otro segundo más de esa conversación.

—¿Hace cuánto lo sabías? —dijo, en cambio.

—Una semana antes de que fueras a rehabilitación...

—¿Lo sabías hace tanto tiempo y nunca me lo contaste? —estaba añadiendo algo, pero decidió interrumpirlo.

—Yeonjun, yo...

—Responde. —espetó.

Soltó un suspiro.

—No, no te lo conté. Pero es porque... —lo único que se escuchó fue el sonido de como inhaló aire, como si aquel le faltara—. Porque no sabía cómo decírtelo.

—Pudiste empezar mencionándolo.

—No es tan sencillo —explicó—. Quién te haya contado que soy parte de la financiación, está mintiendo. Investigaré sobre eso, y en caso de que lo sea. Te devolveré todo...

—Eso no es lo que estoy...

—No quiero que me odies por esto.

—Soobin, yo no podría...

Yeonjun miró perplejo el audífono en sus manos, y como se desprendía el zumbido de una llamada finalizada.

Dejó caer su cabeza en medio de las rodillas.

 

 

 

Por cuatro días enteros, Soobin no sabía realmente que estaba haciendo. Tenía una sola cosa en mente y era arreglar lo hizo.

No durmió toda una noche pensando en todo tipo de planes y posibilidades, hasta que su mente conectó al amanecer una teoría que tuvo sentido en muchas maneras. Cuando el cartero llegó; le encargó un sobre pequeño con unas simples palabras que se cumplirían al día siguiente.

En una cafetería discreta, ella apareció confundida al verlo después del desenlace de su última conversación, y Soobin empujó el deseo de decirle muchas más cosas lejos.

—Hola Grace.

Se veía igual que siempre, pero mucho más delgada y con los pómulos hundidos.

—Hola, Steve —la escuchó suspirar—. No creo que quieras verme por algo bueno.

—Tienes muy mala imagen sobre mí. —respondió tomando un poco de agua.

—Me dijiste que me fuera al diablo y que estabas agradecido de no tener que lidiar conmigo nunca más.

Apretó los labios y ladeó su cabeza.

—Mmm, creo que solo me retracto lo del diablo.

Grace se deshizo el moño del cabello y se lo ató en una coleta.

—¿Qué quieres? —preguntó, colocando los codos sobre la mesa.

Deslizó un sobre encima de la mesa.

—Alguien me llamó y me ofreció eso —explicó mientras la veía abrirlo.

Revisó su contenido en silencio, inhalando aire y dejándolo salir de manera irregular. Y lo miró, con rabia y tristeza, su nariz estaba enrojecida.

—¿Quién te dio esto?

—Alguien del que me aseguré que no tuviera más copias —tomó un sorbo de su café, con tranquilidad.

—No te creo.

Soobin se encogió de hombros.

—No te habría citado por algo falso.

—Este no es...

—Foto cinco —la interrumpió, señalando el sobre—. Ahí se ve claramente que es tu padre. Foto ocho es su auto.

Grace miró las imágenes indicadas, y sus ojos se abrieron de par en par. Soobin tenía razón, era su padre teniendo una aventura con Christopher.

La chica enterró el rostro dentro de sus manos.

—¿Cómo te atreves a chantajearme con esto?

—No he dicho ni una sola palabra sobre chantaje —la corrige—. No he mencionado que yo quiera algo de esto.

—Pero, lo quieres, ¿no? —dice con ironía— No vas a dejar pasar esto. No hay manera de que lo hagas después de lo que yo...hice.

Soobin se encoge de hombros.

—Si tu cargo de conciencia dice que me debes algo, hazle caso —su tono es indiferente—. Yo pagué para que no salieran y las estoy entregando de manera limpia. Te detesto, pero no soy horrible para arruinar tu vida así.

El labio de Grace empezó a temblar.

—Puedes quemarlas y olvidarte de esto, porque no existen más copias —aseguró—. O, responder mi pregunta.

Se removió incomoda.

—¿Cuál es?

—¿El dinero que tu padre le dio a Christopher para tu carrera —hizo una breve pausa—, también era por la mía?

Algo pareció hacer «click» en ella, sus ojos brillaron de forma curiosa.

—¿Daniel te dijo que hablamos?

Bingo.

—¿Eso es un sí?

Miró hacia el pasillo por un momento y luego a él.

—¿No has pensado en que esto fuera un truco también? —dijo en un tono burlón—. Y caíste redondo. Nunca me imaginé que pudieras caer tan bajo por Daniel.

—Qué los planes de mi malévolo manager involucren a Daniel, no tiene nada que ver con lo que estoy haciendo ahora —respondió de forma calmada—. Estoy descifrando su insistencia de emparejarme contigo. Y creo que di en el blanco.

—Entonces —titubeó—, si vas a chantajearme.

Dejó caer su espalda en la silla y se encogió de hombros.

—Estoy dejándote en las manos la oportunidad de terminar con esto —afirmó—. Si también piensas que esto es una locura como yo.

La observó dudar, jugando con el vaso de agua en sus manos y luego negar.

—Creo que un día vas a necesitar de mí —pronunció con voz serena—. Y solo por eso, voy a aceptar esto.

Soobin decidió no darles muchas vueltas a sus palabras, y entrar directamente a lo que le interesaba. Fue así como Grace llevó esas fotos a casa, y se las enseñó a su padre, usando sus grandes dotes de actuación para convencerlo de que estaba siendo chantajeada y cada día le llegaba una foto nueva.

Por supuesto, Greg dará lo que sea para borrar esas imágenes de la faz de la tierra. Su plan no tenía fallos.

Pero, no pudo evitar que, al salir del restaurante, apoyarse del volante de su auto y pensar en lo que estaba haciendo.  Tal vez era la euforia del momento, la gran espera de los resultados de la parte de Grace. O la ansiedad que sentía de no poder pensar en otros métodos para resolver la situación, más que usar todas las herramientas que tenía.

No debería meterse en los asuntos de Christopher..., va a salir perdiendo.

Solo por una vez, no quiere pensar en si mismo, o en su manager. Si no, en la única persona que no merecía estar en el ojo de su huracán. No se atrevía a llamar a Yeonjun, era impensable para él mirarlo a la cara de ese modo.

En uno de esos días de tomar decisiones que nunca consideraría por su seguridad, Soobin se apareció en su oficina a primera hora del jueves, y se plantó frente a su enorme escritorio. Su manager vestía de negro, mientras que él usaba un suéter anaranjado.

—Vas a aceptar el papel de The Crown para mí.

Se quitó las gruesas gafas que utilizaba ese día y lo miró con diversión.

—¿No vas a decirme, al menos, buenos días?

—Quiero The Crown —repitió fríamente—. Voy a ganar el Oscar. Así que, acéptame el papel. No voy a aceptar un no por respuesta.

—¿Y también quieres volar? —bufó—. Steve, nadie quiere ver un Duque europeo interpretado por un chino...

—Soy coreano —lo interrumpió—. Y van a hacerlo. Voy a arrasar en taquilla.

Lo miró fijamente por unos segundos, de la manera en que sintió su cuerpo estremecerse y no de frío, algo similar a un mareo de asco.

—Es un no.

Soobin soltó el sonido de una risa contenida y asintió.

—De acuerdo —retrocedió un par de pasos—. Aceptaré y haré la película. Te enviaré un cheque de compensación con lo que me gane en ella.

Christopher parpadeó perplejo.

—Tienes muchas agallas si crees que desobedeciendo solo vas a pagar unos cuantos miles —pronunció con aburrimiento—. ¿Crees que no pueden ponerte en la lista negra si así les place? No tienes ni idea de lo que estás haciendo.

Mil novecientos cincuenta y seis estaba arrancando con la voracidad de la Lista Negra, causando desconcierto. Desde la Guerra Fría, era un secreto a voces que no se le permitiría un lugar en la industria aquellos simpatizantes comunistas.

Sin embargo, múltiples nombres entraron en ella por acusaciones sin fundamento, lo que estaba provocando gran preocupación sobre una posible censura controlada. Lo cual, era cierto; si no encajabas con lo que las reglas, podían borrarte con facilidad.

Avanza hacia el escritorio y apoya las manos en esta, inclinándose. Toma por sorpresa a Christopher por la manera en que echó por instinto la espalda hacia atrás.

—En ese caso —emboza una sonrisa lateral sus labios—. Asegúrate de no perder tu pieza más importante. Porque yo haré la película les guste o no.

Si las miradas hablaran, la que Soobin le dedicó en ese momento añadiría a en un tono burlón: «Si hay algo que te encante más que el dinero, soy yo, y deberías preocuparte porque ahora lo entiendo».

Retrocedió en silencio, y abandonó la oficina sin mirar atrás. Con la frente en alto cruzó el pasillo recóndito, y llegó al vestíbulo de las escaleras. Sus piernas se volvieron temblorosas.

Tal vez perdió el aire antes de llegar al primer piso, y recuerda vomitar detrás del edificio. Pero, cuando recuperó la compostura, se sintió satisfecho de lo que hizo.

Probablemente arruiné mi vida en este momento, pensó, o logré tomar una decisión por mí mismo.

Cuando llegó a casa, alrededor de las siete de la noche, encontró un grueso sobre atorado en la rendija de la puerta. Lo tomó entre sus manos y lo rompió con ayuda de las tijeras que tenía en el recibidor, junto con todos los materiales que ocupaba para abrir cartas.

Estaba un cheque firmado a nombre de Grace, con una nota que decía en una elegante caligrafía «Es lo menos que puedo hacer».

Soobin le sugirió a Grace quedarse con la mitad dinero del chantaje. Se lo había ganado por su participación, al final del día se lo iba a reconocer. También como compensación por la gran decepción de conocer la otra cara de su padre, no era explicita, pero el poco tiempo que convivieron en pareja le otorgó la certeza de que ella no estaba para nada feliz con lo que sabía.

Y un leve pensamiento pasó por la mente: puede que no hiciera eso con la intención de ser justa, sino porque sus padres no le permitirían tener tanto dinero para sí misma.

No importa cuál sea la realidad, Soobin guardó el cheque y decidió olvidarse de ella.

Chapter 27: Ahora lo sabes

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El miércoles por la mañana, Yeonjun recibió una carta de su madre. El fin de semana anterior visitó Muskegon con su padre, le contó que caminaron de la mano por el lago y que el atardecer fue muy bonito. Por ello, decidió comprar esa fotografía del popular faro color rojo cereza, en el extremo del muelle y unas impresionantes olas rodeándolo. Detrás de ella, le describió los detalles que recopiló en vivo de la vista, pidiéndole que haga una bonita pintura de ellos.

Por supuesto, quiso trabajar de inmediato en el cuadro, pero el resto de la semana estuvo haciendo entrevistas y realizó una sesión de fotos con estilo veraniego. Una de las imágenes debía mostrar el torso con la camiseta abierta, por lo que no le permitieron comer correctamente ese día para evitar que su estómago se inflamase. Tenía bien trabajado el abdomen, y no le vio mucho sentido a ello, pero no podía quejarse. Llegó a casa débil y enfermo, llamando a su jefe para que le enviara algo con que alimentarse.

Tal vez, si llamaba a Soobin, le habría preparado algo, y se quedaría con él. Pero, no tenía fuerzas para salir de la cama y menos para enfrentarlo. Aún no estaba listo para esa conversación, o que deberían decirse.

Estaba molesto porque no le había contado lo que pasó, también había una pizca por sus artimañas a pesar de que ya tenía sospechas. Soobin no era el más discreto, y hacías planes tan desordenados, que solo generaba más indignación en él.

¿Cómo alguien tan torpe podía esconder algo tan bien? ¿Y qué otra cosa sabía que no estaban en su conocimiento?

Lo irónico es que solo estaba molesto por no contárselo. No logra sentirse traicionado, más enfadado o indignado. Más que nada, estaba herido por la forma en que se lo escondió tan bien y de parte de quien se enteró. Porque ahora todo lo que pasa por su mente, es como la boda de Soobin y Grace casi se pagó con su dinero.

Eso le hacía hervir un poco más la sangre.

Por ello, cuando su cuerpo se recuperó el sábado, se encerró en su habitación de arte, con suficientes guarniciones para no tener que salir al exterior más que al baño. Y a todo volumen su maleta tocadiscos, una caja aterciopelada donde reproducía los vinilos que le gustaba escuchar mientras pintaba.

Cuando toma asiento frente a su lienzo, es como si regresara a su niñez, al lado de su tía Soohyun, quién era una excelente pintora en óleo y lo regañaba por la manera en que mezclaba los colores. Las formulas eran las mismas, pero no los pasos. Aún con años de práctica, seguía confundiéndose y utilizando la mala combinación para otras áreas.

A veces, se pregunta si es aquella la forma en la que vive. Sabía lo que tenía que hacer, pero no dejaba de confundirse y usar sus errores como improvisaciones que de alguna manera funcionaban. Todo el trabajo que hizo en años lo había perdido por una mala decisión, y ahora intentaba levantarse con una carrera que nunca se decidía que tanto le gustaba, o disgustaba.

No creía lograr la mitad de la riqueza que tenía si se dedicaba al arte, pero probablemente habría tenido una vida donde no se preocupara por la opinión ajena, o quién lo seguía al volver a casa. Es impresionante como una vida de incógnito era más atractiva, que una vida de lujos y siendo observado constantemente.

Piensa en ello, en una pequeña casa de Michigan cerca de sus padres. Estaría casado, no sabe si estaría en camino un bebé. Es cómodo, es cálido. Todos están felices. No estarían tan acomodados, pero habría apoyo.

Y si lo piensa un poco más, durante las noches, verían alguna película que estarían re transmitiendo por la televisión. Sería The Leon and the Boy, y cuando viera a un Soobin de diecinueve años en la pantalla, pensaría en lo genial que es, como alguien igual a él llegó tan lejos. No se le pasaría por la mente conocer como saben sus labios, o que duerme con ellos abiertos. Por alguna razón, se vuelve la fantasía más fría que ha tenido, y ya no le gusta.

¿Desde cuándo un mundo donde nada de lo que pasó entre Soobin y él, era el peor escenario posible? Más cercano a una pesadilla. Le generaba un vacío terrible.

También, puede ser culpa de Jo Stafford con su melancólica «The Thing We Did The Last Summer», que estaba provocandole pesados latidos.  O que el óleo que llevaba aspirando por más de treinta horas le estuviera afectando. Se decidió que era lo segundo, al levantarse del banco y estirar brevemente sus extremidades acalambradas de estar en la misma posición por tanto tiempo.

Caminó hacia los ventanales, empujando del picaporte para abrirlas, recibiendo la afable brisa nocturna en su rostro. No podía negarlo, aire fresco era lo que necesitaba en sus pulmones. Ajustó una piedra que tenía para sostener las puertas en días de mucho viento, y evitar que se arrastren por cuenta propia.

Al volver al interior, pisando con fuerza los periódicos, se topó una escena sacada de una película de Douglas Sirk.

Soobin estaba de pie en la entrada, con el suéter negro cubierto de sudor y parte del cabello empapado mientras se quitaba su gorra gris oscuro. Respiraba de forma irregular, por la manera en que era visible la agitación de su pecho y el sonrojo en sus mejillas. Jo Stafford cantaba: «¿cómo pudo un amor que parecía tan correcto, salir tan mal?» en el fondo.

Era todo un espectáculo.

Yeonjun avanzó por completo al interior, moviendo de forma nerviosa un pincel que empapaba sus dedos de pintura azul.

—¿Qué haces...?

—Escúchame —lo interrumpió, sin aire. Se apoyaba del marco de la puerta para recuperarse—. No hables, necesito que me escuches.

—No dije nada...

Alzó una mano para pedirle que se detuviese.

—Por favor.

Lo interrumpió de nuevo, y era obscena la cantidad de veces en que lo ha hecho en una semana. Tal vez por eso no le contó lo ocurrido en un primer lugar, nunca permitían que el otro terminara una oración.

Yeonjun dejó caer sus hombros, rindiéndose. Apaga el reproductor y camina hacia el banco para tomar asiento. Hizo un ademan con las manos, indicándole que podía continuar.

—Gracias.

Soobin despegó la mano del marco y avanzó un par de pasos dudosos, sin alejarse demasiado de la entrada. Todo lo que notó fue como sus pies descalzos empezaron a teñirse de amarillo.

—Sé que no fue lo más inteligente de mi parte no contarte algo, que era tan importante para ti —hablaba entre jadeos, quisiera pedirle que se detuviese y respirase, pero sabe cómo será el resultado—. No quise..., en serio, no estaba escondiendo eso de ti. Tontamente no encontré un buen momento para hablar de ese tema.

Se pasó una mano por el cabello y lo lanzó hacia atrás, parecía tan nervioso que arregló su peinado por unos segundos, quedando exactamente igual al final.

—La verdad es que...—titubeó y soltó un jadeo—. No se la razón por la que Christopher hizo todo eso..., es decir, si lo sé. Siempre ha querido ascender y no le importa las cosas que debe hacer para conseguirlo. Se estaba acostando con el padre de Grace, eso debería responderte muchas dudas...

Sus ojos se abren de par en par.

—Oh, bueno, claro, es impactante. Ush, es que —se rascó la nuca—. La verdad es que estuvo presionándome para casarme con Grace, porque tenía un trato con su padre. Lo logró, es decir..., estaban teniendo sexo. Pero, yo no acepté nada de eso. En realidad, ha sido un terrible momento para mí.

Lo observa dudar, jugar con la gorra en sus manos. La aprieta tanto que comienza a deformarse.

—Cuando te dije que Sage comentó sobre nuestra amistad de ese entonces, no te dije toda la verdad —admitió bajando la mirada—. Grace me intimidó, a su modo, sobre eso. Es por eso que comenzamos a salir. No quería que ella pensara, ni divulgara nada que no era completamente real. Tenía sentimientos no reconocidos por ti y estaba asustado de sentir eso. Fue una decisión estúpida. Solo estaba haciendo cosas estúpidas para no aceptarlo.

Sus miradas se juntan, y tiene la expresión más sincera que le ha conocido. Eso lo entristece más que aliviarlo.

—Siempre he luchado con no pensar que puedo ser homosexual como Christopher —confiesa con una voz rota—. Él siempre me dice que sabe lo que soy. Y Grace me confesó que todo esto lo estaba usando, porque sabía que en mi pánico para que pensaran diferente sobre quién soy, haría que yo aceptase estar con ella.

Tomó aire y lo soltó, agitando su cabeza como si se diera permiso a sí mismo para seguir.

— Solo quiero decirte, que nada de lo que pasó lo planeé yo. Quería sacarte de mi cabeza, y por eso estuve con Grace. Pensé que la vida de una pareja cotidiana americana era para mí —admitió con vergüenza—. Pero ellos..., no podrían aceptar a alguien como yo, que no encaja en esa visión. Tal vez no encajo en ningún lado. Lo pienso siempre.

Aún le afectaba, su expresión era de arrepentimiento, y sus hombros se encorvaron como si tratara de esconderse.

—Cuando me di cuenta, le dije a Christopher que no quería esa vida. Discutimos y él...—titubeó, alzando una mano y la forma en que temblaba terminó de romper su corazón—...M-me golpeó. No es la primera vez que pasa... Me sentí muy humillado porque ocurrió conmigo siendo un adulto, y no tuve el valor de defenderme.

—¿Cómo pudo...?

—Déjame terminar —lo interrumpió nuevamente—. Ya casi acabo, por favor. Quiero que me escuches.

Yeonjun terminó mordiéndose la lengua, sintiendo su cara arder del enfado que lo invadía. Si Soobin no estuviera tan nervioso, no habría dejado pasar que cuando estaba molesto y no con él, era realmente lindo. Con las cejas juntas, o cerrando los ojos mientras los apretaba los párpados. Como se le oscurecía la mirada.

Al asegurarse que no diría nada más, continuó:

—Después de eso, me decidí a romper con Grace y anunciarlo antes de que sacaran cualquier rumor de boda. Lo iba a hacer por mi cuenta, pero ella me citó y me confesó la verdad de todo —agregó—. Como tuviste el accidente, ya no era tan necesario que me casara con ella. Solo por eso me lo confesó, y me dijo que el financiamiento era únicamente para su carrera. Llevo meses creyendo en eso. Nunca tuve conocimiento de que también negociaron mi nombre. Dirás que es muy inocente de mi parte eso, pero realmente no me lo imaginé. No habría..., lo digo en serio, jamás lo permitiría.

Sacó un papel doblado de su bolsillo y caminó un par de pasos, dejándolo encima del reposapiés.

—No estoy seguro de cuánto dinero perdiste por esto, pero es lo que pude calcular que era la inversión. Puedo reponer lo que falte si no es el monto correcto —admitió con pesar—. El padre de Grace aún mantiene vínculos de trabajo con Christopher, pero vine tan pronto lo conseguí esto de él.

Yeonjun miró el papel, a esa distancia podía ver el logo del banco y varias letras escritas en tinta muy oscura. Debería levantarse y tomarlo para apreciarlo mejor, pero no puede asegurarse que es lo primero que hará si se pone de pie.

—No quiero dinero, Soobin —se permitió soltar—... no tienes que darme nada.

—Sé que no recompensa todo lo que hice, porque he sido un verdadero idiota contigo.

Se apartó del mueble y ahora camina hacia él. Podía detallarlo mejor ahora, con manchas bajo los ojos y temblando de cansancio.

—Y sonará poco creíble cuando diga —prosiguió—...que jamás te haría daño. Sé que, al haberlo hecho una vez con toda la intención de perjudicarte, mi palabra ya no vale como antes.

Se detuvo en frente de él, tenía que elevar su mentón para mirarlo.

—Pero, tienes que creerme cuando te diga que ahora mismo, que jamás intentaría dañarte al propósito —soltó un suspiro—. Eres el único que puede verme como un humano más, no como un objeto o algo que pueden utilizar como quieren. Y esto es lo más cerca que he tenido de alguien que le importe. No puedo dañar esto. No de esta manera. No por algo que no hice completamente yo.

Yeonjun lo miró fijamente, buscando alguna duda o titubeó en su rostro. Pero, tenía amplios y brillosos ojos que hablaba más que sus palabras.

—¿Cómo estás tan seguro que quieres conservar esto? —su voz sale más vacía de lo que pretendió—. ¿Cómo sabes que no es una confusión?

Una mueca de dolor deformó su rostro.

—Estamos arriesgando demasiado, Soobin —añadió—. ¿Estás seguro que así es la vida que quieres? Similar a lo que otra persona intentó forzar en ti.

—Te quiero a ti —bramó—. Nadie forzó eso en mí... Tal vez lo hiciste con tu amabilidad, tus propuestas y el hecho de que nunca me dejas en paz. Pero, no deseo que lo hagas. Yo te quiero.

Cada palabra que soltaba hacia hinchar un poco más su corazón, a un punto donde podía sentirlo desgarrándole la piel.

—También te metí —dejó el pincel sobre la mesa, solo para escapar un segundo de su intensa mirada—. Te ofrecí la película para conseguir negocios. Christopher me quitó la empresa porque no cumplí con mi palabra. Me acerqué por interés a ti y...

—Y te quedaste conmigo por quién soy —lo interrumpió con voz aireada, con partículas de esperanza—. ¿No es así?

Su cabeza se agita lentamente, casi sin poder controlarlo. Y él sonríe, como si no pudiera evitarlo. Llega a la conclusión que fueron más sus hoyuelos que su personalidad, si debía ser honesto.

—Eso es más de lo que alguien ha hecho por mí —respondió con una devastadora sencillez—. No me importa si te acercaste con otras intenciones. Me has hecho más feliz en meses de lo que nunca fui en años. Si quieres odiarme por lo que hice antes de conocerte...bien, hazlo. Lo acepto. Me lo merezco.

—No te odio...—suspiró—. Nunca podía odiarte.

Es como si esas palabras fueran un interrumpir que encendió una luz alrededor de él. Una clase de ilusión que era inusual en su persona.

—Entonces, no me voy a rendir —declaró y se señaló a sí mismo—. Soy una mierda, ¿sí? Miento todo el tiempo. Juego sucio. Soy envidioso. Pisoteo a las personas que puedo para lograr mis objetivos. No soy el hombre del año..., definitivamente nunca podría lograr eso —soltó una risa nerviosa—. No creo que quieras saber cómo logré saber lo del padre de Grace y Christopher.

Espera que su expresión de horror sea suficiente respuesta para él. Ha sido una noche de tantas revelaciones, que no se siente listo para una más.

—¿Cómo puedo saber... —sería una terrible pregunta, pero era algo que ambos necesitaban responderse—... que nada de lo que puedes hacer, vas a intentarlo de nuevo conmigo? Una vez que nos separemos, o cuando el tiempo lo amerite. ¿Cómo puedo estar seguro de que no me traicionarás?

—Yeonjun... —hizo una breve pausa, respiraba pesado—. Este es mi verdadero yo. Nadie más sabe esto, ni siquiera Christopher o Violet. Nunca le he mostrado a nadie todo lo basura que puedo ser. Y aquí lo tienes. Te lo entrego. El único que puede salir peor ahora mismo soy yo.

Tenía razón. Por menos de un segundo, Yeonjun pensó en lo sencillo que sería contarle todo esto a los medios. Tenía las pruebas y los detalles. También sintió su estómago dar un vuelco, porque la mirada de Soobin le confirmaba que se lo iba a permitir. Enseñándole quien era realmente, estaba entregándole todas las armas para destruirlo.

Y no le importaba.

En ese momento, estaba ofreciéndole todo lo que tenía: su fama y su reputación.

—¿Por qué yo? —soltó en forma de jadeo, bajando su mirada a sus pies ahora manchados de rojo—. ¿Por qué...me das todo esto?

Unos suaves dedos se deslizaron en su mentón, conoce su calidez mejor que nada. Eleva su vista con delicadeza, en cámara lenta se encontró nuevamente con los ojos tan acogedores.

—Porque te quiero —acarició su mejilla con el pulgar—. Y se que me quieres también. No me mirarías como lo haces si no fuera así. Los dos queremos esto.

Tal vez esa es la peor parte de todo.

Su cabeza se ladea y se apoya en la mano, se deja sostener por él. Es duro darse cuenta que lo quiere más de lo que estaba dispuesto a aceptar. Escuchar todo eso lo emocionaba de una manera que nunca antes había sentido. Ninguna chica provocaba lo que Soobin lograba en él, hacer que ser rindiera en sus brazos y al mismo tiempo querer protegerlo de todo lo que está en el mundo.

Finalmente, se incorporó. Las manos de él seguían en su rostro, y lo miraba con tanto detalle, que solo se preguntaba que estaba pensando cuando hacía eso. Recorrerle la cara con atención y fruncir con anhelo las cejas.

—Tienes razón —frunció sus labios con vergüenza–. Los dos queremos esto.

El destello en su mirada solo era comparable con la proyección de una estrella en el cielo más oscuro, imposible de ignorar el cómo cuatro simples palabras podrían hacer feliz a una persona.

—Eres definitivamente un imbécil —suelta una tímida sonrisa—. Y acabas de lograr que sintiera miedo por lo que eres capaz. Por eso debes prometerme algo.

Agitó efusivamente su cabeza.

—Lo que sea.

Rodeó la espalda y lo atrajo, sintiendo como se relajaba en bajo su tacto.

—No vas a esconderme nada —pronunció en un tono serio—. Sin importar lo que sea. No quiero que hagas algo estúpido sin que yo lo sepa. En realidad, no quiero que hagas nada malo. Solo quiero que seas tú, sin que sientas que debes dañar para mantenerte a salvo —apretó suavemente su espalda—. Yo puedo cuidarte. Quiero cuidarte.

Soobin lo miró con tristeza.

—No puedo...prometer todo eso.

—Dime que lo vas a intentar —dijo en un tono más suave—. Y eventualmente, vas a lograr prometerlo.

Asintió con lentitud.

—Lo intentaré —respondió tímidamente—. Pero, si tengo que protegerte..., haré todo lo que tenga a mi alcance. No puedo..., ser pacifico si se trata de ti.

—Supongo que es normal —afirmó en el mismo tono—. También quiero matar a alguien en este momento por ti. No puedo creer que te hizo eso. Diablos. Si lo sabía antes, te juro que...—jadeó con sus propias ideas—. Nunca hubiera dejado que te pusiera una mano encima. Estoy más molesto por eso que por mi empresa.

Soobin parpadeó perplejo.

—Tu empresa es más importante que yo —afirmó—. Has trabajado en eso por mucho tiempo.

—Puedo replicarla y rehacerla, y traer algo mejor una y otra vez —pronunció con arrogancia—. No me preocupo por eso. Estoy molesto por lo que te hicieron..., por lo que trataron de hacerte.

Lo miró confundido, con los ojos ampliados.

—No lo entiendo —ladeó su cabeza—. ¿Por qué te molesta tanto? ¿Por qué te importa más?

Yeonjun se paralizó por un instante, relamiendo sus labios. ¿Cómo podía preguntarle algo así?

—Porque estamos juntos —apretó ligeramente el agarre en la parte baja de su espalda—. ¿Cómo no me va a importar más lo que te suceda, cuando alguien te hace daño?

Dejó escapar un jadeo.

—¿So-somos pareja?

Yeonjun soltó el sonido de una risa contenida.

—Soobin, dormimos juntos casi todas las noches —respondió como si fuera algo obvio—. Por supuesto que estamos en una relación.

—No lo sabía...—titubeó.

—Ahora lo sabes.

Formó una leve sonrisa.

—Ahora lo sé.

Se inclina y lo besa, y nunca podría cansarse de eso. Sabe a humo y sudor, y lo aprieta como si tuviera miedo de que saliera corriendo. Para su fortuna, Yeonjun no puede ir a ningún otro lado. Con las manos en su cabello, es el momento donde no existen imaginaciones de una vida diferente que puedan hacerlo sentir que valía la pena todo.

Soobin le rodea los hombros y lo abraza con fuerza, dejando caer todo su peso en él. Yeonjun desaparece en su pecho y sus brazos, y no tiene queja alguna al ser cubierto por su calor.

Cuando se separaron y Yeonjun le echó un vistazo al cheque, su mandíbula cayó al suelo.

—¡¿Cómo carajos conseguiste cien mil dólares?!

Soobin apretó sus párpados y se escondió en su hombro.

—Definitivamente no quieres saber —apretó sus hombros con más fuerza—. En serio, no hagas preguntas sobre eso ahora mismo.

—Sabes que tienes que decírmelo —lo balanceó un poco en sus brazos—. Acabamos de hacer un trato.

Suelta un quejido y apoyó la barbilla en el hueso de su hombro.

—¿Qué estabas haciendo? —soltó un jadeo—. Eso se ve impresionante.

Yeonjun no comprende por un instante su respuesta. Se separa para percatarse de la sorpresa en su expresión, y mira hacia la misma dirección que él. Era el lienzo en su caballete.

—Mi madre quería una pintura de esa foto —señaló la postal que dejó pegada en una de las tablas—. Aún no está terminado...

Se interrumpió a sí mismo y soltó a Soobin de forma repentina para revisar sus palmas. El azul que antes estaba impregnado en todos sus dedos casi desapareció por completo.

—¿Qué sucede? —preguntó él al percatarse de su reacción.

—Creo que manché tu camisa con pintura —respondió torciendo sus labios—. Déjame ver.

Soobin le permitió darle la vuelta y no se equivocó. El rastro índigo de sus dedos se había marcado en la tela, parecía mucho más claro por el tono oscuro de la misma. El más alto se giró a mirar, y soltó una ligera risa.

—Estamos iguales. —dijo al volverse y señalar la camisa del otro.

Yeonjun tomó la mala decisión de usar una camisa de botones blancas, y ahora estaba salpicada de pintura en todos lados, al igual que el pantalón gris que tenía manchas rojas y negras.

No pudo evitar reírse, de su propio desastre o el hecho de que Soobin encontrara eso como un detalle que compartir.

De forma lenta, le tomó las manos y las acercó a altura de su mandíbula. Yeonjun se resistió por un momento, pero su agarre era firme y decidido, no pudo frenarlo de presionar las yemas manchadas de pintura en su cara. El rastro de sus dedos quedó marcado en la piel nívea de él, el tono parecía más intenso, un azul rey adornándole las mejillas. Y Soobin sonreía como si la sensación le hiciera cosquillas.

Tragó saliva, y admiró con fascinación como sus propias manos actuaban por si mismas. Arrastrando los dedos sobre su piel con delicadeza, como lo hacen los pinceles del más fino cabello en los lienzos, en horizontal, y exprimiendo el color en él. Con esa piel tan clara, el cabello tan oscuro como la noche, y la combinación con el azul fundiéndose entre la textura en su rostro, lo cautivo más que cualquier pintura. Ni hablar del brillo en sus iris.

No había nada más deslumbrante como lo era la simple belleza humana, aquella que provenía de una persona tan fragmentada y a la vez pura. ¿Cómo alguien podía conocer las partes oscuras del mundo, y aún ser tan inocente sobre las cosas naturales? Anhela tanto hacer que tome asiento sobre el sofá y explicárselo, lo que ambos tenían no era normal, pero eran iguales que una pareja común. Tenían meses juntos. Podía llamarlo su novio si así lo que quería. Que aquello que les hacía latir su corazón, eran la atracción que sentía. O no, algo más profundo. Era...

Yeonjun se paralizó, mientras observaba a Soobin descansando el rostro en sus manos y cerrando los ojos.

Su corazón dio un doloroso salto.

Lo entendió en ese momento, jadeando por la forma en que sus pestañas tocaban el inicio de las mejillas.

No estaba molesto con él. Nunca lo estuvo. En realidad, no podía enfadarse y odiarlo jamás sería una opción. Duda que exista un día en que pueda mirarlo, y no sentir todo lo que le invadió en ese momento, cuando todo lo que pensaba empezó a tener sentido.

—Ahora también soy una pintura tuya. —susurró.

Soobin definitivamente era un desastre.

Pero, Yeonjun estaba perdidamente enamorado de él, y eso era aún peor.

Notes:

hoy es mi cumpleaños así que les actualizo, y deseo decirle que esta historia tiene muchísimos capítulos, por lo que agradezco bastante a cada persona que decidió empezar a leerla y participar en todo este viaje<3

Chapter 28: A solo un paso.

Chapter Text

«Querido Daniel,

No sé a dónde miraría si no existieras, porque he contado todas las estrellas, saludé y despedí al sol, me hundí en todos los cráteres de la luna, aprendí todos los colores de las flores, y aplasté todas las burbujas de tu jabón...

y nada es tan interesante como tú.

creo que eres lo que más me gusta de este mundo.

feliz cumpleaños, mi persona favorita.

con cariño,
—Sara.

Pd: sue me ayudó a escribir esto, si no te gusta, es su culpa».

Yeonjun dejó salir una ligera risa y dobló cuidadosamente el papel en su estado original, sacando su billetera y escondiéndolo dentro del compartimento del medio.

Decidir no celebrar su cumpleaños de forma pública, traía más trabajo del que se imaginó. Sadie y Jude lo esperaban muy temprano en la empresa para arreglarlo, y luego Mick lo llevaría a un restaurante discreto, donde un reportero de confianza le tomaría fotos con Odette, teniendo «una cita para celebrar». Después, tendrían un nuevo cambio de ropa y pasearían en un parque privado, tomados de la mano, y pareciendo la mejor pareja. Las fotos saldrían el trece, junto con una descripción de parte de unos «testigos» que aseguraban que estaban acaramelados e inseparables.

Mientras ambos comían: ella con un vestido carmesí que volvía su cabello rubio fresa, el cual le caía en los hombros, y él usando un sencillo traje crema, acorde con la imagen inofensiva que estaban intentado crear. Yeonjun tomaba su mano por encima de la mesa, y evitaba mirar hacia la botella de champaña que habían colocado con intención meramente decorativa.

—Tenemos un problema.

La voz de Odette llama su atención, llevaba un trozo de carne a su boca.

—¿Qué sucede? —responde masticando.

Ella se inclinó hacia él, formando una leve sonrisa con sus labios y ladeando la cabeza. Escuchaba el foco de la cámara a la distancia.

—Christopher quiere que nos casemos —casi se atragantó con la comida—. Reaccioné exactamente igual.

Yeonjun buscó rápidamente una servilleta y escupió la carne a medio moler en ella. Su garganta le dolió al instante, como su pecho por al intentar respirar. Odette tomó con elegancia la jarra con agua y le sirvió un vaso, acercándoselo con la misma gracia.

—¿Por qué tu jefe no se busca un trabajo como casamentero? —dijo después de refrescarse con el agua—. Primero tú, luego Steve, ahora yo.

—Lamentablemente —suspiró—, debo darle la razón. Todos sus clientes los ha casado con actores y empresarios de buenas familias. Theo, Amy, Steve y yo somos los únicos que no tenemos un matrimonio.

—Sabes que no puedo...

—Lo sé —lo interrumpió, alzando su mano y luego bajándola al percatarse de lo mal que eso se verá en cámara. Una mujer callando a un hombre—. Pero, las calles hablan. Todos se preguntan porque aún no me has dado un anillo. Dicen que me tienes esperando por uno.

Eso lo hizo fruncir aún más el ceño.

—No puedo hacer eso —repitió—. Tenemos que usar otra alternativa.

—Por eso, tengo una idea —asintió levemente—. Vamos a terminar.

Yeonjun lo pensó un poco y luego torció sus labios.

—¿Ya no quieres seguir conmigo?

—Sabes que lo adoro —afirmó—. Pero, debemos darle una explicación al público de la falta de anillo. Esto no es importante para mí, la reputación lo es. Si escriben que soy una mujer que no quieren llevar al altar, van a dejarme en ridículo y culparme. Tengo veintidós años, Dan, estoy demasiado mayor para no estar casada.

No estaba errada por completo. En Estados Unidos, pasar de los veintidós sin un matrimonio levantaban sospechas. Y muchas de las relaciones públicas apenas duraban un par de semanas juntos antes de saltar al matrimonio. Yeonjun contaba con un silencioso permiso por la ignorancia de su nacionalidad, así que siempre podía excusarse con «es algo cultural» cuando sus parejas que no completaban el trimestre.

Odette ha sido la más longeva, con casi un año y unos cuantos meses. Los reporteros afirmaban que finalmente "América" cautivó su corazón oriental y esperaban ansiosos el momento donde dieran el «».

El problema era él, quien no quería tener un matrimonio publicitario. Y casarse, significa dejar atrás su relación con Soobin, la cual estaba influyendo más de lo que dimensionaba en su decisión.

Yeonjun miró a su alrededor, tratando de buscar una solución, algo que llegara a su mente.

—Podemos hacerlo, Dan....—pronunció en voz baja—. Se lo qué opinas, pero tenemos ventajas si nos casamos; podría estar con Alisa y podrás estar con Steve, ellos empezarían a salir. No habría rumores. Seriamos los cuatro, sin problemas y libres.

A simple vista, era una alternativa tentadora como ideal; un matrimonio entre dos personas que parecían almas gemelas, y nadie se involucraría demasiado. Saldrían a citas dobles; vivirían cerca y ser vistos no levantarían sospechas, porque serian cuatro mejores amigos con parejas funcionales. ¿Qué otra cosa podría desear alguien en su situación?

Pero, Yeonjun no era una simple persona, era un coreano con padres coreanos que no le perdonarían actuar de manera tan liberal. No lo criaron para estar en una fachada, si no para ser un esposo real, que cuide y provea a la mujer que ama. A pesar de reconocer que no tienen una relación real, el hecho de tener un compromiso con ella, para respetarla y serle fiel, no le permitiría vivir engañándola con Soobin. Y tampoco piensa que él merece eso; ser el amante para estar a su lado.

Soobin merece encontrar una esposa y vivir un matrimonio normal, en algún momento será así y Yeonjun deberá olvidarse de él, sentar cabeza y cumplir con su deber.

Y la botella de champaña luce más tentadora que antes de pensar en eso, en Soobin con una mujer enrollada de su mano y alejándose de él para siempre.

—Vacíame la botella en la cabeza, y vete.

Odette suelta un jadeo, volviéndose hacia él.

—¿Qué?

—Abre la botella —la señala con su mentón—, y échame todo encima. Es mi mejor plan.

Amplía sus ojos, anonadada.

—¿Por qué?

—Así no será tu culpa —respondió con calma—. Vamos a dar un verdadero espectáculo.

Odette se levanta dudosa de su asiento, y la observa cerrar sus ojos, entrando por completo en personaje. Cuando los abre, están cristalizados y su rostro se deforma en tristeza. Es alucinante de ver.

—Siempre puedes cambiar de opinión —dijo en voz baja, tomando la botella entre sus manos.

—Volvamos en dos meses —responde en cambio—, y seamos una intensa pareja que no se puede dejar ir, pero tampoco comprometer.

—Más te vale tener un excelente detergente —quitó la tapa—, porque el siguiente será papas fritas.

Finalmente, vacío todo el contenido encima de Yeonjun, llorando y gritando cosas aleatorias como «no puede ser», «eres increíble», «todo te lo di». La ropa se le adhirió al cuerpo, como una masa pegajosa, y su cuerpo se estremeció de frío. Olvidó que habían ordenado el champán más congelado para que sudara en las fotos. Se retiró el cabello de la cara mientras tiritaba.

Tomó aire y lo soltó. Miró sus manos, húmedo y con gotas deslizándose entre las yemas. No debe. No puede. Ni debería pensarlo. Pero es como si cuerpo no recibiera las coordenadas correctas de su cerebro, que estaba en blanco. Recuperó la consciencia al percibir el sabor chispeante, impregnando en su piel. Estaba lamiendo sus propios dedos.

Apoyó la frente de mesa, también había salpicaduras en ella, provocándole que su estómago diera un vuelco por el deseo que lo invadió de tomarlo.

¿Qué está pasando con él?

 

 

Cuando recibió el guion de The Crown y la citación a la lectura en principios de mayo, Soobin se tensó, recordando la manera en que logró conseguir el papel para el Duque.

Christopher va a cobrárselo, lo sabe. Actúa como si nada sucediera, pero nunca deja pasar sus deslices. Cada pequeña cosa que ha hecho lejos de su agrado, siempre ha tenido una consecuencia. Por ello, se entregó a tiempo completo al proyecto: subiendo de peso para tener la apariencia fornida y cortándose el cabello con tal de lograr el aspecto pulcro que buscaban. Y conduciendo las cuatro horas desde distancia entre la localización escogida y su hogar diariamente.

Algunas veces, estaba tan agotado, que solo se dejaba caer sobre la cama sin tomar un baño y despertaba en medio de la penumbra con la camiseta sudaba por la temperatura corporal de Yeonjun, aprisionando contra él. No sabe en qué momento llegó, y se queda dormido de nuevo con la nariz metida en su cabello.

—Te gusta bastante la película, ¿cierto? —señaló Sue mientras peinaba su cabello.

No era su proyecto favorito ni de cerca.

—Creo que me lo estoy pasando muy bien. —confesó en un tono risueño.

Ella entrecerró sus ojos hacia él.

—Oye...—sostuvo el rostro entre las uñas afiliadas suyas— He visto tu cara desde que tienes dieciséis, y estos días hay algo diferente en ti.

Soobin se encogió de hombros.

—¿Estoy madurando?

—Puede ser —continuó cepillándole el cabello—. Últimamente te veo más feliz. Me gusta verte así.

Giró la silla cuando terminó su trabajo, permitiéndole que viera su reflejo en el espejo. Estaba caracterizado como su personaje, y el traje que había modificado para acercarlo a la época que interpretaba, lo hacía ver mucho mayor. Pero, Sue tenía razón en algo, en sus ojos apareció algo y era un destello nuevo.

—Me gusta también estar así.

Mientras conducía de regreso, admirando el atardecer en los semáforos, algo lo hizo reflexionar.

Las relaciones que escogió por sí mismo, en su gran mayoría, fue para evitar que pensaran que era homosexual. Un par de actrices con las que dejó abiertas las especulaciones sobre una aventura, en un momento donde la empresa se preguntó porque pasaba tanto tiempo soltero. Luego Violet, con quien se dejaba ver de vez en cuando para generar rumores y alimentar la narrativa de su intermitente relación. Y recientemente, Grace, impulsado por la presión de demostrar que no sentía nada por Yeonjun.

¿Alguna vez ha querido estar con una mujer, sin la necesidad de probar algo a los demás? Ha sentido atracción por algunas chicas. En el medio definitivamente se ha encontrado con las más hermosas. Pero, ¿quién le causó un efecto similar a lo que sintió cuando empezó a descubrir sus sentimientos por Yeonjun?

No podía pensar en nadie, o quizás la vara era muy alta para una comparación. Yeonjun era el único por el que se detuvo en una pastelería, para comprar un trozo de pastel de chocolate, las galletas de leche con chispas que tanto le gustaban. Cuando llegó a Torrance Beach, los juntó con el ramo de flores que le pidió a Hellen conseguir, no tenía tiempo para ordenarlo; Eran rosas anaranjadas envueltas en un elegante papel marfil, sostenidas por un listón. Todo lo escondió en una bolsa amplia y negra, asegurándose de que ningún pétalo se desprendiera.

Ahora en su vehículo de incógnito, manejó la hora de distancia a West Hollywood y se estacionó a una calle de distancia, introduciéndose por el callejón trasero del edificio y usando la copia de la llave que Yeonnjn consiguió para él. Casi nunca se veían en su apartamento, porque era más arriesgado con lo concurrida que era su calle. Sin embargo, le avisó que estaría allí porque necesitaba llevarse unas cosas.

Subió los cinco pisos por la escalera, y estuvo jadeando al llegar al pasillo correcto. Cuando encontró la puerta, necesitó unos minutos para respirar antes de abrirla y entrar, quitándose la gorra y sacudiéndose el pelo mojado, mientras se sacaba los zapatos con sus propios pies.

—Estoy aquí..., ¿qué te pasó?

Yeonjun estaba sentando en uno de sus sofás individuales, con el cabello hecho un desastre, y el traje manchado y sucio.

—Terminé con Odette.

Soobin parpadeó, avanzando hacia él. El apartamento no era tan amplio, la cocina estaba en un extremo, abierta y conectando con la sala de estar, por lo que todo estaba envuelto en un mismo tapiz de grisáceo y negro, los muebles destacaban al ser claros y esponjosos.

Dejó la bolsa encima de la mesa, y se puso en cuclillas, mirando a Yeonjun con el ceño fruncido.

—¿No es un poco cruel terminar con alguien antes de su cumpleaños? —comentó en un tono burlón.

Pero, esta vez no se rio de su terrible chiste.

—Era necesario —tenía un tono sombrío—. Las personas están creyendo que no es lo suficientemente buena para ser mi esposa, así que ahora les vamos a demostrar que el problema soy yo.

Ladeó su cabeza, buscando la mirada que mantenía fija en el suelo. Cuando la encontró, las comisuras de Yeonjun se alzaron de forma natural, y trató de presionar sus labios para detenerse.

—Entonces...—Soobin se acercó un poco más—. ¿Hoy estamos tristes? ¿Quieres que te consuele por tu ruptura?

Eso finalmente lo hizo sonreír.

—¿Cómo vas a consolarme por una ruptura? —repitió bufando—. Especialmente tú que eres...

—También puede consolarte por perder a tu novia falsa.

—Eso es bastante raro.

Se incorporó, soltando un suspiro.

—Para mí es buena excusa para un abrazo.

Yeonjun lo miró, alzando un mentón. Asintió lentamente, su cabello no acompañaba ninguno de sus movimientos de lo pegajoso que estaba.

Se puso de pie, y permitió que Soobin deslizara sus manos alrededor de su cintura. Alzándose un poco, besó los labios del otro, sintiendo como lo apartó antes que su mejilla pudiera rozar con el hombro.

—¿Qué...?

—Hueles a alcohol.

Observó su expresión, tenía las cejas alzadas y los labios separados. Yeonjun tragó saliva.

—Odette me lanzó una botella de champaña —explicó, señalando su ropa y cabello—. Hicimos una escena y debía ser dramática.

—Cariño...—titubeó y sus cejas cayeron—. Sabes a alcohol.

—Está todo en mi cuerpo —volvió a señalarse.

Su ceño se frunció.

—¿Bebiste? —preguntó con un tono más serio.

Sacudió su cabeza.

—Puedes ser honesto conmigo —añadió, presionando sus cejas como si tuviera dolor—. Solo quiero saber...

—Quiero beber —confesó.

Más que un simple deseo, era una necesidad tan familiar como el agua. Pero, era un tipo diferente de sed. Una que le pedía sumergirse en sus efectos y apagar sentidos que antes no le molestaban, porque ha pasado la mayor parte de sus veintes disfrutando de al menos un sorbo diario. Ya era parte de él.

No es que la rehabilitación no haya funcionado, al contrario, ellos no podían eliminar ese deseo, si no enseñarle a no cumplirlo. Lleva meses escogiendo otras decisiones, en cambio, como cuidar de un cactus qué cayó por su ventana hace poco, o desviar la mirada cuando alguien tenía una bebida en la mano, recordándose que él ya no disfruta como lo hace una persona normal.

—Pero, sé que no puedo hacerlo —añadió, soltando un suspiro derrotado—. No sabes cuánto lo deseo. Y es duro pretender que no. Aun así, no lo hago. Así que ahora, solo estoy sucio. Solo es eso.

Soobin negó, frunciendo sus labios y aplastando la cara del rubio entre las manos.

—No estás sucio. No digas eso —su voz se suavizó—. Es decir, si estás, necesitas una ducha. Pero..., sabes a lo que me refiero.

—Realmente no.

—Lo que trato de decir —hizo una pausa y soltó una risa—. Es que está bien que quieras hacerlo y no debes avergonzarte al respecto. Bueno, no deberías hacerlo. Pero, entiendo. Creo hacerlo. No puedo oler el café sin desear fumar y me causa ansias. A veces pienso no, no lo haré y es difícil decidirlo. No es comparable con lo tuyo...—ladeó su cabeza—. Pero, si, es admirar que quieras hacer algo que no está bien y tengas el control para detenerte.

En ese momento, Yeonjun se percató que nunca ha tenido el control sobre nada.

Toda su vida ha sido decidida por otros: donde vive, quienes lo acompañan y las cosas por las que es conocido. Por mucho tiempo creyó que era alguien diferente, porque sus experiencias lo llevaron a ser rebelde en sus elecciones. Pero, estuvo equivocado.

Lo único que estaba en sus manos, era beber. Lo dejó por presión laboral, no porque así lo aspiraba.

Estar con Soobin tampoco estaba entre las cosas que podía manejar. Desearía nunca haberse percatado de que estaba enamorado, porque sus sentimientos eran tan intensos y lo arrojaban al dilema de cuáles eran sus obligaciones, y lo que su corazón le pedía hacer.

Soobin presionó los labios contra su sien. Eso es algo que tampoco comprende; como con un simple beso nubla sus sentidos más que una botella del más caro vino.

—Dúchate —susurró encima de su cara—. Y hablaremos de esto en la cama. ¿De acuerdo?

Yeonjun se relajó tanto por un instante, se le olvidó lo pronto que estaban de la medianoche y él tenía un vuelo que saldría a las cinco.

Esperó a que se introdujera en el baño, arrastrando los pies por la alfombra y haciendo sonidos como una esponja en el suelo. Tomó la bolsa que había pasado desapercibida y se dirigió a pasos veloces a la habitación. Era curioso como el apartamento gritaba «Daniel», con la cama en el centro de la cama con sabanas oscuras, a juego con las paredes y las mesas tenían un tipo de barniz, porque el relejo de la luz no se posaría en ellos con tanta facilidad. El armario era de un tono acero, la alfombra afelpada y tenía un escritorio con diversos guiones y lápices.

En el techo, había un candelabro similar al que se alzaba en la sala; en forma de araña y con los focos en conos. También había varias lámparas y las amplias ventanas con una cortina con una leve transparencia. De ahí venía la mayor luz cuando era de día, porque aquella noche la luna estaba en gibosa menguante. No había fotos, solo pinturas que él no hizo.

Soobin colocó el ramo sobre la cama, y el pastel en la mesa de noche. Buscó con la mirada entre tanta oscuridad, hasta que encontró la maleta apoyada de la pared. Tomó las galletas y una caja pequeña con el obsequio que preparó, gateando hasta ella para dejar los mismos en un bolsillo.

Escuchó pasos acercándose, y saltó de nuevo a la cama, subiendo las piernas y apoyándose de su codo, tratando de parecer aburrido al dejar caer sus párpados.

Yeonjun entró, usando simples pantalones grises y frotando una toalla sobre su cabello, con los ojos entrecerrados. No llevaba camiseta, y las sombras de la habitación hacían más marcados los músculos trenzados de sus brazos y el costado de su torso, lucía incluso más pálido en esa zona.

Caminó directamente al armario, y lo abrió, tirando y llenado el silencio con el sonido de los ganchos chocar. Era más delgado en la parte baja de su espalda, y tenía un par de cicatrices ampliándose en la espina dorsal.

Encontró lo que buscaba, una camiseta sin mangas que empujó por encima de su cabeza, girándose finalmente cuando terminaba de estirarla debajo de su abdomen.

—¿Vas a quedarte en silencio allí?

Soobin se sobresaltó al escuchar su voz, parpadeando en una repentina ceguera. Al encontrar la cara de Yeonjun, él lo miraba con diversión.

—Sí —respondió tragando grueso —. Sí. Eso iba a hacer.

Yeonjun dejó caer sus cejas, extrañado y su mano señaló a la cama.

—¿Y eso es para mí?

Agitó torpemente su cabeza, finalmente despertándose y saltando fuera del colchón. Tomó el ramo, y se percató que estaba temblando, obligándose en su mente a relajarse porque nada había pasado. Solo lo miró unos cuantos segundos sin camiseta. No era la gran cosa.

Jamás le había visto el torso desnudo.

Y una oleada de calor lo invadió, sintiéndose avergonzado por estar decepcionado de que acabó demasiado pronto el momento.

—¿Feliz cumpleaños adelantado? —pronunció dudoso, extendió las flores a él—. ¿Es correcto decirlo así?

Yeonjun sonrió y suspiró, tomando el ramo entre sus manos y detallándolo con su mirada.

—Gracias —tenía las orejas encendidas en rojo—. ¿Por qué dice «cuídate, Julia»?

Soobin se inclinó para mirar.

—¿Julia? —jadeó al leer la tarjeta—. Mierda, les dije Junnie. No Julia.

Soltó una ligera risa y presionó los labios detrás de su oreja, haciéndolo encogerse por las cosquillas que le causó.

—Gracias —susurró Yeonjun en su oído—. Te quiero.

Soobin apretó sus labios. Fue como si todo su cuerpo se llenara de una inmensa energía, y ahora quería saltar. Atrapó su mano y lo jaló cerca de la mesita de noche, tomando el pastel y acercándolo a su rostro.

—También traje esto y trae una vela —su voz salió aguda y se aclaró la garganta—. Digo, puedes usarla si quieres. O solo comerlo. Como quieras.

—Creo tener mi encendedor por aquí.

Yeonjun se inclinó y abrió uno de los cajones. Soobin ubicó la vela en medio del pastel, y esperó a que estuviera en sus manos la cajita de metal. Al abrirla, una llama pequeña iluminó los rostros de ambos, mientras era acercaba al pabilo.

—¿Quieres que cante cumpleaños para ti?

Sacudió su cabeza.

—Me gusta la versión coreana —confesó apenado—. No creo que la conozcas. Puedo solo pedir el deseo.

—Está bien...—dijo y luego sonrió—. Feliz cumpleaños, Yeonjun.

Lo observó dejar el encendedor en la mesa y juntar ambas manos frente a su cara. Yeonjun lo miró fijamente, de tal manera en que estuvo a punto de preguntarle si debía decir algo más. Pero, cerró sus ojos y luego, sopló la vela.

Yeonjun pidió que Soobin fuera feliz, aún si no es con él.

Chapter 29: ¿Nunca has pensado en vivir diferente?

Chapter Text

Cuando Yeonjun regresó, a las dos semanas, no pudieron verse de inmediato. Las estilitas debían arreglarlo para mantener la impresión de que siempre estaba fresco y afeitado, en un confinamiento de varios días. Pero, Soobin le envió una carta esperando una confirmación:

«Querido Daniel,

Los Ángeles sin ti es tan interesante como ver la ropa secarse.

Te quiere,

Sara.»

 

Y recibió una respuesta dos días después.

 

«Querido Steve,

Shakespeare no tiene nada que envidiarte, eres tan romántico como una roca.

En cambio, yo te confesaré, que no he dejado de pensar en ti. Y Michigan siempre será mi hogar, siento que comienzo a respirar cuando piso tu ciudad.

Te quiere,

Delay»

Recuerda ruborizarse de frustración, e ignorando que leyó tantas veces el segundo párrafo que ya se lo sabía de memoria.

¿Cómo podía decir que era tan romántico como una roca?

Soobin podía ser muy romántico si se lo proponía, solo era, irremediablemente tímido. Era algo que no podía explicárselo a sí mismo, lo cohibido que se sentía cuando Yeonjun estaba alrededor, como si quisiera hacer de todo, y a la vez, solo admirarlo en su distancia, imaginándose que cumplió con todos esos deseos.

 

«Querido Daniel,

¿Cuando vuelves conmigo? Cada día te extraño más que el anterior.

Te quiere,
Sara»

 

A los pocos días volvió a casa, estacionado el auto afuera porque se le hizo costumbre y entrando a pasos rápidos. Sentía el corazón en su garganta y se apoyó de la puerta, inhalando y exhalando, hasta que dejó de sentirse acelerado y sus pulmones se llenaron del familiar aroma a limón.

Se quitó los zapatos y subió las escaleras, caminando hacia su habitación. Rebotó sobre su cama, soltando un gran suspiro mientras cerraba los ojos.

El colchón se hundió a su lado, y sintió un peso apoyarse en su hombro. Usaba su ropa. Se había lavado el cabello. Parecía dorado oscuro cuando estaba mojado.

—Hola —dijo sin aliento.

—Hola.

Soobin tomó su mejilla y lo besó. Como un saludo, como un «te extraño», como una declaración. Él rodeó su cintura, disfrutó del calor que emanaba en el espacio del cuello y del hombro al apoyarse allí, era su refugio.

—¿Desde hace cuánto tenías esa foto?

Sus mejillas se encendieron. El obsequio que preparó fue un marco que pintó el mismo, con una fotografía de ellos dos, en una de las tantas citas que tuvieron durante las filmaciones de Unknown, en un restaurante de comida china. Los dueños insistieron en inmortalizar su visita, solo la de ellos. No estaban interesados en incluir a Sage y Grace.

Por lo cual, Yeonjun y Soobin intentaron cumplir con su petición, posando de forma incomoda uno al lado del otro detrás de una mesa. Había una gran ventaja en la falta de color en las tomas, porque era imposible saber lo sonrojado que estuvo porque sus hombros estaban muy juntos.

—Tuve que visitar Paul's Kitchen de nuevo y pedirles que me dieran una copia —confesó con timidez—. Ellos me entregaron la original. Decían que no tiene sentido conservala porque ya no nos llevamos bien. Omití decirles la verdad porque fue mucho mejor el resultado de ese modo.

Yeonjun niega con diversión y vuelve a besarlo, con más alegría, como un agradecimiento. 

—¿Cómo te fue? —preguntó suavemente.

—Estuvo bien —enredó sus dedos en los mechones azabaches—. Mi padre casi no estuvo presente. Pero, cuando lo veía..., no me sentía tan bien. Quiero preguntarte algo.

—Lo que quieras.

—¿Quieres ir a casa conmigo en navidad?

Inclinó su rostro, rozando sus narices suavemente.

—¿A tu casa? ¿Con tus padres?

—¿Tienes algo mejor que hacer?

Sacudió levemente su cabeza.

—Nunca hago nada en navidad —admitió—. Tal vez ir a una fiesta del estudio, pero nada más.

—Ven conmigo —sugirió de nuevo—. Celebraremos tu cumpleaños, y te compraremos un pastel, y regalos.

Podía notar que la oferta le gustaba, sus comisuras se contrajeron y tenía las orejas enrojecidas.

—¿Por qué quieres que vaya? —respondió, en cambio—. Tus padres aún no me conocen... tal vez se sientan incómodos.

—Quiero que estés ahí —afirmó—. Lo que sentí cuando los visité, fue duro por lo que se..., y te extrañé mucho.

Soobin lo pensó unos segundos y asintió suavemente.

—De acuerdo —acarició su espalda—. Nunca he hecho algo diferente. Siempre acepto los planes del estudio.

—Casi siempre haces lo que el estudio pide —reflexionó, dejándole un suave beso en mentón—. Dudaste de mi invitación, eso me dolió un poco.

Lo miró, apretando sus labios.

—Es extraño tener opciones...—soltó una risa nerviosa—. Todo lo que conozco es esto.

—¿Nunca has pensado en vivir diferente?

¿Algo más que la industria? Era complicado de responder. Disfrutaba de actuar, era el oficio de toda su vida, no conocía otra clase de trabajo. Todo el tiempo estaba actuando: en las cámaras, en las alfombras, en la vida real. Es tan natural como respirar.

—No salió muy bien la última vez que hablamos sobre esto —añadió—. Pero..., ¿aún te gusta esta vida?

Para su sorpresa, Soobin sacudió levemente su cabeza.

—Es una vida que estoy empezando a querer menos —afirmó suavemente—. Supongo que el amor no termina de un momento a otro. Esto ha sido mi trabajo de toda la vida. Dudo que haya algo mejor para mí.

Yeonjun apoya ahora los codos sobre la cama y lo mira. Luce más fresco a comparación de cómo estaba al irse. Podría sentirse en conflicto en casa de sus padres, pero nada podía negar que le hacía bien estar con ellos. Regresaba su paz.

—Yo creo que existe algo mejor para ti —su comentario hace que la sangre se suba a su cara—. Y eres muy bueno. Lo digo en serio. Tienes dedicación. Eres ridículamente ambicioso. Podrías lograr lo que sea si tuvieras más fe en ti.

Soobin bufa.

—Solo lo dices porque te gusto.

—Me gustas, y aparte de eso —se encogió de hombros—, eres todo lo que acabo de decir.

Sus dedos le recorren el rostro, y está frotando el pulgar contra sus cejas. Le gustan. Soobin lo sabe por sus bocetos. A veces, cuando está prestando tanta atención a él, no puede evitar pensar que se imagina dibujándolo después.

Es algo que le hace feliz creer, que piensa en él y busca tenerlo presente cuando no están juntos.

—Lo que trato de decir —añade—. Está bien que quieras algo mejor.

Hay momentos en los que Soobin se imagina siendo otra persona. Alguien que además de saber fingir las emociones, las siente de verdad. Puede ser un hombre que se derrite con las cosas que su amada le dice, como si fueran una ley divina frente a las cámaras.

Pero, en la intimidad de su habitación, frente a unos ojos sinceros y cálidos, no sabe qué hacer o pensar. Le hace reconocer, que nunca antes nadie le había hablado de ese modo; nadie le hizo sentir antes que podía merecer algo bueno.

—Quiero algo.

Yeonjun lo miró con atención.

—¿Qué quieres, cariño?

Soobin relame sus labios, no sabe porque dijo eso, las palabras simplemente salieron de su boca y trató de improvisar una respuesta.

—Quiero..., em...—apretó sus ojos—. ¿Ir a la playa?

Abrió un ojo para ver su reacción, lo miraba confundido.

—¿Ahora mismo? —se volteó, alzando su cuello hacia el balcón—. Estoy bastante seguro que la playa está cerrada, es casi medianoche.

—Oh...—dijo en un falso tono de decepción—. Bueno..., será otro día.

Yeonjun aún mantenía su mirada en el balcón. Estaba preocupándose que lo estuviera considerando. Desde que vivía allí, no se encontró con algún paparazzi espiando desde la playa, nadie los vería. Pero, estaría oscuro.

—Vamos a intentarlo.

—¿Seguro?

No respondió. Extendió su mano y Soobin, tragando saliva, la tomó.

Los dos, con una toalla en mano, se dirigieron a la zona de la piscina, donde se encontraba el amplio muro que los separaba de la colina que separaba la playa de las casas. Era demasiado alto para escalarlo, por lo que utilizaron la mesa en la esquina. Soobin subió primero y tiró del brazo de Yeonjun para ayudarlo.

Sentados en la cima del muro, observaron hacia el frente; debían caminar varios metros cuesta abajo para llegar a la arena, y a pesar de que el área estaba iluminada por la parada de salvavidas, no abarcaba lo suficiente. Las olas aparecían de sorpresa, saliendo de la unión del mar y el cielo en una única pantalla negra.

Sus pies tocaron el pasto y Yeonjun parecía más pálido de lo normal, con el viento revolviendo su cabello, como destellos dorados y brillantes. Deslizó la mano por su brazo, hasta atrapar sus dedos temblorosos con los suyos, y formó una leve sonrisa para reconfortarlo.

Yeonjun se relajó en su tacto y lo miró, con una expresión de agradecimiento. La brisa golpeó nuevamente sobre ellos, y sus ojos se fueron instintivamente por el alrededor, montones de paparazzis estaban escondidos en los arbutos, la arena y carpas.

Estaban tomados de la mano, fuera de las cuatro paredes de una habitación.

Sintió un apretón en su mano, y todo desapareció con el viento. Encima de la colina, bajo la luz del sol y con el mar de testigo, solo eran ellos con los dedos entrelazados.

Besó su muñeca, con los ojos en él, calmándolo de ese modo, asegurando que nadie podría verlos. Soltó un suspiro. Estaban bien. Podían hacerlo. No lo sabría nadie.

Corrieron cuesta abajo, ahogando gritos por lo empinado que estaba y como sus pasos aumentaban de velocidad en consecuencia. Cuando sus pies empezaron a hundirse en la arena, tropezaron tantas veces, que al llegar a lo más lejos que las olas alcanzaban de la orilla, estaban jadeantes y agotados.

Extendió la toalla en la arena, dejándose caer en ella, y cerrar los ojos. Su brazo estaba siendo jalado de forma constante.

—Vamos a nadar.

En otra ocasión, le respondería que lo vería desde allí. La noche parecía mucho más profunda, sin la luna de fondo reflejando alguna luz, inundaba su pecho de preocupación de que las olas pudieran tragárselo. Se incorporó y empezó a quitarse las medias.

No pudo evitar, enfocar su vista en él. Yeonjun tenía la mirada fija en el mar, mientras sus manos arrastraban la camiseta por la longitud de su torso. Podría ser la distracción o que el tiempo se volvió extremadamente lento, aquellos segundos de cada centímetro de piel descubriéndose fueron alargados; la curvatura de su espina dorsal, los músculos de los hombros flexionándose cuando la prenda se ha sido retirada por completo.

Cuando se voltea, completamente concentrado en retirarse las medias, Soobin puede ver un poco más; hombros rectos y contorneados, el relieve en su pecho, no es completamente recto de la cintura y una cicatriz fruncida desde el costado de la costilla izquierda y terminaba por encima del ombligo. Podría causar desilusión como te distraía de la definición de su abdomen. Pero a él le gusta. Yeonjun lo hacía ver como el último grito de la moda. Como si tener una marca tan grande lo volvía más atractivo. Se siente atraído a tocarla, y descubrir si su textura era rasposa como lo parecía, o si era tan suave que podía deslizar sus dedos en ella.

No solo la cicatriz; el pecho, el cuello, lo afilada que era el hueso de su mandíbula. Estaba mirando detenidamente todos los lugares donde pasaría sus manos, y reconoce que desea cubrirle la cintura, solo para saber que se sentía bajo sus palmas sin una tela como barrera. Se sorprendió a sí mismo deseándolo tanto, su respiración agitarse cuando sus ojos se fijan en él. Ahora no puede decidirse si prefiere verlo con una camisa, o es una escultura hecha con las finas manos de una artista; con esa sencilla sonrisa ajena a lo que estaba causándole.

—¿Te vas a quedar así?

Su pregunta lo despierta y por un momento, desea que no la hubiera dejado salir. Porque ahora mira sus propias prendas, y todo lo que pasa por su mente es si podría provocar algo en Yeonjun, verlo de esa manera.

No está...preparado aún, no para ser visto así. Tal vez Yeonjun sienta esas cosas por él, y no se lo ha confesado por los momentos. Esa posibilidad lo asusta aún más, que pueda verlo, desearlo y esperar una oportunidad para...

Y si lo hace, ¿Soobin que hará? Conoce lo que debe pasar. Detesta saber qué hacer. Porque nada de lo que piensa es parte de su propio deseo, es un manual de cosas. No quiere ser deseado aún, no quiere ser visto así, no quiere...

Sacude frenéticamente la cabeza y se incorpora, hundiendo las manos en sus bolsillos.

—Estoy bien así —responde—. Hace mucho frío.

Yeonjun no se lo cuestiona, asiente levemente y lo espera para caminar hacia el mar. Los dos se acercan a saltando por lo densa de la arena, y el agua estaba tan helada, que ahogaban gritos de dolor mientras se sumergían.

No debió quedarse con la prenda. Soobin estaba incomodo con la tela volviéndose pegajosa en su cuerpo, pero sufría un poco menos por las temperaturas.

Flotaba en un mismo punto, observándolo nadar a su alrededor, revolotear porque le aseguró que sabía hacer la técnica de la mariposa, a pesar de que sus movimientos se asemejaban a un sapo; saltos y chapoteos desordenados.

—No entiendo que estás haciendo —no puede dejar de reírse.

Saca la cabeza del agua y cree que está hablando con él, pero mostrándole la nuca.

—¡Quiero que veas que soy un profesional!

Su mano se eleva y sabe que está estrujando sus ojos, porque finalmente se voltea hacia él, con una amplia sonrisa y tiritando de frío.

—Ven aquí, estás temblando. —dice Soobin.

Nada hacia su dirección, y se arrepiente de hacerlo. Su piel es más pálida en los hombros, y tiene los músculos tensos. Se convence a sí mismo que solo se preocupa que no sufra de una hipotermia.

Bueno, eso era una mentira.

No dejaba de pensar en qué otra cosa va a pasar.

Quiere tocarle la cintura. Ansia apegarlo a su pecho, conocer la extensión de su espalda. Y al mismo tiempo, le aterra que Yeonjun piense lo mismo, que desee conocer más de lo que pueda mostrarle.

Entonces, los brazos de él se deslizan en su nuca, son zonas seguras.

Los dedos están quitándote los mechones oscuros de la cara, le gusta eso.

Tiembla como nunca, pero no trata de acercarse. Es tonto. Necesita su calor. Y no está buscandolo.

Soobin lo atrae a sus brazos y él apoya el mentón en su hombro. Se deja abrazar. Deja que se encargue de todo. Está otorgándole el control. Y no sabe qué hacer con eso.

¿Cómo puede tenerlo todo y no saber que quiere?

Quiere besarlo.

Y lo hace.

Se aparta un poco, y une sus labios. Yeonjun le corresponde con calma, su boca tiembla. No sabe cómo soporta el frío, sin tratar de conseguir algo más de calor. Soobin se lo da, aunque no lo pida.

Lo estrecha entre sus brazos, lo sostiene como quiere, sus dedos se aferran a su piel. Jadea en su boca. No es suficiente, sigue temblando, y él sigue apretándolo, hasta que no había distancia existente entre ambos. Siente su pecho contra el suyo, el choque de sus pelvis y el suave gemido que ahogó entre sus labios. Las olas lo mueven de un lado a otro, y continúan impactando, hasta que sus piernas se entrelazan y ahora son un nudo.

Existía un lenguaje no verbal entre ambos; uno donde sabía cómo tocarle el cuello, con el pulgar y eleva su mentón como abrir una botella. Soobin aprieta los ojos cuando traslada sus labios ahí. Tiene la tonta teoría de que todo el estudio anatómico que hizo para dibujarlo, también lo usó para entenderlo; de otra manera, no tenía sentido como descubrió donde besarlo para que su cuerpo se estremeciera, y que área su lengua debía encontrar para que dejara de sentir que flotara solo con el agua.

¿Cuánto tiempo has deseado esto? Se preguntaba. Sabía lo que hacía, y aun así, no dejaba de ser gentil, su dedo tanteaba y esperaba una respuesta. No podía hablar, su cabeza se limitaba a asentir y suspiraba al sentir aquellas manos tocarle el pecho. La desesperación que le provocaba cuando se detenía a la mitad de su abdomen. Es torpe. Es tímido. No tiene un plan. No sabe los pasos. Está haciendo lo que quiere. Todo lo que quiere le gusta. Solo quiere hacerlo sentir bien, no intenta nada más.

No pienses en los pasos, se dice a sí mismo, piensa en lo que quieres.

Toca su clavícula. Siente lo agitado que está su corazón en su pecho. Lo aprieta más cerca, para que perciba el suyo. No puede respirar, y es complicado mover su mano, pero lo hace. Intenta sentir su cicatriz. Es suave. Es tersa. Es firme cuando choca con los músculos de su abdomen. Yeonjun lo besa, y es caótico como se necesitan, buscando lo que quieren en los labios del otro. Jadeando y gimiendo, y el mar rugiendo con ellos.

Sus dedos estaban alcanzando el borde de los pantalones, y Yeonjun se remueve.

—Bin...nie, espera —su voz era ronca y le faltaba el aire, no podía hablarle de esa manera. Lo observó aclarar su garganta—. Nos está tragando el mar.

Sus palabras lo despertaron de su ensoñación, y miró a su alrededor. Las olas se volcaban furiosas contra ellos, y los habían arrastrado varios metros lejos de donde se encontraban. Era una escena aterradora frente a ellos, un amplio cielo negro que los estaba atrayendo.

No era lo más cómodo, pero tomó con fuerza su mano para empezar a nadar contra la corriente. Sintió un inmerso terror de que el océano decidiera castigarlos, y lo separara de él. Nadó con fuerza, y corrió lo más rápido que pudo a la orilla. Aun cuando se desplomaron en la toalla, no lo soltó.

Sus pechos subían y bajaban, intentando regularizar su respiración. Las estrellas finalmente aparecieron, añadiendo puntos de luz salpicados por todos lados. Rodó fuera de la toalla y cubrió a Yeonjun con ella, seguía temblando.

—¿Estás bien? —asintió levemente—. ¿Quieres volver?

Sacudió su cabeza y se colocó de lado.

—Déjame recuperarme —jadeó—. Pensé que nos íbamos a ahogar. Fue aterrador.

Deslizó su mano sobre él y lo abrazó, Yeonjun se acerca más y presiona sus labios contra su sien. Soobin lo mira fijamente; con las mejillas sonrojadas y los mechones puntiagudos en su frente, se los aparta con cariño, pero llena su piel de arena. Toda se estaba adhiriendo a su ropa mojada. Toma el extremo de la toalla y trata de arreglar el desastre, hasta que lo escucha reírse.

—Está bien —lo detiene y besa su mano—, quedémonos así.

Ambos se miran, el mar es más tranquilo cuando están a múltiples metros de distancia, incluso el viento hacia una suave melodía. Es extraño para Yeonjun tanta paz, porque todo lo que escucha de noche son los ruidos de la ciudad. Los coches, las personas de fiestas, las peleas. Pero justo allí, era como estar en otro punto de la tierra donde reinaba una tranquilidad casi mística.

Yeonjun hace trazos aleatorios sobre la arena, hace estrellas de diferentes formas, el sol, la luna.

—¿Hay algo más que quieras? —preguntó en voz baja, solo para él.

Se toma su tiempo para pensarlo, y empezó a dibujar con él, pero ya no está prestando atención a lo que hace.

—Quiero...—pronuncia despacio y pausado— mudarme contigo.

Escucha un sonido de impresión, por lo que su mirada se posa en él. Yeonjun lo mira con amplios ojos.

—¿Quieres vivir conmigo? —asiente despacio— ¿Dónde?

Asiente suavemente.

—En Sunset Strip.

Apoya su cara del brazo y tiene la mitad de la mejilla llena de arena.

—Hay un sitio estupendo —afirmó—. Era el lugar donde pensaba vivir antes de comprar esta casa. Tiene unas vistas asombrosas, puedes ver todo desde allí, y la seguridad del edificio es excelente. Me gusta mucho. Y.…—balbucea, y muerde sus labios.

—¿Crees que me pueda gustar?

Asintió.

—Creo que podemos vivir allí —dice tímidamente—. Podrías adueñarte del balcón para pintar y yo, bueno, aprenderé a cocinar. Y haría que Hellen lo limpie cuando no estemos en casa. Es discreta. No le importa mucho lo que hago.

La forma en que su voz se volvió animada y usaba sus manos para describir los detalles, como si fuera un tema que le causaba ilusión. Yeonjun no pudo evitar sonreír, y entristecerse al mismo tiempo.

No podían hacer eso.

La frecuencia de sus visitas era bastante arriesgada, y hacían malabares para lograrlo. Inventando rumores sobre no soportarse, para que nunca los relacionen en el mismo lugar.

Vivir juntos..., era sumamente peligroso.

—No.…podemos —jadeó, notando como su mirada perdía el brillo—. Es difícil.

—Lo sé —suspiró, alzando y bajando los hombros, más arena en su rostro—. Pero, es bonito pensar en eso.

Sus comisuras se contraen, y toma su mano, Soobin la aprieta.

—¿Qué piensas sobre eso?

—Sería lindo. Me gustaría verte todos los días. Realmente...me gusta tenerte aquí, conmigo. Es mejor así..., amo cuando solo somos nosotros y podemos ser..., eso.

Quiso responder, pero continuó, y dejó que soltara todo lo tenía para decir.

—Y amo que la casa tenga olor a limón, y amo saber que es por ti. Amo ver tus zapatos en la entrada, tus llaves en mi mesa y cuando dejas tus papeles en mi sofá, o la taza de café a medio tomar al lado de la piscina.

No pudo evitar reírse por las menciones de su desorden, pero él no lucia molesto por ello, lo decía con los ojos muy abiertos.

—Amo que uses mi ropa, mis medias, mi jabón, mis toallas, mis sabanas.

Soobin apoyó las manos en su cuello, acercándose levemente. Abrió sus labios para él, pero no lo besó, acariciaba su nuca con delicadeza.

—Amo tus mejillas, tu nariz, tus orejas, tu cara —jadeó sobre su rostro—. Tus ojos. Amo tanto tus ojos. Los amos, los amo.

Sus ojos escaneaban su rostro y una sonrisa amplia iluminaba su rostro, tenía los hoyuelos tan profundos que sus manos ansiaban poder hundir su dedo en él.

—Y amo tu cabello —desliza los dedos en sus mechones—. Amo que seas como el sol. Eres tan dorado. Es hermoso. Amo que sea así.

Su rostro brilla bajo la noche, la luz pálida que los rodeaba hacia su piel más clara, su cabello más negro, sus ojos brillaban y es toda una canción de amor, una que quiere cantar siempre para volverlo a ver.

—Cariño...

—Y amo tus ojos.

Yeonjun sonríe.

—Ya dijiste eso.

—Los amo. —repitió.

—Ahora lo sé.

—Y yo te...—se detuvo.

Todo lo que sale es un jadeo.

Yeonjun lo miraba expectante, con el rostro ruborizado y el mentón alzado. Movía levemente las cejas, invitándolo a seguir. Pero, sus labios se mantienen sellados en una línea recta, ya no puede continuar.

Sacude levemente su cabeza. Podría ser algo telepático, como Yeonjun lo comprende y emboza una levemente sonrisa. Su vista se vuelve hacia el dibujo de Soobin, y se percató que encima de ellos, había encerrado una «Y» y una «S» en un corazón disparejo.

—Creo que me equivoqué.

Abrió la toalla, y lo rodeó con sus brazos. Le gusta cuando choca contra su pecho, es una calidez de verano.

—Eres más romántico que una roca.

Soobin rueda sus ojos, y lo besa.

—No me conoces aún.

 

Chapter 30: Michigan

Chapter Text

Older y The Crown se estrenaron con una semana de diferencia en octubre, disputándose cuál era la película más taquillera del año. Y las promociones fueron igual de intensas, enfrentamientos mediáticos por ver quién sería el galán del año: Soobin, como el apasionado Duque o Yeonjun, como el encantador asesino.

Cuando llegó noviembre, el resultado de la batalla se había esclarecido; Soobin ganó en la venta de entradas, pero Yeonjun se robó todos los titulares por su escandaloso triángulo amoroso entre Odette, y su coestrella Bella Dust. Los medios aseguraban que se había enamorado durante las filmaciones, pero estaba confundido.

Yeonjun partió primero que él a Michigan, cuando los rumores de una posible infidelidad empezaron a ser tomados como hechos. Necesitó desaparecer del ojo público para recuperarse. Nadie hablaba sobre como era su segundo éxito desempeñándose como productor.

Soobin solo pudo seguirlo después de un par de días.

Para ser discretos, informó en Estudios Carpem que viajaría a Florida, y pasó dos días allí, antes de finalmente tomar un vuelo a su verdadero destino. Era un plan agobiante, por todo el tiempo que pasó en un avión. Pero, no podían arriesgarse, especialmente cuando no podían ser vistos en un mismo lugar o atrapados viajando hacia la misma dirección. Haber tenido relaciones tan públicas le enseñó bastante cómo mantener un secreto, nadie puede verte si tú no se lo permites.

Por lo cual, cuando aterriza en Wayne County Airport, lo primero que hace es ir al baño y colocarse un gorro que cubra parte de su carta, y lentes oscuros que combinaban con el amplio abrigo gris que traía encima. Y cuando salió, no era de extrañarse que pocas miradas lo siguieran. Estaba tan helado, que las personas miraban hacia abajo mientras se abrazaban a sí mismas para conseguir algo de calor.

Yeonjun se lo había comentado, que el invierno era bastante fuerte. Soobin se percató que cometió un error al escoger Florida para desviarse, el clima allí era mucho más cálido. Pero, ahora su cuerpo tiritaba y sentía su garganta quemar por el cambio de temperatura.

Llegó a la entrada, empujando la única maleta que trajo y un bolso de mano. No sabía cuánto necesitaría llevar, por lo que trajo lo que pensó que era necesario para un mes. Normalmente Sue era quien le llevaba su vestuario a los viajes para filmar, y él se encargaba de su ropa de descanso cuando terminaba de trabajar.

Se quedó embelesado al ver todo cubierto por una gruesa capa de blanco, estaba nevando en ese momento, pequeños copos caían desde el cielo y formaban ligeras montañas en el suelo. Enfocó su vista en los autos, intentando divisar alguno que se pareciera a la descripción que recordaba. Y lo encontró, un Chevrolet Corvette discretamente estacionado en una esquina.

Corrió hacia el vehículo, arrojando su maleta y el bolso en el asiento trasero. Al tomar el puesto de copiloto, finalmente lo vio. Yeonjun estaba allí. Usando un abrigo azul, encima de unos sencillos pantalones sueltos que nunca le había visto puestos antes. Tenía un gorro cubriendo su cabello y llevaba lentes oscuros.

Ninguno de los dos dijo alguna palabra, él condujo en silencio fuera del estacionamiento del aeropuerto. Mientras que todos tomaban la calle principal, giró el vehículo hacia otra dirección. Al pasar de los minutos, dejó de ver los edificios a la distancia, convirtiéndose en montañas. Las diversas vías se convirtieron en dos, que iban en dos trayectos paralelos. Después, los rodeaban amplios arboles verdes y blancos, algunos sin hojas y otros destrozándose por el peso de la nieve.

Soobin se quitó los lentes, menos vehículos pasaban cerca de ellos, y en algún punto, eran los únicos conduciendo en esa ruta.

Yeonjun se estacionó a un lado de la carretera, y lanzó las gafas lejos de su cara. Soobin se impulsó de su asiento y más que reunir sus labios, chocaron. Puso las manos en su cuello y sintió las de él deslizarse en sus costillas, los dos jadeaban sobre las bocas del otro, y los cinturones hacían fuerza en sus hombros.

Se besaron todo lo que no pudieron en esos días separados, y todo lo que probablemente no podrán mientras estén en casa de Yeonjun. Había algo especialmente eufórico cuando tenías el deseo de hacer algo que no te corresponde, como empujar más cerca a la persona que tampoco debes querer.

En medio de la nada, con la nieve cubriendo las ventanas hasta volverlas completamente pálidas, era el panorama más emocionante para quitarle el gorro y acariciar esos mechones dorados a su gusto.

El sonido del claxon de un camión pasando, envió a cada uno de regreso a sus asientos, recuperando el aire mientras sus pechos subían y bajaban, y sus mejillas sonrojadas. Yeonjun apretó con fuerza el volante, mordiendo su labio inferior y lanzó una mirada de tímida a su dirección. Soobin soltó un sonido, conteniendo su risa.

—Se me había perdido algo. —pronunció en un tono despreocupado, aunque su rostro decía lo contrario.

Aclaró su garganta.

—¿Lo encontraste?

Yeonjun asintió y señaló las gafas en su mano.

—Sí, aquí están.

—Esos son míos.

—Oh —en un torpe movimiento se los entregó—. Disculpa —miró hacia el suelo—. Creo que aún se me perdió algo.

—Claro, claro.

Con un dedo, lo empujó. Soobin hizo lo mismo con dos. Y en algún punto estaban peleando con ambas manos, atrapando las ajenas para evitar que pudieran defenderse, carcajeando como niños. No sabe cómo eso se convirtió en un abrazo, uno corto y cálido, y suficiente para ser el saludo que estaba necesitando en ese momento.

—Te extrañé —susurró en su oído.

Yeonjun apretaba sus hombros con tal fuerza, que no era necesario pronunciar aquellas palabras, Soobin ya sentía que lo había echado de menos.

—Te extrañé.

Finalmente, puso el auto en marcha. Le contó que debían tomar esa ruta porque no había puntos de vigilancia policial, por ello podía conducir libremente con la licencia suspendida. De todos modos, en la zona donde vivía, casi todo lo alcanzaba caminando. Salieron de los bosques, y de un lado de la carretera se extendía el lado Missaukee, ahora cubierto por una capa de hielo. Dobló por hacia la calle Linconl y se dio cuenta que decía la verdad; había un supermercado, un restaurante de comida rápida y una farmacia a pocos kilómetros de la comunidad de casas sencillas a la que entraron.

Cada una estaba separa por una considerable distancia, pero eran casi del mismo estilo. Sin embargo, la última casa, donde estacionaron, era visiblemente diferente. Podría ser por su tamaño más pequeño, o que estaba pintada de un color azul claro que desentonaba con el techo rojo. Cuando bajaron del vehículo, se percató que tenía un frente improvisado, un pequeño espacio de madera con sus propias escaleras y pilares altos.

Yeonjun tomó su bolso y casi recogió su maleta si no fuese porque Soobin se negó, preocupado del que podrían pensar.

—Si no me ven siendo un buen anfitrión contigo —le dijo mientras caminaban al interior—, me van a regañar a mí.

Dudaba en la veracidad de sus palabras, pero no le hizo caso. Estaba luchando para llegar a las escaleras, la nieve hacia que sus piernas se hundieran y Yeonjun tuvo que extenderle su mano para poder llegar a la entrada.

—Yo hice esto —confesó con una mezcla de timidez y orgullo—. También cambié esta puerta.

Eso verdaderamente lo impresionó, ya que era un panel corredizo. Yeonjun lo empujó a un lado con ambas palmas y los dos entraron. Había una alfombra en el recibidor, justo donde sus pies mojados resonaron como una esponjan. Yeonjun gritó algo en coreano y luego se volteó hacia él.

—Quítate los zapatos.

Soobin empezó a retirárselos tímidamente, colocando una mano sobre la pared para sostenerse, estaba pintada de rojo y había un mueble para los zapatos, donde Yeonjun guardó los suyos y le extendió unas pequeñas sandalias de un tono crema, también había unas para él.

—Ponte estos —le indicó—. Es lo que usamos en casa.

Le hizo caso, eran de plástico, y estaban algo frías. Por suerte, la calefacción estaba encendida y empezaban a sudar debajo de los abrigos, los cuales también se retiraron. Había un perchero cerca de una mesa llena de papeles, con un abrigo color azul, y Yeonjun colocó los suyos de tal manera en que no rozaran con ese.

—Es de mi mamá —le explicó—. Es su favorito.

Ambos avanzaron por la casa, era tan pequeña como se veía desde afuera; había un altar hacia una estatua de alguien que no conocía, un sofá de madera, una mesa al medio con algunos trazos de tela y moldes. Y un televisor de aspecto económico encendido encima de una mesa de doble compartimento, en la parte de arriba estaban algunas fotos, al igual que en todas las paredes, pero estas se mezclaban en pinturas e imágenes. Cuando se acercaron a lo que pensó que era el comedor, se percató que algunos cuadros estaban pintados por Yeonjun.

Sí era un comedor, y se sorprendió de que la mesa estuviera a la altura del suelo, pero también estaba la cocina, pintada de ocre y reducida a una esquina. Allí estaba una mujer, con el pelo negro invadido por canas se enjuagaba el sudor de la frente con la manga de su vestido. Estaba cortando algunas verduras y algo estaba encendido en la estufa. Escuchó sus pasos, elevando su mirada hacia ellos.

Era exactamente igual a Yeonjun, con esa particular forma de ojos, la nariz angosta, y los lunares en el rostro. Y la forma en que le sonrió, dejando la tabla y el cuchillo en la mesa y acercándose a ellos a pasos veloces. Soobin hizo una torpe reverencia torpe hacia ella, con Yeonjun acompañándolo.

Chilló algo en coreano con una voz madura y profunda, lo que no combinaba con su rostro. Debe ser muy evidente su confusión, porque soltó una risa alegre.

—¡Disculpa! —su voz cambió totalmente, ahora era más aguda—. Eres tan guapo, ¿ya te lo habían dicho?

Había algo muy distinto en que una mujer mayor con un rostro tan amable te diga que eres guapo, con una sinceridad que no es comparable con nada.

—No muy seguido —respondió en un tono calmado—. Pero, ¿a usted le han dicho que es una mujer muy hermosa?

—¡Ay, hazme el favor! —movió sus manos, restándole importancia y miró a Yeonjun—. Tu amigo me está haciendo sonrojar, ¿de dónde sacaste una criatura tan bella?

Yeonjun observó a su alrededor, fingiendo que Soobin no existía por unos instantes, y se señaló a sí mismo.

—¿Estás hablando de mí?

Su madre se acercó a él y le dio un par de palmadas en la espalda, Yeonjun empezó a quejarse mezclando idiomas, pero Soobin teorizaba que no estaba pronunciando las mismas malas palabras en coreanos.

—Anda a cuidar de la sopa —lo regañó y se fue hacia Soobin—. Ignora ese tonto, desde que empezó a ser famoso ahora es un insolente.

—¡Te escucho, mamá!

Ella puso los ojos en blanco y tomó las manos de Soobin, tenía callosidades, pero la amabilidad de tu tacto lo volvía el más suave que había sentido. Lo condujo hasta la mesa en el suelo, y la ayudó a tomar asiento, tomándola de ambos brazos, se percató que tenía una cicatriz profunda desde el inicio de su muñeca hasta donde le terminaba el codo.

Lanzó una mirada a Yeonjun en busca de apoyo, este sonreía hacia ellos con una cuchara gigante en las manos, pero cuando sus ojos se encontraron con los suyos, fingió que estaba fastidiado.

—Soy Younjin —se presentó a él, llamando su atención—. Puedes decirme tía. Mi esposo está en el trabajo, pero ya pronto llegará. Está muy emocionado por conocerte.

Frunció ligeramente el ceño en confusión, al recordar que los padres de Yeonjun no tienen necesidad de trabajar y después, se limitó a asentir porque lo había entendido todo.

—Soy Steve, tía —dijo, en cambio. Ella soltó una ligera risa por su pronunciación—. ¿Lo dije mal?

—No, Steve-ssi, tienes una voz muy adorable —aseguró, colocando una mano en su hombro—. Eres demasiado guapo, ¿vienes de una línea de la realeza? Viví en Busan y Seúl casi toda mi vida, y nunca había visto a alguien tan guapo como tú.

Entonces, todo este tiempo estuve equivocado, pensó. La gente como ellos si se ve como Yeonjun, pero no como Soobin.

—Realmente no lo sé...—vaciló un poco en responder—. Soy adoptado, ¿tal vez lo sea?

—Definitivamente lo eres —ella afirmó, asintiendo con la cabeza—. Nuestros reyes y reinas eran las más hermosas del país, y te pareces a un príncipe, pero no logro recordar su nombre.

—¡Mamá, no toda persona que consideres guapas, son de la realeza!

—¡No seas envidioso, Yeonjunnie! —puso sus ojos en blanco y se dirigió a Soobin—. Detesta que llame a alguien más guapo, jura que es el único de buen aspecto.

—Lo soy.

Yeonjun apareció cerca de ellos, tomando asiento al lado de su madre. Tenía una taza de arroz con unas hojas verdes oscuras encima, y las mezclaba con unos palillos pálidos.

Younjin lo golpeó en el hombro, haciendo que se sobresaltara.

—¡Junnie! —chilló—. ¿Cómo puedes comer si no le ha ofrecido nada a tu invitado?

Estuvo a punto de quejarse, pero la mujer le quitó la taza de las manos y se la entregó a Soobin, con los palillos incluidos.

—Toma Steve, seguro tienes mucha hambre después de tu vuelo —Yeonjun soltó un alarido—. Y tú, anda a buscarle jugo. Eres muy maleducado. Ni siquiera le llevaste su equipaje a la habitación.

Le lanzó una mirada de «te lo dije», y se levantó a cumplir con la orden, dejando a su lado un vaso de té de limón y desapareciendo hacia la sala.

Soobin se sintió inmediatamente intimidado por todo. Los palillos, el no saber qué era lo que comía y la mirada atenta de Younjin ante todas sus necesidades.

Intentó comer en silencio, aunque los cubiertos se le resbalaban de los dedos, nunca antes había comido usando palillos, y tampoco conocía el sabor de las algas, que eran dulces y saladas a la vez.

—Yo me encargo de esto —tomó su taza y vaso vacíos—. Ve a cambiarte, Steve-ssi, el almuerzo estará listo pronto.

—Lo agradezco mucho. —hizo una reverencia ahí sentado.

Se puso de pie y ayudó a la mujer a hacer lo mismo, ella le hacía señas para que se fuera, pero él se encontraba un poco perdido. Caminó hacia la sala y lo tomó como eje central para ubicarse, al lado de la estatua, estaba otra puerta y al lado de la conexión con el comedor, estaban dos más. Una de ellas estaba abierta, por lo que se dirigió a allí.

Era una habitación minúscula pintada de un naranja oscuro, y dos ventanas medianas con persianas color crema. Tenía un armario mediano y un cesto de ropa, donde estaban posadas las maletas de ambos. Además, en la otra esquina estaba un escritorio de madera y una mesa baja con una lámpara que iluminaba más que el aro de luz en el techo. En el suelo estaba un edredón acolchados, con una almohada delgada y una manta.

Yeonjun estaba empujando la «cama» hasta que estuvo un par de metros cerca del armario, y dejó caer otro edredón a un lado, creando una distancia donde se podía caminar.

—¿Duermen en el suelo?

Su voz lo asusta, estaba muy concentrado en escoger una manta. Asintió.

—Es más cómodo de lo que crees —aseguró y señaló la cama ya lista—. Esta es la tuya y yo duermo allí —indicó la más apartada—. Recuéstate, quiero que veas algo.

Soobin le hace caso, dejando caer su espalda en la cama que se le había asignado. Yeonjun hizo lo mismo, y señaló hacia el techo.

—Mira allí.

Fijó su vista allí, y abrió su boca de asombro.

Estaba pintado con un paisaje del cielo nocturno en tonos morados y azules, con nubes esponjosas y ligeramente rosadas y en la parte inferior algunas casas levemente detalladas, con techo en formas de triangulo y rodeando unas montañas amplias, cubiertas de verde y gris.

—¿Lo hiciste tú? —se giró a mirarlo y Yeonjun asintió.

—Ahí vivíamos —dijo con cierto tono de nostalgia y señaló las montañas—. Ese es Parque Nacional Bukhansan, en primavera era más que hermoso. Y podía verlo desde mi casa. Tenía este sueño de niño de abrir un puesto de ventas allí, quería tener una excusa para quedarme siempre. Pensé en vender mi arte.

—Estoy seguro de que lo conseguirías —afirmó—. Con el puesto o no, estarías siempre allí.

Pudo notar como el centro de las cejas se le tensó, estaba pensando en ello y le afectaba.

—Bueno —acomodó su postura—, ya no podemos saber si será así.

—¿Quisieras volver?

—No —podía estar diciendo o no la verdad, era difícil de descifrarlo cuando se trataba de ese tema—. Todo es más sencillo ahora.

Antes de que Soobin pudiera responder, una voz masculina hablando en coreano resonó por toda la casa. Se percató, además, que al ser tan pequeña podían escuchar las conversaciones de los demás. En esos momentos, Younjin y esa persona que estaba teorizando era el padre de Yeonjun, estaban hablando.

Toda la nostalgia y añoranza en el rostro de Yeonjun desapareció, dejando una expresión difícil de descifrar. Se levantó en silencio y le tendió la mano a Soobin, de la cual se apoyó para levantarse.

—Vamos a cambiarnos.

 

El almuerzo fue tan extraño como Soobin lo estaba sospechando.

Ambos regresaron al comedor después de modificar su ropa a unos sencillos pantalones y camisa informal, Yeonjun usaba prendas que nunca antes vio en él, y le explicó que su madre era costurera, y prefería utilizar lo que ella le creaba en casa.

—Es más cómodo —afirmó—. Y, además, nadie es tan talentosa como ella.

Los tres tomaron asiento en la mesa, estaba lleno de platos y tazas hasta el tope de comida, y los acompañó el padre de Yeonjun poco después.

—Soy Sehoon —se presentó ante él—. Tú debes ser el amigo de mi hijo.

Si algo creía que tenía dominado, era el poder controlar sus expresiones faciales, aún si algo lo sorprendía. Pero, cuando vio los ojos de Sehoon oscurecerse, supo que no lo había logrado.

—Soy Steve —se presentó con rapidez.

Tenía la misma forma del rostro de Yeonjun, y los particulares labios con la cúspide alta, incluso tenían las mismas cejas. Pudo haber sido un hombre bastante guapo, a pesar de tener algunas arrugas y el cabello completamente blanco. Pero, una cicatriz que le empezaba a la mitad de la mejilla y terminaba en su barbilla hacía su aspecto grotesco. Era muy similar a la que tenía Younjin en el brazo, y sabe que Yeonjun tiene varias en su espalda, y en el abdomen.

Comieron en silencio, de vez en cuando Younjin le hacía preguntas sobre los platós y hablaba con emoción sobre haber estado en algunos. Sehoon era mucho más callado, pero soltaba algunos chistes de los que no podía evitar reírse.

—Te juro que no hay nadie más insoportable que este jovencito —señaló a Yeonjun con un palillo—. Su abuela siempre decía que era como un zorro, olía feo y andaba escondido y saltando por todos los rincones.

—Estoy seguro que mi abuela hablaba de ti —replicó Yeonjun—. Ella me dijo que tenía miedo de que yo adoptara el mismo hábito de mi papá, y me bañaba dos veces al día.

—Después no quería bañarse cuando llegaba a casa —añadió Younjin—. Decía que lo habían limpiado lo suficiente para resistir una semana.

—Tiene algo de lógica —comentó Soobin.

Los ojos de Yeonjun brillaron.

—¡Lo tiene! —chilló—. Pero, ellos no lo ven así.

—Nosotros te dejamos soñar, hijo —agregó Sehoon y luego hizo una expresión lastimosa—. Pero, tenemos que traerte a la realidad antes de que vueles demasiado.

Yeonjun puso los ojos en blanco y empezó a reírse, de una manera en que nunca antes lo había escuchado. Era como ver otra versión de él, una donde solo era un joven normal divertirse, bromear, encogerse cuando lo reprenden y mirar con cariño a sus progenitores.

Aunque le ha confesado que le cuesta ver a la cara a su padre, cuando lo mira, en sus ojos aún brilla esa admiración y deseo de protección. Deja comidas en sus tazas y está atento a que todos coman lo suficiente, Soobin no ha podido ver el final de su plato a causa de aquello.

—Come tranquilo —Younjin hizo un gesto hacia él—. Yeonjunnie esperará a que termines para lavar tu plato.

—¡Pero, mamá!

—Yo lo ayudaré —Soobin respondió antes de que Yeonjun continuará quejándose—. Soy su invitado, debo colaborar.

La vio limpiarse las manos con las servilletas de tela, y acercó una mano a su mentón. No pudo evitar jadear, porque lo miraba con una sonrisa muy amplia y brillante, y era imposible no sentirse enternecido por su rostro tan amable.

—Siéntete como en casa, Steve-ssi —lo acarició suavemente.

Sehoon también dejó caer su palma en el hombro de Soobin, llamando su atención.

—Por este mes —sonreía con tanto cariño, que la cicatriz ya no parecía tan grotesca. Casi era bonita—, nosotros seremos tu familia.

Esas simples palabras derritieron algunas barreras en él, y apretó los labios cuando sintió sus ojos picar. Lanzó su vista a Yeonjun por ayuda, el cual estaba sonriente hasta que se percató de su mirada húmeda.

—En ese caso —interrumpió él—. Va a ayudarme con la puerta del jardín.

—Ay, hijo —toda la atención se fue a Yeonjun, Soobin se limpió los párpados con las mangas—. Solo tú quieres trabajar cuando estamos a menos de ocho grados.

Chapter 31: Sobrevivir

Chapter Text

Esa noche, Soobin se colocó su pijama más abrigada color rojo y se introdujo debajo de la manta. Pensaba que viviría una noche helada, pero se sorprendió al sentir el peso de la cobija sobre su cuerpo, y a los pocos minutos tuvo que sacar una pierna porque empezaba a hacer calor.

Yeonjun tenía la mirada fija en el techo, y se mantenía en silencio. Pensó que estaba hipnotizado con su propia creación. Con la lámpara de la esquina iluminando, los colores de la pintura parecían más vivos que nunca. Era la perspectiva de alguien observando desde una ventana, compactada con añoranzas y curiosidad por el mundo que le esperaba. Y al mismo tiempo, transmitía el triste recuerdo de algo que ya no volverá a ser.

—¿Estás bien?

Yeonjun asintió.

—Creo que lo estoy —se giró a mirarlo—. ¿Estás bien? ¿Te gustó tu primer día aquí?

—Es un bonito lugar.

Eso lo hizo reír.

—No es nada a lo que estás acostumbrado, ¿no?

—Es mi primera vez en casa de un amigo —se sintió raro decir «amigo», Yeonjun alzó una ceja con diversión hacia él—. Quiero decir que nunca tuve amigos cuando era niño, todo lo que tuve fue compañeros de set. Esto es un poco nuevo para mí.

—No estés nervioso —afirmó—. Mi madre está feliz de juntarse con otro coreano, tu sola existencia es una razón para que ella quiera darte todo. Me sacaría de aquí si pudiera, así tienes una habitación para ti solo.

—Eso es nuevo para mí —confesó en voz baja—. Qué alguien esté conforme con mi sola existencia.

Su mirada fue extraña para él, fue una mezcla de diversión y al mismo tiempo, de cariño.

—Estás mintiendo.

Formó una expresión de confusión, Yeonjun se apoyó sobre su brazo y se acostó de lado, mirándole.

—Tu sola existencia me hace feliz a mí, Soobin —dijo—. Pensé que lo sabías.

Sacudió su cabeza suavemente.

—Yo... no....—balbuceó, ¿cómo podía decirle algo así de forma tan casual? —. No lo sabía.

—Ahora lo sabes.

—Ahora lo sé.

Yeonjun estiró su mano hacia él, Soobin no pudo evitar fijarse en la puerta antes de finalmente empujar sus dedos con los ajenos.

—Quisiera que estuvieras más cerca. —confesó.

—También quiero lo mismo —miró la franja de suelo que los separaba—. Pero, no podemos.

Sintió su pecho doler.

—Me conformo con esto —aseguró, ignorando la extraña sensación que lo invadió—. ¿Puedo preguntarte algo?

—¿Sí? —murmuró suavemente.

—Es sobre tu padre —la forma en que sus párpados cayeron, le hizo saber que ya conocía su duda—, y tu madre.

Yeonjun se tomó un segundo de descanso y luego aclaró su garganta.

—¿Quieres saber sobre su cicatriz? —estaba tenso, su voz sonaba forzada.

—¿Está bien si hablas de eso?

Asintió levemente.

—Sí, está bien —afirmó—. Es una historia un poco dramática.

—Soy todo oídos.

Yeonjun inhaló aire profundo y lo soltó en un suspiro ruidoso.

—Cuando aún vivíamos en Seongbuk, en medio de la invasión, estuvimos escondidos por muchos años, fingiendo que éramos esclavos o no dejándonos ver. Un día, se dieron cuenta de lo que hacíamos y trataron de reclutar a mi papá a la fuerza —las imágenes venían a su mente como visiones borrosas, el humo, la oscuridad, los gritos en medio de la noche—. Él se negó. No podía irse, les hacían cosas horribles a los soldados coreanos. Se llevaban a las mujeres para otras atrocidades. Y a los niños les cambiaban el nombre, y los llevaban con familias japonesas.

Soobin, de repente, se arrepintió de haber sugerido ese tema. Yeonjun narraba al mismo tiempo que lo estaba recordando, podía verlo en sus expresiones, como abría sus ojos del susto.

—Entonces, iban a asesinarlo. No sé cómo no lo hicieron en ese momento, creo que fue un momento de suerte. Muchas veces simplemente disparaban o tomaban a las personas desprevenidos, los sacaban de sus casas y los molían a golpes. Ellos realmente nos odiaban.

Odiar era una palabra muy simple, era una disconformidad mayor. Estaban haciendo todo lo posible para desterrar su existencia, desde borrar sus nombres hasta destruir sus casas. Yeonjun se forzó a aprender las palabras en japonés que le enseñaban los vecinos para sobrevivir, y detesta recordarlas, porque fue la primera y única vez en que se permitió fingir ser algo que no es.

—Supongo que eran unos soldados inexpertos, lo atacaron y le cortaron la cara —Soobin soltó un jadeo—. Yo era un niño travieso y respondón de nueve años, nunca me quedaba callado ante nada. Así que los enfrenté, y si mi madre no me movía en ese momento, no estaría aquí hoy. Me cortó superficialmente el abdomen, y a ella, el brazo cuando intentaba desviar el arma a otro lado.

Yeonjun suelta un gran suspiro de alivio, había terminado con la peor parte de la historia, y su cuerpo finalmente se relajó. Soobin le apretó la mano y él lo hizo de vuelta.

—¿Te quedó cicatriz?

—Creo que es más fea porque fue un corte grande —declaró—. Pero, tuve la suerte de que no fuera en un lugar que cualquiera pudiera ver. Preferiría que mi padre la tuviera, las personas suelen mirarlo mucho y él dice que es su prueba de supervivencia. Pero, en el fondo sé que le afecta. De una u otra a forma, todos estamos marcados por esto.

—Pero, están vivos —le recordó—. Eso también es una marca buena, una de que sobrevivieron.

Se encogió de hombros.

—Lo puedes considerar así.

—¿Qué hicieron después? —preguntó después de unos segundos de silencio—. ¿Intentaron ir tras de ustedes?

—No fue inmediato, pero sabíamos que pasaría. Así que, cuando escuchamos que saldría un barco a Estados Unidos, no lo dudamos —abrió muy amplío los ojos—. Era jodidamente arriesgado, pero nos juntamos con otras familias y nos escondimos en él. Era un buque a vapor y nos estuvimos en la zona de las calderas, trabajando. Hicieron caso omiso a nuestra existencia, la verdad es que muchos americanos se beneficiaron de nuestra mano de obra por desesperación.

—No parece raro en ellos.

Su comentario le hizo reír, más viniendo de parte de Soobin.

—No sé ni cómo sobrevivimos, casi todos los barcos eran atacados, pero el nuestro llegó a Nueva York —agregó—. Nos mudamos después a Michigan porque escuchamos que no les tomaban importancia a los extranjeros. No era falso. Ellos mantenían silencio de tu existencia, pero no teníamos ningún derecho en los trabajos. Yo dejé la escuela para ayudar a mis padres, solo hubo algo cercano a un descanso cuando empecé a grabar The Smiths.

—¿Por el dinero?

Asintió.

—Y porque Estudios Halleys nos consiguió las residencias, así que muchos problemas ya no estaban.

—¿Eres oficialmente americano?

—Soy coreano —le corrigió—. Con un papel que me dice que puedo vivir aquí.

—Coreano con un permiso.

—Coreano con un permiso —suspiró—. No encaja con mi vida rebelde.

—Encaja perfectamente contigo —afirmó—. Negociaste tu permiso, eso es bastante rebelde.

—Supongo que lo es.

Soobin presiona los labios contra su muñeca.

—¿Puedo decirte algo?

—¿Mmh? —alzó su cabeza hacia él— ¿Sí?

—Creo que después de escuchar lo que me dijiste, estoy un poco feliz con el castigo a Japón. Obtuvieron su karma de alguna manera.

Su tono era de vergüenza, como si le confesó un secreto terrible. En realidad, lo era. Yeonjun se habría horrorizado, si no fuera porque ha pensado lo mismo alguna vez.

—Cuando lo supe, también sentí alivio —admitió bajando su mirada a la barbilla de él—. No puedo mentir sobre eso, habíamos pasado por tanto que es imposible no sentir un poco de satisfacción porque habían sufrido al menos una parte se lo que sentimos nosotros.

—Eso es lo que estoy pensando.

—Pero...—se rascó la nuca—. Al final del día, ninguna de esas personas me conocía a mí. Ni a los que vi morir. Y probablemente tampoco tenían idea de lo que estaba pasando.

—Ustedes tampoco los conocían a ellos, Yeonjun —le recordó—. Eran igual de inocentes.

—Ese es el caso, nosotros ni ellos eran los culpables—declaró—. Me costó mucho verlo así, hasta que me di cuenta que ninguno ganó. Fuimos liberados y no me siento ganador. Ellos no han tenido más problemas después de las bombas, y no son ganadores. Todos somos víctimas de las mismas personas, y ellos siguen al mando, sin reconocer que las heridas de ambos son su culpa. Entonces, somos perdedores.

—Pero, estás aquí —mencionó—. Ahora eres millonario, y vives tranquilo. Tú ganaste.

Sacudió su cabeza.

—Estoy viviendo en otro país que no es el mío, hablando un idioma que no es el que me enseñaron, y actuando como alguien que no tiene nada de la identidad con la que me críe —apretó sus labios y luego se encogió de hombros—. No gané, Soobin, estoy sobreviviendo aún.



 

Vivir en la casa de los Choi era como encontrar cerillos para la chimenea, después de registrar todos los rincones y perder la esperanza de conseguir un poco de calor.

Durante las mañanas, Soobin ayudaba a Younjin con la comida, y por las tardes, Yeonjun se inventaba alguna cosa nueva para reparar. Era imposible la manera en que siempre encontraba el fallo en cosas tan mínimas, y al mismo tiempo aprendió a cambiar el marco de una ventana, arreglar tuberías e instalar una puerta corrediza para el estudio de costura de su madre. Las noches eran de mirar el techo y hablarse en la oscuridad.

Sehoon casi siempre estaba en el sofá o salía, siempre que abandonaba el lugar, Yeonjun miraba la puerta con angustia. Era casi imperceptible, pero lo conocía demasiado bien para saber que aquello estaba molestando.

El cumpleaños de Soobin llegó y era la primera vez que no lo celebraría bajo el planificado itinerario de Estudios Carpem, o la ropa de diseñador que le ordenaban usar para las fotografías. La noche anterior, estaba usando pijamas azules, y la mandíbula le picaba por el crecimiento de vello.

Yeonjun le tomaba las manos, y contaba los segundos para que el reloj anunciara la media noche. Nunca nadie esperó para ser el primero en desearle feliz cumpleaños y al mismo tiempo, tampoco hubo alguien que le importara lo suficiente el decírselo, que estaba feliz de otro año de su existencia.

Gateó sobre el suelo y lo besó, sosteniendo sus mejillas y moviendo sus labios de tal manera, que podía sentir como le decían «Estoy feliz de que estés aquí». Soobin lo abrazó con fuerza en todo momento, tenían varios días sin tocarse ni rozarse, y era grandioso recibir el regalo que más esperaba, a él.

Cuando se separaron, lo miró con ojos amplios y brillantes, pronunció suavemente como un secreto sagrado entre ellos dos:

—Te quiero.

Soobin soltó un leve jadeo, conteniendo una sonrisa que no quería embozar, iba a ser inmensa.

—Te quiero —contestó tímidamente—. Gracias...por estar conmigo hoy.

—Vas a tener el mejor cumpleaños —aseguró en voz baja—. Me haré cargo de ello.

Soobin negó suavemente con su cabeza.

—Ya es el mejor cumpleaños. Estás conmigo, eso es suficiente.

 

Durante la mañana, Younjin le llenó el rostro de besos y lo abrazó con alegría.

—¡Feliz cumpleaños, Steve! —chilló como si fuera el mejor día de su vida—. ¡Feliz, feliz cumpleaños!

Le preparó un amplio desayuno, y una sopa especial de algas, que aseguró que era esencial comer para la buena suerte. Sehoon le dio un abrazo también y le sirvió la comida y Yeonjun estaba a su lado colocando en su plato todo lo que podía robarle.

—¡Es mi desayuno de cumpleaños! —protestó.

—Realmente me gusta esa sopa —dijo en un tono triste—. Solo puedo comerla en mi cumpleaños.

Detesta cuando lo mira de esa manera, con los ojos caídos, es como si no pudiera detenerse a sí mismo de empezar a arrojar algunos alimentos a sus tazas solo para hacerlo feliz.

Cuando terminaron de desayunar, Younjin se cambió a un vestido largo rosa, con un cardigán y rodeó su brazo con el de Soobin.

—Vamos, pequeño —lo empujó suavemente fuera de la casa—. Hoy es tu día, ¡almorcemos helados!

Soobin lanzó una mirada preocupada a Yeonjun mientras se ponía su abrigo. Se quedaría solo en casa con su padre y podía verlo en su expresión que buscaba una señal para salir corriendo.

—Deberíamos invitar a Yeonjun —sugirió cuando estaban bajando los escalones—. Le gusta el helado.

—No, no —ella agitó sus manos—. Hoy es helado especial para Steve, y solo de Steve.

Caminaron con los brazos entrelazados, ese día no hacía tanto frío como en ocasiones anteriores. Estaba fresco y había sol. Algunas personas salieron a caminar, y lanzaban miradas curiosas hacia ellos. Pensaría que era por su altura, y que literalmente famoso, pero su mente se desviaba a que notaban sus rasgos diferentes. Pero, Younjin caminaba con la frente en alto sin hacerle caso a su alrededor, y en cierto modo, lo inspiró a hacer lo mismo.

Pensó que irían a una heladería, pero se detuvieron en un supermercado grande, y lo guió alegremente hacia el refrigerador.

—¿Cuál es tu sabor favorito? —preguntó emocionada, mirando todas las opciones.

—Vainilla —respondió, encontrando una paleta de ese sabor mezclado con chocolate—. Quiero este.

—¡Yo tomaré de limón! —recogió una paleta verde—. Es refrescante.

Younjin tenía algo muy dulce en ella, estaba convencido de que era un encanto imposible de fingir. Con sonrisas y sus emociones sinceras, convirtió un simple helado en el más delicioso que Soobin había probado nunca, solo porque ella se lo compró.

Le daba vergüenza admitirlo, pero le gustaba complacerla de alguna manera, que ella estuviera feliz porque él estaba ahí.

Ambos se sentaron en un parque cercano, algunos niños jugaban con la nieve o trataban de quitarla de los columpios, y familias conversaban entre sí. Era una comunidad bastante pequeña, en Los Ángeles, estaría mucho más abarrotado de personas.

Le gustó esa calma, la sencillez de una ciudad pequeña, lo fácil que podías ser feliz con tan poco.

—¿Cómo estás pasando tu cumpleaños, Steve-ssi?

—Grandioso —respondió en un tono alegre—. Es el mejor que he tenido.

—Mentiroso —ella sonrió con un ligero sonrojo en las mejillas—. Seguro que asistes a grandes fiestas en tu honor y te dan muchos regalos.

Su sonrisa desapareció ante esa afirmación, porque no estaba lejos de la realidad. Pero, lo afirmaba como un secreto envidiable, y Soobin estaba descubriendo ese día lo solitario que resultaba.

—Yeonjun me dijo debes estar con personas que les importe que estés vivo, si no, no es un cumpleaños —citó palabra por palabra, se le había grabado en su memoria—. Aunque mis jefes hagan una gran fiesta en mi honor, es solo eso, una fiesta más.

—Mi hijo también nos dice eso —afirmó—. Siempre viene con nosotros en su cumpleaños, el año pasado no pudo estar. Estaba muy ocupado, pero le gusta estar aquí.

Por un instante, Soobin se preguntó si ellos sabían lo que estaba haciendo Yeonjun en ese septiembre pasado, o decidieron cubrir el asunto como «mucho trabajo».

—Puedes venir aquí en tus cumpleaños, Steve-ssi —palmeó suavemente su brazo—. Celebraremos contigo, y puedes traer a tu esposa. Yeonjun les daría la habitación para que estén cómodos.

Su rostro se volvió confuso hacia ella.

—¿Esposa?

Younjin también lo miró con la misma expresión.

—¿No estás casado? —sacudió su cabeza— Oh. Pensé que sí. Lo vi en las noticias con Yeonjun. Él estaba devastado porque no presenció tu compromiso.

—¿Estaba triste?

Ella asintió.

—Lloró también —mordió el helado para intentar reprimir sus expresiones de sorpresa—. Ahí supe que te apreciaba mucho. Casarse es un gran paso y como amigo, quiso estar en ese momento para ti, pero no pudo. Partió el día siguiente a Los Ángeles, nos contó que iba a celebrarlo contigo.

Eso explicaba varias cosas.

Yeonjun se apareció en su casa esa noche con la idea de que estaba por casarse. Tomó alcohol porque la noticia lo puso muy mal. Las piezas conectaban en su cabeza, a pesar de ser algo evidente. Pero, todo ese tiempo solo ha creído que fue a molestarlo porque estaba muy ebrio y desorientado.

Apretó sus labios para reprimir el deseo de sonreír, buscando con la mirada algo que lo distrajera, como los muñecos de nieve miniatura que hacían los niños.

—Bueno...—se aclaró la garganta—. No se lo perdió, fue solo un rumor. La mujer con la que estaba no era para mí y nos separamos. Estoy soltero, por los momentos.

Younjin hace un sonido de tristeza.

—Encontrarás a alguien muy bueno, te lo aseguro —dice ella—. Eres encantador, alguien como tú no debe tener muchos problemas para conseguir esposa.

Demasiado problema tenía; entre no ser completamente aceptado por una familia americana, y estar perdidamente enamorado de un hombre, lo cual tampoco era aprobable.

—Todo a su tiempo —respondió, en cambio—. Estoy tranquilo en que el destino hará lo demás.

—También es mi lema —aseguró ella—. Pero, Yeonjun realmente no me trae una nuera a casa. Quisiera que sentara cabeza pronto. Un coreano no se casa tan mayor, y él vive en otro mundo. Siempre se lo digo, pero solo insiste en que aún no llega la correcta.

Tía —pronunció como ella se lo enseñó, tenía la voz temblorosa—. ¿Cree que Yeonjun se casará pronto?

Ella asiente efusivamente.

—Tiene que hacerlo, es su deber como el primogénito: tener una esposa —explicó—. Los hijos únicos tienen mayor la obligación de casarse. Él tiene que continuar con el linaje familiar. Si no se busca una esposa, tendré que darle un empujón.

Cada palabra destroza el corazón de Soobin, pero esas últimas le dieron la última estocada.

—¿Empujón?

—Como su madre, puedo conseguirle una esposa —afirmó con orgullo—. Y si no le gusta esa, le buscaré otra.

—¿Y si ninguna de ellas es la indicada? —su voz salió demasiado severa—. Digo, Yeonjun parece un poco selectivo.

Ella se encoge de hombros.

—No me preocupo por eso, Steve-ssi —aseguró—. Yeonjun aceptará porque siempre nos obedece. Lo criamos muy bien, no hay nada a lo que nos diga que no. Si le pedimos que se case, lo hará.

Younjin continuó hablando todo el trayecto a casa, contándole cosas sobre el vecindario, el clima, los festivales de invierno y como empezó a celebrar navidad como algo familiar desde que se mudaron.

 Soobin se forzaba a responder, todos sus ánimos habían desaparecido, pero no podía demostrarlo.

Cuando llegaron, todo lo que quería era meterse debajo de la manta y desaparecer por un rato.

—Voy a tomar una siesta —le informó a Younjin, quién lo observó algo extrañada y observándolo avanzar después de cambiarse los zapatos.

—Espera, Steve-ssi...

Soobin se queda paralizado en la entrada al comedor.

Montones de globos azules estaban colgados en el techo y un algunos cuantos en el techo. En la mesa de comer, había un bonito pastel del mismo color y confeti alrededor. Y cuando elevó su mirada, Yeonjun estaba colgando un cartel que decía «Feliz Cumpleaños, Steve», mirándolo con una culpa tremenda.

—¿Sorpresa? —pronunció Younjin atrás suyo.

—¿Sorpresa? —Yeonjun alzó sus palmas, con inocencia.

Soobin avanzó a pasos tímidos al interior, observando la sencilla decoración con fascinación y asombro. Yeonjun bajó las escaleras y se puso a su lado, Soobin se apartó.

—¿Te gusta? —preguntó y luego en un tono bajo: —. ¿Estás bien?

Asintió con rapidez.

—Estoy impactado, lo siento —se llevó las manos al rostro—. Es la primera vez que me sorprenden así

Una sorpresa real, no una donde ya tenía preparado su pelo, maquillaje, ropa y su acompañante. En ese momento, estaba en simples prendas casuales y cubriéndose la parte inferior de su rostro, cada vez que sentía su mandíbula caer.

—¡Pero, lo viste antes! —protestó Younjin en un tono triste, acercándose para colocar las manos en sus hombros—. Ya no es una sorpresa.

—Lo sigue siendo para mí —afirmó Soobin y se giró a mirar a Yeonjun, y se percató que de una extraña expresión en su rostro. Una mezcla de enojo y culpa—. Voy a cambiarme para venir a ayudar.

—No, hijo —Younjin lo detuvo—. Cámbiate para celebrar, es tu sorpresa, no debes hacer nada.

Intentó replicar, pero la mujer suavemente lo empujó hacia la habitación, y no tuvo más remedio en entrar. Pero, fue una buena idea hacerle caso.

Al darse un baño, el agua fría de la regadera logró calmar el malestar que lo invadía, y pudo lavarse los pensamientos con champú, y fue unos buenos minutos sin recordar que, si Younjin le pedía a Yeonjun casarse, lo haría, y lo dejaría.

Pero, ¿qué podías esperar? Escuchó aquella malvada voz en su mente mientras deslizaba una camisa sobre su cabeza. Yeonjun le había dicho que lo quería y que eran pareja, pero eso no significaba que dejaría una vida que dedicó a complacer a sus padres por él. Soobin no tenía tanta ambición de ello. Siendo más específicos, no esperaba nada.

Cuando terminó de vestirse con unos pantalones de tela negros, y una camisa abotonada blanca, la decoración estaba lista y estaban esperándolo. Younjin y Sehoon sostenían una caja de regalo cada uno, y Yeonjun sostenía unas flores anaranjadas. Lo obligaron a sentarse frente al pastel y tomaron diversas fotos, con el ramo en sus manos, y luego algunas con él.

—¿Quieres abrir tus regalos? —le preguntó Sehoon.

—¿Puedo hacerlo en privado? —tenía miedo de llorar, estaba conmovido porque había preparado obsequios específicos para él.

—Entonces... —Younjin se levantó de un salto—. ¡Cantemos cumpleaños!

Los demás se pusieron de pie, menos Soobin, quién los observó aplaudiendo mientras le cantaban lo que pensó era el feliz cumpleaños coreano. No entendía la letra, pero la forma tan eufórica que lo celebraban hizo que sus ojos se cristalizaran. Después, también corearon una versión corta en un idioma que si comprendió y Soobin sopló las velas.

De repente, se colocaron detrás de él.

—¿Cuantos años cumples, Steve? —preguntó Sehoon con una extraña expresión.

—Veinticuatro....

No pudo terminar de decirlo, cuando sintió múltiples palmadas flojas en su espalda. Ninguna le dolió, pero la impresión lo hizo reír de los nervios.

—¡Son de la buena suerte! —afirmó Younjin—. Ahora sí, podemos comer pastel.

Chapter 32: ¿Qué es un hombre?

Chapter Text

Soobin abrió en su soledad los regalos. Younjin le regaló un adorable abrigo, y le grabó sus iniciales en una esquina. Sehoon le compró medias de lana gruesas, unos guantes cálidos y un gorro. Tal vez ellos dos lo planificaron, porque sus obsequios eran del mismo color: del cielo por las mañanas.

Y antes de dormir, le preguntó a Yeonjun como le fue estando a solas con su padre.

Lo observó suspirar y darle la espalda.

—Nada mal.

Pero, Yeonjun le mintió esa noche

Cuando Soobin y su madre se fueron, empezaron a inflar globos en un silencio sepulcral. Evitaba a toda costa mirarlo, porque la sangre le hervía cada vez que sus ojos chocaban. Deseaba que se fuera, él podía encargarse de todo. Siempre lo había hecho. Estaba luchando por su cuenta desde que tenía dieciocho años.

Y mientras aún tenía el plástico sobre sus labios, y sus expulsaba aire en su interior, su padre lo miró y dijo:

Estás enamorado de él.

Yeonjun no pudo continuar con su tarea, sus manos cayeron a su regazo y el globo que estaba inflando, salió volando hasta aterrizar flácido en el suelo.

¿Qué? —dijo salió sin aire.

Sehoon lo miró fijamente, indiferente a su reacción.

Estás enamorado de Soobin.

Papá...

Estás enamorado de Soobin —entornó sus ojos hacia él, repitiéndolo despacio—, ¿ese es su nombre?

Yeonjun no respondió. Detestaba escucharlo pronunciarlo. Solo a él se lo habían revelado. Su padre no tenía algún derecho.

—Lo quieres —declaró—. Lo sé. Y tú lo sabes. No sé si él lo sabe.

No sé de qué estás hablando.

Se levantó de la silla y buscó el globo que se había caído, tenía un hoyo y ya no servía. Lo desechó y eso le permitió algo de tiempo para calmarse, su pulso se aceleró.

Realmente no quería volver a su asiento, por lo que se apoyó del mesón. El aire gélido se filtraba por las ventanas. Se estremeció pero no de frío. Su padre se giró hacia él, aún con un rostro severo.

Te conozco mejor que nadie, Junnie —su pecho ardió cuando escuchó su apodo—. No puedes mentirme en esto. Debes estar agradecido en que no se lo he mencionado a tu madre.

Tragó saliva, y su mandíbula se endureció.

No tiene sentido nada de lo que dices, papá —escupió—. No...

Lo miras como tu madre me mira a mí —su boca se cerró—. Y eso es algo, hijo, que no puedes negarme. No a mí. Conozco esos ojos mejor de lo que me conozco a mi mismo.

Yeonjun soltó un gran suspiro, e hizo un nudo al globo ya terminado.

Piensa lo que quieras.

Su padre se puso de pie y empezó a caminar a pasos lentos hacia él.

De acuerdo, pensaré lo que yo quiera —empezó a hundirse en el mesón, deseaba poder traspasarlo y crear aún más distancia entre ambos—. Estás enamorado de él. Lo trajiste a casa pensando que iba a agrandarnos lo suficiente. Tu plan es que nos encante y lo aceptemos. Qué aceptemos lo que estás haciendo.

Se posó a su lado, Yeonjun sentía su respiración en el cuello, o solo estaba nervioso.

Esperas que lo aceptemos a él —añadió—. Y no será así, ¿eso lo sabes? Tal vez no lo tienes del todo claro, porque sigues jugando con esto. ¿Por qué pierdes el tiempo con algo que no puedes tener?

Cada palabra se clavó como cuchillos afilados en su cuerpo, pero la última pregunta finalmente lo hizo girarse y enfrentarlo.

—¿Tienes el descaro de preguntarme por qué pierdo el tiempo? —su voz era firme, no tenía el valor de elevarla. No puede gritarle a su papá—. ¿Crees que no sé que engañas a mi mamá? Lo sé todo.

Su padre retrocedió un par de pasos, estupefacto.

Yo...

Tengo pruebas —afirmó—. Tengo fotos de cada una de esas mujeres. ¿A caso eres el único que puede tener una doble vida y no ser cuestionado? ¡Eres repugnante!

No quiso decir eso, se llevó las manos a la boca y trastabilló.

Junnie... —toda la barrera de autoridad que tenía se desplomó, ahora solo veía a un hombre menudo en sus propios errores—. No puedes decir nada.

Yeonjun jadeó, y apretó los puños a cada lado de su cuerpo.

¡¿Eso es lo único que vas a decirme?! —gruñó—. ¿Cuál es tu problema? Mi mamá lo ha dado todo por ti, todo por nosotros. Yo he hecho todo para que sea felices, a ustedes no les ha faltado nada. ¿Por qué lo tienes que arruinar así?

El deseo de poner las palmas en su pecho y empujarlo lo asustó, haciendo que retrocediera por sus propios instintos.

¿Por qué me arruinaste así?

Su voz salió como un chillido agudo, por un momento se sintió un niño de nuevo.

Sehoon simplemente sacudió sus hombros, pensó que mostraría algo de arrepentimiento por la manera en que vaciló en responder.

Soy un hombre —declaró en un tono sereno—. Y tengo mis deseos, mis necesidades. Jamás te dije que era alguien ejemplar, porque este es mi instinto natural. Todos lo tenemos. Tú también lo tienes. Eres igual de sucio que yo.

Yeonjun jadeó de dolor.

Yo no soy como tú.

Lo eres —agitó su cabeza con lentitud—. Tu problema es que creíste que un hombre iba a satisfacer eso. Nadie puede llenarte. Nadie nos llena, hijo. Tenemos un hambre natural y debemos saciarlo.

Soltó un bufido.

No sabía que éramos una manada de lobos.

Lo somos —afirmó—. Pero, podemos amar. Y eso es lo que importa. Yo amo a tu madre, y sigo teniendo hambre de mujeres. No puedo cancelar una cosa solo porque hago la otra, así que simplemente la hago feliz mientras yo lo soy. Eso es un matrimonio, hijo. Nada es perfecto, pero yo la amo.

—¡No puedes amar a una persona mientras deseas a otra! —finalmente elevó su voz.

Su padre lo observó con la clase de mirada que le decía «es momento de hacer silencio».

Puedo hacerlo. Porque son mujeres —alzó sus cejas y las bajó lentamente—. No estoy haciendo nada malo. Es natural. Desear a una mujer lo es. Querer acostarte con una mujer lo es.

Apoyó sus manos en los hombros de Yeonjun, quién lo apartó con brusquedad

Junnie, no puedes culparme por lo que es mi naturaleza —soltó el ruido de una amarga risa contenida—. Pero, no puedes castigarnos de esta manera. Sabes que no puedes querer a un hombre. Esto es una enfermedad, y si no lo detienes pronto, vas a romperle el corazón a tu madre.

Yeonjun apretó sus labios y lo miró, con el rostro fruncido de dolor.

—¿Yo voy a romperle el corazón a mamá por querer a alguien, mientras tú estás faltándole el respeto con miles de mujeres? —retrocedió y suspiró—. ¿Yo no puedo ser feliz, pero tú si mintiéndole de esa manera?

Tú no eres feliz —aseguró—. Nadie puede ser feliz fallándole su familia.

Las semanas pasaron volando, entre arreglando ventanas, sacando la nieve del camino y aprendiendo a confeccionar sus propios guantes con ayuda de Younjin.

Yeonjun y él estaban ligeramente distanciados, sin embargo  hacían cosas de oficio juntos. Por las noches ya no se tomaban las manos y solo se quedaban en silencio mirando al techo.

Soobin tenía sus propias razones para mantenerse apartado, pero desconocía las de Yeonjun y en cierto modo estaba agradecido de que las tuviera. Hacía menos doloroso cuando cruzaban miradas sin querer, ambos tenían la misma prisa de apartarse.

Cuando llegó la navidad, prepararon un gran festín y comieron alegremente. Yeonjun y él cortaron un pino que usaron para decorar, ahora estaba ocupando la mayor parte de la sala con regalos que abrirían al llegar la mañana.

Pasadas las horas, Soobin se quedó sentado en la parte trasera de la casa, observando la nieve, aun vistiendo el traje negro azulado que utilizó para la cena. Esa noche, empezó a nevar y se relajó mirando. Las únicas nevadas que presenció desde que dejó Chicago, eran artificiales, hechas con asbestos, o algodón y algunas veces maíces pintados.

Y no eran de su agrado, las nevadas, era agua con azúcar y jabón, y a veces se le metía en los ojos. Pero, ahora que volvía a ver un copo de nieve real, se percató que el cine aún tenía un largo camino que recorrer para recrearlos a la perfección.

Sintió un peso caer en sus hombros y al girarse, tenía una manta tejida encima. Yeonjun se sentó a su lado, cubierta por una igual.

—Vas a congelarte aquí. —su voz salió en una nube blanquecina y tenía la nariz enrojecida.

—Quería ver la nieve —fijó su mirada en el cielo—. Es agradable. ¿Todos están dormidos?

—Sí —respondió Yeonjun—. Vine a buscarte porque aún no volvías.

—También estoy esperando a Santa.

Eso lo hizo reír suavemente.

—Santa no existe.

—Eres demasiado molesto para que lo veas —aseguró—. Deberías portarte mejor y tal vez lo conozcas.

—Entonces, es un hombre incoherente —se encogió de hombros—. Porque también eres un idiota y lo conoces.

—Soy adorable —dijo Soobin—. Esa es la diferencia.

—Si tú lo dices.

Era tan agradable hablar después de tantos días compartiendo monosílabos, y es algo que detesta. Su presencia, lo que le causaba. Soobin se sentía feliz solo por tenerlo a su lado.

Se revolvió el pelo con la mano.

¿Qué sentido tiene ser tan feliz, si en cualquier momento puedes renunciar a esto?

—Soobin.

Sintió su mirada encima y se forzó a girarse también. Todo su rostro estaba ruborizado. Apoyó una mano en la madera detrás de ellos, se inclinó y lo besó.

Era como encontrarse con un viejo pasatiempo del que habías olvidado cuanto te gustaba, lo que te hacía disfrutar el tiempo. Sus labios estaban ligeramente rotos, pero el calor en su aliento era el mismo. Todo su cuerpo vibró en ese momento.

Cuando se separaron, su vista regresó al frente, reprimiendo su propio deseo de iniciar otro beso.

—Yeonjun...

—¿Sí?

Suspiró una nube pálida.

—¿Vas a casarte con una mujer?

Hubo un largo silencio, se podía escuchar los copos caer.

—Supongo que es lo que esperan que haga.

—¿Y tú quieres casarte con una mujer? —insistió.

Yeonjun fijó la vista en él y Soobin también hizo lo mismo. Sus ojos conectaron por unos segundos. Eran chispas destellando en su alrededor.

—No lo sé —respondió en un tono bajo.

Cerró sus párpados y asintió, volviendo a enfocarse en el cielo. La voz de Younjin resonaba en su mente, aún si Yeonjun no lo hacía, ellos lo obligarán.

—¿Tú quieres casarte con una mujer? —preguntó rompiendo el silencio.

Soobin se encogió de hombros.

—Estamos en la misma posición —reconoció—. Es lo que se supone que esperan que haga.

Yeonjun se puso de pie, hizo un pequeño nudo con las puntas de su manta alrededor de sus hombros. Cuando lo logró, le hizo señas con las manos.

—Ven conmigo.

Lo miró extrañado, pero también se levantó, entendiendo por qué hizo el nudo, el viento estaba fuerte y tuvo que sostener la manta con sus manos para que no saliera volando.

Yeonjun empezó a caminar por el jardín, con Soobin siguiéndolo con dificultad por la nieve. Llegaron hasta los límites del jardín, donde había vieja estructura que no podía ser mayor al tamaño de una habitación. Abrió la puerta al empujarla con su hombro, y ambos entraron.

Estaba completamente oscuro en su interior, Soobin parpadeó a ciegas antes de escuchar el sonido del metal y luego una débil luz empezó a alzarse de una lámpara, con una vela encendida en su interior. La habitación era minúscula, con un edredón acolchando en el suelo y una mesa con una máquina de coser en la otra esquina.

Yeonjun avanzó unos pasos y así pudo percatarse de otra lampara similar, iluminando la pared llena de cuadros de colores. Cuando terminó, tomó asiento en el suelo y palmeó en él.

—Ven.

Soobin se sentó a su lado, y se sorprendió al ver una ventana pequeña en lo más alto, casi a la altura del techo. Podía ver la luna, estaba casi llena.

—Es Gibosa creciente —dijo para sí mismo.

—¿Qué?

—La luna —señaló hacia la ventana—. Es Gibosa creciente.

—Realmente no sé nada de eso —confesó Yeonjun—. Pero, es bonita.

—Lo sé.

Estaba mucho más cálido allí, empezó a deslizar la manta ahora a sus piernas, cubriendo las suyas y las de Yeonjun.

—Gracias —susurró—. Nos íbamos a congelar ahí afuera.

—¿Dónde estamos?

—Este era el viejo taller de mi madre —confesó—. Después, le hice uno mejor y este quedó algo abandonado. Aquí nadie entra más que yo... —miró su alrededor lleno de telarañas—. O eso espero.

—¿Te imaginas que haya un espíritu aquí?

—Cariño —su pecho se infló alegremente—. Es el peor momento para considerar esa posibilidad.

—Siempre es bueno tenerlo en cuenta.

Deslizó suavemente sus dedos por el suelo hasta que se encontró con los ajenos, mirando fijamente como luchaban hasta formar una unión solida. Soobin se acercó un poco más, hasta que sus brazos chocaban. Yeonjun dejó caer la cabeza en su hombro.

—Este lugar es muy oscuro para ser tu sitio de juegos.

—Es suficientemente cómodo para imaginar que soy alguien más.

Los mechones claros caían sobre en su cuello, le hacían cosquillas.

—¿Y cómo es la persona que estás imaginando ahora?

Frotó su mejilla sobre la chaqueta, Soobin no pudo evitar que su mano le apartara el cabello de la cara.

—Un buen hombre.

Soltó una pequeña risa.

—Los buenos hombres no toman de la mano a otros.

—¿No es loco? —preguntó Yeonjun despacio— Los buenos hombres no pueden querer a otros, pero sí a múltiples mujeres.

—Creo que eso es lo contrario a ser un buen hombre —respondió Soobin—. Nadie que tenga «bueno» en el inicio de su nombre hace cosas que lo hagan ver como un desalmado.

—Tú eres un buen hombre —susurró hacia él.

Eso hizo verdaderamente reír a Soobin, Yeonjun lo miró confundido.

—No soy un buen hombre. No quiero serlo —aseguró—. Engaño, miento, uso a las mujeres por fama. Si me caso, será por un buen contrato. Tal vez los medios me retraten como un caballero, pero no soy ciego con mi propia personalidad basura. Me siento más real aceptando lo que soy, hace más fácil saber qué hacer con eso.

Se encogió de hombros, soltando un largo suspiro.

—Tú si eres un buen hombre, no debes imaginártelo —miró a Yeonjun—. Lo que hiciste por Odette es algo que jamás haría yo, no se me pasaría por la mente lanzarme ser la carnada. Eso si es ser bueno. Tú eres bueno. Piensas en los demás antes que en ti mismo. Serás un buen esposo cuando encuentres a una buena mujer, tienes todas las cualidades de un hombre protector y familiar.

El rostro de Yeonjun se vuelve confuso, y Soobin apenas nota que estaba diciendo todo, en un tono amargado.

—¿Eso es algo bueno? —replicó— Siento que no tiene mucho sentido. Mis padres esperan que sea un buen hombre para ser un buen esposo. Mi padre no es un buen hombre, pero de alguna manera es un buen esposo. La hace feliz. Pero, a mí, me hace infeliz verlo.

—¿Te hace infeliz porque debe ser tu ejemplo?

Asintió suavemente.

—Lo era —soltó un bufido—. Ahora es todo lo que no quiero ser.

—¿Y quién quieres ser?

La manera en que lo miró, perplejo, le hizo percatarse que ni él mismo lo sabía.

Yeonjun había estado convencido toda su vida que el matrimonio era sagrado, que ser un buen esposo era importante y por ello, debía ser un buen hombre. Siempre ha jugado limpio, actuado con educación, escogiendo sin errores. A la hora de escoger una esposa, sería nada diferente a perfecta, porque él mismo deseaba ser así.

Es irónico, el hecho de que ha conocido a muchas que encajaban en esas características, pero por la persona que estaba teniendo tantos conflictos era un hombre.

Tenía suerte que su papá aún no haya revelado su secreto. No solo porque las normas sociales remarcaban que era un comportamiento antinatural, sino porque su propia religión, el budismo, lo desaprobaba y castigaba. En tiempo arcaicos podría haber sido asesinado. No cree que ellos sean capaces de matarlo, pero definitivamente no pueden dirigirle la palabra por deshonrar a la familia.

No podría imaginarse un mundo donde su madre no lo mirase.

—Creo que... —Soobin continuó— Lo que estás intentando ser, es alguien que tu madre apruebe.

Apretó sus labios y asintió levemente, tenía razón.

—Me asusta que seas capaz de leer mi mente.

—Estoy aprendiendo a entenderte —su tono sonaba ligeramente apagado—. Y duele cada cosa nueva que descubro.

—Eso suena terrible.

—Es humano —respondió y acercó sus manos juntas a la cara, presionando los labios en su muñeca—. Y es real. Eres demasiado bueno, y estúpido. Y eso es asombroso. Y desafortunado.

Yeonjun se removió, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Por qué dices esas cosas?

Soobin, quién tenía las rodillas recogidas en su pecho, las estiró, y miró hacia las sombras negras que cubrían un rincón.

—¿Sería más...—cerró los ojos— sencillo... si yo fuera una mujer?

Cuando los abrió, lo miraba atónito. La luz de las velas hacía que su cabello fuese dorado, y las crecidas raíces oscuras parecían sombras, como los rayos del sol cuando está descendiendo en el cielo, abriéndose paso al ocaso. Esa fue la ocasión donde tuvo la demostración más cercana de como lo hacía sentir.

—No lo sé.

Puso los ojos en blanco.

—¿No tienes una respuesta que no sea «no lo sé»?

—No, sí lo sé —se corrigió y buscaba algo en su mirada, entornado sus parpados—. Pero, creo que eso no es lo que me estás preguntando.

—¿Qué estoy preguntando?

—Quieres saber si preferiría que fueras una mujer.

Era una gran ventaja estar en una habitación oscura, de ese modo, no se percataría de como su rostro se calentó. Tenía razón, y eso era desconcertante.

—¿Y lo haces? —respondió en un tono altanero.

—No —sacudió su cabeza—. Pero, podrías ser una bonita chica. Eso no lo dudo, ya tienes el nombre de una.

—Me estás haciendo perder la paciencia.

Soltó una leve risa y rompió la distancia entre ambos. Si pudieran besarse y no tener que hablar más, Soobin preferiría usar la boca de esa manera. Los dos se recuestan en el edredón, y Yeonjun estaba recostado en su pecho.

—Tal vez sea más sencillo que fueras una mujer, o que yo lo sea —dijo, presionando sus labios contra su cuello.—. Es indudable, así lo que quiere el mundo. Probablemente hace mucho estuviéramos casados.

Soobin cierra los ojos y suelta el sonido de una risa contenida.

—Tienes mucha fe de que voy a casarme contigo si fuera una mujer.

Sintió como se removió, y al abrir sus ojos, Yeonjun estaba apoyado de su codo, con los labios entreabiertos. Lucía sorprendido, pero no de buena manera.

—Eres bastante cruel cuando tienes miedo —señaló.

—No tengo miedo.

—Estás preguntándome si voy a casarme con una mujer, y ahora quisiste saber si yo prefiero que lo seas —lanzó su vista hacia el techo—. Estás asustado, Soobin. Puedes admitirlo. No tienes que esconder eso de mí.

—En mi defensa —declaró—, de los dos, eres el que tiene más posibilidades de encontrar algo mejor.

El ceño de Yeonjun se frunce, y sus manos le toman las mejillas.

—¿Y si prefiero que seas mejor para mí? —ladeó su cabeza— ¿Para eso también tengo posibilidades?

No supo que responder. Estar enamorado también era aceptar que alguien tan roto, no merecía estar con alguien tan completo.

—No puedo darte lo que mereces.

Su respuesta lo sorprende, y luego se encogió de hombros.

—Entonces, dame lo que tienes —dice con una sencillez que lo desmoronaba—. Eso es algo que merezco.

El problema es que todo lo que Soobin tiene para ofrecer es el silencio, allí no hay rechazo, nadie lo cuestiona, no existe el miedo. Solo está él ahí, y lo enamorado que está de Yeonjun, y que solo allí puede ser suyo.

 

Chapter 33: Cuento de Hadas

Chapter Text

1957

A una semana antes de que Soobin tuviera que volver a Los Ángeles, Younjin y Sehoon los dejaron solos en casa por una de sus tradicionales citas. Visitarían Sauguatuck Dunes State Park, y si llegaban temprano, podrían ser paseados por el lago.

Younjin desbordaba emoción, pero el padre de Yeonjun no parecía convencido. Enviaba constante miradas extrañas a los que se quedarían atrás, como si tratara de advertirlos sobre algo. Pero, ella enrolló cariñosamente su brazo con él, y lo empujó fuera de la casa, decidida a no perderse el viaje en bote.

Su día, fue lo contrario a uno para descansar.

Como la navidad y año nuevo habían terminado, todos los adornos necesitaban ser retirados. Con paciencia fue limpiado el pino, y lo sacaron con dificultad por la puerta trasera, encontrando el verdadero desafío al arrastrarlo por la espesa nieve del jardín.

Después de nueve resbalones, Soobin se rindió arrojándose al suelo, y su espalda humedeciéndose al instante.

—Tenemos que seguir. —dijo Yeonjun con un tono de cansancio.

—Déjame aquí.

—No puedo dejarte aquí.

Trató de mirarlo, el sol se reflejaba fuertemente en su rostro, por lo que alzó su mano. Yeonjun lo interpretó como un pedido de ayuda, atrapando sus dedos y jalándolo.

Se apoyó en sus codos y lo miró, alzando las cejas.

—¿Eres más fuerte que yo?

Yeonjun bufó.

—Por supuesto que lo soy.

Tiró nuevamente de él, usando ambas manos y juntando las piernas. Su rostro se volvió rápidamente carmesí por el esfuerzo, y jadeaba con los labios separados. Soobin lo observó luchar, y recuperar fuerzas, sin éxito. Cuando tomó un minuto para descansar, jaló su mano y Yeonjun aterrizó sobre su cuerpo, gimiendo al clavar las rodillas en la nieve.

—¡Soobin! —apoyó las palmas en su pecho—. Arriba, tenemos trabajos que hacer.

—Soy un soldado caído —fingió un falso tono de dolor—. Déjame aquí.

Se impulsó a su rostro, y pasó los dedos por su cabello, se dibujaba como la seda negra encima de la pureza de la nieve. Acarició su mejilla, ruborizadas, con las hendiduras de la sonrisa que estaba conteniendo y se inclinó, juntando sus labios en un cálido beso, Soobin le encerró la espalda entre sus brazos.

Cuando se separaron, tenían los ojos resplandecientes, y sus respiraciones se convertían en un único humo blanco.

—Vamos —pronunció en un tono más suave—. Te daré otro si me ayudas.

Soobin asintió, no solo por la promesa, si no por el destello en su mirada, como dejaba caer con lentitud los párpados y la forma en que le hablaba. Eran los ingredientes para envolverlo y conseguir que hiciera lo que quisiera. Ni siquiera tuvo que poner una condición, habría hecho lo que quisiese solo porque él se lo pidió.

Ambos se incorporaron con la ayuda del otro, enfocándose en finalizar la tarea de llevar el pino hacia el bosque. A la llegada del mediodía, las ráfagas de viento tenían partículas de hielo y resonaban por las ventanas como múltiples rasguños. Soobin se quedó anonadado por el intenso sonido, y lo desagradable que resultaba mientras preparaban algo que Yeonjun pronunció como «Gimbap», o rollitos de arroz, con pollo frito.

O eso intentaban. No dejaba de quejarse sobre como los ingredientes coreanos estaban más cargados de sabor y textura. Usaba un delantal y guantes bordados, como él, y doblaba con agilidad los ingredientes en una hoja de alga. Soobin le costaba un poco más de trabajo, y terminaban deshaciéndose antes de que pudiera cortarlos en rodajas.

—Déjame ayudarte —Yeonjun se traslada a su lado, y los enrolla por sí mismo—. Es complicado, pero lo lograrás.

Cuando el pollo estuvo listo, y los rollos de arroz, tomaron asiento en el suelo frente a la mesa. Yeonjun le explicó que el pollo frito se comía con una bebida llamada «Soju», un tipo de licor que solo vendían en Corea y era similar al vodka. Describió su sabor; suave y con un sutil dulzor.

Soobin frunció el ceño, mientras mordía un rollito de arroz.

—¿No tenías diez años cuando dejaste Corea? —Yeonjun asintió— ¿Cómo conoces el sabor?

Sus mejillas se ruborizaron, y apretó los labios como si lo acabara de atrapar.

—Mi difunta tía, la que me enseñó a pintar, me dejó probarlo —admitió en voz baja—. Mis papás no lo saben, no digas nada.

—¿Entonces conozco algo que otros no saben? —respondió en un tono divertido—. Interesante.

Yeonjun entrecerró sus ojos, extrañado.

—Sabes más de mí que nadie —afirmó—. No hay nada que no te haya dicho aún.

Eso lo complace, no quiere demostrarlo, pero sus comisuras se alzan por sí mismas.

—No lo creo.

—¿No?

Sacudió su cabeza.

—No sé cómo serás este año —aseguró—. Así que aún no lo conozco todo.

Yeonjun soltó un bufido, rodando los ojos.

—Sabes cómo resultará —se limpia los labios con una servilleta—. Estaremos exactamente así. Sin que reconozcas que tienes nombre de chica.

Su comentario era de burla, pero las orejas se le encendieron por otra razón.

—¿Crees que estemos juntos por el resto de este año?

Los marrones ojos se ampliaron, como si recién se percató de lo que había dicho. Tragó saliva y asintió, enfocando su atención a la comida.

—Quizás.

Soobin no pudo evitar sonreír más amplio. Yeonjun cambió rápidamente el tema.

Mientras limpiaban los platos y barrían el suelo, se preguntó si sus condiciones fueran diferentes, seguirían así. Si la guerra no hubiese ocurrido, y ambos estuvieran en Corea, tal vez viviendo de casualidad en la misma área..., ¿sentirían lo mismo por el otro? Desconocía como tomarían su relación en esa sociedad totalmente ajena a él, ¿tendrían que esconderse también? Podrían vivir en una casa exactamente igual a esa, retirando el resto de los adornos navideños, hablando coreano perfecto y luego cayendo sobre los edredones después de un día largo de limpieza.

Cuando los dos se encontraban en sus camas, con las mirada fijas en el techo. Yeonjun sentía el corazón golpearle con fuerza contra su pecho. Aún repasando la conversación del almuerzo, las palabras de su padre y sus propios pensamientos, llegó a una conclusión.

La negación estaba siendo un cómodo lugar donde descansar, pero no uno que lo acogería siempre.

Bajo las cuatro paredes del hogar que intenta proteger, donde encuentra esa parte de él que debe suavizar frente a Hollywood, y están las únicas personas que lo quieren de forma sincera, quiso trasmitirle lo mismo a Soobin. Esa calidez. Esa honestidad. Indirectamente, estuvo entregándole algo que no podía decir en palabras.

Hay tantas cosas que quiere hacer.

El pulso mecánico del reloj llenaba el silencio, y la aguja marcó las diez. Decidido, se concedió un permiso.

—Quiero un abrazo. —susurró en voz baja.

Soobin lo miró, alzando las cejas con sorpresa y removió la manta de su cuerpo.

—Ven aquí.

Escuchó como gateaba en el suelo, y sintió el peso ajeno a su lado. No tardó en cubrirle la espalda entre sus brazos y dejándolo encontrar un lugar cómodo en su pecho. Los suspiros que expulsaba, chocaban contra la piel de su cuello, cálidos y suaves.

—¿Está mejor así?

Negó, el cabello le rozó contra su barbilla.

—Estás muy lejos —respondió en un tono difícil de descifrar, casi parecía ansioso.

Soobin lo apretó con más fuerza, inclinando su rostro hacia él.

—¿Cómo puedo estar más cerca? —preguntó confundido.

Yeonjun se impulsa y no lo besó, acarició sus labios con los suyos. La forma en que movía la boca, tan delicada y precisa; era similar a balanceo de las hojas en la pradera. Paseó la mano por los mechones claros y medio húmedos. Se había duchado antes de acostarse y olía a manzanas frías.

Jadeó sobre sus labios y sacudió la cabeza.

—No es suficiente...—titubeó—. Yo..., digo...

Se interrumpió, besándolo de nuevo y su boca temblaba. Soobin entendió esta vez, por lo miró. No estaba la familiar calidez, o el cariño en sus ojos. Había algo más. Parecía sediento, en la búsqueda de algo.

Le desliza las manos por sus costillas y lo atrae, es firme y lo sorprende. ¿En qué momento lo superó en fuerza? Yeonjun lo presiona más cerca y no puede hacer nada para impedirlo, se siente débil mientras sus respiraciones chocan y sus cuerpos se atraen. No quiere separarse. Ni oponerse.

En sus clases de actuación no le enseñaron nada similar, más que el éxtasis y una herida se expresaban de la misma manera. Él no siente dolor, al contrario, es como bailar alrededor de una fogata. Le ardía la cara, el pecho y la parte baja del abdomen. Cada vez que Yeonjun se presionaba contra él, sus manos oscilantes se deslizaban debajo de la tela de su camisa, era la misma sensación de un encendedor rozando su piel. Es demasiado caliente. Está sudando. Tiembla. Su corazón late en pánico.

¿Puede hacerlo? Se preguntó, jadeado contra su boca. Cada vez que se separaban, Soobin hacia un puño con sus mechones y lo empujaba de regreso. No quiere distancia. No sabe qué hacer con todo lo que tiene en las manos. Quiere eso, lo que sea que se estaba formando en la danza de sus lenguas. Y no puede creer que lo está intentando, dejarse llevar por su propio deseo.

Es en lo absoluto el sitio más práctico. Los dos tenían extremidades demasiado largas y chocaban con algún mueble. Pateó por accidente la lampara antes de tomar valor para intentar algo distinto; desliza una pierna en medio de las ajenas, tan arriba como puede, y Yeonjun tambalea en sus labios, soltando un gemido. Tiene la cara roja, y cálida, y con gotas de sudor cayendo por su piel.

Soobin hunde el rostro en su cuello, está aterrado por lo que hace, lo que le está provocando. Su cabeza en su lío, porque no sabe si lo que hace es correcto, si Yeonjun pensará mal de él por saber dónde tocarlo. Besa su piel, y es abrasador el calor que transmite, como el humo de un incendio. No puede respirar. No quiere asustarse. Quiere más. Y trata de recordarse que Yeonjun tampoco sabe lo que hace. Porque mueve sus caderas contra él, siento tan torpe. Y es incómodo al principio. Pero, le gusta como lo acaricia, busca sus labios y destroza todos los límites.

—Por favor —jadea, aprisionándolo con las manos.

¿Por qué suplicas? ¿Qué quieres? ¿Qué puedo hacer por ti? Se pregunta.

Se obliga a soltarlo, y tira las sabanas a un lado, estaban enrollados y atrapados, y el ambiente es suficientemente sofocante para añadir una capa extra calor. Soobin apoya las manos a cada lado de sus orejas en el suelo y se sube encima de él, chocando los pechos.

Yeonjun es un lío de saliva, labios hinchados y la ropa arrugada. Lo mira con amplios ojos cristalinos, y hambrientos. Como si estuviera a punto de llorar por no tener lo que quiere. Soobin puede pensar en múltiples opciones, pero no sabe si están en la misma página. Si él sabía lo que podría pasar entre los dos, y que no era tan similar a lo que posiblemente conocía.

Y no parece importarle.

Para él, no es tan simple como buscar la agudeza del placer, Yeonjun quería algo más. Tenía una sed inexplicable de proximidad. Le toma cara entre sus manos y lo besa de nuevo, aprisionándole la cadera con pierna. Necesitaba compensar todos esos días de distancia. Cada momento en que miró a otro lado. El tiempo que habían perdido mintiéndose, quería recuperarlo al fundirse en su calor.

Cuando Soobin se mueve, tira su rostro hacia atrás y es maravilloso que le tema a la oscuridad, porque bajo las luces amarillas y tenues puede verlo volar. Le aterra provocarle eso a alguien, y al mismo tiempo, el fascina hacerlo. Solo a él.

Ahora entiende porque hay dolor en el placer; siente presión en su pelvis, y solo puede calmarla al crear esa fricción. Se sorprende a sí mismo gimiendo, y las ansias creciendo en su abdomen. Sus ojos se cierran y trata de esconderse, en su hombro. Le gusta tanto. Y se siente tan bien. No puede formular un pensamiento coherente, más allá de lo mucho que necesita tocarlo y sentirlo.

Yeonjun lo abraza y ahora tira del elástico de su pantalón, trata de aferrarse a algo. Tiene los dedos tan calientes que es como un cerillo que se presiona en su piel, con fuerza y le duele. Los dos están en sus pijamas. ¿Cómo todo puede sentirse tan intenso sin quitarse la ropa? Muerde su mentón, su hombro y la tela alrededor de su cuello, hasta dejarla húmeda.

—Soobin..., por favor —dice entre jadeos.

—No tienes que...

—Te quiero —lo aprieta con más fuerza—...solo a ti.

Sus palabras encienden alertas en su mente.

—¿Tienes idea de lo que estamos haciendo?

Yeonjun sacude su cabeza, cerrando los ojos.

—No importa —¿cómo puede decir eso? —. Solo te quiero a ti.

No importa, nos queremos. Solo nosotros. Nada más.

—No sé lo que estoy haciendo —admitió, y apretó la superficie acolchonada—. Se me está alambreado una pierna.

Sus palabras lo hacen reír y tiene la voz áspera. Lo hace estremecerse, como lo mira con deseo y sonríe con tanta dulzura.

—Puedo...—jadeó— ayudarte.

Relamió sus labios y sintió su estomago dar un vuelco. Siente los muros en su cabeza sentar las bases, prepararse para regresarlo a la realidad. Es su confirmación. Quiere participar también. Lo está deseando. Soobin lo provocó. Todo esto es su culpa.

Yeonjun extiende su mano y es suficiente para despertarlo. Se siente confundido cuando observa los dedos extendidos hacia él, y esos ojos marrones que lo envuelven en compasión.

Está hablándole aún sin abrir los labios.

Aquí esta una mano, le apoya la cálida palma en su rostro, una que no te hará daño.

Gira su rostro y le besa la piel. Se frota contra ella en busca de caricias. Confía en él, lo suficiente para que le apoye la espalda contra el suelo. Ambos cuerpos tiemblan, y sus mandíbulas chocan. Es como recibir el impacto una ola, lo empuja y arrastra cuando sus caderas se encuentran.

Yeonjun le toma las manos y lo guía a su camisa, le dice con besos que puede quitársela. Lo hace. La tira fuera de su cuerpo. La cicatriz se frunce en su torso. Tiene más lunares en el pecho. Y pecas en los brazos. Todo en él es dorado claro. Es el sol. Es lo más hermoso que conoce.

Tiene las manos en el borde de su suéter y lo mira esperando algún permiso. Soobin sabe a lo que se refiere y se cohíbe.

—Yo no....—traga saliva—. No sé...

Yeonjun lo besa con delicadeza, y por un momento siente deseo de llorar. Lo toca como si fuera un cristal que no quiere romper. Tiene su pecho descubierto para él. Y responde a sus dudas con cariño.

¿Por qué hace esto con él? ¿Qué hizo para merecer esto? Ni siquiera es capaz de quitarse la ropa. Yeonjun nota como tiene los ojos abiertos y llenos de pánico. Su rostro se ablandó.

—Puedes hacer lo que quieras —susurra en sus labios—. Está bien. Te quiero a ti.

—¿Por qué? —responde y su voz se rompe—. ¿Por qué quieres esto?

Yeonjun mira sus labios y luego a los ojos. Soobin traga saliva, ese simple gesto lo desmoronó.

—No hay razón —acarició su cuello y su barbilla—. Quiero que me toques y me beses como lo desees. Solo...—soltó una risa nerviosa– te quiero a ti.

Sus palabras hicieron eco dentro de su cabeza. Solo él puede. Le está dando permiso. Se está entregando. No hay un truco detrás. Ni segundas intenciones. Tiene los ojos más sinceros y desesperados que ha visto, y le sorprende el deseo de ver sus límites; hasta donde puede suplicar por él.

Soobin lo besa. Y gruñe. Y quiere decir todas las malas palabras que conoce, saciar su frustración de estar atrapado entre trabas en un sendero libre. Le explora el pecho y tiene los músculos tan tensos como se lo imagino, es caída libre por un acantilado cuando se encuentra con su abdomen. Todo lo que ve es a él, con una montaña, mar y el cielo azul de fondo. Yeonjun trastabilló por un instante. En el único lugar del mundo donde se siente completo, estaba permitiendo que un hombre lo tocara. Uno que estaba deseando.

Le besa la mejilla, le mentón, el cuello. Todo la piel que puede alcanzar. No es simple deseo para él. Es como si Soobin fuera una estatua a la que debía rendirle devoción. Pero, no está postrado en un altar. Se encontraba en el suelo, con el cabello revuelvo como la tinta derramada de una pluma. Y sus rodillas se doblan cuando esos largos y cálidos dedos se escabullen dentro de sus pantalones.

Y la puerta rechinando, los paralizó.

—¡Ya volvimos! —la voz de Younjin resonó por toda la casa.

—Mierda. —jadeó Yeonjun, aún aferrado a sus hombros.

Se apartaron rápidamente, y empujándose a cada esquina de la habitación. Yeonjun buscó a ciegas su camiseta y se la lanzó encima del cuerpo. Soobin se introdujo de nuevo en medio del edredón y la cobija, cubriendo su rostro para reírse.

—Soobin, cállate —Yeonjun le susurra, angustiado.

Entierra su cara en la almohada y se ríe más fuerte.



Soobin regresó a los Ángeles, sin energías de hacer escalas, por lo que su vuelo fue directo y se metió bajo las sabanas de su casa para descansar todo lo que le faltaba. Y así, ponerse al día con todo lo que se perdió estado fuera.

Llegó justo a tiempo para escuchar las nominaciones: The Crown y Older dominaba las principales categorías en los Golden Globos, SAGS y Oscars. Sin embargo, no pudo evitar jadear al ver las individuales, donde Yeonjun y él, además de ser los favoritos en los People's Choice Award, también estaban enfrentados directamente por la estatuilla al Mejor Actor en los premios de la Academia.

Recortó un titular de The Page que decía «Dúo C enfrentados los Oscars, ¿cuál de los dos demostrará que asiático domina la industria?», y lo metió en un sobre con una nota:

«Querido Daniel,

el ganador soy yo, pero luces muy guapo en esa foto.

Te quiere,

Sara.»

 

Tener la nominación relajó muchas de las tensiones que lo invadía, y entregó modestas entrevistas, hablando de que quería disfrutar la experiencia más que el premio. Miles de kilómetros lejos de la realidad, quería ese jodido Oscar y si lo tuviera, dormiría abrazado a él todas las noches.

Los Golden Globes se acercaban y Soobin se percató que no contaba con una cita. Piper se enrolló con Adam James, quién le pidió matrimonio en un evento navideño que no presenció. Y Nicole, su coestrella de You and Me..., definitivamente no quería repetir una cita con ella.

Decidió adelantarse, buscando su propia compañera, antes de que Christopher también lo notase y tratara de ofrecerle a Grace. También fue nominada a Mejor Actriz y solo por ello, su padre no la había sacado de las manos de su manager.

Violet se encontraba grabando Romeo and Juliet, en colaboración con la MGM. A diferencia de lo que creyó con el resultado de Emma, ahora tenía una popularidad entre las producciones de clásicos. Su siguiente acierto fue interpretar a Ana Bolena en una biografía del Rey Enrique VIII, y romperle el corazón a la audiencia con la escena de su decapitación.

Soobin apareció en el Set, y ella saltó a sus brazos caracterizada de Julieta.

—Es muy difícil verte estos días —afirmó ella, lanzando su cabello ahora castaño. El rojo era solo cosa del pasado ahora—. ¿Dónde has estado?

—Por aquí, por allá —pronunció en un tono burlón—. Quiero hablar contigo.

Miró a su alrededor y le tomó la mano, guiándolo hacia su camerino, una carpa a pocos metros. Cuando entraron, estaba caluroso y desordenado de ropa, con un tocador sencillo en el medio.

—¿En qué me necesita el señor Soo?

Ella tomó asiento, Soobin trató de buscar un sitio para apoyarse, pero terminó incomodo de pie.

—¿Vas a ir con Adam James a los Golden Globes?

Soltó un sonoro quejido.

—Prefiero que me disparen antes de hacerlo —su rostro formaba disgusto—. Va a salir con Amy, tienen un melodrama próximo a estrenarse. El Estudio está buscándome pareja.

Al menos de ese modo, se siente un poco mejor sobre Amy, con una cita inventada con alguien de su edad.

—¿Quiénes son tus candidatos?

Soltó un jadeo y lo señaló.

—Tramas algo.

Soobin alzó sus palmas.

—Soy completamente inocente hoy —aseguró—. Pero, tampoco tengo una cita y eres la única con la que me veré bien.

—Tienes una manera muy poco atractiva de invitar a una mujer a una cita.

Se levantó y alzó su mano hacia él.

—Hazlo bien, plebeyo.

Colocó un brazo en su espalda, inclinando una de sus rodillas hacia atrás para imitar reverencia.

—¿Me haría el honor, bella dama, de ser mi acompañante a los Golden Globes?

Violet alargó una risa, tenías dos tipos: de mujer encantadora y algo similar a un anciano.

—De acuerdo, está bien, me gustó.

Soobin se enderezo.

—¿Estuvo bien? —cuestionó—. Puedo interpretar algo de Romeo: «¿Qué luz abre paso por esa ventana? Es el Este y Julieta es el sol»

Violet se llevó las manos al estómago y fingió vomitar.

—¡No hagas eso de nuevo! —se quejó— Voy a perder mi desayuno.

Puso sus ojos en blanco, se acercó a ella y presionó los labios contra su cabello.

—Ponte bonita para los Golden Globes —dijo mientras se alejaba—. ¡Deslúmbrame y tal vez nos veamos en los Oscars!

—¡En tus sueños, idiota!

Cuando llegó a casa, le había llegado una carta de Yeonjun.

 

«Querido Steve,

Eres el único ganador para mí.

Te quiere,

Delay»

 

Chapter 34: infierno

Chapter Text

Violet y Soobin debutaron como pareja durante la entrega de los decimocuartos Golden Globes, celebrados en el Cocoanut Grove.

Su acompañante usaba un vestido rosa pálido Christian Dior, con una larga frazada que alcanzaba sus pies y Soobin usó un traje de la misma marca, haciendo un ligero guiño a sus papeles más recientes. Los fotógrafos les gritaba «Los novios reales».

Entre los focos de las cámaras y los gritos de los fans, no pudo fijarse en si él había llegado. Violet tuvo que palmear su brazo al no poder controlarse, estaba mirando encima de su hombro de forma constante.

Ambos fueron ubicados en el segundo nivel, cerca del escenario y la zona del bar. Violet pidió dos martinis para ambos, mientras Soobin recorrió con la mirada el lugar, y al fondo, a la derecha, Yeonjun estaba tocando con diversión una de las palmeras, con un traje negro y el cabello peinado hacia atrás, Odette, con un vestido sin mangas azul, fingía que no estaba con él. Su pecho se hundió en añoranza, y alivio, al mismo tiempo que se preocupó de que Yeonjun no se llevara nada esa noche.

—Soo —sintió unas palmadas en sus manos, y se obligó a dejar de mirar.

—¿Sí?

Un fotógrafo se encontraba frente a los dos, Soobin se giró en sorpresa y Violet presionó los labios en su cuello. El sonido de la cámara capturándolos resonó poco después. Regresó su vista a la mesa del fondo, Yeonjun tenía los ojos clavados en él, sin la sonrisa divertida que antes adornaba su rostro.

—Soo...

Soltó un suspiro y se enderezó.

—¿No tienes frío? —preguntó, apoyando los codos sobre la mesa—. Tienes la piel de gallina.

La mujer se miró los brazos, asombrada.

—Tienes razón —golpeó suavemente su rostro—. Me sorprende que lo notaras, ni siquiera parece que estuvieras aquí.

Las luces se apagaron, el presentador esa noche, apareció con un reflector enfocado en él.

—Estoy un poco distraído —susurró en su oído—. No sé si me lo darán esta noche.

—¿Mejor Actor? —asintió—. Por supuesto es tuyo, eres el mejor candidato del año. ¿No lo quieres?

Soobin soltó un suspiró y respondió algo que jamás se imaginó que saldría de su boca alguna vez:

—Quiero perder.

Violet estaba a punto de replicar, pero el acto musical empezó. Múltiples bailarines aparecieron desde distintos lugares, la música era alta y alegre, y no podían escuchar sus propios pensamientos. Entre miles de colores, plumas y el sonido del saxofón, la ceremonia dio por iniciada.

No podía apartar su vista de Yeonjun.

Sus ojos se iluminaban al ver el espectáculo y movía sus hombros al compás, y los reflectores se paseaban por su rostro, resaltando su brillo y haciendo que su cabello luciera majestuoso, todo en él gritaba «estrella». Tiene que ganar esta noche, estar sentado tan lejos debía ser una mala interpretación de su destino.

—¿A quién tanto ves? —su acompañante se giró hacia la dirección del fondo.

En ese momento, tuvo suerte de que volvieron a estar en la oscuridad, y después, solo el escenario estaba iluminado.

—A nadie —respondió en un tono bajo—. Me pareció ver a alguien conocido.

Ella no le respondió, pero algo en su rostro cambió de repente. Era como si su expresión decayó a una seria. El presentador anunció las primeras categorías, en Película Extranjera ganaron todas las nominadas, el Herrieta se lo llevó Isabel, y no paró de aplaudirle desde que su anunció hasta que fue conducida detrás del escenario. Violet ganó a Mejor Actriz de reparto y Soobin la abrazó fuertemente antes de que fuera a recibir el premio.

Agradeció a su director, su coestrella, el manager, sus padres y luego se volvió a Soobin:

—También, quiero dedicarle este premio a la persona que me trajo aquí —le guiñó el ojo—. Además de una noche maravillosa, me siento afortunada de estar contigo.

Soobin fingió sonrojarse, aplaudiendo. Y solo por instinto, se volteó hacia Yeonjun, quién lo observaba con diversión. Violet regresó a los minutos.

Mientras anunciaban a Grace como la ganadora de Mejor Actriz dramática, Violet se volteó hacia él y lo señaló con un dedo acusatorio.

—Estás saliendo con alguien.

Soobin parpadeó.

—¿Qué?

—¡No me mientas! —señaló su cara—. ¿Quién es?

Bajó su mano.

—¿Quieres gritarlo más fuerte para que The Page, The nationals y todos los periódicos se enteren?

Eso hizo que se calmara un poco, apegando su espalda al respaldo de la silla.

—Deberías calmarte tú —respondió ella—. No dejas de mirar un lugar. Los demás se darían cuenta que ni siquiera miras a tu novia.

—Lo siento...no puedo evitarlo —ella puso los ojos en blanco.

Cuando Grace terminó su discurso y abandonó el escenario, el segundo acto musical de la noche empezó.

—De verdad estás viendo a alguien.

Soobin asintió levemente.

—Estamos juntos desde hace un año... —confesó y Violet abrió sus ojos con sorpresa—, y quiero mantenerlo en privado porque creo que puede funcionar.

—Eso de verdad no es propio de ti.

—¿Tú crees?

Sacudió su cabeza.

—Siempre te aseguras de que todos te vean, te gusta esa atención.

—En eso te equivocas, Uva —la interrumpió—. Las cosas que hacía es porque estaban planeadas para ser vistas. Lo que está pasando en mi vida amorosa actual, no es para vender.

—Me gusta escuchar eso de ti —la observó cerrar sus ojos—. Creí que nunca pasaría.

Soobin la miró sorprendido y ella se encogió los hombros como si no fuera algo de importancia.

—Te he visto con múltiples mujeres —aseguró—. Y ninguna te ha hecho sentar cabeza.

—¿Por qué estás tan segura de eso?

—Porque te conozco desde que éramos adolescentes y nunca me miraste así.

Si fuera otra persona, Soobin habría encontrado unas palabras más amables para responder, algo que maquillara la verdad, pero también pondría una bandita en su herida.

El problema es que Soobin jamás podrá mentirle.

—Nunca pude hacerlo, lo intenté —es un poco duro de admitir, no se imagina como debe ser escucharlo—. Pero, creo que estoy sintiendo algo de real ahora. Y no es algo que decidí, solo pasó.

Un nuevo presentador apareció, anunciando la categoría de Mejor Película dramática, una donde competía directamente con Yeonjun.

—Solo pasó. —repitió en un tono burlón, y luego sonrió—. Te perdimos oficialmente, Soo.

—¡Mejor Película Dramática es para…Older!

Los reflectores se enfocaron en el director, y luego en sus actores siguiéndolo. Soobin se contuvo de hacer su modesto aplauso más fuerte. No debería estar tan feliz como lo sentía en ese momento, se supone que se odiaban y no le alegraba sus logros.

Pero, le gustó verlo en el escenario. Apretar los puños con ilusión y aplaudir. Tantos movimientos a la vez deshicieron su peinado, y era una mata rebelde de oro en su cabeza.

Soobin no puede evitar suspirar, apoyando la mejilla en su propia mano. No escuchó ni una sola palabra del discurso del director. Toda su atención estaba puesta en él, y como no sabía guiñar, cerrando ambos ojos a la vez. Si en algún momento miraba de reojo a Violet, se percataría de como observó al frente y luego a él, repetidas veces, con el ceño fruncido.

El nuevo presentador llegó, anunciando el momento para conocer al Mejor Actor Dramático. Se giró hacia Violet, quién le dirigió la palabra y mantuvo su vista al frente. Decidió cruzar sus propios dedos y cerrar los ojos.

—Y el ganador a Mejor Actor Dramático es...—hizo una breve pausa, abriendo el sobre—. ¡Steve Lee por The Crown!

Los reflectores lo enfocaron a él y los aplausos resonaron en el lugar, pero aún estaba aturdido por la reciente confesión.

Soobin se puso de pie, Violet saltó a abrazarlo con fuerza y alegría. Y lo empujó hacia el escenario. Recibió el premio haciendo una reverencia, como un guiño a su personaje y se colocó frente al micrófono, con un brazo detrás de su espalda.

—Extrañaba tener unos de estos —admitió con vergüenza, recibiendo aplausos inmediatos—. Quiero agradecerle a mi increíble director Anthony, quién me dio esta gran oportunidad para desempeñar este papel. A los Globos de Oro por reconocer mi trabajo.

Miró a Violet, quién se seguía igual de inexpresiva que antes. Y sus ojos se pasearon por el lugar, encontrando a Odette sola en su mesa.

—Y quiero agradecerte a ti...—¿lo escuchará? —. Por confiar en mí. Te quiero.

La zona de las fotografías estaba en un improvisado vestíbulo, le tomaron dos fotos. Luego, Soobin anotó su nombre para el grabado, preguntó por el camino de regreso y trató de seguir esas instrucciones. Llegó al supuesto pasillo donde debía cruzar a la izquierda, y sintió que alguien tomó su brazo, no tenían mucha fuerza, pero logró su cometido de sacarlo del camino, ahora estaba en un pasillo largo y oscuro.

Parpadeó para acostumbrarse a la poca iluminación y bajó su mirada, allí estaba él. Con un dedo en sus labios le indicó permanecer en silencio, y esperaron un par de segundos algún ruido o pasos cercanos, solo se encontraron con el silencio.

Yeonjun lo miró, con la espalda apoyada en la pared y sonriendo como si acabara de cometer una travesura.

—Te encontré.

Alzó una ceja.

—¿Hace cuánto estás aquí? —jadea.

—Estaba esperando que anunciaran tu nombre...—admitió—. Habría sido una pena si no lo lograbas.

—Por supuesto que lo haría —respondió en un tono egocéntrico—. Te lo dije. Soy el ganador. Tú solo eres guapo.

Lo observó poner sus ojos en blanco, apretando los labios, esos gestos tan familiares que relajó su cuerpo de inmediato. Apoyó una mano encima de su hombro y se inclinó para besarlo. Yeonjun lo recibe con los labios abiertos y lo atrae de la cintura. Sus cuerpos chocan y es como estar en casa de nuevo.

—Te extrañé. —soltó en medio del beso.

—Yo también —echó su cabeza hacia atrás—. Ya quiero irme, es aburrido perder.

—Ya sabes cómo me he sentido últimamente.

—Lo mío fue un terrible robo.

Soobin se escogió de hombros.

—Aprenderás a vivir con eso.

Lo atrae nuevamente, y le habla despacio sobre sus labios. Quiere estar tan cerca como sea posible, aspirando la colonia y el limón de su piel.

—Quiero ir a casa contigo, Soobin —sintió su cuerpo estremecerse, estaba suplicando con esos ojos que tanto le gustaban—. Hay demasiadas personas bebiendo..., y no me siento bien viendo eso.

Yeonjun estaba cumpliendo rigurosamente con su sobriedad, una lucha que no ha sido sencilla. Soobin también se abstuvo de beber; no ha tomado nada más que el sorbo del martini que Violet ordenó, y se siente culpable por ello, de que pueda percibirlo en sus labios.

Llevó las manos a su cabello, él suspiró contra sus labios.

—De acuerdo —asintió levemente—. Entra primero.

—Gracias. —era devastador para él lo sincero que sonaba.

Juntaron sus labios una vez más de forma más tranquila, uno de esos besos donde se decían «pronto nos vemos». Yeonjun volvió al salón primero, y Soobin contó dos minutos enteros antes de tomar el mismo camino.

Pero, al avanzar dos pasos y salir de aquel pasillo, su corazón cayó en sus pies. Violet lo miraba con los ojos llenos de algo que no podía descifrar, entre rabia y tristeza.

—¿Eres homosexual?

Soobin retrocedió, y se fijó si alguien podría escucharlos, empezando a respirar con dificultad por no tener certeza de eso.

—¿De qué estás hablando? —dijo con la voz seca.

—Acabo de ver a Daniel salir de allí —señaló el pasillo, y su mano formó un puño en el aire—. Escuché que te dijo que fueran a casa. No soy una estúpida, Soo.

A pesar de que ella era mucho más baja que él, Soobin se sintió pequeño bajo su mirada expectante por una respuesta.

—Estabas llorando como un niño porque pensabas que quería sobrepasarse contigo —recordó fríamente—. ¿Ahora estás con él?

Soobin asintió lentamente.

—Malinterpreté las cosas...

Ella lo señaló con un dedo.

—Sí —su dedo temblaba en el aire—. Lo hiciste.

Baja su dedo con una mano.

—Estamos saliendo hace un año —confesó—. No es nada de lo que pensaba, la verdad es que...

—Soo —empezó en un tono más calmado—. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? ¿O solo estás asustado?

Su ceño se frunció por su interrupción.

—¿Qué estás diciendo?

Ella vaciló.

—Ya sabes..., después de tu manager el Lucifer...—divagó—. Lo que intento decir es que puede que solo tengas miedo los hombres, y por eso estás con él.

Sus palabras son como una fuerte bofetada, puede sentir la sangre subiéndose a su cara.

—Esto no es una confusión —su voz salió como un gruñido y dijo suavemente: —. Yo...lo amo.

Es la primera vez que lo dice en voz alta..., y detesta que sea de esa manera, y a quien se lo estaba confesando. Los ojos de ella se abren de par en par.

—Esto no es amor, Soobin —ladea su cabeza, y lo mira a los ojos—. Sabes que no lo es. Esto no es correcto.

—¿Christopher te ordenó que me dijeras eso? —replicó—. ¿Por qué de repente estás diciéndome todo esto?

—¡Estoy diciendo esto porque estoy preocupada por ti, mierda!

Sostenía una copa de algo rojo, que no pudo detallar porque lo dejó caer en el suelo, haciendo un ruido estruendoso que lo sobresaltó.

—Esto no tiene nada que ver con él —afirmó con la voz rota—. Se trata sobre ti y como dejas que cualquiera se meta en tu cabeza.

—¿Y tú piensas que no estás haciendo eso conmigo ahora? —sintió sus hombros y el cuello tensarse, quería elevar su voz—. Acabas de decirme que te alegra que esté con alguien, que por fin senté cabeza, lo que ninguna mujer lo logró. Ni siquiera tú.

Violet retrocede un par de pasos, escucha como sus tacones rompen un vidrio.

—Ahora que sabes con quién me veo, ¿es algo malo? —gruñó—. ¿Estoy dejando que jueguen con mi cabeza? ¿Tengo miedo y estoy cediendo por eso? —cada palabra la expresaba con el mismo dolor y rabia como las recibió— ¿O solo estás molesta porque no pienso como tú? ¿Debo estar siempre de tu lado para que no pienses que estoy siendo manipulado?

Su rostro se deformó.

—¿Me estás llamando caprichosa?

—Estoy llamándote egoísta.

Sus labios se separaron en sorpresa, y sacudió la cabeza, como si no pudiera creer lo que escuchaba. Estiró las palmas y empujó a Soobin por los hombros.

—Vete a la mierda —escupió—. ¿Ya no te importa tu carrera? Anda a fuera y díselos a todos. Nadie querrá ver tu cara después de esto. Nunca más voy a preocuparme por ti, eres un imbécil que no tiene remedio y el único lugar donde pueden quererte es en el infierno.

—Violet...

—Y cuando te usen, y te rompan el corazón —advirtió—. No esperes que yo te recoja. Necesitas ayuda real, porque eres un marica que le gusta que lo abusen.

Lo miró, con esa clase de rabia que nunca te esperarías encontrarlo en la persona que más confiabas. Soobin no fue capaz de decir nada más. Ella se dio la vuelta y escuchó el sonido de sus tacones alejándose.

 

 

 

Cuando llega a casa, sus pies se arrastran por los escalones y las manos temblaban tanto, que fue difícil introducir la llave en la cerradura.

No se encontró con la habitual oscuridad de un hogar desolado, las luces estaban encendidas y había un aroma a limón en el aire, el jabón de Yeonjun.

Cerró sus párpados por unos instantes, aspirándolo.

Probablemente había llegado mucho antes que él y se dio un baño. Soobin tardó un poco más en salir del club en lo que se recuperaba, y tomó un vaso de whisky para relajarse. No podía decir que estaba ebrio, pero si se sentía ligeramente mareado.

Retrocedió un par de pasos y se quitó los zapatos, como una orden que su cuerpo empezó a tomar de forma automática cada que llegaba a casa, después de todas las veces en que Yeonjun le dijo que era más higiénico estar descalzo. Por eso compró un mueble especial para poner el calzado, donde estaban los mocasines negros que usó el mencionado, y ahora los suyos.

Aún no quería volver a la cama, por lo que sus pies se dirigieron hacia el jardín, sintiendo la textura rocosa y helada del cemento que rodeaba el camino hacia su piscina. No se molestó en subirse la tela del pantalón, tomó asiento en el borde e introdujo sus piernas lentamente, ahogando un grito cuando la baja temperatura del agua entumeció sus extremidades, y quemaba.

Respiró profundo y cerró sus ojos, al cabo de unos minutos, es como si estuviera tibia. Su vista se elevó a la casa, y observó su habitación, desde el balcón se percató que las luces encendidas.

¿Cómo alguien tan grande podía temer a la oscuridad? Pasó por su mente.

Apareció una silueta de hombros musculosos por unos segundos, después desapareció de los límites del marco de los amplios ventanales. Probablemente se había percatado de su auto estacionado en la entrada.

Soobin bajó su mirada al agua, su reflejo movedizo por la corriente que sus propios pies creaban. No tardó muchos minutos en que escuchó unos pasos acercándose, y su corazón dio un brinco.

¿Esto es miedo? Se preguntó, antes de elevar su vista y encontrarse con Yeonjun. Ya no vestía sus pijamas, en algún momento comenzó a traer algunas prendas de su propio armario. Estuvo un poco decepcionado por ello, pero tenía sentido. Soobin no usaba lo que Yeonjun alguna vez tocó, y a ese paso todo su guardarropa le iba a pertenecer.

—¿Acabas de llegar? —sonaba ligeramente adormilado y tenía los párpados caídos.

—Hace unos minutos.

Yeonjun ladeó su cabeza al escuchar su tono sombrío, se inclinó, apoyándose de una mano en el suelo para tomar asiento a su lado.

—¿Estás bien?

Soobin sacude su cabeza, fijando su vista en el agua.

—Tuve una discusión complicada con Violet —confesó, soltando suspiro—. Creo que nos herimos mutuamente.

—Lamento eso —su voz era sincera, y eso le comprimía el corazón—. ¿Puede tener solución?

—No lo sé.

Los dos podrían reconciliarse si ambos llegan a un mismo punto de vista. Nunca había nada en el medio. Violet era igual de testaruda y densa con sus opiniones, y para Soobin solía ser más sencillo darle la razón y aceptar lo que pensaba. A veces, era más racional que él.

El problema es que no podía decidir si estaban en lo correcto o no, había puntos contundentes: él era un pecador, la biblia no hablaba en aprobación sobre el romance entre dos hombres, lo condenaba. Las leyes se respaldaron por esos mandamientos.

Aunque la jurisdicción de Los Ángeles no mencionaba nada sobre que estaba prohibido ser homosexual. Era considerado un tipo de conducta indebida, estaba implícito. Cualquier persona que se salga de la norma era perseguida y castigada. En un panorama como aquel, no era descabellado replantearse sobre sus acciones.

Las palabras de Odette cruzan su mente:

«—Por eso, la única persona que debes escuchar es a ti mismo»

¿Cómo podía escucharse, cuando su propio discurso no estaba bien definido? Todos los días aún no se decidían si eran una pareja normal, o estaban tocando los límites de lo vulgar.

Solo había algo que era seguro.

—Yeonjun.

—¿Sí?

Elevó su vista hacia él, tenía una expresión preocupada.

—¿Esto es amor para ti?

La pregunta lo tomó por sorpresa, sus ojos se abrieron un poco y abrió su boca, luego la cerró. Soobin decidió intentar ver la cerámica en el fondo de su piscina era más interesante.

—Creo... —respondió después de un largo minuto de silencio— Creo que las personas pueden ver esto como enfermo, o pensar que somos unos pervertidos.

—No estoy preguntando como verán esto las personas —replicó fríamente—. Estoy preguntando como lo ves tú.

Yeonjun, en realidad, respondió en como su madre iban a pensar de él.

Es algo que intenta alejar de su mente diariamente, vivir en la ignorancia, olvidar que cada vez que besaba a Soobin, la voz de su padre resonaba en su mente diciéndole «Sabes que no puedes querer a un hombre. Esto es una enfermedad, y si no lo detienes pronto, vas a romperle el corazón a tu madre».

—Tengo miedo de verlo así. —respondió finalmente.

Sus ojos se fueron hacia el agua, la luna se reflejaba en ella, estaba casi llena esa noche.

—¿Cómo amor? —preguntó Soobin.

Yeonjun asintió ligeramente, luego recordó que ninguno de los dos está mirándose.

—Sí, como amor.

Movió levemente sus pies en el agua, intentando relajarse, que su cuerpo no doliera tanto. Porque él no puede decir que eso es amor. Tiene miedo de aceptarlo, y eso lo lastima. Todo lo que necesita es seguridad, algo que contradiga las duras palabras de Violet. Y todo lo que se encuentra es con una incertidumbre.

—Sería más fácil estar en un mundo donde nada de esto importa. —Yeonjun añadió.

Soobin tragó saliva y asintió levemente.

—Violet me dijo que el único sitio donde pueden aceptarme es en el infierno.

Yeonjun se inclinó ligeramente hacia él, impresionado.

—¿Ella te dijo eso? —jadeó—. ¿Lo sabe?

—Nos escuchó —su labio tembló—. Dijo más cosas, pero creo que eso responde lo que sugeriste.

—Bueno, depende del punto de vista en que lo veas. Mi familia es budista —confesó—. No existe el infierno allí, sino un proceso de transformación del alma en diferentes reencarnaciones.

—¿Tú crees en el infierno? —preguntó después de escucharlo.

Aunque no es coherente, él asiente.

—Mi madre me reprendería si escuchara lo que voy a decir —afirmó evidente vergüenza y culpa—. Antes solía creer que todos podríamos transformarnos y descansar en el Nirvana, porque ya habíamos vivido lo que necesitábamos. Después de todo lo que vi en la guerra, me alivia saber que hay un lugar donde pueden sufrir quienes nos hicieron daño.

Por alguna razón, Soobin suelta una risa amarga.

—¿Qué?

—Te hice dos preguntas, y respondiste ambas con la idea de alguien más, no lo qué opinas realmente.

Colocó ambas manos detrás de él, y se apoyó de ellas, mirando hacia el cielo nocturno.

—No quiero decepcionar a mis padres, Soobin —admitió finalmente—. Es lo más propio y honesto que puedo decir. Son todo lo que tenía en este mundo, y estaré perdido si un día no pueden quererme como soy.

Es un balde de agua fría cayendo sobre él, porque recuerda las palabras de Younjin «Lo criamos muy bien, no hay nada a lo que nos diga que no. Si le pedimos que se case, lo hará.». No hay que Yeonjun haga sin pensar en sus padres primero. Ninguna decisión estaba lejos de la participación de ellos.

Era sorprendente para él, que ambos estuvieran juntos, en una relación que Yeonjun declaró como tal; y lo hacía sentir como lo más descartable.

—Y ahora te tengo a ti —añadió—. Y a veces no sé qué hacer contigo, porque no encajas en el motor de mi vida.

Su pecho se hundió de dolor, porque no había nada peor que sentir que sobraba en la vida de alguien.

Soobin no tiene a nadie a quién decepcionar. En la tierra, nadie está esperando nada de él. Tal vez era un consuelo pensar que al menos, podría arrepentirse de sus pecados antes de llegar a viejo y asegurarse un buen lugar de descanso.

Podría ser ese su castigo, darse cuenta que si Yeonjun debía escoger, Soobin será lo primero en lo que se dará por vencido.

Yeonjun se giró a mirarlo, pero se negaba a despegar la vista del agua, no iba a demostrarle que lo acaba de romper.

—Soobin, quiero estar contigo, pero...

—No digas eso —negó suavemente con su cabeza—. Por favor, no quiero escuchar eso.

Sacó sus pies de la piscina y empezó a caminar hacia el interior de la casa, sin importar los rastros de agua que estaba impregnándose en manchas oscuras sobre la alfombra.

 

Chapter 35: ¿Qué vas a escoger?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Escuchaba sus pasos detrás de él, y quería detenerse y pedirle que no lo siguiese, pero la manera en que las lágrimas estaban rodando por sus mejillas, sin control, lo entorpeció. Cuando llegó a la sala, se sentía sin aire y tuvo que aferrarse al respaldo del sofá porque trastabilló.

Con la manga de su traje intentó secar su rostro antes de lo alcanzaran, y cuando se giró, Yeonjun estaba perplejo y agitado a pocos metros.

—Soobin —estaba jadeando, venía corriendo detrás suyo—, lo siento. No quise hacerte daño.

—No dijiste nada erróneo —lo interrumpió—. Soy un obstáculo en tu núcleo de buena familia y tradición.

—No me dejaste terminar allá.

Bajó sus manos en derrota.

—Tengo derecho a irme cuando no quiero escuchar algo que me duele.

—No quise...

—Dices que no quieres hacerme daño –fijó su vista al respaldo de la escalera, sus ojos le ardían cuando las lágrimas luchaban para salir de nuevo—. Pero, no puedes decir que esto es amor. Y eso también es lastimarme, Yeonjun.

Lo escucha suspirar y avanzar hacia él, Soobin retrocede varios pasos y eso lo detiene en seco. No quiere mirarlo, todo su cuerpo tiembla y nunca había experimentado tanto dolor.

—Soobin, por favor —estaba suplicando en una voz tan suave, podía percibir que temblaba también—. Tengo miedo. Estoy jodidamente aterrado por esto. Pero, no estoy huyendo. Estoy aquí.

No quería mirarlo, pero la forma en que su voz se rompió, hizo que su vista se fijara en él. Tenía los ojos cristalizados y la nariz se le estaba tinturando de rojo.

—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? —replicó con un hilo en la voz—. ¿Cómo sé que vas a seguir aquí, si no puedes llamar esto amor? ¿Qué se supone que soy para ti, si no puedes llamarlo amor? ¿Soy un experimento o algo con lo que quieres divertirte?

Yeonjun jadeó.

—Nada de eso. No estaba jugando contigo, pero no puedo fingir que esto no va en contra de lo que conozco, que mi mamá no va a odiarme si se entera de esto —sus brazos se movían en el aire acompañando sus palabras–. Pero, esta es la primera vez que algo puede competir contra eso. Y me asusta, me aterra, porque la decisión ya no es unánime.

Estaba empezando a llorar, y detesta verlo así, hace que su enojo se disuelva y quiera romper la distancia y abrazarlo, y decirle que nada de la mierda del mundo debe importar. Si fuera así de sencillo, si su corazón no doliera tanto, y las palabras atoradas en su garganta no estaría quemando.

—Lo es —llevó sus ojos a las escaleras—. Sabes que, si tu madre te pide que te cases, vas a salir corriendo a cumplirlo. Ellos lo saben. Yo lo sé. Y duele demasiado.

—Eso...

Soobin lo miró, y Yeonjun tiró su cabello hacia atrás en frustración.

—Por favor, entiéndeme —suplicó—. Esto no es fácil. Tampoco lo es para ti.

—Es diferente conmigo —lo interrumpió—. Yo no tengo a nadie. Nadie espera a que yo haga las cosas bien. Y yo...

Mordió su labio, reteniendo las palabras. Quería decirle todo, cada una de las cosas que sentía y por las que estaba dispuesto a hacer por él, pero su cabeza construyó un enorme muro y no podía extraer nada. Golpeaba y pateaba. Era inútil. No tiene a nadie y solo puede protegerse a sí mismo.

—Yeonjun, mírame.

No sabe cómo encontró la fuerza para fijar sus ojos en él, desafiarlo de ese modo. Fue como si todo el dolor se fuera a un lado, y ahora lo manejaba una parte fría y dura de él. El contrario limpió su rostro y lo enfrentó.

—Si tu madre te pidiera ahora mismo que me dejes —su voz era dura y firme—, ¿lo harías?

Toda su cabeza gritaba que , su corazón le decía que no y su boca no podía formular una respuesta coherente con la información tan desordenada.

—No me digas lo que ella espera que hagas —tragó saliva— Quiero saber lo que tú quieres hacer.

Palidece, apretando la mandíbula. Es como si luchara para no responder. 

—No tengo otra opción.

La forma en que su rostro cae y observa su labio temblar, Yeonjun quiere avanzar, quiere abrazarlo, tirarse al suelo y gritar todo lo que no podía pronunciar, pero todo lo que puede salir de su boca es decepcionante.

—Tienes razón —y forma una leve sonrisa torcida—. Nunca he sido una opción. Si fuera una mujer, no lo dudarías.

—Soobin...

Intenta acercar su mano, pero él se aparta bruscamente, cruzando sus brazos y dándole la espalda.

—Vete a casa, Yeonjun —podía ver sus hombros temblar—. No quiero que te quedes.

—No quiero irme...

—Por favor —un sollozo se filtró en su voz—. Por lo que más quieras, vete.

Yeonjun seguía inmóvil.

No tenía sus zapatos, estaba en pijama, estaba llorando y probablemente había un paparazzi afuera esperando por Soobin. Y todo lo que podía pensar, es que finalmente lo había arruinado tanto; que ya no lo quería cerca.

Avanzó un par de pasos, y rodeó a Soobin en sus brazos, no le importa lo rígido que estuvo en todo momento, y que no mencionara alguna palabra mientras se aferraba a él. Su único alivio, fue el no apartarse. También quería eso, aún si estaba negándose a recibirlo.

—Yeonjun...—pronunció despacio—. No puedes hacerme esto.

—Lo sé.

Hundió el rostro en su cuello, aspiró la manzanilla y el sudor en él.

—Sé que no puedo decir que esto es amor —sintió como se tensó—. Pero... Pero, solo te quiero a ti.

—No quiero saber eso...

Dejó un casto beso en su nuca y lo soltó, retrocediendo a pasos lentos. Soobin se giró hacia él, todo su rostro estaba humedecido y tenía la punta de la nariz en un tono carmesí.

—Te quiero, Soobin —lo observó jadear de dolor y su propio pecho se encogió —. Aún si ya no me quieres a mí, nada va a cambiar lo que siento.

Bajo la oscuridad, cabizbajo, y tomando los zapatos del mueble, Yeonjun finalmente se fue.

Soobin cerró los ojos, mientras que el silencio de la noche tomó posesión de su hogar.

A varias millas de distancia. Yeonjun se subió a un taxi para regresar a la casa de Santa Monica. Estaba a menos de cuarenta minutos de Torrance Beach, y no se sentía físicamente capaz de poder soportar un viaje de una hora a su apartamento, no cuando todo su cuerpo temblaba y el conductor le lanzaba miradas curiosas.

—Serían tres centavos.

Revisó sus bolsillos, y se dio cuenta que no tenía dinero. Dejó el traje que utilizó en los Golden Globes en la casa de Soobin, con su cartera en un bolsillo.

Miró sus manos y se quitó el reloj que le rodeaba la muñeca, y lo arrojó en el regazo al conductor.

—Véndelo —dijo, abriendo la puerta—. Cuesta tres mil.

El hombre abrió los ojos, observando el objeto en sus manos y Yeonjun abandonó el vehículo sin esperar otra reacción.

Cuando ingresó a casa, con la llave que escondía en una maceta, y se quitó los zapatos, lo primero que hizo fue dirigirse a la puerta manchada de pintura y se dejó caer sobre el sofá, rebotando ligeramente por el impacto. Era el sitio más seguro que conocía; rodeado de todas las cosas que creó. Es un escape. Por un instante, es como si el mundo desapareció.

Apoya la mejilla del cojín y lo ve ahí, en el escritorio, aquel pequeño marco con la foto de ellos en Paul's Kitchen. Incómodos, con total desconocimiento de lo que el otro sentía. Estaba esforzándose por no pensar en algo que no fuera el cómo sus manos se tocaron por accidente, cuando cambiaron de asiento.

«¿Esto es amor para ti?»

Yeonjun no puede decirlo, no porque no lo crea. Lo sabe. Sabe que cada vez que voltea a mirarlo descubre un nuevo tipo de refugio. Uno de ojos oscuros y brillantes. Han sido meses donde descubre que su corazón puede acelerarse por ternura, cada vez que lo observa sonreír. Y que aún si conoce su boca, sus brazos, sus piernas y todas las obscenidades que su boca es capaz expulsar, sigue sintiéndose nervioso cuando está a su lado.

Pero, nadie puede llamar esto amor.

Entierra su cabeza en el sofá y se siente miserable, porque aún si quisiera preguntarle a alguien si eso es amor, solo van a responderle que es enfermizo.

¿Cómo puede sentir algo en lo que nadie cree?

En su corazón, en su pecho, en sus manos, en sus piernas, en la cabeza, en sus oídos, todo su cuerpo lo siente. Es tan real que duele, es una tortura física sentir tanto amor y no saber si es correcto.

Sí no puedo cambiar, ¿a dónde voy a terminar?

¿Alguien como él es digno de un cielo? ¿Lo están esperando en el infierno? ¿Las puertas del Nirvana se cerrarán para él? ¿Cuantas veces tiene que reencarnar para curarse? ¿Qué castigo le espera a alguien como él?

«Respondes con ideas de alguien más, no lo que estás pensando»

Yeonjun piensa que él es imperdonable, porque no puede decir que eso no es amor.

«Si tu madre te pidiera ahora mismo que me dejes, ¿lo harías?»

No sabe en qué momento ha empezado a llorar, y como su cuerpo temblaba sin control, su pecho subía y baja de manera frenética. Debe apoyar las manos en el suelo, apretando los periódicos manchados de pintura, y abre su boca para intentar recuperar el aire.

Quiere gritar, quiere ahogarse, quiere huir, quiere desaparecer.

¿Cómo puede doler tanto algo que no puede tener? Jamás se le pasó por la mente enamorarse de un hombre, cometer un pecado de esa magnitud, destruir lo que tanto había luchado por ser; el buen hijo del que su madre estará orgulloso, un futuro esposo, padre, alguien honrado y asombroso.

Pero ahí estaba, llorando como si le hubieran arrebatado lo más preciado.

Cuando la mañana llegó, se sentía como nuevo, y pensó que podían arreglarlo. Tal vez de tanto inhalar óleo, tuvo un golpe de optimismo que lo hizo levantarse del suelo.

Se bañó, se vistió, toda la cabeza le dolía, tenía manchas oscuras bajo los ojos, cada paso que daba tomaba toda la fuerza que tenía reservada. La comida no tenía sabor y no fue capaz de pronunciar alguna palabra durante la primera entrevista que tuvo ese día, más que forzarse a sonreír.

Podían arreglarlo, pensó todo el tiempo. Era una simple pelea. Sus problemas más grandes han sido por dejarse llevar por sus emociones, y su mala decisión de irse cuando el momento no lo requiere. Se convenció a si mismo de que su único error fue marcharse, que cuando volvieran a verse, Soobin le reclamaría por eso y después podrían resolver el problema besándose.

No podía acabar allí. Ellos dos se querían. Iban a mudarse juntos algún día. Había planes, hay un futuro; tan inestable e incierto, pero era todo lo que podía aferrarse para creer que aún existían.

Si recuerda algo de su segunda entrevista, es pensar en que volver a Torrance Beach, esconderse en sus sabanas olor a manzanilla y que todo sea como antes. Borrar el ayer, y recuperar la seguridad que solía sentir cuando pensaba que alguien lo esperaba en casa. No alguien, Soobin.

Todo su día se repitió su nombre, «Soobin», «Soobin», ¿por qué no pudo tener un nombre más feo que no valiera la pena repetir?

Cuando llegó a casa, le pidió a Mick que se estacionara en la entrada porque tenía planificado salir a buscarlo después, pedirle perdón y volver a ser como antes. Pero, había un paquete bastante grande en su puerta y su corazón cayó en sus pies.

Yeonjun lo tomó, entró y en el recibidor, recogió unas tijeras que tenía guardadas para abrir sobres. Rompió la envoltura que protegía una caja, la abrió y se lanzó hacia atrás con una mano en su pecho.

Toda la ropa que dejó en casa de Soobin estaba ahí, doblada con cuidado, el cepillo, unos zapatos y con su billetera encima.

Volteó la caja con agresividad, sacudió las prendas y sacó todo lo que había en su cartera.

Nada.

Soobin no escondió ninguna nota.

Le devolvió sus cosas, y lo dejó.

Las peores despedidas no son aquellas que arden en los labios soltando un «adiós», si no las que carecen de palabras, de discursos, de miradas de dolor y anhelo, con las que el silencio te avisa que todo ha terminado.

 

 

Una semana después de aquella noche, el muro en su cabeza se ha mantenido tan firme que ya no puede pensar en lo absoluto, y no se queja al respecto. Solo así tuvo la voluntad suficiente para regresar su ropa sin sentir el deseo de quedarse con algo.

En sus clases de actuación, aprendió a encontrar el dolor de los personajes relacionándolos con una herida causada por un arma. Pero, no encuentra nada similar al hoyo que tiene en el pecho, como un vórtice que le roba su energía y es tan pesado, que no se sorprendería que también succionara sus órganos. 

Mientras luchaba para levantarse de la cama, el mundo lo veía como el encantador aristócrata listo para robarse el mundo en esa nueva etapa de su vida. Christopher no desaprovecharía su nueva popularidad para empujarlo a un proyecto importante. Soobin sospecha que su apuro, no es simplemente el tomar las riendas de la euforia colectiva que causó, si no que se sentía algo intimidado por el éxito su decisión. Sin embargo, su mente no estaba en el lugar ideal para analizar aquello.

Fue de ese modo como consiguió el papel de Sydney Carton, para A Tale of Two Cities, un clásico donde no había nadie tuviera sus características y podría causar descontento. El contrato lo firmarían en tres semanas para empezar a rodar lo más pronto posible. Al escuchar las indicaciones del director, no pudo evitar abrumarse.

No podría hacerlo. No estaba listo para volver a un plató todavía. Es ridículo lo que un corazón roto estaba causando en él, como si le hubieran amputado una extremidad importante y su vida se volvió más difícil de sobrellevar. 

Sus pies se dirigieron hacia Estudios Carpem, una mañana de la que tenía conocimiento que su manager no estaría merodeando. Un carrito de golf lo condujo hacia las oficinas principales, y subió las escaleras hasta llegar al último piso, la zona de los grandes jefes.

La secretaria lo recibe, y extendió una agenda de citas, para que anotara su nombre. Soobin se percató de lo ocupado que estaba ese día, y ciertamente, había una fila de hombres sentados en el pasillo de espera.

Dejó la libreta en el mostrador, y retrocedió unos pasos, tratando de adivinar cuál era la puerta que buscaba. La única vez que estuvo en ese pasillo fue para discutir un comercial, en la sala de conferencias al fondo.

Una puerta al extremo izquierdo del pasillo se abrió, dejando ver a Garth Noxton, despidiéndoselo de alguien que no alcanzó a ver, pero no le importó demasiado. Avanzó a pasos veloces, ignorando los gritos de la secretaria por detenerlo. Cuando estuvo de pie frente al hombre, lo observaba con amplios ojos grises

—Necesito preguntarle algo —dijo sin aire—. No tomará más de cinco minutos.

El hombre miró a su secretaria y luego a él, parpadeando en sorpresa. Soobin mantuvo sus ojos fijos, intentando convencerlo al menos con su expresión. Garth sencillamente se encogió de hombros, y se apartó para dejarlo pasar.

—Entra —hizo una seña con las manos—. Tienes cinco minutos.

Avanzó al interior, y comprendía totalmente porque la oficina de Christopher era un rincón para un ratón. Era amplia, con paredes que lucían como madera brillante y lijada cuidadosamente: cuadros de las revisas, reconocimientos en marcos y un estante transparente exclusivo para trofeos. Tenía sofás rojos, y el piso se elevaba en la zona de su escritorio, detrás pudo ver varios muebles archivadores, con un amplio reloj de pared que marcaba las ocho y veinte de la mañana.

—Toma asiento.

Soobin se dejó caer en la silla frente al escritorio, Garth se mantuvo de pie y se servía él mismo una taza de té.

—¿Quieres un poco? —sacudió su cabeza—. Estos jóvenes de ahora no les agrada el té verde. Mas para mí.

El hombre tomó asiento, y le dedicó una sencilla sonrisa. Tenía un bigote de color ceniza, el mismo que cubría su cabeza; y la edad de se notaba en las arrugas, pronto cumpliría los sesenta.

—¿Qué es lo que deseas preguntarme?

Soobin inhaló aire y tardó tiempo en soltarlo, estaba empezando a sudar frío. Su cerebro ha estado apagado y actuando en un modo automático, que le hace cuestionar si son las cosas que no podía intentar cuando estaba lucido. Buscar la manera de decir «No» por una vez en su vida.

—¿Me permitirían ver mi contrato?

Garth hizo un ruido de sorpresa.

—¿Tu contrato? —asintió—. ¿Para qué?

Apretó sus labios y bajó levemente la mirada.

—Quiero... —balbuceó— saber si hay una clausula para rechazar proyectos. No quiero...—se siente como un niño de repente, preguntandole a sus padres si podía jugar un rato en el jardín— hacer la película que aceptaron para mí. 

Su jefe lo miró perplejo, y Soobin se percata lo directo que ha sido, soltando la bomba sin alguna advertencia o preparación.

—Me refiero a que, bueno, creo que necesito unas vacaciones —inquirió—. Solo por un par de meses. Me siento algo..., fatigado, sí. Bueno..., estoy desde los quince haciendo películas. ¿Eso me haría candidato para un descanso breve?

No era del todo cierto. Hace dos o tres películas al año desde que era un bebé, con apenas un par de meses entre rodajes. Mantuvo ese ritmo de trabajo durante toda su vida, aún cuando se supone que su carrera no estaba en el mejor momento, filmó tres películas en un año. Y considera que ese es su verdadero problema. Todo su esfuerzo estaba comenzando a pasarle factura, porque lo sentía en todo su cuerpo.

Garth abría y cerraba la boca. Parecía no encontrar las palabras que quería soltar. En un momento tragó saliva y lo miró con los ojos entornados.

—Cuando firmaste el contrato, ¿lo leíste?

Su pregunta lo hace fruncir levemente su ceño.

—Sí —pero, era una mentira.

Soobin no tiene muchos recuerdos de las palabras que estaban escritas, no entendía por completo las cláusulas. Era un chico de quince años, le dijeron que firmaría para una buena empresa y eso era lo que bastaba.

—Entonces —se aparta ligeramente, apegando la espalda del respaldo de su silla—, tienes conocimiento de que probablemente no trabajas para nosotros, ¿cierto?

Sintió un vuelco en su estómago.

—¿Qué?

—Eres parte del manejo de Christopher Grant, ¿no? —asintió levemente—. Cuando hicimos el acuerdo de colaboración con Terry Grant, su tío, establecimos en los contratos que Estudios Carpem solo acogería a Christopher, pero sus clientes no forman parte de nosotros.

Parpadeó, perplejo.

—¿N-no soy parte de Estudios Carpem?

El hombre tragó saliva, lo miraba con preocupación, y vacilaba en contestar.

—Puedo ofrecerte revisar mis archivos —responde, en cambio—. Si mi secretaria encuentra tu contracto o no, te avisaremos inmediatamente de tu situación a tu camerino.

Soobin sacudió rápidamente su cabeza, si lo hacen, Christopher sabrá lo que él estuvo ahí.

—¿Pueden enviármelo a mi casa, por favor?

Garth extendió un bloc de notas y un bolígrafo para él. Soobin escribió con dedos temblorosos su dirección. Ambos se condujeron fuera de la oficina y observó cómo le extendió el papel a su secretaria, y susurraba en su oído. Sintió su corazón caer en su estómago por la expresión de pena que formó, y la leve negación confusa que hizo.

El hombre se percata de su expresión de pánico, porque sonríe hacia él y camina los pasos que los separaban. Había personas esperando a su lado, y los ignoró totalmente.

—No debes preocuparte por nada —dijo en un tono amable—. Eres talentoso. Y tu carrera está en un excelente punto. Si un descanso es lo que quieres..., bueno, no tenemos problema en dártelo. Mientras sigas así, tendrás la ciudad a tus pies. Pero, si es Christopher...

—Lo entiendo —suspiró—. Comienzo a entender muchas cosas.

—¿Cómo cuales?

Lo miró, y formó una sencilla sonrisa.

Ya no quiero esta vida.

 

Notes:

voy a ocuparme un poquito con la uni, así que les dejo aquí los dos capítulos que se iban a publicar esta semana, el martes nos vemos con otra actualización-

Chapter 36: Paparazzi.

Chapter Text

Soobin pasó las semanas con el corazón en la boca, noches en vela sobre el sofá y saltando justo a la hora en que el correo llegaría. Era bueno tener algo que esperar, y responsabilizar aquello de sus sentimientos.

Podía llenarse de frustración por la incertidumbre, y olvidar. Convencerse así mismo, que el hecho de no recordar cuando fue la última vez que durmió una noche completa, no tenía nada que ver con lo que pasó la noche de los Golden Globes. Que cada vez que cerraba sus ojos, no estaba imaginando a Yeonjun en su piscina, su sofá, su habitación, en el balcón y que no trataba de correr hacia él, antes de que se desvaneciera como el humo.

Sue se queja de sus ojeras, pero Soobin no puede evitarlo. Tiene preocupaciones sobre su carrera y es lo único que su cabeza puede procesar en ese momento.

Aquella mañana, Hellen anunció que había llegado el correo, mucho después de lo anticipado. Soobin estaba comiendo cereales, mientras leía completaba un crucigrama. Pero, al escucharla, dejó todo sobre la mesa del comedor y corrió a través de los pasillos, retirando de las manos de su empleada los sobres.

—¡Estoy esperando algo! —anunció.

No mencionó alguna palabra, y lo dejó en su privacidad, desapareciendo en los pasillos.

Soobin empezó a hacer un desorden de papeles; habían recibidos de luz, correspondencia de fans, periódicos, y finalmente, la carta con el sello de Estudios Carpem.

Con los dedos temblorosos, rasgó el sobre y casi resbala de sus manos. Desdobló el papel y leyó sin aire.


«Dirigido a Steve Lee.

Estimado Señor Lee, hemos revisado su solicitud de forma cuidadosa y realizamos con éxito una inspección de nuestros archivos. Sin embargo, el resultado de días dedicados a la búsqueda de su contrato con Estudios Carpem, arrojó como resultado que no poseemos ese documento.

Debemos reafirmarle que no forma parte del catálogo de la empresa, y está incluido en la colaboración laboral con el Señor Christopher Grant.

Esperamos que la información llegue satisfactoriamente a sus manos, y haber resuelto sus dudas.

Despacho de Grath Noxton»

 

Sintió sus piernas flaquear, y tuvo que apoyarse de la pared de su entrada para recomponerse.

Ha estado engañado casi toda su vida.

Corrió con dificultad escaleras arriba, cambiándose los pijamas por una camisa abotonada azul, pantalones formales negros y regresó al recibidor por sus zapatos, los cuales dolorosamente aún guardaba en el mueble, uno que no tenía el valor de desechar.

Se subió a su auto, y condujo, sabe que se saltó uno que otro alto, pero no podía parar. Su corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento, y no mejoró cuando cruzó por Hollywood Bulevar.

Estacionó el vehículo, y solo porque nadie estaba mirando, le proporcionó una fuerte patada al Chevrolet de Christopher.

El carrito de golf lo llevó a las oficinas en una lentitud para la que no tenía paciencia, y cuando llegó, corrió a toda velocidad por los pasillos, hasta encontrar el recluido y olvidado donde estaba la oficina de su manager. La secretaria pareció aburrida de verlo, y lo imaginaba, porque empezaba a dudar que alguien se molestara en reunirse con Christopher.

No hubo ninguna señal de impresión en su rostro cuando vio a Soobin entrar, respirando agitado y las mejillas ruborizadas.

—¡Qué agradable sorpresa! —bramó con ironía.

Christopher estaba sentado con las piernas apoyadas en su escritorio, demasiado grande para una habitación pequeña y sin chiste.

—¿Y bien? —Christopher dijo con diversión—. No tienes el aspecto de alguien que viniera a saludar.

—Me engañaste.

Alzó una ceja y se señaló a sí mismo con un dedo.

—¿Yo?

—Me dijiste que estaba firmando con Estudios Carpem —jadeaba, no debió correr, su cuerpo ya no tenía fuerzas—. Me engañaste, me aseguraste que tenía un contrato bueno. Todo el tiempo estuve...

—Bajo mi cargo, por supuesto —dijo con total aburrimiento—. Dios, siempre he sido tu jefe y ni siquiera me respetas. Deberías ser más amable conmigo, tanto que hice por ti.

Soobin apretó los puños.

—¡No lo sabía! —confesó lleno de rabia—. Me dijiste..., me aseguraste..., ¡todo este tiempo me hiciste creer que tenía un lugar aquí! ¿Tienes idea de lo humillante que es darte cuenta que todo ha sido una mentira?

—Debiste pensarlo antes de firmar el contrato —se encogió de hombros.

—¡Tenía catorce años cuando me hiciste firmarlo! —gritó—. No tenía ni la menor idea de que significaba un contrato. Joder, ni siquiera fui a la escuela. Te aprovechaste de mi ignorancia.

Puso sus ojos en blanco

—Cariño; eso es lo que hacemos todo —expresó como si fuera muy obvio—. Hollywood no se mantendría a flote si contratáramos a gente inteligente. ¿Por qué crees que todos empiezan tan jóvenes? Si no lo entiendes, no vas a quejarte. No soy el único villano aquí, por más que te gustaría pintarme así

—Entonces, déjame ver mi contrato.

Christopher abrió su boca y luego la cerró, haciendo el sonido de una risa contenida.

—¿Todo tu berrinche es porque quieres ver ese papel?

—Tengo derecho –escupió—. Necesito verlo. Tengo que saber que decía. Quiero saber cuándo esta mierda se acaba.

—Es extraño como de repente estás tan interesado en eso —reflexionó, acariciando su mentón con una mano—. Primero te niegas al matrimonio que encontré para ti. Luego, me insultas y me gritas. Después vuelves a pasar por encima de mi autoridad. Y me haces pagar para esconder la relación que no te molestaste en reportarme.

Soobin retrocedió unos pasos.

—¿Qué?

The Page y la revista Main están preparando un artículo sobre tu relación secreta. Hay un reportero que alquiló una casa en Santa Monica, recientemente, solo para ver a quién visitas tanto.

Visitaba, ya no es capaz de poner un pie allí.

—Vaya...—soltó en el tono más aburrido que pudo—. Pensé que el periodismo estaba decayendo, pero el sueldo no está nada mal para vivir allí. Debería cambiarme de profesión.

—Esto no es un chiste.

Soobin finalmente tuvo el valor para mirarlo, ya tenía sus ojos encarnados y finos en él.

—¿Y tú crees que es un chiste engañar adolescentes para que firmen contratos fraudulentos? —cuestionó con ironía—. Estaba acostándome con alguien. Todo el mundo hace eso. Si quieres acallar la noticia, es tu problema. Es lo que menos me importa en estos momentos.

—De hecho —lo interrumpió—. Si es un problema.

—¿Es un crimen y no me enteré? —preguntó—. ¿O tienes preparada una nueva esposa para mí?

—Se lo debes al público.

Eso lo hizo elevar una ceja.

—¿El público?

—Ahora que te vieron en The Crown, como un el duque encantador y pasional, —afirmó—. Tienes que sorprender con un cambio radical. Sidney Carton, desamparado y rebelde. Encontré a la perfecta señorita para que acompañe tu imagen, la venda y ganes que quieran poner tu nombre en más películas.

—Las personas quieren poner mi nombre en sus películas porque me ven actuando —le corrigió—. Eso lo hago en la pantalla grande, no besándome con una señorita que apenas conozco.

Christopher soltó una risa amarga.

—¿Desde cuánto te volviste así? —relamió sus labios—. ¿Tienes una nominación y ahora crees que lo tienes todo garantizado? Nadie te ha ofrecido un papel desde...

—¡Porque es tu culpa!

Es como si un balde de agua fría cayó sobre él, por la forma en que su cuello se giró robótico.

—¿Crees que ahora con lo que sé, no dudo en que me saboteas? —añadió—. Te envían sus propuestas y las desechas. Y yo no me entero que a alguien le interesa mi trabajo. Me haces creer que no tengo éxito para que no busque mejores cosas.

No deja de gritar. No puede detenerse. Esta frustrado. Su respiración se agita y cada vez que Christopher habla, siente una fuerte tentación de arrojarle una silla.

—¿Y esa teoría mágicamente te hizo sentir especial? —bufó—. ¿Descubres que siempre te he ayudado y me echas la culpa de lo que no logras? Eres muy audaz, Steve. Pero, no eres inteligente. Tienes esos papeles por mí. Sin mí, el Estudio te hubiera desechado en tu primer fracaso.

Se encogió de hombros.

—Tú dime —se cruzó de brazos, solo para tener algún tipo de protección—. Estabas a punto de decir que nadie me ha mandado un guion, pero Robin Coppola me envió una carta porque me ha enviado dos libretos para que los aceptara. ¿Qué mierda soy, entonces? ¿Soy un fracaso cuando te cuestiono, pero un éxito si mantengo mi boca cerrada? —ladeó su cabeza—. ¿Cuál es la realidad?

Christopher se puso de pie, y avanzó hacia él. Soobin retrocedió hasta que el picaporte se le clavó en la espalda. Sería una vil mentira no reconocer que estaba asustado y las manos le sudaban.

—La realidad es que estás confundiendo tu lugar.

—No estoy...

Elevó su palma, y fue como en cámara lenta, en que atrapó su muñeca antes de que llegar a su rostro. Lo sostuvo con fuerza y luego lo apartó con brusquedad.

—No quiero esta vida. —lo miró directamente a los ojos—. Hagamos las cosas bien. Tienes a miles que no le importarían cumplir con tus órdenes. Yo solo te pido una cosa. Dame mi contrato. Solo quiero saber cuándo se acaba.

—¿Y qué harás cuando lo sepas? ¿Buscar otro Estudio y asegurar un lugar para ese momento? —espetó—. Nadie querría trabajar contigo de verdad. Eres nefasto, arrogante y vendes a las personas a los periódicos. No tienes la capacidad de ser un buen actor. Eres mediocre. Y te he dado más de lo que mereces, porque no eres nadie que valga la pena.

Sus palabras se clavan como cuchillos en su pecho, y debe clavarse las uñas en sus palmas, sentir algo de dolor físico para despertar del aturdimiento que le estaba causando.

Tal vez tiene razón. No ha sido el mejor, y por ello no lo ha abandonado. Tiene suerte de que alguien siga allí, en sus malas y terribles. Porque no le queda nada, lo ha perdido todo, incluso su libertad. Pero, esos pensamientos no le hacen sentir bien, no puede tomarlo como hecho indiscutible. Ya no piensa como antes.

—Lo soy, Christopher —respondió con suavidad—. Alguien puede quererme como soy.

—Tienes mucha confianza en ti mismo —empezó a inclinarse y Soobin le mantuvo su mirada—. Pero, solo eres sucio e incapaz de ser amado.

Estaban demasiado cerca y podía oler su agrio perfume, le causaba repulsión. No quería estar allí. Giró el picaporte detrás de él y salió al pasillo apenas tuvo la oportunidad. Christopher lo siguió y se apoyó del marco de la puerta.

—¡Nos vemos pronto, estrellita!

 

 

Soobin manejó tan lejos como el tráfico se lo permitía, quería huir. Si pudiera hacer que su auto volara, habría llegado a Grecia, a la Antártica o estaría escondiéndose ahora mismo en un país de Latinoamérica. Cualquier lugar, donde nadie pudiese hallarlo.

Pero, estaba en Los Ángeles, en medio de Sunset Bulevar, y podía encontrar a cualquiera si se lo proponía. Como al doblar en una esquina, en el restaurante Towers, encontró el Chevy rosa de Odette.

No fue casualidad, sabía que ella estaría ahí. La estaba buscando.

Los fotógrafos dejaron de apuntar las cámaras del recinto, y se enfocaron en él. Escuchaba múltiples «clicks» en su dirección, pero su cabeza estaba tan nublada de pensamientos, que no podía distinguir que tan cercanos o lejos estaban.

Sus pies se introdujeron dentro del lugar y buscó con su mirada a la chica. La encontró, sentada al lado de la ventana, con ese cabello en un moño alto color arena y lo miraba con amplios ojos abiertos. En frente, otros mechones dorados que se giraron sobre su hombro.

Soobin se paralizó al verlo.

Lo observó ponerse de pie a pocos metros de él, casi de un salto. Hace mucho que no estaban en el mismo lugar, porque había hecho un gran trabajo evitándolo. Tenía una expresión de confusión, que se desvanecía a una de pesar, presionado fuertemente su ceño como si algo le doliera tanto que no podía esconderlo.

Trastabilló. No estaba listo para verlo. No aún.

Los presentes ya no les prestaban atención a sus platillos, tenían los ojos puestos en ellos. Odette también se levantó cuando lo notó, formando una expresión de sorpresa y confusión.

—¿Steve? —sonrió levemente— ¡Llegas tarde para el almuerzo!

Soobin tragó saliva, asintiendo como si sintiera vergüenza por su retraso. Caminó de forma vacilante hacia ellos, ignorando la intensa mirada que Yeonjun mantenía sobre él.

—Sí... —elevó el tono de su voz—. Había mucho trabajo, ¿ya ordenaron?

Odette sacudió su cabeza.

—¡Para nada! —afirmó—. Estábamos esperando por ti, ¿cierto, Dan?

Alzó su mentón y se imaginó que era una señal, porque no quería voltear a verlo.

—Sí...—respondió, casi como si le faltara el aire—. Aún no ordenamos.

—No debes esperarme más —Soobin negó con sus manos, sonriendo ampliamente—. Ya estoy aquí. Pero, no me quedaré mucho, necesito hablar con Odette un momento.

La chica asintió, estupefacta y empezando a salir la mesa.

—Esperen.

No quería mirarlo, estaba haciendo su mejor intento para que excluirlo de su vista periférica. Pero, esa forma de hablar, el tono tan suave que usa con él y lamentablemente su cuerpo aún responde a ese llamado.

Se giró, y estaba perfectamente peinado de lado, como rayos de luz color miel, vestido de suéter tejido azul oscuro y ceñido a su cuerpo, y pantalones a juego. Tenía sus ojos clavados en él, y si no conociera ese rostro tan bien como el suyo, no se habría percatado del buen trabajo de maquillaje. Su lunar incluso había desaparecido, estaba completamente disfrazado sin él.

—Estás haciendo una escena. —susurró de forma muy baja, solo para sus oídos.

Soobin soltó un jadeo de impresión. ¿Eso era todo lo que podía decirle, después de que estuvo escaneando su cara por medio minuto?

—Al menos estarás seguro de que mañana tu nombre aparecerá en los periódicos —respondió con amargura.

No se detiene a ver su reacción, toma la muñeca de Odette y la guía afuera del restaurante. Hay una salida especial, solo para ellos, que conduce hacia un callejón a pocos metros de donde estacionaban sus autos.

Cuando llegan, la mujer se suelta de su agarre y Soobin se tambalea, porque está en su límite y nadie lo sostiene.

—¿Qué está pasando, Stev? —jadeó—. ¿Por qué apareciste así?

—¿Lo sabias?

Su ceño se frunce en confusión.

—¿Saber qué?

—No soy parte de Estudio Carpem —decirlo hacia que su garganta ardiera—. Ninguno de los dos lo somos.

La observa tomar aire, y asentir. Siente que el mundo se caía en sus pies.

—Sabía que yo no lo era —respondió—. No estaba segura si también...

—Todos los estamos —la interrumpió tajante—. Todos le pertenecemos a Christopher.

Odette se mantiene en silencio, como si no se decidiera en que sería conveniente decir. Pero, Soobin se adelanta.

—¿Cuándo puedo irme? —su vista se clava en él— ¿Cu-cuando puedo irme de aquí?

Lanzó su mirada al suelo, había un charco inmenso por las goteras de un aire acondicionado. Se concentró en él, hasta que pudo regularizar su respiración.

—¿No viste tu contrato? —sacude levemente su cabeza y la mira—. A mí tampoco me dejó verlo. Me dijo que debo hacer treinta películas para dejarme ir. Le dijo a Amy que debía hacer treinta y dos.

—No tengo la menor idea de cuantas debo hacer yo.

Odette atrapó su labio inferior entre sus dientes, y se acercó a él, acercando una mano a su hombro.

—Steve, no importa la cantidad —masculló en silencio—. No va a permitir que lo dejemos. Nos quita oportunidades para no alcanzar la meta. Tiene estudiada la estrategia. Nos acepta dos o tres película por un año, luego una, después dice que no lo estamos haciendo bien. Y repite el proceso.

Soobin jadea, porque fue exactamente lo que estaba considerando, lo que le gritó a Christopher.

—Estamos atrapados.

—Algo así...

—Estoy atrapado.

—Steve, tienes que...

—Estoy atrapado.

—¡Steve!

Soobin no podía respirar.

Sintió sus pulmones apretados, como si fueran aplastados por las ruedas de un camión. Los muros en su cabeza finalmente se derrumbaron en un estruendoso ruido, soltando polvo y escombros por todos lados. Su cuerpo fue arrojado hacia atrás, incapaz de mantenerse erguido. Odette trataba de acercarse, pero sus manos se movían en negación. No era momento, tenía que apartarse. No tenía control de sus impulsos, todo su cuerpo estaba lleno de rabia y dolor.

Atrapó un objeto extraño y lo arrojó sobre su espalda, derribando una pila de cajas. La escuchó ahogar un grito. Reunir lo que le quedaba de fuerza en ello lo agotó, pero la sensación de sus músculos quemando era mejor que el zumbido que llenaba sus oídos. Comenzó a patear y golpear todo lo que tenía en frente, sentía la piel de sus manos desgarrarse y los mechones de su cabello húmedos pinchar sus ojos. Quería llorar. No quería hacerlo. Quería vomitar. Su estómago dolía. No soportaba vivir así. Estaba atrapado. No podía tener nada.

—Steve, basta.

Pateaba las cajas de forma frenética, y golpeó una piedra.

—¡Steve, ya!

Lo ha perdido todo.

—¡Soobin, detente! —su mano tiró del brazo, impidiendo que tirara otro pedazo de cartón. La apartó como si le quemara.

—¡¿Qué mierda quieres?!

Yeonjun se paralizó al escucharlo gritar.

Nunca antes lo había visto así.

Estaba más delgado y tenía bolsas bajo sus ojos, le daban un aspecto inflamado. Todo su rostro estaba húmedo de lágrimas y sudor, con el cabello pegado a su frente. Labios abiertos, y soltando jadeos frenéticos. Parecía su furioso, pero conocía esos ojos tal vez mejor que nadie, y se percató del dolor en ellos. Podría ponerse todas las mascaras posibles, y Yeonjun seguiría encontrando lo que ocultaba.

¿Por qué esta es la manera en la que te vuelvo a ver?

Estaba conmocionado por lo que estaba pasando. Odette lo buscó y le pidió ir hasta allí. Sin explicaciones o una advertencia de lo que se iba a encontrar. No dudó en abandonar la mesa, no se esmeró en medir la velocidad de su pasos, o su lenguaje corporal. Estaba demasiado preocupado para pensar en mantener apariencias.

Sabía que algo estaba mal desde que apareció por esa puerta. La forma en que actuó. Aquello que invadió su pecho. Como pronunciando palabras crueles, sus ojos no expresaban lo mismo.

Detrás de ellos, dos paparazzis habían llegado.

—Tenemos que entrar —trató de tomar su brazo, pero él se apartó—. Van a tomarte fotos, tenemos que entrar.

Era como si no pudiera oírlo. Su vista estaba fija en los fotógrafos, con todo su rostro expresando pavor. Cuando el sonido de las cámaras resonó en el lugar, se cubrió las orejas y apretó los ojos.

—¡Steve, ¿estas drogado?!

—¿Está teniendo un ataque?

—¡No sabíamos que estabas perdiendo el control con la blanca, eh, Steve!

Yeonjun desea rodearlo entre sus brazos, esconderlo de todo. Quiere quitarle las manos y susurrarle al oído que todo va a estar bien, que puede relajarse, que saldrán de ahí pronto. Pero, no puede, no frente a esas personas. Si mostraba algo de lo que sentía delante de las cámaras, todo estaba acabado para ellos.

Es difícil ver a la persona que amas sufrir, y no poder consolarlo. Verlo como es atacado por todas las preguntas imprudentes de esos llamados reporteros, y no poder defenderlo. Era frustrante y su corazón pesaba, porque no sabía qué hacer. Porque quería hacer tantas cosas, que se volverían en problemas inmediatos. Los escuchó acercarse y sin un segundo de meditación se volteó.

—¡Déjalo en paz!

Empezaron a fotografiarlo a él. Yeonjun comenzó a avanzar hacia ellos.

—¡Ya basta! —gritó— ¡Déjalo solo!

Era como si sus palabras los motivaran a presionar más rápido el botón de capturar, parecían emocionados, como si estuvieran en una obra de teatro.

Entonces, Yeonjun comprendió algo.

En Nueva Orleans, cuando Soobin lo frenó al intentar defenderlo. Ellos no van a escribir lo que estuvo mal, si no como reaccionaron. Si quieren tapar algo, deben hacer algo el doble de grave.

No lo pensó dos veces antes de tomar la cámara de uno de ellos, forcejeando para poder quitársela y la estampó con fuerza contra la pared, en un estruendoso ruido y piezas volaron por todos lados. El compañero salió corriendo de inmediato, pero el dueño del aparato se quedó allí, señalándolo con un dedo.

—¡Vas a pagar por esto!

—¡Váyanse a la mierda, bola de imbéciles! —le gritó de vuelta— ¡No saben el infierno que nos hacen pasar! ¡Todos son unos descerebrados! ¡No sirven para nada más que arruinar nuestras vidas!

—¡Algunos nos tenemos que ganar la vida como sea, idiota!

—¡Ven a lavar mi baño, tal vez! —respondió de vuelta, dejándolo atónito— ¡Te aseguro que te haré ganar más de lo que ese maldito trabajo te da en un año!

—¡Voy a llamar a la policía!

—¡Jódete!

El hombre empezó a correr lejos de ellos, y Yeonjun soltó un jadeo, apoyando las manos de sus rodillas mientras intentaba regular su respiración. No podía negarlo, se sintió asombroso hacer todo eso. Si pudiera repetirlo con cada fotógrafo que ve, sería el mejor trabajo de su vida.

Mierda, va a ir a la policía.

Se volteó, y corrió hacia Soobin, quien lo miraba atónito.

Retiró las manos de sus oídos cuando solo la voz de Yeonjun se filtró por encima del ruido, y se mantuvo inmóvil observando la escena, porque todo lo que pensó en ese momento fue en el gran problema que acaban de ganarse gracias a su reacción.

—Creo que...—jadeó— va a llamar a la policía.

Abrió su boca, pero nada salió de ella. Seguía aún impactado por el accionar tan violento de él. Nunca antes lo había visto actuar así. Jamás se imaginó ver a Yeonjun irse a los extremos.

—Tenemos que irnos. —repitió.

Y lo hizo por él.

Las sirenas de las patrullas empezaron a sonar detrás de ellos, Soobin finalmente se permitió jadear.

—Yeonjun —pronunció con angustia—. ¿Qué hiciste?

Chapter 37: Descargos

Chapter Text

 

La policía los arrestó a ambos: Yeonjun por atacar al paparazzi al destrozar su cámara y Soobin por obstrucción a la propiedad privada del restaurante.

Les concedieron una llamada para resolver lo de su fianza, Yeonjun habló con Odette, y Soobin le costó un poco más en elegir a quien contactar. Por ser el primer delito de ambos, su castigo sería mantenerlos detenidos toda la noche, mientras se decidía si levantarían cargos.

Fueron ubicados en un cubículo lejano, donde las miradas curiosas o fotógrafos no llegaran a ellos. Su condición de famosos les otorgaba la ventaja de tener un sitio más privado, pero no más cómodo. Solo tenían un largo banco de cemento pegado a la pared para recostarse, y el policía que les asignaron, informó que los visitaría cada cinco hora para llevarlos al baño.

Ambos lamentablemente pensaron lo mismo al ver las condiciones en las que se encontraban, tomaron asiento en el suelo, con la idea de que el otro usara el banco para recostarse.

Yeonjun lo miró con diversión.

—Siéntate en el banco —le indicó con el mentón.

—No quiero —respondió mirando a las rejas—. Siéntate tú.

—No quiero —interrumpió—, por eso digo que te sientes en él.

—¿Por qué haría lo que me dices? Siéntate tú.

—¿Por qué yo haría lo que tú me dices? —replicó.

Soobin jadeó con exasperación, alzando las manos al aire.

—¡Si hicieras lo que te digo, no estaríamos aquí!

Soltó un bufido.

—¡Nunca me hablaste! ¡No dijiste nada!

—¡Exacto! —bramó— ¡Tampoco mencioné que atacaras a un fotógrafo!

—¿Cómo iba a saber que no querías que lo hiciera si no dijiste nada?

—¿Por qué querría que lo hicieras? ¡Mira donde estamos!

—¡Eso pasa porque nunca me dices nada! —exclamó.

—¿Qué querías que dijera? —su ceño se frunció y tenía los ojos muy abiertos— ¿No lo golpees? ¡No puedo leer tu mente, no sabía que estabas considerando esa opción!

—¡Podrías haberme hecho caso y entrar conmigo al restaurante!

—¡No quería estar contigo!

—¡No lo sabía! —su voz se rompió, y se obligó a respirar— Si tan solo me lo dijeras, no habría intentado nada.

Lo miraba confuso, como si no entendiera por completo el tema de la discusión. Yeonjun estaba demasiado exaltado para darse cuenta que empezó a cambiar el tópico.

—No me dijiste adiós —¿por qué su boca decía todo lo que su mente se negaba? —. No puedes dejarme sin decírmelo. No hubo una nota. Ninguna palabra. Nada. Lamento que en mi cabeza sigas siendo alguien a quién quiero proteger, porque no tienes el valor de decirme que hemos terminado.

No quería hablar sobre eso, no en ese momento. Ya tenía suficiente con estar en el mismo lugar que él. Yeonjun tenía una lengua flamante, y Soobin cede fácilmente a la provocación.

—¿Cómo crees que podíamos seguir así? —ya no gritaba, su voz era un alarido— Si no sentimos lo mismo, ¿cómo puedes ser tan egoísta para pensar que iba a quedarme? ¿No me decías hace unas semanas que merecía algo mejor?

—¡Yo soy lo mejor! —exclamó.

Soobin soltó el ruido de una risa contenida.

—¡Tienes mucha confianza en ti mismo!

—¡La tengo, créeme! —respondió con rapidez— Porque los dos somos unos idiotas. Eres estúpidamente desesperante, obstinado y denso, y egoísta.

—¡Gracias por el cumplido, creo!

—Y yo soy un cobarde, temeroso, patéticamente correcto, necio y un imbécil —lo interrumpe—. Pero, no vas a encontrar nada como esto con alguien más. Cualquiera puede decir que dará todo por ti, pero nadie lo va a sentir como yo. Puedes tener lo que sea que creas que es mejor, pero nadie estará dispuesto a arruinarse como lo hago por ti. Porque nada de esta mierda me importa, pero a ti sí. Y no habrá ningún artículo que te hará quedar mal, gracias a mí.

—Te importa también...

Se giró a mirarlo, indignado.

—Estoy en la cárcel contigo, Soobin. ¿De verdad aún crees que me importa?

Soobin se volvió hacia el frente, evitando su mirada. Tenía toda la sangre concentrada en su cara y la sentía caliente, su pecho se llenaba de una culpa que no quería sentir.

—No puedes ser tan idiota...

—Lo soy —asintió con su cabeza—. Estoy tan idiota por alguien que no puede decirme que hemos acabado.

—Tú ni siquiera puedes decirme que esto es amor.

—¿Tienes idea de lo que es el amor?

—Yo...

—¿Cómo sabes que eso no es lo que siento?

Soobin separó sus labios y luego los cerró.

No, no lo sabía. Nunca nadie se lo enseñó. No conoció el amor familiar. Nadie lo ha amado como un amigo. Y no puede estar seguro de que las acciones de Yeonjun son amor, o siente mucha pena por él.

Lo único que conoce, es lo que hay en su corazón y la triste realidad que alguien tan roto, que no conocía el amor, estaba esperando ser escogido por alguien tan completo, que nunca le faltó la calidez y no puede quedarse a su lado.

—Ibas a dejarme si tu madre lo quería así —le recordó—. Y yo lo habría permitido —admitió y negó con la cabeza, como si no pudiera creerse lo que acaba de confesar—. Te habría dejado ir porque se lo que siento.

Yeonjun entornó sus ojos hacia él, y se mantuvo en silencio por unos segundos.

—Solo porque yo no piense y no sienta las cosas de la misma manera que tú, no significa que mis sentimientos no son válidos —sus labios formaron una mueca triste—. Es igual de hiriente que no te pongas en mis zapatos, y decidas por mí.

—Tú me lo dijiste —jadeó—. Que no tenías opción.

—Nunca dije que no quería escogerte.

—No escoger también es hacer una elección.

—Eso es confuso y sin sentido, Soobin —se quejó—. ¿No puedes aceptar que siento lo mismo, pero mi situación es complicada?

—Acepto que tu situación sea complicada, porque lidié con ella todos los días —explicó—. Tu madre me lo dijo en mi cumpleaños, que ellos van a conseguirte una esposa si no lo haces por ti mismo. Que tú lo sabías y lo aceptarías. Y me conformé con tenerte hasta donde fuera permitido. No te molesté con lo temporal que sería nuestra relación. No te presioné. Lo único que quería era saber que sentías lo mismo.

—Soobin, solo pensaste que nuestra relación seria temporal —ladeó su cabeza—, y no en el hecho de que tengo mucha presión encima para cumplir expectativas. ¿No consideraste también que nadie se preocupa por lo que pienso yo?

—¿Y qué es lo que estás pensando?

—¡En ti! —exclamó, perdiendo finalmente los estribos— ¡Todo lo que hago es pensar en ti! Y tú solo te preocupas porque esto sea pasajero.

—Eso no me garantiza que no lo sea —espeta—. ¿Cómo puedo estar seguro que el día de mañana, cuando ellos te necesiten, no vas a dejarme?

—Porque te necesito.

—Pero, también los necesitas a ellos —se incorporó—. Y no soy un monstruo para intentar competir con eso —espetó—. Tomaré el banco.

Lo observa subirse de un salto, y hacerse un ovillo extraño en el cemento. Su altura no lo ayudaba para nada, porque la mitad de sus piernas estaban balanceándose fuera del asiento. Se burlaría si no se sintiera tan mal por la conversación que acababan de tener.

Deslizó fuera de su cuerpo el suéter, tenía calor y también porque Soobin detesta las luces frías porque son incomodas para dormir. Arrojó la prenda a su cara,  percatándose que está agotado, no trata de quejarse. Se aferra a ella y la abraza.

Pasan las horas en silencio, Yeonjun toma el primer turno para ir al baño, y usa el lavamanos para limpiar su cara. Sin todo el maquillaje que le aplicaron, su rostro no es más que una mueca cansada. No ha podido dormir correctamente en semanas, y dudaba lograrlo esa noche, sentado en el suelo y el metal de las esposas raspándole la piel, y a su lado la persona que no lo deja tranquilo.

Lo irónico es que no se arrepiente.

Cuando es conducido a su celda, debe apretar los labios para no sonreír. No se arrepiente de destrozar esa cámara, de todas las cosas que gritó y de poder ver a Soobin. Estar encerrados juntos no hacía más que mejorar su noche.

Al regresar, tomó asiento a un extremo del banco y apoyó su cabeza en él. Quería dormir un poco, y tenía hambre. Era su primer arresto y no sabía si podía pedir comida. Algo empezó a empujarlo y estaba a punto de quejarse. Se giró y Soobin hacia un bulto con su suéter. Esperó a que terminara, mirando a otro lado.

—Está listo. —Anuncia.

Lo miró confuso y con su mentón señaló hacia abajo, Yeonjun se percató que había colocado parte de la tela donde su cabeza descansaba anteriormente.

—Gracias.

—No lo hago por ti. —respondió rápidamente.

Dejó su mejilla encima de la tela y se encogió de hombros.

—No me interesa.

—Lo hago por mí —añadió ignorándolo—. Quiero dormir y me fastidia la idea de que estés incómodo.

—Eres tan civilizado.

—No hables.

—Gracias.

—Cállate.

—Te extrañé.

—No lo di...

—Y sé que tú también —suspiró—. Disfrútalo, al menos.

Soobin suspiró resignado.

—¿Hace cuando se fue el guardia?

Yeonjun trató de ver su reloj, pero solo quedó mirando una muñeca vacía porque le habían quitado sus pertenencias.

—Supongo que hace quince minutos.

—Ven aquí.

Se volteó hacia él. Soobin se apegó a la pared, casi intentando adherirse a ella, dejando un espacio muy reducido en el banco.

—No creo entrar ahí.

Puso sus ojos en blanco.

—Deja de hablar y ven.

Contuvo sus comisuras de elevarse, tomándose el tiempo para incorporarse y no parecer demasiado feliz. Dejó caer su cuerpo en el banco, pero apenas entraba la mitad de su costado y los brazos y piernas caían flojos a un lado. Temió caerse, pero Soobin lo sostuvo, apegando su espalda al pecho, y apretándolo con tanta fuerza que era más probable que él resultara aplastado, antes que Yeonjun tocara el suelo.

—Esto es muy incómodo. —confesó soltando una ligera risa.

—Disfrútalo, al menos.

Yeonjun cerró los ojos, y trató de relajarse, Soobin arregló el suéter para que fuera la almohada de ambos. Ha dormido en todo tipo de lugares, y no comprende el hecho de que el menos adecuado, estaba resultando como el único que logró traerle paz. Sintió su cuerpo más liviano, y cada minuto era más difícil mantenerse despierto, con las caricias en sus brazos y en el cabello.

—Duerme, amor —susurró en su oído—. Yo te cuidaré esta vez.

No tuvo que decírselo dos veces, escuchó sus suaves ronquidos a los minutos. Sonaba como un microondas y la idea lo hace sonreír contra sus mechones. De cerca ya no eran tan dorados, si no la mezcla de múltiples tonos de rubio. Olía a sudor, y algo similar a un perfume de caballero con toques dulces. No le gusta cuando usa colonia, prefiere los cítricos o el aroma a manzana cuando estuvieron en Michigan. Le duele verlo tan cansado, y pasa toda la hora mirándole la nuca.

Y es lo más interesante que conoce.

Todo lo que se trate de Yeonjun es simplemente asombroso, aunque le rompa el corazón.

Presiona sus labios con suavidad en la piel que se mezclaba con los mechones de crecimiento, y siente como apega la espalda a su pecho.

Es lo más cercano a un hogar que ha tenido jamás.

 

 

 

A las ocho de la mañana, finalmente les permitieron salir. El oficial les quitó las esposas y los condujo a las oficinas, donde una secretaria sacaba sus cosas de las bolsas de evidencias y se las entregaban por una ventanilla.

—Vuelvan mañana con sus abogados —afirmó el policía—. No van a levantar cargos, pero si quieren una indemnización.

—Por supuesto lo quieren. —bufó Yeonjun.

Soobin lo apartó levemente.

—Nos ocuparemos de eso —dijo en un tono más amable—. Muchas gracias...—buscó la etiqueta en su uniforme—... ¿Clyde? Estamos agradecidos por tu trabajo.

El hombre identificado como Clyde sonrió complacido; e hizo un gesto humilde con las manos.

—Siempre para servirles, caballeros.

Los llevaron a la sala de espera, Odette saltó de su silla. Parecía cansada, con el cabello recogido en un moño. Abrazó a Yeonjun primero, y después a Soobin.

—No he podido dormir —confesó—. Estaba muy preocupada por ustedes.

—Lamentamos que pasaras por esto —dijo Soobin y empujó el hombro de Yeonjun—. Es su culpa.

—También te arrestaron, genio —respondió entre sus dientes.

Se encogió de hombros.

—Fue culpa por asociación.

—Veo que ya se llevan mejor.

Las mejillas de ambos se volvieron rojizas.

—Nosotros no....—balbuceó Soobin— Digo él...

—Soo.

Los tres pares de ojos se dirigieron a la puerta, Violet acababa de llegar, con el cabello recogido y un vestido con mangas redondas.

El único número de telefono que estaba disponible para él, era el de Violet. No fue su mejor elección, pero su actitud orgullosa encontró el punto derrumbe cuando les pidieron llamar a alguien, optó por improvisar.

—Gracias por venir. —dijo cuando recuperó su compostura.

Ella señaló la puerta.

—Te espero en el auto.

La observó darse la vuelta sobre la planta de sus pies y retirarse. Soobin avanzó minutos después, y miró por encima de su hombro.

Odette lo despedía con su mano y Yeonjun tenía en sus ojos la pregunta: «¿volveré a verte?». No puede decidir cómo responder aquello. Le dedica una larga mirada, antes de finalmente irse, sintiendo una fea angustia formarse en su pecho. Siempre siente eso cuando deben separarse.

Caminó hacia el Maserati de Violet. Tenía puesto el capó y parecía un escarabajo rojizo. Era algo que le hacía mucha gracia. Subió al asiento de copiloto, no sin antes tomar aire por lo que se vendría.

No habían hablado desde su discusión.

Y si había una conversación para la que estaba menos preparado, era una con ella.

—¿Dónde dejaste tu auto?

—En Towers —respondió—. Está en Sunset Bulevar.

Violet no dijo nada, y puso el auto en marcha.

El camino estuvo silencioso, y le permitió ordenar a todos los pensamientos que tenía revueltos a la cabeza: debía pagar una indemnización por golpear basura. Tenía ahora antecedentes penales. Probablemente va a meterse en un gran problema con Christopher. Nunca trabajo para una empresa importante si no para él. Yeonjun siendo estúpido y sacrificando su reputación. Yeonjun dormido en sus brazos de nuevo. Yeonjun..., solo Yeonjun.

No sabe qué va a pasar ahora..., en realidad no se siente listo para que algo pase. Es la primera que no quiere regresar y besarlo. No deja de anhelarlo, pero necesitaba pensar en algo más.

Violet detuvo el vehículo a un lado de la carretera, Soobin se volvió hacia ella suspirando.

—Hablemos.

—¿Debe ser ahora? —preguntó con agotamiento—. Estoy cansado.

—No podré estar en paz...si no te digo lo que pienso.

No quiere realmente saberlo. Ya lo que conoce fue suficiente para decidir, que la opinión de Violet no lo emocionaba ni un poco.

—¿Siguen juntos? —fue lo primero que ella preguntó.

Soobin sacudió su cabeza, enfocando su vista al árbol visible desde la ventanilla, ignorando como su corazón dio un vuelco.

—Soo...

—Ya no hay nada que te incomode —la interrumpió—. Puedes estar tranquila con eso.

—Soo...

—Quiero irme de aquí, por favor, avanza el auto.

—Soo...

—Podemos ir a los Oscars si quieres, no quiero perder mi acompañante...

—Lo siento.

Soobin se quedó inmóvil, y comienza a pensar que no es muy fanático de las disculpas. No porque sean innecesarias, pero no sabe cómo reaccionar cuando llegan.

—No debes decir...

—Escúchame, por favor.

Soltó un suspiro y asintió, escondiendo sus manos debajo de los muslos, porque estaba temblando.

Violet se inclinó hacia él.

—Sé que todo lo que te dije esa noche fue terrible, y lo acepto —no quería hablar de eso, trató de interrumpirla y ella prosiguió—. Por favor, escucha. No cambio completamente todo lo que te dije. Es lo que pienso. Puede ser una respuesta a lo que antes has vivido, he escuchado tantas historias de homosexuales convertidos por un abuso, que me cuesta creer que todo esto pasó de forma orgánica.

—No sabes...

—Tienes razón, no lo sé —agitó su cabeza efusivamente—. No sé cómo empezó todo esto. No conozco a Daniel. Todo lo que conocía era lo que me contaste y no resultaron ser buenas descripciones. Siempre lo vi como alguien que quería aprovecharse de ti. Sigo pensando que es demasiado inteligente y astuto para no esperar nada más.

La observó suspirar y frotar su cara contra las manos, se le corrió un poco el maquillaje cuando dejó de hacerlo.

—Pero, lo arruiné, ¿sí? —añadió— Estaba asustada de que fuera otro momento indeseado para ti. Se sintió tan extraño ver que un hombre te emociona. Debiste ver su cara ese día, cuando subió al escenario, la forma en que lo mirabas como si fuera lo único que importaba.

Soobin no quería recordar eso, bajó su mirada al compartimento del vehículo.

—Estabas feliz —dijo formando una sonrisa triste—. Nunca antes te vi así, Soo. Fue extraño. Y me asusté por ti. No me importa si eres homosexual, no me importan ellos en realidad. Solo me preocupa que puedan dañarte. Jamás me lo perdonaría.

Extendió sus manos a él, y luego las retiró porque no se movió.

—Violet, dijiste que era un marica que le gusta que abusen de él...—vaciló en continuar—. Eras la única persona que fui capaz de... contarle. Nunca me esperé lo usaras de esa manera. Realmente me dolió todo lo que me dijiste. Entiendo tu preocupación. Pero, no logro comprender porque me castigaste así.

La observó tirar su espalda al asiento y cerrar sus ojos.

—No me escuchabas..., y me estresé —confesó—. Tan pronto como eso salió de mi boca, me arrepentí. Pero ya era tarde para retractarme. Te perdí por el resto de la noche. Y no volví a verte en días. Estuve sorprendida porque me llamaste, pensé que nunca más te acercarías.

—Lo pensé —aseguró—. Y no puedo negar, en que no puedo verte igual desde esa noche.

—Por eso vine aquí —respondió con un suspiro—. A decirte que, si eso era amor para ti, está bien. Yo no sé nada. Mi opinión no debió hacerte cuestionar nada. Si eras feliz, si él te hacía feliz. Eso es todo lo que importaba.

Siente sus ojos picar, y su pecho doler como si un elefante estuviera pisándolo.

—No necesito tu permiso.

—No lo necesitas, pero siempre voy a estar para ti —susurró—. Si esto es lo que te hace feliz, si es lo que realmente quieres; nada más debe importar. Ni mi opinión, ni los demás. Solo lo que tu corazón te diga.

Todo lo que Soobin quería, era tener era un espacio del que fácilmente sería echado cuando el tiempo lo requiera. No puede ser feliz así.

Tal vez.

Puede abrazarlo, besar cada espacio de su piel y fantasear que es suyo. Que nadie va a quitárselo. Que Soobin es el dueño de sus ojos, de sus brazos y de su corazón. Es una fantasía que le infla el pecho, y debe obligarse a recordar que una vez que todo termine, no va a poder recuperarse.

Y ahora tiene algo que perder, entre todas las cosas que ya no le pertenecen; la poca cordura que aún le quedaba.

—Solo quiero estar tranquilo —respondió—. Lo demás...lo pensaré después.

Chapter 38: El Primogénito.

Chapter Text

Antes de los Oscars, Yeonjun tenía varias cosas que hacer.

La primera de ellas, fue pagar una indemnización al paparazzi y su compañía, lo suficientemente generosa para que dejara de pedirle una manutención. Estuvo a punto de ofrecerle nuevamente trabajo, al final del día, no le faltaría dinero hasta su jubilación gracias a él.

Lo segundo fue hacer algo que no le correspondía, pero quiso hacerlo.

Golpeó la puerta más de tres veces, y se detuvo al escuchar los pasos acercándose. Al abrirse, Soobin estaba del otro lado, inmóvil, vestido de blanco y pantalones azules, y con un lápiz entre sus labios.

—¿Eso es para? —señaló el lápiz.

Se lo quitó rápidamente, y aclaró su garganta.

—Interpretaré a un británico.

Yeonjun asintió despacio, notando como se le habían dilatado las pupilas. Es un golpe doloroso como sus párpados se abren ligeramente.

—Claro que lo harás.

Retrocedió varios pasos y con su mano le indicó entrar. Avanzó al interior del camerino, sin los regalos y la decoración de cumpleaños, era bastante espacioso. La mesa del sofá estaba llena de papeles, marcadores y un libreto grueso.

Soobin se mantuvo apoyado de la puerta, y se cruzó de brazos.

—No pensé verte tan pronto.

Se giró hacia él, metiendo su mano en el interior de la chaqueta que utilizaba ese día, y sacó un sobre.

—Como si te sorprendiera que siempre estemos encontrándonos —lo extendió hacia él—. Toma.

Miró la carpeta y luego a él, antes de aceptarla entre sus manos. Lo observó abrirlo sin nada de cuidado, una gran diferencia a su actitud cautelosa inicial, y reprimió el deseo de tomar sus manos al percatarse de cómo estaba temblando.

Sacó un fajo de papeles engrapados, con el ceño fruncido en confusión lo leyó, sus ojos pasearon en él y luego alzó su mentón, con sorpresa

—¿Qué es esto?

—Es el acuerdo de indemnización—declaró—. Los abogados de Towers me pidieron entregártelo.

Yeonjun lo observó rodear todo el lugar para ir al sofá, escogiendo el camino más largo solo para evitar pasar cerca de él. Tomó asiento y recogió unas gafas que estaban en la mesa, le quedaban ligeramente grandes porque se deslizaban en el puente de su nariz.

—Lo mejor sería que un abogado leyera eso por ti.

Bajó levemente el papel, y lo miró aburrido.

—¿Puedes hacer silencio? Estoy leyendo.

Yeonjun mordió su labio y asintió.

—Como quieras.

Justo allí, de pie a un lado del sofá se permitió mirarlo. Como apoyaba la mejilla en su puño, y sus labios se abrían ligeramente para respirar.

Las personas que ha conocido de su edad en la industria tenían una vida ya hecha, logrando el estatus inmortal, no importa lo que hagas jamás podrías llegar a su nivel. Soobin, con aquella apariencia de un joven que fácilmente podría ser tu vecino, o el chico guapo de tu clase, lo hacía sentir que era alguien que podías tener a tu alcance, y al mismo tiempo sentir que jamás sería podrías conseguir llamar su atención. 

Accedió con tanta naturalidad a él, y resultaba extraño estar del otro lado, a una distancia de miles de kilómetros aún estando en la misma habitación. Todo lo que podía hacer, era admirarlo.

Yeonjun jamás había mirado de esa forma a un hombre, pero incluso la manera en empujaba sus gafas con sus dedos gruesos, como movía su cabeza para apartarse el cabello de la cara, y luego su ancho cuello alzándose cuando se fijó en él y esa mirada afilada y suave. Todo era demasiado atractivo. Y es más ridículo como ver su cara le hacía sentirse feliz de golpe.

—¿Vas a quedarte ahí?

Incluso su voz podría haber sido cuidadosamente seleccionada, era ronca y profunda, y combinaba con la forma firme con el que terminaba su mentón, sus cejas tan pobladas en arco alrededor de esos ojos.

—Oye, estoy hablando contigo.

Es una ciudad llena de piedras preciosas y brillantes, reflejándose en la superficie del mar.  

—¿Me estás escuchando?

Y saltó.

—Yeonjun...

Estaba ahogándose.

Parpadeó y sacudió su cabeza, despertando de su ensoñación. Soobin lo miraba fijamente, con las manos apretando las rodillas. No puede entender lo que significa. Todas sus teorías eran flechas al aire.

Yeonjun empezó a retroceder.

—Sí...—balbuceó—, ya me voy.

Se dio la vuelta y sus manos alcanzaron el picaporte. Gritaba en el interior de su mente que no se atreviera a mirarlo una última vez, porque no iba a ser como antes.

Pero, no pudo evitarlo. Hace mucho que sus instintos y su cabeza no estaban conectados como equipo.

Soobin estaba de pie, ya no sostenía el librero, sus manos apretaban los bordes de la camisa en un puño que comenzaba a arrugarse. Cuando sus miradas se conectaron, soltó un ligero suspiro. Era tan bueno actuando que era imposible descifrar que significaba aquello.

Tragó saliva.

—Gracias...por traerme esto —sus palabras salían atropelladas—. Y lamento no haber podido borrar tu nombre. Yo...lo intenté.

No es sorpresa para nadie en la industria que los arregladores de Estudios Carpem eran los mejores del país. El nombre de Soobin quedó completamente borrado del incidente, como si nunca estuvo allí en un primer lugar. Pero, Yeonjun fue portada de todos los periódicos por días.

Tiene la sospecha de que aquello fue intencional, usarlo para desviar la atención de Soobin. No se habría sorprendido si él lo permitía. Su reputación era casi tan vital como su carrera. Yeonjun lo habría entendido. Pero, enterarse que trató de devolverle el favor..., no le producía alivio. Le angustiaba saber cual fue el precio para Soobin.

—¿Él te castigó por esto?

Parpadeó sorprendido por la pregunta, y luego negó, regresándole el alma su cuerpo.

—Acepté este papel —señaló el libreto sobre la mesa—. Y no tuvo quejas al respecto.

Yeonjun asintió levemente, sin entender muy bien lo que eso significaba y quiso esperar, al menos un segundo, esa mascara no podía durar por tanto tiempo.

Entonces, se giró y volvió a sentarse. Esa fue su respuesta: indiferencia y silencio. Soobin podía ser cruel cuando tenía miedo, hiriente al ser superado por el enojo, y ser completamente frío una vez que ha sido herido.

Giró el picaporte en sus manos y finalmente salió, aceptando que es todo lo que iba a conseguir de él.

Lo siguiente que hizo, fue visitar a sus padres.

Michigan durante marzo, es completamente diferente a la cálida primavera de Los Ángeles. En Lake City estaba templado de un invierno tardío, y en su segundo día, empezó a nevar. Pasó toda la mañana sacando la nieve de la entrada con una pala, creando un camino seco para la seguridad de su madre.

—¡Yeonjunnie!

Se encontraba descansando en el sofá, tratando de recuperar algo de calor. Elevó sus hombros y apoyó las manos del sofá, observando como su madre caminaba con cuidado hacia él, sosteniendo una taza con una cuchara dentro. Yeonjun reaccionó rápido en ayudar a sostenerla, estaba caliente aún en la gasa.

Era chocolate caliente.

Mamá, no debiste...

Ella hace un gesto restándole importancia.

Hace mucho frío, Yeonjunnie —comentó tomando asiento—. Te encantaba tomarlo en esos inviernos de noviembre, ¿los recuerdas?

Claro que lo hace, todo el tiempo lo piensa en que no existirá una nevada más hermosa que la primera en Corea. Era otro tipo de belleza, un tesoro que te cubre en sus polvos de estrellas y te cumplía todos tus deseos. En Michigan era imposible hacer eso, todo el tiempo estaba nevando y en los Ángeles es más probable que el sol caiga antes de ver nieve.

—¿Puedo preguntarte algo, hijo?

Tomó un sorbo de su taza y asintió levemente.

Lo que desees, mamá.

La observó inhalar aire y luego soltarlo.

—¿Estás bien?

¿Cómo una pregunta tan simple podía causarle tantos conflictos? Entre todas las opciones de respuesta, un «sí» sería una vil mentira, un «no» sería el abreboca de explicaciones que no estaba listo para dar.

Y ella añade:

Tus ojos lucen tan tristes, Junnie observa y con un dedo, señala su rostro—. Conozco esa carita como la palma de mi mano, y se cuando algo no anda bien.

Yeonjun traga saliva, y asiente.

No estoy bien.

Es un suspiro de su corazón admitirlo, un alivio frente a todo lo que estaba reprimiendo. No quería preocupar a sus padres con su situación, porque ya era suficiente con la humillación que indirectamente les producía arruinando su carrera. Cada escándalo, era una contradicción a los buenos valores y comportamiento pulcro que le habían enseñado. Pero, los periódicos con sus títulos amarillistas caen en la conclusión de que su crianza fue desastrosa para actuar así.

La realidad era que Yeonjun no sabía separar sus sentimientos con el deber, y la responsabilidad le pertenecía. Por ello, nunca trataba de explicarse, solo aceptar lo que hizo.

Han sido días estresantes —confesó, mirando el humo deslizarse suavemente de la taza—. No lo he estado pasando muy bien, mamá.

La observó levantarse del mueble individual y caer a su lado, rodeando sus hombros con los brazos.

¿Quieres contarle a mamá? —su tono era tan suave que derritió la armadura que lo rodeaba. 

Yeonjun dejó la taza en la mesa, elevó los pies al sofá y se dejó envolver por su cálido abrazo. Le gustaba escucharle los latidos por encima de la tela de sus cuidados vestidos, eran calmados y como música para él.

Mamá —pronunció tembloroso—, ¿papá ha sido tu único amor?

La escuchó suspirar y su cuerpo sacudió suavemente.

—Sí. Ha sido el único.

—¿Cómo sabes que lo es?

Se encogió de hombros.

Porque no he dudado en que quiero estar con él —afirmó—. En el pasado, era muy guapa hijo y tenía muchos pretendientes. Pero, mi corazón solo lo escogió. Y le hice caso.

Quisiera tener eso. —admitió con pesar.

Ella lo apretó cariñosamente.

Algún día encontrarás a la indicada, cariño —aseguró—. Aún no es tarde, y eres muy guapo, y todo un caballero. Eres perfecto, hijo.

No....me refiero a eso, mamá —soltó un leve suspiro—. Yo..., creo que ya sé quién escogió mi corazón. Pero, no puedo seguirlo.

Su madre levemente se distanció, Yeonjun tuvo que ajustar su postura en el sofá. Ella lo miraba con sus ojos. Nada se comparaba con que existiera una persona que luciera como él, de alguna manera en que cada vez que la veía, podía encontrar una parte de sí mismo oculta.

—¿Encontraste a una esposa, hijo?

Su corazón cayó en su estómago.

No....la encontré —le dolía admitirlo, no quería decepcionarla, no quería dañar nada más—. No puede... ser mi esposa.

—¿Por qué no? —parpadeaba con optimismo—. ¿Ella tiene ya un esposo? ¿Está comprometida?

Tragó saliva.

—No lo está —respondió—. Bueno, creo que está disponible... Nos separamos hace poco.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Tenían una relación?

A los ojos del mundo aquello no era una relación. Pero, ambos sabían que tenían un compromiso más profundo. Y cuando todo terminó, se sintió como una ruptura real.

—Algo así.

—¿Algo así? —formó una leve risa—. Bueno, las cosas en estos tiempos son un poco salvajes.

Se ruborizó ligeramente.

Podemos decir que sí.

—¿Y por qué terminó? —su expresión decayó—. ¿Discutieron?

Lo arruiné.

—¿Cómo? —preguntó—. Seguramente fue un desliz, nunca le harías daño a nadie, cariño.

Eso siempre fue lo que creyó de sí mismo, pero al parecer todos son igual de afilados en los momentos desafortunados.

Lo hice, le rompí el corazón —ya podía decirlo sin que doliera tanto, sin que quemara su garganta—. No pude decir que lo nuestro era amor. Y...., sé que, si ustedes me lo piden, iba a dejar esa relación.

—¿Por qué piensas que haríamos eso, cariño? —lo miró confundida—. Sí es lo que querías, lo aceptaríamos. ¿No estabas seguro de que eso fuera amor?

Yeonjun sacudió ligeramente su cabeza.

—Tengo miedo de decir que es amor.

—¿Por qué? ¿No era una buena relación?

Buena o mala, correcta o desaprobaba, era lo que le hacía feliz.

—Nunca podríamos...estar juntos como quiero —respondió, cerrando los ojos—. No hay manera de que podamos hacerlo. Y ustedes jamás lo aceptarían, porque no podríamos casarnos.

Su madre lo miró por un largo minuto y Yeonjun temió que lo entendiera, que reconociera las sutiles pistas y lo odiara en ese momento.

Entonces, se encogió de hombros.

Sí crees que lo podemos desaprobar, y no puedes honrar a tu familia con un matrimonio —dijo en una voz calmada—. Es bueno que terminara.

Yeonjun soltó un jadeo de dolor.

—¿Importa tanto el matrimonio?

Se sorprendió a sí mismo al cuestionar eso, incluso su madre pareció perpleja. Con los ojos abiertos y jadeando.

—¡Claro que importa! —gimió—. Eso es lo que tu padre y yo queremos para ti. Nosotros no te criamos para ser un hombre decoroso, de malas costumbres.

Mamá, no lo soy —la interrumpió en un tono lastimero—. Soy un buen hombre, y jamás los he desobedecido. Me dediqué a ustedes, toda mi vida se las he regalado.

Y es así como debe ser —afirmó—. Eres el primogénito. Nos debes honrar y respetar, a nosotros y al apellido de tu familia. Esas son tus obligaciones. Nada que te haga contradecir a tus padres es bueno para ti.

Estaba queriendo a alguien, y aun así, los respetaba...—bajó su mirada a sus pies—. No podemos casarnos, pero jamás dejé mis obligaciones con ustedes.

¿Por qué hablaban sobre él como si tuviera que llenar un molde, y no como su hijo?

—Tu obligación es casarte y continuar el linaje familiar.

—¿Y si no puedo hacerlo? —quiso golpearse a sí mismo por responder, la mirada atónita de su madre le hizo saber que cometió un error.

Su madre se levantó del sofá, tenía esa mirada que le hacía saber que la conversación había terminado. Se recuerda como un niño, pidiendo salir aun cuando era peligroso y ellos decidiendo ignorarle, siendo esa su respuesta de que no podía intentarlo más.

Yeonjun saltó también de su asiento, caminando hacia ella y colocándose en su camino. Su rostro se volvió en sorpresa.

—¿Qué?

—Mamá...—tomó sus manos, buscó confort en esas callosidades que conocía de memoria—. Mamá, siempre he sido un buen hijo. He luchado por ser como quieres que sea.

Su mirada se fue hacia el piso, lo iba a ignorar. Para ella, ya no había nada más que discutir. Mordió su labio, tratando de contener la frustración y tristeza que lo invadían.

—Mírame, por favor.

No lo hizo.

—Mamá...—su voz empezó a temblar —. Mamá, por favor.

Siguió ignorándolo. Yeonjun cayó sobre sus rodillas, tratando de atrapar su mirada.

—Mamá...

Fijó su mirada en una pared lejana a él, Yeonjun no pudo contener más su frustración.

—¡Papá te engaña!

Finalmente, sus ojos se posaron en él y en completo desinterés, se apartó.

Yeonjun se levantó rápidamente del suelo, atónito, y la siguió. Caminando con toda la velocidad que sus pies le permitían.

Empezó a buscar cosas en los cajones, y sacó unos envases, es como si la escena cambiara de forma repentina en una película; de intensidad a un personaje empezaron a cortar los vegetales para una anti climática sopa.

No podía creérselo.

La habitación estaba en completo silencio, salvo por el constante sonido del cuchillo chocando contra la tabla.

—¿Ya lo sabías? —preguntó con un hilo en la voz.

Ella no respondió, pero no necesitaba hacerlo. Desde el momento en que aquello salió de sus labios, la carente reacción es lo que más inquietaba a Yeonjun.

—¿Cómo puedes decirme que debo casarme, cuando tu matrimonio es una mentira?

El metal cayó fuertemente contra el mesón.

—¡Choi Yeonjun, retráctate ahora mismo!

El grito resonó en cada espacio de la casa y su cuerpo se hizo pequeño, por un momento es como si ella hubiera crecido diez centímetros más que él.

Hasta que no te cases —advirtió ella—. No vas a entenderlo. No te atrevas a hablar de mi matrimonio, eres un insolente que no conoce de lo que está hablando. Yo no te crie así.

—Tienes razón, no lo hiciste —replicó, su voz salió más baja de lo que quiso—. Me enseñaste que debía ser un buen esposo, seguir el ejemplo de papá. Me dijiste que amara a mi esposa como él a ti. Me han ordenado que tenga el mismo matrimonio que ustedes. ¡Este es el horrible ejemplo de amor que me han enseñado!

La escuchó soltar una risa amarga, colocando ambas manos a cada lado de su cintura.

—¿Y qué clase de amor esperas encontrar? —cuestionó—. Nada es perfecto, Yeonjun. Ni nosotros. Ni tú. Tal vez te hicimos soñar de más, pero siempre te enseñamos lo correcto. En este mundo, no hay buenos ni malos. Todos somos personas con obligación. Mi obligación es criarte bien y mantener mi hogar. La tuya, es casarte y seguir con el legado.

—¿Y no les importa que no sea feliz para cumplir con eso?

Ella lo miró, y se encogió de hombros.

Nadie puede ser feliz fallándole a su familia.

Era como si la voz de su padre y ella se fusionaron, haciendo la melodía más dolorosa y agresiva que había escuchado jamás.

Ustedes me están fallando—jadeó, retrocediendo—. ¿Por qué me hacen esto?, ¿Por qué no puedo elegir no seguir este ejemplo?

Porque tienes una obligación —sentenció—. Y si no lo cumples. No podemos seguir recibiéndote en esta casa.

Abrió sus labios, pero no dijo nada. Estaba tan impresionado para pensar, o decir algo. Era como si le robaron sus palabras y no reconocía los sonidos que era capaz de soltar.

—¿No puedo entrar aquí? —respondió, luego de minutos de silencio—. Yo hice esta casa. Todo lo he pagado yo. Donde estás cortando esos vegetales, lo traje yo. ¿Cómo no soy bienvenido, solo por no querer vivir una vida infeliz como la de ustedes?

Su madre frunció su rostro en una expresión dolorosa, Yeonjun sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Porque vas a condenarnos a nosotros a la infelicidad —respondió—. Y el hijo que criamos, jamás nos haría eso.

La miró, y ella a él. Tenía un enfado firme cubriéndola, pero también una capa de decepción. Su madre siempre había sido rosa y naranja, con una capa de luz contorneándola. Ahora, solo la veía oscura y gris.

Tal vez porque, bajo la fantasía de su vida, el mundo era un cuadro lleno de los colores que él asignó. Pero, era como si todo perdió su brillo, y se encontraba atrapado en el filtro de una foto pálida.

No estoy atrapado, nada de esto era bonito.

Se esforzó en vivir en esa fantasía, donde se protegía de la realidad con ideas románticas y las tradiciones clásicas, en no sentirse en el hijo perfecto porque los estándares estaban demasiado altos para él.

Pero, ni sus padres eran perfectos, y él tampoco era el hijo del año. Y a la edad de veinticuatro años, la venda cayó de sus ojos.

Los padres que me criaron...—su voz se rompió—. Jamás me hubieran abandonado por seguir una mentira.

Hizo una profunda reverencia, con las manos apegadas a las caderas y luego se marchó.

Mientras hacia maletas, sintió su alma elevarse y desprenderse de su cuerpo. En la esquina de su habitación, se observó a si mismo recoger y cambiarse la ropa prendas más abrigadas para salir. Como si fuera una máquina que recibió una orden, completándola con paciencia y esmero. Dejó las sandalias en su lugar, y tomó las botas para salir en la nieve. Salió por la puerta sin mirar atrás.

El aire gélido y con partículas de hielo azotó su cabello, hizo temblar su cuerpo. Se mantuvo allí, de pie en el escalón con su maleta y un bolso en mano, observando la entrada cubierta de nieve. Todo lo que despejó, desapareció en una capa blanquecina. Su trabajo no valió la pena.

Nada de lo que hizo, fue suficiente.

Sus pies se hundían y causaban que su paso sea inestable. Llegó a la acerca sintiendo las extremidades entumecidas, le dolían los oídos. Hace un esfuerzo sobre humano para no girarse, pero falla estrepitosamente. Al encontrarse con la acera, está húmedo, temblando y observa como la casa se vuelve completamente gris después de que su madre cerrara las cortinas.

Fue como, tratando de proteger los corazones de otros, se rompió el suyo y una parte de si mismo, quedó enterrada en el hielo.

 

Chapter 39: Famoso por encima de todo

Chapter Text

 

La tercera cosa que Yeonjun debía hacer antes de los Oscar, era conocer el destino de su carrera.

Después de la situación con el fotógrafo, su reputación no estaba en el mejor de los estados, causando que fuera removido de posibles proyectos que tenía en camino. Yeonjun no le importaba tanto que sus oportunidades actorales empezaran a escasear, tenía la mirada puesta en desempeñarse como productor después de Older. Pero, cada oferta dependía de lo bien que se portase frente a las cámaras.

Y él destrozó una.

Estuvo ansioso esperando a que llegase su llamado a la oficina, para saber que medidas tomarían por su comportamiento.  Y un jueves, cuando regresó de Michigan, llegó la citación de parte de Carl Wells. Tembló en sus manos mientras la leía.

A pesar de que el Estudio y su apartamento tenían una distancia mínima, un chofer pasaba a buscarlo. Y cuando lo llevó, tomó aire en el estacionamiento, sintiendo como las manos empezaban a resbalar en sus muslos.

Cuando llegó a la oficina, Carl lo miraba con un rostro neutro, sin señales de enojo. Era buena señal, eso pensó para calmarse. Tomó asiento frente a él y soltó un largo suspiro.

—Aquí me tienes.

El hombre apretó los labios.

—Apenas te tengo —admitió—. Todos están molestos contigo. Van a removerte de The Good Man. Pero no de su lista de productores.

The Good Man era la serie que grabó antes de ir a Michigan. La premisa era sobre un adolescente que quería seguir los pasos de su padre, un maestro reconocido y respetado. Con sus últimos escándalos, Yeonjun dejó de encajar en la imagen de un hombre correcto. Era de esperarse su despido.

Pero, no le sorprendió que al menos, quisieran mantener su dinero.

—No me esperaba algo diferente.

Carl apoyó la espalda del respaldo de la silla.

—¿Por qué lo hiciste?

Después de semanas, ni él mismo es capaz de formular una respuesta coherente.

—El fotógrafo estaba entrometiéndose en un mal momento —confesó—. Tenía que hacer algo, para distraer la atención de lo que estaba pasando.

—¿Y escogiste manchar tu reputación?

Asintió levemente, podía ver como se formaba la decepción en su rostro. Era la tercera vez que Yeonjun no dudaba en ponerse la soga alrededor del cuello, y su noble sacrificio terminaba siendo más perjudicial para él.

—No es un problema del que podamos salir tan fácil, Dan.

Su expresión decayó, estaba agotado. Eso encendió chispas de culpa en él.

—Lo siento.

—También lo siento —aseguró—. Porque no tengo opciones fáciles para ti.

Yeonjun se arrepintió de no quitarse el abrigo, cuando la secretaria ofreció recogerlo. El ambiente en aquella oficina empezó a volverse tenso, y una ola de calor lo rodeó, sintiendo como brotaban gotas de sudor en su mejilla.

—Puedes admitir que estás consumiendo alcohol, de nuevo —su boca se sintió seca de inmediato—. Todos pensarán que estás pasando por una mala racha, y se sentirán conmovidos cuando vean la generosa donación que enviarás a la investigación contra el alcoholismo.

—Yo no...

—Se qué no lo estás —sus labios se cerraron—. Pero, necesitamos una explicación coherente.

—Si escojo esa opción, estoy diciendo que él fotógrafo tuvo razón —objetó.

Carl soltó un largo suspiro y se encogió de hombros.

—Su trabajo es mostrar lo que haces, y el tuyo es enseñar el mejor lado de ti —respondió en un tono calmado—. Aún si no puedes hacer tu parte, él sigue haciendo su trabajo.

Yeonjun pensó en esos momentos, que debió tomar las dos cámaras que los apuntaron ese día. El resultado sería mucho peor, pero al menos no sufriría de arrepentimiento por no descargar toda la ira que tenía hacia los paparazzis.

—La otra alternativa...—hizo una pausa—. Es casarte con Odette o Bella, y ser el esposo rehabilitado del año. Curado por el matrimonio.

La respuesta salió más rápido de lo que la información se filtró en su cerebro.

—No puedo hacer eso.

Carl alzó una de sus cejas.

—¿No? —cuestionó—. Su triangulo amoroso es la comidilla de la ciudad. Necesitas escoger a una, yo sugiero a Odette y aparentar que te has rehabilitado con amor. Tienes que escoger, porque ser mujeriego no va bien con tu imagen de alborotador.

—Yo...—tragó saliva—. No quiero casarme.

Eso confundió aún más a Carl.

—No en estas condiciones —se apresuró a añadir—. Tenemos un trato, mi matrimonio no será por publicidad. Si el público cree que la relación se alargó demasiado para no llegar al altar, la dejaré.

—¿Y vas a escoger admitir que regresó tu alcoholismo?

Lanzó su mirada hacia otro punto de la habitación. No puede negar que no ha cumplido al pie de la letra con su sobriedad. Tomó una cerveza cuando fue echado de casa, solo para poder despertar. Pero, una copa o dos no se comparaba con lo que Carl le pedía hacer.

Cerró sus ojos y se obligó a asentir.

—Lo admitiré.

No podía ver su expresión, tenía la certeza de que no estaba contento con la conclusión que ambos habían llegado. Y su estómago dio un vuelco cuando al separar sus párpados, Carl deslizaba un papel encima de su escritorio.

Yeonjun lo tomó y leyó la dirección escrita en él. Era un bar ubicado al norte de Cherokee Ave, con el número de la mesa de su reservación.

—Alrededor de las nueve, mandaré un paparazzi para ti —explicó—. Debes quedarte donde puedan verte.

Miró al suelo y luego al papel, antes de incorporarse, listo para irse.

Carl lo detuvo antes de que sus manos tocaran el picaporte.

—Escoge bien lo que haces —pronunció con voz severa—. Si continuas así, vas a destruirte.

No respondió, en cambio, abrió la puerta y caminó a pasos decididos fuera de la oficina.

En Halleys, no existían camerinos como los habían en Carpem. Todo lo que Yeonjun tenía para esconderse, era una habitación amplia y compartida con otros actores, separados por una cortina. Y para él, fue más sencillo sentarse en un banco del estacionamiento, observando en silencio los autos llegar y abandonar el recinto.

No quiere hacer eso.

Más que no desear hacerlo, le aterrorizaba lo que puede ocurrir. Debe tomar alcohol, necesita testigo que lo vean pidiendo los tragos y tomándolos como agua.

La última vez que estuvo ebrio, es un momento del que no tiene recuerdo alguno, porque rebasó todos sus límites en un ataque de nervios. Conociendo el estado en que puede llegar, no tiene certeza de que podrá contenerse esa vez o si sabrá reconocer cuando pierda el control.

Era la tercera vez que se pondría una soga en el cuello, y nuevamente por alguien que no era él. O no está seguro de ello. ¿Por qué simplemente no regresaba a la oficina y renunciaba? En lugar de cometer ese gran daño.

Las palabras de Odette resuenan en su mente:

«—Podemos hacerlo, Dan...—pronunció en voz baja—. Se lo que opinas, pero tenemos ventajas si nos casamos; podría estar con Alisa y podrás estar con Steve, ellos empezarían a salir. No habría rumores. Seriamos los cuatro, sin problemas y libres».

Era fácil ahora que descubrió lo falso resultaba un matrimonio, la oferta no parecía descabellada. Al final de todo, solo era un trato beneficioso para ambas partes. Podrían mudarse cerca, y verse para avivar la narrativa. Soobin nunca deberá preocuparse porque encuentre a una esposa real, porque ya no creía en eso. Sería el único para él. Y Yeonjun se quedaría a su lado siempre.

¿No era perfecto?

Era tentador, piensa en ello mientras el chofer lo lleva a Boardner's, un bar y restaurante con temática de cine negro, con su ambiente a misterio, a pesar de estar en la calle más concurrida de Hollywood Hills y que Yeonjun apenas es capaz de ver lo que tiene en frente por el centelleo de las cámaras al poner un pie de allí.

Toma asiento en la mesa que le reservaron, cerca de las ventanas. Empieza con un Old Fashioned, sintiendo sus mejillas calentarse cuando en dos tragos se lo terminó. Pide otro, y otro, y una más hasta que confirmó que su paladar estaba aburrido. Al cambiar a varios Gimlet, su cuerpo empieza a sentirse cálido. Se quita la chaqueta del traje y deshace su nudo de la corbata, los fotógrafos aman sus intenciones de tener menos prendas encima.

Y cuando ve la tela de la corbata, o logra distinguirla en el comienzo de su borrosa visión. Se percata que no es suya. Es de su padre.

Pide una botella de Whiskey y toma directamente de ella, en un largo sorbo. Acariciaba la tela con su mano, sintiendo una risa brotar de sus labios. No hay nada gracioso en el ambiente. La música es deprimente. Los murmullos a su alrededor son muy altos, y todo lo que puede ver es una deprimente escena en la cocina de su casa.

«—Soy un hombre —declaró en un tono sereno—. Y tengo mis deseos, mis necesidades. Jamás te dije que era alguien ejemplar, porque este es mi instinto natural. Todos lo tenemos. Tú también lo tienes. Eres igual de sucio que yo.

Yo no soy como tú.

Lo eres —agitó su cabeza con lentitud—. Tu problema es que creíste que un hombre iba a satisfacer eso. Nadie puede llenarte. Nadie nos llena, hijo. Tenemos un hambre natural y debemos saciarlo.»

Es cierto, Yeonjun tenía un hambre natural, pero no lo sació con mujeres y no lo hizo con un hombre. Desde que se volvió famoso, ha llenado el vacío con el alcohol. Todas las cosas que le faltan, las ha borrado con Whiskey; su casa en Corea, sus familiares asesinados, el idioma que ya no usa. 

Estaba hueco, porque no tenía una identidad.

La segunda noche, ahora en Frolic Room, estaba sentado en la barra terminando la última gota de un Blue Hawaiian, y muchas cosas empezaron a tener sentido para él. Cuando la guerra los despojó de todo, anheló tener el control. Defenderse, gritar, decir lo que pensaba. Lo hizo, y dio como resultado su casi fusilamiento, consiguiente a salir de Seúl y tener una nueva vida. Sintió que por fin, salvó a sus padres en ese momento.

Desde ese momento, no ha dejado de ponerse frente al filo del arma. 

Era automático en él, recibir todos los golpes, los daños y la carga, si eso significaba rescatar a alguien. Ha sido el escudo humano para tanta gente, que no se percató que todas sus decisiones lo dañaban más que gratificarlo por sus buenas acciones. Renunció a su sueño de ser pintor por la actuación. Cambió de cabello, de nombre, de personalidad y mentalidad solo para tener dinero que no disfrutaba por si mismo. Se rompió su propio corazón, con tal de no romper el de su mamá. Y nada de eso importó, porque no fueron suficientes sacrificios a sus ojos. 

En la tercera noche, sobre la pista del Melody Bar, Yeonjun mandó a la mierda todo.

La cuarta noche, en Bar Lis, con un Old Fashioned en las manos, decidió que nunca se casaría. Esa sería su primera elección con autonomía; nadie tendría el gusto de obligarlo a subir al altar. Nunca más le dirían que hacer. Ya no estaría en ese lugar. Volvería a casa y dejaría de beber. No van a obligarlo a ser un alcohólico solo porque no pueden aceptar que tiene una opinión.

Por un instante, al parpadear, un reflejo lo sacó de sus pensamientos, tan familiar que fue imposible de ignorar. El vaso se le resbala de las manos, siente todas sus extremidades adormecidas y el sonido de los vidrios esparciéndose en todas partes es apenas un zumbido en sus oídos.

—No se mueva, Señor Choi —escucha la voz del mesero que estuvo atendiéndolo—. Limpiaremos esto en un momento.

Era alto, tenía una mata de cabellos oscuros y si entrecerraba sus ojos, podía distinguir que era asiático. Su corazón dio un vuelco, con la sangre diluida en alcohol, cada persona con esos rasgos lo llevaban a pensar en un solo nombre.

—¿Mmh? —masculló—. ¿S-Soo...bin?

—No, mi nombre es Kai —hizo un raro movimiento con sus manos, como sosteniendo su camisa, tal vez le enseñaba su placa—. Puede llamarme si necesita algo más.

Su mirada recorrió el lugar. Había tanta gente, que no podía divisar más que siluetas y sombras. Tiene el pulso acelerado y el subidón de energía estaba produciéndole nauseas.

—¿Ha-has visto.... a So-soobin? —preguntó, angustiado.

—Lo siento, señor Choi —su voz sonaba apenada y algo aguda, ¿cuantos años tenía aquel chico?—. No sé quien es Soobin. Tenemos un teléfono en la oficina, podemos llamarle a alguien.

Yeonjun trató de levantarse del asiento, pero no fue la mejor idea. Al momento en que sus pies tocaron el suelo, todo su mundo dio vueltas. Sintió unos firmes brazos atraparlo, era el mesero, quién soltó un jadeo.

Y de repente, múltiples reflectores estaban sobre él, haciéndolo sentir cada vez más mareado. Era como si todo se detuviera por instantes de luz y oscuridad. Tiene que recordarse que es una ilusión, los fotógrafos estaban afuera, no tenían permitido estar en el interior.

Con la poca fuerza que tenía, empujó vagamente al mesero. Él entendió que debía soltarlo por su gesto y Yeonjun empezó a caminar arrastrando los pies. Pocas veces ha estado verdaderamente ebrio, y era impresionante como su sentido del equilibrio estaba completamente nublado. Cada paso que daba, era como estar sobre una plataforma que temblaba y se deslizaba con la alfombra. Las personas lo empujaban o se apartaban cuando lo veían acercarse, estaba caminando sin rumbo, observando a su alrededor como niño perdido. 

Él está aquí, no deja de repetirse. No es una ilusión, como sus demás delirios cuando ya no puede más. Era real. Lo sentía en su pecho.

En un momento su cuerpo cedió, tropezando con el escalón que separaba el bar de la calle. Siente que unas manos lo ayudan a levantarse, pero no le gusta la sensación. Vuelve a empujarlo y el forcejeo causa que su espalda se impacte contra una superficie de aluminio, y una oleada de dolor cubra lo envuelva. Chilla y se mantiene apoyado en ella, intentando recuperar el aliento.

—¡Daniel! ¿Cuando rompiste tu sobriedad?

—¡Daniel, por aquí! ¿Te cansaste de la sobriedad?

—¡Daniel! ¿Odette no va a casarse contigo por tu alcoholismo?

—¡Daniel! ¡Mira aquí!

—¿Eso en tu mano es sangre, Daniel? ¡Todo un rebelde!

Apenas puede parpadear, toda su vista estaba cubierta por focos y luces apuntando en su dirección. Trató de cubrirse los ojos, le comenzaban a doler, y sus manos fueron apartadas con brusquedad. Uno de los fotógrafos impidió que se cubriera, solo para tener un mejor plano de su cara borracha.

Yeonjun se imaginó a sí mismo en un museo, siendo observado por miles de personas que comentaban sobre sus trazos, sus colores, las técnicas. Ninguno le gustaba lo que veían, pero estaban tan horrorizados que les causaba curiosidad lo peor que podría llegar a ser si lo miraban con atención.

Un nuevo agarre cubre su brazo, y trata de apartarlo, porque no quiere seguir sintiendo el tacto de esos despreciables periodistas. Lucha y se resiste, pero es demasiado firme y su cuerpo apenas tiene algo de fuerza.

—¡Mierda, deja de hacer eso! —exclamó con dificultad.

La mano ajena lo empujó, y arrastró lejos de los focos. Necesitó parpadear para acostumbrarse de pasar de las luces centelleantes en su cara, a la oscuridad en el interior del club.

Tiró nuevamente de su brazo, y lo vio. No se lo imaginó. Él estaba ahí.

Soobin usaba prendas oscuras y una gorra que cubría parte de su cara. Cuando alzó su mentón, tenía los ojos inyectados de rabia. Todo lo que pudo hacer fue tragar saliva, a pesar de que su garganta estaba reseca.

—¿C-como?

—Cierra la boca —lo interrumpió y giró su vista hacia otro lado.

—Soo...

—¡Yeonjun, basta!

Yeonjun retrocedió con dificultad por su grito, pero Soobin aún lo tomaba con fuerza del brazo. En un momento, pensó que le diría algo más, y en cambio, tiró de su agarre y empezó a arrastrarlo en un mar de pasillos. Sus pies apenas tenían algo de movilidad. El suelo se sentía movedizo y resbaloso. No podía distinguir su velocidad, ni lo que estaba frente a él. Sabía que corrían porque el viento golpeaba con más fuerza en su cara, al atravesar una puerta que no sabe donde la encontró. Ahora estaban bajo la oscuridad de la noche, a los focos tenues de los faroles y la dificultad que tenía de distinguir figuras con manchas y colores.

Doblaron una esquina, y sintió las manos de él en su espalda, empujándolo a un sitio que no pudo reconocer al instante, y luego lo arrojó al suelo, sobre un charco de agua que impactó helado en sus pantalones. Soobin tomó asiento a su lado, y le cubrió los labios con las manos. Deseó qué también incluyera la nariz, cuando un fuerte hedor inundó sus fosas.

Múltiples pasos y gritos lejanos se escucharon a su alrededor, pero nada próximo. Yeonjun pudo parpadear y percatarse que estaban en un callejón, escondidos al lado de un contenedor desbordado de basura.

Soobin dejó de sostenerlo y enterró el rostro dentro de las rodillas, manteniéndose en completo silencio. Yeonjun no sabía sí podía hablar o mantenerse sigiloso. Observó finamente como el flequillo le caía en los brazos, completamente lacio y oscuro como la noche.

Cuando destapó su cara, el enojo en su expresión había disminuido. Tenía las cejas fruncidas formando una mueca triste.

—Nos...vieron —masculló Yeonjun—. Va..van a pen..sar...

—¿Qué somos amigos? —dijo en un tono burlón y miró al frente—. No lo somos. Nunca lo hemos sido.

Eso lo lastimó.

—Soo...

Se giró hacia él.

—¿Por qué? —ladeó la cabeza intentando estar frente suyo—. ¿Desde cuando...?

Yeonjun negó, y se sintió mareado con ese simple movimiento.

—Tengo que...—su garganta se sintió cargada—decir...

En un rápido movimiento, Soobin toma sus hombros y lo inclina hacia un lado, mientras empieza a vomitar. Es la primera vez en su vida que toma tanto alcohol, al punto de expulsarlo de esa manera. No puede respirar. Tose y se aferra a todo lo que tiene a su alrededor.

Sus manos acarician su espalda y le propina palmadas, escucha como susurra que palabras para calmarlo. No sabe en que momento ha empezado a llorar, porque su vomito se detuvo, Soobin limpió las comisuras de sus labios y luego sus ojos.

—Está bien —susurró con suavidad —. Estoy aquí.

—Lo..siento.

—Está bien, amor —acarició sus mejillas—. Estás a salvo. Vas a estar bien.

Soobin rodeó su cintura y lo ayudó a levantarse, no tenía fuerzas suficiente para hacer movimientos propios. Tiene la dimensión del tiempo completamente alterada. No sabe cuanto tardaron en el encontrar el auto de él, ni el tiempo que pasaron conduciendo en avenidas y urbanizaciones, pero tantas vueltas comenzaron a marearlo de nuevo.

Una mano se desliza sobre su asiento, y toma la suya. Yeonjun suspiró cuando sus dedos se entrelazaron, y se permitió cerrar los ojos, quedándose dormido con la frente apoyada de la ventana.

Chapter 40: Posdata.

Chapter Text

Cuando Yeonjun despierta, miles de veces agujas se clavan en su cabeza, y abrir los ojos empeora el dolor. Se lleva las manos al cabello y tira de sus mechones, gimiendo.

—Espera, espera...

Escucha unos pasos y trata de mirar, pero la luz incandescente se lo impide. Los aros de sus cortinas chocan entre sí, y se encuentra envuelto en la oscuridad de nuevo. Hay una tenue lámpara encendida, y lejana.

—¿Soobin? —pronuncia al aire.

El mencionado aparece frente a él, y sostenía algo entre las manos, llevándolo a sus labios. Es una pastilla pequeña. Quiere preguntar que es, pero al abrir la boca, siente el frío borde de un vaso de vidrio siendo presionado e inclinado para dejar que se deslizara el agua en él. No se había percatado de lo reseca que se encontraba su garganta, la sensación agradable y refrescante lo hizo jadear.

—Duerme. —su voz era suave y firme.

—Pero...—trató de tomarle la mano, pero solo se encontró con aire—. Soobin, no te vayas...

Un brazo se desliza por sus costillas y lo obliga a volver a recostarse en la cama, quiere girarse y no se lo permite. Le presiona el pecho contra su espalda, y su frente está apoyada en el inicio de su nuca. No desea que se aparte. Abraza sus brazos y los encierra en las manos. Eso debería ser suficiente.

—Descansa. —suspira en su cuello.

—No te vayas. —suplica en voz baja.

Soobin saca un brazo de su agarre inútil, y le toma la mano. Yeonjun la aprieta con la poca fuerza que le queda, y la apega a su pecho.

—No me iré, cariño —ahora su frente descansaba en el hueso de su hombro—. Duerme ahora, por favor. Estoy cansado.

Con esa afirmación, se permite cerrar sus ojos, confiando en que lo verá al despertar.

Cuando Yeonjun despierta, nuevamente, Soobin no habla con él.

Es bastante duro de entender para él. Le preparó una sopa improvisada, insípida debía confesar. Antes de su ruptura, estuvo intentando aprender a cocinar, pero aún tenía un largo camino que recorrer. Yeonjun se sintió mejor después de comerla, mantuvo para su interior las quejas.

Soobin recogió los platos y limpió todo por sí mismo. Temió que abandonara el lugar después de asegurarse que había recuperado fuerzas, y caminó fuera de la habitación, arrastrándose aún con el fuerte mareo que le provocó hacer esa persecución. Solo así se percató que estaban en Torrance Beach, al estar rodeado de tanto azul.

Retrocedió y volvió a cama, envolviéndose en las cobijas. El único que debía irse, era él y definitivamente no iba a pasar. Soobin lo echó una vez y ahora que lo trajo de regreso, no iba a permitir ser arrojado fuera de nuevo.

Las horas transcurren; y no regresa. No escucha sus pasos por la casa, y pasa mucho tiempo antes de decidir explorar, su estómago rugía. Abandonó la habitación, bajó las escaleras y no lo encontró. Tampoco estaban sus zapatos en el mueble. Yeonjun toma el atrevimiento de hacer algo de comer, y no se sorprende cuando solo encuentra pan, mantequilla y un par de manzanas, y duraznos. Si no lo conociera lo suficiente, pensaría que su plan era que el hambre fuera la excusa para hacer que se fuera.

Yeonjun, en cambio, hace tostadas, se come las manzanas y prepara café. Ha estado tantas veces solo en esa casa, que sabe dónde encontrar todo lo que necesita, es la libertad que Soobin solía darle. Encuentra un cepillo de dientes completamente nuevo en su reserva escondida del baño, y bajo la regadera, se envuelve en el aroma a manzanilla, pasando más tiempo del que le gustaría admitir bajo la lluvia artificial.

En el pasillo hay un armario lleno de cobijas, cobertores y algunas toallas. Pero, en el primer cajón, solía estar cuidadosamente doblaba ropa limpia que Soobin dejó de usar para que él la ocupase. Sin embargo, al revisar, estaba completamente vacío.

No le hizo nada bien descubrir eso.

No puede ser tan extremo para tirar su propia ropa, pensó. Entonces, recordó que él fue la primera persona que le rompió el corazón y no es tan descabellada la posibilidad de que quisiera exterminarlo de su recuerdo. Pretender que nunca sucedió.

Pero, fue a buscarlo. Lo trajo a casa. Es imposible que esos fueran actos de simple simpatía. Soobin no es especialmente amable si no consigue algo a cambio. Por supuesto había un motivo detrás, era lógico. Solo que Yeonjun no se le ocurría nada en que le pudiera ser útil.

Revisó los demás cajones, sin obtener resultados favorables. Se introdujo de vuelta a la habitación, caminando hacia el armario, dejando un rastro de húmedas marcas de sus pies sobre la alfombra. Toda su ropa estaba etiquetada en marcas de lujo, fechas de eventos y muy en el fondo, las prendas que usaba en casa. Toma algunas de ellas y las arroja sobre su cuerpo.

Estaba abotonado el cuello de un fino suéter azul marino que escogió. Piensa en la posibilidad de que Soobin intentara devolverle el favor de la situación en el callejón. No es descabellado. Y no le termina de convencer. Su absorción en encontrar una respuesta hace que tire demasiado fuerte el botón, desprendiéndolo de la tela y el sonido del aterrizaje en el suelo, lo saca de su mente.

—Mierda —eleva la tela de su cintura y mira la etiqueta, era una Brioni—. ¿Cómo te puedes poner algo tan caro para dormir?

Yeonjun gatea sobre el suelo, tratando de encontrar el botón negro entre la afelpada alfombra oscura. Revisa bajo el piano, la cama, el armario y encuentra un peculiar destello cerca del escritorio. Jadeando, se acerca tan rápido como puede y lo encuentra en la división de la pared y el piso.

Toma el botón entre sus manos y pasea los ojos por la habitación, intentando recordar si alguna vez Soobin le mencionó que tenía rollos de hilo. Dudaba que fuese necesario alguna vez. Sue se encargaba de entregarle cada prenda sin ninguna arrugan o imperfección. Una angustia le invade el pecho, haciéndolo respirar de forma irregular. Podía pagarla, pero le molesta haber hecho algo mal. Justo cuando empezó a creer que nunca tendría una nueva oportunidad de estar cerca suyo.

Entonces, algo llama su atención. El diseño del escritorio era bastante peculiar. Tenía un cajón lateral y estaba desigual. Yeonjun se pregunta si lo habrá golpeado por accidente cuando buscaba el botón, por ello trata de arreglarlo también. Toma los bordes y tira de ellos, usando la fuerza necesaria para sacarlo de ahí.

Cuando lo abre, suelta un jadeo. Lo primero que sus ojos se encuentran, es su propia foto.

Dejó el cajón en el suelo, y no pudo contener a sus manos, las cuales actuaron por su propia cuenta. En el principio, se encontraban un par de portadas durante la promoción de Unknown, con la particularidad de que Soobin y él resaltaban más que sus acompañantes, y la mítica noticia sobre su encuentro con la policía en Hollywood Hills. Las últimas se trataban de su nominación al oscar, pero tenía el titulo y la imagen recortada. Yeonjun recuerda que se las envió por correo.

Piensa en sus cartas, y al sacar los periódicos, estaban allí. Cada una de las que Yeonjun le envió, cuidadosamente ordenadas por su cronología. Y los crucigramas que alguna vez empezó, pero dejó a la mitad por otorgarle toda su atención a Soobin. Es impresionante para él que guardara algo de índole trivial. También encontró los obsequios que sus padres le entregaron en su cumpleaños, el gorro que usó ese día. En el fondo, estaba la pintura que Yeonjun le regaló. La nota que lo acompañaba. Y una carta a medias que se llevó toda su atención, porque pudo ver su nombre de reojo.

La tomó entre sus manos, y la leyó.

«Querido Yeonjun,

Lo que siento cuando te veo, es culpa.

Quiero pedirte perdón.

Por oler a cigarros cuando los estás dejando. Por no ser honesto contigo todo el tiempo. Por todas las veces en que he sido cruel. Por no ser auténtico. Por no confiar en ti. Por usarte. Por ser yo a quien quieres. Por no ser una mujer con la que puedas casarte. Por no ser algo mejor para ti, que valga la pena el sacrificio.

Me temo que tengo tantas cosas por las que decir que lo siento.

Porque alguien como yo..., no merece esto. No a ti. Deberías estar con una bonita mujer, que sea hecha a tu medida. Pero, estás conmigo, y no sé si sentirme especial, o que estás condenado de alguna manera.

Soy un monstruo. Por eso nadie me quiere a mí. A Soobin. Mis padres huyeron tan rápido como pudieron de mí, porque pudieron ver mi forma real. Es extraño que la conozcas y eso no te espante. Pero, cada vez que me miras con esos ojos, y me besas como si te gustara lo que ves, me haces creer que puedo ser digno. Que esto también es para mí.

No hay necesidad de que durmamos con las luces encendidas. En medio de la oscuridad, eres lo único que brilla. Eres mi sol. Y no paro de quemarme contigo. No quiero dejar de hacerlo.

No sé cómo te encontré, pero... Si puedo estar contigo siempre, sería muy feliz. Cada vez que me tocas, es como si regresara de un terrible coma, donde solo vi una larga noche y tu presencia solo me muestran vida.

Quiero que nunca te cases con una mujer, que nadie nos separe. Por favor, quédate conmigo, nunca te vayas.

Nunca he estado querido a nadie antes, pero no sé cómo llamar a este sentimiento.

Yeonjun, la verdad es que yo te am....»

Al borde de la pagina, solo había una enorme mancha de tinta.

Encontró la respuesta que buscaba. No era una devolución de favores. O la preparación para una negociación. Las cosas eran más sencillas de lo que quiso aceptar.

Soobin se arriesgó a ser descubierto por los paparazzis, al sacarlo de ese bar en medio de la noches, porque lo ama.

Soobin lo ama.

Lo ama.

Regresó todas las cosas al cajón, con su garganta formándose un nudo. Lo dejó en su lugar, asegurándose como pudo de que estuviera en la misma posición que solía tener, con dificultad por el picor en sus ojos.

Se dejó caer en el borde de la cama, apretando las cobijas en sus manos. Toda su cabeza da vueltas en un mismo punto, el pie la pagina de esa carta. ¿Cuando la escribió? ¿Por qué lo hizo? ¿Pensaba entregársela alguna vez? Y lo más desconcertante, ¿por qué Yeonjun se sentía tan culpable, en lugar de estar aliviado por conocer sus sentimientos?

Eso era exactamente lo que temía, entender hasta que punto lo afectaba y como no pudo frenar el daño que le provocó. Tal vez todo lo que le sucedió era su castigo, ser repudiado por sus padres, su carrera en crisis, recaer en el alcohol como su refugio. Hizo un buen trabajo huyendo de la verdad, pero nunca iba a librarse de ella.

Escuchó las ruedas de un auto rechinar, haciéndolo sobresaltar. Se limpia los ojos con las mangas y se introduce debajo de las cobijas, cerrando los párpados mientras escuchaba los pasos acercándose.

—¿Yeonjun?

Toma aire y se frota suavemente los ojos, antes de girarse.

—¿Mmh? —pronunció en un falso tono adormilado.

Soobin estaba de pie a un lado de la cama, llevaba una camisa polo oscura y pantalones grises. Le parece extraño cuando no hay algún toque de azul. Tiene una bolsa de plástico en sus manos y el aroma a carne se filtra fuera de ella. En su brazo llevaba la mochila que siempre utilizaba cuando tenía grabaciones.

Deja el morral en el suelo y sostiene la bolsa entre ambas manos, dejándose caer a un lado de la cama.

—Hellen tiene un resfriado..., no ha hecho las compras —explicó apenado, sacando una bandeja de la bolsa—. No tengo tiempo de hacerlo..., así que traje la cena.

Extendió la bandeja hacia él, y lo miró. Yeonjun se percató que tenía el cabello perfectamente peinado de lado, y estaba maquillado, porque no puede ver su lunar ni las ojeras. Tomó la comida entre sus brazos y la abrió, eran dos hamburguesas envueltas en un papel grasoso.

Soobin rasca su nuca.

—No sé me ocurrió otra cosa.

Aprieta sus labios y niega, percatándose que Soobin pensó estaría justo allí cuando regresase, por eso consiguió la cena para ambos. Jamás estuvo entre sus opciones que Yeonjun se fuera. No le hace bien tener aquella ventaja para entender mejor sus acciones, todo le produce fuertes punzadas en el pecho.

—Está bien, me gusta —afirma—. Podemos comer esto.

Cada uno toma una de las hamburguesas y las muerden en silencio, con el rostro muy cerca de la bandeja para no dejar manchas sobre la cama. Yeonjun necesitaba algo sólido, estuvo temblando hasta que su estómago se llenó.

Soobin vuelve a recoger todo cuando terminan. No hay quejas, ni comentarios sarcásticos. Hace todo en silencio y con calma. Es imposible para él no mirarlo, porque no ha tenido la oportunidad de verlo en días. Ha recuperado parte de su peso, tiene las mejillas más rellenas y luce más estable al caminar. Evita fijar los ojos en su dirección, hay destellos de dolor cada vez que hacen contacto visual.

En un punto, se decide a tomar asiento de nuevo en el borde de la cama y lo mira con sus amplios ojos oscuros.

—Llamé a Carl, después de que nos arrestaron—su voz rompió el silencio—. Me ofrecí a ayudarte —admitió, retrocediendo un poco con timidez—. Él dijo que estaba en tu decisión. Hace unas semanas me confesó lo que harías y que podía acompañarte. Esperé toda la tarde a que me pidieras estar ahí, y nunca me llamaste. Todo lo que vi en las noticias, fue tu cara en ese bar. Una y otra vez.

—Soo...

—¿Por qué no me llamaste? —aquellas palabras sonaron adoloridas—. ¿Por qué no me pediste ayuda?

Yeonjun parpadeó sorprendido. ¿Por qué Soobin pensó que lo llamaría para acompañarlo a los bares? Carecía de sentido para él.

Pero, luego recuerda todas las veces en que Soobin le recordó que podía pedirle ayuda. Yeonjun no le hizo caso.

—Estaba avergonzado —suelta en voz baja—. Por escoger eso.

Tenía punzadas atacando su cabeza. Tal vez no se había recuperado por completo. Con solo un par de palabras compartidas de aquella conversación, su cuerpo se sentía agotado.

—¿Cuál era la otra opción?

Tragó saliva.

—Casarme con Odette.

Soobin mira a hacia la puerta y luego regresa sus ojos a él, y todo su rostro se frunció en una expresión de dolor. Yeonjun piensa que no puede decidirse si lo lastima esa opción, o le molesta admitir como prefiere que sea un descarte.

—Soy idiota —añadió en resignación—. Pero, no puedo. Prefiero esto antes que un matrimonio.

Parece que se ha decidido en su dilema, por como suelta un sonoro suspiro.

—Debiste llamarme —declara—. Y habría encontrado un mejor plan.

—¿Y cuál es uno mejor?

—Entrar a rehabilitación —responde sin dudarlo.

El corazón se le cae en los pies y su espalda se echa hacía atrás.

—Yo no...

—Lo sé —lo interrumpe —. No me refiero a hacerlo de verdad. Si no mentir.

Yeonjun frunce su ceño.

—¿Cómo puedo mentir con algo así?

—¿De verdad crees que todas las personas que dicen estar en rehabilitación, se ingresaron en serio? —bufó—. Muchos están de viaje en otros países. Y luego regresan con una nariz nueva. Un cuerpo nuevo. Un embarazo menos.

—Yo estuve de verdad en rehabilitación.

—Eso significa que tienes la suficiente experiencia para fingirlo—señaló—. Y ahorrarte este problema.

Yeonjun aprieta sus párpados y niega.

—Tengo un problema real —suelta—. Debería entrar en serio. Pensé que era mucho mejor romper mi sobriedad que casarme. No lo dudé. La oferta estuvo en mis manos y la tomé.

Soobin suspiró.

—¿Por qué? —cuestionó—. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te haces esto?

—Es lo único en lo que he tenido elección —admitió, dejando caer sus hombros—. Mírame. Nada está en mi control, más que arruinarme así.

—Nada está en mi control también —le recordó—. Y aun así yo...—miró al suelo y luego negó—. No quiero que sigas haciendo esto. Lo digo en serio. No eres a quién estás perjudicando. Yeonjun, me estás matando a mí.

Soobin ladea su cabeza y tira su cabello hacia atrás, deshaciendo el peinado.

—M-me duele —masculla, y sus dientes se asoman por como abre la boca—. Cada vez que veo tu foto en las noticias, me duele. Todo esto —hace círculos alrededor de su pecho—, no lo resisto. Es horrible. No puedo verte así. Y no puedo ignorarlo. No puedo vivir sabiendo lo que haces. Me duele.

Le duele porque me ama, sentenció, lo estoy lastimando porque me ama.

Yeonjun gatea sobre las sabanas y toma asiento a su lado. Trata de buscar su mirada, pero Soobin se niega a ver algo más que la alfombra.

—¿Quieres que te crea cuando dices que no tienes intenciones de hacerme daño? —frota la manga de su jersey en sus ojos y luego deja que caiga en su regazo—. Deja de beber. Cásate con Odette si es necesario. Pero, ya no hagas esto.

—No quiero casarme.

Soobin se gira a mirarlo con exasperación, tiene húmedas las mejillas.

—¿Por qué ya no? —su voz se rompe—. Es todo lo que siempre quisiste hacer. Tus padres van a amarla, ella es perfecta, y es una mujer, y es...

—Ella no es tú.

Sus párpados caen y gira su rostro hacia otro lado. Esta a punto de decir algo mal, pero, Yeonjun no puede detenerse. Tiene que aclararlo todo.

—No me quiero casar. No me importa nada de eso. Estoy harto del matrimonio, esposas, lo que esperan de mí —habla tan rápido, que sus palabras salían atropelladas unas con otras—. Estoy cansado de ser un buen hombre. Soy un alcohólico. Soy un cobarde. No tengo personalidad además de ayudar a otros. No quiero salvar a nadie más si no puedo salvarme a mí mismo. Tal vez no pueda cumplir lo que me pides, porque ni siquiera yo sé cómo dejar de hacerme daño.

—Entonces, déjame ayudarte. Tengo un plan —lo vio alzar una ceja—. Es bueno.

—No dudo en que lo sea —afirmó asintiendo—. Pero, no puedo asegurarme de que vas a salir ileso.

—No lo haré –murmuró un «lo sabía»—. Y es lo menos que me importa. Saldré de fiesta contigo. Te ayudaré a fingir que eres un desastre. Cuando todo termine, haz lo que quieras, pero deja el alcohol.

—Soobin... —pronunció preocupado—. No te gustará ver eso.

—Es peor cuando te miro en los periódicos—confesó—. Estaré más tranquilo si estoy ahí. Si puedo tenerte conmigo. Si puedo cuidarte. No hice esto cuando lo necesitaste hace dos años. Pero, puedo hacerlo ahora.

Yeonjun se tomó el tiempo para pensarlo. Tenía la intensa mirada de Soobin sobre él, como si eso bastara para hacerlo cambiar de opinión, pero ya saber el origen de su motivación le causaba conflicto.

Si Soobin lo acompaña, va a hacerse más daño, y tenía miedo de que su plan fallara. No estaba seguro que con el alcohol incluido, podría controlarse esos en esos días de guardar apariencias. Peor aún, que los medios inventaran rumores sobre Soobin por involucrarse con él, cuando está tan cerca de obtener el Oscar. No quería afectarlo en ello, especialmente cuando tenían a Christopher inspeccionado cada uno de sus movimientos. No dejaría pasar que ambos se volvieran tan amigos frente a las cámaras, después del tambaleo que fue ser arrestados.

—Con una condición. —dice, en cambio.

Enfoca sus ojos en él con interés.

—¿Cuál?

—La última noche —mencionó—, debemos discutir frente a los fotógrafos. Y que no quede duda de que ya no nos soportamos. De esa manera, Christopher no sospechara de nosotros.

Alzó una ceja.

—¿Quieres que nos peleemos? —asintió—. De acuerdo, deberíamos practicar antes.

—¿Tanto te emociona tener una excusa para discutir conmigo?

—Tal vez.

Claro que lo tenía.

Lo ha hecho sufrir por días, semanas, meses. Soobin se había decidido en mantenerse al margen y descansar, aclarar su mente, pensar lo que quería hacer. Pero, fue todo lo contrario. Yeonjun ha perturbado sus mañanas y noches, cada segundo de su vida, siempre encuentra una manera de involucrarse. Y él siempre va a caer, una y otra vez.

Pero, al menos, esa sería su decisión.

 

Chapter 41: La respuesta

Notes:

Tw: violencia, agresiones fisicas.

Chapter Text

El Dúo C había regresado en grande apoderándose de los mejores bares de la ciudad. En cada uno repartían la misma historia: Yeonjun rompió con Odette, porque no se merecía ser ridiculizada por estar con el tipo de hombre que estaba construyendo bajo las cámaras. Y Soobin era su fiel compañero, ayudándolo a superar su separación.

Entre noches de descontrol, su determinación empezó a tambalear. Él llevaba el control de las bebidas de  Yeonjun. Aprendió a conocer la cantidad exacta de tragos que necesitaba para parecer más animado, y luego reemplazaba sus vasos cuando no lo veía. Lamentablemente, algunas señoritas que conocían en esos bares lo arrastraban fuera de la pista, y lo hacían beber aún más. 

Son momentos donde su corazón le pesa, no puede intervenir por más que indague en posibles justificaciones. Es preocupación por su consumo. Y angustia, porque su mente le jugaba malas pasadas pensando en como cada mujer lucía tan bien a su lado. Y sabe que podría seguirle el paso, levantándose de los bancos de la barra y buscando alguna señorita para si mismo, provocando titulares. 

Le tomó algunas cervezas darse cuenta que a voluntad, nunca escogería pasar una fiesta al lado de una mujer y se estaba obligando a invitar algunas a la pista. Bailando con ellas mientras su mirada está fija en Yeonjun. Después, le duele el corazón cuando están en el auto y él no lo mira, pero siente como acerca su mano de forma sigilosa para tomar la suya, evitando que pueda usar la palanca de cambios. Un día, no dejará que sus dedos lo toquen y pondrá el freno de manos. 

Pero, cuando la familiar calidez derrite sus barreras, piensa que todo su plan es como tener una granada en la palma, y no decidirte en un sitio para arrojarla, mientras la cuenta regresiva son escasos segundos.

Y tal vez, nada va a salir bien.

 

 

 

Esa noche, la penúltima de sus aventuras, miraba con amargura desde la silla del bar que Yeonjun escogió esa noche. Desde el momento en que ingresaron, dos jovenes de cabello castaño se lo llevaron tomado del brazo cada una. Todo el posible buen ánimo que se esforzó en construir, se desvaneció y pasaba los minutos moviendo la aceituna de su martini.

Cuando su vista se volvió a Yeonjun, una de las chicas se elevó de puntillas, apoyando las manos de su camisa informal roja y trató de unir sus labios con él. Su estómago se volvió un doloroso nudo, observando como la apartaba con horror, mientras ella se reía ante lo sucedido como si fuera lo más gracioso del mundo. Jaló el cuello de su camisa, y pareció susurrarle algo. Desea saber que es. Al soltarlo, está pálido.

Soobin muerde una aceituna, y luego la escupe, porque nunca le han gustado. Solo faltaba un día para que terminara esa tortura. Debía resistir. Era demasiado tarde para tener arrepentimientos.

Yeonjun aparece a su lado, tomando asiento en el banco frente a él. No puede concentrarse en lo que dice, la música estaba demasiado alta. Acercó su rostro para intentar atrapar algunas de las palabras y en cambio, siente los cálidos labios ajenos tomando los suyos.

Siente su cuerpo paralizarse, y lo aparta, tomando sus hombros y mirándolo espantado. Lanzó una vista a su alrededor. Nadie parecía haberse percatado, pero no era un alivio. Incluso sentía que en las esquinas, habían cámaras listas para reportar el suceso.

—¡¿Cuál es tu problema?!

Volvió a aproximarse, pero esta vez a su oído.

—Esas chicas —señaló a las mujeres que con las que bailó antes—, me retaron a besarlas a ellas o a ti. Te escogí a ti.

Su pecho se hinchó de enojo.

—Nos van a ver —le recordó—. No hagas estupideces. Mañana nos...

—Es noche de gays.

Parpadeó, perplejo. No creía haber escuchado bien.

—¿Qué?

—Es noche para gays, todas las personas aquí son gays, lesbianas o bisexuales —dice con una extraña emoción—. Solo entran personas que sepan guardar el secreto. No hay fotógrafos ni cámaras. Todos se conocen aquí.

Pero, aquello no le hacía sentir mejor. En cambio, le preocupaba que ellos estuviesen allí, siendo vistos por solo Dios sabrá quién.

Yeonjun trata de atraerlo, pero vuelve a apartarlo con sus manos.

—No debemos...

—Confía en mí —tenía los ojos inyectados de sangre. No le gustaba ver eso—. Nadie le importa.

Tomó su mano y lo arrastró fuera de su asiento. Soobin no quería avanzar, todo de él estaba paralizado y en pánico, como si estuvieran a punto de hacer algo terrible. Ambos solo entraron a un bar cualquiera, por lo que no estaba en su conocimiento la temática del día. Debió sospechar que algo no andaba bien, las personas tenían prendas reveladoras y ellos desentonaban con sus camisas abotonadas caras y conjuntos pantalones y zapatos de marca.

No pertenecían ahí.

Yeonjun lo llevó hacia la pista, y Soobin miró a su alrededor, encontrándose con algo que nunca había observado antes; no solo parejas de mujeres y hombres bailando juntas, también mujeres muy cerca besándose de manera apasionada y llevando sus manos a sitios que lo hicieron sonrojar. En otra esquina, hombres haciendo lo mismo, y un poco más obsceno al levantarse la camiseta entre besos. No pudo evitar sentir una pizca de rechazo, porque le habían enseñado que aquello era indecente.

Miró al rubio; quién balaceaba su cuerpo de un lado al otro. No sabía cómo podía estar tan relajado, cuando personas como ellos no debían ser vistos en sitios así.

—Debemos irnos —pronunció con firmeza, tirando de la mano que aún sostenía—. Esto no está bien...

—Baila conmigo —lo atrajo más cerca.

—Yeonjun...

—Nadie nos mira, Binnie —no podía usar ese apodo en ese momento, lo relajaba—. Estamos bien. Te prometo que estamos a salvo.

Llevó nuevamente su vista a las personas; seguían bailando, tocándose, hablando muy cerca y enfocados en su propia burbuja. Sus mejillas nuevamente se llenaron de color, porque él era el único entrometido en sus actividades.

Regresó su mirada a Yeonjun, y de manera incómoda, trató de imitar sus movimientos. El alcohol hizo un buen trabajo nublando su razón, en un estado sobrio estuviera celebrando de forma tan libre. 

Soobin le costaba no estar alerta, ante todo. La banda que tocaba ese día terminó la animada canción, y estaba listo para retomar su lugar en la barra. Pero, empezaron a tocar el inicio de una versión de «Fever» en blues. La misma que Peggy Lee cantó en vivo durante un evento al que asistió y le había encantado en su momento. Ya no pudo quedarse quieto, estaba escuchándola y disfrutándola.

Yeonjun rodeó su cintura y lo atrajo a su pecho. No era la manera de bailar ese género, pero no tuvo objeción al rodearle la nuca. Los dos se movieron al ritmo de los chasquidos y rieron al pisarse los pies del otro. Soobin lo hizo girar, y ya no hubo distancia entre ambos, solo la música fluyendo entre las caricias y pasos que improvisaban, como su propia coreografía para una canción que estaba impregnándose en sus venas.

El cabello se le pegaba a la frente en sudor, estaba acalorado y no funcionaba apartar la camisa ahora desabotonada que usaba. Los reflectores rodeaban al público y eso aumentaba la temperatura. Yeonjun brillaba cuando la luz blanca se posaba en él, como un ángel apunto de ascender. Estaba fascinando mientras lo observaba. Ha bailado con tantas mujeres, haciendo pasos ensayados, que había olvidado que compartir una danza debían sentirse así: la melodía envolviéndolos en una sola nota, y haciéndolos girar bajo la pista.

Soobin inclina su rostro y lo besa. Por un momento, no hay preocupación, ni amenaza que los aceche. Solo él, estando de acuerdo con el «qué encantadora manera de quemarse» que el cantante pronunciaba en el micrófono, mientras se envolvía con la calidez de su ropa y descubría que lo satisfactorio que era besarlo en medio de tantas personas. Si podía admitirlo, le encantaría hacerlo todo el tiempo, frente a cada persona que intentase tener un poco de Yeonjun, y dejarles el mensaje que nadie lo ansiaba más que él.

¿Podía existir un mundo donde todo fuera más sencillo? Apoyar el rostro en su hombro, sentir sus manos acariciándole la espalda. Nadie importándole lo que hacían. Solo ellos dos en su mundo. Sonaba tan asombroso para ser cierto. Una vez que pusieran un pie fuera del bar, debían parecer nuevamente extraños y separarse.

Mientras estaban bajo la incandescente luz, podían ser tan insignificantes como una hormiga robándose migajas de libertad. Lo besó como quiso: con ansias, anhelo, deseo y amor. Porque si pudiera cambiar quien era y entregarle algo más sencillo, lo haría. Pero, en esos momentos solo podía darle quien era; un hombre que lo amaba con locura, sin esperar nada a cambio.

Yeonjun se fundió en sus brazos, y se abrazaron con tal fuerza, que nada podría separarlos en ese momento. Siempre que sentía su peso, era como si encontrara algo que le faltaba y no sabía que estuvo buscando.

—Soobin...—dijo entre besos—, tengo que decirte..., tienes que saber algo.

Acarició su cuello. No quería conversar, en ese momento las palabras sobraban.

—¿Ahora mismo?

Yeonjun asiente, y acerca la cara a su cuello. La familiar calidez de su aliento lo hace estremecerse. Aún sigue alerta mirando a su alrededor, es un instinto que no puede desactivar.

—Tienes que saber que yo...

Y detrás de ellos, una chica que los señala y hace una mueva de asco. Se inclina hacia una acompañante, susurrándole algo en el oído. Están hablando de ellos por como también lleva su mirada a su dirección, alzando una ceja.

Lo aparta colocando ambas manos en su pecho, escuchándolo jadear de la impresión. Yeonjun estuvo a punto de quejarse, y se fijó en su expresión de pánico y horror.

—¿Qué...?

Soobin no responde, en cambio, se gira sobre sus pies y empieza a correr. Todo lo que puede ver es como desaparece entre la multitud y la oscuridad.

 

 

 

En el vistazo que echó a su reloj, eran pasadas la una de la madrugada, y las calles estaban desiertas. No ha dejado de mirar a su alrededor y en cada rincón, buscando alguna señal de que el sentimiento de tener miles de cámaras apuntándole, no era un simple momento de delirio ansioso.

Habían dejado The Silver Room atrás hace varios minutos, y se percató que no había reportero en la entrada, o cercanos en la avenida. Ni siquiera notó que estaban en una zona poca transitada, y por ello; todo empezaba a cobrar más sentido. Antes escuchó de lugares donde no debía frecuentar; bares clandestinos que cambiaban de nombre constantemente para no ser investigados. Si se comprobaba lo que se hacía, y quienes asistían, todos podían terminar encarcelados.

Es extraño para él pensar en ello, mientras se apoyaba de una pared cuando sus piernas dejaron de correr. Estar ahí fue lo más cercano a normalidad; bailando con la persona que ama entre un mar de gente que no les importaba quien era. Solo por un momento..., un instante; se lo creyó.

Necesita saber quiénes son esas chicas, asegurarse de que no son periodistas. Tiene que convencerlas de que todo lo presenciado era un simple malentendido. No importa lo que debe hacer para cambiar su opinión, pero tiene que hacerlo. Es demasiado arriesgado. No puede respirar mientras piensa en ello.

Pierde rápidamente el control de su cuerpo; sus pies se giran y lo conducen de nuevo calles abajo. Sería mejor para él no volver, y seguir adelante, esperar los resultados en el mañana. Soobin solo piensa en las consecuencias: cárcel, rechazo, perderlo todo.

—¡Soobin!

Yeonjun apareció frente a él, jadeante, apoyando las manos en sus rodillas mientras recuperaba el aire. Probablemente lo estuvo persiguiendo, pero nunca podría seguirle el paso. Era más veloz y ágil cuando quería desaparecer.

Dejó de correr cuando lo vio, y sintió nauseas. Todo lo que pasó por su mente es como los miraron a los dos; que Yeonjun también saldría perjudicado.

—Nos vieron —su voz salió como un jadeo—. V-van a exponernos mañana. Lo sé, ellas van a...

—¿Quiénes son ellas? —apretó sus párpados y se lanzó el cabello hacia atrás—. Soobin, allá no había nadie peligroso, te prometo que...

Retrocedió un paso.

—¿Lo sabías?

Su estómago da un vuelco cuando asiente.

—Odette...—por supuesto, ella tenía algo que ver—. Le pregunté por un sitio donde nadie nos moleste, y me recomendó ese. Es el único que no han atrapado...

—Pues —lo interrumpió, alzando las manos y señalando detrás de él—, nos encontraron a los dos ahí.

—Nadie es peligroso ahí...

Bufó.

—¿Cómo puedes estar seguro de ello? —bramó—. No conocemos a nadie allí. ¡Una sola palabra y estamos acabados!

—¡Estabas feliz! —exclamó.

Soobin abrió su boca para responder, pero nada salió de ella. Bajo las luces de los faroles, Yeonjun estaba cubierto por una luz fría, tenía los labios hinchados y el cabello hecho un desastre de mechones dorados.

Negó con su cabeza.

—No sabes lo que sentí.

Yeonjun lo miró; se abrazaba a sí mismo como si tuviera frío, el cabello tan oscuro se mezclaba con las tinieblas de la noche. Por un momento pensó, que había desaparecido la luz en él, y se acercó a tomar su mano. Soobin se la apartó.

—Aquí es peor, no hagas eso.

—Soobin...—jadeó herido—. Nadie dirá nada. Yo te vi ahí, eso no se puede fingir. Me besaste. Me abrazaste. Me miraste como lo hacías cuando estábamos en casa. Te gustó eso. A mí también.

Su expresión era de pánico, con los ojos amplios sus ojos y sonrojándose.

—¿Y qué si fue así? —respondió exasperándose—. Esto es peligroso. ¡Nos pueden arrestar si se sabe que estuvimos ahí! —exclamó—. Puedes perderlo todo. Yo puedo perderlo todo.

—¡No tengo nada que perder! —su voz se alzó más de lo que quiso—. Mis padres me echaron de la casa. No tengo un nombre real. Todas las cosas que pienso en este momento, ni siquiera las puedo pronunciar porque nadie lo entenderá. No tengo nada, Soobin. Nada.

Soobin parpadeó, anonadado por sus palabras. Le costó varios segundos formar una oración, titubeando y tropezando con su lengua.

—Yo no tengo nada, ni a nadie —admitió, rindiéndose–. Pero, hay una cosa que no puedo perder y es a ti. Eres lo único que tengo. Prefiero nunca volver a vivir un momento así, si eso me garantiza que vas a estar a salvo y donde nadie te haga daño.

Lo escuchó soltar el sonido de una risa contenida, su ceño se frunció.

—¿Qué es tan gracioso?

—Eres un cobarde, Soobin. —escupió.

—¿Qué?

Yeonjun avanzó, y él retrocedió cada paso. Su reacción lo hizo reír finalmente, de manera amarga.

—Basta —alzó su mano—, no sigas. Quédate ahí.

Intentó avanzar de nuevo.

—¡Basta! —exclamó.

—¡No hay nadie! —señaló la calle—. Nadie nos está mirando.

—Eso es lo que piensas —afirmó—. Pero, todo el tiempo hay alguien sobre nosotros. ¿Cuándo vas a entender que nadie nos va a aceptar? Estamos...

—Tú no me aceptas —lo interrumpió fríamente—. Y no nos aceptas a nosotros. Estás aterrado.

—¿Qué mierda estás diciendo?

—Esto tampoco es amor para ti, es miedo.

Su corazón aterriza en sus pies.

—Yeonjun, no sabes lo que estás diciendo...—su voz se suaviza, lo ha herido—. Yo te...

Se calla.

No puede hacerlo.

Vuelve a bufar.

—¿Me amas? —dice en un tono burlón—. No creo que puedas aceptarlo, porque estás absorto en ti mismo —declaró—, que no puedes reconocer lo que yo siento. Esto es demasiado real para ti y no encaja con tu cómoda fantasía de ser la víctima. Quieres aferrarte a toda esa basura de trágicos amantes. Pero, no lo somos. 

Sus ojos se cierran, sintiendo una oleada de dolor recorrerle el pecho. Daría lo que sea con tal de no seguir ahí, escuchando todo eso. Eran como balas atravesándolo.

—Por favor...—suspiró—, para.

—No quieres que me case con Odette porque piensas que es lo mejor para mí, necesitas una excusa para que yo no te ame —es tan absurdo que rueda sus ojos—. Sabes que es así. No puedes soportar verme con una mujer, pero estás bien con eso, estás cómodo. Pero, si yo te amo, debes aceptar todo lo que no estás dispuesto, como lo difíciles que pueden ser las cosas. Y eso no es lo que quieres. 

—No sabes de lo que estás hablando...

—Oh, sí lo sé —agitó su cabeza lentamente—. No quieres que te ame, Soobin. ¿No lo puedes ver? Desde el primer momento me viste como un villano, cuando fuimos amigos no querías reconocer que te agradaba. Cuando estábamos juntos, seguías diciendo que era demasiado bueno para ti. Te aferraste a la idea de que iba a dejarte, porque hacer lo fácil sería mejor que estar contigo. ¡Y lo insólito, es que me dejaste tú a mí!

—¡Se acabó porque eso no es amor para ti!

—Según tú —lo señaló con su dedo—. Porque todo lo que veo, es prefieres el sufrimiento antes de esforzarte por mí.

Envió su mirada a otro lado. Su pecho subía y baja.  Cada palabra lo lastima y lo hace sentir descubierto, como si fueran navajas que cortaban en rebanas todas las capas de los escudos que levantó. 

Hay un auto estacionándose frente a un edificio a pocos metros. Espera a que las personas dentro salgan, pero nadie lo hace.

—Yeonjun, creo que es mejor que...

—¡Tienes miedo!

—¡Joder, sí! —admitió frustrado—. Estamos en medio de la calle, y me dices todo esto. Cualquiera puede escucharnos. Dios santo, ¿puedes callarte un momento?

Llevó una mano a su propio pecho, y dejó caricias por encima de la tela.

—Se lo que siento aquí —no había gritos, ni frustración. solo una voz cansada—. Y no importa cuánto desees que no seas cierto, estás en mi corazón. Somos terribles juntos y separados, pero yo quiero esto. Con todas las luchas y la guerra. Estoy perfectamente bien estrellándome contra todos los muros que quieras levantar, para que no me acerque—volvió a señalarlo—. ¿Por qué no lo puedes aceptar, que eres amado por mí? Lo estás escuchando —ladeó su cabeza—, ¿qué más quieres? ¿Cuándo será suficiente para ti?

Tomó aire con dificultad, su cuerpo temblaba y la brisa los impactó a ambos, revolviendo sus cabellos y la ropa.

Yeonjun avanzó hacia él, y ya estaba demasiado agotado para seguir alejándose. Su mano lo tocó en la costilla, haciendo caer sus párpados por lo agradable que era la sensación. Después de tantos gritos, y miedo, solo quería un segundo de calma.

—Si quieres que te elija...—pronunció en un tono más suave y bajo—, debes escogerme también. Tenemos que hacer esto juntos. Esa es la clase de amor que conozco; uno que no se acaba solo porque las cosas son complicadas.

Soobin lo miró, quería llorar, porque no entendía por completo su concepto de querer. Si hay dificultades, ¿por qué te quedarías en un lugar así? Siempre puedes tener algo mejor. Ellos dos pueden conseguir lo que sea, lo tenían todo al alcance. Yeonjun aún estaba a tiempo de recuperar a sus padres, y casarse con una buena mujer.

Soobin nunca podrá darle lo que quiere. A su lado, se va a encontrar una vida difícil. Una donde no podrían bailar bajo los reflectores como lo hicieron.

Pero, es solo una fantasía.

Su mente volaba en las mismas preguntas:

¿Por qué estaba ahí?

¿Por qué no lo dejaba en paz?

¿Por qué no escogía algo mejor?

Un destello extraño lo distrae, y su vista se posa en el vehículo. La ventanilla estaba siendo bajada, y Soobin tiene una vista perfecta aún en la oscuridad, porque puede distinguir el lente de una cámara ajustándose hacia su dirección. El dolor que se genera en su pecho, es como el impacto de sus costillas colapsando ante tanta presión.

Ambos no tenían salvación. Pero, cuando su mente decide el rescate, su elección es diferente. No piensa en si mismo en lo absoluto.

Lo empuja.

—¿Qué mierda ahor...?

El primer flash llegó, jadeó herido.

—Golpéame.

Yeonjun frunció su ceño.

—¿Qué?

—¡Golpéame! —insistió, empezando a desesperarse.

—¡No voy a golpearte! —bramó— ¿De qué mierda?

No puede avisarle, o hacer alguna señal que avise a los reporteros que están conscientes de su presencia. Cada movimiento cuenta como una historia, lo que van a imprimir el día de mañana. Soobin vuelve a empujarlo, y puede jurar que le duele más a él, aprisiona sus órganos.

—¡Golpéame, mierda! —exclamó—. Si no quieres perder lo poco que te queda. Dame un puñetazo. Estoy salvándote el trasero ahora mismo.

Sacude su cabeza con horror.

—No puedo hacer eso... —echa las manos hacia atrás— por favor. No quiero hacerte daño.

Soobin vuelve a empujarlo, ahora sin fuerzas. Sus brazos le queman y siente que va a desmayarse en cualquier momento.

—Por lo que más quieras y si algo de lo que dices es cierto —jadeó—, golpéame ahora mismo. No quiero hacerlo yo, no me perdonaré jamás ponerte una mano encima. Estoy suplicándote que me des un puñetazo, porque de otro modo te voy a perder para siempre.

Yeonjun seguía negándose, y eso no lo ayudaba. Tenía que pensar en algo. A las buenas no lo aceptaba, y en las peores, aún consideraba la opción.

Tomó aire y lo soltó, tomando una terrible decisión.

—Perdóname...

Destrozo todo lo que toco, pensó.

Volvió a empujarlo, y bajó la mirada. Observando como escondía los brazos. Negándose a toda costa.

Y un día, voy a dañarte también.

—Eres igual de vacío y repugnante como tu pa...

No puedes amar a un monstruo.

La fuerza del impacto de aquel puño contra su cara, giró su rostro hacia un lado, y se tambaleó hacia atrás. Luego, las palmas en sus hombros, tirándolo lejos, logró hacerlo caer.

Su cuerpo se desplomó contra el pavimento, y la piel de sus codos, que mantuvo arqueados para amortiguar la caída, se desgarró. Ahogó un grito de dolor, y un sabor metálico llenó su boca. Se había mordido la lengua, y empezó a sangrarle. Escupió la saliva mezclada con el líquido carmesí a un lado de la acera.

Al elevar su vista, Yeonjun respiraba de manera irregular, con el rostro inexpresivo y seguía con los puños apretados. En su cabeza pasó la posibilidad de que volviese a atacarlo, porque el arrojarlo al suelo no fue parte de lo que le pidió. Tenía los ojos inyectados de rabia, en una húmeda transición a horror.

—N-no quería hacer eso —trastabilló retrocediendo—. Yo no...

Soobin se enjuagó la sangre de los labios con la manga de su camisa, era de cuadros claros y los residuos se impregnaron como una pintura en la tela.

 

—Binnie...

Trató de incorporarse, la parte baja de su espalda le dolía y solo así se percató que había aterrizado en una roca.

—Vete ahora.

—No quiero, no quería ha-hacer eso... —avanzó un paso.

—¡Vete! —gritó—. ¡Ahora, largo!

Yeonjun tambaleó hacia atrás, llevándose las manos a la cabeza y jadeando.

—Perdón... —pronunció antes de girarse y correr.

Se mantuvo en la misma posición, observándolo alejarse, como una luciérnaga dorada, el cabello se le revolvió frenético con el viento y los movimientos antes de cruzar, y perderse al doblar una esquina.

Soobin se dejó caer nuevamente al suelo, agotado, escuchando los «Clicks» en el fondo. El cielo estaba completamente despejado, sin estrellas, sin la luna. Un mar de oscuridad donde quedarse allí, desintegrarse en el pavimento y volverse tan insignificante como se sentía en ese momento, parecía una alternativa encantadora.

Se obligó a incorporarse, con dificultad, tambaleó cuando estuvo de pie, sentía escalofríos. No era una noche gélida. Estaba mareado, arrastrando los pies y sosteniéndose de las paredes para mantenerse erguido. Siguió los focos, el destello de la cámara y se apoyó de la ventanilla del carro, arrugando la cara.

—¿Pueden...—estaba llorando, no necesitó fingirlo esta vez— llevarme a casa?

Chapter 42: Después de los aplausos.

Chapter Text

Al día siguiente, los titulares se abarrotaron con la fotografía de Yeonjun arrojándolo al suelo.

«Steve Lee le dice a Daniel Choi: quiero acostarme con Odette Norris. ¡Daniel no dudó en defender a su mujer! ¡Exclusiva!»

«Dúo C divido ¡de nuevo! En un triángulo amoroso. Steve Lee traiciona la confianza de Daniel Choi»

«Daniel Choi enfrenta la traición de Steve Lee»

«¿A quién escogerá Odette Norris? Dos galanes asiáticos pelean por ella»

«Estudios Halleys le pone un ultimátum a Daniel Choi, ¿están listos para decirle adiós?»

Los Oscars estaban a la vuelta de la esquina, y Sue se enfadó con él por sus heridas. Tenía un gran hematoma en el ojo, y parte de la cara inflamada. Al pasar de los días, era, visible los tonos amarillentos y verdosos de los moretones. Sus codos se le formaron dolorosas costras y sentía un dolor punzante inexplicable en el centro de sus costillas.

Un doctor discreto lo visitó ante la preocupación de una lesión cervical. Lo cierto era, que no le dolía ninguno de los puntos revisado: la espalda, el pecho, la nuca y el cuello.

—Tal vez puede ser algo cerebral —comentó él—. O la conmoción del momento.

—¿Tal vez? —cuestionó con impresión, jadeando.

Lo observó tomar sus instrumentos, esparcidos sobre el colchón de su cama, introduciéndolos en un pequeño maletín rojo.

—¿Eran amigos? —lo miró de reojo—. ¿Daniel y tú?

Sus comisuras caen, sacude levemente la cabeza.

—Solo éramos compañeros de fiesta —responde con frialdad.

Cuando termina de recoger, suelta un suspiro, ajustando sus lentes y mirándolo. Soobin se encontraba en el borde de la cama, paseando sus ojos en los medicamentos que le recetaron para reducir la hinchazón, agrupados en su mesa.

—Hace diez años, tenía un gran amigo con el que visitaba todas las fiestas en los barrios de San Francisco –abrazó el maletín con ambas manos—. Le gustaba meterse en problemas, y un día recibió un golpe a la altura de la tráquea. No sobrevivió.

—Lamento tu pérdida...—apretó sus labios—. Es una pena.

—Sí. Era muy joven —aseguró con la voz lúgubre—. Cuando falleció, sentí que me faltaba un brazo. Estuve en un estado de psicosis pensando que había perdido esto —señaló su hombro y descendió hasta su mano—. No es la misma situación. Pero, quizás tu malestar sea emocional. Hay heridas en el alma, que se sienten como un dolor real en nuestros huesos.

—Eso es...bastante profundo —admitió, formando una torcida sonrisa—. Supongo que solo estoy triste.

—Puede ser.

Que alguien reconociera sus sentimientos antes que él, desató un mar de dudas, sumergiéndolo en los lugares que siempre ignoró. Lleva semanas escondiendo lo que sentía, al punto en que ese abatimiento atacó sus extremidades.

Cuando el doctor lo dejó, fue la primera vez en mucho tiempo que Soobin se permitió llorar, de forma sincera y sin pausas.

Resbaló de la cama y por un instante, fue un adolescente de quince años de nuevo, antes de apagar sus emociones y convertirse en la perfecta estrella. Lleva años intentando ser alguien que nadie abandone, que mantenga la atención en él, y el interés nunca termine.

En las calles siempre escucha el mismo comentario «Es fácil ser famoso; hacer que todo el mundo te conozca y te quiera». Nada cercano a la realidad. Las personas no quieren conocerlo a él, quieren verse a sí mismo cuando lo miran. Steve Lee son miles de gustos y detalles que agrada a los demás, que los reflejan y les hacen admirarlo. Él le hace creer a los demás que podían estar en su lugar. El verdadero Steve, era el público y el ritmo en que cambiaban de opinión.

Si conocieran realmente quien era; estaría exactamente igual como se encontraba en ese momento. Sentado, con la cabeza apoyada en la cama, con los ojos humedecidos y completamente solo. Porque Soobin, el humano, no era alguien fácil de querer. Era solo un chico, tan simple y tan patético como cualquier otro.

Y está solo.

Cuando se para frente a las cámaras, con una hermosa señorita en su brazo, está solo.

En las fiestas, rodeado de ejecutivos y actores que quieren tomar un poco de lo que tiene, está solo.

En los clubes, restaurantes, caminando por las calles, está solo.

Desde que nació, está solo.

¿Cómo alguien como él, que solo conoce lo que una mentira le puede proporcionar, va a creer que puede ser amado?

 Era irreal para él que alguien pudiera amarlo. Todo este tiempo solo se ha considerado indigno. El dolor es lo único que puede controlar en su vida y se encarga de tragarlo hasta que no puede respirar.






La noche de los Oscars llegó en una sombría noche.

El carro se detuvo en el RKO Pantages Theatre, en su cartelera presentaban los «29ª Academy Awards». Soobin miraba a los enloquecidos fotógrafos tratando de sacarle fotos a través de la ventanilla, distraído en las expresiones furiosas y los movimientos frenéticos de sus manos. Es un momento donde se siente como un animal de zoológico.

—Soo. —llamó su atención, tocando su hombro.

Se giró a mirar a su acompañante, Violet usaba otro Christian Dior, verde y hecho a la medida para ella, tenía el cabello recogido en un moño y había finalmente recuperado su tono rojizo. Soobin combinaba su corbata, mientras usaba un traje negro de tela aterciopelada, y se había reducido el flequillo, el cual Sue peinó a cada lado de su rostro en forma de arco.

«—Incluso si no ganas, nadie debe olvidar lo guapo que eres»

Era la apariencia de una estrella de rock, pero, no se sentía de ese modo. Tenía un hoyo en el estomago desde que despertó.

Tomó la señal para bajarse del carro, aspirando el aire gélido de la noche, ignorando los gritos a su alrededor para cumplir la tarea de abrir la puerta para Violet. Posaron para algunas fotos y luego fueron conducidos al interior, pasando en fila por el vestido. Cuando fueron ubicados en el teatro, Soobin confirmó de nuevo que necesitaría toda la semana para poder atrapar todos los detalles; el techo lleno de patrones, que formaban algunas aperturas que dejaban ver el vidrio azulado que simulaba la noche; arriba del escenario, una franja gruesa llena de pinturas en tonos crema, rojo y dorado que se desprendían de una escultura central que no alcanzaba a mirar correctamente desde su asiento.

—Quiero vivir aquí —le susurró a su acompañante—. Este lugar es tan hermoso.

—No me quiero imaginar que harás si lo ganas —afirmó en un tono burlón—. Alquilarás este lugar.

—Puedo hacer el vestíbulo mi sala de estar —pronunció en un tono burlón.

Violet rodó los ojos. Su amistad no regresó a ser lo que era, pero decidieron mantenerse juntos. Era más sencillo para los dos ser una pareja pública, aun cuando Christopher le recomendó no salir con ella debido a los rumores.

La situación, sumándola, no era un triángulo si no un cuádruple donde no salía bien parado. Todo lo que Soobin opinó, es que mientras su nombre se siga imprimiendo en los periódicos, era lo mejor.

Pero, no podía evitar girar su cabeza hacia la entrada, observando a los invitados entrar en filas desordenadas con la guía del staff. Estaban casi llenos los asientos del primer nivel, y desconocía quienes estaban en el piso más altos.

Yeonjun no había llegado.

Sentía una preocupación invadirle. Era su primera nominación, una invitación que no podía rechazar. Especialmente ahora que todo el mundo veía a Soobin como un mal amigo, y a él, como un caballero honorable, debía dar la cara. Y, además, nadie se perdía unos Oscars, eso era un hecho.

Pasaron los minutos, y no podía dejar de mirar a su alrededor, sintiéndose cada vez más inquieto por no divisarlo entre las filas de personas. Todas sus ilusiones se esfumaron cuando observó a Odette entrar con un acompañante desconocido para él, y su estómago formó un nudo.

Tomó asiento en la fila delante de él, y le lanzó una mirada furtiva. Su cita le tomaba la cintura de forma autoritaria. Pasaron unos minutos, y se pasó la mano por el cabello. La vista se fue a sus dedos, observando como extendía disimuladamente un papel. Soobin lo atrapó y lo escondió en el bolsillo de su traje. Las luces se apagaron y el espectáculo finalmente estaba por comenzar.

Peggy Lee abrió el espectáculo, presentando «Fever». Los reflectores estaban fijos en ella, ofreciendo una interpretación que le puso los pelos de punta. Bailó esa canción con él, en el bar, abrazados y besándose. Piensa en lo efímera que fue la libertad. En su rostro horrorizado cuando lo arrojó al suelo. En como lo último que vio, fueron los rayos de luz de su sol desapareciendo en la oscuridad de la noche.

Odette se giró disimuladamente hacia él, y le hizo señas con las cejas, recordándole que tenía que leer su recado.

Esperó por un poco más de iluminación y observó a su alrededor, Violet estaba concentrada hacia el frente, al igual que el actor que no conocía a su otro lado. Detrás suyo, estaba demasiado oscuro para que pudieran ver sus acciones.

Desdobló el papel y leyó acercándolo a su rostro.

«D decidió no venirY no quiere verte.»

Regresó la hoja su bolsillo, y ya no pudo escuchar a su alrededor, por un momento se desconectó de los demás, sintiendo las orejas calientes. Volvió por un instante a ese callejón, estando dispuesto a mentirle para salvar su propio pellejo.

—Eres igual de vacío y repugnante como tu pa...

Es su culpa y lo sabe. Le ha enviado cartas que han sido devueltas. No contestaba el teléfono. Cualquier duda sobre haberse extralimitado, fue respondida en ese momento. Soobin finalmente cruzó la linea y no había vuelta atrás.

Cuando había que evitar un posible escándalo, nunca dudaba en actuar. Su cerebro estaba preparado para tomar los riesgos necesarios, con tal de no ver una mala noticia al siguiente día. Pero, no era lo mismo para Yeonjun, y es allí, sentado en esa silla, donde se pregunta de lo que hubiera sido capaz. Tal vez..., si se lo explicaba al momento, el peligro al que se estaban enfrentando...

Su corazón se rompe al percatarse que pudo haber tomado una mejor decisión, hacer las cosas mejor. Porque para Yeonjun nunca se trató de la fama. Era su instinto natural y protector. Y Soobin solo sentía hambre de buena reputación y éxito. 

El presentador empezó a anunciar las primeras categorías, The Crown salió más galardonada que nunca. Mejor Producción, Guion, Fotografía. Soobin se había levantado tantas veces a recibir el premio con sus coestrellas, subiendo y bajando tantos escalones, regresando a su asiento con cansancio y angustia. Cada vez que estaba en el escenario, la ausencia de Yeonjun era más palpable.

—Debiste conseguirme un papel ahí —Violet afirmó en burla, golpeándole el hombro—. Esa era mi oportunidad.

Henry and his shadows no había sido mencionada aún, perdió en varias categorías contra Older, y en vestuario perdió contra The Crown. Ya no le quedaban más nominaciones, aparte de Mejor Actriz y de reparto.

La noche fue avanzando, tan rápido que se percató que ya no estaba mínimamente emocionado. En ceremonias pasadas, era normal para él ser atacado por un extremo nerviosismo antes de que llegaran las categorías individuales. Después del segundo número musical, sus ánimos habían bajado. Se estaba esforzando para mantenerse activo, aplaudiendo y moviéndose en su asiento.

—Quiero un trago —susurró en el oído de Violet—. Creo que me siento tan nervioso que perdí la emoción.

—Eso es normal —aseguró ella—. No siento nada en estos momentos, ya no puedo ni pensar.

El montaje musical terminó, y apareció Debby Lee para anunciar el Oscar a Mejor Actriz. Violet le apretó la mano mientras anunciaban a las candidatas.

—¡Y el Oscar a Mejor Actriz es para... —abrió el sobre y escuchó a Violet jadear— Nicole Fisher en The Wall!

Su agarre perdió fuerza y lo soltó en un movimiento brusco. Soobin se giró a mirarla con una expresión triste.

—Eso es un robo. —jadeó.

—Es lo justo para mí.

Acarició suavemente su hombro desnudo, no tenía mangas su vestido. Violet con delicadeza se apartó, supo que estaba muy dolida porque nunca rechazaba el contacto físico.

—Los acabarás el año que viene —le aseguró—. Nadie se compara a ti.

Ella se limitó a sonreír y enjuagarse las lágrimas que se le escapaban, Soobin trató de abrazarla, pero se negó, protegiéndose a sí misma en sus propios brazos. Era su primera vez observándola tan afectada, y él nunca ha sido bueno consolando a las personas.

Cuando Nicole terminó su discurso y empezaron a anunciar Mejor Actor de reparto, Violet recuperó la compostura, con el maquillaje ligeramente corrido formó una sonrisa amarga.

—La academia no me quiere aún si mi cabeza no está en mi cuerpo —afirmó sin emoción en su voz—. No sé qué más debo hacer para que me aprecien.

Soobin no sabe que puede responder al respecto, porque comprendía lo que sentía. Lo que era transformarse en miles de personajes y no ser valorado por ninguno. Como ser una persona real tampoco le funcionó. No sabe si alguna vez ha hecho algo bien.

Se limitó a tomar su mano y darle un cariñoso apretón.

—Hiciste un gran trabajo. —aseguró.

Ella sacudió levemente su cabeza.

—Nunca es suficiente —aseguró—. Jamás me tomarán en serio.

Ahora, Odette, en un amplio vestido blanco que destellaba bajo los reflectores, estaba en el centro del escenario, y eso llamó su atención.

—¡Vamos a conocer a los nominados a Mejor Actor! —leyó el cartel que estaba disimulando debajo del escenario, nombrando todos y cada uno de los candidatos.

No era casualidad que la seleccionaran para esa categoría, eran tácticas para aumentar el interés. Su ex novio y su contrincante se enfrentaban. El ganador estaría a su lado en el podio. Era todo un espectáculo.

El corazón de Soobin dio un vuelco, y en su cabeza no estaba en el campo de guerra, encadenado a su asiento, esperando ver a donde iba a ascender o aterrizar. Todo lo que tenía en mente, era lo mucho que quisiera girarse y encontrarse con la mirada perspicaz de Yeonjun cuando no terminaba de decidirse si le importaba el premio, o le parecía aburrido el suspenso que creaban entre categorías.

Violet apretó su mano con emoción.

—Es tuyo —susurró.

Su cuerpo tembló y asintió repetidas veces, aún si no terminara de creérselo. Sus contrincantes eran excelentes, y fue un momento donde consideró que todos eran mejores, en muchos niveles, aspectos. Se sintió pequeño entre la grandeza y talento de los demás.

¿Soobin qué era? Un simple extranjero que logró abrirse puertas, y ganarlo era demasiado para sus expectativas, cuando apenas le estaban permitiendo un lugar.

—Y el Oscar a Mejor Actor es para... —estaba nerviosa, abría el sobre con dificultad. Temblaba y miraba hacia el frente con una sonrisa de emoción. Cuando logró abrirlo, sus ojos brillaban—... ¡Steve Lee en The Crown!

El teatro se llenó de aplausos, ruidosos y resonantes en cada esquina. Era como un terremoto debajo de sus pies, o se sentía tan inestable que no podía encontrar tierra firme.

Violet saltó a sus brazos y Soobin seguía perplejo, siendo levantado por su amiga del asiento.

—¡Ganaste! —gritó de emoción.

—¿G-gané?

—¡Lo hiciste!

No podía creérselo.

Todas las miradas estaban sobre él, no era capaz de caminar por sí mismo. Violet a empujones lo sacó de la fila de asientos, dejándolo por su cuenta en medio de los escalones.

¿Lo hice?

Los aplausos continuaban, no cesarían hasta que él llegara al escenario. Sus pasos eran lentos pero seguros, se forzó a llegar, recordó poner un pie después del otro para avanzar y luego elevarlos para subir los escalones.

Odette saltó a sus brazos cuando llegó al micrófono, estaba saltando de emoción y temblando.

—¡Lo lograste! —chilló en su oído y luego se separó—. Lo hiciste.

Le entregó la estatuilla, y lo tomó en sus manos. Era pesada, dorada y la etiqueta de metal estaba completamente vacía. Es así como se sentía, como si le estuvieran dando algo que no le pertenecía. Todo se sentía tan irreal, que esperaba que en cualquier momento despertaría de regreso a su asiento, consolando a su amiga que acababa de perder.

Tragó fuertemente saliva, su corazón latía tan fuerte que temía que todos pudieran escucharlo a través del micrófono.

—Odette, por favor —se volvió hacia ella, quién lo miraba con una amplia sonrisa—. ¿Puedes leer otra vez ese sobre? Aún no me lo creo.

Todos empezaron a reírse, Soobin se sintió más relajado con esa reacción, recordándose que no importa lo que diga ellos van a responder. Sostuvo con más confianza el premio y se colocó en frente del micrófono. Con los reflectores en el rostro, apenas podía ver algo. Era como si estaba rodeado de una profunda oscuridad y la única luz, estaba sobre él.

—Si me decían hace un par de años que ganaría uno de estos, definitivamente dejaría de ser tan terco y escribiría un gran discurso —abría su boca para atrapar el aire que le faltaba—. Pero, parte de ser un gran actor es saber improvisar, ¿no es así?

El panorama se aclaró. Nuevamente empezaron los aplausos, el público le estaban dando la razón. Estaba decidido a hacer varias pausas, porque aquellas le recordaban que no estaba solo en un inmenso teatro.

Tenía muy presente lo diferente que era de los demás actores. Pero aquel momento, fue cuando más apartado se sintió. Entre tantos rostros celebres y algunos sombríos por la derrota, Soobin no se sentía identificado con ellos, porque ese premio no le estaba produciendo lo mismo que ellos.

—Quiero agradecer primeramente a Anthony, por dirigir este gran proyecto y cree en él. A Estudios Sunset por apostar todo por nosotros. A mis coestrellas por haber sido mis mejores amigos durante las grabaciones —su labio temblaba, y las palabras les salían a tropezones—. Y a la academia por confiar en mí y reconocer mi trabajo en la industria.

Miró al premio en sus manos y lo apretó, era dorado, pero no como el oro, era más amarillo de lo que esperó. No importa cuanto lo observé, no está la magia que se imaginó que sentiría cuando lo tuviera. Y el hecho de que ahora estuviera en el segundo piso de la pirámide, no lo hizo sentirse más o menos valioso.

Fijó la vista en el público. Buscando aprobación. Queriendo contagiarse de la alegría colectiva. Pero, no sucedió.

—No ha sido nada sencillo llegar aquí. Pero, ¿cuándo trabajar por lo que quieres es un camino despejado en la pradera? —soltó de forma irónica, sonriendo al público—. Me siento afortunado. Soy el primer coreano en conseguir uno de estos. ¿Estamos en el momento de abrirnos paso a una nueva era? Pienso en grande siempre. También pienso en mucho en alguien, al que quiero decirle...

Si estuviera en el público, se lo diría. Con el corazón en la garganta, Soobin se siente capaz de reconocer su error. El escoger el escenario y la gloria por encima de su humanidad.

Observó a la cámara frente a él, y lo siente en sus labios, como está a apunto de decir:

«Perdóname por no haberte elegido.»

En cambio, deja salir:

—Sé que estás mirándome en este momento...—formó una sonrisa para disimular lo nervioso que estaba—. Quiero decirte...que ya no siento miedo. Muchas gracias.

Odette y él se condujeron detrás del escenario, era su primera vez, y no estuvo indiferente a que el vestíbulo era igual o más espectacular en detalles y arquitectura. Era casi una pena que la elección de fondo para las fotos, sea una larga pantalla con reflectores apuntando hacia el centro. Estrechó las manos con el fotógrafo y le indicó donde debía ubicarse.

Se forzó a sonreir y sostuvo el premio en lo alto, asegurándose de cubrir el espacio vacío del nombre. Un staff lo guió a la zona del grabado, y él extendió su estatuilla hacia ella, con el pensamiento de que solo era un ejemplo.

—Oh, no —sacudió sus manos—. Es tuyo.

—¿Es mío?

Asintió con una leve sonrisa en el rostro.

—Es tuyo, Steve.

Soobin echó una mirada al premio, la mujer staff lo guío hacia la fila, donde algunos de los demás ganadores esperaban por su turno. Era una mesa que abarcaba a cuatro grabadores y varias luces en distintos ángulos que los apuntaban. Pensó, dentro de él, que ellos eran las verdaderas estrellas de la noche.

Cuando llegó su turno, entregó el premio hacia el grabador, era un hombre mayor y usaba gafas gruesas. A través de ellas, se percató de sus característicos ojos curvos y la plana nariz. Él sonrió, mientras ajustaba la figura en una especie de soporte de metal.

—Hola, felicidades por tu premio—su acento era marcado y alegre—. ¿Cómo te llamas, jovencito?

—Steve Lee.

Soobin trató de echar un vistazo, apoyándose de la planta de sus pies y su boca separándose de la impresión al ver como sacó la hebilla del premio y, con una delicadeza que hacia su mano moverse como si estuviera danzando, escribía sobre ella con algo parecido a un pincel.

—Es asombroso. —no pudo evitar jadear.

—Muchas gracias. —respondió el hombre.

Cuando terminó, ubicó la hebilla en el premio y con un destornillador, la regresó a su lugar. Se aseguró de que estuviera bien colocada, moviendo ligeramente para ver si ocurría algún desajuste y lo extendió a él. Soobin lo tomó, y tenerlo de nuevo en sus manos le hizo consciente que era pesado.

Leyó el grabado:

«Premio de la Academia para Steve Lee por Mejor Interpretación de un Actor en "THE CROWN". 1957» 

—Felicidades —el hombre repitió, llamando su atención—. Muchos jóvenes en casa quieren ser como tú.

Apretó los labios y sacudió su cabeza levemente, aún con su mirada fija en el premio.

—Nadie quiere ser como yo. —afirmó con modestia.

—Acabas de hacer historia y ganar un Oscar, jovencito —se lo recordó con impresión en la voz—. En estos momentos, debes sentirte afortunado.

Pero, Soobin...

—Lo has conseguido todo.

Nunca se había sentido tan solo.

Condujo a la fiesta cortesía del director de The Crown, en una caravana de estrellas y coches de lujo. Recogió una copa de champaña de las charolas que sostenían los empleados, y se alejó del bullicio de la noche, escabulléndose al balcón de aspecto victoriano. Anthony estaba obsesionado con la arquitectura neomedieval.

Frente al manto oscuro de la noche, su vista cayó en la piscina de hormigón. Tenía forma de riñón y piedras reales. Pero, no se fijó en su estructura, si no la manera en que la luna llena se reflejaba en el agua. Distorsionada y brillante.

Observó la estatuilla en su mano izquierda. La causa de las felicitaciones. Del nuevo estatus que ahora disfrutaría. Como su nombre cambiaría de significado. Y río, porque nada de eso lo estaba haciendo feliz. Cuando haces que tu vida gire en torno en alcanzar un solo objetivo, la recompensa máxima. Una vez que lo alcanzas, es como un fuego artificial que se expande en miles de colores y formas en el cielo.

Y después, no hay nada. Solo queda una noche lúgubre, profunda en el horizonte, junto con la vida que nunca se detiene.

Después de los aplausos, Soobin no sintió alivio por no decepcionar. No le importaba perder o ganar. Solo había una cosa que quería hacer. Solo una.

Carl Wells aparecer en su vista, charlando con unos hombres de su misma contextura, tomando asiento en las sillas plegables del jardín.

Miró al premio, luego al hombre y suspiró, apartándose del barandal de mármol y empezando a correr escaleras a abajo.

Necesita verlo.

Al diablo con todo, Soobin necesita verlo.

 

Chapter 43: El verdadero Soobin.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

Unos fuertes y amplios golpes contra su puerta lo empujaron fuera de la habitación.

A pesar de tener las luces encendidas, se encontraba rodeado de oscuridad y sus ojos le dolían. Yeonjun se detuvo a mitad de la sala para frotárselos con las palmas, preguntándose si el vigilante finalmente encontró un tiempo libre para cumplir su petición de buscarle su auto a Santa Monica. Aún le faltaban un par de meses antes de que pudiera solicitar una nueva licencia.

Pero, habría llamado con antelación para tomar las llaves, o recibir la dirección.

Caminó en confusión hacia la puerta, sintiendo el frío del suelo atravesar la delgada tela de sus medias. Resbaló antes de llegar al picaporte, y como aún no la modificaban para tener una mirilla; la abrió esperando no encontrarse con un asesino o alguien peligroso.

Estaba a punto de azotar otra vez, su mano queda extendida en el aire y en la otra sostiene una estatuilla dorada. El cabello se mezclaba con el cielo nocturno, negro y brillante.

Choi Soobin estaba de pie frente a él.

Cada vez que pensaba en él, la imagen de su cuerpo arrojado en el suelo y sangrando lo atormentaba. Verlo con su apariencia perfecta, aun con los detalles del cansancio, no cambiaba el recuerdo violento que le venía a su mente.

Cuando sus ojos se encontraron, su corazón titubeó y retrocedió un paso. 

—¿Cómo...—no podía encontrar su voz, salió un graznido— C-cómo me encontraste?

Yeonjun vendió su departamento en West Hollywood, después de que Carl le informara que Estudios Halleys rescindió su contrato y en cuestión de un par de días, tomó de un impulso una oferta en Palos Verdes: Una casa discreta y con la ubicación era perfecta para desaparecer del ojo publico. Al menos, hasta que un paparazzi lo siguiera y filtrara su nueva dirección.

Fue tan discreto, nadie lo sabía.

Soobin lo mira con diversión y coloca una mano en el pecho, estirando la espalda y haciendo un leve asentimiento con la cabeza.

Siempre serás el mismo —pronunció las palabras de una forma en que lo confundía, y se percató que estaba usando un acento británico—. Hoy elevado hasta el quinto cielo, y mañana hundido en el cieno —soltó una risa aireada y perfectamente ensayada—, radiante al amanecer y desesperado por la tarde.

Lo miró con desconcierto. Los párpados le caen ligeramente, bajo las luces blancas de la entrada, notó un suave rubor cubrir su rostro.

—Déjame entrar o todos tus vecinos van a saber el guion de mi próxima película.

Su vecino más cercano estaba a un kilómetro, pero la forma en que el viento le despeinaba el cabello y lo hacía temblar, no quiso desperdiciar tiempo en corregirlo. Se hace a un lado y permite que entre. Lleva un traje negro con una textura opaca, arrastraba los pies y olía a alcohol. Caminó cuatro pasos antes de empezar a sacarse los zapatos.

—¿Cómo supiste que me mudé? —es todo lo que puede decir.

La forma en que lo mira, una mezcla de enfado y tristeza. Extendió su mano hacia él, enseñándole su premio.

—Gané uno, ¿lo viste?

Por más que quería evitar el mundo del espectáculo, no pudo perdérselo. A decir verdad, Yeonjun supo que no tenía oportunidad contra Soobin, por lo que no se hizo expectativas de ganar. En cambio, estaba seguro que esa sería su noche. Pegó el grito al cielo cuando anunciaron su nombre como el ganador, y aplaudió hasta que sus manos quedaron enrojecidas y magulladas. 

Después de su discurso, no pudo cerrar los parpados desde que terminó la transmisión de la ceremonia, intentado descifrar a lo que se refería.

—Felicidades —respondió con sinceridad—. Te lo mereces completamente.

Soobin sonrió con amargura y miró el premio.

—¿Esto vale la pena?

—¿El Oscar? —asintió—. Yo creo que sí.

—Siempre quise uno —confesó con un tono nostálgico—. Pensé que, si tenía uno, todo sería diferente.

Yeonjun no entiende a que se refiere, expresaba todo con un tono tan trágico que no podía determinar si continuaba haciendo alguna interpretación. Con un acento neutro esta vez.

—¿Sabes lo que pensé cuando me nominaron por primera vez? —dice de repente y lo mira—. Pensé que no tenía a nadie a quien llamar. Cuando pasan cosas buenas, no tengo a nadie a quién contárselo —su voz empezó a flaquear y su vista se fijó en el piso—. No sé si fui feliz cuando me nominaron por primera vez, Cuando apareciste en mi casa, lo último que estaba en mi lista de interés eran unas felicitaciones.

Soltó una risa como si lo hubieran atrapado robando algo.

—No me importó. ¿Puedes creerlo? No estaba pensando en eso.

Avanzó hacia él y se detuvo, como si aquello solo fuera un tambaleo.

—Este año tenía en la mente que, si ganaba o perdía, al menos alguien estaría celebrando el resultado conmigo —confesó con una devastadora sencillez—. Eso es tan trágico..., ¿me estás escuchando? No me interesó el premio más importante de mi carrera, si no el tener a....alguien.

Ladeó su cabeza de un lado a otro, como si intentara procesar sus propias palabras.

—Y gané —señaló la estatuilla en sus manos—. ¿Y sabes lo que pensé cuando subí a ese escenario?

Yeonjun no respondió, pero no era una pregunta para él, sino para sí mismo. Mordió su labio inferior y jadeó, como si soltar la respuesta fuera la tarea más dificultosa.

Miró a su alrededor y encontró una mesita que reposa en una pared vacía, dejó el premio ahí, y tenía los ojos clavados en él.

—Pensé que era la persona más solitaria de este mundo —se volvió sonriente hacia Yeonjun, pero sus ojos estaban envueltos en una capa de tristeza.

Y caminó hacia él, Yeonjun seguía inmóvil cerca de la puerta, dejando salir el aire que tenía contenido. Soobin estaba de pie a su lado, tan cerca que podía aspirar la mezcla del ácido alcohol y los restos de su colonia masculina. Una de sus manos le elevó la mandíbula, y sus ojos estaban clavados en los suyos, con los labios separados como si estuviera a punto de decir algo más.

Pero, no pronunció algo más. En cambió, acarició la piel de su mejilla, alzó la mano hacia su cabello, despacio y con miedo, como si estuviera a punto de cometer el peor crimen por permitirse apartarle los mechones de la frente. Yeonjun observó cada uno de sus movimientos y se contuvo rodearlo entre sus brazos. Solo con notar la mirada de anhelo que recorría su rostro, permitió que hiciera lo que deseaba. 

Tocó sus cejas, el puente de su nariz, presionó el pulgar contra su labio y lo separó ligeramente, delineó su mandíbula y le frotó con delicadeza su manzana de Adán, admirando con fascinación como se deslizaba al tragar saliva.

—Quiero decir...

Le faltaba el aire, abría mucho la boca para pronunciar las palabras. Yeonjun tampoco podía respirar bien, su pecho subía y baja de forma irregular.

—¿Alguna vez... —sus ojos se encontraron con los suyos—... has besado a alguien que ganó un Oscar?

Trató de pensar en alguna de sus coestrellas anteriores, quizás había una que otra. No sabía si eso podría ser una respuesta, porque Soobin estaba esperando algo en específico por la manera en que inclinaba su rostro.

Yeonjun negó suavemente, y abrió sus labios cuando Soobin se presionó la cara contra la suya.

Cuando tomaba alcohol, era una sensación agría que picaba en su garganta a la que solo podías acostumbrarte mientras más sorbos ingerías. Nunca mejoraba. Pero, de alguna manera creías que ahora podrías disfrutarlo porque lo malo había pasado. Era como una carrera, donde cada bebida te impulsaba un poco más cerca a no sentir nada.

Sentir el alcohol en los labios de Soobin, era una experiencia completamente diferente; nunca terminabas de tener suficiente de aquella exquisitez. Había algo en la manera en que lo besaba, como si pudiera sentir la vida pura en él, y Yeonjun quiere ser inmortal. Apretándolo de la cintura y sintiendo su amplio pecho aprisionándolo contra la pared. No puede respirar así, su cabeza da vueltas por la falta de oxígeno y al mismo tiempo se siente más enérgico que nunca.

Tiembla en sus brazos. Se sacude como una ola, y sabe que está llorando porque el sabor salado de sus lágrimas se mezcla entre sus labios. Yeonjun las saborea y la culpa lo llena, porque no puede detenerse, quiere tomarlas todas hasta que ya no le quede ninguna por soltar.

Soobin presiona el rostro contra su cuello. No puede respirar. Jadea entre sollozos, pero no deja de aferrarse a él. Aprieta la tela de su camisa de botones, como si pudiera tomar los músculos de su espalda. Yeonjun le repite en su oído que todo está bien ahora, que puede estar tranquilo. No hay respuesta alguna, más que la sensación húmeda del cuello de su camisa contra su piel.

Frota levemente su mejilla contra la camisa, está intentando secarse, pero no lo logra por completo. Cuando se separa sin soltarlo, tiene residuos húmedos bajo los ojos, y la nariz enrojecida.

—Escógeme —pronunció con la voz temblorosa—. Por favor, escógeme.

Yeonjun lleva una mano a su mejilla y trató de presionar la tela de su camisa contra su piel, Soobin niega suavemente y choca contra sus dedos.

—Soobin...

—Te lo suplico —su labio temblaba y lo miraba intensamente a los ojos—. Nunca..., nunca voy a irme. No hay nada en este mundo que pueda alejarme de ti. No hay forma..., no lo hay.

Se inclina ligeramente, no va a besarlo, quiere decir algo solo para él.

—Solo te quiero a ti —susurró y luego se apartó—. Yeonjun, solo te quiero a ti —pronunció en un tono más alto—. Haré lo que sea..., lo que quieras. Lo que sea necesario. Todo por ti lo haré..., ¿puedes escogerme? Nunca te abandonaré. No tienes idea de todo lo que soy capaz, si me escoges.

Yeonjun abría y cerraba su boca, sin saber que decir. Estaba anonadado por todo lo que su boca soltaba.

—No sé si algo de lo que digo tiene sentido..., en este mundo nosotros no tenemos sentido. Pero, yo te necesito, y eso tiene sentido para mí. No puedo dejar de decir sentido y no tiene sentido —soltó una risa, entre nerviosa y amarga—. ¡No soy bueno con las palabras! Y miento tanto que no se puede confiar en lo que sale de mi boca. Pero, esto es real. Todo lo que siento. Todo mi arrepentimiento. No puedo dejarte ir, no mientras creas que algo de lo que dije esa noche fue real. 

Tomó sus manos y las apretó con cariño, aún ebrio y en descontrolar seguía siendo gentil.

—Haz lo que quieras conmigo, Yeonjun... escógeme —suspiró—. Me siento solo, pero no lo digo porque quiero una compañía. Quiero la tuya. Solo la tuya. No puede ser nadie más que tú.

No puede evitar soltar en sonido de una risa, y mirarlo negando levemente cabeza.

—Yo...—sintió su garganta secarse—. Soobin, lo del bar, no debí llevarte engañado ahí... Tenías razón, era una mala idea —se encogió de hombros—. Me despidieron por la noticia. Nunca hice lo suficiente para que confiaran mí.  ¿Cómo puedes querer a alguien que nunca hizo las cosas bien?

Soobin jadeó. Tenía la esperanza de que aquello fuera un simple rumor. Muchas personalidades del momento estaban involucradas en peores escándalos, con pocas consecuencias laborales. Pero, era una industria tajante con lo que consideraban que no funcionaba.

—Porque soy alguien que tampoco hace las cosas bien —afirmó—. Y no creo que me quieras por ser un ejemplo del buen actuar, Dios sabe que no es así.

Sacudió su cabeza de nuevo.

—Para nada —confesó con timidez—. Estás lejos de eso.

—Todo esto es mi culpa. Tenías razón. —finalmente admitió y sonrió, como si pudo escucharse a si mismo diciéndolo en voz alta—. Estaba feliz. Bailaría contigo incluso si esta habitación se inundara, solo si pudiera hacerlo de nuevo.  Si pudiera regresar a esa noche, a esa calle...—cada palabra salía mezclada con un jadeo—. No sabes como quisiera hacer todo diferente.

Piensa en esa noche, como estaban cubiertos en luces fluorescentes y los brazos del todo. La escena se mancha de rojo carmesí, y están en las calles gritándose al otro.

—No haces las cosas bien. Yo nunca he hecho nada bien. Estamos iguales —tiró suavemente de sus manos, pero no lo atrajo cerca—. No vas a conseguir algo como eso en otro lado.

Yeonjun sonrió al escuchar como repetía sus palabras.

—No creo que sea posible encontrar algo peor —arrugó la nariz—. Hemos cruzado un par de líneas gruesas.

—Nada que sea mejor se va a sentir así —replicó con timidez—. Por eso, no puedo dejarte ir.

Está comenzando a sudar, el cabello se le pega a la frente y su cuello brilla. No puede detenerse en soltar sus manos y tirar despacio de su chaqueta, Soobin lo mira con ojos amplios y expectantes, mientras le permite hacerlo. Tiene la camisa interior arrugada en todas las esquinas.

—Yeonjun...

Aprieta la prenda que tiene entre sus manos contra el pecho, en realidad solo está buscando alguna excusa para desviar su atención en algo más.

—No hay otro lugar en el mundo donde quiera estar, Soobin —su voz se rompió—. Ya no hay vuelta atrás para mí, incluso si me pediste que me fuera esa noche. Yo no quería irme. Yo sigo sin querer despedirme.

Su mirada se ilumina de esperanza, y se atenúa al fruncir las cejas.

—Pero..., no querías verme.

—¿Cómo iba hacerlo? —dice sacudiendo levemente la cabeza— Te hice daño, no podía verte después de eso. Me odio a mí mismo por lo que pasó.

—Es mi culpa —se apresuró a decir—. Yo te lo pedí. Yo lo provoqué.

Yeonjun negó.

—No debí hacerlo —afirmó—. Sin importar que me lo pidieras. Cuando te escuché decir que era repugnante y vacío..., me nublé, porque tenías razón.

—Eso no es cierto —se apresuró a decir—. Tú eres mejor que cualquiera en esta jodida ciudad. Me asusté cuando vi el paparazzi, y pensé que era lo mejor actuar rápido. Dije lo más cruel que pensé porque creí que era nuestra única salvación. No..., No debí decirte eso. Me prometí decirte solo la verdad camino aquí, lo que de realmente pienso de ti. 

Yeonjun tragó saliva, apretó sus párpados y bajó la cabeza.

—Cuando te vi en sangrar..., me vi a mi mismo como Christopher.

Soobin parpadeó anonadado, tratando de negar en balbuceos, pero pronto es interrumpido.

—No quiero ser eso para ti —elevó su vista—. Alguien que solo te tortura y te lastima. He hecho todo mal, Soobin. Desde el momento en que no pude dejarte ir cuando no querías esto, que ya no me querías a mí...

Une nuevamente sus labios, es un beso suave y tranquilo. Quiere calmarlo, si no es con las palabras, lo hará con sus acciones.

—Nunca dejé de quererte —susurra encima de su nariz —. No eres como él para mí. No eres nada de la basura que dije. Antes de ti, pensé que ser amado era algo a lo que yo no podía aspirar. Nunca nadie fue tan bueno como lo fuiste conmigo. Eres lo mejor que conozco. Fui un imbécil por hacerte sentir lo contrario.

—Pero, todo lo que hago es herirte —arrugó levemente la nariz.

—Todo lo que hago es herirte también —señaló Soobin—. Y aun así, no quiero dejar de chocar una y otra vez contigo. Hay cosas difíciles que debemos hacer.

—No quiero hacer esa clase de cosas difíciles.

—Puedes hacer lo que quieras.

—Quiero besarte.

Soobin cumple su petición, acariciando sus labios con los suyos, y besándolo con suavidad. Al separarse, Yeonjun recuesta la cabeza contra la puerta.

—Y eres tan exasperante, y nunca me dejas terminar de hablar antes de saltar a una conclusión —estaba sonriendo y presionando un dedo en su esmoquin—. Eres la persona más rara de este mundo, haciendo una discusión, terminándola tú mismo y ni siquiera dándote la victoria.

Soobin contuvo una risa y asintió, aceptándolo.

—No había forma de ganar esa discusión —reconoció—. No estaba siendo completamente honesto contigo. Ya no quiero seguir engañándome. 

—Yo tampoco lo fui —respondió Yeonjun—. Al principio escondí muchas pensando que era lo correcto, que la verdad era peor.

—¿Cómo podría ser peor? —jadeó—. Claramente lo que estábamos haciendo no fue la mejor opción.

Tenía razón. Muchas de las heridas que se hicieron mutuamente fue causado por su terrible razonamiento, encontrando excusas para no tomar la opción más inteligente. 

Yeonjun pensó que la siguiente vez que escuchara su voz, sería invadido por los recuerdos y el dolor destrozándole el pecho. Si bien, el torrente de disculpas y balbuceos que acababa de escuchar no repararán por completo el daño que ya estaba hecho,  el poder comunicarse estaba logrando que pudieran subir muchos escalones.

Sin embargo, aún había algo que no podía dejar pasar; una raíz gruesa con espinas.

—¿Puedo preguntarte algo —hizo una breve pausa, inclinando el mentón—, y vas a ser completamente honesto conmigo?

Soobin asintió efusivamente, juntando los labios.

—Te diré todo lo que quieras saber.

—¿Rompiste conmigo porque pensaste que no eras suficiente para ser escogido o de verdad creíste que la mejor opción para mí era seguir a mis padres?

Sus ojos se abrieron y separó sus labios para expulsar un jadeo, siguiendo a Yeonjun con la mirada, quién colocó su chaqueta en un armario al lado de la puerta de la entrada.

Cuando se volvió a él, Soobin tuvo los segundos suficientes para procesar su pregunta y formular una respuesta.

—Te pedí que te fueras porque pensé que iba a ser más fácil para ti...—se rascó la nuca—...si yo ya no era un obstáculo. No dimensioné lo difícil que estaba haciendo las cosas, hasta que me di cuenta que la única pieza que no encajaba en tu vida, era yo.

—Nunca fuiste un obstáculo para mí —negó con la cabeza—. Definitivamente causaste problemas y cambios que no me imaginé enfrentar, pero no deseo volver atrás para evitarlo. Ahora mi vida es diferente..., pero, ¿para qué quisiera regresar al pasado? No hay nada que ame ahí. No estás tú.

Soobin dejó caer sus hombros, en derrota.

—No estaba seguro si había... una posibilidad para mí, después de todo. Se que soy el verdadero repugnante y vacío, y merezco estar solo más que nadie, por todo lo que hice. 

Yeonjun toma valor para acercarse de nuevo, le toma las mejillas y sus labios fruncen.

—Ninguno de los dos es así —corrige con suavidad—. No mereces estar solo por cometer un error. Debes estar conmigo y remediarlo a mi lado. Tenemos que estar juntos en esto. No hay obstáculos, o piezas disparejas. Solo estamos nosotros. Tienes que saberlo.

—Ahora lo sé. —respondió al instante.

—¿Qué vas a decir al respecto?

Clava su mirada en él y descubre algo nuevo, es capaz de verlo con ansias.

—¿Quieres una respuesta? —preguntó en un tono bajo.

Yeonjun asintió levemente, con el rostro convencido.

Si hay algo en lo que Soobin no es bueno, es en las palabras. Estas últimas semanas reconoció que no es bueno para comunicar cómo se siente, que las oraciones se vuelven una montaña de letras en su garganta, y toma más tiempo para escoger las frases equivocadas que las correctas.

Pero, hay algo en lo que Soobin se destaca, y es su actuación. No siempre podrá disfrazarse de alguien cuando debe ser sincero, pero sabe perfectamente que el guion no siempre va a transmitirlo todo, tu cuerpo debe hablar también.

Entonces, toma el mentón de Yeonjun entre sus dedos y une sus labios en un beso suave, como un saludo después de tanto tiempo. Es sorpresivo. Es improvisado. Pero, él se encarga de todo cada vez que mueve contra él, es su forma de decir «arreglaría todo por ti».

Apretó su cintura entre sus brazos, rompiendo toda clase de distancia, demoliendo los muros en su mente y liberando todo lo que nunca expresó. «Mi mundo son tus labios», presionando su cara y cuerpo contra el suyo, los dos jadean y es como si el aire estuviera desapareciendo más deprisa, sus labios pasan menos tiempo separados y se quejan como si no fuera suficiente, con los corazones acelerado. Es un grito, es un «nunca tendré suficiente de ti», y cuando vuelve a besarlo, es una súplica, es un «quiero todo de ti».

Han tenido momentos como estos, donde crean algo, pero no son capaces de seguir, no tienen las herramientas para avanzar, están inseguros sobre como el otro reaccionará. Pero, Soobin solo tiene algo claro; tiene que decírselo, necesita confesarlo. Entierra la cara en el espacio de su cuello y el hombro. Su piel está caliente y huele a cítricos, y a sudor, y su mentón se estira para él, y lo besa; desde el inicio de su mandíbula, hasta que sus labios chocan con la tela de su camisa, tiene el pulso acelerado y puede sentirlo en su lengua, «soy adicto a ti».

—Soo..bin—tiene la voz entrecortada y sus manos forman un puño con su camiseta—. Espera.

Tambalea y no puede respirar. Yeonjun le toma las mejillas, y toda su cara está roja. Tiene mechones adheridos a la frente por el sudor y los labios el doble de su tamaño.

—¿Estás...—no puede hablarle así, con esa voz rasposa y con la vista fija en la parte inferior de su cara— seguro?

Llevó una de las manos a su cuello, y luego la deslizó con lentitud por sus hombros, Yeonjun lo observaba expectante y siguió cada movimiento; como sus dedos se elevaban en el relieve de su pecho, la caída en picada de su abdomen, y el límite de la tela debajo del ombligo «quiero conocer todo de ti». Cuando sus nudillos tocaron la piel sobresaliente, respiró hondo y lo miró. Tenía los labios separados y húmedos.

—Solo escúchame. —respondió.

Yeonjun le permitió quitarle la camiseta, y Soobin reprimió una risa por la manera en que los dedos de él intentaban desabotonarle la camisa con torpeza. Sus labios se unieron de nuevo, apegando sus cuerpos, el calor del otro volviéndose en uno solo. Era un nuevo modo de cercanía, y Soobin se presionaba contra él, sentía su piel, sus músculos, el sudor chipotear entre ellos, era un susurro, era un «déjame amar todo esto» mientras le rodeaba la cintura con las manos. «Nuestra separación fue una mentira, jamás te dejaría», caminando a ciegas entre tropezones y el sonido de un jarrón rompiéndose detrás de ellos.

—¡Lo siento!

Yeonjun se separó sin soltarlo, dejando salir una carcajada contra sus labios.

—Eres un desastre —tenía las manos en su cuello y lo apretaba con fuerza—. No llevas ni media hora en mi casa, y la estás destruyendo.

—Ya dije que lo sentía.

Le dejó un casto beso en sus labios y tomó su mano, guiándolo hasta una habitación con la puerta ya abierta para ellos. La cama fue el escritorio donde Soobin hizo el cuerpo de Yeonjun su propio manuscrito; escribiendo con su boca en una intensa dedicación, que no hubo espacio en su piel que no se enterase de cuanto lo amaba.

Notes:

detesto hacer esto, pero tengo la semana muy saturada):. por ello, solo les dejaré este capítulo hasta el miércoles que viene en lo que me organizo mejor para no faltar con las actualizaciones. muchísimas gracias por leer y espero que disfruten mucho la reconciliación jsjs

Chapter 44: Podemos hacerlo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Las ventanas de la habitación filtraban las luces de un club de campo encima de la colina, y estaban cubiertos de colores.

Yeonjun se encontraba recostado en su hombro, y con cualquier movimiento, los mechones dorados le provocaban cosquillas en su mejilla. Continuó paseando sus dedos en la piel desnuda de la espalda aun cuando ya se había recuperado. 

Era diferente tocarlo de esa manera, decido a grabárselo en la mente, todo de él; la caída suave de sus pestañas contra la piel enrojecida de las mejillas, como aún tenía los labios abiertos para respirar y el cálido caliento chocaba contra su cuello. Cuando las luces anaranjadas aparecían, su cabello despeinado se convertía en un girasol. Y en las purpuras, le otorgaban a la piel de su trapecio un aspecto etéreo, como si estuviera recién salido de una pintura. Incluso el brazo que lo rodeaba, en luces azules, parecía majestuoso.

—No hagas eso. —su voz era amarilla.

—¿Mmh? —Soobin murmuró.

—No es justo que me mires así.

Eso lo hizo sonreír. Pensó que estaba dormido. Le sorprendió escucharlo hablar.

—¿Por qué?

No responde de inmediato, por lo que mueve ligeramente su cuello para poder verlo.

—No lo sé —dice—. Estoy avergonzado.

Soobin miró con diversión al frente; como sus piernas desnudas estaban enredadas y cubiertas por una cobija. Contuvo una risa. Yeonjun notó a lo que se refería.

—¡No hablo de esto! —exclamó en forma de susurro—. O sí... No lo sé... es diferente.

—¿Diferente?

—Todo esto contigo —explicó—. Me siento diferente.

Se mantuvo en silencio, mirándolo brillar bajo las luces rosadas. Su respuesta lo preocupó, en cierto modo, no sabía si lo decía en un buen o mal sentido.

—¿Te..., bueno tú... —balbuceó—... estuvo bien lo que pasó anoche?

La pregunta lo hace fruncir ligeramente el ceño, y luego contener una risa.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—¿Estás preguntándome si me gustó tener sexo contigo?

Soobin se ruborizó.

—Mi pregunta era más recatada —opinó.

—Es casi lo mismo.

—¡Está bien! —se exaltó y suspiró—. Estoy preguntando eso.

Yeonjun sonríe, sintiendo como su propio rostro se calentaba. Miró sus ojos, deslizó hasta su cuello, donde estaban formando manchas oscuras y marcas de presión donde antes le había colocado los dedos.

—Me gustó —confesó en voz baja.

—¿Seguro? —aún lo miraba fijamente y desea que no lo haga, se sentía nervioso—. Se que has estado con mujeres y...., bueno, soy un hombre. Fue diferente para ti.

Le enternecía verlo tan nervioso. Ha conocido tantas facetas de él en esa noche, pero esa se convirtió en su favorita.

—Es diferente —reconoció—. Pero, no porque seas un hombre. Fue distinto porque lo hice con la persona de la que estoy enamorado.

Soobin aprieta sus labios para evitar sonreír. No lo logró.

—Eso suena lindo.

Sus ojos brillaban y todo lo que podía pensar es que cuanto lo había extrañado.

—Fue lindo —repitió y lo miró—. ¿Lo fue para ti?

—¿Tener sexo contigo? —lo confirmó y él agitó rápidamente su cabeza—. Lo fue.

—¿Seguro? —volvió a asentir—. ¿Pasó todo lo que exactamente querías hacer?

Iba a repetir sus movimientos, pero la mirada seria de Yeonjun hizo que detuviera sus juegos. No era una simple pregunta, quería una confirmación de algo diferente.

Su corazón golpeteó dolorosamente en su pecho, porque eso le hizo feliz, más de lo que quería admitir.

—Cada segundo valió la pena —afirmó—. Todo fue lo que quería.

Lo observó sonreír, y se alzó besar sus labios. Le gustaba besarlo. Le gustaba cuando estaban tan cerca, que podía verse reflejado en sus iris. A veces se preguntaba en que estaba pensando cuando lo miraba.

—¿Por qué es diferente?

—¿Uh? —murmuró.

—¿Por qué es diferente que te mire ahora?

Yeonjun parpadeó, tenía el pulso acelerado y lo sentía bajo su tacto.

—Creo que...—ladeó suavemente su cabeza, se sintió como una caricia en el hombro—. Cuando me miras así..., entiendo lo que sientes y es mucho para procesar.

Su cuello se estira hacia atrás, por un momento, se sintió desarmado y descubierto.

—¿Eso...es malo?

Niega suavemente con la cabeza.

—No lo es —responde suavemente—. Me gusta.

—¿Te gusta? —tragó saliva—. ¿Te gusta lo que siento o te gusta saberlo?

—Ambos —estira una mano a su mejilla, tan alto que los dedos alcanzaban sus párpados—. Me gusta saber lo que sientes, ahora que puedo entenderlo.

Enterró sus ojos, no comprendía si lo decía en serio o estaba poniéndolo a prueba de alguna manera.

—Creo que es muy trivial sacar conclusiones de una mirada.

—No vas a decirlo en voz alta —susurró—. Pero, todo de ti lo demuestra.

Soobin puso los ojos en blanco.

—Claro que puedo decirlo.

Yeonjun se incorporó, apoyándose de sus codos y con el cuello inclinado hacia él. No debió hacer eso, podía ver los rastros de sus labios empezando a volverse amarillos y purpuras en el pecho.

—Dilo.

Sus ojos se entornaron en él a modo de desafío.

Imitó su postura, apoyándose de las manos, bufando de manera fastidiada. Cuando sus ojos se juntaron los ajenos, toda su fachada se derrumbó en un segundo.

Brillaba en azul. Era un ángel en rosa. Aceleraba su corazón en naranja. Y podía arruinar su vida en verde. En el mundo de Soobin, es una perpetua noche profunda y Yeonjun es una aurora boreal.

Abrió sus labios, pero nada pudo salir de ellos. Y él sonríe en victoria, pensando que había ganado. No fue probar su punto. En esos instantes, riendo, las pestañas formando medialunas, había logrado atrapar a Soobin en sus manos.

Yeonjun rodeó sus hombros.

—Lo veo, Soobin —afirmó—. Lo sé.

Ladeó su cabeza, apoyando su mejilla en el espacio de su codo.

—No lo sabes —respondió en un tono burlón—. Si lo supieras..., tú..., bueno...

—¿Yo...?

Fijó su vista en él, estaba expectante, pero nervioso. Podía notarlo por como paseaba sus ojos de un lado al otro. Su actitud de competencia no era una buena barrera. Si lo miraba lo suficiente, sus hombros caían y empezaba a hacer movimientos sin mucho sentido.

—Si supieras lo que siento —soltó en un suspiro—, no dudarías en quedarte siempre conmigo.

Yeonjun soltó una risa nerviosa.

—¿Por qué? —preguntó aún con la voz baja—. ¿Vas a bajarme la luna si lo pido?

Sacudió levemente su cabeza.

—Porque no importa lo que hagas, nada va a cambiar lo que siento—sus comisuras descendieron—. Incluso si me dejas, o buscas a otra persona. Si un día ya no me soportas. O decides que esto ya no es para ti.

—Eso no va a...

—Y si un día me odias —prosiguió—. Si ya te cansaste de mí. O lo he jodido bastante, que no puedes confiar en que tenemos otra oportunidad. Yo seguiré aquí. Con suficiente amor para los dos.

Eso lo hace sonreír y negar.

—Debemos ser dos para amar.

—Yeonjun —lo llamó, con las cejas ligeramente caídas—. Puedo crear un planeta entero con todo el amor que siento, solo para que vivas en él.

—¿Y si no quiero eso?

Soobin se acerca a él, arrastrándose sobre la sabana.

—¿Y qué quieres? —su aliento chocaba con el suyo.

—Quiero que lo digas —sus ojos se pasearon por los suyos—. Dímelo.

El corazón late con una fuerza desenfrenada en su pecho, como si estuviera a punto de escaparse. Algo similar era lo que sentía. Tal vez, si se escondía detrás de la puerta, podría decirlo. Sin miedo. O la sensación de que sus paredes se derrumban, y ahora estaba expuesto frente a él.

¿El amor era tan...destructivo?

Todo lo que construyó: su protección, sus barreras, los túneles y las trampas, ahora eran una gruesa capa de polvo de lo cubrían. Y a su lado, estaba él, mirándolo como si no estuvieran rodeados de escombros y daños. Como si Soobin no estuviera sucio, dañado y siendo más semejante a una criatura desconocida que un humano.

—Yeonjun...—jadeó.

Sus comisuras se elevaron alegremente.

—¿Soobin?

Llevó unos temblorosos dedos a su mejilla, y frotó el pulgar contra su piel, con lentitud, con gentileza, como un diamante que guardaba en su corazón. Y no haría nada para romperlo.

—Te...amo.

Sus párpados se abren en sorpresa, dejando salir un pequeño jadeo de sus labios. Soobin suelta el aire que tenía contenido, es como respirar por primera vez. No sabía que contener esas palabras tomaba tanto de su energía, porque ahora se sentía liviano.

—Está bien si no es…si no es lo que esperas, si no estas…, ya sabes, listo. —pronuncia en un tímido tono—Estoy bien..., porque lo he decidido así —afirmó—. Esta es la vida que quiero.

—¿La vida que quieres es estar conmigo? —su voz tembló.

Asintió levemente.

—Quiero una vida amándote —aclaró—. Y sería bueno si además, puedo estar contigo.

Yeonjun lo besa en la hora más oscura de la noche. Y ve estrellas, la luna, y el sol acercándose en una expansión de luz.

—Nunca me escuchas —dice, apoyando su frente con la suya.

Tiene sus manos sosteniéndole la mandíbula con firmeza, evitando que pueda separarse. Es agradable, como sus respiraciones chocan y el suave roce de narices.

—Siempre te digo lo mismo, y nunca me haces caso.

Sonríe y él no puede evitar hacerlo también.

—¿De qué estás hablando?

Entrecerró los ojos, inspeccionando su reacción.

—No puedes decir que está bien si no estoy listo —suspiró como si estuviera harto—. Y que quieres vivir amándome, y si aparte me tienes, está bien. Ya te dije que no somos una trágica comedia romántica.

—Yo lo soy.

—No lo eres —sacudió levemente su cabeza—. No lo somos. Yo siento lo mismo.

—Pruebas mi punto al no decir...

Dejó un casto beso en sus labios, interrumpiéndolo.

—Te amo, Soobin.

La primera vez que escuchó a alguien decirle te amo, fue en una grabación. Las siguientes veces, de parte de desconocidos que se hacen llamar sus fans. Lo que esas experiencias tenían en común, es que iba dirigido a un personaje que tenía su cara, y una respuesta ensayada de humildad y agradecimiento.

Como se usan las palabras tienen mucho poder, porque la muestra de amor más grande podía sonar como una frase del montón. En ese momento, entendió el verdadero significado. Que alguien podía mirarlo, desnudo, pegajoso, conocer todas sus malas facetas. Y decirle que lo amaba.

Yeonjun no estaba observando los escombros y el desastre, o el monstruo que tenía su forma.

Todo lo que él veía era a Soobin.

Cada vez que me miras, pensó, creo que soy como tú.

Y su primer instinto es reírse, porque no sabe cómo reaccionar con algo tan genuino. Yeonjun lo mira anonadado.

—¿Qué es tan gracioso? —su risa lo contagia.

—¿Tú me amas?

Asiente.

—Te amo —repitió y eso lo hace reír más—. ¿Por qué te ríes?

Inhaló aire y lo contuvo hasta que logró calmarse, expulsando un suspiro sonoro.

—Porque me amas.

—¿Y eso es gracioso? —cuestionó.

—Eso me hace feliz.

Y nada de esto me asusta.

Cuando haces que tu vida gire en torno en alcanzar un solo objetivo, la recompensa máxima. Una vez que lo obtienes, es como un fuego artificial que se expande en miles de colores y formas en el cielo. Y después, la vida solo sigue.

Cuando besas a la persona que amas, sabiendo que siente lo mismo. Estas agradecido de que la vida continúe, porque puedes repetir la sensación de estar flotando entre nubes. Yeonjun se sube a su regazo y nunca volverá a tierra firme.

 

 

-

 

Cuando Yeonjun despertó, las luces de colores desaparecieron y ahora, los rayos del sol se filtraban por los amplios ventanales. Las cortinas estaban abiertas, podía ver el mar a la distancia.

Se incorporó sobre la cama, y tenía la piel erizada, solo estaba usando sus boxers, y la mirada se paseó confundida por toda la habitación en busca de su ropa. Encontró sus pantalones en la esquina de la cama y se los puso en silencio, quería ir al baño, pero hacia demasiado frío para salir caminando de ese modo.

Se pasó la mano por su cara, intentando despertarse al estrujar sus ojos y luego enfocar su vista a la cama vacía, con las cobijas desordenadas, arrugadas y una de sus almohadas estaba en el suelo. Los recuerdos de la noche anterior golpearon su mente de golpe; tan explosivo, cómo si en algún momento dejaron de besarse en blanco y negro, y empezaron a descubrir colores. Aprendió el azul, el verde y el gris con la boca de Soobin; y Yeonjun le enseñó el naranja y el rojo con sus manos.

Pero, no veía al responsable de que la sangre se le estuviera subiendo a la cara en ninguna parte.

Salió de la habitación, y caminó por la sala, sintiendo el frío de la cerámica subirse en sus pies. Escuchaba una voz cercana, la siguió y se lo encontró en el sofá, dándole la espalda. No podía descifrar si estaba cantando, pero hacía sonidos alegres y movía los hombros al ritmo. Sus mechones azabaches estaban revueltos por toda su cabeza, y se rascaba el pelo que le caía en la nuca. Las venas de los dedos se marcaban con tan pocos movimientos, rodeaban trenzadas sus brazos, incluso sus codos eran elegantes y puntiagudos.

No traía alguna camiseta, la luz que se filtraba iluminaba su piel, tenía los hombros magullados y con manchas tornándose moradas. Sintió vergüenza reconocer, que no eran las únicas que probablemente tendría y que ahora sabía que era menos musculoso de la espalda y completamente delgado de la cintura.

Yeonjun avanza, y se apoya del respaldo del sofá. Tiene los trozos del jarrón que dejaron caer la noche anterior en el regazo y en la mesa, y un envase de algo blanco en las manos. Soobin lo escucha llegar, se gira hacía en su dirección con los ojos llenos de luz, había bolsas oscuras formándose abajo. Estira la palma hacia su cabello, tratando de arreglar el desorden, pero él toma su mano y presiona los labios contra su muñeca.

—¿Qué estás haciendo? —dejó salir un bostezo.

—Estoy arreglando lo que rompí —alza las piezas del jarrón que intentaba unir.

Estando solo en los pantalones de tela, tenía la piel completamente erizada del frío.

—Creo que no tiene salvación.

—No vas a desanimarme —afirmó.

—Estás pegando la parte de abajo con la de arriba, y ambas están al revés.

Soobin se volteó a mirar con el ceño fruncido las piezas, y trató de tirar de ellas para separarlas, pero ya se habían adherido a la otra. Soltó un suspiro.

—Bueno, estoy haciendo algo nuevo para ti —se encogió de hombros.

Deja los trozos en la mesa, sacudiéndose las manos y se acercó a él, abrazándole la cintura, con la mejilla apoyada en su abdomen, justo donde se cruza su cicatriz. Yeonjun acaricia su nuca, los hombros y descubrió que tiene una marca de nacimiento en su brazo, tenía forma de estrella y era rojiza.

—¿No tienes que celebrar tu Oscar hoy?

Lo abrazó más fuerte.

—Lo estoy haciendo —afirmó—. Por mi cuenta. Nadie más me espera.

—Christopher probablemente quiera hacer una fiesta en tu honor.

—Qué lo haga —respondió, apoyando el mentón de su muslo—. No necesitan mi presencia. Tú sí.

Yeonjun reprime una risa.

—¿Yo sí?

—Tengo que asegurarme de que estás en una zona segura —sus mejillas se vuelven rojizas—. No puedes quedarte aquí si no lo inspecciono primero.

—De acuerdo, te permitiré que monitorear —asintió levemente—. Pero, debo recordarte que tú llegaste a mi casa, y a nadie más le di mi dirección.

—¿Estás diciendo que el peligro soy yo?

—Sí.

Soobin puso los ojos en blanco y apoyó nuevamente su mejilla para no verlo. Suspira como si estuviera tan cómodo, que ignora como sus piernas hormigueaban.

—Sabes que aún tenemos mucho de qué hablar —se permitió interrumpir el silencio—, ¿cierto?

Su desastre de mechones azabache se agitó.

—Lo sé —hizo una pausa—. Es lo correcto.

—Y....—pensó brevemente como proceder—, podemos terminar discutiendo también, ¿cierto?

—Es un resultado común entre nosotros —sonaba adormilado. Su voz es ronca cuando se relaja —. Pero, las cosas son diferente, ¿no?

—Eso espero.

—Somos igual de obstinados, pero —declara—, creo que llegamos a un punto en común. ¿No es así?

Habían decidido quedarse juntos, o al menos eso era lo que el panorama delataba. Soobin soltó una ligera risa por su silencio.

—¿No es así? —repitió en un tono burlón.

—Estoy pensando cual es el punto en común —dice Yeonjun—. Tenemos más de uno.

—Pues...—ladea su cabeza y es como una caricia—. Los dos nos amamos, ¿no es así?

—Nos amamos. —confirmó.

—Es un buen punto para empezar a...., bueno, actuar por el bien de la relación.

—Sí, es un buen punto de inicio —afirmó él—. También hablar. Hacerlo en serio.

—No soy bueno con las palabras —confesó con ligera tristeza—. Y hay muchas cosas que no sé cómo decirlas.

—Puedo ayudarte con eso —afirma—. Yo tengo muchas ideas que pueden afectar esto.

—Creo que puedo escucharte... —responde moviendo la cabeza y hacen olas oscuras con sus mechones— y no tomármelo tan personal.

—Puedes hacerme cambiar de opinión.

Sacude ligeramente su cabeza.

—No quiero cambiarte —se quejó—. Me gustas así de esposo ejemplar. Tal vez yo podría dejar de ser la esposa lunática.

—Soobin, somos dos hombres —le recordó—. No hay esposa.

—Esposo lunático.

Dejó un beso sobre su sien.

—Me gustas de lunático —confesó Yeonjun—. Puedes serlo un poco menos en los momentos correctos. Y yo menos ejemplar cuando sea necesario.

—Me gusta el plan —asiente levemente—. Podemos hacerlo.

Yeonjun suelta un suspiro de alivio.

—Podemos hacerlo. —repitió y anunció: — Voy a darme un baño.

Se separó de él, Soobin atrapó su mano y lo jalaba despacio.

—No te vayas aún.

—Date una ducha también —tiró con suavidad de su mano—, apestas.

Se deshizo de su agarre y lo dejó el brazo extendido.

—No tengo jabón —se quejó—. Ni cepillo de dientes.

Yeonjun ya estaba alcanzando la puerta de la habitación.

—Las cosas que dejaste en mi casa...—agradecía estar de espaldas porque no vería su expresión de vergüenza—, están en mi baño.

Soobin soltó un ruido de confusión.

—¿Qué? —jadeó— ¿Cómo sabías que volverías?

—No lo sabía —ingresó a su habitación y cerró la puerta detrás de su espalda, soltando un susurro en la soledad:—, pero ambos sabemos que esto no ha terminado.

Notes:

gracias por la espera, estamos entrando al arco final de la historia. infinitos agradecimientos por seguirla, y lamento que sean tantos capítulos tt

Chapter 45: Un paso delante, dos atrás

Chapter Text

Durante una semana entera, Soobin se refugió bajo las cobijas de color acero. De los atardeceres descubriendo los límites del acantilado a pocos metros. Como se filtraba la luz a través de los ventanales, mientras limpiaban la sala de estar. Descubriendo maravillas y definiendo sus nuevas actividades favoritas: poner las manos en el rostro de Yeonjun, y besarlo con esmero, sin desperdiciar un solo momento para saciar todos los anhelos que contuvo por semanas; apegarlo con fuerza contra su pecho por las noches, tomarle las manos, presionar los labios en su cuello, encontrar otros tipos de victoria cuando está encima de él. La clase de vida doméstica que nunca creyó que pudiera aspirar alguna vez.

En el último día de su purgatorio, consideró el conseguir una licencia por salud, solo para alargar sus estancia en aquella casa. Estaba en medio de la producción de A Tale of Two Citties y el guión fue especifico en que Soobin debía aparecer en todas las escenas. Fue la clase de rodaje denso y demandante que necesitó para sacarse a Yeonjun de la mente, ahora se convirtió en un obstáculo para disfrutar su tiempo juntos.

Algo realmente había cambiado en él para considerar la actuación como un obstáculo, estar en un set es lo último que se le pasaba por la mente cuando pensaba en que hacer en su tiempo libre. Todo lo que quería era quedarse en esa casa, ayudarlo a escoger alfombras funcionales de catálogos y nunca volver a preocuparse de lo que aparecía en las noticias.

A veces pensaba en nunca más regresar, tomar sus cosas y abandonar el sistema que no le ha permitido vivir como le gustaría, al lado de Yeonjun. Pero, no está seguro si él deseaba lo mismo. Es algo que lo ha mantenido en conflicto interno, más de lo que quisiera admitir.

Unas manos tomaron su rostro, la aireada risa lo hizo parpadear sorprendido.

—¿Dónde estás? —se percató de como sus pupilas se habían agradando mientras le recorría el rostro—. ¿Estoy haciendo algo mal?

Soobin se apresura a negar con la cabeza, el aroma a tierra se introdujo en sus fosas nasales. Quiere golpearse a si mismo por dejar que su mente volara a otras zonas. No puede dejar de pensar en lo mucho que le gustaría esconderse allí, en el pasto, con Yeonjun en su regazo y sus labios recorriéndole el cuello.

Era un día soleado, por alguna razón, no era acalorado. Soobin comenzaba a creer que la única zona fresca de los Ángeles, era Palos Verdes, o tal vez era su percepción.

—¿Quieres estar siempre así? —la pregunta se escapa de su boca sin haberlo previsto—. Digo, ¿te gusta que hagamos esto?

Sus cejas se presionaron en el medio de su frente, y Soobin baja la mirada a su pecho. Se había quitado la camiseta hacia un par de minutos y tenía lunares esparcidos como salpicaduras de pintura café, tenía la piel erizada y con una capa de bronceada encima.

—Es bueno para mí —admitió mientras encogía sus hombros—. ¿Lo es para ti?

—Absolutamente.

En esa simple semana, Soobin descubrió que el sexo puede ser bueno, y mejor aún, ser increíble cuando lo hace con Yeonjun. No hay manuales, ni estrategias, solo sus cuerpos hablándose en un idioma del que está seguro, nunca podría pronunciar con alguien más. Todos esos días ha expresado cosas a través de sus manos: sus miedos, sus inseguridades, lo que ama con locura y lo que le duele. Descubriendo con sus respuestas que ser deseado no debía causarle causarle nauseas. Podía ser una mezcla cariño, entendimiento y amor, y la forma en que lo necesita, es tan inmensa que le causa vergüenza.

—Pero...—ladeó la cabeza—, hacerlo todo el tiempo sería un poco repetitivo, ¿no? ¿O quieres hacerlo todo el tiempo? ¿O hacer otras cosas? ¿Me estás entendiendo?


Su expresión se transformó a una extrañada. 

—No estoy seguro de que estás hablando —dejó descansar las manos sobre los hombros de Soobin, alisando la tela de la desacomodada camisa—. Y si no te conociera lo suficiente, pensaría que intentas pedirme probar algo turbio.

Siente la sangre subírsele a las mejillas.

—¡No es a lo que me refería! —un desastre de balbuceos le siguen, porque no se decide en como comenzar un pregunta. No quiere sonar severo, tampoco demandante. Debe recordarse al final que Yeonjun lo entenderá como resulte—. Trato de preguntarte si esto es lo que deseas hacer, es decir, a largo plazo.

—Quiero estar contigo a largo plazo —lo dice como si fuera algo muy evidente. Soobin debe apretar sus propios labios para no sonreír—. Creo que lo he demostrado bien. Pero...—hace una breve pausa—. No es lo que estás preguntando, ¿cierto?

Por una parte, no estaba demás tener una nueva confirmación de que lo suyo no era algo momentáneo. Le encantaba saber que estaban comprometidos por mucho tiempo. Algo se llenaba de felicidad dentro de él.

Pero, no era lo que le causaba dudas.

—No es lo que es preguntaba... —confirmó con un leve asentimiento, las hojas le causaban cosquillas en la nuca—. Quiero decir..., ¿qué sigue? —logra formular.

Se encogió de hombros.

—No permitir que nada interfiera con lo nuestro —responde como si fuera muy evidente—. Ni nosotros mismos.

—No hablo de nosotros...No en todo el sentido de la palabra, digo...—balbuceó—. Hablo de ti. ¿Qué vas a hacer ahora? 

Puede sentirlo retrocediendo un poco y tensarse, se arrepiente al instante de atacarlo de preguntas. Lo observa pensar y llevar su vista a un lado de ellos, toda la luz de los rayos solares se concreta en su cabello y lo vuelve color arena. Le gusta cuando ilumina sus ojos, porque parecen más claros, como la avellana. Era como tener un girasol sobre él.

Suelta un suspiro y finalmente responde:

—No lo sé.

Soobin se relame los labios.

—Está bien si no lo sabes ahora —aseguró acariciando sus brazos, tratando de transmitirle calma—. No tienes que apresurarte.

—Realmente no tengo un plan —responde con frialdad, pero sus orejas se estaban sonrojando—. No sé que voy a hacer. Estoy evitando pensar en eso.

—No pensemos en eso, entonces.

—Pero, tú lo estás pensando, ¿cierto? —señaló, para ese punto, su voz sonaba lejana.

Batalló en decidirse si admitirlo o pretender que no tenía un par de escenarios su mente, pero estaba esforzándose en evitar la mentira a toda costa. Sería un engaño muy descarado no reconocer, que estaba considerando todo tipo de opciones para una vida que no le pertenecía.

—Pensé que podrías volver a estudiar —su mirada se fija en él, una mezcla de frialdad y cautela. Dudó en continuar—, entrar a la universidad de Bellas Artes como quisiste alguna vez. Podrías ser una persona normal, haciendo lo que te gusta.

Suelta una risa irónica.

—¿Tener una vida normal? —cuestionó en un tono casi rozando la burla—. ¿Eso es lo que crees que puedo aspirar ahora?

—No lo decía de ese modo... —se apresuró a responder—. Puedes hacer lo que sea. Solo creo que..., no lo sé.

Yeonjun retira las manos que se mantenían sobre él, su ausencia se sintió de inmediato. Mientras lo observa colocarse la camiseta, una de color rojo carmesí, se pregunta si fue él quien hizo algo mal. Apoyándose de sus codos, listo para pronunciar unas disculpas.

—Quise decir...

—Ya no quiero... —se tiró el cabello hacia atrás.

—Está bien si no quieres.

—Ya no tengo ganas....—bajó de su regazo, tomado asiento cerca de él.

—Está bien, no tenemos que hacerlo.

—De hacer lo que los demás esperan de mí.

—Oh...

—Porque no tengo ni la menor idea de que quiero hacer conmigo mismo.

Cuando los días de fiesta terminaron de forma abrupta, y se enfrentó a los síntomas de abstinencia recluido en ese apartamento, toda su valentía se desvaneció con la bofetada de la realidad.

Yeonjun estaba perdido.

—Entiendo lo que me pides.

—No estoy pidiéndote nada —se apresuró a responder—. Fue una sugerencia.

—De acuerdo, entiendo lo que sugieres —se corrigió—. Pero, hace mucho perdí el derecho de ser ordinario. Ni siquiera puedo ir al supermercado de día.

—Estoy casi seguro que eso fue mi culpa.

El martes se habían quedado sin comida, lo que los obligó a abandonar su escondite para ir a la búsqueda de un supermercado discreto. Lamentablemente, Yeonjun no estaba para nada cómodo recorriendo los pasillos del lugar, con la mirada de los clientes sobre él, firmando un par de facturas. Es extraño como sigue teniendo fanáticos que no parecen afectados por su reputación, o tal vez solo querían la anécdota de haber conocido a un famoso. 

Cuando abandonó el lugar, el auto de Soobin estaba rodeado por personas que lo habían reconocido. Fue una misión sumamente riesgosa y complicada el salir de allí sin ser relacionados. Separados eran un espectáculo y juntos, dinamita pura para las portadas de periódicos.

—Pero —Soobin se inclina hacia él—, ¿lo has considerado? ¿No se te ha pasado por la mente intentarlo?

Por supuesto, lo ha pensado. Ha sido algo que ha rondado en su mente desde el día que fue despedido, cuando notó que era libre de hacer lo que quería, que su camino estaba completamente en sus manos. Pero, había algo en él, una extraña barrera de la que no podía deshacerse. Ha estado frente suyo desde el día en que sus padres lo echaron de casa, como si aún no pudiera despertar del entumecimiento de la nieve.

Como si aún no pudiera encontrar lo que perdió de si mismo. No ha pintado nada en semanas. Puede engañar a quien sea, pretender que esta completo, pero no a su lienzo. Si escoge el arte, no será una decisión sincera. 

Entonces, lo evade.

—¿Tan mal se encuentra mi carrera?

La pregunta descoloca a Soobin, lo ve trastabillar por un instante.

—Jun, ahora puedes elegir. No desperdicies tu poder escogiendo la fama.

—¿De qué poder estás hablando? —cuestionó, frunciendo el ceño—. Estoy desempleado. Eso no es autonomía completamente. Probablemente ya estoy en la lista negra y eso me deja fuera de cualquier oportunidad laboral.

Soobin se incorpora, apoyando todo su peso en las rodillas. Yeonjun no lo mira.

—En la industria. —añadió.

—Eso no cambia nada.

Pensó que añadiría algo más, pero empezó a caminar lejos de él. Es un poco duro de procesar como estaba distanciándose. Soobin se pone de pie, con el viento azotandole la ropa y el cabello, siguiéndolo. Yeonjun camina hacia el extremo del acantilado, con pisadas fuertes y elevando tierra a su paso. 

—¡Puedes hacer otras cosas mejores que vivir en esta basura de ciudad! —exclamó.

Cuando el pasto terminaba, siguiéndole un rocoso camino gris, la brisa se volvía salada. Era algo que no podía explicarse con lógica. El mar, amplio y azul estaba frente suyo. Yeonjun se frenó en seco, observando donde empezaban las olas, ondas sofisticadas arrastrándose, creciendo y luego desapareciendo. Siempre se preguntó de que color eran las olas, y ese día, notó que no eran azules. Eran blancas al romperse.

Se giró hacia Soobin, aún tenía la camisa desarreglada.

—No escuchaste nada de lo que dije —estaba agitado, su voz se mezclaba con jadeo—. No quiero hacer lo que esperan de mí. Lo que tú esperas de mí.

Parpadeó y pudo ver un destello de dolor en sus ojos. Soobin se sintió como un tonto en ese momento, creyendo que Yeonjun vería del mismo modo las cosas como él: huir de la industria cruel que ha sido el villano de sus vidas y ser los héroes en su propia salvación.

Tal vez estaba siendo un poco dramático y con mucha esperanza de no tomar ese camino solo. 

Sin embargo, no desistió. Porque no se trataba solo de él. Avanzó un paso más hacia Yeonjun.

—Espero que seas feliz —confesó con determinación—. Espero que escojas tu bienestar. Espero que decidas correctamente lo mejor para ti.

—¿Y actuar no puede ser eso para mí?

Soobin soltó un bufido.

—Ni siquiera te gusta actuar.

—No puedo estar seguro de ello.

—Te he visto —espetó—, y no lo disfrutas. Tus ojos no brillan como cuando estás frente a tus cuadernos de dibujo. No eres Yeonjun cuando estás frente a una cámara. 

—¿Cómo puedes saberlo? —rezongó—. Yo no...—titubeó—. Yo nunca he pensando en mí. ¿Cómo puedes saber mejor que yo, lo que nunca he considerado por mi mismo?

Notó como su mirada se suavizó, rompiendo los pocos pasos de distintas que había entre ellos. Yeonjun estaba esforzándose para no escaparse, pero su cuerpo no le hacia caso a lo que su cerebro le pedía, enfrentar lo que sentía, incluso si era demasiado.

—Perdón —sus palabras lo sorprenden—. Este lugar te hizo tanto daño. Me hizo tanto daño a mí. Tu despido terminó con la última esperanza que tenía de que esto podría ser diferente, al menos para alguno de los dos. Si puedes irte de aquí, deberías aprovechar la oportunidad.

A veces, le gustaría llamar a su madre y decirle que era demasiado blando para el mundo. Ser famoso estaba cobrándole factura. Quería desistir por un instante, admitir la derrota. Dejar que el cañón lo atrape. Porque las respuestas eran tan claras para los demás, pero no para él. 

Toda su vida creyó que estaba destinado a un solo propósito, sin esa guía, Yeonjun no es nada más que un hombre vacío y sin ambiciones. No puede reconocer su mayor talento como suyo. Ni su trabajo de toda la vida como algo que deteste. No está seguro donde empiezan sus gustos y termina su desagrado. No sabe nada.

Pero, Soobin no parece entenderlo. Instantes como esos, Yeonjun se sentía a miles de kilómetros de distancia de él.

Lo irónico es que puede aspirar el aroma a manzanas de su aliento.

—¿Quieres irte, Soobin?

Bajó la mirada a su mentón, es extraño que no intente tener contacto visual. Puede ver como le tiembla el labio cuando asiente. Entonces, responde algo que no supo que había estado temiendo saber, hasta que escucharlo hizo que su estomago cayera en el suelo.

—Quiero que nos vayamos juntos.

—¿A dónde? —soltó con un jadeo.

—Donde sea —sus ojos se clavaron en él y quizás, era un poco peor de esa manera. Habían destellos de luz, y sus comisuras se elevaban como si no pudiera evitarlo—. Tenemos dinero, podemos ir a donde queramos y que nadie nos moleste.

—No es tan simple como eso.

Avanzó un paso, Yeonjun retrocedió otro.

—Si nos vamos —añadió—, y tu manager se entera que estás conmigo, va a desquitarse con mi familia. Ya lo hizo una vez; no dudará en hacerlo de nuevo.

—Pero...si se lo explicamos...

Detesta lo que esta conversación le hace sentir, porque no puede controlarse al responder con frustración:

—¿Qué voy a explicarles? —alzó las manos y las dejó caer—. ¿Qué quiero dejar la vida que construí para ayudarlos, porque quiero escapar con un hombre y sería absolutamente encantador si ellos formaran parte de esto?

Arrugó la cara con dolor.

—No soy un simple hombre...—su voz tambaleó—. ¿Debo serlo...por ellos...?, esta bien..., creo... —sacudió su cabeza—. Esto es estúpido, no debí decir eso.

Se dio vuelta en sus talones y empezó a caminar lejos de él. Yeonjun observa su ropa siendo atacada por el viento, le pertenecía. Los pantalones de cuadros azules le quedaban justos y la camisa gris se le subía por el abdomen. No encuentra nada divertido para pensar, más que ese es su último día en la ciudad y acaba de fastidiarlo.

Corrió hacia él, estaba alcanzando el camino rocoso hacia la entrada de la cocina cuando le tomó los hombros. Al girarlo, con dificultad por su resistencia, sus ojos estaban enrojecidos.

—Puedes ser normal, si así lo quieres —Soobin puso los ojos en blanco y trató de apartarse—. Podrías despedir a Christopher si así lo quisieras. Podrías tomar todo el dinero y salir de esta ciudad. Pero, no proyectes tu deseo de escapar en mí. No puedo sentir lo mismo que tú. No lo siento.

—¡No puedo! —exclamó—. ¡Yo no puedo huir por mi mismo, pero tú si! Tú puedes ser libre, yo quiero ser como tú. Puedes tener la vida que quieras. ¿Por qué consideras el infierno como una opción? No podría soportar que este lugar te haga daño otra vez. No puedo verte así de nuevo. 

Su cara se enrojeció en pocos segundos y se la cubrió con las manos. El pecho subía y baja con irregularidad. La culpa lo invadió al instante, porque sabe que ha dejado que su propia evasión llevara al limite a Soobin.

Yeonjuj rompe la distancia entre ambos, rodeándolo entre sus brazos. Soobin continuaba balbuceando disculpas en su oído, repitiendo lo terrible que sentía por gritar. Lo creía en su totalidad, había estado conteniéndose muy bien hasta que él empezó a rasguñarlo y causar una herida profunda.

—Está bien —deslizó los dedos dentro de sus mechones azabache—. No discutamos por eso.

—Podemos hacerlo —susurra con la mejilla apoyada en su hombro—. No voy a enojarme. Dejaré de pensar en huir, no lo mencionaré más. Quiero que hables conmigo...que no cometas un error.

Pero, ¿cómo Yeonjun podría saber que se equivocaba? Era demasiado riesgoso desaparecer de esa manera. No puede negar que una parte suya se siente atraída por esa idea, y el resto, era más racional, entendía que no podían ser tan impulsivos solo por el momento de reconciliación.

—Cuando lo decida —respondió deslizando las manos por sus hombros—. Será una buena elección. Pero, por ahora, te estoy escogiendo a ti.

—No soy tu única elección.

—Eres lo único de lo que nunca cambiaré de opinión.

Eso lo hace feliz. Soobin siente su corazón saltar de felicidad en su pecho, confundiendo su propio sistema al pasar de angustia y enojo, a alegría pura.

—Pero, yo quiero saber tus otras opciones —insistió, siendo cuidadoso por la forma en que lo expresaba. No quería presionarlo.

Yeonjun suspira y aprieta los brazos en su nuca.

—Se va a volver tedioso escucharme debatir entre la fama y ser ordinario —objetó—. Va a lastimarte si en un momento no veo igual de tentador irme contigo.

Ya era doloroso, pero Soobin intentaba atraparle la mirada en busca de algo. Tenía las cejas alzadas y guiaba su rostro hacia a todas las direcciones donde intentaba huir. Le cuesta tomar valor para enfrentarlo, dejar que sus ojos se encuentren. Reconocer como puede ver más en él. Como sus cejas se juntan en una mueca herida porque lo comprende todo.

—No lo será para mí —sacudió levemente la cabeza—. Jamás serás tedioso o molesto, no vas a dañarme así.

—Binnie...

Retrocedió sin soltarlo, tenía los brazos rodeándole por encima de la costilla. La punta de sus mechones estaba por todos lados.

—Incluso si nunca te decides, no vas a cambiar lo que yo siento por ti. Aun si todo lo que haces es decepcionar y mentir, voy a seguir teniendo esperanzas. No importa si eso nos lleva a vivir en un cartón en la calle.

Eso lo hace reír, sabe que no está mintiendo por lo severa de su mirada.

—¿Te atreves a vivir en un cartón en la calle conmigo?

Se encogió de hombros, su cercanía le hizo percatarse que Soobin olía a césped y tenía tierra en la ropa. No puede detenerse cuando está sacudiendo los residuos y quitándole algunas hojas de los hombros.

—Mientras sea contigo —Soobin atrapó sus mejillas, haciendo que su mirada conectara con sus obres oscuras—, puedo querer el cartón también.

 

 

Cuando Soobin vuelve a casa, en Torrance Beach. Hellen terminaba de limpiar los utensilios utilizados para prepararle la cena. Ella desconocía la fecha de su regreso, le conmovió que eso no fuera un impedimento para cuidar de él. Lo comió en silencio, sentado cerca de su piscina, observando el reflejo de la luna sobre el agua. La empleada terminó su turno después de una hora, dejándolo completamente solo.

Su vista se paseó a su alrededor, pulcro, impecable. Podía jurar que Hellen hizo algo particular en la limpieza de ese día, los estantes y repisas de sus premios parecían más imponentes, como los protagonistas del lugar. El dorado como el oro y el plateado resaltaban sobre el azul de las paredes, robaban los destellos de luz del exterior. 

Por alguna razón, Soobin se sintió minúsculo y algo inquieto. No pudo tolerar mantener los ojos en ellos. Era una extraña sensación, como si las estatuas crecieran y estuvieran preparadas para salar sobre él.

Entonces, lo supo, aquello que estaba frente a sus narices y no lo descifró: esa no es una casa, es un santuario, un altar a la fama. Esa casa nunca sería un hogar para él, porque no había nada que amara.

Chapter 46: Para construir un hogar.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Para el inicio de semana, Yeonjun estaba tomando una lata de gaseosa sobre la cerámica que rodeaba la piscina, en su completa soledad. El cielo estaba despejado ese día, de un tono tan vivo que no podía distinguir su diferencia con el mar. Le gustaría ser de ese modo, donde la línea de quién es y como es sea igual de insignificante. No puede seguir viviendo tan fragmentado e incongruente, tiene que decidirse si será un caballero o sumirse por completo a su estado de deshonroso.

Es extraño para él no saber donde quedarse.

Es como regresar en el tiempo, siendo un niño recién llegando Estados Unidos, con un par de billetes de cinco dólares. Recuerda que usaron la mitad para comprarse unos sándwiches, como su padre se quejaba del primer apartamento que tuvieron y el día en que trajo un folleto a casa con la imagen de Elsie de Wolfie, con la cita «Nunca ha habido una casa tan mala que no pudiera convertirse en algo que valiera la pena.»

No puede evitar soltar una risa, ese apartamento era horrible. Pero, leer aquello los ayudó a pensar en que valía la pena vivir allí porque se tenían el uno al otro. Los tres eran una unión inquebrantable. Un hogar no solo se compone de la propiedad, las almas de los habitantes son la fortaleza de su estructura.

Yeonjun miró por encima de su hombro su nueva casa; era completamente blanca, de mármol fino, terciopelo y cerámica costosa. No le prestó demasiado la atención cuando la compró, quería alejarse y lo logró. Era acogedora y con el lujo suficiente para ser una portada de revista. Pero, él no quería vivir eternamente en un titular, fue algo que no le costó demasiado aceptar. También reconoció que podría entender mejores cosas de si mismo, si intentara dar el primer paso.

Por ello, hizo lo que cualquiera haría en un nuevo país, completamente desorientado de su alrededor: encontrar un hogar, o en su caso, crearlo.

Revisó los periódicos y se suscribió a múltiples catálogos de decoración para el hogar, aprendiendo con algunos tropiezos a ordenar por teléfono. En menos de un mes, llenó la habitación de invitados con múltiples materiales de construcción y con ayuda de un par de manuales que venían de regalo con las revistas, se puso manos a la obra.

Cambió el blanco por un naranja pálido, como el atardecer, lo mezcló con el azul del cielo en los pasillos, retiró la alfombra del suelo y se percató de la estructura de madera en ella. Le gustó el acabado mate, el contraste del marrón con los colores claros. Descubrió que la madera podía encantarle más de lo que se imaginó, reemplazando un par de muebles para conseguir unos con ese material, le producían una sensación acogedora única. Era sencillo y a la vez fascinante.

Convirtió las puertas en corredizas, al igual que los ventanales. Durante todo el mes de abril, reemplazó la cerámica del patio trasero por un camino rocoso, centrándose en crear espacios verdes. Leyó múltiples libros de jardinería para aprender a transplantar setos densos, creando una ligera barrera del exterior a la casa. Con algunos errores y tropiezos, descubriendo alergias y lo complicado que era mantener arbustos sanos en un clima tan caluroso. Cambió la cerámica de la piscina, a una más oscura y grisácea, y un par de semanas después, Soobin terminó su rodaje y apareció en casa, con un pequeño bolso de ropa en la mano y mirándolo con diversión mientras modificaba los ventanales para que fueran corredizos.

—Tal vez tu pasión no es el arte —sentenció—, si no la ingeniería.

Tenía el cabello más largo que de costumbre, se estaba haciendo su estilo el flequillo espeso y lo detesta, pero Yeonjun le encanta. Especialmente como ahora que lo tiene sobre su frente y suaviza su mirada.

Dejó el bolso sobre el sofá, dejándose caer encima de los cojines y sonriendo cuando rebotó. Yeonjun se limpia su propio sudor antes de tomar asiento a su lado. Soobin salta sobre su cuerpo, rodeándole los hombros, ignorando sus quejas.

—Cariño, apesto.

—No me importa —escondiendo el rostro en su cuello, presionándose como si intentara adherirse a su piel—. Yo te quiero apestoso.

Jadeó con horror fingido.

—Entonces, ¿si huelo mal?

Sintió su rostro moverse, la respiración cálida chocando contra su cuello, la humedad de los labios presionándose contra su piel. Cuando se alzaba detrás de su oreja, lamiendo con suavidad, Yeonjun no puede evitar presionarse contra él. Su cuerpo disolviéndose en su tacto como la azúcar en el café, aquel que tanto ama Soobin consumir.

—Sí —respondió soltando una risa contra su piel—. Pero, no me importa. Hueles a sol, así que tu aroma es de ti mismo.

—Eso es apestar.

—Seria excelente que dejaras de hablar  —libertó su rostro, mirándolo con perspicacia—, entonces te llevaría al baño. Y si estás de acuerdo, podría ensuciarte yo mismo.

Siente el calor concentrándose en sus mejillas y se contuvo de poner los ojos en blanco, una parte suya si le gustó ese terrible intento de coqueteo.

—No ahora —apartó de forma juguetona su cara—. Estoy trabajando.

Soobin se encogió de hombros.

—Tengo cuatro meses para esperar —alzó una ceja como respuesta, observándolo sacar algo de su bolsillo—. Oficialmente tuve una lesión lumbar y estoy internando en un hospital en..., no tengo idea de que dice aquí —tenía un papel en la mano, frunció el ceño mientras leía—. ¡Ah! Sí. Estoy ahora mismo en un centro de terapias en Georgia.

Yeonjun parpadeó. Antes de retomar sus filmaciones, Soobin le había comentado que estaba buscando una forma de conseguir vacaciones. Los medios tradicionales no estaban disponibles para lograr su comentado. Le respondió que sus posibilidades serian altas si fingía no poder levantarse de la cama. Le sorprende que haya funcionado.

—¿Estás hablando en serio? —tomó el papel de sus manos cuando lo extendió hacia él. Era un reporte médico, arrugado por el tiempo que pasó en sus bolsillos—. Cielos, esto parece demasiado real.

—¡Lo sé! —sus brazos ahora le rodeaban los hombros, apoyaba su mejilla de la coronilla del pelo rubio—. Pensé que Christopher se daría cuenta, pero solo me envió una carta deseándome que me recupere.

Tenía una sonrisa tan amplia. Lo besó para dispersar la tristeza de su situación, por la calidez de unos labios que amó desde la primera vez que los conoció. No funcionó por completo su táctica, su pecho aún estaba envuelto en un nudo de preocupación.

—Estoy feliz de que lo hayas logrado —logra responder con sinceridad, rodeándole la espalda—. Ahora será mi asistente de construcción.

Formó una mueca cansada.

—Lo estás haciendo muy bien sin mí —aseguró agitando la cabeza—. ¿En qué puedo aportar? Lo tienes todo controlado.

Su apatía inicial no le duró mucho tiempo, en cuando Yeonjun le explicó sus planes, las modificaciones que aún faltaban por hacer; la recamarera principal, la de huéspedes, arreglar su designado estudio de arte y sus planes en el jardín. El como quería tener su propio árbol, solo por el simple capricho de cuidar de uno. Prestó especialmente atención a lo último, Soobin le preguntó que tipo de le gustaría añadir, Yeonjun fue sincero en que le encantaría tener un Árbol de Cerezo a pesar de que el clima no favorecería su tiempo de vida. Los inviernos en Corea eran los ideales para su mantenimiento.

Soobin salió disparado en su auto y regresó con un Lapacho Rosado amarrado del techo, dejando un rastro de hojas rosadas en el camino. Era todo un espectáculo.

—¡Es lo más parecido que encontré! —aseguró mientras le retiraba las sogas que lo sostenían y lo baja en un sórdido golpe, todo su cuerpo estaba lleno de tierra, ramas y hojas—. Hermoso y rosado.

Yeonjun no tuvo el corazón para explicarle que no era ni lo más remotamente parecido, o cuestionarle como había manejado con un árbol en el techo sin ser perseguido por algún fotógrafo. Especialmente en esos días que empezaría a fingir estar recibiendo tratamiento en algún hospital. En cambio, empujó su cuerpo sobre la puerta del vehículo y lo besó, con los labios separados y las manos jugando con su cabello. Su boca sabía a sudor y duraznos.

Soobin introdujo las manos dentro de su camisa, el tacto cálido cubrió su cintura y lo apegó a él. Si Yeonjun fuera un museo de sus cosas favoritas, expondría la madera, el color naranja, los setos densos con flores rojas y amarillas, los cuadros de Edward Hopper en las paredes, los suéteres imposibles de usar en el eterno verano de la ciudad.

—Me gustas —susurró sobre sus labios—, me gustas mucho.

—¿Te gusto? —empujó hacia afuera su labio inferior, la forma en que ladeó su cabeza le derritió el corazón—. ¿Solo eso?

Fingió pensarlo un poco, observando como se le habían sonrojado las orejas. Puso sus manos en ella y Soobin empujó el rostro hacia sus palmas, buscando más de su tacto. En su galería, ese hombre sería su cuadro principal.

—Solo eso. —respondió con un suspiro.

Tenía un rostro sumamente expresivo, de eso no cabía duda. Podía jurar que sus ojos sonreían aunque sus labios se mantuvieran en una línea recta, seguramente pensaba que lucía muy intimidante y sería así con cualquier otra persona. Pero, era lo contrario cuando se trataba de Yeonjun. Le gustaba el hecho de que cuando lo miraba, era como una rama que se deslizaba sobre su cuerpo hasta cubrirlo por completo. Se percataba de lo encerrado que estaba cuando quería mantenerse tan inmóvil, solo para tener siempre su atención. Soobin movió los labios, de tal forma en que pudo descubrir lo que decía sin el acompañamiento de su voz.

«Te amo»

No pudo evitar reaccionar en ese momento, con sus caricias recordándole que no son la clase de personas que pueden besarse tontamente en medio de la calle. 

Pero…

—Te amo —susurró en sus labios antes de separarse—. Esa es la verdad.

Cuando se alejaron del otro, tomó una pequeña distancia para que Soobin pudiera verificar su alrededor, como era costumbre suya. Sin embargo, se percató que nunca retiró su mirada de él, con el cabello revuelto en toda su frente y los labios húmedos.

Arrastraron el árbol hacia el jardín, Soobin buscó el lugar ideal para plantarlo.

—¡De ese lado! —indicó mientras saltaba fuera de las escaleras—. Justo allí no podrían tomarte una foto cambiándote la ropa interior.

El sol se puso cuando terminó el trabajo, desde entonces, sus mañanas se mezclaban con la misma imagen; el mar mezclándose con el cielo y las pálidas hojas sonrojadas flotando con el viento, con la figura de la espalda pálida de un hombre sorbiendo una taza de café. Yeonjun lo rodeaba con una cobija al notar su piel erizada por la temperatura fría de las mañanas. Los días en que se despierta primero y observa desde la sala el mar, le cuesta no pensar en que el paisaje se siente incompleto sin él.

Cuando llegó Julio, tenía una carta de Odette informándole que ya no quería continuar con su relación falsa. Estaba cansada de ser pintada como una tonta en los medios. Todo lo que Yeonjun pensó es que no ha recibido nada de sus padres desde aquella mítica discusión.

El día de su cumpleaños veintiséis, Soobin le preparó un pastel casero y lo besó sin parar desde que despertaron. Desde el sofá lo observó ordenar la correspondencia en el recibidor. Logró ver un paquete de cartas envuelto en una caja. Sabe que viene de parte de Estudios Halleys. Carl habría reenviado las que llegaron de parte de fans que no conocían su nueva dirección.

—Daniel..., Daniel... —pronunció distraído—. Daniel..., recibo de luz, Daniel..., catálogo de respuestos para autos...—frunció el ceño—. Ni siquiera puedes conducir —arrojó la revista a la basura y continuó leyendo las remitentes—, Daniel..., Daniel..., Daniel.

Yeonjun soltó el ruido de una risa contenida.

—Es la mayor cantidad de veces que he escuchado mi nombre en dos minutos.

—Tienes grandes admiradores que quieren decirte feliz cumpleaños —tomó una de las cartas y la leyó por encima—. «Para el espectacular, inigualable, desenfrenado y dueño de mi corazón, Daniel» también siento lo mismo, Mildred de Atlanta.

—Tiene nombre de abuela —comentó con la boca llena.

Soobin le lanzó una mirada fruncida.

—No puedes ser tan grosero con tus fans —tomó otro sobre y apretó los labios al leer «Elodia»—. De acuerdo, tú ganas.

Dejó el plato sobre la mesa y se incorporó del sofá, caminando hacia él. Solo usaba el pantalón del pijama y tenia el torso desnudo, con algunas manchas en su cuello y parte del pecho volviéndose oscuras. Soobin se esforzó mucho para no mirar en ellas. Yeonjun se dejó caer en el minúsculo espacio de silla en medio de sus piernas, porque tenía la mala costumbre de dejarlas abiertas al sentarse. Siempre burlaba de él diciendo que una familia entera podía caber allí.

Besó sus hombros desnudos y miró con recelo a una de las cartas que empezó a leer, describían como querían recolectar cada mechón de su cabello y hacerlo un collar.

—Esto es definitivamente creativo —la siguiente hablaba de juntar su sudor en un frasco y beber de el cada mañana como un elixir de vitalidad—. ¿Has pensado en algo así?

—Me preocupa no haber tenido esa idea primero —mordió con suavidad su piel, y Yeonjun se irguió con un quejido—. Sabes a arcilla.

Lo miró por encima de su hombro.

—Eso me ofende bastante.

—No dije que fuera malo.

Yeonjun se inclina y lo besa.

—Sabes a harina —pronunció sobre sus labios.

—Eso no me ofende.

—Debería.

Puso sus ojos en blanco y se apoyó de su brazo. Yeonjun abrió unas cuartas cartas hasta que decidió que eran muy empalagosas para continuar, y luego hizo algo que llamó su atención; las revolvió y las diseccionó en la mesa; mirando los remitentes y las direcciones con determinación. Se mantuvo en silencio observado como incluso tenía correspondencia de Japón, y esas las dejaba a la esquina más lejana.

Cuando terminó, Soobin entendió lo que sucedió.

—No recibí nada de mis padres.

Soltó una risa amarga, y miró sus manos. Soobin le besó las pecas y los lunares en su brazo.

—Puede estar en camino.

Se encogió de hombros.

—Supongo que sí —se incorporó—. O quizás no.

Soobin besó sus labios, y sonrió.

—Van a escribirte, no debes preocuparte por eso.

Se inclinó para ver su reacción, Yeonjun no parecía convencido. Tenía una expresión que no podía descifrar, pero sus ojos estaban tristes.

—No van a olvidarse de ti —afirmó con voz aún más suave—. Ellos te aman.

Sabía que lo amaban, pero tal vez la idea de tener un hijo que cumpla con las normas tradicionales les robaba el corazón. En el día donde debías estar con las personas que les importaba que estuviera vivo, sus propios progenitores enviaron un claro mensaje; su existencia ya no era algo que ellos celebraban.

Se forzó a sonreír y asentir.

—Sí, tienes razón —lo miró por encima de su hombro—. Ellos me aman.

Soobin se marchó antes del atardecer. A Tale Of Two Cities se estrenaría ese mismo día en el Chinese Theatre, por lo que su equipo de estilistas lo prepararían en su hogar. No quería irse, no estaba convencido de dejarlo solo después de notar como la carta le había bajado los animos. Pero, Yeonjun lo arrastró hacia la puerta para que no se lo perdiera. Estaba seguro que sería un éxito, por lo que no valía la pena dejarse llevar por su preocupación.

Además, Yeonjun necesitaba estar solo, al menos por unos minutos.

Caminó hacia la habitación principal, esforzándose para no mirar más de un minuto las prendas que el menor había dejado sobre el suelo. Pero, sus manos fueron más rápidas que su cerebro y recogió un suéter que descansaba sobre la cama. Era azul marino y sobresalía la costura blanca de los bordes de las mangas. La tela era gruesa y su frente no tardó en humedecerse, estaban en pleno verano.

Tomó asiento en él escritorio, era negro con acabado satinado, no le gustaba para nada. Sin embargo, tenía múltiples cajones que le resultaban útiles. Sacó una pluma de ellos y empezó a escribir sobre su bloc de notas, con mucha dedicación en dibujar los caracteres formales correctamente, aunque apenas los recordaba porque jamás necesitó usarlos con ellos:

«Queridos papá y mamá,

Hoy puedo decir con grata confianza en que los comprendo mejor.

Pueden perder lo que sea menos a ustedes mismos, por lo que las cosas siempre fueron más fácil eso para ustedes. Ya no me lamento porque sea tan difícil para mí.

En pocos meses me destrozaron en pedazos tan pequeños, dejándome con la duda sobre si aún existía.

Pero, lo hago.

Yo existo.

Y ya no quiero intentar ser la persona de la que quiero que se sientan orgullosos, realmente espero que mi vida les desagrade tanto, que nunca duden de su decisión.

Ya no me asusta perderlos.

Ya no me asusta decepcionarlos.

Si algo he aprendido es que el amor te enseña quien quieres ser y la guerra, quien eres. En su limitado afecto hacia mí, aprendí que quiero ser un buen hombre. En la lucha para que no me abandonaran, entendí que no estoy ni de cerca en ser el hombre que quieren.

Así que ahora, vamos a cambiar los roles.

Ustedes ya no son los padres que me hubiera gustado tener.

Ustedes pueden estar tan lejos de mí como deseen, si no pueden quererme como soy.

A la mierda.

Nunca me esperen, porque no voy a regresar.

Aquí termino con nuestro destino. No se interesen por como viva o donde estaré. Gracias por haberme criado. Quédense en paz porque hicieron lo que pudieron conmigo.

Esta es mi despedida final. Adiós.

 

Choi Yeonjun»


Con una toalla se enjuagó las manchas de tinta de sus manos y dobló la carta cuidando, escondiéndola en los bolsillos de sus pantaloncillos. Caminó fuera de la habitación, deslizando los ventanales para salir al jardín. Un pétalo rosado aterrizó sobre su hombro.

En los bordes del acantilado, el viento era gélido y si prestaba la suficiente atención, podía sentir las partículas de sal. La marea estaba baja, el mar apenas se ondulaba y se arrastraban con un leve rugido.

Sacó la carta de su bolsillo, observándola por unos segundos antes de finalmente romperla en tiras y arrojar los trozos sobre el mar, disolviéndose y desapareciendo con las crestas espumosas. Si debía estar enterrado en algún sitio, decidió que no sería en la dureza de las capas de nieve.

El mar siempre será más gentil.

Notes:

doble actualización por el cumpleaños de soobin <3

Chapter 47: La noche del cazador

Notes:

corregí esto un poco media dormida, espero que no hayan errores. evil gay era is coming

Chapter Text

Entre los focos de las cámaras y los gritos de los fanáticos, Soobin se percató que se había convertido en la sensación del momento y era más agobiante de lo que esperaba. Una caravana de fotógrafos lo persiguieron desde su llegada a la avenida y discutían en masas para acercarles su micrófono, con tal de que les otorgara una entrevista. Violet se escondió detrás de él, buscando protección ante tal servidumbre descontrolada.

Sabe de algunas personas a las cuales el Oscar les cambió la vida, no obstante, volverse el blanco de la atención no estaba en los efectos que imaginó para si mismo. Incluso en las fotos grupales del elenco, podía jurar que las cámaras estaban apuntándolo a él. Después de la función, no titubeó al omitir la fiesta de celebración, reconociendo que la situación sería mucho peor.

Además, le parecía mucho más interesante descubrir que había debajo del acantilado a pocos metros de la casa de Yeonjun, y no aparentar estar encantado en medio de personas que ahora suplicaban descaradamente por su atención. La euforia terminaría en un par de semanas, cuando ya no resultase divertido darle atención a alguien como él.

Por lo que, bajo el cielo nocturno en las cumbres de una colina, usando prendas prestadas que le quedaban muy justas. No es tan vergonzoso para Soobin tropezar con una canasta de galletas y frutas en mano, mientras bajaba por las resbaladizas escaleras de rocas. Yeonjun, al frente, con la lampara, no se percataba de su lucha.

—Estoy seguro que por el precio, hay algo más —explicaba, mirando a su alrededor en busca del resto del camino—. Por aquí. Desde arriba lo veo. Lo prometo.

—Llevamos diez minutos así —cada pisada era punzadas en la plata de su pie, iba descalzo. No había zapatos que Yeonjun pudiese prestarle, todos le quedaban muy pequeños—. Si muero aquí, nadie sabría que me perdí. O que estoy muerto. O donde estuve.

Yeonjun se gira y lo mira de tal modo, parece acabar de descubrir lo extraña que era la mente de Soobin, especialmente en los momentos menos oportunos.

—Bin, mi tesoro —su voz se suavizó—, por favor, cierra la boca y ten paciencia.

Chasqueó sus dedos y lo señaló.

—Hay un dialogo parecido en una película de terror... —aseguró y se mantuvo pensativo. A los segundos, rodeó los hombros de Yeonjun—. ¡Era la Noche del Cazador! La vimos juntos, ¿lo recuerdas?

—Por supuesto —bufó—. No olvidaría como casi te haces en los pantalones cuando aparecía el reverendo.

Habría tenido una reacción distinta, si al verlo, no se habría encontrado que un lado de su cara estaba cubierta de la luz cálida de la lampara, y el otro por el reflejo de la luna. Se preguntó si al besarlo, descubriría el sabor del cielo.

—Estás mintiendo —objetó inclinándose a su oído—. Me tomaste la mano cuando asesinaron a la esposa. Lo recuerdo. Estabas asustado.

Giró levemente su rostro, alzando las cejas con diversión.

—¿Creíste que mi única excusa para tomarte la mano fue por miedo? 

La sangre se concentró en sus mejillas, y retrocedió levemente.

—¿Tenías otra razón para tomarme la mano?

Soltó el sonido de una risa contenida.

—Siempre he tenido muchas razones para hacerlo.

Aquellas simples palabras lo hacen tan feliz, que le causa asco consigo mismo. Bufa y lleva la mirada hacia otro lado, buscando a ciegas de donde provenía el sonido del mar.

—Seguiré pensando que eres miedoso.

Se giró hacia él con una expresión burlona, bajando la lampara para acercarse, cubriéndole la boca con la suya. Tiene los labios helados. Es como aire fresco para él. Respondió a su pregunta.

—Lo que te haga dormir en paz —cada vez que lo mira, es como si sus ojos se ampliaran un poco–. Ya estamos llegando.

Bajaron unos cuantos escalones más, llegando al límite del sendero. Ambos soltaron un jadeo que se perdió con la brisa. Frente a ellos estaba el mar abierto, con las olas rompiéndose con las rocas y salpicándolos aún a la distancia. Estaban rodeados de paja, arbustos y arena. Era de noche, pero en aquel rincón de las montañas, el cielo parecía competir con el océano por la atención; repleto de estrellas y la luna llena cubriéndolos de una cobija plateada.

El manto de la playa era delgado, sus pies no se hundía al caminar en busca de un sitio para estar.

—Compraste una casa y te ganaste una playa privada —observó Soobin, tomando asiento en los límites del mar y la arena, dejando la canasta a un lado—. ¿No hay nada en lo que no tengas suerte?

Yeonjun dejó caer a su lado, quitándose los zapatos y dejándose humedecer los pies. Soobin lo imitó cuando casi sus sandalias se fueron arrebatadas en una embestida de las olas.

—Tengo una larga lista de cosas que en las que no tuve suerte —reflexionó, colocando la lampara detrás de ellos—. Pero, te lo concederé. Pensé que solo era la vista desde el acantilado. En realidad, no estoy seguro que podamos estar aquí.

—Bueno —se encogió de hombros—. No calificamos tampoco como partidarios de cumplir las reglas. Lo reconocí cumpliendo mi tiempo en la cárcel.

—Estuvimos literalmente menos de doce horas.

Asintió conmocionado.

—Las más largas de mi vida.

No esperaron que fuera una noche helada. Cuando el verano se acercaba, la humedad era densa y el imponente ventilador de techo de Yeonjun no era suficiente para refrescarlos. 

Se acercaron, y sus manos danzaban sobre la arena hasta encontrarse. No sabe como pudo fingir por tanto tiempo que no quería estar cerca de él. Estaba demasiado enojado y dolido para agudizar sus sentidos, recordando lo que se sentía tocarlo. En realidad, solo fingió que no pensaba en ello. Porque su mente jamás podría producir nada similar.

Entre las rocas, y las olas mojándoles los pies, no había peligro que los alcanzara. Era otro tipo de libertad. Besó su hombro, parcialmente se le estaba llenando de arena. Yeonjun llevaba una sudadera sin mangas y tenía la piel de gallina.

—¿Puedo preguntarte algo?

Soobin asiente con lentitud, los mechones azabaches se mezclan con las partículas de arena.

—Se qué dije que no deberíamos discutir sobre esto, pero...—titubeó—. Si ya no quieres la vida de famoso, ¿qué es lo que te mantiene en ella?

Sus párpados caen como si fueran pesados.

—Además de un fraudulento contracto que me obliga a trabajar contra mi voluntad —se encogió de hombros mientras suspiraba—. No sé hacer nada más. No conozco de otros oficios. Soy un ser humano vagamente funcional.

—Puedes cantar —le recordó—. Y tocas el piano. Tienes otros talentos.

—Lo hago bien para una película —respondió—. Pero, no con la excelencia de un profesional. 

—Si lo pones de esa manera, todos tus caminos se reducen a la actuación.

—Tal vez es un destino —Yeonjun añade un «no tiene que ser así»—. No, es el destino de alguien como Steve Lee, no el mío...—sus labios se cierran, no logra seguir.

—¿Y cual es el tuyo? —observaba su mejilla, tenía arena adherida, y no duda acercar una mano para limpiársela—, ¿cuál es el destino de Soobin?

Lamentablemente sus acciones fueron en vano, tenia arena en los dedos y esparció más en su rostro. Se rindió de su limpieza fallida, dejando el brazo estirado. Soobin apoyó la mejilla en su palma y la besó.

—Tú —confesó suspirando—. Desde la primera vez que te vi en los periódicos, me seguía topando contigo aunque lo estuviese evitando.

Yeonjun puso los ojos en blanco.

—Así que era adrede.

Soobin asintió, agradeciendo que estuvieran a oscuras por el calor concentrándose en sus mejillas.

—Todos esos años estaba intentando de verte como insignificante, inferior a mí —habló con tanta suavidad, que tuvo que inclinarse para escucharlo mejor—. Pero..., creo que mientras más minúsculo intentaba hacerte, en cantidades exhorbitantes crecías en mí. Entonces, si eso era inevitable. ¿Tiene sentido que seas mi destino de alguna manera?

—Pero, ¿eso es todo? —cuestionó en voz baja—. Si pudieras elegir, ¿estás seguro que solo sería escapar conmigo? Puedes querer más cosas. De forma individual.

Lo pensó por unos segundos y luego lo miró, como si no pudiera creer que eso salió de sus labios.

—Algunas personas podemos querer algo tan simple como la compañía de alguien —traga saliva y sonríe, mirándolo directamente a los ojos, a quien desea dedicarle esas palabras—, y hacer nuestra vida girar alrededor de eso. No es nada malo. Quiero hacerlo. Así de simple. ¿Te das cuenta que nunca ha estado en mis manos elegir donde vivir? A que llamar hogar. 

Yeonjun lo sabía, era capaz de reconocer las señales y lo que había entre líneas. Por eso, bajó la mirada, enfocándola en su clavícula. Los dos eran intrusos, pero él parecía parte del paisaje; pálido, ojeras moradas, el cabello tan negro como el cielo

—Pero...—desearía poder detenerse cuando sabe que sus palabras no serán agradables—, eso no está bien. No debe girar alrededor de mí. Deberías querer otras cosas.

Frunció su ceño y atrapó una galleta entre sus manos, la observa pero no la come.

—Tu problema con eso es que se trata de ti —lo señala con el extremo de chispas de chocolate—, de otro modo, no estarías cuestionando mis deseos.

—Lo cuestionaría del mismo modo si no se tratara de mí —se apresuró a responder—. Es mejor tener más cosas por las que luchar, algo que valga la pena.

Soobin siseó, pero su rostro se distorsionó de un momento a otro, como si comprendiera lo que estaba sucediendo. Se incorporó, tomando asiento. Usaba una simple polo negra y la arena adherida contrastaba con la tela. Tenía una mezcla de emociones en el rostro; culpa y enojo.

—No hagas eso.

Yeonjun se sienta sobre la arena al notar su reacción, recogiendo las rodillas en su pecho.

—No trates de hacerme cambiar de opinión —Soobin objetó con frialdad—. Soy yo el que decidirá si me equivoqué o no. No es tu trabajo decidir eso por mí.

Se tira el claro cabello hacia atrás, aunque era un movimiento inútil. Su flequillo regresó a ser cubrirle los ojos cuando el viento lo azotó.

—No...no es lo que intentaba hacer...—titubeó—. Solo intento saber que estás completamente seguro que soy yo lo que quieres. Si somos nosotros lo que estás esperando obtener.

Su mirada se suavizó y lanzó su vista al mar, como la espesa espuma sobresalía de la oscuridad.

—Eres todo lo que quiero —respondió, girándose hacia él—. Tú y yo. Nosotros. Está decidido para mí. ¿Algo te detiene de creer que es así?

—Yo...

Cuando trató de explicarlo, sus palabras se mezclaron como un suspiro en el aire salino y crudo, el cual azotaba su rostro como una bofetada de verdad. Nada lo detenía más que él mismo. Todas las personas que le colocaron trabas no estaban a su lado. 

—¿Qué es? —pregunta Soobin, inclinándose más cerca—. ¿Cuál es el gran obstáculo?

Tragó grueso cuando la imagen de si mismo se le vino a la cabeza. Era cierto. En esos momentos, él mismo estaba impidiéndose avanzar. Y no sabe la razón. Su corazón late de prisa y es como si la tierra suelta y fina estaba causándole picazón.

—¿Qué pasa si quiero pelear por ti? —se apresuró a decir con cautela—. Si no quiero que huyas como si le hubieras robado algo a alguien, cuando es esta ciudad la que te ha quitado tanto.

Soobin se inclina y besa sus labios. Notó lo tensa que se le había puesto la mandíbula, la forma en que sus ojos vacilantes parpadeaban. 

—Esa es mi lucha, Jun. Debo ser quien la batalle —pronunció con suavidad—. Y que no estes siendo participe, no debería interferir con tu confianza en mí, en que te quiero sobre todas las cosas.

—Respeto que sea tu guerra —aseguró con sinceridad—. Pero, no puedo aceptar eso. No voy a ser la damisela que va a esperarte en la torre, cuando llegues con tus heridas. Puedo ser más que eso. Soy más que eso.

Retrocede, apoyando las manos sobre la arena. Nunca ha visto a Soobin tan receloso. Tal vez no en mucho tiempo.

—No creo que sea buena idea.

—No sabes lo que estoy pensando.

—Yo...—abrió y cerró sus labios, aceptando la derrota—. Está bien. Te escucho.

Lo que dijo, no fue en lo absoluto lo que se esperó:

—El sistema de las empresas de talento le quedan muy pocos años, por lo que solo es cuestión de que Carpem empiece a decaer para que acepten cualquier tipo de negocios para mantenerse –dice, moviendo las manos cono si estuviera explicando como llegar a una ruta especifica—. Ahora sé que debemos hacer, como puedo sacarte de ahí. 

Dando vueltas sobre la cama, reflexionó en su primer fracaso: Modificar el Sistema del Estrellato, de tal manera en que los actores tenían su independencia pero los Estudios podían mantener su control. Fue arriesgado. En esos momento lo piensa, era un joven de veinte años creyendo que podía cambiar la industria solo porque descubrió que tenía mente para los negocios.

No puede construir algo con su nombre y voluntad. La industria era una élite forjada y recelosa. Cuando su puesto estuviera ocupando espacio excesivo, se desharían de él. Lo que Yeonjun debía hacer, era difuminarse en algo ya establecido y fabricar su camino. No puede ser intruso. Tiene que borrarse la etiqueta de amenaza para adoptar una que no los intimide. De ese modo, no habrá sorpresas al momento de ascender.

Quiso sacar a Soobin de Estudios Carpem con sus propias manos, pero era un eslabón débil y fácil se patear fuera del camino. No tenía suficiente poder. Y para batallar con un rico y poderoso, solo podía hacerlo otro de su misma categoría.

—Pero, no somos esa clase de ricos y poderosos —le recordó—. Somos simples actores. Piezas del juego.

—Esa es precisamente nuestra ventaja —Yeonjun chasqueó—. Nos subestiman, pero nosotros somos quienes tenemos los contactos, conocemos más de lo que piensan. Soobin, con todo lo que sabes y como puedo negociar con las personas, podríamos sacarte de allí antes de que termine el año que viene.

Soobin bajó la mirada a la arena. Hace un par de semanas, Yeonjun y él tomaron asiento en la piscina, con una caja de Viceroys en manos, y le confesó todas las cosas cuestionables que había hecho desde que llegó a Los Ángeles. Todos los nombres, métodos y los efectos que tuvo en su carrera, como en su estado emocional. No olvidó a nadie. Y había enterrado la culpa en lo más profundo de su mente, pero era como intentar hundir un globo debajo del agua. Cuando perdieras el enfoque, saldría flotando.

Tomó la decisión al llegar a la conclusión de que si bien, Yeonjun lo había aceptado con los defectos que le permitió ver, no era tan justo que lo amara sin conocer las demás partes oscuras. Pero, nunca se imaginó que le propondría usar esas habilidades para algo. Le preocupa lo que esté pensando hacer si piensa que es necesario usar esas cartas.

—Tendremos que jugar sucio, Jun —observó y alzó una ceja hacia él—. Y nunca te ha gustado mancharte las manos así.

—¿Eso no es prueba suficiente de cual es mi elección? —por un instante, Soobin sintió su garganta resecarse y un fuerte tambaleó en los latidos de su corazón—. Si debo hacer lo que no me gusta para que seas mío por siempre, entonces, estoy listo. 

Yeonjun estaba más que motivado para hacer todo por lo único que le quedaba, a travesar cualquier límite por él. No importa que tan bajo deba caer.

—Jun...

Pero, Soobin le cuesta creer que las cosas puedan ser tan simples como un cuento de hadas.

—Además, esto es un crimen sin víctimas —añadió rápidamente—. Nos usan. Y nosotros actuaremos a nuestro favor. Nadie puede salir lastimado, si desde un principio los intereses propios son la prioridad. A mí solo me importa tu seguridad.

Su sonrisa se tuerce, cuando se percata lo ingenuo que Yeonjun puede ser. En esa guerra de intereses, no importa cuanto cuiden los detalles, siempre habrá una victima. Entonces, sus labios forman una línea recta.

Yeonjun creía que podría pelear contra un sistema corrupto y manchado, sin terminar ensuciado, solo porque tenía buenas intenciones. No podía aceptar eso, dañar su pura percepción. Nunca ha sido sentimental con sus elecciones. Está a punto de negarse, pero su fortaleza y frialdad tambalea cuando se topa con los brillantes ojos del mayor, quienes le hacen creer que pueden lograr lo que sea.

Sabe que pueden hacerlo. Si esto es lo que Yeonjun quiere hacer, Soobin está dispuesto a protegerlo ante todo lo que decida desafiar. No hay nada en este mundo que no haría por él, aun si no lograban cumplir con su objetivo, no dejaría que fuera la víctima.  

—De acuerdo, tú ganas —extendió su mano hacia él—. Trabajaremos juntos, a nuestro modo.

Yeonjun su mano y la estrechan de forman prolongada. Cuando se miran, la seguridad que habían sentido se desvaneció, dejando asomarse aquellas dudas que los invadían. 

Soobin quiere que al final de todo, Yeonjun pueda tener una vida normal, junto a él.

Yeonjun espera no haberse equivocado con su elección, luchar aún sin claridad de lo que se enfrentará.

Es así como su plan se puso en marcha.

 

Chapter 48: Listón rojo

Chapter Text

 

Era estratégico re-insertar a Yeonjun al mercado, necesitaban crearle una nueva carrera desde cero. Con un enfoque llamativo,cambiando el sector al cual introducirse. Pero, la fama no era predecible y su mala reputación traería obstáculos.

Con optimismo, Soobin le pasó en secreto un fajo de billetes de cien a Alisa, la secretaria de Christopher, para que hiciera copias de todos los guiones que llegaban a su nombre. Al finalizar el día, los recogía en un punto estratégico y arrastraba las pilas de libreros hasta su auto. Yeonjun y él dedicaban semanas enteras buscando posibles candidatos para ser sus peones en su juego.

Durante el fin de semana, a pocos días de iniciar octubre. Entre guiones y periódicos esparcidos por todos lados, cada uno se encontraba en sus propias tareas; Soobin investigando en las noticias y Yeonjun, estudiando las conexiones de sus candidatos. Entre inclusiones y descartes, el menor de los dos se apartó del escritorio y le acercó tres carpetas, estaba sentando sobre la cama.

—Esto me lo dio Elliot —tardó un par de segundos en reconocer que hablaba de su arreglador, es bastante impresionante para Yeonjun que Soobin conozca alguien así. Abrió la primera carpeta al mismo tiempo que él explicaba: —. Roman Widckam, trabaja para la fox. Su contrato termina en agosto del año que viene. No está pensando renovar. Detesta a Christopher.

Eso lo hace reír.

—Ya me cae bien —la carpeta especificaba sus trabajos, al igual que sus conexiones—. Es amigo de Coppola. Ese hombre está verdaderamente obsesionado con tenerte en una de sus películas, hay alrededor de siete guiones suyos en todo lo que he leído.

Soobin hizo una mueca, no le caía tan bien, pero fue gracias a su insistencia que se percató del como Christopher actuaba con respecto a sus propuestas de trabajo. Tenía algo que agradecerle, después de todo. Era italiano y algo excéntrico. Decía que Hollywood necesitaba mil años luz para aprender a hacer una película seria. Por ello, hacía éxito tras éxito. Era muy específicos con los actores que tomaba bajo su ala, por lo que no resultaba sorprendente que tuviera a Soobin en la mira.

—La última carpeta es de Robin Coppola —Yeonjun tomó la mencionada rápidamente—. Colabora con Paramount y Fox al mismo tiempo. Lo valoran mucho para dejarlo estar en dos Estudios de forma simultánea.

—No es algo común —reconoció asintiendo—. ¿Qué opina Christopher de él?

—Dice que es un inepto, con el ego hasta los cielos.

—Típico. —responde apoyando un brazo sobre el colchón.

—No se relaciona con nadie que le interese —añadió, retrocediendo un par de pasos para recoger su taza de café del escritorio. Reprimió el deseo de sonreír por sentirse dueño de aquel objeto—. No tiene grandes conexiones en la industria, a pesar de estar relacionado con Estudios de renombre.

Para su sorpresa, Yeonjun sacude la cabeza.

—Yo creo que sí —extiende la carpeta hacia él—. Mira eso. Este hombre es un Borromeo.

Deja su taza nuevamente sobre la madera y recoge la hoja que le indicaba. Le cuesta leerla al principio, había nombres y números en italianos.

—Los Borromeo son de las familias nobles más importantes de Italia. Son dueños múltiples propiedades, castillos principalmente —afirmó con un tono de sorpresa—. Se cambió el apellido para trabajar aquí, pero este hombre va a heredar el Palazzo Borromeo, una de las galerías de arte más importantes del mundo.

—¿Y prefirió la simpleza de Hollywood, que sus palacios? —bromeó intentando disimular su impresión—. Christopher no sabe nada de esto. Piensa que es basura europea con un gran ego.

—En lo absoluto —niega y suelta una risa—. Es más rico que todos los actores de nuestra generación combinados. Fácilmente podría tener un gran estudio de la altura de Wanner, si se lo propusiese.

Le parecía un poco extremista esconder su apellido verdadero para seguir su pasión, pero no podía decir que le sorprendía. Muchos de los directores que conocía sacrificaban demasiado por el amor al arte. No podía juzgarlos, tampoco él era alguien muy autentico.

Soobin miró a su alrededor, caminando a pasos agigantados hacia la pila de guiones que estaban separados de los demás. Esos resultaban ser sus propias propuestas para la siguiente película que haría.

Los directores ya no buscaban a Christopher para ofrecerle papeles, ahora iban directamente con él. Las reuniones de negocios eran inconcebibles sin su presencia, por lo que ahora, su manager debía sentarse a su lado para planificarlas. Sabe que su manager no está muy contento por no ser el puente principal, quedando reducido a su acompañante predeterminado. Le pertenecía su carrera, después de todo. Las decisiones finales eran suyas. Pero, ante los ojos de los demás, la sensación nacional era Soobin, no la persona detrás del telón.

Después de buscar un par de segundos, recogió uno de los guiones, regresó hacia la cama y se lo extendió a Yeonjun.

—¿Lo has leído?

Negó, sosteniéndolo entre sus manos y observando como tomaba asiento a su lado.

—Christopher piensa mal de él, pero —señaló el libreto—, no reaccionó reacio como siempre cuando le pedí que aceptara la reunión con Coppola. No creo que sepa su trasfondo familiar pero... —no podía asegurar aquello, Soobin estaba más que consciente que jamás adivinará los pasos de sus manager—- Sin embargo..., no lo sé, creo que hay algo que le interesa en él.

Lo observó abrirlo, lo suficiente para que ambos tuvieran una buena visión de las paginas. Sus cejas se juntaron ligeramente, al igual que sus labios se entreabrieron, no sabe en que momento se le olvidó que debía leer, quedando fascinando por como se movía su lengua sobre sus dientes. Recuperó la consciencia cuando Yeonjun se giró hacia él, y se percató que estaba diciéndole algo por como movía la boca.

—Oscar.

—¿Uh?

—Este papel será tu segundo Oscar.

Parpadeó sin poder entender.

—¿De qué estás hablando?

Yeonjun colocó el libreto en su regazo, era pesado y tenía escrito «The Soldier's Son» en la portada.

—Trata sobre un chico, se llama Sam —dice—. Tiene un padre militar, quien lo entrenaba desde muy joven para ir a la guerra. Pero, llegó antes de que pudiera tener la edad para enlistarse y su padre se fue solo. Murió en combate. Así que Sam se queda con su madre, y debe aprender a existir en una vida que no le enseñaron, una normal.

—Suena bastante deprimente —observó.

Pero, Yeonjun sacude su cabeza con rapidez.

—Es fácil —hace énfasis en la última palabra—. Todas las películas sobre la guerra son un boleto directo al Oscar. Estaba preguntándome porque Christopher te eligió a Sidney,  siguiendo la misma línea de personajes melodramáticos. Pero, tiene sentido ahora, llevarte a hacer algo completamente diferente. Quiere conseguirte otra estatuilla, es la formula que funciona.

En mil novecientos cincuenta y siete, el cine estaba innovando con historia más crudas y menos sacadas de cuento de hadas. Además de ser parte de una evolución espontánea con el cambio de intereses del público, también se debía a la aparición de nuevos actores independientes. Sin el control de los Estudios encasillándolos en papeles que combinaran con la imagen preseleccionada, podían atreverse a tomar todo tipo de personajes.

—Es perfecto para ti, con tu rango —insistió—. Puedo imaginarte interpretándolo. Tienes la capacidad de demostrar la profundidad emocional del personaje.

Por un instante, sintió entusiasmo. Escasas han sido sus oportunidades probar cosas distintas, de meterse en pieles complejas y desconocidas para él. Eso escaló al pensamiento del mundo alabándolo, de mantenerse en la cumbre donde clavó su bandera. Luego recordó, en la cima de la montaña no encontró más que el aire gélido de la soledad.

—Además —Yeonjun prosigue—, estoy notando un patrón en sus últimas decisiones.

—¿Cuál?

—Después de que protagonizaste You and Me, Christopher se ha inclinado curiosamente en papeles para la Paramount —se giró y tomó entre sus manos un par de periódicos—. Odette estuvo en dos producciones. Grace confirmó su tercera colaboración la semana pasada. Y estos chicos, son tus colegas, ¿cierto?

Soobin observó la portada y asintió al reconocerlos, Amy también era parte de los titulares, pero sospechaba que Yeonjun omitía mencionar su nombre. Aunque no se lo admitiese, sabe que siente culpa después de que le confesó como Unknown consiguió ese director de renombre. Como lo presintió, desconocía completamente el tipo de negocio que se requirió para lograrlo.

—Mi teoría es que Christopher quiere asegurarse un lugar en la Paramount, antes de que Estudios Carpem caiga —declaró—. Así que, debes escoger a Roman y yo tomaré escogeré a alguna producción para la Paramount.

No era tan descabellada su idea, Christopher estaba más cerca de las directivas y su conocimiento era más completo que el de ellos. Debía conocer algo que lo motivase a asegurar su futuro. Sin embargo, Soobin tiene sus propios motivos para dudar que una empresa desee acogerlo. O, al menos, su nombre sea de gran interés.

Después de su victoria no había ni un solo titular donde el nombre de su manager fuese mencionado. Todo su éxito era atribuido a Estudio, y con todo, esa fue la única satisfacción que encontró al llegar tan lejos. El nombre que brilló era el suyo, y a su lado, el de un Estudio que solo se aprovechó del auge en el momento correcto. En una reciente cena con los demás trabajadores, Grath se detuvo cerca de Soobin, y dijo de forma elocuente que tenía un gusto refinado por los papeles que escogía. Estaba encantado con los resultados. Lo elogió a él. Christopher nunca fue mencionado.

No podían desperdiciar esa ventaja, por lo que tomó el guión de Robin Coppola y lo dejó sobre el regazo de Yeonjun.

—Te conseguiré este papel.

Soltó el sonido de una risa contenida.

—Coppola está obsesionado contigo, yo no te llego a los talones en actuación —dio un largo sorbo y luego la tiró a la basura—. ¿Cómo piensas que vas a conseguirme un personaje con él? Incluso lo describió con hoyuelos, como los tuyos.

Soobin entornó sus ojos en su dirección.

—Yo te enseñaré a que le agrades —afirmó—. Ya fui tu maestro. Puedo sacar ese actor dramático y profundo de ti.

—No me enseñaste a actuar, me besaste —refutó frunciendo el ceño—. Y volviste a besarme. Y no dejaste de besarme.

—¡Te hablé de teoría!

—La única teoría que aprendí de ti —cerró el libreto en su regazo—, fue anatomía bucal. Y a menos que haga una película sobre un dentista de gustos raros, no creo que me sirva mucho en la práctica.

Sacudió la cabeza con fastidio, pero eso no impidió que sus mejillas se ruborizaran. Tomó sus manos y se sorprendió de la calidez que se extendió en todo el cuerpo, como si necesitara ese mínimo contacto para recuperar parte de la vida. Yeonjun se inclinó ligeramente más cerca, como si un imán lo estuviera empujando a su lado.

—¿Confías en mí?

Lo observó tragar saliva, asintiendo con una abrumadora honestidad en los ojos.

—Siempre.

Soobin sintió su corazón golpeando contra las costillas por la rapidez y seguridad de su respuesta.

—De acuerdo —se aclaró la garganta—. Ahora, escúchame, este será nuestro plan…

 

 

Los siguientes días, Soobin seguía sorprendido del efecto que podía tener un premio. Las cosas empezaron a cambiar, durante las reuniones con directores lo notó.

Algunas carreras no hacían gran despegue después de alcanzar la recompensa máxima. En cambio, hay otros se vuelven estrellas automáticas. Y una larga lista de personas nunca llegan a alcanzar un puesto en el sector más alto, pero aún así hacen historia con su presencia y trayectoria.

Soobin no se imaginó que conseguir el Oscar iba a otorgarle algo que jamás pudo tocar antes, y eso era poder. Las propuestas para nuevos proyectos no dejaban de llegar. Confiaban en su capacidad para llevar al publico a ver sus películas, pero ahora también tenía el rasgo de volverlas galardonadas. Y eso, lo convirtió en alguien valioso.

El gran obstáculo era la presencia de Christopher, lo que provocaba que sus intentos de recopilar información cambiasen de rumbo. Observa lo que a él le interesa de ellos, haciendo notas mentales sobre su reacción. No había mucho que pudiera hacer, más que esperar al jueves, su reunión con Roman Widckam, donde transcurridos veinte minutos de reunión, actuó sumamente interesado en el papel para su película romántica. Afirmando que le fascinaban los triángulos amorosos, que necesitaba algo fresco y relajado en su carrera. 

Su manager, al ver su reacción, se mantuvo extrañamente silencioso. La forma en que entornó los ojos hacia su asiento, provocó que un escalofrío le recorriera la espalda.

Cuando la reunión terminó, algo en su cerebro le gritaba que debía salir de allí lo más rápido posible. El director estrechó sus manos y abandonó la sala de conferencias. Al momento de apoyar las manos en los respaldos del asiento para ponerse de pie, Christopher estrelló el libreto contra la mesa, haciéndolo sobresaltar.

—¿Estás disfrutando esto? 

Jadeó por la conmoción.

—¿Qué carajos?

—¡Responde!

Apretó el metal bajo sus palmas.

—No tengo la menor idea de lo que estás hablando. —su voz se tensó.

Su manager endereza la espalda, tiene la mandíbula apretaba y puede ver su hoyuelo marcándose de manera profunda. Solo eran ellos dos en aquella sala de conferencias, con el insistente chillido que emitía el aire acondicionado.

—¿Ahora te crees mejor que yo? —escupió—. ¿Es así como quieres que funcionen las cosas? ¿Voy a ser tu fiel acompañante, mientras te pavoneas como un estúpido príncipe diciendo «Esta es la mejor propuesta que he recibido en toda mi vida»?

—Pero, ¿qué debía responder? —quiere irse, no le gusta como se le estaba acelerando el corazón—. No puedo ser descortés. Es un buen papel, estaba siendo honesto.

Lo señaló con su dedo.

—Todo este numerito tuyo me está casando —espetó—. No me dejas hablar. No existo para ti. Te pegaron un jodido puñetazo y pusiste tu carrera en un hilo por idiota. ¿Y es así como desvaneces mi presencia en las decisiones? Yo debo hablar. Yo soy el que decido si algo te conviene o no. 

El enojo en su voz no era un hecho aislado. Todos los directores con los que se habían reunido lo felicitaban por su buen ojo para el Oscar. Su manager detesta no ser parte de las ovaciones. Estaba siendo más que evidente que esperaba cambiar lo que ya fue un hecho. Soobin confió y ganó. Él no tuvo nada que ver allí. No puede permitir un nuevo acierto de su parte.

—Puedes hacerlo —atinó a responder—. El que hará las llamadas, eres tú. Yo solo actuaré donde elijas ponerme. No es mi culpa que los directores crean que estando presente, podrán obtener el «» más rápido.

Entornó los ojos hacia él.

—¿Te parece divertido?

Soobin suspiró, exasperándose.

—Basta, Christopher —tomó valor para incorporarse y empezar a caminar hacia la puerta—. Escoge lo que creas que es mejor. Nadie está burlándose de ti.

—Claro que lo haré —siseó—. He estado en esta industria mucho más tiempo que tú. No eres más que un idiota.

Escuchó sus pasos acercarse y aceleró los suyos, cuando abrió la puerta, una mano impactó contra la madera. Soobin tenía un pie en el pasillo, y los ojos abiertos de par en par, porque estaba repleto de personas sentadas en las sillas de espera. Todos clavan sus miradas hacia ellos.

Christopher carraspea y se afloja el nudo de la corbata, formando una sonrisa apenada. A esa cercanía podía verlo ruborizándose, casi como si sintiera vergüenza de un accidente. Su estómago se encogió en un nudo, sabe lo que pasará después. Lejos de todos sus deseos, puso la mano en su hombro y ladeó la cabeza en preocupación 

—¿Estás bien, Chris? Te dije que el suelo estaba húmedo.

Asintió con lentitud, apoyando una mano del marco de la puerta, necesitando reponerse.

—No ha sido nada, Steve —responde con cariño —. Es enriquecedor saber que siempre podré contar contigo —y dijo, muy bajo, solo para que él lo escuchara—. Y nunca dejarás de salvar mi pellejo.

Soobin lo soltó y retrocedió de inmediato, como si tocarlo le quemara las venas. 

Antes tenía la teoría de que compartir pantalla con tantos actores, podía declarar quiénes sacaban su mejor actuación. Pero, nadie más pudo sacar de él la clase el nivel de desempeño que Christopher lograba conseguir. Siempre que alguien estaba a punto de descubrir..., de ver lo que había detrás de un dúo dinámico de negocios, de la fachada del hombre con trajes de hechos a mano y encantador porte. En todas las oportunidades, ofreció su mejor papel de amigo y engañó a las personas, cuestionando su juicio y cambiando lo que sus ojos habían presenciado, por lo que necesitaba con urgencia que pensaran.

Porque si Soobin no evitaba el escándalo, Christopher no le temblaría el pulso antes de arrojarlo a los lobos para salvarse.

Pasadas las horas, llega a Torrance Beach con la idea de preparar un bolso con ropa para el fin de semana. Lo pasaría con Yeonjun, como de costumbre. Tener esa salida le causaba algo de calma, hacía que se le olvidara por un instante el desafortunado evento de hoy.

Pero, al subir los escalones de la entrada, encontró un paquete en su puerta, envueltos en un listón rojo. Tiene una nota escrita a un lado, pegada de forma descuidada.

La arranca y la lee.

«Me gustó que me demostraras que puedes tomar buenas decisiones.

Te concederé una oportunidad más. No me decepciones. No me agradezcas por envolverlo en tu color favorito.

C.G.»

 

Tira la nota al suelo, destrozando la envoltura del parquete, libera un libreto con el titulo de «Opaline», era la película que Roman Widckam le ofreció. Abrió la primera página, observando su nombre escrito con tinta negra, indicando cual sería su personaje. 

Lo primero que siente, no es el agradable suspiro de alivio por haber hecho las cosas bien, de conseguir el papel que quería. Todo lo que lo invade, es la ferviente ira por lo que le costó.

Empuja la puerta, entrando a pasos rápidos a la casa. Su respiración se agita y siente como se calienta su cuello, la cabeza y los dientes le rechinan. Es como una bomba de tiempo, y cada segundo siente el fuego formarse en su pecho, en una masa atómica que le recorre las manos, los pies y en un instante, todo explota.

Su cuerpo se ladea con agresividad hacia la pared y eleva el guion, pero se queda inmóvil. Es como si un muro invisible lo hace frenarse. Frente a él, se encontraba las estanterías y repisas llenas de premios, dorados, plateados. En todas las formas y tamaños.

Daban la sensación de que se le formaron ojos y aumentaron su tamaño. O tal vez Soobin se volvió diminuto. Ha vivido en esa casa durante diez años, y nunca notó lo imponentes que esas estatuillas eran. La forma en que rodeaban su sala de estar como si fueran los verdaderos dueños de la casa. Todos ellos, con amplias hebillas que decían «Steve Lee». Cada uno se sintió como un paso al frente en sus objetivos. En esos momentos, los ve como monstruos.

Cae sobre sus rodillas, y el impacto hace que se rompa el encuadernado del guion, esparciéndose a su alrededor. Siempre pensó que si alguien se enteraba de la realidad de su relación con Christopher, lo invadiría una humillación que lo ahogaría, y se desplomaría. Todo él. Su imagen. Lo que representaba a las personas. El hombre asiático que se comportaba como un príncipe, en realidad no era más que un cobarde.

Se dejó caer sobre sus rodillas y entre la cara entre las manos, rodeado del silencio sepulcral.

¿Por qué escogió vivir en vergüenza y miedo?

Chapter 49: Claveles rojos

Chapter Text

Una semana después, la noche del sábado asistió a una cena en el popular Hotel Beverly Hills. Todo el salón fue alquilado y grandes bandejas llenas de comida, los vinos más finos y caros eran conducidos de un lado a otro hasta abarcar todas las mesas. La vestimenta exigida era blanco, y entre tantas personas de un mismo color con la combinación de luces, encandilaban sus ojos.

Roman Widckam la organizó para celebrar que habían completado con rapidez el elenco estelar: Marlon Urles como la actriz principal, y Soobin y Ren Sinclair como los contrincantes a su amor. El último era el nuevo novio de Odette, y la arrastraba a todos lados para conocer gente.

Ren definitivamente no era nuevo en la industria, pero quería avanzar. Ese proyecto era importante para él. Estaba a la par con ganadores de Oscars. Podría hacer que lo consideren como candidato. Si en un instante, fuera de sus aires de grandeza, le pidiera un consejo a Soobin, le diría que no conseguirá usando a una mujer para abrirse camino. Necesita mucho más. Vender su humanidad hasta quedar vacío. Así es como conseguirá estar en la cima.

—Se fue por allá —Violet, su acompañante, alza su mentón de forma discreta—. Tienes cinco minutos. Es lo que contaré antes de entrar.

Soobin camina en línea recta hacia el balcón, permitiéndose tener contacto visual con un par de los presentes y expresarles una timidez innegable al bajar la mirada al suelo. Eso aparecerá en los periódicos. Desea que Yeonjun nunca lea los que llevan su nombre y el de una mujer.

Se gira por unos instantes y la mira.

—Suerte consiguiéndole trabajo a tu hombre —pronunció lo último solo moviendo los labios.

Soobin se sonrojó y dejó que fuera lo suficientemente visible para los demás, dejándolos crear sus propias teorías sobre su significado. Finalmente, cruzó la puerta y la cerró detrás de su espalda, sorprendiendo con el chillido que emitía el oxido de la cerradura al hombre apoyado de la barandilla.

No es ajeno a lo que produce en ese hombre. Cada vez que Robin Coppola lo mira, sus ojos se encienden como luces de navidad. Soobin no le gustaba provocar eso en nadie, pero ajustó sus postura y actuó como si lo acabaran de descubrir robando una pelota.

—¡Oh, lo siento! —se encogió en sus hombros—. Pensé que no había nadie aquí. Pero, pareces ser la persona con la que deseo hablar.

Robin sonrió, enseñando todos sus dientes y las arrugas en las esquinas de los ojos acaramelados se marcaron.

—Me complace escuchar eso —palmeó el concreto—. Mira la vista conmigo. La noche de hoy es un enigma.

El viento azotó su cabello mientras avanzaba, se lo echó hacia atrás y juntó las manos encima del concreto. La vista desde Beverly Hills nunca le ha sorprendido. Está acostumbrado a las siluetas altas de los edificios y los árboles frondosos, los cuidados vecindarios y el letrero de Hollywood encendido en la cima de todo.

—Después de enterarme que no harás The Soldier's Son, decidí que no vale la pena hacer la película sin ti —su acento era tan pesado que debía inclinarse para escucharlo—. Escribí ese guión pensándote. ¿Lo notaste? Sam tiene tus hendiduras cuando sonríe. Me aseguré de que estuviera muy presente.

Finge que lo complace, eleva las comisuras de sus labios.

—Ahí está —lo señala con su dedo—. La sonrisa de Sam.

—Lamento no poder hacer nada —pronunció en voz baja—. No estaba en mi control...

—¿No? —sus espesas cejas se juntaron—. Pero, Christopher me dijo que tú lo decidiste...

Soobin soltó un suspiro pesado, girándose a mirarlo. Cuando quería parecer avergonzado, le gustaba bajar el mentón y empujar ligeramente los labios.

—Él escoge los papeles, nunca me permite elegir...—confesó–. ¿Puedo contarte un secreto?

Se inclino con intriga, olía a colonia acida y detestó aspirarla tan de cerca.

—Conmigo —hizo una pausa—, todos tus secretos estarán a salvo. Soy una tumba, si eso es lo que Steve Lee quiere de mí.

Más te vale, pensó.

—El guión me fascinó —observó como su mirada se iluminó aún más, como si fuera posible—. Y se lo pedí. Lo supliqué. Le imploré que lo aceptara para mí. ¡Es un gran rol!

—¡Hecho a la medida para ti! —afirmó Robin.

Soobin empezó a jugar con sus manos, enfocando su vista en ellas. El director trata de entrar en su campo visual, pero no se lo permite tan rápido.

—Pero, me lo negó..., estuve muy triste por ello –dejó que su voz se rompiera de forma ligera—. Dijo..., uh, no se si puedo decirlo...

—Puedes decirme lo que sea.

Avanzó un paso, Soobin quiso saltar la baranda. Mantuvo su compostura, pero no pudo evitar que su cuerpo se volviera rígido.

—Dice que no estás a mi nivel —admitió en voz baja y apretó la mandíbula, como si no quisiera continuar—. No ve tu potencial como director, pero él no entiende de talento —lo miró a los ojos, sacudiendo levemente la cabeza. Robin hizo lo mismo de forma inconsciente—. Solo quiere que trabaje con personas muy ricas.

—¿Cuanto quiere que le ofrezca? —preguntó con desesperación—. ¿Un millón? ¿Dos? Ningún precio es exhorbitante, si puedo conseguir que estés frente a mi lente.

Bingo.

Soobin negó nuevamente, bajando la cabeza.

—No deberías darle dinero a alguien que no ve tu potencial —pronunció con timidez —. De hecho, tengo una buena idea.

Parpadeó con expectación.

—¿Cuál es tu maravillosa idea?

—¿Qué te parece si contratas a una persona, que podría ser considerado mi semejante? —se golpeó a si mismo mentalmente por decir algo así—. Especialmente en sus ojos.

Robin alzó una ceja, eran grisáceas.

—¿Quién podría ser mejor que el Steve Lee original? —preguntó con pesar—. Deberías visitar París algún día. Tienes el rostro que terminaría de consolidar la Nouvelle vague.

Sonrió, mentalmente descartando esa idea. En Hollywood con mucho esfuerzo y sacrificio logró ser aceptado. No se imaginaba a sí mismo pasando por el mismo proceso en otro lugar, como Francia. Pero, no puede negar que no siente intriga. Vio La Pointe-Courte cuando se estrenó en cines estadounidenses, y quedó completamente encantado. Era tan diferente. El tipo de cine alejado de lo glamoroso y enfocado en contar una historia.

Le encantaría hacer eso algún día. Hacer arte que entretenga. No entretenimiento que venda.

Titubeó.

—La verdad...—divaga, es necesario que lo vea dudoso—. Creo que deberías ofrecerle el papel a Daniel Choi. 

Soltó un jadeo.

—¿El chino alcohólico?

Nunca antes había deseado tanto en darle una bofetada a alguien como lo ansió en ese momento.

—Es coreano, como yo —corrigió con calma. Robin admite su error, eso lo relaja un poco—. Y Christopher lo detesta. Piensa que quiere quitármelo todo. Entonces, si lo contratas...

—No permitirá que Daniel arrebate mi interés por ti.

Formó una sonrisa tímida.

—Exacto.

Observó su expresión, era indescifrable. Notó que tenía manchas de salsa en la barba.

—No puedo negarte que Older me dejó sin aliento —respondió luego de unos segundos—. Tiene..., ¿cómo le dicen ustedes? Alma. Daniel actúa con alma. Eso me gusta.

Se reprimió de sonreír por lograr esa respuesta positiva. Había un pero. Podía ver la vacilación en sus ojos.

—Pero...—ahí estaba—. ¿Estás seguro que quieres ofrezca ese papel a Daniel Choi? —la pregunta incluso ofendía, se mantuvo en silencio—. Si eso es lo que consideras que hará que Christopher me deje trabajar contigo, lo aceptaré. Pero necesito que me escuches —frotó levemente sus manos en busca de calor—. Tengo confianza en mis proyectos y puedo predecir el poder que tendrá esta película. Podría conseguirte tu segundo Oscar, Steve. La academia ama las películas sobre guerras. Y tú eres excepcional. No dudo en que si tomas este personaje, vas a conseguirlo de nuevo.

Embozó su primera sonrisa honesta en toda la noche.

—¿Sabes lo que es ser un buen hombre, señor Coppola?

—¿Uh?

—Es saber dar un paso atrás y cederle el camino a quien realmente lo necesite —añadió, inclinado ligeramente la cabeza para mirarlo a los ojos—. Creo que sabrá entender eso de mí.

Robin entornó los ojos hacia él, como si no pudiera tomarlo en serio por completo. No era descabellada su desconfianza. Cualquiera mataría por tener una oportunidad así. Soobin no duda que Ren lo arrojaría por el balcón si se lo propusiesen.

Alza sus hombros, soltando un suspiro pesado.


—Mientras eso haga que tu manager me permita tenerte bajo mi lente —pronunció con cierta insinuación—, tus deseos son mis ordenes.

Estiró una mano hacia él, y Robin se la estrechó.

—No se arrepentirá.

Fijaron la audición para dentro de dos semanas, antes de que Violet los interrumpiera como estaba planificado, dejando al director con deseos de continuar la conversación. No podía permitirse otro segundo más allí, no debía darle la oportunidad de intentar convencerlo.

Los días posteriores, se dedicó a una simple tarea: enseñarlo a actuar. Con métodos, técnicas, posturas y conocimientos de los que Yeonjun nunca había escuchado antes. Soportando sus burlas ante el hecho de que solía intimidarlo por papeles, para no admitir que estuvo equivocado todo ese tiempo. De alguna manera lo estaba compensando con su dedicación para sacar la mejor actuación posible de él.

Fue incluso más allá; antes de que el amanecer llegase, lo levantaba para salir a correr por las empinadas y desiertas calles. Creyó que necesitaba experimentar esa disciplina para retratar la sensación de frustración por un esfuerzo en vano. Yeonjun pensó que podía recrearlo bastante bien sin el ejercicio. Pero, estaba conmovido por su esfuerzo. 

Un domingo, con el sol saliendo en el horizonte, detrás de el revoltijo de cabellos oscuros de Soobin, quien lo animaba a correr más rápido con una sonrisa más brillante que la capa de sudor que le cubría la piel.

Yeonjun podría acostumbrarse a eso; al viento golpeándoles el rostro en medio de una colina desierta. Las risas ante los tropiezos. Volver a casa, caminando tan cerca que sus manos se rozaban. Es lo que mantiene en su mente el día de su audición, mientras se daba ánimos para lo que vendría.

Un vehículo lo recogería para llevarlo al sitio acordado. Soobin presionó los labios en la coronilla su pelo y lo abrazó con fuerza.

—Mucha suerte—susurró en su oído—. No estés nervioso, eres el mejor.

Antes estaba completamente bien, luego de escuchar sus palabras, empezó a tambalear su compostura. Yeonjun quería hacerlo bien. No solo por el plan, si no para hacer valer todo el esfuerzo de Soobin invirtió en él. Estaría devastado si no puede lograrlo.

Después de una hora en carretera, y cinco minutos para vomitar su desayuno, y otros seis más para masticar un pan con mantequilla que el chofer le sugirió con amabilidad comprar para que no estuviera con el estómago vacío. El interior de la propiedad de Robin Coppola era todo un espectáculo. Una amplia casa verde como el pasto, llena de cuadros que robaban su atención mientras la empleada de servicio lo dirigía a la habitación donde lo estaban esperando, por lo que no pudo observar tanto como le gustaría. Ver las firmas de Caspar David Friendrich y Edward Hopper le hizo sentir que estaba entre viejos amigos.

Su audición se desarrolló en una sala con un amplio panel blanco, y una mesa de madera. Detrás de la mencionada, Robin Coppola y otras cuatro personas parte del Staff: como un asistente de cámara, un director de casting y el productor, todos presentes para ver su desempeño.

—Escena veintidós —le indicó Robin y le extendió un librero con la escena marcada—. Quiero oírte con el monologo. Es el momento donde podré saber si eres mi Sam.

La amargura y aburrimiento con el que pronunció aquello, le hizo saber que nunca sería su Sam.

Su Sam ideal estudió las películas de Coppola un fin de semana completo, analizando el estilo del director y reconoció lo crucial que era esa escena el personaje, haciéndolo practicarla repetidas veces. Era emotiva, pero Soobin se le ocurrió que en lugar de echarse a llorar, las lágrimas simplemente brotasen de él como si se le escapasen de forma espontánea. Yeonjun mantuvo la expresión como se le indicó. Miró a Robin tal y como el personaje observaría a su padre en el ataúd, antes de ser enterrado. Tembló su voz. Pronunció las palabras en que pareciera que la frustración y el dolor le hicieron olvidar su vocabulario. Era la primera vez que tuvo tanto control de su cuerpo, que se sorprendió de lo que era capaz de lograr con las herramientas y conocimientos necesarios.

Al terminar, se limpió las esquinas de los ojos con las mangas. Soobin le insistió en usar una camisa más casual, pero fue una decisión inteligente insistir en sus polos de punto negros.

Elevó su mirada hacia Robin. Tenía la mandíbula en el suelo y los ojos temblorosos. No muy diferente a los rostros de los demás presentes.

—Oh, mi dios —pronunció con un jadeo—. ¿Qué acabo de pasar?

Yeonjun no sabe cómo responder a eso.

Robin realmente no tenía fe de que la audición funcionara, lo hizo probar con otras escenas durante una hora completa. Durante ese tiempo trató de ofrecerle alcohol sin éxito. Yeonjun no compartiría una copa con él ni en sus peores días de autocontrol. No le daría una razón para que estuviera de lado de los medios.

—Aún debemos pulir algunos detalles —afirmó Robin mientras lo conducía hacia la puerta—. ¡Pero, se que nadie volverá a dudar de ti después de que te grabe con mi cámara!

No sabe como responder a eso, o lo que aquello significaba. Siente un corriente recorrerle la espina dorsal. Cuando llegó a casa, Soobin lo esperaba con un ramo de claveles rojos para felicitarlo. Le dijo que nunca dudó que podría conseguirlo. Yeonjun lo abrazó con fuerza, reconociendo el significado de las flores: «Mi amor por ti es inquebrantable.».

Las grabaciones de The Soldier's Son empezaron en noviembre, casi de inmediato cuando contrataron a su interés amoroso, Amy Wallace, justo lo que Yeonjun lo sospechó que Christopher aceptaría para alguno de sus clientes.

Sin embargo, él hizo algo lejos del plan. Cuando Soobin le contó la realidad sobre la elección de director, había algo que le carcomía por dentro. Ubicó su camerino y le dejó un ramo anónimo de Lirios del Valle, junto con una nota que decía un simple «Perdón», sin colocarle una firma.

Durante los días de rodaje, Robin evitaba interactuar con él, causándole frustración. Yeonjun había recibido el mensaje. El director esperaba conseguir a Soobin en esa película, no a él, por más amable que fuera su trato. Pero, con aquellas evasivas, hacía más complicado acercarse a su objetivo. Necesitaba encontrar una excusa, algo que resultase ser el camino hacia la mente de Coppola.

—Escuché que es caprichoso —Soobin le dice mientras desayunaban un día—. Siempre termina haciéndose enemigos en sus producciones. Se hace lo que él quiere y nadie puede intervenir. Debes atraparlo en el momento ideal, donde te vea como alguien útil.

Con esa información, va a trabajar ese martes, a pocos días de que el mes de noviembre llegara a su mitad, Yeonjun terminaba de grabar una escena donde Sam hacía ejercicio para ignorar sus pensamientos. La realizó teniendo en mente que solo era una escena para enseñar su cuerpo. No puede imaginarse a alguien creyendo que hacer barras podía calmar su ansiedad.

Caminó hacia la zona de comida con una bata sin cerrar encima, secándose el sudor de la frente con una toalla. Todo tipo de manjares estaban en exposición, pero no había alguna botella de agua que su vista captara. Vinos. Cervezas. Encuentra un jugo de naranja y al abrirlo, el fuerte aroma a licor llena sus fosas nasales. Su cuerpo retrocede con rechazo.

Mira a su alrededor para asegurarse de que nadie notase aquello. Algunos pocos trabajadores estaban en lo suyo, arrastrando partes de la escenografía o revisando las luces. Parecían no tener su atención en él, pero nunca se confiaba. Los cheques por un testimonio de él rompiendo su sobriedad de nuevo, tenían más ceros que el relato de sus ciento veintidós flexiones de codos consecutivas bajo los ardientes reflectores.

Abandonó el plató, decidido a buscar una de las maquinas expendedoras, pero a medio camino recordó que no tenía efectivo en su vestuario de Sam. Girándose sobre los talones, regresa hacia el amplio edificio, encontrándose con una interesante escena a un lado de la entrada.

Robin estaba discutiendo con el productor, Leo. Era cotidiano verlos de ese modo y por el mismo motivo: dinero. El director tenía una visión bastante costosa sobre lo que quería que resultase la película, gastando en grandes cantidades el presupuesto. Yeonjun se percató que su propia visión del cine europeo no era tan acertada. Además de resaltar lo ordinario y natural del mundo, también existían aquellos que querían agotar todos sus recursos.

Entornó sus ojos hacia ellos, ladeando levemente la cabeza. El productor tenía razón. Era un despilfarro de dinero grabar en una zona controlada del Bosque Nacional, solo para una escena que no estaba escrita en el guion. Pero, no es lo que Yeonjun estaba mirando en esos momentos. Robin trabajaba para los grandes Estudios desde hace unos años, ganandose la confianza máxima para cada proyecto que escogía. Si no le agradaban sus ideas, tenía dos opciones simples; aceptarlas o dejar que otra empresa lo tome. Eso definivamente no iba a ocurrir. Era un excelente director que no podían permitirse perder.

Y mientras lo observaba alejarse, rindiéndose ante las insistencias del director, Yeonjun cree que podrían hacer una gran escena en medio del bosque.

Se acerca a pasos relajados, casi tímidos y se detiene al lado del director.

—No pude evitar escuchar...—dijo en voz baja—. Pero, conozco a alguien en el Servicio Forestal...

Lo miró. Tienen semanas grabando, pero ese fue el momento donde sus ojos se posaron en él de forma real. La iris tan gris como una montaña de cenizas.

—¿De verdad? —apretó sus labios, conteniéndose—. Lleva meses conseguir un permiso.

Yeonjun se encogió de hombros, como si fuera nada.

—No tiene que ser así.

Chapter 50: Hambre del corazón

Chapter Text

Dos semanas después, Robin estaba complacido con el permiso para grabar en el bosque. Un par de días posteriores, estuvo más que encantado de codearse con expertos del Technicolor, considerando la posibilidad de que el color transmitiera lo que necesitaba en la película. Pero, cuando a media mitad del rodaje desechó la idea al verse atraído por el estilo noir, llamó a Yeonjun un «angelo» por encontrar un técnico dispuesto a regresar el material original al familiar blanco y negro.

Un día, le dijo que era su «Corcinello»,  investigó un poco de italiano para saber que se refería a que lo resguardaba de la mala fortuna. En cuestión de un mes, estaba obteniendo la película que quería. Yeonjun subía escalón por escalón en la confianza del director, pero aún faltaba completar un último paso para envolverlo por completo en su mano. Para avanzar, debía identificar cual sería una tentadora zanahoria en su camino. Y es como lo invitó al Museo de Historia, Ciencia y Arte en Exposition Park, el viernes cerca del anochecer. El evento estelar era una conmemoración a la vida Shakespeare, con una exposición de múltiples obras exclusivas inspiradas en el llamado «Genio de la literatura».

Antes de recoger al director, hizo una breve parada en Torranche Beach. La presencia de fotógrafos lo obligó a rodear la playa y escalar el muro con cuidado, el ramo de lirios en sus manos perdió algunos pétalos en su aterrizaje al suelo. Su llegada debió hacer el ruido suficiente para llamar la atención, a mitad de camino hacia la entrada de la cocina, Soobin apareció jadeante, vestido con un impecable traje azul pálido y una corona plateada torcida en su cabello perfectamente peinado. Sus ojos ampliados se fijaron en él, a penas pudo reaccionar cuando lo rodeó entre sus brazos con tal fuerza, haciendo que ambos tambalearan.

—Estás aquí —dice sin aliento—. Mierda, pensé que no te vería.

—Perdóname la tardanza —logró recuperar la compostura, cubriéndole la espalda—. Toda tu casa está rodeada de fotógrafos, es culpa de ellos que no pude llegar más temprano.

—Que se jodan —su tono caprichoso lo hace reír—. A la mierda todo. Estaba sintiéndome fatal porque pensé que no podría verte.

La forma en que lo abrazó, apretándolo, aspirando el aroma de su cabello y frotando la mejilla en su hombro, con angustia y alivio. Soobin necesitaba eso, tal vez más de lo que sus palabras lo expresaban. Era su cumpleaños veinticinco y no había manera de que ambos disfrutaran el día juntos. Su agenda se encontraba más apretada que nunca, entre el rodaje de Opaline y los múltiples eventos sociales que Estudios Carpem exige su presencia. Le convenía asistir, Grath Noxton, el jefe, lo paseaba como su accesorio más brillante. 

Su cumpleaños no era la excepción, desde el amanecer hasta el anochecer, cada minuto estaba cuidadosamente planificado. El evento más importante era esa noche: el Estudio daría una gran fiesta con temática de la realeza, como una referencia al papel que le dio el Oscar. Soobin insistió en que lo acompañase, al menos con un buen disfraz. Pero, no había forma en que Yeonjun pudiera colarse allí. El público pensaba que su amistad había había tenido el punto final con la reportada pelea y no podían permitirse confundirlos. La poca libertad que tenían, era gracias a la creencia colectiva de que era imposible verlos juntos en un mismo lugar.

—Te traje flores. —susurró en su oído.

—Cinco minutos más —apoyó el peso de su cuerpo en él—. Aún no quiero separarme de ti.

—¿A qué hora debes estar en tu fiesta?

—Tengo...—sus dedos se deslizaron dentro de los mechones claros, Yeonjun suspiró—, tengo que irme ahora. La limusina está esperándome.

—Debes apurarte —informó y no pudo disimular la decepción en su voz.

Se separó levemente sin soltarlo, solo quería ver su rostro.

—No quiero —imitó el tono que usó en forma burlona, se percató de lo enrojecidas que estaban sus orejas—, no puedo irme de aquí si me hablas así.

—Soobin... —a veces se avergonzaba al pronunciar su nombre, resultaba en un arrullo suave.

—Yeonjun —cuando él decía su nombre, era mucho peor. Todo su rostro sonreía, los ojos se convertían en una línea de gruesas pestañas brillantes.

Se rindió soltando un suspiro.

—Cuatro minutos —dejó un casto beso su sonrisa—, es todo lo que vas a conseguir de mí.

Yeonjun estaba convencido que haber pasado por tanto dolor, tuvo su ventaja. Al final de todo, estar rodeando entre sus brazos, siendo llevado con torpeza hacia la pared y besarse con la misma calma de alguien que no tiene nada más que perder, pero lo ha ganado todo. En el fondo, en una parte que aún no se siente listo para sumergirse, sabe perfectamente que haría lo que sea por él. En el momento preciso, no lo dudaría ni un segundo. 

Es una sensación abrumadora en su pecho que abría las puertas de su corazón y cada vez que lo tocaba, dejaba esparcido un poco de lo que no podía contener. No tenía sentido como todo lo que pasaba por su mente al arreglar la corona en su cabello, era lo afortunado que se sentía de poder conocer lo suave que era su flequillo cuando lo peina con sus dedos.

—Para ti. —extendió las flores hacia él.

Soobin intentó reprimir sin éxito las comisuras de sus labios, formando una leve sonrisa tímida cuando tomó el delicado ramo índigo entre sus manos. Recogió la nota pegada en una esquina, lo leyó en voz alta:

Feliz cumpleaños, mi Soobin —carraspeó al escuchar su propia voz hecha un hilo—.  Todos los días deberían ser tu cumpleaños...

—No tienes que leer ahora...

Así la gente te recordará lo valioso que eres en este mundo, todo el tiempo —continuó leyendo, ignorando completamente sus quejas—. Al menos para mí, eres mi parte favorita de vivir.

Permaneció inmóvil, observando como sus ojos se movían con rapidez en cada espacio de la tarjeta. Pensó que estaba memorizándola, pero notó la forma pesada en la que respiraba antes de pronunciar las últimas palabras. Tragó saliva y prosiguió:

Tuyo, Yeonjun —su labio inferior temblaba y sobresalía mientras doblaba la nota, regresándola a su lugar en el ramo—. Gracias. Estoy sospechando que no existe tal tradición y solo disfrutas de darme flores.

Se encogió de hombros.

—No tenemos tiempo para explicaciones —Soobin rodeó uno de sus hombros y lo atrajo nuevamente a su pecho—. Ya pasaron los cuatro minutos, Binnie.

—Un minuto más.

Brotó una risa aireada de él, pero se lo concedió. No podía negarse, de todos modos, ansiaba quedarse tanto como fuese posible a su lado. Podría quedarse para siempre, si se lo pedía.

 

 

Horas más tarde, el director no dejaba de parlotear sobre sus conocimientos mientras avanzaban en la fila, asegurando que conocía a un descendiente del escritor. 

—Mucha gente insiste en retratarlo como un pensador retraído y futurista —aseguró cuando se detuvieron a admirar la pintura de Lady MacBeth recibiendo las dagas, hecha por Johann Heinrich Füs—. Pero, era bastante inmaduro y tonto.

—Ah, ¿sí? —preguntó con interés—. Eso fue lo que me enseñaron en la escuela.

Yeonjun no tenía ni idea de lo que estaba hablando, no sabe nada de literatura.

—Por supuesto, ni siquiera recibió una educación completa por los problemas financieros de su padres. Nadie estuvo sorprendido cuando dejó a su esposa, después de casarse  —respondió como si fuera algo evidente—. Pensó que Londres le enseñaría lo que necesitaba para vivir. 

—¿Y lo encontró? 

Comenzó a arrepentirse de llevar un suéter oscuro, a sabiendas de que el aire estaría más denso que nunca. Las pinturas tenían cientos de años de historia y preservación, por lo que la temperatura estaba ajustada de forma específica  para evitar cualquier acercamiento al calor y al frío. Incluso las luces eran tan amarillas, haciendo que las personas tuvieran un aspecto de enfermedad.

—Descubrió muchas cosas —les indicaron que debían moverse a la siguiente pintura, ambos esperaron a que el grupo avanzara primero antes de seguirlos—. Su agudeza para los negocios. Mejoró su escritura. Encontró una mujer que le dio la aventura de su vida —caminaron un par de pasos cuando el tumulto de personas se dispersó—. Y se enamoró perdidamente de un hombre.

La siguiente pintura, era la escena del balcón de Romeo y Julieta, pintada por Frank Dicksee. No era la favorita de Yeonjun, entonces sus ojos se fijaron en Robin cuando pronunció el último dato.

—¿Era homosexual? —preguntó tan bajo, en forma de susurro. No pudo evitar fijarse en su alrededor, deseando que nadie lo escuchara pronunciando esa palabra.

Lo observó sacudir su cabeza y deslizar la chaqueta de su traje fuera del cuerpo. 

—Acabo de decirte que estuvo con una mujer por la que sintió pasión —enfatizó con fastidio, doblando cuidadosamente la prenda para apoyarla de su brazo—, y se enamoró de un hombre. Si unes ambos puntos, deberías tener como resultado que era bisexual.

Yeonjun conocía esa palabra. Sabía que era la atracción simultanea hacia hombres y mujeres. Pero, era un concepto que le parecía difícil de comprender. Desde su perspectiva, no podían existir ambas cosas a las vez, no de forma orgánica. 

Para él, sentir amor por una persona conllevaba a que el resto de los sentimientos fueran exclusivos. La clase de compromiso de ser y vivir para el otro. El resto, como los amores pasados, automáticamente quedaban desvanecidos, esa persona se convirtió en un «todo». 

—Pero..., no es lo mismo —Robin lo miró como si fuera muy estúpido. Apretó la mandíbula—. Pasión y amor no son iguales por separado. Entre una comparación de ambos conceptos, su amor verdadero sería el hombre. 

El director se tomó unos minutos de silencio, por un instante teme que lo haya hecho enojar. Tiene el ceño fruncido con tal presión, que se le forman arrugas.

—El gran problema con ustedes, los americanos, es que piensan que todo es blanco y negro, por lo que nunca se molestan en ver que hay en el medio.

—Soy coreano —se apresuró a responder—. Por favor, no me llames estadounidense. No soy de aquí. No tengo interés de ser como ellos.

Se arrepintió tan pronto esas palabras salieron de su boca, sonaron agrías y en un tono de voz algo. Algunas personas lanzaron miradas furtivas hacia ellos.

Pero, Robin soltó una risa alegre.

—No quieres ser como ellos, pero eres tan Biondino como la arena de Malibú —avanzaron hacia la siguiente pintura, le costó un poco entender que hablaba de su cabello rubio—. Hablas perfecto el idioma, no puedo imaginarte pronunciando el coreano. Nada de lo que usas, o llevas puesto, me demuestras que eres diferente. La forma en la que piensas es tan estrecha como un túnel descompuesto. Ni quiera concibes la idea de que eres americano. Al menos, en esencia.

Eso lo lastimó. Nunca antes nadie lo había hecho sentir menos coreano. No era su primera vez siendo despojado de lo que representaba con orgullo, pero si una en particular que le señaló lo apartado que estaba de sus orígenes.

Era cierto, su cepillo tenía restos de mechones rubios. Se le estaban olvidando palabras coreanas. Solo una persona le dice Yeonjun. No ha pintado en meses.

Lleva su mirada a la fila avanzar, tratando de recomponerse después de sentirse completamente desarmado.

—No te gustó que te dijera eso —Robin rompió el silencio que se había formado entre ambos—. Pero, es exactamente lo que tú hiciste negando que Shakespeare también le gustaban las mujeres. La pasión también puede ser amor. En este mundo hay tantas cosas pueden coexistir al mismo tiempo, sin interferir al otro. Siendo tú, una persona diferente, ¿por qué tienes una mente del montón?

Piensa que era un innegable desequilibrio, porque para él, el amor era algo tan puro para estar esparcido en otra clase de conceptos sórdidos. Debía estar compacto hacia una misma persona. No puede evitar que su padre aparezca en su mente, aclamando que amaba a su madre mientras traicionaba su confianza. Eso era una tontería. El amor solo va en un solo sentido.

—¿Y cuál es el punto de todo eso? —cuestionó con exasperación—. Al morir, solo quedaron sus obras de recuerdo. Nadie está preguntándose quien fue el gran amor de Shakespeare.

—Siempre escogió lo que quería, por encima de las obligaciones sociales y fue tan talentoso, que nadie tuvo objeción al respecto —recalcó, deteniéndose frente a la siguiente pintura—. ¿No es genial? La cuestión no es sobre pasión o ternura, es la libertad de amar a quien se le dio la gana.

Yeonjun suelta una leve risa, llamando la atención del director. Tal vez, encontró algo que envidiarle a Shakespeare, el escritor hizo lo que quiso con su vida en un contexto social más estricto que el suyo. Él, en cambio, tenía múltiples heridas de cortes por arrastrarse hacia su propio camino. Se pregunta si eso normal, si la vida debe ser así; con el corazón más hambriento que su estómago.

En un instante recobró la seguridad, tomando finalmente las riendas al encontrar el objetivo por el que lo llevó ahí.

—¿No te parece una gran idea para una película? —hizo una seña con el mentón—. Con ella de protagonista.

Ophelia ahogándose en el lago cubierta de flores y el verde del frondoso bosque, pintada por John Everett Millais, estaba frente a ellos. El director entornó los ojos al cuadro protegido por una vitrina.

—Creo que si alguien necesitaba poder elección...—suspiró—, definitivamente es ella. Sería interesante verla fuera del relato de traición dramática, la locura que la poseyó. No sería la misma tragedia, tal vez algo monótono —se encogió de hombros—. Pero, al menos resultará una historia interesante de ver.

A pesar de que Yeonjun era significativamente más alto que Robin, se encorva, trata de hacerse minúsculo a sus ojos.

—Estaría encantado de ver una película así —soltó con sugestión—. Me enseñaría más de lo que hemos conversado aquí.

La forma en que saltaron chispas de los ojos de Coppola, observando el paisaje, la figura del personaje echado en el lado, la fantasía de una autonomía ante la tragedia, lejos de la regla implícita de respetar los clásicos relatos. Yeonjun supo en ese momento que le entregó algo que consideraba como oro en sus manos.

Pensó que la respuesta a su sugerencia llegaría con el pasar de los días. Para su sorpresa, no fue de ese modo. Robin podía ser muy impulsivo al encontrar un estimulo artístico. Cuando llegaron a la propiedad que tenía el director en Calabazas, lo hizo bajarse del vehículo para conversar. Era un taxi, también eso estaba planeado.

Se detuvieron frente a una elegante fuente con forma de dos personas luchando por alcanzar una copa.

—¿Te gustaría hacer una película conmigo?

—¿Qué?

Robin avanzó los pasos restante, dejando caer su mano encima del hombro de un conmocionado Yeonjun.

—¿No te gustaría ser parte de mi siguiente película? —lo palmeó suavemente—. Si empezamos ahora, tendremos el borrador del guión para dentro de dos semanas.

Todo su rostro estaba sudoroso y esperanzado, como si su propuesta fuera simplemente grandiosa. Yeonjun se rascó la nunca, como si no pudiera contagiarse de esa inspiración.

—¿Yo? —soltó como un jadeo.

—Sí.

—¿Por qué?

Se encogió de hombros. El actor sacudió la cabeza, siendo invadido por la conmoción.

—Tienes una mente tan cuadrada para las cosas complejas, pero me causa intriga saber donde termina ese molde —no se decide si es un insulto o un halago. Suena más como lo primero—. Quiero eso en mi cámara, demostrar esa simpleza oscura, en todos sus matices.

Yeonjun se sonrojó. No tiene muy en claro que le hizo sentir eso, era inexplicable y lo tomó desprevenido.

—Pero...—parpadeó e inclinó su cabeza—. Jamás he hecho una película de esa forma en mi vida.

Robin lo miró como si Yeonjun fuera muy tonto.

—Ves la vida como Edward Hopper —respondió con simpleza—. Eso es lo que estoy buscando.

A partir de esa conversación, Yeonjun y Robin empezaron a verse en un pequeño bar en las zonas bajas de Los Ángeles, escribiendo de forma conjunta el guión para de su proyecto. Como era su primera vez trabajando en un libreto, estaba enfrentándose a múltiples desacuerdos creativos con el director, al punto en que dudaron de encontrar un punto en común.

No fue hasta que visitaron una puesta en escena de Hamlet, fusión presentada por el teatro Pantages, lo que llevó a su inspiración volverse compatible. Obteniendo finalmente el primer borrador para «Mask of Glass».

Estrecharon sus manos cerca de la copiadora.

—Nos vemos en la reunión de productores, mañana a las nueve  —le recordó, señalándolo con un dedo—. No faltes.

—No me lo perdería por nada del mundo. —afirmó, escondiendo las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta—. Puedes adelantarte, yo recogeré esto.

Había una pila de intentos de impresión mal logrado, Yeonjun se apresuró a recoger los papeles y dejarlo dentro del cesto de basura. Robin no se inmutó, en cambio, agitó la mano en forma de despedida y lo dejó en aquella oficina.

Esperó un minuto y dejó de recoger; sacando nuevamente los papeles y observándolo con el ceño fruncido. Lamentablemente, Coppola se llevó la única copia transcrita de su caligrafía, dejándole los manuscritos llenos de tinta y palabras mal escritas. Le tomó una hora entera descubrir que podía reproducir los archivos anteriores. No se llevaba nada bien con las nuevas tecnologías.

Cuando Yeonjun llegó a casa, estaba oscureciendo. El ocaso podía verse a la distancia. Empujó la puerta y se encontró con la correspondencia esparcida en el suelo. La recogió y la dejó sobre el recibidor. Tomando asiento y abriendo algunos cajones para buscar algunos materiales.

Saca el libreto de su mochila, envolviéndolo en un sobre que encuentra y escribe una nota que deja escondida dentro de las páginas del guion:

 

«Mi querido Steve,

 

Hice mi parte.

Ahora es tu turno.

 

Tuya,

Delay».

Chapter 51: Darien Edgar

Chapter Text

Soobin miró impaciente por la ventana a la fila de coches frente a ellos. Se encontraba en el mismo vehículo que Grath Noxton, escuchando sus anécdotas. Pero, hace minutos dejó de prestarle atención, por lo que solo alcanzaba a atrapar un par de palabras en el aire.

El evento de esa noche se trataba del cumpleaños de Alisa, la hija de Darien Edgar, el director de Paramount, en su extensa propiedad en North Roxbury Drive. Más que una celebración, era un punto de encuentro para todos los empresarios de la industria. Grath decidió llevar a Soobin como su carta de presentación, curiosamente le funcionaba muy bien.

La propiedad protegida por rejas grises altas y cestos elegantes que le daban un aspecto acogedor. Contaba con dos entrada, pero solo la segunda, al extremo derecho, estaba habilitada para el evento. Trató de observar que era el causante del trafico, porque llevaban más de diez minutos en el mismo lugar.

—Steve.

—¿Mmh? —giró levemente su rostro hacia él.

—¿Christopher te trata bien?

Parpadeó, tomando asiento correctamente.

—¿Qu-qué? —tragó saliva al escuchar lo seca que estaba voz— ¿Por qué me pregunta eso?

—¿Por qué soy su jefe? —los separaba un asiento, pero Soobin sentía que estaba hablándole desde la otra calle—. Y ya sabes lo que dicen: Solo puedes saber si un empleado está haciendo bien su trabajo, con la opinión de los clientes.

—Cierto... —se rascó la nuca, sorprendiéndose de su propio tacto helado—, es un poco de repente...

—Puedes decirme lo que sea, Steve —parpadeó de forma lenta, hacia su mirada menos intensa, casi la sintió amable—. Aquí no hay nada que debas ocultar.

Llevó su vista hacia el frente, percatándose que el auto finalmente se había detenido en la entrada del evento y del agudo sonido de los claxon avisándoles que estaban obstruyendo el trafico. Pero, el conductor se negaba a moverse y Grath lo miraba con tal determinación, le hizo saber que era consciente y no le importaba. Ninguno de los dos abandonaría ese vehículo hasta obtener una respuesta concreta.

Por primera vez en varios meses, dejó caer sus hombros con agotamiento.

¿Qué pasaría si dijera la verdad? Contar todas las cosas que ha callado por años. Hacer que a Christopher se le cayera la mascara y dejar en descubierto hasta donde estaba dispuesto a llegar, con tal de conseguir que fuera un manager respetado. Permitir que todos vean las marcas de sangre y lagrimas que cubrían sus hechos.

Eso también significa aceptar que nadie estará de su lado. Grath podía hacerle cree que estaba en un lugar seguro, que allí podría ser honesto. Sin embargo, una vez que supiera lo que su secreto amenazara, no dudaría en empujarlo lejos. Así que su carrera se destruirá, a la par de todo lo que construyeron su manager y él por años. Probablemente regresando a estar detrás de una celda, o en otro lugar desconocido, cuando alguien decida acabar con él por sus perversiones.

Quizás la única manera de libertad honesta, era la caída de ambos.

Pero, eso implicaría perder la oportunidad de estar con Yeonjun, para siempre. Es lo que suma valentía en su cuerpo para mirar a Grant, pintando su rostro con aburrimiento. El jefe se aturde ante el repentino cambio, carraspea.

—Digo...—balbuceó, echándose hacia atrás en su asiento—. Escuché que tuvieron un altercado en la sala de conferencias. Quise preguntarte de forma personal la situación.

Su cuerpo se tensó. Tuvo que forzarse a si mismo a sonreír, aún si resultaba una mueca torcida.

—Chris y yo nos apasionamos cuando se trata de escoger una proyecto para mí. Es normal, los dos queremos lo mejor para mi carrera —detesta la manera en que las palabras luchan para salir de su boca, como si algo lo intentara detener para que no mintiera—. Ese día, él estaba insistiendo en que debería tomar una película de Paramount. Pero, el estilo era drama y no quiero saturar a mis fans con ese género. Tuvimos un pequeño desacuerdo, nada grave.

Alzó una de sus espesas cejas.

—¿Paramount? —cuestionó—. No me sorprende.

—¿Por qué?

Su pregunta lo tomó desprevenido, por alguna razón. Soobin tuvo la impresión de que no esperaba que se interesara en ello.

—Pues...—se pasó una mano por el cabello—. Edgar y yo estamos haciendo negocios para que Paramount adquiera Estudios Carpem. Christopher insiste en conseguir algún tipo de alianza para mantenerse en el negocio, está buscando salvar su propio pellejo.

—¿Van a vender Estudios Carpem? —preguntó abriendo ampliamente los ojos.

—No hay que alarmarse —agitó una de sus manos—. Pero, es lo mejor. Estuve hablando con mi asesor financiero y en un par de años, no seremos tan fuertes candidatos en contra de los gigantes como la MGM o la fox. Yo ya estoy demasiado viejo para seguir al mando, y no tengo a nadie confiable a quien ascender como la cabecera.

—Pe-pero —titubeó—, ¿qué significa vender? ¿Se acabaría?

—Dejaría de existir el Estudio como lo conocemos —dice—. Habría una nueva administración. Y no puedo asegurar que ellos deseen absorber a Christopher, como nosotros lo mantuvimos por tantos años. Esas también son malas noticias para ti.

En realidad, eran las palabras que necesitaba escuchar.

Ambos abandonaron en silencio el vehículo, había un empleado revisando las invitaciones y pronunciaba un «Que pasen buena noche» al permitirles entrar. La fiesta se realizaba en el amplio jardín, con decorados en plateado y flores navideñas, manteles pulcro y música en vivo, con The Platters en una tarima al fondo.

Soobin navegó entre invitados que le ofrecían de sus copas de Champán. No estaba en sus planes tomar alcohol esa noche, pero fue algo en lo que encontró apoyo en unas cuantas al momento en que el cansancio golpeaba su cuerpo. Se apoyó de una barra que ofrecían aperitivos, observando a su alrededor. Christopher se encontraba en un tumulto de hombres menudos con traje a un par de metros. Soobin identificó a cada uno, más a fondo a sus acompañantes y empezó desde allí, con un pequeño grupo en la fuente de vino. Recibe saludos, cálidas felicidades, hay charlas breves. Dice demasiado fuerte que perdió la oportunidad de trabajar con Coppola porque otra persona consiguió el personaje. Alguien lo escucha y hace su propia historia de ello, esparciéndola por el lugar. No le toma demasiado tiempo cuando llega a oídos de su manager, antes de la cena su rostro se mantenía en un marcado ceño fruncido.

En cada grupo que se acercaba, Yeonjun y Robin ya era un tema candente de conversación, haciéndolo notar que los hilos se estaban entrelazando como lo imaginó; Christopher había dejado una huella de sus opiniones en los presentes, quienes empezaron a seguirlo ciegamente.

Los titulares al día siguiente fueron concretos con el descontento colectivo: «Robin Coppola está perdiendo la razón con el terremoto borracho de Daniel Choi», junto con la primera plana de ambos en un bar. Yeonjun le envió un recorte de un ángulo enseñaba al coreano sosteniendo una cerveza, asegurándole que eso provocó que la reunión se pospusiera.

Soobin no se sintió nada bien después de ver las noticias, aunque fuera su idea y Yeonjun estuviese de acuerdo en hacer la foto escandalosa. No fue agradable para él ponerlo en esa situación, rodeado de alcohol y bajo el escrutinio público de nuevo. Fue difícil tener que reprimir su enojo cuando se topó con Christopher paseándose con el artículo por los pasillos.

—Menos mal no escogiste esto —fingió leer con horror, pero Soobin sabía perfectamente que para ese punto, se había el texto de memoria—. Son la clase de baches en las calles con los que nadie quiere toparse.

Sabe que no debía responder, pero no pudo evitar girarse hacia él y decir:

—Aún no arreglan las calles de Mulholland Drive, pero las seguimos usando para llegar a Hollywood Hills.

Su manager alza una ceja hacia él, avanzando un paso. Soobin fijó la mirada a en los botones de su traje verde militar, cruzando los brazos a la altura del pecho por instinto.

—Entonces —su voz sonaba fastidiada—, alguien tiene que sacar esas jodidas grietas del camino —se alejó, pero Soobin alcanzó a escuchar como dijo: Estoy harto de obstáculos.

Por alguna razón, sus últimas palabras rodaron por su cabeza más tiempo de lo que deberían.

Un par de días antes de navidad, Yeonjun lo llamó por teléfono.

—El proyecto fue rechazado —su voz sonaba soñolienta, debía estar preparándose para dormir—. Fue orden directo de los de arriba.

—¿Oficialmente aterrorizas cada película donde apareces?

Su risa lo hizo sentir mejor, si es que podía estar tranquilo después de pisotear su reputación una vez más.

—Nadie puede negar mi impacto, soy imposible de ignorar.

Aunque bromease al respecto, Yeonjun notó que algo había cambiado en si mismo. Estaba acostumbrado a que la prensa inventara rumores sobre él, como también ser quien los provocase. Tenía una corteza gruesa y firme, nunca buscó la ovación de la prensa. Estaba interesado en servirle a alguien más.

Sin embargo, tal vez fue lo veloz en que llegaron las conclusiones sobre su compañía mal influenciando a Robin. O que las personas decidieran atribuirle la culpa a las decisiones de un hombre que le doblaba la edad. Pero, después de docenas de portadas, Yeonjun se preguntó si era una persona tan terrible para que no hubiera espacio para la duda.

The Soldier's Son aún le quedaban un par de semanas para terminar de filmarse, estimando que estaría finalizado a mediados de enero del año siguiente. El día que grabarían la escena romántica con Amy, en el set de un acogedor sótano donde Sam le confesaría sus sueños a Joy, su interés amoroso. Salió del rodante donde la estilita de Paramount le dio volumen y ondulaciones a su cabello, afirmando que lucía más joven de esa manera. Era el propósito, pero le agradó lucir inofensivo cuando se topó con Robin camino al set.

—Estaba buscándote.

Extendió su cigarro hacia él, Yeonjun sacudió su cabeza como respuesta.

—Gracias, pero no me gusta fumar antes de mis escenas —señaló su garganta—. Me afecta la voz. Tal vez después.

Entrecerró los ojos, dando una nueva calada. Estaba vestido con una camisa informal y un chaleco repleto de bolsillos. Introdujo la mano en el que sobresalía de su hombro.

—Tenemos una reunión con Darien Edgar esta tarde —informó, extendiendo un papel hacia él—. Esa es la dirección.

Yeonjun la tomó entre sus manos, leyendo la convocatoria a las oficinas del presidente.

—Señor Coppola...—arrugó la nariz—, la invitación es para usted, no mía...

—Quiere hablar sobre ti —lo interrumpió de forma tajante—. ¿No es mejor si estás presente y escuchas la mierda que tenga para decir?

Tragó saliva y negó.

—Después del revuelo de estos días, prefiero mantenerme apartado de esto, Señor Coppola —dice, asegurándose de hacer su tono más suave—. No quiero más problemas para ninguno de los dos. Estoy satisfecho con saber que hará la pelicula que usted quiere.

—Eres un gran adulador, ¿lo sabes?

—¿Perdón?

Lanzó el cigarro hacia el suelo y lo pisó, avanzando hacia él. Yeonjun podía aspirar el tabaco en su respiración.

—Me entregas una idea para una película y trabajas en un guion para ella. Entonces, ahora que todos colocan obstáculos para que trabaje contigo, ¿vas a dejar que yo haga lo que quiera con tu trabajo para evitarme malos ratos? Como un hombre desinteresado y honesto.

—¿Y eso que significa?

—¿De verdad no quieres nada a cambio, Daniel? No pareces tan estúpido como lo intentar forzar —soltó un sonido de fastidio—. Has conseguido mi atención y eso no lo logra alguien ordinario.

Lo mira por encima de sus pestañas, esperando parecer un poco más alto que él. Yeonjun baja los hombros, se lo concede.

—Si —responde fríamente—. Quiero algo.

Parecía que el director esperaba un poco más de resistencia. Su mirada descolorida se fijó en él por un largo minuto y embozó una sonrisa torcida.

—Ahí estás.

—Pero, estás haciendo mal las preguntas —ladeó su cabeza, mirándolo a los ojos—. Todos queremos algo, señor Coppola. Incluso usted. Por ello, lo que debería interesarle es que puede obtener con mis objetivos.

Soltó el sonido de una risa contenida.

—Eres un Tesoro con agallas —espetó—. ¿Qué puedes darme tú, que no puedo conseguir por mí mismo?

Yeonjun alzó la convocatoria en su mano.

—No volver a recibir una de estas —sacudió el papel y lo señaló—. Tú quieres que las personas dejen de dudar de lo que puedes obtener. Tú quieres ser reconocido como el director de renombre que eres. Tú quieres dejar de pedir permiso.

—¿Y cómo alguien con tu situación puede conseguirme eso? —preguntó en un tono burlón—. Si andar contigo ha hecho que la prensa me pinte como un borracho hasta las cejas.

Siente sus comisuras decaer, permiten que lo hagan. No le importa hacerle saber que no le gustó escuchar eso, ahora que estaban siendo honestos con el otro.

—Tienes razón, alguien con mi mala reputación no podría hacer que te respetaran —se encogió de hombros—. Por eso, yo no lo haré. Steve Lee lo logrará por mí.

Las ojos de Coppola se encendieron como arboles de navidad, ciertamente no le hizo mucha gracia a Yeonjun. Carraspeó al notar que su emoción se había salido de sus manos.

—¿Steve Lee? —repitió con la voz aireada—. ¿Por qué piensas que alguien como él se rebajaría a trabajar con nosotros?

—Porque nosotros tenemos algo que él no tiene —retrocedió un paso y se giró hacia la entrada del recinto—. Le serviría un poco usar sus recursos, señor. El que tiene poder es usted, no nosotros.

Con el tiempo que habían compartido entre rodajes y escribiendo, descubrió que los castillos y el prestigioso apellido no eran suficientes, sino el anhelo profundo de respeto. Hollywood le ha tocado en el ego, no puede comprar el aceptación con talento. Estaba dispuesto a hacer lo necesario para ser reconocido como un director y artista legítimo, aunque actuara como si fuera indiferente ante el juego de poder que había en la industria.

Para bien o para mal, era algo que los hacía similares. Le puso en frente lo que anheló y no se sorprendió cuando decidió tomar la oportunidad que se le presentó.

Es así como se reunieron al finalizar el rodaje ,en una pequeña cafetería a un lado de la autopista a Santa Monica, apartada y discreta. Habían solo dos personas además de ellos y si los reconocían, no pareció causarles mucho interés.

—No significa que me has convencido —dice Robin, sorbiendo una taza de café negro—. Pero, tu cerebro es fascinante. Así que adelante, te escucho.

Lo primero que debes hacer para llegar a la cima de la pirámide del poder, es reconocer donde estás ubicado: Robin está en el segundo piso, Yeonjun en el último.

Es como al día siguiente se presenta en la oficina de Darien Edgar, afirmando que no va a incluir al actor coreano en sus planes. Está confiando en que su idea para la película será un éxito y mantendrá las apariencias para asegurar su meta. El jefe está complacido, le encanta que escogiera el camino razonable. Con unas simples felicitaciones, empiezan las negociaciones.

El segundo paso, es explorar las posibilidades y límites.

Una semana después, el guion es aprobado. Darien le presenta todo un equipo dispuesto a trabajar para la producción; Robin los rechaza a todos. Nadie da la talla con lo que necesita para el proyecto. Sugiere contratar su propio personal. Están de acuerdo con que encuentre un asistente de cámara. Son indulgentes con el productor ejecutivo, saben que Leo y él han tenido múltiples desacuerdos y no está seleccionando nadie fuera de su confianza.

Entonces, alzan las cejas cuando entrega la lista de auxiliares. Se toman su tiempo en aceptar el equipo de post-producción. Y solo en un par de días antes de año nuevo, convocan una nueva reunión. Le parece insólito lo que logró integrar en tan poco tiempo.

El tercer paso, es recordarle a los demás tu lugar.

Ante los cuestionamientos, Robin menciona que no ha tenido una mala producción que justifique sus dudas en él. Se ofende por completo, afirmando que trae éxitos de los que ellos se benefician, no está pidiendo nada más descabellado que tener su propio equipo. Insiste en que la película debe salir al pie de la letra, como está en su imaginación. De otra forma, será un fracaso estrepitoso.

Pero, no es suficiente, no están convencidos. Usa una nueva carta; el contrato. Tienen dos películas por realizar para que él sea libre de su acuerdo, decidiéndose a poner ese proyecto en pausa y enfocarse en terminar lo que tiene pendiente. Esperará a tener la libertad de poder hacer lo que quiere.

Cuando Robin escuchó esa parte del plan, alzó una ceja hacia él. Estaban comiendo sándwiches de carne y gotas de salsa de tomate se le adherían en los vellos de la barba.

—¿Y qué se supone que Edgar va a responder? —su expresión se había mantenido neutral. Al intervenir, Yeonjun pudo percibir lo pasmado que se encontraba—. Cielos, ¿estás escuchándote? Todo lo que puede decir es; como quieras, pero cumple tu contrato.

Yeonjun tomó un sorbo de su gaseosa, tragando de ese modo la gracia que le causaba la ingenuidad de Robin.

—Va a preguntarte que debe concederte para que hagas la película con ellos—respondió y recogió una servilleta, ofreciéndola al director—. Estarán dispuestos a darte lo que quieras, solo para sentir que ganaron la batalla. No les importa el filme, si no conseguir que obedezcas.

Por ello, cuando Edgar le pregunta sus condiciones, Robin cambia el tema. Les comenta sus planes a futuro; abrir su propia productora y tomar sus propias decisiones. Entonces, intenta rebajar sus sueños; le responde que no es fácil ser aceptado en la industria, especialmente con su condición. No mencionara que al ser europeo, le costará obtener la confianza del grupo selecto de estadounidense puros que dominan la industria. Remarcan que, está mucho más seguro bajo Paramount, aquellos que están dispuestos a otorgarle todas las libertades que quiera, junto con una valiosa seguridad.

Es la forma en que desliza lo consciente que está de ello, por eso consideraba adquirir una empresa mediana, mencionando una o dos, pero asegurándose de que Estudio Carpem entre a la conversación.

Y comenta, con un evidente fastidio:

—Con ese manager inflexible que tiene, quizás sea la única manera de que Steve Lee protagonice mi película.

—¿Steve Lee? —el interés en su voz es inmediato, porque finalmente encontró un cabo suelto en su determinación—. ¿El que ganó el Oscar este año?

—Casi todos mis personajes los escribo para un rostro como el suyo —confiesa con anhelo, exagerado pero honesto—. Sería el hombre más feliz si pudiera trabajar con él.

Edgar alza una ceja y se inclina sobre su escritorio. Eso es buena señal, está creyendo que todo se trata de una simple frustración por un actor. Le a

—Podría comunicarme con Grath Noxton, es un gran amigo mío.

—¿En serio? —suelta con gozo, pero se retrae de inmediato—. No..., no creo que lo consigas. Su manager tiene control de él...

Entonces, encoge sus hombros, como si no fuera nada.

—Si Steve obedece a su manager —sus manos se alzan a medida que explica—, su manager cumple con lo que Noxton, su jefe, le pide. Pero, ¿a quienes le hace caso personas como Noxton?

Es así como consigues ascender, haciendo que alguien de mayor poder empuje a una persona fuera del camino para entregarte su asiento.

En año nuevo, Yeonjun recoge la correspondencia esparcida en su entrada. Ordena los sobres en su recibidor, apartando las cartas de Soobin y un sobre color terracota con la elegante firma de Robin Coppola.

 

«Querido Daniel,

Después de estrechar las manos, Edgar me prometió hacer un par de llamadas por mí.

Estaré reuniéndome personalmente con Grath Noxton en enero.

Tendrás novedades de mí.

—R.C»

Deberían darme un diploma por esto, pensó Yeonjun mientras regresaba la carta a su sobre.