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Era un verdadero alivio que la semana de exámenes previa a las vacaciones de Navidad hubiese terminado. Cada día había sido más agotador que el anterior, con incontables horas de estudio y apenas tiempo incluso para parase media hora a comer, por no hablar de las horas de sueño. Pero cada día que terminaba, era un paso menos hacia las ansiadas vacaciones de Navidad y un merecido descanso por dos semanas.
La calma reinaba en la residencia de estudiantes de la Academia.
El silencio reinaba en la residencia de estudiantes de la Academia, hasta que la puerta de la habitación se abrió abruptamente.
—No, no… ¿Cómo he podido olvidarlo? Mierda… —Jayce entró como un torbellino, trayendo con él el aire frío del pasillo—. ¡Viktor! —su expresión pasó por varias emociones distintas desde el miedo hasta el alivio cuando sus ojos se enfocaron en su compañero de habitación, recostado en la cama, leyendo un libro.
—¿Qué ocurre, Jayce? —preguntó, levantando impasible la mirada de su lectura en cuanto terminó la página en la que estaba—. Cierra la puerta, por favor. Me estoy helando.
Y es que el invierno había llegado sin previo aviso. Un día estaban con los atardeceres otoñales iluminando las hojas secas de los árboles como si fueran bombillas, y al día siguiente llegó el frío. Húmedo y sin nieve, pero con granizo.
—¡Por supuesto! —asintió cerrando la puerta rápidamente.
Jayce era un buen compañero de habitación. Atento, cuidadoso, aunque desordenado. La mitad de la habitación que le pertenecía a cada uno estaba claramente delimitada. No por una línea, sino por la organización en ellas. Viktor observó cómo su compañero se deshacía de su abrigo tirándolo sobre la cama, dejando la mochila al lado de su mesa repleta de papeles. La parte de Viktor estaba ordenada, sus apuntes perfectamente organizados, la ropa guardada y las sábanas lisas de no ser porque ahora estaba tumbado sobre ellas.
—¿Qué vas a hacer estas vacaciones? —soltó repentinamente, viéndose alterado. Se movía de un lado a otro como un animal enjaulado.
—Nada. Tal vez en Nochebuena iré a cenar a algún sitio. ¿Alguna recomendación? —respondió encogiéndose de hombros con indiferencia. Nunca había puesto énfasis en las celebraciones, de hecho la escasa decoración navideña que tenían en el cuarto había sido cosa de Jayce. Al responder, Viktor procuró que su tono fuese tranquilo para intentar contrarrestar el nerviosismo de su compañero.
—No, no… es que… necesito que me hagas un favor enorme —Jayce se sentó en el borde de su cama, mirando a Viktor—. No tienes que aceptar si no quieres, solo… —meneó la cabeza, avergonzado—. ¡Te pagaré si me ayudas! ¡Por favor!
—¿Pagarme? —Viktor se incorporó, doblando su pierna sana mientras que la otra permaneció cómodamente estirada. Sus ojos se quedaron fijos en los de Jayce mientras una sonrisa divertida apareció en su rostro—. Jayce no me hables de dinero si ni siquiera me has dicho qué es lo que necesitas —rió suavemente.
—Cierto, cierto —a veces su cabeza trabajaba más rápido que sus palabras, por lo que cuando quería decir muchas cosas al mismo tiempo, las mezclaba todas. Entonces, suspiró y se puso de nuevo en pie—. Verás, mi… mi familia todos los años me dice “Ay ¿cuándo vas a traer a alguien especial a la cena de Navidad?”, ya sabes —expresó volviendo su voz ligeramente más aguda para imitar la de su madre—. Durante el puente hace un par de findes fui a casa como sabes, y… estaban todos, y cómo no, me lo volvieron a preguntar —entonces, se agarró el puente de la nariz, avergonzado—. Se pusieron a hacer gracias de que siempre estaré soltero y yo dije que estaban equivocados, que este año sí que iba a llevar a alguien —Jayce se frotó la cara con esa misma mano y continuó explicando, ahora gesticulando con el brazo—. Y claro, todos estallaron en vítores, mi abuela se emocionó y mi tío se echó a reír diciendo que no se hicieran ilusiones, que claramente era mentira, y que si ponía alguna excusa para la cena de Navidad, que no me dejarían olvidarlo jamás.
Viktor observó la escena desde su posición, haciendo un esfuerzo por no reírse de su amigo y la ridícula situación que estaba relatando. ¿Qué quería Jayce? ¿Que le ayudase a encontrar a alguien para acompañarle a la cena?
—Y por supuesto, yo defendí a capa y espada que estaba diciendo la verdad… Así que por eso necesito tu ayuda —volvió a sentarse de nuevo. Ahora sus ojos estaban fijos en los de Viktor, en una mirada de súplica—. Necesito que vengas conmigo, por favor. Finge que eres mi novio y acompáñame a la cena, por favor…
—¿Qué? —preguntó Viktor incrédulo, sus ojos abriéndose como platos. De la sorpresa, el libro que estaba leyendo hasta hacía un momento estuvo apunto de caerse de la cama.
Entonces Jayce rebuscó en su abrigo hasta que dio con su cartera.
—Los gastos del viaje corren por mi cuenta, y ¡te pago por ir! Por favor, Vik, tienes que ayudarme.
—¿Y por qué yo? —meneó la cabeza—. Puedes ir con cualquiera, Mel siempre te anima en los partidos, por ejemplo.
—Pero necesito a alguien con quien tenga confianza, y tú eres en quién más confío para esto… —desde que ambos compartían habitación, Jayce había descubierto que Viktor era una persona confiable. No importaba que dejase las cosas desordenadas, o incluso se olvidase la cartera tirada en el suelo. Viktor jamás había tocado nada que no fuera suyo sin permiso—. Nadie me conoce tanto como tú.
—No sé, Jayce… ¿Has dicho viaje?
—Sí, todos los años nos reunimos en a mi pueblo, que está al norte. Habrá que llevar ropa de abrigo porque nevará, pero no pasarás frío porque pondremos la chimenea, y… estará toda mi familia. Habrá buena comida, y… Y… ¡estarás con nosotros! Así no pasas las navidades aquí solo…
Viktor desvió la mirada sacudiendo la cabeza. ¿Acaso iba a renunciar a unas pacíficas vacaciones para convertirse en un novio falso y meterse de lleno en la familia de Jayce por dos semanas? Como no tenía familia, esto podría suponer una variación interesante en su rutina de vacaciones insípidas, pero… estar dos semanas rodeado de personas que a priori iban a ser tan intensas como su compañero, sonaba a que iba a ser demasiado.
El destello de la duda en los ojos de su amigo no pasó inadvertido. Jayce decidió sacar su movimiento final, jugando con una debilidad de Viktor que había conocido en las largas noches de estudio.
—¡Tanto mi madre como mi abuela preparan unos postres increíbles! No puedes perderte el olor de las galletas recién salidas del horno (sin olvidar las pepitas de chocolate), o el chocolate a la taza, ¡incluso el roscón de reyes! A veces le hacen relleno de nata. Veeeenga, no va a estar tan mal…
—Estás jugando sucio y lo sabes —resopló rodando los ojos, con una sonrisa divertida.
—Porfa, Vik, así también puedes aprovechar y conocer mi pueblo… ¡y pasamos las navidades juntos! Y la nieve, ¡te va a encantar la nieve! —su voz sonaba sincera, con un toque de desesperación.
Jayce disfrutaba plenamente cuando pasaba tiempo con él, y las semanas de vacaciones solían tener un gusto agridulce, porque a pesar de las ganas que tenía de ver a sus seres queridos, sabía que dejaba a Viktor solo en el campus sin una familia a la que visitar. Una parte de él quería cambiar eso, y que su compañero no pasase solo otra nochebuena.
—¿De cuántas cookies estamos hablando? —sonrió. Con esa mirada era incapaz de negarle nada.
—¡Las que quieras! —respondió balanceándose de emoción en su sitio. Había suplicado en su interior por que Viktor aceptase, pero su respuesta no dejó de sorprenderle ya que era consciente de que lo que le estaba pidiendo era demasiado. Esto era un milagro.
Finalmente, Viktor agachó la cabeza para rehacerse el moño, y suspiró: —Está bien.
—¡¿En serio?! —Jayce no podía creerlo, incluso llegó a dudar de si lo había entendido bien, pero ya estaba levantándose y sacudiendo los hombros de su compañero con alegría mientras repetía—: Gracias, gracias, gracias.
Viktor rió suavemente. Las manos de Jayce eran cálidas y cubrían sus hombros completamente.
—Pero no vuelvas a hacer eso, casi me sacas la columna —sonrió, dejando ver sus dientes ligeramente.
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—He puesto tu maleta aquí encima. Por cómo miraste el hueco de las maletas, supuse que no te gusta separarte de ella —sonrió Jayce sentándose a su lado tras señalar el compartimento sobre sus cabezas. El ambiente en el tren era tranquilo, solo se escuchaba el murmullo de algunos pasajeros desperdigados aquí y allá, y las voces del personal dando indicaciones.
—Adivinaste —Viktor le devolvió la sonrisa mientras sus ojos seguían el movimiento de su compañero al sentarse a su lado—. No es que lleve una fortuna, pero me agobiaría perder mis cosas —explicó acomodando su bastón contra la pared.
—Normal. A nadie le gusta quedarse sin sus cosas.
Cuando el tren arrancó, susurró, más para sí mismo que para Jayce:
—Ya no hay vuelta atrás, ¿eh?
—¿Te arrepientes? —preguntó en tono de broma aunque en el fondo le preocupase que así fuera.
—No, no suelo ser de los que se echan atrás, pero ¿qué pasa si sale mal? Tu familia puede descubrir que todo esto es una farsa y se van a enfadar contigo por mentirles —expresó. Su acento se volvía ligeramente más profundo cuando se ponía nervioso o se enfadaba—. No quiero tener problemas con ellos, y mucho menos que los tengas tú.
La expresión de Jayce se suavizó. Se sentía enternecido por la preocupación de su compañero. Por encima de todo no quería herir los sentimientos de nadie, y eso confirmaba todo lo bueno que pensaba de él.
—Te van a recibir como mi pareja, no como alguien que tengan que poner a prueba para ver si es un impostor. La única forma en la que nos podrían pillar es si nos oyen hablando del tema, cosa que no va a pasar —explicó tratando de tranquilizarle.
—También puede ser si preguntan que cómo empezamos a salir y contamos versiones diferentes —se encogió de hombros.
—Cierto. He pensado que lo mejor es inventar lo menos posible, así evitamos incoherencias. Mi idea es no dejarte solo, pero en el caso de que por lo que sea uno de los dos hable con alguien de mi familia sin el otro, tendrá que comunicarle al otro lo antes posible si han hablado de algo de la relación, por si acaso el otro luego lo contradice.
—Buena idea —asintió pensativo, su frente arrugándose ligeramente—. Y tenemos que hablar del contacto físico.
—Hm, es verdad, las parejas se toman de la mano, y eso… —asintió inclinando la cabeza para poder mirar a Viktor.
—El contacto físico no me molesta, pero no me gustan las muestras de afecto en público. Y no te pases arrimándote si no quieres que me sienta incómodo y puedan notarlo —clarificó. Su expresión era seria y sus ojos rara vez se movían de los de Jayce. Necesitaba sentir que tenía la situación más o menos bajo control para poder sentirse más tranquilo.
—Entendido —Viktor tenía razón, era mejor hablar de eso mientras tuviesen tiempo antes de conocer a la familia de Jayce, no fuese que le hiciese sentir mal delante de todos— Pero… con la espalda no hay problema, ¿no? ¿Y el hombro?
—Eso está bien, de hecho, ya lo sueles hacer algunas veces —rió suavemente.
—Oh —por un momento se quedó en silencio. Sí, solía ser una persona afectuosa, pero no era consciente de hasta qué punto lo había sido con Viktor. Tenía que haber sido en más de una ocasión dada la rapidez con la que su compañero había respondido. El cambio en su expresión hizo que el Zaunita sonriese.
—No, nunca me he sentido incómodo cuando has hecho eso. Te lo habría dicho, no te preocupes —movió su palma extendida como gesto apaciguador.
Jayce suspiró, visiblemente aliviado.
—Esto que voy a decir lo doy por hecho, pero me quedo más tranquilo si lo dejamos claro. Da igual lo que diga tu familia, no vamos a besarnos. Y de eso te encargas tú. Dices que no soy afectuoso en público, o lo que sea.
—Por supuesto que no. Además no creo que empiecen con la tontería del “que se besen”. Sea como sea, no te preocupes por eso, ¿vale? Yo me encargo.
—Bien —le dedicó una sonrisa suave. El paisaje se movía deprisa ahora que el tren se movía a alta velocidad. Al ser la época de los días más cortos del año, ya comenzaba a anochecer.
—Aún así, si en cualquier momento quieres darte la vuelta, lo entiendo. Sé que es mucho pedir y… de verdad que me disculpo si te he hecho sentir obligado a venir.
Viktor se reclinó contra el reposabrazos, y meneó la cabeza despreocupado.
—Deja de darle vueltas, no me he sentido forzado a nada. No te preocupes.
Jayce se sintió aliviado de nuevo, relajándose contra el respaldo del asiento. Con todo eso claro, se sentía mejor.
—Vale. Me alegra saberlo —inclinándose ligeramente hacia su amigo, regresó al tema—. Entonces, nos conocimos en la facultad. Nos tocó ser compañeros de habitación y… ¿Quién le pidió salir a quién?
—Vaya historia más cutre —Viktor rió suavemente, esbozando una sonrisa ladeada—. Si sigues así no hará falta que sigas dando detalles porque todos se habrán dormido —le picó.
—¡Pero bueno! —Jayce bufó—. A ver, cuenta tú la historia, ya que se te da tan bien.
—Vale, vale, pues yo me encargo de contarla cuando pregunten. Así tú serás el que más atento esté a los detalles —rió mezquinamente, sabiendo que le había dejado en vilo.
—Pero—
—A-ah, ahora cuéntame sobre tu familia, no quiero que me pille desprevenido.
Talis se hundió en su asiento, rendido. El zaunita era todo un cabezota.
—Sé que no tienes hermanos, y que has vivido con tu madre desde pequeño —añadió antes de que le respondiese—. También está el tío tuyo que mencionaste que te metió en este lío, y… poco más. Bueno, tu madre se llama Ximena y su sopa está riquísima —sus labios se curvaron al recordar el sabor de aquel manjar. Jayce solía traer tuppers de su madre cuando iba a visitarla en vacaciones, y siempre compartía algo con él.
—Háblale de tu debilidad por su sopa y te la habrás ganado —respondió con una sonrisa cálida—. Luego está mi abuela. No te asustes si reacciona de forma un poco… intensa cuando te vea. Empezará a decir que por fin le presento a alguien…
Jayce se veía feliz y apasionado de hablar sobre su familia. Sus ojos brillaban con la mención de cada uno. El sol hacía que sus ojos se viesen como si emitiesen luz, añadiendo vida y calidez en su expresión. Lo que pasaría esas dos semanas era incierto, pero una cosa estaba asegurada: esas Navidades iban a ser diferentes.
—Y te equivocas, genio —le picó de vuelta, irguiendo su espalda para hacerse el chulo. Pero pronto regresó a su postura relajada y cercana—. Tengo un hermano mayor. No te he hablado nunca de él porque no tenemos mucha relación. Consiguió una beca y se fue a estudiar al extranjero cuando yo era pequeño, y actualmente está casado. No me llevo mal con él ni nada, es solo que tenemos gustos opuestos y nunca congeniamos mucho, aunque tampoco hemos tenido problemas. De hecho, me gusta reencontrarme con él todos los años y ponernos un poco al día contándonos las últimas novedades. Tiene dos hijos que probablemente te caerán bien. Su mujer también estará, pero no voy a darte ahora todos los nombres, que no quiero agobiarte.
Viktor disfrutó al escuchar el cariño con el que Jayce hablaba de su familia, contando pequeñas anécdotas de cada uno para ayudarle a conocerles un poco mejor.
—Ah, y a mi abuela le encanta tejer. Todos los años hace jerseys navideños a juego para toda la familia, y cómo decirlo… son llamativos, por decirlo de algún modo. Y MUY navideños. Dice que no entendemos su sentido de la moda.
Ambos rieron y Viktor respondió:
—Prepararé mis ojos para eso, entonces.
—Buena idea.
—Parece que vamos a ser un montón —señaló Viktor, pero su compañero no detectó desagrado en su expresión—. ¿Tienes ganas de verlos?
—¡Sí! Además me encanta la Navidad. Y espero que este año, ya que vienes, la disfrutes con nosotros. Mi familia puede ser un poco intensa, pero no te habría traído si no pensase que puedes con ello.
Viktor sonrió, agradecido por la confianza que había depositado en él.
—Se te da bien eso de crear expectativas. ¿No has pensado en ser publicista?
Ambos rieron, y Jayce le dedicó una mirada cómplice antes de que un silencio cómodo se asentase entre ellos. El tren los mecía suavemente, acompañándolos con el sonido rítmico que hacía contra los raíles. Conforme las horas pasaban, el clima en el exterior se volvía más frío, los colores apagándose para crear un paisaje que parecía sacado de un sueño.
En algún momento Viktor fue a comentar algo, pero cuando apartó sus ojos de la ventana vio que su compañero se había dormido. Su expresión cambió a algo que podría asemejarse a la ternura cuando vio cómo el rostro de Jayce se veía relajado. Sus ojos permanecían cerrados y su boca ligeramente abierta. La tensión de los exámenes por fin había soltado su agarre en él, y el cansancio lo había alcanzado. Con cuidado, Viktor deslizó el móvil de Jayce fuera de su mano para evitar que se cayese al suelo en mitad del viaje y perturbase su sueño. Aún quedaba tiempo para llegar a su destino, así que depositó el móvil en un lugar seguro, y abrió su libro para sumergirse de nuevo en su lectura.
Notes:
Lo prometido es deuda! Aquí estoy subiendo el capítulo a las 23:59
Espero que lo disfrutes, prometo actualizar antes de que acabe la semana
No te olvides de comentar qué te ha parecido este capítulo!!
Como ya queda poco, quiero aprovechar para desearte una feliz Navidad

Simba (Guest) on Chapter 1 Thu 18 Dec 2025 11:21PM UTC
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2sides1coin on Chapter 1 Sat 20 Dec 2025 12:15PM UTC
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