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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-11-23
Updated:
2025-12-01
Words:
64,644
Chapters:
8/?
Comments:
12
Kudos:
19
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4
Hits:
558

Guía para erizos primerizos

Summary:

Shadow y Amy han tomado la decisión de convertirse en padres, sin embargo, no todo será tan fácil como lo planeaban. Incluso con la intensa preparación de Shadow y el inmenso amor de Amy, las cosas parecen no siempre jugar a su favor.
-No es un camino fácil, pero el que estés conmigo lo hace menos difícil.
¿Cómo lo lograrán? Pronto lo descubriremos. Acompaña en la Guía Para Erizos Primerizos a este par que anhela formar su propia familia.
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Please! Feel free to translate this work using a translator and right here on this page to make it easier to read in your preferred language. Also, feel free to leave comments in whatever language you prefer; I'll read them <3 (ANY TRANSLATION PUBLISHED WITHOUT MY CONSENT WILL BE REPORTED). What I mean is, please use your browser's built-in translator, not create translated books TTnTT. This fic was originally written in Spanish. I don't yet speak English well enough to do a more efficient translation myself. I apologize if there are errors or if some parts are confusing. Btw, is also published in Wattpad under my username (Lachicasolitaria123) //Este fic está escrito originalmente en español y está publicado en Wattpad (Lachicasolitaria123).

Notes:

IMPORTANTE (Transalte this, pls): Esta es mi obra más ambiciosa, suelo ser muy detallista con las emociones de cada personaje por lo que quizás la traducción en algún momento pueda ser extraña. Confíen en su instinto <3
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Please! Feel free to translate this work using a translator and right here on this page to make it easier to read in your preferred language.
Also, feel free to leave comments in whatever language you prefer; I'll read them <3
(ANY TRANSLATION PUBLISHED WITHOUT MY CONSENT WILL BE REPORTED).
What I mean is, please use your browser's built-in translator, not create translated books TTnTT.
This fanfic was originally written in Spanish. I don't yet speak English well enough to do a more efficient translation myself. I apologize if there are errors or if some parts are confusing.
This work is also published on my Wattpad profile under my username (Lachicasolitaria123).
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¡Por favor! Sean libres de traducir por medio de un traductor y en esta misma página esta obra para facilitar su lectura en su idioma preferido.
Asimismos, sean libres de dejarme los comentarios en el lenguaje que mejor les parezca, yo me encargo de leerlos <3
(TODA TRADUCCIÓN QUE SEA PUBLICADA SIN MI CONSENTIMIENTO SERÁ DENUNCIADA).
Lo que quiero decir es que usen el traductor de su navegador, no que hagan libros traducidos TTnTT.
Este fanfic está escrito originalmente en español, aún no domino el inglés lo suficiente para hacer una traducción más eficiente yo misma. Lo siento si hay errores o algunas partes resultan confusas de leer.
Asimismo, esta obra está publicada en mi perfil de wattpad bajo mi mismo nombre de usuario (Lachicasolitaria123).

Chapter 1: Sinopsis

Chapter Text

⋆。‧˚ʚ🧸ɞ˚‧。⋆

 

Amy y Shadow llevan ocho años juntos y dos de casados, no por presión, sino por amor y decisión.

Su tranquila vida de casados se ve afectada cuando, sin querer, compran un libro de paternidad, lo que siembra en ambos una chispa que nunca antes habían considerado como pareja con profundidad: ser padres.

 

⋆。‧˚ʚ🧸ɞ˚‧。⋆

 

—Me da miedo no saber hacerlo. No tener idea de cómo proteger a alguien tan... pequeño, tan tuyo, tan mío, tan nuestro. No quiero fallar, Amy.

—Yo también tengo miedo, pero no me asusta contigo. Me asusta sola. Me asusta callarlo, guardarlo y hacer como si no lo sintiera. Pero contigo... me siento fuerte, Shadow, y eso me hace pensar que quizás... estamos listos.

—¿Y si no tengo esa chispa? —preguntó, casi con vergüenza. Aún no sabía cómo hablar de lo que sentía. No del todo.

Amy lo miró con amor.

—No todas las chispas aparecen igual. A veces no arden de golpe, a veces crecen, a veces se contagian, y se encienden poco a poco. Solo quiero saber si tú la dejarías crecer...

Shadow cerró los ojos por un segundo. En su mente se dibujó una imagen imposible: una pequeña figura rosada, risueña, abrazando su dedo con una mano diminuta.

Suspiró, lento, grave, meditado, pero sincero.

—No lo sé aún con certeza, Amy. Pero no la apagaré.

 

🍼₊˚⊹ ᰔ

 

Amy siempre soñó con ser mamá. Lo mencionó con ternura en algunos pequeños momentos de su relación.

Shadow jamás dijo que no, es más, hay una extraña calma en su corazón al imaginar una familia con ella.

¡Acompaña a estos dos erizos en la aventura tan divertidamente caótica, dolorosa y amorosa que es ser la primera vez siendo papás!

 

Chapter 2: 01. Casa

Chapter Text

Era una de esas mañanas que parecían hechas a mano. El cielo estaba despejado, el aire olía a flores recién abiertas y las calles vibraban con el buen ánimo. Todo lucía tan en calma que hasta el paso del tiempo parecía ir más despacio para poder disfrutar del presente.

Definitivamente había iniciado la primavera, y la ciudad entera estaba contagiada de esta.

Había algo extraño en el aire, esa sensación que trae el cambio de temporada, esa que te motiva a iniciar algo nuevo, a cambiar la rutina, a crear algo con amor, algo que florezca, como las flores de aquella primavera.

Shadow y Amy no eran ajenos a la situación. Aprovechando el buen clima, habían decidido hacer las compras para la semana, esta vez sin sacar la lujosa camioneta de Shadow o el convertible de Amy.

No.

Querían disfrutar de la mañana, del aire fresco y el buen paisaje, dejarse llevar, más por petición de Amy, por las buenas energías que traía su temporada favorita, por lo que decidieron caminar, deleitarse del clima, y, de paso, pasear un poco por la ciudad.

—Esta semana quiero intentar nuevas recetas —comentó la rosada mientras enlazaba su brazo con el del azabache, un gesto que se les había hecho común y que al mayor le gustaba más de lo que admitía—. ¿Se te antoja algo en especial?

El contrario recibió gustoso el brazo de su compañera, mientras caminaba tranquilamente con el resto de las bolsas en su otro brazo, como si de plumas se trataran y no de casi medio supermercado.

Nada fuera de lo normal.

Iban de regreso a casa, a paso ligero, dejándose envolver por el bonito día. Amy irradiaba alegría, fulgor, calidez, se notaba en la radiante sonrisa que portaba. Se sentía en su elemento, en su salsa. Shadow, a pesar de su fría personalidad, se había visto inevitablemente contagiado por la energía positiva de su pareja, reflejado en su relajado caminar y en la minúscula sonrisa que se formó en su rostro.

—¿Quizás algo picante? —respondió pensativo, fingiendo no haber visto cómo la rosada se llevó todo tipo de ajíes solo porque le parecieron de colores muy bonitos.

—¡Excelente! Entonces puedo probar algún platillo peruano. Leí que por allá se consume muchísimo. Creo haber comprado ají ama-

De repente el paso de la rosada se detuvo abruptamente, al mismo tiempo que sus palabras.

Shadow frunció el ceño, no por molestia, aunque quizás si le molestaba tener que dejar de escuchar la entusiasmada voz de su amada, sino por curiosidad. Confundido por la repentina pausa, dirigió su mirada a los ojitos verdes de que tanto le gustaban, para darse cuenta que estos miraban maravillados una venta de garaje, como si hubiera descubierto un tesoro oculto.

Antes de que pudiese decir algo, ya estaba siendo arrastrado hacia las mesitas llenas de objetos bajo la sombra amable del árbol de un jardín que pertenecía a una casa del vecindario cercano al suyo, y en donde dos ardillas terminaban de acomodar las últimas cosas que ponían en venta.

Amy, a punto de arrasar con todo, entonces se volteó a verlo, y con la mejor expresión tierna que pudo darle, le sonrió.

—Solo una vista rápida, ¿si? Te prometo que no tardo —pidió.

El azabache enarcó una ceja, divertido. Negó levemente con una sonrisa. Sabía que su esposa amaba las ventas de garaje tanto como amaba las tiendas de todo por un ring, y estas últimas las amaba tanto como disfrutar de su postre favorito.

No entendía cómo hacía para encontrar tan buenos productos a tan buen precio,  supuso que era una habilidad suya. Y así, tal como era, él la amaba.

Por eso la había elegido para toda su vida.

Amaba como incluso en las pequeñas cotidianidades, Amy podía darles el significado más dulce y profundo que podía haber conocido jamás.

No la cambiaría por nada.

—Adelante, creo que yo también daré un vistazo —asintió mientras buscaba algo de su interés, encontrando así unas bonitas gafas de sol.

Luego de un rato, Amy cargaba nuevas 4 bolsas llenas de cosas, entre ellas adornos para la casa, algunos nuevos electrodomésticos para la cocina, reliquias muy buenas por cierto ya que ya no las fabricaban de esa calidad, algunas prendas vintage para ella y un par de accesorios para Shadow.

Tenía una sonrisa de suficiencia.

Sabía que había conseguido buenas gangas.

Por otro lado, el azabache se encontró hojeando algunos libros y enciclopedias que le habían resultado bastante llamativas, cortesía del dueño de casa, quien tenía un buen gusto en literatura. Eran tantos papeles encuadernados, títulos nuevos, tapas desgastadas que no sabía cuáles llevar.

Todos eran de su interés, pero no quería ser tan avaricioso, y tampoco tenía muchas ganas de armar una nueva repisa para su propia biblioteca.

El dueño, una ardilla ya bastante mayor, viendo tal indecisión, se acercó con una caja hacia él, quien, con el ceño fruncido, intentaba decidirse por dos libros de literatura antigua.

—Decisión difícil, ¿eh? —comentó amistosamente, colocando la caja en el piso.

Shadow apenas levantó la vista.

—Tal vez... —musitó. Estaba realmente concentrado en su tarea.

El mayor soltó una risa baja.

—Tranquilo, hombre, hagamos algo —propuso al intuir que el erizo podría desencadenar una guerra silenciosa entre ambos libros y el ganador sería llevado a casa. No quería que algo así tuviera como escenario su jardín.

Dicho esto, el azabache volteó a verlo. Había captado su atención y curiosidad.

—Veo que tu chica se llevó casi todo lo que teníamos a la venta —continuó—. ¿Qué te parece si, en agradecimiento, te llevas toda mi biblioteca? Es una colección que me tardó años en completar, pero a donde nos mudamos no puedo llevarla. Me parece que tendrán un mejor hogar con ustedes.

Shadow lo observó, pensando en la propuesta. Era demasiado buena para ser real.

La colección era de una calidad superior, algo que le costaría mucho más en recolectar.

—¿Está seguro? En verdad no es necesario, lo puedo pagar —intentó negociar.

—No te preocupes, hijo, de todas maneras, tenemos que deshacernos de todo lo que podamos lo más pronto posible —respondió la ardilla mientras metía los libros en la caja y la cerraba—. Es una colección bastante variada, encontrarás de todo, recetarios, literatura clásica, revistas, y alguna que otra sorpresa.

Sin más, le tendió la caja ya cerrada a Shadow, quien dudo un poco más antes de tomarla con cuidado, como si se le fuese otorgado algo más que peso. Algo más frágil, especial.

—Muchas gracias.

El mayor asintió, mientras volvía a entrar a la casa.

—A ustedes. Mucha suerte, que lo disfruten.

Dicho eso, el erizo regresó junto a Amy, quien se despedía de la otra ardilla al ver que su pareja ya se acercaba para regresar a casa.

—Gracias por esperarme —le dio un beso rápido en la mejilla, percatandose así de la gran caja que el contrario cargaba—. Vaya, al parecer encontraste más cosas que yo. Esa caja se ve muy pesante —rió.

—Bueno, me hizo una muy buena oferta, una que llevaba tu nombre por cierto, y que la verdad no podía rechazar —respondió divertido, insinuando que Amy un poco más y compraba la vivienda en venta—. Y también hay cosas que pueden interesarte. Mencionó algo de recetarios clásicos...

A la rosada se le volvieron a iluminar los ojos, imaginando las miles de recetas clásicas que podría recrear. Una pequeña "o" se formó en sus labios.

Shadow relajó un poco su semblante, enamorado de la forma en la que Amy se emocionaba. Definitivamente haría todo lo posible por hacerla así de feliz todo el tiempo.

—Entonces vamos a casa, mientras más pronto lleguemos, más pronto podrás revisar todo lo que hay.

Amy asintió, aferrándose al pecho de su esposo, y esperó el Chaos Control que los llevaría, junto a todas sus compras, a casa.

Una casa que pronto no solo se llenaría de libros nuevos.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Ya bien almorzados, cortesía de un delivery de Shadow provocado por el cansancio que las compras habían dejado en ambos, Amy llevó la caja al jardín trasero de su casa.

Estaba emocionada.

El azabache le había comentado que encontraría de todo un poco, que podía quedarse con lo que le gustara y curiosear todo lo que quisiese.

No era una gran fan de la lectura, pero leía de vez en cuando. Todo lo contrario a su pareja, que tenía una gran colección de libros de todo tipo que cada fin de mes se iba agrandando un poquito más.

Le gustaba ver como Shadow intentaba comprender mejor las cosas a través de las letras, y no negaría que se veía muy guapo concentrado. Sonrió de tan solo recordarlo.

Además de nuevos recetarios, esperaba encontrar uno que otro libro de romance. Un pequeño capricho suyo, para nada secreto.

Y es que el amor que irradiaba Amy Rose necesitaba alimentarse de alguna otra fuente que no fuera su propia naturaleza y corazón.

Se sentó con cuidado bajo el gran árbol que adornaba el jardín, un cerezo que Shadow le había regalado en su primer aniversario de bodas. La brisa suave agitaba las hojas, dejando caer una lluvia ligera de pétalos rosados a su alrededor, haciendo que la escena pareciera mágica.

Entre ese susurro celestial y el aroma de sus preciadas flores, Amy se sintió en calma.

Se dejó envolver un poco más por la sensación cálida antes de ponerse manos a la obra y curiosear aquella caja de una buena vez.

En efecto, habían muchísimos libros, de distintos temas, tapas, grosores y colores. Separó algunos por género, para que así el azabache pudiera colocarlos en la biblioteca de la casa sin problema alguno, y se quedó con otros que le llamaron la atención, los cuales pondría en su mesita de noche para disfrutarlos antes de dormir.

Sin embargo, quedaba un libro más en aquella caja.

Diferente.

Uno que no se había dignado a tomar todavía, pues, a diferencia del resto, este realmente se encontraba desgastado. Las letras del título, que en su mejor momento fueron doradas como el amanecer, ya casi ni podían leerse, como si la noche las hubiera cubierto permanentemente. El azul bebé de la cubierta, bastante desteñido por cierto, se encontraba con algunas manchas de antigüedad y las hojas tenían el típico tono amarillento en los bordes.

Era una reliquia. Un libro que parecía haber cargado con mucho y ser muy querido por alguien, pues a pesar de tu natural deterioro, no se encontraba dañado.

Amy lo dejó al último para chequearlo con detenimiento antes de organizarlo.

Terminada su tarea, finalmente lo tomó con cuidado, con una extraña sensación de respeto. A simple vista, no le llamaba la atención, sin embargo, sentía que tenía algo importante en su interior, que no era un libro cualquiera.

¿Un álbum de fotos? ¿Un diario personal? No lo sabía, pero se sentía muy íntimo, muy cálido, muy familiar.

Lo puso sobre su regazo, limpiando delicadamente el polvo que tenía sobre la tapa con el dorso de su mano. Definitivamente el título era inteligible, lo que le causaba aún más curiosidad por descubrir de qué rayos trataba aquel misterioso montón de papel encuadernado.

Ya con la ansiedad al tope, abrió el libro. La primera página le reveló el título completo, y de golpe sintió un nudo en el estómago.

Se quedó inmóvil. Sus mejillas se tiñeron de un rubor tenue.

No estaba preparada para lo que sus ojos visualizaban.

No en ese momento.

Abrió los ojos de par en par.

Algo muy profundo, un instinto que tenía guardado con cariño y recelo, se removió en su interior.

Shadow, quien la observaba curioso desde el marco de la mampara que daba hacia su muy amplio y bien cuidado jardín, gracias a Amy, decidió acercarse hasta sentarse junto a ella al ver que, con ese libro, la rosada tuvo una reacción diferente que con los demás, pues se quedó congelada un buen rato con el texto entre las manos, sin moverse tan solo un solo centímetro y con las mejillas levemente sonrojadas.

No podía identificar si era asombro, felicidad, enojo o curiosidad, su semblante era indescifrable, pero no se quedaría con la duda. Si algo había hecho incomodar a su esposa, lo arreglaría de inmediato.

—¿Qué pasa? ¿Encontraste que no te gustó? —preguntó con suavidad mientras se acomodaba a su lado.

A pesar de todo, no quería romper aquella imagen angelical de Amy bajo el cerezo y las hojas adornándola. Se veía muy bonita, aunque su semblante tenso contrastaba con la calma del lugar.

Amy no respondió, ni siquiera se inmutó cuando el perfume de Shadow envolvió sus fosas nasales. Seguía mirando la página como si fuera un espejo que le mostraba un pensamiento demasiado íntimo.

El azabache, contagiado por la curiosidad y el silencio de su esposa, se acercó un poco más hacia ella, lo suficiente para leer con facilidad el contenido de la hoja y leyó el título en voz baja.

Guía para padres primerizos... —susurró.

Amy finalmente reaccionó y cerró el libro de golpe, sobresaltándolos a ambos.

Soltó el suspiro que había estado conteniendo por minutos que parecieron eternos.

Algo dentro de ella se había removido a tal punto de desequilibrarla. ¿Cómo es que cuatro simples palabras pudieran sacudir todo su mundo?

Bueno, no era imposible, ni mucho menos impensable.

Lo sabía, lo sabía muy bien.

Sabía muy bien que algo se acababa de abrir, y nunca más podría cerrarse.

Ya no más.

Quizás... quizás era el momento de finalmente hablarlo.

Recostó su espalda en el pecho del contrario, buscando algo de calor y valor para soltar lo que por mucho tiempo había evadido confesar en voz alta y a profundidad.

Durante años, el deseo de ser madre había latido silencioso en su interior. Desde muy pequeña tuvo ese instinto de querer ser madre y formar una familia, por lo que el crecer y planificar una se había convertido en algo muy importante y fundamental para ella.

Cuando empezó a salir con Shadow, no era fue tema que tocara seguido, solo breves palabras mientras se conocían el uno al otro. Cuando las cosas comenzaron a tornarse más serias, lo pensó con más cuidado, pero no se atrevió a decirlo, sin embargo, en silencio, empezó a evaluar a Shadow como el candidato para hacer posible su sueño.

Pero no podía ser egoísta. No era una decisión unilateral, tenía que hablarlo con él, pero tenía miedo. Se había encariñado tanto con él, que temía que por el pasado tormentoso del mayor este no quisiese formar una familia.

Entonces todo se acabaría.

Entonces llegó el compromiso, un paso importante en su vida, y ya no podía engañarse más. Recordaba como con lágrimas en los ojos, una semana después de que un bonito anillo de oro puro con un pequeño diamante rosa adornara su dedo anular, se aferraba a Shadow, asustada por lo que tenían que hablar, suplicando a todos los Dioses que por favor su ahora prometido no se cerrara a la idea.

No quería dejarlo, no quería que todo acabara, pero era necesario hablar de las cosas incómodas, de los miedos, para crecer y progresar.

Cuando por fin se calmó y pudo expresar su más profundo sueño, el rostro contrario no se contrajo, no se asustó, no la alejó y mucho menos la rechazó.

Shadow, con la mayor calidez y suavidad que pudo encontrar, acunó su rostro entre sus manos, y plantó un beso lento, amoroso, cargado de un sentimiento profundo y sincero, en sus labios salados.

—Ya habrá tiempo para hablarlo con más calma, Rose, pero si te pedí que fueses mi esposa es porque hace mucho tiempo tomé la decisión, y esa es que te quiero para siempre, para toda mi eternidad.

Le dijo aquella vez.

El corazón de Amy había encontrado por fin calma, pero aquel tiempo prometido no llegó.

No por esquivarlo o ignorarlo, simplemente la oportunidad no se había dado genuinamente. Sin que sea forzado, sin que sea una exigencia.

Hasta ese día.

Ya habían pasado dos años de la boda y tres del compromiso.

El momento había llegado de la forma menos esperada, menos buscada, pero finalmente, había llegado.

Shadow la acomodó mejor, levantándola y colocándola entre sus piernas mientras se recostaba en el tronco del cerezo para una mejor comodidad. Una de sus manos se dirigió a las púas ajenas, acariciándolas con ternura. Eran suaves y sedosas, emanaban un leve aroma a fresas, aquel que lo volvía loco y lo tranquilizaba.

Era su olor preferido en el mundo.

La eriza se dejó hacer, acomodándose de espaldas en el pecho de su amado, disfrutando por un momento más el silencio que aún no se atrevía a rasgar.

Nerviosa, entrelazó sus manos con la contraria libre, sintiendo el calor ajeno que tanto le gustaba.

Con lentitud y una precisión casi quirúrgica, las posó sobre su vientre.

Un movimiento genuino, casi instintivo, motivado por una sensación muy primitiva de su cuerpo por todo lo que se aproximaba.

—Shadow... —musitó finalmente. Su voz salió más quebrada de lo que esperaba.

El miedo volvía a apoderarse de ella.

¿Y si Shadow se había arrepentido? Él siempre supo que ella quería ser mamá, aunque lo haya mencionado pocas veces. No era de los tipos que olvidaban detalles así de importantes.

Pero la duda nuevamente se había instalado en ella, y esta vez con más fuerza.

Ahora estaban casados, tenían una relación sólida, proyectos de vida entrelazados. Un divorcio a estas alturas iba a ser complicado y muy doloroso.

El llamado, notando la tensión en el cuerpo que descansaba sobre él, acarició una vez más.

Claro que sabía lo que sucedía. El libro, su mano reposando sobre un inusual lugar del cuerpo contrario, la forma en que Amy se encontraba tensa, el hilo de voz que la acompañaba, y los pensamientos que supuso ya inundaban el corazón y mente de quien amaba.

No era tonto.

Sabía que había llegado el momento de la charla.

Una de las charlas más importantes de su vida, y, aunque no se sintiera de todo preparado para afrontarla, su decisión, su promesa y su respuesta no habían cambiado.

Ni siquiera tres años después de la última vez que hablaron del tema, si no es que todo se había reforzado aún más.

Sin embargo, ahora debía ser sincero y directo, debía darle una respuesta real, propia, a las tantas dudas que carcomían a su esposa por dentro.

No podía seguir haciéndole esto. No con un tema tan delicado para ella.

Juró no lastimarla, no hacerla llorar, no hacerla sufrir.

Pero, al igual que ella, él también esperaba que el momento llegara por sí solo. Sin forzar nada, sin ser influenciados, sin ser cuestionados.

Y era el ahora.

Era el momento de la verdad.

—¿Qué sucede, mi Rose? —respondió con suavidad. Quería transmitirle toda la tranquilidad posible, no hacer las cosas más difíciles.

Amy bajó la mirada hasta sus manos, sintiendo como las vibraciones de la voz ajena disipaban un poco sus ansiedades, y sin pensarlo mucho, finalmente lo soltó.

—¿Alguna vez... quisieras ser papá?

El silencio que la siguió fue desolador.

Shadow cerró los ojos por un momento, procesando la pregunta y evaluando una respuesta.

No la iba a hacer esperar más. Era ahora o nunca.

Ella ya se había sincerado, era su turno, era lo más justo.

—Amy... —comenzó—. Te voy a ser sincero, pero necesito que estés calmada, ¿si? Sé lo muy importante que es para ti este tema, y eso lo convierte en importante para mí también.

La rosada asintió levemente, sintiendo una pequeña opresión en su corazoncito.

El azabache continuó.

—Nunca pensé en ser padre, Amy.

Las palabras la atravesaron como dagas, dagas que se sentían suaves por el tono usado, pero dolían como el infierno.

Se paralizó por unos breves segundos, intentando procesar lo que acababa de ser confesado.

Su mayor miedo se estaba convertido en realidad, y, por primera vez, no podía hacer nada para arreglarlo.

No podía obligarlo, no podía amenazarlo, no podía cambiarlo.

No podía darle un martillazo y acabar con todo, como estaba acostumbrada.

Y ahora, todo se estaba terminando.

Bajó la cabeza, sintiendo como las lágrimas comenzaban a bañar su aún sonrojado rostro.

El mayor al notar esto, rápidamente la abrazó con el brazo que reposaba en sus puás rosadas hasta ese momento, queriendo contenerla, queriendo no romperla.

Aún era algo torpe con las palabras. Se maldijo por ello, y se apresuró a continuar.

No quería que ella derramara ninguna sola lágrima más, mucho menos por su culpa.

Le dolía también, y claro que iba a solucionarlo.

—Sin embargo, cuando te conocí, algo en mí sembró esa duda —continuó, provocando que los espasmos provocados por el llanto en Amy se detuvieran poco a poco—. Con el pasar del tiempo, pude conocer más facetas tuyas, y, aunque quisieras disimularlo, las pocas veces en las que hablabas de tener una familia o convertirte en mamá, había un brillo diferente en tus ojos. Tu voz salía más maternal de lo normal, tus movimientos más suaves, y todo alrededor se sentía más cálido, más hogareño, más seguro.

La rosada soltó una de sus manos con cuidado, para limpiarse las lágrimas.

Una esperanza, una muy chiquita, se instaló en ella al escucharlo hablar.

—Se sentía a algo que yo había perdido hace mucho tiempo, Amy, a algo que extrañé cada momento de mi vida desde que lo perdí... —hizo una pequeña pausa. Aún era doloroso recordar aquellos momentos—. Contigo a mi lado, Rose... comencé a sentirme en casa.

Lentamente deshizo el abrazo, dirigiendo su mano libre al mentón de la rosada, con delicadeza obligándola a mirarlo.

Amy, una vez más, se dejó hacer, y algo más se estremeció en ella cuando Shadow comenzó a acariciar con su pulgar su vientre. No quitó ni por un segundo la mano de ese lugar desde que la reposó ahí.

Sus zafiros brillaron de emoción y nuevamente las lágrimas amenazaban con salir, pero esta vez ya no de dolor.

—Contigo lo quiero todo, Amy Rose, y si seguir sintiéndome en casa significa comenzar a formar una, entonces sí quiero ser padre, pero solo contigo, porque tú me haces querer serlo.

La rosada deshizo todo agarre de inmediato, volteandose y quedando frente a frente con él.

No podía creer lo que escuchaba, pero aún así el leve rastro de la duda se apoderaba de ella.

Necesitaba confirmarlo, saber que lo que escuchaba era verdadero, genuino, algo que realmente le nacía del corazón a Shadow.

—¿Lo dices en serio? No lo dices para que deje de llorar, ¿verdad? Porque si es-

Un dulce beso la calló de inmediato.

Breve, pero intenso, cargado de emociones, sinceridad y compromiso.

—Hay pocas veces en las que he hablado en serio y con la sinceridad más pura que puedo ofrecer, Amy. Nuestros votos matrimoniales fueron una de esas veces, y esta charla, es otra de ellas.

Sus rubíes no mentían.

Al contrario, Amy juraría que vio esa pequeña chispa, esa pequeña luz que ella veía en sí misma cuando a veces, frente al espejo, miraba su vientre plano, imaginando algún día verlo abultado.

Una gran sonrisa, una sincera, nacida desde lo más profundo de su ser, adornó su iluminada carita, y lo abrazó. Lo abrazó muy fuerte, enterrando su rostro en la curvatura de su cuello, dejando que las lágrimas fluyeran y se llevaran todo el mal rato, reemplazándolo con nuevas aguas que traían alegría y esperanza.

Su sueño, su más grande sueño, iba a convertirse en realidad junto al hombre que amaba. ¿Cómo no llorar de felicidad?

Shadow, correspondió, acariciando su espalda con ternura, con amor, dejándola ser, y dejando que Amy también se llevara un poco de sus miedos, porque no podía mentir, temía que Amy también lo rechazara, pues, aún, muy muy oculto dentro de él, sentía que una vez más podía ser juzgado por su pasado, aunque la rosada jamás lo hizo.

Era algo en lo que aún estaba trabajando y sanando.

Con la fémina aún en sus brazos, bajó su mirada al libro, aquel que lo había desencadenado todo, y esbozó una pequeña sonrisa, una sincera, porque sabía que ese montón de papeles los guiaría en una nueva aventura.

Una que, aunque aún no lo admitiera en voz alta, lo emocionaba.

La tarde terminó de teñirse de naranja, entre charlas de posibles nombres, de pañales y de juguetes.

La chispa se había encendido en dos corazones que estaban dispuestos a amar a uno más, no desde el deseo, no desde el impulso, sino, desde el más puro y sincero de los amores.

 

 

 

 

 

________________________

CINCO DE LA MAÑANA AMIGOS, EN MEDIA HORA TENGO QUE IR A ESCALAR UN CERRO Y NO HE DORMIDO NADOTA.

Pero no me importa, inspiración es inspiración.

Ah~ Bienvenidos a mi gran sorpresa: "Guía para erizos primerizos". Una comedia romántica en donde espero que nadie se muera (jiji) nacida desde mi propio deseo de ser madre y de falta de reacciones de Shadow al enterarse que será papá.

Yo siempre dije, a falta de algo, yo misma me lo creo, ¿por qué no?

Estoy emocionadísima por escribir cada capítulo, de verdad.

Espero lo disfruten tanto como yo. 

Nos leemos pronto

Los quiere, su keridísima escritora, Chetos

PSDT: ya tengo twitter y ando más activa por allí, me encuentran como thequeenchetos , quizás suelte spoilers, suba arte y me vean chillando por otros fics que ando leyendo jsj

Un besito a todos.

-QCB

Chapter 3: 02. En sus marcas, listos, fuera

Chapter Text

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Habían pasado tres semanas desde aquella charla y la dinámica en la casa Dark Rose había cambiado, aunque no drásticamente.

Se sentía algo nuevo en el aire, en el ambiente, en ellos.

Con el reciente crecimiento de la chispa paternal en ambos, Amy finalmente comenzó a soltarse con respecto al tema, como si un interruptor hubiera sido presionado en su interior, dando así rienda suelta a sus instintos maternales a través de, lo que consideraba ella, disimuladas acciones.

De repente su Pinterest estaba lleno de ideas para el cuarto del bebé, patrones de tejidos de mantas infantiles y outfits de temporada para recién nacidos. Su rutina en casa tampoco era ajena a ello. Las baladas románticas que tarareaba mientras cocinaba o hacía jardinería se vieron reemplazadas por alguna que otra canción de cuna, algunas inventadas y otras que había escuchado de Vanilla.

Shadow solo la miraba divertido saltonear por toda la casa con una alegría que no había visto en años. Ver a su esposa así de alegre era contagioso, de todas maneras, la felicidad de Amy también era la suya, y se sentía bien poder experimentar esa nueva situación con ella.

Claro, a su manera, porque su semblante frío y rudo no dejaban ver aquella emoción que comenzaba a nacer en su interior.

A simple vista pareciera que no compartiera la emoción de su compañera de vida, sin embargo, eran emociones tan nuevas para él que apenas las estaba digiriendo. Shadow sí había cambiado, aunque de forma mucho más discreta. Había comenzado a prestar atención a cosas que antes simplemente pasaban desapercibidas: la forma en que los padres sujetaban a sus hijos en la calle, la paciencia con la que les hablaban, los pequeños gestos de protección. Incluso en G.U.N. se detuvo a escuchar con más detenimiento a sus colegas hablar de sus familias.

En silencio, lo analizaba todo.

¿Sería capaz de dar esa misma seguridad? ¿Podría algún día cargar entre sus brazos a un niño con su sangre y la de Amy? ¿Formar aquella familia de la que todos se enorgullecían? No lo decía en voz alta, todavía no, pero esas tres últimas semanas lo pensaba más de lo que jamás habría admitido.

Cuando veía a Amy ensimismada entre mantas o modelos de cunas, algo dentro de él se removía. No solo era ternura hacia ella, era una emoción más honda, primitiva, desconocida. Una especie de anhelo nuevo. Un deseo que no sabía que llevaba años encerrado en algún rincón de su ser y que, sin proponérselo, ella había liberado.

Por primera vez en mucho tiempo, Shadow no pensaba únicamente en cumplir misiones o en sobrevivir a su propio pasado: pensaba en el futuro.

En su futuro.

Un futuro con su propia familia.

No impuesta, no creada artificialmente, una nacida de ambos, del amor, su amor, solo de ellos.

Por otro lado, Amy seguía irradiando su nueva energía a donde quiera que fuera. En el supermercado, en alguna reunión con sus amigos, dentro de una charla casual. No podía evitarlo.

Solo recibía una mirada divertida de sus amigos y una pregunta dirigida a Shadow sobre la clase de bicho que le picó a la rosada, teniendo de respuesta una negativa silenciosa, acompañada de una sonrisa cómplice.

Solo era cuestión de tiempo para que se enteraran de lo que sucedía, y si Amy había decidido no confesarlo todavía, él lo respetaría. Ella también debía estar tomándose su tiempo para asimilar sus sentimientos antes de confirmar cualquier cosa.

Ambos estaban tomando el tema con mucho cuidado, porque a pesar de todo, las certezas aún eran inciertas. Por el momento, todo solo era un deseo, un anhelo, compartido.

Pero el silencio iba a durar poco. Amy había sido un poco más descarada al respecto y esto era más que evidente en el lugar en donde últimamente pasaba más tiempo del que debía: el trabajo.

Amy era co-dueña, junto con Vanilla, de una de las mejores cafeterías de la ciudad. Si bien gracias a su puesto no requería de estar presente todos los días, le gustaba ir a supervisar y crear nuevas recetas, así como instruir a sus empleados para siempre ofrecer el mejor trato a sus clientes.

Era un negocio bastante bien consolidado por su experiencia previa en la Restauración, y el haberse aliado con la coneja había resultado el plus perfecto para ofrecer postres no solo de calidad, también caseros, con un toque moderno, sí, pero de esos que al probarlos te hacen sentir en casa.

Claramente fue un boom.

¿Y cómo no? La cocina moderna de Amy Rose fusionada con la cocina casera y hogareña de la gran Vanilla en un solo sitio. Un sueño hecho realidad. Apenas pudieron con las órdenes la primera semana de apertura.

Ahora el ambiente, con las nuevas energías de Amy, se sentía renovado, fresco, como si nuevas cosas vinieran pronto.

Si algún cliente ingresaba con un niño o bebé, la rosada se encargaba de atenderlos personalmente, bajo la excusa de tantear mejor a la clientela. Los empleados la dejaban ser, porque, más allá de que fuera su jefa, notaban que la rosada se sentía realmente feliz por atender a las familias e infantes.

Lo que no sabían, era que aquella nueva hospitalidad solo era una fachada para ocultar su deseo de convivir más con los niños, impulsado por su instinto maternal.

Verlos tan pequeñitos, juiciosos, tiernos, mini copias de sus padres, simplemente la enternecía por completo. Su encanto natural hipnotizaba a los bebés, haciendo que le dedicaran muchas risitas y caritas sonrientes.

Se moría por tener ya el suyo propio.

Sin embargo, pese a sus intentos, todos fallidos, para disimular sus nuevos deseos, estos no fueron pasados por alto por la coneja mayor que, después de ver como casi secuestraba a un recién nacido, decidió intervenir.

Vanilla reconoció esa vigorosidad desde el primer momento, y no pudo evitar sentir algo de nostalgia al respecto. Podía identificar el instinto maternal instalarse en cualquiera desde kilómetros de distancia.

Era sábado por la noche, los últimos clientes, quienes casualmente vinieron en familia para celebrar el nacimiento de su primogénito, ya se retiraban, siendo despedidos por una Amy conmovida hasta las lágrimas luego de escuchar la historia de la concepción del niño.

Luego de cerrar la atención, ambas mujeres se sentaron a compartir una cena ligera, charlando como habitualmente era cada fin de semana sobre el negocio y sus vidas en general.

Un gesto que atesoraban ambas, ya que, luego del matrimonio de la eriza, temían que se distanciaran por la nueva vida y responsabilidades que esta debía asumir.

Vanilla, finalmente luego de tanta charla, cruzó una pierna sobre la otra, apoyando la taza de porcelana humeante entre sus manos, con ese aire sereno que tanto la caracterizaba.

Era el momento de actuar.

—Y bueno, Amy, ¿algo nuevo que me quieras contar? ¿Una nueva hazaña? ¿Un nuevo deseo? ¿Algo que hayas querido ocultar sin éxito? —preguntó la coneja como si del clima lo hiciera, con una sonrisa tranquila que escondía su sexto sentido maternal.

Amy dejó de tomar de su propia taza de inmediato. Había sido atrapada

"Upsi" —pensó para sí misma antes de que una sonrisa gigante adornara su rostro al mismo tiempo que un sonrojo visible se ponderaba de sus mejillas y orejas.

La eriza había estado esperando la pregunta durante tres semanas, y ahora que por fin la oportunidad se había presentado, sus ojitos se iluminaron como dos estrellas mientras asentía frenéticamente.

No se lo quiso decir a nadie, a nadie excepto a Vanilla.

Se había contenido durante ese tiempo. No le había contado a nadie sobre aquella charla con Shadow. Sinceramente, ya tenía muchas ganas de soltarlo y compartirlo un poco, y con nadie mejor para hacerlo que con ella, alguien que la conocía como la palma de su mano, que había sido su confidente desde el primer día, y, lo más importante, alguien con clara experiencia en el tema y que sabía que la ayudaría sin dudar.

—¡Oh por Gaia, Vanilla! ¡Sí! —exclamó con un entusiasmo contenido, apoyando los codos sobre la mesa, sosteniendo sus mejillas—. Gracias por preguntar, en verdad, te tengo maravillosas y hermosas noticias.

La mayor soltó una pequeña risa. Siempre era bueno ver a Amy así de feliz, y mejor aún cuando se trataba de nuevas noticias suyas.

—¿Y bien? ¿Qué te tiene tan feliz, tan maternal? —inquirió con cuidado mientras dejaba la taza sobre la mesita de té del balcón del local.

Amy estuvo a punto de hablar, pero se detuvo. Bajó la mirada hacia sus manos, que ahora descansaban en su regazo, deslizando fugazmente sus ojos a su vientre.

Era una noticia muy importante y debía comunicarlo con cuidado.

Se tomó unos segundos antes de responder, planeando en las palabras correctas, pero asimismo su corazón estaba luchando por soltar todo su sentir.

Sin perder la emoción, finalmente su dulce voz se hizo oír.

—Verás... Vanilla, tú me conoces desde que era muy pequeña, casi me criaste, y por ello, sé que me conoces tanto o más como yo misma —se sinceró—. Es por eso que debes saber que uno de mis grandes sueños siempre fue formar una familia.

Vanilla asintió con cariño, su instinto no había fallado.

Amy tragó saliva, como si las palabras le rasparan al salir. Sus dedos tamborilearon nerviosos sobre sus piernas antes de dirigirse nuevamente a la taza y tomar un sorbo.

Su sonrisa se desvaneció. Lo que venía sería un poco más difícil.

Era el momento de abrirse con la mujer que la había visto crecer.

—Sé que quizás enterré un poco ese sueño cuando... cuando Sonic me rompió el corazón —su voz se quebró de golpe, obligándola a detenerse y bajar la mirada de nuevo. Se mordió el labio, intentando contener la punzada en el pecho—. Vanilla... tú lo sabes, yo de verdad creí que sería él. Me veía con una familia enorme, corriendo detrás de pequeños erizos azules, esperándolo en casa luego de una misión, convencida de que por fin mis sueños iban a cumplirse junto al héroe de Mobius.

Una lágrima rodó sin permiso y Amy la borró con el dorso de la mano, como si al esconderla pudiera disimular lo mucho que todavía dolía.

—Pero él... él no podía darme eso. No porque no me quisiera, sino porque jamás iba a darme el compromiso que yo necesitaba, y con ello, jamás podría cumplir con mis expectativas, ni aunque lo obligara. Y yo... yo sentí que había sido una tonta, que lo asusté con mis sueños, que era demasiado intensa —hizo una pausa, buscando fuerza interior—. Luego de tantas noches llorando, me juré a mí misma olvidarme del amor, y con ello, de ese deseo maternal. Era como si hubiera matado esa parte de mí... aunque nunca fue su culpa, ni la mía. Las circunstancias y mi inmadurez fueron lo que desencadenaron que reprimiera todo el deseo —su voz se apagó, quedando apenas en un susurro.

Era cierto, luego de una muy breve relación con Sonic, de sentir que su vida por fin cobraba sentido y que, luego de dar el primer paso como novios, se casaría con el erizo de sus sueños para tener una numerosa familia, este rompió con ella al poco tiempo.

No fue por alguien más, no fue porque no la quería, sino, porque él nunca podría darle a ella lo que realmente necesitaba: compromiso y reciprocidad. Y seguir en una relación que no llegaría a nada positivo no era una opción válida.

El cobalto lo intentó, realmente lo intentó, pero por mucho que la amara, Amy jamás sería feliz con él y lamentablemente su naturaleza libre jamás iba a cambiar. Sabía que ella se doblegaría, que haría lo imposible por quedarse con él, y tenía miedo de hasta dónde podía llegar, si era capaz de sobrepasar sus límites y abandonar todos sus sueños por él. Por eso rompió con ella, por el bien de ambos, aunque doliera, aunque sus corazones se rompieran.

Por supuesto que ocurrió todo lo que temía. Amy lloró, suplicó, pero su decisión era firme. No podían estar juntos, y ninguno de los dos realmente quería atar al otro a su modo de vivir. Fue doloroso, sí, pero era lo mejor, y ahora la rosada apreciaba esa decisión, pues la hizo crecer y comprender el mundo de otras formas. Que no todo por mucho que quisiera podía ser.

Tardó un poco, pero lograron volver a ser amigos, sin embargo, los corazones rotos no se recuperan de la noche a la mañana. Amy entendió, comprendió, perdonó y avanzó, pero la herida se mantuvo ahí, intentando cicatrizar, intentando hacer las paces con la realidad de que sus sueños jamás se harían realidad.

Lo había superado, sí, pero la mente no olvida, y aquella dolorosa realidad realmente la marcó.

Dejó a un lado todo deseo suyo que involucrara tener una relación, enfocándose en sus labores como heroína y en cumplir sus propias metas personales. Fue así cómo estuvo por años enfocada en la Resistencia y en la creación de su cafetería. No quería tener la cabeza en otro lado, aunque la verdad, no quería que nadie más rompiera su corazón e ilusiones, y si eso significaba no volver a amar, eso haría, aunque no quisiera, realmente.

Solo quería protegerse, no salir herida nunca más.

Pero no podía evitar pensar en la idea, en amar y ser amada de la forma romántica que le encantaba. Dolía como el infierno, reprimirse aquel amor se sentía como arrancarse el corazón, así que se prometió a sí misma replantearse la idea cuando tenga todo en orden, cuando la herida cicatrice un poco más, cuando todo esté más en paz.

Sin embargo, sus planes fueron frustrados más pronto de lo que esperaba, cuando una mañana encontró unos ojitos rubíes que la miraban con ese brillo que reconoció al instante.

Amor.

Y el resto fue historia.

—Pero llegó Shadow. Y sin que lo planeara... me devolvió esa ilusión que yo misma había enterrado —continuó.

Con él, el deseo de querer formar una familia regresó, aunque apaciguado por la experiencia previa con el héroe de Mobius.

Tenía miedo, mucho miedo. De que quizás Shadow no quisiera formar una familia con ella, de que también sería pasajero, de que el pasado del azabache fuera tan abrumador que la idea sería descartada al instante. O que quizás nuevamente el problema fuera ella, su intensidad, sus emociones, sus sueños, quizás todo eso estropearía las cosas de nuevo.

Había cumplido con su promesa, con reprimir todo el deseo, aunque había fallado con respecto a volver a amar tan pronto, aunque ya habían pasado años del suceso, no quería arriesgar su nueva relación con el azabache. Se sentía tan bien con él que temía que una sola palabra sobre el futuro, una frase demás, un dicho en el momento equivocado, lo arruinara todo y el azabache se vaya, como Sonic lo hizo antes.

Pero aún así, por mucho que luchara contra sus temores, no podía evitar mencionar el tema de vez en cuando.

Estaba realmente ilusionada, y aunque no quería presionarlo, sin querer algún comentario sobre lo lindo que sería tener una familia, sobre un cochecito de bebé que vio en el centro o que Rouge comenzaba a planear una familia con el equidna se le escapaban.

A pesar de que Shadow no la ignoraba ni decía demás, la culpa de estarlo presionando estaba ahí, es por ello que se callaba de inmediato y cambiaba de tema bruscamente.

Pero ahora todo había cambiado, todo se había esclarecido. Sus más profundos anhelos se estaban volviendo realidad junto al hombre que le juró ante un altar y el universo entero que la amaría hasta el fin de la vida, sin importar qué, sin importar cómo.

Finalmente Amy Rose fue encontrada, comprendida, amada, por alguien que podía darle lo que ella tanto deseaba y necesitaba: un amor sincero, intenso, comprometido y real. Un amor que la abrazaba aún en sus errores, en sus miedos, en sus cicatrices.

Y gracias a ese amor, ahora se cumplía otro de sus sueños, se convertiría en mamá.

—A pesar de que siempre quise ser madre, Vanilla, nunca quise que mi bebé creciera en una familia incompleta, y siempre me vi teniendo una pequeña mini yo, o mini su padre corriendo por ahí. Lo hablé con Shadow luego de comprometernos, sé que debió ser antes, pero me conoces, suelo llevarme por mis emociones... —el semblante de Amy cambió a uno nostálgico—. Temía que Shadow rechazara la idea, lo que significaría terminar con él, porque a pesar de amarlo tanto, no podía ser egoísta y arrastrarlo conmigo a algo que no quería, lo aprendí a las malas con Sonic. Y renunciar a mi maternidad es algo que jamás negociaría.

Aunque el cobalto le había asegurado que la quería mucho y la causa de su ruptura no era su culpa, la rosada nunca le creyó por completo. Era intensa, apasionada, con mil ideas del futuro en mente, y sabía que en el fondo quizás lo había asustado. Es por eso que al inicio de su relación intentó ser más resguardada, más seria, más recatada con Shadow. Todo en vano, porque su verdadera naturaleza, esa alegre y risueña que enamoraba al erizo, terminó saliendo a la luz junto a la pregunta del de vetas rojas del porqué se había estado reprimiendo tanto.

Él la amaba tal y como era, con sus sueños, sus deseos, sus temores, sus miedos, y, aunque en ese momento no se había atrevido a confesar su pasado, se prometieron no reprimir sus sentimientos, ser lo más transparentes que pudieran por el bien de ambos y de su relación.

Shadow The Hedgehog amaba con cada púa de su ser a Amy Rose, y si era necesario, se lo gritaría al universo entero para que ella le creyera y confiara en él.

Amy lloró en aquella cita, se sentía segura con alguien más después de mucho tiempo. Y fue ahí en donde todo empezó, en donde quizás, solo quizás, se permitió soñar una vez más, creer en que Shadow jamás la dejaría, y con ello, con la diminuta esperanza en su corazón, a pensar en él como el futuro padre de sus hijos.

No solo porque ella lo deseara, sino, porque algo de él, en su forma de ser, en su cariño, en su compromiso, volvió a germinar en ella aquella chispa que guardaba con recelo: formar una familia.

—Pero algo en Shadow me hizo confiar en él, en esperarlo, en creer, en soñar una vez más. Su forma de ser, la forma en la que me trataba, en la que me ama, todo me llevó a un buen presentimiento, incluso el tarot me dijo que confiara en el proceso —una pequeña sonrisa apareció en su rostro, adornada de un sonrojo causado por recordar a su amado—. Luego de haberme sincerado después de habernos comprometido, me prometió hablar del tema después. No se cerró, no me apartó, pero mencionó algo de haber tomado una decisión hace mucho, lo que lo llevó a pedir mi mano y que me elegía para toda su eternidad.

Una de sus manos acarició con amor y ternura el anillo que llevaba en su dedo anular. Un bonito anillo de oro rosa, con un pequeño diamante en rojo y una rosa grabada a su alrededor, al igual que sus iniciales y las del azabache al interior.

—Y, finalmente, sucedió hace tres semanas —sus ojitos de repente se acuaron y tomó la mano de Vanilla para buscar un poco de fuerza—. Hace tres semanas descubrí a lo que se refería... y, te juro, Vanilla... en todos los años que llevo viva, después de todo lo que pasé, nunca antes me había sentido tan feliz, tan plena, tan completa, tan afortunada de tener a un hombre como él a mi lado.

La rosada echó a llorar un poco. Recordar el momento bajo el cerezo, el cómo Shadow la abrazaba, le acariciaba el vientre, le hablaba suave y con dulzura.

Y pensar que en algún momento creyó que jamás nadie la amaría.

La coneja sintió un nudo en la garganta. A través de los años había visto a esa niña traviesa y terca convertirse en mujer, había escuchado sus confesiones más inocentes, y recordaba como si fuera ayer cuando una pequeña Amy le dijo, con voz chillona, que quería ser una mamá "tan increíble como ella".

Ahora, frente a sus ojos, la niña de entonces brillaba convertida en mujer, pidiendo permiso para soñar otra vez.

Correspondió el agarre con cariño, contagiándose del momento y una sonrisa que aguantaba sus lágrimas se formó en ella.

Finalmente, la rosada tomó un poco de aire, sus mejillas estaban levemente teñidas de rojo, con pequeñas lágrimas escurriendo en ellas.

Su dulce voz entonces confesó.

—Vanilla... él me dijo que estar conmigo era como sentirse en casa, y si sentirse así significaba comenzar a construir la nuestra, él también quiere convertirse en padre... no por mí, sino, porque le nace querer serlo.

La llamada soltó el aire que no sabía que llevaba conteniendo y le dedicó una mirada cálida.

Había esperado por mucho tiempo escuchar aquellas palabras de la eriza, escuchar que alguien quería formar una familia con ella de la manera en la que ella soñaba y quería.

—Voy a ser mamá... junto al hombre que amo...

No pudo más.

Las emociones que había guardado durante tanto tiempo finalmente se desbordaron en un llanto descontrolado.

La coneja inmediatamente se levantó, y la abrazó con ternura, dejando que la rosada soltara todo lo que había estado conteniendo.

Estaba tan orgullosa de ella.

—Vaya... —susurró, limpiándose una lágrima con el guante, conmocionada—. Estas si son noticias importantes, mi querida Amy... Me siento tan feliz por ti, después de tanto... por fin, pequeña...

Amy sintió las mejillas arder, escondiéndose un poco más en el hombro de la coneja, aunque no pudo evitar esbozar una sonrisa tonta.

Se sentía liberador, un peso nuevo yéndose y una nueva sensación instalándose.

Decirlo en voz alta le había hecho comprender el panorama.

Era una realidad.

Por fin, luego de tanta incertidumbre, iba a convertirse en mamá y formar su tan anhelada familia.

—No sabes cuánto me costó guardármelo... —confesó en voz baja.

Vanilla rió bajo, casi maternal.

Dejó que Amy se calmara un poco, para volver a tomar asiento, seguida de la contraria.

Sirvió un poco más de té y tomó el rumbo de la conversación.

Con la voz más orgullosa y maternal que pudo hallar, empezó.

—Estoy agradecida porque me lo hayas confiado. Sé que has estado esperando durante tantos años por este momento, y me alegra tanto que por fin aquello que tanto has soñado se esté volviendo realidad —felicitó, sin embargo, su semblante se tornó un poco más serio, aunque no dejó de reflejar calidez—. Te voy a decir algo, Amy, tienes veintinueve, estás en un punto perfecto de tu vida. Tienes un matrimonio sólido, un trabajo estable, una red de amigos increíble, y con un buen compañero como Shadow... no me cabe duda de que serán unos padres maravillosos.

Amy, quien apenas había vuelto a sentarse, casi saltó de la silla de felicidad ante las últimas palabras. Nada en el mundo la tranquilizaba más que la aprobación de la mayor. Sus palabras significaban mucho para ella, y decir que tanto Shadow como ella serían unos padres espectaculares era el mejor halago que había recibido en años, claro, luego de los de su marido.

Pero la coneja alzó una oreja, interrumpiéndola con suavidad y obligándola a guardar un poco la compostura. La rosada bebió otro sorbo, con la cara roja, y una sonrisita cómplice.

—Peeero... —añadió con tono cariñoso pero firme—, justamente porque sé lo fuerte que eres y lo mucho que sientes, debo advertirte algo. Un bebé no es solo un deseo bonito, es una responsabilidad inmensa. No puedes guiarte solo por la emoción.

La rosada bajó la mirada de inmediato, apretando sus dedos sobre el regazo. La sonrisa que llevaba en el rostro se desvaneció de inmediato y el miedo volvió a apoderarse de ella.

¿En qué estaba pensando? Se estaba comportando como una chiquilla a la que le habían regalado su dulce favorito y no como la pronta mujer de familia en la que se convertiría.

Apenas habían pasado tres semanas, lo sabía, pero si quería hacer las cosas bien, definitivamente debía comenzar a poner los pies en la tierra.

Lo había pensado con seriedad un par de veces, sin embargo, quería disfrutar esa nueva faceta un poco más, sonreír tontamente unos segundos más, girar sobre sí misma unas vueltas más, así que lo dejaba para después. Pero Vanilla tenía razón. Tener un hijo no era una decisión tomada a la ligera, y debía comenzar a tomarlo con la seriedad debida.

Quizás Shadow ya tenía todo un plan elaborado y ella seguía comportándose como una niña.

—Tienes razón, Vanilla... —murmuró—. No quiero ser impulsiva, no quiero arruinarlo, pero al mismo tiempo no puedo dejar de sentirme tan genuinamente feliz. No me sentía así en años. Lamento si soné como una irresponsable.

Las dudas comenzaban a apoderarse nuevamente en ella.

¿Y si estaba comenzando con el pie izquierdo? ¿Si su impulsividad lo arruinaba todo? ¿Si no sería una buena madre?

Vanilla extendió una mano y la posó con ternura sobre la suya al notar que la rosada, con una mueca de angustia, comenzaba a perderse en su mundo.

—Y justamente porque piensas así, sé que serás una buena madre, Amy. Pero hay que hacerlo bien desde el principio: chequeos médicos, preparación, y sobre todo, mucha paciencia. Esto no es una carrera, es un camino largo y hermoso, así que no te sientas culpable por disfrutar —le sonrió con cariño.

La rosada asintió, más calmada. ¿Cuándo rayos había vuelto a sentirse culpable por sentir? No, eso era algo del pasado.

Era Amy Rose, la heroína de Mobius más audaz y capaz, con un corazón gigante y una determinación invaluable. Si pudo contra un doctor malvado, una invasión alien, un virus extraño y anomalías en la realidad, ¿qué tan difícil era controlar sus sentimientos ahora?

Una nueva determinación en ella comenzaba a nacer. Por ella, por su futuro hijo, por su familia, por Shadow.

Era este el momento por el que tanto luchó, daría todo de sí misma.

—El camino de ser madre es maravilloso, Amy, disfrútalo al máximo, pero con la realidad presente siempre, ¿sí? Sé que podrás lograrlo, más aún si tienes a Shadow a tu lado. Él tiene una forma increíble de complementarte, por eso son una gran pareja, a pesar de los altibajos. No tengo dudas de que él también será un gran padre.

Amy sintió un nudo en la garganta, pero esta vez de alivio.

La coneja era una persona en la que podía confiar su vida entera sin chistar, era su referencia, uno de sus modelos a seguir, casi como una madre, y ahora le ayudaría a convertirse en una.

—Gracias... —susurró, con las lágrimas brillando nuevamente en sus ojos verdes—. No sabes cuánto necesitaba escuchar eso. Quiero hacer las cosas bien, Vanilla, lo he estado deseando por tanto tiempo, pero soy nueva en esto. De verdad, de todo corazón y por lo más sagrado que tengo, no quiero fallar.

—Y no lo harás más de lo necesario. Yo estaré aquí para ti, cariño, yo voy a acompañarte en cada paso, como lo he hecho desde que eras una niña —le aseguró la coneja, con esa serenidad que siempre la había hecho sentir en casa y un poco de nostalgia—. Estaré aquí para guiarte en lo que necesites, para recordarte respirar cuando te dejes llevar, para aconsejarte cada vez que dudes. Créeme, Amy, lo harás muy bien.

La eriza asintió con fuerza, aferrándose a esa certeza como si fuera un salvavidas. Ya no estaba sola con ese nuevo sueño.

Una nueva sonrisa sincera y cargada de agradecimiento se formó en ella y se la dedicó a la mayor.

—No sé qué haría sin ti, Vanilla.

La noche entre ambas había transcurrido un poco más antes de regresar a casa. Con algo de té tibio, consejos nuevos y sonrisas cómplices de un deseo guardado por años.

Amy Rose era muy afortunada, y estaría bien preparada.

Comprendió que, por primera vez, su sueño de ser madre ya no era un anhelo lejano, sino, era un camino que había comenzado a andar.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Para alguien como Shadow, la posibilidad de poder tener una pareja era remota y casi inexistente.

Tenía muchos demonios interiores con los cuales lidiar y aún estaba en búsqueda un lugar en el mundo con el cual reafirmar sus convicciones para así sentirse más cómodo con sí mismo y su misión de salvaguardar la tierra.

La tierra.

Un lugar que le había arrebatado todo, y al mismo tiempo, se lo había dado todo.

¿Quién imaginaría que aquel ser híbrido del espacio, quien al inicio juro no dejar ni el polvo, estuviera después de una década y media durmiendo acurrucado en los brazos de una eriza rosa totalmente opuesta a él?

Si se lo contaban a su yo del pasado, probablemente hubiera matado al que decía tremenda estupidez.

Jamás había pensado en estar en aquella posición, pero las cosas habían cambiado demasiado a lo largo de los años.

El tiempo, la vida, todo avanzó, y él no fue la excepción.

Se había reformado correctamente, ahora era un agente de élite y bastante respetado en G.U.N.. Si bien su pasado era algo de lo que seguía trabajando en terapia, los ataques de ansiedad y las pesadillas habían disminuido considerablemente. Sus habilidades sociales también habían mejorado, seguía siendo reservado y serio, pero a su manera había encontrado amigos en colegas y el resto de héroes, con los que podía contar, y en algunos, confiar.

Estaba muy orgulloso de su progreso, el poder respirar sin pesadez después de tanto, el dejar ir esa coraza de amargura que le hacía tanto mal. Sin embargo, una gran parte de los cambios se lo debía a cierta eriza que en ese instante lo abrazaba con cariño.

Amy Rose

O como a él le encantaba llamarla, su Rose.

Desde el día en que la conoció, no pudo apartar la vista y atención de ella. Esa fuerza, esa determinación, el amor y alegría que irradiaba todo el tiempo, inclusive en las situaciones más críticas, lo habían motivado e inspirado a cambiar.

Admiraba la fortaleza de Amy, nunca la vio como una inferior por su vulnerabilidad por ser sentimental, al contrario, la respetaba mucho por saber canalizar sus emociones y usarlas para dar lo mejor de sí misma.

Así fue como poco a poco comenzó a acercarse a ella, por mera curiosidad, porque se sentía irremediablemente atraído y quería comprender, entender, aprender a lidiar con sus propios sentimientos como lo hacía tan fácil parecer la rosada.

Y cuando Rouge le explicó, después de haberle confesado que desde hace un tiempo la situación con Amy había cambiado, que de repente estar lejos de ella le dolía, que si alguien más se acercaba a ella se sentía molesto, que comenzó a notar pequeños detalles en ella que nunca supo que estaban ahí, que sin querer, una sonrisa pequeña, diferente, incontrolable, se formaba en su rostro al verla, que supo que estaba perdidamente enamorado de Amy Rose.

Para su buena suerte, ahora tenía el honor de llamarla su esposa.

No solo eso, la posibilidad de crear una familia con ella, compartir algo tan íntimo, crear algo tan de ellos, se había vuelto un deseo compartido, y, si todo salía bien, una pronta realidad.

Desde que se casaron, el estar con ella fue lo más parecido a volver a casa. No una casa de paredes y puertas, sino de olor a fresas, risas a deshora y una calma que no había conocido jamás. Por eso, cuando aquella tarde bajo el cerezo ambos dijeron en voz alta lo que venían pensando con cuidado, que sí, que querían intentarlo, que querían traer una vida al mundo, algo en Shadow crujió por dentro.

Como si una pieza vieja, oxidada por el tiempo, por fin encajara en su sitio.

Con Amy, la palabra hogar cambió de significado. Con un hijo, la palabra promesa cambió de peso

Habían pasado algunos días desde aquella conversación, en donde se dejó expuesto lo inevitable, que ya no se trataba de "algún día", "después", "en otro momento", sino de una realidad que por fin los había alcanzado.

Shadow, al contrario de Amy, nunca tuvo el deseo paternal en su sistema. No se había dado el tiempo de pensar en una pareja, mucho menos en una familia. Sin embargo, en cuanto empezó a salir con Amy, notaba como esta hacía esfuerzos monumentales por no hablar del tema.

No era tonto, pero al mismo tiempo, le resultaba extraño que la rosada lo hiciera, y, sin embargo, no preguntaría. No ahora, no en ese momento, porque veía que la mirada de Amy se oscurecía al cambiar de tema, que sus labios temblaban sutilmente y sus hombros se tensaban.

Era un tema muy importante para ella, y si no lo quería decir todavía, él no la presionaría, pero estaría preparado para el momento.

Tiempo después, Vanilla le contó que Amy siempre había deseado ser mamá, pero debido a un suceso personal, la rosada tuvo que reprimir ese deseo y las ganas de volverse a enamorar por muchos años para concentrarse en sí misma. Esa explicación también encajaba con el porqué al inicio de la relación Amy se había comportado más distante y fría.

Era una forma de protegerse, secuelas de aquel suceso del que la rosada todavía no se atrevía a hablar.

Él, lejos de enojarse, comprendió, y luego de que la ojiverde se derrumbara en una de sus citas y de prometerse no volver a reprimir sus verdaderas formas, las cosas fueron para mejor. Quería demostrarle a Amy que él era de confianza, que él no se iría, pero primero tenía que tener la certeza en sí mismo de que realmente estaba dispuesto a cumplir con esa promesa.

Porque quería amar bien, porque quería que todo lo que sintiera por Amy sea sincero, real, genuino. No algo que él hiciera por ella por obligación, por mantenerla cerca, por complacerla, sino, por ambos, porque él quisiera, porque él la amara sin olvidarse de sí mismo.

Fue por eso que comenzó a averiguar poco a poco sobre el tema. No le desagradaba la idea de la familia, y tampoco le molestaba ver los ojitos iluminados de la contraria cuando se le escapaba algún comentario o veía a una convivir en el parque. Él había sido parte de una familia antes, sabía lo que era sentirse parte de una, pero lamentablemente le arrebataron la experiencia de la forma más desgarradora posible.

De regreso al presente, Shadow había notado de inmediato los cambios en su esposa. Sus intentos por disimular que no se moría por hablar de bebés y sonajas eran, cuanto menos, inútiles.

Amy era demasiado transparente cuando si de algo que la ilusionaba se trataba, es por eso que las pequeñas indirectas o comentarios sutiles se sentían como una bomba de emociones. Era un poco abrumador, sí, pero al mismo tiempo le encantaba conocer de esa manera pura esa faceta de la rosada.

Era toda una experiencia nueva.

Sin embargo, la quinta canción de cuna que la escuchó tararear en una sola tarde fue suficiente para que el azabache entendiera que debía ponerse manos a la obra, no porque la forma en la que estaban lidiando con la situación fuera un problema que lo aterraba, no, sino porque comprendía que pronto sus vidas cambiarían por completo, y debían estar preparados para ello.

No se trataba de apagar la alegría de Amy, al contrario, quería hacerle espacio, prepararle un nido en donde esa alegría pudiera crecer sin miedo.

Pero la felicidad lamentablemente nunca llegaba sola, con ella venía el miedo, el temor y ese perfeccionismo que tanto lo caracterizaba.

Frente a él, aquella posibilidad que jamás consideró tomar, se había presentado. Ya no le impondrían una familia, no, ahora él tenía la potestad de elegir conscientemente sobre de qué manera podía formar la suya, y sea cual sea su decisión, no pensaba fallar.

Fiel a sus principios y valores, lo tendría absolutamente todo bajo control. Nada que no pudiera estar fuera de su alcance debía salir mal.

Al día siguiente, luego de impartir los entrenamientos de rutina a los nuevos aspirantes de G.U.N., decidió quedarse un tiempo más en su oficina. El cuartel ya olía a desinfectante y metal tibio, el pasillo respiraba ese silencio cansado de final de jornada.

La suya ya había terminado, pero tenía algo importante que hacer. Un paso que oficialmente dejaría como precedente su decisión, y con él, el cambio permanente en su vida.

En sus manos, un sobre con documentos se encontraba recientemente sellado, y aunque solo se trataba de un par de hojas, se sentía como cargar una bomba.

Dentro, el contenido era formal. Iba a solicitar pruebas médicas, todo lo necesario para evaluaciones de fertilidad, análisis de base de energía Chaos, pruebas genéticas no invasivas, modelos de riesgo para embarazo inter-especie, protocolos de emergencia, literatura médica disponible, métodos de concepción, instrucciones para sobrellevar un embarazo exitoso. Todo lo que pudiera darle a Amy y a él un camino seguro, o por lo menos, más claro, más oficial, más real.

Sabía que su origen lo hacía distinto, que no podría concebir como el resto de los erizos, y por eso también debía preparar a Amy de la manera adecuada. No quería que corriera algún riesgo peligroso y él no sería tan irresponsable para permitirlo.

Shadow The Hedgehog, la última forma de vida definitiva, un híbrido entre erizo y alienígena, con un cuerpo que desafiaba todas las normas biológicas conocidas. Su mera existencia había sido un enigma para los médicos de G.U.N., quienes durante años monitorearon su salud y su estabilidad como si fuera un espécimen de laboratorio, aunque realmente no lo molestaba. Él también se sentiría interesado si tuviera que estudiar el único ejemplar perfecto de una especie extinta.

Sin embargo, nunca se le había investigado desde el punto de vista reproductivo. Definitivamente sería el tema de conversación algunos días.

Suspiró con pesadez.

Arrugó un poco el sobre.

"¿Y si no puedo? ¿Y si la idea del 'hijo' se queda siendo eso: idea? ¿Y si hereda de mí el peligro antes que la vida? ¿Y si mi promesa se rompe otra vez, como con María?"

Eran preguntas que últimamente habían dado vueltas en su cabeza. Compartía la emoción de la rosada, la ilusión, pero tenía que ser realista. Un lado suyo se culpaba por darle la luz verde a la eriza cuando ni siquiera tenía la certeza de ser fértil, otro suplicaba con todo lo que podía que las benditas pruebas salieran positivas.

Su mirada repasaba el título de la solicitud una y otra vez, hasta que se dirigió al pequeño marco de fotos que conservaba en su escritorio. En el, tenía fotos con Amy, con el Team Dark, con G.U.N., pero una resaltaba sobre las demás, una foto con María y Gerald.

El pasado, el presente, y el futuro que nunca creyó tener.

El azabache soltó otro suspiro pesado. El peso del ARK, de María, de todo lo que alguna vez consideró familia y hogar cayó de nuevo sobre sus hombros. La sensación familiar tan lejana que le había dejado aquel tiempo volvió a instalarse en él. Ya habían pasado décadas, y el sentimiento comenzaba a desvanecerse, pero era consciente que desde hace unos años había renacido con fuerza.

No lo entendió al principio, no entendía cómo es que era posible volverse a sentir así, seguro, querido, a gusto, en casa, hasta que la respuesta llegó en forma de erizo rosa.

Amy había despertado en él esa sensación hogareña de nuevo, y cómo no hacerlo, esa mujer irradiaba calidez.

Con ella, todo era como estar en casa, en su casa, y no quería irse de su lado. Se sentía tan bien, tan tranquilo, tan en paz.

Y luego de la charla, una nueva experiencia puso sus pensamientos de cabeza.

Recientemente algunos aspirantes habían sido aceptados para empezar oficialmente sus labores en G.U.N.. Se organizó una ceremonia en donde su presencia era necesaria, pues él estaba a cargo de la admisión y los entrenamientos. Shadow se mantenía en su puesto, solemne, observando a los cadetes recibir sus insignias. Había visto cientos de esas escenas, las podía narrar de memoria: las sonrisas orgullosas, los saludos formales, la tensión de los jóvenes. Pero esta vez, hubo algo diferente.

Quizá porque ya no miraba desde la fría distancia de un instructor de élite, sino desde la orilla íntima de quien empieza a imaginarse del otro lado del escenario. Se detuvo a analizar a las familias.

Vio a padres que abrazaban a sus hijos con orgullo desbordante, otros que reían a carcajadas, como si la victoria de uno fuese de todos. Algunos incluso celebraban los rechazos, consolando al aspirante como si no importara el uniforme, porque seguía siendo suyo. Pero también, en un rincón, lo opuesto: voces frías, decepcionadas, miradas de reproche que se clavaban como dagas en el pecho de un hijo al que, en vez de sostener, empujaban al vacío de no ser suficiente.

Algo se removió dentro de él.

Ese dolor lo conocía. Lo había vivido en carne propia: la presión de ser perfecto, de cumplir expectativas imposibles, de sentir que tu valor se medía solo por los resultados. En el ARK no fue distinto. María lo había amado por lo que era, pero los demás, los demás lo habían visto como un experimento, un éxito o un fracaso, nunca como un ser completo.

Pero esta vez era distinto. No se trataban de seres como él creados con un propósito absoluto. No. Se trataba de seres vivos, con metas y sueños propios, con la libertad de elegir su camino, y sin embargo, ahí estaban, haciéndose pequeños por no cumplir una expectativa impuesta.

¿Cómo era posible decepcionarse de tu propio hijo por algo así? ¿Que acaso los padres no amaban a sus hijos a pesar de sus errores? ¿Por qué eran tan duros con ellos? Cada uno de los aspirantes era valioso, quizás no todos cumplían con el perfil que necesitaban, pero todos, sin excepción, contaban con habilidades para desarrollarse y desempeñar con éxito otros cargos.

Desvió la mirada con molestia y un bufido.

Él no sería así, él estaría orgulloso de su heredero fuera como fuera. Le enojaba lo injusto que le resultaba la frustración de ese grupo de familiares, como si no vieran más allá del resultado desaprobatorio. Como si sus hijos no valieran más que una admisión, como si no tuvieran bondades, solo errores.

No importaba si su hijo sobresalía en combate o si jamás tocaba un arma. No importaba si traía medallas a casa o dibujos mal hechos, informes incompletos, lágrimas de frustración. No importaba.

Él lo abrazaría igual. Lo levantaría igual. Lo amaría igual.

Entonces, de repente, imaginó una escena imposible y, de pronto, tan real que le hizo cosquillas en la boca del estómago: un pequeño de púas alborotadas o una niña con risa de campanitas corriendo hacia él después de un día difícil. Ninguno trayendo triunfos, pero sí lo más importante, la certeza de que alguien los esperaba sin condiciones.

Corrían hacia él en busca de consuelo, contándole que hoy no salió bien un dibujo mientras les revolvía las pequeñas púas, asegurándoles que no pasaba nada, que de los errores se aprende y que el fallar no significaba que era menos.

Porque en esa casa, en su casa, no se dejaba de querer por un resultado, porque, a pesar de tener errores, todos tienen la oportunidad de aprender de ellos y mejorar.

Él lo sabía más que bien.

Inesperadamente, esa sensación en él lo impulsó a pensar en algo más, a querer sentirse orgulloso de algo suyo, de algo que creó él.

Sí, sus hijos cometerían errores, pero no dejarían de ser suyos y perfectos a su manera. Había recibido tantos reconocimientos a lo largo de su vida que ahora deseaba ser él quien los quisiera dar, pero no a cualquier ajeno, sino, a algo que naciera de él, de Amy.

Sí, estaba orgulloso de sus aspirantes, de sus habilidades en combate, pero no los conocía más allá de eso. Sin embargo, si fuese alguien cercano a él, sabría cómo se sentiría, lo que tuvo que pasar, la preparación, el esfuerzo. Sabría qué decirle, cómo actuar.

Alguien familiar, alguien propio.

Un hijo.

Un hijo de la última forma de vida definitiva y la heroína del martillo de Mobius.

La idea lo golpeó con toda su arrogancia y ternura mezcladas.

Un hijo suyo y de Amy. Una nueva vida nacida de la perfección hecha erizo y de la mujer más fuerte y luminosa que había conocido. Un milagro imposible convertido en realidad.

Definitivamente el solo pensar en la posibilidad de crearlo era ya todo un orgullo. Sería perfecto, una combinación de ambos, ¿qué más podría desear el mundo?

Una risa baja, entre incrédula y soberbia, se escapó de su garganta.

Ya estaba imaginando cómo presumiría a su pequeño o pequeña ante la sociedad. Luego se suavizó. No se trataba de que el mundo los aplaudiera, aunque si se aseguraría de que todos alabaran a la futura pequeña forma de vida definitiva, sino, se trataba de algo más pequeño y más grande a la vez. Se trataba de que, cuando ese alguien suyo llegara, supiera que existía un lugar donde cabía entero, sin carencias, sin dolor, porque no venía a llenar ningún vacío y no nacía de una necesidad egoísta.

Mierda.

Si en verdad podía concebir con Amy, bendito sea el futuro heredero. Tendría a la mujer más fuerte y amorosa del universo y a la última forma de vida definitiva totalmente rendidos a sus pies.

Sus ojos nuevamente repasaron la imagen desgastada de María. La promesa rota de protegerla, el vacío de la pérdida, y esa necesidad de querer algo suyo lo hicieron reflexionar.

No era solo orgullo lo que lo empujaba, aunque sí, una parte de él lo sentía: una criatura suya, suya y de Amy, un milagro improbable y bastante tentador. Era, sobre todo, un miedo muy antiguo pidiendo redención. La promesa que no pudo cumplir en el ARK, convertida ahora en deseo: jamás volver a perder así, jamás dejar solo a quien lo necesitara. Una nueva oportunidad para resarcir sus errores.

Una segunda oportunidad, una promesa nueva.

—Bendito seas, pequeño —murmuró con los ojos brillando, aunque aún no existiera—. No sabes el mundo que te espera.

El reloj marcó las cuatro de la tarde. Ya era tarde.

Quería regresar a casa, estar con Amy, dejar que lo enredara con un par de tableros de pinterest con ideas para los outfits del aún inexistente bebé o para la futura habitación de este, y finalmente, acurrucarse para ver alguna serie o película, con o sin final feliz.

Solo quería estar con su esposa, pero aún tenía un asunto pendiente, así que se puso en marcha.

Caminó por los pasillos hasta el ala médica, con la misma compostura con la que había librado mil batallas, aunque dentro de sí sentía un nervio extraño. Saludó con un leve gesto a quienes se cruzaban en su camino; la mayoría respondía con respeto, algunos incluso con entusiasmo, como si sospecharan lo que estaba en juego.

Cuando entregó el sobre a la secretaria, su voz sonó más firme de lo que esperaba.

—Quiero que se me avise de los resultados lo más pronto posible, y aunque sé que es casi imposible, quiero que se maneje con la mayor discreción posible —solicitó.

La ardilla frente a él asintió profesionalmente, recepcionando los documentos e indicando que cualquier novedad o requerimiento se le sería informado por correo.

Los días pasaron, y tal cómo lo predijo, la noticia se esparció por todo el cuartel. No podía esperar menos: en G.U.N. nada permanecía en silencio mucho tiempo.

Para su sorpresa, la mayoría de comentarios fueron felicitaciones. Algunos colegas lo molestaban con ironías amables, otros lo miraban con esa sonrisa cómplice de quien celebra algo grande en silencio. Nadie parecía juzgarlo.

Y, aunque no lo admitiera en voz alta, eso lo reconfortaba.

Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba tan solo como solía creer.

Sin embargo, una charla que escuchó por accidente, lo descolocó por completo.

Había sido citado por el Comandante General para discutir personalmente el asunto de sus análisis. Aunque Shadow no tenía nada que discutir, solo avisar, no esperaba nada extraño: solo informar, asentir y retirarse.

Se dirigió a la oficina de su superior para la reunión, solo para encontrarse con que alguien más estaba con el Comandante. La secretaria le pidió esperar un momento hasta que la persona dentro saliera y pudiera entrar él

El azabache asintió sin más. No tenía apuro, pero mala era su suerte su muy bien desarrollado oído podía captar lo que se decía adentro, y por más que no quisiera oírlo, sea lo que sea que lo involucrara a él, a Amy y el futuro que querían construir juntos era algo de lo que debía enterarse.

No podía verlos, pero por el tono de las voces, podía deducir que era una conversación tensa.

El comandante se escuchaba cansado y determinado, la otra persona, que identificó como un oficial de rango inferior se escuchaba molesto.

—¿Alguien como él debería tener descendencia? —la voz, cargada de desprecio, lo atravesó como un golpe.

El erizo apretó los puños, sintiendo cómo una punzada le recorría el pecho. Esa duda no era nueva. Era la misma que lo había perseguido toda la vida: ¿tenía derecho a existir? ¿a desear? ¿a soñar con algo más?

No se iba a quedar de brazos cruzados. Todos sabían que cualquiera que intentara subestimarlo salía muy mal parado.

Pero alguien más se le adelantó. La respuesta no vino de él, sino del hombre que, contra todo pronóstico, se había convertido en su mayor respaldo.

—Él cambió, lo ha demostrado durante más de una década, ¿no te has dado cuenta? —la voz del Comandante sonó cortante, con una severidad que no dejaba espacio a réplica—. Además, sigue siendo un ser vivo, con sentimientos, aspiraciones, metas. Que su carcasa fría e inquebrantable no te engañe. Aunque no lo veas, también tiene deseos, y con ello, tiene derecho a ser padre y formar su familia como mejor le plazca. Y tiene no solo mi respaldo, sino el de toda la organización.

Shadow contuvo el aire en los pulmones.

—Pero señor...

—Pero nada, oficial Junior —lo interrumpió con dureza—. Shadow the Hedgehog ha sido un agente ejemplar, una figura de superación. Merece vivir una vida feliz después de todo ha sobrevivido, y no toleraré ninguna intervención negativa ni opositora al respecto. El hecho de incluso comenzar con los estudios refleja que se lo está tomando en serio, y es más que suficiente para nosotros que confiamos en él. Dejen al erizo vivir en paz, incluye a su esposa. Es una orden. Y advierto que tomaré medidas como una campaña de desinformación y difamación se inicie en contra de él.

—Entendido, Señor.

—Ahora, no lo molesten más y retírese, por favor.

El silencio que siguió fue absoluto, como un golpe de martillo que sellaba un destino.

Shadow cerró los ojos. Sintió cómo un peso invisible se le deslizaba de los hombros. No lo molestarían. Y lo más importante: Amy estaría a salvo.

Ese era uno de sus tantos temores, más que cualquier resultado, más que cualquier riesgo. El que la señalaran, que la juzgaran, que cargara con la misma cruz que él había llevado toda su vida era algo que quería evitar a toda cosa, y que creía imposible, porque siendo realistas, cualquier cosa que se tratara sobre él levantaba murmullos deseados e indeseados.

Con la noticia de una futura familia con su sangre, esperaba que la situación escalara, pero no sucedió.

El mundo había cambiado.

Ya no era una amenaza, un error, alguien de quien preocuparse. No.

Seguía siendo la última forma de vida definitiva, pero ahora también era un ser que merecía vivir una vida ordinaria. Sin ser juzgado, sin ser sometido, y el mundo por fin lo había entendido.

Cuando la puerta se abrió y el oficial salió con el rabo entre las piernas, Shadow se permitió una sonrisa pequeña, sincera. Entró al despacho con paso firme, pero dentro de sí, por primera vez en mucho tiempo, respiraba aliviado.

Por fin, una de sus tantas batallas había terminado.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

La puerta principal se abrió y cerró despacio, con una suavidad que pocas veces se hacía notar, protegiendo la calidez del hogar del fresco aire de la noche.

Amy finalmente había llegado a casa luego de su charla con Vanilla.

Aún había algo del rastro de sus lágrimas en sus mejillas, había llorado un poquito más al regreso. No de tristeza, sino de esa mezcla rara de liberación y vulnerabilidad que te deja más ligera y, a la vez, con un temblor interno que no sabes cómo ocultar. No pudo evitarlo, se sentía más liberada, más centrada, más feliz, pero al mismo tiempo, se sentía nerviosa.

Necesitaba hablar con Shadow.

Por el contrario, el azabache se encontraba en la sala principal en cuanto sus pisadas comenzaron a crujir sobre la madera. Estaba sentado en el sofá, con ese semblante difícil de leer, con la espalda recta, y una sensación como si llevará horas reprimiendo la impaciencia, probablemente las mismas horas en las que una taza de café a medio tomar y un sobre descansaban sobre la mesita de centro.

Era sábado, uno de los días de descanso del azabache, sin embargo, había pasado unas cuantas horas en el cuartel después de comunicarle que necesitaban de su presencia para finalizar y entregarle por fin los resultados de los análisis que había solicitado hace un poco más dos semanas.

Luego de minutos que parecieron eternos, finalmente su médico de cabecera le entrego un sobre y una sonrisa esperanzadora. Y a pesar de ello, no se había atrevido a rasgar el papel.

Estaba esperando a Amy, necesitaba hacerlo con ella.

Porque esta vez no se trataba solo de él, era algo que los involucraba a ambos, por lo que cualquier revelación lo enfrentarían juntos, como una pareja, como el equipo que eran.

O eso de se había intentado convencer.

—Amy... —se levantó del sofá para tomarla de las manos, pero todo el monólogo y calma que había reunido durante toda la tarde se esfumaron en cuanto vio que las bonitas esmeraldas de su amada y sus mejillas sonrosadas tenían rastros de lágrimas.

Inmediatamente comenzó a revisarla con un cuidado desesperante, buscando alguna herida, alguna molestia.

—¿Todo bien por allá? ¿Por qué lloraste? —preguntó preocupado mientras revisaba detrás de sus orejas.

La rosada río un poco y se dejó hacer un poco antes de detener las manos ajenas y posarlas en su pecho.

Amaba lo mucho que Shadow se preocupaba por ella y lo receptivo que era a cualquier cambio que tuviera.

—Todo está bien, más que bien, no te preocupes —le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Eso no responde mi pregunta, ¿por qué lloraste?

Amy desvió la mirada ante la insistencia del contrario y soltó un suspiro. El corazón le latía muy fuerte y sabía que a Shadow no le gustaba que llorara sin motivo.

Tenía que decirle la verdad, contarle lo que horas antes había pasado.

—Tenemos que hablar, Shadow.

El silencio que siguió fue casi físico. El azabache se tensó, como si un resorte interno lo empujara a ponerse en guardia.

¿Qué había pasado? ¿Amy también se había anticipado? ¿Había descubierto algo que ponía en riesgo a ella o sus deseos?

Intentó despejar su mente. Realmente la incertidumbre de los resultados, el no estar preparado para afrontarlos y ahora lo que sea que estuviese pasando con su esposa estaba acabando con su poca compostura. No se sentía así de nervioso e impaciente desde que le pidió la mano a la rosada y esta se mantuvo en shock durante unos segundos que parecieron siglos antes de romper a llorar, asentir y llenarlo de besos.

Pero ahora las cosas eran distintas, y la inseguridad también.

Amy quiso replicar para tranquilizar al mayor, pero de repente su mirada se enfocó en la mesita, la taza de café y el elegante sobre con el sello de G.U.N.. Ladeó la cabeza, curiosa. Shadow no solía traer cosas del trabajo a casa, y si lo hacía, iba de inmediato a su oficina en casa.

El hecho de que ese documento ahora se encontrara en la sala no era normal.

–¿Qué es eso? ¿Pasó algo? —preguntó con inocencia, olvidando momentáneamente lo que cargaba en los hombros.

El azabache supo de inmediato a lo que se refería y soltó el aire que retenía, preparado para esa pregunta.

Las cosas estaban resultando más difíciles de lo que esperaba.

—Son los resultados de unos análisis que solicité hace unas semanas. También tengo que hablar contigo —confesó lo último en voz baja mientras desviaba la mirada con una mueca preocupada, sin apartarse de las manos contrarias.

Ella levantó la vista hacia él. Sus ojos se encontraron y el aire se volvió denso. Amy entonces dirigió su mano a la mejilla contraria, acariciándola, intentando transmitirle cariño y calma a su chico, queriendo decir "No pasa nada, sea lo que sea, estoy aquí" con un solo toque.

El contrario le sonrió, dejándose acariciar, con los ojitos brillando de cariño.

Definitivamente su Rose sabía exactamente cómo tratarlo.

—¿Te parece si me doy una ducha y conversamos? Si pudieras servir algo de tomar mientras tanto, te lo agradecería mucho —pidió la recién llegada con voz suave mientras deshacía el agarre con cuidado.

Necesitaba terminar de despejar su mente y mantenerse serena para lo que sería una charla importante. No tenía ni idea del tipo de análisis que había solicitado Shadow, pero ya entendía por dónde iba.

Definitivamente el azabache era alguien que le gustaba llevar kilómetros de delantera.

Shadow asintió, obediente, y con eso, la rosada subió a su habitación.

Los minutos pasaron. Mientras el agua corría en el piso de arriba, él se había quedado en la misma posición, estático, con el mismo debate interno con el cual había estado lidiando toda la tarde.

Su mirada estaba enfocada en el sobre que descansaba como si pesara toneladas. Sabía que podría abrirlo en un segundo. Lo había hecho miles de veces con informes clasificados, con misiones de vida o muerte. Era su deber anticiparse, prever, nunca dejarse sorprender.

Pero aquel papel no era un informe más.

Por primera vez en mucho tiempo, la preparación absoluta le parecía insuficiente. ¿De qué servía saber la verdad si ella no la sabía también? ¿De qué servía adelantarse a su reacción, si lo que más anhelaba era compartirla?

Podía leerlo ahora mismo, guardar silencio, y cuando Amy regresara, tener las palabras exactas, el gesto exacto, la estrategia perfecta para contenerla. Eso era lo lógico. Eso era lo que hacía siempre.

Y, sin embargo, no quiso.

Había tomado la decisión. Ese papel no se leería sin ella, porque no hablaba solo de él. Hablaba de los dos. De lo que serían, de lo que soñarían o temerían juntos.

Abrirlo sin ella sería como arrebatarle el derecho de ser parte del inicio de ese capítulo. Y Shadow, que había pasado toda una vida cargando verdades en solitario, no quería que Amy viviera lo mismo.

No esta vez.

Ella debía estar ahí. Tenía que ver sus ojos cuando las palabras salieran del papel. Tenía que escuchar su respiración entrecortada, sentir sus manos buscar las suyas, y, si era necesario, dejar que sus lágrimas, de alegría, de dolor, se mezclaran con las suyas.

Era extraño, incluso para él, pero esa renuncia a adelantarse se sentía más valiente que cualquier guerra que hubiese librado. Porque implicaba confiar en Amy, en que juntos podrían enfrentar cualquier resultado.

No podía ser egoísta. Si al final de esa noche no podía cumplir con la promesa que le hizo, por lo menos sería el hombro en donde su amada pudiera llorar.

El sobre permaneció cerrado, intacto. Shadow lo miró un poco más, sus dedos temblando apenas, y se obligó a apartar la vista para finalmente dirigirse a la cocina.

No sería un secreto suyo, ni una carga privada, ni un conocimiento que lo distanciara de ella.

Sería de ambos.

Luego de aproximadamente veinte minutos, Amy bajó las escaleras con algunas púas todavía húmedas y su pijama favorita, la de estampado de fresas.

Los ojos de Shadow brillaron por unos segundos en cuanto la vio.

No se había detenido a apreciar lo hermosa que se veía esa noche su esposa, pero, aunque ya la había visto así antes, algo nuevo en ella se sentía diferente, más atractiva, más madura, más fogosa..

Ante la intensidad de su mirada, sus jades lo encontraron, ocasionando un rubor instantáneo en ella al instante.

—¿Y bien? ¿Empezamos o seguirás devorándome con la mirada? —se burló Amy mientras le daba un beso rápido antes de acomodarse a su lado en el sofá.

Pero antes de que pudiera siquiera rozar la tela del mueble, Shadow la tomó por la cintura y la atrajo con fuerza para besarla de verdad, un roce más profundo, ardiente, con ese autocontrol al borde de romperse.

—No sé qué demonios tienes esta noche, Rose, pero te ves jodidamente radiante, hermosa —murmuró con voz grave, apenas separándose—. No me molestaría terminar de devorarte...

El comentario la sonrojó hasta las orejas. Amy consiguió escapar, riendo y por fin se acomodó a su lado.

—Lo que tú digas, Christian Grey, pero primero lo importante. Tenemos que hablar —bromeó un poco antes de adoptar una postura más seria.

Claro que quería disfrutar algo de la noche con su amado, pero las palabras de Vanilla se habían quedado grabadas en ella.

Era el momento y tenía que tomar las cosas con seriedad sin importar qué.

Shadow asintió más calmado, tomando un sorbo de, la jarra de agua que había servido para él para después servir un poco de té de jazmín para Amy, el té que le encantaba tomar con un poco de leche antes de dormir.

La rosada tomó la taza en sus manos, dejando que el aroma de la flor la relajara.

Se quedaron así por algunos minutos, disfrutando de la calma, de sus presencias, de la noche que no sería eterna.

Amy rompió el silencio primero.

—Shadow, hoy hable con Vanilla... —tomó un poco de aire, sintiendo cómo la confesión trepaba por su garganta—. Ella me conoce desde que prácticamente era una niña, a veces, incluso pareciera que me conoce más que yo misma... Es por eso que hoy me di cuenta que llevo años guardando, reprimiendo el deseo, escondiéndolo no solo de ella y de ti, sino, también de mí...

Las orejas de la rosada decayeron, sus hombros se encogieron apenas. Shadow solo pudo tomarla de la mano transmitiéndole la calma y fuerza necesarias para continuar. Ella respondió con un apretón, como si su contacto le recordara que podía avanzar sin miedo

—Pero desde que hablamos aquel día, ya no quiero hacerlo más, ya no quiero ocultarlo. En verdad lo quiero, Shadow —sus jades cristalizados buscaron con desesperación los rubíes contrarios—. Quiero formar una familia contigo...

El aire pareció congelarse entre ambos.

Shadow sintió que algo en su pecho, duro como el acero por años, se agrietaba de golpe al escuchar esas palabras. Era diferente asimilarlo a escucharlo como una verdad, en la voz de quien amaba y con quien había decidido empezar a crear.

Amy respiró hondo, obligándose a calmarse. Ya había soltado gran parte de lo que llevaba dentro, solo un poco más y la presión en su pecho desaparecería.

—Y sin embargo... comprendí que no quiero empezar este nuevo capítulo con el pie izquierdo. Sé que estos días he estado muy entusiasmada, lo han notado incluso los clientes —rio nerviosa, bajando la mirada—. Pero olvidé que no solo se trata de querer. También de planificar, de ser realistas, de prepararnos para todo lo que sigue.

Sus ojos volvieron a alzarse, húmedos, brillando con lágrimas contenidas pero llenas de convicción.

—Shadow... si estás de acuerdo, quiero que comencemos de verdad. No solo a soñar con un bebé, sino a buscarlo. A informarnos, a aprender lo que haga falta, a consultar a los doctores, a tomar las decisiones que debamos tomar. Quiero que empecemos el camino de ser padres. Unos reales.

Tragó saliva, sonriendo entre la emoción y el miedo.

—Sin dramatizaciones, sin adornos. Solo tú y yo. Pero con la certeza de que esta vez no será un deseo guardado, sino un paso real hacia la familia que queremos formar.

Finalmente era libre una vez más de sus demonios, sus miedos y temores.

Shadow la observó en silencio, conmovido hasta la médula. Cada palabra suya era un reflejo de todo lo que él mismo había pensado en los últimos días: cada temor, cada deseo, cada estrategia silenciosa que había planeado. Amy lo había dicho con tanta claridad y seguridad que hasta cierto punto le inquietaba, como si hubiese conseguido asomarse a su mente y robarle los pensamientos.

Había acertado. Amy también se estaba preparando, aunque él llevaba semanas corriendo veinte pasos por delante. Y lo entendía. La rosada necesitaba tiempo, procesar cada emoción y luchar contra años de haber reprimido lo que realmente anhelaba. Shadow, en cambio, siempre había vivido con el hábito de anticiparse, de prever escenarios y levantar defensas incluso antes de que la amenaza existiera.

No la juzgaba por ello. Al contrario, estaba orgulloso.

Amy había llegado a esa conclusión a su propio ritmo, sin obligarse, sin desgarrarse en el proceso. Y eso, para él, era más valioso que cualquier plan anticipado.

Ahora era su turno.

—Yo también lo quiero, Amy. —Su voz sonó grave, cargada de emoción contenida—. Yo también quiero formar una familia contigo, y lo quiero hacer bien, sin fallos, sin dolor, sin incertidumbres ni promesas vacías, por eso pedí los análisis.

Los ojos de la eriza se abrieron de par en par. El azabache tomó entonces aquel sobre gris de la mesita, lo sostuvo unos segundos entre sus manos como si pesara toneladas, y lo rasgó con una lentitud solemne. El sonido del papel desgarrándose resonó en la sala como un eco que marcaba el inicio de algo irreversible..

Dentro había varias hojas, sellos, anotaciones médicas. Los sostuvo unos segundos entre sus manos como si pesara toneladas, el papel convertido en un juicio que podía alterar todo su futuro.

El corazón de Amy comenzó a latir tan fuerte que comenzó a escucharlo.

Era su última oportunidad. Podía leerlo. Podía hacerlo en un segundo y tener todas las respuestas que necesitaba para anticiparse, para preparar sus planes, para protegerla como siempre hacía.

Alzó la mirada hacia Amy, buscando una respuesta y entonces lo comprendió.

Él ya había hecho lo suyo, ya se había adelantado como siempre, ya había cumplido con su parte de preparar el terreno. Lo que viniera después, ese primer paso hacia la realidad de ser padres, debía ser de ella.

Amy merecía ser quien recibiera la certeza, merecía que su voz fuera la primera en pronunciar la verdad.

—Léelo tú —murmuró finalmente, extendiéndole las páginas con una calma solemne—. Esta vez, quiero que seas tú la que dé el primer paso.

Shadow tragó saliva. Tenía la vista fija en las letras, pero dudaba en leer.

—Léelo tú —murmuró finalmente, extendiéndole las páginas a su esposa—. Esta vez, quiero que seas tú la que dé el primer paso.

Amy tomó los papeles con manos temblorosas. Tragó saliva, alzó la vista hacia él en busca de permiso, y Shadow solo asintió con una seriedad solemne que contrastaba con el temblor en sus propios dedos.

La eriza inspiró profundo, obligando al aire a entrar en sus pulmones, y comenzó a leer.

—"El laboratorio de G.U.N., a través del presente informe, le comunica que, luego de un análisis meticuloso, los resultados del examen de fertilidad son: positivos."

La voz se le quebró.

Se quedó paralizada, como si la tinta en el papel fuese imposible de descifrar. Parpadeó varias veces, tragó saliva de nuevo, y cuando la palabra por fin se asentó en su mente, un sollozo se escapó de su garganta.

—¿Qué...? —susurró, tapándose la boca con la mano libre.

El papel temblaba en sus dedos mientras sus ojos se inundaban. Su mirada oscilaba desesperada entre las letras impresas y la expresión indescifrable de su esposo, que permanecía inmóvil, clavado en ella como si de pronto el tiempo se hubiera detenido.

Y entonces, se rompió.

Las lágrimas rodaron sin freno, pero no eran de miedo. Una sonrisa inmensa, luminosa, floreció en su rostro incluso cuando los sollozos la sacudían, aún con los papeles en mano.

Shadow seguía estático. Sus ojos rojos ardían, fijos en ese brillo irrepetible en los jades de Amy.

La palabra rebotaba en su mente una y otra vez, retumbando como un disparo de esperanza que jamás creyó escuchar:

Positivo.

Podía.

Él podía.

La posibilidad existía.

—¡Podemos, Shadow...! ¡Podemos de verdad! —gritó Amy entre lágrimas, lanzándose a sus brazos.

El azabache despertó de su trance, atrapándola con tanta fuerza que temió quebrarla. Enterró el rostro en su cabello, aspirando su aroma a fresas, dejándose arrastrar por la oleada más feroz y dulce que había sentido en toda su existencia.

Demonios.

La mini forma de vida definitiva podía existir.

Shadow soltó el aire que había estado conteniendo, entre un sollozo que intentó contener, sin éxito.

Era alivio.

—No sabes lo que significa esto para mí, Rose... —susurró con la voz rota. Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla hasta caer en el hombro de Amy—. Nunca creí que pudiera ser posible de verdad. Nunca creí que escuchar esas palabras me pudieran hacer tan feliz. Nunca.

Amy rió y lloró al mismo tiempo, abrazándolo más fuerte.

—Pero ahora es una realidad, podemos concebir... —hizo una pausa y su semblante se relajó—. Y yo que pensaba que... que nos íbamos a mudar.

Shadow se separó apenas lo suficiente para verla, incrédulo.

—¿De qué rayos hablas? —preguntó, confundido.

—Bueno... a veces familia significa expansión. Creí que le habías solicitado a G.U.N. una reubicación de vivienda... jiji.

Shadow rodó los ojos, divertido, con un pequeño rastro de lágrimas que casi nunca se veían en él.

—Rose, prácticamente vivimos en una mansión, tenemos más cuartos que cosas.

—Uno nunca sabe, Shadow, pero... la verdad si me gusta nuestra casa. Me alivia que no nos tengamos que ir.

El nombrado negó, entre divertido y enternecido, dejando un beso rápido en su frente.

—No sé qué voy a hacer contigo y tus ocurrencias.

Amy levantó la mano, mostrando dramáticamente su anillo.

—Ni modo, te tocó soportar. Estamos casados, PARA SIEMPRE—hizo énfasis en lo último.

Ambos soltaron una risa suave, temblorosa, como quien se permite aflojar después de una batalla. Se dejaron caer contra el respaldo del sofá, abrazados todavía, con el papel descansando entre ellos como un testigo silencioso del milagro.

Entonces Amy bajó la vista otra vez, secándose unas últimas lágrimas. El corazón aún le latía en la garganta cuando notó que un párrafo resaltado más abajo pedía su atención. Parpadeó, se incorporó un poco, y volvió a leer, con las manos todavía temblando.

—Espera... hay más —murmuró, carraspeando para estabilizar la voz antes de leer en alto—. "Compatibilidad genética entre Shadow The Hedgehog y Amy Rose: excepcionalmente alta. No se detectan riesgos hereditarios ni incompatibilidades mayores. La descendencia proyectada tendría un estado de salud viable y fuerte."

El papel se le escurrió de las manos, terminando sobre la alfombra.

Amy levantó la vista, boquiabierta y los ojitos totalmente iluminados.

Si con los resultados de fertilidad de Shadow sentía que había alcanzado las estrellas, con los resultados de compatibilidad había alcanzado el límite del universo.

—Shadow... —comenzó a llorar de nuevo, sin poder creer lo que las hojas revelaban—. ¡Somos compatibles!

El erizo se quedó mudo.

Él no había pedido esa prueba. Había calculado, previsto, solicitado cada análisis posible para adelantarse a todo... menos a eso. G.U.N. había ido un paso más allá, y por primera vez en mucho tiempo, Shadow no supo cómo reaccionar.

La palabra lo atravesó como un rayo.

Compatible.

Él, que siempre se había sentido un error, una herramienta creada en un laboratorio.

Él, que había cargado con la idea de ser demasiado artificial para tener un futuro real.

Y ahora, frente a Amy, descubría que era más que viable.

Él era perfecto para ella.

Su cuerpo tembló sin quererlo. Los ojos rojos ardieron, pero no de rabia, sino de incredulidad.

Amy le sostuvo el rostro con ambas manos, obligándolo a mirarla, sus pulgares acariciando sus mejillas húmedas. No necesitaba preguntar para saber lo que pasaba por la cabeza contraria.

—Shadow... esto es maravilloso, no solo por nosotros, sino, por ti... —susurró con delicadeza.

Por primera vez en años, Shadow sintió que su mundo se tambaleaba no por dolor, sino por amor. Su respiración se quebró. Bajó la frente hasta apoyarla en la suya, dejando que sus lágrimas finalmente cayeran.

—Amy... —su voz fue un murmullo ronco, casi inaudible—. Yo... yo no había solicitado esta prueba. Estoy tan sorprendido como tú y...

Un sollozo que no pudo contener lo calló.

—No puedo creerlo... Tú y yo, en verdad podemos... —continuó, con voz baja—. No sé si merezco tanto. Es demasiado bueno que me cuesta creerlo...

—Claro que lo mereces, y ahora es una realidad. —Amy lo interrumpió, tajante, pero con dulzura y la fuerza de quien ya no tiene dudas—. Si alguien merece ser padre, eres tú. Nadie más que tú, y sabes que no soy la única que lo cree.

Él cerró los ojos, sintiéndose sostener por sus palabras. La apretó contra sí con todo lo que tenía y el tiempo deteniéndose por un momento, permitiéndole disfrutar, creer, soñar.

Por primera vez, lo imposible era posible.

Entonces, un último párrafo llamó la atención de Amy. Su voz aún titubeaba, pero lo leyó:

—"Observación: al ser el primer caso registrado de reproducción entre un híbrido alienígena y una eriza, el proceso de gestación podría presentar particularidades. No se descartan síntomas atípicos en la madre. Se recomienda seguimiento médico constante."

La rosada tragó saliva. Claro, no todo podía ser perfecto.

—Mi embarazo no será del todo normal —admitió en voz baja—. Voy a sufrir algunos cambios...

Shadow no la dejó continuar. Le tomó la mano con firmeza, la besó despacio y habló con esa seriedad que siempre lo definía.

—Entonces estaré contigo en cada paso. No habrá nada que no pueda controlar. Si hay riesgos, los enfrentaremos. Si hay cambios, los asumiremos juntos. Haré todo lo posible para que nunca te sientas sola en esto.

Amy lo miró conmovida, sintiendo cómo la determinación de su compañero llenaba cada rincón donde aún quedaba miedo.

—Gracias por regalarme este sueño, Shadow...

Acto seguido, lo abrazó con todo el amor que tenía dentro, y él la sostuvo como si ya cargara en sus brazos aquello que tanto anhelaban: su futuro.

Pasaron unos minutos así, disfrutando el momento, apaciguando sus corazones antes de separarse. Amy soltó una risita ligera, como si de pronto la tensión hubiera cedido un poco, recostándose sobre el pecho esponjoso de su esposo, embriagándose de su calor y ese aroma masculino que tanto la reconfortaba.

—Al parecer eso es todo... por ahora.

Shadow se permitió exhalar una risa breve, más relajada, antes de apartarse apenas lo suficiente para mirarla. Sabía que pronto empezarían los cambios tanto mentales, como físicos, y fue en ese preciso instante en el que sus ojos rubí se detuvieron en ella.

Desde su posición, su mirada se perdió en los detalles que lo habían estado volviendo loco hace un momento. El modo en que la pijama de fresas se amoldaba a sus curvas, el contraste de las gotitas de agua deslizándose por sus púas, y, sobre todo, el leve escote que insinuaba más de lo que mostraba.

Y entonces lo sintió.

Ese aroma a fresas un poco más intensificado, más marcado, más dulce. Como un secreto que solo él podía leer.

Ahora lo entendía, Amy estaría próxima a entrar a su ciclo.

Una sonrisa ladeada, peligrosa y a la vez irresistible, apareció en su rostro

—Ya que los médicos nos han confirmado que podemos ser padres... —susurró con voz grave contra su oído, bajando el tono a propósito para estremecerla—. Podríamos empezar a intentarlo... esta misma noche.

Amy abrió los ojos de golpe, parpadeó dos veces y terminó soltando una carcajada nerviosa. Le dio un manotazo en el muslo.

—¡Ni lo sueñes, Shadow! —rió con las mejillas rojas como tomates—. Nuestro primer hijo no va a ser concebido bajo tus perversidades, ¿me oyes?

Él arqueó una ceja, divertido, sin inmutarse.

Con una precisión casi dolorosa, sus manos comenzaron a bajar por sus caderas, provocando que la contraria se sobresalte.

—¿Perversidades? Yo lo llamaría... iniciativa. Además, dijiste que podía devorarte después de atender este asunto, ¿vas a faltar a tu palabra?

—¡Ajá, claro! —Amy lo miró con fingida severidad, señalándolo con el dedo—. Será con amor, calma, todo perfecto. Nada de tus ideas cochinas, señor "soy la última forma de vida descarada".

Shadow soltó una risa baja, profunda, mientras sutilmente la obligaba a alzar la mirada, a mirarlo.

Se inclinó más cerca, hasta que sus labios rozaron la comisura de los suyos, y la hizo estremecerse con un susurro cargado de picardía.

—Entonces... en todo caso, podemos practicar cómo lo tendremos...

Los ojos de Amy se abrieron un instante, y antes de que pudiera replicar, soltó un chillido ahogado al sentir cómo Shadow la cargaba con facilidad, acomodándola en sus brazos como si fuera lo más natural del mundo.

—¡Shadow! —rió a carcajadas mientras él comenzaba a subir la escalera con paso firme—. ¡Bájame ahora mismo!

—Ni lo sueñes, Rose —respondió él con voz segura, sin dejar de sonreír—. Esta práctica será obligatoria.

Amy escondió su rostro ardiendo contra su pecho, riendo con nervios y cariño, mientras el calor del momento comenzaba a instalarse en ella.

Y así, entre la risa nerviosa de ella y la mirada encendida de él, la noche se cerró con la certeza de que no solo estaban preparados para ser padres, sino también para disfrutar cada paso, y cada juego, del camino que los llevaría hasta allí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Holi.

No me matan, ¿verdad? jiji

Lamento la longitud del capítulo, creo que ni mis one-shots son tan largos

Pausa para invitarlos a leer Rosa Roja, Reparaciones Rotas y Viviré para ti, jiji.

En fin, necesitaba darles mucho contexto para que entendieran cómo es que el shadamy se va a comportar de aquí en adelante. Igual vamos a ir descubriendo más de ellos mediante fluyan los capítulos.

Muchas gracias por la espera, en verdad. Espero traerles el siguiente capítulo más pronto.

Pero no va a haber nadota si no comentan >:c Los quiero leer.

Un besote, nos leemos por aquí, por mi tablero y por twitter.

Los kiere, su kerida escritora, Chetos.

-QCB

Chapter 4: 03. Ampliación

Chapter Text

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A veces, cuando decidimos formar una familia, no solo crece el número de miembros en una, sino, la unión, el amor y el compromiso son valores que también se multiplican.

Este crecimiento es abrumador y el proceso será dulcemente amargo, sin embargo, el saber que tienes al lado a alguien que está dispuesto a superar cada dificultad contigo, resolver con cariño tus dudas y celebrar como suya cada alegría tuya, es un alivio, un regalo de la vida, que reconforta la mente, el corazón y el alma.

"—No es un camino fácil, pero el que estés conmigo lo hace menos difícil"

*︶︶ ୨♡୧ ︶︶*

Mediados de la primavera, mediados de abril.

El sol comenzaba a repartir sus rayos en la residencia Dark Rose, haciendo que la habitación principal se iluminara poco a poco y se sintiera más cálida de lo que ya estaba.

En la cama matrimonial, dos figuras dormían acurrucadas, respirando al mismo ritmo, como si el mundo entero hubiese decidido detenerse solo para ellos.

Era domingo por la mañana, el día más esperado por Amy. Era ESE domingo de compras con nada más y nada menos que su esposo, y no eran compras cualquiera, eran LAS compras para el futuro que poco a poco comenzaron a materializar desde hace ya un tiempo.

Habían pasado poco más de un mes y algunas semanas desde la conversación bajo el cerezo, y tres semanas desde la confirmación de los análisis.

La eriza, sin perder tiempo, había agendado sus citas con el ginecólogo, la nutricionista y el ala médica de GUN. Cumplió con su promesa al pie de la letra. Comenzó a prepararse responsablemente, tomando así las acciones y recomendaciones correspondientes para poder dar el siguiente paso sin problemas.

Tuvo que ajustar su dieta, ejercitar su cuerpo, tomar ácido fólico e informarse para los cambios que sufriría prontamente. No iba a defraudar a Vanilla, a Shadow, a ella misma, y, por sobre todo, al bebé.

Y así fue.

Luego de un par de exámenes más, quedó más que claro que ambos erizos eran más que aptos y capaces, biológicamente, para ampliar su propia familia. Y que, sí mantenía ese nuevo estilo de vida, con un poco más de tiempo e investigación, podrían comenzar a concebir pronto.

Después de aquella última ratificación, de que, a los ojos de la medicina y lo oficial, estaba haciendo las cosas bien, Amy sentía caminar entre nubes.

Estaba muy orgullosa de sí misma, y el erizo a su lado también.

—¿Lo escuchaste? ¡Lo estamos haciendo perfecto! —celebró al salir de la clínica, dando una vuelta y siendo atrapada por los brazos de su marido, antes de recibir un dulce beso de su parte.

Todo estaba saliendo de maravilla y no faltaría mucho tiempo para que el sueño de ser papás se hiciera completamente realidad.

Esa misma tarde, al regresar a casa, comenzó a evaluar las habitaciones de la casa para empezar la remodelación. El lugar contaba con cinco espacios en la planta superior: la habitación principal, las oficinas de ambos y dos cuartos libres que usaban para almacenar algunas cosas.

¿Y adivinen cuál habitación escogió?

Exacto.

Con la determinación que la caracterizaba, Amy declaró que la oficina de Shadow sería perfecta para el bebé. Según ella, la posición del sol, la temperatura de la habitación y su cercanía con la suya la convertían en la opción ideal. Además, revisando los planos, era centímetros más amplia que las demás.

Al ver los ojitos brillosos de su esposa y la efusividad con la que hablaba de todas las remodelaciones que haría, la paleta de colores y los mueblecitos de bebé, supo que no tenía opción.

—Entonces supongo que tus deseos son órdenes, ¿verdad? —suspiró recostado de brazos cruzados en el marco de la entrada, con una sonrisa en los labios y resignado por la cantidad de cajas que debía de mover.

—Qué rápido lo entiendes, cariño —respondió Amy, dándole un beso fugaz en agradecimiento, ayudándolo a llevar las cajas ya empacadas a la otra habitación.

Pasaron un par de horas para que el lugar quedara completamente vacío. Amy, sacudiéndose algo de polvo, se detuvo en medio de la habitación que alguna vez había sido el espacio de Shadow. El eco de sus pasos le demostraba la magnitud del espacio ahora desnudo y expectante a sus planes, como un lienzo en blanco.

Un gran lienzo, más grande de lo que esperaba.

No perdió el tiempo y empezó a imaginar. Cuna, cambiador, una mecedora, armario, cómodas, mesitas. La lista era larga, muy larga. Plasmaba con las manos el lugar en el que iría cada mueble, y sin embargo, luego de acomodar las cosas mil y un veces en su mente, sobraba espacio.

Demasiado espacio.

Tanto, que podrían caber incluso dos cunas.

Dos.

Dos cunas.

—Dos... —murmuró.

Era apenas una palabra, un número, pero al mismo tiempo, una cantidad.

Ellos eran dos, y pronto supuso que tres, pero, ¿y si serían cuatro o quizás cinco?

No podía saberlo con certeza, nunca lo sabrían hasta que una ecografía lo demostrara, sin embargo, la probabilidad estaba ahí.

Iban a ampliar su familia, ya sea con un nuevo miembro, dos o tres, e implícitamente, la extraña amplitud de aquella habitación era un reflejo de lo mucho que lo estaban deseando, tanto así que la casa incluso les decía que estaban preparados, listos para acoger a todos los que quisieran sumarse a su nueva familia y colmarse de su amor.

Una nueva calidez se instaló en su pecho. Diferente al resto, más dulce, más hogareño, más maternal.

El azabache, que ya había terminado de moverlo todo, llegó justo a tiempo para escucharla.

No quiso sacarla de sus pensamientos, así que se acercó en silencio, abrazándola por la cintura y acomodando su rostro en la curvatura de su cuello, aspirando su aroma a rosas e ilusiones.

—-¿Dos qué, Rose? —-preguntó en voz baja, con cuidado de no romper con la tranquilidad del momento.

Ella, sin salir del todo de su trance, respondió por reflejo.

—-Dos cunas... hay espacio para dos cunas...

Ninguno se movió.

Shadow levantó la mirada lentamente al terminar de escucharla y observó el cuarto vacío con detenimiento.

Ella tenía razón.

Sí, había espacio para dos cunas, pero, más allá del tamaño de la habitación, y fiel a su naturaleza, entendió al instante lo que su esposa quería decir.

No solo había suficiente espacio en aquella habitación, si no, también lo comenzaba a haber en sus vidas, en sus corazones, en el futuro que estaban construyendo juntos. Un futuro en donde burbujeantes risitas y pasitos diminutos le darían vida al mismo cuarto grisáceo que los rodeaba en ese momento.

—Sí... —murmuró él, con una sonrisa pequeña escapándose de sus labios—. Hay espacio para dos cunas.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino profundo.

Ambos se quedaron allí, abrazados, imaginando el mismo cuadro sin necesidad de palabras: dos pequeñas cunas, dos pequeñas vidas, y un amor lo bastante grande como para sostenerlas a ambas.

Y entonces todo los llevaba a la presente mañana. Una semana después de vaciar la ahora habitación beige.

Amy fue la primera en despertar al sentir la luz en sus ojos.

Por un momento pensó que había llegado su hora, porque la cantidad de luz que veía al despertar era alarmante, casi celestial. Sintió su cuerpo estremecerse, pensando en que no había terminado sus pendientes en vida, en lo mucho que había esperando tanto ese día y no lo disfrutaría.

Estaba a punto de moverse, asustada, cuando un gruñido grave debajo de ella la devolvió a la realidad.

Ahí estaba, su esposo, sujetándola con una fuerza medida, pero firme, de sus fornidos brazos azabaches que rodeaban su cintura con posesión. Como si ni siquiera dormido estuviera dispuesto a soltarla.

No, no había llegado su hora, simplemente se habían olvidado de cerrar por completo las cortinas antes de dormir.

Se hundió un poco más en el calor del pecho contrario, dejándose llevar por su aroma, relajándose por el calor que el cuerpo contrario y el suyo mantenían entre las sábanas.

—Rose... son las cinco de la mañana apenas, ¿por qué tanto movimiento? —escuchó de repente la voz gruesa y aún adormilada de su marido, mientras la apegaba más hacia él.

Amy soltó una risita bajita, jugando con los mechones blancos, girándolos en rizos entre sus dedos.

—No quería despertarte, lo siento, Shadow —se disculpó juguetona, intentado contener su emoción—. Solo es que...

Se detuvo.

El pequeño susto había sido dejado en segundo plano para que la alegría y expectativa se apoderara de ella. Estaba muy emocionada, pero tampoco quería levantar de mal humor a Shadow tan temprano. Ese día era muy importante y lo necesitaba en su mejor estado para todo lo que tenían que hacer y decidir. Sin embargo, recibió un gruñido más suave, indicándole que continúe.

—Es domingo. ¡ESE domingo de ESAS compras! —chilló en un susurro emocionado, como si la cama fuera incapaz de contener su alegría cuando sabía perfectamente podía contener otras cosas más... salvajes.

El azabache exhaló un suspiro resignado.

Relajó su ceño y abrió apenas un ojo, llevando una de sus manos con cuidado a la mejilla contraria, mirándola por primera vez en el día.

Qué bonita vista.

Se veía preciosa. Sus pestañas largas, sus mejillas sonrojadas, sus labios rosados ligeramente curvados en una sonrisa cómplice. Y sus ojitos, sus esmeraldas favoritas, con ese brillo inconfundible que protegería con su vida.

Si pudiera despertar así todos los días, lo aceptaría gustoso.

Oh.

Ya lo hacía desde hacía tres años.

—Mi amada Rose, has esperado toda la semana por este día, pero... —susurró, besándola en la frente y alargando la última palabra con dramatismo— el centro comercial abre a las once los domingos.

—Pero- —intentó protestar.

—Y son las cinco de la mañana —sentenció con una ceja arqueada, divertido, pero con un cansancio bastante notorio—. Además, ayer casi logras que agotemos todas las reservas para dejar descendencia en los próximos tres años.

Amy se encendió como un tomate, dándole un manotazo juguetón en el pecho. Iba a defenderse, pero el contrario se adelantó.

—Está bien que tenga una excelente capacidad regenerativa, pero eso también lleva su tiempo y esfuerzo, ¿sabes? —continuó, mientras apretaba con suavidad el cachete contrario.

La eriza entendió el punto mientras su sonrojo se tornaba aún más fuerte.

—¡Está bien, está bien! Solo cinco minutitos más —cedió, escondiendo apenada la cara contra él.

Dicho esto, Shadow volvió a cerrar los ojos, satisfecho, apretándola una vez más antes de que su respiración volviera a tornarse lenta y profunda.

Amy se acurrucó aún más, intentando bajar su sonrojo mientras dejaba que el vaivén del pecho contrario la arrullara otra vez.

De todas maneras, ambos necesitarían mucha energía para el día que les esperaba.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

—¿Y bien? ¿Por dónde deberíamos empezar? —preguntó Amy, girándose hacia él con los ojos brillando como una niña entrando a una feria.

La pareja se encontraba en la entrada del gran centro comercial de la ciudad.

Un lugar que parecía tenerlo todo, y más aún para ellos, quienes estaban a punto de diseñar un universo nuevo dentro de su hogar.

Shadow escaneó en su teléfono el mapa del recinto con calma, como si ya estuviera planeando una estrategia de batalla. Amy, en cambio, apenas podía quedarse quieta, meciendo suavemente su bolso con el vaivén de la emoción, mirando con grandes expectativas las tiendas que empezaban a abrir.

—Humm... —Shadow llevó un dedo al mentón, en pose analítica—. Empecemos por lo más fuerte, las mueblerías. Después iremos por accesorios y decoración para el cuarto. De ahí, almuerzo. Luego el supermercado y, finalmente, la farmacia. Hoy noté que tu ácido fólico está por acabarse y sería bueno tener más repuestos —la miró de reojo, con la firmeza de quien ya había memorizado la lista—. Quizás debamos comprar más suplementos también.

Amy sonrió de oreja a oreja, incrédula de lo detallado y atento que era incluso en cosas como esas.

—¿Me estás diciendo que... Shadow the Hedgehog acaba de organizar un itinerario de compras? —susurró, divertida, alzando las cejas.

Él arqueó una ceja en respuesta, apretando suavemente su mano entre la multitud que iba entrando.

—Si se trata de ti y de nuestro futuro, sabes que haré lo necesario. Además, estás demasiado emocionada para planearlo todo —le dió un beso en la frente—. Vamos.

Ese "nuestro" le calentó el corazón a Amy como si hubiera bebido chocolate caliente.

No lo dejó pasar:

Se impulsó de puntitas y le dio un beso rápido en la mejilla, justo antes de que lo arrastrara, ahora sí, hacia la primera tienda.

Amy entró primera, casi flotando de la emoción, mientras Shadow la seguía con paso firme. La tienda rebosaba cunas, cambiadores, cómodas, mecedoras modernas con botones de música integrada y más.

—Okey, según mi lista, aquí debemos encontrar el armario, la cuna, el moisés, el cambiador, la cómoda, la mecedora, mesitas, sillas, corralito... —la rosada revisaba su lista, esperando que nada faltara.

Las primeras dos horas pasaron rápidamente. Ya habían elegido la mayoría de muebles, todos de tonalidades beige, crema, que tranquilamente podían adecuar después a la paleta de colores que desearan para su bebé apenas sepan su sexo.

Incluso habían encontrado un cambiador con bañera integrada, ideal para adaptar al baño.

Todo estaba saliendo de maravilla, con el buen gusto de Amy, la practicidad de Shadow y las black cards de ambos estaban siendo imparables.

Pero aún había un mueble pendiente, probablemente el más importante, y eso la inquietaba.

—¿Aún no te convence ninguna? —preguntó con interés Shadow al ver el rostro preocupado de su esposa mientras terminaba de pagar el último mueble elegido.

La rosada se encontraba revisando el catálogo de cunas por tercera vez.

No es que ninguna le gustara, es más, todas eran muy bonitas, tanto que si fuera razonable, se las llevaría todas. Sin embargo, a pesar de ello, no había ninguna que la hiciera gritar lo suficientemente alto o despertara en ella la sensación de ser "la elegida".

Suspiró.

—Realmente, no —respondió cerrando la revista con resignación.

—¿Y si exploramos otras tiendas? Me parece que ya hemos extraído todo lo bueno de este lugar —sugirió el mayor mientras tomaba la mano contraria, evitando que Amy comience a desanimarse—. Tiene que ser la indicada, Rose. No vamos a conformarnos con menos.

La contraria asintió levemente, encontrando esperanza en las palabras del azabache y salieron juntos de aquel lugar.

Luego de un par de tiendas más, y llevarse algunos objetos sumamente necesarios como 10 mantitas de diseños distintos, biberones con figuritas curiosas y un par de nuevos electrodomésticos que, según Shadow, les facilitaría las cosas cuando no quiera bajar al primer piso, llegaron a una tienda especializada en bebés.

La tienda parecía otro mundo, un paraíso tejido de tonos pasteles, luces cálidas y promesas de futuro. Al entrar, notaron que distintas parejas, algunas en la dulce espera, otros con niños en brazos y algunos más como ellos se entretenían eligiendo objetos para los nuevos miembros de sus familias.

Se dirigieron al segundo piso, que anunciaba nuevas entradas en mueblería exclusiva y de la más alta calidad y diseño.

Amy sintió cómo su corazón se aceleraba, como si cada paso la acercara a un sueño más real.

Habían cómodas prácticas, de todos los tamaños, cambiadores con funciones que jamás había imaginado, y una sección totalmente dedicada a las cunas.

Bingo.

Amy se soltó con suavidad del agarre de Shadow, siendo atraída por un presentimiento.

Una tras otra, todas hermosas, seguras, prácticas. El azabache recorría cada una con su mirada afilada, evaluando la firmeza, la estructura, la durabilidad. Su esposa, en cambio, paseaba como quien flota en un océano de posibilidades.

Hasta que se detuvo al frente en una en específico.

Era una cuna beige, bastante amplia, con reguladores de altura, bordes redondeados acolchados. Incluso traía tecnología Montessori, asegurando la durabilidad y practicidad del mueble. Sin embargo, lo que más le atrajo de ella, fueron dos peluches pequeños de erizo que descansaban encima de ella como decoración.

Dos diminutas figuras de felpa. Una rosada, otra azabache.

Por un instante, sintió que aquellas figuritas eran de carne y hueso, y no solo eso, eran copias adorables de Shadow y ella.

Amy los tomó con suavidad, como si fueran de cristal, y al tenerlos entre brazos, algo se quebró y floreció al mismo tiempo dentro de ella.

No eran simples peluches. En sus brazos, por un instante, vio reflejada la vida que estaban a punto de construir.

Sus mejillas se encendieron, sus ojos brillaron con lágrimas contenidas.

Era tan tonto, tan simple, y sin embargo... tan real.

Se volteó hacia el azabache, que evaluaba analíticamente la cuna frente a ellos.

—Es esta, quiero esta —le balbuceó con voz suave, mientras arrullaba a los erizos entre sus brazos.

Shadow volteó la mirada por un segundo.

Un maldito segundo.

Uno que cambió todo lo que veía por un instante.

Amy, con los dos erizos de peluche entre brazos, acunándolos instintivamente como si fueran pequeños de verdad. Sus labios curvados en una sonrisa temblorosa, sus esmeraldas brillando con ternura infinita, un aura cálida envolviéndola como la madre que ya estaba siendo, aunque aún no existiera un bebé en camino.

Un segundo.

Solo un segundo bastó para grabar esa imagen en su memoria para siempre.

El pecho de Shadow se contrajo mientras el mundo se detenía para él.

No era el agente de élite, no era la última forma de vida definitiva, no era el inquebrantable erizo que salvaba al mundo. Era un hombre que lo había encontrado todo y que lo protegería con cada fibra de su ser.

Sonrió.

Sin apartar la vista de ella, con un gesto, llamó a un encargado.

—Queremos esta —le dijo con la voz gruesa, más firme de lo habitual, con un tinte de emoción y ternura que solo la rosada podría identificar—. La cuna, los accesorios, todo lo que la acompaña. Sin ningún rasguño o falla. Directo a la dirección de la tarjeta.

Amy levantó la mirada, sorprendida, aún con los peluches en brazos. Se encontró con la mirada rubí del azabache. Una mirada diferente, carga de emociones nuevas, de felicidad, de esperanza, anhelo, y orgullo.

Shadow se acercó, posando su mano en la mejilla contraria, acariciando con cuidado, con amor, compartiendo un momento único, especial, cómplice.

Y entonces la besó.

La contraria sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Y con los dos erizos aún entre sus brazos, comprendió que, aunque solo fueran objetos, en ese instante no cargaba tela ni algodón.

Cargaba ilusión. Cargaba esperanza.

Cargaba el futuro.

Su futuro con Shadow.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Las horas transcurrieron con normalidad y su última parada los llevó directo a la farmacia.

Los suplementos para Amy fueron directos al canasto. Distintos botes de ácido fólico, vitaminas prenatales y omega 3 llenaban el carrito. La rosada eligió todos los que le recomendó sus médicos, mientras Shadow observaba los componentes, fechas y dosis.

Al llegar a la caja de pagos, el farmacéutico apenas pudo esconder la sorpresa al ver la black card del erizo deslizarse con total naturalidad. Amy, por su parte, sacó la suya con aire orgulloso para pagar una crema corporal de fresas y lavanda y un set de jabones hipoalergénicos "para bebés y mamás" que ni siquiera estaban en la lista.

Shadow estaba por volver a pasar su tarjeta, pero la de la eriza le ganó.

—Esto es mío —dijo triunfante mientras recibía sus compras.

Shadow arqueó una ceja, dispuesto a volver a pasar la suya, pero ella lo detuvo con una sonrisita.

—Ya hiciste demasiado hoy, Shadow. Mis caprichos corren por mi cuenta, ¿sí?

El llamado asintió. Había olvidado por un momento lo agradecida y consciente que era su mujer, aún así, esperaba que no le molestara que le hubiera comprado su postre favorito y que este le estuviera esperando en el auto.

De regreso al estacionamiento, mientras pasaban junto a una vitrina llena de protectores de esquinas, bloqueadores de cajones y cámaras de vigilancia miniatura, Shadow redujo el paso.

Su mirada se quedó fija unos segundos.

Amy lo notó, pero él solo apretó su mano y siguió caminando.

—¿Qué viste?

—Nada de lo que debas preocuparte ahora —respondió él, sin dejar de caminar.

Ella frunció el ceño, pero lo dejó estar

Estaba agotada, incluso para curiosear, y las bolsas en sus manos, a pesar de ser apenas dos las que el azabache le permitió llevar, comenzaban a pesar más de lo habitual

Finalmente llegaron al tercer sótano del centro comercial.

El Range Rover negro de Shadow, una bestia de acero que imponía respeto incluso entre otros vehículos de lujo, claro reflejo de su dueño, los esperaba brillante bajo la luz artificial. El azabache cargó el maletero, que ya apenas podía cerrar entre tantas bolsas y cajas.

Amy se dejó caer en el asiento del copiloto con un suspiro largo, masajeando sus rodillas adoloridas.

—Estoy agotada... —admitió, cerrando los ojos un segundo—. Pero feliz. Han sido las mejores compras de mi vida en muuuucho tiempo.

El contrario asintió, mientras se acomodaba al volante con la misma elegancia con la que comandaba en batalla. El ronroneo grave del motor llenó el aire y juntos partieron de regreso a casa, en un silencio apenas roto por la melodía que salía de los parlantes.

♫ You make me wanna make you fall in love~ ₊˚.✧

El silencio compartido fue cómodo, casi íntimo. Amy apoyó la cabeza en el vidrio, observando cómo el sol empezaba a esconderse tras los edificios.

Entonces, su móvil vibró sin piedad. Una cadena de notificaciones la obligó a desbloquear la pantalla.

Pinky bat 𓆩💖𓆪: AMELIA ROSE

Pinky bat 𓆩💖𓆪: ¡¿Cómo que salieron de compras SIN MÍ?!

Pinky bat 𓆩💖𓆪: Peor aún..

Pinky bat 𓆩💖𓆪: ¡¿CÓMO SE ATREVIERON A COMPRAR EN TODA LAS SECCIONES EN LAS QUE AHORA SOY EXPERTA SIN MIS RECOMENDACIONES?!

Pinky bat 𓆩💖𓆪: 😡😡😡😡😡

Pinky bat 𓆩💖𓆪:Ya hablaremos seriamente, rosadita. Me ofenden...

Amy ahogó una carcajada y le mostró la pantalla a Shadow. Él soltó una risa baja, ronca, al ver la indignación de Rouge escrita en mayúsculas.

—Estamos muertos —murmuró Amy, divertida.

—No —Shadow dobló una curva con cuidado y una sonrisa peligrosa—. Creo que, más bien, estamos atrapados.

Ella lo miró de reojo, sonriendo.

El contrario no mentía, y un pensamiento cruzó por su mente.

—¿Crees que ya es momento de decirles?

Shadow se tomó unos segundos antes de sostener el volante con una sola mano y entrelazar con la otra los dedos de Amy.

—Tarde o temprano lo sabrán, Rose. Y prefiero que lo escuchen de nosotros... no de tus ojitos brillando cada vez que nos reunimos y mencionas lo tierno que sería tener un hijo tan tierno como el de Rouge o de lo bonitos que son los enterizos para erizos recién nacidos.

Amy soltó una risita nerviosa, aunque su corazón latía cálido.

—Me delaté, ¿verdad?

—Desde el primer día —respondió él sin vacilar, inclinándose un poco para besar su mano—. Pero no importa, fui, soy y seré siempre tu cómplice, y si ahora ya estás lista para contarlo, estaré listo contigo.

La rosada lo miró conmocionada, enternecida por las palabras de su pareja. Un aire de confianza y determinación comenzaba a instalarse en ella.

Realmente era muy afortunada de tenerlo a su lado.

El móvil vibró de nuevo, rompiendo el momento. Otro mensaje de Rouge iluminó la pantalla:

Pinky bat 𓆩💖𓆪: Sábado. 7pm. Mi casa. Cena de bienvenida.

Pinky bat 𓆩💖𓆪: Si la negrura no piensa venir, dile que no quiere conocer la ira de una mujer recién parida.

Pinky bat 𓆩💖𓆪: Besitos, Pinky <3

Abrió los ojos, incrédula, antes de soltar una carcajada que llenó la camioneta. Shadow solo arqueó una ceja, divertido.

—Parece que Rouge acaba de fijar la fecha por nosotros.

—Entonces, el sábado será el día —suspiró la eriza, con una sonrisa que iluminaba más que el atardecer a través del parabrisas—. Ya es hora de compartirlo.

Se inclinó un poco sobre su asiento hasta apoyar su cabeza en el hombro firme del erizo, dejándose envolver por su aroma, por el calor de su cercanía, por la seguridad que siempre le transmitía.

La camioneta avanzaba con suavidad, cargada hasta el techo con muebles, bolsas y sueños. Afuera, el sol caía despacio, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, como si la propia primavera quisiera acompañarlos.

Amy cerró los ojos, escuchando el ritmo constante del motor y el latido sereno de su esposo bajo su oído.

Pensó en todo lo que habían comprado, en lo que aún les faltaba, en la habitación lista para transformarse, en la reacción de sus amigos cuando se enteren lo que, con tanto recelo, estaba cuidando, en cómo pronto se vería su vientre abultado, y sonrió.

Su mundo se estaba ampliando.

No solo en su casa, sino, también en su corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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UN APLAUSO PARA ESTA PAREJA QUE ESTÁ ENAMORADAAAAAAAAA

AYYYYYYYYYYY QUE VIVA EL AMOORRRR

Hola hola a todooooos, capítulo más pronto de lo que esperaba.

Dios, me he muerto de ternura y amor al escribir, estoy satisfecha, no son los momentos que esperaba, son mucho mejores, y me gusta, es como mi cuerpo, mi mente, mis manos quieren escribir y quién soy yo para impedirme jsjs.

Ahh, ya quería hablar de la camioneta de Shadow ALOKDLD

Era más importante que la metáfora de la ampliación, ¿no? JAJAJ mentira

Quería que Shadow manejara su Jeepeta, pero por cuestiones económicas y el contexto de esta historia, me quedé con la Rover. En fin, en otro universo cofcofQueridoShadowcofcof Shadito sí tendrá su jeepeta pa que dé arrebatado vueltas en ella con una rosada que tiene grandes las-

Ya, me calmo, es que me emociona haber escrito este capítulo Y ASUMÁQUINA QUE USTEDES NO SABEN LO QUE VIENE EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO.

Pero, ¿qué tal? ¿Qué les pareció

Esta semana tengo CUATRO evaluaciones de la universidad, así que no podré pensar tanto en el nuevo capítulo, pero para su suerte, ya tengo las ideas principales y la conexión para el 5to capítulo, amén.

Estoy sumamente agradecida por la cantidad de votos, apoyo y comentarios, de verdad, si pudiera darles un abrazo y las gracias personales a cada uno, lo haría.

Asimismo, vi que mis autoras/es/xs favoritas empezaron a leer y agregaron a sus listas esta humilde historia. Un saludito a todas, verdad de Dios, un honor tenerlas aquí TToTT, espero sea de su agrado y entretenimiento.

Recordemos que, aunque todo lo que he escrito hasta ahora ha sido angst, esta historia es más fluff, romance, con un toque de comedia y ya vendrá lo candente 🫦 🫦 🫦 . Pero, al tratarse del proceso de paternidad, habrán cosas realistas dentro de lo que cabe la ficción, y mi naturaleza es desgarrar esas escenas, pero prometo controlarme y que nadie se va a morir en este fic... creo... jeje, nah, lo dudo

Nos leemos prontito, espero que el siguiente domingo.

Recuerden que ando spoileando lo que escribo y fangirleando en mi twitter: thequeenchetos

Y ando subiendo edits y contenido dedicado a Shadow, principalmente, y Sonic en Tiktok "Lachicasolitaria123_". Allá ya somos más de 1.4k JAJAJ muchas gracias. Si vieron ese tikitoki de la cama de sonic, es de acá su servidora jsjs

Un besito a todos.

Los kiere, su kerida escritora Chetos.

-QCB

 

Chapter 5: 04. Nuevas buenas noticias

Chapter Text

El fin de semana llegó en un abrir y cerrar de ojos. En cuanto menos se lo esperaban, ya era la mañana de sábado.

El sol anunciaba las nueve de la mañana. Shadow y Amy se encontraban desayunando en silencio, con el ruido de las noticias pasando en la televisión como lo único que interrumpía la aparente calma en la cocina.

El azabache terminaba de tomar su habitual taza de café amargo cuando su mirada se dirigió a la contraria.

Amy jugaba desganada con las frutas de su ensalada, con el codo apoyado en la mesa y la cabeza reposando sobre su mano.

—¿Aún sigues pensando en eso? —preguntó con una suavidad a la que poco a poco se estaba acostumbrando.

Si bien aún Amy no estaba embarazada, sus cambios de humor debido a la preparación física y mental, y la importancia del tema en su vida, la hizo entrar en un estado más sensible, por lo que su trato con ella estaba siendo el doble de delicado y comprensible con ella.

La semana no había sido la más animada. Amy, luego de llegar a casa de las compras aquel domingo, lejos de querer subir todo al nuevo cuarto y comenzar a decorar, simplemente ayudó a dejarlas en el recibidor, fue a ducharse y luego se acostó, sin siquiera cenar.

Él lo atribuyó al cansancio, había sido un día cargado de todo, así que no la cuestionó. Esa noche sintió como se revolvía una y otra vez entre las sábanas.

Para el día miércoles por la mañana aparentemente todo había vuelto a la normalidad, hasta que una pregunta en el desayuno hizo que la actitud extraña que había adoptado la tarde del domingo tomara sentido.

—Shadow... —susurró la eriza, cruzándose de brazos y desviando la mirada del tazón de avena que tenía a medio comer

La oreja del llamado se movió en respuesta.

—¿Crees que es buena idea decirles? —preguntó con miedo—. Quiero decir, está claro que lo debemos hacer, son personas importantes para nosotros, pero... siento que no va a salir bien.

Shadow se recostó sobre la silla, confundido por la repentina confesión. Amy siempre había confiado en sus amigos con los ojos cerrados.

¿Qué había cambiado?

Al ver la expresión decaída contraria, suavizó su expresión.

—¿Por qué piensas eso, Rose? —cuestionó cuidadosamente

Amy suspiró y sus ojos se volvieron vidriosos.

No era fácil.

—Porque no sé si lo entiendan... —confesó con un hilo de voz—. Tengo miedo de que piensen que es una broma, que es demasiado pronto o un imposible que nunca se hará realidad porque se trata de nosotros...

Su voz se rompió.

—O que crean que es un capricho mío, como antes...

Estaba abrumada. Al inicio la emoción por contarles a sus amigos fue genuina, alegre, pero luego cayó en cuenta de que no iba a confesarles que había hecho una nueva receta o que había conseguido germinar una nueva flor.

No.

Se trataba de revelarles un cambio radical en su vida, algo irreversible, de lo que no podría deshacerse nunca, salga bien o mal, y que significaba una nueva etapa para la cual estaba preparándose con esmero e ilusión.

Es por ello que sus opiniones y reacciones eran tan importantes. Siempre la habían apoyado en todo, a veces para no romperle el corazón, como cuando sucedió su enamoramiento por Sonic, y otras veces porque en verdad lo hacían genuinamente.

Y por eso tenía miedo.

Porque no era una tontería. Quería traer una nueva vida al mundo, algo de ella, algo del hombre que amaba, por esa razón ellos no dejarían pasar por alto el asunto. Por mucho que la apreciaran y se intentara convencer de que ellos también se dieron cuenta de que ya maduró, que ya no era la misma niña frágil de antes, en el fondo de su corazón sabía que aún cabía la posibilidad de que esta vez no decidieran ser suaves y complacientes, sino, realistas, duros y se muestren en desacuerdo si es que era necesario.

Y eso le dolía más que cualquier cosa, porque sabía que no podría lidiar con algo así.

No.

Porque quizás y sus amigos veían algo más que ella no, quizás Shadow también estaba siendo complaciente, quizás para el mundo ella no merecía ser madre, quizás ellos no merecían ser padres.

Quizás no había cambiado, madurado, lo suficiente, y por eso, no merecía, no estaba lista para convertirse en madre.

Y tenía que recibir aquella confirmación de las personas que más se preocupaban por ella.

Si bien no eran la pareja más aclamada, ni eran los que mejores antecedentes tenían, pero lo estaban intentando de verdad. ¿Sería suficiente?

Todos habían crecido. Sonic aún era el chico de las aventuras, yendo y viniendo, disfrutando de cada viaje que hacía. Tails recientemente había comenzado una maestría en ingeniería mecatrónica, y apenas y le conocían alguna novia. Silver y Blaze estaban ocupados en sus nuevas responsabilidades como reyes de la dimensión del sol, tampoco es que tuvieran tiempo para pensar en herederos pronto. Rouge y Knuckles recientemente se convirtieron en padres, aunque en ellos era más predecible, sin deslindarse de sus responsabilidades, como un reflejo de la madurez que los caracterizaba.

Y al final estaban ambos, viviendo una vida tranquila, pero emocionante a su manera. Con una rutina común por fuera, pero intensa por dentro.

No era una idea muy descabellada, ¿verdad?

Shadow mentiría si no decía que las palabras de la rosada no le habían tomado por sorpresa.

—Rose, no debemos hacerlo ahora si no te sientes lista.

Amy se ocultó aún más en su asiento, borrando una lágrima con la manga de su pijama. El azabache frunció el ceño.

—No es eso... si quiero decirles, me muero por hacerlo, y también ya es tiempo de hacerlo, pero, tengo miedo de sus reacciones...

El azabache estuvo a punto de replicar, cuando una alerta en su teléfono captó su atención.

Maldijo en voz baja.

—Escucha, hablaremos de esto más tarde, ¿sí? Mientras, quiero que estés tranquila, que confíes en ti, en mí y en ellos, porque no va a pasar nada malo, Rose. Ellos te quieren, te aprecian y saben que cualquier decisión que hayas tomado la has tomado con el corazón, con la más pura de las intenciones y los mejores deseos, no desde el impulso.

Amy lo miró, aún con los ojos llenos de lágrimas.

—No hay razón para que creas que te darán la espalda, te lo demostraré si no lo crees, y si al final del día lo hacen, yo sigo aquí contigo. Con o sin ellos, Rose, vamos a ser padres, solo tú y yo —declaró con firmeza—. Tsk, si no quieren ser los tíos del hijo de la forma de vida suprema, ellos se lo pierden.

La rosada soltó una risa, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, sintiendo una calidez en su pecho ante las promesas de su esposo.

Shadow tenía una forma especial de tranquilizarla, de alejar sus sobrepensamientos, y, aunque sea momentáneo, se permitiría confiar en él y sus palabras.

—Gracias, Shadow.

El nombrado entonces se levantó y tomó su chaqueta.

—Nos vemos más tarde, Rose. Ten un buen día.

Se acercó hasta poder acunar entre sus manos el rostro contrario y le dió un beso dulce.

—Y, por favor, no llores más, porque sé que este dolor no es algo que pueda eliminar al instante, pero voy a hacer todo lo posible por apaciguarlo. Te amo.

Dicho ello, desapareció en un destello dorado, dejando a la eriza enternecida y más calmada.

Su ánimo había mejorado notablemente, pero con el pasar de los días y la reciente carga extra de trabajo de Shadow que les había impedido abundar más en el tema, otra vez su bonita sonrisa se había desvanecido en una curva peligrosamente dirigida hacia abajo.

Los pensamientos intrusivos, la inseguridad y los días pasando no habían hecho más que ponerla más ansiosa. Por mucho que quiso aferrarse a las palabras de Shadow, no poder seguir expresando lo que sentía con él le había hecho mal.

Ahora se encontraban ahí, en sábado, con la pregunta de Shadow flotando en el aire.

La rosada soltó un suspiro y dejó caer el tenedor sobre el plato.

—Sí... —murmuró—. Aunque nuestra conversación del otro día fue reconfortante, en verdad, no puedo dejar de pensar en que la noticia no les va a gustar para nada —confesó nuevamente.

—Vanilla me felicitó como si fuera algo natural... —continuó— pero luego pensé... ¿y si los demás no lo ven así? ¿Y si creen que no deberíamos? ¿Y si lo dijo solo para no romperme la ilusión?

La voz se le quebró al final. Shadow esta vez no tardó en levantarse de su asiento y rodear la mesa hasta llegar con ella. Se inclinó y, sin decir palabra al inicio, apoyó su mano en la mejilla contraria, obligando al rubí y esmeralda a enfrentarse, firme, transmitiéndole seguridad.

Ahora entendía de dónde venían las inseguridades de su esposa y maldijo brevemente todo el tiempo en el que el resto la había tratado por tantos años como una niña infantil, caprichosa e inmadura, incapaz de tomar decisiones desde la racionalidad y madurez y a la que había que consentir para no hacerla enojar o llorar.

Las cosas eran diferentes ahora, muy diferentes.

Cuando reconectó con Amy, ya había cambiado por completo, sin embargo, por momentos, notaba que su pasado aún la perseguía, que inconscientemente intentaba aparentar madurez, reprimiéndose a sí misma para no dar la imagen de antes, para no causar problemas, para no alejarlo a él.

Conversaron sobre eso, y ella se rompió, sin embargo, poco a poco entendió que aparentar algo que aún no era estaba mal, le hacía daño, y a su entorno también. Que lo que sea que estuvieran formando no podría ser si es que no eran transparentes el uno con el otro. Con mucho apoyo, tiempo y esfuerzo, vio como Amy Rose pasó de ser una chica insegura, traicionada e inmadura a una mujer madura de carácter, fuerte no solo físicamente, con las cosas claras y los sentimientos más intensos que antes, pero con los pies en la tierra.

Claro que hubo más secretos, más silencios, más misterios, pero todo era un proceso, y él entendía, la entendía más que a nadie en este mundo, entendía lo difícil que era volver a confiar y avanzar, y por ello, jamás la juzgaría, ni dejaría de amar, porque Amy no ocultaba porque no le amara, sino, porque aún tenía grietas en su corazón que debía sanar.

Él más que nadie sabía que el pasado era difícil de olvidar, que avanzar no es algo que se logra de la noche a la mañana.

—Escúchame, Amy. —su voz grave se volvió cálida, baja, como si temiera romper el aire—. Ellos no son los mismos que hace diez años. Tú tampoco lo eres. Yo tampoco lo soy.

Ella lo miró, sorprendida por la seriedad en su rostro y la fuerza de sus palabras.

—¿De verdad crees que pensarán que eres infantil e impulsiva? ¿Qué aún eres la niña dependiente que corría detrás de Sonic aunque eso haya ocurrido hace ya casi veinte años? ¿Con la que había que tener cuidado para no provocar? —susurró, acariciando con el pulgar su mejilla.

La rosada no respondió, solo se encogió levemente de hombros sonrojada, totalmente expuesta.

Shadow respiró profundo, escogiendo cada palabra como quien coloca piezas de un rompecabezas.

—Knuckles y Rouge se casaron, y ya tienen un hijo. Nadie pensó que un equidna testarudo y una murciélago con carácter pudieran llevar una vida así... y míralos ahora.

Su tono bajó aún más.

—Silver y Blaze han formado una unión sólida. Tails y Cream han madurado más de lo que cualquiera esperaba. Incluso Sonic, aunque no pierda su espíritu libre, ha aprendido a celebrar los triunfos de los demás, porque sabemos que a él le cuesta entender de que ya no todo son aventuras, sino que cada uno ha hecho su vida individualmente.

Amy lo escuchaba en silencio. Cada ejemplo, cada nombre, era una piedra quitada del peso que llevaba en el pecho, incluso el leve énfasis en Sonic la hizo reflexionar..

—¿Y nosotros? —Shadow apoyó su frente contra la de ella, con los ojos cerrados—. Nosotros hemos cambiado. Mucho. Nadie puede decir lo contrario. Lo que compartimos ya no es una fantasía, Rose, es real, es fuerte, y está listo para crecer.

La contraria sintió sus ojos humedecerse, pero no de tristeza. Era alivio. Era la certeza de que no estaba sola, de que sus miedos tenían respuesta en la convicción de Shadow.

Estaba siendo pesimista y eso no le permitía ver la verdad de la situación. El azabache tenía razón. No era la misma Amy, había cambiado, le había costado muchísimo, pero finalmente lo hizo, y se sentía bien consigo misma. Sus amigos, así como Shadow y Vanilla, también lo habrían notado.

El mayor se permitió un gesto suave, poco habitual en su antiguo yo, pero cada vez más natural para él. La rodeó con ambos brazos y la atrajo contra su pecho, envolviéndola en un abrazo dulce y dejando que la suavidad de su pelaje blanco relajara a la contraria. Sabía pues lo mucho que le gustaba.

—Amy, ahora eres una mujer fuerte, valiente, maravillosa, madura. Tu pasado no te define. Has sabido crecer, aprender de tus errores, y, aunque Vanilla y yo estamos muy orgullosos de este progreso, tú más que nadie deberías estarlo. Tu nueva yo, tu antigua yo, sigues siendo Amy Rose, y no te has quedado atrás. Deja que hablen lo que quieran. Lo único que importa con certeza es que ambos hemos avanzado, por lo tanto, lo que construyamos tú y yo... —besó su frente, con una calma solemne— será especial, planeado, deseado, y, por sobretodo, solo nuestro.

—Y solo yo, tú, nosotros más que nadie sabemos todo el esfuerzo que estamos poniendo para llevar a cabo este deseo. No es un juego, Amy, no lo hemos tratado así, y ellos tampoco lo harán o creerán ello, porque nos conocen, te conocen, a la nueva tú, y estoy más que seguro que ellos se alegrarán por la noticia.

Amy sonrió contra su pecho, pero pronto la cocina se llenó de breves sollozos. Las lágrimas rodaron, primero suaves y luego con fuerza. Se aferró al pecho contrario y lloró, liberando años de inseguridad y miedo.

Shadow la sostuvo más fuerte, acariciando su espalda con suavidad, dejando que la contraria soltará todo lo que había estado guardando por tanto tiempo.

Odiaba verla llorar, escucharla llorar, pero eran de esos momentos en los que era necesario dejarlo fluir. Esperaba que con esas lágrimas también se fuera todo rastro de inquietudes en ella.

Luego de unos minutos, el llanto cesó.

Amy se separó con cuidado, entrelazando sus manos con las contrarias. Lentamente levantó la mirada, conectando con los bonitos rojos que la miraban con amor.

—No sabes cuánto necesitaba escuchar eso, Shadow —soltó con sinceridad—. Muchas gracias. Siento que el tenerte aquí, justo ahora, tomando esta decisión conmigo, es la prueba más grande de que realmente cambié...

El azabache le dedicó una sonrisa cálida, disfrutando de un silencio cómodo por un momento.

—¿Te sientes mejor?

La rosada asintió con efusión, iluminando sus esmeraldas y recobrando la energía que había apagado durante la semana. Con una sonrisa radiante, exclamó:

—¡Sí! ¡Y estoy lista para que lo hagamos hoy!

Shadow se tensó, arqueando una ceja. Su morena piel se tornó pálida.

Amy, notando lo que sus palabras habían ocasionado, se sonrojó hasta la raíz de las púas.

—¡No me refiero a eso, Shadow! —negó rápidamente—. Sino, a que hoy finalmente se lo diremos.

Shadow parpadeó entonces, más tranquilo.

—Ya veo.

La rosada entonces desvió la mirada, enrollando un mechón de púas con su dedo y el sonrojo aún sin irse del todo.

—Aunque creo que empezarlo a intentar de verdad, no es tan mala idea...

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Las horas habían transcurrido con normalidad.

La pareja ahora se encontraba en el ostentoso comedor de ciertos padres recientes.

La casa de Knuckles y Rouge olía a canela y a comida recién comprada. La mesa grande del comedor brillaba con una refinada vajilla muy bien cuidada, velas a media luz y una pila de platos humeantes que invitaban a bajar la guardia.

Era uno de esos ambientes donde la risa brotaba sola, con la calidez que solo da una casa llena de amigos que llevan años siendo familia y que compartían una alegría.

Rouge los recibió con la seguridad de siempre, alzando al bebé entre brazos con esas manos que sabían perfectamente cómo sostener lo frágil. Knuckles, imponente, protegía el sillón en donde se encontraban su esposa y heredero, con una sonrisa de orgullo paternal que le sobraba en los ojos. El niño, un pequeño equidna albino, apenas despertaba, dejando ver los hermosos zafiros que adornaban sus ojos para el deleite de los invitados.

—¿A que no es el bebé más guapo, hermoso, precioso que han conocido jamás? —soltó Rouge con una sonrisa triunfante mientras apretaba con cuidado las mejillas de su niño, haciendo que este suelte una risita—. Lástima que los genes de su papi ganaron, pero por lo menos sacó la belleza de su madre —alardeó.

Knuckles solo rodó los ojos, sin contradecir. Realmente el bebé tenía unos rasgos finos y verdaderamente hermosos.

—Tsk, lo que realmente importa es que será un niño astuto, grande y muy fuerte.

—¡Ja! —Rouge rodó los ojos, ajustando la manta del niño— Pero si resulta testarudo y renegón, ya sabremos de quién es la culpa.

Las carcajadas estallaron alrededor de la mesa. Silver hacía chistes, Tails y Cream se turnaban para ver de cerca al bebé, y Vanilla sonreía como una abuela honoraria. La sala se llenó de conversaciones que giraban alrededor del pequeño que, inconscientemente, les lanzaba algunas muecas coquetas que los hacía reír.

—Admitámoslo —rió Sonic, sirviéndose otra copa de jugo—. Yo creía que lo primero que tendría Knuckles sería un gimnasio nuevo, no un hijo.

—Y yo pensaba que tú nunca te establecerías en ningún lugar, erizo azul —contestó Knuckles, con media sonrisa.

Las risas nuevamente recorrieron la mesa, incluso Shadow soltó una risa baja. Amy no pudo evitar contagiarse, aunque una tensión silenciosa le apretaba el pecho.

No había podido quitar los ojos del bebé. Algo instintivo se encendió dentro de ella cuando entró en el ambiente familiar en el que se había convertido la lujosa casa de su amiga, sin embargo, no quería acercarse, el nudo en su estómago se lo impedía.

La murciélago no pasó este detalle por alto y decidió que era momento para empezar su plan.

—Bien, en vista de que esta es una fiesta de bienvenida, les voy a conceder el gran lujo de tener en brazos a mi principe. Sean cuidadosos o mi Knuckie y yo los haremos pagar —dijo esto último con un tono severo mientras se levantaba con el niño en brazos.

Con ayuda de la telequinesis de Silver, el pequeño fue pasando de brazo en brazo, totalmente acostumbrado a tener a toda la sala rendida a sus pies y disfrutando la atención que apenas estaba conociendo.

No cabía duda en que era hijo de Knuckles y Rouge.

Cuando llegó el turno de Amy, con las manos ligeramente temblorosas, recibió al bebé. El pequeño, contrario a lo presentían, dejó de reír y balbucear como lo hizo con el resto de invitados para optar por un semblante tranquilo y relajado.

Como si el toque de Amy Rose calmara todo su cuerpecito.

—Mírenla nada más —susurró Vanilla con ternura—. Pareciera como si hubiera nacido para eso.

Amy sonrojó, entendiendo el peso de las palabras de la coneja, pero no apartó la vista del bebé, acariciando suavemente su cabeza.

—Hasta parece menos ruidosa —bromeó Sonic, y Cream lo regañó con un "¡Señor Sonic!" mientras todos reían.

Sin embargo, Amy ya no los escuchaba, estaba totalmente concentrada en el pequeño que tenía en brazos que el lugar entero había quedado en un tercer plano.

La sala quedó expectante, y la rosada comenzó a acunarlo. Impredeciblemente, el pequeño equidna se acomodó perfectamente en los brazos de la eriza, como si la conociera de antes y soltó un suspirito antes de cerrar sus ojitos. Ella lo arrulló sin aprender, con un vaivén tan natural que dejó a todos en silencio un segundo largo.

Pero había alguien ajeno al sentir colectivo de la sala.

Shadow quedó totalmente hipnotizado ante la escena que sucedía a su costado. Amy, con las púas cayendo suavemente por sus hombros, su rostro totalmente enternecido y suavizado mientras mecía al bebé, con una postura perfecta, una seguridad inquebrantable, como si lo hubiera hecho miles de veces antes.

Algo dentro de él quemó, totalmente nuevo, una certeza que creía que no llegaría así.

Pasó en la tienda de cunas, y ahora sucedía con más intensidad, más realista, más cercano. No peluches esta vez, sino un bebé real, respirando, confiado en los brazos de Amy,

Y fue ahí cuando lo supo.

No solo quería seguir viendo a su esposa así, feliz, realizada, sino, algo dentro de él lo impulsaba a compartir ese momento tan íntimo con ella, ser partícipe de tal acto, repetirlo mil y un veces. Entonces, una necesidad de que esa imagen se repitiera, pero con su sangre y la de Amy mezclándose en ella, se coló en su mente y corazón, como si sus instintos más profundos finalmente se hayan desatado.

No quería que el hijo de Rouge fuera el que descansara en el regazo de su esposa, sino, quería que el suyo lo hiciera.

Amy sintió su mirada intensa y sonrojó hasta las orejas al ver como los escarlatas de su pareja la miraban totalmente embobados, con un destello, un brillo inusual que no había visto en él antes. Ambos incapaces de esconder la ilusión que compartían.

En ese momento, su turno había terminado. Ahora era el azabache quien debía cargar al equidna.

—¿Y tú, grandote? ¿Puedes intentarlo o te da miedo? —provocó Rouge con una ceja levantada, provocando que el contrario la fulminara con la mirada.

Había dando en el blanco.

—Eso pensé —rió.

La sala los miraba atentamente mientras el pequeño era rodeado de la energía celeste del albino. No todos los días podías ver al mismísimo Shadow The Hedgehog, la forma de vida definitiva, conviviendo con un bebé.

La rosada aprovechó para evaluar cada mirada, cada músculo, cada expresión de todos los presentes a modo de tantear terreno para lo que en momentos debían confesar.

El pequeño frunció el ceño al sentir que se separaba de los brazos de la rosada, pero esto rápidamente cambió cuando su sonrosada mejillita rozó el blanco pelaje del erizo.

Shadow lo recibió con torpeza, intentando lidiar con el remolino interior que se desató minutos antes y al mismo tiempo queriendo tener la situación bajo control, fallando olímpicamente.

Al principio sus movimientos fueron mecánicos, como si estuviera sosteniendo una granada a punto de explotar, pero el niño, lejos de incomodarse, tanteó el mechón blanco de su pecho y empezó a juguetear con él, enrollado el pelo en sus pequeños deditos. El azabache se quedó quieto, atrapado en aquella imagen.

—¡Miren! —exclamó divertido Tails mientras los señalaba— ¡Ya sabe cuál es el botón de apagado!

Incluso Sonic soltó un silbido dramáticamente exagerado.

—Vaya, ese niño tiene instinto de guerrero, no hay duda. Qué valiente, no sabe con quién está tratando.

La sala volvió a estallar en unas bajas carcajadas.

Sin embargo, el azabache, lejos de irritarse y apartarlo como normalmente haría con cualquier ser que traspasara la barrera de su espacio personal o se burlara de él, ignoró los comentarios ajenos y se concentró en acomodar al bebé de tal manera que no llorara o se incomodara

O de eso quería convencerse.

Realmente, sentía que era demasiado pronto para admitir que el calor del pequeño cuerpo provocaba en él una sensación de familiaridad que gritaba que debía protegerlo con todo su ser y vida.

Pero no lograba dar con una posición lo suficientemente práctica para ambos, lo que no le permitía apreciar el momento tanto como le gustaría.

—Tranquilo, acomoda tus brazos así y sostén su cabeza con cuidado —la voz suave de su esposa lo sacó del trance, dejando que le acomodara la postura y brazos, haciendo que la tensión y desesperación se dispersara y el agarre se volviera más cómodo.

Entonces la seriedad del azabache se deshizo en un gesto tan pequeño que solo Amy pudo percibir. Una sonrisa, casi tímida, asomándose en su rostro mientras veía reblandecido como el pequeño guerrero se divertía tirando y enredando su pelo blanco. Ambos totalmente ensimismados.

Shadow lo miraba como si aquel pequeño hubiera nacido para estar en sus brazos, y por primera vez, esa idea no le pareció imposible.

Eso fue suficiente para que ella sintiera en el vientre un cosquilleo inesperado, un aviso de algo que aún no existía, pero que su cuerpo reconocía como propio, sorprendiendose de lo que aquella imagen le provocaba: ternura, calor, familiaridad y un dulce miedo.

Y ver a Shadow, el impenetrable, inasequible, el que jamás bajaba la guardia e infundía miedo y respeto en cualquier lugar, convertirse en un refugio cálido para un ser tan pequeñito, hizo que la chispa que sentía desde hace casi dos meses volviera a encenderse con fogosidad.

No veía a su esposo, no veía al comandante, no veía a la forma de vida suprema, veía al padre que pronto quería que fuese.

Bajó la mirada hacia el bebé, y por unos segundos, vio a una pequeña eriza rosa, de algunos mechones azabaches y de mirada carmesí que miraba embobada a su papá.

Entonces lo supo.

Estaban listos.

Impactados por la escena, la sala estaba sumida en completo silencio, anonadados por la situación tan extraña del trío.

—Okey, es suficiente —rompió el silencio Knuckles, algo irritado al ver cómo su hijo había sonreído más con Shadow que con él mismo.

El pequeño voló nuevamente, esta vez a los brazos de Sonic, que lo recibió con mucho gusto y bromas, regresando el semblante gracioso y coqueto del niño.

Shadow y Amy se tomaron unos segundos para recuperarse de aquel extraño momento, sin poder creer lo que ese breve contacto había desencadenado en ambos.

En cuanto el bebé fue puesto nuevamente a dormir, muy profundamente según sus padres, la conversación siguió su curso con el desorden cariñoso de siempre. Sonic hacía bromas y contaba sobre sus nuevas aventuras, Tails examinaba cada detalle del cochecito, Vanilla comentaba recetas de papillas y Blaze intervenía con una observación práctica sobre seguridad.

La noche se hilaba con anécdotas y risas, pero una nota de tensión flotaba en el aire, invisible, entre Amy y Shadow.

Ambos la sentían, el sonrojo en sus rostros los delataba.

Algo había cambiado dentro de ellos, sin embargo, no podían afrontarlo ahí, o por lo menos, no todavía. Una frase mal pensada, un susurro que llegó al oído ajeno y sus planes se habrían arruinado por completo.

Antes de intentar descifrar lo nuevo que les aquejaba, primero tenían que hacer lo correcto, y una de las principales razones por las que habían asistido.

Tenían que decirles, la noche no sería oscura por siempre.

La oportunidad llegó de forma inesperada, en medio del intercambio de miradas silenciosas que discutían cuál sería el momento indicado para actuar. Knuckles, entre bocados y orgullo, soltó como quien habla del clima:

—Por cierto, los vi el otro día en una tienda de bebés —lo dijo sin mucha intención y sin imaginar que sus palabras eran la chispa.

Mentira.

Rouge le había pedido exclusivamente que soltara aquella precisa frase en ese preciso instante, luego de ver la pelea eterna de miradas entre ambos erizos.

La reunión comenzaba a tornarse algo aburrida y ella sabía que había un pequeño gran drama para amenizarla.

Las palabras se extendieron como electricidad. Miradas curiosas, cejas alzadas, sonrisas expectantes.

La pareja quedó totalmente paralizada. Querían esperar un poco más quizás unos minutos, o el final de la velada, pero ya era demasiado tarde. Habían sido expuestos.

Amy sonrió nerviosamente, intentando recomponerse, pero el tono rojizo de sus mejillas delataba que estaba ocultando algo más. Shadow, por otro lado, recobró la compostura rápidamente, en espera de que su pareja comenzara a hablar, tal y como habían acordado.

—¿En serio? —preguntó Cream con esa ingenuidad que la hacía adorable—. ¿A quién le compraban regalos?

—Claramente no a nosotros, ya que no llegaron con nada para mi dulce bebé —dramatizó la albina, mintiendo un poco porque sí, la pareja sí les había regalado un electrodoméstico ideal para el bebé, a lo que recibió una mirada fulminante del azabache.

¿Pero quién era ella para negar un poquito de cizaña?

Lo estaba disfrutando.

—Si no fue para Rouge, ¿qué amiga suya está embarazada? —añadió Tails, haciendo un recuento de las mobians a las que había visto recientemente.

Sonic arqueó una ceja, más en medio de la broma que en maldad, Silver y Blaze intercambiaron una mirada rápida, Vanilla sorbió con total calma su té. La mesa se inclinó hacia el frente, creando un nuevo debate de quienes serían los siguientes padres en la ciudad, observando de vez en cuando a los erizos que intentaban mantener la compostura.

Preguntas lanzadas al aire, risas nerviosas, Rouge saboreando el drama. Amy sintió que el corazón le martilleaba en los oídos. El nudo en la garganta se hacía más espeso con cada segundo de silencio.

Estaban atrapados, y con la guardia baja.

La rosada finalmente suspiró, intentando secarse el sudor de las manos con una servilleta. Había llegado el momento, sin embargo, al querer hablar, sintió que la garganta se le cerraba. Había practicado la confesión en la ducha, en el auto, y hasta le había susurrado a la almohada, en su pequeña siesta de la tarde, las palabras que pensaba decir. Pero ahora el momento había llegado, y lejos de como se lo imaginaba, todo se volvía áspero, seco, abrumador.

Intentó abrir la boca, pero un suspiro ahogado fue lo único que salió. El nudo en la garganta pesaba más de lo que imaginaba.

Shadow notó la falla, percibió el temblor de sus dedos al rozar la servilleta, y sin pensarlo demasiado acarició su mano bajo la mesa. La rosada entonces lo miró y encontró una sonrisa cómplice. Fue un gesto pequeño, íntimo, que le dijo "yo te cubro" en una sola mueca.

Amy se sintió aliviada, porque era verdad. Ella no tenía porqué lidiar con todo sola, y Shadow jamás la dejaría desamparada con un peso de tal magnitud en los hombros.

Eran esposos y de lo que iban a hablar era de su futuro, de sus hijos, de su familia. De ambos.

Un "gracias" se escuchó apenas de la voz de la eriza. Respiró hondo y el azabache se puso de pie, sin soltar la mano de su esposa. La valentía del gesto sorprendió a todos. Shadow de pie, con un semblante tranquilo, la luz jugando en las vetas de su chaqueta, y pronto, la gravedad en su voz.

Carraspeó un poco, llamando la atención de los presentes.

—No eran regalos —confesó finalmente, con esa voz grave que hacía callar a quien la escuchaba, pero con una destello de calidez en su vibración—. Rose y yo llevamos semanas trabajando arduamente en esto. La salida al centro comercial era uno de los pasos que debíamos seguir. Esos productos eran para nosotros.

Por un instante la sala quedó completamente paralizada, a excepción de Vanilla que aún tomaba su té con tranquilidad, y fue el murmullo de alguna cuchara chocando contra un plato se atrevió a romperlo.

Shadow sostuvo la mirada de Amy, y vio en sus ojos un brillo que mezclaba terror y esperanza. Ella inhaló, intentando armar la palabra que había ensayado millones de veces, sintiendo que los rubíes frente a ella le susurraban "todo va a estar bien, confía en mí".

Las seguridad con la que había hablado Shadow se transmitió en ella y en la mano que no había soltado.

La eriza entonces también se levantó, aferrándose al brazo contrario, buscando un poco de apoyo físico y la seguridad que solo el porte de su pareja podía brindarle.

Sus palabras finalmente encontraron una voz.

—Hace más de mes y medio que empezamos los preparativos —logró decir finalmente, con un tono suave—. Ambos queremos comenzar a formar nuestra propia familia, es por eso que hemos tomado la decisión de convertirnos en padres...

Su mirada entonces se perdió en la cuna que adornaba la esquina del comedor. Su semblante cambió a uno preocupado.

No quería levantar la mirada y verlos. No todavía.

Se mordió el labio, buscando aire, esperando que alguien rompa el silencio, que haga algo. Pero nada.

—Antes de que puedan juzgarnos o algo por el estilo, tengo que asegurarles que este no es un capricho mío y que Shadow tampoco está siendo complaciente. Nos hemos estado preparando y realmente queremos esto en nuestras vidas. Quizás alguno de ustedes lo sabe más que el resto, sabe lo mucho que siempre había deseado formar mi propia familia, y he encontrado ahora el momento adecuado para hacerlo —las palabras salieron atropelladas, creyendo que si no se justificaba lo suficientemente rápido el resto los atacaría. Su voz se rompió al final.

El silencio en la sala se había prolongado aún más, y eso solo la estaba matando.

Busco la mirada de Shadow, evitando el contacto con cualquier otro miembro de la sala, pero encontró los ojos carmesí cerrados en un gesto que no lograba identificar del todo.

Se sentía morir.

—No se enojen, por favor —suplicó antes de esconderse detrás del azabache por inercia.

Entonces la voz eufórica de Rouge rompió la tensión.

—¡JA! ¡Te lo dije! ¡Me debes quinientos rings! —exclamó satisfecha mientras el equidna a su lado sacaba su billetera refunfuñando.

La sala se llenó de una alegría y felicidad única.

Los erizos soltaron el aire que no sabían que estaban conteniendo, aliviados.

No entendían lo que pasaba.

—¡¿QUÉ?! —exclamó Sonic tan fuerte que el bebé dio un respingo. Rouge lo miró con dagas en los ojos.

—¡Sonic, no tan alto! —susurró Knuckles mientras arrullaba de nuevo al niño.

Cream dio un pequeño grito de emoción y se tapó la boca, conteniendo las lágrimas.

—¡Amy, es maravilloso!

Tails abrió la boca, cerró, volvió a abrir.

—Espera, espera... ¿ustedes? ¿En serio?

Amy asintió, entonces el zorro se levantó para abrazarla, felicitándole en el acto.

Rouge también se levantó, orgullosa y entre lágrimas, abrazando fuerte a Amy y dándole un golpe amistoso a su colega.

—Sabía que tarde o temprano ibas a darme la razón, rosadita. ¡Estás hecha para esto! —reconoció con cariño—. Y tú, grandulón, estoy segura de que lo harás fantástico. Solo esperemos que si es una niña no mates a su primer novio —bromeó.

Shadow rodó los ojos, dejando ver una sonrisa poco inusual en él y su ceño no tan fruncido como de costumbre.

Intensificó el agarre con su esposa, abrazándola por la cintura, mostrándose más cariñoso de lo que hacía, recibiendo más abrazos y felicitaciones por parte de los presentes.

Estaban felices, muy felices en verdad

Sonic, todavía en shock, los miró a ambos.

—Ustedes... Shadow... ¡¿ustedes van a tener un bebé?! —exclamó aún incrédulo, a lo que rió nerviosamente—. Bueno, supongo que ya nada me sorprende en esta vida. Solo prométanme que no crecerá para patearme el trasero desde la cuna.

Shadow arqueó una ceja, divertido.

—Acostúmbrate, Sonic, que si bien aún es solo una idea, pronto será una realidad. Que no te agarre desprevenido —entonces ambos erizos intercambiaron una mirada desafiante para sellarla con un choque de puños amistoso.

Entonces el cobalto se dirigió hacia Amy.

—Ames, realmente me alegro de que hayas podido encontrar a alguien con quien puedas cumplir todos tus sueños. Tienes razón, no eres la misma niña de antes, hace mucho tiempo que nosotros reconocemos y estamos orgullosos de que hayas podido salir adelante y encontrar tu camino, aunque inesperadamente con el emo, pero bueno, son detalles, ¿sabes?

Amy lo miró incrédula y unas pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas.

No podía creer por completo lo que escuchaba. Ellos realmente la veían por lo que era ahora, no por su pasado. Sintió todo el peso en sus hombros desaparecer y se llevó la mano al pecho.

Estaba aliviada.

—Gracias, Sonic, viniendo de ti, es realmente reconfortante escuchar eso. Tenía miedo de que no lo comprendieran...

—Descuida, Amy, estamos todos muy felices por ti, y te apoyaremos en esto y en todo lo que quieras hacer, porque eres nuestra amiga, te queremos y sabemos que cada decisión que tomes será la correcta para ti, y si no lo es, también te lo diremos. Pero este no es el caso —respondió con suavidad el cobalto, reconociendo que Amy realmente estaba preocupada por sus reacciones—. Como lo dijo Rouge, estas hecha para esto, yo también lo supe en su momento, pero bien sabes que los compromisos así no son lo mío, por eso estoy tan feliz y aliviado de verte cumplir uno de tus más grandes sueños.

Amy se secó las lágrimas con el dorso del guante, totalmente conmovida, y lo abrazó.

No cabía duda en que tenía unas amistades de oro.

Las felicitaciones terminaron y cada uno ya había vuelto a su asiento, entonces, Vanilla simplemente sonrió, dándole a Amy una mirada cómplice y levantó su copa.

El brindis había llegado, alto y cálido, con palabras atropelladas entre lágrimas y risas, celebrando como si ya existiera ese bebé.

—Por Amy y Shadow, porque la familia crece no sólo en número, sino en amor.

—¡Por ellos! —respondieron todos, y la mesa se llenó de tintinear de vasos y carcajadas.

La rosada sentía que por fin podía respirar después de tanto. Estaba realmente conmovida por el gran cariño que había recibido que no evitó soltar algunas lágrimas. Mientras que Shadow los miraba con suficiencia, tranquilo, porque aunque no lo quisiera admitir, más allá de Amy, a él quizás y también le importaba que sus amigos, porque sí, ahora los consideraba suyos, les entusiasmara la idea.

Todo había salido bien.

El equidna mayor tomó la palabra.

—Amy ha sido como una hermana menor para mí y una de las personas más importantes en mi vida y para la humanidad —se dirigió a Shadow—. Has hecho un buen trabajo cuidándola y haciéndola feliz, honrando la promesa que nos hiciste desde que empezaron a salir. Sin embargo, convertirse en padres no es una decisión fácil, y que ustedes la hayan tomado con tanta seriedad me hace creer que realmente están listos y preparados para esto. De padre a futuro padre, mis felicitaciones y mejores deseos para esta nueva etapa.

Shadow asintió en respuesta.

—Yo no rompo mis promesas, equidna, mucho menos si involucran a Rose, quédate tranquilo —respondió—. Agradezco tus felicitaciones y extiendo las mías por tu nueva familia.

Los machos intercambiaron un par de miradas confiadas más y soltaron una risa para luego beber de sus copas

—De hecho, desde que se casaron nos preguntamos cuándo iban a empezar a expandirse —confesó Rouge, tomando un poco del jugo de naranja.

La sala coincidió en murmullos.

—Es cierto, realmente creíamos que en cualquier momento aparecerían con un montón de ericitos bebé de la nada —inquirió Blaze.

Amy río.

—Bueno, lo que dice Knuckles es cierto. No es una decisión fácil de tomar, por mucho que lo quisiéramos, teníamos que estar seguros y listos —confesó luego de beber un trago.

Sonic entonces levantó la suya con una sonrisa burlona.

—Y otro brindis por el pobre niño que tendrá que aguantar las lecciones de disciplina de Shadow y los abrazos aplastantes de Amy.

Las carcajadas explotaron, mientras Silver añadió con voz alegre, pero orgullosa:

—Por los nuevos padres. Que sepan que no estarán solos.

La conversación siguió amena, preguntando por la cantidad de hijos que querían tener, los nombres, quiénes serán los padrinos, quiénes serán los mejores tíos, qué nombres serían los adecuados, entre otros.

En un momento, en el que ya no eran el centro de atención. Shadow aprovechó para acercarse a Amy y acarició su mejilla.

La contraria se sobresaltó por el tacto inesperado, pero sonrió gustosa, acomodando ante el gesto con una sonrisa.

—Te dije que todo iba a salir bien —susurró el azabache lo suficientemente alto para que solo ella pudiera escucharlo.

Dicho eso, le dio un beso en la cabeza, como muestra de su cariño y agradecimiento por haber confiado en él, en ella y en ellos.

—Gracias por tu apoyo, Shadow, por estar aquí, por no hacer que las cosas sean más difíciles. Te amo —correspondió Amy, dándole un corto beso que fue correspondido al instante.

Se escuchó un enternecido "Aww" de fondo, haciendo que se separen de inmediato.

—Si, si, muy futuros padres y todo, pero aún hay niños presentes —interrumpió el cobalto haciendo referencia al bebé que dormía ajeno a las buenas nuevas.

La sala se llenó de carcajadas que los hicieron sonrojar.

Sin embargo, el bullicio fue interrumpido por el suave tintineo de la copa que sostenía la gata.

—Bueno, aprovechando la ocasión y nuevamente felicitando la noticia de Amy y Shadow, además de también la nueva familia de los anfitriones, me parece oportuno darles una noticia importante para Silver, para mí y para nuestro reino—dijo con sutileza Blaze.

Acto seguido, con ayuda del albino, se puso de pie, mientras los ojos en aquella sala los observaban curiosos.

Fue así que, con cuidado, el chal que la envolvía fue retirado, dejando que una curva nueva, a la altura de su vientre, se marcara en su fino vestido de lino.

La reacción fue otra cascada de emociones. Gritos contenidos, abrazos, felicitaciones que no tardaron en llegar y un aplauso que duró demasiado tiempo.

Tres familias siendo bienvenidas en una sola noche, en compañía de las personas que más les importaban, la sensación de que la vida, la que habían elegido y construido a golpes, ahora se ampliaba en diferentes magnitudes y dimensiones.

—¡NO PUEDE SER! —gritó Sonic por segunda vez en la noche, provocando otra carcajada general.

—¡Otro heredero! —rugió Knuckles, golpeando la mesa con entusiasmo y dirigiéndose a su hijo—. Esta vez no crecerás solo, campeón.

Rouge se llevó la mano al pecho

—¡Ay, cariño, ahora sí que me ganaste la primicia! —lloriqueó un poco, conmovida.

Silver, sonrojado pero orgulloso, abrazó a Blaze mientras todos se levantaban para rodearlos.

—Esto merece otro brindis —dijo Tails levantando la copa.

—¡Dos familias nuevas en camino! —añadió Cream, riendo.

Las copas chocaron de nuevo, más alto, más fuerte, con una energía que parecía desbordarse por las paredes.

Amy, apretada contra Shadow en medio de los abrazos, lo miró con los ojos húmedos pero brillantes.

Él inclinó la cabeza hacia ella, permitiéndose una sonrisa privada que la hizo reír. Ambos cómplices y conocedores de lo mucho que les había costado llegar hasta ese momento.

Mientras afuera la noche de Mobius seguía tranquila, dentro de esa casa, el futuro parecía expandirse en todas direcciones. Risas, abrazos, nuevas vidas creciendo en promesa y complicidad de padres que no solo los deseaban y esperaban con ilusión, sino, con una familia más extensa, que si bien no eran de sangre, ya los querían y protegerían más que a nadie.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

La cena terminó y cada quién regresó a su hogar.

Amy y Shadow apenas llegaban a casa, exhaustos

La rosada fue la primera en dejarse caer en el sofá, con los tacones en mano y el saco a medio sacar. El azabache la siguió, con la camisa a medio desabotonar, acomodándose encima de ella sin lastimarla, también cansado.

Amy apoyó la cabeza sobre sus púas, acariciándolas con cariño y con una sonrisa que el mayor no podía ver.

Había sido un día lleno de emociones.

—Salió bien... mejor de lo que imaginaba, aunque Knuckles nos haya puesto al frente —recapituló.

Shadow deslizó el brazo por el hueco de su cintura y el colchón del sofá, abrazándola y aspirando el aroma que desprendía en su cuello.

—Tenías que confiar, Rose. Ellos están con nosotros, no te iban a dar la espalda —murmuró.

Ella suspiró, cerrando los ojos, terminando de echarse sobre el posabrazos.

Tenía razón. Debía dejar de enfocarse en los malos pensamientos y comenzar a ver su presente, lo que ahora la rodeaba, porque, al parecer, ahora todo era mejor. Seguir pensando en el paso le hacía daño y le impedía ver lo que realmente tenía frente a ella: una gran red de apoyo, amigos con los que confiar, una pareja en la cual creer y una vida por la cual luchar.

Empezaba a relajarse, pero el descanso no duró mucho.

En un movimiento rápido, Shadow invirtió los lugares, ahora quedando él debajo de Amy, y ella recostada sobre su mechón blanco, desconcertándola un poco.

En el pecho del erizo, se sintió ligera, como si le hubieran quitado un peso enorme y se dejó acariciar y envolver por la paz que le transmitía el mayor.

—Gracias por cubrirme cuando me quedé sin voz.

Él arqueó apenas una sonrisa, acariciando su espalda.

—No tienes que cargar sola con todo. Lo haremos juntos, siempre. Te lo prometí, y aún si no lo hubiera hecho, lo haría siempre, porque te amo.

La eriza se sonrojó y se hizo más chiquita en los bien trabajados pectorales del mayor, abrazándolo más fuerte, dejando que el amor del azabache la recompusiera.

Un silencio cómodo los envolvió, en donde solo se oía sus respiraciones y el ruido habitual de la noche. La eriza jugueteó con el mechón de su esposo, recordando cómo el hijo de Rouge lo hizo, y con voz apenas audible, soltó lo que había estado guardando desde entonces.

—Cuando te vi con el bebé... lo sentí, Shadow. No sé cómo explicarlo, pero algo dentro de mí me hizo querer que ese bebé fuera el nuestro.

Shadow bajó la mirada hacia ella, con los ojos brillando de algo nuevo, sin dejar de acariciarla. No dijo nada de inmediato, solo se inclinó y depositó un beso lento sobre su frente.

—Y lo será, Rose —susurró grave, seguro—. Lo será, porque yo también lo sentí cuando te vi.

El cansancio terminaba de apoderarse de ellos, sus respiraciones se volvían más pesadas, y antes de caer en los brazos de morfeo, ambos guardaron ese pequeño juramento en silencio, sabiendo que la segunda fase de su plan pronto empezaría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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BUENOS DÍAS BUENAS TARDES BUENAS NOCHES.

DIOS MÍO AQUÍ CHETOS REVIVE DE ENTRE LOS FOKIN MUERTOS.

De verdad, amigos, cuando una quiere actualizar, LE PASA DE TODO. Que si denunciada, que si agotada, que si anemia, que si enamorada, que si disociada, que si desarrendada, que si mi mamá se pone mal, que si a mi papá no le quieren pagar, que si mi hermana se va a casar.

LAPUTAMADRE

QUÉ MES DE MIERDA VDD D DIOS.

Pero felizmente las cosas poco a poco ya están solucionándose y yo pude hallar cabeza para traerles esta bonita actualización.

ADEMÁS POR EL AMOR A FOKIN DIOS AMIGOS MIL MIL MIL MIL MIL GRACIAS POR LAS 1K DE LEÍDAS Y EL PUESTO NÚMERO 13 EN EL # SHADAMY OMG.

No lo puedo creer, se me caen las fokin lágrimas mis queridos amigos, esto es lo más lejos que he llegado y estoy tan conmovida. Voy a imprimir esto y ponerlo en mi visualboard para reconocer mis méritos, ya que el síndrome del impostor está fuerte, jeje.

Inicialmente la confesión iba a ser Amy yendo al palacio de Silver y Blaze por consejos de maternidad, para ese entonces ya todos sabían que Blaze estaba embarazada y Amy, no queriendo incomodar a la recién parida Rouge, fue con la gata, a ver si también la ayudaba en algo en el castillo. Era ahí cuando de pregunta en pregunta Blaze le pregunta que qué onda, que qué rayos se trae entre manos, y Amy les confiesa que buscaba ser madre con Shadow.

Y así.

Pero me gustó más la idea de hacer una reunión más familiar y que también se anuncie ahí el embarazo Silvaze, de modo de que Amy no sienta que era una desubicada por querer ser madre a esa edad (pa esto Amy debe teneerrrr unos 29 y Shadow 31, preliminarmente, esto puede varias), porque ya ven que la pobrecita estaba muy acomplejada.

Buenos amigos, espero que les haya gustado, espero traer la siguiente actualización pronto, y que acá leo todos sus comentarios, sugerencias, predicciones.

Los quiero mucho. Recuerden que si tardo mucho en actualizar, pueden revisar mi tablero porque ahí siempre chillo jaja o en mi twitter que a veces lanzo spoilers jsjs thequeenchetos.

Un besito a todos, los quiero bastante y espero hayan disfrutado.

Los quiere, su keridisima escritora Chetos

-QCB

Chapter 6: 05. Bajo control

Chapter Text




"—Quiero hacer las cosas bien, porque te amo. Y si tú no estás acá, lo estaré yo, porque somos un equipo."

...

Una sensación electrizante que recorrió toda su espalda hizo que sus ojos se abrieran de inmediato, despertándolo del profundo sueño en el que había caído sobre el sofá de su residencia.

El reloj marcaba las tres de la madrugada, la luz tenue de la sala seguía encendida, y el silencio de la casa solo era roto por una respiración entrecortada y el roce insistente de algo, o alguien, sobre él.

En cuanto su mirada se acostumbró a la luz aún encendida de la sala, pudo darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, y encima de él.

Tardó un segundo en entender.

Y cuando lo hizo, su pecho se contrajo.

Amy estaba sobre él.

Y no estaba dormida.

Para nada.

Es más, podría jurar que nunca antes la había visto tan viva, tan despierta, tan animal.

Tenía a la eriza, quien al parecer había recuperado todas sus fuerzas y vitalidad en apenas tres horas del suficiente descanso que podía ofrecerle su pecho, repartiendo besos desde la base de su oreja hasta bajar peligrosamente por su cuello y clavícula, provocándole aquellas descargas eléctricas en todo su ser.

Sus manos, sin temblor alguno, recorrían su pecho, su cuello, su rostro, buscando contacto, buscando alivio, con una convicción que hacía parecer que era una experta en ello. Su piel ardía, su respiración era irregular, y el aroma que desprendía era tan intenso, tan dulce, tan instintivo, que lo envolvía sin permiso.

Y no solo eso.

Un calor húmedo y suave, aparte del de sus besos, podía ser percibido por su cuerpo. Específicamente, en su entrepierna.

—Rose, ¿qué demonios? —gruñó somnoliento, apenas logrando incorporarse.

No estaba enfadado. No. Solo desconcertado. Confundido.

Nunca antes había visto actuar de esa manera a la rosada. Y lo que menos esperaba era que, luego de un día tan agotador y un intento bastante mediocre de descanso, su esposa quisiera acción de una forma tan desenfrenada, como si jamás la hubiera hecho suya.

Juraba que ella estaría igual de molida, pero claramente no era así.

Sus ojos, todavía buscando enfocar algo más que la gran mancha rosada encima de él, se encontraron fugazmente con los de ella.

Lo que vio lo dejó sin aire.

Amy, con su pelaje rosado brillando levemente en la penumbra, tenía el vestido subido hasta la cintura, dejando al descubierto su ropa interior totalmente empapada. Su cuerpo, bien formado, ahora irradiaba una energía diferente, casi animal, instintiva. Sus ojos jade, normalmente llenos de vida, alegría y esa chispa de amor, estaban nublados por el brillo de un deseo que no podía controlar. Sus movimientos eran más desesperados que conscientes.

Su respiración era acelerada, y sus pezones duros rozaban el pecho de Shadow con cada movimiento desesperado de su cuerpo por fundirse con el suyo. Su culo perfecto, una obra de arte que él adoraba, se movía con urgencia sobre su entrepierna, rozando un bulto que poco a poco empezaba a crecer peligrosamente.

Tenía a la fémina hecha una fiera, devorándole el cuello con intentos bastante buenos de provocarlo, mientras el vaivén de las caderas ajenas encima de su pelvis hacían el combo perfecto para llevarlo a su perdición.

El erizo soltó un jadeo, más de dolor que por excitación.

El dolor de cuello lo estaba matando por dormir sin una almohada, tenía medio antebrazo adormecido y Amy estaba siendo bastante brusca con sus chupetones. Lo que más quería en ese momento era lanzar por la ventana ese maldito sofá por haberlo dejado en ese estado físico tan miserable y prestarse para ser el escenario perfecto para una película porno en donde todo apuntaba a ser él el sumiso.

Sin embargo, tenía problemas más importantes que atender en ese momento.

Amy dejó de mordisquear el cuello ajeno en cuanto sintió a jadear a Shadow bajo ella..

Entonces se alejó lo suficiente para ver a su esposo a los ojos y la vista que le ofrecía era simplemente deliciosa.

La rosada tenía un rubor en sus mejillas se le extendía hasta el pecho y orejas. Estaba sudorosa, su respiración se entrecortaba y su pecho subía y bajaba, moviendo sus atributos de manera tentadora. El bonito vestido azul noche apenas cubriendo sus pezones, las orejas caídas y una mirada lasciva en una mueca suplicante.

Todo ello sin dejar de restregarse contra él.

Sus labios entreabiertos, pronunciaban su nombre con una necesidad que no era normal, hasta el punto de lloriquear. Sus pupilas, dilatadas, se movían de sus labios a su cuello, y su temblor en su cuerpo le rozaba la piel como un fuego que crecía.

Lucía tan tentadora, tan indefensa, tan entregada, y lo mejor es que aquella hermosa criatura estaba desesperada por él.

Por tenerlo a él.

Por llenarse de él.

—Shadow... por favor —suplicó, con voz quebrada, manteniendo el ritmo de sus caderas, buscando alivio—. Tómame ahora... márcame... te quiero... te necesito...

Sus palabras lo estremecieron por completo, dejándose hipnotizar por aquella vista, por sus instintos que poco a poco comenzaban a saltar.

Entonces algo lo hizo detenerse de golpe.

Una voz interna, un sentimiento familiar que le pedía control.

Todo cobró sentido entonces.

Él entendió sus palabras en un segundo. La conocía demasiado bien como para saber exactamente lo que estaba pasando.

¿Cómo pudo haberlo olvidado?

Los cambios repentinos de humor, la ansiedad por la confesión, su actitud en la cena, la necesidad de tenerla cerca, de hablarle más suave, la certeza de que en algunas horas terminaría abril.

Amy estaba en celo.

Su aroma se había intensificado, mezclando la dulzura de las fresas y la vainilla con las  feromonas que soltaba a través de su pelaje, fluidos y sudor. Todo en ella gritaba necesidad y sumisión. Sin embargo, diferente a lo que estaba acostumbrado, sintió algo más en el aire, en su actitud, en su lenguaje corporal, en su forma de actuar.

Algo mucho más salvaje, más intenso, se había desatado aquella noche.

Pero algo no terminaba de cuadrarle.

Era Amy, sí, pero no parecía ella misma, por mucho que la idea de tomarla lo tentara.

Algo no estaba bien.

Lamentablemente, por muy híbrido que fuera, no era inmune a esta clase de naturalidades. Cada gemido ahogado, cada roce más cercano que el anterior, cada gota que se deslizaba peligrosamente por las curvas de su esposa lo empujaban al borde del abismo.

—Por favor, Shaddy~ —suspiró con ese tono de voz que sabía que prendía al contrario.

Todo lo embriagó de golpe, liberando finalmente sus instintos más profundos.

Shadow tragó saliva, luchando por mantenerse en control.

Gruñó en cuando la rosada volvió a mover sus caderas sobre su zona sensible, intercambiando entre movimientos circulares y rectos, casi obligándolo a tomarla en ese preciso instante y hacerla suya como su naturaleza le demandaba, como para lo que había sido creado tal acto.

—A-Amy, espera. Ah~ —gimió en cuanto sintió la humedad de la única tela que los separaba de aquel acto que ya habían disfrutado un sin fin de veces deslizarse a un lado.

La rosada, contenta por lograr las reacciones que quería en el contrario, comenzó a restregarse aún más, en un vaivén de movimientos lo suficientemente lentos para desesperar al contrario, pero exactamente calculados para dar justo en la base del tronco del miembro que estaba ansiosa por recibir, buscando desplegarlo de una buena vez y saciar su hambre.

—Vamos, Shadow~ Yo sé que lo quieres tanto como yo~ —canturreó cerca de su oreja, haciendo que sus pechos quedarán en la cara del contrario, estremeciéndolo una vez más.

Shadow cerró los ojos con fuerza y se aferró al cuero del sofá buscando contención, rasgándolo en el intento. Ya estaba completamente despierto y necesitaba actuar rápidamente o las cosas se pondrían feas.

Muy feas.

Su cuerpo comenzaba a reaccionar ante el llamado de su esposa. El sudor comenzó a bañarlo, fundiéndose con el de la eriza. Su respiración se volvió acelerada, y, mierda, cómo empezaba a doler su entrepierna.

El celo de la eriza no era normal, era aún más intenso que antes. Aquella persuasión y excitación en ella era nueva, y era más que evidente que había perdido todo el control de sus acciones.

Sus manos subían y bajaban por sus hombros, sus caderas se movían con ritmo, guiadas por una fuerza que no venía del pensamiento sino del instinto.

Era tan nuevo, atractivo, hipnotizante, pero Amy no era plenamente consciente. Era una mezcla de deseo, fiebre y necesidad.

Era cualquier cosa, menos su Amy.

No estaba totalmente seguro de dónde provenía toda esta nueva ola, pero recordó vagamente que algo así podía pasar como efecto secundario de los suplementos que la rosada estaba tomando. De todas maneras, su finalidad era asegurar un buen embarazo desde la concepción, por lo que probablemente esta reacción se debía a los efectos de la fertilidad.

Maldecía la efectividad de aquellas píldoras.

Shadow resopló, intentando mantener una calma con un esfuerzo que no ponía desde hacía muchos años, pero el siguiente movimiento de la rosada prendió todas sus alarmas.

Amy dejó de concentrarse en masajear su definido torso para concentrarse ahora en sus inhibidores, queriendo liberar sus muñecas de aquellos anillos que lo sujetaban a la poca cordura que le quedaba.

Inmediatamente, en contra de sus instintos, sujetó con firmeza a Amy por la cintura, separandola de un tirón de sus intenciones y deteniendo su vaivén de sus caderas con delicadeza, pero sintiendo al mismo tiempo cómo su cuerpo entero pedía lo contrario, que la dejara continuar.

Esa contradicción lo estaba matando, pero tenía que ser fuerte, resistir un poco más.

No podía hacerle eso, no podía hacerse eso.

No así.

Un solo maldito roce más y todo por lo que habían estado trabajando juntos se iría al diablo.

La contraria se estremeció ante el contacto contrario. Por fin Shadow la estaba tocando, sin embargo, esa felicidad fue rápidamente reemplazada por la decepción al sentir como el azabache los separaba.

Lo miró con los ojos vidriosos, entre deseo y frustración. Sus uñas se clavaron en sus hombros, temblando de una mezcla de ira, tristeza, necesidad y excitación.

—¡Shadow, por favor! ¡Márcame! —suplicó desesperada, desgarrando sus cuerdas vocales en el proceso a la par que apartaba con fuerza los brazos contrarios de su cuerpo para entonces besarlo con pasión.

Esa palabra.

Esa maldita palabra.

El aire se volvió denso.

Su cuerpo reaccionó con un impulso primitivo, el más antiguo y poderoso de todos.

"Márcala" —murmuraba su instinto— "Hazla tuya de una vez. Te lo está suplicando. Llénala por completo".

Y sin embargo, su mente, la parte más racional, lo sujetó como un ancla.

No podía.

Tenían una promesa.

No la había marcado antes, ni siquiera en su luna de miel, y esta tampoco iba a ser la ocasión en la que lo hiciera. Porque marcarla significaba no usar protección esta vez, porque significaba llenarla por completo de su semilla, porque significaba el primer intento real de concebir.

No debía ser así.

No ahora.

No en ese estado.

No sin saber lo que ella quería.

Ella no sabía lo que decía. No comprendía lo que pedía. Estaba perdida en su propio cuerpo, suplicando algo que en la mañana quizás no recordaría del todo y de lo que se arrepentiría de porvida.

Era su naturaleza llamando, sí, pero no su voluntad, ni su conciencia, ni mucho menos sí misma.

El fuego que los rodeaba era demasiado real, casi doloroso. Cada fibra de su cuerpo quería rendirse, pero su promesa, esa promesa de amor, de cuidado, de respeto a ella, a él y todo por lo que se estaban preparando, pesaba más.

El mayor quiso replicar, decir algo más, hacerla entrar en razón, pero no pudo. En cuanto los dulces labios de su esposa tocaron los suyos. Su juicio terminó de nublarse. Y para empeorar las cosas, la erección con la que tanto había estado luchando por reprimir, finalmente se dejó ver.

"No, no, no, no, no. ¡Mierda! Esto no puede estar pasando. ¡Concéntrate!" —pensó desesperado, con la poca cordura que se le escapaba de las manos y la entrepierna.

En un movimiento rápido y bastante ágil, , sin romper el contacto de sus bocas, logró sacar a Amy de encima de su intimidad antes de siquiera poder rozarse. Terminaron sentados sobre el sofá, haciendo que la contraria quedara a horcajadas en su regazo, con la punta de su polla chocando con la base mojada de la cola rosada.

Sus labios se encontraron en un caos perfecto. Saliva, jadeos y un fuego entre ellos que nunca antes había ardido con ese nivel de intensidad.

Sus manos se movieron por la espalda contraria, rompiendo el cierre del vestido que terminaría por liberar los pechos contrarios con un rebote que no dudó en disfrutar, provocando un jadeo en la eriza. Tiró la tela, ahora inservible, a saber Chaos donde.

De todas maneras, si quería, le compraba mil iguales al amanecer.

Rompió el beso para atrapar uno de los pezones contrarios y succionarlos con urgencia, saboreándolos, mojándolos, mientras el otro era amasado con desesperación por su otra mano.

La sala comenzó a llenarse de los gemidos altos de Amy, quien se sentía en el paraíso al ser finalmente atendida, con la espalda totalmente arqueada. Sin embargo, no era suficiente, y su hambre solo estaba creciendo.

Con un movimiento peligroso, buscando la mirada contraria, sus dedos bajaron a su feminidad, buscando satisfacerse a sí misma mientras el contrario le devoraba los senos.

Shadow ya la tenía en la posición que necesitaba para su siguiente movimiento, solo estaba disfrutando un poco nada más antes de continuar, pero aquel desplazamiento peligroso de la delicada mano contraria estropeó todo plan que tenía en mente.

Se separó al instante, jadeando, con un hilo de saliva que aún lo conectaba con lo que segundos antes hacía.

Ahí estaba su linda y tierna Rose, gimiendo su nombre, totalmente entregada a él, esperando por ser follada, y ahora ponía a prueba su paciencia al ver como se tocaba para ella, para él.

Lo estaba provocando de las maneras más bajas posibles, porque el único que podía hacerla gritar con su toque era solo él.

Fue cuando uno de los nuevos fluidos de Amy mojó su tronco cuando este se desplegó aún más, dejando a la vista el tamaño completo del gran miembro que tanto deseaba tomar, saborear y abrazar carnalmente su esposa.

Shadow sacudió la cabeza rápidamente, despejándose de las ideas morbosas que empezaban a traicionarlo. Tragó con dificultad, mientras la rosada sonreía gustosa.

Había logrado lo que quería y ahora disfrutaría de su premio.

Con mucho cuidado, levantó el trasero, dispuesta a alinear y deslizar la gran polla frente a ella para introducirla en su interior.

Quería sentirse completa, satisfecha, liberada, marcada, suya. Estaba desesperada por ello.

Pero pasó un pequeño gran detalle por alto.

No estaba lidiando con un mobian. No. Cualquier otro ya hubiera caído bajo sus encantos y el llamado de la naturaleza, pero no la maldita forma de vida definitiva. Y si él decía no, era no y punto.

Antes de que pudiera lograr su cometido, el azabache, con un movimiento firme, la alzó en brazos, nuevamente bloqueando el contacto carnal entre ellos.

—¿S-Shadow? ¿Q-qué haces? —preguntó confundida, enredando sus piernas en la cadera contraria y escondiendo su rostro en el cuello contrario, dejando pequeños besos en este.

—Shh, tranquila... —susurró con voz grave, persuadiéndola—. Si vamos a hacerlo, lo vamos a hacer bien...

El mayor, con el poco autocontrol que le quedaba, avanzó hacia la cocina para dejarla sobre la encimera.

El frío del mármol contrastó con el calor que emanaban sus cuerpos. Amy, perdida en su fiebre, creyó por un segundo que él cedía finalmente a su ruego, y lo miró con una sonrisa entre dulce y temblorosa.

No le importaba si mañana debía limpiar todo cinco veces. Si Shadow quería marcarla en su lugar favorito de toda la casa, ¿quién era ella para oponerse? Encima estaba cumpliendo sus fantasías.

Qué buen esposo, ¿no?

Con movimientos sensuales comenzó a acomodarse sobre el mármol, para finalmente abrir sus piernas, dejando ver su entrada totalmente lubricada, lista para apretar gustosamente el gran miembro de su esposo. El único que podía llenarla por completo.

Pero Shadow tenía otros planes.

Shadow cerró los ojos un instante, maldiciéndose por lo que iba a hacerle, porque cada fibra de su ser le pedía ceder, pero sabía que si lo hacía esa noche, sería por instinto, no por decisión, mucho menos por amor.

Ahora más que nunca necesitaba ser la voz de la razón.

Las ganas de mandar todo al diablo le gritaban marcarla ahí mismo, hacerla finalmente suya como la naturaleza mandaba, vaciar su semilla una y mil veces en ella hasta el amanecer y dejar aquella marca de unión en la curva de su cuello que la contraria le ofrecía.

¿Cómo no hacerlo?

Tenía a la rosada en bandeja de oro frente a él, con la luz de la luna colándose por la ventana dándole un aire más provocador. Totalmente jugosa, dispuesta y abierta solo para él.

¿Y lo mejor?

Lo estaba esperando.

Había imaginado un sin fin de veces la sensación de sentir a Amy sin protección alguna, sin más látex, sin más barreras. Sentir todo su interior caliente de primera mano, piel con piel, llenarla hasta el final, pero habían acordado cuidarse hasta el momento adecuado. Porque si disfrutarla de esa manera significaba el sufrimiento de ella e incluso algo que no deseaban en ese momento, entonces resistiría.

No era esa clase de animal.

Estaba a una sola estocada de posible todas esas fantasías perversas, de hacer realidad todos sus deseos más oscuros, pero no lo haría.

No así.

No de esa manera, mucho menos sabiendo de que aquella pecaminosa acción podría engendrar la vida que con tanta dedicación habían buscado.

No lo quería de esa manera, ninguno de los dos de hecho.

Y si algo podía darle en ese momento a Amy, era el control y la consciencia de lo que ambos estaban por construir., porque bajo ningún motivo permitiría que lo que con amor y cuidado han estado buscando se concibiera bajo el deseo, el impulso. Era un insulto a todo lo que tenían.

Pero también sabía que la rosada no estaba en todos sus sentidos, y que no lo dejaría en paz hasta lograr su cometido.

Tampoco tenía fuerzas ni ganas de terminar de conocer todos los efectos del extraño celo que atravesaba.

La acorraló contra el mesón, hundiendo su rostro en su clavícula, besándola con un cuidado que dolía.

Sus respiraciones se mezclaban, los corazones golpeaban al mismo ritmo, y la tensión era casi insoportable.

Shadow deslizó una mano por el muslo de Amy, con tacto firme y seguro. Subió lentamente, como si estuviera trazando un mapa de su cuerpo, hasta llegar a su sexo ardiente. Con el pulgar, comenzó a frotar su clítoris, aplicando una presión firme que hizo que Amy arqueara la espalda y soltara un gemido ahogado. Su otra mano se movió con rapidez, lo suficiente para que la contraria no se diera cuenta de que algo faltaba, buscando el milagroso frasco que guardaba junto con los suplementos.

Sabía que necesitaba actuar antes de que su propia resistencia se derrumbara.

Una vez sus dedos obtuvieron la cápsula, rompió el beso para seguir con su plan.

Amy estaba ahí, jadeante. Se veía hermosa, los ojos brillando casi en blanco, sus pechos redondos moviendo morbosamente ante el más mínimo movimiento, y sus labios entreabiertos expectantes ante lo que quisiera hacerle

—Shadow... —gimió ante la distancia, arqueando la espalda.

Solo un movimiento.

Uno solo, y el ardor de sus cuerpos podría disiparse.

Pero no lo hizo.

Porque amarla también significaba protegerla de sí misma.

El nombrado la tomó por el rostro, dominante, obligándola a mirarlo.

—¿Qué quieres, Rose? —provocó—. ¿Acaso quieres esto? —dijo sacando sus dedos de su interior mojado para sostener su gran miembro.

La eriza asintió con efusividad, buscando la cercanía de nuevo desesperadamente, a lo que el macho hizo el agarre en su rostro más fuerte, no permitiendo la ansiada fricción que ella deseaba.

—¿Y cómo se pide, Rose? ¿Acaso olvidaste tus modales? —regañó, recibiendo un lloriqueo a cambio.

—Mgh~

—Me parece que tendré que castigarte...

Dicho eso, bajó el torso de Amy hasta un poco más arriba de su obligo, de modo que su rostro quedó a la altura de la punta de su erecto bulto.

La rosada lo miró. Sus hermosos jades lagrimeando de placer y gozo.

Si tan solo la rosada estuviera consciente, no habría esperado ni un segundo más para follarle la maldita boca.

—Abre la boquita, Rose.

La rosada obedeció de inmediato.

Entonces él posó sus dedos en los labios contrarios, introduciéndolos. Amy comenzó a chuparlos con desesperación, creyendo que la estaba preparando, sin embargo, un bulto más que no reconocía se había colado en su cavidad.

Confundida, rompió el contacto, y antes de poder cuestionar cualquier cosa, los labios contrarios ya la estaban devorando, provocando así que tragara saliva, y con ello, aquel misterioso objeto.

—Shadow, e-espera —balbuceó entre el beso— ¿Q-Qué fue eso? ¿Qué hiciste...?

Shadow finalmente se separó y la abrazó, levantándola de la encimera y poniéndola de pie.

—Confía en mí, Rose —su tono fue suave y determinado—. Esto no es lo que querías.

Ella lo miró con los ojos húmedos, el deseo aún brillando. No forcejeó, no se movió, solo se quedó ahí, confundida, sintiendo como el calor de repente disminuía.

Sabía que Amy no entendería palabras ni acciones, y esto era lo único que se le ocurrió entre las tan apresuradas circunstancias.

Poco a poco los efectos del supresor comenzaron a hacer su trabajo, sumados a las pequeñas caricias que Shadow le dejaba en la espalda, relajándola, mientras la mantenía sobre su pecho. Su respiración comenzó a calmar, sus párpados a caer y su cuerpo a dejar de arder.

Sus movimientos perdieron fuerza, sus labios buscaron los de él una última vez antes de rendirse por completo, siendo sostenida por los brazos contrarios.

Durante un largo minuto, se quedó ahí, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo con fuerza.

Ya todo había terminado.

Con cuidado, la llevó en brazos hasta el baño de su habitación.

Llenó la bañera con agua tibia y esencia de lavanda, y mientras llenaba, con cuidado terminó de desvestirlos.

Una vez lista, volvió a cargarla para sumergirse con ella en la cerámica calentita, dejando que el líquido limpiara todo rastro de deseo, fluidos y morbosidad que minutos antes habían experimentado.

El vapor llenó el cuarto. Amy se dejaba hacer, sin rechistar, lo suficientemente adormecida para confiar. Shadow la sostuvo todo el tiempo, sin apartar la mirada de su rostro relajado, aseándola con una suavidad que pocas veces invocaba.

Por primera vez en horas, ella parecía en paz.

Cuando el mayor terminó, secó sus púas asegurándose de que no quedara gota alguna en ellas para que no se enfermara. Su rosado pelaje fue cubierto por un pijama fresco de algodón y él la acompañó con otro a juego.

Finalmente, la recostó en el lado derecho de la cama, acomodando las sábanas sobre ella, procurando que no le diera frío.

Antes de acostarse a su lado, se quedó mirándola. Su rostro parecía tan tranquilo, tan inocente, que le dolía recordar lo que había pasado apenas unos minutos antes. Era totalmente ajena al infierno que había desatado.

Le acarició la cabeza con ternura, deslizando sus oscuros dedos por sus cabellos, para descansar un poco en sus mejillas. Se veía tan pacífica.

La admiró unos segundos más, luego se tumbó junto a ella, quedando de cucharita. Amy murmuró algo entre sueños al sentir el peso nuevo a su lado y se acurrucó instintivamente, buscando el calor del nuevo cuerpo. Shadow la abrazó, pasando un brazo por su cintura hasta dejar la palma sobre su vientre.

Su respiración se volvió una con la de ella, sus ojos comenzaban a pesar y el cansancio a cobrar factura. El silencio los envolvió.

Antes de que el sueño la venciera, Amy sintió un último roce cálido en su mejilla y escuchó su voz grave, un murmullo cargado de amor y complicidad.

—No hoy, Rose... No así, no de esa manera. Será especial, como lo que estamos deseando.

Ella apenas alcanzó a sonreír, somnolienta, y su mano buscó la de él sobre su abdomen, entrelazando sus dedos.

Bastó un suspiró más para que, con el peso del deseo disuelto en ternura, se durmieran.

Esa noche no hubo fuego, pero sí promesa, respeto, confianza y amor. Ese amor real, el que se entrega ciegamente, en el que te entregas por completo, aquel que sabe cómo actuar y esperar.


ᰔ🍼˚


La mañana llegó con una calma engañosa, colándose por las cortinas como un velo dorado que acariciaba la piel, dándole calidez y luminosidad a la gran habitación.

Amy se removió entre las sábanas, incómoda. El tacto firme de Shadow sobre ella no bastaba para pasar por alto la incomodidad que siente en su parte baja y el calor en su cuerpo.

Parpadeó varias veces antes de abrir los ojos del todo.

El cuarto olía a lavanda, a fresas, a jabón, y al perfume tenue de su esposo. Todo parecía demasiado limpio y eso la confundió. Su última memoria era el pecho de Shadow en la sala, su respiración profunda y el peso agradable de su brazo sobre su espalda. Luego, nada.

Silencio. Oscuridad. Sueño.

Se incorporó lentamente, con las piernas entumecidas, notando un cosquilleo extraño en la parte baja de su abdomen.

—¿Qué rayos pasó? ¿Y por qué me duelen las piernas? —murmuró sobándose los muslos para levantarse al baño y deshacerse de la incómoda sensación húmeda de su ropa interior.

Al llegar, el espejo le devolvió la imagen de una eriza despeinada, con las mejillas sonrosadas y el pijama arrugado. Su cabello esponjoso y sedoso le reveló una realidad que no esperaba: alguien la había bañado.

Pero ella no recordaba nada. Ni cómo había llegado a la cama. Ni cómo se había cambiado de ropa. Mucho menos haberse tomado una ducha.

Una vibración breve interrumpió su confusión. Tomó su teléfono.

Una notificación iluminó la pantalla.

"Tu celo puede haber comenzado hoy. Regístralo para no perder la cuenta".

Amy se quedó inmóvil.

El aire se volvió espeso.

—¿Mi celo? —susurró, casi incrédula—. Pero aún faltan un par de días y... yo soy regular.

Entró a la aplicación, buscando las respuestas a la predicción que la aplicación de salud le notificaba.

Sentada sobre la tapa del inodoro, sus ojos se deslizaron impacientes, queriendo ubicar una sola palabra que le dé sentido a todo.

"Factores de alteración de celo"

Bingo.

La sección explicaba que gracias a las dosis e información registradas en el aplicativo de los suplementos nuevos que estaba tomando para la concepción la llegada de su celo, su intensidad y otros síntomas de este podrían verse alterados.

Tenía sentido, era lo mismo que le habían explicado a Shadow y ella en la farmacia y la clínica. Sin embargo, si su celo había comenzado, ¿por qué no recordaba nada al respecto?

Volvió a incorporarse frente al espejo.

No tenía mordidas, chupetones, arañazos, ni rastro alguno de haber mantenido relaciones, lo cual le extrañó. Shadow siempre la ayudaba a calmar sus síntomas, y aún así todo en ella y el ambiente indicaba a que la parte más fuerte ya había pasado.

Confundida, luego de cambiarse y lavarse las manos, con teléfono en mano, regresó a la cama, volviendo a acostarse frente al azabache. Lo observó como si su respirar calmado pueda darle las respuestas que necesitaba, y fue ahí en donde se dió cuenta de que Shadow tenía bastantes marcas rojizas por todo el cuerpo, junto a arañazos que se perdían en el borde de su camiseta y una gran marca roja en su cuello, casi del color de sus vetas.

Su expresión, si bien era tranquila al dormir, dejaba ver un ceño fruncido de cansancio poco usual en él, acompañado de sombras moradas bajo sus párpados. Algo le decía que no había sido una noche fácil para él.

Y quizás sea por eso que creía que tal vez Shadow tendría sus respuestas.

Un suspiro pesado la sacó de sus pensamientos, alertándola.

—No recuerdas nada, ¿verdad? —susurró de repente el azabache sin abrir los ojos.

Amy se sintió atrapada.

—¿C-cómo lo-

—Tu mirada es muy intensa, Rose, ¿no te lo había dicho? —interrumpió con una media sonrisa perezosa—. Tienes una mirada... matadora por decirlo así.

La rosada se avergonzó un poco, sin embargo, se acurrucó un poco más a su lado.

Con cuidado, pasó sus dedos por sus heridas, provocando un suspiro más fuerte del mayor al tocar el borde de la marca roja en su cuello.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó preocupada.

Él vaciló un poco antes de responder.

—En la madrugada empezó tu ciclo, algo bastante diferente e intenso a lo que estoy acostumbrado —explicó con calma—. No pasó nada porque me di cuenta de que estabas muy fuera de sí, soltando incoherencias y exigiendo cosas de las que podrías haberte arrepentido después, de las que nos hubiéramos lamentado. No eras tú misma.

Amy abrió los ojos, sorprendida.

—Tuve que darte un supresor entero, no tenía otra opción. Ni siquiera satisfacerte lo era, lo que estabas demandando era tan peligroso y estaban siendo tan insistente que realmente las cosas hubieran salido muy mal si cedía. No me dejaste ni tiempo para buscar protección —continuó sin aún abrir los ojos—. Me gustaría mentirte y decirte que lo tuve todo bajo control, pero no fue así. Darte la medicación incluso fue un movimiento bastante arriesgado.

La rosada se tensó de inmediato.

—Tengo que admitir que, incluso estando fuera de sí, tienes bastante fuerza y sigues siendo muy terca.

Dicho esto, Shadow la atrajo hacia él, acariciándole con ternura. Con esa forma suya de decirle que, a pesar de todo, estaban bien.

Lo que le contaba el azabache le resultaba inconcebible. No había experimentado algo así antes, ni siquiera cuando estaba soltera. Jamás había sufrido una necesidad tan insoportable hasta el punto de perder los estribos, mucho menos perder la memoria.

¿En serio las cosas habían sido tan malas? ¿Por eso Shadow se veía tan cansado y herido?

¿Por qué parecía que hubiera estado poseída?

—Yo.. no recuerdo nada, Shadow, perdón por hacerte pasar por algo así. Las marcas en tu cuerpo ahora tienen sentido... —se disculpó con honestidad—. No era mi intención. Suelo tener el control de mi ciclo, pero supongo que se me pasó el detalle de que los suplementos pueden alterarlo. Aún así, esto no es algo normal en mí... Lo siento mucho.

El mayor la abrazó por la cintura, acomodándose entre su cuello y pecho, buscando regresar a su descanso a través del dulce olor que emanaba su amada, el cual, lejos de provocarlo, en ese instante solo le transmitía calma.

—Lo sé, Rose, sé que no eras tú —susurró.

Internamente agradecía que la rosada hubiera amanecido tranquila. Ya no tenía fuerzas mortales para lidiar con una Amy en celo desenfrenada, ni nada similar.

Solo quería dormir.

Aún estaba muy cansado, física y mentalmente, ni siquiera su energía chaos había podido terminar de regenerar todas sus heridas. Fue una semana agotadora, incluso para un ser como él, y el descanso nunca se había visto tan tentador en años.

A veces ser la forma de vida suprema no era suficiente. O es que todavía le costaba lidiar con los instintos mundanos de los mortales.

Rose había sido la única capaz de tentarlo, tanto en el amor, como en la intimidad y otros aspectos, como ahora lo era la paternidad.

Era increíble como esa enana bola rosa era su salvación y al mismo tiempo su perdición.

Pero en ese momento, incluso la idea de estar en un estado de suspensión animada por otros cincuenta años pareció tentadora.

La contraria ahora lo miraba totalmente preocupada y arrepentida, lo que no pasó por alto por el erizo aunque no pudiera verla.

Algo que le gustaba de su relación con Amy era esa especie de conexión que tenían a veces. El sentir el estado del otro.

—No pienses demasiado, Rose. Ya pasó, no ocurrió lo peor y no estoy enojado, tranquila. Encontraremos una solución para saber cómo actuar la próxima vez—murmuró antes de terminar de hundirse en el cuello contrario—. También recuerdo haber leído que pudo haber sido uno de los efectos secundarios de los suplementos. Es como si tu cuerpo hubiera decidido hablar... En fin, buenas noches.

El azabache balbuceó lo último, ya bastante adormilado. La eriza lo acogió, enredando sus piernas con las contrarias y acomodándose lo mejor posible para darle a Shadow una posición cómoda para que siguiera durmiendo.

Sin embargo, las últimas palabras de su esposo rondaron su cabeza por unos minutos antes de darse cuenta de lo que le estaba sucediendo.

"Es como si tu cuerpo hubiera decidido hablar".

Y fue entonces, entre el silencio, la tibieza de la habitación y la respiración calmada de Shadow, que Amy entendió.

Su cuerpo ya estaba listo para concebir.

Recordaba vagamente una de las clases de biología que tomó de joven y alguna charla que Vanilla le dio en algún momento. Cuando el cuerpo está listo para engendrar una nueva vida, este comenzará a dar señales, y una de las más notorias será el celo, el cual comenzará a ser más intenso, buscando la tan ansiada fecundación con desesperación.

La sensación de estos celos pre concepción podrían haber sido menos intensos si Shadow la hubiera marcado antes, pero, si bien ya no era virgen, había decidido no tomar medicamentos anticonceptivos por la cantidad de efectos secundarios que tendría en ella. Al conversarlo con Shadow, él no tuvo problema alguno con usar condón, por lo que su rutina sexual no había alterado su biología del todo.

Y ahora esta misma reclamaba su naturaleza.

Y sabía que esta vez el látex no sería suficiente.

Ya habían pasado dos meses desde que todo empezó, ya estaba físicamente lista, mentalmente ya casi, sin embargo, sentía que aún era muy pronto. Apenas ayer habían compartido la noticia con sus amigos y hace una semana habían ido de compras de padres primerizos.

Pero era una realidad que ya se aproximaba, y si su cuerpo le decía que ya era el momento, entonces era hora de aterrizar la idea.

El siguiente ciclo sería el elegido.

Sintió entonces de repente cómo la respiración del azabache volvió a ser lenta y el abrazo que la sostenía se aflojaba lentamente. Su gran cuerpo subía y descendía con calma mientras su semblante lucía más relajado que hace unos minutos.

Se había vuelto a dormir, y al parecer, profundamente.

No lo culpaba. Había tenido una semana agotadora con el trabajo, lidió con sus propios problemas en casa, y para rematarla y cerrar la semana con broche de oro, tuvo que contener a la loca del sexo a las tres de la mañana en un sofá incomodísimo.

La había calmado, bañado, secado, cambiado, arropado, protegido de sí misma, y ahora la perdonaba.

Su pecho se llenó de amor y agradecimiento, provocando que sus esmeraldas se humedecieran.

Él era tan bueno con ella...

No podía haber elegido un mejor compañero de vida.

Shadow era tan amoroso, comprensivo, paciente y atento, solo por y con ella.

Si en el pasado alguien le hubiera dicho que aquel erizo temperamental, orgulloso, testarudo y solitario estaría plácidamente durmiendo en sus brazos una tranquila mañana de domingo luego de confesarles a sus amigos que se convertirían en padres, se hubiera reído para luego darle un martillazo al idiota que decía aquellas estupideces.

Pero no porque no lo creía, sino por lo casi imposible que sonaba al tratarse de él, después de todo, su tarot había predecido que su sueños en algún momento podrían volverse realidad. Pero nunca pensó que al lado de Shadow, mucho menos en esa línea de tiempo.

Acarició las púas azabaches con delicadeza para luego bajar por su cuello, evitando tocar las heridas que poco a poco comenzaban a regenerarse, y con suaves movimientos comenzar a darle algunos masajes. El azabache realmente estaba cansado y tenso, lo notó en los nudos de sus hombros que se deshacían bajo su tacto y los bufidos del mayor.

Se sintió mal.

No era su culpa, no del todo. Había sido su ciclo hablando por ella, sin embargo, debía hacer algo para recompensarle a Shadow todo lo que había hecho por ella durante todo el tiempo desde aquella tarde bajo el cerezo.

Se había comportado como un verdadero amor. Y es que no podía esperar menos de él, pero sí podía agradecerle de alguna manera u otra por haber logrado sobrellevar estas nuevas dificultades.

Sabía que podía llegar a ser intensa, pesada, caprichosa, testaruda, pero no lo hacía con maldad, ambos lo sabían, sin embargo, esa semana había resultado ser un caos con el  que Shadow tuvo que luchar en su mayoría solo.

El erizo había demostrado estar muy comprometido con su promesa y su amor. Se había preparado por su cuenta, había accedido a sus caprichos, la escuchó mil y un veces hablar del mismo color del cuarto del bebé, le ayudó a comprar e informarse de todo lo que debía consumir, fue paciente, comprensivo y amoroso frente a sus dudas. Incluso renunció a su propia oficina en casa, esa misma que consideraba un pequeño escape de la realidad.

Sabía que era algo que él quería hacer por su voluntad propia, porque su naturaleza huraña ya la hubiera mandado por un tubo. Sin embargo, sacrificó tanto por ella, porque la amaba y era momento de recompensar todo su esfuerzo no solo por mantenerla contenta, sino, por cuidar de su matrimonio y velar por el futuro miembro de su familia.

Shadow era la forma de amor más pura que había podido conocer, y todo ese amor era por y para ella, y necesitaba que él supiera que sus acciones no eran en vano, sino, totalmente valoradas y correspondidas.

La vibración en su pecho provocada por el ronroneo bajo del erizo la sacó de sus pensamientos. Finalmente estaba disfrutando un poco de las bondades de la vida y las que ella podía ofrecerle.

Una risita baja salió de ella, y besó su cabeza con cuidado.

—No te preocupes, mi amor. Hoy descansarás todo lo que quieras. Amy Rose está a cargo...

No hubo respuesta, pero la sonrisa adormilada que se dibujó en su rostro fue suficiente.

Y así, entre la calma del amanecer y el murmullo de su respiración compartida, la eriza entendió que todo estaba a punto de comenzar.


ᰔ🍼˚


El reloj marcaba las once de la mañana.

El sol y el aroma a flores se colaba por los amplios ventanales de la cocina, haciendo que la escena que sucedía dentro se vea mágica.

Amy se encontraba en la cocina tarareando una canción pegadiza que sonaba en la radio. Sus manos se movían hábiles entre los bols, cucharones y ollas, procurando que el gran banquete en el que había estado trabajado durante la última hora se mantuviera perfecto.

Estaba de buen humor, el supresor había hecho un buen trabajo en controlar sus hormonas y leyó que no interferían de manera negativa en su búsqueda de ser madre, aunque sí debía tener cuidado con la cantidad y frecuencia con la que los consumía.

Aunque por ser su primera vez, no iba a pasar nada.

Todo estaba bien.

Shadow, por otro lado, aún dormitaba. Cuando lo dejó en la cama abrazando una almohada con su perfume, se dio cuenta de que había caído en un sueño tan profundo que incluso lo había hecho babear. No pudo evitar tomarle una foto bajo la excusa de ser solo un tierno recuerdo.

Preparaba su platillo estrella, carne en salsa de vino tinto, el favorito del azabache, acompañado de un tiramisú hecho desde cero con los granos de café de la más alta calidad que le gustaban al erizo.

No era mucho, pero era su forma favorita de demostrarle su amor al mundo, a su mundo, a través de su comida.

Minutos después la comida estaba lista, pero no la serviría hasta que Shadow se levantara. Limpió el mesón con un paño húmedo, revisó el horno por costumbre y puso la mesa.

Al terminar de poner el último cubierto en el comedor, dio un vistazo rápido al resto de la casa.

Estaba reluciente.

Había limpiado el desastre de la madrugada lo mejor que pudo. Pasó cloro, desinfectantes, limpiadores especiales, aromatizantes, sin embargo, el sillón no tuvo remedio alguno. Tenía manchas bastante peculiares en los cojines, marcas de garras incrustadas por todo el cuero y dos grandes arañazos en el cojín principal, haciendo que la espuma se saliera por las aberturas.

No había arreglo alguno, y sinceramente tampoco quería alguna especie de souvenir de aquella noche. Sacarlo de la casa sin hacer ruido fue un reto una gran hazaña al Shadow tener un oído tan agudo, pero lo logró sin despertarlo gracias a su super fuerza.

Ventajas de ser la mobian más fuerte del mundo.

Según su aplicativo, el nuevo sofá, uno muy cómodo que habían probado jugando el domingo pasado en el centro comercial, llegaría ese mismo día, y con suerte antes de que su esposo se levantara.

Ya se imaginaba ahí, maratoneando series con él, tejiendo mantitas para su bebé, festejando con sus amigos. Además, le daba un aspecto más hogareño al lugar. Le encantaba.

Finalmente, con la casa ya hecha, decidió subir a comprobar el estado en el que se encontraba Shadow.

Mientras pasaba por el pasillo, algo llamó su atención. La puerta de la nueva oficina de Shadow, cerrada desde hacía semanas.

Amy se detuvo frente a ella, pensativa.

Después de meditarlo unos segundos, giró el pomo con cuidado y la puerta se abrió con un chirrido leve.

La habitación estaba tal cual la habían dejado aquel día, salvo las paredes ya pintadas.

Aún se encontraba llena de cajas y cajas de documentos clasificados, libros y objetos personales del erizo. El gran escritorio cubierto por una fina capa gris, algunos estantes arrimados, la silla de gerencia borgoña y otros muebles se encontraban polvorientos, sin un lugar definido y esperando ser usados.

Todo parecía suspendido en el tiempo.

Una punzada leve de tristeza cruzó su pecho. Sabía cuánto significaba para Shadow tener su espacio y cuánto había sacrificado para que el cuarto del bebé avanzara primero.

Así que la idea surgió sola, cálida, luminosa.

Una sonrisa segura curvó sus labios mientras se remangaba la blusa.

Esa misma tarde Shadow tendría su atesorado refugio de papel devuelta.

—Bien, Amy, manos a la obra —susurró para sí misma.

Sabía que parte de la ausencia de Shadow en casa era porque había perdido su oficina y realmente no había tenido tiempo de ordenarla, así que qué mejor idea que sorprenderlo con su oficina lista para usarla. O bueno, semi lista, porque bajo ningún término tocaría los libros y documentos del mayor, pero sí la dejaría perfecta para que la ordenara a su gusto.

Era lo menos que podía hacer por ahora. Y tenía que admitirlo. Extrañaba llevarle su café a las seis en punto.

Poco más de una hora después de empezar a desempolvar y mover muebles lo menos ruidoso que pudo, la habitación estaba lista. El cambio era notorio. El lugar respiraba orden, serenidad y un toque de calidez Amy en los pequeños detalles, casi imperceptibles, pero que sabía que Shadow encontraría.

Terminaba de acomodar la silla del escritorio cuando la puerta se abrió lentamente.

—¿Rose?

Shadow, con el pijama totalmente arrugado y los ojos hinchados por el sueño, hacía presencia estirándose y tallandose los ojos con cuidado mientras se recostaba en el umbral.

—¡Shadow! ¡Despertaste! —la rosada se apresuró a rodearlo con alegría, siendo correspondida con un beso corto en la frente—. ¿Descansaste lo suficiente?

Él la observó un instante, notando el polvo en sus mejillas y los cabellos sueltos sobre su rostro.

—¿Qué estás haciendo acá? —cuestionó sin molestia en su tono, solo curiosidad mientras acomodaba sus púas rosadas.

Los ojitos de Amy brillaron y se apresuró a explicarse.

—Quise darte una mano. Sé que no has tenido tiempo de mudar tu oficina, y quise ayudarte un poco con ello —respondió con orgullo, tomándolo de la mano y guiándolo al centro del cuarto.

—¿Ah, sí?

—Está lista para que la termines de llenar. Tada~ —canturreó haciendo un ademán con la mano, mostrando todo a su alrededor.

Dicho ello, se acomodó a su lado, dejando que el erizo tenga una mejor vista de la habitación.

Los ojos de Shadow se abrieron con sorpresa,

Su nueva oficina lucía impecable, con una mejor organización de la que hubiera pensado. Se notaba que la mano de la eriza había pasado por ahí. Perfecta, sin dejar un solo detalle fuera y aún así manteniendo su particular esencia sobria.

Amy había recordado pequeños detalles importantes como que la posición del sol en la ventana solía molestarle a determinadas horas, por lo que el escritorio estaba en una zona estratégica, en donde la luz llegaba exactamente al borde. Asimismo, recordó que odiaba los espacios pequeños, por lo que la nueva organización de las estanterías lograban un efecto visual de amplitud perfecto.

Deshizo el agarre en su mano, imaginando ya sus libros puestos y los documentos nuevos que debía llenar.

Llevaba días buscando un espacio en su agenda para dedicarle tiempo a la mudanza, pero Amy le había quitado un gran peso de encima, un peso que no sabía que debía ser liberado.

Todo estaba como debía estar. Como si Amy hubiera escuchado sus pensamientos más íntimos.

Se quedó quieto unos segundos, analizando la escena con los ojos entrecerrados, hasta que una sonrisa le ganó terreno al desconcierto y la sorpresa.

—Esto... —murmuró, girando lentamente— ...esto está perfecto.

Amy sonrió aún más. Había logrado su cometido.

—Estas semanas has sido muy bueno conmigo, Shadow. Te has encargado de tanto por mí, por ti, la casa y nuestra familia. Es mi turno de hacer algo por ti también. De devolverte el favor.

Shadow dio la vuelta caminando hacia ella nuevamente, tomándola de las caderas y abrazándola con fuerza, hundiendo su rostro en su cuello.

—No es ningún favor, Rose. Lo hago porque quiero, porque te amo y porque sé que tampoco ha sido fácil para ti lidiar con tanto —su voz salió grave, cálida, separándose para sostenerla por las mejillas y ver aquellos ojitos verdes que le miraban con amor.

—Lo sé, créeme que sí, pero tampoco quiero que sientas que estás solo en esto. Somos dos, y quiero recordártelo.

Shadow le dedicó una media sonrisa, enternecido.

—Rose, si tú supieras que tu sola existencia y bienestar es todo lo que necesito para estar tranquilo y en paz... Has hecho tanto por mí en el pasado, y, aunque no se trata de quien está en deuda con el otro, hago esto porque me nace, porque eres tú, y porque estás aquí, conmigo, antes, ahora y en la travesía que nos espera. De eso se trata y basta.

Amy se conmocionó y las lágrimas amenazaban con brotar pronto de sus esmeraldas.

—Tienes razón, Shadow. Yo también hago esto porque me nace, porque te amo y porque me gusta hacerte feliz, porque después de tanto te lo mereces y todos los días me siento agradecida porque me hayas escogido a mí para ser quien te acompañe por el resto de tus días —susurró.

Él la miró fijamente, sin decir nada.

Luego, en un movimiento lento, la besó con cariño, un beso de agradecimiento más que de pasión.

—Nadie antes me había hecho sentir como tú, Amy —murmuró contra sus suaves labios—. Realmente estás hecha para mí...

Finalmente las lágrimas rodaron. Entre espasmos, acunó su rostro moreno con ambas manos.

—Y tú para mí, Shadow —lo abrazó fuerte—. Y sé que cuando uno de los dos falle, el otro estará ahí para levantarlo, porque somos un equipo...

—Tienes razón, Rose, somos un equipo, y los equipos se complementan.

Amy rió bajito, sintiendo cómo su pecho se relajaba.

El ambiente era tranquilo, tan distinto de la madrugada caótica que apenas recordaba.

Todo en ese momento parecía fluir con naturalidad, como si el mundo volviera a su orden después de la tormenta.

El silencio se mantuvo unos segundos, roto solo por un sonido gutural.

Un gruñido bajo y audible.

Amy parpadeó antes de darse cuenta de que provenía del estómago de Shadow.

—¿Fue... fuiste tú? —preguntó, conteniendo una risita.

El azabache se sonrojó, desviando la mirada.

—No digas nada —gruñó él en tono resignado—. No he comido desde ayer, y con lo de anoche... bueno, creo que gasté más energía de la que pensaba.

Amy no pudo evitar reír, llevándose una mano a la boca.

—Pobrecita de mi forma de vida hambrienta. Iba a pedirte que bajaras, pero ya que te has delatado...

—¿Ibas a qué? —Shadow arqueó una ceja.

—Tengo una sorpresa esperándote en la cocina.

El azabache frunció el ceño, aunque una chispa de curiosidad se encendió en su mirada.

—¿Otra sorpresa? —murmuró—. Por favor, dime que no es otro mueble movido, Amy Rose...

—Cómo te gusta arruinar las sorpresas, erizo —la nombrada hizo un puchero fingiendo enojo.

—Amy...

—-Upsi~ —lo tomó por la muñeca, arrastrándolo fuera de la habitación— ¡Ya! Vamos a almorzar, hice tu favorito. Después vemos la otra sorpresa.


ᰔ🍼˚


Ya en el comedor, el aroma de la comida los envolvió. Shadow aspiró con placer, reconociendo de inmediato el condimento característico del platillo que tanto le gustaba.

—¿Preparaste...?

—Carne en salsa de vino tinto. Así es—se adelantó ella, totalmente orgullosa—. Y tiramisú de postre.

Shadow no respondió de inmediato.

Se quedó mirándola unos segundos, como si quisiera memorizar ese momento. La luz del mediodía bañando el rostro de su esposa, quien sonreía satisfecha a ojos cerrados, la mesa servida y el olor del hogar que ambos estaban construyendo.

—Si querías sorprenderme, realmente lo has logrado, Rose —reconoció, llevando un bocado de carne a sus labios, saboreando la sazón casera de su esposa—. Joder, Amy, esto está riquísimo —una mueca de satisfacción se dejó ver mientras seguía devorando el plato.

Amy soltó una risa modesta.

Frente a cualquier otro ya se hubiera dado un baño de humildad, sin embargo, tener a la forma de vida suprema, de sentidos hiper desarrollados y de baja necesidad de alimentación y recibir una aprobación tan gustosa de ella, simplemente la llenaba de orgullo.

Además, se había esmerado el doble esa mañana, agregando más de su ingrediente especial

Amor.

Amor.

Mucho amor.

—Me alegra tanto que te haya gustado, porque lo que sigue te va a gustar más... —soltó luego de unos comiendo en silencio interrumpidos por el zumbido de su teléfono.

El azabache, quien ya iba por su segunda ronda, la miró curioso.

El timbre de la casa sonó entonces.

La rosada se apresuró a pararse en dirección a la entrada.

—No te preocupes, yo voy.

Desconcertado miró como segundos después dos mobians entraban a su casa con un enorme sofá que reconoció de inmediato.

Para cuando salió de su asombro, ya la puerta se había cerrado y la rosada regresaba a terminar su comida.

—¿Qué demonios? —sacudió la cabeza.

Amy se mordió el labio, socarrona.

—Compré un nuevo sofá.

Shadow se sonrojó de inmediato y se pasó la mano por la cara.

—¿En serio tan mal terminó?

—No quieres ni saberlo —rodó los ojos, no queriendo abundar en detalles—. Además, hay que reconocerlo, tampoco estaba muy cómodo. Me pareció justo cambiarlo después de lo que pasó. Supongo que era el destino —se encogió de hombros.

El mayor soltó un bufido, divertido.

—Ni que lo digas. No me lo recuerdes, mi espalda aún sigue matándome. Ese sofá era un instrumento de tortura. ¿Cómo rayos llegó en primer lugar a nuestra casa?

—No lo sé, y mejor no saberlo. El diseñador de esa cosa ya debe estar pagando karma, algo me lo dice —replicó ella, con un guiño cómplice—. En fin, ya tenemos uno nuevo muchísimo más grande y cómodo, lo juro... Además, le da un aire renovador a la casa.

Él negó con la cabeza, sonriendo.

—Tú sí que sabes cómo convertir los desastres en oportunidades, Rose.

Terminaron de almorzar entre bromas y conversaciones ligeras. Amy lo observaba en silencio cada tanto, admirando la serenidad que se dibujaba en el rostro de su esposo.

Ya había vuelvo a ser él, por lo menos físicamente.

Los arañazos en su cuerpo habían desaparecido por completo, la marca rojiza en su cuello ya era casi imperceptible a simple vista y su ceño relajado, acompañado de su buen humor, delataban un buen descanso. Y verlo disfrutando de su comida favorita hizo que se instalara una especie de tranquilidad en su corazón.

Luego de secar el último cubierto de la vajilla y pasaserlo a Shadow para que lo guardara, se secó las manos en el mandil antes de sacárselo y mirar con inocencia desde la puerta de la cocina el nuevo sillón que reinaba en la sala.

—¿Tienes algo que hacer ahora? Podríamos estrenarlo viendo algo, de todas formas, es domingo —propuso, con voz sincera y dulce.

Estos días habían sido ajetreados y ya les hacía falta un momento de calidad en pareja.

Extrañaba pasar tiempo con su esposo.

—La verdad, ya tengo planes —respondió él, con su seriedad habitual, estirándose.

La mirada de la rosada entonces decayó, al igual que sus orejas, sorprendida. No se esperaba esa respuesta.

Su rostro alegre se transformó en una pequeña mueca de decepción.

—Oh, entiendo. Supongo que puede ser después. No pasa nada, el sofá no se va a ir a ningún lado... o eso espero —bromeó intentado aparentar normalidad.

El azabache rodó los ojos, abrazándola por detrás, repartiendo besos por toda su mejilla.

—Mis planes están en pasar el resto del día disfrutando de una amorosa bola rosa que cocina espectacular, es atenta y tiene los ojitos más hermosos que he visto. Lo tengo cuadrado en mi agenda desde hace mucho y es un evento inamovible. Lo siento, Rose.

Acto seguido la levantó, dandole algunas vueltas que fueron acompañadas de risitas y grititos emocionados bajos, hasta terminar acurrucados en el nuevo sofá.

—Está aprobado —murmuró él, hundiendo la cabeza los nuevos cojines de pluma—. Muy cómodo.

—Te lo dije —replicó ella, acurrucándose en su pecho.

El mueble realmente resultó ser demasiado cómodo y en cuestión de segundos ya se encontraban completamente relajados empezando una película.

Durante los primeros minutos, el silencio fue cómodo, cálido. El cuerpo de Amy encajaba perfectamente entre los brazos del erizo, y él no podía dejar de pensar en lo frágil que parecía cuando descansaba así, acurrucada y tranquila, confiando en él, en sus brazos

—Por cierto, Rose, ¿cómo va tu celo? Te noto bastante tranquila, y tu aroma se ha reducido bastante —inquirió, dejando de prestarle atención a la gran pantalla frente a él para concentrarse en el lenguaje corporal de la rosada.

Amy se encogió más en su abrazo.

—Todo está bien, no te preocupes. El supresor hizo su magia y por esta vez está todo bajo control.

Su mente de repente dudó.

Por esta vez todo está bajo control, sí, pero, ¿qué pasaría en el siguiente celo?

Tomar más supresores podrían alterar el avance que su cuerpo estaba haciendo para la nueva vida que buscaba y ya reclamaba.

Debía decírselo a Shadow.

—Pero no creo que pueda aguantar un siguiente supresor...

El azabache se alertó, enderezandose de inmediato frente a ella.

La seriedad de su mirada bastó para que el ambiente se llenara de tensión.

—¿A qué te refieres? ¿Te está haciendo daño?

Amy tomó sus manos con cariño, negando suavemente.

—No es eso, bueno, no del todo —el apretón entonces se fortaleció un poco—. Calma. Los supresores ayudan con los síntomas normales del celo, sin embargo, esta vez es diferente, porque mi celo no es el común, sino, ha venido cargado de hormonas que nos están indicando que mi cuerpo ya está listo para concebir, Shadow. Y fiel a su naturaleza, está reclamando que se concrete pronto.

Él guardó silencio.

—Si para el siguiente celo tomo otro supresor, podría correr el riesgo de alterar mis hormonas y estropear nuestro avance —continuó.

El azabache la observó con atención. Su respiración se volvió más lenta, como si pesara cada palabra.

Amy podía sentir el leve cambio en su respiración, el modo en que su pecho se elevaba y descendía más despacio, como si midiera cada palabra antes de hablar.

—Ya veo... —suspiró.

Los ojitos de la contraria se llenaron de miedo y su cuerpo se tensó, cosas que no pasaron desapercibidas por el mayor, quien la atrajo hacia su pecho.

—No te voy a mentir, tengo un poco de miedo... Aún nos quedaría un mes más, pero, son tantas cosas nuevas, y el embarazo también... Para diciembre ya seríamos tres.

Algo extraño se removió dentro del azabache al escuchar eso último.

"Seríamos tres."

Las palabras flotaron en el aire, suaves pero poderosas.

Shadow las saboreó en silencio, imaginando, sin poder evitarlo, esa tercera presencia, pequeñita, tibia, durmiendo entre ellos, en ese mismo sofá que ahora estrenaban.

—Rose... —empezó él, en tono grave pero dulce—. No te mentiré. Lo estuve pensando también.

—¿Sí? —preguntó con los ojos húmedos.

—Sí —afianzó el agarre—. Anoche, en cuanto la píldora comenzó a hacer efecto, no podía dejar de pensar en que, si no hubiera intervenido, quizá hoy estaríamos enfrentando algo para lo que no estábamos listos.

Amy lo miró en silencio.

No había reproche en sus miradas, solo comprensión.

Esa comprensión mutua que los caracterizaba.

—Lo sé —dijo con suavidad—. Y te agradezco por no ceder. Sé que no fue fácil para ti.

—No, no lo fue —admitió él, con una sonrisa triste. A pesar de no haber cedido ante sus instintos, le dolía haber visto a Amy de esa manera—. Tu cuerpo, tu aroma, tu voz... todo me pedía rendirme. Pero cuando te vi fuera de ti, tan distinta, tan no tú, comprendí que... ese no era el momento que estamos buscando.

Hizo una pausa, su voz bajó un tono.

—No quiero que nuestro hijo nazca del impulso, Rose, quiero que venga del amor. Del nuestro. Y que cuando llegue el momento, ambos seamos totalmente conscientes de ello.

Amy se quedó congelada unos momentos para después abrazarlo sin poder contener las lágrimas.

Eran lágrimas suaves, cálidas, de alivio y ternura.

Shadow tenía toda la razón. Y era así tal cual como ella también quería que sucediera.

De ambos, disfrutando el proceso, queriéndose, respetándose.

—¿Sabes? Eso es lo que más amo de ti, Shadow. Que incluso cuando tus instintos rugen, tu corazón es quien decide.

El erizo correspondió el abrazo, con una ternura que buscaba contener todo el amor que la eriza desbordaba.

—Lo hago por ti, porque te amo, Amy, porque te respeto tanto como tú lo haces conmigo. Porque confías en mí tanto como yo lo hago en ti —besó su frente— Y sabes todo lo que haría por tu sonrisa...

Su mano se deslizó con cuidado hasta el vientre de Amy y acarició con dulzura.

—Y por nuestra familia.

Amy sonrió entre lágrimas.

Lo abrazó más fuerte, sintiendo la calidez de su pecho y el ritmo tranquilo de su respiración.

Las palabras del azabache fueron suficientes para tomar finalmente una decisión. Todas sus dudas fueron resueltas en ese instante, en el que el azabache la cuidaba, la acariciaba, la amaba.

Estaba segura.

La decisión ya había sido tomada.

—Shadow... —susurró— Quiero que el próximo mes lo intentemos.

El silencio que siguió fue tan profundo que parecía contener el universo entero.

Shadow la miró, directo a los ojos, con esa firmeza suya que nunca necesitó alzar la voz para ser poderosa.

—Está bien, Rose —asintió despacio—. Será el momento, pero con la promesa intacta de que lo haremos bien. Sin prisas ni miedo, porque si algo aprendí anoche, es que el control no es desinteres, también puede ser amor.

La rosada no pudo contener un sollozo.

Apoyó su frente en la de él, con las lágrimas corriendo libres, no de tristeza, sino de emoción, de comprensión, de esperanza.

—Lo haremos bien —prometió.

—Lo sé —susurró él, acariciando su mejilla con el pulgar—. Y pase lo que pase, estaré contigo.

—Y yo contigo.

Ambos guardaron silencio, conscientes de que oficialmente sus vdas cambiarían para siempre.

En la pantalla, los créditos de la película pasaban sin que ninguno los mirara.

El nuevo sillón los sostenía cómodamente, como si también celebrara su decisión, formando un nido de algodón y espuma que pronto albergaría más miembros.

Amy, con la cabeza ahora recostada sobre el pecho de Shadow, podía escuchar el latido firme de su corazón. Y entre cada respiración, entre cada pausa y caricia, supo que ese día marcaría el verdadero comienzo de sus sueños.

Porque no se trataba de impulsos, ni de destinos, ni de biología.

Se trataba de elegir.

Y ellos, juntos, lo habían hecho.

Habían elegido a su familia.





























_________________________________

HELOU, YA LLEGÓ POR QUIEN LLORABAN.

Sim, la actualización.

CARAJO AMIGOS NO TIENEN NI IDEA POR LAS COSAS QUE TENGO QUE PASAR PARA ACTUALIZAR.

Pero finalmente le hice frente a la desgracia y dije por mis fokin ovarios hoy actualizo sí o sí.

Son las 3:23 de la mañana, no tengo internet, no tengo agua, con las justas luz.

Estuve trabajando semanas en este capítulo, espero que lo hayan disfrutado. Creo que es el más largo que he escrito hasta ahora, y eso que es solo un día, pero es que sentí que eran necesarios todos los detalles.

Ah~ en verdad disfrútenlo, puede que sea su favorito... yo sé lo que les digo.

¿Qué tal mi primer medio smut? Nunca pensé que mi primer smut fuera a medias, furra y de una pareja heterosexual, bajo el cliché que por mucho tiempo odié y de un fandom al que jamás creí pertenecer.

Por eso nunca digan nunca js.

Otra cosita, el que me venga a decir que el amor no es un ingrediente, que venga y me lo sostenga sokaoñefe O sea, sí, pero, de verdad, todos los que cocinamos sabemos que sin amor todo se va a la mierda, no me vengan con sus vainas.

¿Se nota lo el detalle de Shadow también ansioso por el bebé a través del contacto físico con el vientre de Amy? Me pareció tierno, pq este señor no es de muchas palabras. Todo lo que hace realmente es importante y significativo, hablando de acciones.

En fin, la próxima semana llega mi mamá, y eso significa que prácticamente me van a poner unas esposas.

Intentaré adelantar lo más que pueda el siguiente capítulo, pero creo que demoraré otra vez tres semanas, espero que menos, de todo corazón, pero el propio cap viene cargado, así que espero su comprensión.

Nuevamente gracias por las vistas, votos y comentarios. Adoro leerlos y ver sus teorías jiji.

Recuerden, yo no meto floro, cada cosa, por más insignificante que parezca, tiene un significado a tener en consideración.

Ahí se las dejo.

Ya se vienen los momentos interesantes, el nuevo arco, la concepción.

Ah~ la razón por la que escribí este fanfic.

Lo que sí me parece chistoso es que yo dije que esto iba a ser una comedia romántica de momentos tiernos en el embarazo y el proceso, he de ahí el título, pero ya vimos como todo termino teniendo algo de seriedad jsjs. Ni modo, es que no me gusta dejar cabos sueltos jiji.

Así que bueno, mi gente latino, espero leerlos pronto.

Voy a actualizar la imagen de la portada, (UY QUIEN ESTÁ A CARGO DE LA IMAGEN ES ALGUIEN A QUIEN USTEDES QUIEREN BASTANTE Y ESTÁ TANTO AQUÍ EN AO3 Y WATTPAD JIJIJIJI) Gracias desde ya, Angel <3

Ah, por cierto, voy a sacar dos obras nuevas pronto, uno la sorpresa que estuve anunciando desde antes y con la que van a tener el poder de mi redacción, y algo con lo que he jugado en este capítulo y me fascina que es el omegaverse.

Carajo, qué buenos omegaverses rubelangel y yoonmin me aventé en su época, jiji.

Ahora chi, ya me voy.

Un besito muy grande a todos.

Los kiere, su querida escritora Chetos

PSDT: Ya vamos a ser casi 3K en Tiktok, gracias por tanto! y recuerden que todo es humor TToTT (Lachicasolitaria123_)

PSDT 2: También pueden seguirme en twitter que a veces lanzo spoilers (thequeenchetos)

-QCB

Chapter 7: 06. Antes del fuego

Chapter Text

"—Tal vez ser fuerte no era preverlo todo, sino aprender a quedarse incluso cuando el fuego se salga de control."

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

La primavera daba por terminada su estación con un aumento de calor bastante significativo en el ambiente.

El clima fresco había sido reemplazado por una sensación térmica abrasadora que hacía desear a cualquiera un depilado completo de pelaje.

Mayo se hizo presente en la ciudad, y, con el, el verano también.

El sol caía como una cascada de escarcha dorada brillante sobre la residencia Dark Rose, pero nadie parecía quejarse por ello. El canto de las aves, la brisa veraniega soplando, el crepitar de una parrilla y el chapoteo del agua al parecer eran pistas claves para descubrir que dentro de la casa estaban disfrutando al máximo de aquella mañana de verano.

El aire olía a cloro, limonada recién hecha y carbón.

Una mezcla cálida que se sentía a hogar.

Para apaciguar los calores, los héroes se encontraban reunidos en el patio trasero de la residencia de la pareja de erizos, específicamente en el área de la piscina. El agua relucía como un espejo turquesa, y el cerezo, ahora cubierto de mayormente hojas verdes y brillantes, proyectaba una sombra fresca que les servía de refugio.

El día al parecer sería bastante disfrutable.

Mientras los chicos se encargaban de montar la parrilla y empezar a asar las carnes, o por lo menos intentaban hacerlo, las chicas cuchicheaban en la parte baja de la piscina, disfrutando de la sombra y del agua que les llegaba a la cintura.

—Tienes un pequeño paraíso a dos pasos, Pinky, no puedo evitar sentir envidia —comentó Rouge, reclinándose contra el borde con su limonada en mano y sus alas extendidas en reposo.

Amy rodó los ojos divertida, mientras se acomodaba los lentes de sol.

—Tú no te quedas atrás. ¡Tienes todo Angel Island para ti sola todo el año! Esto no es nada.

—Es cierto, pero está muy lejos y soy solo una pobre madre primeriza muy cansada para emprender un viaje tan largo —dramatizó la albina colocando el dorso de la mano sobre su frente como si fuera una actriz de telenovela.

—Rouge, te queda a diez minutos o menos de vuelo desde tu casa, haznos el favor —recordó divertida Blaze, quien se encontraba sentada al borde con apenas los pies sumergidos y el cabello recogido en un moño.

La gata se veía distinta. Su pequeño vientre, visto por última vez en aquella cena hace casi un mes, había crecido de una forma significativa, haciendo que su porte majestuoso resaltara aún más.

Qué bien le sentaba la maternidad.

Las tres mujeres soltaron una carcajada sonora que hizo vibrar el jardín en una melodía bonita.

—Por cierto, Amy, ¿no venían Cream y Sally? —preguntó la princesa, sorbiendo un poco de limonada.

La nombrada asintió, saliendo un poco de la piscina para secarse las manos con una toalla y tomar su teléfono.

—No tardarán mucho, me escribieron hace un rato. Sally estaba buscando una niñera para los gemelos y ya sabes como es Cream con Cheese.

—Joder, ese chao tiene más disciplina que la mitad de los hombres aquí, no sé de qué tanto se preocupa por dejarlo solo. Más bien, nosotras deberíamos ser las preocupadas —se burló la albina, mirando hacia la zona de parrilla, la cual aún no había podido ser encendida por los cuatro hombres.

Cuatro.

Cuatro héroes; la forma de vida definitiva, el último guerrero equidna, la cosa viva más rápida que existe y un guardián del tiempo telequinético.

Y todos ellos, con experiencias cercanas a la muerte, o algunas directas, no podían encender correctamente una triste parrilla.

Totalmente inconcebible.

Giraron la vista justo a tiempo para ver a Sonic soplando la llama equivocada, a Knuckles discutiendo con Shadow sobre el carbón y a Silver preguntando si era realmente necesario que el fuego estuviera tan alto.

—Por Chaos, ¿eso es humo o es su ego ardiendo? —arqueó Blaze una ceja, cubriéndose del sol con la mano.

—Definitivamente su ego —confirmó Rouge sin dudar—. Apostemos cuánto tardan en llamarte para salvar el patio de Amy.

—Mmm... quince minutos —respondió la nombrada, sonriendo con resignación.

—Les doy diez —añadió la gata.

Rouge negó con la cabeza, divertida, y desvió la vista.

Hoy eran sus mini vacaciones, mañana tal vez regañaría a Knuckles.

El reloj marcó las diez en punto en cuanto Cream y Sally llegaron con flotadores y una canasta llena de bocadillos dulces y salados.

Luego de un par de saludos de bienvenida, la piscina se convirtió en un pequeño festival de risas, chapuzones y conversaciones.

Hace mucho que no se veían para tener un momento de chicas, o por lo menos no una así, tranquila, sin emergencias, sin misiones, sin pañales ni eggrobots. Solo sol, risas, una buena compañía y sus esposos lo suficientemente ocupados para no interrumpirlas.

Solo ellas, como los viejos tiempos.

Sin embargo, el tiempo no perdona y por mucho que busque pasarse por alto ciertos aspectos de la nueva vida adulta que cada una vivía, no pasó mucho antes de que el tema girara inevitablemente hacia la maternidad.

Una nueva faceta que cada una de ellas, salvo la menor de ellas, experimentaba a su manera.

—Ah~ esto es precisamente lo que necesitaba —suspiró Rouge, recostándose ahora en un flotador de flamenco que Cream le ofreció—. Si alguien me busca, díganle que esta es mi nueva dirección y que si no es para recibir un daiquiri virgen  de naranja no le contestaré a nadie.

—Sí, claro —rió Amy, dando algunas vueltas en el agua—. Lo dices ahora, pero quiero contar los segundos en los que tardas en salir volando ver en cuanto Tikal te llame porque Onyx no deja de llorar.

—Bah, ese es el encanto de mi bebé. Lo alimentas, lo arrullas y cuando se duerme, caes dormida también —respondió con suficiencia, sin mencionar que ese "encanto" incluía noches sin dormir.

—Aunque no creo que llame pronto —añadió, bajando la voz—. Tikal lo está cuidando con Sticks. A ver quién desgasta la energía del otro primero y cae rendido al sueño.

Las chicas soltaron una sonora carcajada.

—Aunque lo peor es cuando despiertas y ves que todo está hecho un desastre, tienes un pie en la cara, un mechón menos de pelo y alguna pared agrietada —acotó Blaze.

—Tal cual, princesita, pero, ¿cómo sabes? Si aún no lo has vivido —replicó la otra princesa, arqueando la ceja.

La gata suspiró, divertida.

—No lo sé, pero lo presiento. Así amanezco con Silver, y este pequeño ser parece venir casi igual de hiperactivo —acarició su vientre con cariño—. El instinto maternal es muy real, créanme, al igual que el insomnio. No lo creía hasta que lo viví.

Las risas volvieron a sonar en el lugar y un erizo plateado sentía la oreja arder.

—Pero no es del todo malo, Silver está realmente comprometido con la paternidad... a su manera —continuó con una pequeña sonrisa asomándose en su rostro—. Me persigue con almohadas para la espalda, bolas de estambre y un maldito difusor de feromonas por todo el reino. Si por él fuera, viviría dentro de una burbuja para que nada ni nadie me pueda molestar.

De repente, su teléfono sonó con un par de notificaciones.

—Sin embargo, el deber real nunca descansa, ni siquiera por estar gestando al futuro heredero —renegó un poco, resignada.

—No sabes cuanto te entiendo —se acercó Sally, abrazándola por los hombros—. Pero por lo menos tienes ayuda. Silver es tan... intensamente dulce, pero ahí está. Te envidio un poco.

Blaze asintió, con un breve sonrojo.

Era cierto.

La rutina no había cambiado si acaso incrementado por nuevos protocolos, pero tener al albino al lado le hacía sentir que todas las responsabilidades por primera vez en su vida se dividían. Que ya no era solo ella frente al reino, sino, eran ambos al frente, él con una sonrisa que nunca se desvanecía, ella con una seguridad inquebrantable y el fruto de su amor expandiéndose en su interior y por los horizontes.

—¿Intenso? Eso no es nada —intervino Rouge—. ¡Por favor! Knuckles se levantó tres veces anoche a revisar si Onyx respiraba. ¡Tres! Y si mi cuñada no hubiera accedido a cuidarlo no estaríamos aquí ahora porque el don desconfía hasta de su sombra.

Si bien la albina se quejaba, por dentro, se sentía aliviada.

Al principio creyó que iba a cargar con todo, porque la poca delicadeza y torpeza de Knuckles aún le generaban dudas. Sin embargo, toda su perspectiva cambió cuando, al despertar de la cesárea, lo primero que vio fue a su esposo arrullando a un recién nacido Onyx, con el agarre firme, un porte seguro y una mirada llena de anhelo que jamás había visto en él.

Fue en ese instante que supo que podía confiar en él por completo, y estaba segura que sería un gran papá, tanto como ella deseaba ser una gran mamá a la altura.

—Eso es tierno, ¿no? —comentó Cream con dulzura.

—Tierno las dos primeras veces, cariño. A la tercera le lancé un pañal —suspiró—. Si no lo amara tanto, ya lo hubiera ahorcado, créanme.

La carcajada general resonó entre el chapoteo y las burbujas, casi ahogándose con sus bebidas mientras imaginaban la escena.

—¿Y Sonic? —preguntó la gata entre risas, girándose hacia la otra princesa—. ¿Sigue visitando a los gemelos?

—Sí, aunque más parece que lo visitan a él —respondió la castaña, apoyando los codos en el borde de la piscina—. Lo adoro, pero cada vez que viene terminamos con el castillo patas arriba y los niños más hiperactivos de lo que estaban.

—Suena a Sonic —coincidió Amy con una sonrisa nostálgica.

—Así es él, pero realmente agradezco que venga a verlos. Aunque son muy pequeños aún, puedo notar que de alguna manera comprenden que les falta algo, o alguien, y lo entiendo. No es fácil perder a tus padres de la noche a la mañana.

Su semblante cambió a uno preocupado.

—La presencia de Sonic hace que los gemelos se sientan más felices que nunca —continuó—. Él influye en ellos de una manera tan positiva que no importa cuantas veces tengamos que plantar nuevas flores. Los niños lo quieren mucho, es su héroe, aunque no sepan que él es uno de verdad.

Las chicas quedaron en silencio unos segundos, conmovidas hasta las lágrimas, mientras cierto cobalto comenzaba a sentir un zumbido en la oreja. Blaze le apretó la mano, y Rouge sonrió con un gesto de respeto.

Amy también sonrió, pero sintió un nudo extraño en el estómago.

Amor, pérdida, familia.

Palabras grandes, algunas que ya conocía y otras nuevas, que empezaban a resonar con un nuevo peso dentro de ella.

—Si se dan cuenta, cada uno de ellos hacen lo que pueden, por más complicado que sea, con amor —reconoció Cream, sonriendo—. Mi mamá siempre dice que cuando amas, lo difícil se vuelve parte del cariño.

—Qué sabias palabras, Cream —dijo Sally—. Tienen toda la razón. El amor, paternal, fraternal, romántico, es lo que nos mantiene firmes cuando todo se vuelve difícil.

Rouge suspiró dramáticamente, terminando su limonada.

Suficiente conmoción para ella.

—Ser madre no es para nada sencillo como lo pintan los blogs de maternidad. Y a pesar de que ellos no lo entiendan por completo, se esfuerzan por comprenderlo. ¿Sabían que esos tres tienen un chat grupal en donde se pasan tips de paternidad?

Las cuatro mujeres la miraron totalmente atónitas.

Era un dato que definitivamente no esperaban conocer.

—¡¿Es en serio, Rouge?! —exclamó Amy, llevándose las manos al rostro en un intento de ocultar su sorpresa.

—Así es, querida, y tú gruñón esposo pronto estará ahí, así que mentalízate para escuchar los TikiTokis a media noche sobre tips para bañar a un recién nacido sin que se destruya el en el proceso —bromeó—. El tip dos es el más usado por las madres modernas.

Nuevamente las carcajadas resonaron por el patio, aligerando el momento.

La rosada reía, aunque sentía el pecho un poco apretado. Escuchaba a sus amigas hablar de maternidad, de amor, de noches sin dormir y de pequeños seres que ahora llenaban sus vidas... y no podía evitar imaginarlo.

Se descubrió, por un instante, poniéndose en esos escenarios. Más que como un acto controlado, un reflejo, una manifestación de su deseo.

¿Luciría así de bonita como Blaze en traje de baño? ¿Estaría tan orgullosa como Rouge? ¿Amaría tan incondicionalmente como Sally?

Estaba tan cerca.

Tan cerca de vivirlo también.

—Hablando de amor y sacrificios... Amy, tú siendo la personificación del amor, has estado muy calladita, eh —inquirió la princesa ardilla con una sonrisa pícara, sacándola de sus pensamientos.

La nombrada levantó la ceja, fingiendo confusión.

En realidad, había estado anotando en su mente los pequeños datos que soltaban sus amigas sobre sus maternidades y los padres de sus hijos, o quienes ayudaban en la crianza de ellos en el caso de Sonic.

Hablando de ello, aún no había conocido el lado paternal definitivo de Shadow, y se preguntaba si sería igual de exagerado y dulce que sus amigos.

En estos últimos meses, el azabache se había mostrado muy perceptivo ante cualquier cambio. Se había suavizado aún más y esa parte controladora de él había salido aún más a la luz.

Sep.

Definitivamente en un par de meses tendría anécdotas para contar así de divertidas como las de sus amigas.

Río cómplice antes de responder.

—No sé de qué hablan.

—Aquí todas hablamos de bebés, pañales, desveladas y padres histéricos —intervino Blaze, divertida—. Pero tú, la madre predilecta del grupo, todavía no nos has contado tan siquiera si ya empezaron a engendrar al pequeño Dark Rose.

Amy, que daba el último sorbo de su bebida, se atragantó intempestivamente. Tosió, roja como su falda de baño, y el sonido hizo que cierta mirada carmesí se clavara en ella desde el otro lado del patio.

Rieron ante la reacción tan predecible de la eriza, quien, al contrario, estaba muerta de vergüenza de tan solo pensar en que aquellas mujeres perversas estuvieran pensando en su vida íntima.

—Me muero por ver a Shadow en modo papá, por favor, cuéntanos. Rouge ya me contó lo que sucedió en su cena de bienvenida. ¿Por qué tanto misterio?¿Qué ocultan tanto? —dijo Sally, aumentando la curiosidad del grupo.

Su mirada se desvió, intentando hundirse en el agua.

¿Cómo se confiesan esta clase de cosas?

Era tan fácil decir que simplemente habían decidido esperar y planificar por completo, que lo tenían todo a su favor. Sin embargo, con los últimos sucesos que tuvieron que afrontar en su celo, la carga emocional que supuso y lo que involucraba dar el siguiente paso, aún no se sentía del todo lista para todo lo que pasaría.

Necesitaba un empujoncito, un poco de charla femenina, alguna palabra reconfortante al respecto. Quería sincerarse sincerarse con ellas, que la ayuden a disipar sus dudas.

Al final del día, eran sus amigas, por no decir sus hermanas, la apoyarían en todo y sabía que su basta experiencia en ámbito le haría sentirse totalmente preparada para el gran momento.

Solo esperaba que Shadow saliera ileso después de lo que iba a decir.

Tomó una bocanada de aire antes de empezar.

—Bueno, es un poco más complicado de lo que parece, ¡pero les juro que ya hay fecha! —confesó nerviosa mientras jugaba con los pliegues de su falda.

—¿Una fecha específica? Eso es tan Shadow —rodó los ojos con ironía la murciélago.

Amy lo meditó un momento, buscando las palabras necesarias para no provocar un escándalo que, por mucho que intentara, supo no podría evitar.

—Bueno, aunque no lo parezca, esa fue mi idea. Lo intentaremos por primera vez en mi siguiente ciclo, porque no podré tomar otro supresor...  —bajó la voz al final.

Las risas cesaron.

De repente, la brisa veraniega y el ambiente de camaradería se habían esfumado, reemplazando por una tensión que presagiaba lo peor.

Las mujeres se miraron entre ellas, atónitas y un aura negra las envolvió de inmediato, como si un delito hubiera sido confesado.

—¿Supresor? —inquirió la castaña, con voz fría—. Amy... ¿Shadow aún no te ha marcado?

La rosada se hizo más pequeña en la piscina. Quería desaparecer en ese momento.

Sabía que la pregunta llegaría, pero no estaba lista para sentir esas miradas de incredulidad clavadas tan intensamente en ella.

Se suponía que todos al casarse, en la luna de miel, o antes, debían marcar a su pareja, era parte de la naturaleza. Sin embargo, para ella, más que una unión biológica, ligada al amor y una marca en la base de su cuello, significaba un momento aún más profundo. Y aquello estaba completamente ligado a su deseo maternal.

No solo era solo una tradición o un siguiente paso a cumplir, sino, era una entrega completa que si bien todos se encargaban a darle un enfoque que nacía del amor que sentía el uno por el otro, ella había podido ver más allá de eso.

Amaba al azabache con todo su ser, y sabía que sería el único hombre en su vida desde que vio aquellos ojitos carmín mirándola con dulzura, acompañados de ese rico aroma de lavanda y madera que le encantaba. Siendo así, por supuesto que se habría entregado por completo a él en su noche de bodas, permitiendo que sus colmillos se incrustaran en su piel, dejando su huella permanente tanto en su exterior con la marca, así como en su interior con su semilla.

Y era precisamente lo último lo que le había hecho cambiar de opinión sobre la entrega.

A diferencia de sus amigas, ella y Shadow, dentro de lo que cabía, pertenecían a la misma especie, por lo que las probabilidades de haber salido embarazada en su luna de miel hubieran sido demasiado altas, aún así si para ese entonces ninguno de los dos sabía sobre su compatibilidad y fertilidad.

Sin embargo, prefirió no arriesgarse a traer una vida no esperada a un mundo que tenía apenas unos años de calma, en un momento en el que no se sentía lista, de una forma tan pronta. No sentía correcto hacerlo sabiendo todo lo que involucraba.

Para ese entonces, ni el mundo estaba listo todavía, ni ella estaba completamente segura de lo que quería, y, más importante aún, no sabía si Shadow realmente soñaba con una familia. No quería ponerlos en esa posición sin estar segura, porque aún así sabía que Shadow aprobaría lo que fuera viniendo de ella, aunque fuese obligado.

Un embarazo no planeado estaba fuera de sus planes. Además, los métodos anticonceptivos y los abortos le daban miedo. ¿Qué tal si después de alguno de ellos no podría concebir?

Con todas sus dudas en mente, haciendo poco énfasis en su deseada maternidad, decidió junto al azabache esperar un mejor momento para marcarse, aclarando lo mejor que pudo que si no se entregaba en ese momento, no era porque no lo amaba, al contrario, lo amaba tanto que quería hacer las cosas bien, consentidas, con calma.

Y él, fiel a su amor, respetó por completo su decisión, reconociendo en el proceso sus propias dudas al respecto, y esperaría el momento ideal para tomar lo que ya de por si era suyo, fortaleciendo su vínculo aún más, procurando lo mejor para ella.

Juntos, decidieron mejor su futuro, tomando las cosas con un control sobre su amor que generalmente no poseían, con la promesa en que el día en el que decidieran sería especial, consensuado y mágico.

Y ahora el gran suceso ya tenía fecha y lugar.

La eriza bajó la cabeza.

—No, aún no me ha maraco... —admitió, derrotada.

La primera en reaccionar fue la albina.

—Ese erizo cobarde, ¡ahora mismo me va a escuchar! —declaró indignada, levantándose con intenciones de asar al azabache en la parrilla para terminar de colorearlo de negro.

Amy apenas tuvo tiempo de sujetarla por el brazo en cuanto el resto de mujeres también se levantó.

—¡Chicas, calma, calma! No es lo que piensan —intentó calmarlas con desesperación, lográndolo apenas.

Blaze la observó con severidad. Algo no le terminaba de cuadrar.

Amy, tan entregada, apasionada, y Shadow, tan protector e intenso, ¿no se habían marcado?

¿Era acaso un mal chiste?

—¿No lo hizo porque tú no quisiste, o porque él...? —preguntó directa.

—Porque ambos lo decidimos —interrumpió la rosada con voz suave, bajando la mirada—. Teníamos nuestras dudas y preferimos esperar a un mejor momento...

El silencio que siguió no fue de escándalo, sino de curiosidad. Las mujeres volvieron a sentarse, ahora a su alrededor, atentas a la gran explicación.

Amy suspiró y se apoyó en el borde de la piscina.

—Ustedes ya saben, cuando dos mobians se marcan, su vínculo se vuelve permanente —empezó, con los dedos jugando en el agua—. No solo es físico, sino biológico. Sus feromonas se sincronizan, sus cuerpos reconocen al otro como pareja definitiva. Y cuando eso pasa... la concepción sucede al mismo tiempo...

Sally asintió con un leve "ya veo", procesando cada palabra, y la coneja escuchaba con los ojos muy abiertos.

—Shadow y yo sabíamos que no era algo que quisiéramos hacer a la ligera. La marca no solo es una unión, es una promesa que no se puede romper, de la que no hay vuelta atrás, y si no estábamos cien por ciento seguros de sus consecuencias, pudo haber resquebrajado todo lo que teníamos.

—Y tú querías estar lista —dedujo Rouge, más calmada.

—¡Exacto! —Amy sonrió con ternura—. No me malinterpreten, si por mí fuera, desde que lo comencé a amar, me hubiera entregado totalmente a él, pero conociéndolo y conociéndome, esta decisión no es del todo inesperada para nosotros. Para cosas así de importantes, que puedan comprometer nuestra relación, preferimos no dejarnos llevar por la impulsividad y ambos estamos bien con eso.

Las chicas entonces relajaron sus posturas. La tensión poco a poco comenzó a disminuir.

—A pesar de eso, no suelo usar supresores, Shadow se encarga en la medida de lo posible, pero en mi último ciclo fue inevitable —se sonrojó al recordar lo que el azabache le había contado que sucedió aquella madrugada—. Ya no puedo seguir tomándolos. Mi cuerpo... bueno, ya está dice que es hora.

Cream soltó un "oh" exagerado, mientras que Rouge se llevó una mano al corazón y Sally y Blaze se miraron entre ellas, comprendiendo al fin.

—Así que, bueno —continuó Amy, soltando una risa—, mi siguiente celo será el día en que nos marquemos y... en el que comenzaremos el siguiente capítulo oficialmente.

Rouge fue la primera en moverse, dándole un abrazo rápido.

—Ay, pinky... eso sí que es romántico. Y aquí yo pensando que el maldito erizo era un cobarde que había faltado a su palabra.

—¡Rouge! —reclamó la rosada con una severidad camuflada entre risas—. Shadow no ningún cobarde.

—Ya, ya —rió la murciélago, alzando las manos al sentir una breve molestia en la futura mamá—. Me retracto. Es todo un caballero.

—Y un buen estratega —añadió Blaze con una sonrisa cómplice—. Planeando hasta el último detalle.

—Lo hacen a su modo —concluyó Sally, entre divertida y conmovida—. Con cabeza, con corazón y con calma, y en mi opinión, creo que es lo mejor. Realmente lo que han construido es muy lindo, Amy. Les deseo lo mejor.

Amy bajó la vista, algo sonrojada.

—Gracias, Sall, pero esta vez... —miró la base del cerezo, sonriendo y recordando aquella vez que sintieron aquella chispa— esta vez creo que ya no hay nada que planear. Solo sentir y dejarme llevar.

El silencio que las siguió fue uno cómodo, como si compartieran esa certeza invisible que flotaba en el aire cálido que traía el verano.

Hasta que Rouge, ansiosa de acción e incapaz de tolerar tanta serenidad, rompió el momento con un aplauso.

—¡Bueno, bueno, basta de sentimentalismos! ¡Este acontecimiento necesita ser el doble de especial! ¡Necesita glamour!

—¿Glamour? —preguntó Amy, dudosa.

—¡Obvio! Será como una segunda luna de miel, cariño. ¡Tienes que lucir a la altura! ¡Es algo que solo se vive una vez en la vida!

—Tiene razón, Amy —intervino Cream, entusiasmada—. Debes prepararte, sentirte hermosa, segura, lista.

—Y eso, querida, empieza con un buen plan de compras, ya del resto te encargas tú —concluyó Rouge guiñándole un ojo mientras se ponía de pie.

Amy la miró con los ojos muy abiertos, más divertida que asustada. Ya se imaginaba los estrafalarios planes de su amiga.

—¿Compras? ¿Ahora?

—Por supuesto —dijo Blaze, siguiendo a la albina con elegancia felina—. Estamos juntas, es domingo, hace calor y los hombres se encargarán de la comida. Además, tengo un antojo. Así que vamos a ir quieran o no.

—Concuerdo. No creo que hoy necesitan de nuestra ayuda. Pero tú sí necesitas algo lindo que marque este nuevo comienzo —dijo Sally guiñando un ojo.

La eriza soltó una risita, sintiéndose entre apenada y emocionada.

—De acuerdo, me rindo. Pero si Shadow pregunta, le diré que fue idea suya.

—Por supuesto que lo fue —respondió Rouge, risueña—. La mía siempre es la mejor idea.

En ese momento, se escuchó una pequeña explosión proveniente de la zona de parrillas.

—¡Maldita sea, Sonic! ¡Suelta el maldito encendedor o juro incinerarte con ese mismo! —rugió Knuckles

—Es que tú no sabes nada de parrillas, Knux, es así cómo se hace, relax.

—¡Shadow! ¡Dile algo! ¡Va a incendiar tu casa y mis salchichas!

Las cinco mujeres se miraron entre sí.

Blaze sonrió resignada.

—Yo creo que sobrevivirán.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

Mientras en el centro comercial las chicas se debatían entre encajes y colores, la casa Dark Rose se había convertido en un campo de batalla culinario... algo salvaje.

El sol caía como lava ardiente sobre el patio, el humo de la parrilla subía en columnas grises y el sonido de los cubiertos, pánico disfrazado de risas y quejas llenaba el ambiente.

—¿Alguien aquí tiene idea de lo que está haciendo? —gruñó Shadow, con los brazos cruzados y el ceño fruncido mientras miraba el fuego elevarse peligrosamente de la parrilla por quinta vez en la mañana.

—¡Claro que sí! —respondió Knuckles, agitando unas pinzas con total confianza frente al desastre—. Es una técnica ancestral que ha pasado de generación en generación en mi familia. Tikal me la enseñó.

El azabache rodó los ojos y soltó un bufido. Definitivamente nadie sabía lo que estaba haciendo, y mucho menos él ahí.

Podría estar disfrutando de la piscina con Rose, refrescándose del buen clima, pero no. Había desaparecido con el resto de chicas hace un rato y con eso entendió que no la volvería a ver en un par de horas.

Ahora solo le quedaba procurar que el resto de chicos no terminaran incendiándose así mismos. Y aunque no lo admitiera fácilmente, estaba disfrutando del momento, y solo, solo quizás, también de la compañía.

Y tal vez también extrañaba a su bola rosa.

—Eso fue hace siglos y en fogatas, no en una parrilla moderna, genio —intervino Sonic, echándose hacia atrás para evitar una chispa que salió disparada hacia su pecho.

Silver, que hasta el momento observaba en silencio con una bebida fría en la mano, intervino con su tono pacífico habitual.

—¿No sería más fácil leer el manual? —dijo mientras levitaba el libro—. Aquí dice literalmente "no colocar más de medio kilo de carbón". Tal vez podríamos... seguir las instrucciones.

Genial, aún quedaba alguien sensato en el grupo.

El guardián lo miró con confusión para después voltearse con desdén.

—¿Manual? Bah, ¿qué clase de macho lee un manual?

—El tipo de macho que no quiere incendiar el jardín, ¿no? —replicó el erizo plateado con ironía, con los ojos puestos en el manual.

—Estoy con Silver, Knuckles. No quiero que Rose regrese y se encuentre con que no hay más casa —apoyó el azabache—. Además, no creo que a tu mujer le haga gracia que la piscina se haya no solo evaporado, sino, destruído.

El nombrado congeló todos sus movimientos entonces, sorprendiendo al resto del grupo, que se estaba divirtiendo con su frágil seguridad.

—¿U-ustedes creen que Rouge se enoje mucho? —preguntó con temor.

Shadow lo miró atónito.

"¿Es en serio?" Pensó. "Tantos años y aún no sabe que Rouge podría robarse su vida si es que no podía relajarse en paz".

Pero algo en la mirada violeta lo inquietó más.

Algo más que simple miedo, algo profundo, algo familiar se asomaba por sus pupilas, algo que pudo reconocer como preocupación, pero no una cualquiera, sino, una diferente.

Una que decía que no quería complicar las cosas, que quería estar en paz.

Y cómo no, le había dado la bienvenida al primer descendiente equidna en años. Sin embargo, no creía que cargar con esa responsabilidad y título fuera tan agotador. Al fin y al cabo, sabían en lo que se metían, estaban preparados y eso era suficiente, ¿verdad?

El cobalto, menos perceptivo, lo miró de arriba abajo, viendo como su cuerpo temblaba y el color se le iba del rostro.

—¿Qué pasa, Knux? ¿Le tienes miedo a Rouge? —se burló—. Pensé que los guardianes ancestrales no conocían el terror.

El nombrado entonces se volteó a verlo, con una postura totalmente siniestra y atemorizante.

Sonic retrocedió un paso.

—No tienes ni idea de lo que he pasado durante el último año, Sonic. No pienso tentar a la muerte otra vez.

¡FOOOSH!

Una llamarada salió de la parrilla, casi tocando el cerezo del patio, haciendo que el azabache saliera de su análisis.

—¡Tengan más cuidado, imbéciles! Los voy a matar si algo le pasa a ese árbol si es que Amy no lo hace primero —reclamó, ya harto de tanta indisciplina, tomando la manguera del jardín.

—¡Les dije que eso pasaría! ¡Tenemos que seguir el manual! —insistió Silver, con un salto hacia atrás para no quemarse las púas e intentando controlar las llamas con su telequinesis.

Sonic, riendo entre tosidos y corriendo en círculos, terminó de despejar la zona de la comida, dejando ver toda la carne y acompañamientos totalmente carbonizados.

—Bueno, si las chicas preguntan, digamos que quisimos inventar el ahumado experimental —intentó suavizar.

Shadow lo fulminó con la mirada.

—Si Amy ve esto, serás el primero en probarlo, y si sobrevives para contarlo, te ponemos en el menú de su restaurante.

El cobalto rodó los ojos, restándole importancia mientras colocaba las manos detrás de sus púas, sin inmutarse.

—Tranquilo, Shads, al menos tenemos la intención. Es eso lo que cuenta, ¿no?

—Sí, la intención de incendiar el almuerzo —replicó irónico el plateado, terminando de apagar las llamas.

Knuckles dejó las pinzas a un lado, frustrado.

—¡Esto no puede ser tan difícil! ¡Solo es carne y fuego!

—Y humo, y carbón, y tus cero habilidades básicas de cocina —añadió Sonic, dándole una palmada en el hombro.

—Ya veremos si te burlas cuando tengas que cocinar para tus hijos —soltó Knuckles sin pensarlo demasiado.

El comentario los dejó en silencio un momento.

El azabache dejó que resonara en su mente, aunque no fuera dirigido para él.

La frase le llamó la atención más de hubiera gustado admitir.

¿Para sus hijos? ¿Por qué de repente le era extraño que el cobalto hiciera cosas por aquellos niños? Él, libre de ataduras hasta morir, ¿haciendo cosas por dos criaturas que ni siquiera eran suyas?

¿Por qué? ¿Por qué hacía eso?

Intentó olvidar el pensamiento, pero notó cómo su pecho se tensaba sin motivo aparente.

Al contrario, Sonic desvió la mirada y se rascó la nuca.

—Ehh, bueno, técnicamente... no son míos. Son los gemelos que Sally adoptó —respondió nervioso.

Una sonrisa maliciosa se formó en el rostro del dueño de la casa, queriendo ponerlo más tenso y disfrutar de ello.

—Pero no los negaste, ¿eh?

Quiso sonar desafiante, pero sabía bien que esa comentario tenía otro trasfondo. Entender porqué.

—No, no. No es eso. Solo soy como... su niñero. ¡Ajá! Eso es. Niñero —se apresuró a aclarar el cobalto, con la voz temblando y el sudor bajando por su frente.

El azabache levantó la ceja, no convencido del todo.

—Pero igual los ves más que a nosotros —intervino Silver, retomando su bebida—. La otra vez te vi en el parque, Sonic. Tenías un biberón en una mano, el coche en la otra y la pañalera más escandalosa que vi en mi vida.

Soltaron una risa.

—¡No digas eso en voz alta! Perdí toda mi reputación esa tarde, pero por lo menos los gemelos se divirtieron y Sall pudo descansar —gimió el azul, derrotado—. Aún así, verlos felices, no lo sé... te cambia algo por dentro.

Entonces todo cobró sentido.

El tono de su voz al decirlo, el brillo repentino en su mirada esmeralda y su expresión llena de orgullo. Era similar al lenguaje corporal de Knuckles al hablar de su familia, al igual que la sensación era similar a la que transmitía Amy al soñar con la suya.

Lo entendió casi de inmediato.

Sonic quería a los gemelos.

¿Quién pensaría que dos pequeñas criaturas finalmente comprometieran al gran héroe de Mobius? Y eso no era todo. Lo tenían a su completa disposición, no por un favor ni obligación, sino, porque él decidió hacerlo, lo quería, le nacía, por y para ellos.

Knuckles soltó una carcajada más fuerte, poniendo una mano en su hombro.

—Bienvenido al club, campeón. Yo llevo dos semanas sin dormir porque el mío llora por las noches. Si no es hambre, es que extraña a Rouge, y si no es eso, ¡solo grita porque puede! —se quejó—. Si no estuviera acostumbrado al desvelo por mi deber como guardián, ya estaría hecho polvo.

Silver lo miró con una expresión mezcla de compasión y susto.

—Wow, eso suena... intenso —comentó con preocupación.

Dentro del plateado, algunas dudas se formaban.

¿Acaso su hijo sería igual? No estaba preparado para jornadas de actividad tan largas. Debía empezar pronto a practicar y delegarse turnos con con Blaze.

—Lo es —replicó Knuckles, declarando con el puño como si de su destino escrito fuera—. Disfruta tus días de paz, Silver. Cuando te toque, ya no hay vuelta atrás. Espero que las ojeras combinen con tu color de ojos, así no te ves tan mal.

—No me digas eso —dramatizó con total naturalidad el nombrado, agobiándose desde ya y provocando una carcajada fuerte entre los machos.

Rieron todos menos Shadow.

Decidió guardar silencio desde que la charla se transformó en anécdotas sobre desveladas, ojeras y pañaleras.

Hasta cierto punto, le irritaba cómo es que Knuckles y Silver actuaran como si no supieran qué hacer. ¿No se suponía que era lo básico al tener una familia? Tenerlo todo cubierto, con un plan A, B y C.

Y también sus esposas se prestaban a ello. Una agente de élite y una princesa destacable. No entendía cómo podían ser todos tan descuidados.

Y no solo eso, ¿por qué parecía que todo giraría ciento ochenta grados?

Sabía la respuesta, pero fiel a su naturaleza, no iba admitir que su vida se le escaparía de las malos muy pronto o que quizás ya lo había hecho.

—No creo que todo sea tan malo —acotó finalmente—. No todos somos un desastre y no veo porqué todo tenga que cambiar tan drásticamente o ser tan desordenado.

Lo había escuchado todo.

Las risas, las quejas, las confesiones. Cada una parecía empujarle una idea que no quería aceptar: que no hay preparación posible para lo que viene. Pero su voz salió igual, firme, buscando convencerse tanto como a los demás.

El equidna volvió a tomar la palabra, con el semblante más relajado y el orgullo paternal manifestándose en su voz, la cual salió más sabia que de costumbre.

—Sí te cambia, y para siempre. Cuando Onyx nació, juré que nada me intimidaría. Luego vino su primer llanto y me sentí más pequeño que un Chao —hizo una pausa, con un dejo de ternura en la voz, recordando la primera noche que su hijo llegó a casa—. Pero también fue el sonido más poderoso que he escuchado en mi vida, y supe que si era necesario cambiar toda mi vida para protegerlo, lo haría.

El grupo lo escuchaba atentamente, como si tuviera todas las respuestas a preguntas que ni siquiera existían.

Shadow levantó la vista, curioso.

Knuckles continuó, más tranquilo.

—A veces discuto con Rouge, a veces dudo si lo estoy haciendo bien, a veces yo también quisiera descansar de la responsabilidad que yo mismo elegí... pero cada vez que lo cargo, cada vez que me mira y sonríe, cada vez que llego a casa y los veo esperándome... sé que todo vale la pena —suspiró—. No se trata de fuerza, ni de aguante. Se trata de estar ahí, por la familia por la que tanto luchaste.

Sonic bajó la mirada, tocado por sus palabras.

El azabache las meditó.

Silver asintió, con una sonrisa serena.

—O simplemente porque te nace —agregó—. Al contrario de ustedes, yo no pensé demasiado en tener una familia. Desde que conocí a Blaze, supe que tarde o temprano llegaría en el que deberíamos tener un heredero para el reino. La noticia de su embarazo llegó más pronto de lo que planeábamos, tuvimos suerte, y algo en mí se encendió.

—Supongo que debe ser el instinto paternal, ¿no? Como el de las mujeres —interrumpió Sonic.

Silver rodó los ojos, con diversión.

—Algo así —aclaró—. No sé bien cómo definirlo, pero desde entonces no he querido hacer más que procurar que ambos estén bien, por mucho que Blaze insista en que no necesita nada, no puedo evitar estar al pendiente de todo.

Shadow, de brazos cruzados, se quedó mirando el suelo. Su reflejo en el acero de la parrilla parecía más pensativo que enojado.

Knuckles lo notó.

—¿Ya lo entiendes, erizo? —preguntó sin rodeos.

El azabache suspiró. Su semblante se ablandó un poco.

—Amy y yo teníamos la idea en mente, pero nunca nos atrevimos a decirlo en voz alta. Ahora que estamos en el proceso... he de admitir que tampoco puedo decir que estoy tranquilo con todo.

Lo dijo sin pensarlo demasiado, como si la verdad se le hubiera escapado entre los dientes. Al darse cuenta de que quedó expuesto, inmediatamente volvió a erguirse, corrigiendo el tono, buscando que su voz sonara estable, pero el temblor en su mano lo delató.

Sonic arqueó una ceja, divertido.

—Pero hace un momento Don Bajo Control mostraba lo contrario, ¿eh?

—Lo tengo todo bajo control, no te confundas —reafirmó. 

—¿Seguro? Porque tu ojo izquierdo tiembla desde que Ammes entró a esa piscina sin seguir tus recomendaciones para el sol —se burló el cobalto.

El nombrado se giró lentamente, con una mirada tan gélida que la temperatura pareció bajar por respeto.

—Es por el humo —aclaró con frialdad.

Knuckles soltó una carcajada.

El fastidiado suspiró.

—Simplemente no esperaba que los cambios vinieran tan pronto. Todo esto es nuevo para mí —continúo el erizo—. Ni siquiera está embarazada y aunque investigué y leí todo lo que pude, hay cosas que no termino de entender porqué suceden o porque no, si son parte de las hormonas, si es porque es ella. Estoy haciendo lo que puedo para demostrar que estoy a la altura y manejar la situación, pero algunas veces siento que... no puedo.

El grupo lo miró sorprendido.

Pocas veces habían logrado que el erizo híbrido expresara su sentir, mucho menos que admitiera alguna carencia en su sistema.

El equidna volvió a tomar la palabra, empatizando con cada una de sus emociones, porque en algún momento él también las había tenido.

—Mira, hermano, te diré algo. No puedes controlar todo. Ni siquiera . El día que cargues a tu hijo por primera vez, te vas a dar cuenta de que todo tu orden y disciplina se van al diablo. Y aun así, lo vas a amar como nunca creíste poder hacerlo.

Shadow apretó los puños. No por orgullo, sino porque sabía que tenían razón. Y eso le dolía más que cualquier golpe.

No podía controlarlo todo, y eso de alguna manera lo angustiaba.

Sabía cómo comportarse con Amy, hacerla feliz, consolarla cuando lloraba, calmarla cuando se enojaba. ¿Pero cómo se hacía eso con un bebé? Y no cualquier bebé, un bebé que llevaría su sangre. Si Chaos, Gaia y Doom se apiadaban de él, sería igual de normal como los de sus amigos, pero aún había una posibilidad de que no.

No solo se trataba de habilidades, algo más importante, más peligroso, estaba en juego.

Y eso lo asustaba.

Por otro lado, estaba lo que hacía con la rosada, lo cual era porque porque así lo decidió, así lo eligió, así le nacía, y porque la amaba con todo su corazón

Y ahí estaba, la otra cara de la moneda. El amor.

¿Amar?

¿Podía amar más de lo que amaba a Amy?

¿Algo o alguien era capaz despertar más emociones en él?

¿Se podía sentir otros tipos de amor?

¿Ese amor bastaría para llenar lo que el control no podría?

—¡Exacto! —confirmó Silver—. Es un tipo de amor diferente, algo instintivo, profundo, algo que solo nace del sentimiento de formar una familia, muy diferente al amor de pareja.

El equidna asintió, respaldando las afirmaciones del erizo del futuro.

—A eso me refería con que se enciende algo dentro de ti cuando el momento llega. Gracias, Knux, encontraste la palabra precisa.

—Y eso está bien. No todo en la vida se trata de saber cómo actuar o no, si saber si el momento llega hoy, mañana o si ya pasó — acotó el cobalto con seguridad—. Hay situaciones que te obligan a dejarte llevar. Y no está mal, siempre y cuando tengas en claro el porqué haces lo que haces, y en este caso, es porque amas a Amy y la familia que quieres construir con ella. Solo vive y aprende en el camino, como lo has estado haciendo hasta ahora.

Las palabras lo golpearon más fuerte de lo que habría admitido, dejándolo más pensativo que antes, pero finalmente, una especie de tranquilidad de formó en su pecho y cabeza.

A veces esos tres se iluminaban y decían cosas como estas. Palabras sabias, frases exactas que él ya había aprendido a escuchar y asimilar.

De todas formas, todas sus dudas tenían fecha de vencimiento, y era ese fin de mes, quieran o no, y eso estaba fuera de discusión.

Finalmente se adentraría al mundo de la paternidad de lleno, y aunque nunca admitiría en voz alta con ellos, sus palabras habían casi desaparecido el miedo que llevaba dentro.

Ese mismo de fallar, de no saber qué hacer, cómo actuar, qué sentir, qué hacer.

"Es algo que se enciende" Dijo Silver. Quizás cuando ese sentimiento, esa chispa se encienda dentro de él, podría dejarse llevar como dijo Sonic.

Pero ahí estaba el resto de su miedo.

¿Y si en él no se encendía? Él no era un mobian como ellos, y aunque las pruebas médicas dijeran lo contrario al restregarle su fertilidad y compatibilidad con la rosada, sentía que algo más que el control se le escapaba de las manos.

Knuckles, viendo como el erizo se perdía en sus pensamientos, caminó hasta él.

—No te preocupes, Shadow. Si tienes dudas o necesitas ayuda, nosotros estaremos aquí, de todas formas, también somos una familia, ¿no?

Los dos machos restantes se unieron para rodearlo.

—Es cierto, Shads, siempre vamos a estar para ti, quieras o no —ofreció Sonic cerrando su puño y llevándolo al medio, seguido por los otros dos.

El azabache los miró sorprendidos y un sentimiento cálido se instaló en él al ver sus rostros y sentir sus voces comprometidas. Dejó que el miedo se quedara en segundo plano, solo por ahora, y concentrarse en lo que le estaban ofreciendo.

Algo valioso, algo más que amistad, la confianza y el apoyo: el sentido de pertenecía.

No podía negar que les había agarrado un gran cariño a lo largo del tiempo, los consideraba sus amigos, y el hecho de que, de una manera muy extraña para él, conformaran silenciosamente todos una familia, era de cierta manera reconfortante.

Era una nueva especie de compañía, complicidad, camaradería... y le gustaba.

No estaba solo, y ahora era una certeza.

Aunque Amy fuera su todo para él, sabía que ella no tendría la respuestas a todo, ni le enseñaría o mostraría cómo es que se es un buen papá o lo que debe sentir uno, al igual que él no podría enseñarle lo que es ser mamá con exactitud.

El camino de convertirse en padre ahora tenía nuevos acompañantes, dispuestos a ayudarlo sin siquiera saberlo, y en los que podía apoyarse sin ser juzgado.

Entonces asintió.

No dijo nada. Solo alzó el puño, lo unió a los de ellos y dejó que el contacto durara un segundo más de lo que permitiría normalmente. No estaba acostumbrado a esos gestos, pero algo dentro de él no quiso que se apartara tan rápido.

Aquello no pasó por desapercibido por ninguno de los tres muchachos que lo rodeaban, prometiendo guardar en silencio la nueva confianza que les otorgaba el azabache.

Se selló así entonces una nueva promesa y la seguridad de estar ahí el uno para el otro, como una familia.

—Eso sí, no vayas a poner cámaras de seguridad en la cuna —soltó Sonic, rompiendo el momento con su usual humor.

—Ni sensores de movimiento —agregó Silver, divertido.

—Ni una alarma de defensa láser —remató Knuckles.

Shadow rodó los ojos, conteniendo una sonrisa apenas perceptible.

—Idiotas.

El momento terminó con aclaraciones de garganta fingidas y silbidos incómodos, obligándolos a separándose para admirar el desastroso panorama que tenían frente a ellos. La carne carbonizada, los utensilios regados y un jardín que olía a apocalipsis eran el nuevo panorama que ofrecía el día.

Estaban muertos.

Fue entonces, antes que comenzaran a volver a pelear por la culpa, cuando se escuchó una voz conocida detrás de ellos.

—¿Qué demonios hicieron?

Tails estaba de pie, con las manos en la cintura y cara de horror.

—¡Tails! —exclamó Sonic, como si hubiera llegado un mesías—. ¡Hermano, justo a tiempo para salvarnos!

El zorro suspiró, acomodándose los guantes y acercándose a la escena del crimen contra la gastronomía.

—Déjenme adivinar. Nadie leyó el manual.

—Lo intenté —se defendió Silver.

—Y te ignoraron. Qué sorpresa —concluyó Tails—. Bien, retrocedan. Esto lo arreglo yo.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

—Bien, muchachas... llegamos —anunció Rouge con ese tono triunfal que usaba solo cuando planeaba algo grande.

El aire acondicionado del lugar les golpeaba en el rostro, perfecto para refrescarlas del clima abrasador.

Todas iban vestidas ligeras, con gafas de sol y sandalias, irradiando energía y complicidad, caminando una al lado de la otra como si de una pasarela se tratara.

Amy iba al frente, todavía sin entender del todo cómo Rouge las había convencido de dejar la refrescante piscina por unas compras de último minuto, aunque en el fondo sabía que era posible que la oportunidad no se volviera a presentar en mucho tiempo.

Solo quedaba disfrutar de un poco de shopping con sus mejores amigas.

—No puedo creer que me hayan sacado de mi casa para esto —murmuró con molestia fingida, aunque su sonrisa la traicionaba.

—Ay, por favor, pinky —replicó Rouge con una mano en la cadera y el brillo de una idea peligrosa en sus ojos azules que recorrían los ganchos y maniquíes con precisión analítica—. Me lo vas a agradecer cuando Shadow te aprisione contra el colchón.

—¡Rouge! —chilló Amy, escandalizada.

—¿Qué? Solo digo la verdad, cariño. Es nuestra obligación moral asegurarnos de que esa noche sea legendaria. Estás en buenas manos, tranquila —le guiñó un ojo, mientras tomaba un par de atuendos.

La risa colectiva se expandió mientras atravesaban los pasillos. Algo en el ambiente las hacía sentir cómplices de un secreto universal, mientras que otra sentía que saldría de ese lugar más roja que el esposo de la otra.

Como era de esperarse, el sitio elegido no era nada más ni nada menos que la tienda de lencería más exclusiva de Station Square.

El aire del lugar olía a flores y perfume caro. Los maniquíes lucían patrones de todos los colores y estilos, resaltando sus texturas en seda gracias a la luz cálida que le daba un toque más atrevido al ambiente.

Todo parecía hecho para tentar. Pijamas de satín, conjuntos de lencería fina diminutos, ligas y medias de encaje, cremas corporales de ricos aromas, feromonas y más.

Era un pequeño paraíso femenil que prometía milagros.

Luego de una búsqueda y descarte que pareció una eternidad, los atuendos elegidos descansaban dentro del probador, esperando que la rosada empezara a modelarlos.

Amy no sabía por cuál empezar.

Había encajes que parecían pétalos, satines que caían como agua. Eran bastante bonitos, no podía negarlo. Cada uno resaltaba a su manera cada lado suyo en telas que parecían hechas para cada ocasión de su vida, y por eso mismo, no podía decidir cuál probarse primero.

—Bien, Amy Rose, peores elecciones has tenido que tomar, no creo que esto sea muy complicado —se dijo así misma mientras elegía el primero a ojos cerrados.

A simple vista no parecía un conjunto espectacular, pero cuando se miró al espejo, su corazón latía más rápido.

Algo dentro de ella se removió.

Se veía diferente, femenina, maternal.

—¿Y bien, cariño? ¡Queremos ver!

Salió del trance en cuando escuchó la voz de su amiga y tomó aire.

Tenía que concentrarse.

Podía hacerlo.

—Amy, vamos —insistió Cream—, siéntete bonita, queremos ayudarte a elegir el perfecto.

Segundos después salió del vestidor, provocando un respingo por parte de sus amigas al dejar caer la bata que la cubría.

Tenía puesto un babydoll color marfil, suave y vaporoso, con encaje floral que apenas rozaba la piel. El lazo de satén bajo el busto formaba una cintura delicada, haciendo que Amy pareciera una figura sacada de un sueño de terciopelo y luz. Y el tejido semitransparente caía como una cascada de caricias sobre sus muslos, insinuando más de lo que mostraba.

Era hermoso.

—Amy, no puede ser, ¡te ves muy adorable! —halagó la coneja.

—Este se ve tan inocente... pero a la vez, tan atrevido —comentó Sally con una sonrisa cómplice, cruzándose de brazos—. Shadow no sabría si abrazarte o perder la cabeza.

Amy se miró al espejo, riendo con un leve rubor.

—Creo que este grita "recién casados", ¿no? —dijo con ternura, girando para ver cómo se movía la tela al compás de su cuerpo.

Había algo en el que le llamaba la atención y al ver cada pliegue abrazar su figura, aquella sensación especial se incrementaba.

—Tienes razón. Es demasiado puro para ustedes dos —dijo la albina, analizándola de arriba hacia abajo—. Aún recuerdo cuando Shadow llegó a casa con la chaqueta desacomodada y todo chupeteado en el cuello luego de su primera cita como novios.

—¡Rouge!

La eriza se sonrojó a más no poder y las chicas no pudieron contener las carcajadas.

—Tranquila, princesa. Vamos a encontrar algo que diga "romántica, elegante y esta vez será diferente".

—O "quiero que me marques hasta el alma" —añadió Cream con fingida inocencia, provocando más risas.

La eriza la miró horrorizada.

—¡Cream!

—¿Qué? —preguntó, encogiéndose de hombros—. Es la verdad. Dijiste que te va a marcar, ¿no?

Amy suspiró, cubriéndose el cuerpo, regresando a los probadores muerta de vergüenza.

—¿Por qué les cuento mis cosas? —murmuró, más divertida que enojada.

De regreso al vestidor, la eriza suspiró.

Se tomó algunos segundos más para observarse con ese conjunto frente al espejo antes de probarse el siguiente.

El encaje blanco la hacía ver... distinta.

Realmente le gustaba.

No era demasiado provocador para gritar sexo, ni tampoco demasiado recatado que gritara blusa de alta costura. Era un punto medio perfecto. Le gustaba la transparencia que caía por debajo de su pecho, cubriéndola hasta por debajo del vientre.

Su mirada se concentró en esa zona por unos segundos más del que debía, e inevitablemente imaginó por un segundo cómo se vería con ese conjunto dentro de unos meses, con un pequeño bulto creciendo bajo la tela.

Su barriguita.

Su deseo hecho realidad, gestándose, pequeñito, dentro de ella.

Cerró los ojos con una sonrisa, abrazándose con cariño, dejándose llevar por su imaginación.

Shadow y ella, haciendo una sesión fotográfica durante el embarazo. Ella luciendo ese bonito conjunto, y el erizo con una camisa a juego, acariciando su vientre ya crecido y llenándola de besos, rodeados de flores blancas y posando para retratos familiares que muy pronto adornarían su casa.

Probablemente no era el atuendo indicado para la ocasión por la que había venido, pero definitivamente lo era para el futuro.

Sin duda, se lo llevaría en secreto.

Cinco minutos después, con la siguiente prenda puesta, el sonido del gancho de la cortina se corrió nuevamente y las chicas quedaron sin aire.

El siguiente conjunto fue un salto radical.

Ahora vestía un body de encaje verde esmeralda, con cortes simétricos que formaban un triángulo, resaltando cada curva peligrosamente. Las tiras finas se ajustaban perfectamente a su figura, mientras los detalles de satén y transparencias creaban un equilibrio entre elegancia y provocación. Y el color profundo realzaba el tono rosado de su piel, dándole un aire de sofisticación sensual.

—Wow... ese no es para una luna de miel —dijo Blaze, arqueando una ceja con una sonrisa casi imperceptible—. Ese es para recordarle quién manda en la relación.

Amy rió, jugando con uno de los lazos del costado. El conjunto realmente se ceñía a sus curvas haciéndolas más tentadoras.

—Este se siente... poderoso —admitió más confiada, observándose con una expresión que mezclaba sorpresa y orgullo—. Como si pudiera tenerlo a mis pies con tan solo entrar a la habitación... aunque ya lo hago.

Las mujeres rodaron los ojos. Lo sabían perfectamente.

—Shadow no va a resistirse.

Rouge levantó una ceja traviesa.

—Y si lo hace, ya sé quién necesita un chequeo médico.

Todas estallaron en risa, hasta Amy, que ya se cubría la cara de pura vergüenza. Disfrutaba el sentirse deseante y deseada al mismo tiempo, pero no delante de tantas personas.

De repente, una voz familiar nueva se hizo presente.

—Vaya, Rosita, ¿te separaste o a dónde vas tan provocativa?

Las féminas giraron al mismo tiempo al lugar de donde provenía la voz, encontrándose así con Wave y Surge, quienes llevaban un par de bolsas de la tienda en las manos.

—¡Pajarita! —gritó Rouge emocionada, corriendo a abrazar a la golondrina. Hace mucho que no se veía con su dupla de moda.

—¡Mi vampiresa favorita! —devolvió Wave, abrazándola con cariño e intercambiando dos besos al aire como el protocolo de divas sacadas de revista mandaba— ¿Y esta pandilla de bellezas?

—¿Qué hacen por acá, chicas? —preguntó la princesa del sol, levantándose por cortesía.

—Pasábamos por aquí para comprarle algo bonito a Surge. Quiere probar otros estilos.

La nombrada le dio un codazo, rodando los ojos. La conversación se volvió un festival de cumplidos y bromas.

Sin embargo, los ojos de la tenrec se posaron en Amy, que se volvía a cerrar la bata.

—Bueno, bueno, bueno, ¿y esta visión angelical?

La rosada se tensó al instante. No había notado la presencia de la nueva dupla.

—¡S-Surge! ¿Qué haces por aquí? —preguntó, girando para observarla mejor.

—Venía con Wave por unos guantes nuevos, pero ahora me alegro del desvío —bromeó, con una sonrisa ladeada—. Con esa lencería vas a tener a todos a cinco metros a la redonda a tus pies, yo sé lo que te digo.

Sally soltó una risita.

—Surge, compórtate.

—¿Qué? Solo digo lo que todos están pensando —respondió con descaro.

La eriza negó, divertida.

—No creo que sea para tanto. Es muy badass, sí, pero no es lo que estoy buscando. Es demasiado —dijo, mientras se retiraba nuevamente.

—Demasiado bonita—susurró para sí misma la tenrec, observando como su amiga regresaba a los vestidores.

Luego de un rato más de charlas, las recién llegadas tuvieron que retirarse, no sin antes expresar sus mejores deseos a cada una en sus nuevos caminos, esperando reunirse pronto. El aire cambió a uno de diversión ligera y confianza.

Una vez solas, Amy se decidió por el último conjunto que quedaba en el gancho

Era algo nuevo, pero que de alguna manera gritaban su nombre y el de Shadow.

Se lo puso con cuidado, ni muy apresuradamente, ni muy lentamente, disfrutando como el tejido se amoldaba a su cuerpo.

Una breve contorneo frente al espejo, imaginar la cara de Shadow al verla y ver que era todo lo que buscaba, y supo que era ese.

Finalmente, la cortina se abrió por una última vez.

Amy salió con un atuendo que resaltaba a la perfección su figura. Senos medianos pero firmes, cintura marcada y caderas anchas que la tela abrazaba con ferocidad. El color resaltaba el tono rosado de su pelaje y el brillo natural de su pelaje.

El conjunto la dejó sin palabras.

Era un conjunto negro de dos piezas, con bordados de rosas rojas, acompañado de un liguero y encaje profundo que subía como fuego sobre su piel. La estructura del sujetador en forma de corazón realzaba su figura con elegancia, mientras los bordes ondulados dibujaban una silueta de pura confianza y deseo. Las rosas bordadas con suma delicadeza parecían arder bajo la luz del probador.

—Ese. Ni lo pienses —sentenció Sally de inmediato, boquiabierta—. Ese conjunto fue hecho para esa noche. No puede ser.

Amy se miró al espejo, sintiendo cómo el color subía a sus mejillas y al mismo un aire de seguridad la envolvía.

Ya no era la joven soñadora que buscaba atención, esa había sido sepultada hace mucho tiempo. Ahora era una mujer segura, empoderada, dispuesta a celebrar lo que con tanto esfuerzo había construido con el amor de su vida, y ese conjunto lo demostraba a la perfección.

Tenía un poco de ambos mundos, la rudeza y oscuridad de Shadow en el encaje y transparencias negras, y la dulzura y el peligro de ella en las rosas rojas bordadas a mano.

Era el indicado.

Por un instante, todas guardaron silencio.

—Bueno... —empezó Blaze con una sonrisa leve— Shadow no va a sobrevivir a esto.

La ardilla soltó un silbido de aprobación.

—Santo Chaos, Amy... te queda perfecto.

La nombrada se sonrojó hasta las orejas.

—¿Eso creen?

—Querida, fue hecho para ti —dijo la albina, ajustándole el tirante—. Tienes una figura preciosa, no la escondas. Además, creo que al amargado le encantará, claro, si te encanta a ti primero.

Cream asintió emocionada.

—Es tan romántico y peligroso, Amy. Definitivamente luce como algo que solo tú tendrías la altura de portarlo.

Miró sus expresiones a través del espejo, todas aprobatorias y sinceras, luego, se miró así misma, pensando en la reacción de Shadow cuando la viera.

Esa noche sin duda sería divertida.

—Yo también lo siento así —admitió con confianza—. Me lo llevo.

Las féminas celebraron, levantándose para abrazarla, fundiéndose así en un abrazo lleno de cariño y amor genuino.

¿Qué haría sin sus amigas?

Luego de un buen rato, y varios conjuntos probados más, porque Rouge no iba a permitir que ninguna saliera con las manos vacías, el grupo salió de la boutique cargado de bolsas.

La rosada llevaba satisfecha tres bolsas, en donde en dos de ellas descansaban sus nuevos conjuntos y en una tercera las bombas de baño nuevas y velas aromáticas que no se había resistido a dejar, pues consideraba que sumarían un plus al momento.

Las chicas soltaron una carcajada mientras salían del centro comercial, bañadas por el sol de pasado el mediodía. La calidez del verano las envolvía, y el aire tenía ese aroma a cambio y promesa que anunciaba nuevos comienzos.

Amy miró las compras que llevaba y sonrió sin darse cuenta. Cada una era una pequeña declaración de amor, un símbolo del paso que estaban por dar y no pudo evitar emocionarse por el momento.

Era su gran día y merecía disfrutarlo al máximo.

Y mientras caminaban rumbo a la casa, con el viento jugueteando entre sus mechones y el eco de las risas resonando en los pasillos, sintió que su corazón se encendía como el sol del verano.

Un fuego distinto.

No por el deseo o la expectativa, sino uno avivado por la certeza cálida de que todo por lo que había esperado estaba por comenzar.

Era aquella chispa que sintió bajo el cerezo la comenzaba a sentirse como un incendio, y cuando ese fuego la envolviera, disfrutaría los frutos del amor que con tanta paciencia había cultivado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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BUENOS DÍAS, BUENAS TARDES, BUENAS NOCHES.

Chetos renace de las cenizas como el ave juenix.

PRIMERAMENTE, aclarar que he decidido partir el capítulo en dos porque sinceramente iban a ser más de 40 páginas y demasiado extenso.

Qué risa, en el spoiler que les puse en twitter habían 9k palabras, que minutos antes eran 8k, y ahora son 11k AJAJAAJAJ.

Quiero evitar que se aburran o se abrumen por la cantidad de información y detalles, PORQUE AQUÍ NO HAY RELLENO. Todo es importante, cada detalle, cada interacción está calculada.

HASTA LO QUE PIENSEN Y ME DIGAN: OYE CHETOS, PERO ESTÁS HACIENDO MUCHO ÉNFASIS EN ESTO, OLVIDÁNDOTE DE AQUELLO. MMMM. YO SIEMPRE DIGO, DESCONFÍEN DE TODO Y SIGAN SU INSTINTO.

Con este capítulo espero haber logrado establecer y dar a conocer las dinámicas, amistades y relaciones entre el grupo. No es algo que se vaya a repetir durante la historia, porque esto es un Shadamy, no un Shadamy ft. otros personajes/ parejas.

También es importante conocer los roles y posibles roles que jugarán, ¿okei? Pudo haberse sentido como un capítulo de relleno, pero no lo es, okei? TToTT

Aquí quiero hacer una pequeña pausa por si la introspección de Shadow no quedo muy en claro.

Poco a poco, cada cosa que decían Sonic, Knuckles y Silver respecto a sus experiencias parentales se quedaban grabadas en él, y como ya han podido deducir de lo que vamos de historia, Shadow ya tenía interiorizados esos sentimientos:

Knuckles: Eligió

Sonic: Decidió

Silver: Le Nació

Y nom, elegir y decidir no son lo mismo.

La segunda parte saldrá con mucha fe entre hoy y mañana, ¿oki? No se preocupen.

LES HE DEJADO UNA MINA ENTRE PÁRRAFOS, ESPERO DE TODO CORAZÓN QUE LA HAYAN PODIDO DESACTIVAR EN SUS CABECITAS ANTES DE QUE DETONE.

Oh, por cierto. Mi headcanon con Sonic es que este hombre le huye al compromiso, por eso mismo no puede mantener una relación romántica, o tan siquier a largo plazo. En este fic no podré desarrollar la idea, pero Sonic es un coqueto con consentimiento. Por ejemplo, a mí me encanta como se presta al coqueteo con Rouge jsjsjs. Btw, Sonic y Sally solo son amigos uvu.

También ecidí meter un poco de fanservice por acá (Sonally cof cof, Surgamy cof cof, cof cof sallamy cof cof, y unas muy poquitas migajitas que sin contexto podrían funcionar como sonadow jaja), pq qué sería de la vida sin un poco de harem, ¿no? jijiji (menosunodeshadow, nimelomirencarajo)

Claro, el shadamy es mi super otp y nada ni nadie me va a hacer cambiar de opinión al respecto y tampoco van a ver algún fic mío, salvo necesario para la trama, en donde no terminen juntos, tranquilos, jiji.

POR OTRO LADO, AMIGOS NADIE ME VA A SACAR DE LA CABEZOTA A NO SER QUE ME LA ABRAN QUE ROUGE Y WAVE BESTIES. Dios, Wave me da unas vibes de IvyQueen, pero que le va tanto a la moda o tendencias como Rouge. ESAS DOS Y ZEENA CARAJO SON EL TRÍO PERFECTO, PERO CÓMO ME LA VAN A HACER UNA VILLANA A ZEENA SI LAS TRES GRITAN PERRAS EMPODERADAS TToTT.

Si papi Sega me da interacciones migajeras, yo me doy por bien servida.

Lamento la tardanza, pero yo avisé que venía mi mami, y bueno, eee, el ciclo está a tres semanas de terminar, así que supongo que no habrá actualización (me refiero a la que saldrá luego de la parte dos) hasta diciembre (la primera semana no se maten), que es donde termino mi último examen y me regreso a mi ciudad de vacaciones.

Me gustaría poder programar los capítulos lol, así cóMO ME GUSTARÍA PROGRAMAR LOS TIKTOKS CARAJO EL ALGORITMO ESTÁ EN SU PEAK Y Y Y Y Y YO NO PUEDO ESTAR TODO EL DÍA GRABANDO Y CON EL CELULAR EN MANO TToTT

En fin amigos, también quiero probar esto de las encuestas. No sé si ya está disponible en la app y cómo funciona. 

Vamos a probar con los atuendos de Amy, que para que se imaginen cómo son, son estos. AMO EL MARFÍL ESE CON MI VIDA YO ME VOY A CONSEGUIR ESE PARA CUANDO ME CASE Y QUÉ TIENEeeeeEEEEEEEEE.

 AMO EL MARFÍL ESE CON MI VIDA YO ME VOY A CONSEGUIR ESE PARA CUANDO ME CASE Y QUÉ TIENEeeeeEEEEEEEEE

En fin, cuando mejore mi dibujo, les prometo traer a Amy con los conjuntitos jiji.

Besitos a todos, los quiero mucho.

Se despide, hasta dentro de unas horitas o días jiji, OJALÁ NO, su kerida escritora, Chetos.

-QCB

Chapter 8: 07: El inicio del fin

Notes:

Hola! Aclaración: No sabía que pa la prueba se esperaba un tiempo prudente, sin embargo, dejen pasar el detalle del tiempo de espera para la prueba de embarazo por alto. No es relevante. Gracias por hacermelo notar!
Hi! Just to clarify: I didn't know there was a waiting period for the test, but please disregard that. It's not important, jeje Thank you for pointing that out to me. <3

Chapter Text

Imagen

Foto de portada cortesía de la talentosísima @Mona-fer  (twitter: MonArt3s), y por esta y más razones, a quien este capítulo va dedicado con mucho cariño.

 

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

La noche había caído lentamente sobre la ciudad, como si incluso el cielo supiera que ese día necesitaba terminar con suavidad, que había que contenerse un poquito más.

Mayo siempre traía consigo un aire tibio y un aroma a renovación, pero al mismo tiempo esa mezcla casi imperceptible entre nostalgia y esperanza que solo el verano suele conceder.

Esa noche, sin embargo, se encontraba impregnada de algo más.

Algo expectante.

Algo antiguo.

Algo nuevo.

Una vibración silenciosa, como un latido contenido, se escondía entre las paredes de la casa Dark Rose. Un latido que había estado esperando por mucho tiempo hacerse escuchar.

No era una entidad maligna, una profecía o un acto de magia lo que aguardaba. No. Era la vida misma quien finalmente había llegado para florecer en aquel hogar.

Amy lo sabía.

Shadow lo sabía.

Lo habían sentido desde la tarde.

Primero, un ligero cólico bajo, suave pero punzante, como una breve advertencia. Luego un calor que subía desde su pecho hasta el rostro que apareció junto a un rubor involuntario que no logró ocultar cuando Shadow la miró con preocupación.

Y después, su aroma. Ese perfume propio a fresas que en esos momentos se volvía más dulce, más profundo, más sagrado, ahora se disparaba por todas las habitaciones del lugar.

Desde entonces, Amy había estado temblando. No de miedo, o por lo menos, no del todo. Era emoción, era ansiedad, era deseo, era ilusión. Era la anticipación del futuro que habían decidido construir, el fin de una época de su vida y el comienzo de una totalmente nueva, de la que no había marcha atrás.

Claro que estaba asustada, los cambios siempre asustan, así sean para bien o para mal.

Pero no estaba sola.

Shadow la abrazó más fuerte cuando el temblor en su cuerpo se agravó y las lágrimas en sus ojos amenazaban con salir.

Él tampoco era ajeno a la situación. Amy podía notar que le costaba mantenerse tranquilo, porque de repente el latido de su corazón era más errático y su semblante imperturbable se resquebrajaba con cada caricia que le daba.

Él también tenía miedo.

Se quedaron así un momento más, abrazados, conteniéndose mutuamente, disfrutando los últimos minutos que le quedaba a su pequeña familia de dos.

Pero la voz del mayor rompió aquella tranquilidad.

—Rose, hay algo de lo que te quiero hablar antes de que sea tarde —balbuceó, mientras intensificaba el agarre, como si se estuviera aferrando a un castillo de arena que estaba por ser alcanzado por una gran ola destructiva.

Estuvo a punto de replicar, pero entonces un celular vibró con insistencia.

Shadow tuvo que salir de inmediato por una emergencia en G.U.N., no sin antes asegurarle que todo estaba bien, que no tenía nada de lo qué preocuparse y que hablarían tan pronto como pudiera regresar.

Eso si, si ella se convertía en la emergencia, regresaría de inmediato sin dudar, porque al final del día, era la prioridad número uno en su vida y él siempre la antepondría.

Había prometido terminar antes del anochecer, y aunque la rosada sabía que siempre cumplía su palabra, esta vez el tiempo avanzó con una lentitud casi cruel que la hacían creer que nunca iba a llegar.

Ahora estaba en el balcón, envuelta en la brisa tibia de mayo.

El cielo había quedado pintado con tonos naranja y rosa que parecían demasiado hermosos para pertenecer a un día cualquiera. Su vestido de algodón, ligero y suave, se mecía lentamente con cada corriente de aire, rozándole los muslos y recordándole que debajo de este se encontraba algo más atrevido.

Algo especial.

Como si de una travesura se tratara, luego de que el mayor se fuera, sigilosamente fue a su habitación a prepararlo todo, lo que incluía ponerse aquel conjunto de lencería negra y roja que con tanto cariño había elegido para ese día con anticipación.

"Solo para él", pensó, sintiendo el cosquilleo que recorría su espalda y se recostaba contra la barandilla, perdiendo su mirada en los restos anaranjados del atardecer.

Su respiración era tranquila, pero había un temblor escondido en ella, uno que venía de la certeza de que ese día marcaría un antes y un después. Su corazón tampoco había dejado de latir con más fuerza, entre la euforia y el miedo.

La noche que pronto caería profundizaba la sensación, como el indicador de que ya faltaba poco.

De pronto, apoyó ambas manos en la baranda con fuerza, incorporándose, exhalando despacio. El vientre bajo volvía a punzarle, esta vez con más fuerza, pero, a diferencia de celos anteriores, ahora no dolía, solo le incomodaba no estar llena, y eso solo suponía una cosa.

Era una confirmación de lo que pasaría.

Su cuerpo también sabía lo que estaba por suceder.

Su mente entonces por un instante se perdió, dejándose llevar por la esencia del celo que vibraba en sus venas, impulsándola, inquietándola, calentándole el cuerpo como si fuera una hoguera suave, recordándole esa sensación.

No podía describirlo con claridad, pero la reconocía. Sus sentidos estaban más despiertos, sus emociones más intensas, su piel más sensible. El viento le erizaba las púas de los brazos. Sus propios latidos le sonaban más fuertes.

Y la espera, oh, la espera...

La hacía casi sollozar.

Pensaba en Shadow.

En sus manos tan rudas como suaves. En sus ojos tan intensos pero capaces de verla más allá. En sus besos, tan suyos. En su tacto, el cual ya sabía en dónde exactamente estar.

¿Cómo la miraría cuando viera lo que llevaba puesto?

¿Será rudo, salvaje o amoroso y cuidadoso?

Su cuerpo reclamaba lo primero, pero su corazón y mente lo segundo.

¿Y cómo se vería su marca en su rosado cuello? ¿Y en el de él? ¿Dolería mucho? Esperaba que no.

Y hablando de dolor, ¿qué era aquello de lo que el azabache quería hablarle? Su mirada, su voz, su corporalidad, todo le había hecho comprender que no era un tema a tomar a la ligera.

Y eso, aunque no quisiera, le angustiaba un poco.

No quería que la velara que con tanta ilusión había esperado se viera opacada por ello, pero si fuese así, tendría que aceptarlo. Si Shadow no se sentía listo aún, debía respetarlo, aunque por dentro, deseaba de todo corazón que el tema de conversación no terminara en eso.

No después de todos los meses que habían pasado preparados.

Un ruido detrás suyo la sacó de sus pensamientos.

De repente, unas manos firmes se posaron en su cintura.

Amy dio un pequeño salto, no porque fuera asustadiza ni porque no sabía de quién se trataría, sino porque el celo había vuelto todo más intenso, más eléctrico.

—Regresé —murmuró Shadow mientras hundía su rostro en la curvatura del cuello de su esposa.

No hizo ruido, no lo necesitaba. Amy simplemente sabía cuándo él estaba cerca, peor aún en cuando su propio aroma a madera y lavanda lo delataba aún más. Solo que esta vez la agarró con la guardía baja, por estar metida en sus pensamientos, y aquello no pasó desapercibido por el erizo.

La voz gruesa vibró en la piel rosada como un fuego suave mientras se dejaba relajar por el aroma a campo de su amado. Sintió el calor de su pecho pegándose a su espalda. Sintió su respiración profunda, aspirando su perfume alterado.

Sus dedos se apretaron un poco más en su cintura, no posesivo, ni invasivo, sino con la consciencia exacta de que el cuerpo de su esposa estaba respondiendo al ciclo natural.

Él también lo sentía, el calor, el deseo y también la inquietud. Claro, sus desarrollados instintos no le dejarían escapar ni un solo síntoma ni aunque lo quisiera.

No necesitaba hablar para que Amy supiera que la entendía, respetaba y contenía, y eso la hizo sonreír a pesar del torbellino en su sistema.

—Llegas tarde, Don Bajo Control —susurró ella, pero esta vez su voz salió más suave, casi ronca, sin intención.

La brisa del atardecer no logró ocultar el leve rubor en su rostro, ni el brillo húmedo en sus ojos, ni el temblor delicado de sus dedos cuando se aferraron aún más a la baranda.

No apartó la mirada del frente.

—Ya sabes cómo son... —murmuró, dándole un beso dulce en su mejilla.

Amy soltó una risita nerviosa. Lo sabía perfectamente.

G.U.N. y sus reuniones interminables. Por eso Shadow prefería hacerlas por videollamada en casa todas las veces que pudiera.

—¿Todo bien con la misión? —preguntó, sin atreverse a girar del todo aún.

Shadow asintió apenas.

—Todo bajo control —respondió, pero esta vez su voz cargaba un peso distinto, aunque aparentara serenidad.

Había algo en él.

No tensión, pero sí contención.

Como si hubiera dejado una parte de sus pensamientos sin resolver antes de volver a ella.

Instintivamente, la abrazó más fuerte.

Amy, con los sentidos alterados, lo sintió de inmediato. Su corazón comenzó a latir más rápido. No de miedo. Sino porque sabía que esa noche no solo sería importante para su cuerpo, sino también para su alma, y su instinto le decía que sea que ocultara Shadow también influenciaría en su velada.

Se quedaron un rato más así, en silencio, disfrutando de la cercanía de sus cuerpos, la brisa del verano y las estrellas que comenzaban a mostrarse con lentitud.

A pesar de todo, habían esperado todo el día para estar así, sin más interrupciones, solo ellos dos, sus aromas mezclándose y una bonita vista rodeada tranquilidad.

Una tranquilidad que ya ninguno percibía.

Shadow deslizó una mano por su abdomen, descendente, lenta, tan segura como temblorosa, hasta rodearla con firmeza por la cintura. La atrajo hacia sí, suave, invitándola a girarse. Amy obedeció casi sin pensarlo, permitiendo que la luz del balcón iluminara sus ojos cuando se encontraron con los rubíes del erizo.

Y fue allí cuando lo vio.

Shadow estaba nervioso.

No temblaba. No retrocedía. No mostraba miedo de forma evidente, pero su mirada tenía una profundidad distinta, una inquietud que solo ella podía notar. La conexión amplificada por el celo le transmitía esa sensación con claridad.

Algo lo atormentaba y no tenía nada que ver con la velada romántica que iban a pasar.

Tragó saliva, contagiándose de la angustia ajena.

—Shadow, ¿estás bien...? —preguntó con suavidad, sin querer alarmarlo.

El nombrado inhaló, hondo.

No quería arruinar la noche, esperaba no hacerlo, pero hablar de eso era un paso importante para lo que iban a hacer. Muy importante.

Finalmente, tras meditar y remeditar sus palabras, se rindió ante la expresión dulce pero preocupada de su amada.

Con cuidado, tomó su mano, guiándolos hacia el pequeño sillón del balcón. Se sentaron juntos, pegados, sin romper el contacto. Amy entrelazó los dedos con los de Shadow, y él apoyó su cabeza contra la de ella de manera íntima, cálida.

—Rose... —murmuró con esa gravedad cálida que solo usaba cuando estaba siendo completamente sincero—. Hay algo que he estado queriendo decirte.

Amy parpadeó, sintiendo como su estómago se apretaba en una mezcla delicada de nervios, cariño y expectativa. A pesar de la evidente angustia del mayor, el tono en su voz la tranquilizaba de alguna manera.

—¿Qué pasó? —susurró, acariciándole la mejilla con cariño.

Shadow tomó su mano con la derecha, afianzando la caricia contra su piel. Su otra mano, la que aún rodeaba su cintura, seguía allí, sosteniéndola, como si necesitara sentir que estaba ahí, real, para él.

—No es sobre hoy —aclaró de inmediato, intentando aliviar la tensión que inevitablemente había provocado—. Ni sobre la misión. Es algo que... llevo pensando desde hace tiempo.

El corazón de de la rosada dio un vuelco.

Tiempo.

Shadow solo usaba esa palabra cuando el tema era serio.

—Es algo en lo que pensaba incluso antes del día de la parrilla —continuó con honestidad suave—. Pero ese día... —tragó, apenas perceptible— gracias a esos idiotas, terminó... intensificándose.

Ese día había sido un antes y un después para él, y aunque no lo supiera con detalles, también para ella.

Amy sintió cómo la brisa dejaba de ser solo brisa.

Ahora tenía peso.

Significado.

Y uno no muy bueno si involucraba a sus torpes, pero buenintencionados, amigos.

—Shadow... —empezó, con dulzura— si alguno dijo algo fuera de lugar o-

—No es eso, Rose —la interrumpió sin brusquedad.

La nombrada abrió los ojos con sorpresa y curiosidad, y la forma en que la miró hizo que su respiración quedara atrapada.

Shadow no mostraba vulnerabilidad fácilmente, pero ahora la traía en los ojos, pulida y brillante, como si por fin aceptara llevarla a la superficie.

¿Qué demonios había pasado en su ausencia?

—Aunque me cueste admitirlo —confesó, inclinando un poco la cabeza, aún sosteniendo su mano contra su mejilla—, convivir con ellos últimamente ha sido... útil.

Recordó cómo luego del almuerzo, casi cena, de aquel día lo habían agregado a un extraño grupo de chat, en donde la verdad pasaban consejos muy útiles de paternidad.

Una risa breve,  genuina, salió de sus labios.

Amy ladeó la cabeza, ligeramente confundida.

El azabache acarició con el pulgar la mano que sostenía, como si necesitara ese contacto para reunir valor.

—A pesar de ser un trío de idiotas, tienen sus momentos de sabiduría divina y hay uno en particular que tuve la fortuna de presenciar —empezó.

Se tomó unos segundos, bajando la mirada hacia su mano derecha. El recuerdo del choque de puños le dio un empujoncito para continuar.

—Algo me dice que ambos hemos conocido durante todo este tiempo nuevos significados de familia, ¿me equivoco?

Amy negó con una sonrisa, recordando también como ese día significó algo especial para ella al lado de sus amigas.

El mayor continuó.

—Cada uno lleva su paternidad a su manera. Viven experiencias totalmente distintas, y aún así todos tienen algo en común...

Hizo una pausa, rememorando los sucesos de aquel día, haciendo que el miedo que postergó entre las brasas de la parrilla volviera a salir a la luz.

Sus ojos recorrieron el cuerpo de su amada. Su rostro sereno, la calidez de su cuerpo y esa sonrisa que lo derretía hacían que su interior de aflojara y se dejara liberar, porque Amy Rose siempre estaba para él, y él siempre estaba para Amy Rose.

Y ahora más que nunca la necesitaba.

—A pesar de todos los retos que atraviesan, todos ellos lo tienen... y me da miedo no tenerlo —su voz salió más baja al final—. Reconozco otros elementos que sí poseo y me siento tranquilo por eso, sin embargo...

El dolor en su pecho y el nudo en su garganta le impidieron continuar con facilidad.

—Sin embargo, hay algo más que me falta, lo más importante y me angustia que quizás sea algo que nunca pueda tener, Amy...

La rosada sintió la tensión en su pareja y apretó sus dedos con los contrarios con más fuerza, intentando reconfortarlo y hacerle saber que lo comprendería, recordándole que estaba allí y que sea lo que sea, ambos lo afrontarían juntos, como lo prometieron.

—¿Qué es lo que sientes que te falta? —preguntó con dulzura, buscando conectar su mirada con la carmín.

No podía engañarse a sí misma por mucha serenidad que intentara aparentar.

Shadow estaba confiándole una preocupación importante, genuina, y aquello no era algo menor.

Ella siempre se preocuparía por él, sin importar qué.

Admiraba la fortaleza y determinación de Shadow, pero también sabía que no siempre era perfecto, que tenía dudas. Y estaba agradecida por ser en quien confiara el azabache, a su manera, para disiparlas.

La postura del erizo, relajada hasta hace un momento, se tensó ante la pregunta. No por incomodidad, sino, por el peso que suponía.

Cerró los ojos por un momento, meditando las palabras que diría.

No era fácil.

La idea la llevaba en mente durante algunas semanas. Sabía que no era un mobian al cien por ciento. Tener la necesidad de reproducirse, el celo y soltar feromonas creía que eran cosas que sentía por pura suerte.

Casi como un milagro.

¿Pero qué pasaba si hasta ahí llegaba su suerte?

Tenía a la mujer que más amaba en la vida a su lado, un hogar al cual regresar y al cual sentir, la paz por la que tantos años pelearon en conjunto, una nueva red de apoyo.

Todo era tan bueno para ser real.

Entonces, ¿cómo le dices a la madre de tus hijos que no sabes si el instinto paternal será parte del futuro de su familia?

¿Qué se hacía con algo tan biológico, tan natural, que no sabría si el destino le concedería un último deseo de poseer?

¿Era posible volver a sentir amor genuinamente?

Para él, llegar a amar fue un camino largo, tuvo que equivocarse, perder, aprender y seguir adelante. Aunque quiso rendirse y acabar con todo, había alguien que creyó en él una última vez, alguien que depositó un gramo de confianza que no tenía, alguien que le dio una segunda oportunidad para vivir.

Y ahora la tenía entre sus manos, recordándole que amar a veces tendrá que doler, por mucho que lo evites, aunque no lo quisieras hacer.

Cuando conoció a Amy, ella no estaba en su mejor momento sentimentalmente, sin embargo, ya era adulta. Podía entender y comprender las cosas con mayor facilidad, que si él se equivocaba, no era porque quería dañarla, sino, que en el proceso de aprender a amarla, recuperar su confianza y estar ahí para ella, podía cometer errores.

Errores que hacían que sus sentimientos se reafirmaran aún más.

Errores que lo impulsaban a mejorar.

Por él.

Por ella.

Por el futuro que quería a su lado.

Sin embargo, ¿cómo podrías atreverte a errar cuando amar ahora involucraba a un ser pequeñito, puro e inocente?

¿Y si fallaba estrepitosamente? Si en el proceso de amar, sin querer lastimaba a aquel ser que no tenía la culpa de nada más que de haber nacido de la máxima expresión de amor entre él y su mamá.

¿Qué clase de ser daña a quien juró proteger y amar?

¿Cómo le pides perdón a tu propio hijo porque ese daño no fue intencionado?

¿Acaso esa chispa lo arreglaría todo? ¿Haría las cosas más fáciles? ¿Podría hacerle entender que papá lo ama aunque a veces les tenía doler?

Ahí estaba de nuevo.

Esa maldita chispa.

Sin chispa, no importaría cuantas veces pida perdón o intente enmendar las cosas, porque lo estaría haciendo por la promesa que juró, no porque amaba.

Lo que significaba que tampoco había promesa, porque Shadow The Hedgehog jamás hace promesas vacías, porque las promesas para él nacen del amor.

Tanto que le costó sentir de nuevo, sería un insulto a su existencia y a todo lo que tuvo que pasar fingir algo tan hermoso como el amor.

Y él quería amar a sus hijos, de la misma manera como lo hacían sus amigos con los suyos.

Con ese brillo en sus ojos tan bonito que se les formaba al hablar de sus pequeños.

De forma natural.

Él también quería sentir eso, el instinto parental del que tanto hablaron aquel día, ese que parecía arreglar todo con amor y ternura, ese que significaba chispa.

Y le aterraba que su naturaleza tal vez no le permitiera sentir eso, porque entonces habría fallado como padre y perdido su oportunidad.

La segunda oportunidad de proteger a su familia, y la de tener un hogar.

—La chispa —confesó finalmente, aferrándose un poco más al cuerpo de la rosada.

Amy tardó unos segundos en asimilarlo.

La chispa.

El instinto maternal que en su naturaleza ya residía, pero en el de su amado aún era un enigma por resolver.

La mayoría de mujeres lo tiene en cuanto llegan a cierta edad o cuando están en determinada etapa del embarazo, en otras dentro de su adn desde siempre, como en su caso, y algunas nunca llegan a tenerlo.

Era un instinto inherente a la madre. Eso es lo que decía la biología.

Pero, ¿qué pasaba con las mujeres que querían y no podían despertarlo por mucho que quisieran?

Y en esa misma línea se encontraban algunos machos, que, aunque no tuvieran la fisiología para explicar aquel fenómeno como algo propio del ser, también poseían un instinto paternal.

Quizás distinto, pero era el mismo al final del día: amar incondicionalmente a su cría.

—Me da miedo no saber hacerlo. No tener idea de cómo proteger a alguien tan... pequeño, tan tuyo, tan mío, tan nuestro —musitó el azabache, suspirando pesadamente— solo porque no me nace...

El ambiente cambió de repente.

Aunque estaba atemorizado, por lo menos el tener a la eriza a su lado era reconfortante. Si él no tenía una solución, quizás ella sí, y si no, como la terca que es, le ayudaría a encontrar una.

Porque Amy Rose nunca se rendía, y era su luz al final de las pesadillas.

Con ella, sentir las cosas eran más fáciles, pero no menos dolorosas.

—No quiero fallar, Amy —finalmente se rompió, ocultando el rostro entre sus manos—. Ni a ti, ni a nuestro hijo.

Había estado aguantando todo el día.

Ver cómo sus amigos podían gozar de su naturaleza pura tan libremente mientras que él tenía que trabajar con lo que Doom y Gaia le habían otorgado era difícil. No estaban en el mismo terreno, por primera vez se sentía en desventaja frente a algo que realmente deseaba, y eso lo quebraba.

Amy sintió cómo algo dentro de ella, instintivamente se contraía con empatía pura.

Shadow estaba asustado.

Asustado de verdad.

De ese miedo profundo que no nace de la cobardía, sino del amor. Del amor tan grande que se vuelve insoportable.

Ella lo envolvió entre sus brazos, rodeándolo como si pudiera protegerlo del mundo entero, del futuro, de sí mismo. Shadow la abrazó casi al mismo tiempo, aferrándose como si fuera su única ancla.

La rosada sintió el peso de su cuerpo, la tensión acumulada, la fuerza que él siempre contenía solo para no preocuparla. Sentirlo así la desgarró. Shadow no era débil, nunca. Pero cuando confiaba en ella lo suficiente como para dejar caer esa máscara, lo sentía hasta los huesos.

Era un privilegio, sí, pero uno doloroso y valioso al mismo tiempo.

—Prometí amarte, amarlos, pero no sé si podré cumplir con ello —se quebró en su hombro.

El temblor de su respiración contra su clavícula hizo que los ojos de Amy ardieran.

Ella también tenía miedo. No del mismo modo, no con las mismas sombras, pero miedo al fin y al cabo.

Mientras lo abrazaba, mientras acariciaba su nuca con suavidad para calmar el temblor imperceptible de su piel, Amy comprendió algo.

Si esta era la paternidad, si esta es la familia que querían, entonces tenía que aprender a cargar sus miedos con los suyos.

No quería que Shadow se sintiera nunca solo en esto, porque conocía muy bien el sentimiento, y también porque, después de todo, son un equipo.

—Yo también tengo miedo, Shadow —se sinceró separándose lo suficiente para verlo, dejando que su voz temblara apenas—. Creo que es inevitable sentir que no le quieres fallar a tu familia, pero de ahí nace todo. El querer algo.

Shadow negó con la cabeza, desesperado.

— ¿Pero qué pasa si no basta quererlo? ¿Y si nunca tengo esa chispa? —las preguntas salieron con dolor.

Ya no sabía qué hacer, los pensamientos intrusivos se estaban colando en su mente. Pronto comenzó a hiperventilar y su vista comenzaba a nublarse.

Entró en pánico. Tenía miedo de no sentir lo correcto, de no ser suficiente, de fallar antes incluso de empezar.

Le iba a dar un ataque de ansiedad.

Amy sintió que el corazón se le apretaba al verlo así. No porque dudara de él, sino porque sabía que a veces Shadow podía ser demasiado duro consigo mismo, demasiado controlador con las cosas. Más de lo que cualquiera imaginaba.

Pero sabía que no lo hacía con maldad, sino por el miedo de perderlo todo nuevamente.

Lo tomó del rostro con ambas manos, obligándolo a mirarla.

—Shadow, escúchame —ordenó con firmeza, sin subir la voz, pero con todo el peso de su certeza—. No todas las chispas aparecen igual. A veces no arden de golpe, a veces crecen naturalmente, a veces se contagian o se encienden progresivamente.

Hizo una pausa al ver como los ojitos contrarios de repente se volvían hacia ella y se llenaban de lágrimas.

—Y tú, Shadow, aunque no te hayas dado cuenta, ya la dejaste crecer —continuó con dulzura—. Desde el primer momento en que decidiste formar una familia conmigo...

—¿Cómo estás tan segura de eso?

Bajó la mirada, avergonzada por lo siguiente que iba a decir.

Había algo tan íntimo, tan visceral en su respuesta, que le sonrojó las mejillas.

—Lo sé porque confío en tus acciones. En todo lo que has hecho por ti, por mí, por un futuro que ni siquiera sabes si va a llegar...

Una sonrisa pequeña, temblorosa, se le dibujó sin que pudiera evitarlo.

—...y porque hay un cosquilleo en mí que solo se enciende cuando estás junto a mí.

Tomó la mano del azabache, guiándola hacia su pecho.

—Aquí.

Shadow la sintió. Sintió ese latido fuerte, decidido, enamorado, y algo dentro de su pecho, que hacía apenas unos segundos lo tenían al borde del colapso, comenzó finalmente a regularse. Su respiración dejó de entrecortarse. El mareo emocional se disipó suavemente, como una ola que retrocede.

Amy deslizó sus dedos entre los suyos con una delicadeza casi reverencial. Y luego, para su sorpresa, bajó su mano hacia su vientre, guiándolo con una confianza que lo estremeció por dentro.

—Y aquí... —susurró ella.

Shadow cerró los ojos, solo un instante, permitiendo que esas palabras y ese contacto profundo atravesaran todas sus barreras.

Y entonces, cuando los volvió a abrir...

El mundo había cambiado.

La noche seguía allí, pero al mismo tiempo no. Desde el balcón, la habitación se veía distinta, más cálida, más llena, más amoblada. Como si el tiempo hubiera dado un pequeño salto hacia adelante.

Y en medio de todo eso, un peso leve, pequeñísimo y tibio descansaba entre sus brazos.

Shadow bajó la mirada en cuanto un movimiento en su pecho lo obligó a espabilar del ambiente. Lo hizo lentamente, temiendo lo que encontraría. Sus ojos encontraron una escena inesperada que al mismo tiempo era muy vívida, muy real.

Una pequeña figura, muy pequeñita, como una estrella recién formada, que apenas cabía en su sola mano y que descansaba plácidamente entre sus brazos, como si no supiera quien le estaba cargando.

Podía sentir su respiración tranquila y los latidos de su diminuto corazón a través de las telas que los separaban, con una melodía que no sabía que anhelaba escuchar.

Shadow se congeló.

Sintió que algo dentro de él, algo que nunca supo que tenía, algo instintivo, natural, se abría sin pedir permiso.

De repente, los ojitos contrarios se abrieron de repente, apenas en un reflejo nacarado que parecía estar decidiendo qué ser. Intentó enfocarlo, con la torpeza propia de quien apenas descubre el mundo.

Un segundo.

Dos.

Y luego, una sonrisa llegó.

Probablemente la sonrisa más genuina que había visto nunca.

—Da... dá... —escuchó balbucear torpemente justo antes de volver a subir la mirada y encontrarse nuevamente con las esmeraldas expectantes de su esposa en aquella noche de verano en mayo.

Entonces lo supo de inmediato.

Shadow inhaló lentamente.

Un suspiro grave, profundo, meditado, pero absolutamente sincero.

—No sé aún si lo que siento dentro es aquella chispa, Amy —admitió—, pero no la apagaré.

Amy dejó escapar una risa suave, temblorosa, llena de amor y alivio.

—Eso es lo que quería escuchar, futuro papá definitivo —susurró con una sonrisa dulcemente orgullosa.

Shadow finalmente relajó su ceño y dejó que sus labios formaran una sonrisa ladina que solo ella era capaz de provocar.

La contempló un poco más, observándo su mirada llena de amor y confianza, sus labios formando una sonrisa perfecta, su postura segura, maternal, suya.

No tendría razón de dudar si tenía a Amy Rose a su lado.

Se inclinó hacia adelante, despacio, rompiendo la distancia entre ambos con un beso suave, cálido, que selló no solo una promesa, sino una decisión compartida.

El beso empezó como un roce tierno, casi tímido, pero la tensión acumulada del día, la vulnerabilidad compartida, la visión del futuro, el celo, todo empezó a arder entre ellos, rápidamente, como si un interruptor hubiera sido encendido, clarificando todo a su alrededor, el ambiente cambió drásticamente.

Amy deslizó los dedos por la línea de su mandíbula. Shadow respondió colocando una mano en su cintura, atrayéndola con una necesidad contenida durante horas, días, quizá desde siempre.

Lo demás dejó de importar, lo que tenía que ser, será, y ellos habían demostrado una vez más estar más que preparados para luchar contra los problemas.

Era momento de dejarse llevar.

El beso poco a poco subió de intensidad, lo que inicialmente fue acompañado de caricias suaves y tiernas se convirtió en un toque urgente, lleno de necesidad. Pequeños gemidos salían de sus gargantas, haciendo que la temperatura subiera aún más.

Pronto el amor se convirtió en deseo, y el deseo en una necesidad que los envolvió sin ruptura, sin quiebre, sin prisa. Solo una transición natural de todo lo que habían sentido minutos antes.

Estaban listos.

Listos para dar el siguiente paso.

Listos para intentarlo.

Listos para dejar que sus cuerpos hablaran donde sus emociones y decisiones ya lo habían hecho.

Las manos del azabache subieron peligrosamente por los muslos contrarios, hasta que sintió un elemento extraño que los rodeaban. Una tela que no debía estar allí, pero reconoció de inmediato la intención de esta.

Ese beso, tan sincero, se volvió más profundo.

Más real.

Más urgente.

Se separaron en cuanto el aire comenzó a faltar.

Amy tenía un sonrojo notorio y un brillo diferente en su mirada. El aroma a fresas también se había intensificado.

Con la decisión que le caracterizaba, lo tomó de la mano con firmeza, obligándolo a pararse y caminando hacia la habitación.

—Bien, ahora sígueme. Tengo una sorpresa para ti —ordenó coqueta.

Ambos entraron, cerrando la mampara del balcón y las cortinas en el proceso. Fingiendo no saber lo que venía a continuación para hacerlo más interesante.

Shadow estaba sorprendido por la actitud dominante de Amy, pues generalmente era él quien llevaba el control, sin embargo, ese cambio repentino de roles no le disgustaba para nada.

Esa noche, ambos harían lo que quisieran.

—¿Qué clase de sorpresa, Rose? —respondió con voz baja, acercándose peligrosamente detrás de ella y dejando un par de besos húmedos en su rosado cuello.

La rosada se estremeció ante el tacto, pero no cedió ante las provocaciones del contrario.

—Ya lo verás —le dijo al girar y guiñarle un ojo adorablemente.

Y empujó.

No fuerte, pero sí decidido. Shadow cayó en el borde de la cama, con los codos automáticamente apoyados a ambos lados. Amy se acomodó entre sus piernas, aún de pie frente a él.

—Así que quieres jugar así... —susurró con voz grave, esa que rozaba la sensualidad que tantas veces había estremecido a Amy en ese mismo colchón.

—Espero que resistas el juego, Shadie~

La eriza, con un movimiento estudiado, deshizo los nudos de su vestido, haciendo que este descendiera hasta sus pies en una cascada de sensualidad y ternura que solo ella podía provocar.

El mundo se detuvo.

La respiración del contrario se cortó de golpe, como si algo le hubiese apretado el pecho, y algo más, desde adentro. Las pupilas se le abrieron peligrosamente, brillando con un rojo húmedo, casi lujurioso.

La vista frente a él era simplemente perfecta. Las peligrosas curvas de su esposa que el vestido ocultaba bajo el se dejaron al descubierto, siendo cubiertas ahora por unas finísimas telas que se amoldaban a la perfección.

La lencería negra era tan fina que parecía pintada sobre su piel. Las rosas rojas bordadas resaltaban sus bordes como venas de fuego. El brasier apenas contenía sus pechos hinchados por el celo, sus pezones se marcaban duros bajo la tela transparente. Las ligas tensaban la carne de sus muslos, y las bragas, Chaos, las bragas eran una broma cruel, apenas un triángulo de encaje que ya brillaba en la base peligrosamente.

Sus orejas cayeron apenas, traicionándolo, mientras apretaba los dientes tratando de contener el suspiro que le ardía en la garganta. Su cola golpeó el colchón tres veces, un tic que jamás podía controlar cuando se concentraba en Amy por mucho tiempo.

La miró de arriba hacia abajo, disfrutando de lo que veía, y cuánto más lo hacía, un temblor involuntario le recorrió la espalda, obligándolo a arquearla ligeramente y soltar un jadeo.

Algo dentro de él se encendía.

Ella lucía hermosa, radiante, sexy, ¿y la mejor parte? Solo para él. Sus senos se movían morbosamente mientras ella modelaba el conjunto frente a él. Su cintura le suplicaba que la tomara de ahí y la sentara en su regazo. Las ligas que adornaban sus piernas pedían que las arrancara con sus colmillos salvajemente.

Bendito el día en el que conoció a Amy Rose y le hizo conocer otro tipo de placer.

—Amy... —su voz salió rota, grave, casi dolorosa.

La rosada analizó la expresión contraria. Shadow estaba sonrojado a más no poder, totalmente embelesado, aferrándose a las sábanas con tal fuerza que en cualquier momento sentía que el tejido de sus guantes estallaría, y el golpeteo de su cola para nada disimulado le hacía saber que estaba fascinado por lo que estaba viendo.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó dulcemente, mientras se inclinaba peligrosamente hacia él, fingiendo inocencia y emanando más de su aroma.

El contrario entonces salió de su trance. Sus pupilas dilatadas y el calor que corría por su venas, sumando ahora la sugerente posición en la que se había puesto la rosada y el olor a fresas, le estaban haciendo perder la cabeza. No podía pensar con frialdad.

Su instinto le pedía tomarla ahora, desenvolver tal dulce a su esposa de la lencería que portaba, hacerla suya como cuantas veces lo había hecho, pero esta vez sabiendo que la podría saborear de otra manera.

Más real, más profunda, más natural.

No lo pensó más y se abalanzó hacia ella, dispuesto a cumplir con sus lujuriosos planes. Al diablo con el juego de roles de Amy, la marcaría ahora mismo. Sin embargo, la rosada detuvo cualquier plan de tomarla antes de siquiera poder tocarla.

—Oh, no, mi amor. Puedes ver, pero no tocar~

El rostro del azabache fue un poema. Estaba totalmente desconcertado.

—Reglas del juego: tú miras, yo toco, y tú... —bajó la voz hasta volverla miel caliente, acercándose lo suficiente para rozar sus labios— ...tú te aguantas...

Shadow frunció el ceño, pero sabía que no podía protestar. No con esos ojos mirándolo así.

Amy sabía muy bien cómo mover los hilos..

—Manos arriba —ordenó la rosada, dulce pero implacable—. Sobre la cabeza. Y no las bajes.

El azabache obedeció de inmediato, como si de un hechizo de hipnotización se tratara, aún aturdido, con su pecho subiendo y bajando rápidamente por el freno de sus emociones.

—Gracias~

Entonces, Amy lo tomó por las muñecas con una sola mano, tomando el control absoluto y volvió a tirarlo sobre el colchón.

Shadow no tuvo tiempo para hacer nada, apenas para soltar otro jadeo más, en cuanto se subió sobre él, besándolo con ferocidad para ir bajando por su mandíbula, luego por su cuello, deteniéndose a saborearlo, a aspirar su rico aroma a lavanda y roble que la volvía loca, y dejarle algunas marcas en los lugares precisos que hacían gemir bajo al contrario.

—Ah~ Rose...

Meneaba sus caderas al mismo tiempo que acompañaba sus besos con gemidos ahogados, mientras descendía ahora por su pecho, deteniéndose a contemplar los pectorales bien formados y voluminosos de su esposo. Enterró su rostro un momento entre ambos pedazos de carne, dejándole más chupetones.

—A-Amy... mgh... —la voz del erizo salió más ronca de lo que esperaba, rota, como si se le hubiera secado la garganta.

Estaba demasiado caliente, demasiado desesperado.

¿Y cómo no hacerlo?

Amy lo tenía aprisionado en contra de su voluntad, o quizás a total consciencia. Sabía cómo provocarlo, a qué lugares ir, qué movimientos hacer y eso lo estaba desarmando en un manojo de gemidos y suspiros que se negaba a soltar, pero era imposible.

Estaba disfrutándolo, sí, pero también siendo torturado.

Daría lo que fuera para poder soltarse de su agarre y manosearla todo lo que quisiera, pero no podía. Esperaba que ningún pobre diablo allá afuera subestimara la fuerza de su adorable esposa.

Mientras, ella pasaba su lengua por el abdomen contrario, levemente marcado, dejando un rastro de saliva impregnado de su aroma, para finalmente llegar al final de la carrera.

Al premio gordo.

El miembro del mayor se había desplegado mientras devoraba su cuello, lo había sentido rebotar sobre su vientre. Y ahora aquel falo se mostraba imponente, tentador, esperando palpitante a ser atendido para que dejara de bañarse en su propio líquido transparente para ahora hacerlo en su dulce boca.

Esa misma que le decía "Te amo" todos los días.

Bajó las muñecas del azabache hasta descansarlas sobre su vientre, sin soltarlas, haciendo que la posición se volviera más cómoda para ambos. Acto seguido, se arrodilló frente a él. Antes de hacer lo que desde la tarde había ansiado, se detuvo a ver lo que tenía frente a ella.

Por un lado, estaba Shadow transpirando, intensificando su aroma, físicamente rendido ante ella, pero en su mirada una chispa de intensidad, desafío e impaciencia brillaba, sintiendo que el corazón le iba a estallar como no se la empezara a chupar pronto. Por otro lado, estaba su gran miembro ocupando casi toda su vista. Grande, grueso, firme, tal como le gustaba.

Era su paleta favorita.

Lamió una sola vez, desde la base hasta la punta, recogiendo la gota transparente.

Shadow soltó un gruñido que retumbó en toda la habitación. Sus caderas se alzaron solas.

—Quieto —ordenó ella, mientras ejercía más presión en las muñecas contrarias sobre su vientre, haciendo que el contrario quedara totalmente imposibilitado de moverse.

Lo miró a los ojos mientras abría la boca y finalmente lo tomó entero de una sola vez.

—Mgh~ Ah~

Calor. Humedad. Presión perfecta.

El mayor se sentía en el cielo. Luego del tortuoso camino de besos de su esposa por su cuerpo, sentía que jamás iba a llegar. Ansiaba sentir el interior de su garganta rosada, estrecha, caliente, mojada.

La cabeza contraria se movía de arriba hacia abajo. Su lengua, torpe en sus primeros encuentros, ahora se movía experta por todo su largo. Sus labios, aquellos que podían decirle te amo, ahora gemían ahogadamente gracias a su gran erección.

—Mmm. Ah~

Tenía finalmente a la rosada chupando su miembro de aquella manera tan sucia que solo ella podía hacer y prender en él.

La vista era perfecta.

Sus lindos ojos cerrados, con sus pestañas albergando un par de lágrimas de placer, disfrutando de toda su hombría, su cabello siendo sostenido en un moño improvisado con la mano rosada que no lo aprisionaba, y su cola moviéndose de lado a lado, resaltando sobre la transparencia negra que cubría inútilmente el resto de sus bien formados glúteos.

Y la rosada tampoco la estaba pasando para nada mal.

Hace mucho que no le realizaba un buen sexo oral a su pareja. Con los preparativos, el trabajo y otras actividades, su vida sexual se había visto obligada a pasar a segundo plano. Extrañaba escuchar los gemidos bajos de Shadow, provocados solo por ella, verlo tan sumiso, entregado, tragar hasta la última gota de su semilla o recibirla gustosa sobre ella.

Sin embargo, esta vez tenía algo más planeado, por eso lo tenía aprisionado, y eso lo hacía más excitante.

—Mmm, Shadow~ —gimió sin dejar de chupar, lento al principio, luego más rápido.

Shadow echó la cabeza hacia atrás, los colmillos apretados y el cuello tenso. Sentía la lengua de Amy girar alrededor de su glande, su garganta apretándolo cada vez que bajaba. Escuchaba los sonidos obscenos, la saliva, las succiones húmedas, su propia respiración rota. El olor a fresa era tan fuerte que lo extasiaba.

Duraron un momento más así, hasta que la vibración en la garganta de la rosada y su saliva caliente y espesa provocaron una reacción en él que ansiaba desde que la vio sin el vestido.

El azabache arqueó la espalda lo que la fuerza de Amy le permitía, mordiéndose el labio para acallar los gemidos que a la rosada le hicieron saber que estaba próximo a llegar al clímax. El músculo de su cuello se tensó al punto de dolerle. Era su última defensa antes de perder la compostura.

Entonces, inesperadamente, la rosada se detuvo, sacando el falo de su boca con un sonido obsceno, recuperando el aliento.

Pasaron los segundos, pero Amy no continuó con el sexo oral, desesperándolo.

—Maldita sea, Rose, ¿qué demonios haces? —se quejó automáticamente el erizo con un gruñido, abriendo los ojos sin saber cuándo los había cerrado. Había estado muy ocupado disfrutando.

Sin embargo, su erección comenzaría a doler si no eyaculaba pronto y las ganas de correrse en ella le estaban obligando a perder el control. Estaba al borde del colapso, pero ella no se inmutó.

Amy sonrió, inocente y diabólica a la vez. Soltó su cabello con un movimiento simple, dejando caer sus púas rosadas en cascada sobre sus hombros y pecho.

Su ahora mano libre atrapó el miembro mojado contrario, subiendo y bajando con una lentitud dolorosa por su longitud, sin tocar el glande.

—¿Qué pasa, Shadow? ¿No puedes ser un poco paciente? ¿Tanto me deseas que no aguantas ni dos segundos sin mi boca? —provocó divertida.

El nombrado intentó moverse para acelerar las caricias, exasperado, pero fue inútil.

—Déjate de cosas... Y ha-hazlo más rápido. Mgh~ —suspiró, derrotado.

La rosada rió y empezó a jugar con su miembro, moviéndolo de un lado a otro cerca de su rostro y labios, sin introducirlo o mojarlo siquiera, lo que estaba matando a su esposo.

—Esto —se detuvo abruptamente y un brillo peligroso surcó su mirada, el cual acompañó la seriedad de su voz— es por dejarme sola toda la tarde.

Shadow bufó. El párpado le tembló de impaciencia.

—Rose, ya te dije que fue a-algo importante de G.U.N., lo siento...

Ella afiló su mirada.

—¿Más importante que tu esposa en celo? Me dejaste sola cuando más te necesitaba.

El azabache entonces cambió su semblante a uno más preocupado, levantándose ligeramente para apreciarla mejor e intentando zafarse del agarre de su esposa, quien, para su sorpresa, lo tomó más fuerte.

—Amy, te dije que si algo te pasaba, regresaría de inmediato —cuestionó, con la voz más suave que se podía permitir en ese momento—. ¿Para qué me necesitabas?

Bingo.

La nombrada entonces sonrió maliciosamente, causándole un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.

No entendía lo que estaba pasando.

—Para esto.

Acto seguido, Amy se bajó la lencería que cubría sus pechos de un tirón, haciendo reboten al estar libres. Apretó con estos el falo del azabache y volvió a meterlo dentro de su boca, chupándolo con urgencia.

Shadow abrió la boca para reprenderla, todavía anclado en la preocupación, pero la intención le duró menos de un segundo. Su instinto cambió de dirección.

La intensidad con la que la rosada lo succionaba, sus pechos melocotones aprisionándolo perfectamente. No tuvo más remedio que tirarse para atrás, dejando finalmente que ella hiciera lo que quisiera, no sin antes dedicarle una mirada de advertencia que la rosada fingió ignorar.

De todas maneras, él era suyo y ella suya y así sería para siempre.

—Mgh~ Ah

Amy lamía gustosa. Le gustaba consentir a su esposo, así como hacerlo le prendía. Su entrada estaba totalmente mojada, sus feromonas fuera de control y sus pezones duros. Lo estaba realmente disfrutando.

Adoraba tenerlo así, al gran Shadow the Hedgehog, la forma de vida definitiva, temblando bajo sus labios. Adoraba el sabor salado, la textura aterciopelada y carnosa, la forma en que las venas latían contra su lengua. Adoraba que él intentara controlarse y fallara estrepitosamente.

Cada vez que llegaba hasta el fondo, tragaba alrededor de él y Shadow gemía su nombre como oración y maldición al mismo tiempo.

—Amy... joder... Rose...

La velocidad comenzó a aumentar, sabiendo a dónde querían llegar, pero no era suficiente. Shadow empezó a mover sus caderas con más potencia, desafiando la fuerza que su esposa ejercía sobre él, buscando llegar más profundamente en la garganta de la rosada.

Ella intentó seguir firme, pero no lo logró por mucho tiempo. Su deseo era mayor, ya quería sentir el sabor de su amado en su boca.

—Mgh~ A-Amy. Ah~

Bastaron un par de estocadas más, un par de movimientos bruscos que desencadenó respiraciones más aceleradas y el ansiado clímax del mayor llegó. Con un rugido que hizo temblar las cortinas, Shadow se vació en su boca. Oleada tras oleada, caliente, espesa, abundante.

La ola lo alcanzó con una fuerza que lo dejó arqueándose, suspirando y temblando como si hubiese estado conteniendo el aire durante demasiado tiempo. No solo liberando su esperma, sino, también una fuerte intensificación de su aroma a madera y lavanda, lo que relajó a la contraria.

Amy, por la eyaculación y liberación de feromonas de su macho, relajó su agarre, lo que el azabache aprovechó para zafarse de este. Sus manos aún enguantadas tomaron sin dudar su nuca, empujándola hasta el fondo, asegurándose de que se lo tragara todo, sin separarse.

—S-Shadow —gimió de placer, pero rápidamente acallada por el miembro que se introdujo aún más profundo, rozando sus cuerdas vocales.

La visión del nombrado se volvió borrosa, su pecho subía y bajaba descontrolado. Solo podía sentir como su esposa tragaba con dificultad toda su semilla.

—Rose... Ah~ Maldita sea... —soltó un gemido grave, profundo.

La rosada, por su parte, tenía los ojos llorosos, mientras intentaba contener todo el líquido y falo en su sistema gustosamente. Tragó lo que pudo, pero era demasiado, aquel líquido blanco se deslizó por la comisura de sus labios, goteando sobre sus pechos y manchando la lencería negra.

Aun así, estaba radiante, feliz, eufórica.

Había logrado su cometido.

La fase final había comenzado.

La iban a castigar.

Luego de asegurarse de haberse liberado por completo, Shadow se sentó, separando la cabeza de Amy de su miembro con un último tirón suave pero firme, provocando que quedara un pequeño hilo espeso de saliva y el líquido blanco entre ellos. Ella lo miró hacia arriba, los ojos verdes brillando con lágrimas de esfuerzo e inocencia.

Esa fingida inocencia que conocía bien y lo desarmaba.

Ambos jadeaban, sudorosos, con el corazón latiendo a mil.

Ella sonrió, abusivamente tierna, limpiándose con el dorso de la mano sin apuro. Todavía de rodillas, descubierta, exactamente donde lo había dejado sin defensas.

Era el colmo de la desfachatez.

Él seguía respirando de forma irregular, como si le costara recordar cómo se controlaba a sí mismo. Su mirada roja, oscura, afilada, pero peligrosamente ya clara, estaba fija en ella. Amy había cruzado una línea, una que él siempre dejaba procuraba dejar intacta.

Esta vez se había vengado por aparentemente dejarla sola, vulnerable, no porque quería, sino por una circunstancia de fuerza mayor, enterándose y preocupándolo por ello en el peor momento posible, en plena mamada.

No contenta con ello, también había aprovechado su fuerza para aprisionarlo, ni siquiera dejando que se quitara la chaqueta de G.U.N., que ahora tendría que lavar por segunda vez en la semana, mucho menos los guantes que habían quedado estirados y los zapatos, totalmente sudados.

Aún así, no podía quejarse de lo que había pasado. Mentiría si diría que no lo había gozado hasta el final.

Ella seguía arrodillada frente a él, con ese gesto orgulloso, satisfecho, descaradamente triunfal. Con esa expresión triunfal que le daba ganas de... sí.

De exactamente lo que iba a pasar.

Y eso lo provocaba más, para el bien o mal de la rosada.

Sin pensarlo, el azabache tomó su mentón con una firmeza que no dolía, pero que sí imponía. Levantó su rostro lentamente, disfrutando verla sometida por un instante después de haberlo controlado tanto, obligándola a mirarlo. Sus dedos temblaban apenas, no de debilidad, sino de contención.

Ella sintió ese temblor, ese quiebre diminuto, y sonrió aún más.

—Así que ese era tu plan —murmuró él, con la voz baja, rota, excitantemente gruesa.

Amy inclinó la cabeza hacia su mano, dulce, casi infantil, restregandose en ella. Como si no hubieran eyaculado en su boca cantidades extranormales de semen momentos antes. Como si no tuviera el sabor dulce aún en su boca.

Estaba disfrutando a más no poder de los frutos de su plan.

Shadow estrechó su mandíbula un poco más, acercándose hasta que su aliento rozó el contrario.

Ella no se inmutaba en lo más mínimo, simplemente sonreía, intentando contener su emoción, en vano porque el movimiento en su cola la delataba.

—Sorpresa, mi amor. ¡Muack! —le estampó un besito suave en su nariz, como si le hubiera regalado un pastel de bienvenida.

Eso lo quebró más.

El mayor soltó una risa corta, seca, temblorosa. La clase de risa que anuncia amenaza, no humor.

—Sabías lo que iba a provocar en mí —susurró, bajando la mano de su mentón a su cuello, en un recorrido lento, ardiente, el cual provocó que Amy se estremeciera apenas—. Sabías exactamente lo que estabas haciendo.

Ella no lo negó. No había motivo para hacerlo.

—Y aún así te atreves a verme así... —la voz de Shadow bajó aún más, casi como un gruñido contenido— como si no supieras lo que viene después...

Amy tragó saliva, excitada, temblando de pura anticipación.

"Oh, claro que lo sé" —pensó para sí misma.

Era exactamente lo que quería, despertar su lado posesivo y controlador.

Shadow acercó sus labios a su oído, apenas rozándolo.

Su calor la envolvía.

Su intensidad la aplastaba.

Y aun así ella quería más, pero no haría nada más.

Dejaría que su lenguaje corporal hablara por ella.

Se dejaría hacer por el erizo.

Su turno ya había acabado.

—¿Sabes qué les repetía a quienes venían buscándome pelea? —preguntó con firmeza.

El ambiente se volvió en uno tenso, pero caliente, como si faltara un solo movimiento para que todo ardiera en las llamas del amor.

La rosada negó con la cabeza, expectante.

Antes de que pudiera hacer algo más, Shadow la levantó del suelo por los muslos, con un movimiento brusco, desesperado, casi salvaje, como si no soportara tenerla un segundo más lejos de él. La espalda de ella chocó contra la pared, y la fuerza medida con la que él la sostuvo dejó claro que no la iba a soltar hasta que él quisiera.

Ella soltó un jadeo, pequeño, agudo, delicioso para los oídos de él.

El azabache la sostuvo más alto, hasta que sus caderas chocaron, presionando su cuerpo contra el suyo, atrapándola por completo.

—Les decía... —susurró en su oído, entrecerrando los ojos mientras la sentía temblar— que quien me busca...

Intentó decir algo, pero la voz se le cortó por la forma en que él apretó sus muslos entre sus garras.

—...me encuentra.

Terminó la frase con un tono tan grave que vibró en su rosada piel.

Shadow se separó lo suficiente para mirarla de arriba hacia abajo y sin perder más tiempo, junto sus labios en un beso voraz.

Mentira.

No fue un beso, fueuna invasión.

Lengua profunda, dientes chocando, un gruñido constante en su garganta. Amy correspondió, totalmente entregada, intentando ocultar inútilmente su sonrisa. Enredó sus manos en las púas contrarias, aferrándose a él y profundizando el mojado contacto, devolviéndole cada embestida de lengua como si quisiera comérselo vivo.

Sus bocas chocaban, sus lenguas luchaban por el control.

Cuando el aire faltó, él se separó apenas lo suficiente para mirarla. Sus mejillas y orejas estaban rojas, sus ojos vidriosos y sus dulces labios hinchados.

Perfecta.

—Sha... Shadow...

Sus pechos subían y bajaban, su entrada se humedecía más.

El azabache la sostuvo contra la pared solo un segundo más, lo justo para sentir cómo su respiración se entrecortaba aún más y cómo su cuerpo se tensaba bajo su mirada.

Quería saborearla ahí mismo, pero no lo podía. No en esas condiciones.

—Bien jugado, Rose —susurró.

Ella había jugado su turno.

— Me toca.

Amy tragó saliva, el corazón latiéndole en la garganta.

Ahora él iba a decidir dónde y cómo terminaba.

Sin aviso, la cargó como si cargara a una pluna y la arrojó sin delicadeza, pero con cuidado, sobre su gran cama matrimonial. La rosada rebotó entre las sábanas, justo en el medio, dejando escapar una risa emocionada, de esas que nacen del puro gusto.

No tuvo tiempo de incorporarse siquiera.

Shadow cayó sobre ella como un depredador que va directo a su presa.

Se despojó de todo lo que le estorbaba en tiempo récord. Chaqueta al suelo, guantes arrancados con los dientes, zapatos pateados a la esquina, menos de sus inhibidores.

Esos no todavía.

Amy estaba aprisionada contra el colchón. Tenía una rodilla a cada lado de sus muslos, una mano hundida en la cama al lado de su cabeza y la otra sosteniéndole la cintura como si fuera una pieza frágil que solo él podía manipular.

La sombra de su esposo la cubrió entera.

—Mía... —susurró, más para sí mismo que para ella, devorándola con la mirada.

Amy respondió con una sonrisa que brillaba de anticipación, peligrosa y dulce a la vez.

Shadow inclinó la cabeza, afianzando su agarre y la volvió a besar.

No fue un beso normal, era aún más ardiente. Uno que arrancó el aire del ambiente, que la hizo arquearse, que la silenció de golpe.

Era un beso exigente, crudo, hambriento.

Un beso que dejaba claro que ya había perdido toda intención de controlarse.

Amy rió contra su boca, suave, feliz, completamente en su elemento, mordiéndole el labio inferior, provocándole un gemido ahogado al mayor.

—Ah~

—¿Solo eres puro beso o por qué no me tomas, Shadie~? —musitó con voz seductora, rozando sus labios con los del mayor en cuanto se separaron.

La mirada de Shadow ardió.

¿Cómo osaba a desafiarlo de esa manera?

Con un gruñido bajo, subió la mano que sostenía su cintura por su espalda, yendo hacia el seguro de la tela negra que todavía cubría a su esposa. Con un movimiento seguro y sin ganas de perder tiempo, lo rompió.

Un tirón, un sonido seco y los bordados rojos cayeron a un lado como pétalos rotos.

Los ojos de Amy se abrieron, brillantes.

—¡Shadow! —se quejó.

—Tú empezaste —fue lo único que él respondió, sin apartar la mirada sobre su cuerpo.

Sus lindos pechos ahora eran totalmente libres, listos para él.

Estaba por finalmente saborearlos cuando la rosada se los cubrió rápidamente.

—En verdad me gustaba este conjunto... —lloriqueó, haciendo un puchero mientras recordaba el momento en la tienda mientras lo escogía.

A Shadow le tembló el ojo.

¿En serio ahora haría un drama? ¿En este preciso momento? ¿Justo cuando estaban por empezar el sexo?

Ah, cierto. El celo y sus cambios de humor.

Respiró profundamente, haciendo un último llamado al último gramo de calma que le quedaba.

—Por un demonio, Rose. Terminamos esto y te compro cincuenta más y los que quieras, ¿feliz?

Las orejas de la contraría se enderezaron y las lágrimas en sus ojos desaparecieron automáticamente.

—Feliz —asintió satisfecha, para dejar nuevamente libres sus senos—. Continúa.

No tuvo que decir más. Shadow bajó la cabeza y atrapó su pezón derecho con los dientes. No fue suave, lo succionó fuerte, lo mordió justo al borde del dolor, lo lamió hasta que ella se arqueó con un grito ahogado. La mano libre masajeó el otro pecho, pellizcando, girando, marcando.

El mayor sabía exactamente cómo hacerla suspirar sin lastimar aquellas zonas sensibles.

—Mgh~ Ah~ ¡Shadow!

Amy se aferró a las sábanas, al mismo tiempo en que su entrepierna se humedecía más.

Shadow no pasó aquello por alto, pero podía hacerla sufrir un poco más.

Dejó de jugar con su seno derecho para ahora succionar el izquierdo, moviendo habilidosamente su lengua en círculos, besando con firmeza, disfrutando como si de un dulce se tratara y su otra mano atendía el mojado seno derecho.

La rosada se estremecía bajo él, gimiendo sin pudor, cerrando los ojos con fuerza, disfrutándolo en su totalidad.

—Eres malditamente deliciosa —susurró sin detenerse.

Era momento de subir un poquito el nivel.

Con cuidado, posicionó su rodilla derecha debajo de su vagina, sintiendo rápidamente como sus fluidos se impregnaban en su pelaje azabache, aún cuando todavía los separaba las bragas negras. Comenzó con un masaje medido, de arriba a abajo, de derecha a izquierda, luego en círculos, buscando aumentar el placer de su esposa.

—Ah~ Ah~ Shadow... por favor...

—¿Por favor qué? —preguntó contra su piel, sin dejar de torturarla—. ¿Más? ¿O que pare?

Los gemidos de la eriza aumentaron al sentir su entrada siendo atendida. Se sentía en el cielo. Inconscientemente comenzó a restregarme más y más, buscando que el contrario encontrara su punto externo, ese que la hacía gritar.

Claramente no quería que pare.

El erizo sintió cómo los fluidos lo mojaban más. Los suspiros de la rosada eran más agudos y la desesperación de sus movimientos por sentir placer.

Dejó de lamer su pecho para hacer un camino de besos hasta su cuello, en donde le dejó un par de chupetones que no tendrían porqué desaparecer en menos de una semana. Subió por su mandíbula y se detuvo en su boca.

Su mano lentamente bajó por su abdomen, pasando por su vientre, ese que aquella noche sería el protagonista de su historia, y se detuvo en el borde de la lencería.

—Lo siento, Rose, pero esto también me estorba.

Dicho ello, las arrancó de un solo tirón, dejándola únicamente con las ligas abrazando sus muslos y cintura, desnuda, expuesta, temblando debajo de él.

Amy suspiró profundamente, sabiendo lo que venía.

Los dedos del azabache invadieron su feminidad, acariciándola con suavidad, buscando su clítoris.

—Ah~ Shadow~

Bingo, lo había encontrado.

Sus dedos se volvieron más rápidos, los gemidos y suspiros más altos, acelerados. Amy se veía tan hermosa, sonrojada, alterada, gimiendo su nombre, aferrándose a él.

Por él.

Shadow deslizó dos dedos dentro de ella sin aviso. Los dos gimieron al mismo tiempo.

—Joder... estás tan mojada —gruñó, moviéndolos rápido, curvándolos justo en el punto que la hacía gritar.

Amy se retorció, las caderas persiguiendo sus dedos.

—¡Ahí, ahí, Shadow!

Él aceleró, el pulgar frotando su clítoris en círculos brutales, sintiendo los espasmos de la rosada bajo su tacto.

Era suficiente.

Su erección había regresado y supo que el momento había llegado.

La entrada de la rosada estaba más que lubricada, podría recibirlo sin problema alguno, sin embargo, era la primera vez.

La primera vez sin protección alguna.

Amy sintió la duda en Shadow en cuanto sus dedos por un momento bajaron la velocidad y salieron de ella.

No era una especie de tortura, sino algo distinto, más profundo, especial, y lo sabía bien.

Su mano rosada viajó a la mejilla morena de su amado, acariciándolo con ternura.

—Está todo bien, Shadow —susurró, voz suave, segura, llena de amor.

—Prométeme que si te lastimo, me lo dirás —respondió, reposando su cabeza en la mano contraria, pero desviando la mirada.

La rosada negó suavemente y una sonrisa suave se formó en su rostro.

—No será necesario... Confía en mí.

Rubí y esmeralda chocaron, uno con un destello de preocupación, otro con uno de confianza que disipó cualquier duda.

Era lo que necesitaban.

Volvieron a unir sus labios. No como antes. Este beso fue lento, profundo, un "te amo" sin palabras. Sus lenguas se acariciaron, se reconocieron, honraron su promesa.

Esa misma promesa en la que juraron hacerlo especial y consciente. En la que la necesidad no traspasaría el amor.

Sin romper el beso, Shadow abrió más sus piernas, acomodándose entre ellas como si siempre hubiera pertenecido ahí. Tomó su miembro y lo guió hacia ese lugar que tantas veces había ingresado, pero esta vez de manera sagrada.

Entró despacio, apenas la cabeza y sintiendo por primera vez, en carne propia, las calientes paredes de su amaba. Jadearon al mismo tiempo cuando sucedió, experimentando un nuevo tipo de calor puro, humedad, vida.

Lentamente introdujo más, hasta llegar un poco más de la mitad, en donde se detuvo porque esta vez el gemido no fue de placer, si no de dolor.

—S-Solo detente un momento, hasta que me acostumbre... —pidió entre el beso.

Amy sentía finalmente aquel miembro palpitante dentro de ella. La sensación era incomparable. Las venas del falo estaban totalmente dilatadas, siendo posible sentir como la sangre corría por ellas. Aquella línea roja que lo pintaba había sobresalido aún más que cuando lo hacían con condón, provocando que el miembro se sintiera más grueso, por lo tanto, un poco más difícil de digerir.

Aún así, lo quería todo.

Unos segundos más, y el movimiento de caderas le indicó al azabache que podía continuar.

Él empujó despacio, centímetro a centímetro, hasta que sus caderas se encontraron. Se quedaron así por unos segundos más, unidos por completo, respirando el mismo aire, sintiendo el corazón del otro golpear contra su pecho.

Su mano libre nuevamente fue a parar hacia los senos ajenos, masajeandolos para provocar olas de placer disfrutables para ambos.

—Mmm. ¡Ah!

Empezó a moverse. Lento al principio, casi reverente. Sus caderas encontraron pronto un vaivén disfrutable para ambos, en perfecta sincronía.

Amy sintió cada vena, cada pulso, cada detalle que antes el látex le había robado, la punta acercándose a su ansiado centro. Shadow sintió sus paredes apretándolo a más no poder, como terciopelo vivo, sin barreras, sin nada que los separara.

Finalmente siendo un mismo ser.

Un sonido nuevo se escuchó en el cuarto, aquel que provocaban sus cuerpos al chocar.

Pronto el ritmo aumentó más y más, Shadow gemía más alto, Amy lo igualaba. Cada retirada era una tortura deliciosa, cada entrada, la sensación de que estaban más cerca de llegar. El ritmo, al inicio sucio, se había vuelto en uno de puro amor físico.

Y ambos sintieron el primer temblor.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Shadow más rápido!

Él aceleró, pero nunca perdió la ternura. Cada embestida era profunda, medida, como si quisiera grabarse en ella para siempre, y claro que lo haría. Su mano bajó a acariciar su vientre, ese vientre que pronto llevaría a su hijo. Se quedó un momento ahí, sintiendo como su propio miembro lograba sobresalir levemente en aquel lugar.

Su mano pronto viajó a su espalda, y en un movimiento rápido, con un solo brazo cambió de posiciones, sin separarse.

La rosada ahora estaba sobre él, mientras quedaba semi recostado contra la cabecera

Amy tiró la cabeza hacia atrás con un grito ahogado, arqueándose al sentir todo el pene del azabache dentro de ella, completamente llena.

—¡Ah~!

Era grande, demasiado grande que la hizo sollozar de placer. Desde esta posición lo sentía aún más profundo, tocando lugares que la hacían ver estrellas.

Shadow llegó aún más adentro y cuanto más profundo llegaba, las paredes lo apretaban más y más.

—Agh, Rose, estás tan apretada... Mgh~

Él la tomó por las caderas, guiándola, pero esta vez no por control, sino, de entrega, sosteniéndola como si tuviera que asegurarse que fuese real.

La rosada ahora lo cabalgaba con intensidad. Sus mejillas estaban sonrojadas a más no poder, su cola se movía al compás de su placer, sus ojos albergaban algunas lágrimas, sus pechos rebotaban sin pudor alguno.

El azabache la miraba como si fuera un milagro, sus manos subiendo a acariciar sus senos, su cintura, su rostro.

Atesorándola.

—Ah~ Ah~ ¡Shadow!

—Agh~ A-Amy...

Los movimientos de Amy se hicieron más desesperados, desenfrenados. Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en su pecho. Dejó de cabalgar para restregarse sobre él, sintiendo su miembro hinchado totalmente dentro y una especie de nudo formándose en su base.

Shadow supo de inmediato lo que iba a pasar.

Las feromonas se liberaron con más intensidad.

Estaban por llegar al tan esperado clímax.

Tomó con delicadeza sus brazos y la desprendió de sus anillos. Hizo lo mismo con los suyos.

Sus miradas se encontraron una última vez, con una mezcla de deseo, confidencialidad y amor.

Amy se acostó completamente sobre su pecho y pasó sus manos por su espalda, inclinando su cabeza por instinto hacia un lado para darle el acceso completo a su cuello. Él imitó su acción, dejando al descubierto el suyo para que ella dejara su marca.

Sin importarle el morboso movimiento que los unía, la rodeó en un abrazo con dulzura, dejándole un beso en su mejilla.

Lo que vendría era muy especial.

—¿Lista? —preguntó con suavidad.

—Lista...

Y entonces todo cambió.

Los movimientos se volvieron profundos, lentos, intensos. Cada embestida era un "te amo", cada jadeo un "yo lo hago más". Sus frentes se juntaron, sus respiraciones se mezclaron.

Había estado conteniéndose un poco, pero la verdad el interior tan apretado, caliente, viscoso de la rosada lo estaba volviendo loco.

Pero ya no más.

Comenzó a follarla con rapidez, buscando el alivio que ambos deseaban.

—¡Ah! ¡Ah!

Su glande comenzaba a llegar más allá, a tocar ese lugar especial que solo él podía alcanzar.

Aquel nudo comenzaba a subir por su falo.

—¡Sha- Shadow!

—A-Amy... ya... no aguanto... Mgh~

La eriza asintió, los colmillos ya rozaban su piel y los suyos también la contraria.

Estaban hechos un desastre, los movimientos del mayor se volvieron más salvajes, más bruscos, más fuertes.

Y entonces sucedió.

—¡Shadow!

—¡Rose!

Los dos gritaron al mismo tiempo.

El placer que siguió fue devastador.

Amy se corrió primero, pero solo por una fracción diminuta de segundo, la suficiente para que su interior se cerrara alrededor de él con una fuerza desesperada, instintiva, casi feroz. Ese abrazo cálido y mojado fue lo único que Shadow necesitó.

El nudo se infló por completo, sellándolos.

Shadow eyaculó dentro de ella con una intensidad que en sus casi nueve años de relación jamás había experimentado. Oleada tras oleada, caliente, abundante, directo a su útero. Sintió cada contracción de ella, cada latido, cada estremecimiento, cada espasmo que parecía querer mantenerlo ahí para siempre.

El olor a fresa, lavanda y madera se mezclaron convirtiéndose en uno, uno que por el momento era difícil de identificar.

La mordida llegó simultáneamente, los colmillos encontraron su lugar exacto sin pensarlo. Él en el lado izquierdo de su cuello, ella en el derecho del suyo. El dolor fue breve, dulce, perfecto.

Las marcas quedaron perfectas, sangrando apenas, brillando como un pacto sellado con sangre y amor. Ahora en el cuello azabache una cicatriz rosada en forma de rosa se acentuaba en su piel, por el contrario, en el cuello su esposa, su marca era un símbolo elegante, pero difícil de descifrar, como una versión estilizada de los Black Arms teñida de un rojo carmín profundo.

Amy lloraba contra su cuello, temblando, abrazándolo con todo lo que tenía, y Shadow le correspondía, lamiendo con ternura los restos de sangre que se deslizaban por su pelaje con olor a fresas, metal y algo más..

—¿Estás bien? —preguntó él, en voz baja, casi un murmullo.

Una voz que solo ella conocía. Preocupación.

—Sí... —susurró Amy, con una sonrisa pequeña, vulnerable—. Más que bien...

El mayor relajó su ceño y se permitió contemplarla. Su respiración agitada. La calma que empezaba a asentarse en sus ojos. El temblor suave de sus manos. La marca rojiza que se extendía en su cuello.

Oficialmente, tal y como lo exigía la naturaleza, Amy Rose era completamente suya así como Shadow The Hedgehog le pertenecía totalmente a ella.

El momento se volvió más íntimo, el aire que antes se sentía a excitación ahora se sentía a ternura, amor.

Concepción.

Ella levantó la mirada. Su carita estaba empapada en lágrimas que no podía controlar, pero sonreía entre hipos, iluminada desde adentro

—Shadow... algo está pasando... lo siento aquí... —pronunció con dificultad. Un mareo nuevo no le permitía expresarse con claridad.

Tomó la mano de él, temblorosa, y la guió hasta su vientre bajo, justo encima del útero.

Shadow frunció el ceño apenas, concentrándose. Y entonces lo sintió también.

Un calor muy suave, casi imperceptible, como si dos chispas verdes y rojas se rozaran y empezaran a girar juntas, tímidas, muy dentro de ella.

Era algo nuevo, suyo, solo suyo.

—¿Es normal que yo también lo pueda sentir? —preguntó genuinamente curioso, con una voz suave que no combinaba con su apariencia temible.

Amy negó divertida, riendo y llorando al mismo tiempo.

—No lo sé, pero... lo logramos... —suspiró, con sus ojitos brillando a más no poder.

El nudo seguía latiendo suavemente, manteniéndolos pegados, como si sus propios cuerpos se negaran a romper la conexión después de algo tan trascedental.

Con cuidado, Shadow los giró hasta dejarlos de lado sobre la cama, sin separarlos. Amy se acurrucó sobre su pecho, aún temblando. Él alcanzó la manta que pendía del colchón y los cubrió con ella, formando un pequeño nido cálido alrededor de ellos.

Uno de amor.

Y uno donde, quizá, empezaba a crecer algo nuevo.

Amy apoyó la mejilla justo sobre el corazón de Shadow, escuchándolo latir tranquilo, seguro.

—Esto fue maravilloso —susurró con una felicidad genuina a pesar del cansancio, dibujando círculos sobre la marca de rosas.

Él sonrió, con esa sonrisa sincera que solo ella conocía.

—Todo lo que tiene que ver contigo es maravilloso, Rose —murmuró con ternura, besándole el cabello.

El olor de la habitación ya no era solo fresa, ni solo lavanda y roble. Era una mezcla nueva, dulce y terrosa, brillante y profunda a la vez. Un aroma que no tenía nombre todavía, pero que ya era hogar.

Amy bostezó, sus ojos comenzaban a cerrarse solos.

—Te amo, Shadow... gracias por ser mi compañero de vida, en esta aventura... en todo...

Él la apretó un poquito más, como si quisiera fundirse con ella también por fuera.

—Y yo a ti, Rose. Gracias por confíar en mí y elegirme para hacer crecer y compartir este sueño a tu lado...

El silencio que siguió fue perfecto. Sus respiraciones se sincronizaron en una marea delicada sobre sus pechos, sus latidos se contestaban mutuamente, y había un calorcito nuevo y misterioso palpitando bajito en el vientre de Amy, como una pequeña estrella que acababa de encenderse entre los dos.

El sueño finalmente se hizo presente.

El nudo cedió lentamente, pero ninguno se movió. No había prisa.

Con las marcas frescas en sus cuellos, las manos entrelazadas sobre ese calorcito nuevo que ninguno entendía todavía y el aroma de su futuro llenando la habitación, se quedaron dormidos.

Abrazados.

Completos.

Infinitamente felices.

Mientras dentro de ambos, dos energías Chaos giraban juntas en un baile lento, paciente y lleno de promesas.

 

~°ᰔ🍼₊˚⊹

 

La luz entraba por la ventana como si el universo estuviera celebrando algo. El amanecer tenía un brillo cálido, dorado, casi irónico, como si el día estuviera decidido a ser perfecto sin importar lo que ocurriera, o hubiera ocurrido, dentro de esa habitación.

Amy despertó primero.

Sentía el pecho liviano, la piel tibia, el cuerpo flotando entre el cansancio dulce y una emoción que le vibraba por dentro. Shadow seguía dormido a su lado, con el ceño levemente fruncido incluso en reposo, una mano reposada sobre su cintura, como si la estuviera protegiendo incluso en sueños.

Tal y como a ella le encantaba despertar.

Sonrió. Bajito, suave, con ese gesto que le nace solo cuando lo mira. Se inclinó y le dejó un beso en la mejilla, cuidadosa de no despertarlo.

Tenía algo muy importante que hacer primero.

Nunca pensó que el día en que se haría su primera prueba de embarazo llegaría tan pronto, y aún así, ya lo sentía, en el pecho, en el vientre, en la piel, en sus venas. Una intuición cálida, casi maternal, que la hacía sentirse ligera, esperanzada, lista.

Sabía la respuesta, no necesitaba una segunda confirmación, pero era parte de la rutina de su nueva vida como madre primeriza.

Y no podía mentirse, estaba emocionada.

Se levantó con cuidado, con las piernas todavía temblándole un poco por la intensidad de la noche anterior. Se sonrojó sola al recordarlo. Tomó una de las camisetas de Shadow, una que le llegaba más allá de los muslos y emanaba su perfume, ropa interior limpia, y se vistió lentamente, disfrutando de ese pequeño ritual privado.

Entró al baño y abrió una de las gavetas del tocador, sacando una cajita larga que había estado guardado con recelo para ese momento. Sus manos temblaban mientras abría la cajita y pronto en sus manos descansaba la prueba de embarazo más cara, confiable y avanzada que existía. La que no dejaba lugar a dudas ni preguntas.

La que había guardado con ilusión, esperanza y una promesa silenciosa para ese día.

Respiró hondo.

Hizo lo que tenía que hacer y dejó la prueba sobre el lavamanos, bocabajo, siguiendo las instrucciones exactas.

Las manos le temblaban. Su futuro certero había estado entre sus dedos por unos segundos, pero no le correspondía enfrentarse a ese destino sola.

Salió del baño con los ojos brillantes, no llorosos, brillantes, llenos de esa felicidad tranquila que casi hace doler el pecho. Caminó de regreso a la cama y se inclinó sobre Shadow, tocándole suavemente la mejilla.

—Shadow... despierta —susurró, temblando de emoción y nervios.

Shadow abrió los ojos como si estuviera reaccionando a un llamado profundo. Su vista la enfocó rápidamente y la vio.

Vio su expresión, el brillo de felicidad en sus ojos, esa sonrisa inútilmente contenida.

Y lo entendió todo sin que ella dijera una palabra.

Se incorporó de golpe, completamente despierto.

—¿Ya...? —preguntó, con una voz ronca, pero vulnerable, emocionada.

Amy asintió, sonriendo tanto que hasta la nariz le temblaba y su cola se movía con tanta emoción que delataba todo. Estaba a segundos de explotar de felicidad.

Shadow la tomó entre sus manos, sosteniendo su carita mientras repartía besos por toda ella y se restregaba cariñosamente contra ella, ronroneando en el proceso. Era su manera de compartir su felicidad con ella.

—Vamos a verlo juntos —dijo ella, con un hilo de voz casi entrecortado por la alegría.

Él asintió, exhalando por la boca como si fuera a enfrentarse a una misión imposible.

Con un movimiento firme, la cargó entre brazos, tal princesa, haciendo que la contraria riera y se aferrara a su cuello, y caminó hacia el baño, ambos descalzos, despeinados, hechos un desastre, pero envueltos en la esperanza más grande de sus vidas.

Estaban a segundos de confirmar que sus sueños se habían hecho ya realidad.

Amy tomó la prueba con las manos temblorosas, tapando el resultado con el pulgar.

—Bien, cerramos los ojos y a la cuenta de tres lo leemos, ¿okey? —propuso, sosteniendo el plástico frente a ellos lo suficientemente cerca para leer la pequeña pantalla.

El contrario asintió, dejándole otro beso en la mejilla antes de acatar las órdenes de su esposa y dejando que esta se sentara en su brazo buscando su comodidad mientras sentía uno de sus brazos rodearle el cuello.

—Uno... —dijo ella, suave, contenida

—Dos...

—¡Tres!

Sus ojos se abrieron a la vez y buscaron la pequeña pantalla.

Una palabra..

Clara.

Contundente.

La que albergaba todo.

—"Negativo"

 

 

 

 

 

 

 

Arco 1 "La ilusión": finalizado.

 

 

 

 

 

 

 

 

_______________________

Fin.

No mentira, pero sim.

BUENOS DÍAS, BUENAS TARDES, BUENAS NOCHES.

Querido amigos, amigas, amigues, como gusten percibirse, hemos llegado al final de la primera etapa.

No tengo mucho que decir, solo que ya quiero tener escrito todo porque USTEDES NO SABEN TODO LO QUE SE VIENE ASUMARE SIENTO QUE HE NACIDO PARA ESTE MOMENTO.

Este va a ser el peak de todos mis años de escritora y buena amante del fanfic. Me gustaría decir más al respecto, pero en verdad es demasiado spoiler.

Estoy muy muy muy emocionada, jijijiji, y sé que les va a encantar todo lo que viene carajo.

ASUMARE, CARAJO. QUIERO AGRADECER A TODOS LOS QUE ESTÁN AQUÍ. A todos los que comentaron, los que leyeron, los que votaron. Estoy muy agradecida por llegar hasta esta etapa junto a ustedes.

Este capítulo va dedicado con todo mi corazao y fogosidad a Mon , quien también es la artista a cargo del fanart de Amy lencería jiji.

Tkm, preciosa, espero que este smut haya estado a la altura de tus expectativas, muak.

Asimismo chicos comentar que estaré esta semana ocupada por exámenes y porque me regreso a mi ciudad.

Y bueno, ya que llegamos hasta aquí, me gustaría hacer una dinámica jiji

Quisiera saber si tienen dudas, preguntas, algo que les llamó la atención, algo que le quisieran preguntar a algún personaje jsjs

Quiero soltar datos random, pero no sé por dónde empezar, así que sean ustedes los que me pregunten acerca de cualquier personaje, pareja, situación, etc jsjsj

Así que dejen sus comentarios aquí <3.

Quiero agradecer a cada uno de nuevo, a los de wattpad, a los de twitter, a los de tiktok, a todos. Mon, Fery, Ljubi, Koteru, AngelCou, y muchos más.

Espero leerlos muy muy pronto.

Los kiere un montonsote, de vdd, mucho mucho, su keridísima escritora Chetos.

Un besote y abrazote a cada uno.

-QCB