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Español
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Published:
2021-12-30
Updated:
2025-12-15
Words:
205,912
Chapters:
48/56
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13
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1,884

La Luz Que Me Guía ✨

Summary:

Cuando Tomura Shigaraki pone en marcha su plan definitivo para derrotar a Izuku Midoriya y hacerse con el OFA, la batalla en la que se ven envueltos los alumnos de la UA, los profesores y algunos héroes profesionales, provoca que pierdan algo muy valioso en sus vidas.

Ahora, tendrán que luchar para recuperar aquello que han perdido... o aprender a vivir sin ello.

*Una historia en la que Tamaki no conoce a Mirio cuando son niños, Bakugo descubre lo que significa el verdadero amor y Aizawa por fin deja de sentirse solo.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: PLANES DE FUTURO

Notes:

*Entre los tags he incluido: Muerte de personaje. No lo he puesto como advertencias, porque sólo mueren secundarios. Yo considero principales: Mirio, Tamaki, Aizawa, Nighteye, Yuyu, Nejire, Bakugo. Cualquiera que no haya mencionado, podría morir.

*En esta historia cuando Eri se escapa de Chisaki y abraza a Deku, éste y Mirio la rescatan, por lo que la incursión a la guarida de la Yakuza no tiene lugar. Eri está sana y salva, aunque aquí no aparece, Mirio tiene su peculiaridad y Chisaki y sus secuaces están entre rejas. Kurogiri no ha sido atrapado y Gigantomaccia no existe.

*Aunque las fechas que he puesto coinciden con nuestra crisis pandémica del covid, en esta historia no existe el virus porque es todo ficción :P

Chapter Text

Sábado, 14 de marzo de 2020

Tamaki Amajiki, alumno de 3-B de la UA, se encontraba sentado con la espalda apoyada contra un árbol. Observaba relajado las nubes blancas que, en caprichosas formas, se perfilaban contra el cielo azul.

—Vaya... —se dijo mientras las contemplaba con atención—, esa nube tiene la forma de la cabeza de All Might —se acomodó hasta quedar recostado sobre el césped, situando las manos por detrás de la cabeza, sin preocuparse porque el uniforme escolar se le arrugara o se le ensuciase—. Y ésa otra se parece a las alas de Hawks…

Estaba tan ensimismado, que no se dio cuenta de que unos metros más allá, tres personas lo examinaban con atención y curiosidad.

—Eh, eh, ¿no es raro verlo tan tranquilo cuando siempre está de los nervios? ¿Qué opinas, Togata-kun? ¿Me estás escuchando? —preguntó Nejire Hado, ladeando la cabeza—. Parece como si fuera otro... ¿En qué estará pensando? ¿Y por qué estará tan solo? ¿Dónde se habrá metido Amori-chan?

Mirio Togata, que estaba sentado en el césped junto a sus dos amigas, no prestó mucha atención a las palabras de Hado, puesto que estaba demasiado concentrado en observar al que conocía como un chico nervioso y reservado.

Amajiki era compañero suyo, pero casi siempre andaba solo o con Shuri Amori, otra chica de clase que solía vestir de negro y era bastante antisocial, aunque a diferencia del chico de pelo índigo, ésta no mostraba ningún interés por querer ampliar su círculo de amistades. Amajiki no se comportaba tan distante como Amori, pero era difícil relacionarse con él, no porque no quisiera hacer amigos sino porque cuando intentaba mantener una conversación, se ponía a tartamudear y la situación se volvía bastante incómoda, por lo que, generalmente, la gente solía evitarlo. Tenía una peculiaridad que parecía bastante interesante, pero apenas habían podido verle en acción ya que cuando tenían que hacer demostraciones en clase, se ponía a temblar y no era capaz de hacer nada. O, al menos, nada sobresaliente. Sólo cuando entrenaba a solas y pensaba que sus compañeros no lo veían, se podía apreciar su verdadero potencial.

Mirio pudo advertir cómo los ojos oscuros del chico escudriñaban el cielo en busca de algo en particular y miró hacia arriba para saber qué era lo que estaba buscando. No fue capaz de adivinarlo, así que apartó la vista del cielo y se giró hacia sus amigas que, tras esa avalancha de preguntas que había soltado Hado, habían dejado de poner atención a lo que hacía Amajiki.

Mirio las observó charlar sin poder evitar sentir algo de nostalgia. El curso estaba llegando a su fin y aquél era el último fin de semana que iban a pasar los tres juntos, al menos, en las instalaciones de la UA.

—Oye, Yuyu, ¿tu vestido no era azul turquesa? Porque no lo parece —Nejire se acercó a la cara el móvil que estaba sosteniendo, alzando las cejas mientras observaba la foto que su novia le había enseñado.

—Sé que te lo había prometido, Nejire... —le respondió Yuyu Haya mientras se encogía de hombros—, pero cuando llegué a la tienda ya lo habían vendido y no me quedó otra que comprar ése de color escarlata.

—A mí me parece bonito —Mirio, quien no había intervenido en la conversación hasta ese momento, notó como el rostro de Nejire se contraía. Por algún motivo no parecía estar muy conforme con la elección de Yuyu.

—¿Quién ha dicho que no sea bonito?, lo que pasa es que… —la chica suspiró, derrotada—, ¿sabéis? Resulta que el mío es del mismo color. ¿No es casualidad?

Al escuchar la confesión de Nejire, Yuyu casi se atragantó.

—Oh... lo siento, no lo sabía —dijo la pelirroja cuando se recuperó. Entonces, se acercó a su novia y le pasó un brazo por la cintura—. Bueno, podemos cambiarlo.

—Supongo que sí —Nejire pasó una mano por el alborotado cabello de Yuyu y le dedicó una dulce sonrisa.

—Eres un amor, Nejire —Yuyu besó con ligereza la mejilla de su novia—. Estoy segura de que encontraremos un vestido precioso para ti —añadió, sonriendo de forma traviesa.

—Dirás para ti, ¡porque es tu vestido el que vamos a cambiar! —protestó Nejire haciendo un mohín.

Mirio, que se había limitado a escuchar la conversación de la pareja, no pudo evitar soltar una carcajada.

Desde su lugar bajo el árbol, Tamaki se sobresaltó al oír una risa escandalosa a unos metros de él. Levantó la cabeza para averiguar de dónde provenía.

Mirio, al sentirse observado, giró la cabeza por instinto hacia el lugar donde se encontraba Amajiki, y el tiempo se detuvo en ese momento para los dos. Hado, Haya y las nubes dejaron de existir para él ante la intensidad de aquellos profundos ojos oscuros.

El rubio no pudo escapar de esa mirada sin ruborizarse. Amajiki movió la cabeza a modo de saludo mientras esbozaba una tenue sonrisa, apenas perceptible, que hizo que a Mirio se le acelerase el corazón.

—Uf...

—¿Cómo? —preguntó Yuyu, extrañada, sin saber a qué se refería.

—No… nada —respondió Mirio, negando con la cabeza.

—Eh, eh, ¿no deberíamos ir a comer? Se está haciendo un poco tarde, ¿no creéis? —comentó Nejire mirando la hora en el móvil—, ¿no os suenan las tripas?

—Veamos qué tipos de pasta me puede ofrecer Lunch-Rush con la pasta que tengo —bromeó Mirio sacando su billetera mientras dirigía otra vez la mirada hacia su compañero, pero éste ya no estaba, así que, encogiéndose de hombros, se levantó del césped y ayudó a sus dos amigas a levantarse.

Al final, en lugar de ir a la cafetería de la UA, los tres se dirigieron a la puerta principal, después de que Yuyu los convenciera para ir a un nuevo restaurante que acababan de inaugurar, mientras charlaban alegremente.

―xXx―

Tamaki se había marchado al comedor a almorzar algo y mientras estaba en la cola esperando a que lo atendieran, vio a lo lejos a los Tres Grandes que se dirigían hacia la salida de la UA.

Es tan brillante..., pensó el tímido chico mientras se sonrojaba al recordar el momento en el que su mirada se había encontrado con la de Togata. A través de la ventana, siguió a sus compañeros con la vista hasta que se perdieron tras una esquina.

Después de que Aizawa-sensei los hubiera puesto juntos para hacer un proyecto de clase durante el primer trimestre de aquel último año, muchos dolores de cabeza habían acompañado al ansioso muchacho. Era desesperante ver cómo Togata no dejaba de hablar en lugar de centrarse en la tarea que debían realizar y cómo así, entre broma y broma, había descubierto todos y cada uno de sus pequeños secretos, con los que Tamaki no sabía cómo lidiar.

Y aunque al principio le había parecido incómodo el ser partícipe de todas las aventuras y desventuras de Togata —contra su propia voluntad—, con el transcurrir del tiempo se había dado cuenta de que, debido a su peculiaridad, lo había pasado bastante mal cuando era más joven, a pesar de hablar siempre de ello con cierta clave de humor. De un momento a otro y de una manera extraña, Tamaki había terminado sintiéndose identificado con aquel enérgico chico de cabello rubio. Aunque eran muy diferentes, ambos habían pasado lo suyo para llegar hasta donde estaban en aquel momento.

Durante aquellos tres meses en los que tuvieron que reunirse para realizar el trabajo, poco a poco, Tamaki había comenzado a mirar a su compañero con otros ojos. Togata siempre le había parecido atractivo, pero había mejorado todavía más su percepción de él al conocerle más allá de las chorradas que solía soltar en clase o las proezas que hacía durante los entrenamientos.

Por lo que ahora Tamaki no podía evitar soñar con Togata en la distancia. Viendo cómo se esforzaba y cómo se levantaba cada vez que se caía, siempre con una sonrisa resplandeciente en el rostro. Aunque era un desastre en los estudios y le costaba mucho concentrarse, era muy perseverante y parecía que nada podía pararle. Siempre centrado en su meta: ser un buen héroe y salvar a un millón de personas.

Tamaki sabía que él tenía una peculiaridad bastante impresionante, pero su ansiedad y sus nervios impedían que pudiera hacer un buen uso de ésta. Nunca llegaría al mismo nivel que los Tres Grandes por mucho que lo intentara y por eso mismo admiraba tanto a Togata, porque su peculiaridad no era tan fuerte como la suya y, aun así, había logrado sobresalir a pesar de todos los obstáculos que se habían interpuesto en su camino; y aunque había llegado muy alto no había dejado de luchar y entrenar para ser todavía mejor. Su tenacidad era admirable.

Interrumpió el curso de sus pensamientos al advertir que se había quedado solo en la cola de la cafetería, gracias al carraspeo impaciente de Lunch-Rush, que esperaba de brazos cruzados a que se acercara. Avergonzado, avanzó hacia el mostrador con la mirada baja y, en un susurro casi inaudible, pidió una caja de takoyaki.

―xXx―

Lunes, 16 de marzo de 2020

Aquélla era la última semana del curso y los pasillos se encontraban atestados de estudiantes preparándose para los exámenes finales, corriendo de un lado para otro y haciéndose preguntas sobre el temario. Caminar por las zonas comunes de la UA era bastante caótico por aquellos días.

—Hoy toca examen de All Might, ¿cómo lo lleváis? ¿Habéis estudiado? ¿Creéis que aprobaremos? —les preguntó Nejire a sus amigos, mientras consultaba la agenda en su móvil—. Have you prepared the English test? Por la tarde tenemos el de Present Mic, por cierto —comentó llevándose un dedo a la barbilla—. Y mañana el de Aizawa-sensei. El miércoles el de Midnight y...

Los Tres Grandes se hallaban caminando por la zona exterior y ajardinada de la UA, dirigiéndose al edificio donde se impartían las clases, mientras charlaban.

—El jueves el de Vlad King —dijo Yuyu, sintiendo un pequeño escalofrío al mencionarlo. El profesor era bastante estricto y no siempre le parecía del todo imparcial.

—Y el viernes el de Cementoss. Además... Eh, eh, Togata-kun, ¿estás oyendo lo que estamos diciendo?

—¿Cómo? —Mirio se centró en sus amigas—. Ah, sí, Hado-chan. El viernes examen con Cementoss.

—Sí y ahora el de All Might y por la tarde el de Present Mic —repitió Nejire guardándose el móvil—. ¿Hay algo que te preocupe? ¿Por qué no nos lo cuentas? ¡Venga, Togata-kun! ¿Qué pasa por esa cabecita tuya?

El rubio detuvo sus pasos y se dirigió hacia un pequeño banco, donde se sentó después de quitarse la mochila. Sus amigas lo siguieron y se quedaron de pie, observándole con intriga.

—¿Habéis hablado en vuestras agencias sobre lo que vais a hacer cuando os graduéis?

—La verdad es que sí, Togata-kun. Estaba pensando en dejarlo todo en standby durante unos meses y hacer un viaje a Europa. Concretamente a Italia, ¿sabes? —respondió Nejire encogiéndose de hombros—. ¿Por qué? ¿Tú no has hablado todavía con Nighteye? ¿Tienes miedo de lo que te vaya a decir? Ese hombre parece bastante estricto…

—¿A Italia? —Yuyu interrumpió bruscamente la perorata de su novia—. Pero, Nejire… ¡no me habías dicho nada!

—Te lo comenté hace unos días, Yuyu. Pero estabas demasiado ocupada haciendo un test sobre qué flor eres según tu personalidad y no me hiciste ni caso. ¿Ya no te acuerdas? ¿Cómo no voy a contarte algo así? Por cierto, ¿qué flor te salió?

—Quizás deberías haber insistido si veías que no te estaba haciendo caso —replicó Yuyu con el ceño fruncido.

—Yo aún no sé qué quiero hacer —Mirio decidió intervenir al ver que se avecinaba una discusión entre la pareja—. Estaba pensando en seguir como pasante en la agencia de Sir, y así tener algo de tiempo para planear mi futuro, aunque no sé si eso sería muy productivo. Quiero ser uno de los mejores héroes de Japón, pero no quiero precipitarme y no sé si me siento preparado para ser considerado un héroe profesional tan pronto. Creo que todavía me queda un largo camino que recorrer para llegar a serlo.

—Pero… si sigues como pasante, tendrás mucho tiempo libre —Yuyu tomó asiento junto a él—, y si te soy sincera, creo que acabarías aburriéndote, Togata-kun.

—En realidad, tenía algo más en mente —confesó, inseguro—. Mi idea es hablar con el director para ver si puedo ser auxiliar de algún profesor y mientras tanto seguir entrenando. Además, eso me ayudaría a ver las cosas desde otra perspectiva. Lo ideal sería coordinar las patrullas mientras trabajo en la UA… ¡Eso sería lo que más me gustaría hacer! Pero no sé si es lo que más me conviene —Mirio se quedó unos segundos callado y entonces, volvió a hablar—, oye, bambina, ¿y a ti qué se te ha perdido en Italia?

Nejire pareció sonrojarse ligeramente, mientras se sentaba junto a Yuyu y se colocaba la bandolera sobre las rodillas, su falda agitándose ante el movimiento.

—Ryukyu me ha hablado de una mujer que tiene una peculiaridad muy parecida a la mía ¿sabéis? —les dijo con una sonrisa de oreja a oreja—. Al parecer es bastante famosa allí y me aconsejó que, si podía, viajase a Italia para que me entrenase. ¿No es genial? Tanto Ryukyu como yo pensamos que merece la pena que pase unos meses en el extranjero si es para regresar con mi potencial a tope… ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué haríais en mi lugar?

—Pero... Nejire…

Los tres amigos interrumpieron su conversación al ver acercarse la figura encorvada de Amajiki. Mirio le saludó con un leve gesto de la cabeza y el chico le correspondió con una tímida sonrisa y un pequeño sonrojo que a Nejire no le pasó inadvertido.

Después de eso, el chico de pelo índigo reanudó sus pasos y se dirigió hacia el edificio donde se impartían las clases, sin mirar atrás.

—Ese chico me inspira miedo... —dijo Yuyu mientras se abrazaba a su novia, olvidando momentáneamente el asunto de Italia—. Es tan callado… y casi siempre está solo. Me da la sensación de que el día menos pensado va a perder la cabeza y nos vamos a llevar un buen susto.

—¿En serio piensas que se le va a ir la pinza? —preguntó Mirio con una sonrisa de medio lado, tratando de hacer un juego de palabras con la peculiaridad de Tamaki. Yuyu se rio y le dio un golpecito en el hombro.

—Pues a mí me inspira respeto. Creo que, a pesar de ser tan tímido, es inteligente y se esfuerza bastante por seguir el ritmo. Me encantaría hacerle un millón de preguntas sobre sus manifestaciones, pero estoy segura de que acabaría asustándolo —respondió Nejire, y un segundo después, poniéndose un dedo en la barbilla y esbozando una sonrisa pícara, se giró hacia su amigo—. Y a ti, Togata-kun, ¿qué te inspira?

Esta vez fue el turno de Mirio de sonrojarse, lo que hizo que la aguda mirada de su amiga brillara de satisfacción.

—¿Habéis visto la hora que es? ¡Deberíamos irnos! —respondió el rubio haciendo caso omiso a la pregunta de Nejire, mientras se guardaba el móvil en el bolsillo y se ponía de pie, recogiendo sus cosas—. ¡Llegamos por los pelos! —añadió, revolviéndole el cabello a sus dos amigas, haciéndolas reír.

―xXx―

Mirio acababa de salir del examen de Present Mic y se dirigía hacia los dormitorios cuando en el camino se encontró con un grupo de chicos de primero que parecía estar huyendo de algo.

—¿Qué habrá ocurrido? —se preguntó sin despegar la vista de ellos hasta que se perdieron tras una esquina. En ese momento escuchó los gritos del chico-problema de las explosiones—. Ya me imagino... —murmuró, negando con la cabeza.

Cuando giró por otro pasillo alcanzó a ver al profesor Toshinori Yagi, también conocido como All Might, charlando muy animado con su compañero de clase, Amajiki. Al cual, por parte última, parecía encontrárselo en todos lados.

Decidido, siguió su camino, sabiendo que tendría que cruzarse sin remedio con ellos y saludarlos. Eso no le preocupaba en absoluto con respecto al ex Pro héroe, pero en cuanto a Amajiki... ésa era otra historia. Desde que habían hecho juntos aquel trabajo, no sabía por qué, pero se sentía bastante nervioso al estar cerca de él, aunque, por otro lado, también le agradaba verlo.

Cuando Mirio se estaba acercando vio al profesor gesticular de forma exagerada. Entonces el hombre se arrimó a su compañero y le dijo algo que hizo que éste se llevase las manos a la cara mientras se reía.

Amajiki terminó esbozando una amplia sonrisa, oculta a medias por sus dedos y Mirio se quedó estático observando la escena frente a él hasta que uno de los libros que sostenía se le resbaló, estrellándose contra el suelo, lo que hizo que el héroe y su compañero advirtieran su presencia.

—Joven Togata, no te habíamos visto —All Might dio un paso hacia el aludido—. ¿Qué tal los exámenes?

—Bien, Yagi-sensei —dijo Mirio, sintiéndose un poco avergonzado—. Al igual que mis compañeros, no me libro de hacerlos, pero… —añadió, recogiendo el libro que se le había caído al suelo—, ¡no podrán conmigo!

—Me alegro, joven Togata. Por cierto... —el héroe retirado dirigió su mirada hacia Tamaki, en un claro intento por incluirlo en la conversación—. ¿Ya has decidido lo que vas a hacer cuando te gradúes?

—Eh... no, sensei, aún no —el rubio miró a su profesor mientras se llevaba una mano a la nuca—. Lo estoy pensando.

—Pues si necesitas ayuda no dudes en decírmelo, aunque Amajiki también podría echarte una mano —comentó, haciendo un gesto hacia el chico—. Me estaba contando que ha estado investigando sobre las mejores agencias y las posibles ocupaciones para un aspirante a héroe recién graduado. ¿No es así?

—Eh… yo… sí —tartamudeó su compañero mientras observaba con intensidad al rubio—. He to… he tomado algu… algunos apuntes sobre el tema.

—¡Muchas gracias, Amajiki-kun, Yagi-sensei! —respondió Mirio notando repentinamente cómo le ardían las mejillas—. Lo tendré en cuenta. ¡Nos vemos!

Entonces el chico se dirigió a toda prisa a su habitación, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Negó con la cabeza sin entender muy bien por qué le alteraba tanto hablar con Amajiki, cuando llevaban tres años siendo compañeros y nunca antes le había pasado algo así.

—Mmm... Este muchacho ha estado actuando muy raro últimamente —comentó All Might llevándose una mano a la barbilla—. Amajiki, ¿me estás escuchando?

—Eh… sí… —contestó Tamaki sobresaltándose y apartando rápidamente los ojos de Mirio.

Mientras tanto en su habitación, Mirio se preguntó qué le habría dicho All Might a Amajiki para hacerlo reír. Fuera lo que fuese, se lo agradecía, ya que no solía ver nunca a su compañero actuar con tanta naturalidad.

Esa misma noche Mirio se durmió con una sonrisa en los labios, soñando con tiempos pasados, historias confusas y nebulosas de algo que nunca había sucedido en la vida real. En aquellos sueños se podían apreciar unas imágenes de un atardecer en las que un joven Tamaki que caminaba a su lado a pesar de no conocerle, le decía que brillaba tanto como el sol.

―xXx―

Martes, 17 de marzo de 2020

Al día siguiente por la mañana, Shota Aizawa se hallaba sentado en el borde de su escritorio conversando con Togata mientras esperaba que llegase el resto de alumnos para dar comienzo al examen.

—¿Has hablado con Nighteye sobre lo que vas a hacer cuando te gradúes? —le preguntó, conteniendo un bostezo.

—Le he comentado algo al respecto —respondió Mirio, removiéndose en la silla, incómodo—. Pero no hemos entrado en muchos detalles.

—Imagino que te habrá pedido que trabajes a tiempo completo en su agencia. Por lo que he oído, está bastante contento contigo —dijo el profesor mientras se bajaba de la mesa y comenzaba a revisar los pupitres cercanos a él.

Mirio se encogió de hombros, sin saber qué responder. Había pensado preguntarle a Aizawa si podía pasar el siguiente año como apoyo en su clase para coger más experiencia, pero no veía el momento de hacerlo.

—¡Espero que el examen sea sencillo, Aizawa-sensei! —dijo entonces cambiando de tema, intentando alejar de su mente su futuro incierto.

—Nada que no hayáis visto en clase.

En ese momento comenzaron a llegar el resto de sus compañeros y Mirio se dirigió a su sitio. Tras entregarles la hoja del primer examen y dar las debidas instrucciones, el profesor regresó a su escritorio. El momento de silencio que siguió le sirvió para perderse en sus pensamientos.

Se alegraba por Togata y su determinación, pero que aquella nueva generación se estuviera preparando para enfrentarse a nuevos retos, sólo le recordaba que él estaba estancado en su propia vida, incapaz de armarse del suficiente valor como para dar un paso adelante y enfrentarse a sus miedos.

Shota no podía evitar sentirse abatido cuando pensaba en su propio futuro. A medida que pasaba el tiempo, su sueño de estar algún día con Hizashi Yamada se volvía cada vez más lejano. Estaba enamorado del hombre desde que eran jóvenes, pero jamás se lo había dicho por temor a un rechazo. Años atrás, había logrado reunir el coraje suficiente como para confesarle sus sentimientos, pero había sucedido algo que le había hecho cambiar de parecer.

Deambulando por los pasillos de la UA durante su época de estudiantes, un día que Shirakumo no se había unido a ellos porque tenía que estudiar, —lo que había propiciado que se diera la situación idónea para declararse—, se encontraron en la semi-penumbra a una pareja de segundo, besándose. El asunto era que se trataba de dos chicos, por lo que Hizashi tuvo la intención de molestarlos. Afortunadamente Shota logró convencerlo para que los dejara en paz y se marcharon del lugar sin hacerse notar.

—Yo jamás me enamoraría de otro tío. Es algo antinatural —le había comentado su amigo.

Ahí fue cuando Shota se dio cuenta de que nunca podría confesarle sus sentimientos y mucho menos tener algo con él, así que prefirió guardar silencio. En vez de eso, decidió decirle que sí a uno de los hombres más cotizados actualmente en Japón: el ahora Pro héroe Sir Nighteye.

En la agencia en la que Shota había realizado su pasantía durante su último año en la UA, Mirai Sasaki, que trabajaba allí por aquel entonces, había sido el encargado de enseñarle y acompañarle durante las patrullas. La atracción entre ellos había sido palpable desde el primer momento en el que habían estado juntos y ambos sostuvieron apasionados encuentros en los lugares más inesperados.

Se vieron durante un tiempo hasta que sus vidas tomaron rumbos diferentes.

Mirai no buscó a Aizawa porque consideró que seguir con él no era lo más adecuado si quería montar su propia agencia para convertirse en un héroe profesional reconocido en todo Japón. Shota también tenía sus propias razones para no mantener el contacto con el hombre mayor, una de ellas era que no estaba enamorado de él, aunque debía reconocer que durante el tiempo que habían estado juntos su relación le había dejado muy buenos recuerdos.

Otro motivo era que no quería que Hizashi se enterase de que era gay. Aunque ya se había resignado a no salir jamás con él, no quería arriesgarse a perderlo como amigo.

No fue consciente del tiempo que había permanecido sumido en sus pensamientos hasta que la campana comenzó a sonar, indicándole que ya era hora de dar por terminada la clase.

—Se acabó —Shota se levantó de su escritorio—. Entregadme los exámenes. Tenéis diez minutos para estirar las piernas y después de eso pasaremos al examen práctico.

Mientras los alumnos le dejaban los papeles en la mesa y salían de clase, el profesor alejó de su mente el pasado para centrarse en el presente que, aunque doloroso y triste, era razonablemente real.

―xXx―

—Sólo debo tener un poco más de paciencia...

La Liga de los Villanos estaba ideando atacar la UA para hacerse con el alumno Katsuki Bakugo. Ya habían fallado una vez en el pasado, pero eso no volvería a pasar. En esta ocasión lo habían planeado todo al milímetro y no había margen de error. Bakugo se uniría a ellos. Fuera como fuese.

Tomura Shigaraki se había enterado de que el portador del OFA tenía una estrecha relación con aquel chico y contar con él entre sus aliados les ayudaría a acabar con su adversario con más facilidad. Si Izuku Midoriya era tan compasivo como Tomura creía, no sería capaz de enfrentarse a su compañero y amigo de la infancia y ése sería un punto clave a favor de la Liga. Midoriya se vería obligado a hacer daño a Bakugo o a rendirse y Tomura sabía el camino que elegiría.

Actualmente el villano se sentía frustrado por no tener todavía acceso al chico, mientras se paseaba de un lado a otro por la oscura habitación en la que se encontraba. Al menos le consolaba el hecho de saber que esa misma noche pondrían en marcha el plan. Tardarían en tener todas las piezas donde querían, pero al menos su objetivo parecía estar más cerca cada hora que pasaba.

—Shigaraki... ¿querías verme?

Un hombre con voz grave y con un traje de color negro y plata que le ocultaba el rostro, se presentó de repente frente a él, interrumpiendo sus cavilaciones, acompañado por una chica vestida de colegiala con dos moños rubios y unos prominentes colmillos.

—Twice, sé que tienes conexiones dentro del consejo de Héroes…

—Así es. Aunque... —el hombre titubeó—, actualmente la situación ha cambiado un poco. Saben que entre sus filas hay un topo.

—Ya lo sé —el villano se paseó alrededor de Twice, mirándole a través de la mano que tenía adherida a la cara—. Pero nos vendría bien conocer las vulnerabilidades de los sistemas de vigilancia de la UA. Quiero saber si Toga podría encontrarse con problemas cuando trate de infiltrarse en las instalaciones del colegio.

—Sí, claro. Aunque no sé si podré… —Twice se acercó con lentitud a su jefe—. Lo conseguiré.

—¡No hace falta que averigües nada! Por supuesto que puedo infiltrarme… —afirmó Toga Himiko, pegando botes sobre la punta de los pies—. Cuando esté dentro, me encargaré de facilitar la entrada al resto.

—No podemos precipitarnos. Si te detectaran, el plan podría venirse abajo —comentó Shigaraki mirando a la chica, entonces volvió a dirigirse a Twice—, en cuanto sepas algo, avísame. Mientras tanto pondremos en marcha el plan B.

—Tomura —dijo entonces Kurogiri entrando en la habitación. Iba seguido de dos personas: una chica con el pelo color turquesa tapándole el ojo izquierdo y piel pálida, vestida con un traje ajustado negro y azul, y una especie de oso bípedo de tamaño humanoide con toda la piel recubierta de un pelaje de color morado, con la esclerótica negra, las pupilas doradas y cinco brazos, dos saliendo de cada uno de sus costados y un quinto emergiendo del pecho—. Éstos son Blackout y Deprive. Ambos quieren unirse a nosotros —añadió. Entonces se volvió hacia la entrada y le hizo un gesto a una tercera persona, que entró con pasos titubeantes a la sala—, Nightmare también quiere formar parte de la Liga. Supongo que habrás oído hablar de ella.

La villana, que apenas pasaba del metro de altura, parecía una niña albina, con el pelo y la tez completamente blancos y los ojos tan negros que apenas se distinguía la pupila del iris. Iba con su vestido blanco habitual, con el que siempre se la veía en los periódicos y en las noticias. La chica levantó la mirada y esbozó una inocente sonrisa hacia el líder.

Tomura asintió. Por supuesto que la conocía. Sólo esperaba que no les diese problemas.

Toga abrió los ojos ampliamente mientras miraba a los tres con curiosidad. Twice ya se había marchado a cumplir con su misión y el resto de la Liga no se encontraba presente.

—Y a ver… ¿vosotros qué podéis hacer? —les preguntó la chica, mientras se movía de un lado a otro, examinándoles de forma descarada sin perder detalle.

Después de que explicasen en qué consistían sus peculiaridades y Tomura les diera el visto bueno, el líder se retiró a una sala vacía y se permitió volver al punto donde se había quedado antes, sonriendo al comprender lo útiles que podían serle las habilidades de los nuevos.

Definitivamente Tomura se sentía satisfecho. El plan parecía ir sobre ruedas y, más pronto que tarde se harían con Bakugo. Cuando lo tuviera delante sólo le daría dos opciones, aunque probablemente no iba a gustarle ninguna, pero eso a Tomura le daba igual. Tenía claro que lo necesitaban para llegar a Midoriya y haría lo que hiciera falta para quebrarle.

Un Bakugo dócil y servil era su mejor apuesta para obtener el OFA y no pensaba perderla.

---

* De izquierda a derecha y de arriba abajo: Twice, Toga Himiko, Tomura Shigaraki, Okano, Shota Aizawa (Eraserhead), Hizashi Yamada (Present Mic), Taiyo Takeda (Paralyzer), Kamui Hayashi (Memento), Momo Yaoyorozu (Creati), Nejire Hado (Nejire-chan), Yuyu Haya (Geyser), Raiden Yoshioka (Atom), Mirai Sasaki (Sir Nighteye), Dabi, Fiore Anaka (Blackout), Kattur Matsui (Deprive), Nightmare, Chiyo Shuzenji (Recovery Girl), Eijiro Kirishima (Red Riot), Katsuki Bakugo (DinaMight), Shoto Todoroki (Shoto), Izuku Midoriya (Deku), Mirio Togata (Lemillion), Tamaki Amajiki (Suneater) & Shuri Amori (Aracne).

Chapter 2: ASUNTOS SIN RESOLVER

Notes:

Resumen: Mirio, Nejire y Yuyu son los Tres Grandes de la UA. Además, parece que Mirio y Tamaki se gustan, pero ninguno hace nada al respecto. Por otro lado, Aizawa piensa en su enamoramiento no correspondido hacia Present Mic y rememora su romance juvenil con Nighteye. Mientras tanto, Tomura pone en marcha su plan para infiltrarse en la UA y atrapar a Bakugo para usarlo contra Midoriya.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Martes, 17 de marzo de 2020

—¿Estás lista para el examen del jueves con Vlad King, Haya-chan?

Tanto Mirio como Nejire sabían lo mucho que Yuyu odiaba al profesor y, aunque parecía contradictorio, la chica esperaba con ansias que llegase aquel momento para poder despedirse de la asignatura para siempre.

—Jamás estaré lista para nada que tenga que ver con él, Togata-kun. Te toca.

Yuyu y Mirio se encontraban solos en las zonas comunes jugando al King of Tokyo. Eran más de las once de la noche y sus compañeros hacía un buen rato que se habían ido a sus dormitorios.

—Menos mal que todavía tengo tiempo para repasar un poco —dijo Mirio mientras buscaba una postura más cómoda en el suelo.

—Eso está bien. Pero no lo hagas delante de Nejire o te lanzará un discurso que sonará como: eh, eh, Togata-kun, ¿Sabes? no vas a aprender en un solo día lo que no has aprendido en todo el curso... —dijo imitando el tono de voz de su novia. Cuando Mirio dejó de reírse, tiró los dados—. Dame un segundo que sume todo.

Yuyu se había pedido a Cyberbunny porque era un conejito rosa y le parecía muy mono. Mirio, en cambio llevaba a Gigazaur ya que, según él, era el monstruo más molón de todos.

—¡Joder, me vas a ganar! —exclamó Mirio cuando vio que la pelirroja había conseguido varios puntos de victoria con una sola tirada.

El rubio agitó bien los dados entre ambas manos y los arrojó al suelo con cuidado, pero el resultado no fue el más óptimo. Necesitaba curar a su monstruo y no había forma de que le salieran corazones para recuperar vida. Protestó mientras le pasaba los dados a su amiga, quien los tiró sin pensárselo dos veces.

—Pues sí... Te he ganado —dijo Yuyu contando lo que le había salido y comprando una carta que le otorgaba los puntos que le faltaban. Se echó hacia atrás para apoyar la espalda contra el sillón—. Has estado muy distraído en los últimos días, ¿te preocupa algo? —le preguntó extrañada, puesto que Mirio era muy bueno en los juegos de mesa y le había ganado varias partidas seguidas sin el más mínimo esfuerzo.

—En realidad, no —el rubio recogió el tablero, se puso de pie y se sentó en el sofá. Su amiga lo imitó, acomodándose a su lado—. Sólo es por los exámenes, ya sabes... hay mucho en juego —dijo bromeando y después añadió—: además dicen que, afortunado en el juego, desafortunado en amores. Como he perdido, quizás el destino me tenga preparada alguna sorpresa. ¿No crees?

—Vaya… —respondió Yuyu intrigada ante la respuesta de su amigo—. ¿Y tienes a alguien en mente?

Mirio se rio y se rascó la nuca, mientras se ponía rojo e intentaba ignorar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza: la imagen de un chico de pelo color índigo y expresión tímida.

—¡Qué va! Por cierto, ¿cómo te va con Hado-chan? ¿Habéis vuelto a hablar sobre lo del viaje a Italia? —le preguntó tratando de cambiar de tema.

—Sí. Hemos hablado de ello y parece que lo tiene claro —respondió Yuyu con tono apagado.

—¿Y qué piensas hacer? —le dijo Mirio, imaginando que su amiga todavía no lo habría decidido.

Al fin y al cabo, Hado y Haya eran muy diferentes en algunos aspectos. La pelirroja solía ser bastante indecisa. Siempre se pensaba muy bien las cosas antes de dar un paso en falso. En cambio, la chica de pelo lila era mucho más impetuosa. Sus ansias por aprender y su curiosidad siempre la impulsaban a lanzarse al vacío incluso antes de saber si era seguro hacerlo.

—No lo sé… ¿sabes? Cuando hablé con ella me dijo algo que me sorprendió. Bueno, en realidad, más bien me lo insinuó —Yuyu se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro—. Me dijo que, si quería, podía irme con ella… Que así podríamos apoyarnos la una a la otra. Que ambas trabajaríamos y nos dividiríamos los gastos de la casa... —Yuyu se detuvo y miró al rubio—, ¿entiendes a qué me refiero?

—Me estás diciendo que... ¿te propuso que os fueseis a vivir juntas? —Mirio saltó del sofá, entusiasmado—. ¡Vaya, Haya-chan! Eso es genial. ¿Y qué le respondiste?

—Pues... nada.

—¿Cómo que nada?

—Es que cuando me di cuenta de hacia dónde iba la conversación, pues... comencé a hablar de otra cosa. Ni siquiera sé qué voy a hacer con mi vida cuando nos graduemos… no estoy preparada para pensar en algo tan serio. ¡Sólo tenemos dieciocho años!

—Ya —Mirio miró con compasión a su amiga, imaginando la presión que debía suponer para ella aquella situación. Nejire siempre había sido bastante cabeza loca y muchas veces actuaba sin pensar demasiado en las consecuencias—. Me imagino que Hado no se habrá mostrado muy contenta con tu respuesta.

—Y que lo digas... —respondió Yuyu, pareciendo bastante abatida. Se acercó al sofá y se desplomó en él—. Parece que se dio cuenta de que estaba evitando el tema y no volvió a insistir, pero... creo que se sintió un poco decepcionada.

Un momento de silencio siguió a este último comentario.

—Haya-chan, ¿puedo preguntarte qué es lo que te impide irte con ella? —Mirio se volvió a sentar a su lado—. ¿Estás segura de que es sólo porque no sabes qué hacer cuando nos graduemos?

—No lo sé, Togata-kun. La verdad es que... estoy un poco confundida —Yuyu se frotó el rostro con frustración—. Verás... por un lado quiero estar con ella y sé que en Italia tengo dónde elegir. Pero, por otro, creo que me gustaría más convertirme en una heroína reconocida aquí, en Japón.

—Lo que pasa es que prefieres luchar contra la Liga de los Villanos en lugar de con la Liguini de los Villani, ¿eh? —bromeó el rubio tratando de aligerar el ambiente. Y lo consiguió, porque hizo que la pelirroja soltara una carcajada y le diera un golpe en el hombro.

—¡Qué tonto eres! —le dijo, poniéndose una mano en la boca para tratar de contener la risa y no despertar a sus compañeros—. ¡Estoy segura de que no se dice así en italiano!

—Esperas demasiado de mí, Haya-chan —le respondió Mirio, haciendo un puchero.

Habiendo dejado el tema de su futuro a un lado, hablaron durante un rato sobre diversos asuntos más triviales, hasta que se dieron cuenta de que era casi medianoche. Entonces Yuyu se fue a su dormitorio y Mirio se quedó un rato más en las zonas comunes, sin sentir ni un resquicio de sueño.

―xXx―

Ya metida entre las sábanas, Yuyu meditó sobre su conversación con Nejire.

Estaba sorprendida porque su novia estuviera dispuesta a dar ese gran paso y aunque por un lado se sentía halagada, por el otro creía que primero debían aclarar muchas dudas respecto a lo que ambas esperaban del futuro. Ella la quería de verdad, de eso no tenía ninguna duda, pero no estaba segura de si sería prudente irse a vivir juntas tan pronto. Puesto que, aparte de ser bastante jóvenes, no llevaban ni dos años de relación.

Además, había visto cómo durante la UA, Nejire siempre había sido la que tomaba las decisiones más importantes. Mirio y Yuyu nunca discutían con ella, simplemente se dejaban llevar por su arrolladora personalidad. Pero ahora las cosas eran distintas. Ya no eran sólo amigas, sino una pareja. Y Yuyu debía aprender a tomar decisiones también, para que ninguna de las dos quedase relegada a un segundo plano. Y creía que era algo que debía hacer antes de comenzar una vida en común.

Mañana hablaré con Nejire, pensó Yuyu mientras se tumbaba bocarriba. No puedo permitir que piense que no la quiero o que no quiero irme a vivir con ella. Le debo una explicación.

Se acomodó entre las sábanas, dispuesta a dormir. Necesitaba estar lúcida para enfrentarse a Nejire al día siguiente. Le preocupaba su reacción cuando hablara con ella, pero era algo que tenía que hacer.

Antes de quedarse dormida se preguntó si no sería mejor enfrentarse al mismísimo Shigaraki antes que a su curiosa y bonita, pero demasiado temperamental, novia.

―xXx―

A esa misma hora, Shoto Todoroki se daba prisa para no ser descubierto mientras se dirigía al sitio donde estaban esperándole. Se le había hecho tarde y no quería tener problemas con el rubio que, con toda seguridad, estaría en su habitación con el ceño fruncido aguardando su llegada. Miró a ambos lados para asegurarse de que no lo hubieran visto y abrió la puerta del dormitorio de su compañero, la cual nunca cerraba con llave.

—¿Dónde te habías metido, mitad-mitad? —le reclamó la persona que, sentada en la cama, lo esperaba con la camisa desabrochada y la corbata tirada en el suelo. Estaba ansioso por besar a Todoroki, aunque eso era algo que nunca admitiría en voz alta.

—Estaba estudiando en mi habitación, Katsuki —dijo Shoto con voz monótona mientras cerraba la puerta. El rubio hizo caso omiso, poniéndose de pie y acercándose—. ¿Llevas mucho tiempo esperándome?

—¿Tú qué crees? —le respondió Bakugo con rudeza mientras lo abrazaba por la espalda, recorriendo con sus manos la camisa blanca del uniforme de su compañero; deteniéndose ligeramente en las marcadas abdominales de Todoroki—. Pensaba que te habías atrevido a dejarme tirado, imbécil.

—¿Por qué iba a hacer eso? —Shoto se estremeció cuando el rubio le mordisqueó la oreja, pero no hizo nada más, consiguiendo que la impaciencia de Katsuki aumentara.

Sin querer seguir con aquella estúpida conversación que no iba a ninguna parte, lo cogió por los hombros para girarle, de modo que estuviera frente a él y después lo besó. Todoroki respondió como siempre. Primero con timidez y después con más entusiasmo, moviendo los labios contra los del otro chico. A continuación, la lengua húmeda de Katsuki rozó su boca. Shoto dudó un momento antes de darle acceso, para después meter la suya en la de Bakugo. En el momento en que sus lenguas se entrelazaron sólo pudo pensar en el calor que lo embargó, sin poder evitar jadear contra la boca del rubio.

—Es una auténtica… mierda… que no podamos… vernos más —susurró Bakugo entre beso y beso.

—Pero si nos vemos… todos los días —replicó Shoto con la voz ligeramente temblorosa, al sentir cómo el rubio le acariciaba por encima de la ropa.

—Me refiero a por la noche... idiota —Bakugo dirigió sus labios hacia el cuello de su compañero mientras le quitaba la corbata y le desabrochaba varios botones de la camisa.

—Sabes que si queremos mantener… esto en secreto… debemos tener cuidado —murmuró Todoroki con la voz entrecortada, mientras llevaba las manos a la espalda del otro—. Además, si te soy sincero… me gusta echarte de menos...

—No digas… estupideces —Bakugo arrastró a su compañero hasta la cama, que estaba cubierta con sábanas de un patrón de camuflaje verde militar, y lo empujó con lentitud sobre el colchón sin dejar de besarlo.

Mientras Katsuki recorría con sus labios la suave piel de Todoroki, éste enredó los dedos en el pelo rubio del otro, suspirando y despeinándolo más todavía.

—Me gustas mucho, Katsuki —susurró en su oído.

—No te pongas ñoño, mitad-mitad —le respondió Bakugo mientras terminaba de desvestirlo.

Momentos después, dos jóvenes desnudos daban rienda suelta a su pasión.

―xXx―

Mirai Sasaki, también conocido como Sir Nighteye, entró por la puerta principal de su agencia y, sin detenerse en ningún momento, se dirigió hacia su despacho. Mientras caminaba hacia allí, pasó por delante de la oficina de Bubble Girl. Se asomó ligeramente y vio a la chica dormitando sobre un montón de papeles. Se planteó si debía despertarla para mandarla a casa, pero cuando vio su reflejo en el cristal de la puerta, inmediatamente decidió que sería mejor que no le viera en semejante estado, por lo que siguió avanzando con sigilo. Pero en cuanto puso la mano sobre el pomo, oyó un suave susurro que no podía proceder más que de la chica.

—¿Sir? —escuchó su voz somnolienta—. ¿Eres tú?

—Sí, soy yo. Quizás deberías marcharte a casa, Awata-chan. Es muy tarde —dijo y al mover el brazo para girar el picaporte soltó un gemido de dolor, que intentó amortiguar llevándose la otra mano a la boca.

—¿Te encuentras bien? —la chica, que lo había escuchado perfectamente, se asomó por la puerta de su oficina—. ¡Madre mía, Sasaki-san! —exclamó cuando le vio—. ¿Qué te ha ocurrido? ¿Tuviste problemas durante la patrulla? ¡Te dije que no salieras solo!

La pálida piel del hombre se encontraba cubierta de golpes y moratones. Un hilo de sangre seca partía desde la oreja y se perdía por detrás del cuello, formando un camino rojo en su rostro.

—Me encontré con Shigaraki y un par de los miembros de la Liga de los Villanos. Como podrás imaginar, no me pusieron las cosas fáciles —le explicó a la mujer, que no paraba de revisar sus magulladuras, alarmada—. Me noquearon y me llevaron a una de sus guaridas. Supongo que debo alegrarme de seguir vivo.

—Tenemos que reunir a todos los héroes. No podemos… Deberían hacerte…

—No, Awata-chan. Espera. No podemos precipitarnos —la interrumpió, mirándola con severidad.

—Pero, Sasaki-san... —protestó la heroína—. Tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados sin hacer nada. Podría volver a pasar. Y tal vez al héroe que ataquen la próxima vez, no tenga tanta suerte como tú. Deberíamos dar parte a las autoridades.

—Mañana será otro día —dijo el hombre con estoicismo, mirándola fijamente a los ojos—. De momento, creo que es mejor que esto quede entre nosotros.

La chica lo pensó durante unos instantes, mientras fruncía el ceño.

—Está bien —aceptó al final—. Pero al menos déjame curarte las heridas. Si esto no puede salir de aquí, será mejor que me haga cargo.

Bubble Girl fue corriendo a por el botiquín de emergencia que tenían en la agencia y mientras se ponía manos a la obra, Mirai se permitió recordar lo que había sucedido y el verdadero motivo por el que aún seguía vivo.

No le querían a él.

Aquello sólo había sido una advertencia. O la puesta en marcha de algún plan que desconocía…

Estaba patrullando por las calles de la ciudad cuando, sin previo aviso, dos villanos se le habían echado encima, dejándolo sin sentido y llevándolo a un lugar desconocido. Allí lo habían atado, amordazado y vendado los ojos, por lo que no podía estar seguro de cuánta gente había. Mientras forcejeaba e intentaba liberarse, uno de los malhechores al que creía haber identificado como Tomura Shigaraki le había dicho que tenían ciertos planes para el alumno de la UA llamado Katsuki Bakugo.

No había hablado de los motivos por los que querían al chico. No había mencionado por qué pensaba que podía serles útil y Mirai no le encontraba sentido a arriesgarse a ser atrapados sólo por un alumno de primero con cierto potencial; pero Shigaraki había insistido en que se iba a hacer con él a toda costa. Sir Nighteye tampoco sabía muy bien qué pretendía haciéndolo participe de sus planes ni en qué podía beneficiar a los villanos compartir dicha información con él y por eso mismo debía ser cauteloso y pensar bien su próximo movimiento.

El héroe volvió al presente cuando Bubble Girl comenzó a desinfectarle las heridas que tenía en el rostro, provocándole un pinchazo inesperado de dolor.

—Ya casi termino... —le dijo la muchacha, con un algodón en la mano.

El hombre no contestó. Sólo se acomodó un poco sobre la silla y siguió con sus pensamientos.

No podía evitar sentirse mal por haberse dejado atrapar con tanta facilidad. Había salido a hacer la ronda sin Centipeder, puesto que éste se había puesto enfermo unas horas antes, y eso había resultado ser demasiado imprudente por su parte. Bubble Girl se había ofrecido a salir con él, pero tenía papeleo que rellenar y no había querido sobrecargarla de trabajo. Al fin y al cabo, llevaban tiempo sin sufrir ningún altercado gordo y creía que podía apañárselas él solo. Evidentemente, se había equivocado.

Y ahora disponía de una información que no sabía muy bien cómo manejar.

―xXx―

Miércoles, 18 de marzo de 2020

Mirio permaneció acostado en uno de los sofás que había en las zonas comunes, donde se había quedado después de que Yuyu se despidiera de él. Con la mirada fija en el techo, no dejaba de darle vueltas a la situación en la que se encontraba su amiga.

Supuso que él, en el fondo, tenía suerte. Por lo menos sólo tenía que pensar en su futuro profesional, sin temer decepcionar a alguien en el proceso. Imaginó que ésa era una de las ventajas que tenía por estar soltero.

Tal vez nunca tenga una relación seria..., pensó entonces mientras se incorporaba. Quiero ser un buen héroe y salvar a un millón de personas. Quizás tener pareja sea contraproducente. Además, no sé si habría alguien en el mundo dispuesto a salir conmigo, sabiendo que lo sacrificaría todo por salvar a gente inocente.

¿En qué clase de héroe querría convertirse Amajiki? Siempre lo veía esforzándose al máximo, dándolo todo cuando nadie le miraba. ¿Saldría con alguien que le diese prioridad a la vida de los demás por encima de la suya propia? Estaba convencido de que él también lo haría si fuera necesario. Lo sabía por su forma de actuar, con perseverancia y esmero, por su forma de seguir adelante pese a sus nervios y su ansiedad. Desde la distancia, Mirio no podía evitar admirarle, envidiarle, desearle...

Al llegar a esa parte de sus pensamientos el rubio se detuvo en seco.

No era verdad, no le gustaba Amajiki. Apenas lo conocía.

Era cierto que en los tres años que habían ido juntos a clase no habían intercambiado demasiadas palabras, pero Mirio siempre había pensado que había cierto atractivo en su forma de ser, tan reservado y misterioso. Sabía que tenía muchos problemas de autoestima y ansiedad, y apenas era capaz de decir una frase del tirón cuando tenía que exponer sus trabajos en clase. Pero todo aquello también tenía su encanto. A Mirio le daban ganas de estrecharlo entre sus brazos y decirle que todo iba a salir bien.

En verdad, sólo habían pasado algo de tiempo juntos durante aquel último año, mientras hacían el proyecto trimestral para el que los había emparejado Aizawa-sensei. Habían estado tres meses quedándose en la biblioteca después de clase. Aunque no había sido mucho tiempo, Mirio había estado muy cómodo con él. Con los prolongados silencios del chico, sus amables asentimientos, sus consejos y sus tímidos sonrojos. Con las tenues sonrisas que esbozaba, sólo para él. De alguna forma había sentido una especie de vínculo con Amajiki. Algo diferente. Especial.

Cuando terminaron el trabajo, se encontró echando de menos aquellos momentos después de clase, pero no se lo había comentado a ninguna de sus amigas, porque se negaba a pensar demasiado en el tema y en lo que aquello podía implicar.

Es demasiado callado y serio, se dijo entonces, negando con la cabeza. Aunque desde que hicimos juntos el proyecto siempre me saluda y hasta me sonríe. Y he visto cómo le brillan los ojos. Esos ojos con largas pestañas. Tan bonitos y oscuros como una noche de verano... Y su cuerpo. Delgado, pero tonificado, con esas abdominales que…

Mirio se quedó pasmado cuando la compresión llegó a él.

—Dios... creo que, definitivamente, me gusta Amajiki...

—¿Sabes? Ya era hora, Togata-kun.

Nejire se había despertado con ganas de ir al baño y cuando iba de vuelta a su dormitorio había visto luz en las zonas comunes. Dejándose llevar por su innata curiosidad se había dirigido hacia allí, alcanzando a escuchar los pensamientos de Togata que, sin darse cuenta, había expresado en voz alta.

—¡Joder, menudo susto me has dado! —el rubio trató de recobrar la compostura mientras miraba a su amiga—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—El suficiente —la muchacha se sentó en el sofá junto a Mirio, esbozando una amable sonrisa—. Y dime, ¿te acabas de dar cuenta? ¿Estás seguro de lo que sientes?

—Creo que sí y sí, Hado-chan... —el rubio suspiró—. Pero no tiene sentido hablar de ello. La verdad es que dudo mucho que él sienta lo mismo que yo. No parece la clase de persona que se interesaría por eso. Además, ni siquiera sé si es gay…

—¿Lo dices en serio? ¿Has pensado en revisarte tu gaydar, Togata-kun? Creo que llevas tanto tiempo soltero que se te ha debido escacharrar —Nejire se cogió un mechón de pelo y comenzó a trenzárselo, algo que siempre hacía cuando reflexionaba o se ponía nerviosa—. Si te soy sincera… desde que hicisteis ese trabajo juntos, he notado que de vez en cuando te lanza miraditas, se pone rojo y aparta la vista. Así que no creo que le seas del todo indiferente.

—¿Tú crees? —los ojos azules de Mirio refulgieron durante un segundo.

—Sé lo que he visto y, de hecho, me sorprende que tú no te hayas dado cuenta. No es muy discreto que digamos —la chica se soltó el mechón e inclinó la cabeza a un lado—. ¿Has pensado en hablar con él?

—¿Estás de coña? —Mirio miró a su amiga con los ojos abiertos de par en par.

—Creo que no perderías nada por intentarlo —Nejire se encogió de hombros.

—No, claro que no —contestó Mirio con ironía—. Sólo le provocaría un infarto a uno de mis compañeros de clase, pero nada más.

—Eh, eh. Eres un exagerado, Togata-kun, ¿lo sabías?

—Lo que sé es que, si me rechaza, la confesión me saldrá cara… —le dijo, mientras se tocaba el rostro sonriendo; entonces se rascó la cabeza, pensativo—. Si al menos me diera alguna señal, entonces... tal vez…

—Creo que más bien deberías pensar en que las clases se acaban y que, en el caso de que saliera mal, no tendrías que volver a verle —Nejire le miró con fijeza—. ¡Togata-kun, es ahora o nunca! ¿Vas a dejar pasar la oportunidad? No me parece propio de ti…

Ambos se quedaron callados durante un buen rato, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Nejire abrió la boca para decir algo, pero después pareció pensárselo mejor y volvió a cerrarla. Entonces se levantó del sofá, sonriéndole ampliamente y se dirigió hacia la puerta de las zonas comunes para volver a su dormitorio.

—Hado —Mirio la llamó antes de que se marchara; ésta se giró cuando estaba en el quicio de la puerta. Le daba un poco de vergüenza preguntarle aquello, pero era una cosa que se le había pasado por la cabeza en alguna ocasión y quería conocer la opinión de su amiga—. ¿Crees en las almas gemelas?

La chica frunció el ceño y por un instante lo miró como si le hubieran crecido dos cabezas; entonces esbozó una amplia sonrisa, como si acabase de resolver un enrevesado enigma.

—¿Y tú? —le preguntó. Inmediatamente después le echó un vistazo a su móvil para ver la hora y se lo volvió a guardar—. Será mejor que te vayas a dormir, Togata-kun; ¿se te ha olvidado que mañana tenemos examen con Midnight a primera hora? —le dijo, echándose un poco hacia delante y moviendo el dedo anular como si estuviera regañándole. Entonces, repentinamente, pegó un saltito—. ¡Ah! Por cierto... cuando fui al baño me pareció ver a Amajiki merodeando por los pasillos. ¿Por qué no estaría en su habitación...? La verdad es que es un chico bastante raro. ¿Cómo será tener una relación con él? —abstraída, se llevó la mano a la barbilla; un segundo después pareció salir de su ensoñación y volvió a mirar a Mirio—. ¿Será más comunicativo con su pareja? ¿Me lo contarás si alguna vez estáis juntos? Por cierto, ¿qué es lo que más te gusta de Amajiki? ¿Qué es exactamente lo que has visto en él? Bueno, ya me responderás mañana. No te entretengo más. ¡Buenas noches!

—¡Hasta mañana, Hado-chan! —exclamó Mirio y cuando la joven se marchó, enfiló hacia su dormitorio, pero en el último momento cambió de parecer y se dirigió hacia los pasillos.

Mientras hablaba con Hado no había dejado de darle vueltas a lo que sentía por Amajiki. Podía parecer repentino, pero en realidad creía que se había ido enamorando de él poco a poco, desde que habían tenido que hacer aquel trabajo durante el primer trimestre. Sus silencios, sus asentimientos… la amabilidad con la que le había ido explicando lo que iban haciendo… su suave pelo cayéndole por los ojos, sus tímidas sonrisas y su rostro ruborizado cuando sus miradas se cruzaban. Sus delgados dedos jugando con el bolígrafo mientras bajaba la vista avergonzado por alguna impertinencia que había soltado Mirio… Su voz calmada y dulce… Era raro, pero de alguna manera sentía que entre ellos se había establecido algún tipo de conexión y en aquel momento sólo podía pensar en que necesitaba encontrarle.

Ahora.

Sé que va a parecer un poco raro si me descubre, pero... al menos tendré la satisfacción de haberlo visto antes de irme a dormir. Pensando aquello, dejó atrás las zonas comunes y se perdió entre los oscuros pasillos que conducían hacia las diferentes plantas que albergaban los dormitorios de la UA.

 

Notes:

Vaya... parece que Mirio ya ha reconocido sus sentimientos, por fin. ¿Se declarará a Tamaki? Por otro lado, ¿creéis que la Liga le ha hecho algo a Nighteye? ¿Por qué creéis que lo habrá dejado marchar? ¿Quién creéis que será el primer personaje en morir? ¿Se irá Nejire finalmente a Italia? ¿En tal caso, Yuyu irá con ella?

Madre mía, cuántas preguntas... Parezco Nejire... Afortunadamente, dentro de poco, podremos responder la mayoría. Nos vemos en el siguiente capítulo!

Chapter 3: SUCESOS ESPERADOS E INESPERADOS

Notes:

Resumen: Yuyu decide hablar con Nejire acerca de irse a vivir juntas a Italia, Bakugo se encuentra con su novio: Todoroki, Nighteye regresa magullado y herido a su agencia, después de un indeseado encuentro contra varios villanos de La Liga y Mirio, por fin, admite en voz alta sus sentimientos hacia Tamaki por lo que, en lugar de irse a dormir, se dirige a los pasillos en su busca.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Miércoles, 18 de marzo de 2020

Sabía que no debería estar merodeando por allí a aquellas horas de la noche y que se moriría de vergüenza si un profesor le pillaba, pero Tamaki no podía dormir y necesitaba un respiro de las cuatro opresoras paredes que suponían su habitación. Aquello era algo que hacía a veces. Cuando se sentía demasiado nervioso como para pegar ojo, aprovechaba la calma que reinaba en la UA al ponerse el sol y caminaba por los pasillos desiertos, consiguiendo así liberarse del agobio que a veces sentía al estar encerrado en su cuarto.

Cuando vio la hora que era y notándose menos ansioso después de haber estado un rato paseando por los oscuros y silenciosos corredores, decidió volver a su dormitorio, pero, al doblar una esquina, alcanzó a distinguir por el rabillo del ojo un movimiento sospechoso. Gracias a su peculiaridad no necesitaba luz para poder ver en aquella penumbra, pero aun así no pudo evitar sorprenderse al descubrir que la persona que se acercaba hacia él era quien menos hubiera esperado encontrarse. Lo primero que pensó fue que debía retroceder para tratar de esconderse, pero las piernas no le respondieron. Togata caminaba observando su teléfono móvil, que iluminaba de forma poco prudente el camino, sin ser consciente de la presencia de su compañero a pesar de encontrarse a unos tres metros de distancia. Tamaki iba vestido con ropa oscura, por lo que imaginó que por eso no le había visto.

—Eh… ho... hola —saludó en un susurro, antes de que el rubio se chocara contra él. Mirio se sobresaltó, dejando caer el móvil que llevaba en la mano, provocando un ruido sordo contra el suelo. El rostro de Tamaki se contorsionó ante el escándalo. Mirio se agachó apresuradamente para recogerlo, todavía con el corazón acelerado por el susto.

—¡Amajiki-kun! —exclamó el rubio cuando se recompuso de la impresión—. No podía dormir y decidí salir a dar una vuelta —se excusó, mientras se guardaba el teléfono en un bolsillo—. ¿Todo bien?

Mirio se sintió un poco tonto después de decir aquello, pero Amajiki no pareció darle importancia, aunque antes de responder se llevó un dedo a los labios, pidiéndole tácitamente que intentara ser menos escandaloso.

—Nece… necesitaba… aclarar la cabeza —tartamudeó Tamaki en un susurro, sonrojándose y bajando la mirada—. ¿No podías… dormir? ¿Pesadillas? —se aventuró a preguntar, tratando de ser cortés.

—No, qué va. Nada de eso —respondió Mirio y, al ver la expresión de preocupación de Tamaki, se apresuró a añadir—: simplemente no podía conciliar el sueño. Ya sabes… los exámenes y esas cosas…

Tamaki sabía perfectamente a qué se refería. No era la primera vez que los nervios o la ansiedad habían impedido que cayera rendido en la cama. Pero, gracias a la experiencia, sabía que aquello tenía fácil solución.

—¿Quie… quieres una… pastilla para… dormir? —le preguntó Tamaki, tratando de ser útil, y al obtener una respuesta afirmativa, comenzó a buscar en los bolsillos de su chándal, poniéndose más colorado todavía al darse cuenta de que no llevaba ninguna encima—. Tengo… en mi… habitación. ¿Me acom…?

—¡Sí, claro! —respondió Mirio, bajando la voz cuando Tamaki movió las manos arriba y abajo para que tratase de ser más discreto.

Entonces los dos se dirigieron en silencio hacia la habitación de Tamaki. Éste iba por delante para guiar a Mirio en la oscuridad, mientras el rubio aprovechaba la ocasión para observar la estrecha, pero tonificada espalda de su compañero cubierta por una sencilla camiseta negra y el pantalón de algodón que se ajustaba bastante bien a su trasero. Cuando llegaron a la puerta, Tamaki, ajeno al escrutinio al que lo acababa de someter Mirio, lo invitó a pasar.

—Un… un momento —tartamudeó mientras rebuscaba en un cajón, extrayendo un blíster medio vacío, unos segundos después. Cogió una botella de agua que tenía sobre su mesita de noche y luego le tendió ambas cosas a Mirio. Hubiese sido más fácil darle la pastilla y que el chico se la tomase en su propio cuarto que, de hecho, era el contiguo al suyo, pero Tamaki estaba demasiado nervioso como para caer en ello.

El rubio cogió lo que le ofrecía mientras Tamaki le observaba de reojo. Su ancho pecho, fuerte y musculoso se marcaba sin pudor bajo el fino pijama que llevaba, al igual que sus amplios hombros. Cuando Mirio le devolvió la botella, Tamaki apartó la vista, avergonzado. Al cogerla, sus dedos se rozaron levemente, lo que provocó que el chico de pelo índigo se sonrojara más aún, algo que a Mirio no le pasó desapercibido. ¿Tenía razón Hado? ¿Tendría posibilidades con él?

—¡Muchas gracias! —dijo sin moverse del sitio.

Tamaki, asintió mirando al suelo y adelantándose para abrir la puerta de nuevo, pero Mirio siguió en el mismo lugar. El silencio se hizo entre ellos. Tamaki levantó la vista y observó al rubio de forma interrogativa. En ese momento fue cuando se dio cuenta de que Mirio tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada, como si le preocupase algo. ¿Sería ésa la causa de que no pudiese dormir? ¿Podría hacer algo más para ayudarle?

—¿E… estás bien? —le preguntó Tamaki, acercándose ligeramente, con timidez. Levantó una mano, pero la detuvo a medio camino, quedándose suspendida en el aire durante un instante antes de volver a caer a su costado—. ¿Togata-kun? Oye, eh… ¿Te… te asusta algo? Puedes contarme… lo que… lo que sea.

A Mirio no le resultaba precisamente fácil hablar de sus sentimientos y por eso siempre estaba gastando bromas y haciendo juegos de palabras, para evitar ciertos temas más profundos con los que no se solía encontrar del todo cómodo. Pero Hado había estado en lo cierto. En todo. Amajiki le gustaba. Y le gustaba mucho. Y si las señales que había percibido hasta ahora significaban algo, parecía que a Amajiki también le gustaba él. El curso estaba a punto de acabar y sabía que no tendría muchas más oportunidades como ésta. Así que supuso que se encontraba en una situación de ahora o nunca. Y Mirio no era conocido precisamente por rendirse fácilmente o acobardarse.

—Amajiki-kun —dijo en un susurro, por fin poniéndose en marcha y acercándose a la puerta que Tamaki había abierto, rompiendo la tensión que se había creado entre ellos. Antes de cerrar, llenó los pulmones de aire y después lo soltó, entonces, volvió a hablar—: Bueno. Ya sabes que… estamos aquí para convertirnos en héroes y todo eso. Por lo que no suelo sentir miedo a menudo, pero tienes razón; sí que hay algo que me asusta. Y eso es… bueno… supongo que debería decir que… eh… me asusta… lo que siento por ti.

Y tras esa torpe confesión improvisada, la puerta se cerró dejando a Tamaki con una expresión de sorpresa dibujada en el rostro.

Unos segundos más tarde el chico reaccionó, apoyando la frente contra la pared, el rojo tiñendo hasta la punta de sus orejas. El frío ladrillo no consiguió amainar el calor que sentía. No podía ser cierto lo que Togata le acababa de decir. Él no era nadie, ni siquiera era un buen héroe. Por mucho que se esforzara no le llegaba ni a la suela de los zapatos. ¿Cómo era posible que uno de los Tres Grandes pudiera sentir algo por él? ¿Acaso era una broma? ¿Estaría Togata tratando de burlarse de él?

No. No podía ser. Togata siempre se había portado muy bien con Tamaki. Y quería ser un héroe para ayudar a todo el mundo, por lo que jamás haría algo así. Era demasiado noble como para hacer algo tan mezquino. Creía conocerlo lo suficiente como para poder afirmar eso, y más después de haber trabajado junto a él durante tres meses, codo con codo…

A pesar de sentir cómo la ansiedad trataba de empañar aquel momento, intentando llenarle de dudas y tratando de intensificar sus inseguridades, se centró en pensar en los buenos momentos que había pasado con Togata en la biblioteca. Las cómplices miradas. Las resplandecientes sonrisas. Los casuales toques… El calor que desprendía su cuerpo, como si fuera el mismo sol.

Recordar aquello le calentó el corazón.

Togata le acababa de decir que le asustaba lo que sentía por él. Las palabras habían sido directas y claras, sin dejar margen de error. Eso era lo que había y Tamaki no iba a permitir que su cerebro retorciera lo que había sucedido. Al fin y al cabo, hasta su amiga Amori se lo había dicho.

—Te mira mucho —comentó un día la chica en el comedor mientras fruncía los labios—. Y conozco esa mirada de alelado. Le gustas, Amajiki-kun. Estoy convencida. Me lo dice mi sentido arácnido.

Tamaki se había reído por la broma que había hecho ella en referencia a su peculiaridad —que consistía en compartir ciertas cualidades con las arañas—, pero no dijo nada acerca de lo que Amori estaba insinuando. Prefirió ignorarlo, porque era más fácil hacer eso que tener que enfrentarse a sus propios sentimientos.

Hasta ahora.

Mordiéndose el labio superior para evitar que su boca formara una sonrisa tonta, se dejó caer en la cama, intentando concentrarse en la respiración para que los desbocados latidos de su corazón se calmasen un poco. Ya no podía seguir negando lo que sentía. No podía seguir pensando que lo que veía era producto de su imaginación debido a la necesidad de sentirse correspondido y amado.

A mí también me asusta lo que siento, Togata-kun..., pensó, mientras cerraba los ojos e imaginaba dos musculosos brazos envolviéndose a su alrededor con ternura.

―xXx―

Nejire no podía dormir. Daba vueltas sobre la cama pensando en la situación que estaba viviendo con Yuyu.

Su relación de amistad se había vuelto todavía más estrecha después de la muerte de sus padres ―al poco tiempo de empezar su segundo año en la UA―, en un accidente de tráfico provocado por unos villanos. Pero no habían empezado a salir juntas hasta después de las Navidades.

Desde entonces las cosas habían marchado bien entre ellas. Tenían discusiones y desacuerdos como todas las parejas, pero cualquiera que las viera podía darse cuenta del amor que se profesaban.

La muchacha salió de la cama y se dirigió hacia la ventana, retirando ligeramente las cortinas para contemplar el cielo negro y estrellado, como la mayor parte de las noches invernales en Musutafu. En unos días llegaría la fiesta de graduación y con él la primavera, que cambiaría por completo el paisaje.

Quizás se había equivocado al pensar que Yuyu quería lo mismo que ella: irse a vivir juntas cuanto antes. Tal vez su novia no se sentía preparada para dar ese paso. ¿Estaría precipitándose? ¿Tal vez se estaba dejando llevar por su impulsividad? ¿Se sentiría Yuyu presionada por su culpa?

Nejire no había querido contarle que tenía miedo de volver a casa y encontrársela vacía, y tampoco quería marcharse a Italia sabiendo que allí no tenía a nadie. No quería estar sola en un continente desconocido, sin alguien a su lado a quien poder abrazar. ¿Acaso estaba siendo demasiado egoísta?

La joven se dirigió hacia su mesita de noche de donde extrajo una gruesa libreta. En la portada se podía distinguir el número 10 en grandes caracteres de color violeta.

Se sentó en su escritorio y cogió un bolígrafo. La abrió y comenzó a escribir en ella. Transcurrió más de una hora antes de terminar, tras lo cual guardó el boli y depositó el pequeño cuaderno de nuevo en el cajón.

Nejire bostezó cansada y se dirigió a la cama, donde momentos después se quedó dormida.

―xXx―

En la intimidad de su cuarto, Tamaki no paraba de pensar en lo que había sucedido. Había intentado dormirse, pero después de la declaración de Togata, le había resultado imposible.

Me asusta lo que siento por ti.

Aquellas palabras se repetían una y otra vez en su cabeza.

Había pasado bastante tiempo pensando en todas las veces que habían coincidido Togata y él a lo largo de aquellos tres años en la UA. Al principio le había parecido un chico ruidoso y algo tonto y no había sentido mucha afinidad con su forma de ser, pero después de haber trabajado con él durante aquel trimestre, había podido conocerlo de primera mano y se había dado cuenta de que cuando pensaba en él ya no era utilizando adjetivos tales como molesto o escandaloso; ahora, cuando el rubio aparecía en su cabeza, empezaba a sentir un calor en su cuerpo que sabía demasiado bien lo que significaba.

No tenía muy claro cuándo había cambiado su forma de pensar con respecto a Togata. Cuándo había pasado de considerarle cargante a creer que era amable y considerado. No sabía cuándo había comenzado a observándole con insistencia. Buscando alguna excusa, por mínima que fuera, para poder contemplar aquellos ojos azul cielo, llenos de luz y vitalidad; para poder admirar esos labios carnosos que tanto le gustaban.

Si al menos no fuera uno de los Tres Grandes, no le daría tanto miedo aquella situación. Pero, ¿cómo iba a soñar con tocar el sol cuando ni siquiera podía alzarse del suelo?

Era consciente de que, dependiendo de lo que hiciera, las cosas podían cambiar por completo entre los dos, y que Togata, con toda seguridad, estaría esperando una respuesta por su parte. No sabía muy bien cómo abordar el tema, convencido de que metería la pata o haría el ridículo a pesar de saber de antemano que Togata respondería de forma positiva —o eso esperaba—. Pero, ¿cómo iba a ser capaz de confesar sus sentimientos si el simple hecho de pensar que el rubio dormía en la habitación de al lado ya lo ponía nervioso?

Por otra parte, si ambos terminaban aceptando lo que sentían, tendrían que enfrentarse a un sinfín de dificultades para poder estar juntos. Para empezar, eran dos hombres que, por si fuera poco, aspiraban a ser héroes. Y tener una relación estable teniendo en cuenta dichas circunstancias no sería precisamente fácil. Pocos héroes en esa situación habían acabado triunfando. Era algo bastante complicado y no sabía si serían lo bastante fuertes como para poder superarlo.

Y luego estaba lo peor de todo: Taiyo Takeda, quien había estado saliendo con Togata durante su segundo año y había dejado claro que, aunque habían roto, seguía sintiendo algo por él; además, por un motivo que era incapaz de comprender, parecía odiar a Tamaki con todas sus fuerzas, burlándose de él cada vez que tenía ocasión sin una razón aparente. Tamaki sabía a ciencia cierta que, si empezaba a salir con Togata, las cosas con Takeda sólo podían empeorar.

Suspiró mientras se incorporaba ligeramente, observando la imagen que se reflejó contra el cristal de la ventana de su habitación. A pesar de la oscuridad que reinaba en su cuarto, lo que vio no le gustó.

Es tan distinto a mí. Togata es tan atractivo y hábil. ¿Quién soy yo para aspirar a estar con él? Se merece a una persona mucho mejor. Alguien que pueda triunfar y convertirse en un gran héroe y no alguien que no es capaz de decir dos palabras seguidas sin trabarse.

—Pero me gusta tanto...

Togata había sido muy valiente confesándole sus sentimientos y tal vez Tamaki no se mereciera estar con una persona con las cualidades del rubio, pero eso no quitaba que, para bien o para mal, debía darle una respuesta. Era lo menos que podía hacer después de lo que había hecho su compañero de clase.

—Mañana hablaré con él.

Asintiendo con determinación, el chico se volvió a tumbar en la cama, dispuesto a aprovechar las pocas horas de sueño que aún le quedaban. Esperando amanecer con la misma confianza con la que se había acostado.

―xXx―

En su habitación, Katsuki se despertó por el frío que emanaba del cuerpo desnudo que yacía a su lado. Tomó la sábana que estaba olvidada a sus pies y cubrió a su compañero con ella. Después se dedicó a observarlo durante un largo rato, mientras acudían a su mente las circunstancias en las que habían terminado juntos.

Al comienzo de las clases ambos habían tenido sus diferencias, aunque, según había ido trascurriendo el tiempo, habían ido limando sus asperezas. Sin embargo, hasta mediados del curso no habían comenzado a mirarse con otros ojos. Y aunque Katsuki casi siempre estaba con Sero, Ashido, Kaminari y Kirishima, había encontrado la forma de escabullirse de vez en cuando.

Al principio sólo los movía el interés por entrenar juntos. Habían pasado bastante tiempo preparándose el examen para conseguir la licencia provisional de héroe y habían acabado descubriendo que se complementaban bien el uno con el otro y, además, sentían cierta atracción mutua, aunque al principio ninguno de los dos había querido reconocerlo. Conforme transcurría el curso, tratar de disimular lo que sentían había comenzado a ser más difícil hasta el punto de que, al final, habían acabado dando el paso.

Sucedió durante el Festival Cultural. Se lo pasaron bien con el resto de sus compañeros. Bailando, tocando música, cantando, brindando, bebiendo y comiendo. Después de eso, todos se habían ido retirando a sus dormitorios, poco a poco. Cuando todo el mundo se había ido, ellos decidieron dirigirse a la habitación de Katsuki para charlar tranquilamente de sus nuevas técnicas y sus avances.

Pasaron la mayor parte del tiempo sentados en la cama hablando de sus peculiaridades, de los héroes que estaban en los primeros puestos del ranking, criticando la obra de teatro que habían preparado los de 1-B para el festival… y así, hasta que los temas se les agotaron.

De pronto y sin previo aviso, Todoroki había tomado entre sus manos el rostro de Katsuki y lo había besado con dulzura. Obviamente, la primera reacción de Bakugo había sido apartarse con brusquedad.

—¿Qué demonios te crees que estás haciendo, mitad-mitad? —le había dicho, mirándole con los ojos abiertos de par en par, arrepintiéndose instantáneamente en cuanto las palabras habían salido de su boca. Al fin y al cabo, había estado esperando que llegara ese momento desde hacía tiempo, pero cuando por fin había pasado, se había sentido tan sorprendido que había reaccionado a la defensiva sin poder evitarlo.

—Yo… eh… pensaba que… —titubeó Shoto, sonrojándose al sentirse rechazado.

Entonces Katsuki pensó que la mejor forma de arreglar su cagada era ir directo al grano.

—Cierra el pico —espetó, mientras se acercaba y le devolvía el beso, sonriendo cuando sintió los brazos del chico de pelo blanco y rojo envolverse con firmeza alrededor de su cuello, respondiendo con torpeza.

No mucho después de aquello, Todoroki le había confesado a Katsuki que lo quería, pero éste no le había dicho nada: lo había empujado sobre la cama y entre besos lo había ido desnudando mientras le susurraba que no le dijera esas mierdas.

Katsuki volvió al presente al sentir que Todoroki se revolvía en sueños. Se acurrucó lo más cerca que pudo de él tratando de no despertarle, mientras recorría el rostro del chico de pelo bicolor con la punta de los dedos. Mirándole con cariño.

—¿Cómo demonios he llegado a este punto? —se preguntó.

Cerró los ojos y gruñó, mientras una sonrisa luchaba por formarse en sus labios. No tardó en volver a quedarse dormido contra el cuerpo de Todoroki, el cual encajaba perfectamente entre sus brazos.

―xXx―

Shoto se despertó con una extraña sensación en el pecho. Al principio se sintió desorientado al no reconocer el lugar donde se encontraba, pero de inmediato se tranquilizó al ver a la persona que dormía a su lado.

Qué extraño... siento como si hubiera soñado con alguien más, pero no sé con quién, el chico de pelo bicolor se sentó y se frotó los ojos, haciendo que la sábana que lo cubría se deslizara hasta su cintura, dejando al descubierto un torso delgado, pero tonificado, lleno de quemaduras similares a la de su cara, debido a los duros entrenamientos a los que lo había sometido su padre cuando era un niño. Bueno, ya me acordaré. Por ahora será mejor que despierte a Katsuki, no se nos vaya a hacer tarde para el examen de hoy.

Mientras observaba al rubio, no pudo evitar preguntarse qué les depararía el futuro. Hacía poco que habían aprobado el examen para obtener su licencia provisional y debido a que el curso estaba tan avanzado, ni Katsuki ni él habían conseguido todavía una agencia donde realizar sus pasantías. Como última opción estaba la de su padre, pero prefería evitarla si era posible.

Todavía somnoliento, cogió su móvil y lo desbloqueó.

—Mierda —susurró entonces levantándose de la cama como impulsado por un resorte—. Katsuki, despierta... ¡Despierta!

Un minuto después dos despeinados muchachos corrían apresurados hacia el edificio de la UA donde se impartían las clases, esperando llegar a tiempo.

Justo cuando estaban subiendo las escaleras, Present Mic entraba en el aula, después de observar su reflejo en el cristal de la puerta y sonreírle a su imagen. Saludó enérgicamente a los alumnos y después les dio a los de las primeras filas las hojas del examen, pidiéndoles que fueran pasándolas hacia atrás.

—I hope you’ve studied. Good luck! —les dijo el profesor y después se giró hacia los dos estudiantes que, como torbellinos, acababan de entrar en la sala—. Todoroki… Bakugo...

—Disculpe el retraso, sensei —dijo Shoto, sabiendo que era mejor intervenir antes de que Katsuki soltara algo malhumorado por su boca—. No volverá a ocurrir.

—Por supuesto que no volverá a ocurrir. Ésta es vuestra última clase conmigo.

El adolescente asintió y no añadió nada más, aliviado porque el profesor no les hubiera prohibido realizar el examen. Katsuki reprimió las ganas de darle una colleja a su compañero por la idiotez que había dicho y caminó detrás de él sin levantar la vista.

—Gracias, sensei —murmuró Shoto mientras se sentaba, seguido de cerca por el rubio.

―xXx―

El director de la UA, Nezu —que bien podría ser un ratón, un oso o un perro, pero éste era un dato que carecía de relevancia—, se encontraba en su oficina revisando unos documentos cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta.

—Adelante —dijo poniéndose de pie para recibir a su visita, preguntándose quién podría ser.

—Buenos días, director —la persona recién llegada lo saludó con cortesía mientras traspasaba el umbral—. Espero no molestar.

—Esperas bien —Nezu le sonrió y le indicó al Pro héroe que tomara asiento frente a él—. ¿Té? —preguntó, pero su interlocutor hizo un gesto con la mano denegando la invitación, así que el ratón sólo sirvió una taza para él—. ¿En qué puedo ayudarte, Sir Nighteye? —le dijo mientras dejaba la tetera sobre la mesa.

El recién llegado respiró con fuerza unas cuantas veces, antes de comenzar.

—Es algo relacionado con el alumno Katsuki Bakugo.

—¿Con Bakugo? —Nezu se enderezó en la silla, siendo consciente del historial conflictivo del chico—. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha metido en problemas?

Mirai se puso de pie y se acercó a la ventana del despacho, dándole la espalda al director.

—Ayer por la tarde, salí a patrullar solo… La Liga de los Villanos me tendió una emboscada y… me noquearon. Cuando recobré la conciencia, me habían amordazado y tapado los ojos, así que no pude ver dónde me encontraba.

El ratón pegó un salto para bajarse de la silla y se dirigió hacia donde estaba el hombre. Aquello parecía ser más grave de lo que había supuesto en un principio.

—No pude reconocer la voz de nadie, excepto la de Shigaraki, que no dejaba de decir que pronto secuestrarían a Bakugo y que en esta ocasión no iban a fallar.

Nezu frunció el ceño ante la inesperada información recibida. Después de pensar durante un segundo sobre aquello, levantó la vista y miró de forma escrutadora a Nighteye.

—¿Qué opinas al respecto? ¿No crees que pueda ser una trampa?

—No lo sé, la verdad. Estoy desconcertado. No entiendo por qué me secuestraron sólo para hacerme partícipe de esa información —el hombre suspiró, abatido—. Podrían haberme matado sin mucha dificultad y, en cambio, me informaron de sus planes y me dejaron ir. He estado dándole vueltas toda la noche y no he sido capaz de llegar a ninguna conclusión convincente. Por eso he decidido venir aquí.

A Nezu todo aquello le olía bastante mal, pero tenía claro que fuera cierto o no, en la UA tendrían que extremar las precauciones para proteger al alumno. Por si acaso. No podían permitir que se repitiera lo que había sucedido durante el Viaje Escolar y menos aun sabiendo de antemano lo que podía pasar.

—Supongo que lo mejor será que, de momento, esto no salga de aquí. Cuanta menos gente lo sepa, menos probabilidades habrá de que cunda el pánico. Me encargaré de que Bakugo esté protegido mientras no deje las instalaciones de la UA e investigaré acerca de las intenciones de La Liga —dijo el ratón.

Nighteye asintió mientras se subía las gafas y dejaba el despacho sin añadir ni una palabra más.

―xXx―

Los profesores de la UA tenían en el colegio unas pequeñas habitaciones dotadas de salón, baño propio y un dormitorio, puesto que cada quince días tenían que quedarse para hacer rondas nocturnas y vigilar que los alumnos que dormían allí no alborotasen. Además de garantizar la seguridad del lugar, por supuesto.

Justo en aquel momento Shota Aizawa observaba con detenimiento los vinilos colgados en las paredes del pequeño salón de Present Mic. El hombre esperaba con cierta impaciencia a que su amigo apareciera por allí. Mientras aguardaba, sus ojos no pudieron evitar fijarse en la copa vacía que estaba sobre la mesa. Un poco pronto para eso, ¿no?, pensó alzando las cejas.

Hizashi Yamada le había escrito al móvil para invitarlo a comer y Shota se había presentado allí de forma puntual, pero como siempre, su amigo debía estar acicalándose y todavía no se había dignado a salir del cuarto de baño.

Aquel día, Shota había tenido que supervisar el examen práctico y teórico de los de primero y necesitaba una buena conversación para relajarse un poco, puesto que los exámenes siempre lo ponían algo tenso; así que en cuanto había recibió el mensaje, había dejado todo lo que estaba haciendo para arreglarse y dirigirse hacia allí.

Una mano se posó sobre su hombro, sacándolo de sus pensamientos. Shota se dio la vuelta, sobresaltado, para encontrarse de lleno con los ojos verdes de su amigo que lo observaban con diversión; cuando quedaban a solas, Hizashi no solía llevar puestas sus gafas de sol. De inmediato, unos fuertes brazos lo estrecharon, haciéndole estremecer.

—Echaba de menos estar contigo a solas, Shota —le dijo Hizashi con toda naturalidad, ignorando las sensaciones que despertaba en su mejor amigo—. Me alegra que hayas venido, a pesar de lo liado que estás.

—Al contrario, soy yo el que se alegra —Shota trató de disimular el ligero temblor que se apoderaba de su cuerpo cada vez que Hizashi se acercaba demasiado a él—. Y dime, ¿qué tal los exámenes?

—Bien, no he tenido ningún problema con los alumnos —Hizashi tomó el brazo de Shota y lo condujo hasta el sofá—. No puedo dejar de pensar en que los de tercero se van a graduar en unos días. El tiempo pasa volando.

Shota se sentó y siguió con la vista los movimientos de su amigo, quien se acercó al mini bar que tenía en el salón para servir dos copas de sake; después, se acercó y tomó asiento junto a él, ofreciéndole una de ellas.

—Sí, este sábado. Supongo que coincidiremos allí.

—Qué remedio —dijo el rubio, soltando una carcajada y poniéndose de pie para dirigirse hacia una repisa de donde tomó un par de cajas—. Me he comprado esto para la ceremonia —le dijo mientras abría una de ellas—. ¿Qué te parece?

Se trataba de un traje de chaqueta y pantalón de color amarillo chillón con una corbata y una camisa de color morado; el conjunto era tan estridente como su amigo. Shota se lo imaginó en el estrado, anunciando a los graduados mientras movía los brazos como si fuera un pollo con gafas de sol a punto de salir volando, y no pudo evitar echarse a reír.

Hizashi no tenía ni idea de por qué se estaba riendo Shota, pero lo observó con detenimiento. Hacía mucho tiempo que no lo veía así y pensó que le quitaba años de encima. De pronto se vio a sí mismo y a su amigo cuando eran jóvenes, cuando no había cosas importantes de las que preocuparse, ni villanos, ni muertes de compañeros y amigos, ni decepciones, ni sentimientos de culpabilidad.

En un arranque de felicidad, se bebió su copa de un trago y después lo abrazó con fuerza. Shota se tensó ligeramente ante el gesto, aunque Hizashi no pareció notarlo.

—¡Me alegro de verte tan contento! —exclamó, sin soltarlo.

Shota no respondió. Sólo suspiró mientras refugiaba su rostro en el cuello de su mejor amigo, aspirando su perfume, para después cerrar los ojos y perderse en el tiempo que duró el cálido abrazo... tan ansiado y a la vez tan temido por la infinidad de sentimientos que despertaba en él.

 

Notes:

Vaya... por fin Mirio se ha declarado, aunque ha sido un poco torpe, ¿verdad? ¿Se atreverá Tamaki a decirle algo cuando se encuentren al día siguiente? ¿Qué pasará con el resto de personajes? Tendréis que esperar hasta el siguiente capítulo para saber las respuestas a estas preguntas *^_^*

Chapter 4: ATANDO CABOS

Notes:

Resumen: Mirio se declara a Tamaki, pero sale huyendo antes de obtener una respuesta. Nighteye habla con el director acerca de la info que tiene sobre la Liga de los Villanos y Aizawa se reúne con Present Mic a pesar de que no es lo más conveniente debido a sus sentimientos, aparentemente, no correspondidos.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Miércoles, 18 de marzo de 2020

Pensaba que nunca llegaría.

Jamás, en todo el tiempo que llevaba dando clase en la UA se le había hecho tan largo el trayecto desde su oficina hasta el despacho de Nezu.

—Director... —All Might se plantó frente al ratón, quien en esos momentos estaba ojeando un libro de mecánica cuántica—. Ha ocurrido algo de suma importancia que debería saber.

—¿Qué ha pasado? —el director levantó la vista y le hizo un gesto para que continuara. El ex héroe no se anduvo por las ramas.

—Sir Nighteye ha venido a verme a mi oficina. Al parecer la Liga está planeando atacar la UA y me ha pedido los protocolos de seguridad por si nos puede ayudar a detectar los puntos más vulnerables. Además, se ha ofrecido a echarnos una mano con la vigilancia —tras decir estas palabras, el profesor se sentó en una silla—. También me pidió que no se lo dijera a nadie, que sería más seguro si esto quedaba entre nosotros dos. Pero es un asunto bastante peliagudo y no podía ocultárselo, director. Entre otras cosas porque yo no dispongo de autorización para acceder a los documentos que me ha pedido…

—Es bastante peculiar la información que me estás dando —dijo el ratón, mirándolo fijamente con en ceño fruncido—. A mí también me ha hecho una visita, aunque lo que me dijo fue un poco diferente.

—Sea como sea, tenemos que hacer algo —All Might se pasó las manos por el cabello mientras continuaba—. No podemos permitir que la Liga…

—Y no lo vamos a hacer, Yagi-san. Pero… acerca de lo que me estás contando —el director se quedó un rato en silencio—. Hay algo que no me cuadra… A mí Nighteye me dijo que fue secuestrado…

—¿En serio? —Toshinori alzó las cejas, sorprendido—. Sí, es extraño, a mí no me ha comentado nada de eso, pero estamos hablando de Mirai-san… Supongo que, si se ha guardado esa información, tendrá sus motivos. Ya sabe que suele ser bastante reservado.

—Lo que no logro entender es por qué la Liga lo ha dejado libre para que nos informe de sus intenciones —comentó Nezu, dándole vueltas al asunto—. No tiene sentido.

—Está claro que no conocemos todos los detalles, pero por ahora lo importante es averiguar qué podemos hacer con lo que sabemos —declaró Toshinori, con determinación.

El director se quedó callado durante un momento, entonces carraspeó y miró de soslayo a All Might.

—¿Crees que Nighteye podría correr peligro? ¿Crees que Shigaraki le hizo algo mientras lo tuvieron cautivo? Parece que está actuando de forma ligeramente sospechosa.

—No me sorprendería que le hubieran hecho algo —respondió Toshinori. Unos segundos después el ratón y el hombre se pusieron de pie y All Might agregó—: supongo que deberíamos contactar con él. No estaría de más saber si se ha sometido a un examen médico…

Nezu asintió y no perdió más tiempo en marcar el teléfono del Pro héroe y pedirle que se reuniera con él, de inmediato.

―xXx―

Los Tres Grandes habían estado comiendo algo y ahora se dirigían hacia las zonas comunes. Yuyu y Nejire todavía no habían hablado de aquel asunto que tenían pendiente. Esperaban —cada una por su lado—, poder hacerlo con calma al finalizar el día.

Caminaban en completo silencio por los pasillos del edificio de las habitaciones, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Al doblar una esquina se toparon con Izuku Midoriya, quien se acercó a Mirio para saludarle. El rubio les hizo señas a Haya y a Hado para que siguieran adelante y las chicas continuaron su camino después de despedirse.

—¡Hacía mucho que no te veía, Midoriya-kun! —exclamó el adolescente de ojos azules mientras se apoyaba contra una de las paredes, sosteniendo los libros contra el pecho—. ¿Cómo te han ido los exámenes?

—Creo que bien. Acabo de hacer el de Ectoplasm.

Izuku y Mirio hacían la pasantía juntos, pero debido a que ahora estaban en plena época de exámenes, Sir Nighteye les había dado varias semanas libres para que pudieran estudiar y prepararse. Y como ambos iban a diferentes cursos, no solían coincidir a menudo.

—¿Qué examen has tenido tú? —le preguntó Izuku, apoyándose contra el muro, a su lado.

—El de Midnight, ¡pero no temas, porque me sabía todos los temas!

Midoriya sonrió y después se quedó callado durante unos segundos.

—Togata-senpai... —dijo de pronto—. ¿Has tenido noticias de Nighteye en estos días? ¿No te preocupa que mientras estemos haciendo los exámenes, los villanos estén planeando algo?

El rubio frunció el ceño, sorprendido por la repentina pregunta.

—No he sabido nada de él, pero tampoco me extraña. Cuando promete una cosa suele cumplirla a rajatabla y si nos dijo que nos daría tiempo para estudiar, lo hará a menos que las cosas se compliquen. Al fin y al cabo, los villanos siempre están conspirando.

Izuku miró al suelo y un rato después levantó la vista, dirigiéndola hacia Mirio, con una expresión intranquila en el rostro.

—Es sólo que… no sé… tengo un mal presentimiento.

—¿Se lo has mencionado a alguien?

—No… bueno… en realidad… —el chico se encogió de hombros—, no creo que tenga importancia.

—Entonces… no puedo decirte otra cosa excepto que no te preocupes, Midoriya-kun. ¡Seguro que no es nada! —le dijo Mirio, revolviéndole el pelo a su kohai.

—Tienes razón. Tal vez me estoy obsesionando por no poder salir a patrullar y por tener que estar aquí todo el día estudiando —le dijo el más joven sonriendo ante el gesto cariñoso de su senpai—. ¿Hablaste con Aizawa-sensei sobre el trabajo de ayudante?

Hubo un breve momento de silencio en el que Mirio se observó las manos, indeciso.

—La verdad es que no. ¡Temo que piense que le he im-puesto que me coja para el puesto! —bromeó, para quitarle hierro al asunto.

—¿Por qué? —le dijo Izuku, mirándolo con los ojos muy abiertos—. A él le conviene tener auxiliares, así su carga de trabajo será menor y la verdad es que últimamente con las misiones que le han asignado creo que una ayuda extra no le vendría nada mal. Deberías hablar con él, Togata-senpai.

—No sé... —Mirio dudó—. ¿Y si me dice que no?

—Pues estarás igual que ahora —le respondió Izuku encogiéndose de hombros, y a modo de reto agregó con una sonrisa—: ¿acaso a Lemillion le asusta el rechazo?

Al instante de escuchar a Midoriya decir eso, unas palabras volvieron con nitidez a su cabeza.

Me asusta lo que siento por ti.

—Dios... —Mirio tuvo que esforzarse por no traspasar el muro en el que estaba apoyado—. ¿Qué he hecho?

—Era sólo una broma —le dijo Izuku, acercándose a él, preocupado—. ¿Te encuentras bien, Togata-senpai?

—Sí, estoy bien... creo —y antes de que el chico de pelo verde pudiera hacerle más preguntas, se despidió, tratando de evitar que su kohai descubriera el creciente rubor que se había instalado en sus mejillas—. Lo siento, Midoriya, ¡tengo que irme!

—Pero…

—Nos vemos luego. Suerte en los exámenes —le dijo, marchándose a toda prisa, dejando a Izuku con la palabra en la boca.

Cuando llegó a las zonas comunes de tercero, se dejó caer en el sofá, mientras se alegraba porque no hubiera nadie por allí. ¿Qué he hecho?, se preguntó cuando recordó lo que había sucedido la noche anterior con su compañero. Fue culpa de la pastilla. Estaba más dormido que despierto. Está claro que fue eso... ¿Qué voy a hacer ahora cuando lo vea?

Pero no tuvo tiempo de seguir pensando en nada más, porque en ese momento Haya y Hado aparecieron por la puerta, sonrientes, y se sentaron a su lado. No le quedó otra que disimular, esforzándose por sacarse a Amajiki de la cabeza.

Les devolvió la sonrisa a sus amigas, como si todo fuera bien y se embarcó en una conversación trivial con ellas mientras esperaban que llegara la hora del siguiente examen.

―xXx―

—¿Se puede saber qué significa todo esto, Nezu?

Sir Nighteye entró al despacho del director por segunda vez en el mismo día y miró con las cejas alzadas hacia All Might cuando vio que éste también estaba ahí.

—¿Es por lo que le conté esta mañana? —preguntó, mirándole de forma inquisitiva. Nezu asintió y entonces el Pro héroe continuó—. ¿No iba a quedar entre nosotros?

El ratón miró a Toshinori y cuando el profesor se encogió de hombros, Nezu le señaló una silla al hombre de gafas para que se sentara.

—Hemos pensado que deberíamos advertirte de que tuvieras cuidado. No sabemos si Shigaraki ha podido introducir algo en tu organismo mientras te tuvo retenido contra tu voluntad… quizás, por el momento, deberías intentar estar durante veinticuatro horas acompañado por alguien… —le explicó Nezu, con preocupación genuina.

—No creo que sea necesario. Estoy tomando precauciones —dijo Nighteye, pero de nuevo volvió a mirar a All Might con fijeza. Por todos era sabido que ambos héroes habían discutido hacía unos años y en aquel momento su relación no se encontraba en sus mejores términos—. Insisto, director. ¿No me pidió que la información que le di quedase entre nosotros?

Toshinori puso expresión de desconcierto, pero unos segundos después, recuperó la compostura.

—Hará aproximadamente una hora, me hiciste una visita en mi despacho y me contaste todo el asunto de la UA y la Liga. No entiendo por…

—Espera un momento. Que yo te conté ¿qué? —lo interrumpió Mirai, subiéndose las gafas con un dedo y dirigiendo su ceño fruncido hacia All Might.

El director y Toshinori se quedaron en silencio durante un buen rato, intercambiando una mirada especulativa. No tardó mucho en formarse en su cabeza la misma idea.

—¡Toga! —exclamaron los dos a la vez unos minutos más tarde, llegando a la conclusión más lógica. Nighteye no necesitó mucho contexto para interpretar aquellas palabras. Levantó una mano para llamar su atención.

—O Twice. Apuesto lo que queráis a que cuando me tuvieron cautivo, la Liga tuvo tiempo de sobra para sacarme toda la sangre que quiso y tomarme las medidas necesarias para clonarme. No podemos descartar que haya sido un clon suyo el que ha hecho una visita a All Might.

—Entonces, confirmas que no has hablado con él… —el director hizo un gesto hacia Toshinori y Mirai negó con la cabeza—. Bueno, pues eso nos da una ligera idea de por qué no acabaron contigo. Aunque es raro que hayan intervenido tan pronto. Si hubieran esperado unos días más, habría sido más difícil atar cabos…

Ambos hombres asintieron con seriedad, mostrándose de acuerdo.

—Supongo que eso complica las cosas… —comentó All Might con el ceño fruncido—. O bien un clon o bien la propia Toga podrían entrar en la UA fingiendo ser Nighteye y hacer cualquier cosa una vez dentro.

—Los clones son fáciles de abatir y ella sola no creo que supusiera un gran problema —afirmó Nezu—, y mucho menos ahora que estamos sobre aviso.

Mirai guardó silencio ante aquellas palabras. El director parecía estar tomándoselo con demasiada parsimonia. Según su propio criterio, la situación se había complicado en un momento.

—Os recomiendo que permanezcáis alerta y no bajéis la guardia —intervino el Pro héroe, observando cómo sus interlocutores asentían.

Los tres estuvieron hablando durante un buen rato del asunto —con alguna que otra interrupción por parte del profesorado de la UA—, y una hora después dieron por finalizada la reunión. Mirai se puso de pie y se dio media vuelta para marcharse después de despedirse de ambos. Un minuto más tarde All Might hizo lo mismo, pero se detuvo cuando Nezu lo llamó.

—La información que te dio el supuesto infiltrado de la Liga no es del todo exacta —le dijo el ratón, mientras cogía la taza de té que tenía sobre la mesa y le daba un sorbo—. Ya que te has visto involucrado en esto, aunque sea de forma involuntaria, te pondré al corriente de todo.

―xXx―

Tomura Shigaraki no estaba muy contento con cómo habían salido las cosas.

Se encontraba en una de las salas de su guarida, caminando de un lado a otro, esperando. Le había dicho a Twice que fuese a buscar a Himiko Toga. No podía permitir que siguiera haciendo lo que le daba la gana y mucho menos si ponía en peligro toda la misión. Kattur, también conocido por su nombre de villano: Deprive —una de las últimas incorporaciones de la Liga—, estaba sentado en la silla que había al fondo, manoseándose el largo pelo morado que le cubría la cara.

—¡Tomura-kun! —exclamó la chica de los moñitos mientras entraba en la sala, pegando saltitos—. Twice me ha dicho que querías verme —canturreó, observando al otro villano, que no dirigió la vista hacia ella.

Shigaraki se acercó a la puerta y la cerró bajo la mirada interrogativa de Toga. Después le hizo un gesto para que se sentase en la silla que había libre. Cuando la chica hubo obedecido, su líder se apoyó contra la mesa que había en el centro de la sala y la miró fijamente.

—Casi echas a perder todo el plan, Toga —susurró, con los ojos entornados—. Tienes que dejar de ir por libre. O estás con la Liga o contra ella. ¿Acaso no eres consciente de lo que has hecho?

—Pero… ¡Tomura-kun! Yo solo hice lo que habíamos hablado —protestó ella, mirándole sorprendida, casi haciendo un puchero—. Me reuní con All Might para tratar de averiguar los tipos de seguridad que tienen en la UA… Seguro que cuando vuelva, me dará la información que necesito…

—¡Dijimos que lo haríamos más adelante! Ahora está demasiado reciente el secuestro de ese héroe larguirucho. ¿Crees que el símbolo de la paz no se dará cuenta de que algo anda mal? ¡Has actuado de forma imprudente y por tu culpa tendremos que tomar medidas drásticas! —exclamó Shigaraki con un tono de voz peligroso—. No puedes volver. Ahora mismo sería demasiado arriesgado.

Toga frunció el ceño, sintiéndose como una niña pequeña a la que estuviera regañando su padre. Ella sólo había querido acelerar las cosas y lo que había esperado era que la alabasen por su iniciativa, no una reprimenda.

—Ahora tendremos que secuestrar a un par de héroes para poder reconstruir el plan —meditó Shigaraki en voz alta, con las manos entrelazadas tras la espalda—. Cuando los cojamos, esta vez no los soltaremos. Acabaremos con ellos y después nos desharemos de los cuerpos de forma discreta. Era algo que quería evitar, pero según están las cosas… Una vez que hayan desaparecido del mapa, tú sustituirás a uno y Twice creará un clon del otro. Nos infiltraremos así. Será más complicado que nos descubran si los verdaderos están muertos.

—¡Es un plan excelente, Tomura-kun! —exclamó Toga, mientras estiraba las piernas y juntaba los pies—. ¡Podré tener toda la sangre que quiera!

La chica hizo amago de levantarse de la silla, pero Shigaraki la hizo un gesto para que no se moviera. Después dirigió su vista hacia Kattur, que esperaba paciente a que le dieran instrucciones.

—Ya conozco las peculiaridades de las otras dos: Nightmare y Blackout. Pero no tengo mucha idea de cómo funciona eso de privar a tu enemigo de los sentidos —comentó haciendo un gesto hacia Toga. El heteromorfo se levantó y se acercó, su pelo morado ondeando mientras andaba.

—Tengo que hacer contacto con la víctima y decir una palabra. Dependiendo de la mano que use, le privo de un sentido u otro —explicó el villano que parecía más un oso que un hombre.

—¿Es reversible? —preguntó Tomura, mirando fijamente a Toga a través de los dedos de la mano que le cubría el rostro.

—Mientras yo esté vivo, sí —informó Kattur.

—Hazlo. Así sabré de qué forma puedes sernos más útil —determinó Shigaraki, sentándose en la silla que el otro había dejado libre.

Toga se rio de forma desquiciada e hizo aspavientos con los brazos al saber que iba a ser parte de un experimento. Cuando vio al villano titubear, lo animó para que se acercase. Le parecía bastante interesante lo de experimentar con la privación de los sentidos y sabiendo que no era permanente, no le daba miedo que probasen los efectos con ella. Al revés, sentía mucha curiosidad.

―xXx―

—Eh, eh, Yuyu, ¿qué tal te ha salido el examen? —le preguntó Nejire mientras se sentaba en el césped que había entre dos de los edificios de la UA.

—Bueno, espero que bien —Yuyu se sentó junto a su novia y dejó espacio para Mirio.

Nejire iba a preguntar algo más cuando la pelirroja levantó la vista y vio unos metros más allá a Bibimi Kenranzaki, hojeando un catálogo de ropa. Yuyu le hizo señas para que se uniera a ellos, así que la chica se levantó y se acercó al trío. Nejire suspiró cuando vio que las dos se enfrascaban en una intensa conversación sobre moda. Después de observarlas durante un rato, se giró hacia Mirio, quien parecía estar en cualquier parte menos allí.

—Togata-kun, ¿no dices nada? ¿Acaso estás pensando en Amajiki? Hoy no parecía estar por ningún sitio, ¿verdad? Ni siquiera le vi durante el examen. ¿Tú lo has visto?

—La verdad es que no... —el rubio se retorció las manos, nervioso—. Pero supongo que si no lo vuelvo a ver tampoco importa.

—¿Por qué dices eso? —le preguntó su amiga mientras se aseguraba de que Yuyu siguiera hablando con Bibimi—. ¿Ha pasado algo? Después de nuestra charla de ayer…

—En realidad —Mirio se quedó callado unos segundos, después continuó—, creo que anoche la cagué.

—¿Qué has hecho? —la joven frunció el ceño, preocupada—. ¿Saliste de las zonas comunes cuando nos despedimos? ¿Fuiste a buscarle?

—Así es...

—¿Te lo encontraste? —su expresión de preocupación cambió por una de curiosidad, mientras levantaba las manos, emocionada—. ¿Y? ¡Vamos, Togata-kun! ¡Cuenta, cuenta! ¿Qué pasó? ¿Le dijiste algo?

—La verdad es que creo que éste no es un buen lugar para contártelo —Mirio miró hacia todos lados—. Lo único que te puedo decir es que la próxima vez que lo vea trataré de esconderme. Creo que es la primera vez que deseo de verdad que me trague la tierra —comentó, refiriéndose a su peculiaridad.

—¿Tan mal te fue?

—No exactamente —Mirio se acercó a Nejire y le susurró al oído—: digamos que… tal vez… me declaré un poco.

—¿¡Qué!? —exclamó Nejire, poniéndose roja cuando sintió varios ojos posándose sobre ella—. Lo siento... tenías razón. Supongo que será mejor que me lo cuentes luego —dijo, haciendo un puchero.

Ambos se quedaron callados, escuchando las voces de Yuyu y Bibimi comentando lo bien que sentaban los vestidos entallados en la cintura, mientras Nejire no apartaba los ojos de él. Al final no pudo resistirse y volvió a hablar.

—Togata-kun… Necesito saberlo ya —dijo en voz baja, dándole golpecitos en la pierna—. Por favor, sólo respóndeme a una pregunta. ¿Tenía razón? ¿Te corresponde?

—La verdad es que no lo sé, Hado-chan —confesó Mirio y al ver el rostro de decepción de su amiga, añadió—: en serio. Estaba más dormido que despierto, así que no recuerdo muy bien su reacción...

La muchacha se conformó con eso y no siguió preguntando. Mirio asintió agradecido ante su silencio y sin poder evitarlo, volvió a sumergirse en el mar de dudas que nublaba su mente. ¿Qué pensaría Tamaki de él? ¿Cómo debería actuar ahora si se lo encontraba? ¿Debería dejar que las cosas se quedaran como estaban? ¿El chico estaría pensando en darle alguna respuesta?

Todas esas preguntas y muchas más se atropellaron en su cabeza, sin darle tregua. Sintiéndose agotado, se tumbó en el césped y suspiró, tratando de alejar todo aquello que le preocupaba mientras se concentraba en las alegres voces de sus amigas.

―xXx―

—¿De qué demonios va todo esto, All Might? —preguntó un enfadado Katsuki cuando el profesor le pidió que se quedase después de clase—. ¿La ha tomado conmigo? ¡No he hecho una mierda!

—No te preocupes, no tiene nada que ver con que hayas hecho algo o no —le respondió el profesor.

Katsuki se apoyó contra una mesa, con los labios apretados y los brazos cruzados, a la espera de que All Might volviera a hablar. Hasta que no estuvieron solos, el profesor no se dignó a abrir la boca.

—Te he pedido que te quedes, joven Bakugo, para contarte ciertas cosas relacionadas con… —Toshinori le señaló una silla, pero el muchacho lo ignoró, permaneciendo donde estaba—, Shigaraki.

Al escuchar el nombre, el alumno no pudo evitar sentir un escalofrío. De alguna manera presintió que debía ser grave. Levantó la vista del suelo y, con el ceño fruncido, miró fijamente a su profesor, quien en ese momento lo observaba con intensa preocupación. Todo lo demás que escuchó fue como si se reprodujera a cámara lenta. Cuando Toshinori terminó de informarle, el muchacho estaba más pálido que nunca.

—No dejaré que ese imbécil vuelva a ponerme un dedo encima —soltó Katsuki mientras se incorporaba, la furia embargándole. Estaba tan alterado que incluso tuvo que concentrarse para que sus manos no formasen explosiones involuntarias.

—Tranquilo —All Might se acercó a él y le puso una mano en el hombro—. Precisamente te he pedido que te quedaras para darte ciertas instrucciones con el fin de evitar que eso suceda.

―xXx―

Una atractiva joven, alta y de tez blanca se dirigía a toda prisa hacia su habitación.

Momo Yaoyorozu, a pesar de querer ser una de las mejores heroínas del panorama actual, llevaba desde la mitad del curso bajando a la enfermería para que Chiyo Shuzenji, también conocida como Recovery Girl, la enseñara pautas básicas de curación. Con su peculiaridad, con la que podía crear casi cualquier cosa, pensaba que tener ciertas nociones en esa rama podría ser muy útil, puesto que, por lo general, los héroes no estaban especializados en curar heridas y en medio de una batalla a veces podía ser algo crucial.

Ella siempre buscaba superarse y debido a que en los estudios le iba bastante bien, Recovery Girl no había visto ningún inconveniente porque estuviera allí aprendiendo durante un par de horas al día, cuando tenía hueco entre las clases o después. Le gustaba la iniciativa de la chica, puesto que saber cómo actuar frente a heridas de gravedad nunca estaba de más. El tratar una lesión a tiempo podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte y sabiendo que podía crear cualquier cosa en cuestión de segundos, el saber cómo utilizar el hilo para remendar un profundo corte, hacer un torniquete o incluso desinfectar una herida, era algo fundamental y muy importante.

—Sólo quiero aprender durante lo que queda de este curso —había aclarado la muchacha antes de que el entusiasmo de la enfermera se elevara a niveles cósmicos. Quería saber hacer lo más básico y en los dos años restantes, prefería centrarse en su carrera como heroína.

Ya había terminado por aquel día y después de cambiarse se dirigió a su cuarto. Conteniendo el aliento por la anticipación, abrió la puerta y traspasó el umbral. Pero la mejor alumna de 1-A se llevó una sorpresa al encontrarse el dormitorio vacío cuando se suponía que la estarían esperando.

—Qué extraño... —murmuró mientras se dirigía hacia el centro de la habitación—. Nunca antes había faltado a una de nuestras citas.

Sintiéndose ligeramente extrañada, se acercó a su escritorio y cuando sacó el móvil de la mochila, vio que tenía un mensaje sin leer.

 

Siento mucho no haber podido ir hoy. Me ha surgido una cosa y me es imposible verte esta noche. Te prometo que mañana a esta misma hora te compensaré. Te quiero.

 

—Vaya... y yo que pensaba que nos veríamos hoy.

La chica dejó el móvil encima de su mesita, se puso el camisón, se quitó la coleta y se tumbó en la cama.

—Mañana haré que me recompense con creces —se dijo sonriendo antes de quedarse dormida.

―xXx―

Desde la ventana de su habitación, Shota Aizawa contemplaba la luna creciente.

Unas horas antes, el director había mandado llamar a todos los profesores y les había indicado que iban a aumentar la seguridad en la UA, lo que suponía que también tendrían que hacer más rondas nocturnas. Si Nezu les había dicho eso, era porque sabía que podían encontrarse bajo un ataque cuando menos se lo esperaran, aunque no les había confirmado nada de manera oficial.

Aizawa se levantó y se dirigió a la cama, de donde tomó una caja que sostuvo entre sus manos. Esa caja era la otra que Yamada tenía en su cuarto. Al principio, Shota había creído que se trataba de algún accesorio para el traje de su amigo, pero cuál había sido su sorpresa cuando, en vez de abrirla, se la había entregado.

—Toma, es un regalo para ti —le había dicho mientras se la daba—. Sé que eres un desastre comprando esta clase de cosas, así que me he tomado la libertad de elegirlo por ti. Espero que te guste.

Aizawa volvió al presente mientras contemplaba el elegante traje de color basalto y la corbata granate.

El profesor pasó la fina tela a lo largo de su mejilla, sintiendo su suavidad. ¿Será así su piel?, se preguntó mientras volvía a guardar la ropa de nuevo en la caja. La colocó en la parte superior del armario y se desvistió con lentitud para quedarse sólo con unos cómodos boxers negros.

Se metió entre las sábanas y se puso a repasar los sucesos de ese día. Rememoró el agradable encuentro con su mejor amigo y, después, sus pensamientos se dirigieron hacia lo que había sucedido más tarde en la oficina del director, cuando irrumpió allí sin ser invitado.

—¿Qué es lo que está pasando? —reclamó, mientras observaba a All Might, Sir Nighteye y a Nezu, que se encontraban allí, reunidos.

Al cruzar la vista con aquellos ojos amarillos que se encontraban tras unas gafas de montura dorada, de repente había recordado los momentos íntimos que había compartido con Mirai, y a pesar de que aquello había ocurrido hacía ya unos años, no pudo evitar sentir algo especial al volver a verlo después de tanto tiempo.

Sigue igual de serio. Sólo que menos joven, como yo. Pero todavía conserva su atractivo. Su mirada sigue siendo enigmática e implacable…

Se dio la vuelta bajo las sábanas, molesto consigo mismo por el rumbo que acababan de tomar sus pensamientos. Ahora es un héroe profesional, tiene su propia agencia y bastante fama. Nada puede quedar de lo que alguna vez hubo entre nosotros. Ni siquiera las cenizas.

El profesor suspiró, desalentado. Al menos Mirai había cumplido sus sueños.

—Ojalá tuviera a alguien... —murmuró con una voz tan tenue que apenas logró escucharse a sí mismo. Cerró los ojos y se relajó para dejarse llevar por el sueño, que ya comenzaba a invadirlo.

El profesor se dejó arrullar por los brazos de Morfeo, mientras se permitía el lujo de soñar con que Hizashi lo amaba y con que ya nunca más se volvería a encontrar tan miserablemente solo.

 

Notes:

Parece que Tamaki todavía no se ha decidido a dar un paso en firme. ¿Creéis que será él quien se acerque a Mirio o será el rubio quien vuelva a insistir? Por otro lado, La liga ya se ha movilizado... acabarán llevando a cabo el nuevo plan?? Secuestrarán a dos personas y acabarán con sus vidas?? Y quién será la misteriosa persona que ha dado plantón a Momo?? Alguna idea?? :)

Y si me quieres seguir en Twitter, aunque sólo retwitteo algunas cosas de vez en cuando, puedes encontrarme aquí Beyrus

Chapter 5: CHARLAS Y CONFESIONES

Notes:

Resumen: Al no haber obtenido respuesta, Mirio se arrepiente un poco de haberse confesado a Tamaki. La Liga parece determinada a poner en marcha un nuevo plan que conllevará derramamiento de sangre. A Momo le ha dado plantón una persona misteriosa.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Miércoles, 18 de marzo de 2020

Aquel día hicieron el antepenúltimo examen del curso y los alumnos de 3-B se pusieron de acuerdo para montar una pequeña fiesta nocturna en las zonas comunes, para celebrar los últimos días de exámenes.

Los Tres Grandes se habían presentado, por supuesto, pero Mirio había logrado escaquearse al poco tiempo mientras sus dos mejores amigas iban a por algo de beber. No le apetecía estar allí forzando una sonrisa y tratando de socializar con la gente cuando lo único que quería era estar solo.

Antes de que Hado y Haya notaran su ausencia, se dirigió a su habitación para ponerse la ropa de entrenamiento y se marchó hacia el gimnasio, esperando que a esa hora no hubiera nadie.

Mientras ejercitaba su peculiaridad, entrando en fase a través del suelo y las paredes, golpeando un punching ball rojo que había colocado en un extremo de la sala, Mirio se perdió en sus pensamientos. Por más que intentaba borrar de su memoria lo acontecido la noche anterior, el recuerdo de lo que le había dicho a su compañero volvía una y otra vez a su mente.

Durante el examen de aquel día, sólo le había visto de refilón. Amajiki había llegado pronto y se había sentado al fondo del aula, así que para cuando habían querido llegar ellos tres, habían tenido que conformarse con los sitios que quedaban libres. Era la única oportunidad que había tenido de verle, ya que después, Amajiki no se había pasado por la sala común, aunque eso era lo esperado, puesto que nunca se presentaba a las reuniones que organizaban sus compañeros.

Mientras entrenaba, sentía una gran presión en el pecho. Sabía que, si Amajiki hubiera querido, habría podido acercarse a él en cualquier momento. Pero estaba claro que no sólo no iba a decirle nada, sino que además había decidido evitarle, porque por lo general, solían cruzarse de vez en cuando y, esta vez, sólo le había visto durante el examen y Amajiki ni siquiera se había dignado a mirarlo.

Le doy igual... pensó mientras golpeaba con fuerza el saco. No sé en qué estaba pensando cuando le dije eso… Soy idiota.

Al menos Nejire había tenido razón en una cosa. El curso se iba a acabar y no tendría que volver a verle nunca más, aunque en realidad, eso no le consolaba en absoluto. El muchacho exhaló un largo suspiro mientras se concentraba en el entrenamiento, golpeando con fuerza el punching ball, dando rienda suelta a su frustración.

Se sobresaltó cuando oyó la puerta del gimnasio abrirse, sacándolo abruptamente del bucle de pensamientos en el que se había sumergido. Al principio supuso que se trataría de algún profesor que habría visto la luz del gimnasio encendida, pero cuando se giró, abrió los ojos de par en par al ver al chico que en ese preciso momento estaba cerrando la puerta y apoyándose contra ella. Todavía llevaba puesto el uniforme escolar. Amajiki le miró de forma fugaz, entonces se sonrojó y bajó la vista hacia el suelo. Mirio titubeó un instante hasta que se dio cuenta de que estaba completamente desnudo; entonces, se apresuró a ponerse el pantalón de entrenamiento que yacía olvidado en el suelo del gimnasio, cubriendo así parte de su cuerpo. Después, los ojos del otro adolescente se volvieron a dirigir hacia él y le observó en silencio durante unos segundos.

La tensión que se creó entre ellos podía palparse en el ambiente. Mirio se quedó estático sin saber si acercarse o no. Mientras se decidía, Amajiki parpadeó, rompiendo el contacto visual e, inmediatamente, habló, mirando hacia el saco rojo que estaba detrás de Mirio.

—No… no estabas en… las zonas comunes. Ni en… tu habitación.

Tamaki había estado intentando buscar el momento adecuado para hablar con él, pero no le había resultado una tarea fácil. Togata siempre andaba con sus dos amigas, Haya y Hado, y era casi imposible encontrárselo a solas.

Hasta ahora.

Cuando se había dado cuenta de que Togata estaba en el gimnasio, se había dirigido hacia allí y había estado dudando en la puerta durante un buen rato, pero cuando había oído a unos compañeros suyos acercándose, no le había quedado otra que entrar y hacer de una vez por todas lo que se había propuesto.

Mirio se secó el sudor de la frente y se le quedó mirando. Amajiki no volvió a decir nada, dirigiendo de nuevo la vista hacia el piso del gimnasio.

—Quería estar solo —respondió Mirio sin más explicaciones.

Se agachó para recoger su camiseta y ponérsela, ya que no le parecía muy apropiado hablar con Amajiki estando medio desnudo. Mientras se la metía por la cabeza vio cómo su compañero avanzaba hacia él. A aquella distancia, Mirio percibió que el chico estaba temblando; entonces éste llenó los pulmones de aire, una, no, dos veces, y volvió a hablar.

—¿En serio? ¿Quieres… estar solo? —susurró echando un vistazo hacia la puerta—. ¿Estás… estás seguro? —le preguntó haciendo amago de darse media vuelta. No quería molestar a Mirio. Si aquel no era un buen momento, ya buscaría otro.

Mirio sólo tardó un segundo en reaccionar.

—No... —respondió, acercándose a Tamaki y poniéndole una mano en el brazo, para detenerlo. Éste no se retiró y eso hizo que Mirio sintiera cierta esperanza.

—No… ¿qué? —murmuró Tamaki, mirándose los zapatos.

—No te vayas —Mirio se acercó más todavía y situó ambas manos sobre los hombros de Amajiki, moviéndose con calma para darle espacio por si quería apartarse. No pretendía agobiarle, ahora que por fin se había atrevido a ir hasta allí para hablar con él.

Porque Mirio tenía claro que, si Amajiki había ido en su busca, no había sido sólo para desearle buenas noches. El corazón de Mirio latió con fuerza al pensar en lo que probablemente iba a ocurrir. Sonrió, alegrándose porque su compañero hubiera sido tan valiente como para dar aquel paso.

Al fin y al cabo, Mirio había soltado la bomba la noche anterior y se había marchado corriendo sin darle la oportunidad de responder. Le había dejado la parte más difícil a Amajiki, quien había tenido que ir a buscarle y dar pie a una complicada conversación. Y eso no era algo que cualquiera estuviera dispuesto a hacer. Mirio esbozó una brillante sonrisa y, sorprendió a Tamaki, tirando de él y abrazándole. Un suspiro escapó de los labios del chico de pelo índigo mientras se refugiaba en el musculoso cuerpo del rubio, que era más acogedor de lo que había imaginado. Un instante después, Mirio se retiró ligeramente y lo miró a los ojos. Tamaki se ruborizó y escondió la cara en el cuello de su compañero sin poder creerse lo que estaba sucediendo.

Pasó un rato antes de que alguno se atreviera a decir o hacer algo más, pero entonces, Tamaki reunió el suficiente valor como para llevar una mano hasta la mandíbula del rubio y, de pronto, Mirio sintió unos suaves y cálidos labios posándose sobre los suyos, en una sutil caricia, tan ligera y rápida como el aleteo de una mariposa.

Tamaki se retiró, avergonzado, con el corazón latiéndole a mil por hora, pero Mirio no dejó que fuera demasiado lejos, puesto que rápidamente le situó una mano en la nuca y le devolvió el beso, tragándose el jadeo que Tamaki soltó en respuesta. Esta vez no fue sólo un roce. Mirio lo besó con entusiasmo, haciendo que Tamaki no pudiera hacer más que corresponderle con toda la intensidad de la que fue capaz, tratando de dejar a un lado sus inseguridades y su ansiedad. Intentando adaptarse al ritmo que marcaba el otro.

Fue un beso largo, apasionado, lleno de toda clase de sentimientos que parecieron fortalecerse a cada segundo.

Ambos se sintieron como si hubieran estado separados y acabaran de reencontrarse. Como si todo este tiempo les hubiera faltado algo de lo que no eran conscientes y ahora, por fin, estuvieran completos. Dos piezas de un mismo puzle que encajaban perfectamente entre sí.

Mientras se besaban sintieron como si hubieran estado predestinados a estar juntos. Como si hubiese algo que los uniera de una forma especial, algo que no habían sentido jamás con ninguna otra persona. Una conexión que los hizo sentir como si se hubieran conocido en otra vida.

Suspirando, Mirio profundizó el beso, estremeciéndose cuando Tamaki enredó torpemente su lengua con la suya. Lo estrechó contra su cuerpo mientras sentía los brazos de Tamaki envolviéndose alrededor de su espalda, sus manos aferrándose a él, como si Mirio fuese todo su mundo. Y, en cierto modo, lo era.

―xXx―

Nejire y Yuyu habían asistido a la fiesta de su clase precisamente para acompañar a Togata y que no estuviera solo, pero cuando vieron que el rubio no estaba por ningún lado, se encogieron de hombros y decidieron seguir su ejemplo, al fin y al cabo, tenían asuntos más urgentes que resolver.

Así que la pareja se acabó escabullendo en cuanto vio la oportunidad, dirigiéndose hacia al césped que había en los terrenos de la UA.

Ahora se encontraban una junto a la otra, contemplando la misma luna que Aizawa había estado observando justo antes de irse a dormir.

—¿Sabes, Nejire? —le dijo la pelirroja mientras arrancaba varias briznas de hierba—. He estado pensando mucho sobre lo que hablamos la última vez y verás, yo... creo que no reaccioné bien a tu sugerencia y quería disculparme.

—Eh, eh, Yuyu, no hay nada de qué preocuparse, ¿sabes? —Nejire le cogió de las manos—. Es normal que sientas que aún no estás lista para dar ese paso.

—No es eso, en realidad —la interrumpió Yuyu, frunciendo el ceño—. Claro que quiero irme a vivir contigo, pero... hay algunas cosas que me gustaría dejar claras antes de hacer algo así.

—¿No estás segura de tus sentimientos? —le preguntó Nejire con los ojos como platos—. ¿Es eso?

—Claro que no —Yuyu la acercó con suavidad y la abrazó de forma cariñosa—. Te quiero más de lo que puedas imaginar, boba.

—Entonces, ¿qué es lo que te pasa?

—Me pasa precisamente eso, Nejire —le respondió Yuyu y su novia la miró sin comprender—. Que me cuesta mucho tomar decisiones. Y más si son de esta índole.

Nejire sintió, de alguna manera, que podía entenderla. Sin embargo, no podía dejar de advertir que había algo que se le estaba escapando.

Al ver el gesto de su novia, mitad entendimiento y mitad confusión, Yuyu decidió tratar de explicarse mejor.

—Verás... —la pelirroja tomó aire—. Siento que todavía me falta mucho para llegar al mismo nivel que tú y eso me hace sentir insegura.

—Yuyu —Nejire le agarró el rostro para que la mirara a los ojos—. Eres una persona muy perseverante y sé que no dejas de esforzarte para ser cada día mejor, a pesar de prestar atención solo a la moda, al maquillaje y a las cosas que te parecen bonitas, como yo.

—No bromees, Nejire —la chica desvió la cara hacia otro lado—. ¿No te has dado cuenta de que de los tres tú eres la que más destaca? Siento que me he quedado atrás. Incluso Togata es más fuerte que yo, y eso que fue el último en ser considerado uno de los Tres Grandes.

La chica de pelo lila guardó silencio unos instantes, tratando de asimilar todo aquello.

—Pero, entonces, ¿qué es lo que estás tratando de decirme? Porque creo que me estoy perdiendo, Yuyu.

—Eh... —la pelirroja se pasó una mano por el rostro, tratando de ordenar sus ideas—, lo que sucede es que me aterra el pensar en el futuro. Me siento como si no estuviese todavía preparada para dejar la UA.

—¿Es por eso por lo que aún no sabes qué vas a hacer cuando nos graduemos? —le preguntó Nejire inclinando la cabeza hacia un lado. Yuyu guardó silencio, dándole a entender que iba bien encaminada—. ¿Acaso tienes miedo de que, si nos vamos a vivir juntas, me vuelva una mandona o algo así? ¿Piensas que irte a vivir conmigo va a hacer que no te valores como debes, porque nos vas a estar comparando todo el rato?

—Soy idiota, ¿verdad?

Ahora fue el turno de Nejire de quedarse callada.

—En realidad, no —dijo al fin, acomodándose en los brazos de su novia—. Creo que todo lo que has dicho hasta ahora tiene cierto sentido. Tal vez sólo estaba siendo egoísta cuando te pedí que nos fuésemos a vivir juntas —le confesó cerrando los ojos, tratando que no le afectara el recuerdo de sus padres fallecidos—. Si te soy sincera... sabía que cuando terminase el curso en la UA tendría que volver a casa y la verdad es que no quería regresar y encontrármela vacía. Es posible que no tuviera en cuenta cómo podrías sentirte ante una propuesta así, tan repentina.

Nejire hizo una pausa, observando el cielo estrellado, con expresión triste.

—Jamás estarás sola, cariño... —Yuyu pasó sus manos por su bonito y largo pelo, acariciándolo con ternura—. El que no trabajemos en las mismas agencias no significa que no vayamos a volver a vernos. Además... aún no he contemplado todas las opciones. Puede que al final me vaya contigo. Quién sabe.

—¿De verdad? —una chispa de alegría se vislumbró en los ojos de color violeta de Nejire—. ¿Quieres decir que vendrás a Italia? ¿En serio?

—Bueno... todavía tengo que pensármelo —agregó Yuyu rápidamente, mientras levantaba las manos.

—Vale —Nejire la miró, emocionada, dando suaves palmadas con las manos—. ¿Ves? No es tan difícil tomar decisiones. Tal vez podamos ver si en Italia hay alguien con alguna peculiaridad parecida a la tuya para que pueda entrenarte. O podemos buscar alguna agencia que necesite heroínas con tus cualidades.

—Cariño, para el carro, ¿quieres? —le dijo Yuyu poniendo los ojos en blanco y pensando que su novia nunca cambiaría. Pero, al fin y al cabo, así era la mujer a la que amaba.

Con ternura, le acarició la mejilla. Y, después de aquello, ambas se quedaron en silencio, el cual sólo se vio perturbado por el incesante cantar de los grillos.

—¿Sabes? Puede que un día de éstos te pida que te cases conmigo.

Nejire soltó una carcajada ante las atrevidas e inesperadas palabras de su novia, provocando que los insectos se callasen. Yuyu la acababa de decir que no sabía si quería irse a vivir con ella y ahora ¿le soltaba eso?

—Si lo vas a hacer, sólo espero que no tardes mucho. Me quiero casar joven y guapa —le dijo guiñándola un ojo—. Por cierto, ¿cuántos hijos quieres tener? ¿Lo has pensado ya? ¿Niño o niña?

—Dos —dijo Yuyu sonriendo—. Con el cabello alborotado y sonrisas pizpiretas. Y tan bonitos como tú.

Nejire sonrió y la besó, después, ambas se tumbaron en el césped, abrazadas, mientras el manto de estrellas las arropaba.

―xXx―

—Entonces, Amajiki-kun ¿crees que deberíamos estar alerta?

—Así es. Y, por cierto…, después de… bueno… creo que tal vez deberías llamarme… Tamaki.

Mirio y Tamaki continuaban en el gimnasio. Después de haberse pasado un buen rato besándose, el rubio se había sentado en el suelo, indicándole a Tamaki que se sentara entre sus piernas. Al principio el chico se había mostrado reacio, sabiendo que si lo hacía se iba a sentir completamente mortificado, pero Mirio había acabado convenciéndole.

—¿Y por qué sabes que La Liga está planeando atacar a la UA, Ama… Tamaki?

—He visto mucho… movimiento por aquí últimamente —le respondió y Mirio aprovechó que se había girado hacia él para besarle en los labios, provocando que el otro se sonrojase—. Creo que… pasa algo con Bakugo… el chico de las explosiones de 1-A… Además, Fat Gum me ha dicho que… tenga cuidado.

—¿Qué pasa exactamente con el chico problema? —preguntó Mirio, haciendo que Tamaki cerrara los ojos cuando un escalofrío le recorrió a causa de un pequeño mordisco que le dio en el cuello.

—No lo sé, pero debemos andarnos… con pies de plomo —respondió Tamaki con voz temblorosa a causa de las atenciones de Mirio, quien no había dejado de besarle las orejas puntiagudas —que, por cierto, adoraba—, la nuca, el cuello y todo lo que alcanzaba. Era como si, después de haberse besado por primera vez, no pudiese separarse de él.

Después de un instante en el que Tamaki no dijo nada ni pareció reaccionar de ninguna forma, Mirio se apartó a un lado para poder mirarle. No pretendía hacerlo sentir incómodo, aunque por la expresión que tenía en el rostro el otro chico, a Mirio no le quedó muy claro si debía detenerse o no.

—¿Estás bien? —le preguntó, tanteando la situación.

—Sí. Lo siento. Creo que… me perdí por un momento —respondió Tamaki, mientras se mordía el labio inferior. No podía dejar de pensar en lo que estaba sucediendo y en lo surrealista que era todo aquello. ¿Él? ¿Sentado entre las piernas de uno de los Tres Grandes, mientras éste le abrazaba y lo besaba? ¿Acaso estaba soñando? Le costaba creerse que aquello le estuviera pasando a él.

—¿Puedo perderme contigo? —dijo Mirio y acto seguido tomó su rostro entre sus manos y lo besó.

Su compañero correspondió de la misma manera, al tiempo que se giraba para quedar frente a él. Las manos del rubio vagaron por el pecho de Tamaki, quien se agitó al sentir cómo una de ellas se metía por debajo de la camisa de su uniforme, lo que hizo que el chico se sonrojara hasta la punta de las orejas por la inesperada caricia, pero no se apartó. Aquello era demasiado agradable.

—Ejem... ¡Ejem!

El carraspeo que ambos escucharon prácticamente los hizo pegar un bote. Tamaki se separó de inmediato de su compañero, quien apenas tuvo tiempo de sacar la mano de donde la tenía metida. Se pusieron de pie rápidamente, colocándose la ropa, tan abochornados que no repararon en la divertida mirada que les dirigió su inesperado espectador.

―xXx―

Jueves, 19 de marzo de 2020

Yuyu y Nejire estaban sentadas en el sofá de la sala común; la primera, con las piernas encima de los muslos de la otra. Estaban a punto de irse a dormir cuando vieron aparecer a Mirio por la puerta.

—¿Togata-kun? —Yuyu le miró, sorprendida—. Pensábamos que ya estarías en la cama.

—Eh, eh, ¿sabes que es casi la una de la mañana? —Nejire se movió para dejarle hueco en el sillón—. ¿Dónde te habías metido?

—Fui a entrenar un poco —respondió Mirio quedándose de pie frente a ellas, sin intención de sentarse para evitar que lo sometieran al tercer grado—. No podía dormir.

—Pero... —Nejire iba a decir algo más cuando le pareció ver, casi oculta tras la tela de la camiseta de entrenamiento, lo que parecía ser una marca roja en su cuello. Le observó con suspicacia, pero no dijo nada.

Ante la mirada de su amiga, el rubio desvió la suya y después de disculparse con ellas, mientras se rascaba la nuca, nervioso, se dirigió hacia su dormitorio.

—¿No te ha parecido que estaba un poco raro? —la pelirroja no despegó la vista de su amigo hasta que hubo desaparecido—. Algo así como... agitado.

—A mí me ha dado la sensación de que estaba cansado —Nejire se acercó a su novia y le dio un beso—. Yo también lo estoy, ¿nos vamos a dormir?

—Ve adelantándote. Yo voy ahora —le dijo Yuyu mientras Nejire se levantaba del sofá y se dirigía a su habitación. Entonces, la pelirroja salió corriendo a toda prisa, pero no en dirección a su cuarto, sino hacia el de Mirio, con la esperanza de pillarlo antes de que entrase. Por parte última, el rubio se estaba comportando de forma extraña y quería hablar con él. Aunque no estaba preocupada por su amigo, simplemente sentía curiosidad.

Porque, aunque nadie se lo pudiera imaginar, Yuyu había descubierto que su actitud y cambios de humor en general ocurrían cuando una persona en particular estaba cerca. O cuando hablaba de él.

Creo que ya va siendo hora de que Togata-kun se sincere conmigo. Tengo la corazonada de que hasta Nejire sabe algo, pensó, frunciendo el ceño.

—Togata-kun... —susurró la chica justo cuando su amigo agarraba el pomo de la puerta de su dormitorio.

Mirio la observó con expresión confusa. Sin decir nada.

—No sé dónde has estado ni qué has estado haciendo, pero creo que sí sé con quién...

Las últimas palabras debieron surtir efecto, porque la expresión de Mirio cambió de inmediato. Por la cara que puso, cualquiera hubiera pensado que acababa de ser pillado con las manos en la masa.

—¡Lo sabía!

—Calla... —el rubio le tapó la boca—. Vas a despertar a todo el mundo.

Mirio terminó de abrir la puerta e invitó a pasar a Haya; sería mejor que lo que fueran a hablar no lo hicieran en medio del pasillo; Tamaki podría regresar en cualquier momento y lo que menos quería era que le pillase chismorreando sobre lo que acababa de pasar entre ellos. La chica lo siguió y se sentó en la cama, junto a él.

—Lo siento por los gritos... —dijo la pelirroja, encogiéndose de hombros—. ¿Y? ¿Vas a contármelo o qué?

—¿Contártelo? —Mirio se hizo el loco—. ¿Qué tengo que contarte?

—Vamos, Togata-kun, ¿Acaso crees que estoy ciega? Puede que no sea tan avispada como Nejire, pero ¿en serio piensas que no me he dado cuenta de la forma en la que lo miras?

Mirio se sonrojó y después de unos segundos, suspiró. Estaba muy cansado, así que lo mejor sería acabar con aquello de una vez.

—La verdad es que no hay mucho que contar —le dijo mirándola con sutileza—. Además, ni siquiera sé si estamos hablando de la misma persona.

—Vamos, Togata-kun, ¿tengo que mencionar su nombre?

—¿Cómo sé que no es un truco para que lo diga yo? —Mirio no era tan tonto como para caer en algo así.

Yuyu no pudo evitar sonreír ante la respuesta de su mejor amigo. Qué desconfiado, pensó.

—¿Sabes? Me ofende que pienses que sería tan manipuladora contigo —le dijo esbozando una amplia sonrisa.

—Pues no me des pie a que lo haga —le respondió el rubio, levantando un pie y acercándoselo a la cara. Ésta le dio un manotazo y se echó hacia atrás.

—Aleja tus quesos de mí —protestó, mientras sonreía y se alejaba todavía más de Mirio—. Por cierto, ¿alguna vez has pensado que podríamos ser conocidos como los Tres Grandes… Gays? —comentó soltando una carcajada y cubriéndose la boca de inmediato ante la mirada de advertencia de su amigo—. Y bueno, Volviendo al tema que nos ocupa. Sólo espero que no empieces a ir a tu bola ni que te dé por tartamudear repentinamente cada vez que hables con nosotras.

Mirio se enderezó ante la clara referencia a Tamaki y sintió cómo el calor subía por sus mejillas y se extendía por todo su rostro.

—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó el rubio, cuando se recuperó de la sorpresa inicial.

—Aparte de por cómo te comportas cuando estás cerca de él, por algo que me dijiste en una ocasión.

—¿En serio…? —Mirio no se podía creer que hubiera dicho algo que le pusiera en evidencia cuando ni siquiera él tenía claro lo que sentía hasta hacía un par de días—. ¿Y qué te dije?

—Bueno… Fue un finde que salimos a tomar algo al Juicy —la chica hizo una pausa y luego siguió—. Dijiste que tu kohai, Midoriya, tenía unos ojos muy bonitos, pero que te gustaban mucho más los de Amajiki-kun. El hecho es que no podía creer que me estuvieras diciendo algo así. No hice ningún comentario al respecto porque ibas un poco borracho, pero fue bastante sorprendente que me hablases de él sin venir a cuento… y más aún que me mencionaras sus ojos, cuando son pequeños y bastante comunes, por cierto.

—¿Sabes una cosa, Haya-chan? —Mirio apoyó la espalda contra la pared—. Ahora que estoy sobrio déjame decirte que los ojos de Tamaki son los más bonitos que he visto en mi vida.

—No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que me ibas a decir algo así. Aunque no esperaba que lo llamases por su nombre de pila tan pronto —Yuyu hizo una pausa y entonces preguntó—: Oye, ¿qué es lo que sientes exactamente por él, Togata-kun?

—Eh… bueno… supongo que… digamos que me gusta mucho —Mirio estaba seguro de que lo que sentía por Tamaki era lo suficientemente fuerte como para considerar que estaba enamorado de él, pero no le iba a decir algo así a Yuyu, porque seguramente no le creería y se burlaría de él.

La pelirroja se rascó la cabeza, desconcertada.

—¿Te gusta mucho? ¿En serio? Pero… ¿qué es lo que has visto en él? Si se puede saber. Porque, desde luego, no tiene ni punto de comparación con Takeda-kun.

—Haya-chan...

—Es que... en serio, Togata-kun... tú vales mucho más…

—¡Haya-chan!

—Vale, vale... está bien —la pelirroja se cruzó de brazos—. Anda que decir que tiene los ojos bonitos. Sólo falta que digas que es la pasión personificada...

—La verdad es que lo es —el rubio soltó un largo suspiro—. Y aunque se nota que no tiene mucha experiencia, me encanta cómo besa… Su lengua…

—¡Togata-kun!

Y decidiendo que ya había obtenido más información de la que necesitaba, Yuyu salió como un torbellino de la habitación de Mirio antes de que entrase en detalles con respecto a su nueva relación con el chico más soso de toda la clase.

 

 

Notes:

Por fin se han besado!!!! Y sólo he necesitado cinco capítulos para llegar a ese punto jajajajaja. Mmm. Por cierto, quién creéis que habrá sido el que ha pillado a los chicos en el gimnasio?? Y todavía se sigue sin desvelar quién era la persona que se iba a encontrar con Momo en su habitación. ¿Alguna idea?

Siento haber tardado tanto en actualizar. Espero que para la próxima, pase menos tiempo!!

Y como he indicado en otras historias que estoy subiendo: Me he creado una cuenta de Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama de vez en cuando. Puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 6: LO QUE ESTÁ POR VENIR

Notes:

Mirio y Tamaki se besan por fin. Yuyu y Nejire hablan sobre su futuro. De momento no se sabe nada de los avances del plan de La Liga.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Jueves, 19 de marzo de 2020

Después de que All Might los pillara enrollándose en el gimnasio, Mirio había saludado al profesor, rojo como una remolacha y se había dirigido hacia las habitaciones. Tamaki se había quedado un poco más rezagado, para no regresar los dos a la vez y así evitar dar pie a rumores. Se moriría de vergüenza si alguien más descubría lo que acababa de pasar.

Cuando había dado un par de pasos fuera del gimnasio sin mirar a su profesor, de lo abochornado que se sentía, All Might lo llamó y Tamaki se paró en seco.

Toshinori siempre se había caracterizado por su alma bondadosa y caritativa y dada la personalidad introvertida que tenía Amajiki no podía evitar sentir que debía protegerlo del mundo. Casi siempre estaba solo y lo veía tan apocado e inseguro que no había podido evitar arrimarse al chico en más de una ocasión para tratar de darle conversación y hacerle un poco de compañía. Durante aquel año en el que le había dado clase, le había cogido cariño, viendo cómo poco a poco se abría a él, lo que llenaba al hombre de satisfacción. Al fin y al cabo, él pensaba que ser un héroe no consistía sólo en estar en el campo de batalla y salvar a los civiles de las garras de los villanos. Ser un héroe se trataba de ayudar al más débil y a quien lo necesitara en cada momento, y sabía que Amajiki había necesitado un amigo desesperadamente.

—Se… sensei, yo… —tartamudeó Tamaki mientras se giraba hacia él, con la cabeza gacha y las mejillas ardiendo—, lo que… lo que ha visto en… en el gimnasio…

All Might avanzó hasta Amajiki y le puso una mano sobre el hombro, tratando de reconfortar al ansioso muchacho.

—Lo que he visto en el gimnasio es lo más natural del mundo —Toshinori palmeó la espalda de Tamaki, de forma amigable—. ¿Sabes? Me preguntaba por qué estabais tardando tanto...

—Nosotros… —Tamaki bajó la mirada, avergonzado ante las palabras del profesor—, nosotros solo... es decir, sólo nos hemos...

—Lo sé, joven Amajiki —All Might lo miró, divertido—. ¿Cómo te sientes al respecto?

Tamaki guardó silencio ante la pregunta del hombre, pero éste simplemente aguardó hasta que el chico se sintió listo para responder.

—Eh... un poco inseguro, supongo —Tamaki titubeó—. Creo que se merece estar con alguien mejor que yo. Mirio es tan impresionante… No entiendo cómo puede haberse fijado en mí…

—Yo sí —All Might miró con fijeza a su alumno y luego agregó—: Tienes un montón de cosas buenas que ofrecer, joven Amajiki. ¿Y sabes qué? Togata te ha elegido a ti y tú a él, y nadie debería negarse la oportunidad de amar y ser amado. Quizás, en lugar de hundirte pensando que Togata merece algo mejor, lo que deberías hacer es aceptar su amor y luchar por convertirte en ese algo mejor que crees que merece.

Después de decir aquello, All Might le regaló una de sus amplias y brillantes sonrisas y, en completo silencio, ambos pusieron rumbo hacia el edificio de las habitaciones. Sólo hablaron para despedirse cuando alcanzaron la puerta de entrada.

Tamaki no había dejado de darle vueltas al discurso de All Might durante todo el trayecto. Y mientras se preparaba para dormir, dirigió sus pensamientos hacia la que ahora consideraba su mayor razón para no darse por vencido.

Unos ojos color azul cielo y un pelo amarillo como el sol fueron las imágenes que, junto con las sabias palabras del antiguo símbolo de la paz, Tamaki guardó en lo más profundo de su corazón.

Togata te ha elegido a ti, y tú a él. Y quizás, en lugar de hundirte pensando que merece algo mejor, lo que deberías hacer es aceptar su amor y luchar por convertirte en ese algo mejor que crees que merece.

All Might tenía razón.

En lugar de renunciar a Mirio, lo que debía hacer era entrenar y convertirse en uno de los mejores héroes de Japón para que estuviera orgulloso de haberlo elegido a él.

―xXx―

Los tenues rayos de sol del nuevo día se filtraron a través de la ventana del dormitorio de Mirio. Abrió los ojos poco a poco al sentir la punzante molestia de la luz sobre los párpados.

Bostezó ruidosamente mientras se sentaba en el borde de la cama, sintiéndose mareado por las pocas horas que había dormido. Se frotó los ojos con fuerza para terminar de espabilarse y se levantó para coger ropa limpia y dirigirse a los baños comunes.

Antes de ducharse, se miró un momento en el espejo. Sentía una extraña alegría, de ésas que eran tan intensas, que con el paso del tiempo te dejaban una sensación de cosquilleo en el estómago.

Creyó vislumbrar una extraña marca en su cuello que no había visto el día anterior. Todavía adormilado, tuvo que pegar la nariz al espejo para poder distinguir con claridad de qué se trataba.

Un intenso rubor cubrió sus mejillas cuando supo lo que era y, de forma automática, imágenes de la noche anterior se agolparon en su mente. Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios cuando recordó que se había estado besando con Tamaki.

Se metió en la ducha y mientras dejaba que el agua caliente entibiara su cuerpo se puso a pensar en las cosas que habían sucedido. Mirio jamás se había imaginado que su noche iba a terminar de esa forma, compartiendo un beso más que apasionado con el chico que le gustaba, y su mano metida por su camisa, acariciando las marcadas abdominales de su compañero.

Se rio de manera tonta, al recordar la forma en la que habían sido interrumpidos. Ninguno de los dos había sabido dónde meterse cuando habían visto a All Might frente a ellos, al parecer, bastante pasmado como para pronunciar palabra alguna.

Cuando por fin habían podido desenredarse y ponerse de pie, All Might se había disculpado por haberles interrumpido, explicándoles que había visto las luces del gimnasio encendidas y que, dado la hora que era, había pensado en echar un vistazo. Después de darles las buenas noches, Mirio se había marchado y Tamaki se había quedado rezagado, para no regresar juntos a la sala común. Cuando se alejaba, había escuchado al ex héroe llamar a Tamaki y sabía que se habían quedado un rato hablando.

¿Qué le habrá dicho All Might a Ama…?

—Tamaki... —se corrigió y la mención del nombre de pila de su compañero le hizo sentir bien. Le pareció extraño y, a la vez, familiar en su lengua.

Terminó de ducharse con una sonrisa en la boca y se enrolló una toalla en la cintura. Al dirigirse hacia la zona de los lavabos para peinarse y terminar de secarse, se encontró con su compañero Kamui Hayashi.

—Buenos días, Togata-kun —le saludó éste, mientras se lavaba los dientes.

—¡Buenas, Hayashi-kun! —respondió Mirio, con su energía habitual.

—Sí que te has dado una ducha larga, ¿eh? —le dijo el muchacho de ojos verdes mientras movía las cejas arriba y abajo—. ¿Qué has estado haciendo?

—Nada de lo que tu mente sucia está pensando —Mirio se encogió de hombros y se colocó frente a uno de los lavabos sin darle más importancia al comentario de Hayashi.

—Espera ¿qué es eso que tienes ahí? —le preguntó entonces Kamui, mientras se miraban el uno al otro a través del espejo.

—¿Qué? —el rubio miró su reflejo sin ver nada extraño—. ¿Dónde?

—En el cuello —especificó Kamui y se acercó para verlo más de cerca. Entonces Mirio abrió los ojos de par en par al caer en la cuenta de a qué se refería—. ¿Eso no es...?

—No —Mirio retiró la mano de su compañero, la cual se dirigía hacia el chupetón.

—Vaya... la mosquita muerta ha resultado ser más espabilado de lo que parece —el chico comenzó a reírse—. Ya sé por qué tardaste tanto en la ducha, Togata-kun —dijo, para después añadir en un susurro sugerente—: Ah… Tamaki...

—¿Me estabas espiando? —soltó Mirio, sintiéndose indignado ante semejante comentario.

—¡Por supuesto que no! —su compañero se mostró ofendido—. Me estaba duchando al lado y te oí por casualidad decir su nombre. Deberías tener más cuidado, Togata. Estos baños no son privados.

—Me da igual lo que escucharas porque no he hecho nada de lo que insinúas.

—Claro, claro, lo que tú digas...

Mirio decidió que aquella conversación no iba a ninguna parte. Además, si Hayashi quería pensar que se había hecho una paja pensando en Tamaki, pues que lo pensara. ¡Como si él no se masturbara nunca! Se despidió sin añadir nada más y se marchó a su habitación para vestirse. Después se dirigió a las zonas comunes con la esperanza de encontrarse allí con Haya o Hado.

—Ya creíamos que no ibas a venir —le dijo Yuyu en cuanto le vio—. Estábamos a punto de irnos al comedor.

—Eh, eh, ¿se te pegaron las sábanas, Togata-kun? —le preguntó Nejire―. ¿Acaso no has dormido bien?

—No y sí —respondió Mirio, ruborizándose al recordar la conversación que había tenido con Kamui hacía un rato—. Me entretuve en el baño.

Nejire y Yuyu se miraron sin comprender el sonrojo de Mirio y los tres fueron a desayunar algo.

―xXx―

Los alumnos de 1-A salieron poco a poco del aula, después de hacer el examen de Aizawa. Mientras la clase se vaciaba, el hombre le daba vueltas en la cabeza a la reunión que había tenido con el director y se preguntaba qué sucedería en las próximas semanas.

—Aizawa-sensei...

—¿Sí, Hagakure? —dijo, levantando la vista, con expresión cansada.

—Perdone mi atrevimiento, pero... —la muchacha hizo un gesto nervioso con los pies—. Me preguntaba si por casualidad le gustaría salir a cenar este fin de semana.

Aizawa levantó una ceja, mostrándose sorprendido.

—¿A cenar? ¿Contigo?

—Sí, sensei.

—Eh... pues verás, Hagakure... —Shota no sabía cómo negarse de forma diplomática—. Lo que pasa es que... no acostumbro a salir con estudiantes.

La muchacha hizo un gesto que el profesor no fue capaz de interpretar. Las mangas de su camisa parecieron alzarse, pero al ser invisible no pudo descifrar su lenguaje corporal.

—No tiene que preocuparse por eso, sensei —la chica se acercó a Aizawa, quien tuvo que retroceder un paso—. El curso termina el viernes así que cuando llegue el fin de semana ya no seré su alumna.

—Depende de cómo se mire, Hagakure…

—¿Qué le parece si se lo piensa? —la muchacha se dio media vuelta y se dispuso a salir—. Estaré esperando su respuesta. Que tenga un buen día.

Después de eso salió del aula, dejando atónito a su profesor. Tuvieron que pasar algunos minutos para que se recuperara de la sorpresa. Entonces, se rascó la cabeza, pensativo.

Dios. Esto no me lo esperaba para nada. ¿Lo sabrá alguno de sus compañeros?

—Así que, conquistando alumnas en tus ratos libres, ¿eh? —Yamada se encontraba de pie apoyado contra el marco de la puerta, mientras lo miraba con una expresión divertida en la cara—. Parecías tan concentrado en la chica que ni me viste...

Aizawa movió la cabeza de un lado a otro, tratando de pasar por alto el comentario de su amigo. Se acercó a él para saludarlo, pero se vio sorprendido otra vez cuando fue estrechado por sus brazos.

—Vaya, parece que me has echado de menos —dijo Aizawa correspondiendo al abrazo con poca energía—. Y eso que nos vimos ayer...

—Lo sé, Shota —Yamada le miró con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero ya se terminan los exámenes y el curso, ¡y me siento pletórico!

Mientras se dejaba arropar por el abrazo de su amigo, Aizawa no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, seguía sintiéndose tan vacío como siempre.

―xXx―

—He oído que vas a formar parte de la agencia de Fat Gum en cuanto te gradúes.

—Así es. Estoy esperando a que me lo ofrezca formalmente, pero ya lo hemos hablado.

—Eso es genial. A mí me gustaría trabajar por las tardes en la agencia de Sir, pero también había pensado que me podría venir bien ayudar a Aizawa-sensei con sus clases.

Tamaki y Mirio se encontraban en la habitación del primero. Esa misma mañana, cuando apenas quedaba gente en el comedor, Tamaki se había acercado a él con disimulo y le había entregado un papel doblado mientras se sonrojaba y se dirigía a la salida a toda prisa. Sus amigas habían montado un escándalo ante el gesto de Tamaki, soltando bochornosos grititos, aplaudiendo y pidiéndole que les leyera la notita de amor que le había escrito su novio. Sintiéndose bastante mortificado, Mirio las había mandado callar y se había guardado el papel en un bolsillo con una sonrisa tonta mientras pensaba en lo tierno que era Tamaki y en lo importante que era que le diera su número de teléfono cuanto antes. Excusándose, se alejó de sus ruidosas amigas y la abrió en cuanto estuvo a solas. Cuando la leyó su sonrisa tonta se transformó en una tonta y enorme. Sin perder más tiempo salió pitando en dirección a los cuartos de 3-B. En el pequeño trozo de papel, Tamaki había escrito que, si quería, podían verse en su habitación.

Y ahora se encontraban los dos sentados en la cama. Tamaki apoyado contra su pecho, mientras el rubio lo abrazaba de la misma manera que la noche anterior. Ambos estaban revisando sus apuntes y Tamaki se encargaba de corregírselos y aclarar sus dudas. Mirio había esperado hacer otra cosa cuando el chico le había invitado a ir allí, pero bueno, estar con Tamaki era suficientemente bueno, aunque fuera sólo para estudiar.

—¿Sabes? —Mirio le acarició el cuello con la yema de los dedos—. No he dejado de pensar en la reacción que tuvo All Might cuando nos vio.

—No te preocupes —Tamaki trató de tranquilizarle, tocándole con suavidad una pierna—. No está enfadado ni nada de eso.

—Pero... —Mirio le dio un golpecito en el hombro para que se girase hacia él y poder mirarlo a los ojos—. Te dijo algo, ¿verdad? Es decir... cuando me alejaba oí que te llamaba y no creo que fuera para desearte buenas noches.

—No me dijo nada malo. Sólo que se alegraba por nosotros —el chico suspiró, recordando lo que había sucedido la noche anterior.

—¿En serio?

—No exactamente con esas palabras, pero sí —le dijo Tamaki y Mirio le acarició con ternura el rostro.

El chico de pelo índigo sonrió y volvió a apoyarse contra su compañero, sintiendo cómo éste lo abrazaba de forma protectora. De pronto, Mirio sintió cómo Tamaki se ponía tenso.

—¿Estás bien? —le preguntó, susurrando prácticamente contra su oreja puntiaguda.

—Sí… es sólo… —Tamaki se quedó callado y Mirio aguardó hasta que el muchacho se sintió cómodo para continuar—, al pensar en All Might, no sé por qué me he acordado de Takeda-kun…

Mirio apretó su agarre al escuchar aquel nombre.

Había estado saliendo con Taiyo Takeda durante su segundo año hasta que Mirio se había hartado de sus tonterías y había acabado dejándolo. El chico de pelo gris no lo había superado y de vez en cuando insistía en quedar a solas, a lo cual, Mirio siempre le respondía con largas.

—¿Qué sucede con él? —dijo, aunque se imaginaba por dónde iban los tiros. Al fin y al cabo, todo el mundo sabía que Mirio y Taiyo eran novios. De hecho, ambos eran bastante populares y la gente decía que eran la pareja ideal, claro, hasta que se había ido todo a la mierda.

—Sólo... —Tamaki miró hacia su regazo—, sólo me estaba preguntando cómo se tomarían nuestros compañeros que estuviéramos juntos, tú y yo. Después de haber estado con alguien como Takeda-kun… eh… bueno… Además, ya sabes que no nos llevamos demasiado bien y cuando se entere…

Mirio se rascó la cabeza, confundido.

—Pero... Tamaki, ¿no notas lo mucho que me importas? No apuntes tan bajo —le dijo agitando el cuaderno frente a él, por si no había pillado los juegos de palabras—. No te puedes comparar con Taiyo porque sois completamente diferentes. Y… bueno, cuando la gente se entere… pues que piense lo que quiera.

—¿Y si te causo problemas? —insistió Tamaki—. Creo que sigue sintiendo algo por ti… he visto cómo te mira. ¿Estás dispuesto a soportar una situación tensa en clase solo por estar conmigo? La verdad es que no creo que valga la pena.

Mirio se enderezó y tomando entre sus manos el rostro del chico, le respondió con voz firme.

—Lo que sería una pena es no salvarte de lo que haga falta. Incluso aunque tenga que ser de ti mismo —le respondió con una mirada seria, sabiendo que el principal problema que tenía Tamaki eran sus inseguridades—. Me encantaría que fueras el primero de mi ‘millón’ —añadió guiñándole un ojo y acto seguido lo besó.

―xXx―

—¿... y te acuerdas en primero cuando Aizawa-sensei nos dividió en grupos de dos y a nosotras nos tocó ser villanas y teníamos que proteger una bomba? —intervino Nejire, tumbándose en el césped y observando el cielo despejado. La primavera estaba a la vuelta de la esquina y se podía percibir en el ambiente.

—Sí, ésa fue una de las clases más divertidas que hemos tenido. Y la primera vez que trabajamos juntas. Te metiste muy bien en el papel, por cierto.

Yuyu y Nejire se encontraban en la zona verde que había tras el gimnasio, debajo de un bonito cerezo que les proporcionaba buena sombra. Después de molestar un rato a Togata por la nota que le había dejado Amajiki mientras desayunaban, se habían levantado y se habían ido a dar una vuelta. Al fin y al cabo, su amigo se había marchado dejándolas solas, y ellas querían aprovechar al máximo antes de que llegara la hora del último examen del curso.

—Sí, me acuerdo cuando el equipo de Togata tuvo que enfrentarse al de Takeda y al utilizar su peculiaridad se quedó desnudo y Takeda-kun se puso tan nervioso que se resbaló y se cayó al suelo, dejando la bomba desprotegida…

—Fue muy gracioso ver a Togata-kun en bolas, apoyado contra la bomba y gritando ¡power!, mientras Takeda le chillaba que se tapase, más rojo que un tomate —dijo Yuyu, sin poder evitar soltar una carcajada ante el recuerdo.

—Está claro que Togata ya le gustaba por aquel entonces —comentó Nejire, entonces su rostro se ensombreció—. ¿Y recuerdas lo que pasó cuando le tocó el turno al equipo de Amajiki?

—¿Cómo olvidarlo? —Yuyu sintió un escalofrío—. Para entonces prácticamente no le conocíamos y lo que le hizo Hayashi-kun… Que, a ver, su peculiaridad consiste en proyectar tus peores recuerdos y no se iba a quedar sin hacer nada por consideración al otro equipo; pero la verdad es que hubiera preferido no saber cuál era el de Amajiki...

—Ya... —Nejire se tumbó junto a Yuyu y le acarició la mano—. No quisiera tener que enfrentarme nunca a Hayashi... Aunque es fácil de abatir a distancia, pero…

—Ni yo —Yuyu frunció el ceño—. Aunque si hablamos de enfrentamientos… Me da mucho más miedo esa villana, Nightmare. La del recuerdo de Amajiki. Lo que le hizo a su hermana... —la pelirroja se estremeció—, lo tengo grabado a fuego en la mente; todavía recuerdo cuando le dio aquel ataque de ansiedad, mientras todos veíamos por los monitores la proyección de la imagen de aquella chica con el pelo del mismo color que él, soltándole la mano a un Amajiki de no más de ocho años. Y cómo una pequeña niña albina, vestida de blanco se le enganchaba de pronto en el cuerpo. Cómo le clavó lo que parecieron ser dos garras en las sienes, haciendo que la chica se retorciera y gritara, completamente fuera de sí… como si estuviera sufriendo lo indecible y después… la vista perdida y la villana riéndose mientras salía corriendo, bajo la perpleja mirada del niñito que observaba todo impotente —Yuyu hizo una pausa para suspirar, sintiéndose angustiada ante todo aquello—. Uf, no sé qué fue peor, si el recuerdo que vimos o la reacción de Amajiki…

Nightmare era una villana bastante conocida. No al mismo nivel que la Liga, pero casi. Era muy escurridiza, cosa que le facilitaba su pequeño tamaño y su agilidad. La policía de Japón llevaba tiempo tras ella, pero todavía no habían conseguido atraparla, a pesar de las víctimas que tenía sobre sus espaldas, a las que les robaba los recuerdos, hasta el punto de que la persona afectada podía perder la cordura.

—¿Sabes qué pienso, Yuyu? —Nejire jugueteó con una flor que había caído junto a ellas—. Que, con el suficiente esfuerzo, esa mujer podría recuperarse.

—¿Por qué crees eso? —Yuyu se giró hacia su novia, sorprendida ante semejante declaración—. Yo opino que eso depende de muchas cosas. Pero dudo que la hermana de Amajiki pueda recobrarse algún día. Apuesto lo que quieras a que quedó bastante trastornada después de lo que le sucedió.

—Eh, eh, ¿cómo puedes estar tan segura? —Nejire la miró con expresión interrogativa.

—Porque no se me ocurre ninguna forma de recuperar los recuerdos que has perdido —le dijo Yuyu, incorporándose—. Esto no es como darse un golpe en la cabeza, cariño.

—Ya —respondió Nejire llevándose un dedo a la barbilla, un gesto que solía adoptar cuando cavilaba sobre algo—, pero, ¿nunca has oído eso de que todo tiene solución excepto la muerte?

—Mira, mira... —Yuyu interrumpió a su novia, sin responder a la pregunta—. ¿Ésos no son Aizawa y Present Mic?

—¿Dónde?

—¡Aizawa-sensei! ¡Present Mic! —Yuyu levantó una mano y llamó a los dos hombres, quienes se giraron hacia donde se encontraban las chicas. Cuando las vieron, ambos se dirigieron hacia ellas para saludarlas.

―xXx―

Tamaki caminaba deprisa por los pasillos que conducían a la enfermería con el cuaderno todavía en la mano. Antes de que Mirio se marchase se había dado cuenta de que no le quedaban ansiolíticos y sólo de pensarlo ya se había empezado a sentir nervioso. Necesitaba desesperadamente reponer su arsenal de medicamentos, porque, aunque no los usase a menudo, saber que los tenía siempre le tranquilizaba.

Todavía podía saborear los labios y la piel de Mirio en su boca. Ese dulce sabor que le hacía perder el sentido. El rubio lo volvía loco, pero a veces le aterraba ir demasiado rápido, y es que, al fin y al cabo, Mirio tenía experiencia, pero él no.

El rubio emanaba pasión por cada fibra de su ser, pero Tamaki se sentía demasiado inseguro como para dejarse llevar. Le daba miedo que Mirio opinase que era demasiado flacucho o que le desagradase algo de su cuerpo. Le atemorizaba no estar a la altura y no ser suficiente para Mirio.

Pero eso no evitaba que se excitara estando con él. Mirio era demasiado sexy como para que le fuera indiferente a Tamaki.

Había estado haciéndole preguntas sobre los apuntes cuando, de pronto, Mirio le había arrebatado el cuaderno y había comenzado a escribir algo en él. Tamaki había tratado de recuperarlo, pero entonces el rubio había comenzado a besarlo sin previo aviso mientras le abrazaba por la cintura.

Aunque eso no era lo que había puesto a Tamaki en semejante estado. Mientras se besaban, Mirio había tirado de él, con cuidado, hasta que había conseguido que se sentase a horcajadas sobre su regazo, sin importarle que el cuaderno cayera al suelo, moviendo las manos por su pecho y recorriendo su abdomen hasta llegar a los muslos. Le había acariciado por encima de la ropa y después había deslizado las manos hasta el trasero de Tamaki, apretándolo con descaro.

Tamaki se había puesto nervioso ante el toque inesperado y se había echado hacia atrás por inercia, cayéndose al suelo a pesar de que Mirio había intentado agarrarle. Después de eso, nervioso, había recogido el cuaderno, tratando de centrarse en otra cosa, pero no había servido de nada, así que incorporándose se había dirigido hacia el armario donde guardaba sus pastillas, en busca de alguna que le sirviera para calmar los nervios; ahí había sido cuando se había dado cuenta de que no le quedaban. Mirio se había disculpado mil veces por haberse dejado llevar y al final se había acabado marchando, abochornado, después de que Tamaki le asegurase que se encontraba bien y que tenía que ir a la enfermería.

—Recovery Girl...

—Ah, Amajiki-kun —la mujer le saludó mientras curaba a un alumno de segundo que había sufrido varias lesiones durante uno de los exámenes—. Me pillas un poco liada. ¿En qué puedo ayudarte?

—Dis… disculpe —dijo el chico bajando la mirada por haberla interrumpido por una cosa tan insignificante—. Me quedé sin… no tengo… pastillas para…

La mujer le dijo a su paciente que esperase un momento, corrió la cortina para darle más privacidad y después volvió a girarse hacia Tamaki.

—Pastillas para la ansiedad, ¿no?

Tamaki asintió, alegrándose por no tener que terminar la frase.

—¿No ha… no ha llegado… su auxiliar?

—Hoy entra más tarde —la enfermera cogió una caja de una de las gavetas—. Espero que esto te ayude.

El chico asintió dándole las gracias mientras dejaba el cuaderno sobre una de las camas para guardarse las pastillas en el bolsillo; entonces, levantó una mano en señal de despedida y salió de la enfermería. Instantes después llegó Momo Yaoyorozu, se puso su bata blanca, saludó a Recovery Girl y se acercó para ver en qué podía ayudar.

—Llegas pronto —la enfermera la miró con detenimiento—. ¿Todo bien?

—Sí, he terminado el examen antes. Aunque me duele un poco la cabeza —la joven tomó asiento frente a la mujer—. Ya se me pasará. ¿Qué hago?

—Pues lo mismo de siempre. Atender a los infortunados estudiantes que vayan llegando. Supongo que vas a tener que quedarte sola; justo ahora tengo que supervisar un examen con Yagi-san —le informó Shuzenji mientras se encogía de hombros y se llenaba los bolsillos de caramelos—. Si te encuentras con alguna complicación, puedes llamarme al móvil, estaré pendiente; y si el dolor de cabeza aumenta, coge una de las pastillas del estante de enfrente.

—Gracias, Recovery Girl, lo tendré en cuenta.

La anciana asintió y unos minutos después se marchó.

En cuanto se quedó sola, la estudiante se percató de que había un cuaderno sobre una de las camas. En la portada aparecía el nombre del alumno de 3-B con quien Kirishima hacía su pasantía: Tamaki Amajiki. Decidió guardarlo en un cajón para devolvérselo en cuanto pudiera y después se concentró en su trabajo. Cuando llegó la hora de comer, dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia el comedor para disfrutar de lo que le habían preparado en casa, pensando en el encuentro que esperaba tener por fin aquella noche.

 

Notes:

En este capítulo hemos tenido la incorporación de dos personajes nuevos de 3-B. Taiyo Takeda, el ex de Mirio y Kamui Hayashi. En el primer capítulo podéis ver el dibujo que hice de todos los personajes, donde salen estos dos también :)

Y por otro lado, se vuelve a mencionar a la villana Nightmare. Os suena? Ya sabéis dónde se mencionó por primera vez?

Y con quién se encontrará, definitivamente, Momo esta noche?? Alguna especulación? 🤔

Estoy algo triste porque esta semana volví a trabajar de forma presencial y casi no tengo tiempo libre :( así que kudos y comentarios me animan y además me motivan para actualizar antes 💜💛

Y si me queréis seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos realistas y MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 7: INSEGURIDADES

Notes:

Resumen: Tamaki expone sus temores con respecto a salir con Mirio. Aizawa sigue sintiéndose solo. Momo espera encontrarse con su amante la siguiente noche.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Jueves, 19 de marzo de 2020

Se encontraban de pie en el gimnasio cada uno frente a una colchoneta, esperando la llegada de Vlad King. Nejire estaba utilizando su peculiaridad, manifestando varias ondas a modo de calentamiento, mientras Yuyu y Mirio charlaban. La chica de pelo lila, aunque no participaba en la conversación, estaba atenta a lo que sus amigos estaban diciendo.

—¿Dónde te metiste antes del examen, Togata-kun? Nejire y yo salimos a dar una vuelta y no te vimos por ningún lado. Incluso nos encontramos con Aizawa-sensei y Present Mic —le comentó Yuyu, mientras realizaba estiramientos.

—Estaba en la habitación de Tamaki —respondió Mirio, llevándose una mano a la nuca, mientras sonreía con timidez.

—¡¿Qué?! —exclamaron sus dos amigas a la vez.

Mirio puso cara de circunstancia y empezó a mover las manos arriba abajo para pedirles que no fueran tan escandalosas. Pudo ver cómo varios ojos se posaban en ellos y mantuvo silencio hasta que sus compañeros volvieron a prestar atención a sus cosas.

—No pasó nada, chicas —les dijo, bajando la voz—. Sólo nos besamos y poco más. De hecho, hablamos más que otra cosa…

—¿Y de qué estuvisteis hablando tanto rato? Si se puede saber… —le preguntó Yuyu, intrigada.

—Bueno… —Mirio se rascó la barbilla, mientras pensaba—, principalmente, de sus preocupaciones sobre Taiyo… pero ya le dije que no debía darle importancia.

—Togata-kun... —Yuyu se agachó a la altura de su amigo para mirarlo a los ojos—. Yo creo que no deberías tomarte eso tan a la ligera. Seguro que Takeda os monta un numerito en cuanto se entere de lo vuestro…

—¿Acaso piensas mantener tu relación en secreto? ¿Eh?, ¿eh?  —intervino entonces Nejire.

—Por supuesto que no, Hado-chan —Mirio se giró para mirar a su profesor, que llegaba justo en ese momento—. No tengo motivos para esconderme. Y si para poder estar con Tamaki tengo que hablar con Takeda, ¡a-probaré a hacerlo! —exclamó, bromeando.

—Pues te deseo mucha suerte, Togata-kun. La vas a necesitar —y diciendo esto, Yuyu se colocó frente a su colchoneta para comenzar el examen.

—Espero que estéis en plena forma, porque las pruebas de hoy no son aptas para principiantes —la voz de Vlad King hizo que todo el mundo guardara silencio. Cuando volvió a hablar los alumnos prestaron atención, obedientes, a las indicaciones que dio.

El tiempo fue transcurriendo poco a poco mientras los alumnos iban llevando a cabo los ejercicios. Podían usar sus peculiaridades, evidentemente, y algunos lo tenían más fácil que otros, dependiendo de lo que tuvieran que hacer y de su habilidad para hacerlo. Mirio estaba concentrado, pensando en cómo superar todas las pruebas cuando de pronto se escuchó un fuerte estruendo.

—¡Amajiki!

Todos se giraron a mirar al muchacho, a quien le salía de la mano parte de un apéndice mutilado de color rojizo que antes de la explosión había sido un tentáculo. El nervioso adolescente miró temblando al profesor. Sus ropas estaban agujereadas por todos lados, y los residuos de la explosión le habían manchado la cara y la piel que quedaba expuesta. Miró de reojo varias veces hacia la pared, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no dirigirse hacia allí y apoyar la cabeza, como todo su cuerpo le instaba a hacer.

Vlad King siempre había sido bastante duro con él y el saber que tenía que hacer el examen frente a todos sus compañeros le había llevado al borde de un ataque de nervios. El hecho de que Mirio también estuviera allí, viendo cómo fracasaba de nuevo, tampoco era de mucha ayuda. Quería hacerlo bien, quería pasar el examen, pero sentía como si sus piernas fueran de gelatina y a duras penas había conseguido no colapsar contra el suelo. Había logrado superar las primeras pruebas, los obstáculos que iban emergiendo del suelo a medida que avanzaba, manifestando unas alas del pato que había comido al mediodía, pero a medio camino, lo había pillado desprevenido una explosión procedente del techo y en lugar de transformar su brazo en una concha para protegerse, sus nervios le habían jugado una mala pasada y había sacado unos tentáculos que habían acabado reducidos a cenizas.

—Amajiki... —Vlad King se acercó a él, hablándole con voz decepcionada—. ¿Cuántos años llevas siendo mi alumno?

—Tre… Tres...

—Tres. ¿Y cuántas veces has conseguido superar alguna de las pruebas físicas que he puesto en clase?

—No… no lo sé, sensei.

Unas risitas se pudieron escuchar en una de las esquinas del gimnasio, en la zona donde estaban Taiyo Takeda y sus amigos.

—¡Nunca! —exclamó el profesor, cabreado, sobresaltando a Tamaki y a los que se estaban riendo, que se quedaron callados en el acto.

Mirio no perdía detalle de la situación, mordiéndose el interior de la mejilla con fuerza para no intervenir. Sabía que, si decía algo, Tamaki sólo se sentiría más humillado todavía, así que se calló y esperó que el profesor dejara al chico en paz y que sus compañeros se comportaran.

La furia que el profesor sentía se desvaneció con rapidez, al darse cuenta de que con su arranque de ira no sólo había asustado a su ansioso alumno, sino también al resto de la clase. Sabía que Amajiki tenía potencial. Tenía una peculiaridad muy interesante y le fastidiaba que se desperdiciase en un estudiante que no era capaz de superar las pruebas físicas más sencillas, sólo por los nervios.

Vlad King respiró profundamente varias veces, tratando de controlar el volumen de su voz mientras se dirigía de nuevo al chico.

—Ve de inmediato a la enfermería para que te echen un vistazo. Tienes veinte minutos para ir y regresar. Te permitiré volver a hacer la prueba, y más te vale que te concentres y lo hagas bien, si no quieres pasarte todo el verano entrenando para aprobar mi asignatura.

Tamaki no perdió el tiempo, más que nada porque no podía soportar ni un minuto más todas aquellas miradas puestas en él. Sin siquiera girarse hacia Mirio, salió disparado hacia la puerta, pensando que seguramente el rubio se sentiría decepcionado por su desastrosa actuación.

―xXx―

—Ay...

—Tienes que quedarte quieto si no quieres que te duela...

Momo se encontraba sentada en una silla, junto a una de las camas que llenaban la enfermería, la mayoría de ellas ocupadas por alumnos de primer año.

El motivo por el que una de las mejores alumnas de 1-A se encontraba tan liada se debía a que, el examen que Aizawa-sensei les había puesto a sus compañeros de 1-B había sido bastante complicado y se habían lesionado unos cuantos estudiantes.

Después de hora y media de estar desinfectando heridas, suturando cortes y poniendo vendas, la muchacha de pelo negro sentía que la cabeza le iba a estallar de un momento a otro. Y todavía estaba lejos de terminar, cuando de repente Tamaki Amajiki hizo su aparición corriendo desesperado y plantándose frente a ella.

—¿Amajiki-senpai? —la chica miró al estudiante de la cabeza a los pies—. ¿Qué te ha pasado?

—Eh… yo… una explosión —dijo el chico, bajando la vista al suelo—. Necesito que… necesito que me atiendas; es urgente.

—¿Se puede saber qué te ha ocurrido? No, no me lo digas. Un accidente en medio de un examen —dijo, mirando al resto de pacientes que estaba allí por el mismo motivo.

—Por… por favor —insistió Tamaki—. Sólo me quedan… quince minutos para volver y… y si no lo hago… suspenderé... —Tamaki levantó la mirada para observar a la alumna de 1-A y se sorprendió al ver su aspecto demacrado—. ¿Estás… bien?

—Eh… sí. Más o menos. Había algo que quería decirte, pero… no lo recuerdo —Momo se llevó las manos a la cabeza y se masajeó las sienes—. Me duele bastante la cabeza. Creí que se me pasaría, pero no...

—¿Puedes… darme alguna… pomada? —Tamaki miró la hora en su móvil—. Puedo… puedo aplicármela yo mismo, pero tengo… que irme.

—No puedes irte así —Momo lo condujo hacia una de las camas vacías—. Tengo que examinarte para asegurarme de que no hayas sufrido otras lesiones y...

—Yaoyorozu-chan... —uno de los alumnos de 1-B la interrumpió—. Me duele mucho. ¿Podrías darme alguna pastilla o algo?

—Ya voy... —la muchacha respiró hondo, tratando de mantener la calma, entonces volvió a masajearse las sienes—. Este dolor... en cuanto pueda me tomaré algo de lo que tiene por ahí Recovery Girl.

La chica miró el reloj de pared que estaba al fondo de la enfermería, pensando que debía darse prisa en atender a todo el mundo si no quería llegar tarde al examen que tenía en media hora. Cuando levantó la vista vio a Amajiki observándola de forma interrogativa, sin saber muy bien qué hacer.

—Acuéstate para que pueda echarte un vistazo —le indicó cuando se dio cuenta de que el chico estaba esperando sus instrucciones. Le señaló una cama y éste obedeció, entonces le examinó el torso y la espalda, descartando las piernas después de que Tamaki le comentara que la explosión no procedía del suelo, si no del techo—. Vale, estás bien. Sólo tienes quemaduras superficiales en las manos y en la cara.

Después de limpiarle con unas toallitas húmedas, le desinfectó las heridas, le aplicó la pomada correspondiente y lo dejó marchar. Tamaki salió pitando hacia su habitación para cambiarse de ropa y regresó al gimnasio tan rápido como pudo.

―xXx―

Una hora más tarde, Kirishima se dirigía a la enfermería después de haber tenido un accidente mientras realizaba el examen de Midnight. Había intentado aguantar en el modo Red Riot Unbreakable más de la cuenta y cuando había alcanzado su límite había bajado la guardia y Momo lo había golpeado con un mazo bastante pesado que acababa de crear. Sólo se notaba ligeramente magullado, pero aun así la profesora le había dicho que fuera allí por si acaso y su compañera lo había animado a hacerlo, indicándole que le dijera a Recovery Girl que con un analgésico sería suficiente. La morena había tenido que dejar momentáneamente su puesto para realizar el examen y esperaba que la mujer ya hubiera regresado, porque, aunque había intentado contactar con ella para avisarle, no había podido y la hora del examen se le había echado encima. Hubiera informado antes, pero con el dolor de cabeza que tenía se le había pasado por completo, además, por lo general, Recovery Girl nunca solía dejar la enfermería.

Cuando Kirishima llegó vio que había varios alumnos en las camillas, pero la enfermera no parecía estar por ningún lado, así que después de un rato esperando, empezó a aburrirse.

El pelirrojo se concentró en borrar una pequeña mancha de tinta que había en una de las esquinas de la mesa de la oficina. Pero después de un momento la dejó en paz y siguió con sus pensamientos mientras dirigía su mirada hacia la puerta.

¿Cómo es posible que no haya nadie aquí? ¿Y si hubiera una emergencia?, pensó un poco indignado mientras se sentaba en la silla que quedaba frente al escritorio de la enfermera.

Mientras esperaba recordó la última patrulla que había hecho, hacía unas dos semanas. Estaba realizando la pasantía en la agencia de Fat Gum, junto con Tamaki Amajiki. El muchacho era bastante tímido y un hombre de pocas palabras, pero a pesar de eso, le caía bastante bien. Se esforzaba por superarse y siempre estaba ahí, dispuesto a echar una mano. Necesitaba ganar confianza en sí mismo y deshacerse de esa ansiedad que a veces le nublaba la mente, pero por lo demás, tenía una peculiaridad poderosa que sólo necesitaba una cabeza despejada para poder ser explotada al máximo.

Se preguntó si cuando Fat Gum decidiera retirarse, Tamaki aceptaría el puesto de jefe en la agencia. Si era sincero, no veía a su senpai asumiendo semejante cargo de responsabilidad, para eso se necesitaban ciertas habilidades sociales de las que el chico carecía. Si Amajiki declinaba el puesto, tal vez se lo ofrecieran a él. En tal caso, prometería hacerlo lo mejor posible. Ayudando a los pasantes a mejorar, asignándoles tareas complicadas que les supusieran un reto y realizándoles algún que otro examen de forma periódica para ir viendo su evolución.

Salió de su ensoñación y se planteó si debería marcharse y regresar un poco más tarde cuando algo captó su atención. Había un objeto que sobresalía del cajón de la mesa que tenía frente a él.

—¿Qué es esto?

Kirishima cogió lo que parecía ser un cuaderno escolar. Grande fue su sorpresa cuando leyó en la portada el nombre de su propietario.

—¿Qué está haciendo aquí esto de Amajiki-senpai? —se preguntó mientras lo examinaba por detrás y por delante. Entonces, curioso, lo abrió—. Pero...

Dentro del cuaderno, en alguna de sus hojas, había dibujado un corazón con los nombres de “Mirio y Tamaki” en su interior. Kirishima parpadeó sorprendido, sin saber si aquello significaba que Amajiki tenía un flechazo por Togata o si era algo más. Se guardó el cuaderno rápidamente, pensando que, si aquello se hacía público, su senpai podía pasarlo realmente mal.

―xXx―

—¡He hablado con Aizawa-sensei y me ha dicho que puedo ayudarle con las clases el año que viene! —le contó Mirio a Tamaki mientras se dirigían a las habitaciones.

—Me alegro mucho —Tamaki tomó por inercia la mano de su compañero y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, la soltó avergonzado.

—¡Verdad que es genial! —el rubio, sin darse cuenta del gesto de Tamaki por lo emocionado que estaba, se detuvo de repente, miró a un lado y a otro del pasillo y cuando vio que no había moros en la costa, lo empujó por detrás de una columna y lo besó.

Tamaki le correspondió, agarrándole de la camisa y tirando de ella con fuerza. Mirio decidió profundizar el beso, así que le metió con suavidad la lengua en la boca. Tamaki jadeó y el rubio lo inmovilizó entre la columna y su cuerpo, rozándose contra él. Desesperado por tener más contacto con su compañero. Ambos gimieron.

—Por favor…, Mirio... —susurró entonces Tamaki.

—¿Qué? —le preguntó el rubio, respirando de forma entrecortada, apartándose ligeramente.

—No hagas eso…

—¿No te gusta...? —dijo Mirio extrañado.

Para su alivio, Tamaki asintió, así que dejándose llevar por el calor del momento le metió la mano por debajo de la camisa y le acarició el estómago, como la primera vez que se habían besado en el gimnasio. El otro se estremeció ante el frío contacto de la mano del rubio.

—No… —Tamaki le detuvo—, aquí no. Podrían vernos.

—Entonces, vámonos a otro sitio.

—Mirio… yo… —murmuró Tamaki, bajando la cabeza, mientras se sonrojaba al ver cómo se le marcaba la erección contra los pantalones del uniforme. Avergonzado, se llevó una mano a la cara, rezando porque Mirio no se diera cuenta. Sería demasiado bochornoso—. En realidad… tampoco es eso.

—¿Entonces? —Mirio le acarició la mejilla con suavidad, tratando de tranquilizarle—. ¿Cuál es el problema?

—Me gustaría… ir despacio… —respondió con un hilo de voz.

En realidad, lo que pasaba era que Tamaki tenía muchas inseguridades. Y sólo de pensar en tener que desnudarse delante de Mirio y que pudiese ver su cuerpo expuesto, le hacía estremecerse de pavor. No podía soportar el pensar que Mirio lo rechazaría, que no sería suficiente para él. Por eso, cuando las cosas comenzaban a ir un poco más lejos que un par de besos y unas inocentes caricias, comenzaba a sentirse ansioso y tenía que parar. Además, el hecho de no haber estado nunca con nadie y estar descubriendo todo aquello por primera vez, tampoco ayudaba mucho con sus nervios.

—¡Ah, vale! ¡Por supuesto! Siempre suelo adaptarme a mis parejas —dijo Mirio riéndose y señalando al piso—. Así que, ¡podemos tomarnos todo el tiempo que necesites! —exclamó, mordisqueándole suavemente el lóbulo de forma traviesa, provocando que Tamaki se estremeciera.

—Mirio… —protestó, rojo hasta la punta de las orejas, entonces el rubio se apartó.

—Sólo estaba jugando —le dijo Mirio, cogiéndole de la mano—, es que me gustas mucho.

—Tú a mí… también —tartamudeó Tamaki.

Se abrazaron durante un largo rato, cada uno disfrutando de la cercanía del otro, hasta que Mirio se retiró un poco para mirarlo a los ojos.

—¿Sabes? Esperaré lo que haga falta —le dijo, acariciándole el rostro con ternura, para besarlo después con suavidad—. ¿Nos ponemos en marcha?

Y después de volver a besarse, los dos emprendieron de nuevo su camino de regreso, cogidos de la mano.

―xXx―

Al principio le había costado bastante saber cuándo los baños comunes estaban menos concurridos, pero a base de probar había acabado llegando a la conclusión de que lo mejor era ir a última hora, justo antes de irse a dormir, o de madrugada, cuando sus compañeros todavía no se habían levantado. Tamaki era muy tímido y prefería evitar cualquier situación que lo hiciera sentir incómodo, como el encontrarse semidesnudo a alguno de sus compañeros o que se lo encontrasen a él.

Además, después de ducharse, siempre le costaba menos dormirse.

Cuando se dirigía al baño con su montón de ropa limpia y la toalla colgando del brazo, Kirishima, su kohai de 1-A, apareció tras él, casi provocándole un infarto. Tamaki tuvo que respirar repetidas veces para que su corazón volviera a latir con normalidad.

—Tranquilo, Amajiki-senpai, sólo soy yo —Eijiro levantó las manos, para indicarle que era inofensivo.

—¿Qué… qué haces aquí? —le preguntó Tamaki, sorprendido porque el pelirrojo estuviera pululando por aquella zona, donde sólo había alumnos de cursos superiores. Los de primero tenían sus propios baños—. ¿No deberías estar en…?

—Supongo… —respondió encogiéndose de hombros. El pelirrojo todavía llevaba puesto su uniforme escolar y la mochila llena de libros colgaba en su espalda—. Pero… quería preguntarte una cosa, senpai.

Tamaki frunció el ceño, confundido. Tenía buena relación con el chico; al fin y al cabo, llevaba patrullando con él aproximadamente medio año, y después de estar viéndose casi todos los días durante unos seis meses, ambos habían acabado cogiendo confianza. Al principio, Tamaki se atrancaba cada dos palabras cuando hablaba con Kirishima, pero en la actualidad, el chico de tercero consideraba al pelirrojo como uno de sus mejores amigos de la UA.

—Tú dirás.

—¿Estás saliendo con él? —soltó.

—¿Cómo? —Tamaki le miró con los ojos como platos. No estaba muy seguro de a qué se refería.

—Creo que sabes de qué hablo...

—Eh… la verdad es que… no.

—Entonces supongo que tampoco sabes... —dijo, levantando las cejas, mientras buscaba en su mochila el cuaderno de Tamaki—, qué es esto —dijo mientras se ponía a ojearlo—, o qué significa lo que está garabateado en su interior…

—¿De dónde… de dónde lo has sacado? —Tamaki se apresuró a arrebatarle la libreta a Kirishima. Si eso hubiera acabado en otras manos, su vida podría haberse complicado mucho.

—La encontré en la enfermería, no tengo ni idea de qué hacía ahí —le respondió el pelirrojo encogiéndose de hombros—. ¿Estás con él? ¿Con Togata? ¿El de los Tres Grandes?

—¿Tú qué crees? —respondió Tamaki evasivo, revisando su cuaderno para ver qué era lo que había garabateado Mirio cuando habían estado juntos. Cuando se encontró con el corazón y sus nombres en el centro, comprendió con resignación que no podía hacer nada para negar lo obvio—. Supongo que surgió, sin más.

Kirishima asintió, dando por confirmadas sus sospechas. En realidad, le costaba creer que su senpai tuviera una relación con el famoso Togata, sobre todo por sus personalidades, tan diferentes, pero más raro le parecía que se hubiera puesto a garabatear algo así en un cuaderno sólo por un amor platónico. Aquello sí que no iba con Amajiki, que era bastante reservado.

—¿Se porta bien contigo? —le preguntó, sintiéndose un poco intranquilo por las intenciones que pudiera tener el rubio, al que sólo conocía por la paliza que le había dado a toda su clase cuando Aizawa les había presentado a los Tres Grandes, y por las cosas que Midoriya contaba de él.

Aunque Tamaki era un año y medio mayor que Kirishima, el pelirrojo sentía la necesidad de cuidar de su senpai, dado que el chico era muy tímido y, desde su punto de vista, en cierta forma eso le hacía extremadamente vulnerable. Le costaba establecer relaciones y vínculos con los demás, pero cuando los hacía solían ser muy sólidos y le preocupaba que por parte de Mirio, el compromiso no fuera recíproco. Por eso, Kirishima quería asegurarse de que no le hicieran daño.

—Sí… —Tamaki apretó el cuaderno contra su pecho, ruborizándose—. Se porta bien conmigo.

—¿Lo sabe mucha gente?

—All Might… tú y… creo que nadie más. ¿Tal vez Recovery Girl? ¿Yaoyorozu? —dijo, mientras miraba hacia el cuaderno—. La verdad es que… no lo sé.

—¿Las amigas de Togata no lo saben?

Tamaki se quedó pensativo unos instantes.

—No lo sé. Pero no me sorprendería. Supongo que sí.

—Sí, claro —Kirishima jugueteó con una de las asas de su mochila—. Uno más y se habrá enterado todo el colegio, hombre.

—Ya... —Tamaki se encogió de hombros.

—¿Lo sabe Takeda? —preguntó entonces Kirishima, con los ojos muy abiertos.

Todo el mundo en la UA había oído hablar de una u otra forma de la relación que Mirio había mantenido con su compañero de clase y también era de conocimiento público que Takeda no lo había superado y que tenía un carácter bastante agresivo.

—De momento… creo que no. Y espero que pase mucho tiempo siendo así.

—¿Acaso piensas mantener la relación en secreto? Eso no sería muy varonil por tu parte.

Tamaki miró con fijeza a Kirishima.

—No… pero… —tomó aire varias veces para calmarse—. Por el momento… prefiero ser discreto.

En lugar de responder, Kirishima le palmeó el hombro a su senpai.

—Bueno… me voy a dormir —le dijo Eijiro mientras se daba media vuelta—. Mañana tengo el último examen del curso y no quiero estar cansado —antes de marcharse, Kirishima le dirigió una intensa mirada—, gracias por contármelo, Amajiki-senpai. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

Sin esperar a que Tamaki dijese algo, Kirishima le apuntó con un dedo como si fuera una pistola y guiñándole un ojo, se encaminó hacia su sala común, dejando a su senpai completamente desconcertado, con la ropa limpia, una toalla y ahora su cuaderno perdido, en las manos. El estudiante lo levantó y lo miró, sin saber muy bien qué hacer ahora con él.

 

Notes:

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Chapter 8: REVELACIONES

Notes:

Resumen: Tamaki y Mirio por fin están saliendo, aunque de momento prefieren ser discretos. A pesar de eso, Kirishima se entera. Momo tiene un dolor de cabeza horrible, pero por la noche queda con su misterioso amante. Bakugo tiene una relación con Todoroki.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Jueves, 19 de marzo de 2020

Cuando Tamaki terminó de ducharse, se puso el pijama —se lo había llevado al baño para vestirse directamente allí y así evitar pasearse desnudo por los pasillos—, y entró de nuevo en su habitación. Cuando levantó la vista, estuvo a punto de soltar un grito, a pesar de que la imagen que lo recibió fue bastante tierna.

Mirio se encontraba acostado en su cama, tapado con las sábanas. Estaba de lado abrazando una almohada, con su nariz enterrada en ella, como si se hubiera dormido aspirando su aroma.

Al principio Tamaki se sintió desconcertado, preguntándose si se habría dejado la puerta abierta. Luego se acordó de la peculiaridad de Mirio y supuso que habría atravesado la pared que separaba sus habitaciones. Cuando asimiló la imagen que tenía delante, se acercó muy despacio y acarició con una mano los cabellos rubios que se desparramaban sobre la almohada. Después la dirigió hacia su rostro. Los ojos azules se abrieron con lentitud y Tamaki, avergonzado, retiró la mano como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

—Tamaki... —Mirio soltó la almohada que había estado abrazando—. Estaba en mi cama y tuve un sueño contigo… me desperté y no era capaz de volver a dormirme. Perdóname por entrometerme así, sin previo aviso —el muchacho se incorporó y Tamaki se ruborizó al ver el pecho desnudo del rubio. Evidentemente, si había usado su peculiaridad para ir hasta allí… Se puso las manos delante de la cara, mientras cerraba los ojos.

—Mirio… ¿estás…? —dijo con voz estridente y el rubio soltó una risita tímida.

—Ya sabes… solo conservo mi traje de héroe… —comentó llevándose una mano a la nuca. Tamaki levantó la vista y se puso aún más rojo al ver el torso que había quedado todavía más expuesto ante el gesto de su compañero—. Tal vez podrías… —dijo, señalando un mueble que supuso era donde Tamaki guardaba su ropa.

El chico comprendió de inmediato y, rebuscando en los cajones, cogió las prendas más holgadas que tenía y se las lanzó a Mirio rápidamente sin girarse a mirarlo.

—¿Y esto? —preguntó el rubio, levantando la camiseta de color rosa que le había arrojado Tamaki.

—No preguntes —respondió el otro, apartando la vista.

En realidad, aquella prenda se la había regalado su abuela por su cumpleaños, un poco después de haber salido del armario con su familia. Al parecer su abuela pensaba que ser gay implicaba vestirse de rosa o con colores llamativos. Tamaki había aceptado el presente con una tímida sonrisa y había acabado en el fondo de su armario, hasta ahora.

—Por cierto, Tamaki, lo siento —dijo entonces Mirio mientras se vestía, pensando que el otro parecía ligeramente incómodo por la situación—, no quería molestarte. Es que… te echaba de menos y no se me ocurrió una forma mejor de verte.

Tamaki se mordió el labio, halagado por las palabras de Mirio. Nunca le habían dicho algo así y su compañero había hecho que sintiera especial. Se dio la vuelta cuando el rubio le avisó y se sentó junto a él.

De pronto comenzó a sentirse agobiado, pensando que si Mirio se quedaba tendrían que dormir juntos y no había espacio suficiente para ambos en la cama. El rubio se acercó para darle un suave beso en los labios y abrazarle, pero Tamaki se retiró ligeramente, pensando que aquello no era una buena idea.

—Mirio, creo que… tal vez deberías irte —le dijo, ruborizado.

—Pero... —el rubio le miró, contrariado—. Creí que ibas a dejar que me quedara —comentó, mirando la ropa que se acababa de poner.

—Sí, pero... —Tamaki frunció el ceño.

—No tenemos por qué hacer nada si eso es lo que te preocupa —el rubio se cubrió con las sábanas mientras se echaba a un lado para hacerle hueco—. Me he vestido y todo. Sólo quiero dormir a tu lado. En serio.

—De acuerdo… sólo dormir.

Mirio asintió y cuando Tamaki se acostó a su lado, el rubio le pasó un brazo por encima de la cintura, de forma completamente casta. Si Tamaki no estaba preparado para ir más allá, no le iba a presionar. Sólo quería estar con él.

—Tamaki... —dijo entonces cuando llevaban un rato tumbados en la cama.

—¿Sí?

—Tu nombre de héroe es Suneater, ¿verdad?

—Sí —repitió, mirándole de forma interrogativa—. ¿Por?

—Se me acaba de ocurrir una tontería —Mirio se acurrucó más cerca—. Me he dado cuenta de que llevas un cinturón con la hebilla dorada y redonda en el uniforme escolar. Algo así como un sol.

—Eh… sí. Es cierto. Eres bastante observador. Me lo regaló mi madre…

—Pues no sé si te has fijado en la mía… pero parecen unos dientes —dijo, rascándose la nuca y observando cómo Tamaki se ponía rojo mientras abría los ojos de par en par al comprender lo que estaba insinuando.

—No lo digas —le advirtió apartándose un poco, pero Mirio le ignoró completamente.

—Si juntamos las caderas y las hebillas quedan una contra la otra, sería como si la mía se estuviera comiendo a la tuya. Es bastante curioso, la verdad, porque juntas parecen evocar tu nombre de héroe. Podríamos probar a hacer el movimiento mañana —le dijo sacando la lengua entre sus labios, como si fuera la sugerencia más inocente del mundo.

Tamaki no respondió. Se llevó las manos a la cara y negó de forma efusiva, completamente avergonzado. Mirio se rio entre dientes al ver la tímida reacción del otro.

—Vete… —dijo Tamaki de forma amortiguada, negando con la cabeza, mientras señalaba con un dedo hacia la pared.

—¡Era una broma! —protestó Mirio, mientras comenzaba a besarle la mano con la que todavía se tapaba la cara—. Pero no puedes negar que es mucha casualidad —añadió, mientras seguía dándole besos.

Tamaki comenzó a reírse y acabó retirando la mano, para besar al rubio en los labios.

—Venga. Déjame contarte un chiste para compensarte.

—No sé si quiero escucharlo… —protestó Tamaki, esperándose cualquier cosa.

—¡Sí, sí! Es muy gracioso. Ya verás —insistió Mirio, mirándolo con los ojos muy abiertos, supurando energía por cada poro de su piel—. ¿Cuántas personas cogen en una ballena?

Tamaki se quedó tumbado de lado, mirándole con una ceja alzada. Frunció los labios y después de unos segundos se encogió de hombros.

—No lo sé, Mirio… dímelo —se rindió.

—¡Ninguna! porque ya va-llena.

—¡Madre mía! —exclamó Tamaki, poniendo los ojos en blanco—. Insisto. Vamos, vete.

El rubio se rio y trató de hacer cosquillas a Tamaki para que también se riera, pero el chico de pelo índigo se resistió, protestando y retorciéndose. Unos segundos después, Mirio dejó de torturarle y le dio un beso en la frente.

—No me voy a ir, porque sé que si lo hago me echarás mucho de menos —le dijo mientras volvía a abrazarle, sabiendo que tenía razón—. Hasta mañana, Tamaki.

—Hasta mañana —le respondió, sonriéndole con timidez y alegrándose de que no se hubiera tomado sus palabras al pie de la letra.

Mirio se acurrucó a su lado, mientras Tamaki, sintiéndose por fin más relajado, le rodeó la cintura. Unos minutos después ambos dormían profundamente.

―xXx―

Viernes, 20 de marzo de 2020

A pesar de ser las tres y media de la mañana, no todo el mundo estaba durmiendo en la UA. En una habitación de paredes color crema, las fotografías que había dispersas por aquí y por allá, eran los únicos testigos de lo que estaban haciendo los dos adolescentes que se hallaban en su interior sobre una cama con dosel.

El joven saboreaba, centímetro a centímetro, la piel de quien se encontraba debajo. Los ojos negros cerrados, con largas pestañas que, temblorosas, regalaban al autor de las caricias la viva imagen del deseo.

Momo susurraba el nombre de su amante entre cada gemido, mientras éste deslizaba con lentitud sus labios por cada uno de los rincones favoritos de la chica.

La estudiante de negros cabellos no quiso quedarse atrás. Se movió de forma que el otro quedase debajo y lo besó con intensidad mientras que con sus manos le acariciaba el pecho. Le lamió los pezones haciéndolo estremecer, besó su estómago y se entretuvo en su ombligo, provocándole suaves cosquillas que lo excitaron todavía más.

Se metió la erección de su pareja en la boca y su amante gimió con urgencia. Después de lamérsela un rato, la muchacha regresó a sus labios, para regalarle otro apasionado beso mientras se sentaba a horcajadas sobre él, introduciéndose poco a poco el miembro de su compañero en su interior, lubricado con su propia saliva.

El muchacho no pudo esperar más. Tomó las caderas de Momo y ésta cerró los ojos mientras se sentía llena por completo. Como la primera vez. Como todas las demás veces en las que ambos habían podido sacar tiempo para estar juntos.

Se meció sobre su amante, de atrás hacia delante, aumentando la velocidad de sus vaivenes y haciendo que el otro gimiera en respuesta, mientras buscaba un punto de apoyo en el costado del chico, quien observaba absorto cómo los redondos pechos de Yaoyorozu se agitaban con cada movimiento.

Momo ya no pudo más. Gritó el nombre de su amante mientras dejaba que el éxtasis la alcanzara con total intensidad. Su compañero dejó de respirar por unos segundos mientras se dejaba llevar por el mismo camino.

Momentos después ambos yacían tumbados en la cama, tratando de recobrar el aliento. Momo se colocó sobre el pecho de la persona que más amaba en el mundo.

—Te he echado de menos —le dijo mientras le besaba con dulzura la comisura de los labios.

—Yo también —el chico correspondió al beso y la abrazó con fuerza, no quería que se fuera nunca—. Has estado insaciable toda la noche. Ya lo hemos hecho dos veces.

—¿Y no quieres una tercera? —Momo se giró para mirarle, sonrojada, mientras le retiraba el suave cabello de la frente—. Porque yo sí.

—Jamás me cansaré de ti —el chico la tomó de la cintura y la volvió a besar.

—Ni yo de ti —la morena sintió renacer su pasión cuando el otro comenzó a acariciarle con suavidad los pezones—. ¿Me quieres?

—Mucho, Momo.

—Yo a ti también, Shoto. Yo a ti también.

―xXx―

Todoroki abrió con pereza los ojos cuando la claridad del día se hizo presente a través de la ventana de la habitación de Momo. Se enderezó mientras se apoyaba sobre uno de los codos, observando a la joven que dormía junto a él.

Es tan atractiva..., pensó mientras le acariciaba el cabello negro, procurando no despertarla. Delineó con suavidad su boca mientras suspiraba. Tan atractiva como Katsuki... pero de una forma distinta.

Respiró con fuerza mientras trataba de recordar cómo había terminado enamorándose de ella. Había sido cuando ambos habían tenido que enfrentarse juntos a Aizawa. Al principio, prácticamente no la había tenido en consideración, pero después de aquel día, cuando había demostrado su valía y su forma de improvisar sobre la marcha en pleno campo de batalla, se había sentido maravillado por su rápida capacidad de reacción y había empezado a mirarla con otros ojos.

Recordó que ése había sido uno de los exámenes más difíciles que había tenido hasta la fecha. Era un día bastante soleado lo cual sólo hacía que Todoroki se sintiera más agobiado según iba avanzando el tiempo. Había urdido un plan para noquear a su profesor mientras Momo huía para aprobar, pero no resultó como había previsto. La tensión iba en aumento según transcurrían los segundos, hasta que a su compañera se le ocurrió algo y en lugar de echar por tierra sus ideas, decidió apoyarla. Total. En el punto en el que se encontraban poco más podían hacer. Para la sorpresa de Todoroki, al final, la astucia de Momo había sido la que había salvado el día y no pudo evitar reprenderse mentalmente por no haberla escuchado desde el principio. Aparte de guapa, la chica había demostrado que también era bastante inteligente y buena estratega.

Ese mismo día, cuando el examen había finalizado de forma exitosa para ambos, Todoroki no había podido apartar la vista de su compañera, fijándose por primera vez en su brillante pelo negro y aquellas largas piernas.

Todoroki volvió al presente de forma repentina y cuando Momo gimió —probablemente porque tenía frío—, la cubrió con la sabana con cuidado para no despertarla. Entonces, se levantó y se sentó en el borde de la cama mientras la observaba con una expresión que rebosaba amor. Tanto como el que sentía por el rubio de ojos rojos.

Después del examen no había perdido oportunidad de encontrarse “de casualidad” con la morena. Coqueteó con ella cuando tuvo oportunidad, lo que logró sacar algún que otro rubor en la chica. Sus encuentros se volvieron más frecuentes hasta que se atrevió a pedirla salir.

No mucho después, su relación con Bakugo también comenzó a cambiar, pasando de ser una simple amistad a volverse algo mucho más complicado; haciendo que el joven de pelo rojiblanco se sintiera muy confundido con respecto a sus sentimientos.

La primera noche que pasó con Bakugo, Todoroki la recordaría como una de las más intensas de toda su vida. Porque mientras hacían el amor de forma ruda y pasional, se convenció de que era a él a quien amaba, y que lo que sentía por Momo no era más que una simple atracción, que con el tiempo se le acabaría pasando. Pero en cuanto volvió a tener a la morena delante, se dio cuenta de que no podía desechar con tanta facilidad los sentimientos que tenía por ella.

Así que al final, Todoroki había dividido su vida y su alma en dos pedazos, igual de importantes para él. Katsuki Bakugo: un rubio de carácter indomable, prepotente y arrogante. Apasionado y dominante. Exigente y calculador. Y Momo Yaoyorozu: una morena de carácter dulce y paciente. Una joven amorosa y tranquila. Tolerante y generosa.

En definitiva, dos polos opuestos. Dos personas completamente diferentes con una sola cosa en común: el amor que sentían hacia Shoto Todoroki.

―xXx―

Tamaki se despertó poco a poco cuando su reloj biológico le indicó que ya era la hora. A pesar de poner siempre el despertador, el miedo y la ansiedad que sentía por el hecho de quedarse dormido y llegar tarde a clase provocando que todos sus compañeros lo mirasen y que su profesor le llamase la atención, hacían que siempre se despertase unos minutos antes.

Después de mirar la hora en su móvil y desactivar la alarma, echó un vistazo al lado vacío de su cama y se sorprendió al ver que Mirio ya no estaba, aunque se imaginó que tal vez había querido regresar pronto a su habitación para repasar antes del examen o prepararse para el día venidero.

Encogiéndose de hombros, se puso de pie y se despojó del pijama, quedándose sólo con un ajustado bóxer de color morado. Se estiró con pereza, se puso el uniforme y, antes de que se le hiciera más tarde y pudiera encontrarse con sus compañeros en el baño, cogió su neceser, abrió la puerta de su habitación y se dirigió hacia allí para asearse.

Cuando entró se sorprendió al darse cuenta de que alguien se le había adelantado. A esas horas, normalmente, solía estar solo sin que nadie le molestara, pero se veía que hoy no iba a ser como siempre. Desde el lavabo podía escuchar el ruido del agua cayendo y también pudo percibir con claridad el olor a champú mientras el vapor se condensaba en el lugar, empañando el espejo del baño. ¿Quién se estará duchando a estas horas?, se preguntó intrigado. Sin darle demasiada importancia, decidió darse prisa, a ver si con un poco de suerte, terminaba pronto y evitaba cruzarse con su madrugador compañero. Se lavó la cara y cuando estaba sacando la pasta y el cepillo de dientes, escuchó algo. Algo que se parecía sospechosamente a su nombre.

—Tamaki… —oyó de nuevo y éste levantó la cabeza de forma repentina, mientras se ponía rojo. Pensó durante unos segundos qué hacer y lo primero que se le pasó por la mente fue que debería reprender al rubio —porque estaba seguro de que se trataba de Mirio—, por ser tan descuidado. Era raro que a aquellas horas entrara alguien al baño, aun así, cabía la posibilidad de que sucediera y no quería que sus compañeros se enterasen de su relación porque Mirio estuviera haciendo a saber qué cosas mientras se duchaba.

Cuando volvió a escuchar su nombre por tercera vez, dio un paso hacia la ducha, dubitativo. En el fondo no veía nada de malo en acercarse y cerciorarse de que todo iba bien e incluso tal vez podría susurrarle al rubio que dejara de decir su nombre. Sí. No le parecía mal plan.

Armándose de valor, al final decidió aproximarse con cautela, tratando de no hacer ruido; avanzó con lentitud hacia la cortina de la ducha y abrió los ojos de par en par cuando vio que el rubio no la había echado del todo. Se llevó una mano a la cara, avergonzado y cuando se aproximó para cerrarla y darle intimidad a Mirio, no pudo evitar echar un vistazo.

En ese momento, Mirio se estaba enjabonando a conciencia el pelo, mientras dejaba que el agua corriera por su ancho y musculoso cuerpo. Con los ojos cerrados para que no se le irritaran, tanteó la pared de la ducha hasta que dio con la pastilla de jabón y comenzó a deslizarla con gracia por sus fuertes brazos.

A esas alturas, Tamaki ya se había recobrado de la sorpresa inicial por lo que, en contra de lo que sabía que debía hacer, se quedó embobado mirando el perfecto y tonificado cuerpo que, sin saberlo, se ofrecía completo ante él. Evidentemente, ya lo había visto antes, como el resto de sus compañeros y de sus profesores, pero nunca había podido observarlo con tanto detenimiento como ahora. De hecho, era la primera vez que veía un cuerpo masculino en ese contexto, puesto que, no había tenido ninguna relación íntima con nadie y se había limitado a masturbarse observando vídeos en su móvil.

El joven que estaba bajo la ducha paseó sus bronceadas manos alrededor de su cintura mientras se enjabonaba con calma. Sus largos y gruesos dedos recorrieron con lentitud sus marcados pectorales, coronados por dos oscuros pezones que, al contacto con sus manos, parecieron volverse de piedra.

Por puro instinto, Tamaki se llevó una mano a la boca y la otra la posó sobre su propio pecho, acariciándolo de la misma forma que hacía Mirio, mientras el rubio, ajeno al escrutinio del que era objeto, deslizó su mano hacia su abdomen, rozándose el ombligo y posándose sobre su intimidad, la cual frotó con firmeza para terminar de asearse. El chico de pelo índigo se mordió los labios al ver cómo se enjabonaba el rubio, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba. Sabía que no debía quedarse allí y les ordenó a sus piernas que se movieran hacia la salida, pero no le obedecieron.

Mirio lavó con habilidad sus extremidades, recorriendo de arriba abajo sus fuertes piernas. Al agacharse para restregarse los pies, el muchacho obsequió a su espía una imagen más que sugestiva, que hizo que Tamaki tuviera que morderse la mano para contener un jadeo, sintiendo la cara tan roja que le iba a estallar en llamas de un momento a otro.

Cerró los ojos mientras trataba de mantenerse sobre sus dos temblorosas piernas, intentando ignorar el calor que se estaba acumulando en su ingle. Cuando decidió que ya había invadido suficiente la intimidad de Mirio, se dio media vuelta para marcharse, pero retrocedió cuando le pareció escuchar que el rubio gemía con suavidad.

Venciendo sus escrúpulos, el adolescente volvió a mirar por la cortina entreabierta y lo que presenció terminó de encenderlo por dentro, sintiendo cómo su polla crecía dentro de sus pantalones del pijama. Mirio se acababa de echar en la mano una generosa cantidad de champú y se lo estaba esparciendo por su naciente erección. Tamaki contuvo la respiración.

El rubio acarició con voluptuosidad la delicada zona y emitió un profundo gemido que a Tamaki le erizó el vello de todo el cuerpo, e hizo que de forma involuntaria se llevara la mano en dirección hacia su propia polla, la cual comenzó a acariciar por encima de la ropa, con la respiración entrecortada mientras volvía a llevarse la otra mano al rostro, consumido por la vergüenza de lo que estaba haciendo.

El rubio apoyó la mano izquierda contra la pared mientras que con la otra se daba placer. Tenía los ojos cerrados y su respiración acelerada salía a trompicones entre sus carnosos y temblorosos labios. Tamaki no podía despegar los ojos de aquella visión. Sin dejar de tocarse, Mirio cogió el exceso de espuma, para facilitarse el acceso a su entrada. Tamaki le observó con los ojos muy abiertos, mirando a través de las rendijas que conformaban los dedos de su mano.

El dígito más largo del adolescente tanteó entre sus nalgas, para abrirse camino. Tamaki no pudo aguantar más y se metió la mano por dentro de la ropa interior. El dedo del rubio entraba y salía, una y otra vez mientras seguía atendiendo su dolorosa erección. Tamaki movía su mano al mismo ritmo que la del rubio.

Mirio emitió un profundo gemido, y luego unos cuantos más, repitiendo una y otra vez el nombre de Tamaki con la voz entrecortada mientras el semen le salpicaba el abdomen y la mano. Tamaki gimió en silencio, mordiéndose los labios y tragándose los jadeos, mientras encontraba también la liberación por debajo de la ajustada prenda.

El rubio se apoyó con ambas manos contra la pared de azulejos, al tiempo que dejaba que el agua volviera a limpiar su cuerpo. Tamaki había tenido que sostenerse del marco de la ducha cuando sintió que sus piernas le fallaban por la intensidad del orgasmo que acababa de experimentar. Cuando el rubio comenzó a recuperarse, Tamaki pareció ser consciente repentinamente de lo que había hecho y salió a toda prisa del baño, cogiendo con premura todo lo que había llevado hasta allí.

Una vez en su habitación se apoyó contra la puerta cerrada para terminar de recobrar el aliento. Cuando consiguió calmarse un poco, desechó la idea de volver al baño a ducharse y se conformó con cambiarse de ropa.

Mirio, ahora de pie frente al espejo, con una toalla enrollada alrededor de la cintura, observaba su reflejo mientras se llevaba una mano a la frente, pensando lo mucho que admiraba a Tamaki y a su fuerza de voluntad.

―xXx―

Katsuki acababa de salir de su habitación y se dirigía hacia el comedor para desayunar algo, cuando en el camino se encontró con los tres extras que se creían sus mejores amigos.

—Bakugo, hombre, espera... —Kirishima corrió detrás del rubio para alcanzarlo, ya que éste había tratado de darles esquinazo al verlos acercarse. Le apetecía estar solo. Mitad-mitad no había podido quedar con él por la noche y no estaba de humor.

—Hola pelo de mierda... cara tonto... cara plana —los saludó, con el ceño fruncido cuando vio que no tenía escapatoria.

—¿Estás bien, Bakugo? Tienes mal aspecto —le dijo Sero mientras aceleraba el paso para situarse a su lado. Los otros dos le siguieron.

—¿Y qué más os da? —escupió el rubio mientras doblaba por uno de los pasillos—. ¿No creéis que deberíais poneros a estudiar en lugar de meteros donde no os llaman?

—Sólo queríamos saber si te encontrabas bien —dijo Kirishima, sin alzar la voz—. No sería varonil por nuestra parte no preocuparnos por los amigos.

—¿Quién ha dicho que seamos amigos? —Bakugo entró en el comedor y se sentó en un sitio al azar—. ¿Acaso creéis que me importa una mierda si os preocupáis por mí?

Kirishima se encogió de hombros y se sentó a su lado, seguido por Kaminari y Sero. Aquella mañana, Ashido y Jiro se habían sentado con el resto de las chicas.

—Vamos, Bakugo… —dijo Kaminari, dándole un suave codazo—, no seas así. Si te sirve de consuelo, ¿sabes quién tiene también unas ojeras que no veas?

Katsuki, que en ese momento estaba observando a Yuyu y a Nejire entrar por la puerta, miró de reojo a su compañero.

—¿De quién demonios estás hablando?

—De Todoroki.

Bakugo sintió una punzada en el pecho al oír aquel nombre, sin embargo, su rostro siguió mostrando el mismo desagrado de siempre.

—Es cierto —dijo entonces Sero—. Anoche, casualmente me levanté de madrugada para ir al baño y lo pillé entrando en su habitación.

—¿Insinúas que no ha dormido en su dormitorio?

—Eso creo. Cuando me lo encontré todavía llevaba puesto el uniforme y lo tenía un poco arrugado —le explicó el moreno, mientras Kaminari silbaba, insinuando que su compañero debía habérselo pasado bien—. Además, venía del lado opuesto de los baños, te lo aseguro.

Bakugo se quedó callado mientras los extras sacaban su comida y se disponían a desayunar. Dirigió su vista hacia el lugar donde Todoroki acostumbraba a sentarse, pero no estaba. Había un sitio vacío entre cara redonda, gafas y el nerd. Recorrió con la mirada todo el comedor, por si acaso, pero no había señales de él.

¿Dónde cojones se habrá metido?, se preguntó mientras jugueteaba con su comida. Tendrás que darme una buena explicación a eso, mitad-mitad..., pensó, esperando que el katsudon que le había preparado su madre fuera extra picante. Definitivamente, lo necesitaba para aplacar su furia.

 

Notes:

Bueno... parece que la historia de amor de Katsuki se desmorona un poco... Todoroki sí que hace honor a su mote de mitad-mitad, porque parece que no puede estar al 100% con ninguno...

Si me queréis seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 9: ANHELOS Y ESPERANZAS

Notes:

Resumen: El amante de Momo resulta ser Todoroki, quien también está saliendo con Bakugo . Por otra parte, la relación entre Tamaki y Mirio parece ir viento en popa.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Viernes, 20 de marzo de 2020

—Ya ha pasado casi una semana desde que la Liga de los Villanos secuestró a Nighteye y todavía no hemos tenido noticias de Shigaraki —comentó All Might mientras caminaba de un lado a otro por el despacho del director.

—He estado pensando en el asunto y creo que ya va siendo hora de que todos los profesores estén al tanto. Tenemos que reforzar la vigilancia en el colegio y también sobre Bakugo. Deberíamos prepararnos para un posible ataque —dijo Nezu, mientras juntaba las patas delanteras, sentado en su silla—. Por fortuna las clases terminan hoy, mañana es la graduación y el domingo la UA quedará casi vacía. ¿Tienes ubicados a los alumnos de tercero que estarían dispuestos a ayudarnos?

—Así es. Creo que podemos contar con la mayoría del departamento de Héroes —dijo el profesor asintiendo—, haré una lista después de hablar con ellos.

—De acuerdo, hazlo lo antes posible —el ratón pegó un salto para bajarse de la silla y se acercó a All Might—. ¿Tienes alguna idea de por qué podrían estar interesados en Bakugo? Ya se lo llevaron una vez y no consiguieron nada…

Toshinori se llevó una mano a la barbilla y después dirigió la vista hacia el director, con expresión seria.

—En realidad tengo alguna que otra teoría —le confesó al ratón, frunciendo el ceño—. La última vez que estuve en el Tártaro y hablé con All For One, me dio la sensación de que sabía quién tenía el One For All, por lo que imagino que el hecho de que el joven Bakugo sea su objetivo, debe estar relacionado directamente con la amistad que los une a él y a Deku desde que eran pequeños. Lo que no me explico es, ¿por qué Bakugo y no Midoriya?

Nezu asintió, asimilando la información recibida. Se dirigió hacia la puerta, pero antes de abrirla se giró hacia el ex símbolo de la paz.

—Supongo que, aunque sospechen que Deku es el nuevo portador del OFA, tal vez no sepan que no puede usarlo al cien por cien todavía… así que es posible que hayan llegado a la conclusión de que como el poder de Bakugo parece menos potente, será más fácil de atrapar y retener contra su voluntad. Y a su vez, usarlo como moneda de cambio, para que Midoriya se entregue sin causarles demasiados problemas —dijo, agarrando el pomo.

—Si ése es el caso, lo cual parece bastante probable, tal vez deberíamos estimar cuáles podrían ser los riesgos si fuéramos nosotros los que nos enfrentásemos a Shigaraki, en lugar de esperar a que él haga el primer movimiento. Desde luego, no parece muy prudente permitir que ponga en marcha su plan. Nos jugamos demasiado —All Might miró al director con una expresión seria—. Si utilizan a Bakugo en contra de Deku, éste será capaz de hacer lo que sea con tal de que no hagan daño a su amigo. Estoy seguro de ello.

—Lo sé, Yagi-san —el ratón tomó con suavidad el brazo del profesor, mientras salían de su despacho y se dirigían hacia el comedor—. Pero si fuera tan fácil ya habríamos hecho algo. Por ahora, desconocemos la ubicación de su guarida, pero descuida, haré lo que esté en mi pata para conseguir la información que necesitamos.

All Might guardó silencio unos momentos y después asintió.

―xXx―

—Buenos días...

—Eh, eh, Togata-kun. ¿Se puede saber dónde te habías metido? Últimamente no hay quien te vea el pelo.

—Estaba en la habitación de Tamaki —Mirio se sentó al lado de sus amigas, se preparó un té y sacó un par de bolas de arroz de la fiambrera que llevaba—. Anoche dormí con él.

Yuyu casi se ahogó al escuchar las palabras de su amigo. Después de unas cuantas palmadas en la espalda que le propinó Mirio, pudo volver a hablar.

—Vaya... —la pelirroja carraspeó un poco—. No perdéis el tiempo.

—Nada de eso... —Mirio suspiró y le dio un sorbo a su taza—. Qué más quisiera yo.

—Nos estás diciendo que dormiste con él, pero... —dijo Nejire en voz muy baja, mientras se giraba discretamente para observar al resto de sus compañeros. Todos estaban hablando sobre lo que se iban a poner para la graduación, por lo que la chica continuó—, ¿no hicisteis nada de nada?

—Sí. Dormir.

—A lo mejor no le gustas lo suficiente —le dijo Yuyu, soltando una carcajada. Nejire la golpeó en el hombro y le dijo que disimulara un poco.

—Eso no es algo que te impor-te —respondió Mirio levantando su taza. Después empezó a desmenuzar una bola de arroz con los palillos—. En realidad, lo que pasa es que quiere que vayamos despacio.

—Mmm... —Nejire meditó por unos instantes—. Por un lado, supongo que lo entiendo. Por la trayectoria sentimental que ha llevado desde que empezamos en la UA no sé por qué sospecho que no debe tener mucha experiencia… ¿No es así? ¿Habéis hablado de eso? ¿Sabes si es virgen? ¿Vas a ser el primero, Togata-kun? ¿Prefiere arriba o abajo?

Mirio se puso colorado y decidió ignorar las interminables e impertinentes preguntas de su amiga, que dejó de insistir cuando vio que el rubio se centraba en su comida y no la hacía caso.

―xXx―

Aizawa estaba corrigiendo los exámenes de 1-A, cuando Present Mic irrumpió en la clase como un terremoto, haciendo que pegara un bote, sobresaltado. Bajó la vista hacia el papel que tenía sobre la mesa y vio que debido al susto había hecho un rayajo en la hoja; soltó una maldición y después levantó la mirada justo a tiempo de ver cómo su amigo se sentaba en el escritorio, con el culo casi aplastando el resto de exámenes que tenía que corregir.

—¿Ya has terminado, Hizashi? —le preguntó Shota, con cara de cansancio.

—Parece mentira que no sepas la respuesta —le dijo el rubio, echándose a reír—. Por supuesto que no. Pero ya lo haré en otro momento. No me apetecía ponerme a hacerlo ahora… ha sido un día duro.

—Y si lo pospones, también será una noche dura —le respondió Aizawa, levantando las cejas.

—No tengo con quién pasar la noche, así que lo mismo me da estar viendo la tele que corrigiendo exámenes —le respondió Yamada, bajando de la mesa de un salto—. Cualquiera diría que tú si tienes plan… a juzgar por las prisas que te estás dando por corregir todo eso.

Aizawa se ruborizó ligeramente, pensando que si su amigo supiera con quién le gustaría estar, probablemente le daría un infarto. Decidió que era mejor mantener esa información para sí mismo. Como respuesta, Yamada sólo recibió un encogimiento de hombros.

—No me dirás que se trata de esa chica de primero…

—¿Qué chica?

—La chica con la que te vi ayer… Bueno, ver, tú ya me entiendes... La que te invitó a cenar —le dijo Yamada y cuando Aizawa cayó en la cuenta, negó frenéticamente con la cabeza—. Vamos, cuéntame, ¿acaso no vas a darle una oportunidad?

Yamada se puso al lado de su amigo mientras le arrebataba el folio que estaba calificando.

—La duda ofende —respondió Aizawa, cogiendo otro examen y continuando con su trabajo—. Ni siquiera sé cómo es. Y aunque termine el curso, el año que viene estará en segundo y al siguiente en tercero. Por lo que seguirá siendo mi alumna.

—¿Sabes, Shota-kun? —el profesor de inglés jugueteó con el papel que tenía en la mano—. En todos los años que llevo conociéndote, jamás te he visto salir con nadie. Dime, ¿es que nunca te has enamorado?

El moreno dejó lo que estaba haciendo y contestó a su amigo sin apartar los ojos del examen.

—Sí. Una vez.

—Vaya. No tenía ni idea —Yamada se sentó de nuevo frente a Aizawa, dispuesto a enterarse de todo—. Nunca me lo habías contado. ¿Iba a la UA?

Shota, quien hasta entonces no había levantado la vista, decidió enfrentar la mirada del hombre que tenía delante.

—Sí, iba a la UA —respondió con seriedad, mientras fijaba sus ojos negros en los verdes de Yamada, que se podían intuir a través de las gafas de sol—. De hecho, aún sigo enamorado.

—¿Sabes una cosa? —Yamada tomó la mano de su amigo mientras colocaba en ella el examen que le había quitado antes—. Esa persona debe ser muy afortunada.

—No lo creo, Hizashi —Aizawa contuvo un suspiro—. Ni siquiera lo sabe.

—Pues entonces deberías decírselo. Total, ¿qué puedes perder? —Yamada se puso de pie y se dirigió hacia la puerta—. Nos vemos más tarde.

Aizawa se quedó solo en la clase con el papel en la mano.

—Tal vez lo haga... —el profesor bajó la vista hacia los exámenes—. Al fin y al cabo, lo único que puedo perder es... tu amistad.

―xXx―

Mirai Sasaki, también conocido como Sir Nighteye, se encontraba de pie junto al gran ventanal que daba hacia el amplio jardín que bordeaba su casa, mientras observaba las plantas agitarse con la suave brisa de la mañana.

La incertidumbre de saber qué era lo que la Liga de los Villanos había hecho con él mientras había estado inconsciente lo reconcomía por dentro. Estaba habituado a conocer los hechos con anticipación gracias a su peculiaridad, los imprevistos con los que se solía encontrar eran casi nulos, pero ahora… No había querido ir a ningún lugar público desde lo que le había sucedido, evitando así darle a Shigaraki la oportunidad de poner en marcha lo que estuviera tramando en su contra. No sabía por qué, pero presentía que el ataque se produciría más pronto que tarde.

Por una parte, Sasaki estaba tranquilo al saber que contaba con el apoyo del director de la UA y con su amigo Toshinori. Al parecer, a raíz de lo que había ocurrido, All Might estaba dispuesto a enterrar el hacha de guerra. Desde luego, había parecido genuinamente preocupado cuando se había enterado de lo que le había sucedido. Por otra parte, el pensar que podían utilizar clones con su apariencia para perpetrar un ataque, lo llenaba de tal inquietud que ésta se podía ver reflejada en su habitualmente imperturbable semblante.

Aunque no sólo le alteraba lo que le había sucedido con la Liga de los Villanos.

Había estado solo desde que había tenido el suficiente reconocimiento público como para montar su propia agencia. Su meta siempre había sido convertirse en un héroe profesional famoso, así como lo era su ídolo All Might y por eso mismo había decidido sacrificar sus relaciones personales. No quería que nada ni nadie se interpusiera en su carrera. No quería una distracción ni que la prensa se centrara en sus romances en lugar de en sus hazañas y logros. A veces se arrepentía de haberlo sacrificado todo por llegar hasta donde estaba y otras se alegraba de haberlo hecho.

Pero a pesar de todo no te he olvidado, Shota.

El ahora profesor había realizado parte de su pasantía en la agencia en la que había trabajado Sasaki antes de montar la suya propia, y desde el principio había quedado patente que existía cierta tensión entre ellos. Al final la atracción había sido demasiado fuerte como para poder resistirse y habían terminado teniendo un romance del que nadie más se había enterado. Aquello no había llegado a más porque se habían interpuesto demasiadas cosas entre ellos. Ambos eran hombres. Había una diferencia de edad considerable. Shota todavía era un estudiante… y Sasaki no quería que nada perjudicase su ascenso en el ranking de héroes. Así que la relación que habían empezado tenía los días contados desde el principio.

Cerró los ojos para evocar la vez que lo había visto en la oficina de Nezu. Cómo se había acelerado su corazón cuando habían mencionado su nombre. Y la forma en la que no había podido despegar sus ojos amarillos del profesor cuando había entrado al despacho.

Tiene algunas canas y parece algo cansado. Pero sus ojos siguen siendo tan negros como el azabache, brillantes y expresivos. Sus músculos, ¿seguirán igual de tonificados? Y sus labios..., no sé cómo pude contenerme y no besarlo ahí mismo.

Sacó de la cartera la única foto que tenía del hombre y la acarició con ternura recorriendo con delicadeza cada una de las líneas de su rostro juvenil. Los ojos y el pelo negros, resaltando sobre el uniforme escolar de la UA. El retrato parecía mirarlo fijamente con aquella tímida sonrisa inmortalizada en las facciones de quien alguna vez había sido su amante.

—Ojalá me hubieras querido como yo a ti, Shota. Tal vez entonces hubiera encontrado el valor para luchar por nosotros, aunque me costase mi carrera de héroe.

―xXx―

Bakugo dejó los libros sobre el escritorio, se quitó la chaqueta del uniforme y se recostó mientras observaba con detenimiento la lámpara que pendía del techo, mientras situaba los brazos por detrás de la cabeza y una tenue sonrisa se formaba en sus labios.

Esa misma mañana, cuando había terminado de desayunar, había salido con presteza hacia clase con la esperanza de que Todoroki ya se encontrara allí. Y no se había equivocado. De hecho, era el único que estaba en el aula, así que cuando Shoto le había visto entrar, se había levantado y le había dado un beso antes de que llegase el resto de sus compañeros.

Después, Katsuki lo había interrogado por el plantón que le había dado y, aunque al principio Todoroki había parecido sorprendido por la pregunta, enseguida se había recompuesto y le había dicho que había pasado la noche estudiando en la biblioteca, ya que había demasiado escándalo en las zonas comunes y no podía concentrarse.

Bakugo se había mostrado conforme con la explicación y pronto había olvidado el asunto. Hablaron un rato más y cuando Midnight llegó, el rubio tomó asiento para hacer el examen, sin darse cuenta de la intensa mirada de culpabilidad que se había reflejado en el rostro del muchacho de pelo rojo y blanco.

Después del examen habían estado paseando por los alrededores de la UA y cuando Todoroki se había despedido de él, Bakugo había decidido dirigirse a su habitación. Donde se encontraba ahora mismo.

Hoy termina el curso y a partir de mañana podremos vernos más, pensó, mordiéndose el labio para evitar sonreír.

Sin pensárselo dos veces, se levantó de la cama, se volvió a poner la chaqueta y se dirigió hacia el comedor. De pronto se le había abierto el apetito.

―xXx―

Tamaki dejó a un lado el boli que estaba usando para pasar sus apuntes a limpio cuando se le quedó sin tinta, mientras se estiraba en la silla en la que estaba sentado. Miro su móvil y, al igual que su estómago, éste le indicó que ya era hora de comer.

De pronto sintió dos fuertes y conocidas manos posándose sobre sus hombros, que le masajearon ligeramente la zona de los omóplatos. Mirio le dio un fugaz beso en la mejilla cuando el chico se giró para mirarle.

—¿Cómo sabías que… estaría aquí? —Tamaki sintió un estremecimiento cuando la lengua traviesa del rubio se paseó con lentitud por toda su oreja puntiaguda.

—Me asomé a tu habitación —le respondió Mirio dejando lo que estaba haciendo para sentarse a su lado—. Y si no estabas allí, ¿dónde ibas a estar si no en la biblioteca?

—Ya veo... —Tamaki sonrió, aunque no sabía si sentirse muy cómodo con el hecho de que Mirio se hubiera asomado a su habitación sin avisar—. ¿Vamos al comedor?

—¡Tengo una idea mejor! —le respondió el rubio, mientras se levantaba, pletórico de energía—. Cuando termines, nos vemos en tu habitación. ¡Podemos comer ahí!

Mirio siempre proponía encontrarse en la habitación de Tamaki porque sabía que éste sufría de ansiedad y que era muy nervioso, y suponía que el estar en terreno conocido seguramente sería algo positivo para él, y a Mirio le daba igual dónde se viesen siempre y cuando pudiesen estar juntos.

—Espera… Mirio —dijo Tamaki y el rubio se volvió de nuevo hacia él, con una mirada intrigada. Entonces Tamaki sacó la llave de su dormitorio y se la lanzó, mientras se sonrojaba—. Será mejor que uses esto.

Mirio se rio mientras se llevaba una mano a la nuca y salía de la biblioteca, entonces, Tamaki sacó otro boli de su estuche y siguió por donde se había quedado, ansioso por terminar para poder estar con Mirio.

Cuando acabó, recogió todo rápidamente y salió de allí. Mientras caminaba a toda prisa, estuvo a punto de chocarse contra un bulto que también se aproximaba hacia él bastante rápido. Se detuvo y retrocedió un par de pasos.

—Amajiki-senpai —dijo Yaoyorozu, sonriéndole ampliamente—. El otro día te dejaste un cuaderno en la enfermería, por cierto.

Tamaki la miró de soslayo, acordándose de repente de la charla que había tenido con Kirishima el día anterior.

—Eh… sí. Pero… no te preocupes… yo eh… ya lo recuperé —le dijo, volviendo a bajar la cabeza—. Por casualidad, eh… ¿viste lo que… lo que había escrito… dentro? —le preguntó.

Ella se rio, tocándole un hombro de forma amistosa.

—No soy de esa clase de personas —le respondió—. Tus secretos están a salvo, no te preocupes.

Tamaki asintió nervioso y después de dedicarle una tenue sonrisa siguió su camino hacia su habitación. Momo negó con la cabeza ante el extraño comportamiento del chico. Nunca entendería por qué actuaba así, tan antisocial incluso con las personas que eran amables con él. Se encogió de hombros justo cuando cruzaba la puerta de la enfermería.

—Buenas tardes, Recovery Girl —saludó Momo mientras entraba—. Por cierto, ayer tuve que coger una pastilla para la cabeza de ésas que están en la gaveta del fondo, porque en la de siempre no había.

—¿Cómo? —la enfermera no se había enterado muy bien de lo que la joven le había dicho, y por eso en lugar de esperar a que se lo repitiera fue al armario donde guardaba las pastillas para la cabeza y buscó el blíster correspondiente. Lo encontró sin ningún esfuerzo y se lo mostró—. Yaoyorozu-chan, ¿qué es lo que te has tomado exactamente?

La chica abrió los ojos de par en par al no reconocer las pastillas que la mujer le estaba mostrando. Las que tomaba en su casa tenían otro color y se llamaban de otra forma. Se dirigió hacia el armario y cogió la caja que había usado. Cuando Recovery Girl la vio, se llevó las manos a la cabeza.

—Yaoyorozu-chan... —dijo la enfermera, con tal tono que la chica se sentó, asustada, con el blíster todavía en la mano—. Si te has tomado eso, creo... que hay algo que es necesario que sepas. Pero es preciso que antes me respondas a unas cuantas preguntas.

—Por supuesto —la joven vio cómo la enfermera se acercaba y con cara de preocupación, cogía el envase de las pastillas y lo observaba detenidamente, como si quisiera cerciorarse. Después de mirarlo con minuciosidad, a través de su visera morada, negó con la cabeza.

—Yaoyorozu-chan... —repitió de nuevo la enfermera—. ¿Tienes novio?

La pregunta la tomó tan de sorpresa, que la joven sólo atinó a observar a la anciana como si de repente le hubieran salido dos cabezas. La chica se había esperado que le preguntara por intolerancias o alergias, no por algo tan personal.

—¿Perdón...?

—Verás, Yaoyorozu-chan… —la enfermera se movió hacia el armario del fondo para colocar de nuevo las pastillas en su sitio—, te dije que te tomaras una de las pastillas de la gaveta del frente —la muchacha asintió—, porque las pastillas del armario del fondo son para otros menesteres.

—Entiendo.

—No, querida, creo que no lo entiendes... —la enfermera se acercó a Momo y se quedó de pie frente a ella—. ¿Tienes novio? —repitió.

—Eh... —al ver el semblante serio de la enfermera, no tuvo más remedio que responder—. Sí. Más o menos.

—¿Has tenido relaciones con él en las últimas veinticuatro horas?

—Eh… sí —Yaomomo se puso roja, pero no tuvo más remedio que contestar—. Anoche.

Chiyo Shuzenji se quedó un momento en silencio. Había deseado que no se diera tal casualidad, pero por desgracia había pasado y ahora tendrían que lidiar con las consecuencias de un simple descuido.

—¿Usasteis algún método anticonceptivo?

—Eh… estoy tomando la píldora —respondió la joven un poco mosqueada por el hermetismo de la mujer—. Pero, ¿qué es lo que sucede?

—Verás, Yaoyorozu... —empezó la enfermera—. Como ya habrás podido deducir, lo que te tomaste ayer no era para el dolor de cabeza.

—Ya me imagino… pero, ¿para qué es? —la morena se puso pálida—. ¿Acaso me voy a morir?

—Claro que no —Chiyo se acercó a la muchacha y le puso una mano en el hombro—. Tú no —continuó con tono jocoso—, pero tu pareja tal vez sí... cuando se entere.

—¿Qué quiere decir con eso? —Momo estaba cada vez más pálida.

La enfermera fue a por un vaso de agua y se lo ofreció. La joven lo cogió, pero no bebió.

—Verás, Yaoyorozu-chan —Recovery Girl decidió ir al grano—. La pastilla que te tomaste ayer se llama Fertimol. Y como su propio nombre indica, es una pastilla que aumenta la fertilidad de las mujeres. El último modelo que han sacado al mercado está basado en la peculiaridad de un hombre que potencia la efectividad de los medicamentos. Mucho. Lo tenía aquí para hacer un estudio, pero…

Chiyo apenas tuvo tiempo de sostener el vaso que en ese momento caía de las manos de la muchacha, mientras la obligaba a tomar asiento de nuevo. Después de unos minutos de silencio, que a la enfermera le parecieron eternos, Momo se atrevió a balbucear.

—¿Qué posibilidades...? —tragó saliva—. Quiero decir...

—Me temo que el porcentaje es bastante alto —respondió la enfermera a la pregunta a medio formular.

La chica se puso de pie y comenzó a pasearse por toda la oficina.

—No estaba en mis planes, ¿sabe? —se apoyó contra el borde del escritorio mientras agachaba la cabeza—. No estaba en los planes de ninguno de los dos. No obstante, estaba tomando la píldora, ¿cómo es posible…?

—Los únicos anticonceptivos verdaderamente útiles contra esta pastilla son los de aplicación exterior. Los que son ingeridos se ven contrarrestados por sus potentes efectos. O eso es lo que viene indicado en el prospecto —le informó la enfermera mientras dejaba el vaso a un lado—, no obstante, todavía es pronto y hay alterna…

—¿En cuánto tiempo lo sabré? —preguntó la joven interrumpiéndola mientras seguía apoyada contra el escritorio.

—Una semana —respondió la enfermera—. Como mucho.

—Bien... —Momo se giró para mirar a la anciana, la cual se sorprendió sobremanera cuando distinguió una radiante sonrisa en el rostro de la muchacha.

—Pero... —dijo Chiyo, asombrada—, creía que la noticia no sería bienvenida.

—¿Está bromeando? —respondió Momo mientras colocaba sus manos de forma protectora sobre su vientre plano—. No niego que me siento impresionada, y mucho. Pero la verdad es que ésta es la noticia más maravillosa que he recibido en toda mi vida. Ya quiero ver la cara de mi pareja cuando se entere de que es posible que estemos esperando un bebé.

En un arranque de alegría, la morena abrazó a la enfermera, quien correspondió al abrazo de la emocionada joven mientras la felicitaba con anticipación por su posible-futuro-y-feliz-embarazo.

 

Notes:

¿Queréis que Aizawa le diga a Present Mic lo que siente o creéis que es mejor que se calle para que no se arriesgue a perderlo?

Además, parece que Todoroki va a ser papá, ¿cómo creéis que se lo tomará? Porque eso, definitivamente, pone en peligro su juego a dos bandas...

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Chapter 10: TOCADO Y HUNDIDO

Notes:

Resumen: La Liga de los Villanos sigue sin dar señales de vida y eso preocupa al director de la UA. Aizawa se plantea si debería confesarle sus sentimientos a su mejor amigo, Present Mic. Momo ha tenido un accidente y es posible que se haya quedado embarazada de Todoroki, quien mantiene una relación secreta con Bakugo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Viernes, 20 de marzo de 2020

Bakugo tomó asiento en su lugar habitual en el comedor de la UA, y Kirishima, Kaminari y Sero hicieron lo propio mientras lo saludaban con la mano. Aunque jamás lo reconocería en voz alta, era agradable saber que en su clase tenía amigos con los que podía contar, pero el hecho de que siempre estuvieran pegados a él a veces se le hacía algo tedioso.

Todoroki llegó en ese momento y acaparó la atención del rubio quien, olvidándose por completo de los extras que lo acompañaban, le observó con tanta intensidad que hizo que el chico de pelo bicolor se sonrojara. Shoto, para la sorpresa de todos, en lugar de dirigirse hacia cara redonda, gafas y el nerd, se sentó frente a Bakugo y después de unas cuantas miraditas se dispuso a almorzar.

Habían transcurrido sólo unos minutos cuando Yaoyorozu entró al comedor. Todoroki, que la vio llegar, notó un brillo especial en sus ojos cuando pasó frente a él, lo que hizo que la siguiera con la mirada hasta que la morena se sentó junto a sus amigas.

A Bakugo no le pasó desapercibido el gesto e incluso se giró para ver a quién estaba observando Todoroki con tanta insistencia. Frunció el ceño cuando descubrió que acababa de pasar coletas. Volvió a observar a Todoroki y no pudo evitar sentir una punzada de celos al ver que su compañero no había dejado de mirarla hasta que se había sentado.

Bakugo siguió con su almuerzo como si no hubiera pasado nada. Pero en el fondo había algo que le molestaba, y en ese momento se prometió que trataría de averiguar a qué se debía esa sensación.

El almuerzo transcurrió con normalidad. La mayor parte del tiempo se podía escuchar a los estudiantes de tercero hablando acerca de lo que tenían pensado hacer después de graduarse. A Bakugo, al igual que a sus compañeros, todavía les quedaban otros dos años por delante y la mayoría, de hecho, ni siquiera había encontrado una agencia donde realizar su pasantía.

Durante todo ese tiempo, el rubio estuvo observando las ocasionales miradas que Todoroki dirigió hacia el sitio donde estaba sentada coletas. La situación lo tenía bastante mosqueado, pero según como era, disimuló y siguió comiendo con aparente indiferencia.

De repente, Bakugo vio a la chica levantarse y dirigirse hacia la salida y tuvo que contenerse para no dar un fuerte puñetazo a la mesa cuando vio que, poco después, Shoto se ponía de pie y sin despedirse salía con rapidez del comedor.

Bakugo no se lo pensó dos veces y se levantó para ir detrás. La semilla de la incertidumbre que esa misma mañana había sido sembrada estaba comenzando a germinar, y el rubio no pensaba quedarse de brazos cruzados hasta que no averiguase qué demonios estaba pasando allí.

―xXx―

Momo entró en la enfermería y, como siempre, se puso su bata blanca para comenzar las prácticas. Esperaba que ese día fuera más tranquilo que el anterior, ya que quería dedicar un poco más de tiempo a estudiar los apuntes que había tomado durante aquellos días. Así que, con esa intención, sacó su libreta de entre sus cosas y se dispuso a repasar.

Después de unos minutos intentando concentrarse, cerró los ojos mientras recordaba lo que había ocurrido unas horas antes en ese mismo lugar, donde Recovery Girl le había dado la maravillosa noticia de que tal vez pronto estuviese esperando un bebé.

Me dijo que la pastilla tenía un noventa y ocho por ciento de efectividad, pensó sin poder evitar entusiasmarse. Lo que significa que hay muchas posibilidades de que me haya quedado embarazada... suspiró, ilusionada. Ya quiero ver la cara que pone Shoto cuando se entere.

Sonrió al imaginarse cómo se lo tomaría. Su rostro habitualmente inexpresivo, con toda seguridad dejaría de serlo durante unos segundos. Pero no debo precipitarme. No quiero hacerme ilusiones demasiado pronto.

Dejó de lado sus pensamientos para concentrarse de nuevo en sus notas.

De repente, alguien llegó por detrás y le tapó los ojos. Yaoyorozu sonrió al reconocer el aroma de Todoroki. Tomó las manos del chico entre las suyas y después de besarlas giró su cabeza para besarlo a él también. Todoroki le correspondió al tiempo que se sentaba sobre el escritorio, frente a la morena, quien aprovechó para abrazarlo por la cintura, mientras profundizaba el beso y comenzaba a recorrer con suavidad el pecho y el torso del muchacho de cabello bicolor.

—¿No tuviste suficiente anoche? —le preguntó el chico mientras le devolvía el beso.

—Nunca tendré suficiente de ti, Shoto... —le respondió Momo.

Cuando se separaron, a Todoroki le pareció vislumbrar por el rabillo del ojo una silueta. Sobresaltado, levantó la cabeza para descubrir con enorme sorpresa que Bakugo se encontraba parado en la puerta de la enfermería, con sus ojos rojos refulgiendo de ira. Shoto se bajó de la mesa de inmediato, pero antes de que pudiera hacer nada, Bakugo giró sobre sus talones y, tan rápido como le fue posible, salió de allí, dejando atrás a un Todoroki completamente desconcertado.

—¿Sucede algo, Shoto? —Yaoyorozu se sorprendió ante la reacción del chico. Se giró hacia la puerta para ver si alguien los había descubierto, pero no vio nada—. ¿Estás bien? —le preguntó, preocupada, al ver que estaba más blanco que un folio.

—Tengo que irme... —murmuró Todoroki.

—Pero...

—Nos vemos después —le dijo mientras se alejaba de ella.

—Está bien —Momo se encogió de hombros ante la actitud hermética del chico, pero no le dio importancia y después de unos instantes se dispuso a proseguir con su lectura.

Afuera, Todoroki corría por el pasillo principal que conectaba la enfermería con el edificio de los dormitorios. Miró a un lado y a otro, tratando de adivinar hacia dónde se habría dirigido el rubio, pero después de un rato se dio cuenta de que le iba a ser imposible dar con él.

Sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia la habitación de Bakugo con la esperanza de que hubiera decidido ir allí. Mientras caminaba, no podía dejar de pensar en la mirada que su compañero le había dirigido al pillarlo con Momo y sabía que estaría extremadamente furioso.

Pero lo que más le preocupaba de todo aquello, era el hecho de que lo conocía tan bien, que estaba seguro de que esa mirada de ira sólo ocultaba un sentimiento mucho más doloroso. Y con solo saber que él era el causante de aquello, su corazón se encogió.

―xXx―

Bakugo había estado a punto de soltar una explosión allí en medio de la enfermería, lo que habría sido bastante desafortunado. Como no se creía capaz de contenerse debido a la furia que sentía, sólo se le había ocurrido poner distancia entre aquella situación y él, así que en aquel momento se encontraba corriendo a toda velocidad por los pasillos de la UA, con los dedos agarrotados por la ira y las palmas humeantes.

Ni siquiera sabía hacia dónde se dirigía, sólo era consciente de que necesitaba correr y alejarse lo más pronto posible de la escena que acababa de presenciar si no quería volarle, literalmente, la cabeza a ese imbécil de mitad-mitad y, por ende, a coletas.

Salió del edificio sin mirar atrás, con los dientes tan apretados que le había empezado a doler la mandíbula. Sintió que le faltaba el aire, aunque trató de convencerse de que era debido a la carrera que se había metido. Aun así, no se detuvo hasta que las piernas le fallaron y cayó de bruces sobre el frío suelo del exterior.

Se puso de pie con dificultad y trató de enfocar su nublada vista a su alrededor, encontrándose frente a un edificio medio derruido. Entró tambaleándose al lugar, sacó su móvil del bolsillo y activó la linterna, puesto que el sitio estaba completamente a oscuras.

El recinto se iluminó un poco, descubriendo ante sus ojos un lugar lleno de escombros. Las vigas y parte de los techos y paredes estaban desparramados a lo largo de toda la superficie y el polvo flotaba en el ambiente. Estaba claro que se había utilizado para entrenar o para realizar algún examen práctico y los profesores todavía no habían tenido tiempo de reparar los daños.

—¡Mierda! —gritó, sintiéndose frustrado y notando cómo el calor se empezaba a acumular en las palmas de sus manos y la humedad en sus mejillas. Estaba tan furioso que necesitaba dar rienda suelta a su frustración de alguna forma, por lo que por fin dejó que su peculiaridad se activara, provocando explosiones por todo alrededor, haciendo que más trozos de la estructura del edificio cayeran al suelo, levantando una gran polvareda por todo el lugar. Necesitaba destrozar algo y mucho mejor aquel lugar en ruinas que la cabeza de sus compañeros de clase—. ¡Aaaargh!

Bakugo se sacudió la ropa y las manos en un intento vano por limpiarlas y se puso a gritar de rabia mientras seguía destrozando con estallidos furibundos todo lo que encontraba a su paso, moviéndose de un lado a otro por la estructura herrumbrosa del edificio, tan cegado por su ira que no se dio cuenta de que un andamio se desprendía justo a su lado cayéndole encima antes de que pudiera esquivarlo o hacerlo explotar. Con el impacto, el móvil se le cayó de la mano.

—¡Joder! ¡Maldita sea…! —exclamó, mientras seguía detonando lo que tenía al alcance, a pesar de encontrarse prácticamente inmovilizado bajo el enorme bloque de cemento que se le había caído encima.

Con estas nuevas explosiones no consiguió mejorar su situación, al contrario, un pequeño trozo se deslizó hacia abajo de la parte superior de la viga que lo aplastaba y le golpeó en la cabeza. La vista pareció nublársele y comenzó a sentirse mareado. Cerró los ojos durante lo que le pareció una eternidad y cuando volvió a abrirlos, parpadeó varias veces al vislumbrar una sombra que se aproximaba a él.

—¿Shoto? —preguntó sin poder creerse lo que estaba viendo.

Parpadeó varias veces y la fantasmal silueta desapareció. Bakugo supuso que aquello sólo podía tratarse de una alucinación. Volvió a cerrar los ojos y los apretó con fuerza, retorciéndose bajo el peso del andamio que lo tenía inmovilizado, sintiéndose tan impotente como cuando había visto a Todoroki besar a Yaoyorozu.

—¡Maldito mitad-mitad! —exclamó dolido y lleno de rencor—. ¡Te mataré!

Entonces, volvió a hacer explotar los escombros que tenía encima y cuando vio que era inútil se quedó quieto. No le interesaba gastar energía de manera inútil. Cerrando los ojos de nuevo, se dejó llevar por el cansancio, mientras trataba de despejar la mente para no pensar en lo que había presenciado.

―xXx―

Kirishima estaba haciendo unas cuantas flexiones y otras tantas abdominales mientras charlaba con Kaminari, que estaba sentado sobre su cama comiéndose una bolsa de doritos, cuando alguien llamó a la puerta de forma repentina.

El pelirrojo se incorporó y se limpió el sudor de la cara con el brazo. Kaminari le miró de forma interrogativa y éste simplemente se encogió de hombros. No tenía ni idea de quién podía ser. ¿Tal vez, Bakugo?

—Kirishima —Todoroki se encontraba al otro lado de la puerta, su rostro enrojecido por la carrera que se había metido—. ¿No estará Bakugo por aquí? —preguntó mientras metía la cabeza para echar un vistazo al interior de la habitación. Kirishima alzo las cejas, sorprendido por la intromisión de su compañero.

—No, Todoroki. Sólo estamos Kaminari y yo —le respondió.

—¡Ey! —saludó Kaminari desde la cama, levantando la bolsa de doritos—. ¿Quieres uno?

—Ah... eh, no, gracias —Todoroki se dio media vuelta, con el ceño fruncido—. Si por casualidad lo veis, ¿podéis decirle que lo estoy buscando?

—¿Es muy urgente? —Kirishima se cruzó de brazos mientras miraba con fijeza a los ojos de dos colores de su compañero—. Podemos ayudarte a buscarlo, si quieres.

—No os preocupéis... —dijo Todoroki, apartando la vista de sus compañeros—. En realidad, es importante, pero no algo de vida o muerte.

—¿Has probado a llamarle? —sugirió entonces Kaminari con la boca llena.

—Ha sido lo primero que he hecho. Pero no me lo coge.

—Bueno… si nos enteramos de algo te avisamos —respondió Kirishima encogiéndose de hombros mientras cerraba la puerta y volvía donde estaba Denki.

—¿Te diste cuenta de cómo miraba Bakugo a Todoroki durante la comida? —le dijo entonces Kaminari y ante el silencio de su compañero, añadió en tono confidencial—: yo creo que hay algo entre ellos.

Kirishima sólo frunció el ceño; hacía tiempo que sospechaba que Todoroki y Bakugo estaban liados, pero no había querido darle muchas vueltas al asunto. Aunque después de la situación que se había dado durante el almuerzo no podía seguir negando lo evidente. A pesar de eso, era algo en lo que prefería no pensar, porque se ponía celoso con tan solo imaginarse a sus dos compañeros juntos.

Haciendo caso omiso al comentario que había hecho Kaminari, volvió a su entrenamiento esperando que Bakugo estuviera bien.

―xXx―

Mirio y Tamaki se habían reunido en la habitación de éste, como siempre, para comerse juntos el almuerzo. En los colegios los rumores volaban y si Kaminari y Kirishima acababan de descubrir que Todoroki y Bakugo estaban involucrados, no eran los únicos que habían caído en la cuenta.

—Midoriya-kun me dijo el otro día que Bakugo, el chico problema de las explosiones, y el hijo de Endeavor están enrollados —le contó Mirio, en tono confidencial.

—¿En serio? —Tamaki se sorprendió ante aquella información. En realidad, no le pegaba mucho que esos dos estuvieran juntos—. Jamás me lo habría imaginado.

—Ni yo. Pero al parecer van en serio. Midoriya me contó que un día había ido a ver a Bakugo a su habitación y que, el muy idiota, no había cerrado la puerta con llave, así que abrió y se encontró a los dos abrazados y dormidos en la cama…

—Ah, vaya... —Tamaki no pudo evitar sonrojarse al imaginarse a Mirio junto a él en las mismas condiciones. Tomó nota mental de estar más pendiente de la puerta cuando se fueran a dormir.

—Pero no se lo digas a nadie —Mirio le señaló con el dedo índice en señal de advertencia—. No quiero que el rumor se propague por mi culpa.

—Te lo prometo. Aunque tampoco es que tenga a mucha gente a quien contárselo —respondió encogiéndose de hombros.

—¡Me tienes a mí, pulpito! —respondió Mirio con una resplandeciente sonrisa, observando cómo el otro chico se metía en la boca una bolita de takoyaki.

—¿Pul… pulpito? —tartamudeó nervioso Tamaki, sonrojándose mientras apartaba la vista de su comida para mirarle. Iba a decirle lo absurdo que era el comentario que había hecho, pero Mirio había conseguido desviar su atención con aquella última palabra.

—Es un mote cariñoso —le explicó Mirio, dándole un golpecito en el hombro.

Tamaki asintió y entonces sonrió antes de meterse otra bola en la boca con una expresión relajada en el rostro. No podía evitar disfrutar de los momentos que pasaba junto a Mirio. Desde que estaba con él, todo su mundo parecía haber dado un giro de ciento ochenta grados.

Ya no parece tan triste, pensó Mirio mientras le observaba. El rubio mordisqueó un trozo de pollo y después continuó con su escrutinio. Ah... Tamaki... cómo me gusta cuando pones ese gesto. Entrecierras los ojos y eso hace que se vean más largas tus pestañas. Y te relames de una forma que me dan ganas de besarte. Eso me recuerda a cuando le vi tumbado en el césped...

—Tamaki... ¿puedo preguntarte algo?

—¿Mmm? —contestó el adolescente dirigiendo sus ojos oscuros hacia él—. Sí, claro —dijo, cuando terminó de tragar.

—El sábado pasado... —comenzó Mirio—. ¿Qué era lo que hacías?

Tamaki frunció el ceño mientras procesaba la pregunta del rubio. Al ver que no estaba muy seguro de a qué se refería, Mirio decidió ser más concreto.

—Cuando Hadou, Haya y yo llegamos a la zona ajardinada de detrás del gimnasio, tú estabas recostado sobre el césped y vimos que mirabas al cielo con insistencia.

—Ah, eso... —Tamaki recordó de repente—. No estaba haciendo nada. En realidad, sólo observaba las nubes.

—¿En serio...? —Mirio se mostró sorprendido ante aquella respuesta—. ¿Buscabas algo en particular?

—No —Tamaki se comió otro takoyaki antes de seguir—, sólo trataba de encontrarles forma. Ya sabes…

—Ah... no sabía que te gustara hacer eso.

—Lo hago de vez en cuando —Tamaki se encogió de hombros y se giró hacia él—. En realidad, son ejercicios de relajación, me viene bien para la ansiedad. Observar las nubes… es una de las cosas que te recomiendan cuando sueles sufrir crisis nerviosas.

—Ya veo —Mirio lo abrazó con fuerza, mientras Tamaki acercaba su rostro al suyo para darle un casto beso—. Ciertamente, ahora te noto más relajado.

—Tal vez eso sea más bien gracias al sol que se ocultaba tras las nubes —murmuró Tamaki de forma críptica.

Mirio le sonrió sin pillar la indirecta y después le cogió de las manos y tiró de él con suavidad para que se sentara en su regazo. Tamaki acomodó las rodillas junto a los muslos del rubio y después éste comenzó a besarle recorriendo con sus manos los costados del chico. Tamaki enredó los dedos en las hebras rubias de Mirio y le mordió ligeramente el labio superior, haciendo que Mirio soltara un suave jadeo, pero no les duró mucho el momento de pasión porque de pronto alguien llamó a la puerta.

Tamaki se separó de Mirio repentinamente, alzando las cejas sin saber quién podría ser. Por lo general no solía recibir visitas. Tal vez sea Amori-chan, pensó Tamaki. Mirio se quedó pegado a la pared, listo para entrar en fase y volver a su habitación si era necesario.

—¡Amajiki-senpai! —fue la exclamación que lo recibió cuando abrió. Un Midoriya despeinado y sofocado apareció al otro lado del umbral, respirando aceleradamente—. ¿Está Togata-senpai por ahí?

Tamaki abrió los ojos de par en par, preguntándose por qué aquel alumno de primero se habría imaginado que Mirio podía estar en su habitación. No le dio tiempo a responder, porque una cabellera rubia se asomó desde el otro lado de la puerta, sonriendo tímidamente mientras se rascaba la nuca.

—Midoriya-kun, ¿qué te trae por aquí? —le dijo.

Tamaki miró a Mirio. ¿Le habría contado a su kohai que estaban juntos?

—Resulta que Todoroki está buscando a Kacchan y fue a la habitación de Kirishima preguntando por él. Después de dar varias vueltas por todo el edificio y ver que no aparecía por ningún lado, vino a hablar conmigo puesto que Kacchan es amigo mío, y como supuse, el problema es que esos dos han debido discutir o algo de eso. Así que como nadie parece saber dónde está, había pensado en venir a pedirte ayuda, Togata-senpai. Pero cuando me disponía a ir a tu habitación, Kirishima me sugirió que tal vez debería buscarte en la de Amajiki-senpai y por eso he venido hasta aquí… —soltó de carrerilla, poniéndose más rojo de lo que ya estaba.

—Respira, Midoriya-kun, ¡no queremos que mueras asfixiado! —le dijo Mirio, sonriendo—. Bueno, supongo que eso aclara muchas cosas, pero… ¿por qué pedirme ayuda a mí en lugar de a otros compañeros?

—Porque sabes que Shoto y Bakugo tienen una relación y quizás eso te dé alguna pista de por dónde empezar a buscar. Además, se rumorea que Todoroki también tiene algo con Yaomomo, así que, supongo que, precisamente por eso, sería mejor no involucrar a más gente de clase, por si acaso, hasta que no sepamos exactamente qué es lo que está pasando.

—Me parece bastante prudente por tu parte —dijo Mirio mientras se rascaba la barbilla—. ¿Y por qué Kirishima imaginó que estaría aquí?

—Eh… yo… —dijo Tamaki mientras Izuku se encogía de hombros—, te lo explico luego.

Mirio asintió y después los tres salieron de allí para buscar a Bakugo.

―xXx―

—Muy bien, entonces colocaremos a quince policías en las inmediaciones, ¡guau!, para que vigilen y alerten si detectan movimientos extraños, ¡guau! —dijo Kenji Tsuragamae.

Nezu se hallaba reunido junto con el resto del profesorado, algún que otro Pro héroe y el jefe de la fuerza policial. Desde muy temprano habían estado planeando en detalle la nueva estrategia de defensa contra cualquier posible ataque de la Liga de los Villanos. Preferían estar preparados para enfrentarse a cualquier eventualidad que pudiera surgir durante el día de la Graduación.

—Sería recomendable que Hound Dog y varios clones de Ectoplasm se encarguen de echar un vistazo por los alrededores del colegio —comentó el director—, igual que hicimos durante el Festival Cultural, y con muy buenos resultados, debo decir.

»Aizawa... —el ratón se giró hacia el profesor—. No le quites el ojo de encima a Bakugo. Ya que eres su tutor, procura estar atento.

—Sí, director —respondió el hombre.

—Aunque esto no es sólo responsabilidad tuya... —dijo Nezu—. Lo ideal sería que todos estéis más pendientes de lo habitual.

—Nosotros estaremos atentos al móvil por si se requiriese de nuestra intervención —comentó Nighteye en nombre de los héroes profesionales que habían acudido a la reunión.

Todos asintieron, mostrándose conformes con lo que se había hablado y, poco a poco, los presentes se fueron retirando, hasta que sólo quedaron en la sala: el director, Aizawa, Present Mic y All Might.

—Bien, como ya os expliqué con anterioridad, la seguridad de los alumnos Izuku Midoriya y Katsuki Bakugo es prioritaria —entonces se dirigió al ex héroe profesional—. Yagi-san, desde ahora en adelante quiero que los vigiles. Ambos se quedarán en el colegio, por lo que tendrán que seguir cumpliendo las normas, aunque estén de vacaciones... Como ya sabéis, los padres nos han dado su autorización, así que ahora recae en nosotros la responsabilidad de mantenerlos sanos y salvos.

—He oído que hay más alumnos que han solicitado quedarse en el colegio durante las vacaciones de verano para poder entrenar —comentó Aizawa—. Por ejemplo, Togata. Quiere ser mi auxiliar el año que viene y me ha comentado que le ha entregado una autorización a su tutor, Cementoss para quedarse aquí.

—Como bien dices, hay varios alumnos que lo han pedido, pero nuestra prioridad es proteger a Midoriya y Bakugo puesto que han sido identificados como posibles objetivos de la Liga —el ratón movió la nariz en un gesto nervioso, los bigotes agitándose—. El resto, en especial los de tercero del departamento de héroes, pueden ayudarnos en el hipotético caso de que suceda algo.

—Es una buena idea —intervino All Might—. Si la Liga pretende atacar esperando encontrarnos indefensos, se van a llevar una buena sorpresa.

—Además, si se quedan otros estudiantes, tanto Midoriya como Bakugo estarán más entretenidos —comentó Present Mic— y darán menos problemas.

En ese momento la puerta se abrió dando paso a Mirio y a Tamaki, quien iba detrás del rubio con la cabeza gacha.

—¿Sucede algo, Togata? —le preguntó Aizawa al ver la cara de preocupación de su alumno.

—Es Bakugo —Mirio trató de sonar lo más casual posible—. Varios alumnos de primero lo han estado buscando y no han sido capaces de encontrarle.

—¿Ninguno? —preguntó All Might alarmado, temiéndose lo peor.

—Nosotros no lo hemos buscado. Los de primero vinieron a pedirnos ayuda y pensamos que era más sensato avisar cuanto antes.

Los profesores asintieron y se repartieron las diferentes zonas de los dos edificios. El director le pidió a Ryo Inui, también conocido como Hound Dog, que utilizara su olfato para buscar a Bakugo por las zonas exteriores del recinto.

—No os preocupéis. Estoy seguro de que no tardará en aparecer —les dijo el director a Mirio y a Tamaki, mientras los profesores salían del despacho.

Los chicos asintieron y también se retiraron.

 

Notes:

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Chapter 11: EL MAYOR DESEO DEL MUNDO

Notes:

Resumen: El director junto con el profesorado y unos cuantos pro-heroes planea la seguridad de la UA para el día de la graduación. Bakugo descubre que Todoroki le es infiel con su compañera Yaomomo.

(See the end of the chapter for more notes.)

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Viernes, 20 de marzo de 2020

Aizawa llevaba hora y media recorriendo los pasillos; entrando y saliendo de cada habitación y cada pequeño recoveco que se encontraba en su camino, a lo largo y ancho de la primera y segunda planta del edificio de las aulas y las salas de profesores. Decidió parar, apoyándose sobre una de las paredes para descansar un rato.

—¿Dónde se habrá metido este muchacho? —se preguntó pellizcándose el puente de la nariz y frunciendo el ceño.

Esperando que los otros profesores hubieran tenido más suerte que él, abandonó el edificio, atravesando las zonas exteriores para dirigirse al despacho del director e informar de su infructuosa búsqueda. Mientras caminaba hacia allí, sus ojos se posaron en una de las construcciones medio derruidas que formaban parte de las instalaciones del colegio. Probablemente el edificio había acabado en ese estado después de alguno de los exámenes de fin de curso y Cementoss todavía no había tenido tiempo de reparar el destrozo. Un pequeño sonido de derrumbe procedente de esa zona llamó su atención, por lo que sin dudarlo se dirigió hacia allí. Con cuidado, el hombre se adentró poco a poco en aquel amasijo de cemento, pilares y nubes de polvo.

Una vez dentro, cerca de un montón de escombros, visualizó un tenue resplandor y abrió ampliamente los ojos cuando al lado de éste descubrió a Bakugo semi-aplastado. Su móvil estaba tirado en el suelo, con la linterna encendida iluminándole la magullada cara.

—Pero, ¿qué...? —Aizawa se acercó con rapidez al cuerpo del muchacho y se inclinó sobre él para inspeccionarle. El joven estaba inconsciente, pero no parecía estar gravemente herido.

Por si acaso, apoyó los dedos sobre el cuello de su alumno y comprobó con alivio que tenía pulso, entonces, con cuidado y con la ayuda de las cintas que llevaba alrededor del cuello, fue retirando poco a poco los trozos de la viga que Bakugo tenía encima. Una vez liberado, lo sacudió con suavidad y suspiró cuando escuchó un leve gemido proveniente del chico. Se apresuró a ayudarlo a incorporarse.

—Mmm... —Bakugo abrió los ojos con lentitud, mientras trataba de enfocar su vista hacia el rostro de la persona que estaba frente a él—. ¿Shoto?

—No, Bakugo —Aizawa intentó disimular su sorpresa al escuchar a su habitualmente malhumorado alumno preguntar por Todoroki utilizando su nombre de pila—. Soy Aizawa. ¿Te encuentras bien?

—¿Dónde estoy? —gruñó.

Aún ligeramente aturdido, el rubio miró a su alrededor con el ceño fruncido.

—En un edificio medio derruido —Shota lo tomó del brazo para ayudarlo a levantarse—. ¿Todo bien? ¿Huesos rotos, fracturas…?  —le preguntó preocupado. Cuando el chico negó sin molestarse en mirarle, añadió—: ¿qué estabas haciendo aquí?

—Pues... no lo sé —el muchacho se llevó la mano a la cabeza, sintiéndose mareado—. No lo recuerdo.

—Será mejor que te lleve con Recovery Girl, por si acaso —dijo Shota comenzando a caminar, sin soltar el brazo de su alumno.

—¿A la enfermería? —el muchacho se acordó de repente de a quién había visto allí—. ¡Y una mierda! ¡Ni aunque me estuviera muriendo! —exclamó, forcejeando mientras intentaba zafarse del agarre de su profesor.

—No me hagas utilizar esto contigo, Bakugo —le dijo Shota malhumorado levantando las cintas de su cuello—. ¿Tienes idea de cuántas personas te están buscando? —le preguntó, molesto por la actitud de su alumno.

—¡Y a mí qué me importa! ¡Jamás volveré a poner un pie en ese maldito lugar!

—Si no quieres ir a la enfermería, de acuerdo, pero entonces tendrás que ir a la oficina del director.

Bakugo se detuvo de repente mientras miraba a un lado y a otro, desorientado, lo que hizo que Aizawa se diera cuenta de que no sabía ni dónde estaba.

—Anda. Sígueme.

El chico no dijo nada. Sólo levantó la cabeza, con orgullo, mientras dejaba que el profesor se adelantara para guiarlo.

—Ni de coña voy a ir a la enfermería —refunfuñó mientras caminaba detrás de él—. Ni tampoco al despacho del director.

Aizawa puso los ojos en blanco, sintiéndose agotado por tener que lidiar con aquella situación.

—Te lo plantearé de otra forma... —le dijo a su alumno mientras seguía caminando sin siquiera girarse a mirarle—. Si no quieres ir a la enfermería y tampoco quieres hablar con el director, entonces tendrás que ir a tu habitación y esperar a que Nezu vaya allí. Y créeme, no le va a gustar que le hagas ir.

El rubio guardó silencio, y unos segundos después resopló.

—Está bien... —dijo al fin— iré a ver a la rata.

Y con esto, ambos se dirigieron rumbo a la oficina del director.

Mientras tanto, Bakugo trató de pensar alguna excusa convincente para evitar tener que contar la verdad: que la persona a la que quería, lo había engañado; que había estado llorando por esa razón y que había salido corriendo, sin pensar, para evitar explotarle la cabeza al que había provocado aquella situación en primer lugar.

―xXx―

—¿Lo habéis encontrado?

—No, Nezu —All Might se sentó en una silla, visiblemente agotado—. He recorrido el lugar de cabo a rabo y ni rastro.

—Yo tampoco —intervino Present Mic—. Nada…

—Mmm... —el director se llevó una mano a la barbilla, pensativo—. Espero que Aizawa haya tenido más suerte.

La puerta se abrió en ese instante dejando ver a un pálido y, bastante cansado, Shota.

—¿Buenas noticias? —preguntó Yamada, al tiempo que el profesor asentía con la cabeza. Todos suspiraron, aliviados.

Detrás del profesor se dejó ver la silueta del rubio, quien, al ver el rostro de genuina preocupación de todos los presentes, se sintió bastante avergonzado, aunque trató de no demostrarlo.

All Might se acercó con rapidez al chico, mientras contenía las ganas de abrazarlo y golpearlo al mismo tiempo.

—¿Estás bien, joven Bakugo? —le preguntó. El muchacho sólo asintió mientras bajaba la cabeza.

—Bueno... —Yamada supuso que ahora que el alumno había aparecido, él no pintaba mucho allí, así que levantó una mano y se despidió del resto—. Si me necesitáis para algo no dudéis en avisarme, ¡oh, yeah! —añadió antes de cerrar la puerta tras él.

All Might siguió los pasos de su compañero sabiendo que, a partir de ahora, lo que sucediera no era de su incumbencia.

—Bakugo... —espetó el ratón con seriedad cuando se quedaron los tres solos en el despacho—. Espero que tengas una buena excusa para justificar tu desaparición.

—No hay una mierda que explicar, director —respondió el rubio con la mirada fija en ningún punto en particular—. Estaba merodeando por ahí y me perdí. Eso es todo.

Tanto Shota como Nezu se dieron cuenta de que el muchacho estaba ocultándoles algo. Pero Bakugo se había quedado callado, señal de que no iba a añadir nada más.

—Bien —al ver que ya no iban a sacarle más información, el director decidió dejar la situación en manos de su tutor—. Aizawa, acompaña a Bakugo hasta su habitación y después, como su responsable, aplica el castigo que corresponda de acuerdo a la falta cometida.

Momentos después, profesor y alumno salían de la oficina del director sin intercambiar ni una sola palabra.

―xXx―

Aizawa se detuvo en las zonas comunes de los de primero seguido de cerca por Bakugo. Éste permaneció de pie mientras observaba al profesor, quien le estaba mirando fijamente.

No se podía considerar que el hombre tuviera precisamente un rostro angelical, pero jamás le había visto con una expresión tan furiosa como la que tenía en aquel momento.

—Voy a preguntártelo una última vez... ¿Qué hacías ahí tirado?

—¿Es que no me escuchó antes? —soltó Bakugo, con malos modos—. Estaba dando una vuelta por esta mierda de colegio y me perdí.

—¡No me mientas! —exclamó el profesor y el rubio pegó un salto, sobresaltado—. ¿Acaso te piensas que soy estúpido?

Bakugo se encogió de hombros, tratando de mostrar indiferencia.          

—¡Te estuvimos buscando tres profesores durante casi dos horas, sin descanso! ¡Y eso sin contar el tiempo que emplearon tus compañeros!

Aizawa se pasó una mano por el pelo, tratando de tranquilizarse.

—Pensaba que, siendo héroes profesionales, tendríais más recursos… —musitó Bakugo.

—¿En serio? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Aizawa apretó los puños con furia mientras proseguía—. Sabes que Shigaraki ha amenazado con secuestrarte…

—¿Y qué? —dijo Katsuki, la ira supurando en cada palabra—, tal vez no sea tan malo como lo pintáis…

El profesor se quedó estático sin poder dar crédito a lo que su alumno acababa de decir. Siempre había creído en Bakugo, lo había protegido cuando había sido necesario y lo había defendido cuando lo habían secuestrado aquella vez, a pesar de que todo el mundo opinaba que era tan débil que terminaría uniéndose a los villanos y ahora…

—No hagas que me avergüence de ser tu profesor —dijo con tono lúgubre, mirando decepcionado a su alumno. Hubo un silencio pesado entre los dos, después de un rato, Bakugo miró con fijeza a su profesor.

—¡Maldita sea! —exclamó entonces Katsuki, bajando la vista al suelo—. No debería haber dicho esa mierda. Me dejé llevar —dijo entre dientes.

Aizawa asintió, todavía con el ceño fruncido.

—Ve a tu habitación —dijo, dándole la espalda—. Después hablaremos de tu castigo.

Bakugo no dijo nada más, asintió, aunque el profesor no pudo verlo, y se dirigió con lentitud a su cuarto.

Aizawa escuchó la puerta cerrarse y permaneció unos momentos más parado en el mismo sitio. Después se acercó al sofá de las zonas comunes y se sentó.

De pronto sintió dos manos posándose sobre sus hombros, apretando ligeramente. Aizawa se giró para encontrarse con la comprensiva mirada de Yamada, quien se sentó junto a su amigo de la infancia.

—No te oí llegar... —susurró—. ¿Lo has visto todo?

Yamada asintió. Había llegado hacía un rato, pero antes de que se percataran de su presencia se había apoyado contra una pared, esperando a que terminaran para hablar con Shota después.

—Sé que estás preocupado por él y todos sabemos que es un chico difícil. Pero estoy seguro de que todo saldrá bien. Sólo tienes que tener un poco de fe.

Aizawa no dijo nada. Sólo le miró con cariño y pensó en lo fácil que era hablar con su amigo y lo difícil que era verlo sólo como tal.

―xXx―

En otra parte del edificio, en una habitación decorada al estilo japonés, un joven de cabello bicolor se hallaba recostado sobre su futón, recordando las noches que había pasado en un dormitorio que no era el suyo.

Todoroki sostenía entre sus dedos una cadena de oro que refulgía bajo la luz de la lámpara. Era el regalo que tenía planeado entregarle a Katsuki la noche siguiente, después de la graduación.

Mañana haríamos cinco meses..., pensó con tristeza mientras cerraba los ojos recordando las veces que habían hecho el amor juntos. Es mi culpa. Si desde un principio no les hubiera engañado...

En innumerables ocasiones se había visto tentado de decirles la verdad, pero siempre había acabado desechando la idea, sabiendo que eso sólo podía acabar mal. No entendía muy bien qué le pasaba. Cómo era capaz de sentirse atraído con tanta fuerza por dos personas tan diferentes entre sí. En cierta forma estaba seguro de que su padre tenía parte de culpa. Creía que le buscaba a él en Katsuki y a su madre en Momo. Si no hubiera vivido desde que era un crío en una familia completamente disfuncional, con toda probabilidad ahora no tendría estos problemas. Quizás se estaba volviendo loco o, a lo mejor, ya lo estaba.

El muchacho frunció el ceño al acordarse de Bakugo. Debe estar pasándolo mal... pensó mientras abrazaba una almohada, cerrando los ojos e imaginando que era el tonificado cuerpo de Katsuki. Debe creer que ahora mismo estoy con Momo...

De repente abrió los ojos de par en par al caer en la cuenta de que Bakugo podría hablar con ella y contarle todo. Le dolía el haberle perdido, pero no sabía si sería capaz de soportar el perderla a ella también.

Entonces tomó una decisión. Se levantó del futón y fue hacia la puerta. No sabía lo que iba a hacer ni cómo, pero lucharía con todas sus fuerzas por recuperar la confianza de Bakugo.

Tal vez me dé una oportunidad... pensó mientras se dirigía a la habitación del rubio. Midoriya le había enviado un mensaje hacia un rato para avisarle de que habían encontrado a Bakugo, así que imaginó que debía de estar allí. Su corazón latía a toda prisa mientras caminaba por los pasillos. Tal vez si le explico lo que siento por él...

Aceleró el paso hacia su destino mientras sostenía con fuerza el colgante entre sus dedos.

―xXx―

Aizawa se levantó del sofá de la sala común de los de primero para dirigirse a su habitación, y como Yamada le había dicho que quería hablar con él lo invitó a que lo acompañase.

Ahora se encontraban los dos sentados en su cuarto mientras se tomaban un vaso de sake.

—¿Cómo piensas que fue a parar allí?

—No lo sé, Hizashi. Lo único que te puedo decir es que cuando llegué estaba tirado en el suelo bajo un montón de escombros.

—Si mal no recuerdo, alguna vez deambulamos por ahí con Oboro cuando éramos jóvenes —comentó Yamada bebiéndose de un trago su copa y sirviéndose otra—, pero siempre tuvimos cuidado de que no nos pillaran.

—Es verdad —Aizawa no pudo evitar sonreír al recordar aquella época—. Todavía sigo sin saber cómo pudimos hacer tantas cosas sin que nos pillasen.

—Éramos chicos listos —respondió Yamada, con orgullo.

—E inmaduros —añadió Aizawa.

En ese momento llamaron a la puerta y Shota se apresuró a abrir mientras Hizashi se servía una tercera copa. Mirio saludó a sus profesores cuando entraron en su campo de visión y se quedó en el marco de la puerta.

—¿Encontrasteis a Bakugo? —preguntó el chico con preocupación y Present Mic le hizo un gesto para que entrara antes de responder. El chico obedeció sentándose a su lado, mientras Aizawa cerraba la puerta y se unía a ellos.

—Sí, Togata-kun —le respondió entonces el profesor de inglés.

—¿Y cómo está? —preguntó Mirio.

—El muchacho está bien, pero no ha querido dar muchas explicaciones al respecto —le informó Aizawa, encogiéndose de hombros.

—¡Vaya! ¿Y quién lo encontró? —dijo, mirándolos a ambos.

—Yo. Estaba en uno de los pabellones de entrenamiento. Uno que, de hecho, se está cayendo a pedazos. Allí dentro no había más que escombros y polvo.

—Pero... —Mirio lo miró, sorprendido—. ¿Qué estaba haciendo ahí?

—Eso mismo nos estábamos preguntando nosotros —dijo Yamada, alzando las cejas.

—Sospecho que tiene algo que ver con Todoroki, porque cuando lo encontré me llamó Shoto; lo que supongo debería ser bastante revelador. ¿Desde cuándo Bakugo llama a sus compañeros por sus nombres de pila? Si ni siquiera se digna a llamarlos por sus apellidos.

—Eh... creo que yo podría arrojar algo de luz sobre ese misterio —respondió el rubio, rascándose la nuca—. Al parecer tienen o… bueno, según lo que ha pasado, es posible que ya no tengan… una relación.

—Vaya —dijo Aizawa, sorprendido—, pues sí que tiene que gustarle para montar la que ha montado. No me lo hubiera esperado de él, la verdad. Con lo orgulloso que es…

—Supongo que si Todoroki ha conseguido acercarse a Bakugo lo suficiente como para salir con él… el hecho de que haya pasado algo malo entre ellos habrá ocasionado que el chico se lo tome a la tremenda —razonó Mirio—. Es lo que sucede cuando deseas algo con muchas ganas y te lo quitan de forma repentina.

—Pero… ¿cómo van a tener una relación? Si son dos chicos… ¿Estás seguro de que no se trata de un malentendido? —intervino entonces Present Mic frunciendo el ceño y dándole un sorbo a su cuarto sake. Mirio iba a protestar ante aquel inapropiado comentario, pero al final decidió dejarlo pasar. El profesor no pareció darse cuenta de la expresión incómoda de Mirio mientras seguía hablando, esta vez de forma más desenfadada—: Eso me hace pensar en lo que estamos dispuestos a hacer cuando queremos conseguir algo. ¿Qué es lo que deseáis vosotros con más intensidad? —preguntó, y Aizawa y Mirio lo miraron con sorpresa ante la inesperada pregunta y el brusco cambio de tema—. ¿Togata-kun? —insistió.

—Pues... en realidad, ¡tengo muchos deseos! —respondió Mirio encogiéndose de hombros.

—Pues haz una lista y ordénalos por prioridades —le sugirió el hombre.

El muchacho se quedó callado un largo momento mientras hacía un recuento mental de todos sus deseos.

En primer lugar, estaba su relación con Tamaki. Quería hacerle feliz y estar con él para siempre. Nunca se habría imaginado que acabaría sintiendo algo tan fuerte en tan poco tiempo por aquel chico callado. Al principio había sido un flechazo, pero según lo había ido conociendo se había ido enamorando más y más de su compañero.

Por otra parte, estaba su deseo de llegar a ser un héroe famoso y salvar a un millón de personas, como mínimo. No por nada su nombre de héroe era Lemillion. Hasta hacía unos días, ése había sido uno de sus más grandes deseos y todavía seguía siéndolo, pero sentía que ya no era el más importante.

También deseaba que su madre estuviera a su lado, junto a su padre, pero eso era algo que jamás se haría realidad. Así que se obligó a ser realista y descartó la idea.

Por otro lado, existían los buenos deseos que tenía con respecto a las personas que apreciaba, como sus amigos y sus profesores, Nejire, Yuyu, Nighteye, Midoriya, Aizawa, Present Mic... Pero eso no le afectaba a él directamente, así que también acabó desechándolo.

Entonces sólo le quedaba estar para siempre con Tamaki y convertirse en un buen héroe. Sí, sin duda, ésos eran sus deseos más importantes y los que ocupaban un espacio prioritario en su vida. De hecho, estaba dispuesto a realizarlos a toda costa. Sobre todo, el primero. Pero no pensaba decirles a sus profesores que quería hacer feliz a su compañero y mucho menos después de lo que acababa de decir Present Mic.

—¿Y? —insistió Yamada, quien había empezado a creer que el muchacho se había quedado dormido con los ojos abiertos.

—Pues... ¡convertirme en un buen héroe y salvar a un millón de personas! —exclamó mientras se ponía de pie y se dirigía hacia la puerta—. Supongo que mi respuesta no os habrá sorprendido —les dijo sonriendo—. Bueno, tengo que irme. ¡Nos vemos!

El muchacho se despidió con cierta urgencia para hacer realidad su primer deseo y Aizawa y Yamada se quedaron mirándose el uno al otro mientras escuchaban la puerta cerrarse.

—¿Y el tuyo?

—El mío, ¿qué?

—Tu deseo, Shota —le preguntó el rubio, lleno de curiosidad—. ¿Cuál es tu mayor deseo en el mundo?

Aizawa guardó silencio unos instantes mientras miraba con detenimiento a su amigo, buscando sus ojos verdes a través de las gafas de sol.

—Creo que me conoces lo suficiente como para saber cuál es, Hizashi —le respondió mientras volvía a llenar ambas copas, sin darse cuenta de que su amigo ya había bebido bastante.

—Por supuesto, Shota —le dijo el rubio, mirándolo con tristeza—. Pero ese deseo no es viable. Oboro murió intentando cumplir su sueño y por mucho que quieras que esté aquí con nosotros de vuelta, eso es imposible.

Aizawa no dijo nada. Sólo sonrió abatido ante la respuesta de su amigo. Si bien era cierto que el salvar a Oboro era uno de sus más grandes deseos, era consciente de que era algo que no se cumpliría por mucho que lo deseara. Así que difícilmente podría tenerlo en cuenta.

No deseo que me correspondas, Hizashi. Eso sería demasiado pedir... pensó Shota mientras observaba a su amigo beberse el que debía ser su quinto o sexto sake, anhelando poder convertirse en aquel vaso para conocer el sabor de sus labios.

Sólo deseo un poco de valor para confesarte lo que siento y no perderte.

―xXx―

Mirio fue a su habitación a quitarse el uniforme escolar y ponerse algo más cómodo e inmediatamente se dirigió hacia la de Tamaki que era el primer sitio donde siempre le buscaba cuando quería verlo. Evidentemente se encontraba allí, con un pijama de color gris y negro, sentado en su escritorio haciendo dibujos de mariposas en la libreta donde el rubio había dibujado el corazón con sus nombres. Tamaki le sonrió con timidez, mirando de arriba abajo el atuendo del rubio, que llevaba un pijama de color rosa, e inmediatamente ambos se sentaron en la cama mientras charlaban acerca de Bakugo y Todoroki, bastante sorprendidos por cómo se habían desarrollado los acontecimientos.

—No te convence mucho que esos dos estén juntos, ¿verdad? —le dijo de pronto Mirio—. No sé por qué me da que te gustaría que fuera Kirishima, tu kohai, el que estuviera con el chico-problema.

—¿Y por qué crees eso? —le dijo Tamaki, con su voz calmada, mirándole de forma interrogativa.

—Porque alguna vez me has hablado sobre tus sospechas acerca de los sentimientos de Kirishima y porque te conozco como la palma de mi mano —le respondió Mirio alzando las cejas, con una sonrisa de suficiencia—. De hecho, creo que te conozco tan bien que sería capaz de decir qué es lo que te gustaría hacer ahora mismo.

—¿En serio? —Tamaki lo miró con el ceño fruncido—. A ver, ¿qué?

—¡Besarme!

—Eso es… bastante presuntuoso por tu parte —le respondió Tamaki, sonriendo sonrojado, mientras le daba un golpecito juguetón en el hombro.

—¿Lo es?

—Eh... —Tamaki no pudo terminar la frase porque Mirio se acercó y lo besó con ternura, mientras le abrazaba y apretaba su cuerpo con fuerza, tirando de él hacia abajo hasta que ambos terminaron tumbados en la cama—. Supongo que yo no era el único —dijo Tamaki con un suspiro, cuando el rubio se apartó.

—En realidad... —Mirio acarició el pecho de Tamaki por encima de la ropa mientras se pegaba más a él—. Yo quiero mucho más que un beso.

Y acto seguido volvió a unir sus bocas, jugando con los suaves e inexpertos labios de Tamaki. Sin perder más tiempo, profundizó el beso, deslizando los dedos entre el cabello de color índigo, y enredando su lengua con la del otro, notando cómo se agitaba su respiración.

Mirio no podía aguantar más. Sabía que le había prometido a Tamaki que esperaría, pero se estaba impacientando. Así que con un ligero titubeo fue bajando una de sus manos por los pectorales y las abdominales del chico, deleitándose con el cuerpo tonificado de su compañero, descendiendo poco a poco, dándole la oportunidad de decirle que se detuviera si aquello era demasiado para él. Cuando llegó al ombligo y Tamaki solo se limitó a jadear en su boca, con los ojos apretados con fuerza, Mirio se armó de valor y bajó aún más la mano, acariciando de manera íntima el duro bulto que se marcaba a través del pantalón del pijama gris; Tamaki se tensó, pero no hizo amago de apartarse, así que el rubio pegó su cuerpo contra el suyo para hacerle saber que él también estaba excitado.

Tamaki entrelazó sus piernas con las de Mirio mientras seguían besándose. El muchacho gimió cuando el rubio deslizó los labios por su cuello para después meter una mano por dentro de la parte superior de su pijama, acariciándole la suave piel de la espalda, provocando que contuviera el aliento.

—Me vuelves loco… Tamaki… —susurró Mirio en su oreja, con el corazón acelerado.

El chico de pelo índigo jadeó de nuevo y movió las manos por el fornido pecho de Mirio y sus anchos hombros, disfrutando mientras tocaba los músculos bien definidos del otro mientras embestía hacia delante, frotando su erección contra el muslo de su compañero, quien comenzó a hacer lo mismo. Tamaki estaba tan envuelto en todas aquellas sensaciones nuevas que, momentáneamente, se había olvidado de sus complejos e inseguridades, quedando aplastadas en el fondo de su mente por el calor y el deseo que sentía hacia el perfecto hombre que yacía en la cama a su lado y que parecía completamente extasiado mientras frotaba su dureza contra la pierna de Tamaki.

Hasta que la burbuja de sensaciones en la que estaba envuelto y que le aislaba de sus pensamientos y su ansiedad, estalló repentinamente, volviendo a hacer que se sintiera expuesto cuando, por segunda vez en el mismo día, alguien llamó a la puerta de su habitación, interrumpiéndoles.

—Amajiki-kun... —la voz femenina proveniente del otro lado fue la que acabó de destrozar el espejismo, haciendo que ambos se detuvieran en el acto—. ¿Estás ahí?

—No respondas... —susurró Mirio, tratando de continuar con lo que estaban haciendo, pero Tamaki se disculpó con él y, con las mejillas arreboladas y jadeando en busca de aire, se levantó haciendo que el rubio resoplara, frustrado.

—¿Sí, Amori-chan? —preguntó titubeante mientras se acomodaba la ropa, tratando de recobrar el aliento. Aquello había sido demasiado intenso.

—Te he estado llamando al móvil, pero como no me respondías, pensé en pasarme directamente por aquí —dijo la muchacha contra la madera—. ¿Sigue en pie lo de ir a cenar juntos?

—Es verdad... —Tamaki se llevó una mano a la frente mientras trataba de peinarse el alborotado pelo y comenzaba a quitarse el pijama para ponerse unos vaqueros y una camiseta—. Lo… lo había olvidado, lo siento. Dame cin… cinco minutos.

Shuri Amori era lo más parecido a una amiga que Tamaki tenía. Se habían sentado juntos desde primero y eso había ocasionado que su relación se volviera más estrecha. Además, ella tenía una personalidad parecida a él. Era de pocas palabras y no le gustaban las multitudes, aunque no tenía los mismos problemas de ansiedad social que Tamaki. Ella simplemente no se relacionaba con nadie más porque no quería.

—Lo siento —Tamaki se disculpó de nuevo, dándole un ligero beso en los labios a Mirio—, no me acordaba de que había quedado con Amori-chan.

—¡Descuida, Tamaki! —exclamó Mirio. Al fin y al cabo, no era culpa suya lo que había sucedido y ya tendrían más oportunidades de retomar lo que habían tenido que dejar a medias.

—Gra… gracias por ser tan comprensivo —tartamudeó Tamaki, sintiéndose aliviado ante la respuesta de Mirio.

—Dis-fruta de la cena. ¡Pizza-telo muy bien y no te gastes mucha pasta! Si te a-burguers, estaré es-pera-ndote, Ta-maki. Aquí, si no te importa, claro.

—Puedes quedarte, pero sólo si dejas de hacer eso —gimió Tamaki y después de poner los ojos en blanco, volvió a besarle y abrió la puerta ligeramente para que, al salir, Shuri no pudiera ver que el rubio estaba dentro.

 

Notes:

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Chapter 12: SACRIFICIOS

Notes:

Resumen: Bakugo aparece, pero no da ninguna explicación a los profesores. Shota sigue suspirando por Yamada. Tamaki y Mirio se acercan íntimamente, pero son interrumpidos por segunda vez. De momento la liga de los villanos no ha vuelto a actuar.

(See the end of the chapter for more notes.)

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Viernes, 20 de marzo de 2020

Kaoruko Awata se miró al espejo mientras se probaba el vestido que se iba a poner para la graduación de los alumnos de la UA. El director le había pedido a la agencia de Nighteye que asistieran al evento un par de héroes, por si la Liga de los Villanos hacía acto de presencia. Sir, sintiéndose ligeramente culpable por lo que había pasado, se había comprometido a ir junto con Bubble Girl, la cual se había mostrado bastante entusiasmada ante la noticia puesto que así podría vestirse de gala para asistir a la ceremonia y ver cómo se graduaba su compañero Lemillion.

Nighteye estaba en su despacho poniéndose al día con el papeleo cuando Awata entró con su vestido color crema, entallado en la cintura, con pedrería en el pecho y de finos tirantes, y no pudo disimular una mirada de asombro al ver a la atractiva joven.

—¿Cómo estoy? —le preguntó mientras daba una vuelta completa agarrándose los extremos de la falda que llegaba casi hasta el suelo—. ¿Me queda bien?

Sasaki contempló durante un par de segundos el decirle a su compañera que no era prudente ir con semejante atuendo a una misión como la que les habían encomendado, pero luego lo descartó. No se vio con la suficiente presencia de ánimo como para quitarle la ilusión a la heroína.

—Estás preciosa, Awata-chan —le dijo Nighteye finalmente, con una tenue sonrisa.

La chica se mordió el labio, agradecida por el cumplido y entonces frunció el ceño.

—¿Crees que todo saldrá bien, Sir? —le preguntó entonces.

—Es difícil contestar a una pregunta como ésa. Hay muchas variables que podrían alterar el resultado final de lo que hemos planeado. Pero, a pesar de la infinidad de posibilidades, espero que sí; que todo salga bien.

La chica asintió y se dirigió de nuevo a su despacho para quitarse el vestido antes de que se arrugase. Quería estar perfecta para el día de la graduación.

―xXx―

Todoroki se dirigió hacia la habitación de Bakugo, donde tantas noches había pasado. Antes de llamar y ponerle sobre aviso probó a mover el pomo; sabía que el rubio casi nunca cerraba la puerta con llave. ¿Quién demonios va a entrar en mi habitación por la noche? ¿Y para qué?, solía decir Bakugo, si alguien lo intenta le volaré la cabeza de una explosión. Así que decidió probar suerte y cuando vio que el manillar se movía, asintió, convencido de que estaba haciendo lo mejor. Entró en la habitación con sigilo, cerró con cuidado y se acercó con lentitud a la cama. Bakugo estaba dormido. En la semioscuridad, el joven de cabello rojo y blanco se quedó observando al otro chico.

Apretó la cadena con más fuerza entre sus dedos y se agachó a la altura del rostro del rubio. Bakugo pareció percibir algo porque frunció el ceño mientras se movía para cambiar de postura. Todoroki aprovechó para acariciarle el pelo y terminar de despertarlo.

Katsuki abrió poco a poco los ojos mientras se acostumbraba a la penumbra de su habitación. En un principio creyó que estaba soñando, pues lo primero que alcanzó a ver fueron los ojos heterocromáticos de la persona de la que estaba enamorado. Pero cuando la lucidez inundó su mente se enderezó con rapidez, haciendo que Todoroki diera un paso atrás para evitar cualquier reacción violenta del rubio.

—¿Qué cojones estás haciendo aquí? —fue lo primero que brotó de sus labios mientras terminaba de ponerse de pie—. ¿Cómo has entrado?

Todoroki se quedó junto a la cama, mientras Bakugo se dirigía hacia la puerta y la abría de nuevo.

—Katsuki, tenemos que hablar...

—Tú y yo no tenemos ni una mierda de qué hablar —el rubio permaneció con la mano en la puerta, mientras le hacía señales para que saliera.

—No voy a irme hasta que no hablemos —le dijo Todoroki con determinación y, en lugar de obedecer, se sentó en el borde de la cama. Después de un minuto, Bakugo cerró de nuevo y se acercó.

Hubo un momento de tenso silencio que rompió el rubio. Había tantas cosas que quería saber.

—¿Desde cuándo? —ladró.

Todoroki emitió un largo suspiro, titubeando ante la pregunta.

—Un poco después del examen contra los profesores —respondió, jugando con la cadena que tenía en la mano, nervioso.

—O sea… que con coletas llevas saliendo más tiempo… —dijo Bakugo, bastante sorprendido.

—Eso es lo de menos…

—¿Cómo... cómo demonios pudiste verte con ella sin que yo me diera cuenta? —lo interrumpió el rubio mirando con fijeza hacia el frente, evitando la mirada de la persona que estaba sentada en su cama—. ¡Responde, joder! Creo que al menos me merezco saberlo, ¿no?

—Ella y yo... quedábamos cuando tú no podías —Todoroki negó con la cabeza—, no quiero hacerte más daño, Katsuki...

—¿Por qué? —el muchacho de ojos rojos se giró para mirar a su compañero—. ¿Acaso no tenías suficiente conmigo? ¡Eres un puto imbécil!

—Katsuki, por favor, escúchame...

—¡Y deja de llamarme así! ¡Joder! —exclamó Bakugo mientras comenzaba a pasearse de un lado a otro de la habitación. Buscaba en lo más recóndito de su mente algún momento en el que pudiera haberla cagado—. ¿Qué mierda he hecho mal? —soltó entonces sin poder evitar sentir que tal vez no había estado a la altura. Todoroki se levantó y se acercó a él, tratando de abrazarlo, pero el rubio lo rechazó con un movimiento brusco—. Dímelo mitad-mitad, ¿en qué cojones he fallado? ¿Eh?

Los ojos de color gris y turquesa se humedecieron. Era doloroso saber que había hecho daño a alguien que quería y ver cómo esa persona buscaba un motivo para declararse responsable, cuando sabía a la perfección que el único culpable era él.

—Tú no... —Todoroki levantó la vista para mirar fijamente a Bakugo—. Escúchame por favor. Siempre te he querido. Jamás lo dudes, lo que siento por ti es real.

—¿Y ella? —soltó Bakugo mientras se tragaba la ira, esforzándose porque no se notase lo acongojado que se sentía. No quería llorar frente a él. No quería mostrarse débil en una situación como aquélla, en la que había sido engañado y utilizado—. ¿Qué demonios es lo que sientes por ella?

Todoroki se quedó callado unos instantes. Cada segundo que permaneció en silencio, más dolido se sintió el rubio, porque más clara se volvía la respuesta.

—A ella... también —confesó Todoroki y Bakugo cerró los ojos al escucharlo—. Os quiero a los dos.

—No puedes... —el rubio movió la cabeza, negándose a creer lo que estaba oyendo—. Nadie puede querer a dos personas a la vez. Ésa es una puta mentira barata, mitad-mitad.

—No lo es —Todoroki se acercó a él por la espalda y le colocó una mano en el hombro. Bakugo se sobresaltó, pero esta vez no hizo amago de apartarse—. Os quiero a los dos —repitió.

—¡Y una mierda! —Bakugo siguió negando con la cabeza—. No puedo creerte.

—Te quiero... porque eres rebelde y orgulloso, porque eres atractivo y directo. Porque eres impetuoso y apasionado y...

—¿Y a ella? —Bakugo se dio la vuelta para mirarle a los ojos. Quería saber si Todoroki tendría valor suficiente para responderle a la cara—. ¿Qué mierda es lo que te gusta de ella?

Shoto se quedó callado. Cabizbajo, retiró la mano del hombro del rubio. Bakugo se acercó con lentitud a la puerta y la volvió a abrir.

—Perdóname, por favor... —la voz de Todoroki se quebró—. No puedo estar sin ti.

—Sobrevivirás.

Al ver que su compañero no hacía amago de moverse, Katsuki decidió ser él el que saliese por la puerta. Todoroki se quedó un momento más, y después de secarse las lágrimas con la manga de la chaqueta del uniforme, dejó la cadena de oro sobre la mesita de noche del rubio. Entonces, salió de la habitación en completo silencio.

Bakugo aprovechó para ir al baño a echarse un poco de agua en la cara y después de un rato regresó de nuevo a su cuarto, esperando que Todoroki se hubiera marchado. Cuando entró al dormitorio vacío, se sentó en la cama, sintiéndose decepcionado y malhumorado. De pronto vio el pequeño obsequio que su compañero le había dejado en la mesita.

—Mañana haríamos cinco meses... ¡Maldita sea! —susurró, tirando el colgante con rabia hacia el otro extremo de la habitación. Brevemente se preguntó si valdría la pena recogerlo y hacerlo trizas con una explosión, puesto que así era cómo se sentía él en aquel momento.

―xXx―

Después de cenar con Amori y ponerse al día con ella —lo que les llevó un buen rato, puesto que hacía bastante tiempo que no coincidían a solas—, Tamaki entró en su habitación, que estaba completamente a oscuras y llamó a Mirio, pero no obtuvo respuesta. Cerró la puerta, se sentó en la cama y se acostó. Pero al hacerlo su cabeza chocó contra algo duro. Se puso de pie de inmediato, sobresaltado, y se sorprendió cuando entre las tinieblas consiguió distinguir un bulto que yacía sobre el colchón.

Desbloqueó su móvil para iluminar tenuemente el dormitorio y tal como había esperado, vio que el bulto se trataba ni más ni menos que de Mirio. El muchacho estaba dormido profundamente, su cuerpo desnudo enredado entre las sábanas. Tamaki negó con la cabeza, sin poder creerse que el rubio se hubiera atrevido a quitarse la ropa. Una de sus manos descansaba bajo su cabeza, mientras que la otra se perdía más allá de su abdomen, donde la sábana cubría justo lo necesario. El chico de cabello oscuro apartó la vista, ruborizado.

Después, cuando se acostumbró a aquella imagen que se presentaba ante él, ―aunque todavía avergonzado―, se metió en la cama. Al hacerlo, descubrió que Mirio no estaba completamente desnudo. Sólo se había quitado el pijama. En cuanto Tamaki se puso cómodo, el rubio pareció intuirlo, porque todavía dormido, se giró hacia éste y lo abrazó.

Tamaki pensó que no iba a ser capaz de dormirse con el calor que lo embargó al ser envuelto por los fuertes brazos de Mirio, pero estaba equivocado porque la calidez que emanaba del cuerpo del rubio lo arrulló hasta que se vio sumergido, sin darse cuenta, en el mundo de los sueños.

―xXx―

Nighteye recuperó poco a poco la conciencia mientras sus ojos amarillos se abrían con dolorosa lentitud. Se había despertado y había perdido el sentido en varias ocasiones durante toda la noche. Después de permanecer despierto más tiempo que las últimas veces, intentó averiguar dónde se encontraba, pero la completa oscuridad que lo envolvía no le ayudó. Respiró con dificultad y enseguida se arrepintió cuando a sus fosas nasales llegó un hedor insoportable. Una mezcla de sudor, humedad y suciedad; enseguida supo que no se encontraba en ningún lugar seguro.

Trató de moverse para recorrer el lugar, pero un intenso dolor en cada rincón de su cuerpo lo hizo cerrar los ojos con fuerza, mientras se mordía los labios para no gritar. Cuando las punzadas de dolor remitieron, se dio cuenta de que se encontraba contra la pared, sostenido por unos grilletes atados a sus muñecas y a sus tobillos. Suspiró mientras se revolvía con desesperación tratando de soltarse.

Después de varios minutos se dio por vencido. Abrió la boca para hablar, pero de sus labios resecos sólo salió un tenue balbuceo que de inmediato se perdió en la oquedad del lugar.

Cerró de nuevo los ojos mientras recordaba cómo había terminado allí.

Bubble Girl y él habían acabado lo que estaban haciendo en la agencia a altas horas de la madrugada y habían salido para dirigirse a sus casas a descansar, puesto que al día siguiente tendrían que ir a la UA para la graduación de los de tercero y debían estar al cien por cien para supervisar el evento y estar preparados ante cualquier eventualidad que pudiera surgir. Nighteye iba dándole vueltas a las diferentes situaciones con las que podrían encontrarse, mientras Bubble Girl hablaba emocionada del vestido que se iba a poner, el cual llevaba en una bolsa que colgaba de su brazo. Apenas habían tenido tiempo de ponerse en actitud defensiva cuando varios miembros de la Liga de los Villanos se presentaron frente a ellos y con el poder de Kurogiri fueron teletransportados a algún sitio desconocido.

Los que allí los habían recibido, no parecieron verse afectados por la peculiaridad de Bubble Girl. La chica no dejó de lanzarles burbujas, pero todos los allí presentes parecían ser inmunes, como si los olores nauseabundos hubieran perdido sus propiedades repentinamente. Mientras Bubble Girl miraba a todos lados con expresión contrariada, sin saber muy bien qué hacer al ver que su peculiaridad no era efectiva, Nighteye sacó sus famosos sellos con intención de lanzarlos y noquear a tantos villanos como pudiera, pero no tuvo oportunidad de hacerlo; una chica con el pelo turquesa, vestida con un traje ajustado negro y azul que no había visto en su vida, pero que, de alguna forma —en lo más profundo de su mente—, sabía que no era así, lo agarró de la cabeza, le situó una mano sobre la frente y se concentró, mientras él forcejeaba tratando de quitársela de encima.

Lo siguiente que había sentido había sido un zumbido en el cerebro y de pronto todo se había tornado negro al cerrarse sus párpados en contra de su voluntad. Antes de perder el conocimiento, alcanzó a escuchar a Bubble Girl lanzando un grito, y el sonido de una bolsa al caer al suelo.

Cuando se despertó, estaba atado a una silla, amordazado, como la vez anterior que lo habían secuestrado. Varias imágenes, retazos de recuerdos profundamente enterrados en su subconsciente, parecieron emerger de pronto en su cerebro. Recordaba a la chica de pelo turquesa, dando vueltas alrededor de su silla, sonriendo siniestramente y murmurándole cosas al tipo que estaba a su lado, que parecía un oso morado de tamaño humanoide.

—Habla, Nighteye. Sólo queremos saber qué va a hacer el director con los alumnos una vez termine la graduación. ¿Los va a mandar a casa? ¿Se van a quedar en el colegio? Si respondes ahora, os ahorraréis mucho sufrimiento Bubble Girl y tú —le dijo un hombre con una máscara blanca y una chistera. Por las fichas de malhechores y vídeos que tenía en su agencia, supo que se trataba de Mr. Compress—. También necesitamos que nos hables de los sistemas de seguridad. Y no me digas que desconoces esa información, porque sabemos que no es cierto.

El Pro héroe no había respondido a ninguna de las preguntas y había soportado el dolor de los golpes que le habían propinado los villanos que estaban allí. Varias imágenes relacionadas con aquel momento cruzaron por su mente. Toga extrayéndole sangre sin la más mínima delicadeza. Twice creando clones que lo golpearon sin descanso. Dabi quemándole con sus llamaradas azules. Kurogiri registrando sus pertenencias y observando la foto de Shota que siempre llevaba en la cartera, mientras Mirai le gritaba que la soltara. Shigaraki amenazándolo con usar su peculiaridad sobre él. Aunque no recordaba que lo hubiera hecho o, por lo menos, no había sido antes de que se desmayara de nuevo.

Y ahora se encontraba a merced de lo que la Liga quisiera hacer con él. Pero lo que más le preocupaba, era que Bubble Girl no estuviera a su lado. Por más que se esforzó no fue capaz de recordar haberla visto mientras lo interrogaban.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido? ¿Dónde está Awata?, se preguntó mientras trataba de controlar las náuseas que de repente lo invadieron. Sintió un gran temor sobrecogiéndolo al pensar en lo que podrían estar haciéndole a su compañera. Por un momento se planteó si no habría sido mejor ceder ante las exigencias de la Liga, pero después negó con la cabeza; sabía que había hecho lo correcto. No. No podía darles la información que pedían poniendo en riesgo a toda la UA. Si tenían que sacrificarse Awata y él lo harían, al fin y al cabo, aquello formaba parte de su trabajo.

Sasaki cerró los ojos y volvió a abrirlos tratando de adecuar su vista a la oscuridad del lugar. Pero por más que lo intentaba, la negrura a su alrededor era tal, que por un momento el hombre creyó que, de no estar pegado a la pared con grilletes, podría caer en cualquier instante en un pozo negro sin fondo.

Un nuevo acceso de dolor se apoderó repentinamente de su cuerpo. El Pro héroe sintió como si le estuvieran clavando agujas candentes en cada uno de sus poros. Después de un interminable momento de intenso sufrimiento, el hombre no pudo más y volvió a dejarse llevar por la inconsciencia.

―xXx―

Sábado, 21 de marzo de 2020

Mirio se despertó bastante antes que Tamaki, al fin y al cabo, también se había acostado más pronto. Se quedó unos segundos observando al chico mientras dormía, pensando en lo mucho que le gustaba. No quería despertarle, pero tampoco podía quedarse allí mucho más tiempo. Por fin había llegado el día de la graduación, por lo que debía arreglarse y no podía permitirse llegar tarde. Y no era plan de presentarse a la ceremonia vestido con el uniforme escolar.

En realidad, tenía tiempo de sobra para prepararse porque la fiesta no empezaba hasta la tarde, pero Hado le había mandado un mensaje para decirle que había bajado al comedor y aunque había intentado volver a dormirse, los nervios por lo que estaba por venir no se lo habían permitido, así que, en lugar de quedarse dando vueltas en la cama, había decidido levantarse y ponerse en marcha.

Dándole un suave beso en la mejilla con cuidado de no despertarle, se levantó, se puso el pijama que estaba desperdigado por el suelo y salió procurando hacer el mínimo ruido posible para dirigirse a su habitación y ponerse algo informal para ir a ver a su amiga.

Cuando llegó a su dormitorio, se puso con rapidez unos vaqueros y una camiseta roja de manga larga. No se encontró a nadie por los pasillos por lo que se imaginó que debía ser bastante pronto. Sin permitirse más distracciones terminó de arreglarse y se encaminó sin dilación hacia el comedor. Al llegar se sentó en su sitio habitual mientras saludaba a una de sus mejores amigas, que estaba sentada sola.

—¡Eh, eh, Togata-kun! —exclamó Nejire—. ¿Has dormido bien? Tienes cara de haber descansado bastante. ¿Es más cómoda la cama de Amajiki-kun que la tuya? ¿Te ha dejado un pijama suyo?

—Sí, no he notado ninguna diferencia y no creo que me valiesen —el joven de ojos azules sonrió a su amiga, negando con la cabeza ante aquel interrogatorio matutino—. Aunque, con respecto a tu primera pregunta, hubiera preferido hacer otra cosa —la dijo y después le guiñó un ojo.

—No necesitaba esa información —le respondió Nejire, sonrojándose ligeramente, mientras mordía una tostada con mermelada de fresa—. Aunque, ahora que sacas el tema, ¿es la segunda noche que dormís juntos y no ha pasado nada? Se está resistiendo a tus encantos, Togata.

—Yo tampoco me explico cómo es posible —respondió Mirio, encogiéndose de hombros.

—Si fuera tú empezaría a preocuparme —le picó Nejire, cogiendo su taza de té. Mirio iba a replicar, pero antes de que pudiera hacerlo, la voz de Present Mic retumbó por todo el recinto, dejándole con la palabra en la boca.

—Como todos sabéis, esta tarde es la graduación de los alumnos de tercero. Por lo que aprovecho para felicitaros con toda sinceridad. A partir de mañana pasaréis a ser parte de la historia de este colegio y, con toda seguridad, del país.

»Este año no se permitirá a ningún estudiante merodear por los pasillos —al escuchar protestas generalizadas añadió—: lo sentimos, pero es por vuestra propia seguridad. Por lo que se os ruega que en el momento en el que decidáis abandonar la fiesta, os dirijáis de inmediato a vuestros dormitorios.

—Lástima... —declaró Nejire después de escucharlo—. Yo quería escaparme con Yuyu.

—¿Por qué lo habrán prohibido? —se preguntó Mirio, mientras fruncía el ceño. Nejire se encogió de hombros.

—¿Vas a obedecer? —susurró la joven, observándolo con fijeza.

Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios del rubio.

—Yo no he dicho eso.

—... por otro lado, solicito a todos los estudiantes de tercero, sin excepción, que a las doce en punto os presentéis en el gimnasio donde estará esperándoos nuestro querido Aizawa-sensei. Es por un asunto de vital importancia, por lo que os sugiero que seáis puntuales por una vez en vuestra vida.

Cuando los murmullos de los intrigados estudiantes se calmaron, Present Mic les deseó que disfrutaran del desayuno y se despidió.

—Togata-kun, Nejire... —los saludó Yuyu acercándose a sus amigos, mientras trataba de reprimir un bostezo—. ¿Qué creéis que nos va a decir Aizawa-sensei?

—Ni idea —respondió Mirio mientras se rascaba la barbilla, pensativo—, pero supongo que debe tratarse de algo relacionado con Shigaraki.

—Crees que... ¿La Liga de los Villanos piensa atacar de nuevo la UA o algo de eso? ¿Será ése el motivo por el que no nos dejan estar por los pasillos? —las preguntas de Nejire hicieron que Mirio se diera cuenta de que sus amigas no estaban al tanto de lo que él sabía.

—Eso es lo que he escuchado. Y al parecer, su objetivo vuelve a ser Bakugo. El chico-problema de primero. El que fue secuestrado hace unos meses y por el que All Might perdió su fuerza.

Mirio esperó unos momentos a que sus amigas lograran recuperarse de la impresión y entonces se preparó para el aluvión de preguntas que, con toda seguridad, le iba a soltar Nejire. Pero, sorprendentemente, no fue ella la que rompió el silencio.

—No entiendo la fijación que tiene Shigaraki con el chico de las bombas —comentó Yuyu quien sintió que un escalofrío la recorría de pies a cabeza al mencionar el nombre del villano—. Vale que el chico lo hizo bien en el Festival Deportivo, pero creo que esto es demasiado.

—La verdad es que no me gustaría estar en su lugar —comentó Nejire—. No quiero ni imaginar lo que ese loco debe tener preparado para él —la joven le dio un mordisco a la manzana que acababa de pelar y miró a través de las ventanas del recinto—. ¿Y cuándo van a atacar? ¿Creéis que tendrán éxito? ¿El director estará haciendo algo al respecto? ¿Será eso lo que Aizawa-sensei nos vaya a decir mañana?

Mirio se puso de pie, frotándose las manos con fuerza.

—No tengo ni idea, pero si quieren secuestrar de nuevo al chico, supongo que no tardarán en hacerlo, teniendo en cuenta que las clases se acaban y la mayoría de los alumnos volverá a su casa el lunes.

—Eso no nos deja mucho margen para prepararnos a un posible enfrentamiento —Yuyu también se levantó.

—¡No necesitamos prepararnos! ¡Nosotros somos duros de pelar! —exclamó Mirio mientras señalaba la manzana que tenía Nejire en la mano—. No por nada se nos conoce como los Tres Grandes.

—Gays —añadió Yuyu riéndose y Nejire le dio un golpe en el hombro, levantándose también.

Mirio sonrió y las abrazó a ambas con fuerza. No sabía qué pasaría en los días venideros, pero si había algo de lo que estaba seguro era que, pasara lo que pasase, jamás estaría solo. Tenía a sus dos mejores amigas junto a él y los tres conseguirían derrotar a la Liga de los Villanos y proteger a sus compañeros.

Y lo más importante de todo: ahora también tenía a Tamaki.

Mirio parpadeó al pensar en él, quedándose estático con los brazos flácidos alrededor de sus amigas. Este estado duró lo suficiente como para que las chicas empezaran a preocuparse.

—Togata-kun, ¿estás bien? —le preguntó Nejire, agitándole por los hombros, alarmada. Su amigo tenía la vista perdida y parecía estar muy lejos de allí. Al ver que no respondía, Yuyu le agarró con fuerza y le dio un fuerte empujón, mientras gritaba su nombre. Si seguía sin decir nada, lo siguiente que haría sería darle una bofetada. En la tele había visto que solía ser efectivo cuando querías que alguien bajara de las nubes. Por fortuna, no fue necesario. Mirio volvió al presente antes de que Yuyu recurriera a eso.

—Creo que Tamaki está en problemas… —susurró y salió corriendo.

—¡Espérame, Togata-kun! —exclamó Nejire saliendo tras él, dejando a una Yuyu con la boca abierta, observando las mochilas de sus dos amigos, que yacían abandonadas sobre la mesa donde habían estado desayunando momentos antes. Se encogió de hombros, se las colgó como pudo, cogió su bandolera, y trató de seguir a Mirio y a su novia, mientras negaba con la cabeza y ponía los ojos en blanco.

 

Notes:

Vaya, parece que en este capítulo varios personajes están en peligro/problemas... creéis que alguien morirá... es posible. Quién sabe. Además, Todoroki está intentando volver a conquistar a Bakugo, ¿el rubio volverá con él o no?

Si me quieres seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 13: HÉROES DE VERDAD

Notes:

Parece que Sir Nighteye y Bubble Girl están en peligro. Todoroki intenta arreglar las cosas con Bakugo de manera infructuosa y Mirio, mientras está reunido con Nejire y Yuyu, siente que Tamaki está en problemas y sale pitando, seguido por sus dos amigas.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Sábado, 21 de marzo de 2020

Cuando Tamaki se despertó, un poco después del comunicado que había dado Present Mic durante el desayuno —el cual se había perdido—, miró a un lado y a otro y vio que estaba solo en su habitación. Suspiró, echando de menos a Mirio a pesar de haber estado con él toda la noche. Se había acostumbrado rápidamente a su presencia y cuando no estaban juntos era como si le faltase algo. De hecho, ahora le costaba visualizar una vida en la que Mirio no estuviera a su lado, a pesar de llevar juntos sólo tres días. Era tan fácil estar con él. Tamaki nunca se había sentido así con nadie. Aunque, en realidad, tampoco es que hubiese tenido la oportunidad de hacerlo.

Se vistió perezosamente, poniéndose una camiseta blanca sencilla y unos pantalones negros, preparándose para dirigirse al comedor a desayunar algo. Con un poco de suerte podría ver al rubio allí, aunque seguramente estaría con sus amigas y no podría decirle nada a causa de su ansiedad social.

Mientras caminaba por los pasillos se preguntó si se encontraría con Amori. Desde que había comenzado a salir con Mirio, sentía que se había distanciado un poco de la chica. Tampoco es que tuvieran una amistad muy estrecha, pero dadas sus personalidades introvertidas, solían pasar bastante tiempo juntos antes de que Tamaki comenzara a verse con Mirio y no tuviera tanto tiempo libre. Suspiró cuando se dio cuenta de que el rubio siempre terminaba saliendo a flote en su cabeza.

Cuando dejó atrás el edificio de la UA, Tamaki se quedó estático al escuchar repentinamente la voz de Mirio en la dirección contraria al comedor. El sonido parecía provenir de la zona ajardinada, justo por la parte trasera del gimnasio, el lugar donde solían reunirse.

—Sabes que no podemos seguir así. Esto no va a ningún lado, lo siento —escuchó decir a Mirio.

Tamaki abrió los ojos de par en par. ¿Qué significa esto? ¿Con quién está hablando?, pensó con el ceño fruncido, mientras se acercaba, sigiloso.

—Mirio-kun. No puedes hacerme esto —escuchó entonces una voz que reconoció como la de Taiyo Takeda, el exnovio de Mirio. El que, por algún motivo desconocido, siempre había odiado a Tamaki.

El corazón del adolescente se encogió cuando escuchó que llamaba al rubio por su nombre de pila, algo que no hacían ni sus amigas, Haya y Hado. Sin poder contenerse, dio la vuelta a la esquina, queriendo saber qué era lo que estaba sucediendo.

—Eres tú el que lo ha hecho, Taiyo, no yo —volvió a oír la voz de Mirio.

Tamaki abrió los ojos de par en par ante lo que se encontró, deteniéndose en seco. Frente a él, no estaba el rubio ni su supuesto exnovio. Había una imagen reproduciéndose en el aire, en la que se podía ver a Mirio y al otro chico hablando, mientras resbalaban lágrimas por las mejillas de este último. En realidad, aquello que estaba viendo era el producto de una peculiaridad que no le costó ubicar.

—Así que es cierto —oyó una voz por detrás, justo a la vez que lo tocaban en la espalda. Tamaki se quedó congelado, con la cintura retorcida hacia atrás, al haber intentado girarse para ver a la persona que había hablado.

Desafortunadamente se trataba del mismo Taiyo Takeda, el cual tenía una peculiaridad que paralizaba durante un minuto a las personas que tocaba. No parecía mucho tiempo, pero si se sabía aprovechar bien, esos sesenta segundos podían hacerse eternos.

El chico, que llevaba el pelo gris y liso por los hombros, le miró con sus ojos negros y el ceño fruncido. Iba vestido de forma casual, con un vaquero azul oscuro desgastado y una camiseta azul de manga corta ajustada, marcándole el musculoso torso.

—Te lo dije. Tiene algo con Togata —soltó entonces Hayashi, que se había estado ocultando tras un enorme seto, aunque Tamaki seguía sin poder verlo por el ángulo en el que se encontraba—. Todavía no me puedo creer que tu peor recuerdo sea cuando te dejó. Lo tuyo no hay por dónde cogerlo, Takeda.

—Qué quieres que te diga. He tenido una infancia feliz, supongo —respondió Taiyo mientras se situaba frente a Tamaki y le miraba con ira—. ¿Por qué cojones estaba Mirio diciendo tu nombre el otro día en la ducha? ¿Eh? —preguntó furibundo, mientras le metía un puñetazo en el estómago, aprovechando que Tamaki no podía moverse. Habría apretado los ojos por el dolor si hubiera podido, pero se encontraba completamente congelado, ni siquiera pudo poner expresión de sorpresa ante la pregunta que le había hecho el chico de pelo gris.

—Sabes que no puede responderte, ¿verdad? —le dijo Hayashi, mientras se acercaba a su amigo y le daba un golpecito en la espalda.

Kamui Hayashi, el mejor amigo de Takeda, entró entonces en el campo de visión de Tamaki. Kamui, se pasó los dedos por el pelo moreno repeinándoselo hacia atrás y le observó con sus grandes ojos verdes, con una expresión que se parecía ligeramente a la compasión. Éste podía reproducir tu peor recuerdo sólo con mirarte y concentrarse, lo que no era una peculiaridad muy fuerte por sí sola y precisamente por eso, se pasaba el día entrenando; además, en su traje de héroe tenía varios elementos de apoyo.

—Me da igual —respondió Takeda arrastrando las palabras. Volvió a mirarle fijamente, sin poder creerse que un tío como aquel pudiera estar con Mirio. ¿Qué demonios le veía a aquel blandengue? No podía entenderlo. Frunció el ceño y entonces resopló—. ¡Esto por meter las narices donde no te llaman! —exclamó, dándole un puñetazo en la mejilla con todas sus fuerzas.

Tamaki sólo pudo limitarse a recibir el golpe y los que vinieron a continuación. Sintiendo la rabia con la que el otro impactaba contra su cara y el odio con el que le miraba. Después de lo que pareció una eternidad, aunque fueron sólo unos segundos, Hayashi le puso una mano en el hombro a su amigo y le miró con las cejas alzadas.

—El minuto debe estar a punto de terminar. Quizás deberíamos pensar en marcharnos —sugirió justo cuando emergió un hombre rubio desnudo del suelo, gritando ¡power! y golpeando la mandíbula de Takeda, haciéndolo volar por los aires del tremendo impacto.

—¿Pensando en huir? ¡Demasiado tarde! —exclamó Nejire desde las alturas, lanzando un rayo hacia Hayashi que se encontró surcando el cielo junto a su amigo, de forma involuntaria, mientras ambos gritaban sobresaltados.

Mirio corrió hacia donde estaba Tamaki, con la camiseta arrugada en torno al abdomen y la cara llena de magulladuras y sangre.

—¿Estás bien, Tamaki? —preguntó, mientras le cogía con suavidad por los hombros. Éste comenzó a parpadear justo en ese momento, liberándose de la peculiaridad de Takeda. Antes de responder, dio varios pasos hacia delante y manifestando un par de gruesos y largos tentáculos, los lanzó hacia arriba, agarrando a sus dos compañeros de clase y depositándolos de nuevo en tierra firme, antes de que acabasen estrellándose contra el suelo.

—Estoy bien —susurró entonces, tocándose el rostro con una mano.

Nejire les dirigió una mirada de desprecio a los dos chicos que estaban ahora tumbados en el césped y se acercó a Togata y Amajiki. Sacó un par de pañuelos de papel que llevaba en un bolsillo y se los ofreció al chico de pelo índigo, el cual los cogió, agradecido, para poder limpiarse la sangre. Ella asintió y se dirigió hacia su amigo.

—Eh, eh, Togata-kun. ¿Cómo es posible que supieras que Amajiki necesitaba ayuda? ¿Acaso estáis conectados? ¿Te había pasado antes?

Mirio se encogió de hombros, mientras cogía de la cintura a Tamaki y le daba un beso en la frente, evitando las zonas que estaban en peor estado para no hacerle daño.

—No sé, no sé y no. Pero la verdad es que me da igual mientras esté bien.

Tamaki ocultó su rostro tras el pecho de Mirio, avergonzado por el exceso de atención, mientras éste lo envolvía en sus brazos y Nejire los observaba con una mirada curiosa y con un montón de preguntas en la punta de su lengua.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó entonces Yuyu, dando por fin alcance a sus amigos. Ellos la miraron y se encogieron de hombros, recuperando sus mochilas y dándole las gracias por haberse encargado de ellas.

―xXx―

Mirio había insistido en ir a acompañar a Tamaki para que se echara un poco de agua en la cara antes de asistir a la reunión con Aizawa, pero el chico le había dicho que no era necesario, que podía ir solo, y había sido tan tajante que al final el rubio había acabado yendo al gimnasio con sus dos amigas, aunque se veía incapaz de dejar de mirar hacia la puerta, ansioso por ver aparecer al otro chico. El profesor ya estaba allí, esperando que llegara la hora a la que había convocado a los alumnos de tercero. Un minuto antes, Tamaki atravesó el umbral y aunque Mirio le hizo gestos para que se uniera a ellos, se quedó donde estaba, apartado de la multitud. Amori le vio y se acercó a él. El rubio suspiró, sintiéndose más tranquilo al ver que no se quedaba solo.

A las doce en punto, cuando Aizawa comprobó que ya estaban todos presentes, subió al estrado que habían colocado en medio de la sala, hizo un gesto para que cerrasen las puertas y, después, con voz autoritaria se dirigió al frente.

—El motivo por el que se os ha citado aquí, es porque tenemos información relevante acerca de la Liga de los Villanos. Nos han indicado que podrían atacar la academia de un momento a otro.

La reacción de los estudiantes no se hizo esperar. Aizawa pudo observar cómo muchos de ellos se tomaban la noticia con gran preocupación y otros con total indiferencia. Afortunadamente también estaban los que veían la situación como una oportunidad para poner a prueba sus habilidades.

—Todos los que estáis aquí ya tenéis vuestras licencias de héroes profesionales, pero no por ello os podemos obligar a involucraros en el caso de que haya un ataque, puesto que todavía no os habéis graduado oficialmente. Por lo que quien quiera participar, lo tendrá que hacer de forma voluntaria —para su decepción, escuchó unos cuantos suspiros de alivio—. Ahora bien, voy a pediros a aquéllos que estéis dispuestos a apoyar a los Pro héroes, que subáis aquí.

Mirio junto con sus dos amigas, Haya y Hado, no perdieron el tiempo. Los tres fueron los primeros en acercarse. Eran los Tres Grandes y tenían que dar ejemplo. Como todos esperaban, el siguiente en subir fue Takeda y detrás de él, su inseparable colega Hayashi; después, subieron unos cuantos alumnos tanto de 3-A como de 3-B. Tamaki estaba a un lado con la cabeza baja, parecía estar lidiando contra la ansiedad que le provocaba aquella situación. Por un lado, quería apoyar a Mirio y a sus amigas, pero por otro no quería estar cerca de Takeda y Hayashi. Aun así, su sueño era convertirse en un héroe y para eso debía luchar y proteger a sus compañeros. No podía permitir que aquellos dos condicionaran sus decisiones. Al final, después de una intensa lucha interna, pareció reunir el suficiente valor y se acercó tímidamente al profesor. Mirio sonrió, orgulloso.

Shuri Amori, la amiga de Tamaki, quien todavía no había subido a la tarima, levantó la mano con una expresión interrogativa en el rostro. Aizawa la miro con curiosidad y una ceja alzada.

—¿Sí, Amori?

—Sensei, yo también querría participar, pero... —la chica se ruborizó—. No creo que mis padres me dejen hacerlo. Como todavía no nos hemos graduado…

Hubo un coro de risas que se calló de inmediato cuando el profesor se giró hacia el sitio de donde provenían, taladrando a los alumnos con su negra mirada.

—Ven aquí, Amori.

La chica obedeció, sintiéndose completamente avergonzada por la reacción de sus compañeros. Odiaba a la gente. Odiaba a todos aquellos inútiles que se creían superiores a los demás. Bajó la cabeza mientras permanecía en el estrado, acercándose sigilosamente a Tamaki, quien la sonrió, tratando de confortarla.

—Si tenéis vuestra licencia provisional y estáis realizando pasantías con Héroes Profesionales, como es tu caso, Amori, no necesitáis la autorización de vuestros padres.

—Sensei —Raiden, otro de sus compañeros, levantó la mano. Aizawa le hizo un gesto para que continuara—. Si se nos está pidiendo que nos apuntemos de forma voluntaria, es porque… ¿se prevé que el ataque sea durante la graduación?

—Desafortunadamente no tenemos información a ese respecto —le respondió Shota—. Por eso, los que estéis dispuestos a ayudar, tendréis que seguir viniendo a la UA para entrenar de forma diaria, aunque hayáis terminado el curso, para estar preparados ante cualquier eventualidad.

El chico asintió y se dirigió hacia la tarima, colocándose junto a Amori.

—Os recuerdo que no se trata de un juego. Esto va muy en serio, así que los que os habéis presentado voluntarios todavía estáis a tiempo de echaros atrás. La última vez que la Liga de los Villanos irrumpió en las instalaciones de la UA varios alumnos estuvieron a punto de salir gravemente heridos e incluso los Pro héroes nos las vimos y nos las deseamos para salir airosos a la hora de enfrentarnos a ellos —el profesor hizo una pausa, recordando la cicatriz que tenía bajo el ojo derecho y recorriendo con la mirada a todos los alumnos que se habían quedado abajo—. No obstante, toda la ayuda recibida será bienvenida y qué mejor ocasión para demostrar que sois verdaderos héroes que éste.

Hubo un momento de silencio. Aizawa vio con agrado que ninguno de los alumnos que había subido parecía tener intenciones de retirarse y, al contrario, unos cuantos de los que se habían quedado al otro lado, se decidieron a unirse a ellos. Asintió contento mientras miraba con orgullo a los valientes jóvenes que habían decidido colaborar junto a ellos en aquella lucha.

Cruzó los dedos mentalmente esperando que todo saliera bien. Pero en todas las batallas había daños colaterales, y ésta no iba a ser una excepción, aunque Aizawa no quisiese pensar en ello.

―xXx―

Mirio se encontraba en su dormitorio terminando de arreglarse. No faltaba mucho para que comenzara la entrega de los diplomas, por lo que ya estaba casi listo. Se terminó de abrochar la camisa y se dispuso a luchar con el nudo de la corbata. El del uniforme sólo había tenido que hacerlo una vez y desde entonces, se la quitaba con cuidado para no deshacerlo.

Al final, acabó poniéndose un vídeo en YouTube. Qué desastre, pensó, a mi edad y con estas cosas. Aunque por lo menos el resultado final fue satisfactorio.

Tras un último vistazo en el espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación, se dio el visto bueno, peinándose ligeramente el flequillo hacia arriba y saliendo de su dormitorio para dirigirse hacia las zonas comunes.

Minutos después Yuyu y Nejire se unían a él. La pelirroja llevaba un vestido palabra de honor de color celeste con un cinturón ancho y falda hasta las rodillas. O sea, que al final lo cambió ella, pensó Mirio. El vestido de Nejire, color escarlata, le llegaba hasta los tobillos, aunque tenía una pequeña abertura en la parte izquierda, que la hacía lucir sus torneadas piernas.

Yuyu se había engominado el pelo y lo llevaba adornado con una fina diadema con piedras incrustadas del mismo color que su vestido. Por otro lado, Nejire se había dejado el pelo suelto como siempre. Lo que más resaltaba de su atuendo era un fino y elegante cinturón de perlas que hacía juego con sus pendientes. Ambas iban cogidas de la mano.

—Estáis deslumbrantes... —les dijo acercándose a ellas, quienes se ruborizaron ante el cumplido.

—Tú también estás muy guapo —dijo Yuyu, sonriéndole.

El rubio llevaba una camisa rosa claro que contrastaba bien con su pelo rubio, junto con unos pantalones grises de vestir y una corbata con rayas grises y rosas de un tono más oscuro.

Después de admirar sus atuendos, los tres decidieron ir al comedor para sentarse en sus sitios habituales. Cuando se acomodaron, Nejire señaló hacia un lugar con discreción y Mirio y Yuyu dirigieron la vista hacia allí para encontrarse a Tamaki en una mesa hablando tranquilamente con su amiga Amori.

—No está nada mal —comentó Yuyu, moviendo las cejas arriba y abajo mientras miraba a Mirio.

Tamaki llevaba un pantalón negro y una camisa azul eléctrico con una corbata fina de color negro. Mirio pensó que no podía estar más atractivo.

—¿Por qué no vas para allá y lo saludas? ¿Nos dejarás ver cómo os dais un besito? —preguntó Nejire—. ¿O te da vergüenza, Togata-kun?

—Prefiero no molestarle —respondió el rubio, rascándose la nuca—. Está con su amiga y creo que es mejor que no me entrometa. Seguramente si me acerco, después de lo que pasó esta mañana con Takeda, se pondrá nervioso y no sabrá dónde meterse.

Shuri Amori, que llevaba el pelo negro suelto sobre los hombros y un vestido largo con mangas abullonadas de color morado —a juego con sus ojos—, dirigió su vista hacia la mesa de los Tres Grandes al notar varias miradas sobre ella y después se inclinó hacia Tamaki para decirle algo. El chico levantó la vista y la dirigió hacia el rubio, saludándole con una mano y ruborizándose cuando sus ojos se encontraron.

—Esa cara de bobo arruina todo lo demás —le dijo Yuyu a Mirio, dándole un golpe en el hombro para que bajara de las nubes. Mirio se rio y volvió a centrarse en sus amigas, tratando de mantener el calor de sus mejillas a raya.

—Por cierto, Togata-kun, mira lo que tengo —le dijo Nejire, sacando ligeramente de su mochila una botella de alcohol. Cuando vio que Mirio iba a decir algo, se llevó el dedo a los labios para pedirle que se callara—. Es para la graduación —le guiñó un ojo y el rubio negó con la cabeza mientras le sonreía.

—Guardarme un poco, ¿eh?

—¡Por supuesto! No te pensarías que nos la íbamos a beber las dos solas. ¿Crees que Amajiki también querrá? ¿No le importará que tomes alcohol?

Después de almorzar y de hacer caso omiso a todas las preguntas que le hizo su amiga, se dirigieron a la zona ajardinada que se iba a utilizar para el evento. Habían montado algo parecido al Festival Cultural para celebrar la graduación de los alumnos de tercero. En una gran extensión de terreno que había al aire libre, cerca de los edificios de la UA, se había situado una tarima con varios taburetes colocados en hilera al fondo, probablemente para los profesores, y un micrófono en el centro. En el trozo de césped que había enfrente, habían situado una gran cantidad de sillas para que los alumnos pudieran tomar asiento mientras se llevaba a cabo la ceremonia. También había varios puestos de comida y bebida en los alrededores.

No muy lejos se había acondicionado una zona como pista de baile, la cual se podía ver desde los asientos habilitados para presenciar la entrega de los diplomas. Estaba semi-cubierta con una carpa que tenía colocadas varias luces a su alrededor. Contaba con una mesa de mezclas, probablemente idea de Present Mic, y dos barras.

Volvieron a centrarse en el lugar donde se iban a entregar los diplomas. Los chicos advirtieron que cada silla tenía un nombre asignado, por lo que después de observar la decoración y las zonas habilitadas para la celebración posterior, se dirigieron hacia los lugares que les correspondían.

Siguieron conversando durante un rato más, hasta que el lugar terminó de llenarse. Poco después el director y los profesores hicieron acto de presencia, subiendo a la tarima y sentándose en sus respectivos sitios.

Nezu se acercó al micrófono para dar la bienvenida a todos los invitados, entre ellos algunos Pro héroes que se habían personado para asegurarse de que no se producía ningún contratiempo y, a continuación, felicitó a los estudiantes que se graduaban. Inmediatamente después anunció el comienzo de la ceremonia y se dirigió hacia su banqueta para cederle el sitio a Present Mic.

Los alumnos de tercero fueron subiendo al estrado según iban escuchando su nombre. El director les entregaba el documento y después debían saludar a cada uno de los profesores, los cuales se encontraban de pie, tras los taburetes que habían sido dispuestos para ellos.

El tiempo pasó con rapidez entre conversaciones, entrega de diplomas, discursos y demás, hasta que llegó la hora del baile. La luz que iluminaba las zonas ajardinadas, se vio atenuada hasta crear un ambiente más íntimo y acogedor.

Varios estudiantes y algunos invitados sacaron a bailar a sus parejas en cuanto empezaron a sonar las primeras notas de una canción romántica. Yuyu y Nejire fueron de las primeras en dirigirse al centro de la pista, después de terminarse la copa que se habían servido, aderezada con el alcohol que había llevado Nejire a la fiesta. Mirio también se bebió una, sirviéndose una segunda mientras se apoyaba contra una de las barras que se habían dispuesto por la sala, observando a sus amigas bailar y suspirando nostálgico, imaginándose a sí mismo en la pista con Tamaki entre sus brazos.

El chico de pelo índigo se había sentado en una silla y observaba a su amiga Amori, la cual se estaba aproximando a él con dos vasos llenos de ponche. Cuando estuvo a su lado, le ofreció uno a Tamaki y éste lo cogió con una tenue sonrisa. Justo cuando Amori hacía amago de sentarse a su lado, Raiden, un compañero de clase que era bastante popular, compitiendo de cerca con Mirio, se acercó a la pareja y pareció decirle algo a la chica. La tez morena de Shuri se sonrojó ligeramente, mientras el rubio con coleta le extendía una mano y Tamaki hacía aspavientos para animarla a que fuera a la pista. Cuando se quedó solo, buscó con la mirada a Mirio y su corazón se aceleró cuando sus ojos se encontraron.

Algunos profesores también se levantaron y se unieron a la fiesta. El director habló durante unos momentos con All Might y después éste último sacó a bailar a Midnight. Instantes después Tamaki se levantaba de la silla y dejaba el lugar. Mirio, quien no le había quitado el ojo de encima durante todo el tiempo, se disculpó con Midoriya, quien se acababa de acercar para mantener una charla trivial con él, y disimuladamente salió tras su compañero de clase.

Present Mic dejó varias canciones programadas en el reproductor y después de eso se dirigió hacia un solitario Aizawa, el cual observaba con mirada cansada a las parejas que bailaban hasta que vio acercarse a su mejor amigo y entonces fue incapaz de despegar la vista de él.

—¿Piensas quedarte ahí sentado toda la noche? —le preguntó el profesor de inglés mientras se situaba a su lado—. ¿Ves a esas chicas de allí? Pues una de ellas no te quita el ojo de encima.

Pero Aizawa no miró hacia donde su amigo le señalaba. Siguió observándolo a él.

El rubio se había puesto el traje amarillo que le había enseñado en su habitación: el pantalón a juego con el chaleco. El conjunto entero relucía en aquella tarde apagada, casi cegándolo por el contraste. Debajo del chaleco llevaba una camisa lila que combinaba con la corbata morada. Todo él formaba una mezcla bastante estridente. Llevaba el pelo peinado hacia abajo con un pequeño moño que le daba un aire distinto al habitual, un poco menos informal incluso a pesar de seguir llevando sus eternas gafas de sol.

Aizawa no pudo evitar pensar cuánto tiempo podría llevarle desabrochar cada uno de los botones del chaleco, y soltar ese cabello que tenía tantas ganas de acariciar. Pero de nuevo la voz de su amigo lo hizo volver a la realidad.

—Entonces, ¿qué? ¿Te animas?

—¿Cómo? —Shota estaba tan ensimismado que no había escuchado lo que su amigo le había dicho.

—Aizawa-sensei...

El hombre se giró hacia el sitio donde provenía la voz y se encontró de repente con la estudiante que lo había invitado a cenar unos días antes.

—¿Sí, Hagakure? —el profesor se levantó con educación para atender a la joven—. ¿Pasa algo?

Los zapatos se giraron hacia Present Mic, y éste le sonrió con amabilidad a la chica invisible.

—¿Le gustaría bailar esta pieza conmigo? —le preguntó a Aizawa, quien no pudo menos que sorprenderse ante la petición de su alumna.

—Pues, verás... yo...

—Anda, Shota... —Yamada le dio un codazo mal disimulado mientras lo animaba—. Yo te guardo el sitio.

El profesor lo fulminó con la mirada mientras la muchacha esperaba una respuesta. Suspiró mientras le ofrecía el brazo de manera cortés. Yamada levantó el pulgar deseándole suerte mientras se bebía su copa y la de su amigo. Segundos después invitaba a una joven de tercero a bailar con él.

 

Notes:

La ropa que llevan los personajes a la graduación y los OC que aparecen aquí, podéis verlos en el dibujo del primer capítulo.

Si me quieres seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Os espero!

Chapter 14: DEJÁNDOSE LLEVAR

Notes:

Tamaki tiene un conflicto con Taiyo Takeda, el exnovio de Mirio. Siguen sin tener noticias acerca del paradero de Sir Nighteye y Bubble Girl. Todoroki todavía no ha conseguido arreglar su asunto con Bakugo. Los alumnos de 3º acaban de graduarse.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Sábado, 21 de marzo de 2020

Mirio caminaba con lentitud por uno de los pasillos del colegio, deseando que Tamaki no anduviera muy lejos. Acababa de pasar junto a una columna cuando sintió que dos fuertes brazos lo aprisionaban, mientras lo arrastraban hacia atrás. Sintió el sabor conocido de unos suaves labios, a los que mordisqueó, al tiempo que abrazaba a su compañero.

—Sabía que… me seguirías —le dijo Tamaki sin dejar de besar la boca del rubio—. Te echaba de… menos.

—Hasta el punto de saltarte las normas, ¿eh? —le dijo Mirio, haciendo alusión a lo que había dicho Present Mic de no abandonar las zonas habilitadas para la graduación. Tamaki se sonrojó.

—¿Las normas? —preguntó, sin saber a qué se estaba refiriendo.

Entonces Mirio cayó en la cuenta de que Tamaki no había estado en el comedor cuando el profesor había indicado que estaba prohibido merodear por las instalaciones de la UA. Se encogió de hombros, decidiendo no volver a mencionar el tema, mientras el chico de pelo índigo le acariciaba con suavidad la espalda por encima de la camisa rosa que llevaba Mirio.

De pronto el rubio lo abrazó por detrás de forma juguetona y trató de levantarlo a pulso mientras Tamaki se resistía, sin dejar de reírse, diciendo su nombre en un siseo para que lo soltara.

Después de unos segundos Mirio volvió a dejarlo en el suelo, dándole un beso en la sien.

—Lo siento. No he podido resistirme —le dijo acariciándole la mejilla—. Estás muy guapo.

—¿Sí? —dijo Tamaki, ruborizándose más todavía, mientras bajaba la vista.

—¿Tienes idea de lo que me excita esa corbata que llevas? —le dijo Mirio mientras la cogía y tiraba de ella, haciendo que sus labios volvieran a unirse.

—¿A qué sabes? —le preguntó Tamaki entre beso y beso, notando un aroma intenso en la boca del rubio.

—Digamos que… tal vez he bebido un poco de… alcohol —respondió Mirio, mostrándole ligeramente la botella que le habían prestado sus amigas—. ¿Quieres…?

Tamaki puso los ojos en blanco.

—Eh… lo prefiero de aquí —respondió, volviendo a besar a su compañero, mientras Mirio recorría su delgado cuerpo con las manos, alentado en parte por lo que le había dicho el chico y en parte por el alcohol.

—Te daré todo lo que quieras… —le dijo, mirándolo con los ojos entornados y llevando las manos hacia el trasero de Tamaki, apretándolo con suavidad.

—Mirio...

El rubio ignoró la protesta del otro y pegó con total descaro su fuerte torso contra el de Tamaki, provocándolo. Su húmeda lengua se introdujo en su oído. Estaba a un segundo de perder el control. La camisa azul ajustada, la fina corbata negra… Tamaki lo iba a volver loco.

—Te deseo tanto... —susurró, excitado contra su oreja puntiaguda. Tamaki se estremeció.

Era difícil ignorar a Mirio apretándose contra él, sus musculosos brazos y su ancha espalda, sus muslos… su excitante aroma, pero las inseguridades seguían estando ahí. Las dudas poblaban su mente sin clemencia. El pensar si sería suficiente para Mirio, si no se decepcionaría cuando viera lo poco que tenía que ofrecer. Si no se apartaría cuando descubriera lo patético que era.

—Yo... yo también, pero...

Entonces Mirio se dio cuenta de que estaba temblando y se apartó abruptamente, en contra de lo que su cuerpo le pedía. Acababa de recordar lo que Tamaki le había dicho. Quería que se tomasen las cosas con calma y por muchas ganas que tuviera, debía respetar sus deseos. Tamaki le miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendido ante el cambio brusco de actitud del rubio. A Mirio no le pasó desapercibida la expresión del otro chico. ¿Acaso parecía decepcionado porque se había retirado? El rubio frunció el ceño. Tenía que aclarar algo con él.

—Tamaki —dijo entonces y cuando vio que no levantaba la cabeza, le cogió de la barbilla y tiró hacia arriba con suavidad, hasta que sus ojos se encontraron—, necesito que me digas una cosa.

El chico asintió, sonrojado, sintiéndose ligeramente ansioso al no saber lo que Mirio le iba a decir.

—¿Cuál es el motivo exacto por el que quieres ir despacio? —le preguntó y como vio que Tamaki no respondía, siguió—: si es porque no te sientes preparado, me apartaré, no te presionaré y, además, me disculparé por haberme dejado llevar; pero si es porque te sientes inseguro o piensas que vas a hacer algo mal…

Mirio le había estado dando vueltas a aquel asunto después de haberlo hablado con Nejire y ambos habían llegado a la conclusión de que era posible que el problema de Tamaki no fuera que no se sintiera listo para dar el paso. Teniendo en cuenta lo ansioso y nervioso que era, su amiga le había hecho ver al rubio que tal vez fuera un problema de inseguridad más que de querer o no. Y, aunque eso era algo que el tiempo podía solucionar, ¿para qué esperar, si Mirio podía dejarle claro ya que era perfecto?

—Mirio… —dijo Tamaki, sintiéndose repentinamente agradecido por lo que estaba haciendo el rubio—. En realidad… me da miedo no saber qué hacer… yo, eh… no quiero meter la pata… Nunca…

—Si sólo te preocupa eso… déjate llevar —le dijo Mirio con voz suave, mientras le cogía una mano. El chico de pelo índigo asintió, sonrojado, sin apartar la vista de la azul del rubio—. Yo te guiaré. Si te sientes incómodo con algo, manifiesta un tentáculo y enróllalo en mi brazo. Lo pillaré y me detendré.

Tamaki volvió a asentir y Mirio imitó el gesto. Entonces, pensó en algo que pudieran hacer que no fuera demasiado sexual, pero que ayudara a Tamaki a desinhibirse y no diese paso a inseguridades. Al final decidió deslizar la yema de los dedos sobre los labios del otro chico, quien cerró los ojos cuando sintió que el índice de Mirio se metía en su boca. Al principio Tamaki sintió cómo los nervios aumentaban, pero cuando Mirio no hizo nada más, se tranquilizó. Entonces se lo lamió despacio, haciendo que el rubio soltara un largo gemido al sentir su cálida lengua envolviéndolo.

—Tamaki, dios… yo… —suspiró Mirio, y el otro volvió a chuparle el dedo.

Aquello era fácil de hacer, y se sentía a gusto, además, la reacción de Mirio también lo ayudó a sentirse más confiado. Siguió lamiéndoselo, con los ojos cerrados, para que su mente sólo se concentrara en ello y no divagara por las sendas de la ansiedad. Se centró en disfrutar mientras escuchaba las reacciones del rubio, que jadeaba de forma entrecortada, haciendo que Tamaki se pusiera muy duro. Movió las piernas, sintiéndose ligeramente incómodo ante la sensación.

—No aguanto más... —gimió entonces Mirio, incapaz de seguir sintiendo la boca húmeda y caliente de Tamaki envolviendo su dedo—, por favor, ¿sería demasiado si te pidiera que... me tocaras?

El rubio no obtuvo respuesta, pero tampoco tuvo que repetirlo. Con un largo suspiro en el que se mezcló la vacilación y el deseo, Tamaki levantó la mano y le acarició el rostro. Deslizó la punta de los dedos con lentitud por su cuello, enredándolos entre las hebras rubias de su nuca.

Mirio suspiró mientras Tamaki seguía succionándole el dedo, el cual no había dejado de acariciar con su lengua en ningún momento, lo que provocaba que Mirio sintiera la misma sensación en su entrepierna.

El chico de pelo índigo siguió deslizando sus manos por el cuerpo de su compañero. Con cierto titubeo, desabrochó dos botones de su camisa rosa, e introdujo sus largos dedos hasta dar con uno de sus pezones, el cual acarició con suavidad.

Mirio sintió una corriente de electricidad que fluyó desde el sitio en el que Tamaki lo había tocado y recorrió todo su cuerpo haciendo que se estremeciera.

Tamaki sintió el espasmo que sobrecogió a Mirio y eso lo llenó de una confianza que hasta ahora no había conocido y ya no quiso esperar más. Terminó de recorrer su pecho y apoyó ambas manos sobre sus caderas mientras lo atraía hacia él, haciendo que sus erecciones se rozaran. Tamaki también necesitaba aquello, al fin y al cabo, Mirio no era el único que estaba duro como una piedra. El rubio ahogó un gemido contra su cuello y comenzó a moverse con fervor, frotando su cuerpo contra el de Tamaki, logrando que la respiración de ambos se acelerara.

—Eh… Mirio… yo… —jadeó Tamaki, sin aliento.

—¿Debería parar? —preguntó el rubio, deteniéndose ligeramente. No quería que Tamaki se sintiera incómodo. Bajó la vista hacia su mano, la cual no tenía ningún tentáculo manifestado y contuvo un suspiro de alivio.

El otro adolescente no contestó a su pregunta. Estaba bastante cohibido, pero la verdad era que estaba disfrutando. Mirio le gustaba muchísimo y estaba muy excitado. Necesitaba sentirle. Necesitaba aquello. En lugar de decir nada, Tamaki movió una mano hasta la entrepierna del rubio, la cual acarició con timidez por encima del pantalón. Mirio volvió a gemir de forma suave mientras cerraba los ojos deseando estar piel contra piel. Entonces, Tamaki se armó de valor y queriendo complacerlo más todavía, le bajó con cuidado el cierre del pantalón y sin dudarlo introdujo su mano hasta que pudo hallar la cálida zona que, al sentir ya húmeda, lo hizo endurecerse aún más. La excitación que lo sobrecogió, alejó las dudas que luchaban por tomar el control de sus actos.

El rubio volvió a estremecerse mientras escondía su rostro en el cuello del chico de pelo índigo. Estaba un poco mareado por culpa del alcohol y aquellas sensaciones no lo ayudaban a sentirse más estable.

—¿Te… gusta? —le preguntó inseguro Tamaki al tiempo que seguía acariciándolo con suavidad.

—Dios… sí, Tamaki... —le respondió Mirio con la voz entrecortada. El chico continuó tocándole mientras sentía que la mano del rubio se posaba sobre su ingle, deteniéndose durante un segundo, pidiéndole permiso. Tamaki dudó un poco, pero después asintió. El rubio, una vez tuvo su consentimiento, acarició a Tamaki de la misma forma. Le bajó la cremallera y deslizó la mano por dentro hasta que pudo agarrársela. Cuando lo hizo, Tamaki soltó un grave gemido.

—Ah… Mirio… —suspiró, siendo la primera vez que alguien le tocaba de forma tan íntima.

—Supongo que eso no es una queja —susurró Mirio con una sonrisa pícara. Tamaki se ruborizó más todavía y con los ojos entrecerrados llevó la mano que tenía libre a la boca de Mirio, para que se callara. El rubio sonrió y la cogió con suavidad, apartándola de su cara y entrelazando sus dedos, sin dejar de acariciarle.

Estuvieron unos momentos más con ese juego, hasta que a Mirio se le ocurrió una idea. Tomó la erección de su compañero y la pegó a la suya, mientras hacía que Tamaki envolviera con su mano las dos al mismo tiempo. Colocó su mano sobre la de su pareja y marcó un suave ritmo. Tamaki comprendió lo que quería y apretó aún más. Ambos gimieron al mismo tiempo.

A lo largo del oscuro y desierto pasillo sólo alcanzaban a escucharse suaves murmullos y excitados jadeos, que no se sabía muy bien de dónde provenían. Tamaki y Mirio tenían sus sudorosas frentes unidas, mientras se miraban con fijeza a los ojos, conscientes del placer que se estaban brindando el uno al otro.

No había vergüenza, ni timidez. No tenía por qué. Sólo eran una pareja de enamorados que se deseaba y que daba rienda suelta a un momento de pasión en un oscuro rincón.

Tamaki lo besó mientras Mirio se perdía en las oleadas de placer que lo recorrieron de golpe. Había estado esperando tanto tiempo a que llegara aquel momento que apenas duró. El rubio dejó que los gemidos de Tamaki se perdieran en su boca, saboreándolos al mismo tiempo que el otro chico también terminaba. Temblando, Tamaki se sostuvo con fuerza del cuerpo de su pareja, mientras Mirio colocaba una mano contra la pared, para mantener la estabilidad.

Estuvieron unos momentos respirando agitadamente, hasta que ambos lograron calmarse. Mirio dejó caer la mano con languidez y Tamaki también retiró la suya. Instantes después éste sacó varios clínex del bolsillo y los limpió con delicadeza a ambos. Cuando terminó, ninguno de los dos dijo nada. Mirio lo abrazó con ternura, y Tamaki le devolvió el gesto mientras apoyaba la cabeza sobre el hombro del rubio.

—¿Te arrepientes? —le preguntó Mirio después de un largo momento de silencio.

—Claro que no —Tamaki levantó la vista y lo miró fijamente a los ojos—. Me… me gustó mucho.

—A mí también —Mirio lo besó en los labios mientras lo abrazaba con más fuerza, Tamaki se acurrucó contra él, pegándose contra su pecho mientras aspiraba su aroma.

—¿Has oído eso? —dijo de pronto Tamaki, levantando la cabeza y mirando hacia un lado, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —el rubio vio cómo el otro chico se llevaba un dedo a los labios.

Entonces pudieron oír unos pasos. Ambos se separaron y se dieron prisa en acomodarse la ropa. Mirio salió de detrás de la columna y echó un vistazo por la zona. No se veía a nadie por allí, y los pasos habían dejado de escucharse.

Se giró hacia donde estaba Tamaki y le hizo señas para que se acercase a él. El adolescente obedeció mientras el rubio seguía vigilando el pasillo.

—¿Quién crees que era? —le preguntó el chico de pelo índigo mientras terminaba de colocarse el cuello de la camisa—. ¿Crees que nos han visto?

—No lo sé... —Mirio seguía examinando cada extremo del corredor—. Quien quiera que haya sido, ha tenido que pasar por aquí.

—Eso quiere decir...

—No tiene por qué, aunque si nos han visto, ¿qué más da? —el rubio trató de restarle importancia, encogiéndose de hombros. Estaba lo suficientemente borracho como para que le diera igual.

—Creo que será mejor que regresemos —dijo Tamaki y entonces levantó una mano y trató de peinar el cabello de Mirio; el rubio se sonrojó ante el inesperado gesto.

Cuando se recompuso, agarró a Tamaki por la cintura y volvió a besarlo. Después caminaron hacia el exterior antes de que los pillaran merodeando por allí y se llevaran una reprimenda.

Cuando desaparecieron por una esquina del pasillo, una sombra emergió de detrás de una viga cercana. La silueta permaneció parada allí durante unos segundos, y después enfiló por el mismo camino que acababa de tomar la pareja.

―xXx―

—¡Joder! ¿Cuántas veces más voy a tener que decirte que no? ¡No quiero ir a ningún lado contigo, mitad-mitad!

Era la enésima vez en la noche que Bakugo tenía que lidiar con Todoroki. Pero éste no pensaba darse por vencido. Después de seguirlo hasta la zona donde se hallaban las mesas de los invitados, el chico de pelo rojo y blanco le dio alcance y lo tomó con firmeza del brazo.

—Por favor, Katsuki —Todoroki siguió insistiendo—. Tenemos que hablar.

—¿No hemos hablado ya suficiente? —el rubio se soltó de su agarre—. ¿Por qué demonios no te vas con coletas y me dejas en paz?

—Katsuki, por favor...

—Ah, mira... —dijo el rubio señalando con la mirada hacia una mesa—. Allí está...

—¿Dónde? —Todoroki siguió con la vista hacia donde Bakugo había señalado, pero no vio a Momo por ninguna parte—. Katsuki, yo... ¿Katsuki?

Todoroki se giró hacia el otro adolescente, pero vio con sorpresa que éste había desaparecido. Miró hacia todos lados y alcanzó a verlo acercándose a Kirishima.

Bufando de frustración, caminó hacia donde se encontraban. Era la última noche que iban a pasar en el colegio. Al día siguiente todos tendrían que volver a casa y no pensaba dejarlo así con Bakugo.

Iba a interrumpir a sus dos compañeros cuando una voz, que reconoció de inmediato como la de Momo, impidió que alcanzara su objetivo. La saludó y ésta lo abrazó con cariño. Todoroki le agradeció el gesto y permaneció abrazado a ella unos momentos, disfrutando del calor que emanaba.

—¿Estás bien? —le preguntó la morena mientras le colocaba un mechón rojo por detrás de la oreja—. Te he notado un poco distante por parte última.

—Estoy bien, Momo —Todoroki suspiró mientras se giraba hacia donde se encontraba el rubio—. Es todo esto. Ya sabes... —le dijo mientras señalaba a su alrededor con una mano.

—Te entiendo. Es sobrecogedor, ¿verdad? —dirigió su mirada hacia el centro de la pista, donde muchas parejas continuaban bailando—. ¿Quieres…?

Todoroki se quedó pensativo unos momentos. Si le decía que sí, Bakugo los vería y toda su esperanza de recuperarlo se iría al traste. Pero si le decía que no, heriría los sentimientos de la chica. Suspiró.

—Si no quieres... —susurró Momo y el chico divisó una sombra de tristeza en sus ojos.

—Por supuesto que quiero —la tomó de la mano para dirigirse hacia la pista. El adolescente la cogió de la cintura mientras la morena le rodeaba el cuello con los brazos.

—¿Qué tal llevas lo de los primeros auxilios? —le preguntó Todoroki al oído—. ¿Has aprendido mucho en estos meses?

—Me hubiera gustado saber unas cuantas cosas más —Yaoyorozu apoyó su barbilla en el hombro del muchacho—, pero bueno… sé lo justo para poder hacer frente a una emergencia.

—¿Crees que esta noche ocurrirá algo? —el chico de pelo bicolor se perdió en las profundidades de los ojos grises—. Hay más héroes de lo habitual y los profesores parecen tensos.

—Bueno... nunca se sabe. Aunque, en realidad, podrían estar así por cualquier cosa —suspiró—. Pero no hablemos de eso ahora. Siempre hay que estar alerta, pero eso no significa que no podamos divertirnos.

—Tienes razón.

Todoroki apretó con más fuerza el cuerpo que estaba pegado a él, mientras ambos se dejaban llevar por las notas de una suave melodía. Ninguno se dio cuenta de los tres pares de ojos que los observaban.

Unos verdes que hacían juego con el cabello del dueño, el cual completamente sorprendido, no podía creer que aquello pudiera ser verdad.

Unos azules que, interrogantes y un poco vidriosos debido al exceso de alcohol, sólo atinaban a observar a la pareja, tratando de encontrar una explicación razonable a lo que estaba viendo.

Y unos rojos que trataban de contener las lágrimas, mientras el propietario apretaba con furia los dientes y saltaban chispas de sus manos, que brillaban en contraste con la luz tenue del lugar.

―xXx―

Domingo, 22 de marzo de 2020

—¿Estás bien, Kacchan? —le preguntó Midoriya después de observar a Yaoyorozu y Todoroki bailando juntos. Bakugo y Kirishima se volvieron a mirarle, éste último completamente ajeno a lo que se refería, puesto que estaba de espaldas a la pista de baile.

—¿Tú qué crees, nerd?

Midoriya se encogió de hombros, sabiendo que era mejor no responder a esa pregunta. De pronto, algo se le pasó por la cabeza y con premura miró su reloj, frunciendo el ceño con cara de preocupación.

—Kacchan…

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames así? —lo increpó y al ver la expresión inquieta de su interlocutor, decidió rebajar un poco el nivel de odio—. ¿Qué pasa ahora?

Kirishima se limitó a mirar de uno a otro, sin saber muy bien qué estaba ocurriendo.

—Son las doce de la noche.

—¿Y? —el rubio lo miró con suspicacia—. ¿A qué se debe tu brillante observación? ¿Te vas a convertir en calabaza?

El chico de pelo verde suspiró mientras miraba a los ojos rojos de su amigo.

—Es sólo que... no sé si lo sabes, pero... Togata-senpai me dijo que Sir Nighteye vendría a la graduación… y acabo de caer en la cuenta de que no se ha presentado.

Bakugo y Kirishima dirigieron su mirada hacia la mesa de los invitados.

—Es verdad... —dijo Eijiro extrañado.

—Tal vez deberías preguntarle a algún profesor si confirmó asistencia. Seguro que le ha surgido un plan mejor que venir aquí a perder el tiempo.

—No lo sé… no creo que un héroe de su envergadura hiciera algo así —Izuku negó con la cabeza.

—Puedo preguntarles yo, nerd, si tú no te atreves.

—No, está bien. Lo haré yo.

Midoriya dejó a un lado la copa de ponche sin alcohol que sostenía y se dirigió hacia la zona donde estaban los profesores. Bakugo fue detrás de él. Kirishima decidió quedarse, girándose hacia la pista de baile para observar a las parejas; entonces abrió los ojos de par en par al comprender a qué se estaba refiriendo Midoriya con la pregunta que le había hecho a Katsuki hacía tan solo unos minutos.

—All Might...

—¿Sí, joven Midoriya? —el ex Pro héroe interrumpió la charla que sostenía con Midnight para atender al muchacho—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Sólo quería saber si Nighteye había confirmado su asistencia para esta noche.

—Eh, sí. Confirmó que vendría y que traería a Bubble Girl para ayudar con la supervisión del evento —el profesor vio el gesto de preocupación de su alumno—. ¿Sucede algo?

Esta vez fue Bakugo quien habló.

—¿Acaso está ciego? —preguntó—. Ninguno de los dos ha venido. ¿Es que no se controla la asistencia de los invitados de ninguna forma? ¡Menuda mierda de seguridad!

—Tranquilízate, Bakugo —le dijo Midnight ante el exabrupto de su alumno—, esperad un momento aquí.

La profesora, con el ceño fruncido, se dirigió hacia el director, quien en esos momentos intercambiaba algunas palabras con Thirteen. Los muchachos permanecieron a unos metros de distancia, sin despegar la vista de ellos.

Vieron cómo el gesto de ambos iba cambiando conforme Midnight hablaba. Momentos después se giraron hacia ellos y se dirigieron hacia donde estaban los chicos y Yagi.

—¿Estáis seguros de que Sir Nighteye y Bubble Girl no han llegado? —les preguntó Nezu—. ¿No es posible que simplemente no los hayáis visto?

—No creo, director —respondió Midoriya—. Yo fui de los primeros en llegar. Si hubieran venido los habría visto, sin duda.

Bakugo se llevó una mano a la cabeza y puso los ojos en blanco. No podía creerse que el director estuviera preguntándole a Midoriya algo así, cuando deberían ser los maestros quienes llevasen el control de asistencia. Lo que le extrañaba era que la Liga u otros villanos no hubieran intentado algo antes, porque desde luego, la seguridad allí dejaba que desear, desde el punto de vista del rubio.

—Mmm —el ratón se dirigió a All Might—. Yagi-san, ¿podrías llamar a Nighteye para preguntarle si ha sucedido algo?

—Por supuesto —respondió y comenzó a palparse los bolsillos de la chaqueta que llevaba. Después de unos segundos, puso cara de circunstancia y miró al director—. Creo que me he dejado el móvil en mi despacho, ahora vuelvo.

All Might se dio la vuelta y se marchó hacia uno de los dos edificios de la UA. Poco después Present Mic se unió al grupo, quien los había estado observando mientras bailaba con la joven de tercero.

—¿Qué sucede? —preguntó mientras miraba a los que estaban allí reunidos.

—Sir Nighteye y Bubble Girl —explicó Midnight—, confirmaron su asistencia, pero al parecer todavía no han llegado.

—¿Creéis que la Liga de los Villanos podría estar detrás de esto?

—Es posible —dijo el director que no perdía de vista la entrada, esperando que All Might reapareciera de un momento a otro—. Pero confiemos en que sólo se hayan retrasado.

—¿Un retraso? —el profesor de inglés se miró el reloj—. ¿De seis horas?

—Puede haber pasado cualquier cosa… —respondió el director, echando una mirada discreta en dirección a los alumnos, a los que no quería preocupar antes de tiempo—. A lo mejor ha habido un ataque del que han tenido que ocuparse…

Present Mic, sin darse cuenta de las intenciones de Nezu, iba a replicar algo más cuando alcanzó a ver el esmirriado cuerpo de All Might aproximándose a ellos.

—Yagi-san... —dijo el director—. ¿Has averiguado algo?

El profesor vio que todos esperaban su respuesta. Hizo un gesto apenas perceptible con los ojos hacia el director, quien se dirigió a los alumnos.

—Bakugo, Midoriya. Volved a la fiesta. Cuando sepamos qué ha sucedido os informaremos al respecto.

—¡No nos podéis echar así! —el rubio se negó a retirarse sin antes escuchar lo que tuviera que decir All Might—. ¿Qué coño está pasando?

—Obedece, joven Bakugo —le ordenó el profesor y al ver que el muchacho se negaba a irse, subió el tono de su voz—. Ahora.

Katsuki resopló mientras se alejaba con Midoriya, quien antes de marcharse se había girado a mirar a All Might y no le había gustado lo que había visto en los ojos ensombrecidos del hombre.

Cuando los adolescentes desaparecieron, los profesores y el director se centraron en All Might, esperando su respuesta.

—¿Y bien? —preguntó Nezu, impaciente—. ¿Lograste hablar con él?

—He llamado tanto a Sasaki como a Bubble Girl, pero no he conseguido contactar con ninguno. Sus teléfonos dan tono, pero no responden.

—¿Creéis que la Liga de los Villanos está involucrada en su desaparición? —preguntó el director—. Es muy raro que Nighteye falte a un evento como éste sin avisar …

—No lo sé —All Might lo miró con la preocupación reflejada en el rostro—. Si Shigaraki los ha atrapado...

—Present Mic... ¿serías tan amable de ir a buscar al resto de profesores y decirles que los espero en mi oficina?

—Ahora mismo, Nezu —Yamada se retiró sin perder un segundo.

—Tal vez deberías seguir intentando localizarles. Si están en una misión es posible que no estén pendientes de los móviles —le sugirió el director a All Might—. Vuelve a probar. Nos vemos en mi despacho en diez minutos.

All Might asintió, y se dio media vuelta para dirigirse a su oficina. Si lograba contactar con alguno de ellos prefería estar en un lugar tranquilo, donde pudiera asimilar bien la información recibida.

El ratón observó cómo la silueta del enclenque profesor se perdía entre los pasillos, esperando que consiguiera hablar con el Héroe Profesional y que éste le dijera que les había surgido un imprevisto y que estaba a punto de avisar.

 

 

Notes:

Si me quieres seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 15: DE NUEVO EN EL INFIERNO

Notes:

Leed con precaución. Este capítulo contiene descripciones gráficas de violencia.

Resumen: Mirio y Tamaki dan un paso más en su relación. Midoriya se da cuenta de la ausencia de Sir Nighteye y da la voz de alarma.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Domingo, 22 de marzo de 2020

All Might siguió insistiendo, dando al botón de rellamada cada vez que el tono se extinguía sin obtener ninguna respuesta. Tanto el teléfono de Bubble Girl como el de su amigo daban señal y eso era lo que más le preocupaba, puesto que, si estuvieran en una misión —como había sugerido el director—, lo más lógico hubiera sido apagarlos para evitar distracciones.

¿Dónde demonios se habrán metido?, pensó, mientras caminaba inquieto de un lado a otro de su oficina.

—All Might…

El profesor pegó un bote al escuchar una voz al otro lado del hilo telefónico. Frunció el ceño al darse cuenta de que no se correspondía con la de Mirai. Aquélla era una voz mucho más ronca y susurrante.

Y sabía perfectamente a quién pertenecía.

A Tomura Shigaraki.

—Has estado llamando de manera muy insistente —murmuró el villano, al notar que se hacía el silencio al otro lado—. ¿No eres capaz de pillar cuándo alguien no quiere hablar contigo?

—¿Qué has hecho con Nighteye y Bubble Girl? —fue la respuesta, clara y directa que le dio All Might.

—¿Por qué tienes tanto interés por saber qué les ha sucedido? Hasta donde yo sé, Nighteye traicionó tu confianza cuando trabajabais juntos… —el villano se quedó callado durante un rato, entonces continuó—. Ha bajado la guardia y se ha dejado atrapar dos veces… ¿no crees que se ha ganado un castigo? En este mundo en el que vivimos no se puede ser tan descuidado.

A cada palabra que el malhechor pronunciaba, All Might se sentía cada vez más impotente, pero, aun así, trató de mantener la calma, esperando a que Shigaraki revelase algo que pudiera servirles de ayuda.

—No pensaba responder a la llamada, pero has sido tan testarudo que he decidido informarte de primera mano sobre lo que les va a ocurrir a tus dos amigos —entonces, Toshinori pudo escuchar unos pasos resonando con eco, como si estuviera en un sótano o en algún lugar húmedo. El villano debía estar moviéndose por el subsuelo de algún lugar—. ¿Estás listo?

All Might no dijo nada, respiró varias veces mientras permanecía alerta, intentando identificar y memorizar cada sonido que escuchaba. Pasó un rato que al profesor le pareció eterno hasta que el villano volvió a hablar.

—Tienes suerte de estar al otro lado, ¿sabes? —susurró entonces Shigaraki—. Si estuvieras aquí serías consciente del olor a putrefacción y sangre que se respira en la sala. Es bastante desagradable.

El villano volvió a quedarse en silencio. Entonces dobló a la izquierda, recorrió un largo pasillo y de pronto se encontró frente a una especie de celda. Tomura se detuvo un instante mientras esperaba a que su vista se acostumbrase a la oscuridad de aquel sitio que, a diferencia del corredor, estaba desprovisto de antorchas que lo iluminaran.

Frente a él se encontraba Mirai Sasaki apoyado contra la pared de un habitáculo de apenas dos metros cuadrados; bajo sus pies se podía vislumbrar un charco de sangre. Lo que antes era una piel inmaculada y nívea se encontraba ahora cubierta de oscuros cardenales. Su pelo verde con mechones rubios estaba enredado y sucio. Las gafas hacía tiempo que las había perdido. Aunque ése era el menor de sus problemas.

—¿Dónde está Nighteye? ¿Qué le habéis hecho? —preguntó desde el otro lado el ex héroe profesional ajeno a lo que estaba contemplando Shigaraki. No sabía qué hacer. No se le ocurría ninguna forma de parar todo aquello, de ayudar a su amigo, y la incertidumbre estaba carcomiéndolo por dentro.

Sasaki pareció ir recobrando la conciencia poco a poco. Abrió los ojos amarillos al notar que estaba siendo observado. Entonces, se sacudió con violencia tratando de liberarse de las cadenas que lo mantenían preso.

—Ahora mismo lo tengo frente a mí —le dijo Tomura al teléfono que sostenía contra su oreja—. Y debería decirte que no tiene muy buen aspecto… ¿Quieres saludar a tu amigo? —le dijo el villano a su rehén.

Nighteye intentó decir algo, aunque no sabía a qué se estaba refiriendo Shigaraki. Sólo vio al hombre extender una mano hacia él, mostrándole un móvil, mientras le hacía un gesto, urgiéndole a hablar. Nighteye se acercó al aparato, pero la voz no le salió de la reseca garganta, sólo emergió un ronco gemido.

All Might no podía verlo, pero al escuchar el jadeo que emitió Sasaki, se imaginó que su amigo no saldría tan bien parado de ésta como la primera vez que lo habían retenido contra su voluntad. No entendía si aquello era una forma de advertirles o si simplemente era su manera de conseguir información… No podía comprender el motivo por el que Shigaraki lo había secuestrado y estaba haciendo todo aquello. Lo único que sabía era que tenían que hacer algo. No podían permitir que Tomura hiciera lo que quisiera con… Mierda, pensó entonces All Might.

Sir Nighteye estaba maltrecho, pero al menos seguía vivo, en cambio…

—¿Y Bubble Girl? —preguntó de pronto, sintiendo un terrible escalofrío recorriéndole la espalda al comprender que, probablemente, también la habrían secuestrado a ella.

Pero All Might no obtuvo respuesta. Tomura colgó después de alejarse de Nighteye, quien le rozó ligeramente la mano antes de que se apartase para utilizar su peculiaridad con él. Un segundo después volvió a perder el sentido, abrumado por lo que vio: una imagen horrible de Kaoruko Awata mientras gritaba rogando que la mataran.

—Cogedlo y seguidme —ordenó Shigaraki a Twice y a Mr. Compress que estaban allí haciendo guardia—. Aún falta la mejor parte.

Caminaron durante una eternidad, hasta que llegaron a la sala principal. Una vez allí, Tomura les indicó a sus secuaces que dejaran a Nighteye sobre la silla vacía que había en un extremo del recinto y luego les pidió que lo ataran y lo amordazaran. Una vez hecho esto, abofeteó al héroe para hacerlo recobrar el sentido. El hombre sintió cómo le escocían los ojos ante la luminosidad de la habitación, acostumbrados a la completa oscuridad de la celda donde había estado anteriormente. Se mostró desconcertado por unos breves instantes, hasta que en medio de la lucidez y la semiinconsciencia registró el sitio donde se hallaba.

—Spinner, trae a la chica.

El villano se retiró y momentos después apareció de nuevo acompañado por Magne, ambos portando el cuerpo de Awata. Nighteye forcejeó y trató de decir algo, pero con la mordaza no se distinguió ni una palabra de lo que había dicho. Iba a ver con sus propios ojos lo que le había mostrado su peculiaridad anteriormente.

El ronco y entrecortado grito que soltó Awata antes de desmayarse de nuevo hizo que el héroe centrara su vista en la joven. Y lo que vio le hizo desear no estar allí. Bubble Girl estaba llena de magulladuras. A través de la tela rasgada de su traje de heroína se podían entrever marcas de latigazos, cortes y quemaduras, y sus muñecas y tobillos sangraban debido a los ceñidos grilletes que se aferraban a su piel como afiladas cuchillas.

—¡Me encanta! —exclamó Toga Himiko, acercándose al lugar donde habían dejado el cuerpo de la joven para observar las sangrantes heridas—. Me hubiera gustado hacerme su amiga, pero… supongo que esta vez no podrá ser —dijo con voz infantil, mientras miraba curiosa el rostro herido de la chica de piel azul.

Fiore y Kattur, los nuevos, permanecieron de pie, observando la escena sin participar. A menos que Tomura les diera alguna orden, preferían mantenerse al margen. Nightmare que por lo general iba por libre, ni siquiera estaba allí, pero tampoco la necesitaban.

Bubble Girl pareció recobrar ligeramente la conciencia. Cuando lo hizo, se movió inútilmente para intentar soltarse de alguna de las cadenas que la sujetaban, pero aquello solo le sirvió para malgastar las pocas fuerzas que le quedaban. Magne se puso al lado de la joven y tras unos instantes se agachó y le agarró del pelo con fuerza, dándole varios tirones que hicieron que la cabeza de la chica se moviera con brusquedad de arriba abajo. Gimiendo de dolor y completamente fuera de sí, siguió forcejeando con los grilletes intentando liberarse. Movía los pies y las manos hasta donde las cadenas se lo permitían. No parecía ser consciente de que Sasaki estaba allí, presenciando toda la escena, impotente.

Sir Nighteye, siguió retorciéndose y hablando a través de la tela que le habían metido en la boca. Tomura, viendo su desesperación le hizo un gesto a Kurogiri para que se acercara y le quitara momentáneamente la mordaza. Tenía curiosidad por ver qué era lo que tenía que decir.

—¿Qué queréis de nosotros? —preguntó el héroe desconcertado, sin entender por qué estaban haciendo todo aquello—. Hacedme lo que queráis, ¡pero soltad a Awata! Ella no tiene información relevante —rogó. La chica, al escucharle, se retorció todavía más contra el poyete de piedra sobre el que se encontraba.

Shigaraki lo abofeteó con fuerza y después le pidió a Magne que se encargara de él. Ésta lo golpeó hasta que pareció que el héroe volvía a perder el sentido.

En medio de todo aquello, Awata tuvo fuerzas para levantar la cabeza y mirar en dirección a Nighteye. Cuando vio que estaba tan herido como ella o incluso más no pudo evitar ponerse a llorar de desesperación, perdiendo toda esperanza de salir de allí. Si su mentor se encontraba en semejante estado, ¿quién iba a rescatarles?

—Toga —dijo entonces Shigaraki, acercándose a la villana—. ¿Tienes suficiente sangre de ella? Es posible que la necesitemos más adelante.

—¡Nunca es suficiente! —exclamó la rubia, poniendo cara de inocente y, ante el asentimiento de su líder, sacó sus agujas y se las clavó a la heroína para extraer más, mientras ésta gritaba de dolor.

—Échale un vistazo —le dijo Tomura a Dabi antes de salir de allí. Éste se encogió de hombros, ignorando la orden que acababa de recibir. De hecho, su móvil comenzó a sonar justo en ese momento y se marchó a otra habitación mientras hablaba por teléfono.

—¿De dónde has sacado este número…? —dijo, con los ojos entornados, mientras escuchaba a su interlocutor—. Sí, claro que puedo conseguir una o dos dosis, pero no serán baratas, te lo advierto… —de nuevo se quedó callado—. De acuerdo. Cuando lo tenga, seré yo quien contacte contigo. Mientras tanto, no vuelvas a llamarme —respondió y colgó, regresando de nuevo a la habitación donde estaba Toga. Cuando echó un vistazo a la villana y la vio llena de sangre, se imaginó lo peor, así que, con las mismas, volvió a darse media vuelta y desapareció por uno de los pasillos de la guarida. Al fin y al cabo, esa cría no era responsabilidad suya.

Entretanto Shigaraki acompañó a Mr. Compress y a Twice mientras cargaban con el cuerpo inconsciente de Sir Nighteye para llevarlo de vuelta a la celda donde había estado encerrado desde que lo habían secuestrado. Más adelante pensaría qué hacer con ellos. Por el momento, ya se habían enterado de que Bakugo permanecería en la academia cuando terminara el curso, junto con otros alumnos y profesores. Además, tenían las medidas y la sangre de los dos héroes profesionales y gracias a la impulsividad de Toga, habían comprobado que con su apariencia era posible burlar la seguridad de la UA.

El plan iba sobre ruedas. Los retendrían allí hasta que lo creyeran necesario y mientras tanto, Toga se haría pasar por uno de ellos para infiltrarse en el colegio, acompañada por un clon del otro creado por Twice.

Mientras éste manipulaba la cerradura de la celda, escucharon un grito provenir de la otra sala.

—¡Ups! ¡Mierda! —exclamó Toga y sin pensarlo dos veces los tres salieron corriendo hacia allá para ver qué había pasado. Twice no llegó a cerrar del todo, pero pensó que tal como estaba Nighteye, podría encargarse más tarde de comprobar que estuviera todo en orden.

Cuando llegaron a la sala donde estaba Toga con Bubble Girl, vieron a la primera relamerse la sangre de la comisura de los labios, con cara de circunstancia. En el momento en el que Shigaraki llegó y se encontró con semejante panorama, frunció el ceño y la miró con fijeza. La chica se encogió de hombros.

—¿Estás bien, Toga? ¿Qué ha pasado? —le preguntó Twice, con preocupación.

—Creo que la he sacado demasiada sangre —dijo la joven mordiéndose el labio inferior. Twice suspiró aliviado al ver que no le había ocurrido nada malo a la rubia.

Shigaraki puso los ojos en blanco. No entraba dentro de sus planes acabar con la heroína tan pronto. Le interesaba mantenerla viva por si necesitaban cualquier tipo de información, pero ya no podían hacer nada al respecto. Le pidió a Magne que ayudara a Kurogiri a deshacerse del cuerpo, sugiriéndoles que, como advertencia, quizás podrían arrojarlo cerca de las inmediaciones de la UA y después se acercó al resto de villanos para debatir con ellos cuál debía ser su siguiente paso.

Cuando Twice bajó al sótano para terminar de cerrar la celda que había dejado antes entreabierta, notó cómo algo duro y veloz se chocaba contra su cráneo y antes de perder el sentido, vio un rostro magullado y despeinado, que lo miró con el ceño fruncido. Nigtheye sabía que no tenía la misma complexión que aquel hombre y que iba a ser arriesgado, pero teniendo en cuenta las circunstancias, no podía esperar a que se presentara delante de él una oportunidad más óptima. Debía dar gracias a que la mayoría de los villanos estaban ocupados con otras cosas, y que justo éste llevaba el rostro tapado. Algo que era bastante ventajoso dada su situación.

Golpeó a Twice de nuevo en la cabeza, para asegurarse de que iba a estar un buen rato sin conocimiento. Entonces lo desnudó, lo amordazó con parte de la roída tela que cubría su propio cuerpo y lo ató como pudo con el resto de ropa de la que se desprendió. Entonces, se puso el traje de villano de Twice, el cual le quedaba un poco suelto y se cubrió la cara con la máscara. Una vez listo, rezó para no ser descubierto y poder salir de allí cuanto antes. Ignorando el destino de Bubble Girl, el Pro héroe dudó durante unos instantes con respecto a si debía o no intentar buscar a su ayudante para sacarla de allí, pero después de debatirse entre hacerlo o no, decidió que sería más prudente escapar y alertar a los héroes. Sólo esperaba que la chica pudiera aguantar hasta que llegaran los refuerzos.

Afortunadamente, durante su huida se cruzó con pocos villanos, que apenas se giraron para mirarle y, a pesar de no llevar gafas, las imágenes de la zona que había visto cuando había usado su peculiaridad con Shigaraki lo ayudaron a orientarse. Intentó sacar fuerzas de donde no las tenía para no volver a desmayarse debido al agotamiento y el dolor que sentía. Cuando consiguió salir de la red de túneles subterráneos donde lo habían retenido en contra de su voluntad, subió unas escaleras y atravesó una trampilla que lo llevó hasta el suelo de un edificio de madera medio derruido. Una vez en el exterior, intentó memorizar su entorno, para cuando regresase a buscar a Awata. Frente a él se erigía una pequeña construcción que parecía un cobertizo abandonado. Se esforzó al máximo por tratar de enfocar la vista para retener todo lo que pudiese, pero a medida que los segundos pasaban se le fue nublando, las heridas que tenía no habían dejado de sangrar y cada vez se sentía más débil. De pronto sintió un fuerte mareo que lo hizo tambalearse.

—No, no, no, no… —murmuró al sentir que la poca energía que le quedaba empezaba a abandonar su cuerpo. Trató de correr, alejándose de aquella especie de almacén del que acababa de salir, trastabillando cuando la fuerza abandonó sus larguiruchas piernas—. No —susurró cayendo de bruces, agotado y completamente derrotado. Intentó incorporarse de nuevo, pero sus rodillas parecían incapaces de soportar su peso; golpeó el suelo con los puños mientras notaba que los ojos se le iban hacia atrás, sintiéndose al límite. A duras penas, consiguió quitarse la máscara que le cubría el rostro, esperando que el aire fresco de la noche le hiciera espabilarse, desafortunadamente, no sirvió de mucho pues unos segundos después, volvió a perder el sentido por milésima vez, dándose un fuerte porrazo al colapsar contra el pavimento.

Cuando se despertó, todavía se sentía desfallecer. Se agitó, mirando para todos lados, temiendo que los villanos pudieran encontrarlo ahí tirado en cualquier momento. Cuando se le aclaró un poco la mente trató de averiguar dónde se encontraba.  Y, aturdido y con la vista desenfocada, observó el edificio que se alzaba imponente frente a él, identificándolo inmediatamente a pesar de las líneas borrosas que lo enmarcaban.

Cuando estaba intentando ponerse de pie, abandonada en el suelo, a su lado, encontró la foto de Shota Aizawa que con tanto cariño había guardado durante todos aquellos años.

―xXx―

Ryo Inui, también conocido como Hound Dog, caminaba a grandes zancadas por los lindes de la escuela mientras realizaba su ronda nocturna. Después de disfrutar de una opípara cena, se había despedido de algunos de los profesores y se había dispuesto a cumplir con sus obligaciones.

Echó un último vistazo hacia la zona más frondosa de los terrenos y se dio la vuelta para continuar su camino. De pronto le pareció captar un olor proveniente del sitio que acababa de dejar atrás. Detuvo sus pasos mientras prestaba atención. Conocía cada uno de los aromas nocturnos que provenían de la negra espesura del lugar y supo enseguida que algo andaba mal, así que decidió acercarse con precaución.

—¿Quién está, guau, ahí? —ladró y un pesado silencio respondió a su pregunta.

Se ocultó tras el tronco de un enorme pino y volvió a olisquear, debatiéndose entre pedir refuerzos o enfrentarse él solo a lo que fuera que le esperase en las profundidades del bosque. De nuevo, el aroma a sangre seca llenó su olfato haciéndole olvidar su indecisión. Dejó pasar un minuto, intentando captar otros olores, voces o cualquier otra cosa sospechosa; cuando estuvo casi seguro de que no había nadie, decidió acercarse con mucho sigilo hacia la fuente del hedor. Estuvo a punto de caerse cuando tropezó con una cosa que no debería haber estado en medio del camino. Cuando lo miró con detenimiento, vio que aquello era un cuerpo envuelto en una capa negra. Sobre el rostro, que era lo único que quedaba a la vista, había una mano que el can reconoció enseguida como una de las que utilizaba Shigaraki.

Tuvo que reprimir las ganas de apartarla, puesto que sabía que podía tratarse de una trampa. Así que después de ocultar lo que parecía ser un cadáver con algunas ramas, corrió con todas sus fuerzas hasta la oficina del director.

—¡Guau! ¡He encontrado...! exclamó mientras entraba en la sala.

No pudo disimular un gesto de sorpresa cuando vio que Nezu no estaba solo. De un rápido vistazo pudo comprobar que se encontraban reunidos todos los profesores. Éstos se giraron a mirarle y el perro se quedó momentáneamente callado. Después carraspeó y procedió a informar de lo que había descubierto.

—Hay... algo que, guau, deberíais ver... —respondió el consejero, mirándolos con urgencia—. En los terrenos del colegio… ¡guau! creo que he encontrado un cuer…

—Vamos —le dijo Vlad King a Aizawa sin esperar a que terminara la palabra.

Shota asintió y los tres salieron de la oficina a toda prisa. La mirada de All Might se ensombreció; después de la conversación que había mantenido con Shigaraki, se temió lo peor. Apesadumbrado, el hombre bajo la cabeza.

Mientras tanto, el perro y los dos hombres se internaron en los terrenos que rodeaban la UA, ansiosos por ver lo que el Consejero de Estilo de Vida tenía que mostrarles.

—¿Estás seguro de lo que has visto, Inui?

—¡Guau! Sí —el consejero trató de aminorar sus rápidos pasos para que los profesores no se quedasen rezagados—. Hay un cadáver entre los arbustos que rodean los edificios. No quise tocarlo porque pensé que podía ser una trampa.

El rostro de Aizawa mostraba una inmensa preocupación. Una enorme inquietud se había instalado en su pecho y no dejaba de rezar porque el cuerpo encontrado no fuera el de Nighteye. Minutos más tarde el héroe Sabueso se detuvo cerca de un enorme pino, mientras les señalaba el sitio donde se encontraba el cuerpo que minutos antes había cubierto con ramas. Estaba tan oscuro que los profesores apenas podían distinguir la silueta envuelta en una capa negra.

Instantes después los tres se encontraban parados junto al bulto. Por primera vez en mucho tiempo, Vlad King sintió que las piernas le flaqueaban. Aizawa, quien no había dejado de observar a su compañero, iba a intervenir justo cuando vio que éste se agachaba para retirar la mano blanca que cubría el rostro.

Los ojos del hombre se abrieron de par en par ante lo que se encontró.

—¿Y bien? —preguntó Aizawa.

—Es Bubble Girl —dijo, la voz quebrándosele—. O lo que queda de ella.

Vlad King hizo una pausa, intentando recomponerse de la impresión y organizar sus pensamientos. No había tenido el gusto de trabajar con la chica, pero sabía que era una heroína comprometida y demasiado joven para haber sufrido aquel final. Aizawa se llevó las manos a la cara, horrorizado ante lo que tenía frente a él.

—Inui, necesito que localices a Recovery Girl —soltó Shota con premura; el consejero ladró ante la orden—. Dile que nos espere en la enfermería y ponla al tanto, pero, por favor, sé discreto.

El perro desapareció dirigiéndose a toda prisa al edificio principal de la UA.

—Si le han hecho esto a Bubble Girl… —murmuró Aizawa, todavía sin salir de su estupor.

Su compañero no dijo nada, se limitó a agacharse hacia el cuerpo de la joven para volver a cubrirla con la capa negra.

—Yo me encargo —dijo Vlad King, sabiendo que él era el más fuerte de los dos. Dio un par de pasos y entonces se detuvo, girándose hacia Aizawa—. ¿No vienes? —le preguntó al ver que no se movía.

—Ve adelantándote, Kan —respondió mientras recorría el espeso bosque con la vista—. Voy a dar una vuelta por la zona. Tal vez Nighteye…

Vlad King estuvo a punto de decirle que era peligroso que se quedara por allí solo, pero algo en la expresión de su compañero le dijo que era mejor dejar que lo hiciera si era lo que quería. Así que se limitó a asentir y se alejó recorriendo el mismo sendero que minutos antes los había conducido hasta allí.

Aizawa permaneció un momento más parado en el mismo sitio. Había tenido una corazonada, pero al ver que pasaba el tiempo y no sucedía nada, comenzó a pensar que tal vez se había equivocado. Iba a reemprender el camino de regreso cuando escuchó un ruido que pareció provenir de la izquierda. El profesor se acercó con rapidez hacia el lugar y a lo lejos pudo distinguir una silueta aproximándose. Se agazapó tras unos matorrales, esperando antes de delatar su posición.

Cuando la sombra estuvo más cerca, pudo notar que se movía a trompicones, como si estuviera borracha. Se trataba de alguien extremadamente alto y delgado y a juzgar por el olor a sangre, no se encontraba en condiciones óptimas. Cuando vio que perdía pie y se caía de bruces al suelo, Shota salió precipitadamente de su escondite, a pesar de que el instinto le gritaba que fuera precavido y no se mostrara hasta no estar seguro de conocer la identidad de la persona misteriosa. De alguna forma intuía de quién se podía tratar.

—¡Nighteye! —fue la primera palabra que brotó de sus labios cuando reconoció al hombre que yacía frente a él—. ¿Estás bien?

—Estoy bien... —susurró con voz lastimera—. Pero... necesito atención médica… Tenéis que buscar a… Awata… ella…

—Me temo que ya la hemos encontrado, Mirai…

El Pro héroe se quedó callado, apretando los labios ante lo que supuso significaban las palabras de su antiguo amante. El profesor le ofreció su hombro para que se apoyara, facilitándole así un poco el movimiento. A pesar de eso, les costó dios y ayuda llegar a la enfermería, las piernas le temblaban y apenas tenía fuerza para sostenerse durante mucho más tiempo.

Cuando entraron, Recovery Girl estaba examinando el cuerpo de Bubble Girl, y su rostro parecía contrariado. Kan e Inui estaban en una esquina, tratando de no estorbar. Yaomomo permanecía junto a la enfermera, su rostro pálido, pero con la suficiente entereza como para tomar nota de lo que la mujer le dictaba.

—¡Pero… ¿qué ha ocurrido? —preguntó Shuzenji al ver llegar a Shota con Nighteye. Aizawa ayudó al héroe a subirse a una de las camillas.

Recovery Girl, dándose cuenta de qué era lo prioritario en ese momento, volvió a cubrir el cuerpo de Bubble Girl y se apresuró a examinar a Nighteye. Frunció el ceño, preocupada al ver todas las heridas que tenía.

—Yaoyorozu... necesito que me traigas los medicamentos que se encuentran en la primera balda de la gaveta de la izquierda —la muchacha asintió y se dirigió con premura al mueble—. Este hombre está muy mal. Hay muchas cosas que tenemos que curar.

Cuando Momo volvió, Shuzenji ya sabía cuáles eran las heridas de más gravedad. Aizawa se sentó en una silla apartándose para dejar que la enfermera y la alumna de primero hicieran su trabajo, mientras pensaba en cómo habría llegado Mirai hasta allí. Estaba claro que las barreras de la UA no se habían activado porque habían reconocido al Héroe Profesional, pero según estaba el hombre, el profesor dudaba que hubiera sido capaz de llegar hasta allí por su propio pie.

Hound Dog, ajeno a las preguntas que rondaban en la cabeza de su colega, se retiró para seguir con su ronda nocturna sabiendo que no debía comentar nada de lo que acababa de pasar hasta que la situación estuviera completamente bajo control.

Nadie se dio cuenta de la delgada silueta que se encontraba parada frente a la puerta de la enfermería, con los ojos abiertos de par en par. Tamaki había ido hasta allí para pedirle a Recovery Girl alguna pastilla para las náuseas. Estaba tan habituado a consumir medicamentos para su ansiedad y sus nervios que no se le había ocurrido otra solución al problema de Mirio. Evidentemente, no se había visto con la suficiente presencia de ánimo como para interrumpir lo que estaba pasando allí dentro, así que, giró sobre sus talones y se alejó intentando hacer el menor ruido posible.

Cuando estimó que estaba lo suficientemente lejos, salió corriendo en dirección a los servicios. Necesitaba echarse agua en la cara para ver si así podía salir del estupor en el que se encontraba; después, trató de calmarse para pensar en una forma de solucionar el asunto que había dejado a medias dentro de uno de los cubículos del baño.

 

Notes:

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Chapter 16: EL MUNDO SE DERRUMBA

Notes:

Resumen: Durante la graduación de los alumnos de tercero, encuentran a Bubble Girl muerta y a Nighteye en muy mal estado en los alrededores de la UA.

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Domingo, 22 de marzo de 2020

Mirio se encontraba tirado en el suelo, con la cabeza colgando por el borde del inodoro de los baños comunes. Llevaba un buen rato vomitando todo lo que había ingerido horas antes. Se sentía atontado y todo giraba a su alrededor. Respiró profundamente tratando de llenar los pulmones de aire.

Sin poder aguantar más, el estudiante trató de incorporarse, pero lo único que logró fue irse de lado en dirección hacia el frío piso. Su cabeza estuvo a punto de chocar contra los azulejos, pero unos rápidos tentáculos lograron sostenerlo a tiempo.

—Pul... pito —susurró, mirándole con los ojos vidriosos.

—¿Te sientes mejor? —preguntó, aunque sabía que la pregunta era absurda. Mirio estaba tan mal como cuando lo había dejado—. Supongo que has bebido demasiado.

Tamaki se levantó y ayudó a Mirio a ponerse de pie. Lo abrazó mientras lo acompañaba hacia el lavabo para mojarle el rostro. El rubio movió la cabeza de un lado a otro, tratando de ahuyentar el molesto mareo. Se sintió mejor cuando Tamaki le puso una mano húmeda sobre el pelo, refrescándole la cabeza.

—Sácame de aquí... —le pidió con la voz ronca.

Tamaki asintió y lo tomó por la cintura para ayudarlo a mantener el equilibrio. Poco después lo depositaba con suavidad sobre su cama. El rubio permaneció acostado de lado con los ojos cerrados.

—Gracias... —susurró Mirio.

—Voy a quitarte el pantalón y la camisa. No creo que dormir con la ropa puesta sea muy cómodo —susurró Tamaki, mientras comenzaba a maniobrar con los botones de Mirio. El rubio no dijo nada, se dejó hacer. Estaba tan mal que no tenía ganas ni de bromear ni de usar su peculiaridad para facilitarle el trabajo, además, con semejante borrachera se arriesgaba a atravesar más que la ropa. Tamaki negó con la cabeza mientras se lamentaba mentalmente del estado en el que se encontraba el rubio—. No deberías haber bebido tanto. Casi te has acabado la botella de Hado.

Mirio permaneció callado, sin abrir los ojos. Tamaki fue a por la papelera que tenía en su cuarto, dejándosela a mano, por si acaso; después se puso el pijama y se acostó junto a él. En cuanto se hubo acomodado, lo abrazó.

—¿Cómo te sientes?

—Mal... —respondió Mirio mientras acercaba su rostro al de Tamaki para observarlo con fijeza. Podía estar borracho, pero no era tonto. Algo le pasaba al chico—. ¿Y tú?

—Bien. Yo no he bebido… alcohol —susurró, apartando la mirada.

—No me refiero a eso… y lo sabes —insistió Mirio con voz gangosa.

Tamaki se quedó callado. No creía que fuera el mejor momento para contarle lo que había visto en la enfermería, aunque, por otro lado, sabía que no era justo que le ocultara semejante información. Más que nada porque le concernía de primera mano.

—Por favor, Tamaki… pulpito… dime qué te pasa.

Después de unos instantes de silencio en los que el chico estuvo dándole vueltas al asunto, decidió que era mejor no mentirle a Mirio. Sabía que el rubio confiaba plenamente en él y no quería decepcionarle.

—En la enfermería… —comenzó, abrazándole con más fuerza—. Bubble Girl…

Mirio le observó con fijeza, de forma que parecía que se le había pasado la borrachera de golpe. Aguardó, sin querer interrumpir a Tamaki, aunque se temió lo peor. Ahora que lo pensaba, durante la ceremonia de graduación había estado tan centrado en su novio que no se había percatado de que no había visto ni a Awata ni a Nighteye en toda la noche.

—Ella… estaba en una de las camas. Envuelta completamente con una tela negra. Creo que… —se detuvo unos segundos, para coger fuerza—, estaba muerta.

Mirio se incorporó repentinamente, palideciendo ante aquella información. Observó a Tamaki con los ojos abiertos de par en par, deseando que el chico se hubiera equivocado.

—Nighteye estaba… en otra cama. Lo vi llegar por su propio pie —terminó, esperando que a Mirio le tranquilizara aquello—. Lo siento mucho —añadió, sentándose también, y acariciándole el rostro.

Mirio, con una expresión de completa incredulidad, hizo amago de levantarse de la cama, pero antes de que pudiera hacerlo, las náuseas lo sobrecogieron e inmediatamente tuvo que agarrar la papelera que Tamaki le había acercado, para vomitar violentamente. El chico de pelo índigo se levantó para ayudarlo y también para evitar que intentara salir de la habitación. Ahora no estaba en condiciones de hacer nada que no fuera descansar.

—Mirio —Tamaki habló de nuevo—. Sé que quieres ir. Sé que quieres asegurarte de que Nighteye está bien. Y entiendo que quieras ver a Bubble Girl, pero ahora no es el mejor momento. Por favor, prométeme que esperarás a que las cosas se hayan calmado un poco.

El rubio asintió, dejando la papelera a un lado y volviendo a acostarse. Tamaki se ausentó un momento para limpiar el estropicio, temeroso de que, al volver, Mirio se hubiera marchado. Afortunadamente, cuando regresó, se lo encontró tumbado en la cama, hecho un ovillo y limpiándose los ojos con el dorso de la mano. Se apresuró a acercarse a él y lo abrazó con fuerza, tratando de ofrecerle consuelo. Acababa de perder a su compañera y se había enterado de que su mentor estaba gravemente herido. Además, el exceso de alcohol seguramente tampoco ayudó con la situación. Tamaki podía entender perfectamente cómo se sentía. El corazón se le encogió mientras veía cómo sufría la persona que más amaba.

—No llores, Mirio... por favor.

—No puedo evitarlo... —el rubio refugió su rostro en el pecho de su pareja, quien no pudo hacer más que continuar abrazándolo—. ¿A ti no te duele? Han matado a Awata… y no era mucho mayor que nosotros.

—Sí, me duele —Tamaki acarició el rostro de Mirio mientras susurraba—, pero ahora tenemos que ser fuertes.

—¿Por qué? —preguntó Mirio, con la voz entrecortada.

—Porque me temo que esto es sólo el principio —murmuró Tamaki, sin poder evitar ponerse en lo peor, entonces negó con la cabeza y decidió cambiar el enfoque de su discurso—. Además, Nighteye necesitará todo nuestro apoyo mientras se recupera. Especialmente el tuyo.

Tamaki guardó silencio mientras se dejaba envolver por los musculosos brazos de su novio, quien se aferraba a él con fuerza. Le dio un beso en la mejilla, sabiendo que cuando se le pasase la borrachera, estaría mucho más calmado.

—Llora todo lo que necesites, Mirio —le dijo, apretando su agarre—. Cuando te sientas mejor, aquí estaré para ayudarte a levantarte.

―xXx―

Mientras Recovery Girl y Yaoyorozu se ocupaban de Nighteye, Kan tomó asiento junto a Aizawa, que se había quedado allí por si lo necesitaban.

—¿Cómo está? —preguntó el tutor de 1-A, que no había querido acercarse a las enfermeras por no molestarlas.

—Están terminando —comentó el hombre con cansancio en el rostro—. Shuzenji dice que está herido de gravedad, pero estable. Aunque le ha tratado las heridas de mayor importancia, aún le falta curar unas cuantas. Nighteye no está a rebosar de energía, como podrás imaginar, así que de momento ha hecho lo que ha podido.

Aizawa dirigió la vista hacia donde estaba el cuerpo de Bubble Girl, cubierto ahora con una sábana blanca. Cerró los ojos cuando recordó las condiciones en las que se encontraba el cadáver.

—Aizawa, Kan...

Los hombres se giraron al escuchar sus nombres de labios de la enfermera. Los dos pudieron percibir el tono de preocupación a través de su agotamiento.

—¿Sucede algo? —ambos se acercaron de inmediato. En ese momento, Momo estaba juntando todos los frascos vacíos.

—Hemos terminado, por fin —la mujer tapó a Nighteye y se aseguró de que estuviera cómodo. Después se quitó la bata y se acercó al lavabo mientras continuaba—. Ahora debe descansar. Con toda certeza no despertará hasta dentro de unas cuantas horas —hizo una pausa para quitarse los guantes y lavarse las manos y después continuó hablando—. Las lesiones más graves se encuentran en su espalda —ellos la miraron con atención—. Le he aplicado ungüentos para ayudarlo a cicatrizar más rápido, pero algunas de sus heridas han sido tan contundentes que podrían haberle afectado a la médula espinal.

Los dos profesores fruncieron el ceño al escuchar las últimas palabras de la enfermera.

—¿Se recuperará? —preguntó Kan.

—Las lesiones que tiene están fuera de mi competencia. Con mi peculiaridad no puedo hacer nada, pero con terapia hay probabilidades de que mejore. Aunque... —y en este punto miró con fijeza a los ojos de los dos profesores—, tendrá que ser muy perseverante, sólo así podrá volver a caminar. Y cuanto antes comience mejor será.

—Entiendo —Aizawa se pasó ambas manos por su cabello negro—. Mañana, a primera hora, hablaré con Midoriya y Togata.

Kan asintió ante la información recibida mientras se dirigía hacia la puerta acompañado por Shota. Éste, antes de marcharse, se giró hacia la enfermera.

—¿Necesitas que venga alguien a hacer guardia o a echarte una mano?

—Gracias, Aizawa, pero no será necesario —la mujer le tocó el hombro de manera afectuosa a su asistente—. Yaoyorozu y yo nos turnaremos durante toda la noche hasta que se despierte.

—Gracias a ti por todo —dijo el hombre ligeramente incómodo—. Por favor, os ruego máxima discreción.

—No te preocupes. Nadie sabrá que Nighteye está aquí.

Entonces, se despidió de ambas mujeres y se dirigió hacia su habitación, pensativo. Esperando poder hablar con Mirai más pronto que tarde.

―xXx―

Aizawa y Yamada estaban sentados en el sofá de la pequeña sala del primero, bebiendo sake. Ninguno de los dos tenía sueño a pesar de ser las tantas de la madrugada y habían preferido esperar juntos hasta la hora del desayuno. Yamada le había dicho que se retiraba a su habitación, pero Aizawa había insistido en que se quedara. Necesitaba tener cerca a su mejor amigo, pues con su presencia se sentía más calmado, después de lo que había tenido que presenciar en la enfermería.

—No tengo problemas en quedarme —le dijo Yamada, sirviéndose una segunda copa—. Pero si lo hago, creo que deberías decirme por qué estás molesto conmigo.

Aizawa suspiró mientras negaba con la cabeza, sintiéndose un poco cansado por la insistencia de su amigo. Le había preguntado aquello por lo menos tres veces en la misma noche y dadas las circunstancias no creía que aquello tuviese la más mínima relevancia.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no estoy enfadado contigo? —Aizawa se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro.

—Si no es conmigo, entonces es con otra persona—Yamada no parecía estar dispuesto a dejar el tema y eso provocó un bufido por parte de su mejor amigo—. ¿Me vas a decir qué te pasa o no?

Shota apartó el rostro. Estaba claro que Hizashi era capaz de interpretar a la perfección su estado de ánimo. Eso lo hizo sentirse vulnerable, lo que provocó que se sintiera más cabreado aún.

—Estoy... cansado. Eso es todo —el profesor se sirvió otro vaso mientras trataba de ordenar sus ideas. Sentía mucho tener que mentirle, porque en realidad sí estaba molesto. Y por muchas razones.

La primera era que aún no había reunido el valor necesario para confesarle a su mejor amigo lo que sentía. Se giró para mirarlo. El rubio estaba concentrado en juguetear con la copa mientras dejaba que el licor formara olas. Suspiró. Aunque ambos eran unos hombres hechos y derechos, su amigo no dejaba de mostrar esa parte infantil y alegre que era lo que había acabado enamorándolo. En el fondo, Yamada aún seguía siendo el joven inmaduro que había conocido en la UA. Razón de más para seguir callándose lo que sentía.

El segundo motivo era que Hagakure no había dejado de insistir con respecto a su invitación. Mientras bailaba con ella, obligado por el mismo Hizashi, le había vuelto a pedir que salieran juntos. Aizawa tuvo que decirle que no estaba interesado y la chica se había mostrado tan decepcionada que había hecho que se sintiera mal. Pero estaba claro que, a pesar de que el curso había terminado, la chica seguía siendo su alumna, por lo que independientemente de lo que él pensara, aquello no estaba permitido. Y una cosa era bailar una canción y otra muy diferente salir a cenar.

La tercera causa de su molestia había sido la dolorosa punzada de celos que había sentido al distinguir a lo lejos a su amigo, bailando con una chica y sonriéndole, al parecer muy a gusto mientras coqueteaba con ella de forma descarada. Eso había hecho que Aizawa se disculpara con su alumna al sentir la repentina necesidad de dirigirse hacia ellos y tomarlo del brazo para alejarlo de allí.

Pero mientras caminaba hacia él, los celos habían dado paso a la razón. Negando con la cabeza había decidido dar un largo paseo para calmarse y evitar hacer una locura.

Locura, como la que esos dos estaban haciendo, cuando al doblar por uno de los pasillos los había descubierto escondidos detrás de una columna.

Al principio no sabía quiénes eran. Había escuchado susurros y lo que parecían ser gemidos conforme se iba aproximando. Cuando había estado lo bastante cerca se había dado cuenta de que se trataba de un par de chicos. Por lo que caminó hacia allí, pensando en llamarle la atención a aquellos dos alumnos que habían decidido saltarse las normas.

Pero se quedó estático cuando de pronto un recuerdo lo golpeó. Hizashi y él de jóvenes, merodeando por los pasillos del colegio. Encontrándose con una pareja que estaba enrollándose. No pudo apartar de su mente la imagen de su amigo horrorizándose al ver que eran dos chicos. Cuando volvió al presente, tomó la decisión de no molestarlos hasta que no terminasen, por lo que apuró sus pasos y se ocultó tras unos pilares. Tal vez los regañase cuando fueran a regresar a la fiesta.

Se sorprendió enormemente cuando vio salir de detrás del muro a uno de los Tres Grandes: Mirio Togata. Incapaz de reaccionar, se mantuvo oculto mientras trataba de imaginar quién podría ser el chico que estaba con él. ¿Tal vez se tratase de Takeda? No tuvo que esperar mucho para averiguarlo.

Aizawa vio cómo el rubio le hacía señas a alguien y de inmediato aparecía la figura encorvada de otro joven a quien también reconoció de inmediato, aunque al principio se quedó con la boca abierta. Todo el mundo conocía al ansioso Amajiki y no era ningún secreto que tenía problemas para relacionarse con los demás. Pensó que era imposible que esos dos hubieran estado haciendo algo de ese calibre, hasta que los vio colocándose la ropa y tratando de arreglarse el despeinado pelo uno al otro, para después darse un acalorado beso.

Había dado un paso al frente, pensando en increparlos, cuando de pronto retrocedió. De nuevo volvió a tener un déjà vu. Repentinamente se había visto a sí mismo con Hizashi, cogidos de la mano y besándose… Encontró demasiadas similitudes entre los dos adolescentes y ellos. Excepto que su amor no era correspondido. Deseó con todas sus fuerzas haber podido tener lo que sus alumnos compartían. Cuando volvió en sí, los muchachos ya se habían marchado, así que negó con la cabeza y volvió por donde había venido, para encontrarse con lo que les había sucedido a Bubble Girl y Nighteye.

Ahora, en su cuarto, Shota apuró su bebida de un trago y se giró para mirar a su mejor amigo. Yamada se había quedado dormido en el sillón. Lo que no le extrañó después de todo el sake que se había bebido y las horas que eran. El profesor se acercó con sigilo y le quitó la copa vacía de la mano. Tratando de no despertarlo le subió las piernas al sillón y le quitó los zapatos para que estuviera más cómodo.

Después se acercó con cuidado y le retiró sus inseparables gafas de sol. Cuando fue a dejarlas sobre la mesa, una imagen de Mirai le nubló la mente. Tantas veces había hecho ese mismo gesto con él durante sus encuentros, cuando estaba realizando la pasantía en la agencia donde Sasaki trabajaba por aquel entonces…

Quería verle. Quería saber en qué condiciones se encontraba. Quería decirle que sentía mucho lo ocurrido. Quería hablar con él de tantas cosas.

Quería preguntarle si había sido feliz durante todos aquellos años. Si había logrado cumplir sus sueños. Quería decirle que siempre encontraría en él a un amigo y que podía contar con su apoyo.

Pero en vez de eso, se dio media vuelta y se quedó observando la figura del hombre que amaba desde hacía años. Se acercó y deslizó una mano por su cabello rubio, después se dirigió a un armario para coger una manta y arroparlo; cuando terminó, se fue a su habitación para tumbarse en la cama como siempre, solo.

―xXx―

Tamaki no podía dormirse. El haber estado cuidando de un Mirio primero borracho y después desconsolado había provocado que tuviera los nervios a flor de piel. El hecho de saber que Bubble Girl había muerto y que Nighteye no estaba en sus mejores condiciones, tampoco ayudaba. Después de dar otra vuelta en la cama abrazó con suavidad el musculoso cuerpo de Mirio y suspiró. Absorbió el aroma de sus cabellos despeinados, que se desparramaban sobre la almohada.

Movió su mano para posarla sobre su cintura, y cuando se sintió más cómodo cerró los ojos. Trataría de dormir unas cuantas horas. Mirio sintió el peso de la mano de Tamaki sobre él y se despertó, sus ojos azules abriéndose y encontrándose con los profundos ojos oscuros de su compañero.

—¿Qué hora es? —preguntó, somnoliento.

—Acaba de amanecer... —Tamaki le acarició la mejilla—. Deberías… seguir durmiendo.

Mirio no respondió, le devolvió el abrazo a Tamaki mientras éste bostezaba, con aspecto agotado.

—Creo que el que debería dormir eres tú —le dijo Mirio observando la expresión de cansancio que surcaba el rostro del chico de pelo índigo—. Apostaría lo que quieras a que no has pegado ojo.

—Cuando estoy nervioso me cuesta dormir —susurró, encogiéndose de hombros—. Pero no te preocupes. Cierra los ojos y duerme. Después de lo de ayer, te vendrá bien descansar.

—Me gustaría... —susurró Mirio, mientras sonreía de medio lado y se apretaba ligeramente contra Tamaki—. Pero…

Tamaki se sonrojó sin poder decir nada al sentir que el rubio atrapaba sus labios, sumergiéndoles a ambos en un beso profundo y lleno de sentimientos. Tamaki gimió con suavidad cuando sintió las hábiles manos de Mirio recorriendo todo su cuerpo por encima de su pijama, con calma, por si el otro se sentía incómodo y le pedía que parase, lo que no ocurrió.

Al contrario, Tamaki correspondió posando las manos sobre los anchos hombros de Mirio y deslizándolas con lentitud por sus fuertes brazos, sintiendo los músculos y la piel desnuda. Suspiró cuando los labios del rubio probaron el sabor de su cuello y recorrieron su mentón, haciéndole cosquillas.

Tamaki se rio con suavidad en el oído del rubio, haciendo que Mirio suspirara y se apretara más contra él. Éste no tardó en deshacerse de la camiseta que llevaba Tamaki, dejando al descubierto su pecho pálido e imberbe, las marcadas abdominales y su ombligo.

Excitado por la visión que se le presentaba, Mirio acercó los labios y besó cada centímetro de esa piel suave. Sintió los dedos de Tamaki enredándose en su pelo, suspirando y estremeciéndose, cuando uno de sus pezones fue absorbido y mordisqueado. Cerró los ojos cuando su otro pezón comenzó a recibir el mismo trato.

Mirio se dio el lujo de perderse por un momento en la suavidad de su estómago plano. Subiendo hasta el cuello y besándole de nuevo, deseando sentir su lengua cálida y firme explorando cada rincón de su boca. Pero eso no sucedió. Mirio volvió a intentarlo, pero Tamaki no se movió.

—¿Pulpito? —Mirio esperó una respuesta, pero con genuina sorpresa vio que el otro se había quedado dormido—. No puede ser...

Sonrió, incrédulo, mientras negaba y entonces, apoyó el rostro de Tamaki sobre su pecho y lo abrazó. El muchacho debía estar tan cansado que en cuanto había conseguido relajarse un poco bajo las atenciones de Mirio, los párpados se le habían cerrado y no había podido evitar dejarse llevar por el sueño.

—Bueno... —dijo en un susurro—. Supongo que tenemos todo el tiempo del mundo.

―xXx―

Yuyu abrió sus ojos marrones cuando sintió el calor del sol tocando su rostro. Se estiró, mientras se desperezaba y se giró para ver a la persona que estaba a su lado. Nejire estaba dormida, la cabeza apoyada sobre el hombro de la pelirroja y una de sus manos alrededor de su cintura.

Durante el baile de la noche anterior habían decidido romper las reglas y se habían metido en una clase que habían encontrado con la puerta abierta. Una vez dentro habían decidido aprovechar el tiempo y estuvieron haciendo el amor hasta que cayeron rendidas. Sí, podían haber ido a alguna de sus habitaciones, pero la emoción y la adrenalina que las embargó por hacerlo en un sitio prohibido no tenía ni punto de comparación.

Nejire se despertó cuando sintió la mano de su novia acariciarle el rostro. Después de darle un beso de buenos días se estiró como una gatita y al hacerlo Yuyu observó enamorada el bien formado cuerpo de su novia. Suspiró al sentirse afortunada de poder tenerla entre sus brazos.

Contemplaron la claridad del día a través de las ventanas en completo silencio, cada una disfrutando de la compañía de la otra. Hasta que la voz de Yuyu se dejó escuchar en la habitación.

—¿Te apetece desayunar algo?

—La verdad es que no sé ni qué hora es. ¿Quieres que nos vayamos?

—Claro que no. Me encanta estar aquí contigo —Yuyu la abrazó por la cintura y la acercó más—. Pero quería hablar con Togata antes de recoger todo y comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas.

—Es verdad... no lo hemos visto en toda la noche.

—Te imaginas dónde la ha pasado, ¿verdad? —comentó Yuyu mientras soltaba una risita—. Seguro que ya se ha acostado con Amajiki...

—¿Tú crees? —Nejire la miró con incredulidad.

—Fin de curso, algo de alcohol… lo atractivo que estaba Mirio… sí, creo que sí —afirmó Yuyu mientras deslizaba los dedos con suavidad por el brazo de su novia—. ¿Sabes? Nunca me imaginé que alguien como él se hiciera tanto de rogar. Con lo poca cosa que es y lo guapo que es Togata y el cuerpazo que tiene...

—Eh, eh, ¿cómo es posible que Amajiki te parezca poca cosa? —saltó Nejire frunciendo el ceño. Estaba segura de que su novia no estaba siendo objetiva—. A mí me parece bastante mono, ¿sabes? Que sea tan tímido y reservado le otorga cierto atractivo. Te dan ganas de abrazarlo y decirle que todo va a salir bien. ¿Y has visto sus orejas puntiagudas…?

—¡Oye...! —respondió Yuyu mirándola con las cejas alzadas—. ¿Desde cuándo te fijas tanto en él?

—¿No estarás celosa? —Nejire soltó una carcajada dejando el tema a un lado. No quería empezar una discusión por una tontería. Al fin y al cabo, ella sólo tenía intenciones románticas con las mujeres, especialmente con la pelirroja que tenía a su lado.

Yuyu la acarició con ternura y Nejire suspiró mientras le correspondía y se dejaba llevar. Sólo quería demostrarle que la amaba de la misma forma en la que Yuyu la amaba a ella. A partir de ese momento a ninguna le importó la hora. Mientras se besaban con pasión, Yuyu se olvidó del desayuno y de Mirio, y Nejire se olvidó hasta de su propio nombre.

 

Notes:

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Chapter 17: EL AMOR Y OTROS MALES

Notes:

Resumen: Probablemente Nighteye tenga que hacer rehabilitación si quiere volver a andar. Mirio se entera de lo que ha sucedido y Aizawa se plantea su vida.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Domingo, 22 de marzo de 2020

Shoto Todoroki estaba caminando por los pasillos de la UA. Esa mañana se había levantado muy temprano con la intención de ir a ver a Momo antes de bajar a desayunar. No habían hablado sobre qué iban a hacer ahora que había terminado el curso y no quería marcharse a casa sin resolver antes ese asunto con ella.

Al llegar a la habitación de la chica, se encontró con la sorpresa de que no estaba. Pensando que tal vez estaría en la enfermería, desvió su camino y se dirigió hacia allí. Cuando entró en la oficina de Recovery Girl halló a Momo sentada tras el escritorio de la enfermera, leyendo, con una expresión concentrada en el rostro. Se acercó a ella y la besó en la mejilla, sorprendiéndola.

—Hola... —la morena le devolvió el beso mientras cerraba el libro—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que habrías ido a desayunar con Iida y Midoriya.

—Fui a buscarte a tu habitación —respondió Todoroki, mientras se sentaba en una silla frente a ella y curioseaba el libro que Momo acababa de dejar—. Quería hablar contigo sobre lo que vamos a hacer cuando acaben las clases. ¿Vas a volver a casa?

—La verdad es que… había pensado irme de alquiler; además, he pedido permiso para quedarme aquí una semana más y así poder terminar mi formación con respecto al campo de la medicina, puesto que siento que todavía me quedan algunas cosas por aprender —la morena se quedó callada unos segundos, pensando en algo, entonces levantó la vista y lo miró con los ojos brillantes—. Por cierto… Shoto...

—¿Sí?

—No… nada —Momo se arrepintió en el último momento de lo que iba a decir.

Le hubiera gustado contarle lo de su posible embarazo, pero todavía no era algo seguro y no quería hablar más de la cuenta. Además, quería pedirle que se mudara con ella cuando encontrara un lugar donde vivir. Se imaginaba que tal cual estaban las cosas en su casa, Shoto no se lo pensaría dos veces. Y ella no quería vivir sola y tampoco se veía viviendo con sus padres mientras criaba a su hijo.

Si se iban a vivir juntos, esperarían con ilusión a que naciera el bebé y formarían la familia que siempre había soñado. Sabía que Shoto la amaba y que no pondría objeción a irse a vivir con ella. Y mucho menos cuando se enterase de que iban a ser padres.

Pero eso será después. Aún faltan unos días para saber si la pastilla ha funcionado o no. No le diré nada hasta entonces..., pensó.

—¿Tu turno aquí no debería haber terminado hace tiempo? —le preguntó Shoto con suavidad mientras acercaba su rostro al de Yaoyorozu.

—Sí, pero... —Momo se mordió el labio—, hubo una emergencia de madrugada.

—Ah, ¿sí? —Todoroki frunció el ceño, mirándola de forma interrogante—. ¿Algo grave?

—Bastante. Escucha... —Momo se puso de pie y cerró la puerta de la oficina—. Lo que te voy a decir es confidencial y no debe salir de aquí.

—¿De qué se trata? —preguntó el joven, mientras centraba toda su atención en la joven.

—Verás, anoche... trajeron el cuerpo de una heroína a la enfermería.

—¿Cómo? ¿En serio? ¿La conocías? —el habitualmente inexpresivo rostro de Shoto, se llenó de preocupación.

—Sólo de vista. Y tú también —ante la mirada interrogante de su pareja añadió—: se trataba de Bubble Girl, la compañera de Sir Nighteye. Midoriya está haciendo su pasantía en esa agencia.

Aturdido, el muchacho bajó la cabeza, mientras seguía escuchando la voz de Momo, que cada vez le parecía más lejana.

—La trajeron envuelta en una capa negra, con la cara cubierta por una de las manos de Shigaraki... Recovery Girl la estaba examinando cuando llegó Aizawa-sensei, prácticamente remolcando a Nighteye —Shoto seguía escuchándola sin pestañear—. Estaba muy maltrecho.

—¿Nighteye…? —Shoto sacudió la cabeza, sintiéndose bastante perturbado—. ¿También ha muerto?

—No. Recovery Girl y yo pudimos curar sus heridas. Pero... ha sufrido un trauma muy serio en la espalda y parece ser que no volverá a caminar durante una buena temporada. Pero ¿sabes? Creo que, si Aizawa-sensei no lo hubiera traído a tiempo, no habría contado con ello. Shoto... ¿estás bien?

Todo el mundo sabía que no tenía una buena relación con su padre, pero enterarse de que la Liga de los Villanos estaba tan activa, hasta el punto de matar a una heroína y casi acabar con alguien de la categoría de Nighteye, no le dejó buen sabor de boca. A pesar de lo mucho que lo odiaba no pudo evitar preocuparse por él y fruncir el ceño. Al igual que había habido un tiempo en el que All Might había estado en su punto de mira, temía que ahora fuese su padre quien ocupase ese puesto al haberse convertido en el actual nº 1.

—¿Vas a desayunar? ¿Por qué no me esperas y vamos juntos? No creo que Recovery Girl tarde en llegar.

Todoroki no tenía mucha hambre en ese preciso momento. Se sentía demasiado inquieto al pensar en la seguridad de su padre. Al fin y cabo, él desconocía el hecho de que la Liga sólo estaba interesada en Bakugo y Deku y que los que se encontraban bajo un peligro real eran precisamente los estudiantes y los profesores de la UA, puesto que Shigaraki planeaba atacar directamente a la academia.

El chico se acercó a Momo y le dio un beso, acarició su rostro y después de decirle que la quería se marchó. Ahora debía plantearse si sería prudente avisar a su padre de aquello o guardar silencio.

—Pero... —dijo Momo mientras veía cómo Todoroki se alejaba sin mirar atrás.

La joven se encogió de hombros y volvió a coger su libro, sorprendida ante el drástico cambio de actitud de su compañero, que se había marchado de repente sin darle ni una explicación. Después de un largo suspiro se dispuso a esperar la llegada de la enfermera para poder marcharse.

―xXx―

Aizawa abrió los ojos para encontrarse con la imagen más sugerente que había visto nunca. Yamada acababa de salir del baño después de darse una ducha y ahora se encontraba en su habitación con sólo una toalla rodeando su cintura y el cabello rubio todavía húmedo, cayéndole sobre los hombros.

—Bueno días —el hombre levantó una mano en señal de saludo—. Disculpa por abusar de tu confianza, pero me desperté en el sofá un poco sudado, tenía ganas de darme un agua para refrescarme y no me parecía bien marcharme sin avisarte.

El profesor sólo atinó a mover la cabeza mientras lo observaba caminar por el salón sin ningún pudor.

—¿Me prestarías algo de ropa limpia, Shota? Se me ha olvidado traerme un recambio —bromeó mientras le apuntaba con el dedo y le guiñaba un ojo.

El profesor le señaló una cómoda, evitando decir nada por si su voz ronca lo delataba. El calor que sentía en el bajo vientre lo hizo sentir incómodo. Hizashi, ajeno a lo que le estaba provocando a su amigo, se dirigió al mueble y comenzó a seleccionar prendas.

Aizawa permaneció sentado en la cama, la delgada sábana apenas cubriendo su creciente erección. Sin previo aviso, Yamada se quitó la toalla y entonces el profesor pudo apreciar en todo su esplendor ese cuerpo que durante años había deseado.

Recordaba el cuerpo del adolescente, delgado, pero tonificado y sin marcas. El cuerpo del hombre que tenía ahora enfrente era muy diferente. Sus músculos estaban mucho más desarrollados, aunque su cintura seguía siendo estrecha y su piel clara; tenía algunas cicatrices aquí y allá, pero no tantas como él. Sus ojos se desviaron hacia el trasero de su amigo, y sin poder evitarlo, se mordió el labio inferior.

—¿Piensas quedarte toda la mañana en la cama? —le preguntó Present Mic girándose hacia él cuando terminó de vestirse. Aizawa desvió la mirada justo a tiempo, antes de que el otro se diera cuenta del escrutinio al que lo estaba sometiendo—. Es hora de desayunar. Además, deberías hablar con Togata y con Midoriya.

—¿Por qué no… me esperas en la sala? —Shota se tapó aún más con la sábana—. Saldré en un momento.

—De acuerdo —Yamada salió de la habitación sin rechistar—. Pero date prisa. Me muero de hambre.

Shota suspiró aliviado mientras se levantaba y se dirigía al baño para abrir el grifo de agua fría, maldiciendo a su amigo por provocarlo de forma inconsciente.

—Y eso que no lo hace a propósito... —se dijo mientras temblaba bajo el chorro helado—. ¿Qué sería de mí si lo hiciera adrede?

―xXx―

Cuando Todoroki se había recompuesto de la información que Momo le había dado acerca de Bubble Girl y Nighteye, decidió volver a intentarlo con Bakugo. El hecho de saber que no se verían durante todas las vacaciones de primavera y que habían terminado peleados, lo carcomía por dentro. Necesitaba hacer las paces con él. No quería pasar tanto tiempo sin hablar con el rubio porque sabía que, si era así, cuando empezasen el siguiente curso escolar ya no tendría nada que hacer con él.

Cuando llegó a la puerta, lo alarmó escuchar un ruido de cristales al otro lado. Intentó abrirla, pero estaba cerrada por dentro, algo que no era habitual. Cuando el sonido se volvió a repetir junto con unas maldiciones, su preocupación aumentó. Si Bakugo no le abría la puerta por las buenas, utilizaría su peculiaridad.

—Katsuki... Bakugo, soy yo... Shoto... —los gritos al otro lado dejaron de escucharse—. ¿Estás bien?

—¿Qué mierda quieres, mitad-mitad? —aunque Bakugo no dejó de gritar, su voz se escuchó un poco más calmada que cuando había estado maldiciendo.

—Hablar contigo. ¿Puedo entrar?

—¿Para qué?

—Para hablar —Shoto se apoyó contra la puerta.

—Ya te lo he dicho como doscientas veces. No tenemos nada de qué hablar —el rubio siguió rompiendo diferentes clases de objetos al otro lado—. ¿Por qué no te vas con coletas y me dejas en paz?

—¿Sabes una cosa, Katsuki? —le preguntó Todoroki, pero no obtuvo respuesta—. En un rato me iré a casa y si no me dejas pasar entonces jamás podré responderte a la pregunta que me hiciste el otro día.

Shoto alzó las cejas cuando en lugar de volver a oír maldecir a Bakugo, escuchó el cerrojo de la puerta al descorrerse.

―xXx―

Mirio y Tamaki se despertaron cuando el sol se filtró a través de las persianas de la habitación de éste último para ir a impactar justo contra sus caras. Entornaron los ojos mientras se cambiaban de postura para quedar uno frente al otro. Ambos se abrazaron y se dieron un suave beso en los labios. Después de observarse durante unos instantes con miradas enamoradas y darse los buenos días, se levantaron para vestirse y bajar a desayunar.

Ambos caminaron hacia el comedor cogidos de la mano, aprovechando que a aquella hora los pasillos estaban desiertos.

—Menuda noche, ¿eh, pulpito? —dijo Mirio, dándole un beso en la mejilla a Tamaki mientras seguían avanzando por los corredores del colegio—. Seguro que comer algo me sienta bien. Para la próxima prefiero emborracharme sólo con tu amor.

Abochornado, Tamaki negó con la cabeza ante el último comentario de Mirio y le dio un golpecito juguetón en el hombro.

—Yo también tengo hambre —comentó, sonrojándose cuando su estómago rugió, corroborando lo que acababa de decir.

—Tal vez podríamos haber desayunado en tu habitación —dijo Mirio mientras movía sus manos entrelazadas de manera efusiva—. Apuesto a que, con tu peculiaridad, debes tener un poco de todo en esa mini nevera que tienes en un rincón, ¿eh?

—Sip... —le respondió mientras se echaba a un lado con los ojos como platos cuando vio que Mirio pretendía mordisquearle la oreja. ¡Allí en medio del pasillo!—, Miriooo —protestó.

—Chicos... —la voz de Present Mic los interrumpió. Completamente ruborizado, Tamaki se apartó de Mirio a toda prisa, soltándole la mano como si quemase, escondiéndose tras la silueta musculosa del rubio.

—¿Qué ocurre, Yamada-sensei? —preguntó el rubio, mientras se rascaba la nuca, ligeramente avergonzado por haber sido pillado mientras tonteaba con Tamaki.

—Deberíais ser un poco más discretos en lugares donde os pueda ver todo el mundo —les dijo el profesor con seriedad y Mirio frunció ligeramente en ceño, puesto que tampoco estaban haciendo nada malo—. Togata-kun, precisamente a ti te estaba buscando —añadió—. Aizawa quiere verte. Me ha dicho que te espera en media hora en su clase.

—Eh... de acuerdo. Gracias.

Cuando Yamada desapareció al doblar la esquina, Tamaki y Mirio se lanzaron una mirada interrogativa.

 —¿Crees que podríamos darnos unos cuantos besos en tu cama antes de que tenga que irme? —le preguntó Mirio de forma sugerente, subiendo y bajando las cejas— y tal vez también podrías darme algún tentempié de esos que guardas en tu neverita.

—Creo que tal vez deberías pasar primero por tu habitación para cambiarte. Supongo que no querrás tener que explicarle a Aizawa-sensei por qué llevas puesta la ropa de noche.

—Tienes razón —dijo Mirio encogiéndose de hombros— supongo que no pegaría mucho que me presentara a la reunión vestido con traje y corbata.

—Y quizás, ya de paso, también podrías darte una ducha —comentó Tamaki, tapándose la nariz de broma y moviendo una mano, como si quisiera alejar un aroma apestoso.

—¿Por qué no nos bañamos juntos? Así podrías ayudarme para que no se me olvide frotarme en ningún sitio —sugirió Mirio, guiñándole un ojo.

Tamaki sonrió ante su provocación y negó con la cabeza, poniendo los ojos en blanco. Entonces entró un momento en su cuarto para pillar algo de comer mientras Mirio se dirigía a su habitación para coger algo de ropa limpia.

Después, ambos fueron al baño y cuando el rubio se acercó a la ducha, repentinamente se dio la vuelta y se arrimó a Tamaki, agarrándole por los hombros y olisqueándole como si quisiera comprobar si olía bien. El chico de pelo índigo no podía para de reírse, mientras trataba de apartarlo. Mirio dirigió su nariz a sus axilas y después a su cuello, a su cabello y a su pecho. Mientras el otro se retorcía por culpa de las cosquillas y le pedía que parase.

—Vale, has pasado la prueba. Hueles rico —declaró el rubio, metiéndole la mano en el bolsillo y sacando la barrita de pulpo que Tamaki había cogido antes para él. Después se apartó, se la comió de un bocado y se metió en la ducha.

Cuando corrió la cortina, Tamaki se apoyó contra uno de los lavabos y esperó a que terminara, con una sonrisa tonta en el rostro.

—Estoy listo —le dijo Mirio diez minutos después, saliendo del cubículo completamente vestido. No quería hacer que Tamaki se sintiera incómodo y teniendo una reunión ahora con su profesor, no tenía sentido provocar una situación tensa.

Cuando Tamaki lo vio, se incorporó y lo abrazó mientras le acariciaba el pelo húmedo. Mirio estaba bastante atractivo así, con la piel un poco enrojecida por el agua caliente. Se estiró un poco y lo besó brevemente en los labios.

—¿Aizawa querrá hablarme de mi solicitud para ofrecerle apoyo con sus clases? —le preguntó.

—No creo —susurró Tamaki—. Eso ya te lo confirmó así que no viene a cuento que vuelva a sacar el tema ahora. Con toda seguridad se trata de lo que te conté anoche.

Mirio asintió, cayendo en la cuenta. Por un momento se le había olvidado lo que había sucedido. Su expresión se ensombreció.

—Tienes razón. No lo había pensado —dijo con pesadumbre—. ¿Quieres que demos una vuelta esta tarde?

—Por supuesto —respondió Tamaki—. ¿Te parece bien si nos vemos en la zona ajardinada que hay detrás del gimnasio?

Mirio volvió a asentir y mirando la hora le hizo un rápido gesto con la mano y salió pitando hacia el aula de Aizawa-sensei. Tamaki observó cómo se marchaba y después se dirigió a su habitación, a esperar ansioso a que llegara el momento de encontrarse de nuevo con el rubio.

―xXx―

—Hola, Togata-kun.

—Buenos días, chicas.

Mientras Mirio se dirigía hacia donde le habían dicho que le esperaba su profesor, se cruzó con sus dos amigas, que caminaban abrazadas por la cintura. Ambas pusieron cara de sorpresa al verlo.

—Eh, eh, Togata-kun. ¿Dónde has pasado la noche? Menudas ojeras tienes, ¿no has dormido bien?

—Eh... veamos… En la habitación de Tamaki y no —el muchacho miró a Nejire y bajó la voz—. Anoche pasó una cosa...

—¿Una cosa? ¡No me digas que Amajiki y tú al fin...! Por favor, dime que sí o perderé la apuesta con Nejire —le rogó la pelirroja, mientras lo miraba expectante. El rubio negó con la cabeza y Yuyu se golpeó la palma con un puño—. ¡Mierda! ¿Entonces?

—Ojalá hubiera sido eso, pero... —el muchacho hizo una pausa para mirar el reloj del móvil—. Por desgracia, no. Escuchad... no puedo contároslo aquí. Tengo que ir a ver a Aizawa-sensei. Cuando termine os escribo.

—¿Ha pasado algo malo? —le preguntó Nejire con expresión alarmada.

—Me temo que sí.

—Podemos hablar cuando vayamos camino a casa —sugirió Yuyu, encogiéndose de hombros.

—Ups, se me había olvidado comentaros que no creo que vuelva con vosotras —les dijo, dándose cuenta de que ellas no sabían nada sobre su decisión de quedarse allí durante las vacaciones para seguir entrenando.

—¿Y eso? ¿Por qué? —la pelirroja le observó con el ceño fruncido—. Ya no nos cuentas nada, Togata. Te estamos perdiendo.

—Luego hablamos —les dijo mientras se alejaba con una sonrisa en la boca—. ¡Que llego tarde! —exclamó y salió pitando hacia el aula donde estaban esperándole. Cuando llegó, antes de abrir la puerta, se apoyó sobre las rodillas e intentó calmarse, puesto que estaba sofocado a causa de la carrera que se había metido.

—Hola, Aizawa-sensei. ¡Midoriya! No esperaba encontrarte aquí.

—Adelante, Togata, toma asiento por favor —le dijo su profesor, señalando la silla que estaba al lado de la de Midoriya. El chico de pelo verde le sonrió mientras Mirio obedecía y se sentaba.

El hombre lo observó de pies a cabeza, evaluándolo. Mirio giró la cara a un lado para que no pudiera ver sus ojeras, prefería no tener que dar explicaciones al respecto. Entre los tres se hizo un pesado silencio, que se vio perturbado cuando Aizawa se decidió a soltar las malas noticias.

—Ayer la heroína Bubble Girl fue hallada muerta en los terrenos del colegio —dijo, mirando a ambos.

—¡¿Qué?! —exclamó Izuku, poniéndose de pie—. ¿Cómo es posible? ¿Está seguro?

Mirio se levantó y le puso una mano en el hombro. Entendía cómo debía sentirse. Hacía menos de veinticuatro horas que él mismo había experimentado ese mismo dolor. Midoriya le miró, con los ojos brillantes. Apretó la mano, intentando confortarle, aunque sabía que poco podía hacer en una situación como aquélla. Dirigió la vista hacia su profesor, mirándolo anhelante, necesitando que les dijera qué más había ocurrido. Puesto que sabía por Tamaki que no sólo habían encontrado a Awata.

—Desafortunadamente, estamos seguros de que se trata de ella. Si no, no estaríais aquí ahora mismo —continuó Aizawa, acercándose a los chicos—. También encontramos a Nighteye…

—No puede ser… —murmuró Izuku, desplomándose en su silla, temiéndose lo peor. Mirio miró al profesor con los ojos como platos, esperando que les dijera que el hombre se encontraba bien.

—Está vivo. No temáis por él —les dijo enseguida para tranquilizarlos—. Sus heridas no eran letales; aunque, por desgracia, parte de la columna vertebral se ha visto dañada y tardará en volver a caminar.

Mirio apretó un puño, sin poderse creer lo que estaba oyendo. ¿Nighteye no iba a poder andar en un tiempo? Debía ser un golpe bastante duro para el hombre, perder a Awata y haber terminado así.

—Pero… Aizawa-sensei, ¿qué es lo que ha pasado exactamente? —preguntó.

—La Liga de los Villanos —respondió, sin dar más detalles. Mirio pensó en insistir. En preguntarle qué había hecho la Liga con su compañera y su mentor. ¿Cómo habían llegado a ese punto? Pero después decidió quedarse callado. Lo que había pasado, en realidad, ya daba igual. No podían dar marcha atrás en el tiempo de ninguna manera. Y lo único que importaba ahora era Sir.

—¿Po… podemos verlo? —dijo Midoriya, que por fin pareció ser capaz de recobrar la compostura. A pesar de intentar mostrar entereza, Mirio pudo notar a través de la mano que tenía en su hombro, que el chico estaba temblando y sabía, por su voz, que no había podido evitar echarse a llorar.

—Ahora no es un buen momento, Midoriya —respondió Aizawa, negando con la cabeza—. Os avisaré cuando lo crea conveniente.

—Por favor… —intervino entonces Mirio—, si le ve, dígale que esperamos que se recupere pronto y que puede contar con nosotros. Para lo que haga falta.

—Descuida. Lo haré.

―xXx―

Bakugo se hallaba parado junto a la puerta mientras observaba a Todoroki. Éste se encontraba recogiendo algunos trozos de vidrio que estaban desperdigados por toda la habitación, volviéndola insegura y peligrosa.

En parte lo hacía porque le preocupaba que el rubio pudiera cometer alguna locura, aunque también lo estaba haciendo porque no quería enfrentarse a sus ojos rojos. No quería ver el rencor que le guardaba.

—¿Por qué no dejas eso y hablas de una vez? —le increpó Bakugo, perdiendo la paciencia; Shoto lo miró con preocupación—. No voy a esperar toda la vida.

El chico del pelo bicolor dejó lo que estaba haciendo y se acercó a él.

Todoroki cerró la distancia que había entre ellos, con la intención de abrazarlo. Bakugo intentó esquivarlo a la vez que soltaba una palabrota, pero Shoto fue más rápido y consiguió envolverlo entre sus brazos.

Ambos forcejearon, Bakugo tratando de soltarse mientras Todoroki lo estrechaba con más fuerza. Al final ambos acabaron cayéndose en la cama, el chico del pelo bicolor sobre él. Bakugo trató de apartarse, pero Shoto no se lo permitió. Al fin y al cabo, ambos tenían una constitución parecida y Todoroki tenía la ventaja de estar encima.

—Lo siento, Katsuki... —el rubio se quedó quieto mientras Shoto hablaba—. De verdad.

Hubo un momento de silencio, en el que ninguno de los dos se atrevió a hablar.

—No tardaré mucho en irme, pero antes de hacerlo, déjame que te diga que te quiero.

Bakugo lo miró a los ojos tratando de averiguar si lo que le estaba diciendo era verdad. Estaban tan cerca el uno del otro que Katsuki sólo tendría que levantar un poco el cuello para poder besarlo y que todo volviera a ser como siempre. Pero… no. No podía ceder. No sabía a qué juego estaba jugando Todoroki, pero él no era un peón al que pudiera manejar a su antojo y no pensaba volver a caer tan fácilmente.

—Si esa mierda no es una maldita mentira... entonces deja a Yaoyorozu.

Shoto le sostuvo la mirada.

—A ella también la quiero.

—No me jodas... —el rubio sacudió la cabeza—. ¿Cómo demonios...?

—Dame una oportunidad, Katsuki. Déjame demostrarte lo que soy capaz de darte... de daros a ambos.

Bakugo no se lo podía creer. ¿Cómo se atrevía aquel imbécil a ir hasta allí para seguir insistiendo en que estaba enamorado de los dos? Aquella declaración le dolió más de lo que estaba dispuesto a aceptar. Al fin y a cabo, él no era una persona que fuera demostrando sus sentimientos abiertamente, y había confiado en Todoroki, varias veces, y todas le había acabado decepcionando.

—¡No sé qué cojones haces aquí! —exclamó el muchacho mientras trataba de levantarse para alejarse de Todoroki. Cuando vio que el otro no se lo permitía, se enfureció—. ¡Apártate ahora mismo si no quieres que te vuele la cabeza, mitad-mitad! —explotó, mientras una nube de humo gris se formaba en sus palmas. El chico de pelo rojo y blanco se apartó, alzando las manos en señal de paz.

—Katsuki… Por favor… No me gusta verte así.

—¿Es que no me has oído? ¡Te he dicho que te vayas! —susurró con ira, mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano, de forma violenta—. ¡Y deja de llamarme así! ¡Joder!

Shoto trató de abrazarlo, pero esta vez Bakugo estaba preparado, así que, sin dudarlo, y aun con las mejillas húmedas, levantó una mano hacia su compañero y provocó una pequeña explosión que acercó peligrosamente a la cara del otro.

—Ni se te ocurra —siseó con voz amenazante.

Todoroki asintió, entendiendo que aquel no era un buen momento. Se dio media vuelta y cerró la puerta con suavidad, con el corazón encogido.

 

Notes:

Si me quieres seguir en Instagram donde estoy subiendo dibujos MiriTama, puedes encontrarme aquí Beyrus_art

Chapter 18: MOMENTOS QUE NO VOLVERÁN

Notes:

Resumen: Momo le cuenta a Shoto que quiere vivir de alquiler, pero no le dice nada del bebé. Aizawa informa a Deku y Mirio de lo que les ha sucedido a Nighteye y Bubble Girl. Shoto intenta recuperar a Bakugo, pero éste se hace el duro.

Chapter Text

Domingo, 22 de marzo de 2020

Mirio caminaba deprisa hacia la entrada principal de la UA, mientras observaba a sus compañeros marcharse para emprender sus nuevas vidas lejos del colegio. Cuando vio a sus amigas charlando en la puerta se acercó a ellas.

—Hola, Togata-kun —la pelirroja le dio un puñetazo juguetón en el hombro—. Creíamos que no nos ibas a pillar. Un minuto más y no nos encuentras.

—¡No tengo que encontrar lo que no he perdido! —exclamó el rubio sonriente, bromeando—. Me entretuve hablando con Aizawa-sensei y con Deku.

—Por cierto, ¿para qué quería verte el profesor? —le preguntó Nejire, curiosa—, ¿y por qué estaba también Midoriya?

—Porque quería contarnos lo que yo os quería decir a vosotras.

—¿Y qué es? —insistió la chica, botando sobre las puntas de los pies, ansiosa porque Mirio les contara lo que había pasado de una vez por todas.

El rubio miró para todos lados. Los estudiantes iban y venían formando un río interminable de gente. Todos corrían de un lado a otro, intentando despedirse de amigos y conocidos antes de salir y comenzar a disfrutar de las vacaciones de primavera.

—Lo siento chicas, pero... —respondió en voz baja mientras procuraba que nadie lo escuchara. Mina Ashido y Hanta Sero se acercaron en esos momentos para hablar con su kohai, Yuyu, quien los sonrió ampliamente—, aquí no.

—Dijiste que era algo grave —comentó Nejire mientras Mina y Hanta saludaban a los tres y se situaban al lado de Yuyu para hacerle varias preguntas, puesto que ambos estaban haciendo la pasantía en la misma agencia—. ¿Es algo relacionado con el hecho de que te quedes?

—Más o menos. Aunque no tiene que ver directamente conmigo.

—Togata-kun... —Nejire comenzó a ponerse nerviosa—. Prométenos que en cuanto puedas nos lo dirás. Y si pasa cualquier cosa, no dudes en avisarnos. Ya sabes que puedes contar con nosotras para lo que sea.

—Por supuesto que lo sé, Hado-chan —la abrazó mientras se despedía de ella.

Cuando Denki y Eijiro se acercaron a Mina y a Hanta, los cuatro chicos de primero se despidieron de los Tres Grandes y se alejaron charlando entre ellos mientras se reían de las tonterías que decía el rubio.

—No sé si es recomendable que Yaoyorozu esté en la enfermería —escucharon que decía Kaminari—. En lugar de curar, con esas curvas, va a hacer que a los enfermos les suba la fiebre.

—Que no te oiga Jiro —le dijo Mina, mientras negaba con la cabeza ante los comentarios de su compañero.

—Oye… no digas esas cosas de Yaomomo —protestó Hanta, dándole una colleja.

—¡Vaya! ¡Qué protector! —exclamó Eijiro.

—¡A Sero-kun le gusta Yaomomo! ¡A Sero-kun le gusta Yaomomo! —canturreó Mina, mientras comenzaba a dar vueltas alrededor de su amigo, que se había sonrojado.

Los Tres Grandes pusieron a la vez los ojos en blanco, observando cómo se alejaban los más jóvenes.

—Qué tiempos aquellos… —suspiró Mirio—. Cuando íbamos a primero, nosotros también éramos así, ¿verdad? —el rubio sonrió con añoranza y sus compañeras asintieron, mostrándose de acuerdo—. Bueno… Llegó el momento.

—Sí. Nos vemos, Togata-kun —le dijo entonces Yuyu, estrechando a su amigo en un cálido abrazo—. Aunque a mí no me engañas. Te quedas en la UA porque también se queda Amajiki, ¿eh?

—¡Me has pillado! —exclamó Mirio, rascándose la nuca—. En realidad, sí que se queda, pero ha sido pura casualidad. ¡Lo juro! —dijo guiñándolas un ojo—. Cuidaos mucho, chicas.

—Pues deberías aprovechar, Togata-kun ¿sabes? —le dijo Nejire alzando las cejas de forma insinuante—. ¿Nunca has pensado lo duro que es ser un héroe? Cada vez que sales a patrullar no sabes qué va a pasar. Un día estás aquí y mañana… Así que, si surge la oportunidad… ¡no la dejes escapar!

—¡Nejire, cariño, no te pongas tan melodramática! —exclamó Yuyu, dándole un golpecito en el hombro—. No le hagas caso, Togata-kun. Fíjate si es duro ser un héroe que yo todavía no sé ni qué voy a hacer con mi vida. Pero descuida, en cuanto lo averigüe te avisaré —le dijo, sonriéndole ampliamente.

—Seguro que tomarás la decisión correcta —murmuró Mirio mientras agitaba la mano y hacía caso omiso a los lúgubres comentarios de Nejire.

El rubio permaneció de pie en la entrada del colegio mucho después de que las siluetas de las chicas hubieran desaparecido en el horizonte. Iba a echar de menos los días de clase y los felices momentos que había pasado con ellas, pero la vida seguía y si quería convertirse en uno de los mejores héroes de Japón, debía seguir adelante.

―xXx―

—Te voy a echar de menos, Shoto...

—Y yo a ti, Momo —el chico le acarició la mejilla con ternura—. En cuanto pueda te mandaré un mensaje con mi dirección. Espero que me hagas alguna visita. Si te sirve de algo, mi padre nunca está en casa.

—No me importa que esté. Y descuida, en cuanto pueda me pasaré a verte —le dijo sonriéndole con ternura—. Te quiero…

—Yo también te quiero.

Todoroki tomó entre sus brazos el cuerpo de su pareja y la besó dulcemente. Yaoyorozu le acarició los mechones de color rojo y blanco y entonces se dio cuenta de que las lágrimas amenazaban con salir de esos ojos que tanto amaba.

—¿Estás llorando?

Todoroki no respondió. Sólo refugió su rostro en el cuello de la chica. Suspiró mientras dejaba que Momo siguiera acariciándole el pelo. Algún día encontraría el valor para decirle la verdad. Pero aún no era el momento.

—Debo irme...

Momo se soltó con lentitud del abrazo y mientras veía al muchacho alejarse de la entrada de la UA, no pudo evitar sentir una punzada de tristeza atravesando su corazón.

Cuando se quedó sola volvió a entrar al edificio donde estaban las habitaciones. Su guardia en la enfermería había terminado y quería dormir algunas horas.

―xXx―

—Buenos días, Shuzenji-san...

—Hola Aizawa —la enfermera dejó lo que estaba haciendo para recibir al profesor y al joven rubio que, titubeando, se había detenido en el marco de la puerta.

El hombre se había planteado decirle a Midoriya que se uniera a ellos, pero al final lo había descartado. El chico de pelo verde todavía era demasiado joven para presenciar algo así, además, él no tenía la misma relación con Nighteye y Bubble Girl que Mirio. Al fin y al cabo, su pasantía había durado solo medio año, no casi dos como para el rubio.

—Me imagino que venís a ver a Awata y Sasaki... —dijo la mujer y Shota asintió—. Por favor, seguidme —añadió mientras señalaba hacia una habitación.

Aizawa apretó el hombro de Mirio para instarlo a que se moviera. El muchacho suspiró mientras caminaba con lentitud detrás del profesor.

Después de abrir la puerta, la enfermera se apartó a un lado para que pudieran entrar. El rubio no pudo evitar cerrar los ojos cuando vio las condiciones en las que se encontraba su mentor. Un escalofrío le recorrió al imaginar las penurias por las que debía haber pasado. Maldijo a Shigaraki por eso.

—¿Tardará mucho en despertar? —preguntó Aizawa, aliviado al ver que su amigo tenía mejor aspecto que cuando lo había encontrado en los alrededores de la UA.

—Calculo que un par de horas o tres, a lo sumo —la mujer hizo una pausa y miró de forma interrogante al profesor—. Mientras tanto...

—Sí, claro —Shota se acercó a Mirio y le tocó el hombro—. ¿Quieres ver a Awata?

—Sí... —Mirio se alejó de la cama y tras una última mirada a Sir se dispuso a seguir a la enfermera.

Cuando entraron en la sala donde se encontraba la heroína, Mirio no pudo evitar frotarse los brazos, viendo cómo salía vaho de entre sus labios.

—¿Por qué hace tanto frío? —preguntó, temblando.

—Es para conservar el cuerpo —le explicó Aizawa.

—¿Podría estar... un momento a solas con ella? —preguntó Mirio, sintiéndose acongojado ante lo que se presentó frente a él. Awata era parte de su familia. Había pasado dos años trabajando con ella, hablando con ella, riéndose juntos. Contándose sus cosas mientras patrullaban o entrenaban y ahora…

—Lo siento mucho, Togata —dijo Recovery Girl palmeándole la espalda y retirándose.

—Tómate tu tiempo —dijo Shota cerrando la puerta tras de sí con sutileza. Mirio se quedó parado un instante en el sitio. Después se acercó poco a poco y contempló el rostro de la mujer con la que había trabajado codo con codo.

—Awata-san. Me has enseñado tanto… Jamás podré olvidar todo lo que hemos compartido. Siempre recordaré las veces que Sir te reprendió por no hacerlo reír o cuando te preparabas chistes antes de entrar en su despacho. Te voy a echar mucho de menos, a ti y a todos esos momentos que hemos vivido juntos y que ya nunca volverán —Mirio apretó un momento los párpados. No quería llorar. Quería esbozar una enorme sonrisa. Eso es lo que a Bubble Girl le habría gustado que hiciera. Así que se limpió los ojos con el dorso de la mano y sonrió, porque era lo que se merecía su compañera—. Seguiré adelante y haré que paguen aquéllos que se han atrevido a hacerte esto. Seguiré entrenando para convertirme en el mejor héroe y trataré de ser feliz, porque es lo que tú hubieras querido.

Mirio se alejó del cuerpo inerte de su compañera y amiga, se dio media vuelta y salió de la habitación, con los ojos brillantes, pero también con una sonrisa cegadora.

―xXx―

Los ojos amarillos de Mirai Sasaki se abrieron con desesperante lentitud. Al principio, no supo dónde se encontraba. Por puro instinto se puso en guardia y trató de incorporarse, pero hubo algo que se lo impidió. Cayó de espaldas sobre el colchón mientras profería un quejido. Al mismo tiempo, un dolor agudo lo recorrió de arriba abajo por toda la espina dorsal.

—Tranquilo, Sasaki... —la calmada voz de una mujer, junto con su mano posándose sobre su brazo, pareció apaciguarlo un poco—. All Might vendrá enseguida. Trata de no moverte mucho.

Mirai no entendió lo que la anciana le había dicho. Aún acostado, sentía que la habitación le daba vueltas. Cerró los ojos y trató de relajarse.

—¿Dónde... estoy? —preguntó con mucho esfuerzo. Sus labios estaban tan resecos que apenas podía hablar.

—Estás en la UA —Recovery Girl le acercó un vaso con agua y lo ayudó a levantar la cabeza mientras el Pro héroe bebía—. Estás a salvo.

—¿Awata...? —el hombre no recibió respuesta—. Tenemos que ir… a buscarla…

Chiyo estaba a punto de responder cuando alcanzó a escuchar la voz de Toshinori Yagi que acababa de llegar.

—Mirai... Por fin has despertado —Yagi entró en la habitación y se acercó a la cama—. ¿Cómo te sientes?

Por toda respuesta, el Pro héroe volvió a cerrar los ojos.

—Ahora vuelvo. Por favor, no le agotes demasiado —la enfermera salió del cuarto para buscar algunos medicamentos, dejando espacio a los dos hombres para que pudieran hablar con tranquilidad.

— Awata... Toshinori, tenéis que ir a por ella.

Yagi suspiró mientras se sentaba en el borde de la cama.

—Lo siento, Mirai... —le respondió, mirándolo a los ojos.

—¿Está...?

El profesor asintió.

Nighteye rompió el contacto visual, mientras apretaba los labios con fuerza. Un largo momento de silencio reinó en el lugar. Un silencio que All Might no se atrevió a romper.

—¿Cómo...? —el Pro héroe siguió mirando hacia otro lado, incapaz de ver la mirada de compasión del hombre que estaba junto a él. Se suponía que cuando te convertías en un héroe te preparaban para esta clase de situaciones, pero cuando se daban en la vida real, nadie podía sentirse listo para enfrentarse a algo así. Ni siquiera Nighteye estaba lo suficientemente disciplinado como para que el corazón no se le apretara al saber que había perdido a su compañera. Con la que había trabajado durante todos aquellos años.

—Alguien de la Liga dejó el cuerpo en las inmediaciones de la UA.

—Pero… —dijo Sasaki, mirándolo de forma inquisitiva.

—Imaginamos que podría haber sido Kurogiri a través de un portal. No hay muchas más opciones, porque si alguno de ellos hubiera puesto un pie en las zonas ajardinadas del colegio, los sensores lo habrían detectado y las barreras se habrían activado —All Might le puso una mano sobre el hombro. Éste no se movió—. Cuando lo descubrimos, ya no había nada que hacer.

El hombre trató de incorporarse, pero de nuevo algo se lo impidió. Se giró hacia su antiguo colega.

—¿Por qué no puedo... levantarme? —preguntó, pero Yagi guardó silencio—. ¿Toshinori?

El hombre enfrentó la mirada de su ex compañero. Si tenía que saberlo, mejor decírselo de una vez por todas. Aunque odiaba ser el portador de tan malas noticias.

—Las lesiones que te provocaron... —empezó Yagi y Sasaki lo miró sin comprender, pero guardó silencio—, han derivado en un traumatismo de la médula espinal... —esta vez el hombre sí lo entendió.

—¿No podré... volver a caminar?

— Shuzenji-san cree que sí. Pero necesitarás terapia y mucha perseverancia.

Sasaki desvió la vista y apretó las sábanas con tanta fuerza que sintió que podría desgarrarlas. Una mueca de frustración se dibujó en su cansado rostro mientras volvía a cerrar los ojos.

—¿Has hablado con Mirio? ¿Midoriya?

—Ambos están informados —suspiró Yagi.

—¿Cómo se lo han tomado?

—El joven Midoriya está un poco más afectado. Supongo que la edad tiene algo que ver. A Togata-kun se le ve más entero —All Might se quedó callado unos segundos, entonces volvió a hablar—. Sé que no es el momento más adecuado, pero nos vendría bien saber qué es lo que recuerdas de lo que sucedió.

Nighteye pudo intuir la incomodidad en la voz de su amigo. Aun así, no hizo ningún comentario al respecto y procedió a contarle todo lo que había pasado. Incluidos los dos nuevos miembros que había visto de la Liga de los Villanos y la peculiaridad de uno de ellos que, al parecer, podía hacer que te desvanecieras si te tocaba las sienes.

—Recovery Girl mencionó que te había hecho un reconocimiento exhaustivo y que actualmente no te encontrabas bajo el control de ninguna peculiaridad desconocida. Imagino que, de todas formas, su intención era deshacerse de ti.

—Eso me temo. Por suerte conseguí escapar, aunque tengo algunas lagunas al respecto de cómo lo logré —le dijo, puesto que recordaba haberse desmayado justo frente al cobertizo donde tenían la guarida los villanos y, después, como por arte de magia, había despertado en los alrededores de la UA.

—Entiendo que no sabes cuál es la peculiaridad del otro villano que viste, ¿verdad? El que tenía el cuerpo cubierto de pelo morado y cinco brazos.

—Nunca la utilizó delante de mí. Solo la chica de pelo turquesa y ropa negra. Aunque cuando nos atraparon, ningún villano pareció reaccionar a la peculiaridad de Bubble Girl. No sé si eso pueda tener algo que ver… —le dijo Sasaki con seriedad. De pronto se quedó callado y, después, con una mirada apesadumbrada, preguntó—: ¿Dónde está... Kaoruko?

—Aquí. En una habitación especial.

—Quiero verla...

—Espera un momento... —Yagi se levantó—. Le preguntaré a Recovery Girl si es conveniente que te muevas.

Sasaki no respondió. Sólo asintió y observó a su amigo salir de la habitación. Intentó mover las piernas, pero comprobó con frustración que no le obedecían. Lo intentó una y otra vez, sin ningún resultado. A cada intento, las punzadas en la espalda se iban volviendo más dolorosas. Con un suspiro, el hombre se rindió y esperó a que su ex colega volviera.

Recovery Girl y All Might no tardaron en regresar, arrastrando una silla de ruedas. Nighteye la miró con resignación, pero sabía que, por ahora, tendría que acostumbrarse. Yagi lo ayudó a bajar de la cama y a sentarse en ella.

Momentos después llegaban a la sala donde estaba el cuerpo de Bubble Girl e intuyendo que el Pro héroe querría estar a solas con ella, los otros dos se retiraron.

Y ahora Mirai se encontraba contemplando el lugar donde descansaba su compañera, con la que había luchado en innumerables batallas. Quien siempre había estado ahí para él. La chica tenía expresión de paz en el rostro y las magulladuras habían sido corregidas con maquillaje. No parecía que hubiera sido torturada hasta la muerte, pero él conocía la verdad. Aunque no había presenciado aquel fatal destino, sí había visto con su peculiaridad más de lo que hubiera querido. Gracias a eso había podido escapar, pero no podía evitar preguntarse si había merecido la pena. Seguramente pasarían muchas noches antes de que pudiera pegar ojo sin tener pesadillas. Mucho tiempo hasta que dejara de oír los gritos de agonía de su fiel compañera.

Parece dormida. Como si estuviera soñando... fue su primer pensamiento mientras acercaba la mano y la posaba sobre el rostro de piel azul. Lo acarició con lentitud mientras cerraba los ojos. A su memoria vinieron fragmentos de lo ocurrido la noche anterior, y no pudo evitar sentir una intensa ira inundándole.

—Sé que tenía que haberte protegido... era mi deber hacerlo —le susurró, apretando los dientes—. Perdóname por no haber sido lo bastante fuerte como para lograrlo. Perdóname... Kaoruko.

Una silenciosa lágrima se deslizó por la pálida mejilla de aquel hombre que casi siempre se mostraba impasible, excepto frente a unas pocas personas que habían sido capaces de verlo sonreír. Ahora, pasaría bastante tiempo hasta que volviera a hacerlo de forma genuina. El peso de la culpa hizo que los hombros se le hundieran.

—Pagarán por esto... —le prometió mientras seguía contemplando el rostro de su colega y amiga. Las manos temblando de la furia que lo embargaba. Volvió a cerrar los ojos para grabar a fuego en su mente la promesa que acababa de formular. Sabiendo que no descansaría hasta que no lograra cumplirla.

Asintió con determinación y giró la silla de ruedas para salir de allí. Pensando que no se dejaría derrotar con tanta facilidad. Se esforzaría al máximo para volver a retomar su vida y una vez que lo hiciera, la Liga de los Villanos desearía no haberle conocido nunca.

―xXx―

Mirio estaba sentado en el césped, con la lengua asomando entre los labios.

Mientras esperaba a Tamaki se había puesto a jugar al móvil, a un juego llamado Two Dots que le había recomendado Hado y le había parecido entretenido.

¿Tardará mucho?, se preguntó mientras sus ojos se dirigían hacia la parte superior de su teléfono para ver el reloj. Sólo han pasado unas horas desde que estuvimos juntos y ya lo echo de menos…

De pronto sintió que unos delgados, pero fuertes brazos lo envolvían con ternura.

—¿Llevas mucho tiempo aquí? —le preguntó Tamaki, mientras Mirio se giraba y le daba un beso en la mejilla. El otro chico se estremeció disfrutando de la cercanía del rubio.

—Sin ti… demasiado —le respondió mientras tiraba de Tamaki para que se sentara a su lado. El chico obedeció sin oponer resistencia, sonrojándose—. ¿Dónde estabas?

—La verdad es que no he parado. Estuve despidiéndome de Amori y después me encontré con un par de profesores —Mirio se movió ligeramente de forma que Tamaki estuviera entre sus piernas y después lo abrazó, besándole el cuello. Tamaki soltó una risilla, mientras se le ponía la piel de gallina—. ¿Y tú qué tal? Me dijeron que habías ido a ver a Nighteye.

—Así es. Pero estaba dormido, así que no pude hablar con él. Al parecer va a tener que hacer rehabilitación si quiere volver a caminar —dijo e intentó apartar los pensamientos negativos de su mente, hundiendo la nariz en el alborotado cabello de Tamaki, aspirando profundamente el olor a mora de su champú.

—Espero que cuando se entere se lo tome bien —dijo Tamaki, situando sus manos sobre las de Mirio—. Por lo menos los daños no son irreversibles.

—Es un luchador nato. Y un hombre muy pragmático. Sabe que hacer un drama no servirá de nada —le dijo el rubio—. Va a ser bastante duro, pero él lo es todavía más.

—¿Crees que podría estar planeando alguna especie de venganza?

—Seguro —suspiró Mirio—. Y no lo culpo. Si alguien se atreviera a hacer daño a las personas que más me importan... creo que yo también lo haría.

—Es comprensible —Tamaki apoyó la cabeza sobre el pecho de su pareja. Miró al cielo, donde una tonalidad rojiza anunciaba la llegada del ocaso—. Debe ser horrible perder a alguien tan cercano.

—Así es —susurró Mirio.

Ambos se quedaron un rato en silencio, disfrutando del abrazo. Tamaki dejándose envolver por el calor que emanaba del cuerpo de Mirio y éste embriagándose del aroma afrutado del otro.

—¿Sabes? En cierto modo, esta situación me recuerda un poco a cuando aquella villana, Nightmare, atacó a mi hermana... Pensé que jamás sería capaz de superarlo. Era muy pequeño y lo que sucedió me impresionó mucho. Pero con el paso del tiempo he conseguido verlo todo desde otra perspectiva mucho más positiva —se quedó callado y entonces se giró para mirar a Mirio.

La hermana de Tamaki siempre había sido un tema tabú. Nadie sabía nada excepto lo que habían visto durante uno de los exámenes que habían hecho cuando estaban en primero. Mirio se sintió afortunado porque el chico pensara que tenía la suficiente confianza con él como para hablar de aquello. Debía haber sido bastante duro para su hermana porque, aunque no había muerto, al final su destino había sido casi peor.

Por lo que Mirio tenía entendido, la que ahora era una mujer, había terminado con apenas catorce años en un centro de salud mental, incapaz de seguir adelante después de haber perdido todos sus recuerdos felices a causa de la peculiaridad de una villana que parecía una niña. A sus padres no les había quedado otra opción que internarla, puesto que vivía atormentada constantemente por todo lo malo que le había pasado hasta la fecha, incapaz de hablar de forma coherente con nadie de su entorno; de hecho, habían pasado varios años y después de un largo tratamiento con antidepresivos y otras sustancias, desafortunadamente, no habían notado apenas mejoría.

—Estoy seguro de que, si yo he podido, Nighteye también podrá superarlo —añadió.

—Entiendo lo que dices, Tamaki, pero... —Mirio sostuvo la barbilla del joven mientras seguía mirándolo—. Este caso es diferente. Bubble Girl está muerta, Sir tendrá que enterrarla y nosotros deberemos despedirnos de ella para siempre. Aquí no hay esperanza que valga. Awata no va a volver —Mirio le dio un suave beso en los labios—, por lo que siéntete afortunado. Tú todavía puedes recuperar a tu hermana.

—Su… supongo que… —tartamudeó Tamaki, sonrojándose y sintiéndose culpable por lo que había dicho—, no debería haber comparado…

Mirio lo besó, no quería escuchar cómo Tamaki se sentía mal por algo que no debía. No era lo que pretendía con el comentario que había hecho, sino todo lo contrario.

—No pasa nada, pulpito. No has hecho nada malo —le dijo con suavidad contra el oído. Tamaki sintió cómo se calentaba. Cuando Mirio lo estrechó con fuerza, una gran paz inundó su corazón—. Al revés, lo que quería decir es que tú no has perdido a tu hermana. Ella todavía sigue aquí.

Tamaki sonrió mientras se volvía a refugiar entre sus brazos, en la misma posición que se encontraban antes. Ya no hablaron, sólo permanecieron abrazados mientras contemplaban el atardecer.

Y mientras Mirio admiraba el ocaso en todo su esplendor, Tamaki no pudo dejar de pensar en las palabras que una vez le había dicho All Might. Su mayor apoyo en la UA hasta ahora.

El camino para convertirte en un buen héroe puede ser largo y doloroso. Pero si lo recorres junto a alguien, cada vez que tropieces y te caigas, levantarte será más fácil.

Era consciente de que aún tenía frente a él un viaje muy largo. Pero el ex Pro héroe había tenido razón. Realizarlo en compañía de Mirio resultaba mucho más sencillo.

 

Chapter 19: MALAS DECISIONES

Notes:

Resumen: Mirio y Nighteye se despiden del cuerpo de Bubble Girl y éste último se entera de que no puede caminar. Los alumnos se marchan a sus casas excepto algunos que han decidido quedarse en la UA para entrenar durante las vacaciones.

Chapter Text

Domingo, 22 de marzo de 2020

Aizawa se dirigió con sigilo hacia la enfermería y una vez dentro abrió con suavidad la puerta de la habitación de Nighteye. Avanzó hasta que pudo distinguir su rostro, iluminado con sutileza por la luz de la luna creciente que entraba por la ventana. Mirai permanecía con los ojos cerrados. Shota suspiró sin atreverse a acercarse a la cama por temor a despertarlo.

—¿Piensas quedarte ahí toda la noche? —soltó de pronto el héroe de gafas, provocando que Shota diera un respingo al escuchar la voz de quien creía dormido.

—No quería despertarte.

—No estaba durmiendo —Nighteye le hizo señas para que se acercara. Después de un segundo de duda, el profesor se acercó con cautela hasta quedar a un paso de la cama.

—Lamento mucho lo ocurrido... —susurró mientras posaba la mano sobre la del Pro héroe.

Mirai cerró los ojos al tiempo que apretaba la mano del hombre que estaba junto a él. Asintió aceptando sus condolencias.

—Mañana temprano será el sepelio. ¿Vendrás?

—Claro.

Aizawa acercó una silla para sentarse a su lado.

—Siento no haber venido antes... Supuse que querrías estar solo —le dijo y Mirai le sonrió con tristeza.

—Veo que a pesar de los años no has olvidado cómo soy —respondió mirándole con nostalgia, Shota no respondió—. Yo tampoco he olvidado cómo eres.

Hubo un largo momento de silencio. Como si con esas palabras, Sasaki hubiera abierto una ventana al pasado, haciendo que los recuerdos se asomaran a la memoria de cada uno. Aizawa negó con la cabeza.

—Ya no somos los mismos, Mirai... —el profesor se puso de pie y dejó que su vista se perdiera en el cielo nocturno—. Las cosas han cambiado.

—¿Tú has cambiado? —Sasaki no despegó su mirada de la figura de Aizawa, que contrastaba con la luz que entraba a través de la ventana.

—He crecido... he madurado —Shota se dio la vuelta para enfrentar los ojos amarillos del hombre que yacía en la cama—. Tú también.

—Tal vez... —murmuró Mirai y el profesor pudo distinguir pesar en el tono de voz de su ex amante—. Pero sin duda sigo tomando malas decisiones.

—Todos nos equivocamos —Shota volvió a acercarse—. Después de todo, somos humanos. Bueno... unos más que otros —hizo una pausa y después añadió—: será mejor que te deje descansar.

—¿Ya te vas?

—Sí. Bueno, yo... —el profesor hizo amago de dirigirse hacia la puerta, pero la voz de Mirai se lo impidió.

—¿Por qué no te quedas? —le preguntó y Aizawa lo miró, sorprendido—. Sólo un rato más.

Shota suspiró mientras volvía a sentarse en la silla.

—No me importa quedarme, pero deberías tratar de dormir.

Sasaki extendió su mano para que Aizawa se la tomara.

—¿Sabes que no puedo mover las piernas? —le dijo, apartando la vista. Shota apretó su mano con fuerza mientras respondía.

—Lo sé. Y también sé que te recuperarás si te lo propones.

—Tal vez, cuando vuelva a caminar... haga cosas que debería haber hecho antes.

—¿Cómo cuáles?

—Tendré una buena charla con Mirio y Midoriya, les contaré todo lo que quieran saber acerca de los héroes y me volcaré al máximo en entrenarlos y ayudarlos en lo que necesiten... hablaré con Toshinori y trataré de hacer las paces con él como corresponde —Shota sonrió—. Y con respecto a ti, supongo que te debo una cena... al fin y al cabo, me salvaste la vida.

—No hice nada más que traerte a la enfermería. Algo que habría hecho cualquier otra persona —respondió, encogiéndose de hombros.

Sasaki cerró los ojos mientras continuaba sosteniendo la mano de la persona que a pesar de tantos años aún seguía amando. Suspiró mientras recordaba los momentos que había pasado a su lado.

El sueño lo venció poco a poco. Shota siguió acariciando por un momento más la mano de quien alguna vez fuera su amante. Cuando se percató de que se había quedado dormido la depositó sobre su pecho y se levantó con cuidado para no despertarlo. Había quedado para cenar con Yamada y tenía que marcharse.

—Descansa, Mirai —susurró mientras cerraba la puerta sin mirar atrás.

―xXx―

Mirio se metió con sigilo entre las sábanas lilas de Tamaki, quien se hallaba sumido en un profundo sueño. El chico no había descansado demasiado bien durante los últimos días por todo lo que había estado sucediendo, y ya durante la cena había dado alguna que otra cabezada; por lo que en cuanto se había tumbado en la cama, había caído rendido.

No había cerrado la puerta con llave, intuyendo que en cuanto Mirio terminase de cenar, seguramente se ducharía e iría hasta allí para dormir con él, y no se equivocaba. El rubio pensó en atravesar la pared, pero sabiendo que aparecer desnudo en el cuarto de Tamaki podía ser demasiado para el otro chico, decidió probar primero de la forma tradicional. Una vez dentro, se acostó y se acurrucó junto a Tamaki hasta que estuvo pegado a su espalda, ambos tumbados de lado. Cuando se hubo acomodado, lo abrazó y escondió su rostro en la parte posterior de su cuello. La mano con la que le rodeaba la cintura ascendió hasta posarse sobre su pecho para quedarse ahí.

Mirio sonrió al sentir que su cuerpo se amoldaba a la perfección contra el de su compañero. Como si hubieran sido hechos el uno para el otro. Como si fueran almas gemelas en todos los sentidos, incluso en aquél.

Inhaló el embriagador olor de Tamaki, metiendo la nariz entre los mechones oscuros y largos, que en ese momento caían con libertad por toda la almohada. Le encantaba el olor del champú que utilizaba. Lo besó con dulzura, esparciendo varios besos por su cuero cabelludo.

Entonces no pudo evitar acordarse de lo que Nejire le había dicho. Lo arriesgado y duro que era ser héroe. Al fin y al cabo, consistía en jugarse la vida para salvar a los demás y se avecinaba una batalla contra Shigaraki en la que podía pasar cualquier cosa. Pero ellos no perderían. No permitiría que Tamaki muriera a manos de la Liga de los Villanos y él tampoco lo iba a hacer. Iban a tener el resto de sus vidas para estar juntos.

Cerró los ojos mientras se pegaba más a él. Tamaki se movió ligeramente y Mirio se quedó quieto. No quería despertarlo a sabiendas que necesitaba un buen descanso. Tamaki suspiró en sueños mientras pronunciaba su nombre, para después seguir durmiendo. El rubio sonrió con suavidad y le deseó buenas noches en un susurro. A los pocos minutos él también se quedó dormido.

―xXx―

—... y entonces pensé: vamos, Hizashi, puede ser divertido..., pero cuál fue mi sorpresa cuando me comentó que quería presentarme a su familia. ¿Te imaginas? Entonces decidí hacer las maletas y salir pitando de allí lo más rápido posible… y así fue como volví a mi preciada soltería…

Aizawa sostenía una copa en su mano con la vista perdida. Oía sin escuchar la perorata de Yamada mientras rememoraba su reciente encuentro con Mirai. Esos últimos momentos junto a él le habían despertado muchos recuerdos que creía haber enterrado para siempre.

—Shota... —la voz de su amigo lo hizo emerger de sus pensamientos.

—¿Eh...? —Aizawa volvió a centrarse en Hizashi, en el fondo sintiéndose agradecido por haberse distraído durante un rato para no tener que escuchar sobre las conquistas del profesor de inglés—. ¿Y qué sucedió entonces?

Yamada se levantó del sillón para sentarse junto a Aizawa. Lo había notado ausente durante toda la cena y eso lo tenía preocupado.

—¿Todo bien? ¿Estás molesto por algo?

—¿Por qué me preguntas eso?

El rubio dejó su sake a un lado para observar los ojos negros de su amigo.

—Te conozco bien. Has estado muy distraído y ni te has terminado el vaso que te he servido. Estás perdiendo cualidades. Yo ya voy por el tercero… —le reclamó mientras señalaba la copa, casi llena, que su amigo aún sostenía en su mano—. ¿Estás pensando en lo que les ha ocurrido a Nighteye y Bubble Girl?

Aizawa se sintió alterado al escuchar aquello. Si el saberse un libro abierto para él ya era de por sí frustrante, que casi adivinara sus pensamientos rayaba en lo desesperante. Se puso de pie.

—¿Irás al sepelio de Awata-san? —le preguntó saliéndose por la tangente.

—¿Cuándo es?

—Mirai me ha comentado que será mañana a primera hora.

—¿Mirai? —Yamada lo miró con expresión interrogante, ligeramente sorprendido porque se refiriese al héroe por su nombre de pila—. ¿Cuándo has hablado con él?

—Hace unas horas... —Aizawa jugueteó con la copa que tenía en la mano—. Quería ver cómo se encontraba.

—No sabía que lo conocieras más allá de un par de reuniones y alguna que otra misión… —comentó Yamada, bebiéndose de un trago lo que le quedaba y sirviéndose una cuarta copa—. Teniendo en cuenta lo mucho que te gusta socializar… me sorprende que hayas ido a verlo.

—Creo que, después de haber coincidido con él en varias ocasiones, hubiera sido descortés por mi parte no hacerlo, especialmente estando tan cerca.

—¿Y lo de llamarle por su nombre de pila? —inquirió el rubio levantando una ceja.

Aizawa dejó el vaso casi intacto sobre la mesa mientras se ponía de pie, haciendo caso omiso a la pregunta.

—¿Ya te vas?

—Es tarde —respondió, acercándose a la puerta—. Y mañana quiero levantarme pronto.

—Pero... ni siquiera te has terminado el sake —Yamada lo miró con tristeza—. Te has vuelto a enfadar conmigo... ¿verdad? ¿He sido demasiado impertinente?

Aizawa miró a su amigo con fijeza. No le pasó inadvertida su expresión y no pudo evitar acercarse a él. Lo abrazó con fuerza mientras el profesor de inglés apoyaba la barbilla sobre su hombro, abrazándolo también.

—No estoy enfadado contigo, Hizashi —susurró entonces Aizawa.

Yamada se alegró al oír aquella declaración y sin pensárselo dos veces lo besó en la mejilla, sin soltarse del abrazo.

—¡Me quitas un peso de encima! —murmuró con sinceridad.

Aizawa no supo muy bien qué demonios fue lo que le pasó, pero cerró los ojos mientras disfrutaba de aquel gesto. Apretó más el abrazo en el que tenía preso a Yamada y rozó la nariz contra su rostro, al tiempo que unía sus labios a los suyos para rozarlos con suavidad.

Fue un beso ligero, fugaz, pero no dejó indiferente al que lo recibió. Aunque era difícil percibirlo a través de las gafas que llevaba Yamada, sus ojos estaban abiertos de par en par, en genuina sorpresa. Aizawa se separó rápidamente, asustado por su atrevimiento. Siendo consciente repentinamente de lo que acababa de hacer, le soltó de inmediato y antes de que el rubio reaccionase, salió pitando.

Yamada se quedó paralizado, incapaz de reaccionar. Cuando lo hizo frunció el ceño mientras observaba el lugar donde su amigo había estado unos segundos antes.

―xXx―

Aizawa entró precipitadamente en su habitación y estuvo a punto de tropezarse con su saco de dormir amarillo que estaba tirado en el suelo. No recordaba qué hacía ahí, pero ahora no era momento de pensar en eso. Intentó calmarse y se preparó por si Yamada se presentaba allí, furioso por lo que había hecho. El profesor apenas era consciente de que estaba respirando de forma agitada y estaba sudando.

¿Cómo he podido ser tan idiota?, se preguntó mientras miraba con fijeza hacia la puerta, esperando que su amigo la golpeara de un momento a otro. Y así fue. Pero los golpes no fueron tan intensos como había esperado. Cuando no recibió respuesta, oyó un sonido sordo y Aizawa pensó que tal vez su amigo se había recostado contra la puerta. En realidad, no estaba cerrada, pero imaginó que Yamada no querría entrar sin permiso.

—¿Shota? —dijo el rubio desde el otro lado; el profesor no se atrevió a contestar—. ¿Estás bien?

La pregunta hizo que Aizawa frunciera el ceño, confundido.

—Estoy bien, Hizashi...

—Menos mal... —suspiró el rubio. Aizawa no tenía ni idea de lo que estaba pasando por la mente de su amigo, pero su comportamiento lo dejó bastante desconcertado—. Desapareciste tan rápido que por un momento pensé que te habías evaporado —bromeó, soltando una carcajada.

Aizawa casi se cayó de culo al escuchar la risa tan abierta de Yamada. Parpadeó varias veces para comprobar que estaba despierto. ¿Le acababa de besar y así era como reaccionaba? ¿Desde cuando su amigo era tan tolerante? ¿Qué demonios estaba pasando?

—¿Shota? ¿Me estás escuchando?

—Eh... sí, Hizashi. Te estoy escuchando —confundido, se rascó la cabeza—. ¿No estás molesto conmigo?

—¿Molesto? ¿Yo? ¿Por qué?

—Bueno... eh... —suspiró—. Por lo de hace un segundo...

—¡Ah! ¿El beso? —al no recibir respuesta, Yamada siguió hablando—. No. No estoy molesto —Aizawa sintió una gran alegría inundar su pecho. No se lo podía creer. ¿No le había molestado que lo besara? ¿Acaso eso significaba que Hizashi…?—, fue culpa mía. Supongo que ibas a besarme en la mejilla, pero me giré y bueno... un accidente lo tiene cualquiera.

Un accidente.

—Ya... —Aizawa sintió que toda su alegría se desvanecía como si hubiera estado contenida dentro de un globo que acabase de ser pinchado—. Será mejor que me vaya a descansar.

—De acuerdo —dijo Yamada a través de la puerta—. Buenas noches. Tal vez nos veamos mañana…

—Sí... tal vez —cuando escuchó los pasos alejarse, Aizawa se sintió como un niño que, después de haber anhelado durante mucho tiempo un dulce, se le caía de la mano antes de poder probarlo.

Alejándose de la puerta, se dirigió hacia el dormitorio desnudándose con lentitud, casi como si fuera un autómata. Cuando terminó se desplomó sobre la cama mientras recordaba lo que para él había sido un beso de verdad.

Para Hizashi sólo ha sido un accidente, pensó con tristeza mientras se pasaba la punta de los dedos sobre los labios. ¿Cómo he podido ser tan estúpido?

―xXx―

Lunes, 23 de marzo de 2020

—Entonces... ¿esto y lo que le ocurrió a Nighteye era lo que no pudiste contarnos cuando nos despedimos en la entrada de la UA?

—Así es, Hado-chan.

—¿Tendrá alguna relación con lo que pasó el día de la graduación? Lo de Aizawa-sensei pidiendo voluntarios para ayudar a los héroes en el caso de que hubiera algún ataque por parte de la Liga —dijo Nejire, dándole vueltas al asunto.

—Probablemente lo que ha ocurrido significa que Shigaraki se ha puesto en marcha y que no tenemos mucho margen hasta que decían actuar —respondió Mirio y sus amigas asintieron.

Nejire, Yuyu y Mirio se habían reencontrado en el funeral de Bubble Girl.

Después del sepelio, Sasaki había organizado una comida en los jardines de la academia, con el permiso de Nezu, y los Tres Grandes se habían dirigido a una pequeña mesa para cuatro que estaba algo apartada del resto de gente. Tamaki estaba en otra mesa, con Fat Gum y Kirishima.

—Me imagino que habrá sido duro para Nighteye… que los retuvieran a ambos y que él lograra escapar, pero… —Yuyu apretó el brazo de su amigo mientras continuaba—. Supongo que para ti tampoco ha sido fácil, Togata-kun. Haber perdido a tu compañera y que tu mentor haya acabado así…

—Supones bien, Haya-chan —el rubio frunció el ceño—. Cada vez que pienso en Awata… o cuando veo cómo está Sir... la furia me consume por todo lo que esos monstruos nos han arrebatado.

Los tres guardaron silencio. Se giraron hacia la mesa donde estaba Sasaki sosteniendo una conversación con All Might mientras Centipeder y Aizawa se limitaban a escucharlos. Aún podía intuirse en sus ojos amarillos las secuelas del llanto, aunque el hombre era tan discreto que solo había llorado cuando creía que nadie lo veía.

—¿Qué crees que pasará ahora, Togata-kun? —le preguntó Nejire—. ¿Cerrará la agencia? ¿Contratará a otras dos personas para cubrir las bajas? ¿Te pondrá al cargo de forma provisional?

—No lo sé, Hado-chan. Pero supongo que Sir se esforzará al máximo por recuperarse cuanto antes y una vez que lo consiga querrá vengar la muerte de Awata. Sé que no se va a quedar de brazos cruzados.

Sus dos amigas asintieron, sabiendo que lo que decía Mirio era cierto. Nighteye haría todo lo posible por recuperar las riendas de su vida lo antes posible.

Se quedaron un rato en silencio, viendo cómo la gente se ponía de pie y empezaba a dispersarse.

—Creo que se acerca la hora de marcharnos —dijo Yuyu levantándose. Los otros dos la imitaron.

Mirio no pudo evitar observar cómo Tamaki también se levantaba par verse de pronto aplastado por un inmenso abrazo de Fat Gum, que abarcó al chico de pelo índigo y a Kirishima de una vez. Para la sorpresa de Mirio, Tamaki, en lugar de resistirse, pareció devolverle el abrazo, con una expresión apesadumbrada en el rostro. Después de despedirse de Sir, Kirishima y Tamaki se dirigieron hacia los edificios de la UA y el BMI héroe, caminó con su bamboleante cuerpo hacia la salida.

—Supongo que vuelves a la academia —Yuyu se dio cuenta de que los ojos de Mirio no se habían despegado de Tamaki hasta que éste no había desaparecido por una de las grandes puertas del edificio que daba a las habitaciones.

—Así es —dijo mientras dirigía la vista hacia Aizawa, quien estaba aproximándose a ellos.

—Chicos, es hora de irnos. Se ha hecho algo tarde —les dijo al darles alcance; los tres asintieron y, después de darle a Mirio un abrazo de despedida, las dos muchachas se alejaron, cogidas de la mano.

Cuando sus siluetas se perdieron, Mirio se volvió hacia su profesor.

—¿Present Mic no ha venido?

—Nop —le respondió Aizawa, y a pesar de que intentó controlar su expresión, la pequeña arruga que se formó en su entrecejo, lo delató.

—¿Te ha molestado que no viniera?

—Supongo que es más complicado que eso —murmuró Shota, apartando la mirada.

—¿Puedo saber a qué se refiere? —le preguntó Mirio, intrigado.

—Quizás algún día te lo cuente.

—Espero que no tarde mucho en contármelo —le dijo el chico mirándose el reloj y esbozando una sonrisa de oreja a oreja mientras ponía rumbo hacia el edificio de los dormitorios.

―xXx―

Mirai Sasaki observaba el despacho que durante cinco años había ocupado Kaoruko Awata. Quizás le dijera a Mirio que ocupara ese habitáculo ahora que se había quedado libre. Había que ser práctico y seguir adelante. Awata ya no estaba y haría lo que pudiera por vengarla, pero vivir de su recuerdo o llorarla eternamente no iba a traerla de vuelta.

—¿Sasaki? —la voz de All Might se dejó escuchar del otro lado de la puerta—. ¿Estás ahí?

—Adelante.

El ex héroe entró en la habitación para encontrarse a Nighteye observando los documentos que había dejado su compañera sobre su escritorio.

—¿Cómo sabías que estaría aquí? —le preguntó, dejando los papeles en su lugar.

—¿Dónde ibas a estar si no? —fue la respuesta de Yagi.

Acababan de dar de alta a su amigo y cuando había ido a visitarle a la enfermería y se había encontrado la cama vacía, no había tenido pruebas, pero tampoco dudas, sobre dónde podría encontrarlo.

Sasaki asintió mientras se acercaba al ventanal, pensativo.

— Toshinori...

—¿Si?

—¿Alguna vez te has enamorado?

La pregunta dejó al ex héroe profesional completamente descolocado. A pesar de haber sido compañeros, jamás habían tenido la confianza suficiente como para hablar de esos temas. Supuso que la muerte de Bubble Girl había sensibilizado a Mirai de alguna manera.

—Sí... —respondió con cautela.

—¿Sabes? Crecí con la firme convicción de que expresar los sentimientos hacía débiles a las personas. Mis padres me inculcaron esa creencia desde muy pequeño. Amar te hará previsible, me decían. Así que la primera vez que me di cuenta de que quería de verdad a alguien, guardé silencio.

—¿Y has cambiado de opinión?

—Mi afán por ser un buen héroe se interpuso en mi vida personal —dijo mientras observaba, a través de la ventana, a los transeúntes que caminaban por la acera—. Pero... si alguna vez tuviera la oportunidad de decirle a esa persona cuánto la quise… cuánto la quiero... entonces... supongo que no permitiría que mi carrera volviera a ser un obstáculo.

All Might frunció el ceño mientras observaba al Pro héroe. Nunca jamás había pensado que Mirai pudiera sentir algo así. Lo miró intrigado, preguntándose a quién se estaría refiriendo.

—Nunca es demasiado tarde —le dijo—. Y si la oportunidad que estás esperando no llega, créala.

Nighteye asintió y después de eso no volvieron a hablar más del tema. Cuando All Might se despidió de él y se marchó, después de asegurarse de que su amigo estaba bien, Sasaki cerró el despacho que en otros tiempos había ocupado su compañera y apoyando la silla de ruedas contra la puerta se llevó las manos a la cabeza, entrelazando los dedos entre su cabello verde y amarillo, y sintiéndose más vacío que nunca.

 

Chapter 20: PENUMBRA, DOLOR, MIEDO. AMOR

Notes:

Resumen: Aizawa besa a Yamada, pero éste se piensa que ha sido un accidente. Nighteye se plantea su vida y se arrepiente de no haberle dicho a Aizawa que lo amaba cuando tuvo oportunidad.

Chapter Text

Lunes, 23 de marzo de 2020

Tamaki caminaba deprisa hacia el gimnasio de la UA. Mirio le había mandado un mensaje para decirle que había quedado allí con Midoriya para entrenar un poco. Ambos se sentían frustrados por lo que le había sucedido a Bubble Girl y a su mentor, Nighteye, y necesitaban descargar un poco de adrenalina, aunque fuera luchando uno contra el otro.

El chico de pelo índigo no sabía por qué, pero se sentía intranquilo. Sabía que ambos eran bastante poderosos, pero tenía miedo de que a alguno se le fuera la mano y acabase empleando más fuerza de la necesaria. Al fin y al cabo, tanto Midoriya como Mirio tenían unas peculiaridades bastante potentes. Aunque esperaba que el rubio fuera lo suficientemente sensato como para controlar la situación, pero por si acaso, prefirió hacer acto de presencia y asegurarse de que todo iba bien, puesto que no podía olvidar que Mirio, a veces, era bastante imprudente.

Cuando se acercó a la puerta del edificio y oyó los gritos y los golpes, se dio cuenta de que probablemente ninguno de los dos se estaba conteniendo. Escuchó bloques de piedra desmoronarse, el suelo del gimnasio rechinar, mientras ambos se movían rápidamente de un lado para otro, esquivando y lanzando ataques, sin darse un respiro.

—Le pido demasiado... —se dijo negando con la cabeza cuando entró y los vio a ambos despeinados, ensangrentados y con la ropa de entrenamiento prácticamente hecha jirones.

Quiso llamarles la atención. Tal vez mover los brazos de un lado a otro para que se fijasen en él y se detuvieran, pero no fue capaz de encontrar la suficiente fuerza de voluntad como para hacerlo; no podía evitar sentirse incómodo cuando la gente se fijaba en él. Si se tratase sólo de Mirio tal vez entonces pudiera armarse del suficiente valor, pero también estaba Midoriya, al que apenas conocía. Cerró la puerta con brusquedad, pensando que tal vez de esa forma le verían y detendrían la pelea encarnizada en la que se encontraban inmersos.

Desafortunadamente su plan no salió cómo esperaba. Sólo Mirio dirigió la vista hacia la puerta del gimnasio que acababa de ser cerrada con fuerza. Abrió los ojos de par en par cuando se encontró a Tamaki apoyado contra ésta, el cual daba la sensación de estar conteniéndose para no ir a apoyar la frente contra la pared más cercana.

Mientras Mirio lo observaba, preguntándose si le habría pasado algo, Midoriya le lanzó una patada voladora al 20% de potencia que no fue capaz de esquivar, por haber desviado su atención. El chico de pelo verde se dio cuenta de ese detalle demasiado tarde, por lo que no pudo reducir la fuerza con la que le había lanzado el ataque, golpeándole de lleno en un lateral de la cabeza, sin darle la oportunidad de utilizar la permeación para traspasarle. Mirio salió volando hacia la izquierda por el impacto de la patada, chocándose contra una pared de piedra que estaba en un extremo del gimnasio para ayudar con el entrenamiento de algunas peculiaridades. Tamaki, que presenció todo aquello, se quedó un par de segundos con la boca abierta.

—¡Mirio! —gritó cuando se recompuso, mientras corría hacia él a toda prisa. Midoriya se quedó estático, sin ser capaz de reaccionar.

Jamás le había parecido tan largo ningún camino, ni tan eterno el tiempo que le tomó llegar hasta donde yacía el rubio, aparentemente inconsciente. Tamaki se arrodilló y le pasó un brazo por los hombros, incorporándolo un poco.

—¿Mirio? —Tamaki sabía que transportarlo hasta la enfermería sin saber si tenía alguna lesión, era una locura. Lo observó sin saber muy bien qué hacer, mientras Midoriya se acercaba con cautela—. Recovery Girl… —le dijo al más joven, esperando que le entendiera. El muchacho de pelo verde asintió y salió corriendo fuera del gimnasio. Tamaki apretó a Mirio contra su pecho, esperando que no fuera nada. Notó que el cuerpo del rubio se estremecía un poco bajo su agarre y le apartó ligeramente para poder mirarlo.

—Tama... —susurró Mirio mientras abría los ojos con lentitud. Una mueca de dolor cruzó sus facciones y entonces volvió a perder el sentido. El corazón de Tamaki se aceleró. Aunque se hubiera vuelto a desmayar, Mirio parecía ser consciente de su entorno y eso le dejó un poco más tranquilo.

—Aquí estoy... no te preocupes... —el joven acunó el musculoso cuerpo mientras le besaba el pelo, tomándolo con suavidad entre sus brazos—. Te pondrás bien, te lo aseguro —dijo, esperando no equivocarse.

―xXx―

Penumbra...

Sentía un gran vacío en su interior. Una absoluta negrura taladraba sus sentidos volviéndose, a medida que avanzaba el tiempo, una tortura insoportable. Trató de abrir los ojos sólo para descubrir que en realidad ya los tenía abiertos y que, por más que lo intentara, el mundo no dejaba de estar sumido en la más profunda oscuridad; como si de pronto hubiera perdido el control de su peculiaridad y estuviera cayendo en un pozo sin fondo.

Dolor...

Gritos de las personas que más quería. Un frío repentino lo envolvió provocando que su cuerpo temblara sin remedio. Visiones sobre cosas terribles y dolorosas desfilaron en procesión. Miembros desgarrados, sangre empapando el suelo. Lágrimas saladas derramándose por sus mejillas sin control, al presenciar el sufrimiento de aquellos que eran importantes para él; una intensa sensación de impotencia lo embargó al ver que no podía hacer nada para ayudarlos.

Miedo...

De pronto sintió dos zarpas sujetando su cabeza, una a cada lado. Trató de liberarse del doloroso agarre y lo único que consiguió fue que le doliera más todavía. El espacio vacío que quedó en su interior se convirtió en risas macabras y ojos centellantes llenos de odio y maldad. Toda la felicidad y los buenos recuerdos desaparecieron de un plumazo, dejando sólo angustia y miedo en su corazón. Destellos blanquecinos que hirieron su visión y lo hicieron volver a cerrar los ojos, sólo para encontrarse de nuevo con el vacío...

Amor...

El sonido de una amorosa voz hizo que el vacío desapareciera. Unas suaves manos acariciándole el rostro lograron que las garras que sujetaban su cabeza lo dejaran, haciendo que el dolor se alejara. El contacto de unos tibios labios contra su mejilla le devolvió el aliento y desvaneció el frío, y las imágenes dolorosas se fueron cuando unas luces brillantes de colores lo llenaron todo. Abrió los ojos y en lugar de oscuridad, se encontró con un ángel de pupilas moradas, velando su sueño. Siempre a su lado.

—Tamaki... —susurró, esbozando una tenue sonrisa.

Un agradable calor como el que nunca antes había sentido le devolvió el sentido. Volvió a cerrar los ojos. Ahora ya no existía la penumbra, ni el dolor, ni el miedo. Un sentimiento hermoso movió cada fibra de su ser y se sintió protegido. Seguro. Amado...

Entonces fue cuando supo que, a pesar del dolor y del sufrimiento, todo iba a salir bien.

―xXx―

—Ha despertado —dijo la enfermera mientras salía de la habitación donde descansaba Mirio.

Tamaki se acercó apresuradamente a Recovery Girl. Izuku también se aproximó, aunque se mantuvo a cierta distancia de la mujer, todavía sintiéndose culpable por lo que había sucedido.

—¿Cómo está? —preguntó inmediatamente el mayor.

—Sobrevivirá. La patada de Midoriya fue bastante fuerte. Hasta el punto de llegar a provocarle una conmoción cerebral, pero no os preocupéis. Ya sabéis que Togata es un hombre bastante resistente —la mujer caminó hacia el lugar donde estaba Mirio—. Me he encargado de lo más urgente, pero estaba completamente agotado y no he podido hacer mucho. Tendremos que esperar a que esté mejor para que pueda ponerme de nuevo con él.

Tamaki asintió, sintiéndose más calmado después de escuchar el diagnóstico de la enfermera. Izuku permaneció detrás de él, sin decir nada.

—¿Puedo verlo? —preguntó entonces el chico de pelo índigo, su mirada reflejando ansiedad.

—Sí, podéis pasar, pero antes debo advertiros que todavía no está del todo recuperado.

—¿Qué le pasa exactamente? —preguntó Tamaki.

—Con toda probabilidad, se sentirá mareado y débil durante un tiempo. Nada que no se cure con un descanso adecuado. Así que estad tranquilos.

Tanto Tamaki como Midoriya asintieron y mirándose mutuamente, entraron en la habitación.

―xXx―

Tamaki permaneció parado junto a la puerta mientras observaba a Izuku acercarse y saludar a Mirio. El rubio movió la cabeza mientras entrecerraba los ojos. Al parecer no se había dado cuenta de que él también estaba allí.

—Hola, Togata-senpai...

—Mi… Mido...

—Tranquilo, no hables —le dijo Izuku con los ojos brillantes. Se sentía demasiado culpable por lo que había sucedido, pero aquel no era el lugar adecuado para echarse a llorar, así que trató de contenerse—. Lo siento mucho. De verdad.

—No… fue tu... —susurró Mirio y tanto Izuku como Tamaki se dieron cuenta de que el sólo hecho de hablar lo fatigaba. El chico de pelo índigo se acercó para entrar en su campo de visión y una débil sonrisa se dibujó en los labios del rubio—. Ta… maki...

—Estoy aquí... —el joven se acercó y se sentó en la silla que había al lado de la cama—. No te esfuerces. Trata de descansar.

—¿Cuán... do...?

—¿Cuándo saldrás de aquí? —Tamaki completó la frase y el rubio asintió ligeramente—. Recovery Girl dijo que tenías que recuperar un poco de tu energía antes de poder curarte. Cuando te trajimos estabas completamente exhausto, así que supongo que tendrás que pasar aquí toda la noche.

—Solo… no.

—Veré qué puedo hacer... —le dijo Tamaki mirándole con ternura. Midoriya sintió que no pintaba mucho allí, así que le deseó a su senpai que se mejorara y volviéndose a disculpar por lo que había sucedido, salió de la habitación.

Tamaki asintió mientras observaba a Izuku retirarse. Apenas se hubo cerrado la puerta, abrazó con delicadeza el fuerte cuerpo de su pareja.

—Mirio... —Tamaki sintió el calor agradable que emanaba del otro chico y quiso estar junto a él para siempre—. Menudo susto me has dado —susurró.

Mirio levantó la mano para acariciar el rostro de Tamaki, pero la dejó caer a medio camino, sintiéndose sin fuerzas. Tamaki se dio cuenta y le cogió la mano para ponerla sobre su rostro. Mirio sonrió mientras le acariciaba. Paseó la punta de los dedos por su frente y siguió el arco de sus cejas y de sus ojos. Su dedo índice se posó sobre la punta de su nariz para seguir su camino por el contorno de sus labios. Tamaki aprovechó para cogerle la palma de la mano y besársela.

Ninguno de los dos habló. Sólo permanecieron mirándose en silencio al mismo tiempo que entrelazaban sus dedos. Tamaki se perdió en el abismo azul de sus ojos.

—Te... quie… ro... —dijo Mirio en un susurro sin darse cuenta de que era la primera vez que lo decía. Tamaki se sonrojó. No se esperaba semejante declaración de forma tan repentina y allí, en la enfermería.

—Yo también te quiero, Mirio... —le respondió después de unos segundos—. No te imaginas cuánto.

Entonces, armándose de valor, acercó los labios a los del rubio, quien se entregó por completo al beso. En ese preciso momento todo lo demás dejó de existir. Sólo eran ellos dos y sus bocas juntas, explorándose y deleitándose al sentir una lengua contra la otra, la sensación húmeda y caliente dejándolos sin aliento.

El beso terminó y ambos se separaron, casi sin respiración. Se rieron con nerviosismo al darse cuenta de dónde estaban y de lo que ocurriría si alguien entraba.

Tamaki se incorporó y mirándose el reloj le dijo al rubio que debía marcharse. Al fin y al cabo, Recovery Girl les había dicho que no cansasen demasiado a Mirio, puesto que ahora estaba convaleciente y, aunque quería quedarse, sabía que eso no le convenía a su pareja y no podía ser egoísta.

—¿Vendrás a… veme?

—Claro que sí —le dijo Tamaki, besándolo otra vez—. Trataré de escabullirme en cuanto tenga ocasión. Y me quedaré aquí contigo, aunque estés dormido.

Mirio sonrió y cerró los ojos. No quería ver cómo Tamaki salía por la puerta. Prefería imaginar que se quedaba allí sentado a su lado, velando por él hasta que el sueño lo llevase lejos.

―xXx―

En cuanto terminaron las visitas de los compañeros que se habían quedado a pasar las vacaciones en la academia y de los profesores que habían permanecido para velar por la seguridad de los alumnos, Mirio se sentó en la cama y se mantuvo así durante un rato, esperando a que se le pasara el mareo que sentía.

Midoriya le había dado una buena patada en la cabeza. Hacía mucho tiempo que no perdía el sentido por un golpe. Había aprendido a controlar su peculiaridad a la perfección años atrás y desde ese momento, traspasaba cualquier impacto sin dificultad. Pero claro, había perdido la concentración al ver a Tamaki en la puerta del gimnasio y el golpe había sido inevitable. Afortunadamente, poco a poco se iba encontrando mejor y las náuseas y el malestar cada vez eran menos frecuentes.

—¿Te encuentras mejor? —le preguntó All Might asomando la cabeza por el marco de la puerta.

Mirio no solía hablar mucho con el profesor. Sabía que Sir y él habían tenido sus diferencias, pero nunca había ahondado en el asunto porque cuando había salido a colación se había dado cuenta de que Sasaki no se sentía especialmente cómodo hablando de ello. Por eso, con Yagi tenía una relación más bien cordial, así que le sorprendió que se pasara a verle cuando, al fin y al cabo, el golpe tampoco había sido para tanto.

—¡Lo suficiente como para salir de aquí! —exclamó con su energía característica, frunciendo el ceño inmediatamente cuando le sobrevino un pinchazo en la cabeza. Probablemente acabaría doliéndole más adelante, pero prefería sufrir la jaqueca en su propia habitación.

Al escuchar lo que había dicho, la enfermera entró y le dijo que podía marcharse si quería, pero que volviera inmediatamente si volvía a sentirse mal. Mirio asintió, alegrándose de poder salir de allí. No perdió el tiempo en recoger todo y recorrer el largo corredor que lo llevaría hasta su habitación, acompañado por All Might que había insistido en no dejarle solo, por si acaso.

Cansado, se apoyó contra una columna, todavía sintiéndose débil. Toshinori se acercó apresuradamente.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó alargando el brazo para sujetarle en caso de ser necesario, aunque con aquel cuerpo escuálido, no sabía si agarrar a Togata sería una buena decisión o si por el contrario acabarían ambos en el suelo. El chico era bastante corpulento y All Might no estaba en su mejor momento.

—Creo que no hará falta —respondió Mirio queriendo demostrar que estaba recuperado; el hombre asintió, pero se quedó detrás de él como medida preventiva.

Mirio observó el prolongado pasillo que debía recorrer. Estaba hecho polvo y se quedaba sin aire a cada paso que daba. Pero uno de los motivos por los que había llegado hasta allí era por su gran fuerza de voluntad, y esto mismo fue lo que lo empujó a seguir, sintiéndose aliviado cuando al fin llegó a la puerta.

El muchacho se dejó caer sobre la cama, agotado.

—¿Cómo te sientes, joven Togata? —le preguntó Toshinori, cerrando tras de sí y acercándose al estudiante.

—Mejor. Gracias. Sólo necesito algo de tiempo para volver a estar en forma.

All Might asintió y se despidió de Mirio justo cuando el estudiante cerraba los ojos, desfallecido.

Cuando oyó cerrarse la puerta, los ojos azules de Mirio volvieron a abrirse. Alargando la mano cogió el móvil que estaba en su mesita de noche, —probablemente Tamaki lo había dejado ahí después de llevarle a la enfermería—, y le mandó un mensaje.

Estoy en mi habitación. Para ti, la puerta siempre está abierta al igual que mi corazón.

Voy, fue la breve respuesta que recibió, aunque intuyó que Tamaki, seguramente, se habría puesto rojo al leer su mensaje.

No mucho tiempo después, Mirio vio cómo la puerta de su cuarto se abría con sigilo y una silueta entraba moviéndose con cuidado mientras trataba de acostumbrarse a la oscuridad del lugar.

—Tamaki... —susurró Mirio y su voz le sirvió como guía al otro chico, que se acercó lo suficiente como para darle un suave beso—. Gracias por venir.

—¿Tienes idea de lo que nos arriesgamos? —el estudiante se sentó en el borde de la cama, junto al rubio—. Como los profesores me pillen aquí, se liará una buena. Se supone que todavía estás convaleciente y deberías estar descansando.

—¿No es emocionante? —le preguntó Mirio con una amplia sonrisa. Tamaki lo consideró durante unos instantes y decidió que, en verdad, el rubio tenía razón. Era emocionante. Al fin y al cabo, ¿qué iban a hacer con ellos? ¿Expulsarles?

—Emocionante e innecesario... —se vio obligado a decir. En realidad, podían haber esperado al día siguiente para verse en lugar de exponerse a una posible reprimenda, pero bueno, ya estaba allí y no se iba a marchar—. ¿Cómo te sientes?

—Bien —el rubio se echó a un lado para hacerle hueco en la cama. El chico de pelo índigo lo miró alzando una ceja—. Por favor... contigo a mi lado me sentiré mejor.

Tamaki suspiró mientras se metía entre las sábanas, junto a él. Permanecieron en silencio unos momentos, ambos tumbados bocarriba, observando el techo.

—Mirio...

—¿Sabes? He estado con unos cuantos tíos antes de salir contigo —le dijo el rubio, interrumpiendo a Tamaki. El muchacho lo miró con atención. A pesar de no haber hablado de ese tema, Tamaki ya lo sabía. Al fin y al cabo, iban a clase juntos y no estaba ciego—. A algunos los quise para algo más que un simple rollo. Con otros no volví a quedar. Pero nunca había encontrado a alguien que me hiciera sentir lo que siento contigo.

Tamaki se quedó callado. Intuía que Mirio tenía algo más que añadir y no quería interrumpirlo.

—Cuando Midoriya me golpeó, antes de desmayarme, en lo único que pude pensar es en todas las cosas que quería decirte y no te he dicho y todas las cosas que quiero hacer contigo... y no he hecho. Queremos ser héroes. De hecho, ya lo somos. Y no sabemos cuándo nos puede pasar algo como lo que le sucedió a Awata. Así que no quiero guardarme durante más tiempo lo que siento. Te quiero, Tamaki.

Mirio guardó silencio y unos segundos después le dio un beso en la mejilla.

—Hay veces —dijo entonces Tamaki mirando todavía al techo—, que no es necesario decir nada. Con sólo mirarte a los ojos, mi corazón se llena de paz. Y eso es lo único que necesito para ser feliz —el chico se volvió para mirarle—. Ser héroe para mí significa arriesgar la vida por los demás y lo haré sin titubear porque es lo que quiero hacer. Pero en el caso de que no existiera un mañana para mí, no me arrepentiría de nada de lo que he hecho, porque siento que lo he tenido todo a tu lado.

Tamaki cerró los ojos para controlar su respiración agitada. No era bueno con las palabras, y soltar todo aquello le había costado más de lo que había pensado, pero era algo que Mirio merecía saber. El rubio lo abrazó con fuerza.

—¿Sabes? Siempre he tenido claro que lo que busco en esta vida no es una persona que vea lo bueno que hay en mí. Lo que busco, es una persona que vea lo malo y aun así me quiera. Y ése eres tú. Porque te has quedado a mi lado cuando he estado triste, cuando he actuado de forma imprudente o impulsiva. Cuando me he comportado como un crío.

—Todo eso forma parte de ti —susurró Tamaki, acariciándole el rostro—. Es lo que hace que seas Mirio.

El rubio sonrió y cerró los ojos, pegando su rostro al cuello de Tamaki. Respiró con intensidad para absorber el aroma de su piel. El chico tímido sintió el aliento del otro y se estremeció. Se aferró a él con fuerza, mientras Mirio le besaba con suavidad el cuello, sin poder resistir la tentación de probarlo con la punta de su lengua. Tamaki gimió mientras atraía el cuerpo del rubio hacia el suyo.

Mirio situó una mano sobre el pecho de Tamaki y la deslizó por sus marcadas abdominales, para acabar situándola sobre su cadera.

—Mirio... no es el momento... —dijo el chico de pelo índigo con la voz entrecortada, imaginando a dónde quería llegar.

—Lo sé, pero... por favor... tócame.

Tamaki le dio un beso en los labios y envolviéndolo con los brazos, introdujo una mano por la parte superior de su pijama y la subió por la espalda, deleitándose con la piel del rubio y sus tonificados músculos, llevándola hasta el omoplato.

—Eres muy suave... —susurró mientras movía la mano hacia la parte baja de la espalda de Mirio. Después de unos segundos, se armó de valor y se atrevió a moverla más abajo. Mirio gimió cuando la mano cubrió uno de sus glúteos. Tamaki no se detuvo mucho en ese sitio, puesto que le hacía sentir demasiado mortificado. Siguió acariciando lo que alcanzaba de piel, hasta encontrarse con su estómago y su pecho. Entonces se detuvo.

—¿Por qué... te detienes?

—Porque esto es… demasiado y… ahora debes descansar.

—Está bien —Mirio suspiró mientras dejaba que Tamaki le volviera a colocar el pijama.

—Es hora de que me vaya —dijo entonces, dándole un beso y bajándose de la cama—. Mañana nos vemos.

—Te quiero.

—Yo también.

Tamaki cubrió a Mirio con la sábana y caminó con sigilo hacia la puerta. La abrió y salió con la misma discreción con la que había entrado.

El rubio se quedó un momento más mirando hacia donde había estado su pareja unos segundos antes y no tardó en quedarse dormido debido al agotamiento que sentía.

Afuera, Tamaki se dirigió hacia su habitación. Sentándose en la cama mientras pensaba en lo que había estado hablando con Mirio.

En cierta forma, sentía que se habían sincerado el uno con el otro. Mirio seguramente sabía que él no había estado con nadie antes y aun así había decidido hablarle de las relaciones que había tenido. Y lo agradecía, porque quería saberlo todo de él.

Dejándose caer sobre el colchón, la cama le pareció demasiado grande después de haber pasado las últimas noches con Mirio; y la soledad pareció atenazarle con fuerza. A pesar de estar acostumbrado a estar solo la mayor parte del tiempo, ahora se sentía como nunca antes.

Comenzó a ponerse nervioso y trató de controlar su respiración para calmarse. ¿Cómo podía afectarle Mirio hasta ese punto? Cerró los ojos y se centró en el rubio, pensando en él, esperando que el sueño lo atrapara antes que el ataque de ansiedad que había comenzado de forma tan repentina.

Me has dado mucho más de lo que jamás creí que me daría nadie, pensó con ternura, abrazando la almohada de Mirio. Inhaló profundamente, llenándose las fosas nasales del olor del rubio. Y notó que sus nervios iban desapareciendo paulatinamente.

—Me esforzaré por darte todo lo que necesites… Por darte todo lo que soy y todo lo que tengo —susurró, apretando con fuerza la almohada entre sus brazos.

Momentos después se quedó dormido con una suave sonrisa en los labios.

 

Chapter 21: ROMANCES DEL PASADO Y EL PRESENTE

Notes:

Resumen: Midoriya y Mirio se enfrentan en un combate para tratar de dejar atrás su frustración por lo que les ha sucedido a Bubble Girl y a Nighteye, y Deku golpea por accidente a Mirio en la cabeza, haciendo que éste tenga que ser llevado a la enfermería. El rubio tiene unos extraños sueños que podrían ser premonitorios. Tamaki y él se declaran su amor por primera vez.

Chapter Text

Martes, 24 de marzo de 2020

Sentía la piel ardiendo. Un calor agradable lo recorrió de la cabeza a los pies y un cosquilleo placentero se instaló en cada poro de su cuerpo. Unas suaves manos recorrían cada centímetro que quedaba a la vista y hacían que su respiración y su corazón se acelerasen. Una caricia más íntima sobre su piel perlada de sudor lo hizo gemir un nombre sin querer.

—Ah... Tamaki...

La dulce boca del chico de pelo oscuro recorrió su cuello haciendo que su espalda se arquease y que sus manos se cerrasen en puños, apretando las sábanas. Su piel contra la suya y su mano ahora sobre la zona más sensible de su cuerpo arrancando un largo suspiro del rubio...

—Ah...

—Togata-senpai... ¿estás bien?

Mirio se despertó con el gemido aún saliendo de sus labios. Midoriya se encontraba de pie junto a su cama, con el ceño fruncido por la preocupación.

—¿Te duele algo?

El muchacho tardó unos segundos en reaccionar a la pregunta. Movió la cabeza de un lado a otro tratando de alejar las imágenes de aquel sueño, frescas aún en su mente, y que tenían a Tamaki y a él como protagonistas.

—Sí... estoy bien —susurró, sintiéndose un poco confundido. Esto debió reflejarse en su semblante, porque enseguida Izuku se apresuró a explicar por qué estaba allí, mientras se retorcía las manos, nervioso.

—Quería venir a ver cómo estabas, Togata-senpai —le dijo—. Llamé varias veces a la puerta y como no respondías estaba a punto de marcharme, pero entonces te oí gemir y pensé que quizás estabas sintiendo dolor. Por eso entré apresuradamente, pero… ahora parece que estás bien, así que… de todas formas, puedo quedarme aquí un rato si quieres —comentó mientras se sentaba—, y velar tu sueño, por si te duele algo o necesitas que te ayude o por si tienes una pesadilla…

—No hace falta, Midoriya —lo interrumpió Mirio.

—En realidad… me gustaría hacerlo, Togata-senpai, por favor —dijo Izuku, poniéndose momentáneamente de pie, sólo para poder inclinarse hacia delante.

Mirio asintió, sin saber muy bien cómo negarse. Sabía que el chico se sentía culpable por lo que había pasado y que aquélla era la forma que tenía de compensarle, aunque no necesitaba que lo hiciera; de hecho, prefería estar solo. Miró hacia la ventana y aunque todavía estaba oscuro, no tenía sueño. Sin decirle nada más a Midoriya trató de acomodarse bajo las sábanas sólo para darse cuenta de la erección que tenía.

Genial. ¿Y ahora qué hago...?, se preguntó mientras miraba de reojo al otro chico. Sabía que, si iba al baño, era posible que Deku insistiera en acompañarlo por lo que eso no era una opción. Se recostó de lado y se pasó un brazo por debajo de la cabeza. Suspiró mientras recordaba el sueño tan vívido que había tenido. ¿Será así de excitante hacer el amor con él?, se preguntó mientras recordaba las manos de Tamaki sobre su cuerpo. Rememorando inmediatamente después lo que había pasado detrás de aquella columna, el día de la graduación.

Tamaki le había sorprendido al no mostrarse tan tímido como de costumbre. Y eso que Mirio estaba seguro de que para el otro chico aquello había sido lo más íntimo que había hecho con alguien en su vida. Probablemente había sido la primera vez que había sostenido en su mano una polla que no fuera la suya. Sonrojándose ante aquello, negó con la cabeza e intentó centrar la mente en otra clase de pensamientos.

Minutos más tarde, mientras pensaba en cosas mundanas y aburridas, se quedó dormido, no sin antes susurrar el nombre de la persona que más quería.

―xXx―

—¿Puedes andar solo?

—Sí, Hado-chan. En realidad, no ha sido para tanto. Creo que todos estáis exagerando un poco.

Mirio caminaba con sus amigas por los pasillos del colegio. Esa misma mañana las chicas lo habían despertado, abalanzándose sobre él para envolverlo en un estrecho abrazo. Ambas soltaron un suspiro de alivio cuando vieron que no estaba tan mal. El profesor All Might les había mandado un mensaje para informarlas del accidente y las muchachas no habían tardado en aparecer por allí en cuanto habían podido.

—¿Ya te dieron el alta? ¿Cuánto tiempo has pasado en la enfermería? ¿Dolió mucho la patada de Midoriya? ¿Ya lo sabe Amajiki-kun? —soltó Nejire del tirón.

—Sí, unas horas, no me acuerdo, pero supongo que sí y por supuesto.

—Creo que has tenido mucha suerte, Togata-kun —le dijo Yuyu, agarrándole del brazo—. Al fin y al cabo, la peculiaridad de Midoriya es la súper fuerza y un golpe de esas magnitudes en la cabeza… podría haber sido bastante nefasto.

—Lo sé, Haya-chan —el rubio suspiró. Izuku estaba realizando su pasantía con él y sabía perfectamente de lo que era capaz.

Los tres se dirigieron al comedor para desayunar algo y poder charlar sobre lo que estaban haciendo ahora que habían terminado las clases.

—Vaya… veo que Takeda y Hayashi también se han quedado en el colegio —comentó Yuyu mirando con disimulo hacia una esquina del comedor, donde estaban sus dos ex compañeros también desayunando.

—La verdad es que sí —comentó Mirio encogiéndose de hombros—. Y no son los únicos de clase. Supongo que la idea de poder entrenar aquí durante el verano, antes de comenzar a ejercer como héroes profesionales, les ha parecido bastante tentadora a unos cuantos. Y no les juzgo.

—¿Ha vuelto a pasar algo entre vosotros? ¿Volvieron a meterse con Amajiki? ¿Te han dicho algo? —Nejire soltó otro aluvión de preguntas.

—Me has echado de menos, ¿eh? —le dijo Mirio—. Veo que vienes bien cargada. Supongo que a Haya-chan ya no sabes qué preguntarla y te estás desquitando conmigo —bromeó el rubio y Nejire le dio un golpe en el brazo. Mirio se echó a reír mientras se rascaba la nuca—. A ver si me acuerdo de todo. No, no y no. ¿Satisfecha?

Nejire hizo un mohín, mientras le miraba con carita de cachorro abandonado.

—Eh, eh. Togata-kun, no seas tan malo conmigo —le dijo mientras daba un sorbo a su café con leche—. Sólo quiero estar bien informada y lo sabes, por si hay que volver a patearle el trasero a esos dos idiotas.

—Deja la violencia para otro momento, cariño —intervino Yuyu, apartándole un mechón de pelo de la cara. Ambas se miraron con amor y luego volvieron a centrar su atención en su amigo.

—¿A qué otro momento te refieres exactamente, Haya-chan? —dijo Mirio, poniendo cara de horror—, no hace falta que compartáis vuestras perversiones conmigo, ¿vale?

Yuyu le dio un manotazo en el hombro, sorprendida ante lo que su amigo estaba insinuando y Nejire soltó una carcajada.

—Eres tú al que le gustan esas cosas —protestó la pelirroja.

Mirio se encogió de hombros y se rascó la nuca sin responder, lo que se ganó que Nejire volviera a reírse. Unos segundos después, la chica de pelo lila abrió la boca, pero Mirio le puso un dedo en los labios.

—No voy a hacer ningún comentario al respecto, Hado.

Los tres comenzaron a reírse ante aquella respuesta y cuando terminaron de desayunar, se levantaron y se dirigieron hacia la habitación de Mirio, mientras iban charlando sobre la evolución de su relación con Tamaki y cómo Yuyu todavía seguía sin saber qué hacer con su vida, para la frustración de Nejire.

―xXx―

Sasaki no tardo en abrir la puerta de su casa cuando llamaron. Al fin y al cabo, estaba esperando visita. Había concertado una cita con uno de los mejores fisioterapeutas de todo Japón, el mismo que le habían recomendado en la UA y, como era de esperar, el médico llegaba bastante puntual. Lo primero que le llamó la atención del hombre fue que era alto y corpulento. Tenía las mejillas hinchadas, los ojos saltones de color marrón, y lo que parecían dos bigotes alargados saliendo de su labio superior. Rasgos que lo hacían parecer, sospechosamente, a un pez.

—Soy el doctor Isogai Karuma —se presentó y el Pro héroe le estrechó la mano, de forma cordial.

El hombre le contó un poco acerca de sí mismo y de su carrera profesional mientras Nighteye se dedicaba a analizarlo de forma disimulada. Parecía tener unos cincuenta años. Piel cetrina y cabello oscuro, con algunas canas en las sienes. Medía alrededor de dos metros y debía pesar unos ciento diez kilos. Tenía que admitir que, a pesar de ser casi de la misma altura, si se ponía al lado del médico debía parecer bastante enclenque.

—... precisamente por eso necesitaré examinarlo primero —el doctor terminó de hablar, con voz firme, pero amable, y Mirai decidió dejar a un lado su inspección para poner atención a lo que le estaba diciendo.

—Entiendo... —convino.

Ambos hombres se trasladaron a la habitación del Pro héroe para que Mirai se pudiera tumbar en la cama y así ponérselo más fácil al doctor para realizar la exploración. Hubiera sido mucho más sencillo hacer aquello en un hospital o en algún sitio donde tuvieran los utensilios necesarios, pero Sasaki había insistido en que no debía ser de conocimiento público lo que le había sucedido, y como no quería quedarse en la enfermería de la UA, la única opción que le quedaba era su casa; y aunque no era lo más idóneo, era lo que había y tendrían que apañarse.

—¿Listo? —le preguntó el doctor Karuma. Sasaki asintió mientras yacía en la cama tumbado bocabajo, con la espalda completamente descubierta.

El hombre se acercó a su paciente y comenzó a explorarle de forma concienzuda.

—Los huesos de la columna no están deformados. Eso significa que no será necesaria cirugía. Las articulaciones no están atrofiadas, sólo muy inflamadas. Ése es el motivo por el que siente ese dolor tan intenso —Mirai escuchaba con atención las palabras del médico—. La inflamación comprime los nervios y hace que las vértebras se pongan rígidas.

—¿Eso es lo que provoca la parálisis? —preguntó el Pro héroe.

—Así es. Es una especie de alteración neuromuscular —Karuma apoyó una mano sobre la espalda de Mirai, mientras unos pequeños rayos blancos salían de la punta de sus dedos—. Sasaki-san… voy a utilizar mi quirk con usted. Puedo aplicar pequeños choques eléctricos, pero necesitaré que me indique si siente dolor.

Mirai cerró los ojos mientras el doctor ponía una mano sobre las articulaciones afectadas y le aplicaba pequeñas descargas. No pudo evitar que un profundo quejido saliera de sus labios al sentir algo similar a agujas clavándosele en la piel, mientras relacionaba en su fuero interno la apariencia del doctor con su poder. Estaba claro que compartía características con un tipo concreto de siluro, también conocido de forma más vulgar como pez gato.

—Por lo que veo parece dolerle bastante —comentó el médico. Nighteye siguió con los ojos cerrados mientras se mordía los labios, tratando de no gritar—. Aunque no lo parezca, eso es una buena noticia. Significa que sus nervios no están tocados. Le voy a hacer otra prueba.

El médico levantó la sábana que cubría las piernas del hombre.

—Dígame si siente algo... —Mirai se preparó para sentir otra punzada de dolor. Karuma situó su dedo índice en la parte posterior de sus muslos y le propinó una pequeña descarga—. ¿Lo ha notado?

—No... —el médico repitió el procedimiento un poco más arriba, a la altura de la cintura.

—Ah…

—¿Y esto?

—Sí.

Probó debajo de la cintura, a la altura del coxis. Mirai no se quejó. Lo intentó de nuevo detrás de las piernas sin obtener respuesta. Un pequeño rayo impactó justo en la parte posterior de sus rodillas y en las pantorrillas, sin resultado. El doctor llegó a los pies y probó con los talones. El Pro héroe no se dio por aludido, pero al hacerlo justo en la punta de uno de sus dedos éste pareció moverse.

—¿Lo ha sentido? —Mirai negó con la cabeza. Lo volvió a intentar—. ¿Y ahora?

—Me ha hecho cosquillas.

—Eso es bueno —Karuma volvió a cubrirle las piernas con la sábana—. Significa que tiene sensibilidad en las extremidades. Muy poca. Me atrevo a decir que casi nula, pero tiene.

Mirai suspiró, cansado.

—Sólo falta una prueba —el doctor lo cogió de la cadera y lo ladeó con cuidado sobre su costado izquierdo. A pesar del delicado movimiento, Mirai no pudo evitar quejarse—. Tranquilo, ya casi he terminado.

Karuma cogió con cuidado la pierna derecha de Sasaki y la flexionó con lentitud. Ese simple movimiento hizo que casi brotaran lágrimas de los ojos amarillos del héroe.

—Sé que es muy doloroso... —el médico se detuvo un momento para dejarlo descansar—. Pero es necesario que lo haga para conocer la flexibilidad de su espalda. Sólo así podré determinar qué clase de ejercicios debe realizar.

Durante unos minutos que a Sasaki le parecieron una eternidad, las fuertes y firmes manos del médico le movieron las piernas hacia todos los lados posibles. Cuando el doctor terminó, a Mirai le dolía todo.

—Ahora tómese una de éstas —le dijo el hombre, dándole una caja de pastillas—. Se la tiene que colocar en la lengua y esperar a que se deshaga. Le ayudará a desinflamar las articulaciones —el doctor sacó una libreta de su maletín y comenzó a hacer anotaciones—. Tendrá que tomarse una todos los días por la mañana, sin falta.

—¿Durante cuánto tiempo? —Mirai hizo una mueca cuando la pastilla terminó de deshacerse. Se preguntó por qué todos los medicamentos, por lo general, sabían tan mal.

—Es una muy buena pregunta, Sasaki-san. Por desgracia, tiene tres zonas afectadas. La lumbar, que está en la parte baja de la espalda, la sacra, que encaja entre los huesos de la pelvis, y algunas de las vértebras que forman el coxis. Afortunadamente las articulaciones superiores están intactas, de lo contrario, tendría paralizado todo el cuerpo y no sólo las piernas.

—O sea… que debería alegrarme…

—Para serle honesto... sí —el médico siguió con sus anotaciones mientras continuaba—. Necesito advertirle que algunas de las sesiones serán muy dolorosas y me temo que no hay nada que pueda darle para paliar el dolor, porque ese tipo de medicamentos pueden hacer que los antiinflamatorios no sean tan efectivos. Comenzaremos los ejercicios mañana mismo...

Mientras el doctor le explicaba los pasos a seguir para su recuperación, Sasaki volvió a suspirar, tratando de concentrarse en la larga lista de ejercicios y aparatos que tendría que utilizar durante la terapia.

—Calculo que el tiempo de recuperación puede variar de diez meses a un año. Dependiendo de lo rápido que progrese.

Sasaki frunció el ceño, frustrado al pensar lo mucho que tendría que esperar para llevar a cabo su venganza. No solía ser un hombre que se precipitara antes de tener todo bien calculado y planificado, pero aquello era demasiado tiempo.

El doctor, ajeno a su contrariedad, terminó de anotar unas cosas en el cuaderno, arrancó la hoja y se la tendió a su paciente.

—Le sugiero que le eche un vistazo, es importante que se aprenda el orden de los ejercicios. Mañana estaré aquí a la misma hora para terminar de ultimar los detalles.

El médico se despidió de Sasaki, estrechándole la mano y se marchó.

Es demasiado tiempo… pensó de nuevo, mientras cerraba la puerta principal.

―xXx―

Mirio estaba sentado en el césped que había justo detrás del gimnasio, en el mismo sitio donde se había encontrado con Tamaki la tarde del domingo.

Sólo estamos a martes y la semana se me está haciendo interminable, pensó mientras se recostaba en el verde pasto, mirando al cielo despejado.

Había pasado la mayor parte del día con Yuyu y Nejire, pero sus amigas se habían marchado después de almorzar. A pesar de que se habían estado viendo prácticamente todos los días desde que se habían graduado, no podía evitar echarlas de menos.

Una delgada sombra frente a él le obstruyó la vista. Mirio sonrió al ver que se trataba de su pareja. Tamaki le dio un beso en la mejilla y se sentó junto a él.

—Lamento haber tardado tanto —se disculpó mientras le acariciaba una mano—, cuando estábamos terminando de patrullar tuvimos que lidiar con unos villanos de poca monta que decidieron asaltar una tienda en el último momento.

—Y si yo te asalto a ti, ¿qué harás para lidiar conmigo? —le preguntó Mirio bromeando mientras lo atraía hacia él para besarlo. Tamaki se rio.

—No lo sé, la verdad —respondió entre risillas—. Con un villano tan sexy no sé si sería capaz de reaccionar a tiempo.

—Confío plenamente en tus habilidades, Suneater, aunque no niego lo del villano sexy —replicó Mirio, mientras se movía sobre el césped para quedar sentado por detrás de Tamaki y poder envolverlo con sus brazos, posando las manos sobre el pecho del chico de pelo índigo. Apoyó la cabeza sobre su hombro y Tamaki envolvió los brazos de Mirio con los suyos.

—He estado hablando con Fat Gum —le dijo entonces Tamaki, mientras miraba al frente, la vista perdiéndose entre las briznas de hierba que se agitaban por el viento—. Es posible que se lleve a cabo una incursión en las dependencias de la Liga de los Villanos. Al parecer van a hablar con Nighteye, para ver qué recuerda del lugar donde lo tuvieron retenido, y si ven posibilidades de éxito, puede que unos cuantos héroes ataquemos su sede.

—Sir no me ha comentado nada —dijo Mirio volviendo a moverse en el césped para quedar frente a Tamaki y poder mirarle.

—En el estado en el que se encuentra, es normal. Supongo que, si él no puede participar, no querrá que Deku y tú os involucréis. No dejáis de ser su responsabilidad y después de lo que ha pasado…

—Si tú vas, yo también. Esa decisión no la puede tomar Sir por mí —dijo Mirio de forma tajante, mientras enredaba sus dedos entre el pelo de Tamaki.

—No sé qué pasará. Sólo sé que si Nighteye recuerda dónde está la guarida de La Liga, la distribución y posibles salidas…, probablemente será una buena oportunidad para acabar con ellos, o por lo menos detener a algunos de sus miembros más conflictivos antes de que se pongan en marcha y nos ataquen a nosotros.

—A mí, según están las cosas... me parece demasiado arriesgado. No quiero que pongas tu vida en peligro... —le dijo Mirio dándole un beso en la punta de la nariz. Tamaki se sonrojó—. Opino que esperar y planificar todo al detalle sería mucho más prudente. Creo que los héroes se han asustado por lo que les ha sucedido a Sir y a Bubble Girl y van a actuar de forma precipitada. No obstante, si tú vas, yo también. No voy a permitir que vayas solo.

Tamaki iba a protestar, a decirle que no iba solo, puesto que Fat le había comentado que estaban hablando con unas cuantas agencias y que incluso la UA podría verse involucrada, pero al ver la determinación que se reflejaba en el rostro de Mirio, mantuvo la boca cerrada. Sabía que lo decía porque se preocupaba por él y no porque pensara que fuera débil. Suspiró mientras observaba a Mirio cambiar de postura sobre el césped, acercándose a él. Le sonrió y, a gatas, se fue aproximando hasta que su rostro se encontró con los labios de Tamaki. Los dos adolescentes se fundieron en un largo beso que los hizo olvidarse de todo lo que los rodeaba.

Ya no hablaron más. Los besos y las caricias ocuparon el lugar de las palabras y ambos dejaron que sus suspiros volaran con la cálida brisa primaveral.

―xXx―

Siendo alguien que tenía una peculiaridad que le permitía conocer el futuro de los demás, le encantaba observar las constelaciones que formaban las estrellas. Veía algo poético en los pequeños puntos luminosos que resaltaban en el cielo; no por nada, durante años se había creído que en ellas se podía interpretar el destino de los hombres.

Sasaki llevaba más de una hora sentado frente al ventanal del salón y ya se sentía un poco cansado de estar tanto tiempo en la misma postura. Un leve quejido escapó de sus labios al darse cuenta de que había sobrepasado su resistencia. La espalda le molestaba bastante. Pegó un bote que le hizo encogerse de dolor cuando alguien llamó a la puerta.

Sorprendido por la hora que era, se dirigió a abrir. Alzó las cejas cuando al otro lado se encontró a Aizawa. Ambos se saludaron y Mirai lo invitó a pasar.

—Llevábamos años sin vernos y ahora… —le dijo.

—No pretendía molestarte. Sólo quería asegurarme de que estabas bien —respondió Shota, arrepintiéndose un poco de su tardía visita.

—Sólo era un comentario —respondió Mirai, levantando una mano para impedir que el hombre se fuera. Aizawa le sonrió tenuemente y aceptando la invitación entró al salón con total confianza, sentándose en el alféizar de la ventana. Su silueta contrastaba con la noche estrellada.

La mirada de Sasaki no se despegó de su persona. Mientras observaba al profesor, el Pro héroe no pudo evitar sentirse transportado al pasado.

Se vio de pronto a sí mismo y a Shota cuando eran jóvenes. Llegó a su memoria una noche parecida a aquélla. Era verano y ambos estaban justo frente al ventanal de la casa, que por aquel entonces había pertenecido a sus padres, aunque ese día no se encontraban allí.

Llevaban un par de meses viéndose. Todo había comenzado cuando Shota había aceptado realizar la pasantía en la agencia donde Nighteye trabajaba y éste hubiera sido asignado como su supervisor y compañero.

Mirai se encontraba observando los cuerpos celestes a través del telescopio que le había regalado su padre por su cumpleaños. Estaba concentrado observando las diferentes constelaciones, cuando sintió unos brazos que lo envolvieron, sacándolo de su abstracción.

—¿Has descubierto algo nuevo? —le había preguntado el moreno mientras movía el aparato de un lado a otro sin mucha delicadeza.

—Cuidado —protestó Mirai.

—Te he pedido mil veces que me enseñes a buscar estrellas y nunca lo haces —le reprochó un Aizawa adolescente mientras se cruzaba de brazos viendo cómo Mirai colocaba el telescopio en su anterior posición.

—Lo he intentado, Shota... —le había dicho Sasaki—, pero te aburres y al rato dejas de prestar atención. Si las estrellas fueran peludas y tuvieran orejas puntiagudas, otro gallo nos cantaría.

—No culpes a las estrellas, el problema es que eres un sensei muy aburrido —le contestó Aizawa.

—¿Te parezco aburrido? —le preguntó Sasaki mirándole fijamente, con una expresión indescifrable en el rostro.

—Sí... —respondió Aizawa en un susurro, tratando de adivinar qué estaba pensando su senpai. Éste sólo acercó su rostro al suyo y lo besó con pasión. Shota correspondió de inmediato mientras gemía con suavidad, todavía sorprendiéndose porque el hombre, siempre tan formal y serio, pudiera mostrarse así en la intimidad.

Minutos después ambos se encontraban sobre el sofá, la ropa tirada por todos lados. Los ojos amarillos memorizando cada lugar y cada recoveco del cuerpo de Shota, mientras leves escalofríos recorrían la espina dorsal del moreno ante las caricias de las firmes manos de Mirai.

Aizawa entrecerraba los ojos mientras el otro besaba y lamía las nuevas marcas que iba descubriendo en la suave superficie, hasta que ya no hubo una sola por descubrir. Para entonces, Shota se encontraba listo para tocar y besar la piel de su amante y Sasaki se dejó llevar por el toque inexperto de su compañero de pasantía, sorprendiéndose por lo rápido que aprendía.

Nunca se dijeron nada. Ni palabras de amor ni falsas promesas. Sabían que eso estaba de más.

Sin embargo, Mirai no podía reprimir los fuertes sentimientos que lo embargaban mientras tomaba a Shota hasta hacerlo desfallecer entre sus brazos. Y, cuando ambos terminaban no podían evitar mirarse el uno al otro, la negrura más absoluta contrastando con un color amarillo casi tan cegador como el sol.

Aquella noche, como muchas otras, Shota había permanecido junto a él, compartiendo momentos que eran de ellos y de nadie más. Momentos en los que Mirai se olvidaba de su sueño de convertirse en un reconocido héroe por encima de todo y Aizawa se olvidaba de que no lo quería y de que sólo estaba con él para no sentir la soledad que lo atenazaba, porque había perdido a alguien que era muy importante para él y porque no podía estar con la persona de la que estaba enamorado.

—Mirai, ¿estás bien? —le preguntó su amigo, haciéndolo volver al presente de forma brusca. El Pro héroe, se sobresaltó, asustado, y cuando recobró la compostura le sonrió de medio lado.

—Solo estaba recordando tiempos mejores —fue lo único que dijo, cerrando la puerta de entrada y moviendo su silla de ruedas hacia la ventana.

 

 

Chapter 22: COMPLETAMENTE ENTREGADOS

Notes:

P R E C A U C I Ó N -> este capítulo contiene dibujos NR-18 (NSFW) y también descripción bastante gráfica de momento sexual. A quien le incomode, puede saltarlo directamente.

Resumen: Los héroes se plantean hacer una incursión a la guarida de La Liga, en caso de que Nighteye recuerde los detalles de donde lo tuvieron cautivo. Mirio se recupera del accidente con Deku y Mirai comienza su tratamiento para volver a andar.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Martes, 24 de marzo de 2020

—Trescientas veinticuatro... trescientas veinticinco... tres... espera... no seas tramposo... ah... ya no sé por dónde iba.

—Entonces… ¡tendrás que volver a empezar, pulpito!

Tamaki y Mirio habían estado contando estrellas desde que había anochecido. Pero mientras Tamaki lo hacía, el rubio se había dedicado a besarlo y a mordisquear sus orejas hasta el punto de hacerle perder el norte.

Se hallaban sentados bajo uno de los árboles que había cerca del gimnasio para disfrutar de la cena que se habían llevado hasta allí. Habían estado comiendo mientras observaban el paisaje y ahora charlaban esperando a que les entrase el sueño.

—No… no sigas haciendo eso… —susurró Tamaki con la voz entrecortada.

—¿Eh? —Mirio introdujo una mano bajo la camiseta del muchacho mientras le besaba la oreja, imaginando que se refería a eso. Si Tamaki le hubiera dicho aquello de otra forma se habría detenido, pero por su tono de voz, Mirio dedujo que en realidad le estaba gustando.

—Ah... —Tamaki soltó un jadeo contenido al sentir la mano del rubio sobre la piel de su estómago y su húmeda lengua en su oído. Se encontraban en la posición preferida de ambos, Mirio apoyado contra un árbol y Tamaki entre sus piernas, de espaldas a él—. Si sigues haciendo eso… yo…

Lejos de detenerse, Mirio le metió también la otra mano por dentro de la camiseta y comenzó a acariciarle las tonificadas abdominales mientras le besaba la parte posterior del cuello, una zona muy sensible para el otro chico.

Tamaki se estremeció al sentir los labios de Mirio y su cálido aliento en la nuca y se arqueó con suavidad mientras ladeaba la cabeza para darle más acceso, mientras tenues jadeos se escapaban de entre sus labios. Levantó la mano derecha y enredó sus dedos entre las hebras rubias de Mirio. Éste entendió el mensaje y se giró un poco para poder besarle en la boca.

Cuando el beso terminó, Mirio tiró suavemente de Tamaki para que se diera la vuelta y se sentara a horcajadas sobre sus piernas. El chico obedeció diligentemente.

Entonces Mirio apoyó una mano sobre la espalda de Tamaki y con cuidado se inclinó hacia adelante, haciendo que el otro adolescente acabara recostado sobre el césped. El rubio se situó sobre Tamaki y se acercó para poder besar sus labios y mordisquearlos. Cerró los ojos al sentir la erección del otro chico contra la suya. Sumergió su rostro en el cuello de Tamaki mientras éste gemía, volviendo a envestir contra la dureza del de pelo índigo. El adolescente aprovechó la posición para acariciar la musculosa espalda de Mirio en completo éxtasis.

—Creo que... —susurró Tamaki con voz temblorosa, y Mirio se incorporó ligeramente al escucharle hablar.

—¿Me aparto? —le preguntó con la voz entrecortada, pensando que quizás aquello era demasiado intenso para el otro—. No pasa nada… si no quieres…

Tamaki apretó su agarre sobre el cuerpo de Mirio evitando que el otro se alejase. El rubio le cogió de la barbilla para mirarle a los ojos, pero el chico de pelo índigo apartó la mirada, avergonzado.

—Mirio... creo que… creo que estoy preparado —susurró entonces. Y el corazón del rubio se aceleró al escuchar aquellas palabras tan esperadas. Acariciándole el mentón, le dio un suave beso en la mejilla y después, con cuidado, le pasó la húmeda lengua por el contorno de la oreja, haciendo que se estremeciera.

—Si de verdad estás seguro, haré que no te arrepientas, pulpito.

Tamaki gimió con solo imaginar aquellos fuertes brazos envolviéndolo mientras Mirio lo hacía tocar el cielo, dándose cuenta de que no podía esperar más.

―xXx―

Aizawa se bajó del alféizar de la ventana y se acercó a su amigo, que seguía teniendo una expresión meditativa en el rostro. Después de unos segundos, Mirai rompió el silencio que se había establecido entre ellos.

—¿Te acuerdas cuando éramos más jóvenes y pasábamos las tardes aquí? —le preguntó mientras fijaba sus ojos amarillos en la luna.

—Cómo olvidarlo —respondió Shota con una mirada nostálgica.

El moreno sonrió mientras algunos recuerdos volvían a su mente. Había olvidado muchas cosas de aquella época. Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos mientras se reprochaba a sí mismo el rumbo que estaba tomando la conversación. No le gustaba rememorar aquellos momentos. Se sentía culpable porque en cierta forma los echaba de menos, pero de manera egoísta. No los añoraba porque estuviera enamorado de Mirai, sino porque se había sentido menos solo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —le dijo el hombre de gafas, mientras se aproximaba a él. Después de un rato en el que no obtuvo respuesta, Mirai decidió continuar—. ¿Has sido feliz?

Aizawa suspiró mientras bajaba la cabeza. Cerró los ojos y negó en silencio, sabiendo que no podía mentirle. Sasaki era demasiado perceptivo. Al fin y al cabo, se había entrenado durante toda su vida para anticipar los movimientos del adversario.

—¿Por qué?

—¿Tú qué crees, Mirai? —susurró—. Cuando era sólo un crío perdí a uno de mis mejores amigos. He tratado de ayudar a la gente desde que tengo uso de razón, pero, aun así, sigo sin saber cuál es mi lugar. Ser profesor me ayuda en cierta forma. Me gusta cuidar de los alumnos y trato de ser un ejemplo para ellos, pero eso no amaina la soledad que siento. Sólo la aplaca un poco.

—Hubo un tiempo… —Mirai le puso una mano en el brazo—, en el que hubiera hecho cualquier cosa porque no te sintieras así.

Los ojos de Aizawa se encontraron con los de Sasaki y se hizo el silencio. Pero fue un silencio relajante y tranquilo.

—¿Y tú? —le preguntó de pronto Aizawa. Sasaki lo miró sin entender—. ¿Has sido feliz?

—Sí, Shota... —Mirai sonrió con tristeza, recordando su colaboración con su ídolo, All Might. Lo mucho que había crecido después de formar su propia agencia. Los héroes junto a los que había trabajado. Midoriya y Mirio, a los que quería como si fueran sus hijos. Awata, su fiel e inseparable compañera—. Lo he sido.

Después de esa declaración, ambos permanecieron callados durante lo que pareció una eternidad. Finalmente fue Mirai quien volvió a hablar.

—Te agradezco mucho tu visita, Shota, pero estoy cansado y mañana empiezo con mi primera sesión.

—Por supuesto —dijo Aizawa, entendiendo a su amigo—. Me alegro de que te encuentres bien.

Sasaki acompañó al profesor hasta la puerta y ambos se despidieron con un gesto de la mano.

El Pro héroe permaneció durante un rato frente a la puerta principal de su casa. Después, se dirigió hacia su habitación para descansar. Cuando se tumbó en la cama, Sasaki recordó la conversación que había mantenido con Aizawa. Frunció el ceño al pensar en la tristeza que había percibido en su voz cuando le había confesado que no era feliz.

Ojalá pudiera hacer algo por ti, Shota, pero sé que ahora no es el momento, pensó, con la vista fija en el techo. No obstante, la ocasión llegará, estoy seguro.

―xXx―

Miércoles, 25 de marzo de 2020

El hermoso paisaje nocturno que los envolvía con su manto de estrellas había dejado de existir para la pareja de enamorados que se encontraba tendida sobre el verde pasto.

Mirio recorría con sus labios la suave piel que se hallaba debajo de él, cálida y temblorosa al tacto de sus manos que, inquietas, se adentraban en rincones completamente inexplorados.

Tamaki correspondía a cada caricia con suaves suspiros que se perdían en los oídos de Mirio. Consciente de las sensaciones que sus manos provocaban, el rubio se deleitó buscando nuevos puntos sensibles por debajo de la ropa del otro adolescente.

El muchacho de pelo índigo se estremecía cada vez que el rubio encontraba un nuevo rincón por donde deslizar su lengua y probar su sabor. Mirio se detuvo un instante para admirar el rostro ruborizado de Tamaki. Éste abrió los ojos y entonces el otro adolescente pudo ver la noche estrellada reflejándose en ellos.

—Tal vez sería mejor que continuásemos en tu habitación… —sugirió Mirio, a lo que Tamaki se mostró de acuerdo. En el fondo no se sentía del todo cómodo haciendo aquello en un sitio público, a pesar de no haber nadie por la zona y menos teniendo en cuenta la hora que era, pero, aun así, le costaba más relajarse, puesto que no podía dejar de pensar que alguien podía pillarles en cualquier momento.

Mirio se levantó y le tendió la mano a Tamaki, quien la cogió con firmeza. Entonces, ambos se colocaron la ropa y después caminaron cogidos de la mano hasta la habitación del chico de pelo oscuro. Mirio avanzaba con energía, casi arrastrando al otro. En cuanto atravesaron la puerta, el rubio se abalanzó sobre Tamaki, besándolo con pasión. Éste cerró la puerta a duras penas, dejándose guiar por el rubio.

—Seguro que aquí te sentirás más camado —le dijo Mirio sonriéndole como un tonto mientras daba un par de golpecitos sobre la cama. Tamaki no respondió, le observó con los ojos entornados y los labios entreabiertos y el rubio dejó sus bobos juegos de palabras a un lado, para centrarse en lo que de verdad importaba en aquel momento.

Se acercó a Tamaki y lo volvió a besar, llevándolo hasta al colchón donde lo empujó suavemente para que se tumbara. El chico de pelo índigo suspiró mientras Mirio se echaba sobre él y le retiraba apresuradamente la camiseta para dejar al descubierto su tonificado torso. Tamaki sintió un fuerte impulso de cubrirse el pecho, pero se resistió y no lo hizo. Si quería que aquello sucediera de verdad, no podía mostrarse reticente delante de Mirio o pensaría que no quería hacerlo. El rubio, ajeno a las preocupaciones de Tamaki, recorrió con las manos todo el contorno de su pálida piel, mientras éste se estremecía al sentir el calor de esas grandes manos sobre su cuerpo.

Al principio dudó un poco, pero después Tamaki acabó metiendo las suyas por debajo de la camisa que llevaba Mirio, haciendo que éste se sintiera acalorado con tanta prenda encima. De inmediato comenzó a desabrocharse los botones para poder quitársela de una vez por todas.

Mirio recorrió la espalda desnuda de Tamaki con la punta de sus dedos mientras deslizaba los labios por su cuello, para besarle después el pecho y las abdominales, ansioso por saborear todo lo que pudiera de ese cuerpo que se mostraba dócil bajo sus atenciones. Tamaki soltó un grave gemido y cerró los ojos cuando sintió que la húmeda punta de la lengua de Mirio jugueteaba con su ombligo. Dios. Aquello era casi más de lo que podía soportar. Se mordió el labio inferior al tiempo que unos suaves jadeos trataban de escapar de sus labios. Tamaki enredó los dedos en las hebras rubias de Mirio, imaginándose lo que estaba por venir.

Mirio le desabrochó los vaqueros y se los bajó, con ayuda del propio Tamaki. Cuando se deshizo de ellos, se detuvo para contemplar al chico que ahora yacía en la cama tumbado tan solo con la ropa interior. El adolescente estaba bastante ruborizado y respiraba con pesadez, lo que a Mirio no le ayudó a determinar si estaba cómodo con todo lo que estaba experimentando o no.

—¿Todo bien? —le preguntó, con la voz entrecortada. Tamaki, avergonzado por lo que estaba pasando, se llevó un brazo a los ojos, cubriéndoselos, mientras asentía—. Puedo parar, si quieres.

Tamaki se quedó un buen rato callado; mientras tanto, Mirio se vio incapaz de apartar la vista del notable bulto que se marcaba en los boxers del otro. Él estaba igual, pero si tenía que detenerse, lo haría. Sólo le importaba que Tamaki estuviera a gusto y que hiciera sólo lo que quisiese hacer.

—Por… favor… —se escuchó entonces, la voz ronca de Tamaki—. Si… sigue —susurró.

Mirio asintió, aunque el otro no pudo ver el gesto, porque seguía cubriéndose la cara con el brazo. Antes de nada, el rubio le pidió a Tamaki que se sentase y cuando lo hizo, él se colocó detrás, adoptando la postura a la que tan acostumbrados estaban. Mirio pensó que la familiaridad de aquello ayudaría a Tamaki. Entonces, sin pensárselo más, rodeó con una mano la estrecha cintura del chico de pelo índigo y dirigió la otra hacia el dobladillo de los calzoncillos morados del otro, metiendo los dedos con cuidado. Tamaki se estremeció mientras Mirio avanzaba poco a poco hasta que le agarró la dura polla. Tamaki gimió con fuerza, aunque a Mirio no le quedó del todo claro si era porque estaba muy excitado o muy avergonzado.

 

                     

 

Movió un poco la mano, arriba y abajo y se deleitó con la respiración entrecortada del chico. Después de un rato acariciándole la erección pudo comprobar que los nervios y las inseguridades se habían desvanecido dando paso al placer, a juzgar por los gemidos que salían entre los labios de Tamaki. Mirio se retiró con cuidado y lo ayudó a tumbarse antes de que la ansiedad volviera a abrirse paso. Entonces le agarró la cinturilla de los boxers y se deshizo de ellos, liberando la dureza de Tamaki. Los jadeos del adolescente se intensificaron.

Mirio se colocó entre sus piernas y se acercó al suave y oscuro vello que coronaba la polla de Tamaki. El rubio deslizó los dedos por la zona, para después arrimar la nariz. Tamaki se arqueó cuando sintió el cálido aliento de Mirio rozando su sensible piel. No pudo evitar apartar el brazo de la cara.

—Mirio… —susurró—. ¿Qué… estás haciendo? —Tamaki se sintió abochornado ante lo que estaba viendo.

—Disfrutándote —respondió éste, levantando la vista y esbozando una deslumbrante sonrisa—. Relájate, Tamaki. Si hago algo que no te guste, dímelo o dame unos golpecitos en el hombro. Lo entenderé y me detendré de inmediato.

Cuando Tamaki asintió, Mirio se dedicó a recorrer sus largas y masculinas piernas, depositando suaves besos en ellas hasta llegar a los pies. En ese punto, el chico de pelo oscuro, soltó una risita. O sea que tienes cosquillas, pensó Mirio, veamos si esto también te hace gracia. Y entonces Tamaki soltó un grave gemido cuando sintió uno de sus dedos dentro de la boca del rubio. En ese momento ambos descubrieron que aquella zona era una de las más erógenas del otro chico.

Mirio siguió chupándole los dedos de los pies hasta que sintió que Tamaki no aguantaba más. Lo dejó descansar un momento mientras se incorporaba. Tamaki abrió los ojos para ver cómo Mirio se descalzaba con lentitud para bajarse después la cremallera de los pantalones.

Tamaki contuvo la respiración mientras le observaba con los ojos abiertos de par en par. Ya lo había visto desnudo, como todos en su clase, pero él siempre apartaba la vista, mortificado. Y era obvio que aquella situación no era la misma.

Mirio se bajó los pantalones y los calzoncillos de golpe, exponiendo su musculoso cuerpo sin el menor resquicio de vergüenza. Tampoco es que tuviera de qué avergonzarse. Cada parte de piel expuesta parecía haber sido cincelada por los propios dioses. Mirase donde mirara, sólo podía ver perfección.

—Podría haber usado mi peculiaridad, pero así es más divertido, ¿no crees?

Tamaki no respondió, simplemente bajó la vista, sintiéndose bastante inferior ahora que podía verle sin obstáculos que escondieran su piel bronceada. Desde luego, su pequeño cuerpo no se podía comparar con el del rubio. Se encogió un poco, abochornado por lo poco que tenía que ofrecer. Mirio pareció darse cuenta del gesto de Tamaki, por lo que, acercándose apresuradamente, le acarició el rostro y le dio un suave beso en los labios. La expresión del chico pareció suavizarse ligeramente.

—Eres perfecto, Tamaki —le susurró en su oreja puntiaguda—. Me encantas tal cual eres. Para mí, no podrías ser mejor.

El cuerpo de Tamaki se relajó de forma instantánea, mientras sus ojos se centraban en los azules de Mirio. Le miró con confianza, notando que el rubio hablaba con completa sinceridad. Supo entonces que nunca le haría daño, que le quería de verdad, que le deseaba. Tamaki hizo un gesto con las manos para que se acercase, por lo que Mirio aprovechó que Tamaki seguía tumbado, para colocarse sobre su torso. Tamaki soltó un fuerte jadeo cuando el trasero de Mirio le rozó ligeramente la erección y se mordió el labio cuando sus ojos morados se centraron en su virilidad, que estaba a unos cuantos centímetros de su rostro. Tamaki levantó una mano para acariciarle, pero cuando estaba a punto de hacerlo, la detuvo en el aire, inseguro.

Era cierto que ya le había tocado el día de la graduación, pero aquello había sido tan repentino, que prácticamente no había tenido tiempo de pensar en ello. Además, estaban completamente vestidos y la situación no había parecido tan íntima como la que se presentaba ahora.

—Me gustaría que me tocarás, Tamaki —dijo Mirio con la voz ronca cuando vio que titubeaba, tratando de alentarle, sabiendo que no tenía mucha confianza en sí mismo y que necesitaba que de vez en cuando lo animaran a seguir—. Puedes hacer lo que te apetezca.

Ante las palabras de Mirio, Tamaki terminó de decidirse y acercó los dedos poco a poco hasta tocarla con suavidad. Mirio cerró los ojos y suspiró. El chico de pelo índigo recorrió toda la longitud con sus dedos, arriba y abajo, sintiendo que se endurecía más aún bajo su tacto, si es que eso era posible. Le pasó el pulgar por la punta, deleitándose con los sonidos de placer que ese gesto extrajo de la garganta de Mirio. Levantó la vista para observarle mientras seguía acariciándosela con lentitud. El rubio tenía la cabeza echada hacia atrás, mientras se mordía el labio y cerraba los ojos con fuerza. Era la imagen más seductora que había visto en su vida, sobre todo porque tenía el miembro de Mirio en su mano. Jadeando, excitado, hizo uso de un coraje que no sabía que tenía y acercó con timidez su rostro a la polla del rubio, tanteando con la punta de su lengua la sensible zona, provocando que Mirio se estremeciera. Sintió las manos del rubio enredándose entre sus hebras de color índigo mientras lo instaba a probar más de él.

Acarició con lentitud sus fuertes muslos y, entonces dirigió sus temblorosas y dubitativas manos hasta envolver con ellas los firmes glúteos de Mirio, apretándolos con cuidado, sintiéndose completamente extasiado por las sensaciones que le provocaba lo que estaba haciendo.

Dejándose llevar por el deseo que lo embargaba, utilizó su boca inexperta sobre aquella polla que se erguía frente a él. Mirio se arqueó al sentir los labios de Tamaki sobre la sensible zona. Tamaki besó cada centímetro de su longitud y después de dudar un poco la recorrió con su lengua, tomándoselo con calma. Entonces, con el corazón a mil por hora, se la metió en la boca, tragándosela poco a poco, inseguro al no haber hecho aquello nunca antes. Mirio lanzó un largo gemido, que provocó que la erección de Tamaki se retorciera. El adolescente estiró los labios lo más que pudo para dar cabida al tamaño de Mirio.

Sintiéndose más confiado al escuchar los gemidos de Mirio, siguió chupándole la polla, con más firmeza, mientras el rubio seguía gimiendo, agarrándole del pelo, mientras cerraba los ojos, el cuerpo sudoroso por el intenso placer que lo recorría. Tamaki no había hecho nunca aquello y el saberlo excitaba todavía más a Mirio. Saber que su polla era la primera que había tenido en la boca, la primera que había recorrido con aquella húmeda y tímida lengua.

Cuando sintió que Mirio estaba al límite, decidió detenerse, sin saber muy bien hasta dónde podía llegar. El rubio suspiró mientras se recostaba en el colchón al lado de Tamaki, respirando con dificultad.

—Uf, casi me corro, pulpito —jadeó Mirio, con las mejillas sonrojadas—. Has hecho bien en parar. No quiero llegar tan pronto, pero tampoco tenía la suficiente fuerza de voluntad como para decírtelo. Menuda mamada, Tamaki.

Tamaki se cubrió la cara con las manos, sintiéndose avergonzado por lo que acababa de decirle Mirio. Pero el rubio no dejó que el chico se distrajera de lo que estaban haciendo así que con cuidado se tumbó encima, cubriendo su cuerpo por completo, rozándose contra él y deleitándose con cada centímetro de su delgada, pero tonificada silueta. Tamaki ahogó un gemido dentro de la experta boca que besaba la suya con pasión y amor, robándole todo el aliento y la cordura.

Sintió cómo Mirio lo levantaba y de pronto se halló boca abajo, su cuerpo soportando el peso del otro. Mirio le dio pequeños mordiscos por la espalda y los hombros, para después calmar la piel con suaves besos y lamidas. Le mordisqueó el cuello y Tamaki jadeó cuando sintió la dura polla de Mirio entre sus piernas. El rubio siguió mordiendo todo lo que tenía a su alcance, embriagándose con el sabor salado de su piel. Se detuvo un momento para recolocar a Tamaki, pidiéndole que se pusiera de rodillas para poder continuar.

Cuando Mirio le dijo aquello, Tamaki titubeó saliendo ligeramente de la bruma de placer en la que se había sumergido. ¿A cuatro patas? ¿Así no quedaría su trasero completamente expuesto? Aquello era demasiado vergonzoso. Seguramente si lo hacía, echaría a perder todo. A Mirio le parecería horrible y no querría continuar, pero, por otro lado, sabía que llevaba tiempo esperando a que Tamaki se decidiera a dar aquel paso en su relación y si ahora se echaba atrás, ¿se sentiría decepcionado?

—Pulpito, ¿estás bien? —le preguntó Mirio cuando vio que el otro se quedaba estático, sin hacer nada—. Oye, si no quieres seguir no tenemos por qué hacerlo. Así no es cómo funciona esto —le dijo con voz comprensiva.

En aquel momento, la polla de Tamaki palpitó dolorida. Claro que quería hacerlo. Llevaba días soñando con aquello. Imaginando las formas en las que Mirio le haría jadear, y ahora por fin podía hacer aquello realidad, pero...

—Siento si alguna vez te has sentido obligado a hacer algo que no querías... —comenzó a disculparse Mirio, pensando que aquél era el problema—. Nunca pretendí que...

—No… no es eso —respondió por fin Tamaki, dándose la vuelta y frunciendo el ceño cuando vio la cara de preocupación de Mirio—. Eh... yo....

—Entonces, ¿es que te da vergüenza? —inquirió Mirio, alzando las cejas mientras veía cómo el otro se sonrojaba en respuesta. Se aguantó un suspiro de alivio. Al fin y al cabo, lidiar con la timidez era más fácil que con la reticencia.

—No sé cómo... cómo esto podría gustarte... —confesó Tamaki, mirando hacia la sábana, abochornado. A Mirio le costó unos segundos darse cuenta de que en realidad no se trataba de vergüenza exactamente, si no de inseguridad. Asintió, sabiendo qué debía hacer. Cogió las manos de Tamaki y esperó hasta que éste alzó la vista y sus ojos se encontraron.

—Imagínanos a la inversa, Tamaki —dijo entonces—. ¿Qué opinas de la situación? —le preguntó, ladeando la cabeza, curioso.

La polla de Tamaki se endureció más si cabía cuando en su mente apareció Mirio a cuatro patas con el trasero expuesto hacia él. Su rubor aumentó y el jadeo que salió de sus labios fue suficiente respuesta para Mirio.

—¿Ves? —le dijo, acariciándole el hombro, con cariño—. Lo mismo me pasa a mí —añadió, mientras se tocaba con la otra mano la goteante erección. Estaba ansioso por continuar por donde lo habían dejado, pero sabía que aquella conversación era necesaria antes de hacer nada. Lo que menos deseaba en el mundo era que Tamaki hiciese algo sin estar completamente seguro.

—Pero yo no soy... —insistió Tamaki, mirando su delgado cuerpo.

—No sé qué no eres —le interrumpió Mirio—, pero sí sé que eres todo lo que yo quiero.

Entonces, se acercó a Tamaki y lo beso con calma, volviéndolo a tumbar con cuidado en la cama y ayudándolo a ponerse en la postura que le había dicho. Tamaki se dejó guiar, sintiéndose más tranquilo ahora que había hablado con Mirio.

—Confía en mí. Voy a hacer que te sientas bien, pulpito —le susurró el rubio en el oído antes de echarse hacia atrás—. Sólo espero que algún día también pueda hacer que te des cuenta de lo atractivo que eres y lo mucho que significas para mí, Tamaki.

El otro chico soltó un suspiro y cerró los ojos, sintiéndose completamente enamorado, para pasar a sentirse completamente extasiado con lo que vino después.

—Si algo de todo esto te hace sentir incómodo, dímelo o manifiesta un tentáculo. ¿Vale? —le dijo.

En cuanto Tamaki asintió, un escalofrío recorrió toda su columna, porque la lengua de Mirio viajó por ella lentamente, humedeciéndola, descendiendo hacia la parte baja de su espalda, deteniéndose en medio de sus glúteos, para meterse dentro un segundo después.

—¡Aaah! —gritó Tamaki, sobresaltado ante las sensaciones nuevas que lo envolvían como si fueran una confortable manta. Inmediatamente se mordió la muñeca, abochornado por no haber sido capaz de controlarse.

—¿Todo bien? —le preguntó Mirio, un poco preocupado—. ¿Debería parar?

Tamaki, más rojo que un tomate, negó con la cabeza, mirando hacia el colchón y agradeciendo estar de espaldas para que Mirio no pudiera verle la cara.

Mirio ladeó la cabeza, sin estar seguro de si la negativa de Tamaki estaba respondiendo a su primera pregunta o a la segunda.

—¿Te sientes avergonzado por haberte dejado llevar? —le dijo entonces, deslizando la punta de sus dedos por su columna y besándole con suavidad la cintura. Tamaki miró ligeramente por encima de su hombro y cuando sus ojos se encontraron con los de Mirio, asintió brevemente. El rubio se estiró para darle un beso en los labios—. Me encanta oírte. Así sé si lo estoy haciendo bien. Es lo más natural del mundo, Tamaki. Por favor, no te sientas mal por ello —le dijo mientras le dejaba una estela de besos en la mandíbula.

—Lo… lo intentaré… —respondió Tamaki, con la voz entrecortada—. Todo esto es… tan nuevo para mí…

—¿Quieres que siga? Me da miedo ir demasiado rápido, pulpito —dijo Mirio, que lo que menos quería era hacer que se sintiera incómodo.

—No… no… —jadeo Tamaki—. Quiero hacerlo.

Mirio asintió y, entonces, con determinación, continuó. Pudo ver cómo Tamaki apretaba los puños contra las sábanas y cómo comenzaba a temblar justo cuando sintió la lengua de Mirio tocando aquel punto tan sensible entre sus glúteos. Aunque lo intentó, Tamaki fue incapaz de reprimir por más tiempo sus gemidos mientras la lengua de Mirio entraba y salía en su cuerpo de forma libidinosa. Tamaki no pudo evitar echarse hacia atrás casi invitándolo a entrar más profundamente mientras jadeaba con fuerza. Los brazos cedieron bajo su peso y acabó con la cabeza apoyada contra el colchón, pero apenas fue consciente de ello. Volvió a soltar un breve grito cuando lo sintió entrar al mismo tiempo que Mirio le acariciaba su palpitante erección.

—Mi… Mirio —soltó a duras penas, entre jadeos desesperados—. Yo… yo…

Mirio se imaginó qué era lo que Tamaki le quería decir, pero no se detuvo hasta que el chico se corrió soltando un último y extasiado gemido.

Antes de que Tamaki pudiera recobrar la respiración que Mirio le había robado con sus caricias, sintió cómo un dedo lleno de lubricante se introducía en su interior. No ofreció resistencia así que Mirio imaginó que Tamaki solía tocarse ahí cuando se masturbaba. El chico de pelo índigo se arqueó cuando notó la suave intrusión de otro. Después de pasarse un buen rato estirándole y acariciándole de forma íntima, un tercero hizo que su deseo volviera a despertar y balanceó su cuerpo pidiendo más y susurrando el nombre del rubio. Mirio le arrancó pequeños gritos de placer cuando le tocó como él nunca lo había hecho con sus propios dedos. Estaba claro que Mirio tenía bastante experiencia y Tamaki no se iba a quejar por eso.

Una sensación de vacío se apoderó de él cuando el rubio se retiró y lo tomó de las caderas para girarlo. Mirio se sentó en la cama e hizo que se colocara a horcajadas sobre él.

—Ahora, desciende poco a poco. Yo te guiaré, pulpito. Confía en mí —le dijo Mirio con su voz sedosa, sin dejar de sujetarlo. Tamaki asintió y se dejó llevar, bajando lentamente sobre la polla del rubio—. De esta forma, podrás controlar mejor la situación.

Los ojos de Tamaki se cerraron cuando se sintió invadido por la ardiente carne del otro. Fue bajando con calma, como Mirio le había dicho, acostumbrándose lentamente a la intrusión, apenas logrando contenerse, deseoso de sentirse uno con él.

—No te precipites, Tamaki. No quiero hacerte daño —le susurró Mirio en el oído, mientras le sujetaba de las caderas para facilitarle la tarea y le lamía la oreja, lo que hizo que Tamaki echase la cabeza ligeramente hacia atrás, necesitando sentirse lleno por completo y que Mirio le hiciera el amor de una vez por todas.

Mirio ahogó un gemido cuando Tamaki terminó de metérsela entera, sintiéndose por completo en su interior, y entonces hundió su rostro en el cuello de su amante. Tamaki le acarició la mejilla y Mirio se encontró con dos ojos morados que irradiaban placer y amor.

—¿Todo bien, Tamaki?

Una suave sonrisa se dibujó en sus labios y en lugar de responder comenzó a moverse lentamente, haciendo que Mirio se sintiera expulsado del paraíso para ser invitado a entrar de nuevo al instante.

Tamaki subía y bajaba imponiendo su propio ritmo. A veces vacilante, a veces más seguro de sí mismo. Mirio amó la forma en la que su pareja se arqueaba, ofreciéndole la imagen más excitante que había visto en su vida. Lo cogió de la cintura y lo atrajo más hacia su cuerpo. Tamaki aumentó el ritmo y ambos perdieron la noción del tiempo.

Sus cinco sentidos estaban puestos en ese instante. Mirio acariciaba con sus manos el arco perfecto de su espalda y murmuraba frases ardientes contra su oreja puntiaguda, haciendo que se estremeciera. Abrazó su tembloroso cuerpo mientras los situaba a los dos sobre la cama, hasta que acabaron tumbados. Tamaki lo envolvió con sus piernas mientras Mirio tomaba el control y comenzaba a embestir cada vez con más fuerza.

El rubio se agitó en una última acometida haciendo que Tamaki vibrara con la misma intensidad que él, gimiendo con fuerza cuando se corrió por segunda vez aquella noche. Mirio llegó un poco después, estremeciéndose mientras descubría que no necesitaba estar en el exterior para contar las estrellas que brillaban en el cielo. Jadeantes y sudorosos ambos cayeron rendidos en un estrecho abrazo. Mientras trataba de recuperar el aliento, Mirio levantó el rostro para observar el de Tamaki. Sus labios entreabiertos fueron una invitación a probarlos, esta vez con suavidad y dulzura.

—Te quiero...

Tamaki sonrió mientras Mirio apretaba más el abrazo en el que lo tenía preso. Acarició sus cabellos oscuros y le retiró parte del flequillo que se le había quedado pegado a la frente por el sudor.

—Yo también te quiero, Mirio.

No hubo más palabras. Tamaki volvió a refugiar su rostro en el musculoso pecho del rubio y poco después ambos dormían abrazados y completamente ajenos a lo que sucedía en el exterior.

 

Notes:

Los dos primeros dibujos están inspirados en la obra de Tobias -> https:// /mxnsterteeth

Chapter 23: LAS VENTAJAS DE ESTAR ENAMORADO

Notes:

Resumen: Tamaki y Mirio hacen el amor por primera vez. Nighteye y Aizawa hablan del pasado.

Chapter Text

Miércoles, 25 de marzo de 2020

Nejire dejó de escribir en la libreta que siempre guardaba en un cajón y suspiró mientras dirigía su mirada hacia la cama. Yuyu se había quedado profundamente dormida después de haber hecho el amor con ella.

Los padres de Yuyu no estaban en casa. Se habían marchado con Yoko, su hermana pequeña, para ir a visitar a unos parientes y no volverían hasta el día siguiente.

Después de observar un rato a la pelirroja, Nejire volvió a coger el boli y siguió escribiendo en su diario. Se enfrascó tanto en su tarea que no se dio cuenta de que Yuyu se había despertado y se sobresaltó cuando sintió sus cálidos labios sobre el cuello.

—¿Qué haces levantada a estas horas? —le preguntó mientras observaba el pequeño cuaderno—. ¿Qué es eso?

Nejire intentó cerrarlo, pero Yuyu fue más rápida y con un veloz movimiento se apoderó de él.

—Eh, eh, ¿quién te ha dado permiso para cogerlo? —protestó Nejire, pero Yuyu hizo caso omiso y se alejó con la libreta en la mano. Nejire suspiró sin moverse. No tenía ganas de perseguirla, estaba bastante cansada.

Yuyu se sentó en la cama sin importarle su desnudez. Al fin y al cabo, Nejire la había visto así mil veces. Abrió el pequeño cuaderno y leyó lo que su novia había escrito en él.

—No sabía que tuvieras un diario... —la pelirroja se dio cuenta de que estaba invadiendo la privacidad de Nejire y lo cerró mientras se giraba para mirarla—. ¿Desde cuándo?

Nejire se acercó a ella, se sentó a su lado y apoyó la cabeza sobre su hombro.

—Desde que tenía nueve años —la adolescente entrecerró los ojos mientras recordaba—. Mi madre me regaló el primero ¿sabes? Tenía el dibujo de unas hadas volando en medio de un bosque. Al principio pensé que se trataba de un libro de cuentos, ¿te lo puedes creer? Así que me sorprendí cuando vi que no había nada escrito dentro.

Yuyu volvió a abrir la libreta y hojeó unas cuantas páginas sin leerlas, reconociendo la letra de su novia mientras escuchaba con atención el relato.

—Así que cuando le pregunté a mi madre por qué estaba en blanco, me respondió que tenía que rellenarlo yo. No sabía qué debía escribir, y ella me dijo que todo aquello que viviera durante cada día de mi vida y creyera que valía la pena recordar.

—¿Dónde lo dejo? —le preguntó Yuyu, asintiendo y levantando la libreta que tenía en la mano. Aquello era demasiado personal y no quería hacer sentir incómoda a su novia.

—Trae, no he terminado todavía —la joven hizo amago de coger el diario, pero la pelirroja se lo impidió escondiéndolo detrás de su espalda—. Eh, eh, ¿qué estás haciendo, Yuyu? ¡Me acabas de decir que me lo ibas a devolver!

—Lo siento... pero tendrás que seguir escribiendo después...

—¿Y se puede saber por qué? —le preguntó Nejire, inclinando la cabeza hacia un lado.

Yuyu extendió un brazo hacia su novia y la atrajo hacia ella, haciendo que quedara recostada sobre su cuerpo desnudo. Nejire suspiró al sentir un cosquilleo recorriendo su piel cuando los pechos de su novia se juntaron con los suyos.

—Porque esta noche eres mía... y no permitiré que nada ni nadie me robe ni un minuto de ti... —dijo Yuyu mientras le daba un tierno beso en la mejilla—. Además, tengo que proveerte de buenos momentos para que tengas algo sobre lo que escribir.

Nejire envolvió el cuello de su novia con los brazos, besándola con fogosidad, mientras el diario caía al suelo a un lado, olvidado. La chica de pelo lila cerró los ojos al sentir cómo Yuyu le bajaba con cuidado los finos tirantes del camisón que la cubría, deslizándose por sus piernas, dejando a la vista su desnudez. Minutos después ambas gemían con suavidad en la soledad de la habitación, enredadas sobre la colcha de la cama de Yuyu.

―xXx―

Momo se despertó con una sensación incómoda en la boca del estómago. Se estiró bajo las sábanas y se tapó los ojos con la almohada. El sol que entraba por su ventana parecía brillar más que nunca. Después de permanecer acostada un rato más, decidió levantarse.

La joven de ojos negros se dirigió al baño para darse una ducha y, después de vestirse, bajó al comedor a desayunar. Por el momento había decidido quedarse en la UA, al igual que algunos de sus compañeros, como Midoriya, Bakugo, Uraraka, Ashido y Sero, entre otros. Recovery Girl le había dicho que podía enseñarla unas cuantas cosas más, aprovechando que durante las vacaciones no habría enfermos que atender y ella había aceptado.

Cuando entró al comedor, le dijo a Lunch-Rush lo que quería desayunar y cuando se lo sirvió, se sentó en su lugar habitual. Después echó un vistazo por si veía a alguno de sus compañeros por allí, pero no había nadie. Le había mandado un mensaje a Uraraka para avisarla de que iba a bajar, pero ésta le había respondido que estaba ocupada, añadiendo un par de caritas tristes. También le había escrito a Midoriya, pero todavía no había recibido sus mensajes. Probablemente estaría durmiendo.

Dejando el móvil a un lado, se centró en el par de tostadas con mermelada y mantequilla que había pedido, y bebió un poco de su té de jazmín.

Después cogió una de las tostadas y le dio un mordisco. No mucho después tuvo que salir corriendo hacia los aseos de la planta baja, terminando con el estómago tan vacío como lo tenía al comenzar el día.

Cuando al fin pudo salir del baño se dirigió a duras penas a su habitación, sin sentirse con fuerzas suficientes como para recoger la bandeja, olvidada en el comedor. Cuando llegó, se tumbó en la cama, con la tripa aún revuelta. Cerró los ojos y una suave sonrisa se dibujó en su rostro al tiempo que susurraba un nombre de forma amorosa.

—Shoto...

―xXx―

Tamaki suspiró en sueños mientras estiraba el brazo que sentía entumecido. Un extraño peso sobre su pecho no lo dejaba respirar bien, pero estaba tan a gusto que no le dio importancia. Trató de seguir durmiendo, pero el insistente trinar de los pájaros se lo impidió. Frunció el ceño, molesto por el rayo de sol que entraba por la ventana.

Abrió los ojos de golpe y entonces se dio cuenta de qué era lo que le impedía respirar con normalidad. El alborotado cabello rubio de Mirio se expandía por toda la almohada y Tamaki sonrió al recordar la noche anterior. Suspiró mientras le acariciaba la mejilla. El chico se removió y se despertó poco a poco. Sus ojos azules como el cielo se abrieron, aturdidos, mientras reconocía el sitio donde se encontraba. Una sonrisa cruzó por los rostros de ambos cuando sus miradas se encontraron.

—Buenos días, Mirio... —susurró Tamaki ruborizándose y el rubio le sonrió, despeinado y con los ojos adormilados; se veía adorable.

—Buenos días, Tamaki.

Permanecieron abrazados un largo rato, esperando a que la pesadez del sueño se alejara. Entonces, Mirio se incorporó y sugirió que se vistieran para bajar a desayunar antes de que se hiciera más tarde.

Mirio se había imaginado en bastantes ocasiones viviendo un momento íntimo con Tamaki, pero jamás llegó a pensar que un acto tan simple como el de vestirse juntos, llegaría a significar tanto para él. Y ahora se daba cuenta de que le costaba separar la vista del chico mientras se subía los pantalones y se abrochaba la camisa.

Tamaki parecía pensar lo mismo, ya que mientras se vestía no despegaba los ojos de su pareja, aunque no le observaba de forma tan directa como Mirio a él.

Cuando estuvieron listos, salieron de la habitación y Mirio atrajo hacia sí el cuerpo de Tamaki y lo besó con dulzura. Tamaki cerró los ojos y se centró en disfrutar del beso.

—Buenos días... —dijo alguien de pronto y ambos se separaron, sintiéndose aturdidos por la interrupción. Tamaki se escondió tras el musculoso cuerpo de Mirio, abochornado y con la cara roja como un tomate. El rubio respiró aliviado cuando vio que sólo se trataba de Toshinori-sensei—. ¿Ibais a dar una vuelta?

—Buenos días, All Might... —saludó Mirio, frotándose la nuca, con una sonrisa ligeramente forzada—. Eh... en realidad íbamos a desayunar. Ya sabe. ¡Los héroes deben alimentarse bien para mantenerse en forma!

—Bien, en ese caso no os quitaré mucho tiempo. ¿Podría hablar un momento contigo, joven Togata?

Tamaki se asomó por detrás del hombro de Mirio para mirar al profesor. Mirio se giró hacia éste y Tamaki asintió, indicándole que no le importaba quedarse sólo un rato.

—Por supuesto, sensei. Tamaki... ¿por qué no te adelantas? Ahora mismo te veo —le dijo Mirio. Tamaki volvió a asentir y después de despedirse del profesor se dirigió hacia el comedor—. ¿Qué ocurre? —inquirió Mirio en cuanto estuvieron a solas.

—Teniendo en cuenta la situación actual con la Liga de los Villanos, la supuesta amenaza hacia Bakugo y lo que le sucedió a Sir… El director y el resto de profesores hemos pensado que sería bueno contar con Haya y Hado en las instalaciones del colegio. Al fin y al cabo, no os llaman los Tres Grandes por nada. Voy a pedirlas que vuelvan en caso de que no tengan ningún compromiso y quería informarte para que no te enterases por terceros.

—Genial. ¡Será fantástico volver a tener a esas dos pizpiretas aquí de nuevo!

All Might sonrió ante la entusiasta respuesta de su alumno. Levantó su mano en señal de despedida y siguió su camino. Después de eso Mirio aceleró los pasos hacia el comedor, no quería pasar ni un segundo más alejado de Tamaki.

―xXx―

Mirio y sus amigas se encontraban conversando en la sala de entrenamiento. Después de desayunar, había compartido un apasionado momento de intimidad con Tamaki y más tarde, Nejire le había enviado un mensaje de texto contándole lo que ya le había dicho All Might. Mirio les había propuesto quedar para hablar del tema y le había dicho a Tamaki que le acompañase, pero éste se había negado argumentando que Mirio necesitaba tiempo a solas con sus amigas y que él se uniría un poco más tarde. Así aprovecharía para hablar con Amori, que también se había quedado allí durante las vacaciones y desde que estaba saliendo con Mirio apenas la había visto.

—Entonces... he perdido —dijo Yuyu mientras Nejire planeaba la mejor manera de hacerle pagar la apuesta. Mirio se ruborizó, sin saber si reírse o enojarse por el hecho de que sus dos mejores amigas hubieran apostado sobre sus avances con Tamaki en el terreno sexual.

—¿Y qué tal estuvo? ¿No tenía nada de experiencia? ¿Se desenvolvió bien? ¿Quién fue el pasivo? ¿Es muy escandaloso? —Mirio no respondió a ninguna de las mil impertinentes preguntas que le hizo Nejire, de hecho, le dio una colleja y le dijo que se callase, pero por el intenso brillo en sus ojos y el sonrojo que se extendió por sus mejillas, la pareja pudo adivinar que había estado muy bien.

—Es genial, Togata-kun —Yuyu lo abrazó y le dio un beso en la mejilla—. No sabes lo que me alegra verte tan feliz. Y Nejire también se alegra, a pesar de sus molestas preguntas.

—¡Sólo tengo curiosidad! —protestó Nejire, dándole un golpecito en el hombro a su novia—. No me vas a responder, ¿verdad? —inquirió girándose hacia Mirio.

—Gracias, Haya-chan —le dijo el rubio a la pelirroja y después miró a su otra amiga—. Evidentemente no, Hado-chan.

Nejire se llevó un dedo debajo del ojo y le sacó la lengua, haciendo un gesto infantil mientras Mirio ponía los ojos en blanco. El rubio suspiró cuando su mirada se posó en Tamaki, que entraba justo en ese momento acompañado por Amori. Ambos iban charlando calmadamente. El chico de pelo oscuro les hizo un gesto tímido con la mano a modo de saludo cuando los vio y siguió su camino hacia un extremo del gimnasio. Mirio se planteó si Tamaki sería capaz de contarle a su amiga lo que había pasado entre ellos. Entonces, se acordó del momento incómodo que acababa de vivir con Nejire y se volvió hacia ella.

—Cuando estemos los cuatro juntos, ni se te ocurra hacerle ninguna pregunta indiscreta a Tamaki, ¿eh, Hado? A menos que no aprecies tu vida.

Nejire puso cara de pícara y luego se rio, dándole una palmadita en la espalda.

—Tranquilo, Togata-kun. Sé a quién puedo preguntar y a quién no. No por nada soy la número 1 de los Tres Grandes —le dijo ella, sonriéndole.

Yuyu no apartaba la mirada del chico, observándole con ambas cejas alzadas.

—Caray, Togata-kun —susurró la pelirroja, dándole un ligero codazo—. Jamás me imaginé que el chico más calladito de clase acabaría perdiendo la virginidad contigo.

Mirio negó con la cabeza y decidió no decir nada al respecto. Lo que menos quería era que Yuyu también comenzara a hacerle comentarios bochornosos. Con Nejire ya tenía suficiente.

En ese instante vio entrar a Bakugo al gimnasio, quien no parecía estar de muy buen humor esa mañana. Midoriya iba pisándole los talones, intentando mantener una conversación con el chico de las explosiones, que parecía estar más enfadado de lo habitual.

—Bueno... —dijo All Might entrando en el recinto y cerrando la puerta para subirse inmediatamente a la tarima que estaba situada en el fondo—, ya sabéis cómo va esto. Hoy vais a entrenar cada uno por su cuenta para potenciar vuestras peculiaridades. Situaos en algún lugar donde no molestéis al resto y tratar de usar vuestro potencial al máximo. Estaré por aquí por si alguien me necesita.

Todos asintieron y tomaron posición sin esperar que el profesor añadiera nada más.

Cuando la clase terminó y el gimnasio fue quedándose vacío, Mirio llamó a Tamaki y le pidió que se quedase a entrenar con él. Al chico de pelo índigo le pareció bien, aunque lo que menos se esperaba era que en lugar de luchar uno contra el otro, Mirio acabase haciendo el tonto, tratando de levantarlo a pulso o haciendo flexiones con él encima.

                         

Ambos se rieron bastante, disfrutando del tiempo que pasaron allí juntos, besándose cuando Tamaki se cayó de la espalda del rubio, acabando con los cuerpos enredados en el suelo del gimnasio.

—Te quiero —le dijo Mirio, mientras yacían juntos sobre una de las colchonetas que adornaban el suelo del gimnasio, entrelazando sus dedos con las hebras de color índigo del pelo del otro chico.

—Yo también te quiero —le respondió Tamaki, abrazándole y besándole con fuerza, sintiéndose completamente entregado.

―xXx―

Bakugo iba camino a la enfermería mientras trataba de detener la pequeña hemorragia que tenía en la frente. Durante el entrenamiento había estado distraído y Midoriya le había lanzado una patada un poco descontrolada. En cualquier otra circunstancia, Bakugo habría sido capaz de esquivarla, pero estaba pensando en otras cosas y no se había percatado del ataque hasta que no había sentido la ráfaga de aire que había levantado su compañero, seguido por los gritos que le había dirigido para que se apartara. Afortunadamente no le había dado de lleno como había pasado con Mirio, pero la fuerza con la que le había propinado el golpe había provocado que perdiera el equilibrio y su cabeza chocase contra parte del mobiliario; como resultado se había hecho una herida que no dejaba de sangrar.

All Might le había llamado la atención por su distracción y después lo había enviado a la enfermería. Al principio el rubio se había negado a ir, alegando que no era para tanto, pero después de echarle un rápido vistazo y determinar que la herida parecía ser profunda a pesar de que Midoriya apenas lo había rozado, el profesor había insistido en que debía ir a que le mirasen y le había dicho que, si no lo hacía, no le dejaría entrenar durante una semana, así que a Bakugo no le había quedado otra que obedecer.

Suspiró mientras se detenía frente a la puerta de la oficina de la enfermera. Rogando porque fuera Recovery Girl quien lo atendiera, se sentó y esperó. Frunció el ceño cuando vio salir a Yaoyorozu en lugar de a la anciana.

—¿Bakugo? —Momo lo miró con sorpresa, fue entonces cuando el rubio se retiró la mano de la frente y la chica pudo apreciar la herida—. ¿Qué te ha pasado?

—Nada de tu incumbencia, coletas —el rubio se puso de pie e hizo amago de marcharse, pero la morena lo detuvo—. Suéltame.

—Tengo que echarle un vistazo a esa herida.

—Volveré más tarde, cuando alguien profesional pueda atenderme.

—Pues entonces tendrás que esperar un buen rato —Momo se cruzó de brazos—. Recovery Girl no volverá hasta mañana.

Bakugo se quedó quieto en la puerta, dudando. No podía regresar así. All Might vería que no le habían curado y seguramente acabaría cumpliendo su amenaza. Además, la herida no dejaba de sangrar y comenzaba a sentirse mareado. Maldito nerd. Si hubiera tenido más cuidado ahora no estaría allí.

Con un resoplido de frustración, el rubio regresó donde había estado hacía tan solo unos segundos.

—Pero date prisa —la atosigó con malos modos—. No tengo todo el día.

En lugar de responder, Momo se puso manos a la obra, suspirando. Después de echar un rápido vistazo, se dirigió hacia una de las gavetas de la enfermería y comenzó a sacar lo que necesitaba. Mientras lo hacía, no se dio cuenta de la fría y penetrante mirada que se clavaba en su espalda.

Dejó todo lo necesario sobre el escritorio, después tomó un algodón que empapó en un líquido transparente y se acercó a su compañero. Extendió la mano hacia su frente, pero Bakugo se echó para atrás en un gesto de rechazo.

—Si te mueves no podré curarte —le advirtió su compañera y Katsuki bufó mientras se quedaba quieto. La chica colocó el algodón sobre la herida y fue limpiándole la sangre poco a poco. Repitió la operación hasta que el sangrado se detuvo. Después se giró para tomar una aguja y un hilo.

—¿Qué mierda vas a hacer? No pensarás coserme, ¿verdad, coletas? —le preguntó mientras señalaba con el dedo la aguja que la morena sostenía en la mano—. Ni lo sueñes.

—Es una herida muy profunda —se acercó al rubio mientras continuaba—. Si sólo te la vendo, al cabo de un rato se abrirá.

Bakugo no volvió a replicar, simplemente esperó a que Yaoyorozu comenzara.

—¡Ay! —se quejó al sentir la primera puntada—. Más te vale que no me quede cicatriz.

—No te preocupes por eso. Luego te recomendaré alguna pomada.

Bakugo cerró los ojos, sin ganas de seguir protestando. Se quedó quieto, sintiendo la punta de la aguja mientras Momo iba cerrándole la herida.

Las diligentes manos de la morena se movían con seguridad sobre su frente. Bakugo no pudo evitar acordarse en ese preciso momento de Todoroki y su traición.

Con cuánta facilidad podría decirle a la chica que tenía frente a él que estaba siendo engañada. Qué sencillo sería destruir los sueños de la persona que le había arrebatado lo que más quería.

Cerró los ojos y suspiró. No podía dejar de pensar en lo fácil que sería destruir la vida de Shoto en venganza por haberle sido infiel. Pero en vez de eso, por el momento, prefirió callar.

¿Qué ganaría?, se preguntó mientras permanecía con los ojos cerrados. Los abrió de pronto sólo para encontrarse con los vivaces ojos negros de su rival.

—¿Qué estás mirando? —soltó.

—Ya he terminado —Momo le dio la espalda mientras recogía todo—. Tendrás que venir el viernes para que te revise la herida y te retire los puntos.

—Y una mierda... —el rubio se puso de pie y se dirigió a la puerta—. Ya puedes esperar sentada porque no pienso volver.

—Pues peor para ti —le respondió su compañera de clase, encogiéndose de hombros. El rubio se giró, retándola con la mirada—. Si no te quito los puntos, entonces no habrá crema en el mundo que pueda borrarte la cicatriz que se te va a quedar.

Bakugo se tocó la frente, volvió a darse la vuelta y se marchó refunfuñando algunas frases ininteligibles. Momo se rio con ligereza mientras observaba al rubio desaparecer de su vista.

—Este Bakugo... —murmuró mientras volvía a su escritorio—. Menos mal que sé cómo tratarlo.

Lo que Momo no sabía era el secreto que el rubio guardaba y que, aunque éste pensara que le había hecho un favor a la chica al no contárselo, en realidad la estaba perjudicando, porque ella vivía tan engañada como lo había hecho él hasta hacía tan solo unos días.

―xXx―

Viernes, 27 de marzo de 2020

Mirio acariciaba con deleite cada mechón índigo de la cabeza de Tamaki, quien dormía cómodo sobre su pecho. Habían hecho el amor durante gran parte de la noche y ambos se encontraban rendidos, por lo que el rubio no tenía intención de interrumpir el merecido descanso de su pareja.

Tamaki se estremeció en sueños y Mirio acomodó las sábanas y rodeó el delgado cuerpo con sus brazos, para darle más calor. El muchacho murmuró algo y después siguió durmiendo.

Mirio sonrió mientras examinaba su relajado rostro. Contempló sus ojos cerrados rodeados por largas y negras pestañas, sus cejas y su frente, que no estaba fruncida como cuando estaba despierto. Delineó con uno de sus dedos la nariz respingona, que se frunció con gracia al sentir cosquillas. Y sus delgados labios que esbozaban una ligera sonrisa. Acarició con cuidado su afilada mandíbula y sus marcados pómulos. Observó su pelo, esparcido de forma desenfadada por la almohada, dejando visibles sus orejas puntiagudas. Las cuales adoraba.

Llevaban poco más de una semana de relación, pero a Mirio le parecía que hubieran estado juntos desde hacía muchos años. Todo era tan intenso y, a la vez sentía tanta confianza con Tamaki, que le costaba creer que no se hubieran conocido en otra vida.

Salió de sus pensamientos al escuchar la alarma de su reloj, que anunciaba que era hora de levantarse. Con cuidado, apartó ligeramente a Tamaki y se dirigió hacia su habitación para coger ropa limpia y darse una ducha. Pensó en escribirle algo a modo de despedida, pero luego lo desechó. No creía que fuera necesario. Si se acordaba, luego le mandaría un mensaje al móvil.

Se dirigió rápidamente al baño, abrió el grifo y dejó que el agua cayera por encima de su cuerpo relajando sus cansados músculos, mientras recordaba el entrenamiento del día anterior. Se habían puesto de dos en dos y él había elegido a Tamaki antes de que el chico pudiera negarse o emparejarse con otra persona. Ambos habían dado lo mejor de sí mismos en el combate. Al final, Mirio había conseguido abatir al otro, con bastante esfuerzo, pero lo había hecho; no por nada era parte de los Tres Grandes y el control que ejercía sobre su peculiaridad lo hacía casi invencible, por muy fuerte que fuera la de Tamaki.

El chico utilizó tentáculos, conchas en las manos, sus garras de pollo y las alas, para alejarse de los golpes de Mirio. El aire le proporcionaba cierta ventaja táctica sobre el rubio, que podía traspasar cada ataque que le lanzaba. Y eso sin contar el desconcierto que se había apoderado de él cuando Mirio había hecho uso de su peculiaridad por primera vez durante aquel combate y se había quedado desnudo frente a él. Tamaki había hecho amago de cubrirse la cara con las manos, completamente avergonzado, pero se contuvo, recordando dónde estaba y lanzándole un poco de tinta de calamar con la intención de cegarlo y taparle ciertas partes que lo desconcentraban demasiado. Desafortunadamente Mirio lo traspasó y lo único que se manchó fue el suelo que estaba bajo sus pies. Después de entrenar habían estado haciendo un poco el tonto en el gimnasio. Pasando el rato juntos.

Sus reflexiones fueron interrumpidas de golpe cuando sintió unas cálidas manos posándose sobre su pecho y la suave piel de otro cuerpo desnudo pegándose al suyo, en el pequeño cubículo de la ducha donde se encontraba. Aquello fue bastante atrevido por parte de Tamaki, puesto que, aunque durante el periodo vacacional no se habían quedado en la academia todos sus compañeros, sí que habían permanecido unos cuantos para entrenar y proteger las instalaciones ante la inminente amenaza de la Liga de los Villanos, y cualquiera podía entrar en el cuarto de baño a aquella hora. Afortunadamente no los pilló nadie y Mirio suspiró mientras permitía que su pareja lo acariciara con cariño.

Después de eso ya no hubo más pensamientos. Sólo la sensación de unos labios dulces saludándolo y Mirio dejándose llevar por ese placer que no tardó en devolver con creces.

Chapter 24: REGALOS INESPERADOS

Notes:

Resumen: Yuyu descubre que Nejire escribe un diario. Momo tiene nauseas, por lo que sospecha que está embarazada. Bakugo se plantea contarle a la chica la infidelidad de Todoroki, pero al final no lo hace.

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Viernes, 27 de marzo de 2020

Todoroki contemplaba extasiado a Yaoyorozu, la cual se estaba atiborrando a helado de caramelo como si no hubiera un mañana. La morena se relamió cuando se metió en la boca la última cucharada de su enorme copa y cerró los ojos con deleite. Cuando los abrió se encontró con la curiosa mirada de su pareja, quien sólo sonrió, sorprendido al verla comer tanto.

Se encontraban en una cafetería a la que solían ir muchos de los alumnos de la UA en su tiempo libre. La noche anterior Momo había sorprendido a Todoroki haciéndole una visita. Después de reponerse de la agradable sorpresa, Shoto le había pedido que se quedara en su casa el fin de semana, a lo que Momo había accedido, alegrándose de poder pasar más tiempo con su novio.

Fuyumi le había preguntado a su hermano quién era y éste le había respondido de forma seca que era una compañera de la UA, sin entrar en más detalles. La mujer no había insistido, sabiendo que Shoto normalmente era bastante reservado y que le vendría bien tener compañía. Lo que menos pretendía era hacerlo sentir incómodo, así que le había dado la bienvenida a la morena y se había retirado a la cocina sin hacer más comentarios.

—¿Satisfecha? —le preguntó el chico de pelo bicolor. Yaoyorozu asintió observando la copa reluciente que estaba frente a ella. Se ruborizó al ver que Shoto no se había comido ni la mitad del suyo—. Sí que tenías hambre...

Momo bajó la mirada. Desde que Recovery Girl le había confirmado que estaba embarazada había dado la bienvenida a su nuevo estado visitando la cocina más a menudo de lo habitual. Pensaba que las náuseas matutinas iban a ser un problema, pero descubrió con sorpresa que en realidad no eran para tanto. La enfermera le había recomendado té de hierbabuena y la muchacha se había sentido agradecida, ya que le encantaban los tés. Todo iba viento en popa, aunque todavía le faltaba una cosa… contárselo a Shoto.

Esa misma mañana le había pedido que salieran a pasear. Aunque lo más prudente hubiera sido decírselo en su casa, había preferido buscar un lugar más neutral. De alguna manera, la morena pensaba que así Todoroki no se sentiría presionado ni obligado con respecto a su paternidad, aunque ella confiaba en que la noticia le emocionase.

—¿Momo? —la voz de Todoroki la devolvió a la realidad. Suspiró mientras trataba de reunir el valor para comenzar—. ¿Nos vamos?

Yaoyorozu asintió y salieron de la cafetería. Caminaron en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Cuando llevaban un buen rato paseando, se cogieron de la mano y se sentaron en un banco de un parque cercano.

—Me alegro mucho de que estés conmigo... —le dijo Momo y Shoto la abrazó mientras le daba un ligero beso en los labios—. Te he echado de menos.

—Yo a ti también... —respondió Todoroki y ambos se quedaron abrazados, contemplando el estanque que se encontraba frente a ellos. Una pareja de cisnes blancos seguidos por sus siete crías, nadaba en completa armonía.

—Shoto... hay algo que tengo que contarte —la morena se separó del abrazo mientras lo miraba a sus ojos heterocromáticos—. Ha pasado algo que... no estaba en nuestros planes.

El muchacho de pelo blanco y rojo se asustó al ver lo seria que se había puesto Momo. Frunció el ceño, preocupado. Temiéndose lo peor.

—¿De qué se trata?

—Es que, eh... yo... —suspiró al darse cuenta de que aquello era más difícil de lo que había pensado—. Estoy... estamos... es decir... vamos a tener un bebé.

Le sostuvo la mirada a su pareja y guardó silencio esperando su reacción. Shoto seguía mirándola, como si esperara que la morena fuese a continuar hablando.

—¿Shoto...? ¿Has oído lo que he dicho?

—No es… ¿no es una broma...? —tartamudeó Todoroki y Momo no supo interpretar su tono de voz.

—No. No lo es —la chica vio cómo Shoto palidecía mientras movía la cabeza de un lado a otro, con incredulidad—. Estoy embarazada.

—¿Cómo... cómo es posible?

Momo pudo ver en el pálido rostro de su pareja que la noticia no había sido bien acogida. Una punzada de dolor atravesó su pecho mientras se ponía de pie. Caminó unos pasos mientras su mirada se perdía en las transparentes aguas del estanque.

—Si no lo quieres... —susurró mientras se abrazaba a sí misma—. No hay problema... yo...

Pero no pudo terminar la frase. Unos brazos que nunca antes había sentido tan cálidos rodearon su cuerpo y pudo sentir cómo la respiración de la persona que amaba se entrecortaba junto a su oído. La voz temblorosa de Shoto se escuchó poco después.

—¿Cómo puedes pensar que no lo quiero? —el muchacho tomó a su pareja por los hombros e hizo que se girase para poder mirarla a los ojos.

—Pensé que tú... —Yaoyorozu sintió que la voz se le quebraba. La sola idea de que Shoto rechazase a su hijo había hecho estragos en sus emociones. Le abrazó, temerosa de perderlo.

—Te equivocas —Todoroki la miró con seriedad—. Es una noticia fantástica.

—¿De verdad? —Momo refugió su rostro en el cuello del joven, permitiéndose expresar todos sus temores—. Pensé que no lo querrías. Pensé que te iba a perder.

—Nunca —Shoto levantó el rostro de la chica y la besó—. Jamás me perderás... y menos después de saber que me vas a dar semejante regalo.

La tomó de la mano y la condujo de nuevo al banco.

—Aunque debo confesarte que no me esperaba algo así —le dijo acariciándole la mano—. ¿Cómo pasó?

—Yo tampoco me lo esperaba —Momo suspiró al recordar lo que había sucedido—. En realidad, fue un accidente. ¿Recuerdas la última noche que estuvimos juntos?

—¿Cómo olvidarlo? —le dijo Shoto, ruborizándose un poco al recordarlo.

—Esa misma mañana me dolía la cabeza. Recovery Girl me recomendó que me tomara unas pastillas. Por la tarde, como me seguía doliendo, decidí hacerle caso. El problema fue que me confundí y cogí una que no era para eso... sino para potenciar la fertilidad.

—Y… por eso estabas tan... insaciable.

—¡Eh! —Momo le dio un ligero golpe en la pierna—. ¿Qué insinúas?

Shoto se rio y la besó. En realidad, una de las cosas que más le gustaban de ella era la forma en la que se entregaba. Y aquella noche en particular había sido maravillosa.

Después de un rato allí sentados pensando en cómo aquello iba a cambiar sus vidas, se levantaron y se dirigieron hacia la casa de Todoroki, metiéndose en la habitación del chico después de saludar a sus hermanos. Ambos se sentaron en la cama de Shoto mientras éste buscaba una película en su portátil; mientras tanto, Momo se perdió en sus pensamientos y regresó al presente al sentir un suave beso del chico en la punta de la nariz.

—¿Estás bien? —le preguntó, mientras le apartaba un mechón de la cara.

Momo asintió mientras refugiaba su rostro en el pecho de su pareja. No podía creerse lo feliz que se sentía. Probablemente tendría que posponer lo de convertirse en heroína puesto que ahora habían surgido otras prioridades en su vida, pero haría todo lo posible para que Shoto cumpliera su sueño; sabía lo importante que era para él y no pensaba interponerse en su camino. Estaba segura de que sería capaz de cuidar de su bebé sin que Shoto tuviera que renunciar a algo por lo que había luchado tanto.

―xXx―

Sábado, 28 de marzo de 2020

Mirai Sasaki estaba teniendo un sueño muy intranquilo. Las imágenes de lo ocurrido la noche en que murió Bubble Girl habían regresado a su mente convertidas en pesadillas. Su cuerpo se encontraba bañado en sudor y movía la cabeza de un lado a otro, como si dentro de su mismo sueño se negase a sí mismo a recordar lo vivido aquella terrible noche.

—Awata... no... —el hombre despertó de golpe, su respiración acelerada y sus puños apretando las sábanas. Cerró los ojos por un momento y suspiró aliviado al darse cuenta de que había sido sólo un sueño. Se impulsó con las manos para quedar sentado y con algo de trabajo logró colocarse una almohada tras la dolorida espalda.

Durante algunos minutos permaneció en esa posición. Estiró una mano para alcanzar el vaso de agua que había dejado sobre la mesita de noche antes de irse a dormir. La frescura del transparente líquido lo tranquilizó lo suficiente como para alejar esos terribles recuerdos que atormentaban sus noches.

En el fondo no dejaba de fustigarse por no haber podido hacer nada para evitar que Shigaraki le hiciera daño a su compañera. Estaba molesto consigo mismo por haber sido tan débil. Si en lugar de huir se hubiera quedado… probablemente ahora también estaría muerto. Sabía que no debía reprocharse lo que había pasado porque después de analizar la situación en la que se encontraba, había llegado a la conclusión de que salir de allí era su mejor opción, para Awata y para él.

Suspiró mientras apoyaba la cabeza sobre la almohada, su cabello verde con mechones rubios esparciéndose sobre ella. Se dijo a sí mismo que la muerte de su compañera no sería en vano. Volvería a andar y la Liga de los Villanos se las tendría que ver con él.

―xXx―

Todoroki se hallaba sentado en el suelo, junto a la cama donde Momo dormía. Agarraba el móvil con fuerza mientras escribía de forma meticulosa un mensaje. Después de releerlo por quinta vez, observó durante unos instantes la foto malhumorada que tenía Bakugo puesta en la aplicación, suspiró y le dio a enviar.

—Sé que es muy tarde... —susurró—, pero no podía esperar más.

Se levantó y se asomó a la ventana. Volvió a suspirar mientras observaba la noche y apoyaba la cabeza en el marco, tratando de asimilar todos los sentimientos contradictorios que cruzaban su corazón.

Por un lado, estaba la angustia por no haber podido arreglar las cosas con Katsuki. La tristeza de haberlo perdido y el saber que tal vez jamás lo recuperaría. Le había mandado varios mensajes al móvil desde que había terminado el curso y no había recibido ni una respuesta.

Al menos espero que los esté leyendo. Quiero que sepa que pienso en él y que sigo queriéndole...

—Katsuki... te echo de menos... —susurró con voz trémula mientras dejaba que sus palabras volaran en el viento nocturno, deseando que de alguna manera pudieran llegar a oídos de la persona que amaba.

Se giró para mirar hacia su cama, donde la curvilínea figura de Momo se perfilaba por debajo de las sábanas. Sonrió al sentir que una extraña emoción, muy distinta a la tristeza de antes, se apoderaba de su ser al recordar la noticia que le había dado la morena esa misma mañana.

Aún no puedo creer que vaya a ser padre... Jamás me lo habría imaginado. Una oportunidad para demostrarle al mundo que no soy como el mío.

Se acercó con lentitud y se agachó a la altura del rostro de Momo para acariciarlo con ternura. Los ojos negros se abrieron y la morena pestañeó mientras una sonrisa somnolienta se dibujaba en sus labios.

—Perdona por haberte despertado... —Shoto se sentó a un lado de la cama sin dejar de acariciarle el rostro.

—¿Qué hora es? —le preguntó la chica mientras se frotaba los ojos.

—Acaba de anochecer.

—¿Por qué no te acuestas? —le preguntó Momo echándose a un lado y dejando espacio para que Todoroki se acomodara. El chico de pelo blanco y rojo se metió bajo las sábanas, junto a ella.

—¿Quieres que mañana vayamos a algún sitio?

—Pues la verdad es que hace unos días vi un apartamento en el periódico y me gustaría ir a echar un vistazo y hablar con el dueño —le confesó ella.

—Momo… ¿por qué no te vienes a vivir conmigo? Mi padre apenas está en casa. Ya sabes; se pasa el día haciéndose el héroe. Hace semanas que no lo veo, y mis hermanos no dirán nada. Al revés, Fuyumi siempre me dice que soy demasiado serio, así que seguramente se alegrará de verte por aquí.

Yaoyorozu se sorprendió ante la proposición de su pareja. Lo miró a los ojos, buscando en ellos la confirmación de sus palabras.

—¿Estás hablando en serio?

—Jamás en mi vida he hablado tan en serio —afirmó Shoto. Momo se sentó en la cama y Todoroki le cogió de la mano, entonces continuó—. Me he pasado gran parte de mi vida solo y a partir de ahora me gustaría compartirla contigo.

Yaoyorozu pudo percibir la tristeza reflejada en esas palabras. Sonrió con dulzura mientras acariciaba su rostro. Si eso era lo que Shoto quería, no iba a negarse. Después de todo, ella también lo había deseado desde un principio.

Abrazó a su pareja y lo besó con ternura, mientras le susurraba al oído una respuesta afirmativa.

―xXx―

Tamaki volvió a bostezar mientras se estiraba cuan largo era. Acababa de regresar de patrullar con Fat Gum y Kirishima, y antes de volver a su habitación había decidido ir al gimnasio para ver qué podía hacer con lo que le había dado de comer su jefe, pero enseguida empezó a sentirse cansado.

Probó su capacidad auditiva, que resultó ser bastante más potente que la de un humano. Su olfato también mejoró. Aunque no le vio mucha utilidad a ninguna de las dos cosas a la hora de combatir. Así que supuso que la vaca no tenía por qué formar parte de su alimentación habitual, a menos que tuviera que realizar alguna misión de rastreo.

Había pensado que, como durante la patrulla no había sucedido nada, quizás tuviera más energía, pero estaba equivocado. Mirando el reloj de su teléfono decidió dejar aquello para otro momento y dirigirse a su habitación. Pensando que Mirio ya debería estar dormido, entró procurando no hacer ruido, pero se sorprendió al ver la luz encendida y al rubio mirando su móvil. El muchacho le sonrió mientras lo dejaba a un lado y le hacía un hueco en la cama.

—Pensaba que te encontraría en el séptimo sueño —murmuró Tamaki, desabrochándose la capa y el chaleco morado donde guardaba las provisiones, y acercándose a él. El borde del colchón se hundió bajo el peso del adolescente—. ¿Qué hacías?

—Estaba con un juego que me recomendó el otro día Hado-chan —Mirio le acarició con suavidad el brazo—. ¿Qué tal la patrulla?

—Bien —dijo Tamaki con su voz calmada—. Nada demasiado remarcable. ¿Has hablado con Nighteye?

—Le llamé antes y me ha dicho que ya se encuentra mejor —le respondió Mirio sonriéndole y observando al chico que le dio la espalda mientras se quitaba su traje de héroe y se ponía el pijama. Todavía se sentía avergonzado por que Mirio lo viera en ropa interior—. Aunque me temo que tardará un tiempo en recuperarse del todo. Como no vuelva a patrullar pronto me voy a volver loco, pero poco puedo hacer excepto esperar y tratar de ser paciente…

Tamaki asintió mientras se acostaba y Mirio no tardó en sumergirse entero entre las sábanas, para acariciar con sus labios los pectorales y el ombligo del otro, a través de la fina tela del pijama. Una de las cosas por las que había aguantado despierto era porque le apetecía disfrutar de Tamaki. Como había empezado a trabajar para Fat de forma oficial a jornada completa, ahora se veían menos de lo habitual, ya que Tamaki pasaba bastantes horas en las patrullas.

—Mirio… —susurró Tamaki ante la fogosidad del rubio, entrecerrando los ojos al sentir sus manos acariciando sus costados. Echó la cabeza hacia atrás cuando los labios de Mirio vagaron por su estómago y subieron con lentitud por todo su pecho hasta llegar a su cuello para morderlo con suavidad.

Tamaki le acarició la espalda y, entonces, Mirio se incorporó ligeramente y, utilizando su peculiaridad, se deshizo de toda la ropa que lo cubría excepto de los boxers. El chico de pelo índigo hizo lo mismo, pero a la antigua usanza.

Mirio no tardó en situarse entre las piernas de Tamaki para besarlo con intensidad, dejándose embargar por el calor que desprendía el chico de pelo índigo. Exploró una de las puntiagudas orejas de Tamaki con la lengua, haciéndolo suspirar. El chico se apretó contra el cuerpo de Mirio, provocando que éste también gimiera al sentir su excitación contra la suya a través de los calzoncillos.

 

 

—Tamaki… yo… —susurró Mirio contra su oído, provocando que el otro se retorciera; entonces, le puso una mano en la barbilla para que le mirase—. Me gustaría que… bueno… que esta vez estuvieras tú arriba… no sé si me entiendes…

Tamaki abrió los ojos de par en par, sabiendo perfectamente a qué se estaba refiriendo Mirio.

—¿Quieres que yo…? Pero…

—Bueno… si no quieres lo entiendo… simplemente me gustaría sentirte… eso es todo —respondió Mirio mientras le acariciaba el rostro, mirándolo con ternura.

—No yo... sí… pero, no sé… —el rostro de Tamaki enrojeció y se quedó callado, incapaz de terminar la frase. Cogió aire y se armó de valor para seguir—, no sé si sabré… cómo hacerlo —confesó.

—No te preocupes por eso, Tamaki —Mirio le cogió una de las manos y le besó los nudillos—. Yo te guiaré.

Mirio lo miró a los ojos, los suyos brillando con expectación. Apretó contra sí el cuerpo de Tamaki y sus piernas se enroscaron en torno a su esbelta cintura. Acercó los labios a su rostro y Tamaki sintió su voz aterciopelada como si fuera una caricia.

—Mi cuerpo es todo tuyo, pulpito... haz con él lo que quieras.

Tamaki jadeó con fuerza ante aquellas palabras. En realidad, se moría de ganas por hacerle el amor a Mirio y hacerle sentir todas las cosas que él sentía cuando el rubio lo tomaba.

Le encantaban sus manos, sus labios, su musculoso cuerpo. Y disfrutaba de cada caricia que le dedicaba, pero él también quería venerar la piel del rubio y hacer de aquella noche una que ninguno de los dos pudiera olvidar.

El chico no perdió el tiempo en deshacerse de los boxers rojos de Mirio, quien gimió cuando las manos de Tamaki apresaron sus firmes glúteos, apretándolos primero con timidez y después con algo más de confianza. Deslizó los dedos por el contorno de sus tonificados muslos y a lo largo de sus piernas. Un beso apasionado le robó el aliento mientras sentía la lengua de Tamaki explorando cada rincón de su boca.

Se sintió tentado a devolverle caricia por caricia, pero sabía que era el turno del chico de pelo índigo y debía dejarlo hacer sin interponerse. Cerró los ojos y se relajó, permitiendo que esos labios curiosos y ligeramente titubeantes recorrieran su cuello, dejando un rastro húmedo hasta su pecho.

Mirio se mordió el labio inferior y enredó sus dedos en los alborotados cabellos de su pareja, que ya saboreaba su vientre y le acariciaba la entrepierna con cierta vacilación. Cuando la espalda de Mirio se arqueó y su cuerpo tembló por la anticipación, Tamaki se armó de valor y llevó la lengua hasta la punta de la erección del rubio.

Se detuvo un instante y levantó el rostro para encontrarse a Mirio con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, con un gesto de intenso placer. Y entonces de pronto se sintió más seguro, al saber que él era el causante de aquella reacción. Recorrió con su mirada el cuerpo desnudo de Mirio, admirando la firmeza de sus músculos bien definidos y delineados.

Sus ojos se detuvieron en su polla que estaba completamente dura. Suspiró mientras admiraba lo perfecta que era la anatomía del rubio. Pasó las manos por encima de esa sensible zona, acariciándola y arrancando un profundo gemido de la garganta de Mirio.

Entonces se la metió en la boca y la espalda del rubio volvió a curvarse al sentirse rodeado por los húmedos labios de Tamaki. Mirio comenzó a mover las caderas, necesitando que el otro chico le diera más. Si seguía moviéndose con tanta calma iba a acabar enloqueciendo. Tamaki se la chupó durante un rato, después, sin cambiar de postura, colocó las manos debajo de las fuertes rodillas de Mirio y las elevó despacio, abriéndole las piernas al máximo. Mirio suspiró excitado al sentir la cabeza de Tamaki perdiéndose entre sus muslos.

Sus despeinados cabellos de color índigo le hicieron cosquillas en la pelvis y su cuerpo se estremeció por el intenso placer que lo recorrió, al sentir su cálida y firme lengua invadiendo su entrada. Mirio movió la cabeza de un lado a otro y se mordió los labios mientras sus manos apretaban con fuerza la almohada.

Tamaki ya no podía aguantar mucho más. A pesar de que Mirio no le había tocado en ningún momento, con solo pensar que estaba acariciando todo el cuerpo del rubio de esa forma tan íntima, había hecho que se excitara bastante. Se acercó al rostro del rubio y lo besó con pasión, mientras entrelazaba las manos con él.

Mirio liberó una para coger el lubricante que Tamaki guardaba en uno de los cajones de su mesita. El adolescente le observó avergonzado, sintiéndose ligeramente temeroso por si no lo hacía bien.

—Ahora… deberías prepararme —le susurró Mirio, al notar que el chico dudaba. Tamaki asintió, cogiendo el bote que el rubio le estaba ofreciendo—, y si te quitas eso para que pueda alegrarme la vista, pues mucho mejor —le indicó, haciendo un gesto hacia los calzoncillos que Tamaki todavía llevaba puestos.

El chico obedeció, quitándoselos rápidamente y volviendo a coger el bote de lubricante para echarse una generosa cantidad en la mano. La sonrisa del rubio fue sustituida por un ceño fruncido cuando sintió uno de los dedos de Tamaki entrando en su cuerpo, preparándolo. Éste se detuvo un momento, inseguro ante la reacción de su pareja.

—¿To… todo bien? —preguntó Tamaki.

—Sí… sí, pulpito. Sigue... por favor... no te detengas —Mirio elevó las caderas para permitirle un mejor acceso y Tamaki aprovechó para introducir otro dedo bien embadurnado en lubricante. Se movió con suavidad dentro de él y Mirio gimió en respuesta, provocando que Tamaki se decidiera a probar con otro dedo más.

Lo preparó con tranquilidad, queriendo asegurarse de que no le hacía daño. Mirio se arqueó mientras se acariciaba la erección, regalándole a Tamaki una sugerente visión que, estaba seguro, jamás olvidaría. Eso provocó que deseara más que nunca estar dentro del rubio.

Mirio sintió cómo sacaba los dedos de repente, para momentos después notar cómo Tamaki se adentraba en él, con lentitud. Sintió el cuerpo de su pareja temblar de deseo e impaciencia y se relajó para permitirle deslizarse en su interior con más facilidad. Tamaki gimió en respuesta al sentir que estaba llenando por completo al rubio.

Ambos cerraron los ojos mientras trataban de adaptarse. Sus respiraciones aceleradas y sus suaves gemidos llenaron la habitación. Mirio soltó un profundo jadeo mientras se estremecía y entonces Tamaki supo que había tocado el punto especial, aquél que Mirio encontraba tantas veces en él cuando le hacía el amor.

Se concentró en tratar de golpearlo de nuevo y cuando lo hizo se vio recompensado con un fuerte temblor del cuerpo de su amante. Lo hizo una y otra vez, haciéndolo enloquecer de placer. Fueron aquellos momentos en los que Mirio se estremeció entre sus brazos mientras repetía su nombre, en medio de sensuales gemidos, los que le hicieron perder el juicio.

Y aunque ambos deseaban con todas sus fuerzas que ese maravilloso momento nunca terminara, el éxtasis los sorprendió a los dos abrazados y cubiertos de sudor. Sus cuerpos vibraron liberando el placer que contenían y Tamaki se desplomó sobre el cuerpo de Mirio, exhausto y feliz. Mirio suspiró mientras lo envolvía entre sus brazos sintiéndose pleno, como nunca antes.

Pasaron varios minutos antes de que pudieran recuperarse del estado de languidez en el que se habían sumergido después de ese apasionado momento. Mirio acarició los cabellos de color índigo, sintiendo a Tamaki aún dentro de él. Recorrió su pecho con sus manos y le habló con suavidad, sacándolo de su letargo.

—¿Ves como podías hacerlo?

—Sólo porque tú me has ayudado... —susurró Tamaki suspirando, mientras el rubio le besaba la frente.

—¿Te gustaría repetir? —una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Mirio. Tamaki se rio con ligereza, pensando que estaba de broma, por lo que estuvo a punto de jadear cuando el rubio le rodeó la cintura con las piernas, haciendo que se sintiera envuelto aún en su cálida estrechez.

—Si quieres... —respondió con la voz entrecortada.

Entonces Mirio lo besó con pasión y Tamaki sólo pudo corresponder, mientras sentía cómo su deseo resurgía, logrando que Mirio volviera a recibirlo en aquel lugar que sólo le pertenecía a él.

 

Chapter 25: POR TI

Notes:

Resumen: Nighteye tiene pesadillas con lo sucedido a Bubble Girl. Momo le confiesa a Todoroki que está embarazada. Tamaki tiene un momento de pasión con Mirio.

Chapter Text

Sábado, 28 de marzo de 2020

—Por hoy ya hemos terminado —anunció Aizawa levantándose del banco donde había estado sentado—. Espero que el entrenamiento haya sido productivo. Si nadie tiene preguntas, nos vemos mañana.

Al ver que ningún alumno decía nada, el profesor salió del gimnasio sin añadir más, observando a los adolescentes reunirse en grupos mientras charlaban. Tamaki le sonrió a Mirio mientras se despedía de él para dirigirse a las duchas y el rubio, viendo a lo lejos a Midoriya y Kirishima, decidió acercarse a ellos para ver qué tal estaban, antes de seguir a su novio.

—Hola, Midoriya-kun, Kirishima-kun —Mirio se sentó a su lado, mientras Yuyu y Nejire salían por la puerta unos segundos después que Tamaki.

—Togata-senpai —le dijo Izuku sonriéndole ampliamente. Kirishima le hizo un gesto amistoso con la mano—. ¿Qué tal todo? ¿Has hablado con Nighteye?

—Sip. Progresa adecuadamente —le respondió Mirio, rascándose la nuca—. Supongo que estaremos un tiempo sin patrullar. No me ha dicho nada y tampoco he querido presionarle, pero creo que mientras no esté al 100%, no va a querer retomar las funciones de la agencia, a menos que contrate a alguien, cosa que me extrañaría bastante. ¿Tú qué tal estás, Kirishima-kun?

El pelirrojo le sonrió mientras se secaba el sudor de la cara con una pequeña toalla que tenía colgada alrededor del cuello.

—La verdad es que bien. No me puedo quejar —respondió mientras le mostraba sus dientes afilados—. A Amajiki y a ti os va genial juntos, ¿no? —añadió unos segundos después, mirando al gimnasio que se había quedado vacío por aquel entonces.

—Por supuesto —Mirio le observó con curiosidad—. ¿Por qué lo dices?

—Porque durante las patrullas he notado que Amajiki-senpai está más... ¿cómo decirlo? —el pelirrojo frunció el ceño tratando de encontrar la palabra adecuada para describirlo—. Relajado.

—¿En serio? —soltó Mirio, con una expresión sorprendida en el rostro.

—Sí —confirmó Kirishima, mientras le daba un golpe en la espalda a Izuku para que se pusiera en marcha—. Ayer por ejemplo lo noté mucho más tranquilo e incluso sonrió en varias ocasiones —dijo, alzando las cejas—. Fat también se ha dado cuenta de que algo ha cambiado.

—Vaya… —dijo Mirio, sonriendo. No sabía que influía de aquella forma en el otro chico.

—¿Sabes? En el fondo me da un poco de envidia —le confesó el pelirrojo y Mirio se imaginó por dónde iban los tiros. Tamaki le había contado que a Kirishima le gustaba el chico-explosivo, el cual no parecía mostrar mucho interés en él.

Toa-llama —le dijo Mirio, sujetando la toalla que tenía el pelirrojo en el cuello—, necesita tiempo para prenderse. Ya sabes. El caso es que consigas que te haga caso.

Los dos chicos más jóvenes sonrieron ante la broma.

—¿Te veremos en el almuerzo, Togata-senpai? —le preguntó Izuku, antes de salir por la puerta del gimnasio.

—¿Quién sabe? —respondió Mirio, deteniéndose al ver a sus amigas, que estaban sentadas en el césped justo frente al edificio. Les hizo un gesto con la mano y ellas le correspondieron con una sonrisa.

Cuando Mirio se acercó a ellas, se levantaron y se dispusieron a dar un paseo por las zonas ajardinadas de las instalaciones de la UA, antes de que Nejire y Yuyu se marcharan de vuelta a casa.

—¿Habéis visto cómo combate Amajiki-kun ahora que hay menos gente en el gimnasio? —comentó Yuyu mientras balanceaba la mano que le tenía cogida a su novia—. Cuando estábamos en clase no parecía nada fuerte, en cambio, ahora…

—La verdad es que sí —convino Nejire, mientras asentía—, aunque me da la sensación de que con Togata se contiene, ¿verdad? ¿Creéis que si emplease todo su potencial le acabaría dando una paliza?

—Ahora que lo dices… ¡Es verdad! —dijo Yuyu, sonriendo con picardía—. Cómo te cuida Amajiki, amigo.

—Como me merezco —respondió Mirio, frotándose la nuca mientras andaba de forma socarrona, sonriéndolas de oreja a oreja. Las chicas se rieron y Nejire le dio una palmadita en la espalda, mientras negaba con la cabeza y ponía los ojos en blanco.

—Pues como te descuides, tendremos que echarte de los Tres Grandes y fichar a Amajiki —le respondió Yuyu mirándolo con las cejas alzadas; cuando Mirio se detuvo con los ojos abiertos de par en par, la pelirroja se echó a reír y los otros dos la acompañaron.

―xXx―

Durante el entrenamiento, Bakugo había estado bastante despistado, igual que por parte última. De hecho, Aizawa-sensei le había llamado la atención en un par de ocasiones para que se centrase, sin muchos resultados. Al final, Sero o cara plana, como le llamaba Bakugo, había utilizado su peculiaridad para intentar atraparle con las cintas que salían de sus codos y al salir impulsado hacia atrás con sus explosiones para esquivarlas, había acabado chocándose contra una pared de piedra que había en el otro extremo del gimnasio. Entre maldiciones, había intentado convencer al profesor de que estaba bien, pero éste no le había querido escuchar y lo había mandado a la enfermería, así que, protestando y con el ceño fruncido, había puesto rumbo hacia allí. Algo que últimamente parecía ser bastante habitual cada vez que entrenaba.

Esperaba encontrarse a Recovery Girl porque como sólo estuviera coletas, se daría media vuelta y se iría a su dormitorio. Le daba igual que Aizawa no le dejara seguir entrenando durante aquel día si no iba a la enfermería. Prefería eso a tener que ver de nuevo a la imbécil que estaba con mitad-mitad.

Recorrió el largo pasillo que estaba rodeado por blancas camas vacías. Unas voces que provenían del fondo llamaron su atención, por lo que se acercó con sigilo y se detuvo junto a la puerta de donde provenían. Asomó la cabeza y pudo distinguir a Recovery Girl junto a unas gavetas.

Momo se encontraba de pie junto a ella; ambas parecían estar limpiando unos frascos mientras charlaban.

—Es una lástima que no te quedes —Shuzenji limpió un bote y lo guardó—. Me he acostumbrado a tu compañía.

—A mí también me da pena. Pero la verdad es que me entusiasma mucho la idea de mudarme con Shoto. De cualquier forma, tampoco iba a quedarme mucho más. Ya sabe que, si tuviera que darle prioridad a algo, sería a mi carrera como heroína. Esto sólo ha sido un extra.

Bakugo estuvo a punto de soltar una maldición y entrar como un torbellino a la salita, pero frunció el ceño y se contuvo. Ahora era mejor no montar un espectáculo.

—Bueno. En realidad, ahora tienes algo mucho más importante de lo que preocuparte —le dijo la enfermera mientras se giraba para mirarla.

Momo guardó el último frasco en el armario y después de cerrarlo se sentó en una silla, frente a la mujer. Bakugo se cambió de postura, situándose junto a la pared.

—Ya sabes que eres bienvenida si quieres que me encargue de supervisar tu embarazo... —le dijo entonces Recovery Girl.

—¿Cada cuánto tendría que hacerme las revisiones? —Momo colocó una mano sobre su abdomen plano.

—Una vez al mes —Shuzenji sonrió afable—. Sería preferible que Todoroki estuviera presente.

—Se lo diré —los ojos de Momo brillaron—. Estoy segura de que le gustará la idea. ¿Cuándo podremos saber si será niño o niña? ¿Engordaré mucho?

Mientras Yaoyorozu se deshacía en preguntas y Recovery Girl se reía y le respondía, del otro lado de la puerta el rubio apoyaba todo su peso contra el tabique mientras apretaba los dientes con furia, al tiempo que su rostro palidecía. Una pequeña explosión espontanea salió de la palma de su mano y abriendo los ojos de par en par comenzó a caminar apresuradamente hacia la salida mientras las dos mujeres de la sala se quedaban en silencio y se miraban extrañadas, saliendo un instante después para encontrarse con la enfermería vacía.

―xXx―

Bakugo caminaba con pasos inseguros por los pasillos que conducían a las habitaciones de 1-A. La noticia que acababa de escuchar aún seguía repitiéndose en su mente una y otra vez, taladrándole el cerebro. Tenía la vista nublada, se sentía mareado y no podía respirar. Se detuvo un instante para recuperar el aliento y apoyó la frente contra la fría pared, tratando de refrescarla. Negó con la cabeza al acordarse de que el elfo idiota de tercero también había hecho eso mismo en alguna ocasión.

Permaneció durante varios minutos en esa posición. Cualquiera que le viera así pensaría que se encontraba mal. Con los labios apretados y los brazos caídos a los costados movió la frente contra la dura roca, lacerándose la piel sin darse cuenta con las pequeñas irregularidades de los ladrillos.

Suspiró mientras se incorporaba. Sintió cómo la furia lo devoraba por dentro, odiando a mitad-mitad como no había odiado nunca a nadie. Divisó el pasillo donde estaba su habitación y aceleró los pasos para llegar cuanto antes.

Una vez frente a su puerta, se puso a buscar la llave en los bolsillos de su traje de entrenamiento. Antes de que pudiera encontrarla, Kirishima salió de su dormitorio y cuando lo vio se acercó a él con una sonrisa de oreja a oreja. Bakugo frunció el ceño. No quería ver a nadie ahora mismo. Apartó la vista y trató de ignorarlo, esperando que pasase de largo. Pero estaba claro que hoy no era su día.

—Bakugo, hombre. No has vuelto al gimnasio. ¿Qué te dijeron en la enfermería? —le preguntó con genuina preocupación. Su rostro se ensombreció cuando vio la expresión de su amigo—. ¿Te ha pasado algo?

El rubio apretó los labios, sintiéndose frustrado por no poder descargar su ira a solas en su cuarto. Un nudo en la garganta le impidió hablar. Siguió ignorando a su amigo mientras metía la llave en la cerradura y la giraba. Kirishima, se puso delante de él y situó su mano sobre la de Bakugo. En ese momento recordó lo que había visto el día de la graduación. A Todoroki bailando con Yaoyorozu, ambos abrazados, de una forma que sugería que no eran sólo amigos.

—¿Estás bien? —el mutismo del rubio aumentó su inquietud. El chico apartó a Kirishima a un lado y sin mirarle, abrió la puerta—. ¿Bakugo?

Katsuki se giró a mirar al pelirrojo; sus ojos demasiado brillantes. Apretó los puños y su cuerpo comenzó a temblar. Un jadeo brotó de sus labios y antes de que desapareciera por la puerta, Kirishima lo abrazó. Bakugo se resistió, soltando maldiciones y forcejeando como si le fuera la vida en ello, pero su amigo endureció su cuerpo y apretó su agarre lo máximo que pudo, hasta que el rubio se cansó de luchar y se dejó envolver en aquel cálido y duro abrazo, incapaz de seguir conteniendo las lágrimas por más tiempo. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado, se sintió reconfortado por tener a Kirishima a su lado, y por otro, se sintió humillado, por mostrarse débil por algo tal banal como lo era el amor.

—No sé qué es lo que ha pasado... —murmuró Eijiro sin aflojar su agarre—, pero soy tu amigo y quiero que sepas que siempre estaré ahí cuando lo necesites. Si quieres hablar, estaré dispuesto a escucharte. No lo olvides. Y si no quieres, no te presionaré, porque hacerlo no sería varonil por mi parte, pero, aun así, estaré aquí, en silencio, por ti.

Bakugo no dijo nada. Simplemente le devolvió el abrazo, mientras temblaba. Kirishima no estaba seguro de si era porque estaba conteniendo las lágrimas, por la furia que lo embargaba o por ambas cosas.

―xXx―

La llegada del crepúsculo cubrió el cielo de un matiz rojizo, iluminado por los últimos rayos del sol que comenzaba a ocultarse detrás de las colinas cubiertas de hierba y coronadas por nubes arreboladas. Las mismas nubes a las que Mirio y Tamaki trataban de encontrar forma.

Estaban en el césped que había detrás del gimnasio, como casi todas las tardes. Mirio estaba sentado con la espalda apoyada contra un árbol. Tamaki estaba tumbado con la cabeza sobre las piernas del otro. De vez en cuando Mirio se inclinaba para darle un suave beso y Tamaki le correspondía enredando sus dedos entre las hebras rubias.

—¿Qué forma le encuentras a ésa? —Tamaki señaló una nube y Mirio siguió la trayectoria de su dedo.

—Tal vez la de un remolino...

—¿Y aquélla? —el chico señaló otra y Mirio sonrió.

—Una estrella de mar.

—No, Mirio —le corrigió Tamaki—. Es un sol…

—No puedes pensar en otra cosa que no sea en tu trabajo de héroe. ¿Eh, Suneater?

—En realidad… estaba pensando en ti… porque eres algo así como mi sol.

—¿En serio? —Mirio se inclinó y le besó la punta de la nariz—. Si soy tu sol… ¿por dónde vas a empezar a devorarme?

—Eso... te lo diré más tarde... en mi habitación... —titubeó Tamaki y Mirio se relamió de forma sugerente mientras el otro se sonrojaba y se llevaba las manos a la cara, provocando que el rubio soltara una carcajada.

Pasaron varios minutos en completo silencio, disfrutando de la llegada de la noche y de su mutua compañía, hasta que Tamaki empezó a hacer algo que a Mirio le resultó extraño. El chico de pelo índigo había cerrado los ojos y después había levantado las manos, dibujando formas invisibles en el aire.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó el rubio mientras dirigía su atención hacia los movimientos de Tamaki. Éste suspiró mientras continuaba con los ojos cerrados.

—Hay algo... que no he hecho desde que era pequeño... —le respondió, mientras Mirio seguía observándolo, casi sin parpadear—. Sólo quiero ver si puedo hacerlo de nuevo...

El rubio guardó silencio mientras veía a Tamaki mover sus manos con elegancia, de una forma que le recordó a un maestro dirigiendo una orquesta. El sol se había puesto y la luna se mostraba sin pudor iluminando la noche y dándole una claridad etérea.

Pero cualquier pensamiento fue dejado a un lado cuando, de los largos dedos de Tamaki, comenzaron a surgir unas extrañas estelas luminiscentes. Mirio abrió ampliamente sus ojos azules cuando el chico delineó con la punta de uno de sus dedos una forma brillante en el aire que se mantuvo durante unos segundos.

El chico seguía con los ojos cerrados. Sus manos dibujando formas caprichosas que contrastaban con la oscuridad que los rodeaba. Mirio tenía la mirada fija sobre las delgadas líneas de colores. Algunas refulgían con tanta intensidad que incluso tuvo que entrecerrar los ojos. Otras eran tan sutiles que tenía que aguzar la vista para poder distinguirlas.

Tamaki estuvo un rato formando figuras abstractas en el cielo. Mirio siguió absorto el vaivén de sus manos, pero entonces, de pronto, el chico de pelo índigo detuvo sus movimientos y se giró para mirar al rubio. Ojos morados buscando los azules que tanto amaba.

—¿Cómo... cómo has hecho eso? —le preguntó Mirio con expresión de admiración, aún sin poder creerse lo que acababa de presenciar. Antes de que pudiera responder, el rubio le cogió las manos y se las examinó—. ¿Se trata de una nueva manifestación?

—¿Las has visto? —Tamaki frunció el ceño, se incorporó para sentarse frente a Mirio y le miró fijamente—. ¿Has visto las luces?

—Sí, claro —fue la respuesta del rubio—. Las luces y las formas...

—No puede ser... —Tamaki le acarició el rostro y Mirio se estremeció al sentir aquellos ágiles dedos en su mejilla—. Se supone que sólo puedo verlas yo...

—Pues ya no —Mirio le cogió de las manos y las dirigió hacia sus labios, depositando un beso en cada una—. ¿Cómo lo has hecho?

—Lo descubrí hace tiempo... —Tamaki trató de enfocar su mente en lo que parecía ser un recuerdo muy lejano—. Cuando era un niño. Y sí. Se trata de una manifestación.

El chico de pelo índigo miró hacia el horizonte, como perdido en sus pensamientos.

—¡No te hagas de rogar, Tamaki! —insistió Mirio al ver que le costaba arrancar—. Vamos, cuéntame cómo lo haces, por favor…

—Eh, bueno… —suspiró—. A mi madre siempre le ha gustado que probase cosas nuevas con mi peculiaridad. Y cuando era más pequeño solía darme alimentos raros para que probara. Un día… me dio plancton. No sé si sabes lo que es…

Mirio permaneció en silencio durante unos instantes, pensando, entonces negó con la cabeza. Le sonaba, pero no llegaba a saber exactamente qué era.

—El plancton es una especie de alga. Es comestible, pero bastante cara, por lo que no es muy común encontrarla. Su característica más remarcable, es que es luminiscente. Emite un brillo peculiar cuando se siente amenazada por crustáceos, para atraer a los peces que se alimentan de éstos.

El rubio le observó con los ojos abiertos de par en par, procesando lo que Tamaki le estaba contando.

—¡Vaya! Entonces, si tengo miedo por la noche, puedes brillar un poco para hacer que me sienta más seguro —bromeó, dándose con el puño en la palma abierta. Tamaki puso los ojos en blanco mientras negaba, con una sonrisa en los labios.

—El asunto es que no consigo emitir una luz muy potente, de hecho, mis padres no son capaces de verla. Hasta ahora sólo yo la percibía… y como tampoco me parecía demasiado útil en batalla, mi madre no insistió en que volviera a probar. Al fin y al cabo, para la oscuridad puedo comer otros alimentos que me mejoran la vista, y eso es más eficiente que manifestar una luz en la punta de los dedos. Pero esta mañana comí un poco de plancton, me acordé de esto y quise volver a probar.

—¿Y cómo haces los dibujos con las luces? —le preguntó Mirio, con curiosidad.

—En realidad, simplemente es la luz que permanece en el sitio durante unos segundos antes de desaparecer. No tiene mucha ciencia —respondió Tamaki, ligeramente avergonzado por la atención que le estaba prestando Mirio.

—¿Qué edad tenías cuando las manifestaste por primera vez?

—Ocho años...—Tamaki prosiguió con su relato—. Cuando le sucedió a mi hermana lo de… A mi padre le habían ofrecido una promoción en su trabajo que implicaba un traslado… Teníamos todo listo para mudarnos, pero tuvimos que dar marcha atrás. Mi padre renunció al ascenso y pidió que le destinaran a la prefectura donde estaba ingresada Megumi, para poder estar más cerca de ella —Tamaki hizo una pausa y frunció el ceño, acordándose de todo aquello—. La verdad es que no me fue demasiado bien en el nuevo colegio, así que mi madre me compró plancton y me dijo que probara para ver si así me animaba, pero no conseguí hacer nada. Estaba muy nervioso. Más tarde, probé de nuevo a solas en mi habitación. Cerré los ojos y me concentré al máximo. Cuando los abrí me llevé una gran sorpresa. De la punta de mis dedos salía una luz brillante como la que acabas de ver. Al final mi madre tenía razón, porque eso me hizo sentir bien, aunque ella no pudiera verlo.

Ambos se quedaron en silencio durante un rato.

—Tamaki, ¿por qué crees que sólo puedo verlas yo? —le preguntó Mirio inclinando la cabeza hacia un lado. El chico de pelo índigo se encogió de hombros, sin tener ni idea de qué responder. Mirio cerró los ojos y sonrió. Debía haber una fuerte conexión entre ellos para que sucediera algo así. Estaba seguro.

—No tengo ni idea —dijo Tamaki después de un rato—. Nunca me había pasado. Supongo que puedo preguntarle a algún profesor. Aunque tal vez podría ser por tu peculiaridad. Tal vez, de alguna forma, estás conectado con otro plano y… —aventuró encogiéndose de hombros.

—Yo creo que más bien es porque somos almas gemelas —le soltó Mirio, completamente serio.

—Estás fatal, Mirio. Eso de las almas gemelas no existe —replicó Tamaki, sonrojándose.

—¡Claro que sí! —exclamó el rubio haciéndole cosquillas en los costados. Tamaki soltó una carcajada y se retorció un poco, apartándose. Cuando le dejó en paz, volvió a apoyar la cabeza en el regazo de Mirio. Éste acarició sus suaves cabellos mientras pensaba en lo que acababa de ocurrir. Jamás se había imaginado que Tamaki pudiera hacer algo tan bonito con su peculiaridad, y pensar que él era el único que podía verlo hizo que su corazón se apretase.

Por otro lado, se sentía feliz al ver la confianza que había entre ellos dos, llegando al punto de hablar incluso de su pasado. Tamaki era muy reservado y cada cosa que le contaba, era como una batalla ganada para Mirio. Como aquella vez que le había hablado de su hermana.

—¿En qué piensas? —la tranquila voz de Tamaki interrumpió sus pensamientos. Mirio siguió acariciando su pelo color índigo y le sonrió mientras le respondía.

—Me siento halagado por saber que compartimos algo tan especial como esto —le dijo, tocándole las manos. Observó a Tamaki sonreír, la luna reflejándose en sus ojos oscuros—. Y me alegra que hayas compartido conmigo algunas cosas de las que te sucedieron cuando eras un crío.

Tamaki levantó un poco el rostro para acercarlo al suyo y poder depositar un beso en los labios del rubio.

—Yo me alegro de que estés aquí conmigo, Mirio...

—Y lo estaré siempre, Tamaki —dijo Mirio, mientras correspondía al beso—. Sin importar lo que pase, siempre estaré contigo. Ya sabes que haría cualquier cosa por ti.

Mirio se tumbó entre las piernas de Tamaki y éste enredó sus largos dedos en sus hebras rubias, cerrando los ojos mientras volvían a besarse, con la luz de la luna iluminando sus cuerpos. Mirio situó una mano en la nuca de Tamaki y la otra en su cadera, para acercarlo más a él, y éste gimió en respuesta contra su boca.

Estaba a punto de pedirle que se fueran a su habitación cuando un ruido los sobresaltó. Tamaki se tensó y ambos se separaron. El chico de pelo oscuro frunció el ceño, mientras miraba hacia un punto fijo, donde se encontraban unos tupidos matorrales. Mirio siguió su mirada, pero no vio nada. Era posible que Tamaki hubiera comido algún animal con visión nocturna, como el ciervo, y estuviera ajustando su propia vista.

Tamaki se giró de pronto, con los ojos abiertos de par en par, mirando justo por detrás de Mirio para gritar unos segundos después su nombre. Éste no fue lo suficientemente rápido, ni siquiera le dio tiempo a darse la vuelta antes de sentir una mano posándose en su hombro; a pesar del esfuerzo que hizo, Mirio fue incapaz de moverse. Se había quedado paralizado. Intentó hablar, pero no pudo. Ni siquiera pudo fruncir el ceño cuando vio aparecer en su campo de visión a Taiyo, con un puño alzado dirigiéndose a toda velocidad hacia la mandíbula de Tamaki.

―xXx―

Después de curarse de forma superficial la herida que se había hecho en la frente, Bakugo se tumbó en su cama y cerró los ojos con fuerza, mientras se hacía un ovillo y se metía los dedos entre el pelo rebelde.

Al final no le había contado nada a Kirishima. Habían permanecido un rato abrazados y después, Bakugo se había separado con brusquedad, había asentido de forma tosca mientras lo miraba y se había metido en su habitación.

Afortunadamente, ante su silencio, su amigo no había insistido en que le contara lo que le había sucedido. Había comprendido que no estaba listo para hablar con él. En realidad, no estaba listo para hablar con nadie.

—No puedo creer que esté esperando un hijo suyo. Pero... ¿cómo es posible?

Sintió una gran rabia inundar sus venas, mientras apretaba los puños con fuerza.

—¿Cómo has podido hacerme esto, Shoto? —dijo, escupiendo con rabia el nombre de su compañero.

No podía entender que Todoroki hubiera seguido insistiendo en quedar con él, aun sabiendo que Yaoyorozu estaba embarazada. No tenía sentido. ¿Cómo había podido ser tan rastrero?

Antes de que pudiera seguir dándole vueltas al tema, oyó su móvil vibrar. Al principio pensó que tal vez fuera Kirishima, preguntándole cómo se encontraba. Pero cuando se levantó de la cama para coger su teléfono y lo desbloqueó, vio que el mensaje emergente era de otra persona. Precisamente de la que tenía en la cabeza en ese momento: Shoto Todoroki.

Tal fue la ira que sintió cuando lo vio, que estuvo a punto de lanzar el móvil contra el suelo. Pero se contuvo al pensar que si lo hacía el único que iba a salir perdiendo era él.

Suspiró, tratando de tranquilizarse, con el teléfono todavía en la mano. Todoroki le había mandado un montón de mensajes, pero Bakugo no los había leído.

—No son más que mentiras de mierda —se dijo, con el ceño fruncido y sintiéndose bastante molesto—. Demasiadas...

Su rostro fue cambiando poco a poco conforme una idea cruzaba su mente. Había estado ciego durante todo este tiempo y se había enterado de la infidelidad de Todoroki de la manera más cruel. Y lo mismo le había pasado con el embarazo de Yaoyorozu.

—¿Por qué demonios tengo que ser el único que sufra? —se preguntó, con un brillo malicioso en los ojos—. Sólo tengo que hacer una captura…

Cuando buscó entre sus contactos se dio cuenta de que no tenía el teléfono de la chica. Pensó en pedírselo a Deku o a Kirishima, pero luego desechó la idea. No quería tener que dar explicaciones a nadie. Ya bastante abochornado se sentía sin que nadie supiera lo que había pasado. Le dio un par de vueltas al asunto y decidió que, si no podía mandarle los mensajes a Yaoyorozu, se los enseñaría personalmente.

Se volvió a tumbar en la cama con el móvil en la mano, debatiéndose mentalmente entre si debía hacerlo o no. Quizás así sólo estaría haciéndole un favor al quitarle la venda de los ojos... o tal vez sólo consiguiera lo contrario y coletas pensase que lo hacía por venganza o para hacerle daño. Aun así, a Bakugo le daba igual lo que la chica pensara de él. Nunca la había tenido un especial aprecio y si el barco se hundía, tenía claro que no iba a ser el único que se ahogara.

 

Chapter 26: CELOS Y SUS CONSECUENCIAS

Notes:

Resumen: Bakugo descubre que Momo está embarazada de Todoroki y decide destapar la infidelidad de este último. Tamaki le enseña su nueva manifestación de luces a Mirio y cuando están besándose los interrumpen de forma violenta.

Chapter Text

Sábado, 28 de marzo de 2020

Tamaki no podía creer lo que estaba sucediendo. Un segundo antes se encontraba recostado bajo el cuerpo de Mirio, besando sus carnosos labios y dejándose llevar, y un momento después se encontraba inmovilizado por el cuerpo del ex novio del rubio.

Cuando se había repuesto de la sorpresa inicial, había reconocido a su atacante, quien le había lanzado un fuerte derechazo en la mandíbula, la cual se había protegido con los brazos por puro instinto, creando unas conchas para recibir el golpe.

A lo lejos vio a Mirio de pie, paralizado y le quedó claro que antes de lanzarse sobre él, Takeda había utilizado su peculiaridad con el rubio para que no pudiera hacer nada. El chico de pelo gris no dejaba de lanzarle puñetazos y patadas y Tamaki quería decirle que se detuviera, que no quería hacerle daño, que no le obligara a utilizar su quirk contra él, pero no le dio margen suficiente para hablar. No entendía por qué estaba actuando así. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el sabor de la sangre le llenó las papilas gustativas y un intenso dolor le atravesó el brazo izquierdo.

—¡Ah! —gritó entonces Tamaki al sentir la coraza manifestada resquebrajándose y las astillas clavándosele en la piel, desgarrando la carne. Takeda no paró, estaba completamente fuera de sí. Tamaki consiguió manifestar de los dedos de la mano derecha unos tentáculos que envolvió alrededor de la pierna de Takeda, tirando de él hacia arriba, dejándolo suspendido en el aire. El chico alargó una mano antes de perder contacto con Tamaki y lo tocó, haciendo que se quedase congelado en el suelo.

—¡Eres un imbécil, Amajiki! —exclamó, mientras se retorcía, tratando de zafarse de los tentáculos que lo tenían prácticamente colgando bocabajo. Empezó a golpear el apéndice que se apretaba en su pierna, sin mucho éxito, por lo que extrajo un cuchillo afilado que guardaba en su cinturón y comenzó a darle tajos, tratando de liberarse—. Ahora que estás paralizado, ¡te vas a enterar! —gritó justo cuando lograba soltarse del tentáculo.

—¡Basta! ¡Detente! —gritó entonces Mirio, abalanzándose sobre él y agarrándolo con fuerza alrededor de los brazos, para alejarlo de Tamaki y evitar que volviera a usar su peculiaridad.

—¡Suéltame, Mirio! —protestó el chico, forcejeando contra los fuertes brazos del rubio.

Mientras Taiyo luchaba contra Mirio, Tamaki recuperó la movilidad y con mucho esfuerzo volvió a manifestar una concha, por si acaso. El rubio parecía tener problemas para contener a Takeda, quien al ver que liberarse no iba a ser fácil, estaba tratando de tocarle para inmovilizarlo. Antes de que consiguiera hacerlo, Tamaki se acercó y le echó tinta de calamar a los ojos, dejándolo cegado.

—¿Qué me has hecho, imbécil? —dijo a voz en grito, retorciéndose con más fuerza todavía, si es que aquello era posible—. ¡No veo!

—Tranquilízate —susurró Tamaki, pero el otro no dejó de forcejear y protestar. Entonces el chico de pelo índigo volvió a manifestar unos tentáculos con los que lo envolvió con fuerza, mientras Mirio se retiraba con cuidado. Después los cortó. Aun así, la concha manifestada no desapareció. No quería hacerle daño, pero si no se tranquilizaba, tendría que dejarlo fuera de combate. Se limpió la sangre y se acercó al rubio.

—Si no te relajas, tendremos que noquearte. Tú verás, Taiyo —le advirtió Mirio, con una expresión seria que Tamaki no le había visto nunca.

—¡No te metas en esto! —le gritó el chico.

—Demasiado tarde.

Entonces Taiyo se quedó inmóvil, como si su propia peculiaridad le hubiera afectado. Los tres allí presentes permanecieron en silencio durante un buen rato, hasta que el chico de pelo gris lo rompió.

—¿Por qué, Mirio? —fue la primera pregunta que brotó de sus labios—. No lo entiendo…

—Le quiero… —respondió el rubio sin titubear, aunque ligeramente sorprendido al ver hasta qué punto llegaba la obsesión de Taiyo.

—No puede ser... —Takeda negó con la cabeza—. No puedes querer a alguien como él.

Tamaki no dijo nada, sintiendo que en cierta manera Takeda tenía razón. No obstante, no se encontraba en posición de darle demasiadas vueltas a eso, puesto que la sangre no dejaba de manar del brazo donde se había descascarillado la concha que había manifestado y comenzaba a sentirse mareado.

Taiyo no quiso seguir escuchando. En algún momento había utilizado la navaja que había mantenido en una de sus manos para deshacerse del tentáculo que lo envolvía, y pegando un salto repentino, se volvió a lanzar contra Tamaki.

Tamaki respondió y de pronto ambos se encontraron enfrascados en una agresiva pelea en la que el chico de pelo índigo intentaba evitar que el otro le tocara en algún sitio que no fueran sus manifestaciones, para que no le dejara paralizado. Mirio observaba el intercambio de golpes, esperando el momento idóneo para intervenir. Aunque tenía un magnífico control de su peculiaridad, Tamaki y Taiyo se movían tanto que no podía estar seguro de esquivar a quien debía y golpear al otro.

—¡Por favor, Taiyo! —Mirio se puso a su lado cuando se vio derribado al recibir el impacto de una concha contra su cabeza. Éste se puso de pie de inmediato, dispuesto a seguir atacando a Tamaki—. ¡Detente!

—¿¡Cómo te atreves a poner tus asquerosas e inútiles manos encima de Mirio!? —le increpó Taiyo a Tamaki.

Tamaki no respondió. Las charlas no eran lo suyo. Pero mantuvo los tentáculos en alto, a pesar de que el dolor que sentía en el brazo izquierdo era cada vez más insoportable. La herida le ardía y había comenzado a ver borroso. Se la apretó con la mano que tenía libre, tratando de contener la hemorragia.

—¡Taiyo! ¡Estás llevando esto demasiado lejos! —exclamó Mirio.

—¿Ya te lo has follado, Mirio? ¿O ha sido él quien te la ha metido a ti? —escupió Takeda, sintiendo que la sangre le hervía cuando vio cómo Tamaki se sonrojaba y apartaba la vista. Mirio frunció el ceño.

—¿Cómo te atreves? —le dijo Mirio furibundo, aprovechando para utilizar su permeabilidad y situarse por detrás de Taiyo. Trató de agarrarle por las axilas para inmovilizarle, pero el chico de pelo gris lo vio venir y se giró justo a tiempo, tocando a Mirio y volviéndolo a transformar en una bonita estatua durante un minuto. Antes de que Tamaki pudiera reaccionar, Taiyo le dio un fuerte puñetazo en la mandíbula al rubio, golpeándole de lleno al no poder moverse para esquivarlo.

—¡Mirio! —exclamó Tamaki acercándose a él, levantando las manos mientras adoptaba una posición de defensa frente a Takeda.

—¡Aléjate de él! —le gritó Taiyo. Todavía sin poder aceptar que el chico más insulso de toda la UA pudiera estar con Mirio. No. Era imposible que el rubio le hubiera cambiado por alguien así.

—Eres tú quien… lo ha golpeado —susurró Tamaki, sin entender por qué Taiyo actuaba así. Había perdido los papeles por completo.

—¡Pero ha sido culpa tuya! —contestó—. ¡No tenía que haberse metido!

Tamaki no respondió mientras trataba de mantener las distancias con Takeda, intentando pensar en alguna estrategia para poder atraparle antes de que le dejara paralizado de nuevo.

El chico de pelo gris hizo varios intentos por tocarle, pero Tamaki le consiguió esquivar sin mucha dificultad. Se estaba planteando manifestar unas alas, cuando escuchó la voz de Mirio.

—Tamaki... —dijo éste mientras se frotaba la mejilla, volviendo a recuperar la movilidad—. Estoy bien...

—¡No lo toques! —exclamó Taiyo cuando vio que Tamaki levantaba una mano para posarla sobre el hombro de Mirio.

—¡Basta! —los tres jóvenes se sobresaltaron ante aquella voz inesperada—. ¿Qué demonios está pasando aquí? —Aizawa, que estaba haciendo la ronda nocturna por el colegio, había comenzado a escuchar gritos y ruidos en las inmediaciones del edificio de la UA y se había dirigido hacia allá a toda prisa.

Tamaki y Mirio no respondieron. El primero bajó la vista, avergonzado, mientras seguía agarrándose el brazo, que no dejaba de sangrar. Mirio miró fijamente a Taiyo, apretando los dientes, en una clara advertencia que venía a decir que sería mejor que confesara.

—Supongo que se me fue de las manos —susurró Takeda, sabiendo que si mentía tenía las de perder—. Sólo quería… darle un escarmiento…

Un silencio incómodo siguió a ese comentario. El chico iba a agregar algo cuando escucharon que alguien más se acercaba. Era Present Mic. Les echó un vistazo a los tres y no le fue muy difícil imaginarse lo que había ocurrido allí.

—Espero que tengáis una buena razón para justificar esto... —dijo mirándolos con seriedad, mientras se ponía al lado de Shota—. Porque no vamos a aceptar cualquier excusa.

Se giró para mirar a Mirio, que tenía la cara bastante magullada y a Tamaki, que tampoco estaba en su mejor momento. Taiyo era el menos herido puesto que la pareja había intentado esquivarle más que golpearle.

—Aunque, antes que nada, ¿os encontráis bien? —les preguntó el profesor de inglés. Los tres asintieron, pero Tamaki sentía su brazo arder y no pudo evitar hacer una mueca de dolor.

 

 

—¿Amajiki? —Aizawa se fijó en la sangre que goteaba por la manga de su camiseta—. Será mejor que vayas a que te eche un vistazo Recovery Girl.

—Te acompaño —dijo Mirio, preocupado.

—Tú no vas a ir a ningún sitio hasta que esto no se solucione, Togata —espetó Aizawa con autoridad—. Amajiki, ve a la enfermería y después dirígete a mi despacho. Vosotros dos... conmigo.

Tamaki no tuvo opción. Tambaleante, obedeció órdenes, girándose de vez en cuando hacia Mirio quien, acompañado por Takeda y escoltado por Aizawa y Present Mic, caminaba cabizbajo. El rubio se giró y sus ojos hicieron contacto, entonces pudo ver una expresión compungida en su rostro y Tamaki tuvo la ligera sospecha de que les aguardaban serios problemas.

―xXx―

Momo suspiró mientras se giraba para mirar el reloj de pared que había en la oficina de la enfermería. Hacía un par de horas que Recovery Girl se había marchado a una emergencia y la muchacha estaba esperando como agua de mayo a que volviera para poder irse a su habitación, recoger su maleta y marcharse. Se desperezó en la silla en la que se hallaba sentada leyendo un libro, pues no tenía otra cosa mejor que hacer.

Esa misma tarde, Hanta Sero, su compañero de clase, había ido a visitarla a su habitación. Se había sorprendido bastante porque no tenía una relación estrecha con él. Además, el chico no le había dicho gran cosa. Había tartamudeado un poco y se había marchado casi tan rápido como había llegado. Momo, se había encogido de hombros y había seguido empacando sus cosas, puesto que en cuanto terminase su turno aquel día, se mudaría a la casa de los Todoroki.

No cabía en sí de la emoción.

Un largo suspiro brotó de sus labios mientras cerraba los ojos y visualizaba en su mente a Shoto y a ella teniendo una vida en común. Se imaginó a sí misma dentro de dos o tres años, volviendo de una patrulla, siendo conocida como la famosa heroína Creati. Su pareja estaría esperándola y su bebé corretearía por la casa hacia ella. Puso una mano en su regazo y sonrió.

—Quiero conocerte ya... —susurró mientras continuaba acariciando su vientre con los ojos aún cerrados—. Quiero sostenerte en mis brazos... —una sonrisa soñadora se dibujó en sus labios—. ¿Serás niño o niña?

»Me gustaría que fueras una niña... —murmuró como si el bebé pudiera escucharla y cumplir su deseo—. Y que tengas sus ojos y su cabello...

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Bakugo se encontraba junto a la puerta. El rubio se quedó quieto en ese lugar sin saber qué hacer.

Frunció el ceño, molesto por la situación. Había ido hasta allí para abrirle los ojos a Yaoyorozu. Para hacerle ver que su castillo de inmensa felicidad sólo era una ilusión llena de mentiras. Quería que supiera que estaba siendo engañada como él mismo lo había sido. Quería romper sus sueños igual que se habían roto los suyos. Palpó el móvil en su bolsillo. Cerró los ojos y suspiró.

Momo se puso de pie de repente, girándose hacia donde estaba su compañero de clase.

—¿Todo bien? —le preguntó, observándole fijamente.

Bakugo movió la cabeza, negando mientras sacaba el móvil del bolsillo. Era ahora o nunca. Momo frunció el ceño mientras observaba los movimientos del rubio. Éste extendió la mano para mostrarle los mensajes de texto, pero alguien por detrás de Bakugo hizo que Yaoyorozu desviara la atención.

—¿Amajiki? —dijo la chica con voz alarmada y Bakugo se giró para encontrarse con el senpai de Kirishima sosteniéndose el brazo izquierdo mientras que, con un gesto de dolor mal disimulado, trataba de contener la hemorragia.

Bakugo estuvo a punto de protestar cuando el chico se sostuvo de su hombro para no caerse. Entendió que no era el momento más adecuado para mostrarse hostil.

—¿Recovery…? —murmuró Tamaki y Momo le agarró del brazo derecho y lo llevó hasta una silla.

—Ahora mismo no está, pero si me dices qué te ha pasado, tal vez pueda ayudarte.

Momo no esperó a que el callado chico le dijera nada. Con un bisturí le rajó la manga de la camiseta y comenzó a examinar la herida. Lo primero de todo fue extraerle las esquirlas de la concha que, al resquebrajarse, se le habían clavado en la carne. Después desinfectó la zona y procedió a apretarle el brazo con fuerza para terminar de cortar la hemorragia.

Mientras tanto, Bakugo permaneció allí, de pie. Observando cómo Yaoyorozu atendía al chico de tercero.

—Voy a ponerte unos puntos de aproximación, sólo por si acaso —le comentó Momo. Tamaki asintió, con los labios apretados—. No obstante, sería recomendable que volvieras en un par de horas, para que Recovery Girl terminara de revisar la herida.

Los dos chicos permanecieron en silencio observando cómo trabajaba Yaoyorozu.

—Ya está... —dijo Momo mientras se disponía a guardar todos los artilugios que había estado utilizando.

Tamaki asintió. Después de susurrar un suave “gracias” y hacerles un vago gesto de despedida tanto a Bakugo como a Yaoyorozu, salió de allí para dirigirse inmediatamente al despacho de Aizawa. Sólo esperaba que Mirio no hubiera cargado con toda la culpa de lo que había sucedido.

Bakugo permaneció allí, observando a Momo desinfectar el material que había empleado para después colocarlo en su lugar. La morena se percató de su presencia y se giró a mirarlo.

—Por cierto, ¿no ibas a enseñarme algo? —le preguntó Momo, recordando el momento antes de que Amajiki los interrumpiera.

Bakugo frunció el ceño mientras observaba el móvil que aún sostenía en la mano. Se lo guardó de nuevo en el bolsillo y después miro fijamente a la chica, quien esperaba una respuesta.

—¿Qué mierda voy a enseñarte yo a ti, coletas? —espetó, para después darse media vuelta y marcharse, dejando a Momo con la boca abierta.

—Entonces... ¿para qué ha venido? —se preguntó la chica, observando cómo se alejaba.

―xXx―

—¿Ya te sientes mejor, Amajiki?

—Sí, Aizawa-sensei. Muchas gracias.

Takeda y Mirio estaban sentados cada uno en una silla, ambos retorciéndose las manos, nerviosos, mientras Shota y Present Mic estaban de pie, frente a ellos, observándoles con cara de pocos amigos. Los dos profesores se habían girado momentáneamente hacia Tamaki cuando éste había abierto la puerta, pero después habían vuelto a mirar con enfado a los otros dos chicos, mientras Tamaki tomaba asiento.

—Entonces, ¿qué? ¿Me vais a explicar de qué va todo esto o no? —preguntó Aizawa, bastante serio.

—Que ¿de qué va? —dijo con hostilidad Takeda—. ¡De estos dos revolcándose pasado el toque de queda!

—¡No nos estábamos revolcando, sensei! —se defendió Mirio—. ¡El asunto es que Taiyo está celoso porque estoy saliendo con Tamaki! —exclamó, enfadado porque tuvieran que estar allí dando explicaciones cuando ellos dos no habían hecho nada.

—¡No estoy celoso, estoy asqueado! —gritó Taiyo y Mirio le dirigió una mirada furibunda.

—Creo que alguien aquí necesita tranquilizarse... —dijo Present Mic, moviendo las manos de arriba abajo, pidiendo orden—. No llegaremos a ninguna parte si sólo gritamos.

Los dos chicos se quedaron callados, respirando pesadamente por la ira que los embargaba. Tamaki se preguntó cómo era posible que hubieran estado juntos en algún momento. Ambos tenían personalidades demasiado diferentes como para ser compatibles.

Aizawa no necesitaba que le contasen ninguna película. Con la poca información que le habían dado y con lo que había visto, se hacía una idea bastante aproximada de lo que había pasado. Al fin y al cabo, todo el mundo sabía que antaño Mirio y Taiyo habían sido la pareja estrella de la UA y que no habían terminado la relación en muy buenos términos.

—Ahora que por fin estamos un poco más calmados —dijo Aizawa unos segundos después—, me temo que no puedo dejar que volváis a vuestras habitaciones sin imponeros un castigo.

Los chicos le miraron con los ojos abiertos de par en par. Después de haberse graduado, no esperaban que el profesor fuera tan estricto con ellos. Mirio iba a protestar, pero Aizawa levantó una mano para que se callara. Entonces, observó a los tres alumnos con el ceño fruncido.

—Ni se te ocurra replicarme, Togata —le advirtió—. Se supone que estáis aquí para convertiros en héroes, ¡por el amor de Dios! —añadió, dirigiéndoles una mirada severa—. ¿En qué estabais pensando? ¿Es así como resolvéis vuestros problemas entre compañeros? ¿A puñetazo limpio? ¿No habéis aprendido otra cosa durante los tres años que lleváis en la UA?

Los chicos no dijeron nada, simplemente bajaron la cabeza, sintiéndose avergonzados.

—Takeda, vete a tu habitación y recoge tus cosas —le dijo con voz autoritaria—. Pasarás dos semanas en tu casa. Ya que no puedo sancionaros con la no-asistencia a clase porque ya no hay, permanecerás fuera de las instalaciones del colegio durante catorce días para recapacitar sobre lo que ha pasado.

El chico los miró a todos con furia y se levantó de la silla con brusquedad.

—Baja esos humos o será un mes —le advirtió Yamada, que había permanecido en silencio.

Mirio hizo amago de levantarse también, pero Aizawa lo miró de tal forma que hizo que se detuviera.

—No tan rápido, Togata —le dijo—. Se os permitió que os quedaseis aquí después de haberos graduado para que entrenaseis y pudieseis perfeccionar vuestras técnicas. Por lo que veo, aparte de meteros en líos, habéis estado haciendo otras cosas. A unas horas en las que deberíais haber estado en vuestras habitaciones.

Tamaki se sonrojó, sintiéndose abochornado y tuvo que contener el impulso de levantarse para apoyar la frente contra la pared más cercana. Al fin y al cabo, el profesor les estaba echando la bronca y no podía comportarse de esa forma en medio de una regañina.

—Lo siento, pero no puedo hacer la vista gorda ante eso —dijo el profesor mirándolos con seriedad—. Había pensado mandaros a los dos a casa durante dos semanas, al igual que a Takeda. Pero recapacitando, creo que no será necesario llegar a esos términos.

»Creo que lo más justo sería que fuera Togata quien pasase los siguientes catorce días en casa. Al fin y al cabo, el peor parado ha sido Amajiki y quizá sea conveniente que permanezca aquí por si Recovery Girl tiene que revisarle la herida.

—Pero si nosotros… —soltó Mirio.

—No estáis en condiciones de protestar, Togata. Sabéis que se os permitió quedaros con la condición de que os tomaseis en serio vuestro entrenamiento —dijo Present Mic, apoyando a su amigo y colega—. Ve a por tus cosas si no quieres que os acabemos expulsando a los dos.

—¿Podría… podría asumir yo… —susurró Tamaki en voz baja—, el castigo?

—No —dijeron a la vez Mirio y Aizawa.

—Aparte de por la herida, teniendo en cuenta la trayectoria escolar de cada uno, creo conveniente que Togata sea el único expulsado de los dos. Al fin y al cabo, necesitamos héroes en las instalaciones de la escuela y a ti, Amajiki, es la primera vez que se te amonesta durante los tres años que llevas en la academia. En cambio, a Togata… —explicó Shota.

—Tamaki, son solo dos semanas —le interrumpió Mirio, tratando de animar al otro chico, sabiendo que hiciera lo que hiciese, no iba a librarse del castigo—. ¡No dejes de entrenar para que cuando vuelva, puedas hacerme frente! —exclamó tocándose el ceño.

El chico asintió sin decir nada. Mirio se levantó, se despidió de sus profesores y salió de la oficina, seguido de cerca por el otro adolescente. Cuando estuvieron en el pasillo, ambos se miraron apesadumbrados, pensando en lo difícil que iba a ser estar tanto tiempo sin verse.

―xXx―

Domingo, 29 de marzo de 2020

Present Mic observó la silueta de Aizawa perfilándose contra el cristal de la ventana. El hombre se encontraba sentado en el alféizar, mirando hacia afuera con una copa en la mano. Yamada cogió una botella de sake y se sirvió un vaso también, bebiéndoselo de un trago y volviéndoselo a llenar.

—Menuda se ha montado —comentó el rubio, sobresaltando a su amigo que estaba sumido en sus pensamientos.

—Y que lo digas —comentó Shota, acercándose a Yamada que se había sentado en el sofá y apoyándose en la mesa que estaba a su lado—. Espero no haberme equivocado mandando a casa a Takeda y a Togata —comentó. Hizashi volvió a apurar el vaso de sake y se sirvió un tercero.

—Deberías haberlos mandado a los tres, en realidad —respondió encogiéndose de hombros—. A Takeda por dar pie a una pelea y a los otros dos por estar haciendo algo indebido en los terrenos del colegio y encima a esas horas. Amajiki tiene tanta culpa de eso como Togata.

Aizawa negó con la cabeza, sabiendo por qué su amigo estaba diciendo eso: por los prejuicios que tenía. Frunció el ceño, cansado de sus tonterías. Cuando se terminó la copa, imitó al rubio y se sirvió otra. Últimamente los días estaban siendo muy duros y necesitaba olvidarse de todo, aunque fuera durante un momento. Yamada se apresuró a quitarle el vaso que sostenía de forma inestable en la mano.

—Ya has bebido suficiente por hoy —le dijo, vaciándolo de un trago. Él estaba acostumbrado al alcohol y necesitaba algo más que cuatro copas para emborracharse, por el contrario, sabía que Shota apenas solía beber y que, si se pasaba, al día siguiente se arrepentiría de haberlo hecho.

Aizawa intentó recuperar su vaso y al ver que fallaba, se dirigió hacia donde estaba la botella. Yamada negó con la cabeza al ver que el hombre bebía directamente sin ningún reparo. Se acercó a él para tratar de arrebatársela también, pero Shota fue más rápido. Sólo quería dejar de sentirse tan solo, y si podía conseguirlo embriagándose, lo haría.

—Deja de beber, Shota... Ya estás más borracho que una cuba. Y sé por experiencia que mañana no te alegrarás de los resultados.

—¿¡Y a ti qué te importa!? —exclamó el moreno de forma más violenta de la esperada. Hizashi se sobresaltó al escucharle alzar la voz.

—¡Claro que me importa! —le respondió, acercándose a él y tratando de serenarlo—. Siempre me has importado. Eres mi mejor amigo.

—¡No es cierto! —Shota dio un paso atrás para alejarse de Hizashi—. No te importo yo, ni te importan tus alumnos, ni te importa nadie.

—¿De qué estás hablando? —soltó Hizashi, pensando que su amigo no parecía saber ni lo que decía.

Aunque Yamada pensaba que todo aquello que estaba soltando Shota era debido al exceso de alcohol, en realidad venía motivado por la frustración que había sentido durante años al no poder confesarle lo que sentía por miedo al rechazo. Y ahora, viendo cómo hablaba de los dos alumnos de tercero, aquel resentimiento volvió a florecer, avivado por el sake que corría por sus venas.

—¡Hablo de Amajiki y Togata! Ese comentario que has hecho antes… ¡No entiendo por qué tendría que haberlos mandado a ambos a casa! Si mandé a Togata es porque estoy seguro de que participó activamente en la pelea, no porque se estuviera besando con Amajiki en los terrenos de la UA. ¿Desde cuándo está prohibido? Porque no me he enterado.

—No me vengas con ésas ahora —replicó Hizashi—. ¿Acaso estás insinuando que eres capaz de ver bien una relación entre dos... hombres? Sabes tan bien como yo que eso no es natural. Y sí, a mí me parece una falta de respeto que se besen en lugares donde pueda verlos cualquiera.

—Pero… ¿por qué eres tan cerrado? —Shota dejó la botella a un lado y se apoyó contra la pared, pues comenzaba a sentirse mareado—. No tiene nada de malo que dos chicos compartan sentimientos...

—No puedo creer lo que me estás diciendo —Hizashi se sentó en el sofá, se quitó las gafas de sol, dejándolas sobre la mesa y se masajeó las sienes. Su pelo rubio cayéndole sobre las manos, completamente desordenado. Shota se acercó y se agachó frente a él—. Es algo antinatural. Es... asqueroso.

—Eso no es verdad... —Aizawa permaneció frente a Yamada, sus largos dedos enredándose entre las hebras rubias de su amigo—. No puedes saber si algo es asqueroso si no lo has probado antes.

—¿Qué quieres decir? —Yamada levantó la vista y sus ojos verdes se encontraron con los negros de Shota—. ¿Crees que me interesa besarme con un... tío?

—Yo... te he besado antes —las mejillas de Shota, coloreadas por el alcohol, adquirieron un tono todavía más intenso.

—¿De qué hablas? ¿Qué intentas decirme?

—Lo que has escuchado... —Aizawa posó una trémula mano sobre el rostro del hombre que tanto amaba y lo acarició con lentitud, disfrutando de la calidez de su piel. Hizashi frunció el ceño, su mano posándose sobre la suya para detenerlo.

—¿Qué estás haciendo?

—Voy a hacer que pruebes... algo nuevo —declaró Aizawa y antes de que Hizashi pudiera preguntar, los labios de Shota se posaron con suavidad sobre los suyos, saboreando la tibia boca que se abrió ante él, víctima de la sorpresa.

Entonces Shota aprovechó ese momento para profundizar el beso.

 

Chapter 27: UN POCO MENOS SOLO

Notes:

Resumen: Tamaki, Mirio y su exnovio Takeda, se ven envueltos en una pelea y Aizawa-sensei expulsa durante 14 días tanto a Mirio como a Takeda. Bakugo está a punto de contarle a Momo la infidelidad de Todoroki, pero no llega a hacerlo. Aizawa se emborracha y besa a Present Mic.

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Domingo, 29 de marzo de 2020

Las ansias acumuladas por tanto tiempo convirtieron el beso de Aizawa en algo necesario, vital. El hombre se enderezó y acercó su cuerpo al de su amigo, estático aún por la sorpresa. Sus manos dejaron su cabello rubio para posarse en su espalda, atrayéndolo más a él.

Lo tumbó sobre el sofá con cuidado y se recostó sobre él, sin dejar de besarlo. Era tanta su emoción por ese momento tan deseado, que el profesor no se percató de que su beso no era correspondido y que Yamada aún se encontraba conmocionado e incapaz de reaccionar.

Dejó su boca para besar su rostro. Sus labios se posaron sobre una de sus mejillas y se detuvo cuando una mano se posó en su hombro y lo alejó. Aizawa se separó de su amigo, sólo para encontrarse con los ojos verdes del hombre que amaba. Pero en ellos sólo vio una mezcla de asco, sorpresa y furia.

Fue entonces cuando comprendió. Ante la mirada salvaje de Yamada, Aizawa se puso de pie y dio varios pasos hacia atrás, temiendo la reacción de quien hasta ese momento había considerado su mejor amigo.

—Hizashi... yo...

—¿Por qué... has hecho eso? —Yamada se levantó del sofá, al tiempo que se limpiaba la boca con una mano. Aizawa sintió una punzada de dolor al ver el gesto.

—Yo no... —bajó la mirada, incapaz de seguir sosteniendo la de su amigo.

—¿Por qué? —Yamada le miró con los ojos entornados—. ¡Responde!

—Porque… me gustas —confesó Shota, sintiéndose incapaz de mentirle. Los ojos del rubio se abrieron de par en par.

—¿Qué...?

—Siempre me has gustado… —el cuerpo de Aizawa se relajó mientras dejaba salir todo lo que había guardado en su corazón durante años. Se apoyó contra la pared, tratando de mantenerse de pie.

—Estás... ebrio —soltó Yamada.

—¿Y qué? Tú también. La diferencia es que tú tienes mucho más aguante que yo —respondió Aizawa, acercándose de nuevo a él. Yamada dio un paso atrás, tratando de alejarse—. El alcohol no cambia lo que siento por ti. Desde que estudiábamos juntos en la UA…

—No es cierto...

—Jamás te lo dije por miedo al rechazo... —Aizawa permaneció de pie en el centro de la habitación, su cabeza en alto y sus ojos negros brillando más que nunca. A pesar de la reacción de su amigo ahora sentía que se había quitado un gran peso de encima. Se sintió ligero—. Soy gay, Hizashi. Y estoy enamorado de ti.

Un largo silencio siguió a la confesión de Aizawa. Yamada no apartó la vista de la cara de su amigo, buscando alguna señal que le indicara que Shota sólo estaba bromeando. Pero pudo ver cómo le sostenía la mirada y su rostro, completamente sereno, expresaba una profunda seriedad.

—Bueno. Pues ya lo sabes —Aizawa suspiró, dejando escapar el aire que, sin saberlo, había estado conteniendo. Se encogió de hombros, tratando de quitarle hierro al asunto—. Te he dicho la verdad, así que ahora depende de ti lo que quieras hacer con ella.

Yamada negó con la cabeza mientras se dirigía hacia la puerta, todavía sintiéndose anonadado. Cuando posó la mano sobre el pomo, Aizawa volvió a hablar.

—A pesar de lo que te he dicho, ¿seguiremos siendo amigos? —su voz se escuchaba triste.

Yamada se giró para mirarlo.

—No lo sé, Shota... —susurró.

Aizawa tuvo entonces el profundo deseo de estrecharlo entre sus brazos para no dejarlo ir. Pero no hizo nada. Sólo observó los movimientos de Yamada mientras giraba el pomo.

—Mi puerta siempre... estará abierta para ti, Hizashi —su voz se quebró al hablar.

El otro hombre no respondió, alejándose de allí sin siquiera decirle adiós.

Aizawa se quedó estático, incapaz de apartar la vista en el punto donde había estado su amigo hacía tan solo unos momentos antes.

—Te he perdido... —murmuró.

Entonces, todo a su alrededor comenzó a dar vueltas y sus piernas dejaron de sostenerlo.

―xXx―

Todoroki entró en su habitación con mucho sigilo, pensando que Momo ya dormía, pero se sorprendió al ver que la morena se encontraba apoyada contra el marco de la ventana, perdida en sus pensamientos. Shoto se quedó de pie junto a la puerta, observando la esbelta figura de una de las dos personas que más amaba en el mundo. Su rostro reflejaba el brillo de la luna y el adolescente pensó por un instante que se la podría confundir con un ángel.

Momo, que no se había percatado de su presencia, suspiró mientras se abrazaba a sí misma y entrecerraba sus ojos oscuros. Su pareja intuyó que estaba pensando en el bebé. Se acercó con una sonrisa y la abrazó por la espalda. La morena se sobresaltó para después sonreírle y apoyar su cabeza sobre el hombro del chico de pelo rojo y blanco.

—Siento haberte asustado... —Shoto entrelazó sus manos con las de Momo y depositó un suave beso en su mejilla—. Pensé que a estas horas ya estarías dormida.

—Te estaba esperando —susurró Yaoyorozu, girándose hacia él—. ¿Cómo te fue?

—Bien. Estuve patrullando con Burnin, pero no sucedió nada relevante. Los civiles nos hicieron fotos y nos pidieron algunos autógrafos —suspiró—, pero nada de villanos.

Entonces Todoroki se quedó en silencio, recordando los momentos que había pasado con Katsuki cuando habían tenido que examinarse de nuevo para conseguir la licencia provisional de héroe.

Le echo de menos…, pensó mientras suspiraba recordando los besos apasionados que habían intercambiado hacía no mucho. Si tan sólo pudiera conseguir que me perdonara...

—¿En qué piensas? —la voz de Momo hizo que volviera a la realidad. El chico negó con la cabeza.

—En nada —respondió e inmediatamente intentó cambiar el tema—. A pesar de que he hecho poca cosa, la verdad es que estoy bastante cansado.

—Normal. Hagas poco o mucho, la presión que ejerce tu padre sobre ti siempre está presente —comentó Momo, frunciendo el ceño—. Bueno. Será mejor que nos metamos en la cama.

—¿Quieres que hagamos algo mañana?

—Tal vez podríamos salir a cenar —dijo Momo mientras le acariciaba el pecho.

—¿Y luego?

—Luego... —la chica acercó los labios a su oreja, haciendo que Shoto se estremeciera—. Haremos lo que tú quieras... —Todoroki tomó a la morena de la cintura y la impulsó para colocarla encima de él—. ¡Qué haces! —exclamó la joven entre risas.

—Estoy haciendo lo que yo quiero... —el chico besó con pasión los labios de Momo.

—Pensé... que querías descansar —susurró la joven con una sonrisa pícara.

—Ya habrá tiempo para eso.

―xXx―

Lunes, 30 de marzo de 2020

Sasaki se encontraba en la sala que había habilitado en su casa para realizar las sesiones de fisioterapia. Esa mañana se había levantado muy temprano para desayunar antes de que se pasara por allí el doctor Karuma, y ahora estaba esperando a que el hombre llegara. Mientras tanto, rememoró la conversación que había mantenido con Nezu no hacía mucho. Éste le había pedido todos los detalles de lo que había pasado con la Liga de los Villanos ya que estaba planteándose realizar un ataque. Mirai no estaba convencido de que aquélla fuera la solución más óptima, aunque tampoco era muy partidario de esperar sentado a que la Liga pusiera en marcha sus planes. Pasase lo que pasase, lo único que sabía era que la rabia lo carcomía por dentro por verse incapaz de participar en lo que fuera que estuviera por venir.

Cuando el timbre sonó, Sasaki no pudo evitar pegar un bote, sobresaltado ante el inesperado ruido. Sin perder tiempo e intentando alejar las preocupaciones de su mente, el Pro héroe se apresuró a abrir.

Antes de comenzar con la sesión, el médico lo examinó para ver cómo estaban sus articulaciones. Mirai seguía sintiendo mucho dolor, así que Karuma decidió que, por el momento, su paciente seguiría tomando los antiinflamatorios y continuaría realizando los mismos ejercicios.

Estaba vistiéndose con cuidado, después del examen, cuando alguien llamó a su puerta por segunda vez en el día. Sasaki se disculpó con el médico y se dirigió hacia allí, sorprendido ante la inesperada visita.

Al otro lado del marco, se encontró a un Aizawa con no muy buen aspecto. El profesor había bebido hasta caer rendido en su habitación después de lo que había sucedido con Yamada, pasando toda la noche en una especie de neblina que no le había dejado pensar demasiado en lo que había sucedido. Cuando se había levantado al día siguiente, se había sentido fatal —y no solo por la resaca—. Sin saber muy bien qué hacer o a quién recurrir, en su cabeza sólo se había perfilado una única opción: acudir a Mirai.

Éste miró de arriba abajo al profesor. Al ver el aspecto demacrado del que fuera su amante, le hizo un gesto apresurado para que entrase. Después, alzó las cejas de forma interrogativa, mientras sus ojos se posaban con insistencia en el saco de dormir amarillo que el hombre llevaba a rastras.

—No me encuentro muy bien —se excusó Shota—. Y sabes que esto me reconforta —explicó brevemente, tirando del saco.

 Mirai negó con la cabeza, sorprendido por lo poco que había cambiado su amigo con el paso de los años y luego, rápidamente, le explicó que se encontraba en medio de una sesión de terapia y le pidió que lo esperase en el salón. Shota, obedeció sin más preámbulos.

A Mirai jamás se le había hecho tan larga una sesión, y el doctor le llamó varias veces la atención por no estar concentrado. Cuando el médico se marchó, se dirigió hacia el salón para encontrarse con un Aizawa sentado en el sofá, con la vista completamente perdida. El saco amarillo estaba tirado al otro lado de la sala, completamente olvidado por aquel entonces.

—¿Shota...? —dijo el Pro héroe provocando que el profesor se volviese para mirarle—. ¿Va todo bien?

—Sí. Lo siento. No quería presentarme así en tu casa —le respondió Aizawa, sintiéndose ligeramente abochornado. Entonces hizo un gesto hacia la silla de ruedas—. ¿Qué tal vas?

—Bueno… poco a poco —respondió Mirai y se quedó mirando la cara demacrada del que consideraba su amigo—. ¿Qué es lo que te trae por aquí, de forma tan inesperada?

—En un rato tengo que volver a la UA, pero ahora…

Una sombra de tristeza cruzó las pálidas facciones de Aizawa. Sasaki iba a preguntar algo más cuando se dio cuenta de que su amigo sólo necesitaba sentirse apoyado. Estaba claro que fuera lo que fuese lo que le había sucedido, no estaba listo para hablar. Shota bajó la vista y Mirai pudo ver que le temblaban las manos, así que decidió acercarse y aprovechando que estaban a la misma altura, le pasó un brazo por los hombros, con la intención de transmitirle, sin necesidad de utilizar palabras, que podía contar con él.

―xXx―

—¿Qué tal el entrenamiento? Todavía no entiendo por qué seguís yendo a la UA si ya os habéis graduado —comentó el padre de Yuyu, Hideki, mientras comían.

—Nos ha ido muy bien, Haya-san. ¿Sabes? Estamos aprendiendo muchas cosas —respondió Nejire con una resplandeciente sonrisa.

—Mientras no tengamos otra cosa que hacer, papá —intervino Yuyu—, nos viene bien ir allí, así no perdemos práctica. Al fin y al cabo, es una buena oportunidad de mejorar.

Yuyu y Nejire estaban sentadas juntas, compartiendo la mesa con los padres y la hermana de la pelirroja, que acababan de llegar de visitar a unos parientes.

—De momento os quedaréis aquí las dos, ¿verdad? —les preguntó Kanade, la madre de Yuyu, mientras les servía un poco de guiso. Su hija asintió y su ella le sonrió ampliamente.

—Esta mañana fui al mercado —mencionó entonces Hideki, atrayendo la atención de las jóvenes—. ¿Por qué no me dijisteis que Togata ya no estaba en la UA? Pensaba que había decidido quedarse allí durante las vacaciones.

—¿Le has visto? —preguntó Yuyu—. ¿Cómo está?

Las chicas sabían que a su amigo lo habían expulsado durante dos semanas, pero Mirio apenas les respondía a los mensajes y había sido bastante escueto a la hora de contarles cómo se encontraba.

—En realidad sólo lo vi unos instantes —respondió su padre. Y luego agregó—: quise saludarlo, pero iba con prisa y no me vio. Me dio la sensación de que parecía un poco cabizbajo.

—¿Tenía mal aspecto? ¿Estará durmiendo bien? ¿Habrá pillado un resfriado? —soltó Nejire, mientras Yuyu negaba con la cabeza.

—Espero que no. De cualquier forma, mañana por la tarde he quedado con su padre, así que aprovecharé para saludarlo.

Yuyu y su novia se miraron la una a la otra.

—¿Podemos pedirle un favor, Haya-san? —preguntó Nejire, nerviosa. El hombre asintió—. ¿Podríamos ir con usted?

—Por supuesto —respondió—. Seguro que Togata-kun se alegrará de veros.

—Hornearé una tarta para que se la llevéis —agregó Kanade, entusiasmada—. ¿Le gustan las manzanas?

—Mamá, mejor hazla de melocotón. Con eso aciertas seguro —comentó Yuyu y Nejire asintió con energía.

—Yuyu… Papá me ha comentado que aún no has decidido qué vas a hacer ahora que te has graduado —les interrumpió Yoko, que hasta ese momento no había participado en la conversación.

—Así es —la pelirroja se encogió de hombros—. Tengo que pensármelo muy bien. No quiero tomar una decisión precipitada y arrepentirme después.

—Y haces bien —intervino su madre—. Lo importante es que te sientas cómoda con la decisión que tomes.

—¿Te vas a ir a Italia, Hado-chan? —le preguntó entonces Yoko a Nejire.

—Sí —respondió la muchacha dando suaves palmas de emoción—. Sólo tengo que mirar vuelos y contactar con la instructora que me recomendó Ryukyu, ¿no es genial?

—Pero ¿cómo vais a hacer para veros cuando te vayas? —le preguntó la madre de Yuyu sin poder evitar sentir una punzada de tristeza ante la decisión de Nejire.

—Bueno... hay muchas maneras, ¿verdad, Yuyu? —respondió la chica de pelo lila, llevándose un dedo a la barbilla mientras pensaba en las múltiples opciones.

Se quedaron un rato en silencio, disfrutando de la comida, hasta que intervino Hideki.

—Tal vez podrías montar tu propia agencia, hija —sugirió.

—O podrías buscar un sitio donde pudiesen dar utilidad a tu peculiaridad. Donde necesiten pegar objetos o lubricarlos… —sugirió Yoko.

—A tu hermana le gusta trabajar con Edgeshot, no creo que quiera…

Yuyu suspiró mientras se ponía de pie, dejando a su familia decidir su futuro durante la sobremesa. Nejire la observó y salió al jardín tras ella.

—Eh, eh, ¿estás bien? —le preguntó mientras apoyaba una mano sobre su brazo—. ¿Quieres que hablemos? ¿Me oyes?

La muchacha se sentó en un banco en medio del jardín y respiró profundamente.

—Siempre hacen lo mismo, ¿sabes? —le dijo mientras tomaba la mano de su novia, que se había sentado a su lado.

—Es normal, Yuyu —respondió Nejire mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro—. Son tu familia y se preocupan por ti.

—Me perjudican —respondió la pelirroja negando con la cabeza—. Porque, por una vez en la vida, querría que nadie interviniera en las decisiones que debo tomar yo.

—Te entiendo —la joven acarició su pelo rojizo, tratando de tranquilizarla—. Pero lo hacen porque te quieren. Y estoy segura de que, aunque intervengan, respetarán lo que decidas hacer. Al fin y al cabo, no se metieron cuando quisiste teñirte el pelo de color rojo o hacerte tus piercings, ¿me equivoco?

Yuyu guardó silencio ante las palabras de su novia. Nejire se puso de pie, frente a ella y le cogió de la mano, mirándola con seriedad.

—No desdeñes el apoyo que tu familia te ofrece. Porque el día que tengas que tomar una decisión sola, desearás haber podido contar con ellos.

Le soltó la mano y Yuyu la vio alejarse hacia el interior de la casa. Quiso seguirla, pero algo en su interior la obligó a quedarse en el sitio mientras Nejire se detenía en el quicio de la puerta.

—En serio. Nunca olvides lo que tienes, cariño... —fueron sus últimas palabras antes de entrar al comedor.

―xXx―

Martes, 31 de marzo de 2020

Tamaki entró al gimnasio deseando que estuviera vacío, pues no se sentía con ánimos de entrenar con nadie. Su deseo se vio frustrado cuando vio que sus compañeros e incluso el profesor ya se encontraban allí. Suspiró mientras observaba a Yuyu y Nejire, las otras dos integrantes de los Tres Grandes y al resto de alumnos que habían permanecido en la UA durante el periodo vacacional.

No habló con nadie durante el tiempo que estuvo entrenando. Se concentró en practicar con su peculiaridad, en manifestar nuevas cosas y en manipular diferentes partes de su cuerpo a la vez, ajeno a todo lo que le rodeaba. Pensando en Mirio y en volverse más fuerte para poder luchar junto a él en caso de que fuera necesario.

Cuando la clase terminó, Amori se le acercó para preguntarle qué tal estaba y mientras charlaban junto a un par de colchonetas, Tamaki vio cómo Midoriya se aproximaba a Yuyu y a Nejire.

—¿Habéis sabido algo de Togata-senpai? —les preguntó el chico de pelo verde mientras caminaba junto a ellas hacia la salida.

—Sólo lo que nos ha contado por mensaje —le respondió Nejire encogiéndose de hombros.

—Bueno, mi padre le vio ayer y nos dijo que parecía alicaído —le informó Yuyu mientras negaba con la cabeza—. De todas formas, esta tarde iremos a verle, así que… ya te contaremos.

—Me gustaría poder hacer algo para animarlo —musitó Izuku mientras miraba de soslayo hacia Tamaki, quien se despidió de la compañera con la que había estado hablando y se quedó junto a una pared, mientras parecía estar haciendo tiempo para que la gente saliera del gimnasio y aprovechar para marcharse cuando ya no hubiera nadie. A Midoriya le quedaba claro que, si Togata estaba apagado, era por tener que estar lejos de Amajiki.

—Eh, eh. Lo mejor que puedes hacer es seguir escribiéndole o llamándole, ¿sabes? —le dijo Nejire dándole una palmadita en la espalda—. Que sienta que estamos ahí.

Izuku la sonrió, asintiendo. La pareja se desvió entonces hacia la salida del colegio para volver a la casa de Yuyu y el chico de pelo verde se dirigió de vuelta a su habitación.

―xXx―

Últimamente Nezu había estado muy callado y no había hablado con los profesores o los estudiantes. Sabía que los entrenamientos seguían llevándose a cabo y que Aizawa había mandado a casa durante 14 días a Togata y Takeda por un altercado en las instalaciones de la UA. No obstante, a pesar de que no era lo que más le apetecía hacer, sabía que no podía seguir retrasándolo por más tiempo, así que había pedido a los profesores que se reuniesen y en aquel preciso momento se encontraban todos en una sala, sentados a lo largo de una gran mesa rectangular, mientras el pequeño ratón les contaba sus planes.

Algunos tenían delante una taza de té y otros bebían café, aguardando a que el director comenzara a explicarles el motivo por el que los había reunido.

—En estos días no he dejado de hablar con Nighteye sobre sus progresos y acerca de todo lo que recuerda de cuando estuvo cautivo en la guarida de la Liga de los Villanos... —dijo, rompiendo por fin el silencio, poniéndose de pie y subiéndose a su silla para que todos pudieran verlo bien—. Sasaki me ha comentado que está bastante seguro de ser capaz de ubicar el lugar donde le tuvieron encerrado y cree que una vez dentro podría moverse por los túneles subterráneos o, por lo menos, hacernos un mapa en el caso de que él todavía no esté en condiciones de participar en la misión. Creo que estaría bien organizarse y que seamos nosotros los que hagamos el primer movimiento. Al fin y al cabo, el colegio está bajo amenaza y también dos de sus alumnos: Midoriya y Bakugo. Por supuesto, creo que si llevamos a cabo la incursión, deberíamos pedir ayuda a los héroes profesionales e informar a los alumnos para que estén al tanto.

—No me convence del todo esa idea, director —comentó Aizawa sin despegarse de su taza de café negro. El hombre no tenía muy buen aspecto, pero, afortunadamente, nadie le había preguntado al respecto. Dio un sorbo y entonces volvió a hablar—. Aunque, dadas las circunstancias, no veo muchas salidas. Así que puede contar conmigo para lo que sea que tenga en mente.

—Lo que yo no veo muy claro es eso de contar con los alumnos. ¿No les estaríamos poniendo en riesgo de forma innecesaria? —dijo Present Mic, poniéndose de pie—. ¿También se informará a los de 1-A? ¿Incluyendo a Midoriya y Bakugo, a pesar de ser los principales objetivos de la Liga?

—No podemos dejarlos de lado, Mic. Hay muchos alumnos de esa clase que se han quedado a entrenar —le respondió Midnight—. Y tampoco creo que sea prudente apartar sólo a Bakugo y Midoriya puesto que, si se enterasen, podrían hacer una locura y el resultado sería peor. Parece mentira que seas su profesor…

—En eso tienes razón, Kayama —convino All Might—. Conociéndolos, no se quedarán de brazos cruzados esperando a que regresemos. Sería mejor contar con ellos desde el principio y vigilarlos de cerca.

El director asintió, mostrando su conformidad, después le dio un sorbo a su té y se volvió a sentar en su silla.

—Sería bueno... —dijo entonces—, que nos volviésemos a reunir aquí esta misma tarde. Le pediré a Fat Gum, Nighteye, Hawks, Mirko y Endeavor que estén presentes. Tal vez puedan aportar algunas ideas.

Todos asintieron murmurando entre ellos acerca de lo que el director acababa de comentar. Le hicieron un gesto de despedida al ratón, que tenía una expresión pensativa en el rostro, y fueron saliendo poco a poco, bastante despacio, como si lo que se había hablado allí les hubiera absorbido la energía.

Antes de salir, All Might se giró. Él no estaba en condiciones de participar en la misión. Después de su último enfrentamiento con All For One, se había quedado tan débil que había tenido que retirarse de forma oficial, y eso hacía que se preocupara todavía más por la situación en la que se encontraban.

—Toshinori... —dijo el director antes de que el hombre saliera—. Todo va a salir bien.

—Eso espero... —le respondió, sus ojos azules fijos en los del director—. Por el bien de todos.

 

Chapter 28: ANTES DE LA TORMENTA

Notes:

Resumen: Present Mic rechaza a Aizawa y éste va a ver a Mirai en busca de consuelo. Mirio está alicaído debido a su expulsión y Nejire y Yuyu van a ir a visitarle para animarlo. Nezu, el director de la UA, propone atacar la sede de la Liga de los Villanos.

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Miércoles, 01 de abril de 2020

Mirio se encontraba en su habitación, sentado en la silla que estaba frente a su escritorio; tenía la mirada perdida y un libro en las manos, sin abrir. Más libros cerrados se hallaban desperdigados por toda su cama, sin otra utilidad más que la de ocupar espacio. Los había cogido para tener algo con lo que entretenerse, pero a la hora de la verdad, no le había apetecido ponerse a leerlos.

El muchacho no tenía ganas de nada. Sólo quería que aquellas dos semanas pasaran rápido para poder volver a la UA, entrenar a tope y estar con Tamaki. Suspiró mientras se ponía de pie para asomarse a la ventana. Afuera, las aves que anidaban sobre las copas de los árboles comenzaban a regresar a sus nidos, señal de que la tarde estaba cayendo. En unas cuantas horas sería de noche y entonces tendría que salir de su habitación para cenar con su padre.

Mirio se presentaría en el salón con la mejor de sus caras; eventualmente su padre acabaría percatándose de su verdadero estado de ánimo y le contaría algún que otro chiste o intentaría hacer algún juego de palabras, sabiendo lo mucho que solían divertirle a su hijo. Pero sería en vano. Aunque Mirio sonriese, el habitual resplandor que le caracterizaba, parecía haberse esfumado.

Mirio desvió la vista de la ventana y la dirigió hacia la maleta que estaba tirada en un lateral de su habitación. Ni siquiera la había abierto. Y no lo iba a hacer porque no faltaba nada para que pudiera regresar a la academia.

—Mirio... —la voz de su padre lo sobresaltó. Se levantó de la silla y esbozó una sonrisa forzada hacia la puerta que se acababa de abrir.

—Dime, papá.

—Tienes visita —le dijo Tadashi Togata y el rubio frunció el ceño, sin comprender—. Haya-chan y Hado-chan han venido a verte.

—¿Cómo...? —el rostro de Mirio se iluminó. Miró a su padre, aún sin poder creerlo. No se había esperado que sus amigas aparecieran por su casa de forma tan repentina—. ¿Están aquí?

—¿Les digo que pasen?

El muchacho asintió, mientras la felicidad se reflejaba en su cara. Su padre desapareció por el marco de la puerta y lo siguiente que Mirio vio fue el cabello lila de Nejire y su alegre rostro. Detrás de ella, se asomó Yuyu, esbozando una cálida sonrisa.

—Estábamos preocupadas por ti, ¿lo sabías? —le dijo Nejire y Mirio las invitó a pasar. Las chicas no titubearon; se acercaron y lo envolvieron en un fuerte abrazo.

—Me alegro mucho de veros —les dijo mientras les devolvía el gesto a sus amigas—. ¿Cómo estáis?

—Bien, Togata-kun —dijeron las dos a la vez mientras se sentaban en la cama frente a él.

—Mi madre ha hecho este pastel para vosotros. Le dije que lo hiciera de melocotón —comentó Yuyu mientras le ofrecía una bolsa, guiñándole un ojo.

Mirio la cogió y se levantó para colocarlo en la nevera.

—Dale las gracias —le dijo su padre cuando vio el pastel. Mirio asintió y no tardó en volver con sus dos amigas.

—¿Has estado entrenando por tu cuenta? —le preguntó Nejire cuando los tres se quedaron en silencio. El muchacho negó con la cabeza.

—Pues nosotras no hemos parado. Los profesores no nos dejan descansar ni un segundo —le comentó Yuyu, mientras fingía secarse una gota de sudor de la frente—. Y, por cierto, hemos visto a Amajiki. El pobre sólo habla con Amori-chan.

—Eh, eh, Togata-kun, ¿crees que pensará en ti? —le dijo Nejire, frunciendo los labios—. ¿Te estará echando de menos? ¿Habéis hablado? ¿Te escribe? ¿Tu padre sabe de su existencia? ¿Has pensado en decirle que te visite?

Después de un rato charlando, Yuyu y Nejire se pusieron de pie para despedirse de su amigo.

—Estamos en contacto, Togata-kun —le dijo Yuyu haciendo un gesto con el meñique y el pulgar, simulando un teléfono—. Por cierto, no seas perezoso y no dejes de entrenar. No necesitas estar en la UA para perfeccionar tu peculiaridad o fortalecer tu constitución física.

—Y seguro que así, ¡los días se te pasarán más rápido! ¿No lo habías pensado?

—Tenéis razón, chicas.

Las muchachas asintieron mientras se dirigían a la salida y Mirio se tumbó en la cama, sintiéndose un poco menos solo.

Mientras se colocaba bocarriba sobre el colchón con los brazos tras la nuca, pensando en los últimos días, su móvil sonó, sobresaltándole. Recuperando la compostura inmediatamente, se puso de lado y alargó la mano para coger el móvil que había dejado en la mesita. Lo primero que pensó fue que tal vez Nejire o Yuyu se habían olvidado algo en su habitación o acababan de recordar algo que querían decirle.

Se apresuró a desbloquear el teléfono y abrió la aplicación. Tenía varios mensajes sin leer de Midoriya y también de Tamaki. En su cara se dibujó una sonrisa tonta que fue incapaz de borrar.

Hola, Togata-senpai. Se te echa mucho de menos por aquí. Los entrenamientos no son tan divertidos como antes. Aprendo mucho luchando contra ti...

Mirio sonrió, pensando en las palabras que le había dicho Nejire. Debía seguir entrenando sin perder tiempo. No pensaba permitir que los de primero le dieran alcance.

El otro día llamé a Sir y me comentó que estaba bien. Sigue con la rehabilitación y aunque dice que es muy doloroso, no parece perder la esperanza. Es un hombre muy fuerte.

—Lo es, Midoriya-kun.

Me imagino que querrás saber de Amajiki-senpai. Supongo que os escribís, pero no hay forma de que sepas por él que parece algo deprimido. Prácticamente no se relaciona con nadie, aunque creo que eso no es ninguna novedad. Seguro que te echa mucho de menos.

—Tamaki...

He intentado acercarme a él, pero no me ha servido de mucho. Creo que incluso me evita. Imagino que lo he debido asustar. Si hablas con él, dile que no era mi intención hacerlo sentir incómodo.

Mirio se rio al imaginarse la situación. Izuku intentando aproximarse a Tamaki para darle conversación y el otro huyendo de él, nervioso por no saber qué decirle al chico de pelo verde.

Y, por último, disculpa por los mensajes tan largos. En la UA no paramos y ahora que he tenido algo de tiempo libre he aprovechado para escribirte todo lo que tenía pendiente. Espero que estés bien, Togata-senpai. Ya no queda nada para que volvamos a vernos. Nunca olvides: Plus Ultra!

Mirio sonrió cuando leyó el último mensaje de su kohai y se dispuso a contestarle, ansioso por terminar para poder leer con tranquilidad los mensajes que le había mandado Tamaki.

―xXx―

Nighteye entró por la puerta del salón de actos donde se había convocado la reunión, con el ceño fruncido. Se sintió tremendamente cansado cuando vio quiénes se encontraban ya allí. Fat Gum sostenía una afable conversación con All Might, Shota estaba sentado en un extremo con la vista hacia el suelo y Present Mic en la otra punta del recinto. A Nighteye le sorprendió que esos dos no estuvieran charlando juntos, puesto que sabía que eran amigos del colegio. Todas las conversaciones se detuvieron de pronto al verlo entrar.

Situó su silla de ruedas en un lugar donde no molestase y momentos más tarde, entraron Vlad King, Ectoplasm y Midnight. Saludaron a los ya presentes con un gesto de la cabeza y se sentaron, mirando hacia delante, donde el pequeño director, Nezu, estaba subido en su silla, como era habitual, para dirigirse a todos.

—El motivo por el que os he citado a Pro héroes y a profesores aquí... —comenzó con voz seria—, es porque debido a la falta de actuación por parte de la Liga de los Villanos, estamos estudiando la posibilidad de ser nosotros los que demos el primer paso, con la intención de sacar partido al factor sorpresa.

Todos guardaron silencio. Nezu dirigió su mirada hacia Nighteye, quien asintió y movió la silla al frente, para situarse de cara a todos los presentes.

—Cuando fui secuestrado por la Liga... —empezó, tratando que su voz sonara con firmeza—, utilicé mi peculiaridad con Shigaraki para hacerme una idea de cómo era el sitio en el que me habían encerrado, por lo que creo ser bastante capaz de elaborar un mapa del lugar para facilitar la incursión de los héroes. Además, por la descripción del terreno y la forma del edificio, los miembros de mi agencia han estado haciendo una búsqueda exhaustiva y están bastante seguros de haber localizado el emplazamiento donde nos retuvieron a Bubble Girl y a mí.

Todos los presentes sintieron un escalofrío al oír la mención de la heroína fallecida.

—Desafortunadamente no creo que esté recuperado para el momento en el que se decida realizar la operación, pero puedo asesoraros y ayudaros con la organización y la planificación.

—Además —intervino de nuevo Nezu—, algunos de los aquí reunidos hemos contemplado la posibilidad de contar con el apoyo y la fuerza de los alumnos de 1-A que están actualmente en la UA y los de tercero. No podemos permitirnos fallar y cuantos más seamos, mejor.

—¿Qué...? ¡No creo que eso sea prudente! —exclamó Present Mic, mostrando su disconformidad.

Y no fue la única voz que se alzó. Ectoplasm comentó que no creía que fuera necesario involucrarlos en una misión tan arriesgada y Hawks mencionó que ellos eran lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a los miembros de la Liga sin tener que contar con los alumnos.

—¿Hemos pensado que, si llevamos con nosotros a Bakugo, estamos poniéndoselo en bandeja a Shigaraki? —preguntó Endeavor, no muy convencido tampoco.

—No me opongo a que los estudiantes se unan a la batalla —intervino entonces Mirko, poniéndose de pie—, pero sí creo que se debería excluir a ese alumno en particular, para evitar riesgos innecesarios.

—En ese caso, ¿no sería prudente prescindir también del joven Midoriya? —preguntó All Might, aunque sólo los profesores y el director sabían que podía ser también un objetivo de la Liga.

—Que se excluya a Bakugo tiene cierto sentido, pero no entiendo por qué deberíamos prescindir también del pasante de Nighteye —dijo entonces Fat Gum, que desconocía el peligro al que podía enfrentarse Deku—. Tenemos que confiar en nuestros jóvenes héroes. No podemos asumir todo nosotros. Tenemos que dejarles hueco y la mejor forma de hacerlo es permitiéndoles participar en asuntos como éste si se sienten preparados. Yo, personalmente, creo que Kirishima querrá unirse y no pienso que vaya a ser justo contar con unos sí y con otros no.

—Creo que Fat Gum tiene razón —dijo Nighteye, sorprendiendo a All Might. El héroe de gafas sabía que contar con Deku era bastante imprudente, pero si había heredado el One For All era precisamente para usarlo y toda ayuda sería bienvenida.

—Pero... —Present Mic no pudo evitar intervenir de nuevo—. No son más que niños... Midoriya, Kirishima… incluso los Tres Grandes…

—No estarán solos, Yamada —le respondió el director en tono tranquilizador—. Todos los héroes profesionales estarán con ellos. Por eso os he citado a todos aquí esta noche.

—Opino que cuantos más seamos, mucho más fácil será abatir al enemigo —comentó Edgeshot, que estaba apoyado contra la pared del fondo, con los brazos cruzados, al lado de Ryukyu—, de hecho, creo que no deberíamos excluir a ninguno de los alumnos. Se les debería informar a todos de los riesgos a los que se expondrán y que sean ellos mismos los que tomen la decisión que crean más adecuada.

—Si el director piensa que los alumnos están preparados, creo que deberíamos contar con ellos —dijo la mujer con forma dracónida—. Yo confío plenamente en mis pasantes.

Hubo unos murmullos en la sala: algunos oponiéndose y otros a favor, aunque éstos últimos parecían ser mayoría, por lo que la decisión final parecía estar tomada.

Cuando uno de los profesores hizo una de las preguntas que todos tenían en la cabeza, los murmullos cesaron, quedándose en silencio tanto héroes, como maestros.

—Y… bueno. Independientemente de si permitimos que los alumnos participen o no —habló Ectoplasm—, ¿cuál es el plan?

—A grandes rasgos consiste en infiltrarse en la guarida de La Liga y desplazarse por los diferentes compartimentos hasta dar con Shigaraki, que es nuestro principal objetivo. Os iréis moviendo por los túneles, dispersándoos para abarcar más terreno, siguiendo el mapa que Nighteye elabore —les explicó Nezu con el semblante serio. En el fondo odiaba no poder colaborar, pero su peculiaridad no estaba hecha para el campo de batalla, desafortunadamente—. Lo ideal sería detener a su círculo más cercano, véase Toga, Twice, Kurogiri, Spinner…

—¿Qué pasará con los alumnos que no quieran participar? —preguntó Mirko con los ojos entornados.

—Permanecerán aquí —les explicó el director—. Un par de profesores y yo también nos quedaremos, puesto que no podemos dejar la academia desprotegida.

—Y según el plan que nos comentas, acerca de la infiltración —intervino entonces Hawks, mientras sus alas se agitaban, inquietas—. ¿No sería mejor que fuéramos sólo los más fuertes? Si vamos un montón de gente, será más complicado pasar desapercibidos.

De nuevo un murmullo llenó la sala, debatiendo entre grupos lo que acababa de comentar el héroe nº 2.

—En eso tienes razón, por eso la estrategia que hemos estado considerando Nezu y yo consiste en avanzar en pequeños grupos —dijo entonces Nighteye que había ayudado al director a trazar el plan—. Se dividirá a los héroes en formaciones de cinco, e iréis aproximándoos poco a poco. Los líderes llevaréis interlocutores para poder comunicaros entre vosotros.

—¿Y no sería más prudente esperar un poco, en lugar de lanzarnos en picado dentro de la boca del lobo? —preguntó Midnight que no parecía tener muchas ganas de enfrentarse a la Liga de los villanos.

—Esperar no tiene sentido... —le respondió Aizawa, que había estado callado durante toda la reunión—. Si no tomamos la delantera, estaremos esperando a que se nos echen encima sin saber qué han preparado, poniendo en riesgo la integridad de Bakugo que, por ahora, parece ser su único objetivo.

—¡Tenemos que adelantarnos a sus planes! —agregó All Might con intensidad.

—A mí sigue sin convencerme el tema de los alumnos —dijo la voz seria de Endeavor—. Creo que podrían ser más un estorbo que una ayuda. Si nos tenemos que centrar en los villanos, ¡no podremos estar pendientes de los críos para ver si se encuentran en peligro!

Los presentes guardaron silencio ante la última frase del hombre. Éste los miró uno a uno, analizando sus reacciones. No le pareció encontrar mucho apoyo, así que insistió.

—¡Al final acabarán echando a perder la misión! ¿Es que no lo veis? No me parece que ninguno esté a la altura para luchar contra la Liga de los Villanos.

—No has visto sus habilidades, Endeavor —intervino entonces Fat Gum—. Te puedo asegurar que Amajiki y Kirishima tienen habilidades que dejarían por los suelos a muchos héroes profesionales.

—¡Pero no están preparados para una incursión de semejante magnitud, Fat! —exclamó el hombre, poniéndose de pie—. ¿Y si alguno sale herido? O peor… ¿y si mueren? —se quedó un par de segundos en silencio para que sus palabras calaran en el resto—. ¿Podrías perdonártelo?

—Yo, lo que no podría perdonarme es que le pasara algo a Bakugo y no haberle dado la oportunidad a sus compañeros de que nos ayudasen a evitarlo —intervino entonces Aizawa—. Son héroes, Endeavor. Saben a qué se enfrentan y conocen los riesgos. Aunque, por si acaso, se lo expondremos todo con claridad llegado el momento.

All Might frunció el ceño, sin saber muy bien qué pensar. Por un lado, no quería poner en riesgo a Midoriya, pero por otro, sabía que el profesor tenía razón.

—Si hay mayoría al respecto, no tengo mucho más que añadir, excepto que, por favor, se informe a los alumnos de los peligros a los que se expondrán si deciden participar —comentó el Héroe nº1 y se volvió a sentar, mientras se cruzaba de brazos.

―xXx―

Mirio se encontraba medio tumbado en uno de los sillones del salón de su casa. Estaba lleno a rebosar, sus manos sobre su estómago, mientras observaba con somnolencia el trozo de tarta que aún quedaba sobre la mesa. El muchacho se había comido la mayor parte y ahora la culpa comenzaba a corroerlo.

—¡Tendré que ponerme a hacer ejercicio para quemar todo esto! —exclamó tocándose la barriga para después suspirar; intentó incorporarse, pero después de unos segundos desistió, estaba demasiado cómodo allí recostado—. Espero que a papá no le importe que me haya comido más de la mitad.

Al final, Mirio se obligó a ponerse de pie y se estiró para alejar la sensación de pesadez que sentía en todo el cuerpo. Su padre había salido a hacer unos recados y estaba solo, esperando que regresara para poder hablar un rato con alguien. Sus deseos no tardaron en hacerse realidad. Unos minutos después, la puerta principal se abrió y su padre entró, cargado con varias bolsas.

Mirio se apresuró a ayudarlo, acompañándolo a la cocina.

—No contaba con que volvieras a casa tan pronto y apenas quedaba comida en la nevera —comentó su padre mientras comenzaba a sacar la compra y a colocarla en su sitio.

—Sólo serán unos días, papá —le dijo Mirio con una sonrisa, guardando unas bandejas de sushi en la nevera.

Cuando todo estuvo en orden, se sentaron a la mesa a cenar —aunque Mirio apenas probó bocado—, y su padre le contó cómo le había ido en el trabajo; Mirio le habló sobre los entrenamientos que había estado realizando en el parque y los mensajes que se había intercambiado con Midoriya.

—Por cierto, antes estuve hablando con mi amigo… Tamaki.

—Ah, sí… ese compañero tuyo de clase, ¿cierto? —dijo su padre, acordándose del chico con el que su hijo había tenido que hacer el proyecto del primer trimestre. No le conocía personalmente porque no había ido nunca a casa, pero Mirio le había hablado de él—. No sabía que lo considerabas tu amigo. Hasta donde yo sabía, simplemente habías hecho el trabajo con él porque era lo que tocaba.

—Sí, así es —le dijo Mirio, tratando de no sonrojarse al recordar lo mucho que su relación había progresado desde aquel momento—. Bueno, se ha quedado en la UA también durante las vacaciones, así que supongo que podríamos decir que hemos estrechado lazos.

—¿Y tu amigo se cuenta algo interesante? —le preguntó su padre, mientras se metía un maki en la boca.

—Pues la verdad es que sí —respondió Mirio, bebiendo un poco de agua, pensando bien sus palabras antes de continuar—. Me ha comentado que los profesores y algunos héroes profesionales están preparando una incursión en una de las guaridas de Shigaraki. Al parecer, tienen previsto contar con los alumnos de la academia.

Después de aquellas palabras se hizo el silencio en la mesa, sólo roto por el ocasional roce de los palillos contra el plato. Mirio empezó a preocuparse. Quizás su padre no se mostraba a favor de aquello, pero necesitaba ir. Tenía que hacerlo. Por Tamaki, por Hado y Haya. Por Sir. Por Bubble Girl.

—Imagino que te presentarás voluntario —murmuró su padre, sin levantar la vista del plato. A Mirio no le pasó desapercibida la expresión preocupada en su rostro.

—Es mi meta, papá —le respondió, con voz suave—. Quiero ser un héroe. Y para ello no sólo debo salvar gente cuando se me considere uno profesional; debo salvar gente siempre que pueda.

Nada siguió a aquellas palabras, por lo que Mirio apretó los labios. No quería que su padre se sintiera mal, no quería hacerlo sufrir, pero para él ser un héroe no era fama y dinero. Era mucho más que eso. Era arriesgar la vida si era necesario para salvar la de los demás. Era luchar por conseguir un mundo mejor.

—Mirio… —dijo de pronto su padre, sobresaltando al rubio, que ya no esperaba que fuera a decir nada. El hombre, antes de continuar, situó una de sus manos sobre la de su hijo—. Aunque no te lo creas, estoy orgulloso de ti y sé que tu madre también lo estaría.

Mirio levantó los ojos brillantes para encontrarse con los de su padre, quien le sonrió y asintió, intentando transmitirle a su hijo la inquebrantable confianza que sentía hacia él.

―xXx―

Cementoss habitualmente no asistía a las reuniones que convocaba el director porque solían ser para organizar tutorías y él, por lo general, sólo se encargaba de unas pocas clases y de reparar los lugares donde entrenaban los estudiantes. De hecho, había estado liado reconstruyendo parte del interior de uno de los edificios que se había utilizado para realizar los exámenes de los de tercero y ya llegaba tarde.

—Buenas noches —saludó el pequeño profesor a todos lo que se encontraban ahí, mientras tomaba asiento en una silla junto a Midnight—. Lamento el retraso.

—No hay problema, Ishiyama —dijo el director continuando con la reunión—. Entonces nos dividiremos en cuatro grupos, con cinco miembros cada uno y un quinto adicional que se quedará en la retaguardia con el resto de héroes. El primero será el grupo de Edgeshot, puesto que es el que más cualificado está para moverse con sigilo. En segundo lugar, irá el equipo de Hawks, que se desplazará por el aire. Después irá Fat que, aunque es difícil que pase desapercibido, formará parte del grupo ofensivo y, por último, el de Eraser Head, que serán los que intentarán infiltrarse para acabar con los que se estén escondiendo en los túneles subterráneos, además de hacer frente con ataques a distancia. Falta por determinar el líder del quinto grupo y distribuir a los alumnos, pero eso lo decidiremos una vez sepamos con quiénes podemos contar.

—Será un duro enfrentamiento —comentó Midnight, pudiéndose percibir la preocupación en su voz.

—Estamos bastante preparados —dijo Edgeshot, cruzándose de brazos—. Creo que, si prevemos todas las posibilidades, no tiene por qué haber ninguna baja.

—Ésa es la idea —respondió Hawks alzando las cejas ante aquel comentario tan agorero.

—Debemos coordinarnos a la perfección —comentó Fat Gum—. Necesitamos saber el momento en el que debe avanzar cada grupo.

—Cierto. Nos iremos informando los unos a los otros a través de los intercomunicadores que llevaremos los líderes —le respondió Eraser Head.

—Bien... creo que ya no hay mucho más de qué hablar —Nezu se bajó de la silla en la que había permanecido todo aquel tiempo—. Aizawa, por favor, en cuanto puedas, habla con los alumnos y reúnete conmigo para que podamos terminar de formar los equipos.

El hombre asintió mientras se retiraba junto con el resto de héroes y profesores.

―xXx―

Bakugo y Kirishima se encontraban sentados en el suelo del gimnasio después de una ardua sesión de entrenamiento. El rubio había dejado salir toda su furia, con tanto ímpetu que ni siquiera el Red Riot Unbreakable de Eijiro había podido contenerlo del todo, y por eso mismo el pelirrojo había sufrido varias quemaduras justo en los sitios donde habían impactado las explosiones más potentes de Bakugo.

Katsuki miraba al frente, mientras el pelirrojo se frotaba algunas de las manchas de hollín que tenía en la piel.

—¿Crees que lo del ataque de la Liga iba en serio? Ha pasado mucho tiempo desde que lo anunciaron y no ha pasado nada… —comentó Eijiro. Su amigo no respondió, así que le miró para encontrarse con su expresión perdida—. Bakugo… ¿estás bien?

El rubio frunció el ceño y sus ojos rojos se encontraron con los de Kirishima. Lo miró con sorpresa, lo que le indicó al pelirrojo que no le había escuchado.

—¡No me interesa esa mierda! —exclamó Bakugo, para salir del paso.

Eijiro se encogió de hombros y se quedó callado. Sabía que su amigo tenía algo en la cabeza que le preocupaba y le molestaba, a juzgar por la excesiva ira que había demostrado durante sus ataques.

—Sabes que puedes contar conmigo ¿verdad? —le dijo, pero Bakugo dejó de mirarle, desviando la vista de nuevo al frente—. Según están las cosas, que estés tan distraído no es lo mejor. Se supone que la Liga va a por ti. Deberías estar al 100%.

Bakugo no se inmutó. Siguió con la misma postura enfadada.

—Puedes decirme lo que sea… sabes que no te juzgaré —siguió hablando el pelirrojo—. No sería varonil por mi parte hacerlo.

De nuevo el silencio volvió a reinar en la sala y justo cuando Kirishima apartó la vista de su amigo y miró al frente, el rubio se decidió a hablar.

—¡Todo esto es por culpa del imbécil de mitad-mitad! —soltó por fin, sin dar más detalles, aunque Eijiro tampoco los necesitaba. Sabía que Bakugo y el hijo del héroe nº 1 habían tenido una relación. Cuando vio que no continuaba, decidió intervenir. Quería que su amigo fuera sincero con él, quería ayudarle y sabía lo mucho que le costaba abrirse.

—Sé que estabais juntos —murmuró, sonrojándose a pesar de intentar no hacerlo—. Supongo que debió ser duro cuando lo dejasteis —comentó, dando por supuesto que era lo que había sucedido.

—¡Eso fue lo mejor que pudo haberme pasado, pelo de mierda! —exclamó, cada vez más enfadado—. El muy imbécil me estaba engañando…

—Lo siento.

—Con coletas —escupió.

—Eh… ¿puedo preguntarte cómo… cómo te enteraste?

—De casualidad... —el muchacho negó con la cabeza, sin querer recordarlo—. Pero lo que… lo que me cuesta comprender es que la estúpida esté preñada.

Kirishima abrió los ojos de par en par. Si no hubiera estado sentado en el suelo, se habría caído de culo.

—¿Yaomomo qué?

—¡Menuda mierda de héroes! Quieren proteger a la gente y ni siquiera saben protegerse a sí mismos de esa clase de accidentes. ¡Son unos inútiles!

Ambos se quedaron callados durante un rato. Bakugo tratando de calmar la rabia que se hacía cada vez más intensa en su interior y Kirishima intentando recobrarse de aquella inesperada noticia.

—¿Has pensado contarle la verdad a Yaomomo?

—¿Para qué demonios iba a hacer eso? —respondió, como si no se le hubiera pasado nunca por la cabeza—. ¿Qué iba a conseguir?

—Supongo que, de momento, es mejor dejarlo estar —respondió el pelirrojo, moviéndose un poco para acercarse a Bakugo y situarle una mano en el hombro. Se preparó para las protestas o la sacudida, pero nada de eso llegó—. Bueno… —volvió a hablar Kirishima, cuando vio que Katsuki no reaccionaba—, míralo por el lado bueno. Gracias a esto, ahora tenemos dos prometedores héroes fuera del ranking porque estarán demasiado ocupados cuidando de su bebé.

Bakugo miró a Eijiro sorprendido ante aquel comentario tan absurdo. Abrió los labios, pero sólo logró balbucear algo que el pelirrojo no logró comprender. Y entonces, hizo algo que Kirishima no se hubiera esperado en mil millones de años. Katsuki soltó una carcajada.

—¿Bakugo? —el pelirrojo apretó la mano que tenía sobre su hombro—. ¿Estás bien?

—La vida es un chiste de mierda... —soltó de forma entrecortada—. Pero sí. Supongo que ahora que están fuera, será más fácil convertirse en el héroe nº 1 cuando nos graduemos.

Entonces ambos volvieron a quedarse en silencio, Katsuki concentrándose en la mano que Eijiro le había puesto en el hombro, haciéndolo sentir, de alguna forma, menos solo. En realidad, a pesar de la sensación de tristeza que lo embargaba, se sentía mejor ahora que había hablado con alguien, aunque hubiera tocado el tema de forma tan superficial. Se limpió los ojos de forma brusca, sintiéndose ligeramente avergonzado por mostrarse débil ante otra persona. Kirishima no le miró. Siguió con la vista al frente, sin apartar la mano. Lo único que quería era hacerle saber a su amigo que estaba allí. Y que siempre lo estaría.

 

Chapter 29: PREMONICIONES Y REENCUENTROS

Notes:

Resumen: A Mirio lo visitan sus amigas Nejire y Yuyu, mientras sigue expulsado. El director de la UA reúne a héroes profesionales y profesores para terminar de planear el golpe contra la Liga de los Villanos, decidiendo contar con los alumnos.

Chapter Text

Miércoles, 01 de abril de 2020

Shoto se despertó al escuchar unos fuertes gritos procedentes del salón. Se levantó tratando de no molestar a Momo, se puso las zapatillas de andar por casa y se dirigió hacia la puerta de su habitación, abriéndola con cuidado. La dejó entreabierta, salió y se dirigió hacia la fuente de los ruidos. No sabía qué estaba pasando, pero no quería que Momo se despertase.

Cuando se asomó al salón, vio a su hermano Natsuo haciendo aspavientos y hablando en susurros hacia su padre, Enji, que fruncía el ceño y le replicaba, cabreado, a todo lo que decía. Entró en la estancia carraspeando, haciendo que los dos hombres se girasen hacia él, sorprendidos.

—¿Te hemos despertado? —le preguntó Natsuo, preocupado. Shoto asintió con la cabeza.

—¿Se puede saber por qué estáis discutiendo a estas horas de la noche? —inquirió, mientras alzaba las cejas.

—Tu hermano no quiere que te cuente…

—¡Sólo vas a conseguir que le pase algo! —lo interrumpió Natsuo—. Está en primero…

—En realidad ya no —dijo Shoto con indiferencia—. Hace unos días terminamos el curso.

—Pero…

—He estado reunido con otros Pro héroes, los profesores y el director de la UA —intervino Endeavor entonces, poniendo en situación a su hijo. Ante la pregunta que se reflejó en su rostro, continuó—: están planeando atacar a la Liga de los Villanos.

—¿Todos? —preguntó Shoto, dando unos pasos hacia delante. Su hermano se adelantó y le puso un brazo en el hombro, tratando de llevarlo de vuelta a la habitación.

—Los héroes se encargarán, Shoto. Es mejor que tú no te metas.

Todoroki hizo un movimiento brusco para soltarse del agarre de su hermano y poder acercarse a su padre.

—¿Van a participar mis compañeros? Sé que se han quedado en la UA unos cuantos: Midoriya, Ashido, Katsuki… —murmuró, sin darse cuenta de que había usado el hombre de pila del chico.

—Por eso quería informarte —dijo su padre—. Sí. Van a contar con ellos, aunque como todavía no son héroes profesionales, no se les obligará a unirse.

—Shoto, no puedes estar pensando… —le dijo su hermano.

—Quiero ser un héroe —le respondió—, y para serlo no puedo quedarme aquí, esperando a que todo salga bien y rezando para que mis amigos no salgan heridos, Natsuo.

—Yo no voy a participar, puesto que no podemos dejar las calles desprotegidas. Van a colaborar demasiados Pro héroes en la redada y algunos debemos quedarnos para seguir cumpliendo con nuestro deber. Además, siendo la incursión en un lugar cerrado, mi quirk puede ser más perjudicial que beneficioso —le informó su padre—. Pero si quieres ser de ayuda, pásate por la UA durante la hora del entrenamiento y habla con tus profesores. Debo decirte que no es algo que apruebe, pero tampoco quiero negarte la oportunidad de poder decidir por ti mismo, sobre todo teniendo en cuenta que van a contar con otros compañeros tuyos.

El Héroe nº1 no dijo nada más. Se dio media vuelta y se marchó por donde había venido. Al fin y al cabo, sólo había ido hasta allí para informar a su hijo de aquello antes de que se enterase por terceras personas.

Natsuo se sentó en el sofá, derrotado al ver la expresión que había puesto su hermano. Shoto no le dijo nada, se acercó, le apretó el hombro y se dirigió hacia su habitación, aunque no llegó tan lejos. En el quicio de la puerta se encontraba Yaomomo con los ojos abiertos de par en par.

—Lo que ha dicho tu padre… —murmuró—. ¿Vas a ir?

—No puedo dejar que nuestros compañeros se enfrenten solos a la Liga, Momo.

—Entonces, yo también voy —dijo la morena con determinación—. No me perdonaría si alguien saliese herido y no estuviese allí para poner en práctica lo que he aprendido con Recovery Girl.

Shoto la cogió de la mano y la llevó de vuelta al dormitorio. Prefería hablar de aquello en privado. Una vez dentro, cerró la puerta y la arrastró hasta la cama, donde se sentaron.

—Momo, ¿estás hablando en serio? —le dijo en un susurro, esperando que la chica entrara en razón—. Podrías poner en peligro al bebé.

Ella se quedó callada, llevándose una mano al vientre. Ante la tensión de una inminente batalla, parecía haberse olvidado momentáneamente de su embarazo. Después de unos segundos, asintió; Shoto tenía razón, en su estado no podía ir, era demasiado arriesgado. Lo que no comprendía era que él se empeñase en hacerlo. Al fin y al cabo, también iba a ser padre y le necesitaba a su lado.

—Shoto… ¿es tan importante que vayas? ¿No deberías quedarte para proteger a nuestro hijo? —susurró ella, mirándole con preocupación—. Quizás deberías confiar en nuestros amigos. Estoy segura de que podrán arreglárselas.

—Tengo que ir, Momo. Y lo sabes —insistió Shoto—, una sola persona puede marcar la diferencia.

—¿Cuándo?

—Iré a la UA mañana por la mañana. Quiero enterarme de todos los detalles cuanto antes —dijo el chico de pelo bicolor, entrelazando los dedos con los de ella—. Pero ahora, lo único que quiero hacer es tumbarme aquí contigo y dormirnos abrazados. Como si nada malo fuera a pasar jamás.

La morena le dio un suave beso en los labios y se volvió a meter en la cama. Shoto la siguió, acomodándose junto a ella. Momo se acurrucó entre los brazos del chico, esperando que aquella noche no acabara nunca.

Desafortunadamente, nada dura para siempre y cuando Momo abrió los ojos, Shoto ya estaba metiendo unas cuantas prendas dentro de una mochila. No sabía si tendría que quedarse en la UA para entrenar antes de realizar la incursión, pero, por si acaso, quería estar preparado. Momo cerró los ojos, fingiendo que seguía durmiendo. Prefería no ver cómo se preparaba para marcharse.

Todoroki, sin notar que Yaoyorozu se había despertado, se fue al baño a darse una ducha y después se vistió. Cuando terminó, se sentó en la cama con cuidado, observando con ternura el rostro tranquilo de la morena.

¿Es tan importante que vayas?

Cuando Momo le había hecho esa pregunta no había sabido qué responder. No porque no supiera cómo hacerlo si no porque no quería hacerla daño. No quería decirle que tenía que ir porque uno de los motivos por los que se llevaba a cabo la misión era para proteger la vida de alguien que era muy importante para él.

Katsuki Bakugo.

―xXx―

Jueves, 02 de abril de 2020

Tamaki entró en su habitación después de haberse dado una ducha y se dejó caer en la cama, rendido. Acababa de terminar el entrenamiento y se sentía desfallecer. Habían estado supervisándolos Aizawa-sensei y All Might, y apenas les habían dejado unos minutos para descansar durante toda la tarde. No tenía ánimos ni siquiera para cenar, puesto que había tenido que picotear durante los combates para poder utilizar tantas horas seguidas su peculiaridad. Permaneció recostado con la mirada perdida en el techo, su cansado cuerpo negándose a hacer ningún movimiento.

Estuvo varios minutos en esa posición hasta que comenzó a dolerle el cuello. Cambió de postura y alargó el brazo para coger el móvil que reposaba olvidado sobre su mesita. No podía esperar a que terminara el castigo de Mirio. Lo echaba tanto de menos que prácticamente era en lo único en lo que podía pensar.

Como si tuvieran telepatía y el rubio le hubiera leído la mente, —aunque quizás de alguna forma así era—, el móvil de Tamaki se iluminó de pronto por una llamada entrante. En la pantalla se podía leer “Mirio ”.

—Hola, mi pulpito... —Tamaki sonrió ante el apodo cariñoso—. Qué rápido me lo has cogido —comentó—. Pensaba que ya estarías durmiendo. La verdad es que es bastante tarde.

—Siento no haberte llamado antes, Mirio —fue la respuesta del chico de pelo índigo—. Como la batalla se acerca, hoy no hemos parado y estoy agotado.

—¿Tuviste algún problema manifestando cosas? —le preguntó Mirio. Conocía a Tamaki y sabía que sólo trabajaba bien bajo presión y cuando no estaba rodeado de gente observándole.

—No te preocupes, todo bien. Cada vez se me da mejor controlar mi peculiaridad —dijo, con voz resignada—. No me queda otra…

—Estoy orgulloso de ti —soltó el rubio de forma inesperada, haciendo que Tamaki se sonrojara—. Te dije que te esforzases al máximo y lo estás haciendo. Me muero de ganas por volver a verte.

—Yo también —musitó Tamaki, con timidez—. Hoy estuvo por aquí el hijo de Endeavor y también vi a Hado y Haya. Espero que no hayas bajado la guardia. Ya sabes que no hay tiempo que perder, Mirio. Supongo que, aunque no estés en la UA, el director contará con tu ayuda. No por nada eres uno de los Tres Grandes.

—Sí, pulpito, no te preocupes —Mirio se quedó callado durante unos segundos, al otro lado del teléfono—. ¡No he parado de atravesar paredes y hacer abdominales!

—Me alegra oír eso —dijo Tamaki y después, titubeó ligeramente—. Eh… Mirio… si no estás aquí para cuando se distribuyan los grupos de ataque… yo… había pensado que como Nighteye no puede participar, pues…

—¡Me encantaría formar parte de tu grupo, con Fat y Kirishima! ¡Por supuesto!

Tamaki sonrió. Mirio siempre le ponía las cosas fáciles. Era muy sencillo hablar con él.

—Te quiero, Mirio.

—Yo también te quiero, Tamaki. No puedo esperar a que termine el castigo para volver a estar contigo y poder besarte.

Tamaki suspiró cuando la llamada finalizó. Deseando poder hablar durante toda la noche con Mirio, pero desafortunadamente no podía ser, porque ni siquiera tenía suficiente energía para permanecer despierto unos minutos más. Con una sonrisa en los labios, Tamaki cerró los ojos y soñó que Mirio estaba a su lado y lo envolvía entre sus brazos.

―xXx―

Viernes, 03 de abril de 2020

El siguiente día el entrenamiento no fue mucho mejor que el anterior, según la opinión de todos los alumnos que se encontraban en el gimnasio, quienes no tardaron en marcharse en cuanto se lo permitieron.

Midoriya, Bakugo y Kirishima caminaban con paso cansado por los pasillos que conducían a sus habitaciones. Se habían dado una ducha con agua caliente para relajar los músculos y lo único que querían ahora era poder tumbarse en la cama.

—Nunca pensé que podría superar mi marca aguantando el Red Riot Unbreakable —comentó el pelirrojo, mientras arrastraba los pies—. Estoy exhausto.

—Si seguimos así, cuando vayamos a la batalla nos acabaremos ofreciendo en bandeja a los villanos para que acaben con nuestro sufrimiento —comentó Izuku, bromeando.

—¡No digas estupideces, nerd! —exclamó Bakugo—. Precisamente el entrenamiento es para todo lo contrario.

—No hablaba en serio —comentó Midoriya encogiéndose de hombros—. Pero lo que sí es cierto es que me duele todo. Como no nos dejen descansar antes de ir a por la Liga, estaremos para el arrastre.

—Eres un blandengue.

Midoriya negó con la cabeza, sabiendo que no tenía sentido discutir con su amigo. Cuando llegaron a su habitación, que era la primera del pasillo, Izuku y Eijiro se detuvieron para charlar durante un rato más, Bakugo, en cambio, se adelantó para dirigirse a su cuarto. Estaba cansado y no le apetecía mantener ninguna charla banal con sus compañeros.

Mientras bostezaba y recorría el pasillo hacia su dormitorio, no se dio cuenta de que alguien se le acercaba por detrás, hasta que no le cogió de la cintura y le hizo entrar en una habitación que no era la suya.

—Pero ¿qué demonios...? —Bakugo creo una pequeña explosión en la palma de su mano y la luz que provocó hizo que pudiera distinguir en la semioscuridad las facciones de Todoroki. La sorpresa inicial dio lugar al enfado—. ¿Se puede saber qué cojones estás haciendo?

Bakugo forcejeó para librarse del agarre del otro chico, moviéndose con brusquedad para zafarse de él.

—Lo siento, Katsuki —se disculpó Shoto—. Pero como me has ignorado durante todo el entrenamiento, decidí que ésta era la única forma en la que podía hacer que me escucharas.

—¡No quiero escuchar de ti ni una mierda! —fue la respuesta que recibió—. ¡Lo que tengas que decir no me interesa!

—Te he echado mucho de menos, Katsuki... —insistió Todoroki. El rubio entrecerró sus ojos rojos. Un resoplido de incredulidad brotó de sus labios mientras Shoto continuaba hablando—. Sé... que no quieres creer lo que te digo. Pero es verdad. No ha pasado ni un solo día en el que no haya pensado en ti…

Todoroki se acercó al rubio para intentar abrazarlo, pero Bakugo fue más rápido y logró esquivarlo. No pudo evitar que el movimiento hiciera que se chocara contra el borde de una cama, sentándose en ella por la inercia. Shoto aprovechó el momento de confusión para sentarse junto a él, antes de que se levantara.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo entonces Bakugo sin mirarle.

—Sólo quiero que sepas que... te sigo queriendo —declaró Shoto y el rubio frunció el ceño mientras comenzaba a mover la cabeza, negándose a creerle—, que todos los momentos que compartimos juntos…

—¿Sólo sabes soltar mentiras por esa estúpida boca? —lo interrumpió Bakugo—. ¿Cómo puedes ser tan hipócrita?

—Lo que te estoy diciendo es cierto —los ojos de Shoto se oscurecieron y tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar que la voz se le quebrara—. Soy incapaz de superarlo…

—¡Deja de insistir! —Bakugo se levantó para encararlo. Sus ojos brillaban y Shoto no supo si era por la furia o por el dolor que sentía—. ¡Y deja de decir estupideces! ¿Qué es esa mierda de que no puedes superarlo?

Todoroki también se puso de pie, temiendo que el rubio pudiera lanzar una explosión allí mismo cuando vio cómo saltaban chispas de sus manos.

—¿Sabes qué es lo que pienso? Que nunca has sentido nada por nadie —masculló Bakugo con el ceño fruncido.

—No es así, Katsuki...

—Te entregaste a medias —prosiguió el rubio, su voz entrecortada por la furia que lo corroía—. Y te estás entregando a medias... a ella. Nos estás fallando a los dos y eso sólo significa que no nos quieres a ninguno —Bakugo se quedó en silencio, los puños temblando de la rabia—. Supongo que no estaba tan equivocado cuando comencé a llamarte mitad-mitad. Qué irónico que el mote que te puse se haya vuelto contra mí.

—Escúchame, por favor...

—¿Es que no te ha quedado claro lo que te he dicho, imbécil? ¿Cómo demonios quieres que te lo diga? —soltó, con los dientes apretados.

—Katsuki...

—No puedes hacer que olvide el beso que le diste —siseó Bakugo, con odio. Shoto bajó los ojos—. No puedes hacer que olvide lo que hay entre vosotros —el rubio le miró iracundo—. Así que no me vengas con tus tonterías. Deja de mentirme, deja de mentirla a ella ¡y deja de mentirte a ti mismo, idiota!

—Es verdad que estoy con ella —admitió Todoroki, con los ojos brillantes—. Y la quiero…, pero a ti también.

—Creo que la disfuncionalidad que hay en tu familia te ha trastornado —dijo Bakugo, dándose media vuelta y dirigiéndose hacia la puerta—. Quizás deberías ver a un especialista, porque no estás muy bien de la cabeza.

Antes de salir se giró de nuevo, rebuscando en los bolsillos, sin levantar la vista.

—Esto no me corresponde a mí tenerlo —le dijo, tirando hacia la cama el colgante que Todoroki le había dejado hacía tiempo sobre su mesita de noche y que hasta ese momento había conservado en su cartera—. Deberías dárselo a ella.

—Katsuki... por favor... —susurró Shoto, sin hacer amago de cogerlo.

—No vuelvas a buscarme, mitad-mitad... La próxima vez no seré tan amable contigo.

Bakugo salió de la habitación dejando a Todoroki con la boca abierta. Sintiéndose completamente abatido, se dejó caer en la cama, angustiado por lo que estaba perdiendo.

―xXx―

Aizawa y Sasaki se encontraban en la casa de este último.

Cuando Shota había terminado de supervisar el entrenamiento de los alumnos de la UA, había llamado a su amigo al móvil y al final habían quedado para cenar juntos y charlar como en los viejos tiempos. Por lo que ahora mismo estaban sentados uno frente al otro en una elegante mesa con los platos ya vacíos.

—Gracias por la invitación, Mirai —el profesor observó al otro hombre mientras servía más vino. Éste se dio cuenta de la escrutadora mirada de su ex amante y dejando la botella a un lado entrelazó su mano con la del otro por encima de la mesa.

—No me lo agradezcas, fue todo un placer —respondió. Aizawa se quedó perplejo ante el gesto del Pro héroe, quien al ver su mirada desconcertada le soltó la mano para coger la copa.

Hubo un breve momento de silencio, roto por el canto de alguna ave nocturna que cruzaba el cielo.

—¿Por qué me invitaste a cenar? —soltó Aizawa de pronto.

Esta vez fue el otro hombre quien se sorprendió. Tardó en responder mientras ordenaba sus ideas.

—Mirio y Midoriya están muy ocupados con su entrenamiento y no tengo con quién conversar —se limpió los labios con una servilleta y dejó su lugar en la mesa para dirigirse a la ventana. Aizawa imitó sus movimientos, encontrándose ahora en el mismo sitio donde habían hablado la última vez.

—Entonces... ¿Sólo me has invitado porque estabas aburrido? —Aizawa entrecerró los ojos.

—Me agrada tu compañía —confesó Nighteye ajustándose las gafas y mirando por la ventana—. ¿Contento?

—Bueno... —Aizawa le sonrió de medio lado y después cogió una silla para sentarse junto a Sasaki y disfrutar de las vistas.

—La última vez que estuvimos aquí me dijiste... que te sentías solo —recordó Mirai y el profesor volvió su atención hacia el hombre de gafas—. ¿Ha sido siempre así? Es decir... ¿Nunca... te has enamorado?

—Una vez —respondió.

—¿Y? ¿Qué sucedió?

—Nada —dijo Aizawa, quedándose callado unos instantes—. No era para mí. Aunque, bueno, más bien... yo no era para él.

—¿Me estás diciendo que no fuiste correspondido? —le preguntó Sasaki, esperando no parecer impertinente. Shota no pareció inmutarse ante la pregunta, limitándose simplemente a asentir—. ¿No ha habido nadie más?

—Si te refieres a algo estable... no. Nada —confesó mientras suspiraba y se cruzaba de brazos.

—¿Quieres decir... que yo fui la última persona con la que tuviste una relación duradera?

—Aunque no te lo creas, así es —Aizawa se volvió hacia el hombre que estaba en la silla de ruedas, sus ojos negros fijos en los amarillos—. A pesar de que nunca he considerado que lo nuestro fuera una relación.

—¿Por qué?

—Bueno... nunca se vieron involucrados los sentimientos —respondió el profesor—. Sólo fue una relación basada en sexo.

—¿Te arrepientes?

Aizawa lo miró sorprendido ante aquella pregunta.

—Podré arrepentirme de muchas cosas... —comenzó, mirándole fijamente a los ojos—, pero te puedo asegurar que jamás me arrepentiré de haber estado contigo.

―xXx―

Sábado, 04 de abril de 2020

Mirio estaba dormido en su habitación. Con la respiración agitada, se revolvía entre las sábanas mientras la imagen de quien echaba tanto de menos se hacía presente en sus sueños.

Se encontraba con Tamaki en el césped que estaba detrás del gimnasio, como la última vez que habían estado juntos. El chico estaba sentado en su regazo mientras Mirio unía sus labios a los de él, disfrutando con los ojos cerrados de un beso en el que ambos se entregaron por completo.

Cuando el beso terminó, Mirio abrió los ojos para admirar los de su pareja. Pero en vez del color índigo en el que siempre se perdía, se encontró con unos de color bermellón que lo miraban fijamente a través de las rendijas que formaban los dedos de unas manos que no le pertenecían.

Se halló de pronto en unos túneles subterráneos que parecían formar parte de la guarida donde habían retenido a Bubble Girl y Sir. Hasta donde su vista alcanzaba, sólo lograba ver ruinas y salas en un estado deplorable. A lo lejos, vio los rostros de sus seres queridos y trató de correr hacia donde se encontraban, pero por más que lo intentaba, no había forma de que sus piernas respondieran. Sólo pudo observar, con impotencia, cómo las siluetas de esas personas se volvían borrosas hasta que ya no pudo distinguirlas.

Mirio se sintió solo por completo en ese tenebroso lugar. Trató de gritar, pero no brotó ningún sonido de sus labios. De pronto, escuchó una risa malévola que hizo vibrar todo a su alrededor, taladrando sus oídos. El rubio dirigió su mirada hacia donde provenía el sonido.

—Shigaraki...

El rostro oculto tras múltiples manos no dijo nada. Sólo continuó riéndose mientras dejaba que detrás de él una silueta conocida tomara forma ante sus ojos.

—¿Tamaki? —el corazón de Mirio latió con fuerza y, olvidándose de la presencia del líder de la Liga, enfocó su atención en la persona que amaba—. ¿Estás bien?

Tamaki extendió una mano hacia él, que Mirio no tardó en coger. Tamaki entrelazó los dedos con los suyos mientras una suave sonrisa se dibujaba en sus labios.

—Ahora sí... —respondió. Mirio buscó su boca y lo besó con intensidad, para después separarse unos centímetros y así poder observar los ojos de un color similar al cielo nocturno.

Entonces vio cómo brotaban lágrimas de éstos, que fueron deslizándose por sus pálidas mejillas. Mirio le acarició la cara dejando que las cristalinas gotas humedecieran sus manos.

—¿Por qué lloras, pulpito? —le preguntó, pero Tamaki no dijo nada. Sólo correspondió a su caricia mientras lo abrazaba.

—Te quiero... —susurró Tamaki y Mirio se estremeció ante aquellas palabras. Cerró los ojos y dejó que el otro chico lo envolviera en un largo abrazo lleno de sentimientos—. Nunca lo olvides...

Mirio frunció el ceño. Se separó del calor del cuerpo del otro adolescente y volvió a mirarle a los ojos. Tamaki continuaba llorando. Pero esta vez, Mirio vio algo que le dejó sin aliento y le paralizó el corazón de miedo...

El Tamaki que estaba a su lado desapareció repentinamente, para tomar forma en una sala donde parecía estar atado con unas cadenas que lo inmovilizaban, evitando que pudiera defenderse. Shigaraki no estaba por ningún lado, pero tampoco era necesario. Tamaki estaba lleno de sangre y tenía las piernas destrozadas. No iba a irse a ninguna parte en semejante estado, por lo que no necesitaba ningún carcelero que lo vigilase.

Mirio observó la escena con los ojos abiertos de par en par, sobresaltándose cuando Tamaki de forma repentina levantó la cabeza hacia él, los ojos cubiertos por el flequillo. Su mirada se cruzó con la suya y entonces el chico de pelo índigo esbozó una sonrisa ladina.

—Me ves —murmuró con un tono mordaz impropio de Tamaki—. Pues ya no me ves.

Y entonces la oscuridad reinó por doquier.

—¡Tamaki!

Mirio despertó con una sensación de ahogo en el pecho. Se sentó en la cama, aturdido aún por la intensidad de su sueño. El muchacho trató de normalizar su respiración al tiempo que se despojaba de las sábanas que cubrían su cuerpo sudoroso. Segundos después sostenía en sus manos el móvil, marcando precipitadamente el número del otro.

—Tamaki... por favor, responde... —murmuró el rubio, ansioso—. Por favor...

Se puso de pie dejando a un lado el móvil y se asomó por la ventana. La luna menguante se encontraba en su punto más alto y el muchacho supo que ya había pasado la medianoche. Suspiró varias veces tratando de serenarse y se sentó en el borde de la cama, pensativo.

Cerró los ojos mientras trataba de recordar los detalles de su reciente pesadilla. Se tapó el rostro con las manos, aún temblorosas, mientras trataba de encontrarle alguna explicación, algún sentido lógico a ese terrible sueño que había sido demasiado vívido.

—Tengo que volver a la UA... —Mirio se levantó de golpe y sin pensárselo más, sacó la maleta que había guardado sin desempacar debajo de la cama, se vistió, se calzó y dejándole a su padre una nota de despedida en la mesa, en la que le explicaba lo que iba a hacer, salió por la puerta de casa.

 

 

Chapter 30: LLEGÓ LA HORA

Notes:

Resumen: Mirio tiene un sueño en el que parece que ni Tamaki ni él terminan bien en el combate contra Shigaraki. Bakugo pone a Todoroki en su sitio, el cual se va a unir a la batalla contra la Liga de los Villanos a pesar de que Momo no puede ir por su condición. Mirai intenta un aproximamiento con Aizawa.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Sábado, 04 de abril de 2020

En cuanto Mirio franqueó la entrada de la UA lo primero que hizo fue dirigirse a la oficina del director. Sabía que tenía que cumplir un castigo y estaba de acuerdo con él, pero según estaban las cosas, le parecía absurdo que lo mantuvieran apartado ahora que estaban planeando atacar a la Liga de los Villanos. Y no es que creyera que él era imprescindible, pero formaba parte de los Tres Grandes y eso debía significar algo. Además, cuanta más gente estuviera dispuesta a participar, mejor. No creía que les sobraran los héroes, precisamente. Llamó a la puerta y el pequeño ratón le dio permiso para entrar.

—¿Togata-kun? —dijo sorprendido cuando vio al rubio—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Primero de todo, lamento la hora que es, director —se disculpó el rubio, sabiendo que era demasiado tarde o demasiado temprano, según cómo se mirase—, en segundo lugar, estoy aquí, incumpliendo el castigo que se me impuso, porque Tamaki me ha contado lo de la incursión en la guarida de la Liga y quería decirle que quiero que cuenten conmigo. Cuando el profesor Aizawa preguntó si participaría en la defensa de la UA durante la graduación le dije que sí y mi respuesta no ha cambiado.

—Sí, Togata-kun, me imaginaba que querrías participar —le interrumpió el ratón, mientras le hacía un gesto hacia la silla que estaba frente a su escritorio—. En cuanto tuviéramos todo preparado, tenía pensado mandar al profesor Aizawa a buscarte. Pero, por ahora, me gustaría saber, ¿por qué has venido de forma tan precipitada? —le preguntó, mirándose el reloj.

Mirio abrió los ojos de par en par y el sonrojo cubrió sus mejillas. No se había preparado para algo así. En realidad, había pensado que el director lo increparía por actuar por su cuenta y que al final lo dejaría volver para prepararse para la batalla, pero no había anticipado que querría saber por qué se había presentado allí a semejantes horas y sin previo aviso.

—Eh, bueno... eh… verá, tuve una pesadilla —dijo al fin, confesando la verdad—. Soñé que le pasaba algo a Tamaki y… hasta que no lo vea, no me voy a quedar tranquilo.

De nuevo volvió a acosarle la imagen de Tamaki llorando… y todo lo que había venido a continuación. Mirio no pudo evitar estremecerse ante el recuerdo. Imaginando que la conversación había terminado, ante el silencio del director, se levantó de la silla con premura.

—Espera, Togata-kun —Nezu le hizo señas para que volviera a sentarse—. Te aseguro que Amajiki se encuentra bien.

—¿Puedo verlo?

—Sí, pero ahora mismo no. Ten paciencia —lo tranquilizó el ratón—. Está descansando. Todos los alumnos que se han quedado en la UA han estado entrenando muy duro y él, además, no ha dejado de patrullar con su agencia. Si lo despiertas ahora, apuesto a que trasnochará para poder estar contigo y eso no le conviene. Necesita recobrar la energía.

—Entiendo. Bueno, entonces… —Mirio echó un vistazo hacia su maleta, que la había dejado contra la pared del despacho, junto a la puerta—. Supongo que debería volver a casa… Todavía me quedan unos cuantos días de castigo.

—No hace falta… —le cortó el ratón—. Puedes volver a tu habitación e incorporarte al entrenamiento a partir de mañana. Estando las cosas como están, no tiene sentido que te marches.

Mirio levantó un puño de forma mental, alegrándose por poder volver, por fin, a la UA. Se palpó de forma inconsciente el bolsillo del vaquero para asegurarse de llevar la llave de su cuarto y se puso de pie. Se despidió del director con una amplia sonrisa en los labios y agarrando su maleta se dirigió hacia su dormitorio, con el corazón latiéndole a mil por hora de la emoción.

El ratón, que había trasnochado para pulir los detalles del plan, volvió al papeleo que tenía sobre la mesa y que había estado revisando antes de ser interrumpido. Media hora después bostezó y pensó, no sin razón, que no sería muy productivo seguir con aquello si no era capaz de mantener los ojos abiertos, por lo que se levantó y se dirigió a su habitación.

―xXx―

Mirio sabía que el director le había dicho que no molestara a Tamaki, pero no era conocido precisamente por ser el alumno más obediente de la UA, y aunque sabía que Nezu tenía razón y que Tamaki necesitaba descansar, también sabía que si se enteraba de que estaba allí y que no había ido a visitarle inmediatamente, probablemente se enfadaría. Bueno, quizás no, pero Mirio no quería arriesgarse.

Después de dejar la maleta en su habitación y desnudarse, traspasó la pared que los separaba con mucho cuidado, intentando no hacer ruido para no despertar a Tamaki.

Se acercó a la cama, donde pudo ver a su pareja durmiendo. Su delgado cuerpo yacía cubierto por sus sábanas moradas y entre sus brazos tenía una almohada, a la que Mirio se mostró ansioso por sustituir de inmediato. Sin pensárselo dos veces, se acostó y se arrastró por debajo de la ropa de cama.

Observó el rostro relajado de Tamaki, con el pelo revuelto, casi ocultándole los ojos. Los labios entreabiertos y su pecho subiendo y bajando ligeramente. Le pasó un brazo por el costado y Tamaki se acomodó apoyando la cabeza contra su hombro y pasándole una pierna por encima, para poder acercarse más a él.

Mirio apretó su agarre y le dio un beso en la cabeza, hundiendo la nariz entre su suave pelo.

—¿Mi… Mirio? —preguntó Tamaki, sorprendido mientras se apartaba ligeramente para mirarle—. ¿Qué...? ¿Cómo...?

Mirio no respondió. Le situó una mano en la mejilla y lo besó de forma apasionada. Le había echado mucho de menos. Había extrañado sus suaves labios y su húmeda lengua. Tamaki jadeó dentro del beso, todavía sintiéndose ligeramente conmocionado por la repentina presencia de Mirio en su habitación. Le pasó los brazos por la espalda y se sorprendió al notar que no llevaba ropa.

—Lo siento… —se disculpó el rubio entre beso y beso—. Es lo que tiene mi peculiaridad…

—Recuérdame… que te dé una llave…. —le respondió Tamaki, aunque en realidad, a esas alturas no le importaba que el rubio estuviera desnudo en su cama.

—¿No tienes… calor? —le preguntó Mirio, alzando las cejas, aunque Tamaki no pudo percibir el gesto debido a la oscuridad del cuarto, pero sí notó cómo el rubio le tiraba ligeramente de la camiseta.

Tamaki asintió mientras se llevaba las manos a la cara enrojecida. Mirio simplemente se limitó a observarle hasta que éste se decidió a quitarse la parte de arriba del pijama, con esa expresión avergonzada que siempre ponía y que a Mirio le encantaba. Tamaki ignoraba lo sexy que le resultaba a Mirio su timidez. Cuando se dejó la camiseta a medio quitar, estuvo a punto de decirle que parecía que le estaba enseñando la mercancía y que le gustaba lo que veía, pero en lugar de eso, puso las manos sobre las de Tamaki y le ayudó a desvestirse.

No podía esperar más. En el momento en el que ambos estuvieron completamente desnudos, se apretaron el uno contra el otro, sin parar de besarse, dejándose llevar por la pasión. La lengua de Mirio se metió en la boca de Tamaki y el chico gimió ante el íntimo contacto. Manos callosas le acariciaron la espalda y el trasero, tocando todo lo que podían alcanzar. Con las piernas enredadas, no dejaron de frotándose. Ambas pollas deslizándose, húmedas y duras, una contra la otra, los dos adolescentes embistieron sin romper el beso, con un ritmo frenético, en busca de la liberación; los jadeos entrecortados llenaron la habitación hasta que Tamaki, soltando un grito ahogado, llegó al orgasmo. El rubio lo siguió unos segundos después, su erección palpitando contra el tonificado cuerpo de Tamaki, corriéndose furiosamente entre sus estómagos planos.

Minutos más tarde, ambos trataban de recobrar el aliento, abrazados bajo las sábanas. Tamaki repasaba con la yema de los dedos cada centímetro del rostro de Mirio, mirándolo con expresión enamorada, sin poder creer que estuviera de nuevo a su lado. Mirio tenía los ojos entrecerrados mientras se concentraba en la caricia de los dedos de Tamaki.

—Me alegro de que estés aquí —le dijo el chico de pelo índigo con una tenue sonrisa.

—¿Quién lo diría? —le respondió Mirio, bromeando, mientras le daba un suave beso en los labios.

Después de aquello, no tardaron en quedarse dormidos sin deshacer el abrazo en el que se encontraban. Sintiéndose relajados y en calma; la presencia del otro alejando cualquier pesadilla que tratara de atormentar sus sueños.

―xXx―

Al día siguiente, bajaron al comedor para desayunar y, todos los alumnos que se encontraban allí, los miraron sorprendidos. Los chicos no estaban muy seguros de si era porque estaban juntos o porque Mirio había sido expulsado durante dos semanas y todavía no había cumplido el plazo.

—Si estás aquí antes de tiempo, ¿es porque en breve se pondrá en marcha el plan? —fue lo primero que le preguntó Nejire después de casi asfixiarlo dándole un fuerte abrazo. Mirio negó con la cabeza, mientras se frotaba la nuca—. Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Ya no estás castigado? ¡Hola, Amajiki! ¿Qué tal estás? ¿Togata te está molestando mucho? ¿Habéis dormido juntos?

El chico la saludó con la mano, sonriéndole tímidamente y Mirio puso los ojos en blanco ante la curiosidad insaciable de su amiga, sin responder a nada.

—Primero deja que desayunen, cariño —le dijo Yuyu a su novia mientras se unía a ellos—. Y cuando terminen, podrás acribillarles a preguntas. ¿Te parece bien?

La chica de pelo lila asintió y sus dos compañeros se dispusieron a echarse algo al estómago. Cuando terminaron, Mirio sugirió ir al césped que había tras el gimnasio, para poder charlar tranquilamente.

—¡Genial! —dijo Yuyu con una amplia sonrisa.

—Tenemos una hora antes de que el entrenamiento comience, ¿nos dará tiempo a ponernos al día? —se preguntó Nejire, llevándose un dedo a la barbilla.

Cuando los cuatros se pusieron de pie para salir del comedor, los ojos azules de Mirio recorrieron el recinto y se sintió ligeramente cohibido cuando vio que la mayoría de los alumnos lo estaban mirando. Algunos le saludaron con la mano y él los sonrió de vuelta. En una mesa al fondo, distinguió a Midoriya que estaba sentado junto a Bakugo, Sero y Kirishima, y sin dudarlo se dirigió hacia allí.

—Ahora nos vemos, chicas —les dijo a sus amigas. Ambas le dijeron a la vez que no se preocupara y después se rieron, por haberlo dicho al unísono—. Vamos, Tamaki —le dijo al otro chico, que se había quedado estático sin saber muy bien qué hacer. Éste asintió y fue detrás de él.

—Se te ha echado de menos por aquí, Togata-senpai —le dijo Izuku en cuanto el rubio estuvo a su lado—. Todavía te quedaban unos días de expulsión, ¿no?

—Sí, pero el director se ha dado cuenta de que era peor castigo no tenerme por aquí —Mirio se llevó una mano a la nuca y le sonrió—. Al fin y al cabo, soy uno de los Tres Grandes.

—Deja de fanfarronear, musculitos —soltó Bakugo, con su habitual carácter.

—Y tú eras… —le dijo Mirio, pensativo—, ¡ah, sí! El otro chico problema.

—No me llames así —siseó Bakugo con cara de pocos amigos.

—¡Vamos, vamos! —le dijo Kirishima, cogiéndolo del brazo—. Sólo está bromeando.

El pelirrojo saludó a Tamaki brevemente y le preguntó qué tal estaba mientras Sero tiraba de Bakugo, para llevárselo a otro lado y evitar líos.

—Sigue de tan buen humor como siempre, por lo que veo —le comentó Mirio a Izuku.

—No se lo tengas en cuenta —respondió Midoriya encogiéndose de hombros, mientras Mirio le sonreía quitándole hierro al asunto. En realidad, el chico-problema no le molestaba, al revés, le hacía gracia.

—Vamos a ir a dar una vuelta con Hado-chan y Haya-chan. ¿Os apuntáis? —los invitó Mirio.

—Yo… eh… —el pelirrojo dirigió una mirada de soslayo hacia Bakugo y Sero—. Mejor en otro momento.

—Claro —dijo Mirio encogiéndose de hombros y despidiéndose de los chicos de 1º, que en unos días serían alumnos de 2º. Después cogió a Tamaki de la mano y ambos se dirigieron a la arboleda que había detrás del gimnasio para unirse a Nejire y Yuyu, que estaban sentadas en el césped riéndose de algo.

Mirio les contó que en realidad debería seguir castigado, pero que había tenido un mal sueño y que había decidido hablar con el director para pedirle que lo dejara regresar y éste, sabiendo que en breve realizarían la incursión en la guarida de la Liga, había creído conveniente que se quedase para entrenar y para facilitar la organización cuando tuvieran que distribuir a los alumnos en los grupos de ataque.

—Eh, eh, ¿si el director te ha levantado a ti el castigo, qué va a pasar con Takeda-kun? —le preguntó Nejire, mientras arrancaba unas briznas de hierba.

—Supongo que contactarán con él para decirle que puede regresar si quiere —respondió Mirio.

—¿Crees que si vuelve la liará de nuevo? —preguntó entonces Yuyu, con el ceño fruncido.

—Espero que no… —murmuró Tamaki, mientras se tocaba de forma inconsciente el brazo que se había lesionado durante la pelea con el otro chico. Mirio se movió para sentarse por detrás de él y abrazarlo. El chico murmuró su nombre y se tapó la cara, avergonzado porque se mostrase cariñoso delante de todos.

—¡Dejad de ser tan ñoños! —les dijo Nejire, cogiendo unas cuantas semillitas del césped y tirándoselas a Mirio, dejando claro que tenía bastante buena puntería, porque Tamaki estaba por delante de él y no le dio ni una vez.

—¡No te pongas celosa, Hado-chan! —le dijo Mirio riéndose y devolviéndole los proyectiles, con tan mala suerte que le dio a Yuyu en la cabeza.

—¡Oye! —exclamó Yuyu rascándose la zona.

Viendo lo que se avecinaba, Nejire se levantó y se colocó por detrás de su novia y Tamaki forcejeó para liberarse del abrazo del rubio y poder ocultarse también.

—No, no —dijo Mirio riéndose y apretando su agarre—. Eres mi escudo, Tamaki.

—Te parecerá bonito… —Yuyu se rio al ver lo que hacía el rubio con su novio.

Mirio le tiró a Nejire todas las semillas que pudo, mientras ella se las devolvía, con cuidado de no darle al pobre Tamaki, que se había visto atrapado en medio de aquella batalla.

El chico de pelo índigo sonrió, pensando lo felices que parecían Nejire, Yuyu y Mirio y en lo mucho que se alegraba de formar parte, en cierta forma, de todo aquello.

―xXx―

Mirio se encontraba en el despacho de Aizawa. Esa tarde, después del entrenamiento, el profesor le había pedido que se reuniera con él para ponerle al corriente de lo que había ocurrido durante aquellos días y comentarle lo que se había hablado durante la última reunión.

—No sé si te han comentado algo tus amigos, Togata —le dijo Shota, mientras jugueteaba con un bolígrafo. Mirio negó con la cabeza y entonces, el profesor prosiguió—. Hemos decidido que realizaremos la incursión desde cinco frentes diferentes. Los tres primeros contarán con uno de los Tres Grandes y estarán liderados por héroes profesionales.

—Entendido —respondió Mirio—. Entonces, Haya-chan, Hado-chan y yo, estaremos separados, ¿no? ¿Y puedo preguntar en qué grupo me ha tocado?

—Tú estás en el tercero —le informó el hombre—. Y te acompañarán Fat Gum, Kirishima y Midoriya. Sois el grupo encargado de la ofensiva a corta distancia.

—¿Y Tamaki? —Mirio no pudo evitar preguntar por él, al ver que no iban a luchar juntos.

—Él ha sido asignado al segundo grupo —Aizawa dejó escapar un largo suspiro mientras se imaginaba hacia dónde iba a dirigirse la conversación—. Está con Hawks, en el grupo que se aproximará a la guarida por el aire. No tenemos muchas opciones para cubrir esa área. Hado estará con él.

—No —dijo Mirio con rotundidad, la frustración reflejándose en su voz—. Aizawa-sensei, no podré concentrarme si no sé dónde está Tamaki. Me preocuparé y acabaré siendo un estorbo más que otra cosa.

—Togata, sé lo que vas a pedirme, pero no puede ser —le respondió el profesor, negando con la cabeza.

—Sólo le pido que lo reconsidere. Necesito que Tamaki esté en mi grupo. Además, se sentirá más cómodo con Fat y Kirishima. De esta forma, profesor, lo único que va a conseguir es desaprovechar el potencial de dos héroes —le dijo Mirio, totalmente convencido de que tenía razón.

—Veré qué puedo hacer —dijo por fin Aizawa, después de un rato en silencio—. Pero no te prometo nada.

—¡La esperanza es lo último que se pierde! —exclamó Mirio, con su energía habitual.

—Me alegra que seas tan optimista, Togata —le respondió el profesor, mientras bostezaba, cansado—. Te mantendré informado —le dijo, mientras se levantaba, dando la reunión por terminada. Mirio también se puso de pie.

—Hasta luego, sensei —le dijo el rubio dirigiéndose hacia la puerta.

Aizawa había estado a punto de detenerlo para comentarle que aquella noche iba a ir a ver a Sasaki, pero se arrepintió en el último momento y decidió no decirle nada. Al fin y al cabo, Mirio había pasado mucho tiempo con Nighteye y, por lo que sabía, éste jamás le había hablado de él.

Cuando el adolescente se marchó, Aizawa se apoyó contra la puerta cerrada y suspiró, preguntándose si estaba haciendo lo correcto al volver a estrechar lazos con su antiguo amante.

―xXx―

Una hora después, Mirio se hallaba muy cómodo debajo de las sábanas, mientras Tamaki le dejaba besos donde alcanzaba: cara, nariz, ojos, labios… y el rubio se reía por las cosquillas que le hacía. La cena, ya fría, esperaba en el escritorio a que les entrase hambre.

El rubio se sentó a horcajadas sobre Tamaki y éste entrecerró los ojos y suspiró ante el íntimo contacto, pasándole los brazos por la espalda, pero con una expresión que delataba que estaba en otro sitio. Mirio se le quedó mirando y le dio un rápido beso en la mejilla.

—¿En qué piensas, pulpito? —le preguntó al verlo excesivamente ensimismado.

Tamaki se mordió el labio, un poco avergonzado porque lo hubiera pillado distraído.

—No me llames así, Mirio, por favor —comentó mientras se sonrojaba, sin responder a la pregunta—, un día se te va a escapar delante de la gente y…

Mirio no dijo nada, en su lugar, se movió ligeramente hacia la mesita de noche y sacó un bolígrafo de uno de los cajones. Mientras sonreía le cogió la mano a Tamaki y le dibujó un pulpo con cuatro tentáculos, ojos en forma de cruz y la boca como si fuera una rosquilla. Cuando terminó le enseñó su obra de arte.

—¿Por qué no? —le dijo—. Si los pulpos son monísimos. ¡Mira el que te he dibujado!

Tamaki se ruborizó todavía más mientras lo miraba y negaba con la cabeza.

—Lo has hecho al revés —dijo, mientras miraba al animal bocabajo.

—Es que está haciendo el pino —respondió Mirio, sonriendo—. Y ahora, dejando eso a un lado… ¿vas a decirme qué es lo que te preocupa, pulpito? —insistió Mirio.

—Bueno… estaba pensando en la batalla que nos espera y… eh… la verdad es que es una tontería —comentó, apartando la vista.

—Deja que tu nueva mascota y yo seamos quienes juzguemos si lo es o no —le respondió Mirio, mientras le colocaba un mechón de pelo por detrás de la oreja y le tocaba la mano donde le había hecho el dibujo. Pasó bastante tiempo hasta que Tamaki se decidió a responder. Haciéndolo más bien porque se sentía incapaz de resistir durante un minuto más la presión que ejercía la mirada azul de Mirio sobre él.

—Eh, vale, sí. Yo… eh, de pronto visualicé tu traje de héroe y me di cuenta de que me gusta bastante tu visera, así que me quedé absorto pensando en eso —le confesó, llevándose las manos a la cara, abochornado—, es una tontería, ¿ves? —le dijo. Arrepintiéndose de haberle contado semejante estupidez. ¿Qué iba a pensar Mirio de él?

—¿Mi visera? —preguntó el rubio alzando las cejas, bastante sorprendido porque hubiera dicho eso precisamente. Se bajó del regazo de Tamaki y se sentó a su lado, para estar más cómodo.

—Bueno… me encantan las mariposas, ¿sabes? —le explicó Tamaki y Mirio tomó nota mental puesto que no tenía ni idea—. Y no sé por qué, pero… tu visera me recuerda a una. Tiene una forma parecida.

Mirio se echó a reír ante la inesperada confesión de Tamaki. Jamás hubiera imaginado que le diría algo así. Cuando se pusiera el traje le echaría un vistazo, porque, la verdad es que no se había fijado nunca.

—Vaya… pues te voy a ser sincero… cuando la diseñé, prácticamente me invitaron a desecharla —le dijo, con expresión seria, al recordar aquel momento.

—¿Y eso? —le preguntó Tamaki, curioso.

—Bueno… el resto del traje iba a hacerse con mi pelo, así que me dijeron que la visera me acabaría estorbando puesto que al estar hecha de cristal y plástico no podía entrar en fase… Aun así, insistí en que la quería —le contó y se quedó un rato pensativo—. Supongo que, de alguna forma, un Mirio de otro hilo temporal que te conoció cuando eras un crío, la diseñó contigo en mente y por eso, de forma inconsciente, me he empeñado en mantenerla.

—Qué cosas dices, Mirio… dudo que exista otro hilo temporal.

—Entonces ¿por qué me parece que nos conocemos desde siempre? Si no ha sido en otro hilo temporal, quizás sea porque nos hemos conocido en otra vida… —meditó el rubio, llevándose un dedo a la barbilla—. O porque somos almas gemelas.

—O porque llevamos tres años juntos en clase, aunque no hayamos intercambiado ni una frase hasta ahora —comentó el otro chico, cogiendo una de las almohadas que tenía en el cabecero y arrojándosela al rubio. Mirio la esquivó con soltura, sin siquiera usar su peculiaridad. Se agachó para cogerla y se la devolvió.

—De hecho, en la actualidad hemos intercambiado más que frases —le dijo Mirio con expresión traviesa.

—¡No digas esas cosas tan vergonzosas! —exclamó Tamaki sonrojándose mientras abrazaba la almohada—. Si te soy sincero… todavía me cuesta creer que estemos juntos… —le confesó, unos segundos después.

Mirio alzó las cejas, sin entender a qué se refería e inclinó la cabeza, a la espera de una aclaración. Tamaki apartó la vista, ligeramente arrepentido por haber sacado aquel tema.

—Bueno… mírate… —susurró—. En cambio, yo… eh…

—Vaya —respondió Mirio, parpadeando perplejo—. Es bastante curioso que te gusten las mariposas, Tamaki. ¿Sabes por qué? Tengo entendido que no pueden ver sus alas, por lo que no son conscientes de lo bonitas que son… Supongo que en eso se parecen a ti.

Tamaki abrió los ojos de par en par, sintiéndose completamente abochornado por lo que acababa de decirle Mirio. Sin saber cómo responder a eso y a pesar de querer llevarse la almohada al rostro para cubrir sus mejillas rojas, la agarró con firmeza y golpeó al rubio un par de veces. Éste comenzó a reírse para después forcejear con él, hasta que logró arrebatársela.

—Ahora es un arma arrojadiza —dijo, tirándola al suelo, lejos del alcance de Tamaki. Mientras seguía la trayectoria del cojín, su mirada se desvió hacia la percha donde estaba colgado el traje de héroe de Suneater—. Tamaki… —susurró entonces Mirio sin apartar los ojos de la prenda.

Normalmente no solía estar a la vista, pero Mei Hatsume se lo acababa de entregar y todavía no había tenido tiempo de guardarlo. La alumna del departamento de apoyo le había realizado unas mejoras en la tela para que ésta se adaptase a la nueva manifestación que había aprendido, incorporando unas características especiales similares a las del traje de Froppy a la capa inferior que se ceñía a su cuerpo.

—Ya que has sacado el tema de nuestros trajes… —dijo Mirio—, nunca he entendido por qué, aparte de los leggings, llevas esa especie de falda blanca encima. ¿Te sirve para tu peculiaridad? No llego a encontrarle ninguna utilidad, la verdad.

Tamaki se sonrojó ante el comentario de Mirio, deseando poder volver a la conversación de los hilos temporales o las almas gemelas.

—Eh… bueno… más o menos —le dijo—. La tela que uso se tiene que adaptar a los cambios que realizo en mi cuerpo. Si manifiesto la masa muscular de un pulpo o cualquier otra cosa… necesito un tejido que sea lo suficientemente maleable para ello. Los leggings lo son porque tienen mucho elastano, pero… supongo que… bueno… digamos que, a la vez, la tela es lo suficientemente fina como para no dejar mucho a la imaginación, por decirlo de alguna forma.

Mirio se quedó pensativo durante unos segundos y entonces soltó una carcajada cuando por fin comprendió a lo que se estaba refiriendo Tamaki. Claro. Las mallas que el chico usaba no tenían nada que ver con sus pantalones de héroe que, aunque ajustados para facilitarle el movimiento, la tela era lo bastante gruesa como para que no se sintiese incómodo o demasiado expuesto.

—Ya veo —le dijo cuando consiguió sofocar la risa, después de que Tamaki le diese un golpe en el hombro por reírse de él—. Pues debo decir que tu traje, sin la falda, seguramente sería más efectivo, Tamaki, porque acabarías distrayendo a todos los villanos y podrías acabar con ellos mucho más rápido.

—¡Mirio! —exclamó Tamaki, ruborizándose más todavía y volviendo a golpearlo.

—Aunque, por otro lado, también podría tener sus puntos débiles —siguió hablando el rubio, sin alterarse—. Porque con semejantes atributos, supongo que también acabarías distrayendo a los héroes.

Tamaki se tapó la cara con las manos y murmuró algo que Mirio no entendió.

—Dejando a un lado mis tonterías… había pensado que, tal vez después de esta incursión… quizás… —dijo Mirio un poco dubitativo.

Tamaki le miró a través de las rendijas que formaron sus dedos, extrañado al notar que Mirio titubeaba al hablar. Aquello no era nada habitual en el rubio.

—¿Quizás…? —dijo el chico de pelo oscuro, tratando de animar a Mirio a continuar.

—Quizás podríamos irnos a vivir juntos. Ya sabes. Tú tendrás que dejar la UA porque comenzarás a trabajar a jornada completa con Fat y yo seguiría aquí, así que…

—Me encantaría —susurró Tamaki, retirando las manos de su rostro para dejar al descubierto una tenue sonrisa. Mirio aprovechó para besarlo con dulzura y Tamaki pudo sentir que el pecho se le calentaba.

—En cuanto esto termine, buscaremos un sitio que nos guste a ambos —declaró Mirio entre beso y beso, abrazándole y tirando de él hacia abajo hasta que ambos estuvieron tumbados de nuevo en la cama.

—Te quiero... —le dijo Tamaki, envolviéndolo con sus brazos—. Nunca lo olvides.

Mirio abrió los ojos de par en par al escuchar esas palabras. A su memoria regresó la pesadilla que había tenido la noche anterior y no pudo evitar estremecerse.

—¿Estás bien? —Tamaki sintió cómo el rubio temblaba y se apartó ligeramente. Pero antes de que Mirio pudiera responderle, su móvil comenzó a sonar.

Ambos se levantaron precipitadamente, y el rubio comenzó a buscar su teléfono en la mochila. En cuanto lo encontró vio que la llamada era de Aizawa.

—¿Sí? —Mirio se movió por la habitación mientras hablaba con su interlocutor—. Se lo agradezco sensei. No sabe lo importante que es para mí… De acuerdo. Sí, está aquí… Vale. Sí. Sólo necesitamos cinco minutos. Ahora mismo vamos.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó Tamaki incorporándose—. ¿Quién era?

—Eraser Head... —murmuró Mirio dirigiéndose hacia la puerta para después retroceder de nuevo al darse cuenta de que tenía todas sus cosas allí—. Ponte tu traje de héroe.

Notes:

En esta ocasión, los dibujitos del capítulo no son míos. Los ha hecho la fantástica artista Koyomu, a quien podéis seguir en su cuenta de Twitter: https:// /013koyomu

Chapter 31: FUEGO AMIGO

Notes:

Resumen: Mirio vuelve a la UA y el director le da permiso para quedarse a pesar de no haber cumplido todavía con el castigo. Cuando se encuentra en la habitación de Tamaki recibe una llamada de Eraser Head para avisarle de que la incursión en la guarida de la Liga está en marcha.

Chapter Text

Sábado, 04 de abril de 2020

Cuando terminaron de vestirse, Tamaki se lanzó hacia la puerta a toda prisa, pero Mirio lo interceptó a medio camino y lo alzó en el aire, abrazándolo, mientras se reía.

—¡Mirio! —exclamó Tamaki, agarrándose a los hombros del rubio, sorprendido por el arrebato del otro—. ¿Qué haces?

—Quería tenerte entre mis brazos antes de irnos —le dijo Mirio, mirándole con ternura.

Tamaki le sonrió y le dio un rápido beso en los labios antes de comenzar a retorcerse para que el rubio le soltase.

En cuanto tuvo de nuevo los pies descalzos en el suelo, cogió a Mirio de la mano y tiró de él, mientras salían de la habitación. Tamaki iba comiendo varias barritas elaboradas con animales mayoritariamente acuáticos para absorber sus propiedades, mientras que Mirio, adelantándose, lo iba guiando por los pasillos. El rubio tuvo que frenar en seco cuando la puerta de la habitación por donde estaba pasando se abrió repentinamente de par en par.

Tamaki se chocó contra Mirio, sin poder contener la inercia y el rubio trastabilló, estando casi a punto de impactar contra Yuyu que era quien acababa de salir de aquel dormitorio. Ya se había puesto su traje de heroína que consistía en un atuendo ajustado de color plateado que reflejaba colores arcoíris en los puntos donde le daba la luz, con unos guantes que la recubrían las manos enteras, dejando sólo unas aberturas en la zona donde tenía las membranas por las que activaba su peculiaridad. Tenía unos dispositivos en los dedos, que graduaban el alcance del líquido expulsado o lo modelaban en forma de lluvia, chorro… dependiendo de lo que necesitase en cada momento. También llevaba una visera para protegerse los ojos.

—¡Togata-kun! ¡Amajiki! —exclamó, dirigiendo un fugaz vistazo a las manos unidas de los chicos—. ¡Vamos! Nejire ya está allí.

Mirio y Tamaki asintieron y retomaron su carrera hacia la salida. Una vez en el exterior, a lo lejos, pudieron ver a varios alumnos de primero, también dirigiéndose a toda velocidad hacia donde los esperaban: el salón de actos.

Cuando llegaron, algunos profesores estaban pidiendo a los alumnos que iban entrando que ocuparan los sitios donde aparecían sus nombres. En una esquina vieron a Nejire agitando la mano y se acercaron a ella. A su lado se encontraban Amori —la amiga de Tamaki—, y Tokoyami: el chico de primero que estaba realizando su pasantía con Hawks.

El sitio asignado a Yuyu resultó ser el primero de aquella misma fila y para la sorpresa de Tamaki y Mirio sus asientos estaban consecutivos. Al otro lado del rubio estaba Minami, —una compañera de tercero que compartía varias características con los murciélagos—, y junto a Tamaki estaba su kohai, Kirishima. Amajiki suspiró, sintiéndose menos nervioso al verse rodeado de gente que conocía y apreciaba.

Unos segundos después, cuando todos estuvieron en sus sitios correspondientes, Nezu mandó cerrar las puertas y subiendo al pequeño cajón que le habían colocado para que llegara bien al micrófono, se dirigió a todos los que estaban allí reunidos.

—Antes de empezar quería daros la bienvenida y agradeceros vuestra colaboración —la gente que estaba en el salón de actos aplaudió—. Ya sabéis por qué estamos aquí, así que trataré de ser breve. Tanto los profesores, como los Pro héroes que hemos estado planeando esta incursión hemos decidido que ya estamos listos para llevarla a cabo. No hay motivo para retrasarla más puesto que cuanto más tiempo esperemos, más posibilidades hay de que la Liga cambie de sede, de que se filtre información o de que tomen la iniciativa —hubo varios murmullos por la sala ante aquellas declaraciones—. Además, el nuevo curso está a punto de empezar y creemos que sería más práctico atacar antes de que la UA se vuelva a llenar de estudiantes —en ese momento hubo varios asentimientos y gente mostrándose de acuerdo. El ratón se quedó callado durante un momento y entonces se giró hacia Toshinori—, All Might, por favor.

Nezu bajó del escalón para dirigirse a una de las sillas que había sobre el estrado y el profesor rubio y escuálido se levantó y se acercó al micrófono.

—¿Cómo estáis mis jóvenes héroes? —preguntó y toda la sala se alzó en ovaciones y aplausos. A pesar del aspecto demacrado del hombre, la gente seguía viéndole como el símbolo de la paz y no olvidaría tan fácilmente lo que el ex héroe había hecho por la sociedad—. Explicaré brevemente el plan de acción.

En ese momento Mirio no pudo evitar notar que varios héroes de renombre parecían no estar presentes, como Endeavor o Mirko. El rubio frunció el ceño, sorprendido por su ausencia.

—Para empezar, formaremos cuatro equipos que irán avanzando por turnos. El primero, liderado por Edgeshot será la avanzadilla que irá informándonos de los enemigos que se encuentran por la zona. Su misión será acercarse con sigilo e intentar pasar desapercibidos. Dadas sus habilidades, lo acompañarán sus pasantes, Geyser y Pinky, y los alumnos de tercero Aracne y Paralyzer.

Shuri Amori, Yuyu Haya, Taiyo Takeda —al que habían avisado ese mismo día que tenía que volver a la UA—, y Mina Ashido se levantaron y se acercaron al héroe ninja.

—El segundo grupo, dirigido por Hawks, se encargará de realizar una visual por el aire. Verán si hay amenazas a larga distancia y podrán avisarnos si ven algo inesperado. Junto a él estarán su pasante Tsukuyomi, y los alumnos de tercero y primero Nejire-chan, Vamp y Cellophane.

Fumikage Tokoyami, Nejire Hado, Hanta Sero y Mae Minami, se levantaron y se situaron a su lado.

—Continuemos —dijo Toshinori cuando el segundo grupo se hubo reunido—. En tercer lugar, pasaremos a la facción ofensiva, especializada en el cuerpo a cuerpo. El Pro héroe Fat Gum formará equipo con sus pasantes Suneater y Red Riot y también se unirán a este grupo los de Nighteye: Lemillion y Deku.

Los cuatro chicos se levantaron y se unieron al enorme héroe. Mirio le sonrió a Tamaki, alegrándose de haber conseguido que los pusieran en el mismo equipo. Tomó nota mental de darle de nuevo las gracias a Aizawa cuando terminara todo esto.

—El cuarto grupo estará al cargo de Eraser Head y estará formado por los héroes Uravity, Memento, DinaMight y Anima. Se encargarán de la parte ofensiva a distancia —los alumnos Ochaco Uraraka, Kamui Hatashi, Katsuki Bakugo y Koji Koda se acercaron a Aizawa—. Los que no han sido nombrados formarán parte del quinto grupo liderado por Present Mic, Gang Orca y Midnight. También en la retaguardia estarán los héroes que tienen más movilidad para ayudar a los que estén heridos. Tú, Atom —dijo All Might, señalando a Raiden Yoshioka, uno de los alumnos de tercero—, con tu peculiaridad de teletransportación, serás fundamental para traer hasta la enfermería a los héroes que se encuentren en estado muy grave, con el fin de que Recovery Girl pueda hacerles un primer chequeo.

El profesor hizo una pausa para beber un poco de agua de una botella que le ofreció su compañera Nemuri y los alumnos aprovecharon para murmurar entre sí. Enseguida Toshinori carraspeó, haciendo que todos guardaran silencio de nuevo.

—Los profesores que no he mencionado, entre los que me encuentro, nos quedaremos en la UA para dar soporte y vigilar las instalaciones —añadió, mientras miraba a su alrededor—. Imagino que alguno de vosotros habrá notado la ausencia de algunos Pro héroes bastante conocidos. Hemos decidido que no sería recomendable que todos participemos en esta incursión, por lo que unos cuantos se dedicarán a patrullar por las calles y mantener el orden en la ciudad. No podemos descuidar la vigilancia sólo por tener más efectivos en esta operación. Están implicadas muchas personas y creemos que seremos más que suficientes, teniendo en cuenta el número de villanos que prevemos que encontraremos.

Los grupos recién formados, se reunieron brevemente para hablar sobre el plan de acción. Los líderes tenían cada uno un intercomunicador para poder hablar entre ellos, y estuvieron haciendo unas pruebas rápidas para asegurarse de que todo funcionaba correctamente. Una vez finalizadas las comprobaciones, todos, excepto los que tenían que quedarse en la UA, salieron del salón de actos y se dirigieron hacia la zona que Nighteye les había descrito.

El grupo de Edgeshot fue el primero en llegar, como estaba previsto. Utilizando su sigilo fueron acercándose poco a poco. Yuyu era una persona bastante ágil y Mina acostumbrada al baile también se movía con bastante soltura, además, ambas estaban habituadas a ello por haber trabajado con el Héroe ninja durante tanto tiempo. Shuri, la amiga de Tamaki, tenía una peculiaridad que hacía que fuera medio arácnida, por lo que era bastante silenciosa y se movía con mucha cautela, como si estuviera acechando a su presa. Y Taiyo, por su poder, estaba acostumbrado a no hacer ruido para poder pillar desprevenido a su contrincante y dejarlo paralizado antes de que pudiera atacarle.

El equipo de Hawks no tardó en surcar los cielos. Sobrevolaron el sitio, en busca de peligros que no hubieran advertido los primeros. Desde arriba pudieron ver cómo el grupo de Edgeshot avanzaba poco a poco, observando el terreno y moviéndose despacio, mientras se ocultaban tras árboles, rocas, setos o cualquier cosa que pudiera serles de utilidad.

—¿Cómo va todo por ahí, Edgeshot? —preguntó Fat al primer grupo, esperando su respuesta para avanzar. El tercer equipo estaba preparado para dirigirse hacia allí en cuanto les dieran luz verde.

—Bien —susurró el héroe profesional, mientras miraba hacia todos lados, en busca de alguna señal que le advirtiera de un peligro inminente. Los estudiantes que iban con él, también avanzaban con prudencia, sin despegar un ojo del suelo para evitar pisar una rama o una hoja seca que pudiera delatar su posición y mirando también hacia delante, sin bajar la guardia—. Casi hemos llegado a la guarida y no hemos visto a nadie. Si Hawks confirma, podéis ir avanzando.

—Confirmo —dijo el hombre alado, que estaba atento a la conversación, mientras Nejire se situaba ligeramente por delante de él, para cubrirle, mirando a todos lados por si veía algún movimiento sospechoso. Fumikage se mantenía un poco más alejado, cubriendo otra parte del lugar junto con Mae, y Hanta se iba desplazando por detrás del resto utilizando los árboles de los alrededores, puesto que, a diferencia de sus compañeros, él no podía volar.

—Ya lo habéis oído, chicos —les susurró Fat a su equipo.

Kirishima chocó ambos puños, listo para entrar en acción. Izuku frunció el ceño, concentrado en lo que se les venía encima. Tamaki suspiró, terminándose una de las barritas de pulpo que llevaba en los bolsillos de su traje de héroe. Mirio, le sonrió y le tocó de forma cariñosa el hombro. Notó que el chico estaba temblando, probablemente por los nervios y, sin poder contenerse, se acercó a él y le dio un beso. Tamaki le correspondió por inercia, pero después se apartó, avergonzado y rojo como un tomate, al darse cuenta de que tenían público.

—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó en voz baja, mientras el resto los miraba a ambos con sorpresa.

—Porque te quiero —Mirio volvió a besarlo—. Sé que lo harás genial, Tamaki. Sólo quería infundirte un poco de confianza.

—Yo también te quiero... —susurró Tamaki con la vista baja.

Hubiera querido decirle muchas otras cosas, pero el carraspeo de Fat le recordó la situación en la que se encontraban, por lo que, sonrojándose más todavía, al ser consciente de que su jefe y su kohai habían presenciado aquella declaración de amor inesperada, acabó desistiendo de añadir nada más y comenzó a correr tras el resto, que ya se había puesto en marcha.

—¡Cuando esto acabe os invitaré a comer unos takoyaki para celebrar vuestro amor! Pero, mientras tanto, ¡permaneced centrados, chicos! —exclamó Fat cuando Tamaki y Mirio le dieron alcance.

Ante aquel comentario, Suneater tuvo que resistir el impulso de llevarse las manos a la cara, avergonzado, y se esforzó por concentrarse en lo que estaba haciendo sin perder de vista lo que tenía por delante.

Había demasiado en juego.

―xXx―

—Nos han detectado… nos atacan… —fueron las palabras que oyeron los líderes de cada grupo. La voz era la de Edgeshot—. Twice está haciendo réplicas suyas… constantemente… y un no…

Lo siguiente que oyeron fue al hombre darles rápidas indicaciones a su equipo y los sonidos inconfundibles del inicio de un combate.

—El primer grupo está en problemas. Debemos seguir avanzando —les dijo Fat Gum a sus chicos mientras seguían corriendo a toda velocidad y a la vez trataban de ser sigilosos.

—¡Un Nomu! ¡Cuidado, Nejire-chan! —exclamó Hawks.

Todos los que tenían intercomunicadores pudieron escucharlo.

—Se han avistado dos Nomus… y a Twice —dijo Fat jadeando por el sofoco de la carrera, informando a su equipo. Mirio frunció el ceño. Desde luego no parecía buena señal que los villanos estuvieran esperándolos a la entrada de su guarida y menos todavía con dos Nomus… Aquello parecía demasiado sospechoso. Miró ligeramente a Tamaki, quien le devolvió la mirada y asintió. Haciéndole saber que estaba listo para lo que se avecinaba.

Cuando el tercer grupo llegó al lugar donde el equipo de Edgeshot estaba peleando, se detuvieron y echaron un vistazo a su alrededor, con cautela.

En el cielo se podía ver a la heroína Vamp, que era mitad murciélago, volando mientras le lanzaba unas ondas aturdidoras al Nomu que iba detrás de ella. Nejire trató de impactarle con sus rayos, pero era bastante rápido y los logró esquivar. Por lo menos, entre los cinco del segundo grupo, parecían tenerlo bajo control.

En tierra, Edgeshot estaba tratando de perforar al Nomu contra el que se enfrentaban, esquivando los potentes golpes que le lanzaba y contraatacando con todo lo que tenía. Yuyu o Geyser, que era su nombre de heroína, había inmovilizado a unas cuantas copias de Twice echándoles pegamento en el suelo o en las caras; una tarea similar estaba realizando Taiyo, también conocido como Paralyzer, moviéndose con soltura de un lado a otro y paralizando a todas las copias que se acercaban a ellos para después destrozarlas de un golpe, llenando el suelo de barro cuando se deshacían. Shuri o Aracne, las envolvía con su tela de araña y Pinky les rociaba ácido sin descanso, haciendo sus pasos de break dance, para terminar de acabar con las que habían neutralizado sus compañeros.

Fat decidió que Edgeshot que era el que se estaba enfrentando directamente al Nomu, era el que más en apuros se encontraba así que haciendo un gesto a sus chicos, se dirigieron hacia allá corriendo.

—Demasiados contra uno, ¿no creéis? —les llegó una voz femenina desde atrás, mientras seguían avanzando hacia el héroe ninja. Tamaki e Izuku se volvieron para encontrarse con los ojos amarillos y un poco desquiciados de Toga—. ¡Izuku! ¡Amigo mío! Hacía mucho que no nos veíamos… —dijo la chica vestida de colegiala, mientras le daba varias vueltas al cuchillo que tenía en la mano, avanzando hacia ellos.

Deku y Suneater no la perdieron de vista, aunque tampoco se les escapó que algo debía estar pasando a sus espaldas, porque los gritos de la batalla parecieron incrementarse. Probablemente habían aparecido más villanos.

Pendientes como estaban del avance alegre de Toga, que iba sonriendo y relamiéndose a cada paso que daba, ninguno percibió la sombra que se acercó sigilosamente a ellos, hasta que ésta no se lanzó como un rayo contra Tamaki. El chico, gracias a la visión mejorada que le proporcionaba la res que había comido hacía un rato, consiguió atisbar por el rabillo del ojo la silueta y se apartó ágilmente en el último segundo.

—Pero ¿qué…?  —dijo Deku cuando se giró rápidamente para ver a un chico de pelo gris y un traje oscuro. ¿Aquél no era un alumno de la UA?

—¡Éste no es el momento, Takeda! —susurró Tamaki, mirándole con los ojos abiertos de par en par. Si no hubiera logrado apartarse de su trayectoria, era posible que le hubiera dejado paralizado. Allí, en medio de una batalla. Rodeados de villanos. ¿En qué demonios estaba pensando su compañero?

—¡Tú te lo has buscado, imbécil! —exclamó el chico, volviendo a lanzarse contra Tamaki. Éste endureció el brazo formando la concha de un cangrejo de mar y arremetió contra Taiyo, golpeándole con fuerza en la mano con la que había intentado tocarle.

—¡Dejadlo ya! —gritó Midoriya, que no dejaba de mirar a la chica que se acercaba cada vez más y a los dos de tercero, sin saber qué hacer. A unas malas, trataría de contenerla, mientras Suneater y Paralyzer arreglaban sus diferencias.

—¡Qué divertido! —exclamó entones Toga, echando a correr hacia el trío, mostrando los colmillos—. ¡Yo también quiero jugar!

Deku se puso en guardia, esperando a que se acercase lo suficiente como para lanzarle una patada, cuando de pronto un nuevo villano apareció en la zona, sobresaltándole.

—Será mejor que repartamos un poco esto —dijo con voz lúgubre.

Tamaki, que no había perdido de vista a la rubia, a pesar de tener que lidiar también con Takeda, retrocedió junto con Izuku, sin darse cuenta de que el nuevo villano había creado un portal justo a su espalda. Chocando uno contra el otro, Midoriya trastabilló y acabó dentro, agarrando por inercia el brazo de Tamaki y arrastrándolo con él. Taiyo tampoco se quedó atrás, sin estar muy seguro de poder hacer frente a la chica que se aproximaba de forma temeraria hacia él, se lanzó hacia el portal, no antes de que Toga le arrojase el cuchillo que llevaba en la mano.

—¡Suneater! ¡Deku! —exclamó Kirishima.

Mirio se dio la vuelta inmediatamente y, al ver lo que estaba sucediendo, no se detuvo para gritar ningún nombre, sino que salió corriendo a toda prisa, consiguiendo atravesar el portal un segundo después de que lo hiciera Toga y justo antes de que se cerrara.

—¡Lemillion! —exclamó entonces Fat Gum mientras veía cómo el héroe rubio desaparecía—. ¿Qué ha pasado, Red Riot? —le preguntó al pelirrojo sin perder ni un segundo.

—Un… un portal se abrió y… Midoriya… Amajiki… y después… —titubeó Kirishima, con los ojos como platos. Fat no necesitó más información para atar cabos.

Mientras estaban hablando sobre eso, un Nomu se abalanzó sobre ellos y cada uno saltó hacia un lado, esquivando por los pelos el ataque del monstruo.

—¡Aaaaah! —gritó Kirishima mientras endurecía su cuerpo y se lanzaba hacia delante con los puños apretados.

—¡Por el momento tendrán que apañárselas solos! —comentó Fat, hinchando la barriga para amortiguar el golpe que le dirigió el Nomu cuando se recompuso de la arremetida de Red Riot.

―xXx―

Tamaki, Izuku y Taiyo aparecieron en otra parte de la zona que rodeaba la guarida de los Villanos. También tenía árboles y vegetación, pero debían estar algo alejados de la entrada principal porque los gritos de la batalla se oían bastante amortiguados. Takeda se miró el costado. La villana había conseguido clavarle el cuchillo que le había lanzado. Unos segundos después, antes de que los chicos pudiesen reaccionar al cambio de escenario, apareció Toga atravesando el portal y lanzándose inmediatamente hacia Midoriya.

—¡Vamos a hablar de nuestras cosas, Izuku! —exclamó la chica, corriendo hacia el héroe con nuevas armas en las manos—. ¿Preferirías que tuviera la apariencia de la dulce Ochaco-chan? —le preguntó, relamiéndose, mientras Deku se preparaba para hacerla frente.

Tamaki miró de soslayo a Taiyo, que parecía más preocupado por inspeccionarse la herida sangrante que por volver a arremeter contra él. Viendo que en ese sentido podía estar tranquilo por el momento, se concentró para ver si podía detectar más enemigos por la zona utilizando su olfato mejorado.

Unos instantes después, aparecía Mirio por el portal y éste se cerraba, limitando su vía de escape.

—¡Suneater! —exclamó el rubio, justo cuando Tamaki manifestaba unos tentáculos y los lanzaba hacia la sombra sospechosa que los observaba desde unos arbustos cercanos.

Los apéndices no duraron demasiado porque un rayo de fuego azul impactó contra ellos y comenzaron a arder. Las llamas se extendieron rápidamente. Tamaki creó un pez espada en su otra mano y la utilizó para mutilar los tentáculos antes de que el fuego pudiera expandirse lo suficiente como para quemarle de verdad.

Deku le lanzó una patada voladora a Toga mientras la chica se reía de forma desenfrenada y correteaba de un lado para otro esgrimiendo los cuchillos como si formaran parte de su cuerpo. Cogió uno de los apéndices que se había cortado Tamaki anteriormente y se lo tiró a Midoriya, mientras le decía que no fuera tan desagradable con ella, que sólo quería jugar.

Dabi no tardó en mostrarse, con una bola de fuego azul en la mano, mirando a Tamaki con una sonrisa de suficiencia en el rostro cosido.

—Con lo jóvenes que sois y las ganas que tenéis de morir —susurró, las costuras de su boca estirándose para formar una mueca. Entonces, les lanzó un par de llamaradas, una a Tamaki y otra a Taiyo, puesto que Izuku estaba demasiado cerca de Toga y podía poner en peligro a la villana. Además, ella ya estaba lidiando con él y no parecía necesitar ayuda. Suneater manifestó una concha para cubrirse. Unos segundos después se dio cuenta de que el caparazón no era capaz de resistir la intensidad de aquellas llamas, por lo que tuvo que desprenderse de él y pegar un salto, alejándose de los resquicios del fuego azul.

Por otro lado, Taiyo había conseguido esquivarla, no sin dificultad, puesto que, al estar herido, su movilidad estaba más limitada, pero, por lo menos, por el momento, su finta había sido exitosa.

—¿Dónde demonios está Mirio? —se preguntó Tamaki mirando a su alrededor con premura cuando se aseguró de que Takeda estaba bien. Ni Kurogiri ni Lemillion parecían estar por allí. Frunció el ceño, preocupado, pensando que tal vez el villano que creaba portales se lo había llevado a otro sitio para que no les superasen en número. Pero no podía estar más equivocado. Enseguida se dio cuenta de lo que había pasado cuando manifestó unas alas con la idea de despistar a Dabi y cambiar el ángulo de su ataque. Desde arriba, pudo vislumbrar a otro villano con el que no contaba.

Mientras volaba, formó una concha para volver a protegerse del fuego de Dabi, aunque sólo fuera de forma momentánea, sin quitarle la vista de encima a Mr. Compress. Ahora podía hacerse una idea de dónde estaba Mirio. El villano no era muy poderoso, pero si te pillaba desprevenido podía dejarte fuera de juego con chascar los dedos. El hombre lanzó una canica hacía donde estaba y Tamaki la esquivó rápidamente, realizando una pirueta en el aire. Dabi siguió presionándole desde el otro flanco, lanzando varios destellos azules en su dirección y hacia Takeda, que cada vez parecía moverse con más torpeza. La herida de su costado no dejaba de sangrar a pesar de apretársela con fuerza. La canica que Mr. Compress le había lanzado se transformó en una piedra enorme en cuanto tocó el suelo. Afortunadamente, Tamaki estaba lo suficientemente lejos como para verse afectado. Desde allí podía ver la lucha que estaba llevando a cabo Izuku contra Toga. En algún momento la rubia se había transformado en Ochaco y era bastante perturbador ver la figura de la heroína actuando como si hubiera perdido la cabeza, atacando a Midoriya.

Tamaki afinó los oídos, sin querer que nada le pillara por sorpresa, pero al final no dejaban de ser dos malhechores contra uno, puesto que Taiyo prácticamente estaba fuera de juego. Ahora que con las alas había perdido el elemento sorpresa, decidió bajar de nuevo al suelo, pensando que así sería más difícil de impactar, pero se equivocaba. En cuando bajó, Dabi comenzó a lanzarle bolas de fuego. Suneater se concentró en esquivarlas y probó a recubrir su cuerpo con una coraza gruesa de cangrejo para evitar quemarse. No tardó en descubrir que eso parecía ser más efectivo que manifestar conchas en las manos, pero justo en ese momento se dio cuenta de que había perdido de vista a Mr. Compress.

—Mierda —susurró, mirando rápidamente para todos los lados. Por el rabillo del ojo vio a Izuku lanzándole una fuerte patada a Toga, que tenía la cara magullada y estaba completamente desnuda al haber perdido la forma de Ochaco. Midoriya parecía tenerlo controlado. Sólo tenía que aguantar un poco más y el chico de pelo verde le ayudaría a lidiar con alguno de los dos villanos que trataban de acorralarlo.

No había contado con que Dabi comenzaría a centrar sus ataques contra Takeda, el cual estaba gritando, mientras trataba de esquivar de forma infructuosa las ráfagas de fuego azul que le lanzaba. La sangre empapaba ya gran parte de su traje, aunque no se podía percibir de forma visual puesto que éste era negro, pero Tamaki podía olerla y a juzgar por la intensidad, había demasiada. Las llamas, que brillaban en varias partes de su cuerpo, le daban un tono lúgubre a su rostro, mientras agitaba las manos, tratando de sofocarlas. El chico cayó de rodillas y levantó la vista hacia Tamaki. Éste salió corriendo hacia donde estaba su compañero, sin apenas notar el dolor en la planta de sus maltratados pies.

—Mirio… —susurró Takeda, con los ojos entornados.

—¡Intenta paralizar el flujo de sangre con tu peculiaridad! —le gritó Tamaki cuando estaba casi a su lado.

El chico abrió los ojos, sorprendido ante aquella idea y la puso en práctica mientras Suneater lo envolvía rápidamente en una concha, esperando que fuera lo suficientemente hermética como para que la falta de oxígeno acabase con el fuego. Bajo aquella presión no se le ocurrió nada mejor que hacer. Mientras tanto, no perdió de vista a Dabi por si seguía atacándole.

—¡Suneater! —exclamó entonces Deku, levantando la vista por encima de donde se encontraba el héroe encapuchado. Soltó a Toga, a la cual había agarrado por detrás, y corrió hacia dónde estaba Tamaki, pero entonces se dio cuenta de que era demasiado tarde. Mr. Compress que se había encaramado a un árbol sin que nadie lo notara hasta ese momento, ya había tirado una de sus canicas hacia el héroe devorador del sol, a la vez que Dabi le volvía a lanzar varias bolas de fuego, haciendo que no pudiera moverse del sitio donde estaba a menos que quisiera quemarse y dejar desprotegida la concha donde había metido a su compañero. La canica lo golpeó ligeramente y lo siguiente que supo fue que se encontraba encerrado en algo que se asemejaba bastante al vacío. Se sintió completamente inmovilizado y esta vez no fue a causa de Taiyo.

Los villanos habían conseguido su objetivo.

Chapter 32: PLAN DE FUGA

Notes:

Resumen: Héroes, profesores y alumnos se dirigen a la guarida de La Liga de los Villanos para atacarles por sorpresa y enseguida se ven envueltos en una dura batalla. Mirio, Tamaki, Deku y Takeda se separan del grupo al caer en un portal creado por Kurogiri y la cosa parece complicarse por segundos.

Chapter Text

Sábado, 04 de abril de 2020

—¡Tomura los quiere vivitos y coleando! —dijo Toga mientras se movía de un lado a otro, pegando saltitos alrededor de Mr. Compress—. Se va a enfadar cuando se entere de lo que ha hecho Dabi.

Los dos villanos se encontraban dentro de la guarida, gracias al portal que había creado Kurogiri para transportarlos al interior sin tener que pasar por medio de la batalla que se estaba librando fuera.

En cuanto se toparon con Shigaraki, Mr. Compress sacó las tres canicas que llevaba encima y se las ofreció. Éste las observó con cuidado, acunándolas en la palma de su mano.

—Vaya, vaya... habéis tardado bastante en venir, pero la espera ha valido la pena —fueron las palabras que pronunció Tomura cuando levantó la vista—. Había esperado que me trajeseis a Bakugo, pero esto es mucho mejor. Al fin y al cabo, nuestro objetivo siempre ha sido Deku.

—¡Si quieres podemos salir a buscar a Bakugo, Tomura-kun! —exclamó Toga, alzando los cuchillos al aire.

—No —susurró Shigaraki—. Mr. Compress, lleva a los otros dos a una de las celdas. Que te ayuden Toga y Twice. Cuando los hayáis atado y amordazado, decidle a Deprive que use su quirk para incapacitarlos. A Deku dejádmelo aquí. Tengo mucho de lo que hablar con él.

Sin perder más tiempo, Mr. Compress obedeció las órdenes que le había dado su líder. Primero liberó a Deku, allí mismo, donde se encontraban. El chico de pelo verde se puso de pie inmediatamente, preparándose para luchar, pero Tomura levantó una mano.

—Yo si tú trataría de tranquilizarme —susurró Shigaraki, sus ojos rojos observándole entre las rendijas que formaban los dedos de la mano que tenía sobre la cara—. O tus dos amigos podrían pagar las consecuencias de tu arrebato.

—¿Dos? ¡Son tres! ¿Dónde están? ¿Qué habéis hecho con el que falta? —preguntó Izuku, mirando a todos lados para hacerse una idea de cómo era el sitio y cuántos villanos lo rodeaban.

El lugar desprendía humedad y se encontraba iluminado por una luz mortecina, por lo que probablemente debían estar en los túneles subterráneos que les había descrito Nighteye. En la sala había varios villanos: Twice, Toga, la cual se movía inquieta y no dejaba de mirarle con una sonrisa maliciosa en la cara, Mr. Compress que se estaba alejando en ese preciso momento con dos canicas en la mano y, frente a él mirándolo de forma amenazante y rascándose el cuello compulsivamente, Shigaraki.

Justo en ese momento, Dabi atravesó el portal que estaba abierto en medio de la sala, el cual desapareció un segundo después de que lo cruzara. Entonces, el villano se apoyó perezosamente contra una pared, se cruzó de brazos y puso una expresión de extremo aburrimiento en el rostro.

—¿Qué has hecho, Dabi? —susurró Shigaraki, mientras observaba la postura petulante del hombre.

—Acabar con su sufrimiento —respondió con voz monótona, encogiéndose de hombros, sabiendo perfectamente a qué se estaba refiriendo.

—¿Cómo has podido? —exclamó Deku haciendo amago de lanzarse hacia él, pero antes de que hiciera ningún movimiento, Tomura le hizo un gesto con la mano para que se detuviera.

—Si no quieres que los otros dos sigan el mismo camino, relájate, Deku —le dijo. El chico se paró en seco, sabiendo que de momento no tenía muchas posibilidades. Entonces, Shigaraki miró con los ojos entrecerrados a Dabi. No le gustaba que desobedecieran sus órdenes. Les había mandado tomar rehenes y él había acabado con uno. En cuanto pudiera tendría que dejarle claro quién mandaba allí, pero ahora no era el momento más adecuado para enfrentamientos internos.

—Vamos, vosotros dos —dijo Mr. Compress rompiendo la tensión que se había formado en la sala, mientras se giraba ligeramente hacia los otros villanos. Toga cogió a Twice de la mano y tiró de él, mientras corría hacia el hombre con chistera.

—¡Ya vamos, ya vamos! —exclamó la chica con una amplia sonrisa, mientras Mr. Compress volvía a ponerse en marcha, negando con la cabeza.

Aunque aquellos tres se habían marchado, aun así, estaba rodeado y los villanos tenían en su poder a dos de sus compañeros. No podía hacer nada temerario sin ponerles en peligro. Debía tomárselo con calma y esperar su oportunidad. Cuando sacaran a ambos de aquellos pequeños trozos de cristal, a su parecer, la situación se volvería más ventajosa. Así que por ahora lo único que podía hacer era tratar de ganar tiempo.

Mientras le daba vueltas a la situación en la que se encontraba, unas suaves manos se posaron sobre sus sienes y antes de que pudiera girarse para poder ver de quién se trataba, sintió que perdía la conciencia. Unos destellos de mechones color turquesa fue lo último que entró en su campo de visión cuando sus piernas cedieron bajo su peso.

―xXx―

Mr. Compress devolvió a su tamaño original a los héroes Lemillion y Suneater, amenazando al primero que liberó con hacer daño al que todavía estaba encerrado en la canica para así conseguir su colaboración.

—¿Deberíamos ponerlos en celdas separadas? —preguntó Twice—. Pero si atrapamos a más prisioneros nos quedaremos sin hueco —se respondió a sí mismo.

—No tengo tiempo para estas tonterías —protestó Mr. Compress, sacando al segundo héroe cuando el primero estuvo debidamente atado y amordazado.

 —¿Qué ha…? —dijo Tamaki cuando recobró su tamaño habitual, pero se quedó a mitad de la frase cuando se vio rodeado de villanos y avistó a unos metros a Mirio, tirado en el suelo, amordazado y atado de pies y manos. Estuvo a punto de manifestar unos tentáculos, pero cuando estiró los dedos, Twice, que era el que más cerca estaba de Mirio, se aproximó y levantó una mano.

—Yo si tú no lo haría… —dijo, mirando de forma amenazante al rubio—. O puedes hacerlo y así nos divertimos un poco.

Tamaki evaluó la situación. Con toda seguridad, Mirio podría traspasar cualquier ataque de Twice e incluso las cuerdas y la mordaza, a menos que le hubieran hecho algo a su peculiaridad. El único problema sería que, probablemente, Mr. Compress intentaría encerrarles de nuevo en las canicas. Mirio, si no le pillaba por sorpresa, podía traspasarlas, pero él no tenía forma de eludirlas en un sitio tan estrecho y rodeado de villanos.

Supuso que mostrarse dócil era su mejor baza, así que bajó la mirada y juntó las muñecas, para que procedieran a atarle como habían hecho con Mirio. Entonces, levantó la vista, con los ojos muy abiertos al darse cuenta de que faltaban dos de sus compañeros.

—¿Dónde están Deku y Paralyzer? —preguntó, temiendo la respuesta. Sus ojos se centraron en Toga, que había sido la última en ver a Midoriya.

—Aquí no —contestó ella, mientras se reía. Tamaki tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco.

—No es de tu incumbencia —le respondió Twice—. Aunque quizás te lo diga si te portas bien.

El hombre de la chistera, negó con la cabeza. Cansado de aguantar las locuras mentales de aquellos dos.

—Veo que por aquí está todo bajo control —dijo entonces el mago—. Voy a ver si Tomura me necesita. No os olvidéis de ir a buscar a Deprive para que os ayude con sus peculiaridades.

El villano se dio media vuelta y se marchó. Dejando solos a Toga y Twice con los dos héroes.

—¡Qué sumiso se ha vuelto de pronto! —exclamó Toga pegando saltitos, mientras Twice terminaba de atarle las manos y lo empujaba junto a Mirio.

Le obligó a sentarse en el suelo y entonces le ató también los pies. Toga se acercó con uno de sus cuchillos en las manos y, desgarrándole un trozo de tela de la capa, se lo metió en la boca. Tamaki se resistió un poco al principio, pero luego se dejó hacer. Cuanto antes terminaran, antes se marcharían y se quedaría a solas con Mirio. O eso esperaba. No sabía qué podía hacerles el tal Deprive, pero, ante la duda, prefería no descubrirlo. Necesitaban una forma de salir de allí antes de que ese villano hiciera acto de presencia.

Cuando Toga terminó, le deslizó el cuchillo por la mejilla con suavidad, con una amplia sonrisa que dejaba ver sus colmillos afilados, mientras seguía acuclillada. Sacó la lengua por la comisura de los labios y se relamió.

—Me gustaría saber por qué llevas esto —dijo la chica pensativa mientras tiraba de la falda blanca del traje de héroe de Tamaki. Éste se retorció, tratando de hacer que se alejara de él—. Uy, ¡si te has puesto rojo! —le dijo entonces acercándose más—. ¿Se enfadará Tomura si te cojo un poco de sangre? —se preguntó, mientras se llevaba el dedo índice a la barbilla.

Mirio comenzó a moverse, tratando de decir algo, pero con la mordaza no se le entendió nada. Aunque, desde luego, fuera lo que fuese, no había parecido ser nada agradable.

—Ya me había parecido que le mirabas de forma especial —dijo la chica, apartándose de Tamaki, mientras soltaba una carcajada y se acercaba a él—. ¡Qué tierno!

—Toga, vamos a centrarnos. Mientras no traigamos a Deprive, deberíamos tener cuidado con sus peculiaridades —comentó su compañero—. Sé que ése —dijo señalando a Tamaki—, puede adoptar formas de diferentes animales, pero no tengo ni idea de cómo lo hace… en cambio, el rubio… Mr. Compress lo pilló desprevenido en cuanto salió del portal de Kurogiri, así que no tenemos ni idea de lo que puede hacer.

—Mmm. ¿Cuál es tu poder, rubito? —preguntó entonces Toga, quitándole la mordaza y deslizando uno de los cuchillos por el pectoral de Mirio, con tanta fuerza que fue capaz de desgarrarle el traje, aunque no llegó a hacerle sangre. Mirio forcejeó, sin hacer amago de responder—. Veo que no quieres hablar —dijo la villana después de unos segundos de silencio—. De acuerdo. Veamos si esto te anima a abrir la bocota.

La chica sacó una de sus jeringuillas y Mirio se preparó para soportar el dolor del pinchazo. Desde luego, la villana no tuvo nada de delicadeza, mirando con ojos desquiciados cómo la sangre comenzaba a fluir por los tubos.

—Toga, no parece que así vayas a conseguir nada —le dijo entonces Twice, viendo que el héroe rubio parecía ser bastante testarudo—, recuerda que Tomura los quiere vivos… —añadió, mientras le venía a la mente lo que había pasado con Bubble Girl.

La chica miró a Twice con el ceño fruncido y le sacó la aguja a Mirio haciendo un mohín. Apretó los labios mientras pensaba y entonces sonrió ampliamente. Mirio tuvo que morderse el interior de la mejilla para contenerse y no decir nada cuando vio que se levantaba y se encaramaba sobre Tamaki, sentándose en su regazo mientras le quitaba a la fuerza la capa y el chaleco donde guardaba sus provisiones de comida. Después, le rajó la camiseta negra desde el cuello hasta el estómago, con tanta fuerza que el cuchillo le desgarró la carne, provocando que saliera un hilillo de sangre. Tamaki se retorció, con los ojos como platos, soltando palabras ininteligibles a través de la mordaza.

—Uy. Creo que no era necesario romper tu camiseta de héroe —murmuró—, pero ha merecido la pena, por las vistas —la chica soltó una carcajada y, sacando la lengua, lamió el líquido rojo que manchaba el pecho y el estómago de Tamaki. Éste forcejeó de forma violenta, sintiéndose completamente horrorizado por la situación en la que se encontraba—. Supongo que tendré que seguir cortando… —murmuró la rubia, volviendo a situar el cuchillo sobre el cuerpo de Suneater.

—¡Para, para! —exclamó entonces Mirio y la chica le miró con una expresión sorprendida. Tamaki protestó, probablemente queriendo decirle que se callara, pero no podía permitir que aquello continuase. Definitivamente, la chica estaba como una regadera—. Mi peculiaridad es la súper fuerza —improvisó, sabiendo que el hecho de que no supieran cuál era, suponía una ventaja táctica—. ¿Contenta?

—¿Súper fuerza? —repitió arqueando una ceja. Era cierto que era bastante musculoso, pero ¿en serio? No parecía ser mucho más fuerte que el resto. O, por lo menos, no de forma que sobresaliera como para ser un don.

—Quizás deberíamos ir a buscar a Deprive, por si acaso —sugirió Twice, el cual no se sentía muy contento con el espectáculo que acababa de presenciar—. O a Shigaraki, por si él conoce las peculiaridades de estos dos. Aunque ahora estará ocupado con el otro, supongo.

—¡Buena idea! ¡Iré a preguntarle a Tomura-kun! —exclamó la rubia poniéndose de pie de un salto—. Ahora mismo vuelvo.

La chica salió pitando sin esperar a que su compañero respondiera, aunque éste se giró a tiempo de ver cómo desaparecía por la esquina del pasillo. Justo en ese momento, Tamaki y Mirio se miraron y el primero asintió.

Tamaki, de forma discreta, manifestó la coraza de un cangrejo en las muñecas para intentar desgarrar las cuerdas y, mientras, comenzó a gemir a través de la mordaza y se dejó caer de lado, para camuflar el ruido que pudiera estar haciendo.

Twice parpadeó, perplejo, aunque a través del traje ese gesto pasó inadvertido. Pensando que al chico le sucedía algo, se aproximó a él, pero no le dio tiempo de hacer nada porque algo duro impactó contra su mandíbula antes de que pudiera acercarse lo suficiente.

—¡Poooower! —exclamó Mirio, después de traspasar las cuerdas, golpeándole con toda la fuerza de la que fue capaz. Tamaki siguió tratando de liberarse mientras el rubio golpeaba de nuevo al villano y procedía a inmovilizarle. Cuando terminó, le bajó la máscara y lo amordazó.

Entonces, se acercó a Tamaki le quitó el trozo de tela que tenía en la boca y lo besó, tratando de reconfortarlo por el mal trago que acababa de pasar.

Podrías ayudarme le dijo entonces Suneater levantando las muñecas que aún tenía atadas.

—Supongo que sí. Ya probaremos el Shibari en otro momento respondió Mirio, sonriendo. Tamaki se sonrojó y apartó la vista mientras su novio se deshacía de las cuerdas.

En cuanto se vio liberado de pies y manos, Tamaki se levantó inmediatamente, frunciendo el ceño.

—No sé cómo tienes ganas de bromear en la situación en la que estamos —murmuró, mientras observaba a Twice que no dejaba de retorcerse—. Creo que deberíamos salir de aquí a toda prisa. De hecho, deberíamos buscar a Deku.

—¿También han cogido a Midoriya? —preguntó Mirio; su rostro ensombreciéndose mientras recogía la visera de su disfraz de héroe, que se le había caído al usar su peculiaridad.

—No lo vi, pero me imagino que sí —respondió Tamaki mientras una sombra de preocupación se formaba en su rostro—. Twice dijo que Shigaraki estaba ocupado con el otro. Entiendo que se refería a Deku. Lo que me preocupa es el paradero de Takeda…

—¿Taiyo? —preguntó Mirio, alzando las cejas, sorprendido—. ¿Por qué?

—Es una larga historia —le dijo Tamaki—. El asunto es que aquí sólo parece estar uno de los dos y, sea quien sea, deberíamos darnos prisa en encontrarle.

 —Tienes razón —dijo Mirio mientras su expresión se oscurecía—. Antes de que sea demasiado tarde.

Tamaki se acercó y le cogió de la mano mientras salían de allí.

—Puedo camuflarme gracias a una de las propiedades de los pulpos. Podría intentar merodear por la zona para ver si consigo ver qué está sucediendo.

Ambos caminaron con cuidado por los pasillos de los túneles subterráneos de la guarida de la Liga. La iluminación era tenue, puesto que sólo había unas pocas antorchas distribuidas a lo largo de los corredores. A su izquierda vieron una habitación con la puerta entreabierta y ambos se detuvieron. Se quedaron allí unos instantes, tratando de averiguar si había alguien dentro de aquella sala. Cuando estuvieron seguros de que estaba vacía, se aventuraron en su interior con el mayor sigilo posible.

—Quizás podrías esperarme aquí —le sugirió Tamaki, mientras se quitaba la falda blanca y la visera, puesto que sólo la parte oscura de su traje de héroe estaba preparada para adaptarse al camuflaje que le otorgaba su peculiaridad. Mirio asintió mientras lo observaba despojarse de las prendas. Tenía miedo de dejarlo ir, pero era cierto que separándose tendrían más posibilidades de rescatar a su compañero y poder salir de allí para buscar al otro, sobre todo si tenían en cuenta las habilidades de Tamaki. En ese momento deseó que Fat les hubiera dado un intercomunicador también a ellos. En aquellas circunstancias les habría venido genial poder informarse de lo que iban haciendo.

Antes de que Tamaki se marchara, Mirio tiró de su mano, atrayéndolo hacia él y le dio un largo beso. Tamaki lo envolvió con los brazos y unos segundos después se separó de él.

—Estaré bien —le dijo con su voz calmada—. Enseguida volveremos a estar juntos.

Mirio asintió, soltándole y mirándolo a los ojos.

—Tamaki —le dijo entonces, antes de que se marchara. El chico se giró, con las cejas alzadas—. Esos leggings te hacen muy buen culo y estás bastante sexy con la camiseta rajada hasta el estómago —le dijo Mirio, rascándose la nuca, un poco sonrojado. Tamaki abrió la boca y unos segundos después volvió a cerrarla, sin saber muy bien qué decir. Sus mejillas se pusieron tan rojas como una remolacha, entonces negó con la cabeza, sin poder creerse que Mirio tuviera ganas de hacer semejantes comentarios en la situación en la que se encontraban. Decidiendo no responder, se dio media vuelta.

Mirio observó cómo la silueta negra de Tamaki iba desapareciendo poco a poco mientras adoptaba los colores del pasillo rocoso. Su vista se posó en la falda blanca de Suneater, que yacía hecha un guiñapo en el suelo, llena de sangre y suciedad; se agachó y se aferró a ella, envolviéndose con la suave tela, mientras comenzaba a arrepentirse de no haber ido tras él.

―xXx―

Izuku volvió en sí poco a poco, parpadeando para tratar de vislumbrar algo en la oscuridad que lo rodeaba. Sacudió la cabeza, aturdido, al no reconocer el sitio donde se encontraba. Sintió un frío repentino y trató de abrazarse a sí mismo para darse calor, pero no lo logró. Un par de argollas alrededor de sus muñecas le impedían realizar cualquier movimiento. Entonces se acordó de lo que había pasado.

—Por fin... —susurró el villano, acercándose a la silla que estaba frente al alumno de la UA—. Así no pareces tan poderoso. Quién diría que tú eres el heredero del OFA.

—¿Quieres... que te haga una demostración? —le preguntó Izuku con los dientes apretados, tratando de zafarse de los grilletes que lo aprisionaban, en vano.

—¿Acaso estás retándome? —un amago de sonrisa pareció dibujarse en los labios de Tomura que permanecían semi-ocultos por la mano que se aferraba a su rostro—. Eres más tonto de lo que pensaba. ¿No has visto las condiciones en las que te encuentras?

Deku sabía que, si se concentraba, podía ser capaz de arrancar los grilletes de una vez, pero creía que no era prudente exponerse de esa forma sin saber todavía qué había sido de Suneater y Lemillion. Además, si lo hacía, ¿cuánto tardaría Tomura en acercarse y tocarlo? Mientras estuviera allí, no podía hacer ningún movimiento en falso, por lo que, en lugar de actuar, se tomó su tiempo para mirar a su alrededor, sus ojos verdes adaptándose a la tenue luz de las antorchas.

—¿Qué quieres de mí? —dijo entonces Izuku, con la intención de extraerle toda la información que pudiese. Además, era consciente de que había un montón de héroes profesionales y compañeros suyos fuera de aquellas instalaciones, luchando para derrotar a los villanos y poder entrar. Era cuestión de tiempo que llegaran hasta allí y los rescataran.

—Todos los héroes son una basura —dijo entonces Tomura, dándole la espalda y mirando hacia la salida de aquella pequeña habitación—. El único que había en mi familia no fue capaz de ver que quien necesitaba ayuda de verdad estaba justo frente a sus narices… Sólo buscan fama… reconocimiento… y de vez en cuando hacen una que otra obra buena para no perder la costumbre, pero son todos unos farsantes.

—¡No son todos iguales! —exclamó Izuku, preguntándose qué tenía que ver aquello con que le estuviera reteniendo en aquella habitación en ruinas—. All Might…

—¡All Might no es más que parte de la plaga! —exclamó furioso Shigaraki mientras se giraba, mirándole con los ojos entornados e iracundos—. Precisamente por él estás aquí, mi querido Midoriya… ¿Te crees que no sé que tú has sido el siguiente?

El villano se acercó a él, con pasos lentos, sin apartar la vista de Deku. Con un movimiento rápido, posó una de sus manos sobre su hombro y activó su peculiaridad.

—¡Aaaah! —gritó Izuku por el dolor repentino, mientras sentía cómo se empezaban a deteriorar los tejidos que estaban en contacto con aquella mano. Se retorció, planteándose si no sería un buen momento para usar su fuerza y liberarse, pero, a pesar del mal trago, consiguió resistir y, afortunadamente, aquello no pasó de su hombro, aunque prácticamente la piel y los músculos se vieron desgarrados, dejando a la vista una herida bastante espeluznante.

—La sociedad de héroes está podrida —susurró Shigaraki, sin emoción—. Y la única forma de acabar con todos ellos, es eliminando al portador del OFA. Por eso estás aquí, querido Midoriya. Por eso urdí un plan para secuestrar a Bakugo y así poder atraparte con más facilidad, pero como siempre, los héroes me lo han puesto en bandeja. Porque sólo protegen aquello que les importa a un nivel egoísta y les da igual exponer a gente inocente con tal de poder ponerse medallitas.

Izuku no estaba seguro de si hablaba con él o si en realidad aquello sólo eran reflexiones en voz alta. Desde luego, el villano parecía odiar bastante a los héroes, especialmente a All Might, como había quedado patente cuando habían asaltado el USJ.

—No eres tan fuerte como aparentas, ¿sabes? —Shigaraki le cogió del pelo y tiró hacia arriba, hasta que el chico levantó la cabeza a la altura de los ojos del villano—. ¿Así esperas salvar al mundo? Si te soy sincero, ni siquiera pareces ser capaz de salvarte a ti mismo.

Entonces le puso la mano que tenía libre sobre uno de los muslos y Midoriya pudo sentir cómo la piel se le quebraba, rompiéndose en mil pedazos hasta dejar a la vista los tendones y los músculos.

—¡Aaaaah! —volvió a gritar mientras se revolvía, casi sintiendo que podría desmayarse en cualquier momento por el intenso dolor.

—¡Di! ¿Y tú esperas ser el nuevo símbolo de la paz?

Izuku apretó los labios conteniéndose para no responder; sabía que cualquier cosa que dijera no iba a ir a ningún lado. Todo el cuerpo le ardía de forma insoportable. Tomura lo cogió del cuello y apretó con rabia, haciendo que sintiera que le faltaba el aire. Por lo menos no parecía tener la intención de activar su peculiaridad; si lo hacía ahora, Midoriya estaría acabado. Ni tiempo tendría de arrancar los grilletes y liberarse. Abrió la boca por instinto para dejar pasar el aire, pero la mano que lo aprisionaba era mucho más fuerte de lo que jamás se habría imaginado. Comenzó a retorcerse, arrepintiéndose inmediatamente de no haber tratado de liberarse con anterioridad…

—Ni siquiera necesito utilizar mi...

Apenas fue capaz de distinguir el demacrado rostro de su enemigo cuando sus párpados comenzaron a cerrarse. Escuchó la voz del villano como si estuviera muy lejos, pero entonces sus ojos se abrieron sorprendidos y con gran esfuerzo logró esbozar una ligera sonrisa cuando detrás de Tomura, una figura borrosa se dejó entrever durante un segundo en medio de la oscuridad que comenzaba a invadirlo.

―xXx―

Tamaki estaba merodeando por los pasillos de la guarida de los villanos, ansioso porque no lo pillaran y por descubrir dónde demonios habían encerrado a Deku. Corrió lo más rápido que pudo, sabiendo que el tiempo apremiaba, sin dejar de concentrarse para no perder la propiedad de camuflaje que le otorgaba el pulpo.

Sin detenerse ni a descansar, se dispuso a subir unos escalones interminables con los que se topó, con cuidado de no hacer ruido. Su rostro palideció cuando a sus oídos, mejorados por las propiedades de la vaca que había comido antes de embarcarse en aquella misión, llegó el sonido de los gritos ahogados de Midoriya y la malvada risa de Shigaraki. Cambió de dirección para dirigirse hacia allí, tomando un oscuro pasillo que daba a la única celda que se podía ver en aquel horrible lugar.

A su mente regresó la escena que había presenciado desde el marco de la puerta de la enfermería. El cadáver de Bubble Girl y el cuerpo maltrecho de Nighteye. Sabía que La Liga era capaz de cualquier cosa, y su corazón se encogió de miedo al imaginar a Izuku en la misma situación. Casi sin aire, llegó al final del corredor y dio la vuelta a la esquina para encontrarse con una escena que le robó lo poco que le quedaba de aliento.

Deku estaba de pie, con los brazos hacia arriba por culpa de unos grilletes que le rodeaban las muñecas y que, a su vez, estaban unidos a una cadena que colgaba del techo. Sus temblorosas piernas apenas soportaban su propio peso y tenía una herida bastante horrible en el hombro y en uno de sus muslos, probablemente debido a la peculiaridad de Shigaraki. Se podían intuir los ligamentos y los músculos a través de una piel que, más que desgarrada, parecía haberse visto afectada por algún tipo de ácido.

Apretó los puños con rabia y se detuvo durante unos segundos para evaluar la situación y pensar en el mejor plan de acción. No podía precipitarse. Mirio estaba escondido en otra sala, pero todavía no estaba a salvo. De pronto, Tomura agarró a Izuku del cuello y comenzó a apretar con una de sus toscas manos mientras los ojos del muchacho comenzaban a cerrarse. Su rostro estaba muy rojo debido a que la sangre ya no estaba circulando hacia el resto del cuerpo.

—Ni siquiera necesito utilizar mi...

Tamaki dio un paso al frente, dispuesto a lanzarle unos tentáculos al villano para apartarlo de Deku antes de que fuera demasiado tarde, pero justo cuando se disponía a hacerlo, unos pasos acelerados se aproximaron por el pasillo y tuvo que hacerse a un lado rápidamente, para no ser atropellado por la impulsiva Toga.

—¡Tomura-kun...! —exclamó y el villano se giró hacia la voz que lo llamaba, sin soltar el cuello de Deku—. ¡Tenemos un problema allá abajo con los otros dos prisioneros!

—Desde que os marchasteis Twice y tú ha pasado bastante tiempo —respondió Shigaraki, soltando el cuello de Midoriya y mirándola con una ceja alzada.

—¡Es que estuve hablando con Mr. Compress un rato y me dijo que sería mejor que no te molestase! Pero… he dejado a Twice solo y creo que tal vez debería volver —le respondió la chica, mientras sacaba un cuchillo de su bandolera y se clavaba ligeramente la punta en la yema de un dedo.

—Y… ¿cuál es ese problema del que hablas? —le preguntó Tomura, con voz agotada. Tamaki pensó que, probablemente, no era nada fácil lidiar con aquella chica.

—¡Hemos puesto a los dos prisioneros en la misma celda! Pero… no sabemos muy bien cuál es la peculiaridad del rubio. Dice que es súper fuerza, pero Twice y yo creemos que nos está mintiendo —le dijo Toga, moviéndose de un lado a otro y mirando a Deku con los ojos como platos—. ¡Izuku-kun! ¿Cómo te trata la vida? —le preguntó, acercándose a él—. No tienes muy buen aspecto…

—Busca a Deprive y que él se encargue —le dijo Tomura, mientras negaba con la cabeza. Ésa había sido su orden inicial, pero acababa de comprobar que tanto la chica como Twice parecían haberle ignorado—. Aunque, pensándolo mejor, sal a combatir contra los héroes. Ya me encargo yo de los prisioneros.

—¡Sangre, sangre, sangre! ¡Voy a recolectar de todos! —exclamó Toga, mientras seguía a Tomura fuera de la sala, dando palmadas y relamiéndose los puntiagudos colmillos—, luego probaré a transformarme en alguno para jugar un poco. Seguro que es muy divertido.

Tamaki permaneció parado junto a la puerta hasta que los dos villanos desaparecieron de su vista y dejó de oír sus voces. Suspiró cuando por fin se quedó solo en aquella habitación, junto con Izuku. Dio gracias a su suerte porque no se les hubiera ocurrido cerrar la celda. Probablemente usando su peculiaridad habrían podido salir, pero aquello habría dificultado la misión de fuga.

Midoriya se sacudió entre sus cadenas cuando escuchó los pasos de alguien acercándose, y se tranquilizó al descubrir de quién se trataba.

—Soy yo, Suneater —susurró el héroe—. Estoy usando mi peculiaridad para camuflarme. ¿Puedes soltarte? —le preguntó.

Izuku asintió y tiró con fuerza hasta que los grilletes se arrancaron de la cadena que colgaba del techo. Tamaki trató de manipular los hierros que envolvían las muñecas del chico, pero no fue capaz de quitárselos. Por ahora tendría que aguantar con ellos puestos.

—¿Te encuentras bien? —murmuró echándole un vistazo rápido.

—Sí. Sólo usó su peculiaridad en mi hombro y en uno de mis muslos —respondió Deku, señalándose las zonas, aunque no era necesario, porque las heridas saltaban a la vista.

—Deberíamos salir de aquí cuanto antes —dijo Tamaki mientras Izuku asentía.

—Por cierto, ¿dónde está Togata-senpai? —le preguntó entonces, con el semblante lleno de preocupación.

—Espero que a salvo —susurró, deseando desde lo más profundo de su corazón no estar equivocado.

 

Chapter 33: ARRIESGANDO LA VIDA

Notes:

Resumen: Tamaki y Mirio consiguen escapar de sus captores y, Suneater, utilizando el camuflaje que tienen los pulpos, se escabulle por la guarida de los villanos en busca de Deku. Cuando lo encuentra, ambos se disponen a ir a la habitación donde Mirio los debería estar esperando.

Chapter Text

Sábado, 04 de abril de 2020

Tamaki suspiró mientras pensaba en sus opciones. La zona estaba llena de villanos y no sabía muy bien cómo iban a salir de allí. Era capaz de ubicar exactamente dónde estaba la sala donde se había escondido Mirio, pero no sabía si Izuku estaba en condiciones de acompañarlo y tampoco se atrevía a dejarlo solo en aquella celda por si volvía Shigaraki y terminaba lo que había empezado.

Antes de centrarse en el plan de huida, se dispuso a revisarle las heridas. Las del hombro y el muslo eran las más preocupantes, pero poco podía hacer para ayudarlo. Aquello era un trabajo para Recovery Girl o Yaoyorozu.

—En serio. Estoy bien —susurró Midoriya mientras una suave sonrisa se dibujaba en su rostro—. Ya casi no me duelen.

—En ese caso, tal vez deberíamos tratar de salir de aquí —sugirió Tamaki, sin dejar de mirar hacia la entrada—. Estoy seguro de que Shigaraki va a volver y si ve que…

—Lo sé, pero no va a ser fácil movernos sin que nos detecten —le respondió Izuku contemplando las alternativas.

 —Pero tampoco podemos quedarnos aquí —dijo Tamaki, intentando concentrarse en los sonidos de los alrededores, por si percibía algo que le llamase la atención—. Si no le hubiera interrumpido Toga, posiblemente ahora estarías…

—Supongo que he tenido suerte —comentó el chico de pelo verde, encogiéndose de hombros.

—Por eso debemos aprovechar el momento. Creo que dijo que iba a ir a la celda donde estábamos Mirio y yo. Cuando vea que no hay nadie… hará saltar las alarmas.

El silencio volvió a adueñarse de la habitación después de las palabras de Tamaki.

—¿Por qué lo hace? —preguntó entonces Izuku después de estar callado varios minutos—. Es decir... ¿Por qué odia tanto a los héroes?

—Me imagino que cuando era más pequeño lo decepcionaron —reflexionó Tamaki—. Hay quienes disfrutan haciendo daño a los demás. Otros que lo que quieren es poder. No me da la sensación de que Shigaraki lo haga por alguna de esas dos cosas. Pienso que dentro guarda mucho rencor y que por eso actúa así.

—Tiene bastante sentido —respondió Izuku, asintiendo.

Entonces, se fijó en el otro chico y se dio cuenta de lo sorprendente que era la forma en la que Suneater utilizaba su peculiaridad. Tamaki no había dejado de concentrarse para no perder la ocultación. Si mirabas con atención su figura, podías distinguir los contornos de su cuerpo, pero hacerlo no era fácil. El camuflaje que estaba manifestando era bastante efectivo.

—Entonces, Amajiki-kun, ¿salimos de aquí?

Tamaki no le respondió, puesto que estaba tratando de escuchar lo que sucedía en el exterior. Tenía el ceño fruncido y los ojos entornados. Midoriya era incapaz de oír nada, pero claro, él no poseía la misma peculiaridad que Suneater. Después de unos segundos, el chico giró la cabeza hacia Deku.

—De momento, creo que será más prudente que nos quedemos —decidió finalmente, cambiando de parecer, mientras se apoyaba contra la pared—. No se oye prácticamente nada. Me da la sensación de que los villanos se están organizando para salir a luchar contra los héroes. Si esperamos un rato, habrá menos gente dentro y será más fácil escabullirnos —dijo Tamaki.

Midoriya asintió. Suneater suspiró y esperó que Mirio estuviera bien.

Ambos se recostaron en el suelo, mientras pensaban en su situación, el silencio envolviéndolos como un manto helado. Izuku iba a hacer un comentario, pero Tamaki levantó una mano, para que se quedase callado. Volvió a centrarse en escuchar y se mordió el labio inferior. A lo lejos, unas pisadas apresuradas parecían estar acercarse a su posición. Su corazón se aceleró pensando que podría tratarse de Mirio, pero se puso en guardia cuando a esas pisadas se unieron otro par más.

Dos personas se acercaban hacia donde estaban y eso no parecía augurar nada bueno.

―xXx―

Fat Gum consiguió quitarse de encima al Nomu que lo acosaba cuando Bakugo se aproximó a ellos, lanzando dos tremendas explosiones hacia el monstruo, al grito de: ¡Muere! El chico rubio se quedó allí dando apoyo a Kirishima, mientras Toyomitsu aprovechaba para dirigirse en busca de Eraser Head, quien lideraba al cuarto grupo, que se estaba enfrentando en ese momento a Mr. Compress y Dabi. Podría haber usado el intercomunicador para hablar con el profesor, pero prefería que los otros capitanes no se enterasen de lo que quería decirle, por el momento.

Avistó a Aizawa al fondo, entre grupos de héroes y villanos que luchaban entre sí y peculiaridades activándose por doquier. Salió corriendo hacia allí, esquivando varios ataques al azar que le pasaron demasiado cerca. Justo cuando se acercó al profesor, éste estaba borrando su habilidad a un villano que Fat no había visto nunca, para después aplicarle una llave de kárate, golpeándole inmediatamente con fuerza en la nuca y dejando al hombre inconsciente. Cuando estuvo seguro de que había abatido de forma exitosa a su contrincante y de que no había ninguna amenaza cerca, se giró hacia Toyomitsu.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó con su voz grave, mientras observaba al Pro héroe respirar con dificultad, mientras trataba de recuperar el aliento después de la carrera que se había metido.

—Kurogiri… —soltó, jadeando—, no contábamos con su presencia… creó un portal y… ha teleportado a Deku, Paralyzer, Suneater y Lemillion… —le explicó, llevándose una mano a la cabeza—. Creo que podría haberlos llevado a la guarida de la Liga. Es lo único que tiene sentido… He intentado acercarme para entrar, pero hay dos Nomus ahí adelante y es imposible noquearlos…

—Tienen a Deku… —murmuró Aizawa, sabiendo que, desde el principio, éste era el principal objetivo de Tomura—. Tendremos que confiar en su quirk y en el de los tres chicos de tercero. Lemillion es bastante poderoso —comentó Eraser Head, aunque el ceño de su frente contradecía sus optimistas palabras.

—Siempre supe que involucrar a los alumnos era un error —dijo Present Mic que, aunque iba en el último grupo, había conseguido alcanzar al resto. Todoroki, que iba con él, se deslizó montado en una ola de hielo, avanzando hacia donde estaban sus compañeros de clase, para ayudarles a luchar contra los malhechores.

—No es momento de quejarse —replicó Fat—. Sin ellos no hubiéramos sido capaces de hacer nada. Hay demasiados villanos y lo sabes.

—Tampoco tenemos tiempo para discusiones —intervino Aizawa, usando su peculiaridad contra un hombre que acababa de pegar un salto y se había lanzado hacia ellos. Una vez desprovisto de su poder, Fat lo interceptó en medio del aire, haciendo que se hundiera en su acolchada tripa y, entonces, apretó con fuerza durante unos segundos, hasta que el villano acabó perdiendo el sentido por la falta de aire. Los policías que iban en la retaguardia se encargaban de esposar a los malhechores que los héroes dejaban fuera de combate.

—Vuelvo a primera línea —dijo Fat entonces—. Haré todo lo posible por despejar la puerta cuanto antes, para poder entrar y ayudar a los alumnos.

—¿Crees que podrán aguantar? —preguntó Yamada, preocupado.

—Es la única alternativa —le respondió el Pro héroe.

El hombretón les hizo un gesto con la mano y volvió corriendo donde estaban Kirishima, Bakugo y ahora Todoroki, enfrentándose a un par de villanos desconocidos y a un Nomu que no dejaba de embestir contra ellos, mientras soltaba sus desagradables gritos.

Cuando Present Mic y Aizawa se quedaron solos, el último echó un vistazo a su alrededor, para asegurarse de que no había peligro inminente y, después, se preparó para echar a correr y seguir abatiendo enemigos, pero antes de que pudiera hacerlo, Yamada se acercó a él y le cogió del brazo; el moreno le miró con sorpresa. Intuyendo que quería decirle algo, aguardó hasta que su amigo estuviera listo para hablar.

―xXx―

La sala principal de la guarida de La Liga acogía en ese preciso momento a unos cuantos villanos. También había una buena cantidad fuera, en los terrenos colindantes al edificio, pero no podían descuidar la seguridad allí dentro. Los que se encontraban allí apenas estaban iluminados por la tenue luz de las antorchas que colgaban de las paredes. El lugar estaba prácticamente diáfano excepto por una mesa y seis sillas que había a su alrededor; suelo, paredes y techo eran de color terroso, y carecía completamente de decoración. Al fin y al cabo, ese lugar sólo se utilizaba para elaborar estrategias y convocar reuniones, y cuanto más espacioso fuera, mucho más práctico resultaba.

Shigaraki había ido a buscar a Deprive, acompañado por Toga, y cuando lo había encontrado le había mandado que fuera a la celda de Suneater y Lemillion para privarles de alguno de sus sentidos o de varios si era necesario para así paliar el uso de sus peculiaridades. Era lo mejor que tenían ahora mismo para eso. Lo que no sabía el líder de la Liga era que Deprive se había encontrado en medio del pasillo con su amiga Fiore, también conocida como Blackout, y en lugar de dirigirse directamente donde se suponía que estaban los estudiantes, se había quedado charlando con ella, olvidándose de su cometido.

Antes de entrar en la sala donde lo estaban esperando sus secuaces, Tomura mandó a dos villanos de poca monta a que fueran a buscar a Midoriya, indicándoles dónde estaba. Cuando se marcharon, Shigaraki entró en la estancia donde se encontraba el resto de la Liga, provocando varios murmullos, los cuales fueron silenciados con un solo movimiento de su mano. Se tomó su tiempo para pasear entre los que estaban allí reunidos, mirando uno a uno a través de la mano que se aferraba a su rostro. Después se sentó en la mesa que había en medio de la sala y Toga se apresuró a seguirle con paso vivo, situándose a su lado.

—Veo que falta gente... —dijo arrastrando las palabras. Todos se miraron entre sí, tratando de buscar a los que no estaban presentes. Era difícil saber quiénes eran puesto que la mayoría estaba fuera, luchando contra los héroes—. ¿Dónde está Twice? —preguntó entonces.

—Tomura-kun —intervino Toga, situando las manos por debajo de la barbilla y mirándole con una amplia sonrisa—. Twice está con los dos héroes que llevamos a la celda de la derecha.

Shigaraki asintió ante la información, imaginándose que cuando Deprive utilizara su peculiaridad en los dos prisioneros, Twice se dirigiría hasta allí puesto que ya no sería necesario que los vigilara. Cuando se hizo el silencio y todos se quedaron observándole, Tomura se puso de pie y se subió a la mesa. Sus zapatillas rojas contrastando con su ropa negra y los tonos grises y marrones de la sala.

—Sé que hemos estado mucho tiempo planeando cómo infiltrarnos en la UA para secuestrar a Bakugo y así tener un as en la manga para cuando tratásemos de hacernos con Deku, el actual portador del One For All —todo el mundo se centró en las palabras que estaba diciendo el líder de la Liga—. Dado que los héroes se nos han adelantado, ya no hará falta que llevemos a cabo nuestro plan porque ellos mismos nos han puesto en bandeja al nuevo símbolo de la paz.

Algunos de los presentes ya sabían a qué se refería porque habían visto al joven héroe en la guarida, pero la mayoría no entendieron lo que Tomura acababa de decir.

—Esta noche, el portador del OFA morirá —los murmullos de exclamación no se hicieron esperar. Tomura se bajó de la mesa y levantó ambas manos, consiguiendo que se hiciera el silencio—. Toga, averigua por qué no han traído a Deku todavía.

—¡Por supuesto! —exclamó la rubia, pegando un saltito y dirigiéndose hacia la celda mientras bailoteaba, dando vueltas sobre sí misma, con una amplia sonrisa en la boca.

Shigaraki se volvió a sentar en la mesa y, mientras tanto, los que estaban allí comenzaron a hablar entre ellos comentando la noticia que acababan de recibir. Habían atrapado al sucesor de All Might. Por fin. Acabarían con él y como consecuencia los demás héroes se sentirían devastados. La sociedad dejaría de confiar en ellos y comenzaría una nueva era en la que los villanos tendrían todo el poder y nada podría detenerlos.

—Tomura-kun —la voz de Toga lo trajo de nuevo al presente. Se giró hacia donde estaba la chica esgrimiendo dos cuchillos en las manos. Frunció el ceño extrañado. La rubia no solía llevar sus armas a la vista si no era porque lo creía necesario—. Los hombres que enviaste están tirados en el suelo.

—¿Cómo? —el silencio se hizo presente en la estancia—. ¿Dónde está Deku?

—En la celda no —respondió la joven, encogiéndose de hombros. Tomura la miró con los ojos entrecerrados y se bajó de la mesa apresuradamente, marchándose de la sala. El resto se quedó en su sitio, sin saber muy bien cómo actuar.

Shigaraki, seguido por Toga, se dirigió a toda prisa hacia la celda donde se suponía que debía estar Midoriya. Lo primero que vio al llegar fue a sus dos esbirros en el suelo. No se molestó en ver si tenían pulso, lo que quería hacer ahora mismo era encontrar al héroe.

—¿Twice estaba en la otra celda? —preguntó de pronto. Toga abrió los ojos de par en par mientras asentía, temiendo por la seguridad de su amigo. Estaba claro que, si Deku había escapado, con toda probabilidad los otros dos también lo habrían hecho.

Ambos echaron a correr hacia allí para encontrarse al villano atado y amordazado en el lugar que deberían estar ocupando Suneater y Lemillion. Toga se apresuró a desatarle y sacarle el trozo de tela de la boca. Shigaraki maldijo en silencio, preguntándose dónde demonios se había metido Deprive. Hacía un buen rato que lo había mandado allí y si hubiera obedecido se habría dado cuenta de que los dos prisioneros se habían escapado y tal vez hubieran llegado a tiempo de evitar que Deku también lo hiciera.

—Twice… Toga… quiero que los busquéis. Encontradlos y traedlos aquí. Vivos.

—Será complicado, pero lo intentaremos —respondió el hombre—. Por supuesto que lo conseguiremos.

—¡Vamos! —exclamó la chica, cogiendo al villano por el brazo y tirando de él con energía.

Tomura se quedó parado en mitad de la celda, el más puro odio reflejándose en sus ojos rojos. Escuchó en la lejanía la conmoción ocasionada por los ataques que se estaban llevando a cabo en el exterior de la guarida y apretó los puños, iracundo.

—Esto no quedará así —susurró, sus palabras perdiéndose entre los crecientes ecos de la batalla—. Cuando los tenga en mis manos, desearán haber estado muertos.

―xXx―

—Shota... —susurró Hizashi y el moreno sintió que su corazón se detenía cuando escuchó a Yamada pronunciar su nombre—. ¿Podemos hablar un momento?

Aizawa respiró con fuerza, intentando armarse de valor. Se dio media vuelta con lentitud y sus ojos negros se encontraron con los verdes de su compañero que, como siempre, se encontraban semi-ocultos tras sus gafas de sol a pesar de ser las tantas de la noche.

—Sí… claro —respondió, sin añadir nada más, encogiéndose de hombros.

—¿Cómo estás llevando todo esto? —preguntó el profesor de inglés mientras miraba a su alrededor, centrándose en todos los villanos que su amigo había abatido—. Se te está dando bastante bien.

Aizawa asintió en silencio. Su mirada oscura vagó por el lugar, miró al cielo nocturno y después la dirigió hacia Yamada. Volvió a suspirar.

—Es lo que toca —respondió, dándole una patada a una piedra cercana.

—Ten cuidado, vale —le dijo entonces Yamada, acercándose y dándole un pequeño empujón con el hombro—. No me gustaría perderte. Eres el único amigo de verdad que me queda.

Aizawa sonrió y asintió, alegrándose al oír esas palabras.

—Hizashi… sobre lo que pasó la otra noche... yo... —cerró los ojos, deseando que Yamada no reaccionara de forma negativa ante el recuerdo del beso—. Lo siento. Espero que ese episodio quede atrás y podamos seguir como siempre.

—Yo ya lo dejé atrás, Shota —Yamada se acercó a él y le colocó una mano en el hombro—. Jamás podría renunciar a ti. Eres como un hermano para mí.

—Ya veo... —Aizawa no pudo evitar entristecerse ante las palabras de Yamada. Pero él tampoco concebía la idea de perder a su mejor amigo. Si para que la amistad prevaleciera tenía que admitir que Hizashi jamás sería para él, entonces estaba dispuesto a aceptarlo.

Había sido muy sencilla la manera en la que el rubio se había metido en su corazón. Sólo rogaba poder ser capaz de soportar el dolor que le provocaría arrancarlo para siempre de él.

—¿Amigos? —le preguntó Yamada, extendiendo la mano frente a Aizawa. Éste le sonrió y se la estrechó.

—Siempre, Hizashi —le respondió Shota—. Siempre estaré ahí por ti.

―xXx―

Domingo, 05 de abril de 2020

La guarida de la Liga sufrió un drástico cambio de escenario en cuanto los dos Nomus que protegían la entrada fuero abatidos. De ser un lugar donde se encontraban reunidos los más fuertes para evitar que los héroes entrasen, en cuestión de segundos se transformó en un campo de batalla donde apenas se podía ver algo con claridad, dada la confusión creada por los puñetazos, patadas y los usos de las diferentes peculiaridades de ambos bandos.

Hombres, mujeres e híbridos corrían y volaban de un lado a otro, algunos tratando de escabullirse y otros ofreciendo resistencia.

En aquel momento, Spinner permanecía detrás de una gruesa columna, ocultándose de los héroes y lanzando cuchillos hacia el sitio donde se concentraba la mayor cantidad de ellos. Eran demasiados y tenían peculiaridades demasiado fuertes como para luchar cuerpo a cuerpo. Desafortunadamente el plan no le duró demasiado puesto que Bakugo arremetió contra él, destrozando gran parte de la estructura del pilar tras el que se escondía.

Al verse descubierto, el hombre lagarto se marchó por un pasillo y desapareció de la vista de Katsuki, quien maldijo frustrado al ver que el villano había logrado escapar sin siquiera hacerle un rasguño.

Blackout, uno de los nuevos fichajes de la liga no dejaba de esquivar a los héroes, aproximándose a ellos y tocándoles para hacer que se desvanecieran, tratando de disminuir los efectivos de los rivales para así facilitar que el resto de la Liga pudiera salir de allí. Present Mic, que se encontraba al otro lado de la enorme sala, vio cómo Spinner huía y, esquivando a la villana de pelo turquesa que trató de tocarle y derribando a los oponentes que se interpusieron en su camino, llegó hasta el sitio donde el lagarto acababa de desaparecer. Sin pensárselo dos veces, fue tras él, perdiéndose entre los intrincados pasillos de la guarida de la Liga.

Mientras tanto, Eraser Head y Fat Gum trataban de contener un nuevo Nomu que había aparecido, ayudados por Kirishima y otros alumnos de tercero. El profesor no pudo evitar ver cómo su amigo corría tras el villano conocido como Spinner y frunció el ceño, preocupado porque hubiera decidido irse por su cuenta, separándose del grupo. Esperó que supiera lo que estaba haciendo.

―xXx―

Justo cuando Shigaraki descubría que sus prisioneros habían huido, los héroes conseguían entrar en la guarida de la Liga y Tamaki recorría junto con Izuku los pisos inferiores, derribando a todos los villanos que se les ponían por delante. Suneater había manifestado en la parte inferior de su cuerpo la montura de un ciervo, en la que iba subido Deku. Necesitaban moverse rápido y el chico de primero apenas podía correr pues le dolía demasiado la herida del muslo.

La imagen que presentaban era bastante extraña, puesto que Tamaki seguía utilizando el camuflaje del pulpo. Deku parecía estar cabalgando en el aire, mientras los villanos caían al suelo impulsados por lo que parecía ser una fuerza invisible que los golpeaba, noqueándolos. Dicha fuerza se trataba de las conchas que Suneater había creado en sus manos que, gracias a su ocultamiento, resultaban casi imperceptibles para el ojo humano.

—¿Crees que los héroes conseguirán detener a todos los villanos? —le preguntó Izuku, mientras seguían avanzando con premura.

—No lo creo —respondió Tamaki mientras observaba al muchacho llevarse una mano al hombro, mientras gemía de dolor. Al darse cuenta, Suneater disminuyó la velocidad de su marcha—. Son demasiados e intuyo que se centrarán en rescatarnos —respondió mientras envolvía a un villano con unos tentáculos, inmovilizándolo y arrastrándolo hacia un rincón del pasillo que estaba fuera de la vista.

—¿Vas a dejarlo ahí? —inquirió Izuku, mientras observaba al malhechor tratando de soltarse—. Alguien podría liberarlo.

—Dudo que tengan tiempo para eso —dijo Tamaki y, de pronto, se movió con sigilo hacia el fondo, escondiéndose detrás de dos columnas.

Cuando los dos estuvieron ocultos, Tamaki se agachó para que Izuku pudiera bajarse de su lomo y entonces volvió a su forma real, después, le indicó a Deku que guardara silencio. A él no podían verlo, pero al chico de pelo verde sí. Midoriya obedeció y un segundo después escuchó los pasos de gente acercándose.

—Son muchos —susurró Tamaki—. No dejes que te vean.

Tamaki salió con cuidado y Deku de pronto vio cómo uno de los villanos caía al suelo. Probablemente Suneater había empleado una concha invisible para golpearlo en la cabeza. Se dedicó a derribar a los que se encontraban más cerca de él, mientras Izuku observaba desde detrás de los pilares. Varias veces sintió la tentación de salir de su escondite y ayudar a Tamaki, pero de momento parecía tenerlo todo bajo control y no quería arriesgarse más de lo necesario. Si veía que las cosas se complicaban, saldría y le echaría una mano, a pesar de que eso significara desobedecer a su compañero.

Sus reflexiones se vieron interrumpidas repentinamente por un sonido demasiado familiar. El crepitar del fuego se extendió por el ambiente, resonando por encima de los gritos y los quejidos de los villanos que habían sido abatidos.

—Dabi... —Midoriya se apartó de las columnas mientras trataba de concentrarse en el sonido, para ver si era capaz de ubicar al villano de la cara cosida. Se quedó un rato en silencio y caminó hacia donde parecía proceder el rugido de las llamaradas azules. Tamaki, concentrado como estaba en la batalla no se dio cuenta de que el chico de pelo verde desaparecía detrás de una puerta—. Debo acabar con él antes de que le haga una emboscada a Suneater. Si lanza el fuego en un área da igual lo camuflado que éste. Eso no le protegerá de las llamas.

Izuku recorrió la habitación entera sin encontrar nada. Desafortunadamente, no sabía que Twice se estaba encargando de hacer copias de todos sus aliados, las cuales estaban merodeando por la guarida en su busca, aunque muchas de ellas habían acabado completamente desorientadas. No eran peligrosas, porque su poder no se podía comparar con el de la persona copiada, pero sí eran molestas, ya que tal como le había pasado al chico de pelo verde, despistaban y servían para separar a los grupos.

Cuando dejó de escuchar el ruido, decidió regresar al sitio donde había estado anteriormente, pues no quería que Tamaki se preocupara. Cuando llegó, en el suelo estaban los villanos que el héroe había derribado, pero no había ni rastro de su compañero.

—¿Amajiki-senpai? —Deku susurró el nombre, tratando de no llamar la atención—. ¿Dónde estás?

Dio unos cuantos pasos por la zona, pero no había nadie. Se detuvo de repente cuando creyó escuchar de nuevo las llamas. Recorrió otra vez el lugar sin encontrar nada y sintió que todo el aire abandonaba sus pulmones cuando descubrió un trozo de una de las conchas que utilizaba Suneater tirada en el suelo junto con unas manchas de sangre.

―xXx―

Tamaki se relajó ligeramente cuando vio que ya no había ningún villano a la vista. Revisó de lado a lado el corredor antes de regresar al lugar donde había dejado a Midoriya. Su sorpresa fue mayúscula cuando al llegar descubrió que el muchacho no estaba allí.

—Deku... ¡Deku! —Tamaki caminó por el pasillo, buscándolo—. ¿Dónde se habrá metido?

Temiendo lo peor, regresó al lugar del enfrentamiento y buscó entre los cuerpos inconscientes. Entre ellos no estaba el chico de primero. No sabía si sentirse aliviado porque no estuviera herido o preocuparse por no haberlo encontrado.

De pronto, mientras seguía dándole vueltas al asunto, sintió una presencia a su espalda. Se giró con rapidez, con la esperanza de que se tratara del joven héroe. No era Deku, pero, aun así, suspiró aliviado al ver que la persona que se encontraba frente a él era Mirio.

—Lemillion… ¿qué haces aquí? —le dijo Tamaki, agarrándolo del brazo y arrastrándolo a un sitio un poco más resguardado, contra una pared.

—Obvio —respondió el rubio, mirando a todos lados al no ser capaz de ubicar del todo a Suneater que seguía camuflado—, estaba tratando de esconderme. ¿Sabes dónde está Izuku-kun?

—Estaba buscándolo justo cuando me topé contigo —le explicó Tamaki, sintiéndose culpable por lo que había sucedido, ya que ahora estaban casi como al principio.

—Juntos lo encontraremos, no te preocupes —le dijo Mirio con una amplia sonrisa.

Tamaki estaba demasiado cansado como para que sus alarmas sonaran. De hecho, dejó de usar su peculiaridad de camuflaje para no agotar toda su energía. Mirio lo observó mientras volvía a hacerse visible.

—Eh… ¿dónde están tu capa y tu falda blanca? —le preguntó entonces Mirio frunciendo el ceño, y eso fue todo lo que Tamaki necesitó para caer en la cuenta de que algo andaba mal. Se quedó pensativo unos segundos, sin saber muy bien cómo abordar aquella situación.

—¿Cómo me llamo, Mirio? —soltó al final, sin estar muy seguro de lo que estaba haciendo.

El rubio le miró con el ceño fruncido, como si le extrañase la pregunta y, entonces, sus ojos se dirigieron a un punto por detrás de Tamaki. Asintió casi imperceptiblemente y Tamaki se giró para ver qué era lo que estaba pasando. Entonces, una bola de fuego azul lo golpeó, haciendo que trastabillara, golpeándose contra la pared mientras Mirio lo esquivaba grácilmente.

Tamaki no tuvo tiempo de reaccionar mientras procesaba lo que acababa de ocurrir.

Antes de que pudiera volver a utilizar el camuflaje, Dabi le lanzó otra llamarada y Tamaki, sintiendo el calor abrasador en su cuerpo, comenzó a darse manotazos, mientras retrocedía, tratando de apagar las llamas, con tan mala suerte que acabó tropezando con uno de los cuerpos inconscientes que había en el suelo, provocando que se cayera de espaldas.

—Todo tuyo, Dabi —escuchó la cantarina voz de Mirio por detrás de él, mientras se alejaba—. ¡Voy a ver si encuentro a Izuku-kun!

El villano asintió y se acercó rápidamente, antes de que Suneater consiguiera incorporarse de nuevo o utilizar su peculiaridad. Sin pensárselo dos veces, le golpeó en la cabeza con tanta fuerza que hizo que Tamaki perdiera el sentido. A continuación, se agachó y, sin decir ni una palabra, se colgó al hombro el cuerpo del héroe, desapareciendo por el pasillo rumbo al lugar donde se encontraba Shigaraki.

 

Chapter 34: BAJAS EN AMBOS BANDOS

Notes:

Resumen: Tamaki y Deku tratan de huir, pero Tamaki es capturado de nuevo por los villanos y Deku se queda solo y herido. Shota y Yamada hacen las paces en plena pelea y el último sale corriendo tras Spinner, alejándose del resto. Se sigue librando una cruenta batalla entre héroes y malhechores.

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Domingo, 05 de abril de 2020

El ritmo de la batalla no era tan intenso como lo había sido al principio. Aun así, Hawks aparecía y desaparecía por los pasillos y habitaciones de la guarida de la Liga sin perder de vista a los compañeros caídos para lanzar sus plumas hacia ellos y sacarlos de allí, llevándolos a un lugar más seguro. No sabía cuánto tiempo llevaban luchando, pero dado el cansancio que sentía, parecía que hubieran pasado días. Y lo que era peor, todavía no habían sido capaces de localizar a los cuatro alumnos que Kurogiri se había llevado.

El grupo de Fat Gum no había vuelto aún, lo que significaba que seguían buscándolos. Algo que no era de extrañar, puesto que aquel lugar era enorme. De cualquier modo, no pensaba dejar que el amanecer llegara sin tener noticias de ellos. Si era necesario él mismo iría en su busca.

El héroe alado distinguió a la distancia a Nejire, una de las chicas que había sido asignada a su grupo, y la llamó, aprovechando que, por el momento, los ataques habían disminuido considerablemente en aquella zona. La muchacha se acercó a él.

—¿Cómo va todo? —le preguntó a la joven sin dejar de mirar hacia la entrada, donde ya casi no había movimiento—. ¿Algún herido?

—Hawks... —dijo entonces Edgeshot, aproximándose a ellos—. Eraser Head necesita refuerzos. En el área donde se encuentra todavía hay bastantes villanos en pie.

El Pro héroe iba a responder al ninja, pero Nejire se le adelantó.

—Voy yo —dijo la chica y Hawks la miró con seriedad.

—¿No estás demasiado agotada?

—¡Mientras haya alguien a quien abatir, seguiré teniendo energía! —exclamó Nejire con una sonrisa mientras caminaba tras Edgeshot.

—De acuerdo, pero... ten mucho cuidado —dijo Hawks, sin apartar la vista de la joven.

—¿Adónde vas? —le preguntó Yuyu cuando su novia pasó por su lado.

—Eraser Head necesita ayuda —le explicó Nejire, sin detenerse.

—Espera, voy contigo —la joven pelirroja la alcanzó y ambas se unieron al grupo de su profesor que, en ese momento, luchaba contra el único Nomu que todavía seguía en pie.

El hombre suspiró con alivio cuando vio que sus exalumnas se acercaban a él. Estaba exhausto y tenía los ojos destrozados de usar su peculiaridad.

Las chicas no tardaron en utilizar sus recursos. Nejire le lanzó ondas para tratar de noquearle y Yuyu le arrojó una sustancia pegajosa con la intención de hacer que sus movimientos fueran más lentos; mientras tanto su profesor trató de inmovilizarlo con las vendas que llevaba alrededor del cuello.

―xXx―

Los villanos que se encontraban tirados en el suelo no podían creerse que hubieran sido vencidos por un adolescente. Mirio sonrió con satisfacción mientras reanudaba su camino, con el objetivo de encontrar a Deku y a Tamaki. Al principio había esperado con paciencia, sin moverse de la sala donde estaba escondido, pero según habían ido trascurriendo los minutos, se había ido poniendo cada vez más nervioso hasta que, al final, había decidido salir en su busca.

Se detuvo durante un momento para elegir entre los muchos caminos que ofrecían los intrincados pasillos de la guarida de la Liga, sin decidirse por ninguno. Todos le parecían iguales.

De pronto, vislumbró una sombra delgada y alargada reflejándose en la pared que estaba a su derecha. Mirio entrecerró los ojos esperando un ataque sin estar muy seguro de a quién podría pertenecer esa silueta.

—¿Lemillion?

La persona que apareció al doblar la esquina fue Midoriya, quien se sorprendió gratamente al ver al rubio. Se acercó cojeando por el dolor en el muslo, mientras forzaba la vista para poder ver en la penumbra.

—¿Deku? —respondió Mirio, relajando la postura ofensiva que había adoptado—. ¿Estás bien? —le preguntó al ver sus heridas y el muchacho asintió, sin dar demasiadas explicaciones. El héroe rubio miró hacia todos lados alzando las cejas, extrañado—. ¿Dónde está Tamaki?

—No lo sé. Llevo un rato buscándolo. Nos enfrentamos a un grupo de villanos y me alejé un momento para seguir a Dabi —el chico se quedó callado, entonces volvió a hablar—. Cuando regresé ya no estaba. Sólo encontré en el suelo una de las conchas que usa para atacar… y sangre. Me temo que lo han atrapado.

El rubio frunció el ceño, preocupado.

—Tenemos que encontrarle —dijo, con tal convicción que no dio pie a titubeos. Izuku asintió y comenzó a caminar tras él.

Anduvieron sin descanso, recorriendo pasillo tras pasillo. Midoriya quería detenerse para descansar, pero se obligó a sacar fuerzas de donde no las tenía para continuar avanzando. No quería ni pensar en lo que la Liga podría estar haciéndole a Amajiki, que había sido capturado mientras le ayudaba. Desafortunadamente, la determinación de Izuku no duró mucho; unos minutos más tarde, la pierna herida, en la que la piel y parte de la musculatura habían desaparecido, se le dobló, haciendo que tuviera que morderse el labio para contener un grito de dolor.

Mirio no dejaba de mirar atrás, viendo lo despacio que avanzaba Izuku y sintiéndose cada segundo más impotente por no poder hacer nada al respecto. Necesitaba encontrar a Tamaki cuanto antes, pero su kohai estaba herido y hacía lo que podía. Su expresión angustiada no le pasó desapercibida a Midoriya.

—Te estoy... retrasando —Deku se agarró al brazo de Mirio para no caerse, y le miró con los ojos entrecerrados—. Sigue tú, por favor. Yo… necesito descansar.

—No puedo dejarte aquí —Mirio dudó. No podía abandonar al chico de primero en esas condiciones en mitad de un pasillo donde podía encontrarle cualquiera—. No es seguro.

—Me esconderé por allí y… de todas formas, que no pueda andar no significa que no pueda defenderme. Estaré bien, Togata-senpai —le respondió el chico de pelo verde—. Te alcanzaré en cuanto me sienta mejor, ¿vale? —añadió tajante. El rubio asintió, sabiendo que en el fondo Izuku tenía razón—. ¡Date prisa!

Mirio obedeció al instante. Salió corriendo por el camino que tenía delante, rogando porque Tamaki resistiera hasta que lograra llegar a él.

―xXx―

Tamaki no sabía cuánto tiempo había pasado desde que Dabi lo había capturado, pero estaba seguro de que debían haber sido horas. Llevaba mucho tiempo encerrado en una pequeña y fría cámara. Sentado sobre el suelo con las rodillas dobladas, sin poder moverse lo suficiente como para cambiar de posición debido a la estrechez del habitáculo en el que se encontraba.

Había intentado manifestar varias cosas, pero nada le había servido para salir de allí o poder abrir la puerta de aquella celda. Había tratado de romper la cerradura, de hacer un agujero en la pared, había probado todo lo que se le había ocurrido sin ningún resultado.

El adolescente se llevó una mano a la cabeza, dolorida por el golpe que Dabi le había dado. Hacía rato que se había resignado a permanecer allí encerrado y sólo rogaba porque Mirio y Deku no hubieran sido atrapados también, aunque saber que Toga podía adoptar la apariencia de Lemillion no auguraba nada bueno. Se frotó ambas piernas con fuerza para alejar la sensación de entumecimiento que le ocasionaba aquella posición tan incómoda.

Le extrañaba mucho que Shigaraki no hubiera aparecido en todo ese tiempo. Pero eso no lograba tranquilizarlo, porque si lo tenían allí imaginaba que sería porque estaban tramando algo. Desde luego, no imaginaba que el villano se alegrase de que Tamaki hubiera liberado a Deku, que era su principal objetivo. Cerró los ojos e intentó dejar la mente en blanco.

No tuvo que esperar mucho antes de distinguir la silueta del villano, perfilándose en la entrada de aquel pequeño zulo. El hombre abrió la puerta enrejada y se hizo a un lado.

—Levántate y sal —susurró Tomura y ante la seca orden, Tamaki no tuvo otra opción que obedecer. Se puso de pie con mucho esfuerzo, pero sin demora y atravesó la puerta de la celda donde había estado retenido.

Ahora se encontraba en una sala más grande, pero no más iluminada. Ésta apestaba a humedad y estaba desprovista de muebles. Shigaraki lo observó mientras se movía, con una expresión tan indescifrable en el rostro como sus pensamientos.

—Habrías hecho mejor quedándote con el rubio —susurró, la voz saliendo amortiguada por la palma de la mano que se apretaba contra sus labios—. En ese caso sólo os habría matado y todo habría terminado en un santiamén. Pero después de lo que has hecho, no me dejas otra opción. Os acabaremos cogiendo de nuevo a los tres y os tendré que matar lentamente, para daros una lección. En serio, ¿ha valido la pena?

Tamaki apartó la vista. Evidentemente no iba a responder a eso puesto que dudaba que el villano fuera capaz de atrapar a Mirio y a Midoriya. Shigaraki avanzó rápidamente y le agarró de las muñecas, activando su peculiaridad. El joven gritó ante el dolor y con premura manifestó la superficie rugosa del caparazón de un cangrejo, protegiéndole la carne y clavándose en la del villano, que se apartó rápidamente. La sangre brillaba tanto en los dedos de Tomura como en las muñecas de Tamaki.

—¿Tienes ganas de luchar? —le preguntó, cogiéndole del cuello y apretando—. Quizás te vuelvas más manso cuando ponga delante de ti al otro chico —Tamaki no respondió, pero Shigaraki pudo vislumbrar un destello de preocupación en sus ojos oscuros—. Ambos sabemos que alguien de la Liga lo encontrará tarde o temprano. Seguro que disfrutarás mucho viendo cómo juego con él.

—Mirio acabará contigo —afirmó Tamaki—. Es más fuerte y poderoso que tú.

—¿De verdad piensas que un crío sería capaz de derrotarme? —Shigaraki lo lanzó al suelo. Tamaki hizo una mueca de dolor cuando su hombro izquierdo impactó contra el pavimento; después, Tomura le arreó una patada en la cabeza, pero Tamaki creó una concha para cubrirse. Estaba usando demasiado su peculiaridad y lo cierto era que se sentía bastante agotado. Había abusado del camuflaje y ahora le estaba pasando factura, pero en aquel momento debía resistir como fuera—. Con que ésas tenemos…

Suneater se arrastró hacia la puerta, pero Tomura volvió a patearle y esta vez el adolescente no fue lo suficientemente rápido como para poder cubrirse, escupiendo sangre después del golpe que el villano le propinó en la mandíbula. El siguiente, dirigido hacia su torso, fue capaz de esquivarlo, echándose hacia atrás, quedando lejos del alcance del hombre, pero éste, furioso, pegó un salto y, situándose a su lado, le puso ambas manos sobre las piernas, traspasando la carne, sin el más mínimo esfuerzo. A pesar de conseguir fortalecer sus extremidades con sus manifestaciones, Tamaki no pudo evitar gritar de forma tan desgarradora como lo estaban siendo sus tejidos y su propia piel. Pensó que, si seguía aguantando semejante dolor durante unos segundos más, acabaría desmayándose. Sin embargo, antes de que eso sucediera, Tomura se levantó, con una sonrisa malévola en los labios.

—Bueno. Supongo que, en el caso hipotético de que te volvieses a escapar, esta vez no serías capaz de llegar muy lejos —susurró, mientras miraba las piernas destrozadas del joven, que ahora no eran más que un amasijo de tendones, sangre y músculos—. Pero no temas. Todavía no voy a matarte. Esperaré a que mis secuaces traigan a los otros dos y entonces haremos todos juntos una fiesta. ¿Te parece bien?

Tamaki quiso responder, pero estaba exhausto y a punto de desvanecerse. El dolor era demasiado intenso. Sentía cómo si sus piernas estuvieran envueltas en fuego, unas llamas que se extendían de dentro afuera, recubriéndole hasta los huesos. Antes de que sus ojos se cerraran, éstos se dirigieron hacia su regazo y de forma casual se centraron en una marca azul que tenía en la mano izquierda. Todavía se podía distinguir, entre la sangre y la suciedad, el dibujo del pulpito que le había hecho Mirio antes de que todo aquello comenzase. Lo observó durante unos segundos antes de que la oscuridad le trajera algo de paz.

―xXx―

Present Mic atravesó la enésima puerta que se encontró y suspiró, frustrado, cuando vio que aquella habitación también estaba vacía, como la mayoría de las que había revisado hasta ese momento. Ya había tenido varios encuentros desagradables con villanos, de los que había logrado zafarse por los pelos. Pero ahora, su mente estaba centrada en encontrar a alguno de los cuatro alumnos que habían desaparecido durante la batalla en el exterior de la guarida, o a Spinner, que era a quien en un principio había estado siguiendo y el cual no debía encontrarse muy lejos de allí. 

Al salir de aquella sala no se topó con el villano al que estaba persiguiendo sino con uno de los alumnos que había estado buscando. No obstante, antes de que pudiera salir de su asombro por verlo merodeando sin ton ni son, sintió un pinchazo en el brazo que provocó que se retorciera de dolor. Mirio se encontraba frente a él, cuchillos en mano, mientras observaba al hombre que se sostenía el brazo herido. 

—Hola, sensei. ¿Por casualidad me estaba buscando? —le preguntó Lemillion con voz infantil y Yamada torció el gesto al escucharlo, mientras fruncía el ceño—. ¿Acaso me quiere castigar?

—Esto no es un juego —le dijo el hombre tratando de desarmarlo, pero Mirio-Toga lo esquivó con agilidad—. Ríndete; no tienes por qué salir herida.

—¿Y eso qué tiene de divertido? —respondió con voz melosa, mientras giraba uno de los cuchillos entre sus dedos—. Además, ¡me encanta la sangre!

Yamada no se lo pensó más y le lanzó una onda de sonido, pero la joven pegó un ágil salto esquivándolo y volvió a salir corriendo antes de que el hombre pudiera reaccionar. Entonces, el falso Mirio cambió de sentido y en lugar de seguir alejándose, se acercó a él mientras cargaba con los cuchillos hacia delante. El profesor se apartó a un lado justo a tiempo, aunque la punta de una de las armas llegó a rozarle en un costado. No obstante, logró devolverle el golpe de inmediato, lanzándole una onda de sonido directamente a la cara. Toga puso una expresión de dolor, mientras se llevaba las manos a los oídos y gritaba. Yamada estaba seguro de que debía haberla hecho sangrar, debido a la intensidad de su ataque.

En cuanto se recuperó un poco, Mirio-Toga comprendió que se encontraba en desventaja. Tenía claro que le costaría mucho llegar hasta el hombre si seguía arremetiendo contra ella de esa forma, además, se había topado con él de casualidad, ya que su misión era encontrar a Izuku y al Mirio real. Cuando un grupo de héroes dobló la esquina, dirigiéndose a toda prisa hacia ellos, la rubia vio la oportunidad de escapar aprovechando la distracción.

—Maldición... —murmuró Hizashi cuando perdió de vista a Toga. Al darse cuenta de que poco podía hacer al respecto, se acercó a los héroes—. Debéis tener cuidado. Toga anda por ahí con la apariencia de Lemillion. No sabemos si le habrá cogido sangre al resto de los prisioneros —les advirtió.

Los que estaban allí fruncieron el ceño, preocupados. Aquello les dificultaba su tarea de rescate.

—Eso sólo complicará todavía más las cosas —respondió Fat Gum con expresión desanimada—. Por el momento no hemos encontrado ni la más mínima señal de Lemillion ni de Suneater. Tampoco hemos podido dar con Deku o Paralyzer.

—Os echaré una mano —dijo el profesor de inglés y se unió al grupo de búsqueda, adentrándose en los corredores de la guarida, esperando poder encontrar a alguno de los cuatro alumnos desaparecidos o dar con Toga y dejarla fuera de combate.

La chica, que se había escondido en un recoveco del pasillo, esperó a que los hombres desaparecieran para salir de allí. No tenía demasiada sangre de Mirio y acababa de perder la apariencia del héroe, así que comenzó a ponerse su ropa de colegiala mientras pensaba en lo que iba a hacer a continuación.

—Parece que las cosas van bien... —murmuró mientras retrocedía hacia la sala donde se estaba librando la batalla principal. Se había aburrido de buscar a los prisioneros y prefería un poco de acción, así que trataría de conseguir capturar al otro chico, al de las explosiones. Seguramente Tomura se alegraría mucho si se lo llevaba, así que se movió sigilosa hasta que llegó a un pequeño pasillo. Una vez allí, con cuidado, se asomó por el marco de la puerta y cuando divisó al adolescente, Toga no se lo pensó y le lanzó un cuchillo a toda velocidad, mientras se relamía.

Katsuki notó la ráfaga de aire que precedió al arma y la detuvo con uno de sus antebrazos, aunque la cámara donde se almacenaba su sudor, que simulaba una granada, se resquebrajó por la fuerza con la que impactó el cuchillo contra ésta. Actualmente el héroe presentaba algunas magulladuras por la cara y todo el cuerpo puesto que había tenido que hacer frente a un Nomu y a unos cuantos villanos.

Sus dos compañeros, Kirishima y Todoroki, luchaban junto a él y ambos tenían alguna que otra herida. El pelirrojo estaba bastante cansado y no podía utilizar su movimiento especial Red Riot Unbreakable puesto que lo había usado durante tanto tiempo que ya no era capaz de mantenerlo. Por otro lado, el chico de pelo bicolor estaba empezando a congelarse. Aunque utilizaba también el fuego, todavía no estaba acostumbrado a mantener su temperatura corporal alta para amainar la frialdad que se iba extendiendo por sus extremidades. Y mucho menos en plena batalla donde tenía que estar centrado en atacar y defenderse y no había tiempo para pensar en mantener su cuerpo caliente. El problema de todo aquello era que sus reacciones se volvían más lentas y sus ataques más débiles y predecibles.

—¡Pareces un poco cansado, amigo de Izuku! —dijo la rubia mientras veía cómo Katsuki intentaba no jadear por el agotamiento. El chico levantó la vista hacia ella y la miró con el ceño fruncido. Notaba cómo se le empezaba a concentrar calor en la palma de la mano y sin esperar más, lanzó una detonación feroz hacia donde estaba Toga, pero ella, que no estaba ni la mitad de cansada que el rubio, pegó un salto lateral y lo esquivó sin dificultad, a la vez que le lanzaba una de sus agujas, con la cual consiguió impactarle.

Bakugo dirigió una mirada hacia el artefacto que se le había clavado en el muslo y estuvo un par de segundos procesando lo que había pasado cuando la chica empezó a extraerle sangre, riéndose de forma desquiciada y dando palmas, mientras veía el líquido carmesí subir por los tubos transparentes.

—¿Qué cojones es esto? —preguntó el héroe dudando un poco antes de arrancarlo a la fuerza. Unas salpicaduras rojas mancharon el suelo mientras apretaba con fuerza la aguja en su puño y la desmenuzaba con una explosión—. No me gustan los juegos sucios… chupasangre.

—Vaya... ¡Qué aburrido! —dijo Toga mientras hacía un puchero, observando cómo colgaban los cristales rotos del extremo del cable, mientras lo recogía—. Me lo has roto…

La chica pareció que por un segundo iba a ponerse a llorar, pero entonces, soltó una carcajada demente y se lanzó corriendo hacia Bakugo. Kirishima observó la escena de reojo, deseando poder terminar pronto con el Nomu del que se estaban encargando Todoroki y él para echar una mano a su amigo.

Katsuki lanzó una ráfaga de explosiones hacia la rubia, pero la chica era bastante hábil y se encaramó en una mesa tumbada que se encontró en su camino y utilizó algún que otro cuerpo de los que estaban tirados en el suelo para cubrirse, moviéndose a izquierda y derecha sin cesar. De esta manera consiguió llegar hasta donde estaba el rubio y, sin usar ninguno de sus cuchillos, se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo. Toga aprovechó ese momento para utilizar su peculiaridad e ingerir mediante el sistema que llevaba incorporado en su traje, la sangre que le había extraído antes a Katsuki.

—¿Qué demonios has hecho? —exclamó uno de los dos Bakugos, levantándose inmediatamente.

—¡Vuelve a adoptar tu forma, chupasangre! —exclamó el otro, también incorporándose y dando un par de pasos hacia atrás, poniendo distancia con el primero.

Todoroki abrió los ojos de par en par ante aquella situación, sin dejar de utilizar su fuego y su hielo para tratar de contener al Nomu, con cuidado de no realizar un destrozo excesivo.

El Bakugo real, desconcertado por lo que estaba viendo, simplemente se limitó a esquivar los navajazos que el otro le lanzaba, puesto que Toga robaba la apariencia, pero no el don, así que no podía causar explosiones.

—¡Vas a morir! —exclamó enfurecido, detonando la zona donde estaba y provocando que el suelo se resquebrajara y se volviera inestable, pero el otro Bakugo, encarnado por Toga, pegó un salto ágil, esquivándolo antes de que el terreno pudiese afectarla.

Mientras tanto, la herida del muslo del Bakugo real no dejaba de sangrar, pero trató de no darle importancia.

—¡Ya lo veremos! —gritó el falso lanzándole una rápida patada que impactó contra su costado; el dolor se mezcló con el cansancio que sentía. Se dobló ligeramente, mientras se agarraba el sitio dónde lo había golpeado—. ¡Ven conmigo! ¡Sólo te quiero llevar con Izuku!

—Cuando acabe contigo —respondió, también recurriendo a la lucha cuerpo a cuerpo, lanzándole un puñetazo directo a la cara, impactándole de lleno. Bakugo-Toga escupió al suelo un poco de sangre, pero pareció recomponerse en un segundo.

Mientras tanto, Kirishima y Todoroki seguían encargándose del Nomu. Shoto tenía una herida bastante fea en la cabeza. Aunque los chicos no lo estaban llevando mal del todo, éste último tenía algo más de problemas para enfrentarse con el monstruo, puesto que, aunque el fuego le quemaba y el hielo le hacía daño y lo ralentizaba, ninguno de sus ataques evitaba que la criatura se acercase a él y, a diferencia de Kirishima, Todoroki no podía endurecer su cuerpo para resistir sus golpes.

De hecho, justo en ese momento, el monstruo sorteó una ráfaga de fuego que le lanzó y también esquivó de forma efectiva a Kirishima, arrojándose directamente hacia Shoto, golpeándole con un puño en el estómago y lanzándolo unos metros hacia atrás, estrellándose contra el suelo. El pelirrojo se lanzó hacia allá con rapidez, impactándole con la cabeza endurecida al Nomu y mandándolo por los aires lejos de su amigo.

—¿Estás bien, Todor…? —comenzó a preguntar, preocupado por el fuerte golpe que se había llevado su compañero, pero cuando vio que el chico de ojos bicolor no lo miraba a él si no hacia su izquierda, el pelirrojo giró la cabeza y abrió los ojos de par en par—. ¡Bakugo! —exclamó entonces.

—Katsuki… —susurró Shoto sin muchas fuerzas.

Ninguno de los dos tuvo problemas para identificar al verdadero de los dos Bakugos, puesto que Toga tenía en las manos sus cuchillos, lo que la hacían inconfundible.

Al rubio se lo veía bastante cansado, además de no dejar de sangrar por las heridas que la chica le había hecho con las armas y las agujas de su traje de villana. Ambos se preocuparon al verlo porque daba la sensación de que fuera a colapsar de un momento a otro.

Kirishima se lanzó corriendo hacia allí y Todoroki comenzó a desplazarse bajo una ola helada que se formó bajo sus pies. Los dos chicos pusieron una expresión de sorpresa cuando vieron que las rodillas de Bakugo se doblaban. El suelo bajo el que su amigo se desplomó estaba teñido de rojo.

Red Riot no dudó. Vio que Toga apuntaba a Bakugo con uno de sus cuchillos y se lanzó contra la chica justo en el momento en el que el arma salía disparada hacia su objetivo. Tal vez la decisión más acertada habría sido arrojarse contra la daga afilada para detenerla con su peculiaridad antes de que impactase contra Bakugo, pero en ese momento no lo pensó. El proyectil ya estaba volando, dirigiéndose de forma mortal hacia su amigo, cuando el pelirrojo abatió a la chica, tirándola contra el suelo con violencia, haciendo que volviera a recobrar su forma real. Toga sintió cómo su cráneo golpeaba con fuerza el pavimento, aplastándose entre el duro cuerpo del héroe y las baldosas. Un líquido caliente la empapó el pelo y el cuello, manando sin cesar. El pelirrojo puso una expresión de terror en el rostro mientras la observaba, pero Toga no entendía nada. No sabía por qué la miraba así. Extendió sus brazos hacia él y trató de liberarse de su peso, pero descubrió que era incapaz de moverse del sitio donde estaba.

Las fuerzas la estaban abandonando poco a poco. Antes de cerrar los ojos y dejarse envolver por la oscuridad, susurró en su último aliento el nombre de Izuku, pero nadie la escuchó.

―xXx―

Bakugo estaba demasiado agotado física y mentalmente. Y luchar contra Toga era lo peor que le podía pasar en aquel momento porque la chica era muy rápida y ágil, y le obligaba a dar el 110%. Cuando la villana se había transformado en él, en cierta forma, había conseguido mellar un poco su voluntad. Haciéndole pensar ―entre otras cosas debido al cansancio que sentía―, que, si sus amigos acababan con el Nomu, no serían capaces de reconocerle, complicando así la lucha. Era tan ingenuo que no se había dado cuenta de que tanto Todoroki como Kirishima lo reconocerían con los ojos cerrados.

Había perdido tanta sangre que incluso sus rodillas habían acabado cediendo y justo en ese momento fue cuando Toga eligió para lanzar aquel cuchillo afilado, dirigiéndose sin compasión hacia él. Cerró los ojos esperando sentir la daga clavándose profundamente en su carne.

Pero, en vez de eso, unos brazos cálidos lo envolvieron a la vez que escuchaba un suave gemido. Bakugo abrió los ojos para ver a Todoroki. El firme abrazo de quien había sido su pareja se aflojó al tiempo que su cuerpo se deslizaba con lentitud hacia el frío suelo de la sala.

—¡Shoto! —exclamó Bakugo sorprendido y preocupado. Al verlo, comprendió lo que acababa de suceder. Debía haber presenciado toda la escena y, sin dudarlo, se había interpuesto entre la daga y él, recibiendo el impacto.

—¡Red Riot! ¡Ayúdame! —exclamó con la mirada angustiada mientras observaba cómo Kirishima se acercaba corriendo hacia ellos, con el ceño fruncido y ligeramente conmocionado por lo que acababa de pasar—. ¡Haz algo!

Intentando hacer a un lado el hecho de que había matado a una persona, Kirishima se agachó para observar la herida de Todoroki, mientras éste resollaba y se apretaba el pecho, de donde manaba la sangre con bastante intensidad.

—Lo siento, yo... —la voz de Kirishima tembló. Bakugo vio cómo su amigo movía la cabeza de un lado a otro, la impotencia reflejada en su mirada—. Creo que le ha tocado… una arteria.

Katsuki le miró con los ojos como platos, pensando que si coletas estuviera allí seguramente sabría qué hacer. Kirishima bajó la vista, sintiéndose mal por no poder ser de más ayuda.

—Mierda… —el rubio estrechó entre sus brazos el lánguido cuerpo de Todoroki, con los ojos brillantes—. ¿Por qué demonios has hecho esto, idiota?

—Porque... te quiero... —susurró Shoto y Bakugo le observó con el ceño fruncido, incapaz de creerse lo que estaba pasando frente a sus narices—. Yo...

—No sé si servirá, pero creo que sería bueno apretar la herida… Si paramos la hemorragia, tal vez… —intervino Eijiro.

Bakugo hizo lo que el pelirrojo le indicó y cuando vio que las manos se le empapaban con la sangre de su compañero, un sollozo entrecortado brotó de sus labios. Negando con la cabeza, unió su frente sudorosa a la del muchacho agonizante, sin dejar de apretar la herida.

—No deja de sangrar —susurró Bakugo con la voz rota, asustado al ver que aquello no parecía servir de nada. Eijiro le miró mientras se mordía el labio preocupado, sin saber qué más hacer para ayudar a su amigo.

—Voy a buscar a alguien. Aguanta —le dijo el pelirrojo, mientras se alejaba, sin perder de vista la zona donde estaban por si alguien intentaba atacarlos, tratando de ubicar algún héroe que pudiera ayudar con la situación.

—¿Y qué cojones pasa con tu bebé? —le susurró Katsuki con furia a Shoto, sus labios casi pegados a los suyos, sintiendo cómo su respiración se volvía cada vez más pesada—. ¿Y con Yaoyorozu? ¡Maldita sea!

—Mi… hijo... —una honda tristeza se dejó ver en los ojos desiguales de Shoto—. No… podré...

—¿Por qué lo has hecho? —repitió Bakugo tratando de contener las lágrimas, sus manos enredándose entre los suaves cabellos rojos y blancos—. ¡Joder! ¡Ellos te necesitan!

—Tú... me necesitabas…

—Cállate, imbécil —susurró Katsuki deseando con toda su alma poder hacer algo para salvarle.

—¿Algún día... me... perdonarás...?

—No —Bakugo apenas pudo responder, mientras se estremecía por el llanto, que ya no se esforzaba por contener. Sus ojos centrados en los de Todoroki, hasta que éstos perdieron el brillo que los caracterizaba. Entonces, atrajo el cuerpo inerte de Shoto y lo abrazó con fuerza, sus lágrimas cayendo sin medida sobre su rostro, dejando huellas húmedas y saladas, mientras maldecía con los dientes apretados.

Cuando Kirishima regresó con un héroe profesional que le había dicho que podía ayudar, ambos se detuvieron frente a los dos chicos que yacían abrazados en el suelo y mantuvieron una distancia prudencial para no molestar durante aquel delicado momento. Todoroki había muerto y Eijiro deseó con todas sus fuerzas tener el poder de revivir a su amigo y compañero, si con eso podía conseguir que Bakugo fuese feliz.

 

Chapter 35: UN PRECIO DEMASIADO ALTO

Notes:

Resumen: Tamaki tiene un enfrentamiento con Shigaraki en el que no sale bien parado. Al mismo tiempo, Toga le lanza un cuchillo a Bakugo, pero Todoroki lo intercepta para protegerlo mientras Kirishima embiste contra la chica, ocasionando que tanto ésta como Shoto pierdan la vida en la batalla. Por otro lado, unos cuantos héroes siguen buscando a los cuatro alumnos desaparecidos, sin éxito.

Chapter Text

Domingo, 05 de abril de 2020

Para los villanos que a esas alturas seguían ofreciendo resistencia, el tiempo se había convertido en su peor enemigo. La mayoría no podía dejar de pensar en la notoria ausencia de Shigaraki, que en toda la noche no se había dignado a hacer acto de presencia en el grueso de la batalla.

Al ver que la balanza se inclinaba a favor de los héroes, muchos intentaron huir en cuanto tuvieron la oportunidad, pero no todos pudieron hacerlo, puesto que el cometido de los bienhechores era, precisamente, atraparlos para poder encerrarlos en el Tártaro.

Los que consiguieron atravesar la primera línea no contaban con el grupo de Hawks, que se había vuelto a replegar en el exterior de la guarida para hacer frente a los que trataban de escapar. Al verse sorprendidos, los villanos contraatacaron hiriendo a unos cuantos héroes.

Yuyu estaba concentrada en reducir a una mujer con el cabello color turquesa que se movía con gracia y rapidez, cuando la peculiaridad de un hombre la impactó de lleno.

—¡Yuyu! —Nejire, que no estaba lejos, alcanzó a ver cómo saltaba sobre su novia la villana con la que había estado luchando hasta el momento, haciendo que cayera al suelo tras tocarle la frente con una mano.

Sin pensárselo dos veces, corrió hacia allí, intentando buscar a los malhechores que habían huido. Cuando vio que no había ni rastro de ellos, se agachó y le tomó el pulso a Yuyu; suspiró cuando comprobó que el corazón latía de forma constante y que la pelirroja seguía respirando. Debe haber perdido la conciencia, pensó Nejire, tal vez en eso consistía el don de esa mujer.

Arrastró con cuidado el cuerpo de su novia para esconderlo tras unos matorrales, pero antes de poder incorporarse, algo le saltó desde un árbol, aferrándose a ella con fuerza. Por lo que pudo avistar, le pareció algo así como una niña, pálida, con un vestido blanco, que le resultó vagamente familiar.

Nejire se retorció, intentando deshacerse de aquel pequeño cuerpo que se agarraba a ella como si fuera una garrapata, pero no fue lo suficientemente rápida. La niña llevó sus manos a las sienes de la heroína y le clavó algo así como dos agujas, o tal vez dos uñas muy afiladas. La joven se estremeció, sin ser capaz de librarse del dolor que la sobrecogió, cerrando los párpados para no seguir viendo los ojos negros de la pequeña, desprovistos de pupilas.

Sintió un frío repentino atravesando lo más profundo de su ser, mientras veía pasar frente a ella todos los recuerdos en los que aparecían Yuyu y Togata.  En los que salían sus otros amigos, su familia, sus profesores…, soltó un grito, tras otro, rogando por perder la conciencia antes de quedarse completamente vacía. Las lágrimas que brotaron de sus ojos cerrados se deslizaron por su cara, ahora con una expresión de horror impresa, mientras sucumbía a la peculiaridad de aquel ser.

Hawks, quien seguía enfrentándose con los villanos que habían emprendido la retirada, se quedó helado cuando escuchó los gritos que procedían de la arboleda que estaba a su derecha. En cuanto pudo, salió corriendo para encontrarse con Nejire, quien estaba agitando las manos, totalmente fuera de sí. Tenía sobre su cuerpo a una pequeña niña con vestido y cabello blancos, que le miró con sus penetrantes ojos negros antes de relamerse, pegar un salto aterrizando con sus pies descalzos sobre la hierba y salir corriendo. Entonces, Nejire cayó de rodillas al suelo, con la mirada perdida y sin dejar de chillar y mover la cabeza a un lado y a otro. Murmurando algo entre dientes que el hombre no fue capaz de entender.

—¡Nejire-chan! —el Pro héroe corrió hacia ella, decidiendo que comprobar cómo se encontraba era mucho más importante que seguir a la villana. Se agachó para observarla, tratando de no hacer ningún movimiento brusco. La joven tenía los ojos abiertos, pero su mente parecía haberse marchado con su atacante. La tomó entre sus brazos, tratando de hacerla reaccionar. Nejire enfocó su mirada en la persona que le hablaba, su mente tratando de identificar la voz masculina que estaba escuchando—. Soy yo, Hawks...

Un leve destello de comprensión surgió en sus ojos cuando pareció reconocer al hombre que la sostenía. Pero entonces, se puso a gritar, horrorizada, mientras se revolvía, tratando de huir de él.

—Tranquila... mírame... soy yo... —Hawks trató de calmarla con suaves palabras, pero sólo logró que Nejire se agitara con más fuerza, mientras seguía gritando en medio de un ataque de histeria. El hombre se asustó al ver el estado de la muchacha y sin pensárselo dos veces le dio un rápido golpe en la nuca, haciendo que perdiera el sentido. En aquella situación, si no se calmaba, sería un peligro para los que la rodeaban y para sí misma. Lo siguiente que hizo fue hablar por el intercomunicador con todos los líderes de equipo, pidiendo que enviasen hasta su posición al héroe Atom, el alumno de tercero Raiden Yoshioka, para que se teletransportase con Yuyu y Nejire hasta la UA y Recovery Girl pudiera revisar el estado de ambas.

Cuando el alumno se marchó con las dos chicas en sus brazos, Hawks suspiró, maldiciendo por haber permitido que algo malo le ocurriera a Nejire. Dio una patada a una piedra, temiendo que sus peores miedos se hicieran realidad. Lo que había visto y la reacción de la chica parecían indicar que la causante de aquello había sido la villana Nightmare y hasta ahora, no se conocía ningún caso que se hubiera podido revertir cuando la malhechora había utilizado su peculiaridad.

―xXx―

Mirio se detuvo al final del pasillo, el cual le parecía igual que todos los que había recorrido hasta ahora, con las paredes descascarilladas y una tenue iluminación. La única diferencia era que aquél no lo había explorado y algo le decía que allí era donde iba a encontrar por fin a Tamaki. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando escuchó la voz de Shigaraki acompañada de un gemido de dolor que reconoció de inmediato.

—Todavía no voy a matarte. Esperaré a que mis secuaces traigan a los otros dos y entonces haremos todos juntos una fiesta. ¿Te parece bien?

Mirio aguardó unos segundos fuera, preguntándose si sería más prudente esperar y elaborar un plan de rescate o si, por el contrario, sería mejor irrumpir en la sala y aprovechar el factor sorpresa. Cuando no escuchó a Tamaki responderle a Shigaraki, sus dudas sobre cómo debía actuar, se disiparon.

—¡Tamaki! —exclamó mientras entraba en la enorme, pero semi-destruida habitación, justo en el momento en el que el otro chico perdía la conciencia. Tenía los leggings destrozados y a través de los agujeros se podían ver los tendones y los músculos desgarrados asomando de forma bastante espeluznante. Sintió una intensa furia inundarlo por dentro mientras se giraba hacia el villano, que parecía sorprendido ante su repentina aparición.

—Vaya, vaya... pero ¿a quién tenemos aquí? —Mirio le lanzó un puñetazo, antes de que Tomura pudiera ponerse en guardia, pero el otro hombre lo esquivó sin dificultad—. Esto va a ser muy divertido...

El villano se agachó situando ambas manos en el suelo, provocando que todo el terreno se agrietara, pero Mirio utilizó su peculiaridad para salir indemne del ataque, acercándose cuidadosamente, con la idea de llegar hasta él y volver a atacarle. No pasó mucho tiempo antes de que lograra su objetivo, pero Shigaraki volvió a esquivar el golpe.

—Jefe, se suponía que debía… —el individuo que había estado hablando se quedó callado cuando entró en la sala y se encontró con aquel panorama. La piel del villano era morada y estaba completamente cubierta de pelo de un tono más oscuro. Tenía cinco brazos, dos saliendo de cada costado y otro del centro del pecho. La apariencia de aquel ser era bastante grotesca. El híbrido se detuvo en la entrada sin saber qué hacer.

—¡Deprive, usa tu peculiaridad con el chico! —ordenó Tomura a su secuaz, justo cuando vio que Tamaki comenzaba a recobrar el sentido. Mirio corrió hacia donde estaba el adolescente, con la intención de protegerlo. Todavía no sabía qué era lo que hacía aquel ser de cinco brazos, pero prefería no comprobarlo.

—Ni lo sueñes... —soltó el rubio lanzándose hacia delante y hundiéndose repentinamente en el suelo, para emerger por sorpresa frente al villano, golpeándole en la mandíbula y lanzándolo por los aires, sin darle la oportunidad de utilizar su don. Cuando comprobó que le había dejado fuera de juego, se acercó corriendo a Tamaki y lo ayudó a incorporarse ligeramente, sin perder de vista a Tomura.

Mirio se distrajo por un segundo mientras arrastraba a Suneater para que pudiera apoyarse contra unos escombros y Tomura aprovechó ese instante para lanzarse hacia él, pero Tamaki, que desde que había recobrado la conciencia no había dejado de observar al villano, adivinó sus intenciones y empujó al rubio con un tentáculo, haciendo que la mano de Shigaraki no le diera en ningún lugar que pudiera resultar letal.

—¡Maldición! —Tomura, que acababa de perder a su objetivo de forma repentina, no pudo hacer nada contra el impulso de su movimiento y Mirio, beneficiándose de aquello, le dio un golpe con el puño en la mejilla, haciendo que el hombre acabara estrellándose contra el suelo, a un par de metros de ellos.

Entonces corrió hacia allí y volviéndose a hundir en el piso, emergió dándole una patada que lo lanzó hacia la izquierda, con tanta fuerza que acabó impactando contra la pared, haciendo un boquete. Antes de que el villano pudiera caer al pavimento de nuevo, Lemillion volvió a golpearle, usando la permeación para evitar que le esquivara.

Tomura levantó las manos para utilizar su peculiaridad, llevándolas hacia la cara de Mirio, quien las traspasó para que no pudiera hacerle daño, agarrándole de la pechera de la camiseta de manga larga que llevaba el villano, para mantenerlo a suficiente distancia. Al final, tuvo que soltarlo y pegar un salto hacia atrás, porque se quedaba sin aire y Shigaraki seguía tratando de tocarle el rostro. Respirando profundamente se lanzó de nuevo hacia él, pero la patada que lanzó impactó contra un cuerpo que no era el de Shigaraki. Deprive, el humanoide peludo se había puesto delante, recibiendo el golpe, volviendo a quedarse tendido en el suelo por segunda vez en menos de cinco minutos. Tomura tocó las paredes, provocando que parte de su estructura se desprendiera y cayera sobre su propio aliado, dejándolo semienterrado bajo los escombros. Su intención había sido aplastar a Mirio, pero éste pudo evitar sin problema los trozos de los muros que se desprendieron, utilizando su don.

Con el otro villano aparentemente noqueado, se centró en golpear a Shigaraki a la vez que esquivaba sus manos. Tomura, al ver que no alcanzaba a Mirio, trató de destruir el suelo por donde el héroe pisaba, pero éste sorteó con agilidad el terreno agrietado. Desafortunadamente no iba a ser todo tan sencillo. Cuando Shigaraki se lanzó hacia donde estaba Suneater, viendo que con Lemillion no tenía nada que hacer, el rubio salió corriendo hacia allí, preocupado por lo que estuviera pensando hacer el villano.

Justo en ese instante, Izuku entró en la habitación, atrayendo la atención de Shigaraki. Sus ojos rojos observaron al héroe de pelo verde, mientras seguía avanzando hacia Suneater.

Averiguando sus intenciones y viendo que Mirio estaba demasiado lejos para proteger a Tamaki, Deku lanzó una patada al aire antes de que Tomura se acercase demasiado, provocando que éste saliera despedido hacia atrás, estampándose contra la pared que había en el otro extremo de la habitación.

—¿Estáis bien? —les preguntó, preocupado, a los dos héroes, mientras se acercaba a Tamaki, que parecía ser el que peor se encontraba.

Cuando estuvo a su lado, el chico de pelo verde se llevó las manos a las rodillas, respirando con dificultad por el esfuerzo. Le dolía todo el cuerpo y las heridas que Tomura le había causado antes, no ayudaban.

El villano no tardó en recomponerse y salió corriendo hacia los tres de nuevo con las manos orientadas hacia delante. Mirio pensó en apartarse de su trayectoria, pero en el último momento se dio cuenta de que el villano no quería tocarle a él, si no a Tamaki, que seguía en el suelo, sin poder moverse por culpa del estado de sus piernas. Izuku todavía no se había recuperado del ataque que acababa de lanzar como para volver a contraatacar, así que, sin ver muchas más opciones, Lemillion se interpuso entre Suneater y el villano.

—¡Mirio! —exclamó Tamaki.

Tomura se arrojó hacia él, situándole una mano en la cara y otra en el brazo que Togata había levantado por inercia.

—¡Aaah! —gritó Mirio al sentir cómo la carne se deshacía. Los dedos del villano se hundieron más allá de lo que parecía ser posible. Se sintió tentado de entrar en fase, pero si lo hacía, el villano arremetería contra Tamaki y no podía permitir que le hiciera más daño. Así que apretó los dientes y resistió el dolor.

—¡Nooo! —dijo Tamaki, mientras levantaba una mano y manifestaba un pez espada, clavándole la punta en el hombro a Tomura, con tanta fuerza que consiguió arrastrar al villano varios metros, alejando sus letales manos de Mirio.

El rubio siguió con la vista la trayectoria de Shigaraki mientras respiraba entrecortadamente, tratando de recuperarse del inmenso dolor, pero no tuvo mucho tiempo para hacerlo porque, de pronto, sintió una mano que le tocaba una pierna. Se quedó estático, sabiendo que no podía tratarse del líder de la Liga ni tampoco de Deku o Tamaki, que estaban por detrás de él. Se giró lentamente para encontrarse con una cara peluda, de color morado, medio aplastada. Mirio contuvo el aliento, temiendo lo que el don de aquel individuo podía hacerle.

—Deprive —dijo el híbrido mientras sonreía y cerraba los ojos.

Entonces algo brilló en la zona donde el villano le estaba tocando. Eso fue lo último que Mirio pudo ver antes de que todo se volviera rojo. Su vista comenzó a nublarse y a partir de ahí sólo fue capaz de distinguir sombras borrosas. Shigaraki, que ya se había recuperado del ataque de Tamaki, se acercó a él y le agarró del cuello antes de que pudiera reaccionar.

—Quién lo diría... —Mirio escuchó la voz de su enemigo entre las punzadas de dolor que el toque del villano peludo le había provocado—. No pensé que sería tan fácil matarte. Con sólo activar mi poder…

Pero fue Mirio quién activó el suyo, haciendo intangible su cuello y su cabeza, de forma que la mano de Shigaraki se cerró agarrando sólo aire y Lemillion cayó al suelo, ahora que ya no había nada que lo sostuviera. Se arrastró, viendo sólo sombras a su alrededor, hasta que se topó con una pared. La figura del hombre que estaba frente a él se volvía cada vez más negra, y Mirio recorrió el lugar con la mirada sólo para darse cuenta de que todo a su alrededor también se estaba oscureciendo.

Levantó la mano, llevándosela a los ojos, sintiéndose cada vez más débil. ¿Qué demonios le había hecho el híbrido? Escuchó la risa desquiciada de su enemigo y a su memoria acudió fugazmente el sueño que había tenido hacía apenas diez días. Shigaraki volvió a acercarse, estirando el brazo de forma amenazante hacia él.

—Esta vez no dudaré en usar mi don. Te mataré primero a ti y después al resto... y nadie me detendrá.

—No estés tan seguro...

La voz de Deku se escuchó justo por detrás del líder de la Liga. Mirio trató de mirar hacia donde estaba, pero no consiguió ver nada. Estuvo a punto de decirle que no dejara a Tamaki solo, pero sabía que, aunque se lo dijera, Midoriya no le haría caso.

Por el grito que brotó de la boca de Shigaraki, fue más que obvio que el chico de pelo verde no pensaba darle tiempo a reaccionar. Mirio no fue capaz de ver qué era lo que había hecho Izuku exactamente, pero fuera lo que fuese, debía haberle otorgado cierta ventaja, así que, se sintió orgulloso de su kohai.

—Esto... por la vez que secuestraste a Kacchan... —dijo Midoriya entre dientes y otro aterrador grito se dejó escuchar mientras Mirio tanteaba la pared que estaba a su espalda para ponerse de pie—. Y esto... por lo que le has hecho a Suneater... y a Lemillion…

Shigaraki volvió a retorcerse al sentir los golpes de Midoriya. Éste directamente atacaba con ráfagas de aire creadas a raíz de sus fuertes movimientos, sin querer arriesgarse a tocarlo para evitar que utilizase su peculiaridad en él. Escuchó varios golpes y jadeos, algunos estruendos, trozos de muro cayendo al suelo y algo estrellándose contra la pared. A continuación, otro golpe sordo. Y después nada.

—¿Deku…? —Mirio sólo obtuvo silencio por respuesta.

—Mirio... —el muchacho alcanzó a escuchar la débil voz de Tamaki, y sintió que su corazón latía de nuevo.

—¿Dónde... estás? —el rubio avanzó trastabillando hacia el lugar de donde provenía la voz del otro adolescente. Tanteó con las manos, tratando de orientarse. Tamaki frunció el ceño al ver cómo actuaba Mirio. Lo observó con atención desde el lugar donde se encontraba y ahogó un gemido de horror cuando su mente especuló acerca de lo que podría haberle ocurrido.

—Mirio... —Tamaki trató de moverse para acercarse a él, pero sus piernas heridas no le obedecieron—. Estoy aquí, a tu izquierda...

El rubio siguió moviéndose con cuidado, pero Tamaki parecía ser inalcanzable. Cada intento de avanzar era una tortura para él y las fuerzas iban escapando poco a poco de su cuerpo. Tamaki giró su vista hacia Shigaraki, y vio que éste comenzaba a recuperarse de los golpes de Deku, quien estaba tumbado en el suelo, con una horrible herida en su brazo derecho. El chico parecía haberse desmayado.

En un intento desesperado porque Mirio pudiera encontrarlo, Tamaki se concentró en sus manos. Entre todas las cosas que había comido para prepararse para aquella batalla se encontraba el plancton. No sabía si Mirio podría verlo; él podía incluso con los ojos cerrados, por lo que decidió probar suerte. Mirio, que se sentía completamente perdido, parpadeó dentro de la oscuridad que reinaba a su alrededor al ver las hermosas luces, tan conocidas y amadas, que danzaban a unos cuantos metros de él. Una débil sonrisa se dibujó en sus labios cuando sus temblorosas manos alcanzaron las de Tamaki.

El chico de pelo índigo lo recibió entre sus brazos, apretándolo contra su cuerpo, Mirio se acurrucó contra él temiendo que fuera a desaparecer de un momento a otro. Frente a ellos, Shigaraki se volvió a poner de pie, su mano derecha levantada hacia Lemillion, que era quien más cerca estaba. Tamaki supo de inmediato lo que pretendía hacer.

—¡Mirio! ¡Cuidado!

Por inercia, el rubio se echó a un lado, antes de que Tomura pudiera tocarlo. Entonces, Deku se levantó del suelo, a pesar de las sangrantes heridas que llenaban su cuerpo, y corrió hacia el villano, lanzando un grito mientras le daba una fuerte patada en la cabeza, esta vez sin tener la precaución de evitar tocarle. El cuello de Shigaraki pareció retorcerse en un ángulo imposible; su cuerpo cayendo a varios metros de donde se encontraban los dos alumnos de tercero.

Deku observó al villano tendido en el suelo, que permanecía estático. Entre jadeos agotados, se llevó las manos a las rodillas, intentando recobrarse un poco, pero al final, cerró los ojos y se desplomó contra el pavimento, con las extremidades de un color púrpura bastante preocupante. Tamaki se sintió impotente ante aquel panorama, sin poder moverse, mientras abrazaba a Mirio, rezando porque toda aquella pesadilla terminara de una vez.

Mirio apretó su agarre, sintiendo consuelo en el calor que emanaba del cuerpo de Tamaki y dejándose embargar por su olor, tan familiar por aquel entonces, que hacía que se sintiera seguro.

—Eres mi sol —susurró de pronto sintiendo cómo le abandonaban las pocas fuerzas que le quedaban—. La luz que me guía en este mundo lleno de tinieblas.

Tamaki iba a responder, pero entonces se dio cuenta de que Mirio acababa de perder la conciencia. Manifestó plumas en uno de sus brazos y después lo deslizó alrededor de los hombros del héroe, esperando que esto hiciera que se sintiera un poco más cómodo. Deseaba poder hacer algo más aparte de permanecer ahí, inmóvil, pero estaba demasiado débil como para salir volando. De hecho, apenas era capaz de mantenerse despierto.

 

 

No pasó mucho tiempo antes de que Aizawa y Edgeshot llegaran a la sala, centrando su vista primero en el cuerpo de Shigaraki que yacía tirado en medio de la habitación, aparentemente sin vida. A unos metros vieron que había otro villano, con el cuerpo lleno de pelo de color morado, tumbado bocarriba, con los ojos perdidos mirando a la nada, semienterrado por los escombros. En el otro extremo de la habitación estaba Midoriya, inconsciente y junto a él, Mirio y Tamaki, abrazados y con bastante mal aspecto. El rubio tenía varias heridas que parecían profundas y el otro las piernas destrozadas y, por algún extraño motivo, de su traje de héroe sólo le quedaban los leggings que estaban rotos por todos lados y la camiseta negra que también tenía varios agujeros y una raja que iba del cuello hasta las abdominales. Aizawa se preguntó qué le habría pasado para presentar semejante estado, pero no le dio tiempo a divagar demasiado puesto que el chico de pelo índigo abrió los ojos en cuanto sintió que había alguien más allí. Al principio se tensó, pero cuando reconoció a los dos hombres, suspiró, aliviado.

—Llevaos a Mirio cuanto antes... ese tipo de ahí usó su peculiaridad con él y no sabemos qué le ha hecho —dijo entonces, sin perder tiempo. Aizawa ayudó a Lemillion a levantarse, quien todavía estaba un poco aletargado, mientras le pedía a Edgeshot que fuera a buscar a Raiden para que teletransportara hasta la enfermería tanto al joven como al villano, con el fin de que Recovery Girl hiciera un primer chequeo.

El héroe shinobi y Atom no tardaron mucho en aparecer por allí. Raiden se acercó apresuradamente a Mirio y le cogió de la mano, mientras tocaba una parte del cuerpo del villano, y en una milésima de segundo los tres desaparecieron. Al instante volvió a aparecer solo y esta vez se arrimó a Deku y Suneater y repitió la operación. Así hasta que se llevó al villano que quedaba y a los dos héroes profesionales.

Ahora que habían acabado con Shigaraki y que All For One estaba encerrado en el Tártaro, parecía que por fin habían conseguido desmantelar la organización de la Liga de los Villanos.

Pero…

¿A qué precio?

―xXx―

Recovery Girl jamás se había imaginado que llegaría a tener tanto trabajo en una sola noche. A pesar de contar con Yaoyorozu, a quien había llamado para pedirle ayuda, y con los médicos y enfermeras que le habían asignado de algunos centros médicos de Musutafu, apenas daba abasto con todos los héroes que llegaban heridos, por lo que se vio obligada a derivar a la mayoría a diferentes hospitales.

El amanecer estaba muy cerca y en ese preciso momento, la enfermera se encontraba bastante ocupada con un caso que nunca pensó que llegaría a ver tan de cerca. Estaba examinando a la joven que yacía en la cama de una de las habitaciones privadas, con unos síntomas que no le gustaron nada.

Nejire se debatía entre los brazos de Momo sin dejar de gritar, sus ojos violetas inundados en lágrimas. La morena apenas podía sostenerla mientras Recovery Girl le administraba un medicamento para sedarla y Hawks permanecía oculto en un rincón del pequeño cuarto adyacente. Recovery Girl le había pedido que se mantuviera alejado al notar que su presencia la alteraba todavía más.

La joven cayó en un profundo sueño gracias al calmante que Chiyo le había suministrado. Yaomomo suspiró mientras la depositaba con delicadeza sobre la cama y la arropaba, sintiendo un nudo en la garganta.

El Pro-héroe se acercó y sus ojos dorados se cruzaron con la seria mirada de la enfermera.

—Es grave, Hawks —fueron sus primeras palabras—. Es obvio que esa villana… Nightmare, le ha robado parte de sus recuerdos. El problema es que no sabemos el grado de daño que le ha causado.

—¿Y qué podemos hacer? —Hawks apretó los puños, preocupado por la chica que había estado a su cargo.

—Hay que realizarle ciertas pruebas. Por desgracia aquí no cuento con los medios adecuados —Recovery Girl suspiró mientras observaba con pesar a la muchacha—. Deberíamos llevarla al hospital para que unos especialistas la vean.

—Supongo que el hecho de que reaccione a los estímulos es algo bueno —susurró el Pro-héroe.

—Eso es verdad —afirmó la enfermera—. Pero su estado es severo, por lo poco que he podido apreciar. Hawks... —el hombre giró su rostro hacia la anciana, quien lo miró con profunda seriedad—, no puedo dar ningún diagnóstico porque no domino este campo, pero te sugiero que te hagas a la idea de que tal vez... no se recupere. Ya sabes que no es el primer caso. Y hasta donde yo sé, todas las personas que han sido víctimas de la peculiaridad de Nightmare han acabado internadas.

—No, Shuzenji... no puedo aceptar eso —Hawks movió la cabeza de un lado a otro, negándose a aceptar esa terrible posibilidad. Sus alas temblaron ante la simple idea—. Haré lo que sea necesario... lo que sea.

La enfermera y Momo observaron a Hawks mientras éste fruncía el ceño, preocupado. Era normal que se sintiera culpable. Al fin y al cabo, la chica formaba parte de su grupo y había terminado bastante mal. Aunque en realidad, todos sabían a lo que se exponían cuando habían decidido participar; aun así, pensaba que, si hubiera estado más atento, habría podido evitar que sucediera algo tan horrible.

El hombre negó con la cabeza, sintiéndose compungido, y salió de allí, pensando en cómo le iba a dar la noticia a sus familiares y amigos.

―xXx―

Raiden dejó a Bakugo en la enfermería con el cuerpo de Todoroki entre sus brazos. Recovery Girl acababa de enviar a Momo a buscar unos medicamentos a su oficina cuando los vio. No pudo evitar poner cara de sorpresa al descubrir quién era la persona que cargaba el rubio. El muchacho depositó el cuerpo de Shoto sobre una de las camas que se encontraban más cerca, sin decir nada.

—¿Qué ha...? —la enfermera examinó el cuerpo del chico de pelo bicolor y con pesar corroboró lo que para Katsuki era una dolorosa verdad—. Dios mío.

Bakugo pareció salir de su ensimismamiento cuando escuchó la voz angustiada de la mujer. Cerró los ojos, enrojecidos por el llanto al mismo tiempo que escuchaba la voz de su compañera detrás de él.

—¿Qué ha pasado? —Momo se acercó a ellos. Recovery Girl se quedó callada y Bakugo permaneció con los ojos cerrados al tiempo que ésta descubría el cuerpo de Todoroki—. ¿Shoto?

—Lo siento... —la enfermera quiso acercarse a ella, pero Yaomomo se sentó en la cama.

—¿Por qué lo siente? —le preguntó Momo y Chiyo la miró sin entender. Bakugo abrió los ojos y lo que vio lo dejó sorprendido. Yaoyorozu acariciaba el rostro de Shoto mientras sonreía—. Sólo está dormido.

—Yaoyorozu... —Recovery Girl trató de decir algo más, pero Momo se puso de pie y se dirigió a la puerta.

—Será mejor que siga con mi ronda —dijo y volvió a sonreír otra vez mientras miraba, extrañada, los ojos hinchados de Bakugo—. Vendré más tarde cuando se haya despertado.

Ni Chiyo ni Bakugo fueron capaces de reaccionar. Sólo vieron cómo la muchacha desaparecía detrás de la puerta y luego escucharon sus pasos alejándose por el pasillo.

—¿Qué demonios ha sido eso?

—Está en shock —la enfermera cubrió con una sábana blanca el rostro pálido de Todoroki. Bakugo volvió a cerrar los ojos para evitar ver aquello—. Será mejor que por ahora no digamos nada.

Chiyo se retiró, dejándolo a solas con Shoto y su dolor. Pero, siendo incapaz de quedarse allí por mucho más tiempo, decidió salir tras Yaoyorozu. Necesitaba contarle lo que había sucedido, y para ello era imperativo que la morena aceptase lo que le había pasado a Todoroki.

―xXx―

La noticia de la derrota de la Liga de los Villanos corrió como reguero de pólvora por todo Japón. Entrada la mañana de ese histórico domingo, cientos de reporteros se congregaron fuera de la UA, esperando conseguir más información. Lo que no sabían era que, en aquel momento, no había mucha gente que estuviera en condiciones de responder a sus preguntas.

All Might se hallaba sentado en una silla junto a la cama donde Midoriya reposaba, en apariencia dormido. Sus ojos azules, empañados por el llanto, apenas le dejaban distinguir el rostro sereno de su alumno. Le dolía en el alma verlo en esas condiciones.

Los héroes habían trasladado a Izuku junto a un inconsciente Tamaki, después de lo que parecía haber sido un difícil enfrentamiento contra Shigaraki. Pero no sabía exactamente lo que les había ocurrido, pues tanto Deku como Suneater seguían sin sentido y Mirio se encontraba ingresado en el hospital, donde habían decidido llevarlo después de un rápido chequeo por parte de Recovery Girl.

La enfermera había examinado al joven Izuku y no había hallado heridas físicas que justificaran su estado. Su diagnóstico final era que se encontraba en una especie de coma inducido por el extremo agotamiento. La mujer había hecho todo lo posible por despertarlo sin resultado alguno. Y All Might no podía dejar de lamentarse por no haber estado a su lado para ayudarlo a enfrentarse con semejante amenaza.

Se secó las lágrimas y se puso de pie, dirigiéndose hacia un escritorio que había en la habitación y cogió boli y papel. Sus obligaciones no habían terminado aún, pues debía informar a los padres o familiares más cercanos de los jóvenes héroes caídos en batalla.

—Midoriya-san... —el hombre dudó por un instante, sin saber cómo continuar. Dejó a un lado la hoja y miró hacia la pared, con la vista perdida. Arrugó el papel y lo desechó. Izuku no había muerto, así que de momento no había nada que notificarle a su madre.

Se llevó las manos a la cabeza, agobiado. Todavía tenía que visitar al resto de alumnos que habían sido heridos en la batalla para conocer su evolución. También debería conceder alguna entrevista a los periódicos, pues era necesario informar a la prensa de los últimos sucesos. Aunque antes debería saber qué era lo que había sucedido exactamente. Tendría que esperar a que Amajiki despertara, pues era el único que, actualmente, podía decirle qué había pasado en la guarida de los villanos.

Todavía tenía muchas cosas que hacer. Demasiadas. La mayoría de ellas muy dolorosas.

Suspiró una vez más mientras tomaba otro folio. Después de medio minuto sin saber cómo comenzar, decidió que lo mejor era no darle demasiadas vueltas.

—Querido Enji...

Chapter 36: SECUELAS

Notes:

Resumen: Derrotar a la Liga de los Villanos no resulta ser nada fácil. Se registran varias bajas importantes, entre ellas las de Shoto y Toga y no pocos héroes resultan heridos de gravedad. Nejire parece haber perdido la cordura por culpa de un don desconocido; Mirio pierde la visión y Tamaki y Deku se recuperan lentamente de las heridas que han recibido.

Chapter Text

Domingo, 05 de abril de 2020

Tadashi Togata, el padre de Mirio, caminaba de un lado a otro esperando recibir noticias sobre su hijo. Desde su llegada al hospital, el médico que estaba tratando al héroe todavía no había aparecido por allí. La incertidumbre lo consumía conforme pasaban las horas, haciendo que la espera se le hiciera eterna.

Al fin, el doctor salió de la sala donde el muchacho estaba siendo atendido. Tadashi se detuvo de golpe al verlo acercarse, la preocupación reflejándose en sus ojos.

—¿Togata-san? —le preguntó el médico situándose frente a él. Tadashi asintió—. Soy el doctor Naegi.

—¿Cómo está mi hijo? —preguntó, ansioso. El médico lo invitó a tomar asiento y respiró profundamente antes de responder.

—El muchacho presenta heridas en varias partes del cuerpo —le explicó el médico—. Golpes contundentes en la espalda y el cuello y lesiones más graves en el brazo y la cara, probablemente producidas por la peculiaridad de Shigaraki.

—¿Le… quedarán cicatrices?

—Por fortuna, no —fue la respuesta del hombre—. Hemos conseguido curárselas a tiempo y, además, no eran demasiado profundas. Con una pequeña operación, podremos reconstruirle las partes que se han visto más dañadas. Pero será rápido y el postoperatorio será prácticamente inexistente —el doctor se quedó en silencio unos segundos. Entonces levantó la vista—. Togata-san… debo decirle que, en realidad, lo que más nos preocupa es el efecto de la peculiaridad del híbrido que trajeron aquí.

—¿Qué quiere decir? —Tadashi se asustó cuando vio la expresión sombría del médico—. ¿Qué pasa con él? ¿Acaso no es reversible lo que le ha hecho a mi hijo?

—Hemos estado investigando el historial del villano que, en realidad, se llama Kattur Matsui. Al parecer, según el brazo con el que te toque, te priva de uno de los cinco sentidos —el doctor suspiró, sin saber muy bien cómo continuar—. Verá, señor Togata... a su hijo lo tocó con la mano que priva de la visión y hasta ahora, la única forma de revertir eso era por la propia voluntad del villano. Que como sabe, está muerto.

Tadashi negó con la cabeza, sin querer escuchar lo que intuía que vendría a continuación. Se puso de pie, incapaz de permanecer sentado por más tiempo.

—Su hijo ahora mismo está inconsciente y no sabemos cuánto tiempo permanecerá en ese estado. Pueden ser horas, días... o incluso semanas.

—Entonces... me está diciendo que… ¿mi hijo se va a quedar ciego?

—No sabremos la magnitud del daño hasta que no se despierte y podamos hacer las pruebas pertinentes —Naegi lo miró directo a los ojos—. Pero sí, Togata-san, me temo que existe la posibilidad de que el muchacho no recupere la vista.

Tadashi sintió que perdía estabilidad, como si de repente hubiera perdido el control sobre su peculiaridad, pero no había sido eso. Se tambaleó y el doctor lo sostuvo del brazo para ayudarlo a sentarse de nuevo.

—Necesito ver cómo está.

—Podrá hacerlo en cuanto lo trasladen a una habitación. La enfermera que lo está tratando se encargará de avisarle. Y, ahora… si me disculpa... —el médico inclinó la cabeza en señal de despedida y se alejó por un largo pasillo. Tadashi permaneció sentado, sin poder creer lo que acababa de escuchar.

El hombre miró fijamente la pared del frente, sintiéndose solo y preocupado. ¿Qué iba a hacer su hijo si perdía la vista? ¿Tendría que renunciar al sueño por el que tanto había luchado? Apretó los puños con fuerza, al sentirse completamente impotente ante la situación que se le presentaba por delante.

―xXx―

Momo abrió la gaveta de los medicamentos por enésima vez esa mañana. Hubiera preferido estar en cualquier otro sitio, pero sabía que allí era útil y no había podido negarse cuando Recovery Girl le había pedido ayuda, mucho menos sabiendo que Todoroki iba a estar luchando junto a otros de sus compañeros de clase. Ya que, por su estado, no había podido estar junto a ellos, por lo menos podía ayudar de esa forma.

Situó las pastillas que necesitaba para los pacientes en una bandeja y apuntó las que estaban a punto de agotarse. Después se aproximó a la puerta de la oficina, pero antes de que pudiera salir para dirigirse hacia donde estaban los heridos, alguien le obstruyó el paso.

—Tenemos que hablar, coletas —Bakugo le quitó la bandeja y Momo se cruzó de brazos—. Sobre Todoroki.

—Es hora de las medicinas —Momo se acercó a él para arrebatarle la bandeja, pero la mano de Bakugo la detuvo—. Los pacientes me están esperando.

—¿Por qué demonios no quieres aceptarlo? —le preguntó el rubio y Momo le miró como si no supiera de qué estaba hablando—. Todoroki ha muerto, joder.

—¿Qué estás diciendo? —Momo negó con la cabeza, sin darse cuenta de que Katsuki no se había referido al chico por su antiguo mote—. Shoto está dormido... —insistió la morena y Bakugo resopló con frustración.

—¡Está muerto, coletas! ¡Completamente muerto! —exclamó perdiendo el control. Momo frunció el ceño cuando el rubio alzó la voz—. ¿En qué idioma tengo que decírtelo?

—No es cierto —le contradijo Momo sorprendida por lo que estaba pasando.

—Toga lo apuñaló, ¿vale? ¡Yo estaba delante! ¿Por qué te niegas a aceptarlo? ¿Acaso eres dura de mollera? Pensaba que eras de las mejores de clase.

—Se hace tarde —Momo le dio la espalda y Bakugo sintió ganas de lanzar la bandeja por la ventana. Pero en vez de eso, se acercó a ella y la miró fijamente.

—Cuando Toga me lanzó el cuchillo, el idiota de Todoroki se puso delante. ¡Debería haber muerto yo! ¡Joder! —un silencio pesado se hizo en la pequeña oficina. Bakugo se dirigió hacia la mesa y se apoyó allí, con el ceño fruncido y las manos temblorosas.

—Hizo lo que creyó que era mejor —de pronto escuchó la voz de Aizawa y levantó los ojos para ver que Momo se había marchado—. Murió como un verdadero héroe y eso es lo que debemos recordar siempre.

Bakugo asintió, sintiéndose mal por la reciente pérdida y por ver que no había conseguido que su compañera entrara en razón.

―xXx―

Yuyu se había despertado hacía un rato en una de las camas de la enfermería de la UA. Se había esforzado por recordar la razón por la que estaba allí y lo único que le había venido a la mente era que había estado luchando contra una mujer de pelo turquesa cuando había recibido un inesperado impacto.

—¿Cómo te encuentras? —la pelirroja sintió un gran alivio al escuchar la voz de su profesor, All Might.

—Desorientada... —Yuyu suspiró mientras dejaba que el hombre le sirviera un poco de agua, que tragó con mucho esfuerzo—. No recuerdo muy bien qué me pasó...

—Te golpearon con una peculiaridad de drenado y, además, te dejaron inconsciente —le informó Toshinori, que había estado hablando con Hawks hacía poco y estaba al corriente de lo que le había sucedido a su exalumna.

—¿Y Nejire? —preguntó entonces la joven, asustándose ligeramente cuando vio la expresión que ponía su profesor. All Might se quedó callado unos instantes, como si estuviera tratando de reunir el valor suficiente para responder a sus preguntas—. ¿Acaso está…?

—No —habló por fin, negando con la cabeza—. Pero… cuando te desmayaste, acudió en tu ayuda y la atacó Nightmare. No sé si has oído hablar de ella —Yuyu abrió los ojos de par en par, por supuesto que sabía quién era—, me temo que la villana la pilló desprevenida y utilizó su peculiaridad sobre ella —el hombre se quedó callado durante unos segundos, negando con la cabeza. Lo que le había pasado a la pobre chica era demasiado difícil de asimilar—. Lo siento mucho...

—¿Dónde está? —Yuyu se levantó de la cama haciendo un gran esfuerzo—. Quiero verla.

El profesor la condujo a la habitación donde se encontraba la joven, aún sedada.

—No me lo creo... —la pelirroja le acarició los mechones lilas, apartándoselos de la cara—. Parece que está bien.

—Por desgracia no es así... —Yagi miró con pesar a las dos chicas—. Cuando está despierta sufre ataques de pánico, lo que significa que la villana le robó demasiados recuerdos.

—¿Cómo puede estar tan seguro, sensei? No hay forma de comprobarlo si la mantenéis sedada —insistió la adolescente—. Me quedaré con ella. Cuando despierte sé que me reconocerá.

—Eso no sería muy prudente —dijo el profesor, con el ceño fruncido—. Hawks fue quien la trajo y por aquel entonces ya estaba completamente fuera de sí. Parecía que no sabía quién era… Con Yaoyorozu ha actuado igual, incluso con Recovery Girl…

La vista de Yuyu se nubló mientras trataba de aceptar lo que su profesor le estaba contando.

—¿Qué va a pasar con ella? —preguntó entonces, afligida, sin poder apartar la mirada del rostro tranquilo de Nejire—. ¿Se quedará aquí?

—Recovery Girl ha recomendado derivarla al hospital para que algún médico especializado pueda estudiar su caso —le informó su profesor, mirándola con pesar.

—¡No voy a dejar que se la lleven! —Yuyu se tapó el rostro con las manos mientras las lágrimas comenzaban a derramarse—. La encerrarán y la drogarán, como hicieron con la hermana de Amajiki. Nejire va a recuperarse... voy a ayudarla...

—Sí, Haya... y tanto los héroes profesionales como los miembros de la UA haremos todo lo que sea necesario para ayudar con su recuperación, pero debes dejar que la vea un especialista.

Yuyu asintió, compungida. Se inclinó sobre la camilla hasta que pudo abrazar el cuerpo de su novia, para después comenzar a llorar desconsolada sobre su pecho, temiendo lo peor. La peculiaridad de aquella villana había hecho que mucha gente perdiera la cabeza, pero no podía aceptar, ni siquiera quería pensar, que Nejire pudiera encontrarse entre esos casos.

All Might decidió que sobraba y salió de la habitación. Todavía le quedaban unos cuantos pacientes por visitar. El hombre se alejó con lentitud por el largo pasillo sin dejar de escuchar los sollozos de Yuyu, que parecían haber aumentado de intensidad.

―xXx―

—Por favor… tengo que…

—No puedes, Amajiki. Recovery Girl ha dicho que reposo absoluto —le dijo el profesor Aizawa que después de encontrarse con Bakugo había ido hasta allí, para supervisar la evolución del alumno.

Tamaki apretó los puños ante la impotencia de no poder moverse de la cama. Hacía una hora que se había despertado sólo para encontrarse con la frustrante noticia de que tenía ambas piernas inmovilizadas, porque debido a la peculiaridad de Shigaraki, el tejido muscular y celular había sido disuelto, como si le hubieran echado ácido por encima, y no podía andar. De hecho, tenía unos desagradables boquetes que la enfermera mantenía cubiertos para evitar infecciones. La mujer había hecho todo lo que había podido, pero, aunque su función era curar heridas, no podía regenerar piel y músculos de la nada.

No obstante, el hecho de que Recovery Girl no pudiera curarle era lo último que le importaba a Tamaki en ese momento. Acababa de enterarse de que Mirio se encontraba en el hospital y le enfurecía que no quisieran decirle nada más. También quería ver a Deku, Kirishima, Amori y al resto de sus compañeros que habían luchado en aquella batalla. Hacía un rato, All Might lo había puesto al tanto de su estado y le había pedido que le contara todo lo que recordase. Después de hacerlo, el hombre se había retirado para seguir con sus interminables tareas sin contarle cómo estaban sus amigos.

Cuando el ex símbolo de la paz se había marchado, Aizawa le hizo el relevo. Shota se dejó caer en una silla junto a la puerta y Tamaki observó que parecía estar bastante preocupado. Y no era para menos. Acababan de informarle de lo que les había ocurrido a Nejire y Yuyu y, además, le inquietaba que Deku todavía no hubiera despertado. Por si fuera poco, no sabía nada en absoluto de Mirio, pues no tenía noticias de su padre que era quien se había quedado con él en el hospital.

—Tal vez… debería… irse a descansar —sugirió Tamaki, viendo lo agotado que parecía estar su profesor.

—Nighteye está de camino —comentó Shota poniéndose de pie—. Va a venir a echarnos una mano. Esperaré a que llegue para no dejarte solo. Aunque no puedas andar, sé que puedes manifestar alas, y no estás en condiciones de esforzarte hasta ese punto.

Tamaki apartó la vista, ruborizado. En realidad, se le había pasado por la cabeza hacer algo parecido, pero no se lo dijo. Se hizo el silencio. Ninguno de los dos era demasiado hablador.

Unos minutos después, la puerta se abrió dejando paso a la figura de Nighteye. Tamaki frunció el ceño al ver la expresión preocupada del hombre.

—He hablado con el padre de Mirio —empezó, cuando situó su silla de ruedas junto a Aizawa—. No están seguros de si recuperará la vista.

Minutos más tarde Recovery Girl salía de la habitación, después de sedar por completo a Tamaki, que casi había salido de la cama volando, insistiendo en que necesitaba ver a Mirio.

―xXx―

Lunes, 06 de abril de 2020

Aizawa se dirigió a su habitación con un ejemplar del periódico Juko News en sus manos. Después de ponerse cómodo, se envolvió en su saco de dormir y decidió hojear la edición matutina. Como era de esperar, todas las páginas estaban llenas de noticias relacionadas con la caída de la Liga de los Villanos. Shota observó tres fotos de archivo en las que salían Togata, Amajiki y Midoriya y sonrió, mientras leía el encabezado: Con el Símbolo de la Paz retirado, los alumnos de la UA nos muestran que todavía hay esperanza.

—Ojalá os recuperéis pronto para que podáis disfrutar de todo esto —murmuró mientras se llevaba una mano al rostro, preocupado por el estado de sus alumnos.

Se dispuso a leer los reportajes que más le llamaron la atención. Aunque la mayoría exageraba algunas cosas y les restaba importancia a otras, se dio cuenta de que los acontecimientos narrados se acercaban bastante a la realidad. Agradeció en su interior a All Might por un trabajo bien hecho.

Por otra parte, no se daban detalles concretos sobre el estado de salud de Togata o Midoriya, las dos personas sobre las que la gente más preguntaba. El ex héroe profesional también se había encargado de que se guardara un hermetismo casi absoluto a ese respecto, por cuestiones de seguridad hacia los involucrados y por respeto a su intimidad.

El profesor cerró el periódico y se levantó de la cama justo cuando tocaron a la puerta.

—Mirai... —Shota se quedó estático sin saber qué hacer. Hacía mucho tiempo que el hombre no lo visitaba.

—¿No me invitas a pasar?

—Ah, sí. Claro. Disculpa —el profesor se hizo a un lado. El héroe dirigió su silla de ruedas al centro de la habitación y Aizawa se sentó en el sillón que estaba al lado.

—¿Va todo bien? —le preguntó Sasaki y Aizawa suspiró mientras negaba—. ¿Te ha pasado algo?

El profesor apoyó la cabeza en el respaldo del sillón.

—¿Crees... que hay alguien que no haya perdido algo valioso en esta batalla?

Nighteye guardó silencio, analizando a fondo la pregunta del otro hombre. Él había perdido a Awata, y Endeavor a su hijo Todoroki. Si pensaba en los demás, Midoriya seguía inconsciente y no sabían cómo estaría cuando despertase. Era posible que Mirio perdiera la vista y Hado podía perder la cordura. Aparte del daño colateral que todos aquellos sucesos provocaban en otras personas.

Observó a Shota. El hombre tenía los ojos cerrados y se imaginó que también estaba haciendo un recuento mental de sus propias pérdidas y las de las personas cercanas a él.

—En mayor o menor medida, todos hemos perdido algo —reconoció Nighteye, moviendo la silla ligeramente para aproximarse a su amigo y poder pasarle un brazo por los hombros con la intención de reconfortarle—. Pero creo que mientras sigamos viviendo, podemos tratar de recuperar algunas de esas cosas.

—O aprender a vivir sin ellas... —Aizawa levantó la mirada para encontrarse con los ojos del otro hombre; situó una de sus manos sobre la de Sasaki.

—Exacto —concluyó Mirai mientras se acercaba para besarlo.

Aizawa cerró los ojos al sentir un agradable calor llenando todo su ser. Sintió que las lágrimas surcaban sus mejillas cuando Sasaki lo estrechó entre sus brazos.

O aprender a vivir sin ellas... se dijo mientras correspondía al beso de Mirai, abrazándolo con fuerza para embriagarse con su calor.

―xXx―

El dolor era evidente en los ojos marrones de Yuyu, quien observaba con tristeza cómo Nejire era ingresada en la sección de Psiquiatría. Esa misma mañana la habían trasladado al hospital y ahora estaban esperando a que la examinaran.

—Buenas tardes —una enfermera de mirada afable se acercó.

Desde la UA habían avisado a la tía de Nejire: Kashi, puesto que, aunque la chica no se había ido a vivir con ella porque prefería vivir por su cuenta, era su tutora legal después de la muerte de sus padres. Yuyu, por otro lado, había llamado a los suyos para que la acompañaran en aquellos duros momentos.

Todos se giraron hacia la mujer con la preocupación grabada en sus rostros.

—La doctora Mafuyu les espera. Hagan el favor de acompañarme.

Yuyu y Kashi fueron detrás de ella. Los padres de la pelirroja se quedaron sentados en la sala de espera sabiendo que no era apropiado que fueran todos a comprobar el estado de la adolescente. La enfermera las llevó hacia una puerta de cristal y la abrió.

Lo que encontraron al otro lado las dejó boquiabiertas. Se trataba de otra parte del hospital que estaba rodeada por jardines que serpenteaban entre pequeñas terrazas con fuentes. Yuyu no pudo evitar preguntarse cuánto costaría que su novia se quedara en aquel lugar. La sola idea de no poder pagar el tratamiento médico le hizo sentir angustiada. Pero cualquiera que fuese el precio, trabajaría duro para poder afrontarlo.

—¿Qué es esto? —preguntó Kashi, asombrada por la cantidad de zonas verdes que había allí. Yuyu prestó atención a la conversación—. ¿Es un área de descanso?

—En realidad es un poco de todo —respondió la mujer mientras seguía caminando por un pasillo, desde donde se podían divisar más puertas de cristal que rodeaban el recinto—. Este módulo está compuesto por dos secciones: Medicina Interna y Psiquiatría —hizo una pausa antes de continuar—. Medicina Interna es la parte que más abarca porque es para los pacientes de todas las áreas del hospital. En esa zona se pueden recibir visitas de familiares y amigos a unas determinadas horas del día.

Kashi y Yuyu asintieron mientras escuchaban. Sin darse cuenta, ya habían llegado al lugar donde la doctora Mafuyu se encontraba, sosteniendo una conversación con otros médicos. Mientras esperaban a que terminara, la enfermera las condujo por un pasillo que daba a una puerta.

Yuyu recorrió el lugar con la vista. Desde la posición en la que se hallaban, sólo podían apreciarse dos grandes zonas separadas por un jardín. En una de ellas había pacientes que parecían estar descansando. Algunos enfermeros se encontraban junto a ellos, leyéndoles un libro o dándoles conversación. Otros pacientes estaban recostados en cómodas tumbonas y parecían estar dormidos.

—¿Podría hablarnos sobre este lugar? —preguntó Yuyu. La enfermera asintió mientras se ponía a su lado.

—Ésa es el Área de Cuidados Intensivos, y pertenece también a Medicina Interna —dijo mientras señalaba hacia la izquierda—. Para los enfermos más graves.

Yuyu pensó que era posible que Mirio estuviera en esa zona. Se prometió ir a verlo en cuanto terminara. La mujer prosiguió con su explicación.

—Y ésta es la sección de Medicina Psiquiátrica —comentó mientras señalaba hacia el otro lado—. Aquí se encuentran los pacientes que padecen trastornos mentales que, por desgracia, no tienen cura o la tienen, pero la recuperación es muy lenta.

Yuyu sintió que se le formaba un nudo en la garganta al escuchar las palabras de la enfermera. La brisa meció sus cabellos rojos cuando movió la cabeza de un lado a otro, negándose a que Nejire tuviera que quedarse en ese lugar.

Pasara lo que pasase, no iba a permitir que se quedase allí internada para siempre. Respiró profundamente, tratando de sacar fuerzas de donde no las tenía para permanecer tranquila. Cuando la enfermera se retiró, la doctora Mafuyu se acercó a ellas y, después de saludarlas brevemente, abrió la puerta de su despacho.

Era una mujer de unos cuarenta años, de complexión delgada y cabello castaño claro. Sus ojos azules estaban enmarcados por unas discretas gafas y unas pequeñas antenas sobresalían de su frente. Se presentó como la directora del Área de Psiquiatría.

—Lamento lo que le ha ocurrido a Hado-chan —les dijo situando una mano sobre el hombro de Yuyu, quien parecía la más compungida de las dos mujeres que estaban frente a ella—. Sé lo doloroso que debe resultar todo esto para ustedes.

—No… —dijo Yuyu, bajando la mirada, sin querer sonar descortés, pero a la vez sin poder contenerse—. Dudo que pueda saberlo, doctora.

—En realidad sí lo sé, Haya-chan —le respondió la mujer, sonriéndola con calidez—. Cuando toco a alguien puedo sentir sus emociones. Debo decir que es algo que me ha servido bien para este trabajo, puesto que al saber cómo se sienten mis pacientes, puedo ayudarles a encontrar con más facilidad su camino. Y aunque el mundo de los sentimientos es bastante enrevesado, haré todo lo posible por ayudar a Hado a que vuelva al lugar al que pertenece.

Sin más demora, las invitó a entrar en su despacho. Los colores claros de las paredes y los grandes ventanales le otorgaban una buena iluminación y unas agradables vistas.

—He examinado su estado —comenzó la mujer cuando Kashi y Yuyu se sentaron—. Al parecer, el ataque de la villana fue bastante agresivo, pero no lo suficiente como para que los daños sean irreversibles.

—¿Quiere decir que hay esperanzas de que se recupere? —Yuyu no pudo evitar hacer esta pregunta, sintiendo que se le iba a salir el corazón del pecho en cualquier momento.

—Nightmare le arrebató muchos recuerdos —prosiguió la mujer—. La despertamos para ver cuál era su reacción y aparte de sentirse un poco desorientada, no reaccionó de forma agresiva ni asustada, por el simple hecho de que no sabe quiénes somos. Sin embargo, no respondió a ninguna de nuestras preguntas ni fue capaz de seguir la conversación. Pero al escuchar la mención de la UA se puso frenética.

Yuyu bajó la mirada al escuchar las palabras de la doctora. Kashi suspiró, acongojada. Mafuyu entrelazó sus manos sobre el escritorio mientras las miraba.

—Haremos todo lo posible por ayudarla. Hay un nuevo medicamento para tratar la depresión severa y los ataques de pánico. Acaba de ser aprobado por sanidad y si ustedes lo permiten, podemos administrárselo. De ser así, sus efectos podrían notarse a partir de la tercera semana del tratamiento —Yuyu asintió. Aceptaría cualquier cosa que pudiera ayudar a Nejire a recuperarse. La doctora prosiguió—. También se le apoyará con terapia, de la cual me encargaré yo misma, para que pueda volver a retomar su vida.

En este punto la doctora respiró con fuerza, tratando que sus palabras no sonaran demasiado duras a los oídos de quienes la escuchaban.

—Pero voy a ser honesta con ustedes. Cada caso es distinto, y hasta ahora no ha habido ningún paciente que haya logrado salir de esto después de habérselas visto con Nightmare. Aquí hay gente que ha sufrido daño de diferentes tipos de peculiaridades, todos ellos relacionados con problemas cerebrales o mentales. Pero lo que esa niña hace… Por eso mismo no puedo garantizar que en su caso vaya a haber, siquiera, una recuperación parcial.

Yuyu permaneció en silencio, sin poder creerse que no existiera al menos una ligera esperanza. Se volvió a la mujer, sus ojos marrones embargados de una profunda tristeza.

—¿Podrá recibir visitas? —preguntó entonces Kashi. La doctora negó con la cabeza mientras respondía.

—Me temo que no es conveniente por ahora. Deben esperar un tiempo a que se adapte a su entorno. Ver a alguien conocido podría ser perjudicial para ella y eso la haría retroceder en su recuperación. Una cara nueva le proveerá nuevos recuerdos. Una cara conocida sólo la hundirá más en su estado de depresión e histeria.

—No lo entiendo —alegó la pelirroja—. ¿Cómo va a reanudar su vida si no puede volver a ver a las personas que la quieren?

—Sé que parece contradictorio —Mafuyu se puso de pie para acercarse a la adolescente, situándole una mano en el hombro—. Pero ten en cuenta que será sólo por un tiempo. El principal objetivo de la terapia consiste en presentarla un entorno nuevo y hacer que se adapte a él para que deje a un lado sus miedos. A partir de ahí, comenzaremos a introducir en su vida, poco a poco, las cosas que le han sido arrebatadas por la peculiaridad de Nightmare.

—Entonces... aunque no pueda verme, ¿yo sí podría verla?

La doctora observó a Yuyu por un breve instante. Sus ojos marrones parecían suplicarle una respuesta afirmativa.

—Podréis visitarla —le confirmó la doctora—. Pero sólo permitiré que la veáis a lo lejos. Y tendréis que respetar los horarios de visitas, que no son los mismos que para el resto de secciones.

—Haré lo que sea necesario —respondió la pelirroja. Kashi la observó sonreír, para después ver su gesto ensombrecerse cuando hizo la siguiente pregunta—. Con respecto a sus honorarios y al tratamiento...

 

Chapter 37: ¿TODAVÍA HAY ESPERANZA?

Notes:

Resumen: Nejire parece haber perdido la cordura por culpa de un don desconocido; Mirio pierde la visión y Tamaki y Deku se recuperan lentamente de las heridas que han recibido. Momo no acepta la muerte de Todoroki y Bakugo intenta hacerla entrar en razón, de forma infructuosa.

Chapter Text

Lunes, 06 de abril de 2020

El mortificante silencio y las blancas paredes del Área de Cuidados Intensivos no ayudaban al estado anímico de Yuyu, quien sólo observaba con exasperación el incansable ir y venir de los médicos y enfermeras a lo largo del pasillo, mientras esperaba recibir la autorización para poder visitar a su mejor amigo. La tía de Nejire se había marchado, pero sus padres seguían allí, puesto que no habían querido dejarla sola.

Después de un buen rato, una enfermera se acercó a ella para avisarle de que por fin podía ver a Mirio. Dejó a sus progenitores en la sala de espera y se dirigió hacia la habitación del rubio. Vio a Aizawa al final del pasillo hablando con alguien y decidió saludarlo después.

Abrió la puerta tratando de no hacer ruido, para encontrarse con una escena que le encogió el corazón. Mirio descansaba sobre la cama cubierto hasta el cuello con una delgada sábana. Los brazos, de los que colgaban unos delgados tubos conectados mediante agujas, descansaban sobre su regazo. Yuyu se sentó en la silla junto a la cama y con mucho cuidado le cogió una mano y se la llevó hasta la mejilla.

Permaneció en esa posición durante un largo momento, observando en silencio la venda blanca que cubría los ojos de su mejor amigo. Sus profesores ya le habían informado a primera hora sobre su estado, pero se sentía incapaz de asimilar la posibilidad de que se quedase ciego.

—Será mejor que despiertes pronto —murmuró con voz compungida, al tiempo que le apretaba la mano—. Todos los medios hablan de nuestra victoria. Ahora deberías estar disfrutando de ella...

Yuyu se quedó callada, sintiendo que no podía ser optimista en las circunstancias en las que se encontraba, así que prefirió seguir sosteniendo su mano con cariño y en silencio. Mirio se revolvió por un breve instante y Yuyu pensó que se había despertado.

—¿Togata-kun?

Pero se alarmó sobremanera cuando en lugar de eso, el muchacho postrado comenzó a vomitar. Yuyu se levantó de inmediato y colocó su cuerpo de costado para evitar que se ahogara, mientras gritaba pidiendo ayuda. De inmediato, Aizawa y una enfermera entraron a la habitación. La mujer ocupó el lugar de Yuyu y el profesor la tomó del brazo para alejarla.

—¿Qué le está pasando? —preguntó asustada. Aizawa no respondió, pues él tampoco lo sabía.

Después de un momento que les pareció eterno, Mirio dejó de vomitar. La enfermera les pidió amablemente que salieran para poder limpiar al muchacho inconsciente y cambiarle la ropa y las sábanas. Un instante después entró el doctor en la habitación y, tras unos minutos, la enfermera volvió a abrir la puerta.

—¿Habéis visto a Togata-san? —les preguntó la mujer—. El doctor necesita informarle sobre el estado actual del paciente.

—No tardará en regresar. Yo soy Shota Aizawa, su profesor —fue la respuesta del hombre. El médico asintió al recordar que lo había visto por allí anteriormente—. ¿Qué es lo que le ha pasado?

—No deben preocuparse. Esto ha sucedido porque su organismo por fin está reaccionando. Probablemente no tardará mucho en despertar —el profesor y Yuyu suspiraron, sintiéndose ahora más tranquilos—. Si vuelven a necesitarme, no duden en llamarme —el hombre salió de la habitación y la enfermera se retiró momentos después tras cerciorarse de que el joven estaba lo más cómodo posible.

—Nos has pegado un buen susto —dijo Yuyu mientras regresaba al lado de su amigo y le acariciaba la frente. Aizawa se apoyó contra la pared mientras la joven volvía a tomar la mano de Mirio.

Después de un momento, el profesor se aproximó a ella y le tocó el hombro. Ésta se giró a mirarle.

—Siento mucho lo que les ha ocurrido a Togata y a… Hado —murmuró. Yuyu bajó la mirada. Cada vez que regresaba a su mente lo que le había pasado a su novia no podía evitar sentir una profunda tristeza. Asintió y rezó porque en un futuro no demasiado lejano, Mirio y Nejire se recuperasen y pudieran volver a ser los Tres Grandes.

―xXx―

Miércoles, 08 de abril de 2020

—Es una lástima que tengamos que posponer nuestros planes hasta el fin de semana.

—Lo siento, Mirai. La verdad es que no lo disfrutaría sabiendo que varios de los alumnos de la UA todavía no han sido dados de alta —comentó Aizawa con el ceño fruncido.

—No te preocupes. Aunque me da pena, lo entiendo —comentó el hombre en silla de ruedas mientras asentía y le acariciaba el pelo oscuro.

Después de visitar a Mirio, el profesor había decidido hacerle una visita al héroe profesional y ahora se encontraban ambos sentados, con una botella de sake frente a ellos.

—Eres muy comprensivo —dijo Aizawa mientras se inclinaba hacia él para besarlo.

—Y muchas otras cosas más —le respondió el hombre de gafas, sus palabras perdiéndose en mitad del beso. Cuando Aizawa se apartó, le sonrió, agradecido por la compañía que le hacía Sasaki.

Se inclinó para coger el vaso y lo movió, observando cómo se agitaba el líquido transparente contra el cristal. Lo volvió a dejar sobre la mesa. De alguna forma, de pronto se acordó de las bajas que se habían registrado al finalizar la batalla. Toda la sangre que había sido derramada durante aquella noche. Aizawa seguía sin estar seguro de si había merecido la pena.

Entre los fallecidos se encontraban Gang Orca y su compañera Midnight, que habían formado parte del quinto grupo junto con Hizashi; ambos habían muerto a manos de un Nomu. Shoto Todoroki, que se había interpuesto en la trayectoria de un cuchillo que Toga le había lanzado a Bakugo. Y Taiyo Takeda, quemado hasta la muerte por Dabi. Aparte de la multitud de heridos graves y muy graves. Togata todavía no había despertado y nadie estaba seguro de si Hado volvería a ser la misma algún día. Afortunadamente no todo eran malas noticias puesto que según le había informado Recovery Girl, Midoriya estaba reaccionando bien al tratamiento que le había puesto y tenía esperanzas de que despertara de un momento a otro.

Suspiró, mientras trataba de convencerse de que el resto también lograría recuperarse eventualmente. Mirai, que sospechaba lo que el profesor estaba pensando, le cogió la mano y se la apretó.

—Estoy bien —dijo entonces Shota, levantando la vista y volviendo al presente. Sasaki asintió, sabiendo que era mejor no sacar el tema.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó entonces—. ¿Quieres quedarte a comer?

—Me gustaría, pero tengo unos asuntos que resolver en la UA. El nuevo curso comienza la semana que viene y tengo que poner en orden algunos temas que tengo pendientes —le respondió Shota mientras se levantaba—. Pero podríamos cenar juntos, si quieres.

—Eso suena muy bien —respondió el Pro-héroe mientras lo acompañaba hasta la puerta. El profesor se agachó y le dio un ligero beso, que el otro hombre correspondió sin dudarlo—. Nos vemos esta noche —se despidió, deseando que llegara ya ese momento.

―xXx―

Sábado, 11 de abril de 2020

El cielo cubierto de negras y pesadas nubes, parecía estar a punto de desplomarse sobre aquéllos que se encontraban reunidos en el cementerio. En los rostros compungidos de los presentes se reflejaba, como en un espejo, la negrura de aquella sombría tarde gris.

Parado frente a la tumba de la única persona a la que había permitido conocer su lado más vulnerable, Katsuki Bakugo se esforzaba por permanecer sereno, mientras apretaba los puños con fuerza. Y al igual que él, la mayoría de sus compañeros trataban de mantenerse estoicos ante el dolor, aunque se podía oír algún que otro sollozo y también lamentos de sus amigos más cercanos. Midoriya intentaba contenerse de forma infructuosa mientras Iida y Uraraka trataban de consolarlo. Deku había estado unos cuantos días inconsciente después de la batalla contra la Liga y cuando por fin había recobrado el conocimiento, se había quedado conmocionado al enterarse de todo lo que había sucedido. Estaban siendo unos momentos difíciles para el chico, pero Bakugo tampoco se encontraba en una situación que le permitiera pensar en los demás. Ahora debía centrarse en él y en tratar de superar aquello.

Su mirada se posó entonces sobre la familia de Todoroki. La madre se encontraba arropada por sus hijos que la abrazaban y le susurraban palabras de aliento. Por otro lado, Endeavor se mantenía a un par de metros de distancia, con los labios fruncidos y una expresión indescifrable en el rostro. Bakugo se preguntó si después de tantos años de presión y maltrato, sentiría la muerte de su hijo tanto como la sentía él o si, por el contrario, sólo estaba allí cumpliendo con el que se suponía su deber.

Tal vez en realidad sí lo quería, pero no había sido capaz de demostrárselo. El hecho cierto era que Bakugo no dudaba que Endeavor hubiera sido capaz de dar la vida por su hijo. Tal vez había crecido con la convicción de que expresar sus sentimientos era una muestra de debilidad y por eso tenía aquella personalidad tan inalterable.

Se preguntó si habría llegado a conocerlo de verdad. Si sabría que Shoto iba a ser padre.

Al recordar aquello no pudo evitar pensar en Momo. Antes del funeral, le había mandado un mensaje a la chica para citarla allí. No le había dicho de qué se trataba para que no siguiera negando lo que había sucedido, y esperaba que cuando llegase, fuera capaz de asimilar la verdad. Su mirada se desvió para buscar a la chica entre los presentes. Pero recorrió con la vista cada uno de los rostros, sin encontrarla.

El sepelio concluyó al mismo tiempo que la oscuridad se abría paso a través de un cielo cada vez más plomizo, en presagio de una noche fría y tormentosa. La gente se fue retirando poco a poco hasta que sólo quedó Bakugo. El joven permaneció unos minutos más, mirando con dolor el nombre de Shoto grabado en la fría lápida de mármol.

Las primeras gotas de lluvia, gruesas y frías comenzaron a caer sobre su cuerpo justo cuando se daba la vuelta para marcharse.

No se percató de una figura que, apoyada contra un árbol, observaba cómo se alejaba. Momo se acercó hasta el lugar donde momentos antes había estado Bakugo y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

―xXx―

Oculta tras el grueso tronco de un viejo roble, Momo no terminaba de comprender por qué seguía ahí, presenciando algo que no debía, que era ajeno a ella. Su mente confundida se negaba a aceptar que se encontraba en un cementerio, y que aquel cajón gris con bordes plateados y rojizos que ahora desaparecía dentro de aquel profundo agujero guardaba para siempre el cuerpo de su compañero y amigo.

La joven se abrazaba con fuerza a la húmeda madera, observando a aquella mujer de pelo blanco que lloraba desconsolada mientras sus hijos la abrazaban. Negó con la cabeza, tratando de alejar de su mente la terrible sospecha que comenzaba a taladrar su corazón; aquella realidad que a pesar de estar frente a sus ojos no se atrevía a aceptar.

Observó a Bakugo quedarse solo frente a la tumba, permanecer allí de pie durante un rato y entonces darse media vuelta en el mismo instante en que el cielo descargaba todo su peso en forma de frías agujas, que atravesaron sus ropas calando hasta lo más profundo de su alma.

Su mente le ordenó marcharse, ahí no había nada que a ella le importara. Pero su corazón le pidió que se quedara. Le exigió acercarse para poder ver con sus propios ojos que ésa no era la tumba de Shoto.

Debía darse prisa si quería volver pronto a casa. Aguardó hasta que Bakugo desapareció de su vista. Entonces se aproximó con pasos lentos hacia el lugar que momentos antes había ocupado el rubio.

Leería el nombre de esa persona en la lápida y vería que se trataba de alguien más. Entonces se iría a casa sintiéndose más tranquila y Shoto aparecería con su tímida sonrisa, sus cabellos rojos y blancos revueltos por la brisa y sus ojos de dos colores mirándola con amor antes de besarla.

Momo le contaría lo que había hecho durante ese día y después conversarían sobre sus planes de futuro. Aún no habían decidido el nombre del bebé, pero la última vez que habían hablado de ello habían terminado discutiendo, así que sería mejor que esa noche no sacara el tema.

Sus ojos oscuros distinguieron con claridad la escritura esculpida sobre la lápida que se alzaba por encima de la tumba cubierta de tierra aún fresca y húmeda. Se agachó con lentitud y delineó con sus delgados dedos las letras que formaban el nombre de la persona que más amaba, y que ahora se vislumbraba borroso entre las gotas de lluvia que se confundían con sus lágrimas.

Shoto Todoroki. Descansa en paz, amado hijo, querido amigo...

La realidad cayó sobre ella con todo su peso, y un grito desgarrador emergió de su garganta al mismo tiempo que su cuerpo colapsaba sobre la fría tumba de quien era el padre de su hijo, su compañero, su gran amor. Sus uñas rascaron con desesperación la tierra, haciendo a un lado las flores que la cubrían sin importarle que sus manos sangraran por la fuerza con la que escarbaba.

—¡Maldita sea! —unas manos firmes se posaron sobre sus hombros tratando de levantarla, pero Momo no hizo caso—. ¿Qué demonios estás haciendo, coletas?

—¡No! ¡Shoto! —Momo se aferró a la dura tierra con todo el peso de su cuerpo, su rostro cubierto de lágrimas—. ¡Vuelve por favor! ¡Haré lo que sea! ¡Pero no me dejes! ¡No me dejes aquí sola!

—¡Para...! —Bakugo soltó los hombros de la chica para colocar su cuerpo sobre el de ella, tratando de controlarla, sintiendo cómo se estremecía entre sollozos—. No va a volver.

—¡Me lo prometiste! —la morena golpeó la tierra con todas sus fuerzas, sus puños, queriendo con ese acto llegar hasta el lugar donde Shoto descansaba—. ¡Me prometiste que siempre estarías conmigo!

—Para —las palabras se atoraron en la garganta de Bakugo, quien permaneció abrazado al cuerpo que se estremecía de dolor debajo del suyo.

—Me lo prometiste... —Momo se recostó de lado sobre el húmedo montículo, haciendo que Bakugo quedara recostado también, mientras cubría su espalda con su propio cuerpo y sus brazos rodeaban los hombros de la morena. Yaoyorozu cerró los ojos, sintiendo un calor que no era el suyo rodearla por completo.

La lluvia continuó cayendo sin piedad. Sobre la tumba de Shoto Todoroki dos cuerpos acurrucados tiritaban tratando de darse calor. Un calor que ellos pensaban se había marchado para siempre junto con la persona que alguna vez los quiso.

―xXx―

Kirishima no había querido acercarse a Bakugo durante el funeral. Sabía cómo era su amigo y estaba seguro de que, si hubiera intentado consolarlo allí delante de todo el mundo, le habría mandado a la mierda sin dudarlo.

Por lo que ahora se encontraba frente a la puerta de la habitación del rubio. Quería asegurarse de que estaba bien, pero sabiendo que no tenía un carácter fácil, dudó un poco antes de llamar con suavidad; no obtuvo respuesta, por lo que, inquieto, cogió el pomo y lo giró. La puerta no estaba cerrada, así que entró al dormitorio y se dijo a sí mismo que sólo iba a comprobar el estado de Bakugo y que después de hacerlo se marcharía. No sería nada varonil por su parte dejar a su amigo tirado en una situación como aquélla.

Cuando vio el bulto que se estremecía en la cama, sin reaccionar a su presencia, decidió intervenir.

—¿Bakugo? —preocupado, el pelirrojo arrastró una silla hasta la cama y se sentó—. ¿Estás bien?

Su compañero se encogió y se tomó un instante antes de hablar. Probablemente estaba tratando de calmarse para que su voz no temblara.

—¡Todo esto es una puta mierda! —soltó Katsuki repentinamente. Kirishima permaneció en silencio escuchando la voz de su amigo, esperando a que continuara—. No puedo perdonar… al maldito mitad-mitad.

Eijiro se levantó y se sentó en la cama junto a él. Bakugo continuaba dándole la espalda. Aunque no era necesario que Kirishima le viera la cara para saber que estaba llorando.

—¿Por qué dices que no puedes perdonarlo? —le preguntó con suavidad—. Dio su vida por ti. Te quería de verdad.

—¡No entiendo por qué demonios lo hizo! —Bakugo apretó los puños con rabia—. ¡Tenía a alguien esperándolo en casa! ¡Le dije que me dejara en paz! ¡Joder! Pero hasta el último momento hizo lo que le dio la gana.

Kirishima entrecerró los ojos, imaginando a qué se refería. El mismo Bakugo le había confesado que había cortado con Todoroki. Entre otras cosas porque lo había pillado con Yaomomo, a la cual había dejado embarazada. Una historia digna de culebrón.

El problema era que Bakugo no había contado con que Todoroki no lo iba a dejar ir tan fácilmente. Estaba claro que no había aceptado la ruptura y en la última batalla le había demostrado que no estaba dispuesto a renunciar a él.

Y eso era lo que el rubio no podía perdonarle. Al final, Todoroki se había olvidado de que en la ecuación había una tercera persona que lo quería y que terminaría pagando las consecuencias de sus actos.

—Yaomomo... no la vi en el funeral. ¿Tú la viste?

Bakugo negó con la cabeza, sin decir ni una palabra. Después de un rato, el rubio se sintió más calmado gracias a la presencia tranquilizadora de su amigo, así que se giró en la cama y se sentó con lentitud. Entonces apoyó la espalda contra el cabecero, lanzándole una mirada asesina a Kirishima cuando intuyó que iba a hacer algún comentario sobre su aspecto. El pelirrojo que había abierto la boca volvió a cerrarla.

Después de un rato en silencio, sentados uno al lado del otro, Eijiro asintió y le puso una mano en el hombro, apretándoselo de forma reconfortante.

—¿Sabes? Tienes todo el tiempo del mundo —murmuró levantándose. Los ojos rojos de Katsuki se centraron en él—. Ahora debes tener paciencia —le dijo mientras se dirigía hacia la puerta—. Las heridas acabarán cerrándose, Bakugo, y entonces, podrás volver a empezar...

El rubio iba a protestar, pero no le dio tiempo. La puerta se cerró tras Kirishima antes de que pudiera decir nada. Dejándolo en la habitación solo y perplejo.

―xXx―

Domingo, 12 de abril de 2020

Los pétalos de las rosas, fragantes y coloridos, se abrieron en todo su esplendor cuando los rayos de sol cayeron sobre ellos, dotando de brillo a cada rincón de la terraza del Área de Psiquiatría.

Por aquí y por allá, ajenos a la belleza del azul del cielo y el verde césped, algunos pacientes caminaban cual fantasmas, esquivando a su paso líneas inexistentes y escapando de terrores imaginarios que amenazaban con alterar sus existencias, vacías de pensamientos coherentes... vacías de la luz de la cordura.

Sentada en un banco pintado de blanco, tan blanco como la bata que cubría su cuerpo, Nejire se hallaba encogida sobre sus rodillas y abrazada a sí misma. Su mirada perdida en la lejanía parecía contemplar el hermoso paisaje que se extendía ante ella.

Pero no había nada hermoso en su mente. Ella no percibía la belleza que rebosaba a su alrededor, invitándola como a toda chica enamorada, a recoger una flor y aspirar su aroma para después deshojarla pensando en la persona amada. Ella no veía la flor, ni el cielo, ni el sol, ni color.

Ella se sentía dentro de un profundo pozo, negro como la misma noche. En un lugar donde los recuerdos más dolorosos de su vida se abrían paso en su mente para torturarla, una y otra vez, aterrorizándola. Haciéndola sentir miedo a permanecer despierta porque todo a su alrededor le era desconocido. Haciéndola sentir miedo a dormir, porque cada una de sus noches llegaba poblada de terribles pesadillas.

Desvió la mirada del horizonte para fijarla sobre una enfermera, quien le dijo algo que la hizo salir de su letargo. Cuando la mujer se marchó, Nejire deslizó los ojos a su alrededor, tratando de reconocer algo de lo que la rodeaba para relacionarlo con alguna parte de su vida. Pero era como si alguien hubiera apagado una luz en su cabeza y la mantuviera sumida en la oscuridad.

Y en medio de aquellas sombras que la rodeaban, una voz dentro de ella le decía que no siempre había sido así. Que alguna vez tuvo sueños, que alguna vez deseó vivir. Era la voz de la razón tratando de escapar de ese laberinto de dolor en el que se encontraba perdida. Tratando de hallar el camino hacia la salida.

Una rosa roja con sus pétalos abiertos al sol llamó su atención, por lo que acabó levantándose para acercarse a olerla. Su perfume le hizo evocar un momento doloroso, un accidente. Un hombre y una mujer que eran sepultados juntos mientras ella lloraba. Rosas, muchas rosas cubriendo la tumba de sus padres.

Pero algo en esa flor le hizo saber que ése no era el único recuerdo que podía relacionar con las rosas rojas. El color le recordaba a sangre, muerte y lágrimas. Pero también la embargó una sensación de calor que no logró identificar, pero que a pesar de todo estaba ahí. Como algo que se negaba a ser atrapado entre sus manos y que se escabullía de su mente, para perderse como un pequeño punto entre un millón.

Pero un punto único, irremplazable... e inalcanzable.

—¿Dónde está? ¿Dónde? —susurró al viento mientras volvía a encogerse para abrazarse las rodillas. Sus ojos se inundaron de lágrimas y la cabeza comenzó a dolerle. Los cerró para que la luz del sol no la cegara—. Me lo han arrebatado... me han arrebatado el rojo.

―xXx―

Yuyu llevaba navegando por internet casi una hora buscando empleo. Había repasado uno a uno todos los anuncios para ver si veía algo interesante. Necesitaba encontrar trabajo cuanto antes para poder costear el tratamiento de Nejire.

Había hablado con Edgeshot en cuanto había podido, pero éste le había comentado que de momento no podía contratarla como heroína profesional. Su agencia era bastante modesta, algo con lo que ya había contado Yuyu. Hasta ahora le había estado dando un pequeño sueldo por realizar la pasantía con él, pero con aquello no podía pagar ni una cuarta parte de lo que le pedían. Además, Yuyu tampoco había estado del todo convencida de trabajar a tiempo completo como heroína, puesto que de esa forma no dejaba de exponerse a un riesgo que podía costarle la vida y ahora, tal y como estaban las cosas, lo que menos necesitaba era llevarse un susto o tener que estar un tiempo sin trabajar en el caso de que la hiriesen durante algún altercado.

Ryukyu se había puesto en contacto con la pelirroja y le había comentado que quería ayudarla con el asunto del internamiento de Nejire. Yuyu se lo había agradecido enormemente, pero no quería abusar y, de todas formas, sabía que debía encontrar algo estable y duradero para poder afrontar la mayor cantidad posible del gasto. Una ayuda puntual, aunque era de agradecer, no iba a servir para pagar la totalidad de las facturas del hospital.

Era irónico que hasta hacía unos días no sabía qué iba a hacer con su vida y, al final, el destino había sido quien había acabado decidiendo por ella.

—¿Has visto algo? —le preguntó su madre mientras ponía frente a ella el plato del almuerzo.

—En la mayoría piden experiencia o una peculiaridad que se adapte al puesto —suspiró, descorazonada.

La mujer la miró con el ceño fruncido mientras se sentaba a su lado para hacerla compañía. Se encontraban solas, puesto que su padre estaba trabajando y su hermana pequeña había quedado con unas amigas.

Antes de cerrar la página, a Yuyu le llamó la atención el anuncio de un lujoso hotel, en cuyo restaurante solicitaban camareros. Ofrecían formación y sueldo base más propinas. La pelirroja pensó que al menos no necesitaría experiencia previa y tratándose de clientela adinerada podría ganar bastante.

Se guardó el enlace del anuncio y se dispuso a almorzar. No le comentó nada a su madre, pues sabía que no le iba a hacer gracia, pero era preferible ese empleo a ninguno. Hablaría con Edgeshot por si podía seguir realizando su pasantía en sus ratos libres y mientras tanto trabajar de camarera. Haría lo que fuera por ayudar a su novia.

Esa mañana había ido a visitarla al hospital. Con la autorización de la doctora Mafuyu, la había visto unos cuantos minutos a varios metros de distancia, desde donde la observó sentada en un banco, al parecer perdida en sus pensamientos. A Yuyu le hubiera gustado poder acercarse y abrazarla. Le hubiera gustado que la viera y la reconociera entre todos los rostros anónimos que la rodeaban.

Pero había tenido que conformarse con mirar cómo su largo cabello lila ondeaba con la suave brisa matinal, cuando se inclinó para aspirar el perfume de una rosa roja. Una profunda tristeza la embargó cuando vio que Nejire se encogía, con la mirada ausente. Cuando la enfermera le avisó de que la hora de las visitas había terminado, Yuyu había asentido con tristeza mientras se despedía en silencio de la mujer que amaba.

—Es una pena que Togata-kun siga igual —la voz de su madre la sacó de sus pensamientos. Ésta movió la cabeza, asintiendo con pesar. Después de visitar el Área de Psiquiatría, su madre y ella se habían dirigido al Área de Cuidados Intensivos, para ir a ver a Mirio.

Como el muchacho continuaba inconsciente, Yuyu sólo había podido tomar su mano y permanecer a su lado, hablándole de cualquier cosa, por ejemplo, de la recuperación de los alumnos de primero. Obvió mencionar el estado de Tamaki y Nejire. No sabía si las cosas malas podían afectarle, pero, por si acaso, prefería no arriesgarse.

Dejó su plato a un lado cuando sintió que perdía el apetito. Su madre la miró con gran preocupación, pero en ese instante se dio cuenta de algo de lo que no se había percatado hasta ahora. Frente a ella no se encontraba una niña, sino toda una mujer. Y sabía que, aunque ahora lo estuviera pasando mal, Yuyu volvería a levantarse y no dejaría de luchar hasta que consiguiera recuperar lo que le habían quitado.

La pelirroja se puso de pie y esbozó una sonrisa forzada. Cogió su plato, lo recogió y salió de allí, sin decir nada. Su madre escuchó la puerta de la habitación de su hija tras cerrarse.

 

Chapter 38: EL LADO BUENO DE LAS COSAS

Notes:

Resumen: Nejire está consciente, pero sólo recuerda cosas negativas de su pasado. Mirio hace amago de despertar, pero sigue igual. Momo por fin asume la muerte de Todoroki y Bakugo la consuela. A su vez, Bakugo es consolado por Kirishima. Yuyu trata de buscar trabajo para costear el tratamiento de Nejire.

Chapter Text

Domingo, 12 de abril de 2020

Bakugo permaneció acostado en la cama, cubriéndose el rostro con los brazos para evitar que el sol que entraba por la ventana hiriera sus pupilas. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía como si hubiera estado sometido a una gran tensión y de repente se hubiera visto liberado.

Aun así, tuvo que hacer un gran esfuerzo por levantarse de la cama y enfrentarse a un nuevo día.

Salió de su habitación, descalzo y con el pijama; con el pelo completamente alborotado. Miró la hora en su móvil y vio que era mediodía, así que se reprochó mentalmente por haber dejado que el sueño lo venciera hasta tan tarde.

Se dirigió a las duchas comunes y no perdió el tiempo en esperar a que el agua se calentase. Se desnudó, abrió el grifo y dejó que el chorro helado que salió de la regadera refrescara su cuerpo y su mente.

Cuando terminó, volvió a su cuarto, se vistió y decidió dirigirse a la enfermería para preguntarle a Recovery Girl por coletas. El día anterior había estado muy alterada después de aceptar la muerte de Todoroki y, aunque no lo admitiría jamás en voz alta, se sentía ligeramente preocupado por ella.

—Hola, Bakugo. ¿Qué te trae por aquí? —le preguntó la enfermera en cuanto lo vio aparecer por la puerta—. La verdad es que me pillas bastante atareada…

—¿Lo dice por Yaoyorozu? ¿Sigue histérica? —le preguntó sin andarse con rodeos.

—Está dormida. Hace unas horas despertó y tuve que sedarla —respondió la mujer, suspirando con pesar—. Tuvo una crisis y no había modo de calmarla. Ni siquiera vuestro compañero… Hanta, que se pasó por aquí para ver cómo estaba, consiguió que se tranquilizara.

Bakugo frunció el ceño y apartó la vista, extrañado porque cara plana hubiera ido a visitar a coletas.

—Pero no me refería a eso cuando mencioné que estaba liada —añadió Recovery Girl—. Esta mañana se lesionaron varios alumnos mientras entrenaban. Aunque hace un rato he dado de alta a casi todos. Aun así, he tenido que dejar a Kirishima en una de las camas para observar su evolución —comentó la enfermera, sabiendo que ellos dos eran amigos. Bakugo abrió los ojos de par en par al escuchar el nombre—. Trató de aguantar demasiado tiempo con uno de sus movimientos activados y al final acabó perdiendo la potencia y todos los golpes impactaron en su cuerpo pillándolo con la guardia baja.

—¿Dónde demonios está pelo de mierda? —soltó, con su diplomacia habitual. La enfermera negó con la cabeza. Nunca se acostumbraría a sus malos modos.

—Tanto Yaoyorozu como Kirishima están en esa habitación —Recovery Girl lo acompañó a la puerta mientras se colocaba la bata blanca—. Voy a seguir revisando al resto de pacientes. Por favor, si alguno de los dos se despierta, avísame.

Cuando la enfermera se marchó, Bakugo permaneció parado frente a la puerta sin atreverse a entrar. Después de suspirar, la franqueó y se acercó con sigilo a la cama donde Momo descansaba.

Se sentó en una silla y la observó durante un buen rato, perdido en los recuerdos de la noche anterior.

No había vuelto a la tumba de Torodoki para consolarla. No tenía intención de servir de paño de lágrimas para nadie. Pero al verla derrumbarse, había actuado por inercia.

Se levantó de la silla, pero antes de alejarse se quedó escuchando el suave ritmo de su respiración, mirando las manos que descansaban sobre su regazo. Ya no había rastros de la tierra que se había clavado en sus uñas. Sólo quedaban unos pequeños rasguños en la punta de sus dedos, provocados por algunas piedras.

Asintiendo decidió acercarse a Kirishima que, al igual que Momo, descansaba con los ojos cerrados, en la cama de al lado. Observó sus angulosos rasgos. Su pelo pelirrojo despeinado y su ceño fruncido, como si no pudiese descansar ni en aquellas circunstancias. Mientras se sentaba en el borde de la cama, Bakugo se preguntó qué sería lo que preocupaba a su amigo.

Después de un rato, le cogió una mano y descubrió que era cálida y que le transmitía seguridad. Sin ser consciente de lo que hacía, se la llevó a los labios y la rozó de forma sutil, sin ninguna intención oculta. De pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo, así que dejó la mano de Kirishima como si le quemase y salió a toda prisa de la habitación.

Su corazón palpitaba con fuerza dentro de su pecho mientras caminaba a paso ligero hacia su habitación, tratando de no pensar en lo que había hecho y mucho menos en lo que había sentido al hacerlo.

―xXx―

Yuyu decidió volver a casa después de estar un rato con Mirio en el hospital. Se sentía frustrada porque esa misma mañana no había podido ver a Nejire, ya que se encontraba en terapia. Y aunque su visita al final no había sido tan infructuosa como las anteriores, sentía que no se había hecho ningún avance.

La doctora Mafuyu le había pedido que tuviera paciencia, ya que el tratamiento necesitaba tiempo para empezar a surtir efecto. Lo estaban aplicando con la mayoría de los pacientes que habían pasado por lo mismo que ella, y los resultados eran prometedores. La mujer confiaba en que en breve empezarían a notar cierta mejoría.

Confiando en el optimismo de la mujer, Yuyu hizo a un lado su ansiedad y se vistió para ir a trabajar. Ese mismo domingo se había presentado en las oficinas del lujoso hotel que buscaba camareros, no muy lejos de la zona donde estaba la UA. El jefe de personal le había sometido a una tensa entrevista y, no mucho después había recibido una llamada para informarla de que, si seguía interesada, el trabajo era suyo. Por supuesto, lo había aceptado; aquello suponía una oportunidad que no estaba dispuesta a dejar pasar, incluso aunque tuviera que empezar a trabajar ese mismo día.

Yuyu terminó de arreglarse y antes de bajar al comedor se dirigió a su habitación, donde había pasado con Nejire los últimos días antes de la nefasta batalla. Abrió el armario y observó la ropa y algunos objetos personales de su novia, que estaban guardados esperando a que regresase. Se sentó en la silla que solía utilizar Nejire y observó lo que había dejado la chica sobre el escritorio, pero la distrajo la voz de su madre llamándola para almorzar.

Viendo que se le hacía tarde para irse al trabajo, se puso de pie y salió de la habitación, esperando que no pasase demasiado tiempo hasta que pudiera volver a estar allí con su novia.

―xXx―

Bakugo terminó de cenar en el comedor y al ver que Kirishima no estaba por ninguna parte decidió ir a la enfermería para comprobar si seguía allí. En realidad, era normal que no se hubiera encontrado con ninguno de sus compañeros porque había bajado bastante tarde, pero en aquel momento no se le ocurrió.

Cuando llegó, Recovery Girl lo saludó con una sonrisa y lo invitó a pasar mientras alzaba una ceja, extrañada por su visita. Éste apartó la vista, dirigiéndola hacia las estanterías con medicamentos que estaban detrás de la mujer.

—No he visto a coletas ni a pelo de mierda por las instalaciones y me estaba preguntando si esos dos blandengues seguían todavía por aquí.

—Kirishima se despertó un poco después de que te marchases e insistió en que le diera el alta —le informó la enfermera—. Yaoyorozu también se encuentra mejor —Bakugo asintió, esperando que terminara de ponerle al día para ir directo a la habitación del pelirrojo—. Tenía pensado hablar con ella, pero al final parece que no va a hacer falta. La encontré bastante animada cuando llegué. Incluso me pidió que la dejase echar un vistazo a los heridos.

—Coletas vuelve a ser coletas —soltó Bakugo con tono despectivo, aunque en el fondo se alegraba de que su compañera estuviera mejor—. Supongo que por fin ha decidido aceptar esta mierda.

A Katsuki le había dolido bastante la pérdida de Todoroki incluso aunque había renunciado a él antes de que aquello sucediera, por lo que podía hacerse una idea de lo horrible que debía haber sido para su compañera. Al fin y al cabo, el chico de pelo bicolor no dejaba de ser el padre de su hijo.

—Yaoyorozu —dijo la enfermera cuando vio aparecer a su ayudante por detrás del rubio. Éste se giró para mirarla y haciéndole un gesto con la cabeza, se dirigió hacia la puerta de la enfermería.

—A ver si espabilas, coletas —soltó antes de marcharse, mientras Yaomomo le miraba con los ojos entornados. Entonces comenzó a colocar varios medicamentos en las gavetas mientras comentaba algo acerca de lo borde que era Bakugo con todo el mundo. Cuando terminó su tarea, se sentó frente a la enfermera que no había perdido detalle de lo que su ayudante estaba haciendo.

—Tal vez estoy siendo algo indiscreta, pero... sabes que se preocupa por ti, ¿verdad?

—¿Se refiere a Bakugo? —le preguntó Momo con los ojos abiertos de par en par.

—Ha estado muy pendiente de tu estado y del bebé —le contó la enfermera y Momo frunció el ceño. Más que extraño, le pareció inconcebible. ¿Bakugo preocupándose por alguien? ¿Y por ella de entre todas las personas?—. De hecho... fue Bakugo quien te trajo aquí la noche del entierro y de no haber sido por él, tu bebé y tú hubierais corrido un grave peligro.

—¿En serio? —Momo no salía de su sorpresa. Durante todo ese día, se había preguntado muchas veces cómo había ido a parar a la enfermería después de haber estado en el sepelio de Shoto.

No se acordaba prácticamente de nada de lo que había ocurrido después de que Shoto hubiera sido sepultado. Sólo recordaba haberse acercado a su tumba y haber sentido un gran dolor al leer su nombre en la lápida. Todo lo demás eran pedazos de recuerdos nebulosos.

Más tarde, a solas en su habitación, Momo pasó muchas horas despierta tratando de comprender la actitud de su compañero, pero sólo logró que la cabeza le doliera sin haber encontrado ningún motivo que justificara su comportamiento. Tal vez Bakugo no era tan insensible como trataba de aparentar, después de todo.

―xXx―

Durante la rehabilitación, Nighteye seguía esforzándose todo lo posible para recuperarse cuanto antes. El no haber podido participar de forma activa en la batalla contra la Liga no dejaba de carcomerle, especialmente por el dramático resultado que habían obtenido, porque sí, habían detenido a los principales villanos, pero no a cambio de nada. Dos jóvenes estudiantes, un Pro héroe y una profesora de la UA: Shoto Todoroki, Taiyo Takeda, Gang Orca y Midnight, habían perdido la vida en ello. Dos de los Tres Grandes, Mirio Togata y Nejire Hado habían terminado bastante mal, Tamaki Amajiki tenía las piernas destrozadas e Izuku Midoriya apenas acababa de salir de la enfermería después de haberse visto sumido durante días en lo que parecía haber sido un coma inducido por el cansancio y el dolor extremo. Por si fuera poco, uno de los principales malhechores de la Liga, Dabi, había conseguido huir y por mucho que lo habían buscado no habían sido capaces de dar con su paradero.

Se sentía tan apesadumbrado por los resultados obtenidos que decidió que no podía seguir solo en casa dándole vueltas a lo acontecido, porque si continuaba así, acabaría volviéndose loco. Se arregló y se dispuso a ir a la UA para visitar a Aizawa. Sabía que Eraser Head era la única persona que podría calmarlo ahora mismo, puesto que sabía cómo se sentía.

En realidad, aunque nunca lo admitiría delante de nadie, durante todos aquellos días que había estado sin verlo lo había echado mucho de menos, así que no estaba muy seguro de si todo aquello no era sólo una excusa para visitarlo.

La puerta se abrió al segundo toque y un sorprendido, pero sonriente Shota salió a recibirlo.

—Vaya… —dijo extrañado—, me alegra verte por aquí, aunque no te esperaba —el profesor lo saludó con un beso antes de invitarlo a entrar.

Mirai se dirigió hacia la sala y con poco esfuerzo dejó su silla de ruedas a un lado para sentarse en el sillón. Una copa fue depositada en su mano al mismo tiempo que sentía el rostro de Shota escondiéndose en su cuello. Miró complacido al hombre mientras le daba un sorbo a su sake.

—Gracias… —le dijo, dejando el vaso sobre la mesa—. ¿Qué tal van las cosas por aquí?

—Te lo puedes imaginar —Shota dejó su cuello y se enderezó adoptando una actitud más formal—. Recovery Girl le ha prohibido a Midoriya hacer ningún esfuerzo para evitar que sus tejidos vuelvan a desgarrarse… Amajiki va a ser trasladado al hospital para que puedan ponerle injertos de piel y músculo en las piernas, puesto que, al parecer, Recovery Girl no puede hacer nada más por él y necesita un tratamiento más especializado. De hecho, al parecer, ha tenido suerte porque gracias a que usó su peculiaridad en el último momento, Shigaraki no llegó a los huesos, lo que hubiera complicado muchísimo su recuperación.

—Sí. Estoy al tanto de todo eso. All Might me llamó y me lo estuvo contando.

Aizawa asintió y continuó con su informe.

—Togata no da muestras de querer despertar y cuando lo haga es posible que se quede ciego. Hasta que no vuelva en sí los doctores no pueden determinar la gravedad de su estado ni pueden estimar si recuperará la vista a largo plazo.

—De hecho, ya de por sí es bastante preocupante que todavía no haya despertado —Nighteye suspiró, volviendo a coger la copa y dándole un trago—. ¿Qué sabemos de la chica, Hado?

—Tampoco tengo buenas noticias al respecto —respondió Aizawa cerrando los ojos y negando con la cabeza—. La están tratando en el mismo hospital donde está ingresado Togata. Al parecer allí se encuentran internadas personas con dolencias parecidas… afectadas por peculiaridades que alteran distintas partes del cerebro, en este caso el hipocampo que es donde se almacenan los recuerdos.

—Entiendo que de momento no ha experimentado ninguna mejoría —dijo Nighteye buscando los ojos negros del profesor—. Tenemos que darles más tiempo. Debemos tener paciencia.

Aizawa asintió en silencio, entendiendo que el hombre de gafas tenía razón. A partir de ahora sólo podían esperar que todo fuera a mejor. Al fin y al cabo, eran jóvenes y seguramente lograsen recuperarse con los avances que había actualmente, y si no era así, removería cielo y tierra para poder ayudar a sus estudiantes. Haría todo lo que estuviera en su mano. No dejaban de ser su responsabilidad, en cierto sentido. Él, como su profesor, debería haber estado ahí para protegerlos y, en cambio…

—¿Estás bien? —le preguntó Mirai y Shota salió de sus reflexiones de forma abrupta.

—Es sólo que... a veces no puedo evitar sentirme culpable por lo que les ha pasado a los alumnos —suspiró, negando con la cabeza—, al fin y al cabo, ¿qué clase de héroe permite que unos niños terminen así?

—Sabes que eso no es justo, ¿verdad? —le dijo, volviendo a coger la copa—. Ellos sabían a qué se exponían. Son suficientemente maduros como para poder tomar sus propias decisiones, que es lo que han hecho y no creo que ninguno se vaya a alegrar si te culpas por lo que les ha sucedido.

Aizawa esbozó una tenue sonrisa, sabiendo que el Pro héroe tenía razón. Cuando vio que volvía a dejar el sake sobre la mesa, se inclinó y le dio un beso en la mandíbula. Sasaki jadeó ante el inesperado gesto.

—Es verdad —respondió el profesor después de unos segundos—. No les gustaría que me martirizase por lo que les ha sucedido. Probablemente dirían que la culpa es de los villanos y, en cierta forma, es así.

Mirai iba a responder algo, pero los labios de Shota sobre los suyos se lo impidieron. Se abandonó al apasionado beso y gimió cuando Aizawa lo empujó hacia atrás para recostarse sobre su cuerpo. El hombre de gafas se arqueó con suavidad cuando sintió la lengua de Aizawa explorando su oreja y parte de su cuello, y Shota sonrió al recordar que ésa era una parte muy sensible del cuerpo de Mirai.

Abrió sus ojos negros para encontrarse con los amarillos del Pro héroe. Suspiró al ver el deseo refulgiendo en ellos. Otra caricia más sobre su cuello hizo que Sasaki perdiera el precario equilibrio que mantenía en el sillón. Ambos cayeron en medio de un fuerte ruido cuando sus cuerpos chocaron contra el suelo alfombrado.

—¿Estás bien? —Shota se apresuró a apartarse de encima de Sasaki, quien permaneció en el suelo, su cabello verde con mechones rubios completamente despeinado y las gafas descolocadas. Aizawa supo la respuesta a su pregunta cuando soltó una carcajada, divertido por la situación—. Déjame ayudarte.

—Estoy bien —el héroe tomó la mano que el otro le ofrecía y se apoyó en su silla, donde se sentó con dificultad—. Será mejor que me marche. Quería pasarme a ver a Mirio y no quiero que se me haga muy tarde.

—Saluda a Togata-san de mi parte —Aizawa lo acompañó hasta la puerta, donde lo despidió con otro beso apasionado y Sasaki sonrió, sintiéndose ligeramente mal por pensar que, a pesar de todo lo malo que les había ocurrido, todas las cosas tenían siempre un lado bueno.

―xXx―

En cuanto Bakugo salió de la enfermería se dirigió directo a la habitación de Kirishima. ¿Cómo era posible que le hubieran dado de alta tan pronto? Hacía tan solo unas horas yacía, sin conocimiento, en una cama y ahora estaba en su habitación, ¿sin vigilancia ni atención médica? Bakugo estaba que echaba chispas, casi de forma literal. En cuanto llegó al cuarto de pelirrojo aporreó la puerta con furia, sin pararse a pensar que no era una hora muy apropiada para hacer semejante ruido.

Hubo unos segundos de silencio y cuando Bakugo levantó de nuevo la mano para volver a llamar, pudo escuchar la lastimera voz de Kirishima al otro lado.

—Está abierto… pasa… —dijo, sin molestarse en preguntar quién era.

Bakugo entró como un torbellino, encontrándose a su amigo metido en la cama con mal aspecto. Su pelo estaba completamente despeinado y los párpados entornados, señal de que debía estar bastante cansado.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le espetó el rubio, cerrando la puerta con brusquedad y acercándose. Kirishima alzó las cejas, sin saber muy bien a qué se refería.

—Es mi habitación… ¿dónde quieres que esté? —preguntó, encogiéndose de hombros y tirando un poco de la manta hacia arriba, para taparse.

—¡En la enfermería, idiota! —le gritó Bakugo, sin entender todavía por qué su amigo había pedido el alta. Desde luego no tenía la pinta de alguien que podía estar solo en una habitación.

—No quería estar más tiempo allí. Recovery Girl me dijo que debía descansar y recuperar energías para que pudiera curarme de nuevo. Y si tengo que dormir, prefiero hacerlo en mi habitación, la verdad —le respondió Kirishima, moviéndose muy lentamente para cambiarse de postura.

Bakugo asintió, entendiendo los motivos del pelirrojo. Era normal que, si la enfermera no podía hacer nada por él, prefiriese estar en su cuarto. Seguramente él habría hecho lo mismo, aunque viendo el aspecto demacrado de su amigo no sabía si estaba lo suficientemente recuperado como para estar allí, solo.

—Bueno… Si estás mejor, me voy, pelo de mierda —dijo entonces Katsuki, dando media vuelta y dirigiéndose de nuevo hacia la puerta.

—¡No! Espera, Bakugo —dijo entonces Kirishima con voz cansada—. Tal vez podrías… quedarte a dormir.

Bakugo se detuvo en seco, notando cómo la cara le ardía al pensar en lo que acababa de decir su compañero, y no creía que fuera precisamente porque estuviera furioso. Se giró de forma repentina para quedar de nuevo frente a Kirishima, sintiéndose un poco incómodo.

—¡No pienso acostarme contigo en esa mini-cama que tienes! —soltó y Eijiro comenzó a mover las manos a los lados, con los ojos muy abiertos, intentando explicarle que ésa no era la idea que tenía.

—No me refería a eso —le dijo ruborizándose también—. Tengo un futón en el armario, quizás podrías extenderlo en el suelo y… ¡Au! —se quejó cuando hizo un movimiento demasiado brusco al señalar hacia el mueble.

Bakugo se sintió aliviado después de la explicación de su amigo, dándose cuenta de que había sido un malentendido. Después frunció el ceño, ligeramente preocupado al ver lo dolorido que parecía estar el pelirrojo, —algo que no confesaría ni bajo la peor de las torturas— y, aunque iba a denegar la invitación, al ver que Kirishima todavía no estaba bien, decidió que sería más prudente quedarse, por si necesitaba ayuda durante la noche.

—Esta es la primera y la última vez que hago de niñera —protestó mientras sacaba la colcha y la colocaba junto a la cama de su amigo, sin poder evitar que sus ojos se fijaran en un bote de pomada y un blíster de pastillas que tenía Kirishima sobre la mesita de noche. No hizo ningún comentario al respecto mientras se tumbaba y cerraba los ojos, pensando que quizás había sido un completo idiota al decir que no iba a acostarse en la cama con el pelirrojo. No sabía muy bien por qué, pero allí tumbado sintió que el futón estaba demasiado frío y vacío.

―xXx―

Lunes, 13 de abril de 2020

Tadashi Togata se despertó en la silla reclinable donde se había acostado, sobresaltado. Acababa de tener un sueño muy extraño que al tratar de recordar se había desvanecido, haciéndole sentir frustrado. Se puso de pie y caminó descalzo hacia la cama de Mirio. Después de tocarle la frente para cerciorarse de que no tuviera fiebre se acercó a la ventana y miró a través de las oscuras cortinas, tratando de no hacer ruido, a pesar de que su hijo no se iba a enterar.

La luz de la luna entró de lleno en la habitación, iluminando tenuemente el contorno de Mirio, la cama donde yacía y los muebles. El hombre se miró el reloj y vio que era bastante tarde. Negó con la cabeza, preguntándose qué hacía despierto a aquellas horas. Debería tratar de dormir un poco más si no quería estar agotado al día siguiente.

Un extraño ruido cerca de él lo hizo emerger de sus pensamientos. Tadashi volvió su mirada hacia el lugar de donde provenía y sintió que se le salía el corazón del pecho. Mirio estaba forcejeando con uno de los tubos que tenía conectados en su muñeca y se revolvía en un doloroso esfuerzo por salir de la inconsciencia.

—¿Mirio? —el hombre se puso a su lado rápidamente, temblando de anticipación—. ¿Me escuchas?

El muchacho se estremeció y en un supremo esfuerzo sus labios secos se abrieron dejando salir un nombre en medio de un susurro.

—Ta... ma... ki...

Tadashi observó a su hijo, pero cuando estaba a punto de llamar a los médicos, Mirio dejó de moverse, volviendo de nuevo a su estado anterior. El hombre suspiró, pensando que no tenía sentido molestar a nadie a aquellas horas, así que, tumbándose de nuevo en la silla reclinable, decidió contarle las novedades al doctor cuando hiciera su ronda.

―xXx―

Eran casi las tres de la madrugada cuando el dolor en la espalda hizo que Kirishima se despertara. Un pequeño quejido brotó de sus labios al tratar de incorporarse, por lo que decidió permanecer boca abajo y dejar que el dolor menguara. Pero después de varios minutos en los que la molestia aumentó, el pelirrojo decidió que necesitaba tomarse algo.

Con mucho esfuerzo, se inclinó ligeramente hacia la mesita, sin poder creerse que unos simples golpes pudieran ocasionarle un dolor tan fuerte como el que estaba sintiendo. Estaba demasiado acostumbrado a aguantar con su peculiaridad activada y se había olvidado de lo doloroso que podía ser un ataque múltiple sin nada que amortiguase los impactos. Extendió el brazo intentando contener un gruñido, pero antes de conseguir coger las pastillas una mano se aferró a su muñeca, sobresaltándole.

—¿Qué estás haciendo, pelo de mierda? —le reprendió el rubio, mientras se levantaba y, con un cuidado que no reflejaba sus agresivas palabras, ayudaba a Kirishima a incorporarse—. No quiero que te rompas en mil pedazos y que Recovery Girl me eche la culpa a mí.

El pelirrojo apartó la vista, dejándose ayudar por su compañero. En segundos, se hallaba sentado en su cama y bebiendo agua mientras se tomaba una pastilla para el dolor. Bakugo encendió la lámpara que Eijiro tenía en la mesita de noche y cogió la pomada para echarle un vistazo.

—¿Cuándo fue la última vez que te echaste esta cosa? —le preguntó a su amigo, levantando el bote—. Aquí pone que se tiene que administrar cada ocho horas…

—Creo… que se me ha olvidado… —respondió Kirishima y si no fuera por lo mucho que le dolía todo, habría levantado un brazo para frotarse la nuca, avergonzado.

—Los golpes te han dejado más tonto de lo que ya eras —le dijo Bakugo mientras lo ayudaba a quitarse la camisa del pijama y lo sostenía para que pudiera tumbarse bocabajo.

Después se sentó en la cama junto a él, y Kirishima apoyó la cabeza sobre la almohada cerrando los ojos. Por su parte, Bakugo abrió el frasco que contenía la pomada y se embadurnó los dedos con ella, frotándola para que se calentase. El pelirrojo apretó los labios cuando sintió las manos de Katsuki sobre su espalda dolorida. A pesar de lo brusco que solía ser cuando interactuaba con la gente, fue bastante cuidadoso al untársela y no presionó demasiado para evitar hacerle daño.

Kirishima apreció el gesto cuando sintió que el dolor iba disminuyendo poco a poco y suspiró tratando de memorizar aquel momento en el que tenía las fuertes manos del rubio sobre su cuerpo.

Bakugo observó que el rostro de Kirishima se relajaba y supo que aquel potingue estaba funcionando. Satisfecho, dejó la pomada a un lado y se apartó para regresar a su futón.

—Ya está, pelo de mierda —dijo Bakugo y Eijiro abrió los ojos sintiéndose bastante mejor en un sentido y bastante peor en otro. Katsuki acababa de apartarse y ya lo echaba de menos, pero no podía hacer nada. Al fin y al cabo, sólo eran amigos y el rubio acababa de perder a una persona muy importante, así que Kirishima no estaba en posición de intentar nada, por lo menos, no todavía.

El pelirrojo cogió a duras penas la parte superior de su pijama y trató de ponérselo, pero fue imposible. Aunque la pomada le había calmado casi todo el dolor, le costaba horrores mover las extremidades. Bakugo se dio cuenta y protestando se levantó para echarle una mano.

—Estate quieto —le reprendió, colocándose frente a él después de ayudarle a meterse las mangas. Kirishima no supo cómo reaccionar cuando el rubio comenzó a abotonarle la camisa del pijama de forma inconsciente, como si estuviera acostumbrado a hacerlo. Cerró los ojos imaginando que tal vez lo hacía con Todoroki después de compartir un momento de intimidad.

Se separó de él, como si sus manos ardieran, sintiéndose dolido sin saber muy bien por qué. Pudo ver que Bakugo caía en la cuenta de lo que estaba haciendo y al comprender que Kirishima no necesitaba ayuda para abrocharse la camisa, se sonrojó y se echó hacia atrás, apartando la vista.

Entre ellos se estableció un silencio ligeramente embarazoso que fue roto cuando el pelirrojo bostezó, cansado. Se volvió a acostar, con cuidado y se movió en la cama hasta que encontró una postura cómoda. Sintiendo la cálida presencia de Bakugo en el suelo, a su lado, dejó que el sueño lo venciera.

Cuando se despertó, Bakugo se había ido y no le había dejado ni una nota ni nada por el estilo. Kirishima no supo por qué, pero se sintió más solo que nunca.

 

Chapter 39: DESPIERTO

Notes:

Resumen: Momo empieza a aceptar su pérdida. Bakugo se acerca a Kirishima. Mirio hace amago de despertar, pero sigue igual. Nejire tampoco parece mejorar, pero Yuyu no pierde la esperanza. Mirai y Shota estrechan lazos.

Chapter Text

Lunes, 13 de abril de 2020

Aquel día comenzaba un nuevo curso en la UA, pero Yuyu ya se había graduado y no tenía que regresar, afortunadamente. En ese momento se encontraba en casa desayunando con su familia; sus padres estaban conversando sobre sus respectivos trabajos y su hermana trataba de bromear con ella, contándole lo nerviosa que estaba por tener que volver al colegio.

Ese día tenía planeado ir a ver a Nejire, aunque sólo fuera durante un rato. Después, se pasaría a visitar a Mirio. Yoko quería acompañarla, pero sus padres no se lo permitieron.

Yuyu apartó su plato cuando terminó de comer, dispuesta a retirarse, pero su madre la cogió de la mano, pidiéndola tácitamente que se quedase un momento.

—Tenemos algo que darte —le dijo, mientras su padre se ponía de pie y abría un cajón de una vieja alacena que se encontraba al fondo del comedor. Tomó un sobre y regresó a la mesa para entregárselo a su hija.

Yuyu cogió el sobre amarillento, sintiéndose ligeramente sorprendida. Lo abrió con cuidado y lo que vio la dejó impresionada. Dentro había un cheque a su nombre con una cantidad de dinero considerable.

—¿Qué significa esto? —preguntó, sin salir de su asombro.

—Con eso podrás pagar parte del tratamiento de Hado-chan.

—Pero... es demasiado —respondió sin apartar la vista del importe que aparecía escrito en el cheque—. Es mucho más de lo que podría ganar durante un año en el restaurante, ¿de dónde habéis sacado tanto dinero?

—Cariño, sabes que no somos los únicos que estamos al tanto de lo sucedido, ¿verdad? Incluso ha salido en las noticias —le explicó su madre—. Tus tíos y tus abuelos han querido colaborar y, durante las vacaciones de primavera, el colegio de tu hermana hizo una recaudación de fondos para ayudar a los héroes con licencias provisionales que resultaron heridos. Además, Hawks, también ha realizado una donación —añadió la mujer—. No es mucho considerando lo que cuesta el tratamiento de Hado-chan, pero algo es algo.

—No sé qué decir... esto es tan... —Yuyu guardó silencio, incapaz de expresar con palabras lo que sentía. Yoko se acercó y la abrazó, y ésta correspondió a su cálido gesto para después mirar a su familia con cariño—. Gracias. Muchas gracias.

Su padre se acercó y le dio una palmadita en la espalda justo cuando su hermana se apartaba.

—Es una vergüenza que, por no tener una licencia profesional, el gobierno no se haga cargo de estas cosas —protestó el hombre, pero Yuyu levantó la mano, negando con la cabeza.

—En realidad, no es así, papá —le contradijo con voz suave—. El gobierno financia una parte. El asunto es que yo quería que Nejire estuviera en el mejor hospital y tuviera el mejor tratamiento posible y de eso no se hacen cargo las instituciones públicas. Si la dejase internada en cualquier centro psiquiátrico, probablemente no tendría que pagar casi nada. Pero yo no quiero eso para ella. Por ejemplo, lo de Togata-kun sí está cubierto porque sólo le han hecho un chequeo básico y está inconsciente, por lo que tiene que estar bajo supervisión médica. Cuando despierte y determinen las secuelas que le han quedado, veremos qué opciones le dan, pero seguramente Togata-san, se encuentre en la misma situación que yo.

El hombre asintió, comprendiendo lo que le decía su hija. Su madre se acercó a ella apretándola el hombro y sonriéndola con calidez.

—Todo saldrá bien, cariño. Ya lo verás —le dijo y Yuyu no necesitó que le dijera nada más, porque sabía que su madre tenía razón, que todo saldría bien mientras pudiera contar con su familia—, no estás sola en esto. Siempre nos tendrás a nosotros.

―xXx―

En medio de su aturdimiento, Mirio se revolvía inquieto sin dejar que el doctor Naegi lo examinara. Desde que se había despertado no había tenido oportunidad de hablar con su padre, quien se encontraba a su lado tratando de hacer que se calmara. Se sentía demasiado desorientado y no entendía lo que le estaba sucediendo. ¿Dónde estaba Deku? ¿Y Tamaki? ¿Por qué no podía ver? ¿Qué hacía en una cama? ¿De quiénes eran aquellas voces?

A su alrededor, todo era negro; mirara donde mirase la penumbra le daba la bienvenida. Estaba desorientado y se sentía muy confuso. Cuando repentinamente notó una mano fría aferrándose a él con fuerza, gritó, asustado, retorciéndose para que se apartara y no le hiciera daño.

—Necesito examinarte, Togata-kun —le habló de nuevo el doctor, intentando que su voz se escuchara lo más suave posible—. Y no podré hacerlo si no te tranquilizas.

Mirio negó con la cabeza tratando de hablar, pero sus labios secos sólo emitieron un sonido ininteligible. Su padre se acercó y le acarició las hebras rubias con intención de serenarlo.

—Deja que el doctor Naegi te examine, Mirio —le dijo, pero el joven se resistió, provocando que Tadashi suspirara, frustrado. Los dos hombres se miraron y después de un momento de breve silencio, el médico dejó tranquilo al muchacho y le prometió a Tadashi que volvería más tarde.

—Papá... —susurró Mirio cuando escuchó la puerta cerrase. Tadashi se apresuró a volver a su lado para cogerle de la mano. Sintió el fuerte agarre de su hijo, como si temiera que fuera a perderse si lo soltaba—. Agua...

El hombre cogió la botella que estaba sobre la mesita y se la tendió. Éste la cogió a tientas y bebió con ansia. Cuando su sed se calmó permaneció en un estado de semiinconsciencia, mientras trataba de ordenar los recuerdos que en su mente parecían no tener ni pies ni cabeza.

—¿Dónde... estoy?

—Estás en el hospital —su padre continuó sosteniéndole la mano mientras respondía. El muchacho movió la cabeza de un lado a otro, tratando de organizar sus ideas.

—¿Qué... me ha pasado?

—¿No lo recuerdas? —le preguntó su padre, sintiéndose algo inquieto. Mirio simplemente negó con la cabeza—. Tuviste un enfrentamiento contra... Shigaraki —le dijo entonces, sin querer darle demasiados detalles. Una luz de comprensión pareció iluminar el rostro de Mirio y, entonces, los recuerdos comenzaron a surgir de forma atropellada en su cabeza—. Uno de sus secuaces... utilizó su quirk contra ti. Uno que priva a sus víctimas de los sentidos.

Mirio se tomó su tiempo para dejar que los acontecimientos cogieran forma dentro de su mente ahora mucho más despejada. Recordó el instante en el que el villano se había levantado de entre los escombros para tocarle, haciendo que comenzara a ver todo rojo y después borroso. A eso le había seguido la oscuridad más absoluta, y después habían empezado a danzar frente a él unas bonitas luces de colores. Transmitiéndole paz.

—Tamaki... ¿Está bien? —preguntó entonces, sintiéndose ansioso por conocer la respuesta.

Ante la oscuridad que lo atenazaba por todos lados, no pudo evitar recordar los momentos que habían pasado juntos en la UA, en los terrenos y en la habitación de Tamaki. Besándose, abrazándose y disfrutando de la compañía del otro, sin saber lo que los esperaba después de aquella nefasta batalla.

Tadashi frunció el ceño, sorprendido por la pregunta. Ya había oído a su hijo mencionar ese nombre antes, pero en realidad, no sabía muy bien por qué se preocupaba tanto por ese chico. Hasta donde sabía, no formaba parte de los amigos íntimos del adolescente.

Hubiera esperado que Mirio quisiera conocer el estado de Haya o Hado, sus inseparables amigas, o incluso de Deku que realizaba su pasantía en la misma agencia que él, pero no de alguien que prácticamente no había mencionado nunca. No obstante, ahora no era momento para entrar en esas cuestiones, así que decidió responder de forma evasiva, tratando de no alterarlo más todavía.

—Creo que sí. Pero no pienses en eso ahora. Lo importante es que te recuperes pronto.

Mirio quería hacerle muchas más preguntas, pero se sentía demasiado débil como para seguir hablando. Su padre lo observó por un momento antes de darse cuenta de que se había quedado dormido.

La enfermera que estaba haciendo su ronda llegó y Tadashi le pidió que se quedara con él durante un par de horas. Quería irse a casa para asearse y también necesitaba algo de tiempo para hablar con los profesores de Mirio y sus amigos más cercanos. Estaba seguro de que todos se alegrarían de saber que por fin había despertado. Con esos pensamientos se despidió de su hijo dormido y se marchó, con una tenue sonrisa en los labios.

―xXx―

Yuyu acababa de salir del Área de Psiquiatría cuando divisó a lo lejos a Tadashi Togata. Apresuró sus pasos tratando de darle alcance, pero el hombre desapareció doblando una esquina y no le dio tiempo a llegar hasta él. Entonces decidió dirigirse a la habitación de su amigo que, en el fondo, era su verdadero objetivo.

—Buenos días —la pelirroja saludó a la enfermera, quien dejó a un lado la revista que estaba leyendo para responder a su saludo—. ¿Alguna novedad?

—Togata recuperó la conciencia esta mañana —fue la respuesta de la mujer—. Ahora sólo está dormido.

—¿Togata-kun se ha despertado? —una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el rostro de Yuyu, quien jadeó, sorprendida mientras se acercaba a la cama de su amigo. Los tubos aún seguían conectados a sus muñecas, pero observó con alegría que su rostro tenía mejor color—. ¡Genial! ¿Puedo quedarme con él hasta que despierte?

—Sólo durante el horario de visitas —respondió la enfermera.

Yuyu asintió mientras se sentaba en la silla que estaba al lado de la cama, rogando poder cruzar algunas palabras con su amigo antes de tener que marcharse. Le cogió de la mano y permaneció en silencio, observándolo durante varios minutos. El rostro de Mirio estaba sereno y eso la tranquilizó.

Se preguntó si cuando se despertase debería contarle lo que le había ocurrido a Nejire y si tendría el valor suficiente como para hacerlo sin desmoronarse. Temía que ponerle al corriente de aquello fuera contraproducente para su recuperación, pero por otro lado se sentiría culpable ocultándole algo tan importante. Supuso que lo mejor sería hablarle del estado de Tamaki. Seguramente le alegraría saber que estaba bien a pesar de no haberle podido visitar por las heridas que tenía en las piernas. Quizás eso lo distrajera lo suficiente como para no acordarse de preguntar por el resto.

Estuvo a su lado hasta que la enfermera se acercó. Yuyu tuvo que resignarse a no ver despierto a su mejor amigo y tras depositar un beso en su frente decidió marcharse directa a casa para informar a sus padres. Estaba segura de que se alegrarían de saber que al fin Mirio había recuperado la conciencia.

Mientras salía del hospital esbozaba una enorme sonrisa, sintiendo que por fin las cosas estaban comenzando a solucionarse. Sólo era cuestión de tiempo que Nejire también volviera a ser la misma. Con este pensamiento, metió las llaves en la cerradura de la puerta de su casa y entró a su hogar.

―xXx―

La enfermera que se encontraba en aquellos momentos en la habitación había tratado de tranquilizar a Mirio en vano. No por nada el héroe era bastante fuerte y ella sola no había sido capaz de evitar que se levantara de la cama con la intención de salir de allí.

—Por favor, Togata-kun... —la mujer le agarró del brazo, temiendo que se golpeara contra algún objeto—. Si no regresas a la cama me veré obligada a ponerte un tranquilizante.

—¿Dónde está mi padre? ¿Dónde están los profesores? ¡Quiero hablar con alguien! —Mirio se apartó de la mujer y tanteó el aire con las manos, intentando encontrar algo en lo que apoyarse. La venda que tenía en los ojos le sacaba de quicio, por lo que trató de quitársela, pero lo único que logró fue que las agujas de las vías que tenía en las muñecas le desgarraran la piel—. ¿Y Tamaki?

Justo en ese momento entró Hizashi Yamada. El padre de Mirio había avisado a un par de profesores del estado actual de su hijo, y parecía que éste había sido el más rápido en llegar. Cuando escuchó la voz alterada del muchacho, se dirigió a toda prisa hacia Mirio para tratar de calmarlo.

—¿Estás bien?

—¡Present Mic! —Mirio se abrió paso a trompicones hacia su profesor—. Por favor... dime cómo están Tamaki y Midoriya. ¿Y Hado y Haya-chan? Aquí nadie me dice nada y me estoy volviendo loco.

—Tranquilízate, Togata. Si sigues así van a tener que ingresarte —bromeó el profesor. Mirio pareció relajarse un poco ante lo absurdo del comentario. Después el hombre miró a la enfermera y le hizo un gesto hacia la puerta—. ¿Puede dejarnos solos?

Yamada se hizo a un lado para dejar pasar a la mujer y entonces ayudó a Mirio a volver a la cama.

—Antes de nada, quiero que me escuches... —dijo y no continuó hasta que Mirio asintió, aprovechando ese lapso para pensar qué debía decirle y qué no—. De momento, Amajiki está en la enfermería de la UA. Tiene ambas piernas lesionadas, pero por lo demás está bien —Hizashi hizo una pausa antes de continuar—. Midoriya estuvo inconsciente unos cuantos días, pero con los tratamientos de Recovery Girl acabó despertándose. Por lo que sé, no parece haberle quedado ninguna secuela. Actualmente está en casa, con su madre. Pidió que le dejaran irse con ella en cuanto se despertó. El director le ha dado permiso para ausentarse de las clases durante dos semanas.

Mirio escuchó cada palabra del hombre, sintiéndose ligeramente aliviado al saber que tanto Deku como Tamaki se encontraban bien. No obstante, había algo que todavía le preocupaba. ¿Por qué no estaba allí ninguna de sus amigas?

—¿Y Hado y Haya? ¿Dónde están? —soltó, esperando que la respuesta fuera positiva.

—Haya está bien —Yamada vio cómo Togata fruncía el ceño al ver que no continuaba. Tenía que decírselo. No podía seguir alargando más aquel momento—. Hado sin embargo… La atacó una villana con un quirk que le afectó al hipocampo, eliminando los recuerdos felices de su memoria. Está aquí ingresada, pero… 

—¿Hado…? ¿Qué? ¡No puede ser! —Mirio apretó los puños, preocupado por su amiga. Haciendo un gran esfuerzo, volvió a ponerse de pie—. ¡Tengo que ir a verla! ¿Dónde está exactamente? —dijo, moviendo la cabeza hacia todos los lados tratando de percibir la presencia del hombre para acercarse a él.

—Togata, tienes que permanecer acostado hasta que un doctor te examine —le dijo Hizashi tomándolo del brazo, pero Mirio forcejeó tratando de librarse del agarre. Necesitaba ver a su amiga. Tenía que asegurarse de que estaba bien.

—¡Suéltame! —el muchacho consiguió liberarse y por el impulso se cayó sobre la cama. Buscó a tientas el otro borde y logró ponerse de pie del otro lado.

Hizashi rodeó la cama con la intención de acercarse a él, pero Mirio siguió avanzando en busca de una puerta que no sabía dónde estaba.

—Togata escúchame...

—¡Sólo quiero asegurarme de que mi amiga está bien!

Mirio siempre había sido una persona afable y solía tomarse todo con bastante humor, pero cuando le hacían daño a alguien a quien quería, perdía su sonrisa y se ponía tan serio que daba miedo.

—¡Togata! —Aizawa y Nighteye entraron en ese momento y vieron a Mirio con los brazos extendidos mientras se movía a ciegas por la habitación y a Present Mic bordeando la cama tras él, tratando de detenerle—. ¿Qué está pasando aquí? —soltó, ante la esperpéntica imagen que los recibió.

—¡Aizawa-sensei! —Mirio movió las manos hacia el sitio de donde provenía la voz. Shota se acercó—. ¡Sólo quiero ver a Hado! Present Mic me ha dicho que está aquí… en el hospital.

Eraser Head le lanzó una mirada reprobatoria a su amigo para indicarle que había metido la pata dándole esa información a un estudiante que todavía estaba convaleciente, sabiendo que eso podía alterarle.

—Tranquilo, Mirio... —Sasaki se acercó con la silla de ruedas y le puso una mano sobre la pierna. Le hubiera gustado abrazarle, pero en su estado le resultó imposible.

—¡Sir! —exclamó Mirio, situando una mano sobre la de su mentor, conteniendo las lágrimas. Se sentía demasiado angustiado ante aquella situación. La impotencia lo abrumaba al no poder ver nada, no poder valerse por sí mismo y por el hecho de haberse enterado de que una de sus mejores amigas estaba allí y que, al parecer, había corrido incluso peor suerte que él.

Present Mic apretó los dientes. Sabía que Shota tenía razón puesto que, por su culpa, Mirio estaba más nervioso que antes. Aun así, no tenía derecho a llamarle la atención delante de su alumno ni de aquel Pro-héroe con el que se había presentado allí. Además, ¿qué quería que hiciera? Togata le había preguntado por la chica. ¿Acaso pretendía que le mintiera? Era muy fácil criticar al prójimo. Sintió la cara arder de rabia y tampoco contribuyó a calmar sus nervios el tiempo que llevaba sin beber alcohol.

—¿Qué haces tú aquí, Sasaki? —espetó, sintiendo que por mucho que hubiera sido el mentor de Mirio, no pintaba nada allí puesto que, desde que había cerrado la agencia, ya no tenía ningún vínculo con el chico—. ¿Y por qué habéis venido juntos?

—Eso es algo que no te incumbe, Yamada —Sasaki fue más rápido que Aizawa en contestar—. Creo que ya llevas aquí un buen rato, quizás deberías marcharte para dejar hueco a los demás.

Aizawa dio un par de pasos, poniéndose delante del Pro-héroe al notar la tensión que crecía en el ambiente.

—Vamos, Hizashi. Ven conmigo —dijo cogiendo del brazo al otro profesor y saliendo de allí para hablar con él—. Ahora vuelvo —le dijo al hombre de gafas.

Cuando Sir estuvo solo con Mirio, le insistió en que se volviera a acostar y el rubio, accediendo, dejó que su mentor lo acompañara hasta la cama. Cuando se tumbó, el hombre colocó su silla lo más cerca que pudo y situó una de sus manos sobre el brazo del chico, para que pudiera sentir su presencia.

—Mirio… —dijo cuando notó que estaba más calmado—. Entiendo que quieras comprobar el estado de Hado, pero ahora, lo mejor que puedes hacer, es dejar que te examinen para determinar cómo te encuentras tú y cómo tienes los ojos. Todo llegará a su tiempo y podrás ver a tu amiga cuando los doctores lo crean conveniente. Probablemente ella querrá saber que estás bien y no aprobará que hayas salido corriendo sin dejar que un médico te vea.

Cansado, Mirio suspiró mientras buscaba el respaldo de la cama. Mirai lo ayudó a acomodarse y le colocó una almohada detrás de la espalda. En ese momento, Aizawa volvió a entrar.

Los tres estuvieron hablando un rato, contándole a Mirio con más detalle cómo estaban las cosas en la UA. Poco después Tadashi regresó y Shota se despidió del chico, mientras Sasaki se apartaba a un lado y su padre lo envolvía en un fuerte abrazo.

―xXx―

Inko Midoriya abrió ampliamente los ojos, sorprendida, cuando se encontró en el marco de la puerta al tutor de su hijo: Shota Aizawa. La mujer lo saludó cordialmente y se echó a un lado para dejarle entrar. Después, lo acompañó hasta el salón y señaló un sofá para indicarle que podía sentarse ahí a esperar a su hijo.

—¿Le sirvo algo? ¿Té, café… algún refresco? —le preguntó, pero Shota rechazó amablemente la invitación después de decirle que no tenía demasiado tiempo.

La mujer se retiró e Izuku no tardó en presentarse en el salón.

—Me alegro de verte, Midoriya. Parece que te has recuperado bastante bien —le dijo.

Izuku se encogió de hombros, sonriendo. Lo cierto era que se encontraba perfectamente. Después de varias sesiones con Recovery Girl, había sido dado de alta, no antes de que la enfermera le advirtiera que debía guardar reposo. Y aunque le había costado obedecer, quería curarse al cien por cien, así que había puesto todo su empeño en ello.

—Vengo del hospital —dijo entonces Aizawa sin andarse con rodeos. Los ojos verdes se centraron en él, expectantes—. Togata ha despertado, por fin.

—¿En serio? ¿Cómo está? —preguntó el muchacho—. ¿Ha podido hablar con él, sensei?

—Cuando llegué estaba muy alterado. Se acababa de enterar de lo que le ha sucedido a Hado —le informó el profesor e Izuku asintió mientras su expresión se ensombrecía, puesto que estaba al tanto de lo que le había ocurrido a la chica.

—¿Y sus ojos? ¿Ha recuperado la vista?

—No lo sabemos todavía —fue la respuesta de Shota—. Estaba muy nervioso cuando se despertó y no quería que nadie lo examinara. Supongo que a estas alturas ya deberían saberlo. Nighteye está allí con él. Cuando pueda le preguntaré y le pediré que te informe si ha habido alguna novedad.

—De acuerdo. Muchas gracias, sensei. Por cierto… ¿puedo ir a visitarle? —le preguntó con una mirada esperanzada. Su profesor asintió, pero cuando vio que se dibujaba un amago de sonrisa en el rostro del chico, levantó una mano.

—De momento ni siquiera le dejan usar el móvil para que no se agobie. De hecho, todavía no ha podido hablar con Amajiki, así que será mejor que esperes un par de días a que esté un poco más calmado —el profesor le puso una mano en el hombro.

—Lo entiendo —dijo entonces el chico—. Pero los médicos y el resto de gente deberían saber que hablar con Tamaki no lo agobiará; al revés, probablemente le haría bien —comentó, sin entender muy bien la decisión de querer tenerlo aislado.

—Es más complicado de lo que parece, Midoriya —le dijo Aizawa—. Ten en cuenta que tiene los ojos vendados y, de momento, no puede ver nada. Eso, ya de por sí, crea una situación poco favorable para su estado. Si le entregan el móvil, se agobiará más al no poder valerse por sí mismo ni para marcar un número. Tiene que acostumbrarse poco a poco a este nuevo reto que se le ha puesto por delante.

—Entonces, ¿lo van a tener incomunicado de forma indefinida? —preguntó Izuku, con el ceño fruncido.

—No. El móvil se lo devolverá su padre cuando lo estime oportuno o cuando los médicos le indiquen que no va a influir de forma negativa en su recuperación. Probablemente más pronto que tarde.

Izuku asintió conteniendo el impulso de llevarse las manos a la cabeza, mientras se preguntaba si había valido la pena el enorme sacrificio que habían hecho para pararle los pies a los miembros de la Liga.

El profesor, dando por terminada la reunión, se levantó y se dirigió hacia la puerta, pero se giró hacia el adolescente antes de salir.

—Asegúrate de pedirle los deberes y el temario de clase a alguno de tus compañeros, Midoriya —le dijo—. Que el director te permita faltar durante dos semanas no significa que cuando te incorpores, vayas a empezar de cero.

El chico asintió cogiendo el teléfono para llamar a Uraraka.

―xXx―

—Lo siento, Mirio...

—No lo sienta, Sir. La verdad es que... ya lo sabía.

Sasaki le había dicho a Tadashi que se marchase, puesto que el hombre había faltado al trabajo varios días por velar el descanso de su hijo y no podía alargarlo durante mucho más. Ahora que había despertado y que parecía que todo estaba bien teniendo en cuenta las circunstancias, había tenido que retomar sus obligaciones. Le hubiera gustado retrasar su incorporación, pero sabía que no podía hacerlo.

El médico acababa de marcharse después de retirarle la venda que le cubría los ojos y examinarle con detenimiento. Y la realidad había impactado con más fuerza a Nighteye que a Mirio, que en el fondo ya se lo había esperado.

—Buscaremos a un especialista —la voz de Sasaki era tranquila y firme—. Estoy seguro de que encontraremos a alguien que pueda ayudarte.

Mirio suspiró mientras asentía en silencio.

—Se acabará solucionando, Sir. Lo único que me es-cama es que, por el momento, no veo qué puedo hacer —dijo bromeando y su mentor no pudo evitar sonreír, complacido ante el gran optimismo del muchacho—. Chorradas aparte, sé que más pronto de lo que se imagina todo volverá a la normalidad... estoy seguro.

—No lo dudo, Mirio...

El rubio se quedó callado durante un rato. Sasaki le observó, sabiendo que había algo que le rondaba por la cabeza. Esperó paciente hasta que Mirio volvió a hablar.

—Sir… —dijo entonces mirando al frente, al no saber dónde se encontraba exactamente su mentor—. ¿Podría hablar con Tamaki? Sé que no puede venir porque todavía no se ha recuperado del todo, pero…

—Lo siento, pero de momento, las enfermeras han dicho que es mejor que no te agobies. Ya sabes que tu padre se ha llevado tu móvil. Cuando vuelva, habla con él y pídele que le llame por ti —le sugirió el hombre, con bastante lógica—. Probablemente no te devolverá el aparato, pero no creo que tenga ningún inconveniente en dejártelo mientras esté aquí contigo.

Mirio asintió, aunque no entendía por qué habían decidido hacer aquello. Era cierto que había estado bastante nervioso cuando se había despertado, pero la situación había cambiado.

—Ya casi es de noche. ¿Por qué no tratas de dormir un poco? —le dijo Sasaki.

—¿Se quedará conmigo, Sir? —susurró Mirio—. Hasta que venga mi padre… Es invidente que no me siento muy cómodo quedándome solo en estas circunstancias —comentó con su habitual sentido del humor, tratando de quitarle hierro al asunto.

—Por supuesto —convino Mirai esbozando una triste sonrisa ante la broma.

Mirio se envolvió con la delgada sábana y cerró los ojos, recordando sus últimos instantes al lado de Tamaki, y la forma en la que había logrado llegar hasta él y abrazarle en medio de la oscuridad. Se estremeció ante la necesidad de volver a sentir el calor de su piel y escuchar su tranquila voz.

Se preguntó qué estaría haciendo Tamaki en ese momento. Con toda seguridad estaría aburrido en una habitación de la enfermería de la UA, deseando que le dieran el alta para poder salir de allí. Antes de quedarse dormido, se preguntó si le echaría de menos.

Chapter 40: UN PASO MÁS CERCA

Notes:

Resumen: Los padres de Yuyu le dan dinero para ayudar a pagar el tratamiento de Nejire. Mirio despierta, pero parece que no ha recuperado la vista.

Chapter Text

Lunes, 13 de abril de 2020

Mirio estaba completamente equivocado. Tamaki no se encontraba en una habitación de la UA, sino que en ese preciso instante estaba en otro hospital que había en la ciudad. Recovery Girl había sido muy clara al respecto. Para curarle las piernas sólo había dos opciones: o trasladarle a otra prefectura de Japón que estaba a horas de distancia para que pudiera tratarte un médico conocido por su peculiaridad regenerativa o ingresar en el hospital de Musutafu donde estaban los mejores cirujanos especializados en reconstruir tejidos.

Al final, sus padres y él habían decidido que se quedase allí porque a pesar de que el tratamiento sería más largo, también sería más económico y estaría más cerca de su familia y amigos.

Ahora mismo se encontraba en la cama, tumbado, después de la primera operación. Todavía tenía que pasar por una segunda y, entonces, con algo de rehabilitación, estaría como nuevo. Afortunadamente, como los huesos no se habían visto afectados, aquello no se prolongaría demasiado e incluso tal vez con la ayuda de Recovery Girl, ni siquiera necesitase hacer gran cosa para recobrar la movilidad.

Tenía su móvil en la mesita de noche que estaba junto a su cama y se agitó sobresaltado cuando recibió un inesperado mensaje. Se giró con cuidado para no hacerse daño y trató de ignorarlo. No tenía ganas de responder ningún mensaje de ánimo. Cuando el móvil volvió a sonar, se dio la vuelta de nuevo y lo cogió para quitarle el sonido.

Antes de hacerlo, vio que tenía dos mensajes de voz sin escuchar; pero eso no era lo más raro.

Eran de Izuku Midoriya.

Sintió que el cansancio desaparecía repentinamente. Sustituido por genuina curiosidad.

Antes de que el teléfono volviera a bloquearse por la inactividad, se puso los cascos que guardaba en un cajón y reprodujo el primer mensaje.

Eh… hola, Amajiki-kun, ¿qué tal? Me ha dicho Aizawa-sensei que te han trasladado al hospital. Espero que te recuperes pronto… eh… verás… Kirishima me ha dado tu teléfono, espero que no te importe que se lo haya pedido, yo, eh…. Un momento…

Entonces se oyó una voz femenina de fondo y la voz de Izuku continuó oyéndose ligeramente amortiguada mientras respondía algo así como: ya voy. Entonces el audio finalizó y automáticamente el reproductor dio paso al segundo.

Perdona —llegó de nuevo la voz de Izuku, esta vez más baja—, espero que me escuches bien porque mi madre me ha dicho que me fuera a dormir. Bueno, al grano. Togata-kun ha despertado. Según Aizawa-sensei, está bien, aunque todavía no han podido examinarle los ojos, así que no saben en qué estado se encuentra su vista.

»Al parecer esta noche la pasará Sir con él. Como estaba un poco angustiado, le han retirado su móvil hasta que esté un poco más calmado, para que no se agobie ante un aluvión de llamadas. Por eso he querido mandarte estos audios, ya que es probable que no vayas a saber nada de él directamente. Pero estoy seguro de que, a pesar de todo, se acuerda mucho de ti y sé que hará todo lo posible por salir cuanto antes del hospital para poder verte.

»Espero que te recuperes pronto, Amajiki-kun. Bueno, ahora sí, me voy a dormir. ¡Buenas noches!

Tamaki sonrió, llevándose el móvil al pecho mientras cerraba los ojos. Se sintió muy agradecido con Izuku por las molestias que se había tomado para avisarle del estado de Mirio. El adolescente se quedó dormido poco después y soñó por primera vez en mucho tiempo con una figura rubia, fuerte y alta que le abrazaba y le decía que todo iba a salir bien.

―xXx―

Yuyu se encontró a unos cuantos reporteros y curiosos cuando pretendía entrar al hospital. Al parecer, la noticia acerca de que Mirio había despertado se había extendido como la pólvora y querían conocer su estado y, si era posible, entrevistarlo, puesto que no era ningún secreto que había estado junto al héroe Deku cuando éste había derrotado a Shigaraki.

En cuanto la vieron llegar, fue evidente que la reconocieron como la heroína con licencia provisional Geyser y una de las mejores amigas de Mirio, por lo que comenzaron a lanzarle preguntas acerca del estado del chico y de Nejire. Ella los ignoró lo mejor que pudo; sólo quería ver a Togata y asegurarse de que todo estaba bien, por lo que aceleró el paso hasta que los perdió de vista, dejándolos con la palabra en la boca.

Cuando llegó a la habitación de Mirio, se lo encontró de pie, junto a Nighteye, quien estaba en su silla de ruedas. Al escuchar su nombre, el rubio ladeó la cabeza y entrecerró los ojos al mismo tiempo que se sentía envuelto en un cálido y fuerte abrazo.

Correspondió a Yuyu mientras dejaba que la joven se desahogara sobre su hombro, hasta que sintió que se iba tranquilizando poco a poco.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó entonces la pelirroja, apartándose y limpiándose las lágrimas con la mano—. ¿Cuándo podrás salir de aquí? ¿Has sabido algo de Amajiki?

Mirio se quedó sin palabras ante la arrolladora cantidad de preguntas, recordándole durante un breve instante a Nejire. Nighteye esbozó una tenue sonrisa.

—Estaré fuera, por si necesitáis algo —dijo el hombre, dándose cuenta de que debía verbalizar sus actos para que Mirio se enterase de que se iba a marchar. El rubio hizo un gesto con la mano y buscó a tientas la cama para sentarse, invitando a Yuyu a hacer lo mismo.

—Supongo que a estas alturas ya te habrás enterado de todo lo que ha ocurrido —le dijo Yuyu y Mirio asintió, buscando la mano de su amiga para apretarla entre las suyas.

—Me imagino que todo esto debe ser bastante duro para ti —fue la respuesta del rubio, y la pelirroja pudo notar el pesar en su voz—. ¿Cómo va el tratamiento de Hado-chan? ¿Hay posibilidades de que se recupere?

—La doctora le está administrando un medicamento nuevo. Dice que es muy bueno para combatir la depresión, que es el principal problema que experimenta por la pérdida de sus recuerdos felices —le informó Yuyu y Mirio suspiró al pensar en cómo debía estar ahora su amiga, quien siempre se había caracterizado precisamente por su alegría y su vitalidad—. Mañana tengo una cita con ella, supongo que me informará sobre los progresos. Aunque... hasta ahora no ha habido muchos. ¿Sabes? Ni siquiera puedo acercarme a hablar con ella, sólo puedo verla a lo lejos.

—Lo siento —Mirio cerró los ojos con fuerza, deseando que al abrirlos pudiera ver algo. Lo hacía con frecuencia y después se reprochaba a sí mismo por su necedad—. Yo me conformaría con poder... verla.

Yuyu apretó la mano de Mirio, comprendiendo sus palabras.

—¿Qué te ha dicho el médico? ¿Tienes posibilidades de recuperar la vista?

—Me ha recomendado varios especialistas —Mirio sonrió con ligereza para que Yuyu no se preocupase por él. Ya tenía bastante con Nejire—. Tengo cita para que me den un diagnóstico, pero confío en que tendrá solución. Si me tuvieran que arreglar la cabeza, sí que estaría en serios problemas —bromeó y su amiga sonrió, aunque Mirio no pudo verlo.

—¿Y qué sabes de Amajiki?

—Pues verás… cuando me desperté estaba muy nervioso y pensaron que era mejor que no recibiera muchas visitas para que no me alterase más —comentó Mirio y Yuyu frunció el ceño—, junto con eso, decidieron que mi padre se quedase con mi móvil para que no me agobiara con las llamadas y los mensajes, así que he perdido mi única forma de comunicarme con él. Por lo que sé, sigue en la enfermería de la UA, mientras Recovery Girl trata de curarle las piernas, que se vieron afectadas por la peculiaridad de Shigaraki. ¡Pero ahora que me encuentro mejor, sé que en breve podré llamarlo!

Yuyu se alegró por su optimismo inagotable. Era sorprendente que en las circunstancias en las que se encontraba pudiera sonreír y mostrarse tan jovial como siempre. La pelirroja siguió conversando con él, preguntándose si su actitud era real o si sólo estaba ocultando sus verdaderos sentimientos para que ella se sintiera mejor.

―xXx―

Una hora después de que Yuyu se marchase, el doctor Naegi autorizó a Mirio a salir de su habitación para pasear por la terraza del área de Medicina Interna. Y aunque el muchacho no podía apreciar la belleza del lugar, sentía la fresca brisa rozando su rostro y los cálidos rayos del sol devolviéndole poco a poco las fuerzas, disminuidas por tantos días de estar postrado en una cama.

Caminaba despacio, cogido del brazo de Izuku mientras el chico de pelo verde lo guiaba. Éste se agarró con fuerza a su compañero cuando tropezó con un bordillo que había en el camino y Midoriya se apresuró a agarrarlo, reprochándose por no estar más pendiente de los obstáculos.

Izuku lo llevó hasta un banco y se sentaron, mientras su kohai le contaba que había hablado con Tamaki y que se encontraba bien, aunque echaba mucho de menos a Mirio. El chico, a pesar de su timidez, se había armado de valor para llamarlo. Necesitaba saber de Mirio hasta el punto de ser capaz de dejar su vergüenza a un lado.

—Aizawa-sensei me ha comentado que es probable que mañana te den el alta.

—Sí. Mi padre quiere que vuelva a casa lo antes posible, pero hablé con Aizawa y me dijo que podía quedarme en la UA si quería. Supongo que será difícil apañarme sin poder ver, pero me acabaré acostumbrando —Mirio se quedó callado y durante su silencio pudo escuchar el ruido del agua cayendo de una fuente—. Lo único que quiero ahora es estar con Tamaki.

—Cuando recuperé la consciencia, volví a casa para estar con mi madre. Se asustó mucho cuando la batalla terminó y veían que no despertaba —le comentó Izuku y el rubio no respondió, puesto que entendía perfectamente cómo se debía haber sentido la mujer—. De todas formas, el curso ha empezado hoy y aunque me han dado permiso para faltar los primeros días, mañana me incorporaré. No quiero perder demasiadas clases, así que supongo que nos encontraremos allí.

Mirio sonrió y se levantó del banco para continuar con su paseo. Midoriya se acercó rápidamente para tomarlo del brazo.

—La hora de visita ha terminado —les dijo la enfermera que estaba de turno, acercándose a ellos.

—Nos veremos pronto, Togata-senpai —le dijo Izuku a modo de despedida.

Mirio le sonrió mientras se encontraba inesperadamente envuelto en un cálido abrazo.

—Te tomo la palabra, Midoriya-kun —le respondió, mientras una enfermera ocupaba el lugar del adolescente, cogiendo a Mirio del brazo—. Cuídate mucho.

Midoriya asintió, aunque su compañero no pudo verlo, y con el ceño fruncido por la preocupación se encaminó hacia la salida del hospital.

―xXx―

Martes, 14 de abril de 2020

Apoyando ambas manos sobre el cristal de la oficina, Yuyu observaba a lo lejos a los pacientes del Área de Psiquiatría, buscando con la vista a su novia. No tardó en divisarla, sentada en un banco blanco con una enfermera que tenía agujas en lugar de meñiques. Una peculiaridad bastante apropiada para un lugar como aquél, pensó Yuyu sintiéndose feliz al ver que las dos mujeres parecían charlar de forma afable.

—Buenos días, Haya-chan —Mafuyu entró en la sala y pudo ver el rostro sorprendido de la muchacha, por lo que no le extrañó que la pelirroja no la respondiera.

—¿Está... manteniendo una conversación? —preguntó la joven con incredulidad y la doctora asintió con una sonrisa, invitándola a tomar asiento frente a su escritorio—. ¿Eso es bueno?

—Claro que sí, Haya-chan. Por eso le pedí que viniera —le dijo la doctora y Yuyu la observó, impaciente por escuchar lo que tenía que decir—. Para comenzar, déjeme advertirle que el hecho de que ahora esté un poco más animada no significa que su recuperación vaya a ser más rápida.

—¿A qué se refiere?

La mujer se puso de pie, dirigiendo su mirada hacia el cristal, a través del cual podía observar a todos y cada uno de sus pacientes mientras daban su paseo matinal.

—Que no es la única que ha mostrado un avance de esa naturaleza —le aclaró Mafuyu. Yuyu siguió su mirada y se dio cuenta de que, en efecto, más pacientes parecían conversar con sus enfermeros. La doctora se volvió hacia ella—. Esta mejora ha sido debida principalmente a los medicamentos que la estamos administrando y para los que nos dio su aprobación.

Yuyu asintió recordando aquella primera consulta, el día que habían internado a su novia. La doctora le había explicado a la tía de Nejire y a ella que en pacientes con una sintomatología similar se estaba utilizando un antidepresivo que acababa de introducirse en el mercado y que estaba resultando ser bastante eficiente a partir de la primera semana de tratamiento.

—¿El medicamento es el que la ha hecho reaccionar? —preguntó Yuyu con curiosidad y la doctora asintió—. ¿Qué es lo que contiene?

—Una droga psicoactiva capaz de modificar el estado anímico y alterar las percepciones.

—¿Me está diciendo que la están drogando? —el gesto molesto de Yuyu no le pasó inadvertido a la doctora, quien negó con la cabeza mientras volvía a su escritorio.

—No todas las drogas son perjudiciales, Haya-chan —la contradijo mientras abría el expediente que se encontraba frente a ella. Yuyu reconoció la foto de Nejire en la primera hoja—. Todo depende de por qué, cuándo, cuánto y cómo se consuman. En este caso su aplicación es con fines terapéuticos y se lleva un estricto control de sus dosis y horarios.

Yuyu permaneció en silencio analizando las palabras de Mafuyu. Aunque el ver a Nejire más animada le alegraba, no terminaba de convencerle la idea de que se le administraran drogas. Tenía muchas dudas al respecto y consideró pertinente aclararlas de una vez.

—¿Cuánto tiempo tendrá que estar tomando ese medicamento?

—Todo depende de ella. Verá, Haya-chan, los pacientes que se someten a esta clase de tratamientos presentan ciertos problemas psicológicos. Actualmente, hay dos aspectos que pueden influir en la recuperación de Hado-chan...

Yuyu se acercó al ventanal mientras escuchaba a la mujer y, entonces, hubo algo que llamó poderosamente su atención. Una chica no mucho mayor que ella, con el pelo color índigo y orejas puntiagudas, estaba sentada en un banco con la mirada perdida, mientras una enfermera, sentada a su lado trataba de hablar con ella sin ningún resultado. Un escalofrío le recorrió la espalda al ver aquello.

—¿Aquella paciente de allí es Amajiki-san? —preguntó Yuyu, sintiéndose consternada. ¿Cuántos años llevaría allí ingresada? Si Tamaki era un crío cuando Nightmare había atacado a su hermana… Debía llevar bastante tiempo y la mejoría parecía ser nula. No podía ser. ¿Acaso eso era lo que le esperaba a Nejire?

—¿La conoces? —le preguntó la doctora, sorprendida.

—Yo… bueno… la verdad es que no… no exactamente —confesó Yuyu, puesto que, en realidad, no la había visto en su vida, excepto en la proyección que había creado su compañero de clase—. Pero… ¿Nejire va a…?

—No —respondió tajante Mafuyu, entendiendo sin palabras a qué se refería Yuyu—. Cada persona es un mundo, Haya-chan —le dijo—. Amajiki-san sufrió el ataque siendo muy joven y Nightmare le arrebató todo lo que pudo y más. Su hermano pequeño tuvo suerte de que llegaran unos transeúntes y la espantaran justo antes de que saltara sobre él. Cuando la trajeron aquí, estaba completamente histérica y no era capaz ni de hablar. Cada caso se trata de forma individual, así que no tiene que fiarse de cómo vea a otros pacientes para evaluar la posible recuperación de Hado.

Yuyu asintió, mientras la embargaban varios sentimientos. Por un lado, el alivio de saber que su novia no tenía por qué acabar así y, por otro, la tristeza al imaginarse lo mal que lo habían tenido que pasar los Amajiki al ver el estado de su hija.

De nuevo volvió a girarse hacia el cristal, buscando a Nejire con la vista. Cuando la encontró, vio que había dejado de conversar con la enfermera y ahora estaba sentada en el césped con un cuaderno frente a ella. A su lado, entre la hierba, se podían ver unos pinceles y una paleta de colores. Parecía estar pintando algo.

—¿Qué está haciendo? —preguntó, deseando poder salir a la terraza y sentarse junto a ella.

—Está poniendo en práctica uno de los aspectos de los que le hablaba. Su fortaleza psíquica y física, los recuerdos de su infancia, su aprendizaje vital, sus tendencias emocionales e intelectuales, sus motivaciones e intenciones —enumeró la doctora—. Es decir, todo lo que hace que sea quien es. Le dimos a escoger la forma en la que quería expresarse. Algunos pacientes deciden hablar, otros escribir. Ella eligió pintar.

—¿Cree que podría verla?

—Me temo que aún es muy pronto para eso —declaró Mafuyu y una sombra de decepción se dibujó en los ojos marrones de Yuyu. La mujer se puso de pie y se colocó a su lado—. Hay que cuidar el ambiente que rodea a Hado-chan. Durante sus sesiones se incluirán poco a poco a otras personas, de modo que pueda reconocerlas y empezar a confiar en ellas. Pero aún falta tiempo para llegar a esa fase.

—¿Cuánto?

—No puedo darle una respuesta exacta. Como ya le dije, todo depende de cómo vaya evolucionando —Mafuyu cerró el expediente mientras Yuyu permanecía observando a su novia, que seguía dibujando—. Durante esta primera etapa analizaré todo lo relacionado con sus experiencias. Hágase a la idea de que esto es como un rompecabezas mental. Primero tengo que armarlo para poder actuar en consecuencia, porque si no iríamos a ciegas.

—¿Hay algo que pueda hacer mientras tanto? —le preguntó Yuyu, queriendo ser de utilidad. La doctora pudo apreciar la necesidad de ayudar en sus palabras. Asintió al tiempo que sacaba del cajón de su escritorio una pila de folios.

—Esto es la que ha pintado en los últimos días —Mafuyu extendió las hojas frente a ella para que les echase un vistazo. A Yuyu le sorprendió descubrir que en todos predominaba el color rojo—. A primera vista parecen cosas sin sentido, pero con esto y con las entrevistas que le he hecho, interpreto que la mente de Hado-chan parece estar buscando la luz al final del túnel.

—¿Quiere decir que es consciente de lo que le pasa? —inquirió Yuyu con un tono esperanzado en la voz; la doctora asintió—. ¿Cómo es posible?

—La mente es un misterio, Haya-chan —declaró la doctora y Yuyu acarició con la punta de los dedos cada trazo hecho por su novia. Sintió que de alguna manera así estaba más conectada a ella—. ¿Ha notado que el color que más usa es el rojo?

—La verdad es que sí. ¿Por qué será? —dijo la chica, frunciendo el ceño—. No me parece un color que augure cosas buenas…

—Tal vez sea el que le despierta más emociones. Está claro que es el que más influye en sus pensamientos y en sus sentimientos —se giró a mirar a la muchacha, quien se sintió incómoda ante el escrutinio—. Usted tiene el cabello rojo, Haya-chan.

—Y las rosas que deja en la tumba de sus padres también son rojas.

—Nos enfocaremos en eso para acercarnos a ella —le dijo la doctora mientras guardaba los folios.

Yuyu vio cómo la enfermera de las agujas en los meñiques se acercaba a Nejire para llevarla a su habitación. Con eso supo que la hora de la visita había terminado. Se alejó del ventanal para regresar frente a la doctora. Se sentó y se quedó unos instantes en silencio antes de hablar, intentando ordenar las palabras en su cabeza antes de pronunciarlas en voz alta.

—A ver si lo he entendido: la droga que se le está administrando es para tratar la depresión en la que se ha sumido al haber perdido gran parte de sus recuerdos felices, y las terapias son para que pueda adaptarse a su entorno y más adelante a lo que antes conocía —expuso Yuyu y la doctora asintió en silencio—. Pero... ¿y qué pasa con los recuerdos que le han robado? ¿No hay ningún modo de recuperarlos? ¿No hay nadie en Japón que tenga una peculiaridad que pueda revertir los efectos de Nightmare?

La doctora Mafuyu suspiró.

—Los recuerdos le fueron robados, Haya-chan. La única forma en la que, tal vez, y digo, tal vez, podría recuperarlos, sería atrapando a la villana y obligándola a devolverlos, si es que eso es posible, aunque lo dudo mucho. No hay ninguna peculiaridad que pueda devolver algo que ha sido robado. Porque lo que le ha pasado a Hado-chan es que le han arrebatado sus recuerdos. No se los han borrado, ni los han modificado, se los han quitado.

Cuando Yuyu se marchó se quedó analizando el dibujo que Nejire acababa de hacer. Al igual que en el resto, destacaba el color rojo. Eso significaba que su mente estaba tratando de hacer resurgir algo que consideraba valioso y que quería recuperar.

Para una persona con amnesia, los recuerdos volvían tarde o temprano, algunas veces con ayuda de sesiones hipnóticas. Pero era porque éstos todavía seguían ahí, ocultos tras un velo, pero estaban.

Aquello era distinto.

Como le había dicho la doctora a Yuyu: desafortunadamente de donde no había, no se podía sacar.

―xXx―

El doctor Naegi examinó por última vez a Mirio antes de firmar el alta y darle el contacto de los especialistas que le había recomendado. Cuando terminó, el muchacho se tomó su tiempo para ponerse la ropa que le había llevado su padre, quien lo estaba esperando fuera de la habitación junto con Aizawa-sensei.

—¿Estás seguro de que no quieres volver a casa, Mirio? —le preguntó Tadashi cuando la enfermera llevó a su hijo a su lado.

—Papá, ya lo hemos hablado —respondió éste, agarrándose del brazo del hombre y despidiéndose de la mujer, aunque no podía verla—. De momento, prefiero volver a la UA si no hay inconveniente. En casa sólo me sentiría un estorbo…

—Togata-san, su hijo es bienvenido en la escuela —intervino entonces Aizawa creyendo oportuno aclarar ese punto, mientras los tres caminaban fuera del hospital—. Me mantendré en contacto con usted, e iré informándole del progreso que realice. No tiene de qué preocuparse.

Tadashi asintió, sabiendo que para Mirio, volver a su rutina habitual y estar rodeado de sus amigos era lo mejor. Si se quedaba en casa, estaría solo durante la mayor parte del día, puesto que él tenía que trabajar; y encontrándose en semejante estado en el que apenas podía hacer nada sin ayuda, se pasaría las horas muertas esperando a que él volviera de la oficina. Y con lo nervioso que era su hijo, eso no le vendría nada bien. Pero, aun así, no se quedaba tranquilo separándose del adolescente, a pesar de que confiaba plenamente en los responsables de la UA.

—De acuerdo —dijo al fin, aunque su autorización no era necesaria—. Por cierto, no te olvides de esto, Mirio —añadió, entregándole a su profesor la mochila que le había preparado con algo de ropa y más cosas que podría necesitar.

—¡Gracias, papá! —exclamó Mirio, alegrándose porque su padre se mostrase conforme con su decisión. No podía esperar a llegar a la UA y encontrarse por fin con Tamaki. Le daba pena no poder verlo, pero se conformaría con saber que podría sentirle.

 

Chapter 41: BUENOS AMIGOS

Notes:

Tamaki está pasando por una serie de operaciones. Mirio despierta y es dado de alta. Nejire parece estar mejorando.

Chapter Text

Martes, 14 de abril de 2020

Cuando Mirio llegó a la UA, con la mochila todavía colgada al hombro, se dirigió hacia la enfermería para ver a Tamaki, pero cuando llegó se llevó una enorme decepción. Recovery Girl le informó de que el chico se encontraba actualmente en el hospital recuperándose de la primera de las dos operaciones a las que debía someterse para recuperar la plena movilidad de las piernas.

En cuanto salieron de allí, Aizawa se disculpó, diciéndole que desconocía lo del traslado de Tamaki y lo de las dos intervenciones. Sabía que estaba fuera de peligro y que mejoraba positivamente, pero nada más. Mirio simplemente se encogió de hombros. Al fin y al cabo, entendía que el profesor había estado muy liado y era imposible que estuviera al tanto de todo lo que pasaba en la UA.

Shota lo acompañó hasta su habitación y lo ayudó a guardar sus cosas en el armario, explicándole poco a poco dónde iba colocando todo. Después le llevó hasta los baños comunes y le preparó la ducha; el profesor esperó hasta que el chico estuvo listo para acompañarlo al comedor, puesto que ya era la hora del almuerzo.

Cuando llegaron allí, ambos se encontraron que, bajo la supervisión del director, se había colocado una mesa y un montón de sillas en medio de una zona ajardinada de las instalaciones para disfrutar del buen tiempo y darle la bienvenida a Mirio.

Como era de esperar, la conversación no tardó en girar alrededor de todo lo acontecido en la última batalla y la derrota de Shigaraki. Sin querer saber nada al respecto, Izuku y Mirio se disculparon y dejaron su lugar en la mesa para dirigirse hacia un área arbolada, donde se sentaron bajo la sombra de un almendro.

Midnight estuvo aconsejando a Momo sobre su embarazo, mientras la joven asentía, avergonzada y algo incómoda por estar delante del resto de sus compañeros. Esa mañana se había levantado con el estómago más revuelto que de costumbre, y el té de hierbabuena no la estaba ayudando mucho. Se alegró cuando la mujer comenzó a hablar con All Might de otros temas y puso atención a la conversación que sostenían Bakugo, Kirishima, Sero y Ashido a su derecha.

Los escuchó hablar sobre su participación en la batalla contra la Liga y sus ojos negros se perdieron en los recuerdos de la mañana en la que se había despedido de Shoto. Comenzó a sentirse mal. Bakugo percibió la palidez de su rostro y cuando Yaoyorozu se levantó para perderse un momento entre los árboles, fue detrás de ella. Hanta también hizo amago de levantarse, pero Mina le preguntó algo y, después de titubear un poco, volvió a sentarse, esperando que Katsuki fuera suficiente apoyo para Momo.

El rubio se detuvo cuando la encontró junto a un árbol, cubriéndose la boca con una mano mientras que con la otra se apoyaba en el tronco para no perder el equilibrio. Estaba más pálida que antes y Bakugo advirtió el esfuerzo que estaba haciendo para no vomitar. Se acercó a ella pisando la hojarasca para llamar su atención, y la joven se volvió con sus ojos negros brillando por las lágrimas que apenas podía contener.

—La reunión es una mierda, pero no tanto como para echarse a llorar, coletas —soltó Bakugo y Momo negó con la cabeza para después apoyarla contra la rugosa madera. Cerró los ojos e inhaló profundamente, tratando de llenar sus pulmones de aire.

—Sólo... necesito un momento... —murmuró y el rubio asintió, observando cómo la chica comenzaba a respirar rítmicamente. Pasaron varios minutos antes de que Momo se separara del árbol y buscara asiento en el césped. Dejó que la brisa meciera sus negros cabellos antes de mirar a Bakugo, quien permaneció de pie junto a ella—. Gracias. Ya me siento mejor.

Bakugo asintió y Momo se movió a un lado para dejarle hueco. El rubio se lo pensó por un momento antes de aceptar la invitación. Entonces, se sentó junto a ella y ambos permanecieron perdidos en sus propios pensamientos.

—Shoto... pensaba mucho en ti —dijo entonces la chica y Bakugo sintió una punzada de dolor en su pecho. Tragó con fuerza y la miró, con el ceño fruncido.

—¿De qué demonios estás hablando?

—Me decía que eráis muy buenos amigos —Momo suspiró, tratando que los recuerdos de sus días junto a Todoroki volvieran sin formarle un nudo en la garganta.

Bakugo no respondió y su silencio hizo que Yaoyorozu se girase a mirarlo, tratando de analizar los gestos de su compañero. Pero el chico no tenía expresión alguna, sus ojos parecían mirar un punto fijo frente a él. En ese momento, Momo deseó tener una peculiaridad que le permitiera leer la mente.

—Lo éramos... —concluyó Bakugo, su voz tan inexpresiva como sus gestos.

Momo se dio por satisfecha con la respuesta y volvió a cerrar los ojos.

—Tengo un recuerdo... pero no sé si fue real o un sueño —encogió las piernas y se abrazó las rodillas apoyando la barbilla sobre ellas. Después de un largo silencio que a Bakugo le pareció eterno, Momo se volvió hacia él para mirarlo con insistencia—. En él me decías... que Shoto había muerto por culpa de una daga que iba dirigida a ti... —confesó y Bakugo apretó los puños con rabia. La morena pudo ver cómo se estremecía—. ¿Eso fue lo que pasó?

Katsuki se puso de pie de forma brusca y le dio la espalda, negando con la cabeza. Momo se levantó e hizo amago de tocarle la espalda, pero dejó caer la mano antes de hacer contacto.

Su silencio fue suficiente. Momo permaneció detrás del rubio, observando la tensión que se acumulaba en cada uno de sus músculos, como si estuviera conteniéndose de hacer o decir algo de lo que pudiera arrepentirse después.

Afortunadamente, la llegada de Kirishima y Sero rompió la tensión que se había formado entre ellos.

—¡Chicos, como no os deis prisa os vais a perder los postres! —exclamó el pelirrojo mientras se acercaba y los cogía del brazo. Le hubiera gustado agarrar sólo a Bakugo, pero no hubiera sido varonil dejar que su compañera embarazada caminase sola. Y Hanta parecía demasiado cortado como para agarrar a la chica.

—Tú siempre pensando en los demás —murmuró Momo con una tenue sonrisa en los labios, mientras le hacía un gesto a Sero para que se uniera a ellos. El moreno sonrió y se acercó.

Bakugo no dijo nada, aunque para sus adentros se alegró de que sus compañeros —especialmente Kirishima—, hubieran llegado justo en el momento adecuado. Bufando, malhumorado, caminó junto a ellos disfrutando de la cercanía del pelirrojo, algo que jamás reconocería en voz alta.

―xXx―

Martes, 21 de abril de 2020

Aizawa se fue a su habitación después de acompañar a Mirio a la suya y asegurarse de que todo estuviera bien. El rubio había insistido en que podía valerse por sí mismo y le había comentado que si tenía cualquier problema utilizaría el móvil. Al fin y al cabo, ya llevaba una semana allí y había ido memorizando dónde estaban las cosas más importantes.

Cuando llegó a su dormitorio se sirvió sake y se sentó en el sofá para ver un rato la televisión y desconectar un poco. Cuando vio que sólo echaban noticias de villanos y de las grandes hazañas de los héroes, la apagó y decidió que era hora de irse a la cama. Se dio una larga ducha y se metió bajo las sábanas. Una vez acostado no pudo evitar pensar en Sasaki y en la conversación que había mantenido con Mirio acerca de su relación.

A pesar de todo debía admitir que se hallaba muy a gusto con Mirai. Sentía que entre los dos había algo mucho más profundo que lo que habían tenido cuando eran jóvenes. Aizawa lo atribuyó al hecho de que ambos habían madurado y que sus acciones ya no estaban influenciadas por el ímpetu de la juventud.

Le quieres, ¿verdad?

Aizawa sonrió con ligereza al recordar la inesperada pregunta que le había hecho Mirio. Habían intentado ser discretos, pero estaba claro que el chico era más perspicaz de lo que habían pensado. Además, Mirio se preocupaba por Sir y por eso mismo, quizás, había estado más atento a sus interacciones. Shota creía que si esa misma pregunta se la hubiera hecho unas semanas antes cuando tenía a Yamada más presente, su respuesta hubiera sido distinta. Pero la presencia de Mirai había sido tan constante, que ahora le era muy difícil negar que sus sentimientos hacia el hombre se habían vuelto cada vez más fuertes.

Aun así, aunque lo quería, no estaba enamorado de él, pues su corazón le seguía perteneciendo a Yamada. Pero también era cierto que cada vez extrañaba menos a su amigo y eso sólo significaba que Mirai estaba calando profundo en él, y que la respuesta que le había dado a Mirio había sido completamente sincera.

—Es difícil no hacerlo... —le había respondido y al rememorar aquel momento, pensó en la persona que comenzaba a ocupar un lugar importante en su corazón. Y fue la imagen de Mirai Sasaki la que apareció en su mente antes de quedarse dormido.

―xXx―

Sábado, 25 de abril de 2020

Bakugo había salido para dar una vuelta y despejarse del ambiente que reinaba por parte última en la UA. Había comenzado a andar sin prestar mucha atención hacia dónde iba. Sólo quería olvidarse de todo lo que había sucedido recientemente.

Después de un buen rato andando, llegó a un área comercial que no estaba demasiado abarrotada. A pesar de que las calles parecían estar bastante tranquilas, el rubio permanecía en constante alerta. Al fin y al cabo, si pretendía volverse un buen héroe, no podía bajar la guardia en ninguna circunstancia. Se detuvo frente a una heladería y como era una mañana algo calurosa decidió comprarse algo.

Caminó despacio, disfrutando de su helado de frambuesa y observando los escaparates de las tiendas hasta que se encontró frente a un pequeño parque con un estanque. Se sentó en un banco y estuvo varios minutos observando a una pareja de cisnes antes de ponerse de pie para seguir paseando.

Acababa de cruzar la calle cuando vio a Kirishima. El pelirrojo llevaba una bolsita de papel en la mano y pasó tan cerca de Bakugo que éste pensó que lo vería. Pero Eijiro siguió su camino sin darse cuenta de que se habían cruzado. Movido por la curiosidad, Bakugo se movió con sigilo tras él, sorprendiéndose cuando vio que se sentaba en el mismo banco en el que había estado él antes.

Kirishima sacó algo de la bolsita, ignorando que estaba siendo observado. Después de unos momentos se puso de pie y se acercó al estanque, donde les lanzó unas semillas a los cisnes. Bakugo se apresuró, dispuesto a dar alcance a su compañero.

Antes de hacerlo, de forma involuntaria dirigió la vista hacia uno de los callejones cercanos y volvió sobre sus pasos cuando vio algo que no le gustó. Un hombre semioculto entre dos edificios observaba con demasiada insistencia a Kirishima. Bakugo no fue capaz de identificarlo, pues el hombre parecía esconderse entre las sombras. Pero pudo ver que parecía muy interesado en los movimientos del pelirrojo.

Una extraña inquietud fue aumentando en el pecho del rubio, quien no se movió, tratando de pasar desapercibido para el desconocido. Vio cómo Kirishima se levantaba, sacaba el móvil y se marchaba, mientras tecleaba algo en su teléfono. La preocupación de Bakugo se hizo mayor cuando el hombre emergió de su escondite y comenzó a seguirlo.

Eijiro, que iba mirando su móvil ajeno al peligro que lo acechaba, estuvo a punto de chocar con un par de personas que se habían detenido justo delante de él.

Si hubieran sido villanos, se habría metido en un buen lío. Afortunadamente para Kirishima, sólo se trataba de dos de sus compañeros de clase.

―¡Kirishima! ―exclamó Deku, mientras el pelirrojo levantaba la vista, sorprendido.

―Vaya. Iba tan ensimismado que no os había visto ―respondió, mientras se guardaba el teléfono en un bolsillo y se rascaba la nuca.

―¿Estabas escribiéndote con alguien? ―le preguntó Uraraka con picardía, mientras Eijiro se sonrojaba y negaba con la cabeza.

Izuku y Ochaco habían salido a dar una vuelta por la zona, aprovechando que era fin de semana y cuando habían puesto rumbo a la UA se habían dado cuenta de que Kirishima iba caminando por detrás de ellos.

Bakugo volvió a ponerse en marcha en cuanto vio que pelo de mierda retomaba su camino junto con el nerd y cara redonda, y aunque no llegó a ver el gesto de frustración que puso el sospechoso, no se le escapó que éste se daba media vuelta y se adentraba de nuevo en otro callejón.

―xXx―

Si alguna vez Okano había pensado que sería fácil hacerse con Red Riot, cuando vio que se juntaba con otros dos compañeros que, probablemente, también tendrían peculiaridades fuertes, su enojo no pudo ser mayor. Contra uno podía, pero contra tres, hasta él sabía que sería demasiado arriesgado. Torciendo su ya de por sí desagradable rostro, el hombre se resignó a posponer su venganza contra el crío que se había atrevido a meter a su colega en prisión. Bien era cierto que no lo había hecho él solo. El héroe profesional Fat Gum y el otro adolescente con tentáculos se habían encargado del resto de su banda, pero Okano no era tonto y sabía hasta dónde podía llegar. Además, con su poder tenía cierta ventaja contra el pelirrojo.

No había tenido mucha suerte después de la noche en la que el héroe gordo y sus pasantes habían enviado a todo su grupo al Tártaro. Había merodeado de un lado a otro, haciendo desagradables favores a gente ruin para poder sobrevivir en las calles y tener algo que llevarse a la boca. Se había sentido desesperado y no había sabido cómo encauzar su vida hasta que había visitado a uno de sus colegas en la prisión.

Konda había sido quien le había dado la idea. Ve a por el tipo que endurece su cuerpo. Al que me metió aquí. Si consigues dejarlo fuera de juego todas las organizaciones clandestinas que ahora te ven como basura, se pondrán a tus pies. Eso era lo que le había dicho y creía que tenía razón. Abatiría a Red Riot, saldría en los periódicos y todo el mundo comenzaría a verlo de otra forma. Nadie volvería a insinuar que era un inútil.

Cuando llegó al cuartucho donde vivía, gruñó descontento al abrir la única cartera que había logrado sustraer esa mañana del bolsillo de un transeúnte despistado. Nada de gran valor, unos cuantos billetes que servirían para pagar la renta del siguiente mes. La tiró a un rincón y buscó debajo del único mueble que había en el habitáculo hasta dar con una botella que destapó de un tirón antes de darle un buen trago.

Escuchó que alguien tocaba a la puerta. Extrañado, se limpió la boca con la manga y escondió la botella para atender la llamada. Cuando abrió, se encontró con un joven rubio que levantaba su mano derecha hacia él de forma amenazante, mientras salía humo de su palma.

—¿Quién... eres? —fue lo primero que logró articular el hombre cuando reaccionó.

—¿Quién cojones eres tú? —Bakugo no pudo evitar poner un gesto de asco al ver la cara del hombre. Una enorme cicatriz le cruzaba el desfigurado rostro de lado a lado—. ¿Qué demonios hacías siguiendo a Kirishima?

Al principio Okano se sintió desconcertado, pero cuando finalmente comprendió la situación, soltó el aire que había estado conteniendo. Si le estaba preguntando por Red Riot no podía ser otro que uno de sus compañeros de clase, por lo que dudaba que fuera una amenaza real para él. Aun así, decidió responder a su pregunta.

—No es un asunto que te importe, pero te lo contaré... —comenzó, mientras miraba de arriba abajo a Bakugo, evaluando la situación—, verás... Kirishima tiene una cuenta pendiente conmigo.

—¿Qué clase de cuenta? —el rubio tuvo que reprimir otro gesto de repulsión al ver que una retorcida sonrisa se formaba en los labios del hombre. Provocó una pequeña explosión en la mano que tenía abierta, sobresaltándolo—. ¡Responde, bastardo!

—¿Por qué estás tan interesado en saberlo?

—Si no respondes a mi pregunta… —Bakugo acortó la distancia y el hombre se echó hacia atrás intimidado ante la mirada roja, fría y penetrante que lo atravesó como una daga—, terminaré de arreglarte la cara. Y no estoy bromeando.

—Mandó a un colega al Tártaro —le dijo apartando la vista.

—No creo que fuera por ayudar a ancianitas, ¿no? —Bakugo lo cogió de las solapas de la raída chaqueta que llevaba, la cual apestaba a alcohol y sudor. Okano, sintiéndose fuera de juego, se encogió y apartó el rostro a un lado—. Escúchame bien, imbécil, porque será la primera y la última vez que te lo diga: no quiero volver a verte cerca de Kirishima.

El hombre le obsequió como respuesta otra sonrisa retorcida, que no estuvo exenta de temor.

—Te estaré vigilando —le advirtió Bakugo, soltando una explosión. Después se dirigió a la salida, no sin antes lanzarle una mirada amenazadora que hizo que Okano se encogiera contra la pared.

—A lo mejor te sorprendes —murmuró Okano en cuanto la puerta se cerró, observando la billetera que tenía entre sus dedos. Lo que encontró le hizo sentir una gran satisfacción. Había bastante dinero, junto con algunos documentos identificativos del chico.

¿Katsuki…? ¿No se llamaba así ese japonés que había ganado una medalla de plata hacía unos años?, pensó, aunque no era capaz de ubicarlo del todo, pero tanto su cara como su nombre le sonaban mucho. Estaba casi convencido de que se trataba de aquel patinador sobre hielo. Y eso significaba que no debía ser precisamente pobre.

Cuando contó los billetes que había en la cartera, se los guardó en un lugar seguro, junto con la documentación. Tal vez le sirviera más adelante. Sonrió ampliamente. Ese mismo día se daría el gusto de comprarse una botella de licor de marca.

―xXx―

Después de aquel encontronazo, Bakugo decidió volver a la UA. Pero antes de ir a su habitación se dirigió a la de Kirishima. Le había molestado ligeramente que el pelirrojo pareciera estar tan distraído. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Cómo era posible que hubiera pasado a centímetros de donde estaba y no le hubiera visto? Si siempre era así de descuidado cuando paseaba, entonces no quería ni pensar en el riesgo que corría con semejante hombre tras él. Tardó varios segundos en decidirse a llamar a la puerta.

—Adelante —escuchó del otro lado y Bakugo abrió y entró en la habitación.

Kirishima estaba observando un álbum de fotos donde se podían ver imágenes del Festival Deportivo y del Cultural, en las que aparecía toda la clase 1-A con aquellos ridículos atuendos, junto con los instrumentos musicales de Jiro.

—No te esperaba por aquí —le dijo, cerrando el álbum y dejándolo a un lado.

—Todavía me acuerdo de ese día —dijo Katsuki, refiriéndose al Festival Cultural—. ¡Los aplastamos a todos!

Una ligera sonrisa se dibujó en los labios del pelirrojo al recordar aquello. Lo habían pasado bastante bien.

Bakugo se acercó y Kirishima trató de peinarse rápidamente los mechones rebeldes que le caían por la cara, puesto que, al no esperar visita, no se había echado gel para que el pelo se le quedase de punta. Cuando vio que las hebras volvían a cubrirle el rostro, se dio por vencido.

Con una sonrisa tímida, invitó al rubio a sentarse en el borde de la cama.

—Esta mañana te vi dando una vuelta —le dijo entonces Bakugo y Kirishima lo miró con intriga—. Pasé a tu lado, pero supongo que estabas pensando en tus movidas y no te diste ni cuenta.

—Lo siento, hombre —se disculpó—. Sí. Debía estar en mi mundo.

—Pues te sugiero que la próxima vez tengas más cuidado, pelo de mierda, porque yo no era el único que te estaba observando. Un villano de poca monta estuvo siguiéndote —Bakugo pudo ver cómo Kirishima palidecía durante unos segundos antes de ponerse de pie.

—¿Un villano? ¿Siguiéndome?

—Sí, eso es lo que he dicho, idiota.

—¿Hablaste con él? —le preguntó Kirishima y Bakugo asintió.

—¿Qué esperabas? Me pareció sospechoso, así que lo seguí y lo arrinconé —le contó, dándole una descripción detallada del tipo—. Me dijo que tenías una cuenta pendiente con él.

—No tengo ni idea de quién se trata —le confesó Kirishima, bastante perdido.

—Dijo que habías mandado a uno de sus colegas al Tártaro —añadió el rubio, pero Eijiro se encogió de hombros. Seguía sin saber quién podía ser.

—Lo mismo lo que quiere es que le mande con su amigo —dijo el pelirrojo, riéndose y chocando los puños después de haberlos endurecido, provocando un sonido metálico.

—No presumas tanto, imbécil, y estate alerta —le aconsejó Bakugo, mientras se levantaba de la cama.

—¿Ya te vas? —le preguntó Kirishima alzando las cejas. El rubio se dio media vuelta para quedar frente a él. Eijiro se acercó, su pelo revuelto cayéndole sobre la frente. Bakugo levantó una mano y le colocó un mechón por detrás de la oreja de forma involuntaria. El pelirrojo se sorprendió al principio, pero luego sonrió—. ¿Te gustaría comer algo conmigo? Si no tienes otra cosa que...

—Supongo que será mejor que no te pierda de vista —el mismo Bakugo se asombró por la rapidez con la que había respondido y notó cómo se ruborizaba; intentando disimular, miró hacia otro lado. Al verlo, Eijiro sonrió con ligereza. Muy pocas veces se podía ver a Katsuki así.

—Entonces ¿a qué estamos esperando? —dijo Kirishima y acto seguido ambos salieron de la habitación y se dirigieron hacia el comedor, los dos sintiéndose cómodos con la compañía del otro.

―xXx―

Domingo, 3 de mayo de 2020

Yuyu se alegró cuando terminó su turno en el restaurante. El espectáculo del sábado por la noche era un buen pretexto para que el lugar se llenara a reventar. Y aunque las propinas eran generosas y más que bienvenidas, los exhaustos camareros a los que les tocaba trabajar en ese turno agradecían en el alma cuando el amanecer irrumpía en el hotel a través de sus lujosas ventanas.

La pelirroja se encargó de hacer el cierre de caja y cuando terminó se despidió de sus compañeros para irse a casa. Lo único que deseaba ahora era darse una larga ducha y tomar un buen desayuno antes de dejarse caer en la cama.

—¿No vas a comer nada? —le preguntó su madre cuando pasó de largo rumbo a las escaleras.

—Bajaré en un momento, mamá —le respondió mientras se iba quitando la camisa del uniforme. Le hastiaba el olor a tabaco que siempre se quedaba impregnado en su ropa.

Después de ducharse y ponerse un pijama cómodo, se quedó un rato en la habitación, rememorando las veces que había estado allí con Nejire. Descansaría unas horas antes de ir a verla. Y aunque la doctora Mafuyu no la había citado en los últimos días para hablarle de sus progresos, ella se conformaba con ver a su novia de lejos, aunque fuera por unos momentos. Se recostó sobre la cama que había compartido con la chica de pelo lila, ruborizándose ante los recuerdos que la sobrecogieron.

Todavía tenía presente el aroma y la suavidad de su piel, que tantas veces había acariciado. Extrañaba sus cómplices miradas, su voz, su compañía, sus interminables preguntas. Añoraba los momentos en los que sus ojos de color violeta brillaban cuando hacían el amor sin prisas, deleitándose con los suaves movimientos de su cuerpo junto al suyo. ¡Cómo deseaba que Nejire también lo recordara!

Cerró los ojos y abrazó su almohada, sintiéndose tan agotada que el sueño comenzó a vencerla. Su madre se encargó de evitar que se quedara dormida cuando la llamó para que bajara a desayunar. Resignada, dejó la almohada en su lugar y al hacerlo su mano chocó contra algo. Intrigada, la muchacha echó un vistazo para encontrarse con un objeto que hizo que su corazón latiera con una fuerza inusitada.

Su rostro se iluminó cuando abrió el libro que tenía en sus manos.

—No sabía que tuvieras un diario...

—Desde que tenía nueve años… Cuando le pregunté a mi madre por qué estaba en blanco, ella me respondió que tenía que rellenarlo yo. Le pregunté qué era lo que debía escribir y me dijo que todo aquello que viviera durante cada día de mi vida, y que creyera que valía la pena recordar…

Una lágrima surcó la mejilla de Yuyu. Pero no era una lágrima de tristeza, era la esperanza que renacía en su corazón. Guardó los diarios de Nejire en una caja y entonces corrió escaleras abajo, topándose con su madre que iba camino a buscarla. A la mujer no le pasó desapercibido el gesto alterado de su hija y la miró con preocupación.

—¿Estás bien, Yuyu? —le preguntó, pero ella no respondió. Sólo la besó en la mejilla y después le mostró la caja que llevaba a cuestas—. ¿Qué es eso?

—Esperanza, mamá —fue lo único que escuchó antes de verla salir a toda prisa hacia el hospital.

 

Chapter 42: RECUPERANDO EL TIEMPO PERDIDO

Notes:

Resumen: Mirio vuelve a la UA y descubre que Tamaki está ingresado. Aizawa reconoce sus sentimientos hacia Sasaki. Kirishima y Bakugo estrechan lazos después de que éste último descubriese que hay un villano acechando al pelirrojo. Yuyu descubre los diarios que escribía Nejire y corre al hospital con ellos.

Chapter Text

Domingo, 3 de mayo de 2020

Mafuyu estaba de guardia ese domingo y desde la ventana de su oficina observaba con gran atención a Nejire Hado. Yuyu acababa de marcharse después de entregarle diez diarios que había escrito su paciente. Había sido una gran sorpresa el enterarse de su existencia. Y aunque eso no garantizaba su recuperación, por lo menos había una base sobre la que partir, como la misma Yuyu había comentado.

—En estos diarios aparecen las personas y los lugares que conoce, pero de los cuales sólo guarda recuerdos dolorosos —le había dicho, sus ojos marrones ilusionados ante las posibilidades que se abrían frente a ella—. Ahora tiene la oportunidad de saber que no ha sido malo todo lo que la rodea. Y que tiene amigos que se preocupan por ella, y a los cuales puede volver a conocer a través de sus propias palabras.

—Todo eso suena muy bien, Haya-chan. Y no dudo que como parte de su terapia podría funcionar —había sido la respuesta conservadora de la doctora—. Pero necesito que comprendas que no podemos basar todas nuestras esperanzas en esto. Ni siquiera sabemos si Hado-chan será capaz de asimilar estos recuerdos.

—Nunca lo sabremos si no lo intentamos —le había respondido la muchacha. Y no se había marchado hasta que no le había prometido que se pensaría si era conveniente entregarle los diarios o no.

Mafuyu se alejó del ventanal y tomó de su escritorio los últimos dibujos de Nejire. Cada vez era más latente en ellos la necesidad de recuperar su pasado. Dentro del vacío que sentía, parecía ser consciente de que le faltaba algo. Y el hallazgo de Yuyu había despertado en la doctora un gran interrogante, ¿y si Hado-chan estaba dispuesta a intentarlo?

Los resultados de las pruebas de psicometría habían sido impresionantes. Demostraban que la muchacha era bastante inteligente. Y durante la entrevista con sus amigos más cercanos, todos habían coincidido en que era una joven con una personalidad fuerte y vivaz.

Era sana. Le gustaba leer, de naturaleza curiosa y mente abierta. Estaba enamorada, tenía planeado su futuro... y todo eso lo había perdido en menos de un minuto gracias a una villana que no sabía nada de ella. Mafuyu suspiró, frustrada. La vida era muy injusta.

Dejó los dibujos de su paciente a un lado y tomó el diario más antiguo. Observó con atención las pequeñas y borrosas hadas de la portada. Lo abrió y leyó una de las muchas páginas escritas con letra infantil, pero clara. Con el diario en la mano, dirigió su mirada hacia la terraza. Nejire aún estaba ahí, concentrada en pintar de rojo sus emociones. Entonces fue cuando tomó la decisión.

—Hola, Hado-chan —le saludó Mafuyu y la muchacha dejó el pincel a un lado, levantando la mirada. Respondió con timidez a su saludo y dejó que se sentara a su lado en el césped—. ¿Recuerdas que te hablé de una amiga tuya que viene a menudo a visitarte?

Nejire asintió ligeramente. La doctora le había dicho que, si quería, dejaría que entrase para que pudieran conversar. Pero la joven no estaba lista aún, ni siquiera para saber cómo se llamaba.

—Pues te ha traído un obsequio... —le dijo mientras le mostraba el diario. Nejire lo observó con mucho interés—. ¿Lo recuerdas?

—No —le confesó después de echarle un vistazo.

—Es el primero de diez —le explicó la doctora y Nejire la miró, sorprendida—. Lo escribiste cuando tenías nueve años.

—Si usted dice que son míos, le creo —respondió con total honestidad—. Pero no sé lo que hay en ellos. Ni siquiera recuerdo haberlos escrito.

—Tal vez si te animaras a leerlos, podrías encontrar la respuesta a muchas de las preguntas que te has estado haciendo —ante la sugerencia, la doctora pudo ver temor y duda en los ojos de su paciente—. Te propongo algo... leámoslos juntas —añadió Mafuyu y Nejire suspiró, meditándolo—. Sólo el primero. Y si al terminarlo te sientes lista para leer los demás, habremos dado un gran paso.

La chica de pelo lila bajó la mirada para enfocarla en el dibujo de la libreta. Las pequeñas hadas despertaban cosas en su corazón que no alcanzaba a comprender. Como si algo muy especial se escondiera en ese pequeño libro, pero tenía miedo de descubrirlo y… perderlo todo otra vez.

—¿Usted cree... que aquí puedo encontrar lo que estoy buscando? —le preguntó Nejire, mordiéndose el labio y la mujer asintió, con convicción—. ¿Y si sólo son cosas terribles como el resto de mis recuerdos?

—Te voy a decir lo mismo que tu amiga me ha dicho... nunca lo sabremos si no lo intentamos.

Nejire acarició la portada del pequeño diario y suspiró. Su amiga debía quererla mucho si se había tomado la molestia de llevarle esos diarios. Y entonces pensó que si había alguien a quien le importaba de esa forma, entonces debía corresponderle de la misma manera.

—Está bien... —aceptó al fin, su corazón estremeciéndose de emoción y ansiedad—. No perderemos nada por intentarlo, ¿verdad?

―xXx―

Bakugo volvió a su habitación después de almorzar. En su mente aún podía escuchar la risa sincera del pelirrojo. No podía negar que se lo había pasado bastante bien con él. Hacía mucho que nadie le hacía reír como Kirishima, contándole algunos chistes o anécdotas de cuando era más joven e iba a clase con Ashido. Tenía que admitir que era divertido y que, además, poseía un gran sentido del humor.

Se detuvo cuando llegó a la puerta de su cuarto. Entró y cerró para después quitarse la ropa de calle. Antes de eso metió la mano en el bolsillo de su pantalón, donde solía guardar la cartera. Extrañado, rebuscó sin encontrarla. Entonces llegó a la conclusión de que la había perdido. Con la esperanza de habérsela dejado en la habitación de Kirishima, le mandó un mensaje preguntándole si la había visto.

Kirishima: Dame un segundo.

Fue la breve y rápida respuesta. Unos minutos después, volvió a escribirle.

Kirishima: He buscado por todas partes, pero aquí no hay nada. Si necesitas ayuda, dímelo.

Bakugo le respondió con un sencillo ok y suspiró, frustrado.

Mientras terminaba de quitarse la ropa para darse una ducha, repasó en su mente los lugares donde podría haberla perdido. Sin relacionar el extravío con su encuentro con el villano, llegó a la conclusión de que se le debía haber caído en la calle.

No lamentaba la pérdida por el dinero que tenía. Lo que le molestaba era que ahora tendría que pedir un duplicado de todos los documentos que llevaba, trámites engorrosos que le quitarían mucho tiempo. Dejando el tema de lado, se enrolló una toalla en la cintura y con el torso desnudo se dirigió hacia los baños comunes.

―xXx―

Jueves, 7 de mayo de 2020

Aprovechando que Mirio había quedado con Yuyu aquel día, Aizawa fue a comer con Sasaki a su casa y después salieron a dar un paseo. El profesor guio la silla del hombre de gafas a través de un sendero rodeado de cerezos, cuyas flores comenzaban a perder poco a poco su esplendor.

Mirai se sentía bastante cansado, pues esa mañana Isogai había decidido probar algo nuevo para constatar el grado de avance en su recuperación. Y las noticias eran buenas, pues al ver que el hombre había resistido la pesada sesión, decidió aumentar los días de terapia de tres a cinco por semana, incorporando más ejercicios e introduciendo el uso de nuevos aparatos.

Y aunque sabía que las molestias aumentarían, no puso objeción a la decisión del médico.

Las ruedas de su silla se toparon con algo duro y Mirai le hizo un gesto a Shota para que se detuviera. El movimiento brusco le provocó un intenso dolor. Aizawa pareció darse cuenta y después de apartar la roca a un lado, desvió su camino hacia la base de un gran árbol. Se detuvo y ayudó a Mirai a sentarse en el césped.

—¿Estás bien? —le preguntó y Sasaki asintió mientras observaba cómo se sentaba junto a él—. Creía que ya no te dolía…

—Esta mañana hice algunos ejercicios nuevos. El médico ha aumentado los días de terapia y… el dolor es la consecuencia —le explicó Sasaki y Aizawa suspiró con impotencia cuando vio el gesto de malestar en su rostro—. Pero irá disminuyendo a medida que pase el tiempo.

—Ojalá no te doliera —Shota enredó sus dedos en el pelo de Mirai—. He estado pensando... ¿Quieres que te acompañe durante las sesiones?

—¿Estás seguro? —le preguntó el hombre de gafas, sorprendido ante la iniciativa del profesor—. Duran dos horas cada mañana. Las clases ya han empezado y tal vez no tengas tiempo.

—Me las ingeniaré para cuadrar los horarios —Shota se encogió de hombros—. Quizás no pueda ir a todas, pero…

—¿Lo dices en serio? —le preguntó Mirai, alzando las cejas. Aizawa notó un asomo de emoción en la voz del otro hombre. Se volvió hacia él y depositó un suave beso en sus labios a modo de respuesta.

―xXx―

Sábado, 9 de mayo de 2020

Un par de días después, cuando Kirishima se despertó, se encontró con un mensaje de texto de Bakugo en el que le preguntaba si le apetecía que cenasen juntos, así que se levantó inmediatamente, se dio una ducha rápida y comenzó a arreglarse.

El día anterior, el rubio lo había sorprendido preguntándole si le apetecía comer con Deku, Mirio y él. No era algo tan raro que se juntaran unos cuantos alumnos para almorzar; lo particular era que le escribiera para invitarle, sobre todo teniendo en cuenta que el plan incluía a uno de los Tres Grandes.

—Llámame Katsuki —le había dicho, mientras Deku y Mirio se sentaban bajo un árbol.

—Vaya —había respondido Kirishima, sintiendo que el corazón se le aceleraba ligeramente. No a todo el mundo le permitía que lo llamase por su nombre de pila y el pelirrojo lo sabía—. Te diría que me llamases Eijiro, pero seguramente es imposible que dejes eso de pelo de mierda.

Mientras terminaba de peinarse, le vino aquel momento a la cabeza, preguntándose por qué Bakugo habría elegido ese mote para él, cuando su pelo rojo brillante era cualquier cosa menos una mierda. Kirishima se encogió de hombros y después de hacer a un lado esos pensamientos se acercó a su armario para ponerse sus deportivas favoritas; salió de la habitación y se dirigió a toda prisa hacia la entrada de la UA, que era donde habían quedado.

Después de cenar en un restaurante mexicano que le habían recomendado a Kirishima, decidieron dirigirse al estanque. Katsuki se detuvo para esperarlo cuando Eijiro se entretuvo comprando unas semillas que le entregaron en una bolsa de papel.

Prosiguieron su camino y cruzaron la calle para llegar al parque. Bakugo se sentó en un banco mientras Kirishima permanecía de pie frente al lago para dar de comer a los cisnes. El silencio que se estableció entre ellos fue tranquilo, así como el semblante sereno del pelirrojo mientras alimentaba a las aves. Desde el banco, Katsuki se limitó a observarlo.

Mientras lo miraba, se sintió atrapado por esa aura de confianza que el pelirrojo desprendía sin darse cuenta. Desde que había empezado su pasantía con Fat Gum, Kirishima había cambiado mucho. Había madurado. El rubio se levantó y se acercó a él.

—Deberíamos volver —le dijo después de mirar la hora en su móvil. Se había hecho tarde y aunque era fin de semana, en la UA seguía habiendo toque de queda. Además, estaba a punto de anochecer, algo que no era muy recomendable si tenía en mente al tipo que había seguido a Eijiro unas semanas atrás.

El pelirrojo asintió y lanzó un último puñado de semillas al agua antes de guardarse en un bolsillo la bolsa de papel con lo que le había sobrado. Ambos se pusieron en movimiento, sin decir nada, como si temiesen que cualquier palabra pudiera romper la armonía que se había establecido entre ellos. Bakugo pidió un coche por la aplicación del móvil, pensando que era lo más prudente y cuando llegó ambos se montaron. Mientras arrancaba, Kirishima se apoyó contra la ventanilla, cansado. Bakugo se movió hacia él y el otro se sobresaltó cuando sintió que un brazo rodeaba su hombro.

Comprendiendo su muda invitación, se relajó y apoyó la cabeza contra el rubio para seguir dormitando. Bakugo posó la barbilla sobre los puntiagudos mechones pelirrojos y cerró los ojos. No tardarían en llegar a la UA y quería aprovechar el poco tiempo que les quedaba antes de volver a sus actividades cotidianas.

―xXx―

Jueves, 14 de mayo de 2020

Mirio le había insistido una y otra vez a Aizawa y a cualquier otro profesor que se le había puesto por delante que lo llevasen al hospital a ver a Tamaki, pero la respuesta de todos había sido la misma. Ya no sabía qué hacer puesto que los días pasaban y cada vez le costaba más esperar sin tener noticias de él.

—Amajiki necesita descansar. Ha pasado por dos operaciones en muy poco tiempo y ahora está haciendo una rehabilitación exhaustiva para recuperar la movilidad de las piernas.

Mirio había protestado, pero ninguno de sus profesores le dio permiso para ir a verle ni le dijo dónde estaba ingresado por miedo a que se presentase allí. Como si pudiera, dadas las circunstancias, pensó.

La ceguera era algo bastante limitante, pero ahora que, de entre todas las cosas, le impedía valerse por sí mismo para ir a visitar a la persona que más quería, era cuando más frustrado se sentía.

Había pensado en pedirle a Yuyu que lo llevara al hospital donde estaba Tamaki, pero su amiga ya tenía suficiente con todas las horas extra que echaba en el trabajo y las que se pasaba con Nejire. También había pensado en decírselo a Deku, pero no quería ponerle en un compromiso.

Había intentado hablar con Tamaki. Por supuesto. Pero no había respondido a ninguna de sus llamadas. Al final habían terminado comunicándose por mensajes de voz, lo que era bastante desesperante para Mirio, ya que su móvil no estaba habilitado para gente invidente y al principio había borrado algún que otro mensaje sin querer. Desde luego, en su estado, era mucho más práctico hablar directamente, pero cuando Tamaki no estaba sedado, estaba en rehabilitación y cuando no, estaba con sus padres, con Fat o con su amiga Amori, que lo visitaba a menudo.

A pesar de que Mirio no se había enterado, no tardaron mucho en darle el alta a Tamaki, y éste, lo primero que hizo fue dirigirse a su habitación para darse una ducha y colocar todas sus cosas. En cuanto terminó, se acordó de que Aizawa le había pedido que se pasase por la enfermería para que Recovery Girl le echara un vistazo a sus piernas, por si acaso.

Se apresuró a ir hacia allí, pensando que cuanto antes terminara, antes podría ver a Mirio.

Cuando estaba a punto de salir de su habitación se le ocurrió una idea. Cogió su móvil y le mandó un mensaje a su kohai, Kirishima. Necesitaba pedirle un favor.

―xXx―

Viernes, 22 de mayo de 2020

Mirio estaba sentado en el césped que había detrás del gimnasio, disfrutando de la fresca brisa. Esa noche, y por primera vez desde que había recobrado la consciencia, se sentía feliz. Y la razón se debía a las cosas buenas que habían sucedido a lo largo del día.

Había desayunado con Yuyu y ésta le había hablado de la existencia de los diarios de Nejire. Además, el tratamiento que la doctora le administraba estaba siendo eficaz. Y Mirio se alegraba enormemente por ello.

Por otro lado, Sir le había comentado que Aizawa-sensei iba a estar presente en la mayoría de sus sesiones. Por lo que Mirio sabía, Sir siempre había estado solo y se sentía entusiasmado porque su mentor pudiera encontrar la felicidad con su profesor. No había más que oírle hablar. Su tono se suavizaba cuando mencionaba al otro hombre y eso ya era bastante decir teniendo en cuenta lo recio y formal que era Sasaki, excepto cuando Mirio lo hacía reír.

Pero lo que en verdad le había sorprendido, era el gran afecto que parecía estar surgiendo entre Bakugo y el kohai de Tamaki: Kirishima. Sabía que al pelirrojo le gustaba el chico-explosivo, porque Tamaki se lo había dicho, pero jamás se habría imaginado que el rubio fuera capaz de fijarse en él y mucho menos estando tan reciente lo del hijo de Endeavor.

Mirio cambió de postura en el césped, mientras seguía perdido en sus pensamientos. Saber que los problemas de la gente que le importaba se estaban solucionando poco a poco le alegraba sobremanera. Pero, por otra parte, no podía dejar de lamentar su propia situación. Su padre no dejaba de buscar un médico especializado en casos similares al suyo, pues temía que con el paso del tiempo su ceguera se volviera crónica, pero hasta la fecha, no había encontrado nada.

—Estás muy pensativo, Togata-kun —le dijo Kirishima, que estaba sentado a su lado.

Éste había ido a buscarle aquella noche a su habitación y le había preguntado si le apetecía salir.

—¡Estaba contando las estrellas! —exclamó en broma y ambos se rieron—. Has hecho que me pierda. Ahora tendré que empezar de nuevo.

—Es muy varonil por tu parte ser tan optimista —le dijo Kirishima, mientras se situaba frente Mirio para que no tuviera que girar la cabeza buscando su voz.

—En realidad no lo soy —le respondió mientras fruncía el ceño—. Hay muchas cosas que me preocupan. Por ejemplo, no sé cómo me las voy a apañar cuando la gente que me ayuda esté ocupada. Ahora mismo dependo de alguien para casi todo…

—Buscaremos la forma. Puedes contar conmigo siempre que lo necesites —Kirishima guardó silencio un breve momento, para después volver su mirada hacia Mirio—. Por cierto, ¿te has enterado de que Aizawa-sensei se ha ofrecido a acompañar a Nighteye en sus terapias?

—Algo he oído —dijo Mirio encogiéndose de hombros, para sentir un segundo después un escalofrío recorrerle la columna—. Creo que es hora de que volvamos, está comenzando a refrescar —dijo, pero no obtuvo respuesta—. ¿Kirishima?

Se levantó con cuidado y caminó unos pasos hacia donde había escuchado por última vez la voz del chico. Tanteó con las manos intentando ubicarlo, pero sólo logró atrapar el aire. Trató de regresar al árbol donde había estado sentado unos momentos antes, pero después de dar unos pasos y no hallarlo comenzó a agobiarse. Su corazón empezó a latir con fuerza y sólo atinó a quedarse en el mismo sitio, sin atreverse a moverse por temor a perderse.

—Si esto es una broma, no le veo la gracia —dijo Mirio, esbozando una sonrisa nerviosa, mientras se rascaba la nuca, sin saber muy bien qué hacer. El silencio fue roto por el sonido de unos pasos que se detuvieron cerca de él—. ¿Kirishima? —silencio—. ¡No te hagas el duro conmigo y dime dónde estás!

Una suave brisa hizo que a su nariz llegara una fragancia que reconoció de inmediato, haciendo que su corazón brincara dentro de su pecho. Deseando no estar equivocado, levantó ambas manos y caminó con pasos vacilantes hacia el lugar de donde provenía aquel olor. Sus ojos se humedecieron cuando el aroma se desvaneció en el aire tan pronto como había llegado.

Se dejó caer de rodillas, cubriéndose los ojos con las manos, que apretó desesperado deseando poder devolverles la luz. Unas suaves manos se posaron sobre las suyas, apartándolas de su cara.

El rubio jadeó cuando las puntas de sus dedos exploraron el rostro amado después de tanto tiempo. Se deleitó acariciando cada ángulo de esas perfectas facciones cuyos detalles, a pesar de no poder verlos, recordaba a la perfección. Una lágrima se deslizó por su mejilla cuando sus dedos se enredaron en aquel suave cabello, que en su mente imaginó del color de las profundidades marinas.

Intentó hablar, pero las palabras murieron en su garganta al sentir unos dulces labios posándose sobre los suyos. Suspiró, aferrándose al delgado cuerpo que lo sostenía y correspondiendo a su apasionado beso.

 

―xXx―

Tras ser testigo del reencuentro entre Mirio y Tamaki, Kirishima decidió que ya no tenía nada más qué hacer allí y se dio media vuelta para regresar a su cuarto. Una vez allí cogió ropa limpia y se dirigió a los baños comunes para darse una ducha. Terminó de vestirse y minutos después se encaminó hacia la habitación de Bakugo. Con un poco de suerte bajaría acompañado al comedor.

Esperaba que el rubio no pensase que estaba tomándose demasiadas confianzas con él. A veces era difícil saber cómo lidiar con Katsuki. Se acercaba a Kirishima como si fueran buenos amigos y, entonces, parecía dar dos pasos hacia atrás, como si se arrepintiese de algo o si temiera ir más allá. Eijiro se sentía bastante confuso con su comportamiento, pero pensó que no perdía nada por ir a buscarlo y preguntarle si le apetecía cenar con él. Su corazón se aceleró al pensar en volver a estar a solas con Bakugo.

―xXx―

Shota se sentía ligeramente culpable por lo que le sucedía a su amigo. Quizás se había centrado en exceso en la recuperación de Midoriya y Togata y había pasado demasiado tiempo con Sasaki como para darse cuenta de que no todo iba bien con Yamada.

Al comenzar el nuevo curso, Hizashi se había presentado en clase un ‘poco contento’. Con su alegría y labia habituales, nadie había parecido darse cuenta excepto un par de alumnos que simplemente habían comentado la jugada entre ellos sin que la noticia llegase a trascender. Pero no había pasado mucho tiempo hasta que el ‘poco contento’ había dado paso al ‘bastante pedo’. Entonces el director había comenzado a recibir quejas de algunos estudiantes que no aprobaban la conducta de su profesor de inglés.

Los rumores acerca de que el hombre iba borracho a clase no tardaron en extenderse, hasta llegar al último rincón de la UA. Nezu se vio obligado a darle un toque de atención al hombre y Shota, por supuesto, se había presentado en su habitación en cuanto había tenido oportunidad. De esto hacía ya una semana.

—¿Qué demonios estás haciendo con tu vida, Hizashi? —le había recriminado en cuanto había entrado. Shota negó con la cabeza, decepcionado cuando vio a su amigo con una copa en la mano, sentado de cualquier forma en el sofá.

—¡Disfrutar, Shota! ¿Qué voy a hacer si no? —le había dicho éste, intentando ponerse de pie, pero trastabillando y volviendo a caerse de culo en el sofá. Soltó una carcajada mientras se bebía lo que no se había derramado encima—. ¿Quieres tomar algo? ¡Es sake del bueno!

Aizawa había negado con la cabeza y había salido de allí, pensando que su amigo era una causa perdida.

Mientras admiraba los jardines que se extendían alrededor del restaurante, a través de los ventanales que estaban junto a su mesa, Aizawa no podía dejar de pensar en él. A su lado, Sasaki revisaba la carta de vinos mientras esperaba que se acercase el camarero a tomarlos nota.

Shota cerró los ojos y apoyó la cabeza en el hombro de su acompañante. Mirai dejó la carta a un lado y se centró en él, robándole un beso. Cuando vieron por el rabillo del ojo que el camarero se acercaba para atenderlos, se separaron precipitadamente.

—Buenas noches —la joven los saludó con educación y, entonces, sus ojos marrones se abrieron con amplitud al reconocer a los dos hombres que estaban frente a ella—. ¿Aizawa-sensei?

—¿Haya? —Shota se separó más todavía de Mirai, sintiéndose ligeramente avergonzado por haber sido pillado en semejantes circunstancias—. Togata me comentó que estabas trabajando en un restaurante, pero no me había dicho en cuál. ¿Cómo está Hado? ¿Es cierto que está respondiendo bien al tratamiento?

—Así es. Aunque aún es muy pronto para ver resultados —le dijo y después se volvió hacia el hombre de gafas—. Buenas noches, Sasaki-san.

Mirai correspondió al saludo con un ligero asentimiento y se concentró en el menú. Yuyu esperó con paciencia a que se decidieran y después de apuntar su orden se alejó. Ya conversaría con ellos en otro momento.

—Tengo entendido que nadie se ha recuperado de la peculiaridad de Nightmare, quien, por cierto, todavía sigue en busca y captura junto con Dabi y otros cuantos villanos que lograron escapar —Aizawa asintió ante las palabras de Mirai—. ¿Cómo es posible que Hado esté mejorando?

—Creo que Hawks se dio cuenta del ataque antes de que fuera demasiado tarde —fue la respuesta del profesor—. Además, por lo que tengo entendido, le están administrando un medicamento nuevo.

Mirai escuchó a su pareja en silencio.

—Por desgracia... el tratamiento es caro y, aunque Haya cuenta con una ayuda proveniente del gobierno, no es suficiente y se ha visto en la necesidad de buscar trabajo —le explico Aizawa mientras dejaba el menú sobre la mesa—. Ya sabes que realizaba su pasantía con Edgeshot, pero su agencia siempre está en números rojos, así que, por lo que sé, no podía contratarla a tiempo completo, así que le tocó buscarse esto.

Mirai frunció el ceño ante las últimas palabras de su compañero. Suponía que, al tratarse de héroes no profesionales en el momento del ataque, las ayudas no eran muy sustanciosas. Eso había sido un gran error de cálculo que se podría haber evitado si alguien lo hubiera tenido en cuenta. Con los temas burocráticos siempre había que leer la letra pequeña y hasta el más insignificante detalle, podía ser sumamente importante.

Cuando Shota le acarició la frente, tratando de borrar la línea que se le marcaba en el entrecejo, decidió dejar aquellos pensamientos para después. Mirai aprovechó para atraerlo hacia él y besarlo, y Aizawa se olvidó de la presencia de su alumna para centrar toda su atención en el beso.

Ninguno de los dos se dio cuenta de que les servían los platos, ni de la sonrojada pelirroja que se alejaba, sorprendida ante lo que acababa de ver. Se mordió los labios pensando que en cuanto pudiera se lo contaría a Mirio. ¡Su mentor y jefe de Agencia se había estado enrollando con Aizawa-sensei frente a sus narices! ¡Apasionadamente! ¡Y sin el más mínimo pudor!

Yuyu tuvo que esforzarse por concentrarse porque estuvo a punto de dejar caer la bandeja en un par de ocasiones mientras seguía atendiendo otras mesas.

Chapter 43: ROJO… PASIÓN

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Sábado, 23 de mayo de 2020

Tenues rayos de luz se filtraban por las cortinas de la ventana, proyectando sombras contra la pared y sobre los cuerpos que se encontraban enredados en la cama deshecha. Ardientes de deseo y libres ya de las molestas prendas que los cubrían, se frotaban uno contra el otro. Pieles enrojecidas por las huellas de labios y dientes. Mientras celebraban el esperado reencuentro.

Mirio se derritió al escuchar los gemidos que emergían de los labios de Tamaki, puesto que ahora, al verse privado de uno de sus sentidos, parecían resonar con más fuerza, haciendo que su excitación aumentase. Se centró en las frases entrecortadas que murmuraba Tamaki mientras se dejaba llevar por la pasión, para después volver a soltar más jadeos, que hacían que Mirio enloqueciera. Degustó el sabor salado de su piel y deslizó los dedos por todo su cuerpo. Mientras Tamaki gemía en su oído, se dejó embriagar por su olor, mientras las hebras de color índigo le hacían cosquillas en la cara.

Tamaki apresó entre sus brazos el cuerpo del rubio que estaba sobre él, ambos llenos de sudor y saliva, aferrándose con la poca fuerza que el placer aún no le había robado.

Mirio se deshizo de su agarre para moverse hacia abajo. Tamaki se mordió los labios con fuerza para no gritar cuando su polla se encontró repentinamente entre los labios del rubio. Mirio le sujetó las caderas dejando marcadas las huellas de sus dedos.

—Ah... Mirio... —Tamaki no fue capaz de decir nada más. La boca del rubio hizo estragos sobre su cuerpo, dejándole sin aliento.

—Me encanta cómo sabes, pulpito —dijo el otro adolescente, sacándose la erección ligeramente de la boca, para después volver a metérsela de golpe, lamiéndola de arriba abajo.

—No… no digas… esas cosas… —jadeó Tamaki, enredando sus dedos en el pelo de Mirio y llevándose el otro brazo al rostro, tratando de ocultar el furioso sonrojo de sus mejillas a pesar de ser un gesto inútil porque Mirio no podía verlo. El rubio se deleitó con el sabor que manó de Tamaki mientras éste se arqueaba, con la mente nublada, al llegar al orgasmo.

El esbelto cuerpo se movió con gracia para situarse encima del otro, deseando corresponder a las caricias del rubio. Reclamando una posición privilegiada sobre Mirio, recorrió con avidez cada centímetro de esa piel que tanto deseaba. El rubio se dejó hacer, disfrutando con el ansioso toque del otro, cada vez más experto, cada vez más audaz.

A veces su espalda, a veces sus piernas... a veces su rostro. Tamaki no llevaba un orden y Mirio no podía hacer nada más que temblar, su cuerpo convertido en gelatina entre las manos de su amante.

Ansioso, Mirio le cogió de las muñecas. Tamaki se dejó llevar cuando lo colocó bocabajo y gimió cuando el colchón le hizo cosquillas en su bajo vientre. La sensación no duró mucho, porque Mirio se situó enseguida entre sus piernas. Le echó un buen chorro de lubricante y a continuación soltó un largo gemido mitad placer, mitad dolor cuando notó la carne dura y palpitante entrar en su cuerpo y llenarlo por completo.

Tamaki se apretó más contra él, los ojos cerrados, mientras sentía cómo le follaba. Mirio le mordisqueó la oreja puntiaguda, sabiendo lo mucho que le gustaba y, sosteniéndolo por la cintura, aumentó la fricción de sus cuerpos. Sus manos viajaron más abajo y Tamaki gritó al sentirse atrapado entre unos hábiles dedos que lo acariciaron con urgencia, volviéndolo loco.

De pronto Mirio detuvo sus caricias y sus movimientos. Tamaki sintió el vacío cuando el otro adolescente se separó de su cuerpo y lo hizo colocarse boca arriba. Cualquier pregunta murió en su boca cuando el rubio se situó sobre sus caderas, y volvió a unirse a él de una sola estocada, haciendo que Tamaki volviera a gritar ante la sensación de plenitud que lo embargó.

Tamaki sabía que a Mirio le gustaban sus piernas. Se lo había dicho en infinidad de ocasiones. Siempre comentaba que eran largas, fuertes y masculinas y le encantaba cuando las situaba alrededor de su cintura, mientras le hacía el amor. En cambio, para Tamaki, la parte favorita del cuerpo de Mirio eran sus brazos, que le transmitían la seguridad que a él le faltaba. Aquellos brazos que lo envolvían con cariño haciéndolo sentir como en casa.

Mirio no tardó en comenzar a moverse mientras Tamaki se aferraba a sus bíceps con fuerza, jadeando en busca de aire. Lento, rápido... lento… más rápido. Tamaki se arqueó buscando más contacto, gimiendo y mordiéndose los labios hinchados por los besos. Por un lado, quería que aquello no acabase nunca, sentir a Mirio follándolo una y otra y otra vez, pero por otro, necesitaba llegar al clímax.

El rubio no podía verlo, pero podía imaginárselo. Con la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello, su rostro contraído por el placer. Una imagen de la que había sido testigo muchas veces y que le era imposible olvidar. Se inclinó hacia él para besarlo, y Tamaki lo sostuvo con fuerza de la cintura.

—Te he echado... tanto de menos... —susurró el rubio pegado a su oreja y Tamaki se estremeció al sentir la punta de su lengua introduciéndose en ella, excitándolo más todavía si eso era posible. Mirio se quedó quieto por un breve instante. Dejó que Tamaki lo besara y le lamiera el cuello. Mirio comenzó a moverse de nuevo—. Cada día... cada noche... Tamaki... Ah...

Antes de correrse, Mirio agarró la cintura de Tamaki y sin salir de su interior, lo colocó encima de él, adoptando la misma postura que la primera vez que habían hecho el amor. Tamaki, completamente extasiado, se balanceó sobre la polla de Mirio, sin dejar de gemir, mientras éste embestía con fuerza, hasta el fondo.  Mirio no tardó en llegar al orgasmo, completamente envuelto por los sonidos sensuales que soltaba Tamaki, el olor a sexo, el tacto de su polla envuelta por sus dedos mientras le masturbaba…

Las uñas de la mano que tenía libre se clavaron en la cintura de Tamaki dejando pequeñas medias lunas en su piel.

Tamaki quiso decirle que también lo había echado de menos, pero no pudo. Rápido... más rápido... más... y entonces soltó un grave gemido, corriéndose por segunda vez aquella noche. Extenuado, su cuerpo encontró descanso sobre el de su pareja.

La mano de Mirio buscó su rostro, y Tamaki cerró los ojos al sentir la caricia de sus dedos recorriendo sus mejillas.

—Yo también te he echado... mucho de menos —le confesó al fin cuando recuperó el aliento, bajándose de él y tumbándose a su lado. Mirio se rio con ligereza y le besó los ojos, la nariz, los labios... Tamaki suspiró, sintiendo su corazón llenarse de amor.

Permaneció abrazado a él, disfrutando del calor de Mirio y de su cuerpo desnudo. Renuente a dejarlo ir, el rubio lo estrechó entre sus brazos, prometiéndose que nunca jamás volvería a alejarse de él.

―xXx―

Miércoles, 27 de mayo de 2020

La mañana del miércoles, Aizawa se despertó con un ligero cargo de conciencia. Aunque se había propuesto ir a visitar a Yamada para ver cómo estaba, había disfrutado tanto la cena en compañía de Mirai que se había olvidado por completo de su amigo.

Aquel día también tenía planes así que supuso que Hizashi tendría que esperar. Se estiró entre las sábanas, renuente a levantarse y deseando que su cama no se sintiera tan grande. De forma involuntaria, pensó en una figura de afiladas facciones mirándole con deseo a través de las gafas, los cabellos verdes con mechones rubios desparramados sobre la almohada.

—Uno de estos días... —se dijo a sí mismo antes de dirigirse a la ducha.

Desayunó con rapidez y se encaminó hacia la habitación de Mirio. Había recibido una llamada de su padre comentándole algo acerca de un especialista. Como Mirio no le había cogido el teléfono, Tadashi había decidido llamarlo a él, sabiendo que su hijo no tenía forma de ver las llamadas perdidas.

Cuando llamó y no recibió respuesta, recordó que el día anterior Tamaki había vuelto a la UA. Negó con la cabeza, por haber sido tan ingenuo al pensar que Mirio pasaría la noche en su propio cuarto. Dando media vuelta se dirigió hacia el dormitorio de su otro ex alumno.

Dio varios toques a la puerta y esperó. Un rato después, un Tamaki que parecía que acababa de despertarse, abrió. Llevaba la parte superior del pijama puesta del revés, lo que sólo le indicó al profesor que, seguramente, se la había puesto a toda prisa.

—Amajiki, ¿qué tal te encuentras? No tuve oportunidad de hablar contigo ayer. Pero me alegro de verte tan… —el profesor lo miró de arriba abajo mientras el chico movía las manos, nervioso, con los ojos fijos en el suelo—, recuperado. Eh… ¿está por ahí Togata?

El adolescente se puso rojo como si lo hubieran pillado cometiendo un delito. Sus reflejos le traicionaron puesto que, de forma involuntaria, miró hacia atrás.

—Eh…

—Aizawa-sensei... hola —llegó entonces la voz de Mirio, algo agitada—. ¿Sucede algo?

—Hola, Togata —lo saludó el hombre mientras sacudía la cabeza, tratando de alejar de su mente cualquier imagen relacionada con lo que, con toda certeza, acababa de interrumpir—. Me ha llamado tu padre para hablarme de un especialista que le han recomendado. Al parecer también te llamó a ti… pero me imagino que has estado bastante ocupado toda la noche y no lo has visto.

Mirio tuvo la decencia de ruborizarse ante ese comentario.

—Gracias, Aizawa-sensei —le respondió, frotándose la nuca, con una sonrisa tímida—. Ahora le pediré a Tamaki que revise mi móvil y que me ayude a contactar con el especialista.

—De acuerdo, mantennos informados —le dijo, dándose media vuelta—. Bueno. No os entretengo más.

—No nos entretiene, sensei. Puede quedarse a charlar si le apetece —le dijo Mirio sonriendo ampliamente. El profesor iba a rechazar la invitación, pero antes de que pudiera hacerlo el rubio añadió—. Aunque me da la sensación de que tiene planes. Salude a Sir de mi parte.

Esta vez fue el turno de Aizawa de ruborizarse. Sin hacer ningún comentario al respecto, se despidió con la mano y se alejó, pensando que se lo tenía bien merecido.

―xXx―

Martes, 2 de junio de 2020

Cuando Aizawa se marchó, Tamaki ayudó a Mirio a vestirse, después se vistió él y una vez estuvieron los dos listos, llamó a Togata-san para que pudiera explicarle a su hijo lo del doctor que le habían recomendado.

Consiguieron hablar con la clínica y pidieron cita para unos días más tarde. Desafortunadamente, cuando acudieron, el médico no pudo darles ninguna solución. Después de contarle lo ocurrido y examinar a Mirio de forma meticulosa, determinó que su peculiaridad y sus habilidades no servirían en este caso en concreto. Tamaki vio cómo la sonrisa del rubio, siempre presente, decaía un poco.

—¿No hay ninguna posibilidad de que pueda ayudarle? —insistió Tamaki, sin querer hacerse a la idea de que no había cura para la dolencia de Mirio.

—Bueno, la verdad es que yo no, eh… pero… conozco a una mujer que tal vez, con su peculiaridad… —comenzó a decir el médico. El rostro de Mirio se iluminó al escuchar aquello y Tamaki esperó a que el hombre continuase—. Pero me temo que tiene una lista de espera bastante larga…

—No nos importa si nos puede ayudar —mencionó Tamaki—. Mejor eso que nada.

—Vamos a hacer una cosa —respondió el doctor mientras arrancaba una hoja de su libreta y se la ofrecía—. Apuntadme aquí vuestros teléfonos. Hablaré con ella y en cuanto sepa algo, me pondré en contacto con vosotros. ¿Os parece bien?

Tamaki no perdió el tiempo. Anotó tanto su móvil como el de Mirio y después le agradeció por su ayuda. Mirio también le dio las gracias y ambos salieron de la sala, sintiendo después de mucho tiempo una pequeña esperanza. Algo que no habían sentido desde el nefasto diagnóstico de Mirio.

Y no era de extrañar, porque en aquel punto habían probado de todo. Hasta la dilatación de los vasos retinianos por inhalación de mezclas de dióxido de carbono y oxígeno, un método muy eficaz aplicado en la medicina ocular. Pero ni ése ni ningún otro tratamiento había logrado que Mirio recuperase la vista. La intervención quirúrgica ofrecía un riesgo muy grande con muy pocas garantías, por lo que no lo vieron como una opción, y hasta la fecha ningún otro doctor le había recomendado un tratamiento concreto o le había realizado más pruebas.

Por lo que esto era más de lo que habían tenido en semanas, así que se agarrarían a ello y esperarían lo que fuera necesario para que esa mujer le devolviera la vista a Mirio.

―xXx―

Martes, 9 de junio de 2020

La cálida brisa mecía las copas de los árboles que estaban cerca del lugar donde se hallaba Nejire, haciendo que un par de hojas se desprendiera de sus ramas y revolotearan alrededor de la larga melena de la chica. Hacía un día bastante agradable y por eso mismo se encontraba en el banco blanco del jardín, leyendo los diarios que le había entregado la doctora.

Nejire levantó la mirada por un momento. Faltaban pocos minutos para que el sol se pusiera. Aunque leía rápido, en esa ocasión quería disfrutar de la lectura con calma, entender cada palabra escrita. Palabras que no podía creer que hubieran sido trazadas por su propia mano.

Cuando la luz natural empezó a escasear, cerró con cuidado el diario número tres y permaneció sentada observando el atardecer. La doctora Mafuyu se sentó junto a ella y esperó a que su paciente se decidiera a hablar. Nejire suspiró y cerró los ojos, tratando de identificar lo que estaba sintiendo.

—Nada... —fue lo único que atinó a decir. Mafuyu permaneció en silencio, esperando una explicación más detallada. Nejire abrió el diario y repasó las hojas ya leídas—. Es decir... hay muchas cosas que reconozco. Mi casa, mis padres... aquí he escrito las cosas buenas y malas que me sucedieron durante aquellos años. Pero en mi mente sólo guardo lo malo. ¿Sabe lo frustrante que es eso?

—¿Y qué hay de los buenos recuerdos?

—Hasta ahora... no he logrado que influyan en mí. No los siento... míos.

—¿Quieres decir que te son ajenos?

—Por completo. Es como si yo no fuera la protagonista de las cosas buenas que escribí en estos diarios, —le explicó Nejire y la doctora asintió, comprendiendo—. ¿Por qué me siento así?

—Porque Nightmare te las robó con su peculiaridad —le respondió Mafuyu—. Otorgándote a cambio la depresión que ocasiona el vivir sólo con malos recuerdos.

—Entonces... ¿qué sentido tiene que siga leyendo esto? ¿No debería dejar de perder el tiempo?

—No creo que debas ser tan drástica, Hado-chan. No olvides que la mente humana es muy compleja —le dijo la doctora poniéndose de pie. Con un gesto la indicó que la siguiera—. Te rescataron antes de que fuera demasiado tarde. Quizás no te lo robó todo.

—Si fuera así... ¿por qué no recuerdo nada bueno? —preguntó Nejire. En este punto, la muchacha alzó la mirada y, a la luz de las farolas, la doctora pudo ver que sus ojos brillaban. Sonrió. Su paciente comenzaba a comprender lo que pasaba a su alrededor—. ¿Por qué lo único que recuerdo es lo malo?

—¿Estás segura de eso? —inquirió Mafuyu y la muchacha la miró sin entender—. ¿Recuerdas cuál es el color que más utilizas cuando pintas?

—El rojo —respondió sin vacilar—. Es el que más recuerdos me trae. Y ninguno bueno. Aunque a veces... siento algo...

—¿Doloroso?

—No —Nejire se detuvo frente a la puerta de su habitación—. Al contrario... es cálido y… agradable.

—Entonces... no todo está perdido, Hado-chan —declaró la doctora y la muchacha asintió en silencio, sentándose en el borde de la cama y abrazando con fuerza el diario—. No te des por vencida. Son diez y acabas de empezar el tercero.

—¿Cree que en ellos encontraré la respuesta a lo que siento cuando pienso en el rojo? —preguntó la muchacha, con la mirada fija en el diario—. ¿Cree que acabaré sintiendo como míos todos estos recuerdos?

—En cuanto a lo primero... creo que tus diarios te dirán lo que ha significado el rojo a lo largo de tu vida. Pero debes mantener los ojos y la mente muy abiertos —la doctora Mafuyu le palmeó el hombro y se dirigió a la puerta—. En cuanto a lo segundo... no es algo que te pueda responder ahora. Dame tiempo, te prometo que investigaré por qué no puedes asimilar tus propios recuerdos.

Cuando Nejire se quedó a solas, permaneció un momento observando el diario. Después, lo guardó junto con los demás y se preparó para dormir. Se acostó de lado y cerró los ojos, tratando de ignorar las paredes blancas que le recordaban lo vacía que se sentía por dentro. Haría caso a la doctora, seguiría adelante. Leería todos sus diarios hasta aprenderse de memoria cada uno de sus recuerdos, aunque le resultasen tan ajenos como si los hubiera vivido otra persona. Una que había quedado muy atrás en el tiempo.

―xXx―

Jueves, 25 de junio de 2020

Sentada en un cómodo sofá frente al ventanal de su oficina, Mafuyu se hallaba rodeada de una gran cantidad de libros. Concentrada, los repasaba una y otra vez, tratando de encontrar la respuesta al por qué Hado-chan no era capaz de asimilar sus propios recuerdos.

Tenía claro que lo que le ocurría a su paciente tenía que ver con los efectos de la peculiaridad de Nightmare y aunque las drogas psicoactivas le estaban ayudando a controlar la depresión que sufría, era obvio que no estaban logrando que los recuerdos registrados en su diario influyeran en ella.

—Pero... ¿por qué? —se preguntó, al tiempo que cerraba el grueso libro que había estado ojeando y echaba la cabeza hacia atrás, cansada. Pegó un salto, cuando la puerta de su despacho se abrió de repente—. Hola, Akutagawa... menudo susto me has dado.

—Ya me he dado cuenta —dijo el hombre sonriéndola mientras se acercaba a ella y cogía el libro que la mujer acababa de dejar sobre su escritorio, repasando algunas páginas mientras Mafuyu le observaba de manera interrogativa.

A sus cuarenta y un años, Shuichi Akutagawa era un prestigioso psicólogo que actualmente estaba prestando sus servicios allí. Se habían conocido doce años atrás, en una reunión de especialistas en psicología. Para entonces él ya tenía cierto renombre, mientras que ella apenas comenzaba su carrera. Ambos se habían hecho amigos y se alegraban porque el destino los hubiera vuelto a juntar después de tanto tiempo.

—¿Aún no has logrado encontrar una solución al problema de tu paciente? —le preguntó el hombre mientras dejaba el libro de nuevo en la mesa; ella suspiró mientras negaba en silencio, levantándose para observar la tarde a través del enorme ventanal de su oficina—. ¿Cómo va el tratamiento?

—Aún estamos en la primera fase —fue la respuesta de la doctora—. No quiero arriesgarme a poner frente a ella a las personas que conoce antes de estar lista.

—¿Y si ese momento no llega? —inquirió Akutagawa y Mafuyu se giró para encontrarse con los ojos de su colega—. ¿Y si cuando termine de leer sus diarios, decide que no tiene sentido recuperar su anterior vida?

—¿Crees... que le estoy dando a los diarios más importancia de la que debiera?

—Lo que pienso es que no deberías permitir que los diarios condicionen la conducta de tu paciente. No debe basar sus expectativas en ellos, sino en su capacidad de recuperación.

La doctora guardó silencio, meditando las palabras del otro psicólogo. Era verdad que desde que le había entregado a Hado-chan sus diarios, se había enfrascado de lleno en ellos hasta el punto de olvidar que su recuperación no debía basarse en los recuerdos perdidos, sino en volver a retomar las riendas de su vida.

—Por un lado, tienes razón... —reconoció la doctora—, pero, por otro, no veo nada de malo en que Hado-chan quiera conocer su pasado. Como una parte importante de la terapia, es necesario que mediante sus diarios pueda reconocer con más facilidad a las personas que forman parte de él.

—Estoy de acuerdo en ese aspecto —asintió Akutagawa—. Y estoy seguro de que encontrarás el modo de hacer que los diarios la ayuden —el hombre sonrió antes de dirigirse hacia la puerta—. Hasta mañana.

Mafuyu permaneció en su oficina una hora más, antes de tomar una decisión. Cuando lo hizo, se dirigió a la habitación de Nejire, quien la recibió con una tímida sonrisa, invitándola a pasar.

—¿Cómo vas con tus diarios? —le preguntó la doctora mientras tomaba asiento en el borde de la cama.

—Acabo de comenzar el quinto —le respondió sentándose junto a la mujer—. Es de cuando cumplí catorce años —la doctora observó a su paciente durante un instante. Nejire parecía haberse olvidado de su presencia, pues siguió con la lectura hasta que un carraspeo llamó de nuevo su atención—. Lo siento... es que no puedo parar. ¡Tengo tantas preguntas! ¡Tanta curiosidad por saber qué va a pasar!

—Te comprendo —Mafuyu pareció meditarlo un momento antes de continuar—. He estado pensando que tal vez sería conveniente que comenzáramos la segunda fase de tu tratamiento.

Nejire frunció el ceño, sorprendida. Negó con la cabeza, sin estar convencida de que eso fuera lo mejor.

—No me siento... lista... —titubeó. Mafuyu se acercó a ella y le quitó el diario de las manos. Nejire sintió la pérdida casi de forma física. Ese gesto no le pasó desapercibido a la doctora, lo que hizo que no cejara en su empeño.

—Tengo entendido que ingresaste en la UA con quince años, ¿verdad? —le preguntó la mujer, observando la portada del diario que sostenía, su paciente asintió—. Lo que significa que sólo te queda éste antes de llegar a la parte en la que hablas de tus amigos... —añadió y la muchacha volvió a asentir, cada vez más intrigada—. Bien... ¿Qué te parece si cuando llegues al siguiente diario, lo lees a la vez que interactúas con ellos?

—Me está proponiendo... ¿que vuelva a ver a las personas que conocía antes del ataque?

—Sé que recuerdas a la mayoría —afirmó Mafuyu y la muchacha guardó silencio, dando a entender que no se sentía preparada para enfrentarse a ellos y a todos los malos recuerdos que los rodeaban. Algunos que todavía la atormentaban—. Sé cómo te sientes, pero ten en cuenta que al leer lo que hay escrito en tus diarios, irás conociendo aspectos positivos de esas personas. Y así te será mucho más fácil volver a verlas.

—¿Y si no quiero hacerlo?

—Estarías en tu derecho, Hado-chan —sentenció la mujer, devolviéndole el diario y mirándola con profunda seriedad—. Incluso podrías salir de aquí e iniciar una nueva vida, si eso es lo que quieres.

—Pero... estoy sola —el miedo fue palpable en el rostro de Nejire—. No conozco a nadie fuera de este lugar.

—¿Eso es lo que crees?

Nejire miró con fijeza a Mafuyu. Apretó el diario contra su pecho, como solía hacer cuando necesitaba sentirse segura y protegida. Tenía que aceptar que no podía vivir en el hospital eternamente. Algún día tendría que marcharse, y la sola idea de salir y no tener a su lado a nadie a quien le importara, la asustaba mucho más que el hecho de tener que volver a ver a las personas cuyos recuerdos no le eran del todo gratos.

—Ese diario te habla de grandes amigos, personas que te quieren y que te están esperando —le dijo la doctora con voz suave—. Piensa en lo mucho que podrías ganar si lo intentas... no tienes ni idea de a cuánta gente le importas.

Nejire sabía que se preocupaban por ella. La persona que estaba pagando su tratamiento, por ejemplo. Aquélla que iba a visitarla varias veces a la semana, aunque no la viera. La chica que se había tomado la molestia de llevarle esos diarios, devolviéndole la esperanza.

Se giró para mirar a la doctora que permanecía sentada a su lado esperando una respuesta.

—Trataré de leer este diario lo más rápido posible, ¿vale? —decidió al fin. Mafuyu asintió en silencio, celebrando por dentro la decisión de su paciente—. Y cuando comience el siguiente... estaré lista para volver a ver a mis amigos.

—Has tomado una gran decisión, Hado-chan. Cuando llegue el momento, me dirás a quién quieres volver a ver primero —le informó la doctora. La muchacha suspiró, sintiéndose un poco insegura, pero albergando por dentro una extraña impaciencia que hizo que su corazón latiera muy rápido.

Y aunque no dijo nada, en su mente ya tenía una idea muy clara de quién sería la primera persona a la que estaba dispuesta a volver a ver... y a conocer.

De solo pensarlo, en su cabeza comenzaron a acumularse un millón de preguntas.

―xXx―

Lunes, 29 de junio de 2020

Las hojas secas crujían bajo los pasos vacilantes de Mirio, mientras andaba guiándose con su bastón, por el largo camino que el sol de la tarde pintaba de un tenue color dorado al reflejarse en la hojarasca. Yuyu, que caminaba a su lado, podía observar cómo el suave viento hacía girar las hojas en círculos alrededor de ellos antes de devolverlas al suelo.

—No es necesario que me acompañes hasta mi habitación. Puedo regresar solo.

—Nada de eso, rubito. Además, aún es temprano —Yuyu le pasó un brazo por la cintura y suspiró, triste al pensar que los ojos azules de su amigo no fueran capaces de apreciar la belleza del paisaje que los rodeaba.

Mirio se dejó guiar. Faltaba sólo una hora para que comenzase el turno de la pelirroja en el restaurante y no quería que por su culpa se le hiciera tarde.

—Me encantaría poder ver a Hado —mencionó entonces antes de despedirse de su amiga. En realidad, era una faena porque Nejire no podía recibir visitas y Mirio no podía observarla en la lejanía como hacía Yuyu. Tendría que tener paciencia y esperar a que se pusiera mejor—. ¿Ha habido algún avance?

—La doctora Mafuyu dice que no ha dejado de leer sus diarios —el rostro de Yuyu se ensombreció por un breve instante, algo que Mirio no pudo percibir—. Pero que no logra asimilar sus propios recuerdos. Que es como si... todo lo que escribió no le hubiera pasado a ella. Pero me prometió que averiguaría el motivo y encontraría una solución. ¿Y tú? ¿Cómo vas con lo tuyo? ¿Qué tal los especialistas que has visitado?

—Hasta ahora ninguno ha conseguido nada —Mirio siguió moviendo el bastón de un lado a otro por los pasillos. Ambos decidieron ignorar los murmullos de los estudiantes que se fueron encontrando a su paso—. El último que vimos nos habló de una doctora que tiene una peculiaridad que tal vez pueda ayudarme; aunque también mencionó que la lista de espera es enorme. Me dijo que hablaría con ella y que me llamaría. De momento no hemos tenido noticias suyas.

—Entiendo... —susurró Yuyu, frunciendo los labios.

—Así que no me queda otra que esperar... —dijo Mirio encogiéndose de hombros—. Por lo menos el director nos ha permitido a Tamaki y a mí quedarnos en las instalaciones de la UA, mientras encuentran una solución. Él ya ha comenzado a trabajar a jornada completa con Fat y no le veo mucho, pero por lo menos pasamos las noches juntos. La verdad es que no para. Estoy orgulloso de él.

—No creo que al director le moleste que os quedéis —le dijo Yuyu dándole una palmadita en la espalda—. Al fin y al cabo, tu participación fue clave para atrapar a los principales miembros de La Liga. Supongo que se sentirá en deuda contigo.

—Puede ser —respondió mientras se dirigía hacia su habitación, acompañado por su amiga.

—Además, Aizawa-sensei ya había aprobado tu solicitud de apoyo en sus clases —le comentó la pelirroja—. Lo de Amajiki, quizás, sí es más sorprendente, ya que ahora mismo no le une nada al colegio, excepto tú.

Excepto yo.

Mirio se quedó callado, pensando que no quería ser una carga para nadie y mucho menos para Tamaki. No quería que se sintiera obligado a cuidar de él; ya bastante hacía con su trabajo de héroe.

Mirio se esforzó por ocultar su pesar. Pero a Yuyu no podía engañarla. Era más que obvio que intentaba aparentar una tranquilidad que no sentía. Lo abrazó con cariño, tratando de confortarlo. Mirio respiró con fuerza y su cuerpo tembló por un momento entre los brazos de Yuyu. Cuando se apartó, seguía esbozando una sonrisa en el rostro.

—Togata-kun... si quieres hablar de esto...

—Vas a llegar tarde al trabajo si no te das prisa, Haya-chan —la interrumpió y Yuyu asintió sabiendo que estaba en lo cierto, mientras le daba un ligero golpecito en el hombro.

—Cuídate mucho, amigo —le dijo y Mirio volvió a sonreír mientras escuchaba los pasos de la pelirroja alejándose, su esbelta figura desapareciendo al doblar la esquina.

Y aunque no lo pudo ver, Yuyu supo que la sonrisa de Mirio también había desaparecido.

 

Chapter 44: LO QUE DEBÍA SER DICHO

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Domingo, 5 de julio de 2020

Agarrándose con todas sus fuerzas a las barras paralelas, Nighteye dejó que el terapeuta lo soltara y respiró profundamente para calmar los temblores que lo recorrían desde la cintura hasta los pies. En el otro extremo lo esperaba Aizawa. Se concentró en la sensación hormigueante de sus piernas al dar un paso... y otro más... siempre aferrado a las frías barras de metal.

—Trate de concentrar sus fuerzas en las piernas, no en los brazos —le recordó el médico.

—Vamos, Mirai... puedes hacerlo —la voz de Shota se escuchaba emocionada y preocupada a la vez. El hombre de gafas suspiró, una gota de sudor le resbaló por la frente—. Sólo un poco más...

Apretando los dientes, Mirai decidió confiar en la fuerza de sus piernas y disminuyó la presión de sus manos sobre las barras. Sus extremidades temblaron y el doctor dio un paso adelante, los brazos extendidos hacia él. Sasaki negó con la cabeza cuando sintió que el médico trataba de sostenerlo.

—Estoy bien... —siseó y el terapeuta lo soltó al instante. Mirai volvió a concentrarse en lo que estaba haciendo. El objetivo al final era muy tentador. Abrió los ojos, que había mantenido cerrados todo el tiempo, para encontrarse con los negros de quien ya consideraba su pareja.

Shota correspondió a su mirada, alentándole en silencio a continuar. Mirai volvió a cerrar los ojos, reflejándose todo su esfuerzo en los músculos tensos del rostro. Dio unos cuantos pasos más hasta que, exhausto, se detuvo para dejar que Aizawa lo agarrase.

—Estás progresando —le dijo el profesor mientras lo sujetaba, esperando a que el terapeuta acercase la silla de ruedas hasta allí—. Has avanzado tres metros más que ayer.

—Es un gran logro, Sasaki-san —Isogai le ofreció un vaso de agua, que el hombre aceptó agradecido—. Si continúa a este ritmo, para principios del año que viene ya habrá dejado esta silla.

—Voy a recuperarme más pronto... —dijo el héroe, agotado, mientras Shota sonreía alegrándose al verlo tan decidido.

El médico asintió mientras se tocaba con dos dedos uno de sus alargados bigotes de pez. Había analizado el proceso de rehabilitación de todos sus pacientes y sabía mejor que nadie que, aunque la fortaleza física era primordial para una pronta mejoría, también lo era la motivación. Se recuperaban con mayor rapidez aquellos que de verdad lo deseaban y que, además, contaban con el apoyo de sus seres queridos.

Y viendo la gran capacidad física de Sasaki, no dudaba en las palabras que el hombre acababa de pronunciar. Su paciente se volvió hacia él.

—Si descanso lo suficiente durante el resto del día, ¿podré intentarlo más tarde?

Aizawa e Isogai se miraron, sorprendidos. El terapeuta negó con la cabeza.

—No es recomendable forzar al cuerpo hasta tal extremo, Sasaki-san —le dijo observándolo con sus ojos saltones y Shota se agachó junto a la silla de ruedas—. Si realiza dos sesiones hoy, mañana estará tan cansado que ni siquiera podrá moverse.

—En estos días no me he sentido tan cansado como antes —fue la respuesta de Mirai. El médico pareció meditarlo durante un momento.

—Podemos aumentar cada sesión media hora y ver cómo va respondiendo —dijo al fin. Sasaki pareció satisfecho—. Pero seamos prudentes. Si en el transcurso de la primera semana se ve superado, volveremos al ritmo anterior, ¿de acuerdo?

Cuando el médico se marchó, Aizawa lo ayudó a darse una ducha y cuando estuvo vestido y sentado en su silla, le pidió al profesor que lo llevara al salón; una vez allí, ambos se acomodaron en el sofá.

Sasaki rodeó los hombros de Aizawa y éste apoyó la cabeza sobre Mirai. Desde que habían retomado la relación, prácticamente no habían avanzado en el terreno íntimo. A Shota no le importaba, además, comprendía que Mirai no estuviera listo. Con la rehabilitación y todo lo que había pasado… Ni siquiera Aizawa sabía si era conveniente profundizar hasta ese punto.

—Llevas mucho tiempo callado, ¿sucede algo? —le preguntó de pronto Sasaki. Shota negó en silencio y se acurrucó más contra él, buscando el calor de su cuerpo.

Permanecieron un buen rato abrazados, sus miradas cruzándose de vez en cuando. Desde que habían decidido empezar esa especie de relación, ninguno de los dos se había atrevido a hablar sobre su verdadero significado. Por su parte, Sasaki estaba seguro de lo que sentía. Estaba enamorado de Shota desde hacía años, aunque su actitud hacia él a veces fuera distante.

Aizawa, en cambio, hacía poco que había admitido que le quería. Durante esas últimas semanas, algo había despertado en su interior. Una verdad que no podía seguir negando. Sin proponérselo, había permitido que el hombre se fuera metiendo poco a poco en su corazón. Casi estaba seguro de que, con el tiempo, acabaría enamorándose de él, como lo estaba de Yamada.

Como lo había estado..., meditó el profesor, sintiendo el calor que emanaba del hombre junto a él. Desde la noche de la batalla contra la Liga, cuando Hizashi le había dejado claro que lo quería como a un hermano y que jamás lo vería como algo más, Shota se había propuesto ser realista y dejar de sufrir por alguien que no iba a corresponderle nunca.

Ésa era la razón principal por la que había decidido darle una oportunidad a Mirai. Pero ahora, rodeado por los cálidos brazos de su compañero, sus sentimientos parecían haber dado un giro de ciento ochenta grados. Ya no era el cuerpo de Hizashi el que deseaba en su cama, y sus sueños más ardientes ahora tenían a un hombre reservado de pelo verde y ojos amarillos como protagonista. Y lo más interesante de todo era que la idea le gustaba. Y mucho.

—Si ahora mismo no me dices en qué estás pensando, me veré obligado a sacártelo a la fuerza o usar mi peculiaridad —le dijo Mirai con un tono inexpresivo. Aizawa se rio con ligereza. Eso sólo terminó por exasperar más al otro, quien lo observó con su rostro impasible—. ¿Y bien? ¿Me vas a decir qué pasa?

—Que te quiero —espetó Shota y el rostro imperturbable de Sasaki cambió a uno de genuina sorpresa. Nervioso por lo que acababa de hacer, Aizawa se calló y volvió a recostarse contra él. Aunque no quería admitirlo, le daba miedo la respuesta de Mirai.

Sasaki tomó el rostro de Shota entre sus manos, sus ojos perdiéndose en los oscuros que lo miraban con atención. Sostuvo su barbilla mientras respondía a su declaración con un beso apasionado que Aizawa no tardó en corresponder.

—Repítemelo... —demandó contra sus labios.

—Te quiero... —dijo Aizawa de nuevo y Sasaki volvió a besarlo.

—Dímelo otra vez... —pidió Mirai dándole otro beso y Shota se separó de él, perdiéndose en su mirada amarilla. Una mirada que le dijo mucho más de lo que esperaba escuchar.

Aizawa abrió la boca para volver a decírselo, pero no pudo porque los labios de Mirai sellaron cualquier palabra que estuviera a punto de decir...

―xXx―

Miércoles, 15 de julio de 2020

Después de desayunar algo con Kirishima —con quien pasaba bastante tiempo últimamente—, Bakugo fue a la enfermería para pedir unas pastillas para el dolor de cabeza. Recovery Girl no parecía estar por ningún lado, al igual que Yaoyorozu, así que se dirigió hacia las gavetas que tenía más cerca y las abrió para ver si era capaz de encontrar el medicamento sin tener que esperar a que alguien se lo diera.

Había cogido un envase y estaba ojeándolo para ver qué era cuando le pareció escuchar un gemido proveniente de una de las habitaciones. Pensando que tal vez se trataba de algún paciente que tenía algún problema, decidió echar un vistazo, no sin antes protestar indignado porque ninguna de las dos enfermeras estuviera por allí para hacer su maldito trabajo.

Cuando se asomó por la puerta entreabierta, pudo ver una pequeña luz proveniente de la lámpara que estaba sobre la mesita. Dudando sobre si sería correcto entrar a una habitación que podría estar ocupada, Bakugo asomó la cabeza con cuidado y se sorprendió al ver la cama vacía.

Imaginando que tal vez alguien se había olvidado de apagar la luz, Bakugo entró y se acercó a la lámpara. Cuando la habitación quedó en penumbra volvió a escuchar un gemido, esta vez con más claridad.

Intrigado, Bakugo miró a su alrededor, sorprendiéndose cuando descubrió a Yaoyorozu sentada en el suelo a un lado de la cama, abrazándose las rodillas. La chica levantó ligeramente los ojos y, en cuanto lo vio, se cubrió el rostro con los brazos. Bakugo titubeó un instante, pero al final decidió sentarse junto a ella.

—¿Qué mierda haces aquí? ¡Se te va a quedar el culo frío, coletas! —la regañó Katsuki; la morena le miró y Bakugo pudo advertir una enorme tristeza ensombreciendo su rostro—. ¿Le ha pasado algo a…? —le preguntó haciendo un gesto hacia su tripa.

Momo negó con la cabeza, esforzándose para que la voz no se le quebrara cuando le respondió.

—No he ido a visitarlo... —dijo y el rubio abrió los ojos de par en par al comprender a lo que se estaba refiriendo—. Ya hace más de tres meses que... y no he ido ni una sola vez a dejarle flores.

Bakugo no supo qué decir. En realidad, él tampoco lo había hecho.

—Pensé que si dejaba pasar un tiempo... no sería tan doloroso —Momo se quedó callada y Katsuki le dio espacio para que pudiera ordenar sus pensamientos—. Hoy quería ir... porque pensé que por fin podría despedirme de él como era debido... Pero no pude hacerlo... no puedo...

Bakugo cerró los ojos y suspiró, pensando en las palabras de la chica. Aunque seguía molesto con Shoto, debía admitir que ése no era el motivo por el cual no había ido a visitarlo. Al igual que a Momo, a él también le dolía su ausencia y tenía miedo de perder la entereza y acabar derrumbándose frente a su tumba.

—¿Y qué esperabas, coletas? —soltó y la joven levantó la vista—. Lo raro sería que no te hubiera afectado nada de lo que ha pasado. Aunque deberías saber que a mitad-mitad no le haría ni pizca de gracia verte de esta forma. Así que más te vale que espabiles.

Momo asintió en silencio, secándose las lágrimas, sabiendo que Bakugo tenía razón.

—Me hubiera gustado... decirle adiós —dijo, ahora con la voz más calmada—. Ni siquiera sé... cuáles fueron sus últimos pensamientos.

—¿Tú qué crees? Seguramente pensó en ti… y en vuestro hijo —le dijo Katsuki y, al escucharlo, Momo tembló y no pudo evitar volver a llorar.

—Le echo de menos... —Momo miró a su compañero, a pesar de que éste, sentado a su lado, observaba un punto fijo en la pared.

—La vida sigue —los ojos de Bakugo se dirigieron hacia el rostro compungido de Yaoyorozu y luego hacia su vientre que ya no era plano—. Métetelo en la cabeza.

—¿Algún día dejará de doler tanto?

—Algún día... —respondió y Momo asintió de nuevo, dejando que las palabras de Bakugo hicieran eco en su mente y en su corazón.

—Cuando ya no duela como ahora... iré a dejarle flores —declaró con determinación.

—Avísame. Quiero asegurarme de que no hagas ninguna tontería —contestó Bakugo.

Momo cerró los ojos y Katsuki permaneció donde estaba, al lado de su compañera. Compartiendo su dolor, aunque no lo exteriorizara. Afortunadamente para él, ya no dolía tanto como al principio, porque una nueva llama había prendido su corazón. Una llama de un color rojo intenso.

―xXx―

Domingo, 19 de julio de 2020

Tamaki bostezó por enésima vez esa noche. Había estado entrenando duro y ahora se sentía agotado. Salió del gimnasio y después de ducharse se dirigió hacia su habitación. Allí se encontró a Mirio sumido en un profundo sueño. Se acercó y lo arropó, como había hecho cada noche desde que se había mudado allí con él.

Tamaki se puso el pijama antes de darle un beso en la frente. Éste se revolvió en sueños, para después seguir durmiendo. En silencio, se metió en la cama, aunque le costó dormirse. Tenía varias cosas rondándole en la cabeza, entre ellas la preocupación sobre el estado de Mirio. Sabía que la sonrisa que esbozaba habitualmente no era sincera y aunque trataba de disimularlo, era más que evidente que su ceguera le hacía sentir impotente. No podía ser auxiliar de Aizawa, ni podía entrenar ni patrullar. Tampoco podía visitar a Nejire en el hospital.

Tratando de ayudarle para que se distrajera, Tamaki le había creado una lista de reproducción de música y de audiolibros, para que tuviera algo con lo que pasar el día. Mirio se lo agradecía, pero, aun así, no podía evitar sentirse frustrado.

Suspiró, sin saber qué más podía hacer por él, excepto esperar la llamada de la doctora que estaba especializada en casos similares al de Mirio. Lo abrazó y se dejó llevar por un intranquilo sueño.

―xXx―

Lunes, 20 de julio de 2020

La conducta de Yamada fue de mal en peor. Cuando vio que tanto su mejor amigo como el director de la UA le recriminaban por su forma de actuar, en lugar de ir a clase borracho, dejó de asistir directamente. Los alumnos se quedaban solos en las aulas, buscando a algún profesor de guardia para reportar la ausencia de Present Mic. Nezu no se lo podía creer y a pesar de las veces que Shota le había dicho que, por favor, tuviera un poco de paciencia, el ratón parecía estar quedándose sin ella.

—Deme algo de tiempo. Iré a buscarle y hablaré con él —le había pedido Aizawa al director. Éste había asentido, no sin antes decirle que Yamada se estaba jugando su puesto y que le daría de margen todas las vacaciones de verano para que se recompusiera y volviera a actuar como siempre. Shota asintió, sabiendo que Nezu se estaba portando demasiado bien.

Nighteye, evidentemente, estaba en contra de que Shota se tomase tantas molestias por alguien tan irresponsable y escandaloso como Present Mic.

—No entiendo por qué tienes que estar siempre salvándole el pellejo —le dijo, mientras le seguía con su silla de ruedas—. Ya es mayorcito y sabe lo que hace. No estamos hablando de un adolescente, Shota.

Yamada y el Pro-héroe eran el día y la noche y a Sasaki nunca le había llegado a caer bien. Creía que era demasiado inmaduro y, de alguna manera, sospechaba que el hombre no había sido nunca tan considerado con Aizawa como éste lo era con él.

—Es mi amigo, Mirai —le respondió Shota, encogiéndose de hombros—. Siempre ha estado ahí por mí, así que supongo que se lo debo.

Se despidió de Sasaki, haciendo caso omiso de su ceja levantada y llamó inmediatamente a su amigo al móvil. Como era de esperar, no obtuvo respuesta. Así que, sin más contemplaciones, se hizo una coleta y salió hacia la casa de Hizashi.

Cuando llegó, no perdió el tiempo en llamar. Directamente miró debajo del felpudo, cogió la llave que su amigo siempre guardaba ahí por si ocurría alguna emergencia y abrió. Lo recibió un intenso hedor en el que predominaba el olor a sudor, concentrado con alcohol y podredumbre que hizo que el hombre contrajese el rostro. Se puso en marcha inmediatamente, temiéndose lo peor. No creía que Hizashi fuera capaz de hacer algo tan radical, pero cosas más raras había visto en su vida. Entró corriendo al salón, encontrándoselo completamente patas arriba. Había ropa por todo el suelo, platos con comida seca en la mesa. Manchas de cercos de vasos sobre las superficies, la funda del sofá completamente descolocada… un completo desastre. Cuando fue al baño, tuvo que dar un paso atrás. Había un par de vómitos en medio del piso, manchando medio inodoro y parte del lavabo. Apretando los dientes salió de allí, negando con la cabeza. ¿Cómo era posible que su amigo hubiera llegado a semejante estado?

Se dirigió hacia la habitación y por fin encontró a su objetivo. Yacía en una postura extraña sobre la cama, una botella de sake en el suelo. Un brazo y una pierna de Hizashi asomaban por el borde del colchón. Shota se acercó rápidamente, con cuidado de no tropezar con ninguno de los trastos que había tirados.

—¡Hizashi! ¡Hizashi, despierta! —exclamó Aizawa, agitándolo ligeramente. Su amigo se removió en la cama. Abrió la boca antes que los ojos y Eraser Head arrugó la nariz ante el pestazo que le llegó.

—¿Shota? —susurró, mientras lo miraba a través de las rendijas que formaban sus párpados entreabiertos. El moreno asintió, mientras lo observaba con preocupación—. ¿Por qué me duele tanto?

Aizawa observó cómo su amigo, que tenía las gafas mal colocadas y el pelo rubio completamente despeinado, se llevaba una mano al corazón. Frunció el ceño, sintiéndose bastante desconcertado.

—No puedo ayudarte a responder a eso, pero el alcohol tampoco —le dijo, sin estar muy seguro de a qué se refería exactamente. Entonces, de pronto, Yamada comenzó a llorar, abrazándole.

—No merezco que estés aquí. Me porté fatal contigo. ¿Por qué sigues apoyándome? —sollozó, mientras agarraba la camiseta negra de Shota y apretaba con fuerza—. Perdimos a Oboro y pensé que también te había perdido a ti. No soy capaz de retener a nadie a mi lado… Ni siquiera estuve ahí cuando pasó todo. No pude ayudaros… Yo…

—Nunca te has portado mal conmigo, Hizashi —le respondió Shota con calma, interrumpiéndole—. Somos amigos y siempre podrás contar conmigo. Y Oboro… murió haciendo lo que amaba. Ser un héroe… Lo que le sucedió no es culpa tuya… ni mía. Fue mala suerte. Nada más.

—Pero aun así… duele —sollozó Yamada, agarrándose el pecho—. Mucho. Era nuestro amigo… Teníamos tantos proyectos… tantos sueños…

Aizawa lo abrazó con fuerza, esperando que se calmara un poco. Cuando notó que estaba más tranquilo, habló.

—¿Sabes? Una vez leí una cosa en un libro que se me quedó grabada —dijo mirando los ojos enrojecidos del otro hombre. Éste se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y le hizo un gesto con la barbilla para que continuase—. El dolor es como un animal salvaje y, o lo domesticas o acaba devorándote. Hizashi, tienes que aprender a vivir con ello. No puedes dejar que te destruya de esta forma.

Yamada asintió, comprendiendo a qué se refería su amigo. Entonces apretó su agarre alrededor de la cintura de Shota y volvió a echarse a llorar. El pelo rubio cayéndole completamente despeinado por la cara.

Después de un buen rato hablando con él y tratando de tranquilizarlo, Aizawa logró convencerlo para que se duchase, se cambiase de ropa y lo acompañase hasta el hospital más cercano. Estaba claro que el rubio necesitaba que alguien lo viera; además, si quería conservar su empleo, debía tratarse primero.

Ya se encargarían de recoger el desastre que era ahora su casa en otro momento.

Desde la ventana del décimo piso donde se encontraban, Yamada observaba los enormes edificios que obstruían el paso del sol, dándole un tono grisáceo a aquella tarde de lunes. Sentado en un sillón a unos metros de él, Aizawa repasaba distraído una revista, ajeno a los pensamientos que cruzaban por su mente.

Era la primera vez que acudía a una consulta así, y estaba muy nervioso. Tenía ganas de salir corriendo y bajar las interminables escaleras que lo conducirían hacia la salida. Pero sabía muy bien que Aizawa lo inmovilizaría con sus cintas antes de que pudiera llegar al primer escalón.

Ansioso, puso sus manos temblorosas contra la ventana, dejando en él la humedad de su sudor frío. Respiró profundamente para controlar la sensación de vértigo; cerró los ojos e inspiró con fuerza. Nunca le habían dado miedo las alturas; aquel mareo se debía a otra cosa. Necesitaba urgentemente una copa.

Desde su sitio, Shota levantó la mirada y la enfocó sobre la figura del rubio. Yamada apoyó la frente contra el cristal, las manos apretadas con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Con un largo suspiro, dejó la revista a un lado y se puso de pie. Hizashi se irguió al ver el reflejo de la silueta de su amigo detrás de él.

—¿Es necesario que estemos aquí? —le preguntó con voz trémula y Aizawa asintió. El rubio resopló, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero—. No creo... que pueda hacerlo, Shota.

—Es por tu bien...

—¿Crees... que aquí podrán ayudarme a…? Ya sabes... —le dijo, inseguro. Aizawa volvió a asentir y entonces Yamada guardó silencio, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos.

Al principio se había negado rotundamente a ver a un psicólogo. Estaba convencido de que eso no era lo que necesitaba. Sólo tenía que dejar de beber y listo, pero Shota sabía que no era tan fácil. Había algo que atormentaba a su amigo y ni él mismo tenía claro qué era. Sólo sabía que se sentía triste y solo. Tremendamente solo. Y culpable. Muy culpable.

Por lo que ahora se encontraba en el consultorio del doctor Shuichi Akutagawa, uno de los mejores en su campo. Yuyu lo conocía porque, al parecer, era un buen amigo de la doctora Mafuyu, quien tenía por paciente a Nejire, y la pelirroja se lo había recomendado.

Shota lo había buscado en internet y así era como se había enterado de que era un médico muy reconocido en su especialidad. Con esto, supo que iba a dejar a su amigo en buenas manos.

Sin poder evitarlo, volvió a dirigirle una mirada a Hizashi y se quedó observándole con el ceño fruncido.

Yamada siempre había sido una persona alegre y muy jovial, por lo que verlo tan alicaído era bastante alarmante. Aizawa se preguntó cuánto tiempo habría estado arrastrando aquella depresión. Cuánto tiempo habría estado ocultando su soledad y la culpabilidad que sentía tras aquella máscara de optimismo y risas eternas. Quizás le había fallado por no haberse dado cuenta antes de su dolor. Era irónico estar enamorado de él y que no hubiera sido capaz de notar que tenía un problema. Estaba tan preocupado por el rechazo o por perder su amistad que había estado demasiado ciego para percibir que aquella persona que tanto le importaba, estaba enferma. No obstante, nunca era demasiado tarde para enmendar un error y se había prometido que, ahora que sabía que Yamada lo necesitaba, estaría a su lado. Por encima de todo.

La puerta de la consulta se abrió y momentos después la secretaria comenzó a nombrar a los pacientes.

—Yamada-san, puede pasar. El doctor Akutagawa lo espera.

Hizashi dio un salto al escuchar su nombre, y dejó pasar casi un minuto antes de ponerse en marcha. Aizawa notó que titubeaba y le palmeó el hombro para infundirle ánimos.

—¿No vienes conmigo? —le preguntó y Shota sonrió con ligereza mientras negaba con la cabeza. Hizashi suspiró con resignación, una gota de sudor resbalándole por la frente—. ¿Estarás aquí cuando salga?

—No lo dudes —le prometió—. Todo va a salir bien.

Sus palabras parecieron tranquilizar un poco a Yamada, quien respiró con fuerza antes de dirigirse con paso firme hacia la sala. La puerta se cerró detrás de él y Shota tuvo el presentimiento de que a partir de ese momento su mejor amigo iba a iniciar una nueva etapa en su vida.

Una etapa mejor que la que iba a dejar atrás.

Chapter 45: DECISIONES IMPORTANTES

Chapter Text

Lunes, 17 de agosto de 2020

Cuando Tamaki llegó al hospital se sentó en la sala de espera, ansioso. Por fin habían recibido la llamada que habían estado esperando. Quería haber ido a la consulta con Mirio, pero el rubio estaba durmiendo cuando le habían llamado y su interlocutor le había comentado que la doctora sólo quería contarles la forma en la que trabajaba, por lo que no era necesario que ambos estuvieran presentes.

Se había debatido entre despertarle o no, puesto que le intimidaba tener que ir solo, pero le habían dicho que la médico iba a estar allí muy poco y no podía perder el tiempo. A eso se sumaba la pena que le había dado tener que despertar al rubio que, últimamente, solía tener problemas para conciliar el sueño. Al final se había plantado allí por su cuenta, a pesar del nerviosismo que sentía por no tener a Mirio a su lado.

—¿Tamaki Amajiki? —preguntó una enfermera. Éste se puso de pie y asintió.

La joven le pidió que la acompañase, llevándole a la misma consulta en la que había estado previamente con Mirio hacía dos meses y medio. Tamaki entró, hizo una reverencia y se sentó cuando el doctor se lo pidió.

Junto al hombre había una mujer de pelo negro y ojos azules que le observó de forma penetrante.

—Buenos días, Amajiki-kun —lo saludó la doctora—. Soy Ino Yagami. Gojo me ha puesto al día con respecto a lo que le ha sucedido a Togata-kun.

—¿Puede ayudarle? —le preguntó Tamaki, poniéndose de pie. Yagami le hizo un gesto con la mano, pidiéndole que se volviera a sentar.

—Voy a comenzar desde el principio y quiero que me escuche con atención antes de hacer cualquier pregunta, porque me temo que no os han dado mucha información sobre lo que le ha pasado exactamente a Togata. Es un caso muy particular —le dijo la mujer y Tamaki asintió, ansioso por saber lo que la doctora tuviera que contarle—. Por lo que me ha dicho Gojo, entiendo que se ha visto afectado por una peculiaridad que modifica el ADN. Según he podido ver en sus informes y en las pruebas que le han realizado, parece ser que dicha alteración hace que las células del sistema sensorial envejezcan.

Tamaki escuchó sin parpadear.

—En mi clínica llevamos tiempo estudiando ciertos quirks; entre ellos, la del villano Deprive, que consiste en lo que le he contado antes: envejecer células que afectan a una zona determinada del cerebro, dependiendo de la mano que use. Hay bastantes peculiaridades que pueden alterar las células de las personas, pero ésta es, de lejos, de las más enrevesadas.

A Tamaki le quedó todo bastante claro, aunque no estaba muy seguro de por qué le estaba haciendo partícipe de dicha información. La doctora hizo una pausa para beber un poco de agua y, después de carraspear, continuó.

—Los médicos y enfermeros que trabajan en mi clínica no están especializados en el rejuvenecimiento celular cognitivo; ahora mismo sólo yo tengo una peculiaridad relacionada con eso. El problema es que no es tan sencillo como ponerle una mano en el hombro a Togata-kun y concentrarme. Si fuera así no tendríamos una lista de espera de entre tres a cinco años.

Al escucharlo, Tamaki abrió los ojos de par en par. De tres a cinco años. Eso era muchísimo tiempo. No sabía cómo podría tomarse Mirio aquella noticia. Tampoco sabía si el rubio sería capaz de esperar tanto. Apenas habían pasado cuatro meses desde la batalla contra La Liga y Mirio ya se subía por las paredes, por lo limitado que se encontraba debido a su ceguera. Se mordió el labio sintiéndose un poco alicaído.

—Eh… pero... no entiendo muy bien el motivo. ¿Por qué hay semejante lista de espera? —inquirió, mientras sus dedos jugueteaban con el dobladillo de la camisa que se había puesto.

Yagami guardó silencio durante varios segundos y Tamaki pudo ver cómo fruncía el ceño.

—Para rejuvenecer las células que afectan a la visión de Togata-kun necesitamos utilizar las de alguien sano para transmitir la salubridad de éstas a las envejecidas del afectado. No sería un trasplante porque con mi peculiaridad solo necesito tocar a las dos personas implicadas para realizar la intervención. Pero se necesitan donantes. Por eso la larga lista de espera y su variabilidad en el tiempo. Dependiendo de cuántos voluntarios tengamos, el proceso puede ir más rápido o más lento.

Tamaki recapacitó sobre las palabras de la doctora.

—¿Qué implica ser donante? —preguntó, temiendo que la respuesta no le fuera a gustar.

—Después de años realizando pruebas con voluntarios, llegamos a la conclusión de que la mejor forma de rejuvenecer las células afectadas es recurriendo al ADN del donante, concretamente al que afecta a su peculiaridad, puesto que, al tratarse de una configuración celular relativa a la evolución humana, es la mejor forma de contrarrestar el envejecimiento celular prematuro, que provoca precisamente una involución en el sujeto afectado.

La doctora se quedó callada, entonces levantó la vista y le miró.

—Respondiendo a su pregunta de una forma más sencilla, Amajiki-kun, lo que esto implica para el donante es una modificación en su peculiaridad. Dependiendo de lo poderosa que sea, puede perderla por completo o parte de ella. También habría que tener en cuenta el estado del paciente. Si nos centramos en Togata-kun, no creo que fuera necesario algo demasiado drástico, pero cuente con que, sea quien sea el que le ceda su ADN al afectado, perderá al menos parte de su quirk. Eso es inevitable.

Tamaki contuvo el aliento sin poder creerse lo que la doctora le estaba diciendo. No entendía nada. ¿Una lista de espera de entre tres a cinco años? ¿En serio? Lo que le extrañaba era que hubiese una lista y no se tratara aquello como casos perdidos.

—Pero… ¿cómo es posible que alguien ajeno a todo esto, se apunte como donante teniendo en cuenta las consecuencias? ¿Qué ganan con eso?

—Hay personas que nacen con quirks que consideran desfavorables. No todo el mundo tiene la suerte de tener un don que le pueda servir en el futuro. Aquellos que quieren deshacerse de una peculiaridad que odian o les causa problemas aprovechan para hacerse donantes y librarse de ello de forma gratuita y efectiva. También hay gente que se apunta a estos programas para ayudar. Personas altruistas que quieren ser útiles para el prójimo a pesar de los riesgos… ya le he dicho que no siempre se pierde la peculiaridad. También hay gente que se encuentra en su lecho de muerte y que se ofrece como donante antes de morir. Incluso en ocasiones se han dado casos en los que los afectados que están apuntados en la lista de espera contactan conmigo porque le han ofrecido dinero a alguien que lo necesita más que a su peculiaridad… Hay gente que puede conseguir una buena suma gracias a esto y a pesar de todo les compensa más. Amajiki-kun, en este mundo hay de todo, se lo puedo garantizar.

Tamaki asintió y se quedó un rato en silencio, contemplando todas las posibilidades.

—¿Y qué puedo hacer para ayudar a Mirio? —preguntó entonces, mirando a Yagami con intensidad—. Haré lo que sea. ¿Puedo ser su donante?

La doctora terminó de beberse el vaso de agua y cuando lo volvió a depositar en la mesa, miró sorprendida al joven que tenía delante. El motivo por el que había pedido reunirse con él había sido explicarle todo el procedimiento y hablarle acerca de cómo funcionaba su peculiaridad sobre personas que habían sufrido una degeneración celular antinatural. En ningún momento se le había pasado por la cabeza que acabaría ofreciéndose a hacer algo tan drástico y mucho menos teniendo en cuenta que, por lo que le había contado Gojo, ambos estaban en la UA estudiando para convertirse en héroes, una hazaña imposible si no tenían peculiaridades poderosas.

—Vamos a hacer una cosa, Amajiki-kun —dijo la mujer cuando se recuperó de la sorpresa inicial—. Voy a meter a Togata-kun en la lista de espera. En el caso de que usted quiera ser donante, puede hacerlo sobre un paciente específico. Pero medítelo bien y háblelo con él. Estoy segura de que no le gustaría enterarse de que por su culpa usted ha perdido su peculiaridad, algo que podría pasar. No sé cómo de fuerte es, ni cuánto se necesitará para sanar las células de Togata.

Tamaki estaba decidido, aunque también entendía lo que le decía la doctora. Estaba claro que debía hablarlo con Mirio antes, y haría lo que fuera para convencerlo. No le había pasado por alto que el rubio cada vez estaba más deprimido. Antes siempre derrochaba energía, pero ahora, impedido como estaba, se pasaba las horas en la habitación sin hacer gran cosa. A veces salía e intentaba entrenar, algo que le era prácticamente imposible si no iba con Tamaki. Otras, intentaba pasear, pero a veces se perdía y empezaba a angustiarse hasta que alguien lo encontraba y lo ayudaba a orientarse de nuevo. Había empezado a tener pesadillas y lo peor de todo era que su situación incluso estaba repercutiendo en su relación. Además, ¿de qué le servía a Tamaki ser un héroe si no podía serlo para el hombre que amaba? Con ser el héroe de Mirio, con poder salvarle de la oscuridad en la que estaba sumido, sería feliz. Estando al lado del rubio, ya consideraba que lo tenía todo. Estaba claro que su peculiaridad era parte de él y tener que prescindir de ella no iba a ser fácil, pero con tal de ver a Mirio sonreír de nuevo de forma genuina, haría cualquier cosa. Lo que fuera.

—Volveremos a hablar cuando hayáis tomado una decisión —le dijo la mujer levantándose y extendiéndole una tarjeta a Tamaki.

El chico asintió, haciendo una reverencia y acercándose a la puerta, pero antes de salir se dio la vuelta.

—Eh… doctora Yagami —murmuró, mirando hacia el suelo—. Teniendo en cuenta la lista de espera, entiendo que debe tener muchísimo trabajo y yo… eh… me estaba preguntando por qué se había tomado la molestia de venir hasta aquí sólo para explicarme todo esto…

La mujer le miró fijamente, con una cálida sonrisa en el rostro.

—Digamos que alguien cercano a vosotros me salvó cuando estaba perdida y ahora no puedo hacer menos que intentar ayudar a sus alumnos, puesto que sé que sois importantes para él. Supongo que veo en el joven Togata a ese héroe que una vez estuvo ahí por mí.

Tamaki asintió y salió después de darle las gracias.

Cuando se alejó del hospital, con una idea bastante clara de a quién se refería la doctora, decidió centrarse en lo verdaderamente importante, así que comenzó a pensar en las alternativas que tenía Mirio frente a la mesa. Sólo se le ocurrieron dos y una estaba descartada. Ahora, lo único que tenía que hacer era convencerle de que, de momento, parecía ser la única opción posible, porque esperar varios años era inviable. Sonriendo al sentir que por fin había algo de esperanza, caminó con rapidez de vuelta a la UA, pensando que cualquier sacrificio que hiciera por Mirio, sería pequeño en comparación con lo que el rubio había hecho por él.

―xXx―

Lunes, 24 de agosto de 2020

Las vacaciones de verano estaban a punto de acabar, pero Shota y Mirai las estaban aprovechando hasta el último segundo. En aquel momento, ambos estaban sentados en el sofá y se habían echado por encima una manta, mientras se acurrucaban uno junto al otro. La silla de ruedas había quedado abandonada a un lado.

—¿Tienes frío? —le preguntó el profesor, pero el hombre de gafas simplemente se movió para acercarse más al cuerpo del moreno, pasándole un brazo por los hombros.

—Ahora no... —respondió Sasaki y Shota sonrió.

Mirai cerró los ojos, disfrutando del calor que desprendía el hombre que estaba a su lado. Todo en Aizawa era calidez y amabilidad. Eran muy diferentes y por eso le gustaba tanto. Parecía increíble la forma en la que todo pasaba a un segundo plano cuando estaba con él. Nada podía opacar los agradables momentos que pasaban juntos.

Sasaki se inclinó hacia Aizawa y comenzó a besarle suavemente, pero un inesperado golpe en la puerta los interrumpió. Shota se levantó para ver quién era, mientras Mirai cogía la manta con rapidez para que no se cayese al suelo. Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro del profesor cuando al otro lado se encontró a Yamada.

—Hola Hizashi, no te esperaba —Shota se acercó a su amigo, el cual estaba mirando fijamente a Mirai. Supuso que no le había costado mucho sumar dos y dos y que probablemente ya se habría imaginado que pasaba algo entre ellos—. Siento... que te hayas enterado así. Me hubiera gustado contártelo antes.

—Sin embargo... no lo has hecho —el tono de reproche en su voz era claro, y Aizawa se encogió de hombros—. ¿Desde cuándo estás con Nighteye?

—Desde hace algunos meses —respondió el profesor con naturalidad.

Yamada asintió, sin decir nada al respecto, apartando la vista. Después de un instante de silencio se atrevió a volver a mirarlo. Sin querer ahondar más en un asunto que sabía que era complicado para su amigo, prefirió desviar la conversación.

—En realidad… el motivo de mi visita se debe a que hoy, en la sesión, el doctor me dijo que debería pasar más tiempo con mis amigos —le confesó y antes de que Aizawa pudiera decir algo, Yamada levantó una mano, pidiéndole silencio—. Es evidente que te pillo en mal momento, así que no tienes que disculparte ni darme conversación sólo por ser amable. Llámame mañana cuando estés libre y charlamos un rato. ¿Te parece bien?

—Puedes quedarte con nosotros si quieres —le ofreció Aizawa, sintiéndose en deuda con Yamada puesto que sabía que, desde que había pasado lo del beso no correspondido, se había alejado de él a pesar de saber que su amigo lo necesitaba.

—Te lo agradezco, Shota —le respondió Yamada—, pero no quiero compartirte con nadie —añadió mientras le guiñaba un ojo a través de las gafas de sol. A Aizawa le alivió ver a su amigo actuando con su jovialidad de siempre.

Entonces, Yamada se dio media vuelta y se alejó, no sin antes dedicarle una brillante sonrisa.

―xXx―

Lunes, 28 de agosto de 2020

La mayoría de los malos recuerdos que guardaba Nejire sobre la tal Yuyu Haya, eran discusiones cuyos motivos —por alguna extraña razón—, no lograba recordar. Pero suponía que no debían llevarse muy bien si se pasaban peleando la mayor parte del tiempo. Según su diario, se habían conocido durante su primer año en la UA.

Tal y como le había prometido a la doctora, Nejire había tratado de darse prisa en leer los diarios y ahora era consciente de todo lo bueno que había compartido con ella. Al empezar la academia, se había hecho amiga de Yuyu y de un chico llamado Mirio. De hecho, recordaba algunas de las cosas que había leído, como que el muchacho se pasaba el día desnudo o que la chica llevaba un par de piercings en las orejas.

Nejire levantó la vista y vio a Mafuyu atendiendo a una persona a la que no reconoció. Con rapidez, cerró el diario y lo dejó sobre el banco. Se alisó la bata de hospital y se colocó por detrás de las orejas los largos mechones lilas que le caían alrededor del rostro. La doctora le había dicho que su primera visita llegaría a las diez. Al ver que la mujer salía de su oficina y se dirigía hacia ella, supo que Yuyu Haya había llegado.

—¿Es ella? ¿Mi mejor amiga? —le preguntó Nejire con curiosidad, inclinando un poco la cabeza y abriendo mucho los ojos. Mafuyu asintió y, cogiéndola del brazo, la invitó a sentarse de nuevo.

—Está al tanto de tu situación. Y sabe que hay algunas cosas que aún... no estás lista para asimilar —le respondió la mujer y Nejire la miró, sin comprender del todo. La doctora movió la mano mientras continuaba—. Son cosas sobre tu vida que irás sabiendo conforme avances en la lectura de tus diarios. Es mejor así. No te sorprendas si... no responde a todas tus preguntas.

—Entiendo. Sólo hablaremos sobre lo que he leído, sin tratar de ir más allá —Nejire tomó su diario y lo apretó contra su pecho—. ¿Verdad?

—Así es. ¿Estás preparada para recibir a tu primera visita? —inquirió la doctora y la muchacha pareció dudar—. Si crees que es pronto, podemos dejarlo para otro día. No quiero que te sientas presionada.

—Está bien —Nejire suspiró mientras se levantaba, nerviosa—. ¿Cómo estoy? ¿Debería quitarme la bata?

—Estás preciosa —le dijo Mafuyu, sonriéndola—. No te preocupes, todo saldrá bien.

Nejire observó a la doctora dirigirse de vuelta a su oficina. Todavía de pie, repasó a toda prisa las palabras escritas en su diario.

—Se llama Yuyu Haya... y la conocí en clase... es mi amiga... y su peculiaridad es...

—Hola, Nejire... —una voz detrás de ella la sorprendió y el diario se le escapó de las manos. La chica se agachó para recogerlo, sin atreverse a mirar a la otra adolescente. Le llamó la atención que la chica la llamara por su nombre de pila. Sabía que debían ser buenas amigas, pero Nejire, hasta ahora, en su diario se refería a ella como Haya-chan, al igual que a Mirio lo llamaba Togata-kun.

Permaneció con la vista en el suelo, insegura. Yuyu la observaba sin decir nada, esperando que Nejire hablase cuando estuviera preparada. Después de un largo rato, la joven de pelo lila respiró con fuerza y cruzó su mirada con los ojos castaños que la miraban con cariño. Abrió la boca, sin que una sola palabra lograra salir. Temblando, acercó una mano a su rostro y acarició con delicadeza la mejilla de la pelirroja.

Yuyu cerró los ojos y suspiró. Llevaba tanto tiempo añorando que llegase este momento, que casi le costaba creer que por fin volvía a estar frente a la mujer que amaba. Abrió los ojos y se perdió en los de Nejire, mientras ésta rememoraba los recuerdos de la última vez que había visto a la pelirroja, la noche de la batalla. Recordó a un grupo de villanos corriendo hacia ellas. Uno atacando a su amiga y derribándola, y Nejire aproximándose para ver si estaba bien. En ese momento, algo pequeño le había caído encima, del tamaño de una niña, y no había sido capaz de deshacerse de ella por mucho que había forcejeado. Entonces, todas sus pesadillas habían aflorado a la superficie de su mente y sólo se había visto capaz de rogar por algo de paz.

—Nejire... —susurró Yuyu y la chica reaccionó a la suave voz que la llamaba, centrando los ojos en su pelo.

—Rojo...

Más recuerdos acudieron a su mente. La muchacha lanzando algo aceitoso por sus dedos y haciendo que Nejire trastabillara hasta casi caerse. Ellas dos junto a Togata-kun, entrenando y consiguiendo derribar a todos sus compañeros después de mucho sacrificio y esfuerzo. Lo mucho que le gustaba el cabello pelirrojo de su amiga. De pronto, su nombre llegó a sus labios sin necesidad de tener que recordarlo o de tener que preguntar cómo se refería a ella.

—Yuyu...

Nada de formalidades u honoríficos. Aquella chica pelirroja era Yuyu para ella. Sin más. Simplemente Yuyu. Nejire le acarició con dulzura el pelo y cuando la otra adolescente la tomó de la mano y se la apretó con ternura, supo que a partir de ese momento todo iba a salir bien.

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Sábado, 10 de octubre de 2020

Oculto en un callejón oscuro de aquella zona comercial, Okano esperaba la llegada de las personas a las que había citado para hablar de negocios. Era la una de la madrugada y su raída ropa apenas lograba aislarle del frío, que a esa hora era insoportable. Ocultó la enorme cicatriz de su rostro tras un pañuelo cuando un coche negro se detuvo frente al bloque de edificios, al lado del pasadizo en el que se encontraba.

El coche continuó su camino y, a la luz de la luna, Okano pudo distinguir la delgada silueta de un hombre que, con paso ligero, se aproximaba hacia él con las manos metidas en los bolsillos. Sintió algo parecido al alivio al saber que sólo tendría que hacer tratos con uno de ellos. Le había costado bastante localizarles sin llamar la atención. Y, aunque conocía el riesgo que implicaba el hablar con personas tan peligrosas, valía la pena con tal de conseguir su objetivo.

El hombre se detuvo frente a él. La voz del extraño surgió en forma de un largo susurro que hizo que los vellos de la nuca se le erizaran y le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo. Por instinto se pegó contra la pared del callejón cuando el hombre extendió la mano derecha, al parecer esperando que Okano le entregara algo.

Comprendiendo, éste extrajo un grueso fajo de billetes del gastado bolsillo de su pantalón, que le entregó con mano temblorosa. El hombre lo contó, y aunque Okano se esforzó por distinguir su rostro en la oscuridad no pudo ver el gesto de enojo que se dibujó en él, pero sí pudo sentir el calor de unas llamas azules cerca de su cara, antes de volver a escuchar la amenazadora voz demasiado cerca de su oído.

—Esto no es ni la mitad de lo que acordamos —dijo el villano. Okano tragó saliva y negó con la cabeza, el sudor frío resbalándole por la frente—. Si no tenías todo el dinero, ¿para qué me has hecho venir?

—Por favor... déjeme explicarle... —dijo éste y Dabi entrecerró los ojos, esperando—. Sé cómo conseguir el resto, pero para eso necesito que me entregue lo que le encargué.

—¿Pretendes que te las dé gratis? —dijo el malhechor con indignación. Okano apretó los dientes cuando el calor de las llamas azules comenzó a ser insoportable—. Dame una razón para no matarte ahora mismo por hacerme venir a estas horas para nada.

—Dinero. Mucho dinero... si todo sale como lo esperado —Okano sintió que la temperatura disminuía levemente, y supo que había logrado captar la atención del otro hombre, si es que se le podía llamar así, porque más parecía un muñeco de trapo deshilachado y remendado—. Tengo en la mira a un tío importante. Será un gran golpe. Se lo aseguro.

—¿Pretendes secuestrar a alguien?

—Tal vez —dijo Okano y el hombre le miró mientras alzaba una ceja, con incredulidad.

—¿Y para eso necesitas la droga anestésica y la inhibidora? —inquirió Dabi y Okano asintió—. ¿Y qué te hace pensar que tendrás éxito?

—Porque lo tengo todo bien atado. He estado vigilándolo unos tres meses, si no más. Sale a dar una vuelta por las zonas más concurridas cada cierto tiempo y siempre frecuenta los mismos lugares.

En realidad, tanto Bakugo como Kirishima habían estado unas cuantas semanas sin aparecer por allí y Okano había temido que hubieran descubierto su plan y le estuvieran evitando; aun así, no había cejado en su empeño y había seguido merodeando por allí, con la esperanza de volver a encontrarlos. Y así había sido. Un día, de pronto volvió a verlos y el villano suspiró, sintiéndose aliviado. Entonces había sido cuando había decidido contactar con aquellos contrabandistas para poner en marcha su plan de una vez por todas.

Por desgracia, le habían dicho que lo que necesitaba no se podía conseguir de un día para otro, así que había tenido que esperar hasta que se habían vuelto a poner en contacto con él para acordar el lugar de encuentro y realizar el intercambio.

—¿Con quién estás compinchado? —le preguntó el villano sin dejar de observar la desagradable cicatriz que cubría el rostro del hombre, como si su cara fuera la más normal del mundo.

—Con nadie. Estoy solo en esto —le explicó Okano y el otro no dijo nada. Permaneció en silencio meditando cada una de sus palabras. De su bolsillo, extrajo dos pequeñas jeringas y las extendió hacia el hombre, pero cuando fue a cogerlas, apartó la mano.

—¿Cuándo tienes planeado dar el golpe?

—Sólo necesito unos días más y lo tendré todo listo —comentó Okano con seguridad. Delante de aquel tipo no podía permitirse ni el más leve titubeo.

—Quiero el cincuenta por ciento de las ganancias —declaró Dabi y Okano rechinó los dientes, negándose a aceptar semejante trato—. O tendrás que buscar esto en otra parte.

—Está bien... —cedió al fin, después de pensárselo, sin despegar sus ojos de los codiciados objetos. Las jeringas le fueron entregadas y se las ocultó con premura entre las ropas, un gesto de satisfacción se formó en su rostro marcado—. Ya que vamos a ser socios, me gustaría saber con quién estoy tratando —dijo entonces, con la esperanza de conseguir más información acerca de aquel tipo.

—Mi nombre no es de tu incumbencia —fue la cortante respuesta de Dabi y Okano prefirió no insistir—. Lo importante aquí es que yo sí sé quién eres tú y también sé cómo encontrarte —la advertencia fue clara en su voz—. Ahora, háblame de ese plan tuyo...

Okano asintió y comenzó a hablar, tratando de no dar demasiados detalles.

Un rato después, el hombre del fuego azul se daba media vuelta y se marchaba con paso lento, poniendo los ojos en blanco. Lo que había tramado aquel villano de pacotilla era una auténtica basura y estaba seguro de que iba a salir mal, pero sería divertido observar entre las sombras para ver qué sucedía. Al fin y al cabo, con la Liga tal y como estaba, completamente desarticulada, no tenía nada mejor que hacer.

El hombre de la cara marcada observó cómo se alejaba el tipo de las costuras y se palpó las jeringas que se había guardado debajo de sus viejas prendas, mientras una retorcida sonrisa surcaba sus labios resecos.

—No tardaremos en volver a vernos... Sólo tengo que pulir los últimos detalles del plan para asegurarme de que todo sale bien —murmuró—, y entonces haré que me pagues con creces, por haber metido a todos los míos entre rejas...

Chapter 46: SUPERANDO LOS OBSTÁCULOS

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Domingo, 6 de diciembre de 2020

Desde el momento en el que tuvo que depender de una silla de ruedas, Sasaki había contado los días esperando que llegara la hora de poder dejarla. Y, a principios de diciembre, el dolor y el cansancio dieron sus frutos y ésta pasó a formar parte del pasado. Pero cuando el doctor Isogai empujó hacia él un andador ortopédico, Mirai estuvo tentado de volver a la silla de ruedas.

El agotamiento que había sentido durante las horas de ejercicio no parecía nada comparado con el enorme esfuerzo que tenía que realizar para andar sobre sus dos piernas con la precaria ayuda de ese aparato. Era de metal, capaz de soportar su estatura y peso; con una barra paralela y dos asideros a los lados. Tenía cuatro patas. En definitiva, un artefacto bastante pesado que tenía que ir arrastrando hacia delante y hacia los lados si quería avanzar.

A pesar de que ese día era domingo, el hombre de gafas se encontraba practicando sus ejercicios. Ahora eran diferentes y se enfocaban en fortalecer sus extremidades. Cuando se sintió demasiado cansado como para continuar, decidió que ya era suficiente por ese día. Aizawa estuvo de acuerdo y después de que Sasaki se duchara, ambos hombres se sentaron en el sofá.

—¿Te gustaría almorzar conmigo? —le preguntó Aizawa mientras se ponía de pie—. Después podríamos ir a dar un paseo.

—Lo siento, pero hoy no puedo —fue la respuesta de Sasaki, que no vio el gesto de decepción que se dibujó en el rostro de Shota. El Pro héroe consultó su reloj y se apoyó en su pareja para ponerse de pie—. Tengo unas entrevistas que hacer.

—¿Para la agencia? —le preguntó el profesor y Mirai asintió. Aizawa suspiró mientras le acercaba el andador para que se apoyara en él—. Pensaba que lo ibas a retomar más adelante.

—Ahora que estoy viendo verdaderos avances con respecto a mi movilidad no quiero dejar pasar más tiempo. Tengo que ver a unos cuantos héroes para cubrir los puestos de…

Aizawa le puso una mano en el hombro, sabiendo perfectamente a quiénes se refería. Por una parte, le apetecía pasar tiempo con Mirai, pero por otra, entendía que el hombre quisiera retomar las actividades de su agencia. Al fin y al cabo, durante todo aquel tiempo, Centipeder se había estado dedicando a hacer papeleo e investigación, a la espera de que Nighteye se recuperase.

La agencia no podía funcionar con las tres bajas con las que contaba actualmente: la de Awata, la de Togata y la suya propia, por lo que debía cubrir esos puestos para que todo pudiera volver a la normalidad. Y Aizawa se alegraba de que Mirai tuviera suficiente motivación como para ponerse en marcha y volver a coger las riendas de su vida.

—Este aparato no es nada práctico... —protestó Sasaki, haciendo que Aizawa volviera a la realidad—. No veo la hora de deshacerme de él.

—Lo harás más pronto de lo que piensas —respondió Shota siguiendo con infinita paciencia los vacilantes pasos del hombre de gafas, mientras se dirigía hacia la puerta—. Karuma-san dice que, si lo usas con frecuencia, en dos meses estarás caminando sin ayuda.

—No necesito usar mi peculiaridad para saber que, sin duda alguna, así será —dijo Mirai con suficiencia, sonriendo cuando sintió la mano de Shota alrededor de su cintura.

—Te veo mañana durante la rehabilitación, tal vez podamos desayunar juntos —le dijo Aizawa mientras ponía rumbo a la UA—. Si no tienes más entrevistas que hacer...

Sasaki miró con fijeza a los ojos de su pareja, y una sonrisa casi imperceptible se dibujó en sus labios. Últimamente el profesor se estaba portando algo más posesivo de lo normal. No era tonto y sabía que Aizawa se sentía celoso al pensar que estaba buscando nuevos héroes para que trabajasen junto a él. Pero lejos de molestarle, le divertía y hacía que su ego se inflara un poco. No obstante, Shota no tenía de qué preocuparse, porque Mirai tenía bastante claro a quién quería en su vida.

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Jueves, 17 de diciembre de 2020

Sentada en el alféizar de la ventana, Yuyu observaba el blanco paisaje en el que se había convertido el jardín de su casa. Con una taza de chocolate caliente en sus manos, tenía la cabeza apoyada sobre el marco de madera. Esa misma mañana había ido a ver a Nejire con la intención de invitarla a la cena de Navidad que iba a hacer su familia. Lo había estado hablando con Mafuyu y no había encontrado inconveniente, siempre y cuando, Nejire se sintiera lista.

Para su sorpresa, había aceptado. De hecho, le había entusiasmado la idea de conocer a los padres de la pelirroja. Para la doctora, era una prueba innegable de que su recuperación iba por buen camino. Nejire había comenzado a leer los diarios con más lentitud, ocupada como estaba interactuando con la que creía que era su mejor amiga. Actualmente iba por el número ocho, que abarcaba el segundo trimestre de su primer año en la UA. La doctora le había pedido a Yuyu que no le hablase todavía de su relación. Debía esperar a que la misma Nejire lo descubriera a través de sus palabras.

La pelirroja sentía un gran alivio por el hecho de que no le hubiera preguntado sobre su vida sentimental. Su atención se centraba en reconocer el entorno que la rodeaba. Eran muchas las cosas que lograba recordar a través de sus diarios, pero otras permanecían en las sombras. A pesar de que éstos la estaban ayudando, había algo que la molestaba: Nejire parecía depender demasiado de ellos.

Podía comprender que encontrase en sus apuntes la forma de volver a vivir los momentos buenos de su pasado, pero las cosas ahora habían cambiado. Las personas que había conocido ya no eran las mismas que las que describía en sus diarios. Yuyu le había explicado las pérdidas que habían sufrido como consecuencia de la batalla contra La Liga, pero Nejire se había mostrado recelosa ante la mayoría.

Yuyu se lo había comentado a la doctora y ésta le había respondido que tuviera paciencia. Estaba en la segunda etapa de su tratamiento y Nejire ya había dado el nombre de la siguiente persona a la que quería ver. Yuyu se había mostrado de acuerdo, imaginando que conforme su novia avanzase en la lectura de los diarios, la cantidad de visitas aumentaría.

Con eso en mente, apartó la vista del jardín y se dirigió al salón. Después de dejar la taza vacía sobre la mesa de la cocina, se pasó los dedos por el pelo para peinárselo un poco y se dirigió hacia la UA para ver a Mirio.

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—Hola, Haya-chan —lo saludó la voz alegre de su amigo—. Estaba a punto de salir a dar un paseo, ¿me acompañas?

—Claro que sí.

Momentos después, ambos caminaban por las instalaciones de la academia, dirigiéndose hacia una zona verde. Yuyu guio a Mirio a través de la arboleda, deteniéndose cerca de un gran pino e indicándole a su amigo que se sentara justo en un lugar que estaba seco y libre de nieve.

—Mamá me ha dicho que os espera el sábado para cenar —le dijo Yuyu mientras miraba las piñas que estaban tiradas a su alrededor—. Dice que no aceptará excusas, así que será mejor que vayas convenciendo a Amajiki... Que ya nos conocemos y sé que es un poco antisocial.

—Vaya, lo siento, Haya-chan. Hemos quedado para tomar algo con Midoriya justo esa noche, pero puedo pasarme el domingo. Prometo convencer a Tamaki para que me acompañe —le dijo Mirio y Yuyu asintió, mientras el rubio se entretenía dibujando formas sobre el suelo con el extremo de su bastón. Aunque no podía ver lo que hacía, se deleitaba escuchando el sonido que hacía al clavar y deslizar la punta a través del manto blanco.

—¿Has sabido algo de lo tuyo? —le preguntó entonces Yuyu.

—El otro día Tamaki se reunió con uno de los doctores que me ha examinado —respondió su amigo mientras negaba con la cabeza—. Al parecer sólo estuvieron hablando de posibles curas, pero nada concluyente. Me dijo que lo llamarían, pero de momento, no ha habido más novedades.

Hacía algo de frío en el exterior así que ambos decidieron volver al edificio de la UA. Caminaban despacio, ya que al no poder ver por dónde pisaba, Mirio tenía algunos problemas para deshacerse de la nieve que se acumulaba en sus pies, aunque no perdió la oportunidad de bromear con su amiga preguntándole si le gustaban sus nuevos zapatos de plataforma.

Llegaron frente al edificio en el instante en el que comenzaba a nevar. Mirio se paró cuando sintió que la nieve caía sobre su pelo. La sensación le gustó. Casi podía verla revoloteando a su alrededor. Yuyu lo observó en silencio, sonriendo al ver la expresión tranquila de su amigo y sus mejillas sonrojadas por el frío.

Después de un par de minutos entraron al recinto y se dirigieron hacia la habitación de Tamaki. Antes de que Mirio llamase a la puerta, Yuyu le cogió del brazo.

—Espera, Togata-kun... tengo que pedirte un favor. Se trata de Nejire.

—¿Se encuentra bien? ¿Le ha pasado algo?

—Está bien, no te preocupes —lo tranquilizó—. La doctora Mafuyu considera que es el momento de que se reencuentre con sus amigos más cercanos. Nejire está de acuerdo y ha pedido que tú seas el siguiente —le informó la pelirroja y Mirio se detuvo en seco, sin dar crédito a sus palabras—. ¿Togata-kun?

—¿En serio? —le preguntó sorprendido. Yuyu sonrió al notar la emoción en su voz—. ¿Hado-chan quiere verme?

—La doctora ha programado la visita para después de Navidad. Claro... si te viene bien...

—¡Claro que me viene bien! —exclamó con energía y Yuyu casi saltó al escuchar el grito entusiasmado de Mirio—. No sabes cuántas ganas tengo de abrazarla. No veo el momento de poder tocar su rostro... —bromeó.

—Lo sé, Togata-kun. No hace falta que me lo digas —la pelirroja le dio un apretón en el hombro—. Pero antes necesito que estés al tanto de algunas cosas que Nejire no debe saber...

Mirio escuchó con atención cada recomendación, asintiendo y comprendiendo cada una de sus razones. Cuando Yuyu se despidió para irse a trabajar, Mirio se dirigió hacia la cama y se tumbó con los brazos abiertos, bocarriba, con una sonrisa de oreja a oreja. No podía esperar a volver a escuchar las interminables preguntas de Nejire.

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Sábado, 19 de diciembre de 2020

La mañana del sábado, Kirishima se despertó al escuchar vibrar su móvil. Sin ganas de levantarse de la cama, alargó el brazo y lo cogió de la mesita de noche.

Número desconocido: Soy Katsuki. Te espero en el estanque en una hora. Para desayunar.

Kirishima se sorprendió porque el rubio no le escribiera desde su teléfono, pero, aun así, se encogió de hombros y, sin darle demasiada importancia, se arregló a toda prisa, pues no quería hacerle esperar. Se puso unos pantalones negros, un jersey de lana color burdeos y un gorro gris oscuro.

Abriéndose paso entre el mar de gente que ya llenaba las calles a esa hora, el pelirrojo hizo una breve parada en la tienda donde solía comprar las semillas que lanzaba a los cisnes. Como Bakugo aún no había llegado, se entretuvo alimentando a las aves.

Mientras observaba cómo se arremolinaban a su alrededor, oyó pasos acercarse por detrás. Sin pensarlo demasiado, se dio media vuelta… y su sorpresa no pudo ser mayor al encontrarse frente a una persona que no conocía en absoluto.

Un rostro atravesado por una fea cicatriz se encontraba a unos centímetros del suyo, esbozando una sonrisa de triunfo cuando la cara de Kirishima palideció. Completamente desconcertado, dio un paso atrás.

—¿Nos conocemos? —soltó Eijiro sin saber muy bien qué hacer.

—Tú a mí no —contestó el tipo con una sonrisa maliciosa—. Pero yo sé muchas cosas sobre ti. Como por ejemplo que te gusta ir encerrando en el Tártaro a gente que solo quiere ganarse la vida.

Eijiro entonces cayó en la cuenta. Bakugo ya le había advertido de que lo estaban siguiendo. Éste debía ser el villano del que le había hablado su compañero. El pelirrojo no se lo pensó, endureció las manos y se lanzó hacia él para derribarle, pero el hombre ya había previsto una reacción similar. Sabía bastante bien en qué consistía la peculiaridad del chico ya que su amigo Konda le había puesto al día cuando había ido a visitarlo. Con un movimiento ágil lo esquivó y sacó la aguja que guardaba en uno de los bolsillos, clavándosela en el hombro, aprovechando la inercia del adolescente y que no había endurecido esa parte del cuerpo.

Sus manos recuperaron su forma habitual y Kirishima se las miró extrañado, para después mirar la pequeña jeringa que tenía clavada. Rápidamente se la extrajo e intentó endurecer alguna parte de su cuerpo, sin ningún resultado.

—¿Qué demonios me has hecho? —exclamó Kirishima, sobresaltado.

—Si quieres que tu peculiaridad vuelva a la normalidad vas a tener que hacer todo lo que te diga. ¿Está claro?

—¿De dónde has sacado esta mierda? —inquirió Eijiro, alzando la aguja que tenía en la mano.

—Creo que no estás en posición de exigir nada —le dijo el hombre, haciéndole un gesto para que le siguiera.

Kirishima debía ganar tiempo como fuera. Katsuki debía estar al caer y, desde luego, era su mejor baza en aquellas circunstancias. Puesto que no sabía si el efecto de lo que le había inyectado aquel tipo se pasaría o si duraría para siempre.

—Estás cometiendo un error —dijo Eijiro esperando que Bakugo llegara en cualquier momento—. He quedado con alguien y si no estoy aquí para cuando llegue, sabrá que me ha pasado algo y no creo que le cueste mucho atar cabos, puesto que sabe quién eres.

—¿Has quedado con alguien? ¿No será con ese amiguito tuyo? —la risa burlona del hombre hizo que la piel del pelirrojo se erizara—. Si te refieres al mensaje que te llegó esta mañana, olvídalo. Lo escribí yo —le dijo y Kirishima se sintió derrotado. Ahora sabía por qué Bakugo no había usado su móvil para escribirle. ¿Por qué había sido tan idiota?

—¿De dónde sacaste mi teléfono? ¿Por qué sabes su nombre?

—Digamos que la mañana que se dignó a visitar mi humilde morada me quedé con algo que era suyo —le explicó con aire de suficiencia.

—¡Tú le robaste la cartera! —exclamó Kirishima cuando cayó en la cuenta.

—Eso ahora no es relevante —le dijo el villano, mirando a todos lados, asegurándose de que nadie los estuviera viendo—. No conoces mi peculiaridad, así que te advierto que será mejor que no hagas ningún movimiento en falso. Si haces todo lo que te digo, te devolveré tu poder. ¿Te ha quedado claro?

Kirishima asintió, mientras el villano detenía un taxi y lo empujaba hacia el interior.

—¿Puedo saber por lo menos a dónde vamos? —le preguntó.

—No estés tan ansioso por saberlo —fue la fría respuesta de Okano, y Eijiro se concentró en observar las zonas por donde pasaba el coche, tratando de memorizarlas, mientras pensaba en una forma de salir de aquel lío en el que se había metido.

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Bakugo había salido a dar una vuelta, pensando que tal vez podría invitar a Kirishima a comer. Siempre habían sido muy amigos, pero por parte última, sentía que su relación se estaba estrechando cada vez más.

Entró en una tienda para comprarse un refresco y después puso rumbo de vuelta a la academia, pasando justo frente al parque de los cisnes; en ese preciso momento una ligera sonrisa se dibujó en sus labios. Ya se había vuelto costumbre pasear con Eijiro por allí.

Cuando se disponía a volver, vio junto al estanque una bolsa con semillas tirada en el suelo. Parecía algo a lo que no tenía por qué dar importancia, pero por algún motivo le llamó la atención. Quien se gastase el dinero en comprar algo así, no lo tiraría de mala manera en el césped. No tenía ningún sentido. De pronto tuvo un mal presentimiento. Le mandó un mensaje a Kirishima y cuando vio que no respondía, en lugar de regresar al colegio, se dio media vuelta, cambiando de dirección.

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Llamó a la puerta por cortesía, porque ganas no le faltaron de tirarla abajo y entrar como un torbellino a aquel hediondo lugar. Afortunadamente no hizo falta porque no tardaron ni un minuto en abrir.

—Vaya, qué inesperada visita. ¿Qué te trae por aquí? —dijo Okano, sonriendo maliciosamente. La cicatriz se arqueó de forma antinatural en su rostro.

—¡Déjate de tonterías, extra de mierda, y dime dónde cojones está Kirishima! —exclamó Bakugo, mientras una pequeña explosión refulgía en la palma de su mano—. ¡No me hagas repetirlo!

El hombre lo observó con los ojos abiertos de par en par, con una expresión de fingida inocencia. Encogiéndose de hombros se apartó a un lado, invitándolo a pasar. Con suspicacia, Bakugo miró a un lado y a otro antes de entrar. No se fiaba ni un pelo de aquel tipo. Al fin y al cabo, no dejaba de ser un villano, aunque fuera más bien uno mediocre.

—¿Ves? Aquí solo estoy yo. No tengo ni idea de dónde se habrá metido tu amiguito —le dijo Okano, cerrando la puerta y caminando detrás del rubio—. ¿Quieres que te ponga algo de beber? —le preguntó.

—¿Acaso me has visto cara de idiota? —respondió Katsuki.

Bakugo avanzó, mirando de reojo al hombre, puesto que tenía la sensación de que ocultaba algo. Lo primero que vio, fue un modesto recibidor forrado de madera, con varios muebles vacíos y descascarillados. Mientras avanzaba, pudo observar algunos clavos a lo largo de las paredes, donde supuso, alguna vez había habido cuadros colgados. Caminaron a lo largo de un pasillo, cruzándose con algunas puertas abiertas que daban a cuartos vacíos. El suelo de tarima crujía, manteniendo alerta a Bakugo.

De pronto, escuchó un ruido procedente de alguna habitación no muy lejana y aceleró el paso hacia allí. El hombre fue tras él, sin decir nada. Katsuki sabía que se estaba metiendo él solo en la boca del lobo y por eso mismo procuró no bajar la guardia. Estaba claro que Kirishima estaba por allí en alguna parte, lo que quería decir que aquel hombre era más peligroso de lo que parecía. Tanto que cuando le atacó, apenas lo vio venir.

De repente sintió cómo el enorme tipo se abalanzaba sobre él, echándole por encima una especie de saco negro que hizo que no pudiera ver nada. Se detuvo y dudó durante un segundo si debía quitarse aquello o no. Al final decidió que no le compensaba perder el tiempo, por lo que se giró rápidamente y, cegado, lanzó una explosión hacia delante, dándole de lleno a Okano. Katsuki supo que había acertado por el grito de dolor que soltó. Rápidamente agarró el trozo de tela y se lo sacó de la cabeza, pero antes de que pudiera actuar, el villano había alzado la mano derecha, sosteniendo algo que dirigió hacia él. Bakugo se giró rápidamente y no tardó en lanzarle otra detonación, pero no fue lo suficientemente potente como para detener la inercia del brazo del hombre, que consiguió clavarle la aguja que sostenía. Bakugo se cayó al suelo al sentir el pinchazo en uno de sus costados. A pesar de lo débil que se sintió de forma inmediata, volvió a levantar una mano y provocó un nuevo estallido, pero esta vez el fuego no impactó en Okano, puesto que los reflejos del chico estaban empezando a fallar y su puntería había empeorado.

—Te he visto un poco alterado y he pensado que te vendría bien descansar un poco —le dijo Okano, mientras se guardaba de nuevo la jeringuilla.

—Me las vas a pagar, imbécil —murmuró Bakugo con los dientes apretados—. No sabes con quién te has metido.

—Por supuesto que lo sé... —dijo el hombre con los ojos entornados y aunque Katsuki no sabía a qué se estaba refiriendo, no le gustó el tono en que lo dijo. Sin darle tiempo a decir nada más, Okano le volvió a colocar el saco negro en la cabeza y después cogió al chico por las axilas, arrastrándolo hacia el interior de un cuarto—. Y ahora, quedaos ahí los dos calladitos. Si os portáis bien tal vez os traiga algo de cenar. Ahora tengo que ir a ver qué me has hecho, idiota —dijo, mientras se tocaba las zonas donde Bakugo le había quemado.

—¡Katsuki!

El rubio sintió unos cálidos brazos rodeando su espalda, ayudándolo a sentarse. Inmediatamente le quitó la tela negra que le había colocado el villano en la cabeza. Al ver que era Kirishima quien le estaba ayudando no supo si sentirse aliviado o más preocupado.

—¿Por qué lo has traído aquí? ¡Sólo tienes algo pendiente conmigo! —protestó el pelirrojo.

—Bueno… no todos los días te topas con alguien que ha ganado una medalla de plata —Okano esbozó una sonrisa torcida y dio media vuelta—. No te pega nada hacer patinaje sobre hielo, por cierto —dijo antes de marcharse.

—Sólo patinaría encima de tu cadáver, idiota —susurró Bakugo con la poca fuerza que le quedaba, dejándose caer de nuevo al suelo y cerrando los ojos. No sabía qué era lo que ese tipo le había inyectado, pero se sentía muy cansado.

Kirishima se rio entre dientes, imaginándose a Katsuki patinando con un traje ajustado.

—Supongo que tu cara le suena porque debió verte en la retransmisión del Festival Deportivo. Al fin y al cabo, quedaste el primero. Aunque creo que te ha confundido con otra persona —le dijo Kirishima, llegando a la conclusión más lógica.

—¿Por qué no usas tu peculiaridad, pelo de mierda? —lo interrumpió, mientras entreabría un ojo, pero Eijiro no le respondió. Frunció el ceño, llevándose las manos frente al rostro y concentrándose en ellas, pero no pasó nada. Entonces, negó con la cabeza.

—Me ha pinchado con algo y no puedo utilizarla. Espero que el efecto se pase —le dijo, encogiéndose de hombros. Katsuki le miró, pero no dijo nada. Simplemente se quedó pensativo.

Entonces, Eijiro decidió darse una vuelta por la habitación para ver si se le ocurría alguna forma de salir de allí, puesto que no parecía prudente quedarse esperando. Se acercó a la puerta y trató de sacar los goznes con la ayuda de la hebilla de su cinturón. Suspiró frustrado cuando se dio cuenta de que las bisagras eran demasiado grandes como para que eso funcionase. Entonces se dirigió hacia la única ventana que había y comenzó a tirar de las rejas de hierro. Viendo que así no iba a conseguir nada, se dirigió a una puerta cerrada que había al fondo. Pero sólo se trataba de un baño.

—¿Qué crees que quiere el extra de nosotros? —le preguntó Bakugo, mientras se tumbaba bocarriba—. En cuanto me sienta mejor voy a explotar por toda la habitación.

—No lo sé, pero matarnos desde luego que no. Creo que ha tenido oportunidades de sobra para hacerlo —el pelirrojo se acercó a su amigo—. Él fue quien te robó la cartera, Katsuki.

El rubio le miró con expresión agotada en el rostro, así que Kirishima buscó algo con lo que arropar a su amigo y decidió dejarlo descansar. Debían recuperar las fuerzas. A pesar de sentirse completamente consumido, Bakugo extendió una mano y trató de hacer una explosión. El fuego que se formó fue mínimo.

—¡Joder! —soltó entre dientes, mientras se observaba la palma—. Hace demasiado frío en este sitio de mierda —protestó, pensando que, a pesar de que no le habían quitado su peculiaridad, mientras no entrara en calor, tampoco le serviría de mucho, aunque con el agotamiento que tenía encima, aunque sudase, tampoco creía que pudiera provocar una detonación demasiado espectacular.

Mientras Bakugo se lamentaba, el pelirrojo siguió inspeccionando el lugar. La parte inferior de las paredes parecía ser de madera, como el resto de la casa. La parte superior estaba forrada de un papel que antaño debió ser azul y que ahora se veía descolorido, con humedades en varios lados. Examinó el techo, pero no vio nada que le llamara la atención.

Dejó el reconocimiento del terreno cuando sintió una punzada en el estómago. Entonces recordó que no había desayunado nada antes de salir, y la hora del almuerzo ya debía haber pasado. Resignado, se recostó junto a Bakugo y se encogió, tratando de ignorar la molesta sensación. Esperaba que el villano no se olvidase de ellos y les llevara algo de cenar, o de lo contrario, pasarían todo el día sin haber probado bocado. Momentos después el sueño lo venció, haciéndole olvidar por unas horas, la precaria situación en la que se encontraban.

Notes:

El dibujo de este capítulo es de la maravillosa artista @mo0npie.art podéis seguirla en instagram y darle vuestro apoyo! Dibuja genial!!!

Chapter 47: EL AMOR FRENTE A LAS ADVERSIDADES

Chapter Text

Sábado, 19 de diciembre de 2020

Aquella noche habían quedado para cenar, así que Tamaki se fue directo a la ducha en cuanto terminó de patrullar con Fat. Habían estado más tiempo del habitual puesto que Kirishima no se había presentado y no había avisado con tiempo para que pudieran reemplazarlo. Le llamaron varias veces a su móvil, pero estaba apagado o fuera de cobertura. Sólo por si las moscas, Fat había introducido el IMEI del teléfono del pelirrojo en su ordenador y había tratado de hallar su localización actual.

En el momento en el que un héroe comenzaba a trabajar o realizar su pasantía en una agencia, se le solían pedir ciertos datos de su móvil y se le solicitaba que se instalase varios programas para poder ubicarlo con facilidad. Teniendo en cuenta que no sabían con qué se podían enfrentar cada día, era sólo una medida más de seguridad. Desafortunadamente, mientras el teléfono estuviera apagado, el programa no parecía devolver ningún dato.

Después de que Fat le prometiera informarle en cuanto supiera algo de Kirishima, Tamaki se marchó, con el pelo todavía húmedo, y se dirigió a la UA. Cuando llegó, fue directo a su habitación para encontrarse a Mirio metido en la cama con los ojos cerrados y el pecho desnudo. Se sonrojó al ver aquella inesperada imagen.

—¿Mi… Mirio? —titubeó, cerrando la puerta, nervioso, olvidándose por completo de la ausencia injustificada de su compañero. El rubio abrió los ojos y le miró, sonriéndole. Tamaki todavía no se había acostumbrado a ver los ojos azules de Mirio desenfocados. Tamaki se mordió el labio con pesar.

—¿A qué esperas, pulpito? —le dijo Mirio con alegría—. Mi intuición me dice que todavía estás demasiado vestido —comentó, haciendo un gesto con la mano para que se acercara.

Tamaki obedeció, quitándose con cuidado su traje de héroe y dejándolo sobre el respaldo de la silla. Al encontrarse en ropa interior se sonrojó, sintiéndose un poco cohibido. Después se acercó a la cama y se metió dentro, tapándose con el edredón.

—Pensaba que no ibas a venir nunca —dijo el rubio mientras se acomodaba frente a él. No podía verlo, pero podía sentir el calor que emanaba Tamaki y su embriagador olor.

—No sabía que me estabas esperando —dijo Tamaki con su voz tranquila.

—Claro que sí, pero debo confesar que he estado a punto de quedarme dormido de aburrimiento —comentó el rubio mientras sonreía—. Luego me cuentas qué tal la patrulla. Ahora, será mejor que nos demos prisa si queremos llegar puntuales a la cena.

—Bueno… en realidad todavía tenemos una hora —respondió Tamaki, subiendo las manos a la cara de Mirio y acariciándole con amor. El rubio asintió, abrazándolo y apretándolo contra él. Deslizó sus labios por la cara del adolescente hasta que se topó con una oreja puntiaguda que mordisqueó, haciendo que contuviera la respiración—. Creo que nos da tiempo a…

—Y si no… que nos espere... —respondió Mirio. Ahora que no podía ver, era más consciente de las sensaciones que le proveían el resto de sentidos. Los jadeos los percibía de forma más intensa. La suave piel cuando acariciaba a Tamaki… su olor, el sabor de sus labios…

Mirio se sabía de memoria el mapa que era el cuerpo de su amante. Conocía cada uno de sus músculos, cada marca y cada cicatriz. Le gustaba adivinar qué estaba tocando. Dejándose guiar por los suspiros de Tamaki, que aumentaban de tono según iba avanzando.

Le gustaba estar así con él, sintiendo su piel húmeda y caliente. Su aliento ansioso estrellándose en su cuello y su erección palpitante frotándose contra la suya. Metió la nariz entre las hebras oscuras, dejándose embargar por el dulce aroma a mora del champú que solía usar. Sus suaves labios, rozándose contra su mandíbula, mientras Tamaki seguía embistiendo extasiado contra su cuerpo. Mirio se apartó ligeramente, provocando que Tamaki se detuviera. Entonces, el rubio se levantó de la cama y tanteando con las manos se acercó trastabillando hasta una pared, apoyándose contra ésta. Se agachó un poco, dejando completamente expuesto su trasero.

—¿Qué haces… Mirio? —le preguntó Tamaki, jadeando de forma entrecortada.

—Quiero que me folles así, pulpito, por favor —le pidió el rubio—, busca el lubricante y date prisa. Te necesito dentro.

Cuando Tamaki salió de su estupor, obedeció y no perdió el tiempo en comenzar a prepararle, haciendo que todo a su alrededor dejase de existir. Mirio se centró en la sensación de los delgados dedos entrando en su interior y la fuerte respiración de Tamaki. Sabía que le gustaba estar arriba y a Mirio no le importaba intercambiar roles con él de vez en cuando, aunque la calma con la que Tamaki se lo hacía, le volvía loco.

—¿Estás listo, amor? —le preguntó entonces el chico de pelo índigo, con la voz ronca, llevándose una mano a la cara, avergonzado por lo que acababa de soltar de forma inconsciente.

Mirio se dio cuenta y trató de quitarle hierro al asunto haciendo una de sus bromas.

—Me has llamado amor porque dicen que es ciego, ¿no? —respondió—. Que sepas, que es posible que no vea nada, pero aun así me he dado cuenta de que acabas de dejar a mi culito desatendido.

—¡Dios, Mirio! —exclamó Tamaki, dándole un manotazo en la pierna, mientras sacaba el dedo que todavía tenía dentro del rubio.

—Que me llames así me gusta más —respondió—. El dios Mirio te ordena que sigas con lo que estabas haciendo —dijo y movió el trasero hacia la mano de Tamaki.

Tamaki, más rojo que un tomate, volvió a acariciar íntimamente al otro, centrándose en darle placer. No tardó en terminar de prepararle, por lo que se colocó entre los muslos de Mirio y situó su erección en su entrada. Ambos se dejaron llevar en cuanto sus cuerpos estuvieron unidos. Tamaki comenzó a moverse de forma cadenciosa, llevando un par de dedos a la boca de Mirio, el cual no tardó en chuparlos, envolviendo de forma libidinosa la lengua a su alrededor.

Para ellos no importaba nada más que ese instante, cuando estaban uno contra el otro, tan pegados que hasta podían confundirse sus aromas y sus gemidos. Jadeando, Mirio se aferró a la pared como pudo mientras Tamaki le acariciaba la polla y le besaba la espalda, sin dejar de moverse contra él. Haciéndole el amor lentamente a pesar de las protestas del rubio que le pedía que lo follara más fuerte.

Pero Tamaki no era capaz de dejarse llevar hasta ese punto, le gustaba tomarse su tiempo. De hecho, prefería hacerlo mientras estaban tumbados en la cama porque la postura le parecía mucho más romántica que aquélla. En cambio, Mirio prefería aquello porque decía que le daba más morbo y que la penetración era mayor. A pesar de no ser la posición favorita de Tamaki, no protestó, puesto que sabía que desde que había perdido la vista, Mirio se sentía algo inseguro en cuestiones de sexo y no quería hacerlo sentir mal imponiendo sus preferencias.

Recorrió con una mano el contorno de Mirio, sin dejar de masturbarlo, mientras éste se curvaba contra el otro cuerpo; Tamaki pudo sentir cómo unos minutos después, el rubio llegaba al orgasmo y él no tardó en acompañarle. Más tarde, ambos se dirigieron a la cama y se dejaron caer encima. Mirio se dio la vuelta con cuidado, temblando todavía por la intensidad del placer, para besar a Tamaki en la boca, profundizando el beso en cuanto tuvo ocasión. El otro chico le devolvió el gesto, acariciando la lengua del rubio con la suya.

Ambos atesoraban todos esos momentos. Tan perfectos como la paz que los embargaba cuando, abrazados y adormecidos, permanecían en completo silencio uno al lado del otro. Tamaki adoraba esos instantes íntimos en los que podía apoyar su cabeza sobre el fuerte hombro de Mirio y olvidar todo lo malo que les había pasado. Cuando lo único que importaba eran ellos dos y el amor que se profesaban.

―xXx―

Izuku no sabía cuántas veces había llamado a la puerta de la habitación de Bakugo. Había estado toda la semana intentando convencerle para que saliese a tomar algo y su amigo había rechazado invitación tras invitación, pero, aun así, el chico de pelo verde no había perdido la esperanza. Incluso había pensado en invitar también a Kirishima. Estaba seguro de que, si el pelirrojo se apuntaba, Kacchan también se animaría a ir. Así que siguió golpeando la puerta hasta que los nudillos le dolieron, aunque era más que obvio que Bakugo no estaba. Con un largo suspiro, se dio media vuelta y se dirigió hacia su cuarto para arreglarse antes de que se le hiciera tarde.

Tenía ganas de quedar con Amajiki y Togata-senpai. Izuku había intentado invitar a varios de sus compañeros, pero lo había hecho demasiado tarde y a todos a los que se lo había propuesto ya tenían plan para el fin de semana. Todos, excepto Uraraka. De hecho, ella se había mostrado bastante contenta por la invitación. A Izuku no le molestaba para nada que se hubiera apuntado, pero en cierta forma le daba un poco de vergüenza ir a cenar con la pareja y con su amiga, puesto que, de alguna manera, parecía una especie de cita doble. Sin querer entretenerse más en sus pensamientos, se dispuso a darse una ducha rápida.

Por otro lado, Shota, que había quedado para cenar con Sasaki, había intentado invitar a Yamada, aunque no estaba muy seguro de si era buena idea, puesto que no le había pasado desapercibido que entre los dos hombres parecía haber cierta tirantez. Desafortunadamente su amigo le había dicho que no le apetecía ir y que prefería quedarse tranquilo en casa. Aizawa sólo esperaba que a Hizashi no le diera por cometer ninguna imprudencia.

Resignado, dejó atrás el edificio de la UA. El viento frío pegó con fuerza contra su rostro, haciéndolo tiritar mientras se acordaba con añoranza de su saco de dormir amarillo. Aceleró el paso cuando distinguió la silueta de un coche blanco parado justo frente a la entrada, y agradeció en silencio la calidez que lo recibió al entrar. Le dio un beso a Mirai mientras se sentaba junto a él, esbozando una tenue sonrisa.

El hombre lo miró, interrogante, y Aizawa adivinó la muda pregunta en su mirada. Negó con la cabeza obteniendo un gesto serio por parte de su pareja.

—Supongo que de momento es mejor no agobiarlo —le dijo, subiéndose las gafas—. Dale tiempo.

Aizawa asintió y Sasaki le indicó al taxista la dirección hacia la que se dirigían. El coche se puso en marcha antes de que pudieran volver a sacar el tema. Yamada no era alguien que le agradara especialmente a Mirai, entre otras cosas por lo escandaloso que era, así que en el fondo se alegraba de que no hubiera querido unirse a su cena, aunque entendía que Shota estuviera preocupado. Supuso que tendría que tratar de distraerle para que se olvidara de su problemático amigo.

―xXx―

Aprovechando la ausencia de Okano, Bakugo se pasó toda la tarde haciendo inútiles intentos por desprender las bisagras de la puerta. Todas las explosiones y detonaciones que provocó fueron tan minúsculas que no sirvieron de nada. Al anochecer se dio por vencido, dejándose llevar por el hambre y el cansancio. Sabiendo que de momento no podía hacer mucho más, se tumbó junto a Kirishima para tratar de dormir, pero lo único que logró fue un sueño inquieto, casi rayando en la vigilia. Comenzó a nevar, haciendo que el frío aumentara y se colara por los resquicios de la única ventana que había en la habitación, desprovista de cualquier cortina que pudiera impedir el paso de la nieve.

Tratando de atenuar la baja temperatura, buscó el calor del cuerpo que estaba a su lado y lo rodeó con un brazo, sintiendo la calidez que desprendía. Horas más tarde, el fresco despertó a Kirishima haciéndolo temblar. La sensación de hambre volvió con más intensidad que antes y se retorció incómodo entre los brazos del rubio, que también se despertó.

—¿Qué hora es? —estremeciéndose, Kirishima apretó con fuerza el jersey que llevaba, tratando de no perder el poco calor que le quedaba—. Tengo mucha hambre.

—Ya casi es media noche —el rubio se incorporó hasta quedar sentado.

Kirishima se puso de pie y contra su voluntad se alejó del calor del cuerpo de su compañero para ir al baño. De la tubería aún salía un delgado hilo de agua corriente. Al menos no se morirían de sed mientras estuvieran ahí encerrados. La sensación de hambre disminuyó después de beber un poco, tras lo cual regresó a su lugar junto a Katsuki. Éste decidió imitarlo y minutos después ambos se encontraban de nuevo uno al lado del otro, en el suelo.

—Es evidente que el imbécil no va a venir, así que nos quedaremos sin cenar —declaró Bakugo y Kirishima asintió sabiendo que su amigo estaba en lo cierto.

Sin decir nada, el pelirrojo se acurrucó a su lado y apoyó la cabeza sobre su hombro. Katsuki sintió que, a pesar del jersey que llevaba, Kirishima seguía temblando, por lo que se quitó su abrigo y lo extendió sobre los dos.

—¿No tienes frío? —le susurró Kirishima en el oído, haciendo que Bakugo contuviera la respiración cuando sintió la calidez de su aliento rozándole el cuello.

—Un poco, no te voy a mentir, pero soy un tío caluroso. Al fin y al cabo, mi peculiaridad funciona con el sudor. Supongo que, de alguna forma, mi cuerpo se mantiene a una temperatura un poco más alta que la del resto —respondió, sin dejar de estrecharlo entre sus brazos por debajo del abrigo.

—Yo también pensaba que era caluroso. Ya sabes, mi traje de héroe tapa más bien poco, pero hoy he descubierto que cuando no estoy en movimiento mi temperatura corporal baja de forma estrepitosa —comentó Kirishima, pegándose más a él.

—¿Sabes? —dijo entonces Bakugo—, pensaba invitarte a comer, pero por culpa del gilipollas este no va a poder ser.

—Imaginemos que lo hiciste... pero que la comida se quemó —sugirió Kirishima, encogiéndose de hombros.

—A mí no se me quema la comida, pelo de mierda —comentó el rubio—, y lo comprobarás cuando salgamos de aquí.

—Pareces estar muy seguro de que vamos a salir vivos de aquí.

—Por supuesto —le respondió Bakugo, causando una pequeña explosión en la mano que mantuvo cerca de ellos hasta que la llama se extinguió—. Somos héroes ¿o acaso lo has olvidado?

Kirishima no quiso contradecirle. Aunque veía la situación muy negra, en el fondo sabía que Katsuki tenía razón. Ese villano no sabía con quién estaba tratando. En cuanto recuperase su peculiaridad, endurecería su cuerpo y tiraría la pared a empellones. La idea lo tranquilizó lo suficiente como para decidirse a conciliar el sueño. A su lado, con los ojos cerrados y la respiración pausada, Bakugo parecía habérsele adelantado. Tratando de no despertarlo, se recostó a su lado y los cubrió a ambos con el abrigo del rubio.

—Me alegro de estar aquí contigo, Katsuki... —le susurró al oído pasándole un brazo por la cintura. El rubor cubrió sus mejillas cuando, de pronto, los labios de Bakugo buscaron los suyos para darle un beso.

—Cuando salgamos de este sitio de mierda, te alegrarás de verdad... —respondió sonriendo de medio lado.

Entonces, los labios de Kirishima volvieron a buscar los suyos, ansiosos por volver a repetir aquel gesto. A pesar de la situación en la que se encontraban, Bakugo sintió que su corazón se aceleraba como hacía mucho tiempo que no lo hacía, sintiéndose pletórico y sorprendido porque aquello estuviera pasando. Quizás no era el sitio más romántico, ni el más idóneo para compartir su primer beso, pero fuera como fuese, no hubiera querido hacerlo en ningún otro lugar, porque allí se tenían el uno al otro y aquello sólo había conseguido que Bakugo se convenciera, todavía más, de que iban a salir vivos de allí, porque ahora tenían un motivo para hacerlo.

―xXx―

La algarabía que reinaba en el comedor de la familia Haya esa noche parecía ejercer una mágica influencia sobre Nejire. Sentada entre Yuyu y Yoko, admiraba la decoración y los muebles de la casa. También observaba con atención cada uno de los rostros sonrientes que la rodeaban, contagiándola de una calidez que le resultaba familiar y que bullía dentro de ella deseando salir.

Saboreó con deleite la tarta de queso que había hecho la madre de Yuyu, mientras se reía de las bromas que hacía su hermana, atenta al hilo de las conversaciones que giraban a su alrededor. Kanade, que estaba en todo, había guardado todas las fotografías que había en la casa, puesto que Nejire salía siempre al lado de Yuyu y estaba claro que la chica todavía no estaba preparada para enterarse de más de lo necesario.

Nejire descubrió que le gustaba ese lugar. Por primera vez desde que había despertado en un mundo solitario y vacío de paredes blancas, sintió que la embargaba la felicidad, observando a aquellas personas que, aunque de momento le parecían completas desconocidas, la hacían sentir en familia.

A su lado, Yuyu la observaba con ojos llenos de amor. Nejire era la cosa más bonita del universo, con su radiante sonrisa y su sencillo vestido color celeste que ella misma había escogido del armario donde todavía guardaba sus cosas. Nejire la miró y la sonrió con cariño. Después, su mirada volvió a posarse en la mesa.

Cuando terminaron de comer, Yuyu se puso de pie y le ofreció una mano, quien la cogió mientras se sonrojaba. Dio las gracias por la cena y se dejó llevar por Yuyu al exterior. Sentadas en el pequeño banco en el que tantas noches habían hablado de lo que les depararía el futuro, ahora sólo conversaban de cosas triviales, mientras los primeros copos de nieve caían con lentitud sobre sus cabezas.

—Dentro hará más calor, ¿quieres que regresemos? —le preguntó Yuyu, pero Nejire negó, esbozando una amplia sonrisa.

—Me gusta este sitio. ¿Podemos quedarnos un poco más? —le preguntó mientras sus ojos se movían registrando hasta el último rincón—. Me da la sensación de que he pasado buenos ratos aquí, ¿es así?

—¿Recuerdas algo?

—La luna brillando... algunos días lluviosos... —la joven levantó la mirada hacia los ojos marrones de su amiga—. ¿Crees que algún día lograré recuperar todo lo que he perdido?

—Ya lo estás haciendo, Nejire... —dijo Yuyu y ella sonrió ante la respuesta de quien consideraba su salvadora, su fortaleza. La pelirroja la estaba rescatando de la negrura y el dolor, mostrándole con su constante presencia el camino hacia su recuperación.

Yuyu la cogió de la mano y se la apretó y, en ese instante, Nejire deseó que su mundo dejara de ser blanco. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el hombro de su amiga, pensando en el rojo de las rosas del jardín de Kanade y del cabello de Yuyu que le hacía cosquillas en la mejilla.

Sabía que al día siguiente debería regresar a las inmaculadas paredes del hospital, pero esa noche se sintió feliz, al menos durante un momento.

―xXx―

Cuando se despidieron de Midoriya y Uraraka, Tamaki llevó a Mirio hasta la habitación de un hotel donde había hecho una reserva. Enredados bajo las suaves sábanas, los dos adolescentes descansaron después de haber dado rienda suelta a su pasión. A través de la cortina entreabierta, Tamaki podía ver cómo los copos de nieve se posaban sobre el rellano del ventanal. Admirando el paisaje, el chico cerró los ojos y pegó su cuerpo contra la musculosa espalda de Mirio, dispuesto a descansar.

—¿Sabes? Ésta es la primera noche que pasamos juntos fuera de la UA —susurró Mirio y Tamaki abrió los ojos al escuchar su voz. Le rodeó la cintura, mientras lo atraía con más fuerza contra su pecho.

—Pensaba que estabas dormido —le respondió Tamaki y Mirio negó con la cabeza, sin cambiar de postura.

—Ésta ha sido una grata sorpresa —dijo Mirio, cogiéndole una mano—. Nunca pensé que harías algo así.

—Sólo quería cambiar un poco de ambiente —respondió Tamaki encogiéndose de hombros—. Y… ya sabes. Con internet ni siquiera tuve que llamar por teléfono.

—Eso lo explica todo —respondió Mirio sonriendo—. La verdad es que el lugar es lo de menos, lo importante es la compañía. Por cierto, no sé en qué planta estamos, pero me apetece plantarte un beso.

—Mirio… —susurró Tamaki negando con la cabeza por el nefasto juego de palabras, mientras el rubio se daba media vuelta y le plantaba un beso en los labios. Después de un rato, Tamaki volvió a cerrar los ojos.

—Haya-chan nos ha invitado a comer mañana a su casa —mencionó repentinamente el rubio. Los ojos de Tamaki se abrieron de nuevo, e hizo una mueca que, aunque Mirio no pudo ver, intuyó. A aquellas alturas lo conocía demasiado bien—. Supongo que vendrás, ¿verdad?

—Mmm... Supongo —aceptó después de titubear un poco, sabiendo que a Mirio le hacía ilusión que se relacionase con sus amigas.

Mirio bostezó mientras abrazaba la delgada figura de Tamaki. El chico se acurrucó contra su amplio pecho y dejó pasar el tiempo. En el momento en el que Tamaki estuvo seguro de que Mirio se había dormido, se levantó con cuidado para no despertarle, cogió su móvil y se metió en el baño. Necesitaba hablar con Shuri. Sabía que era bastante tarde, pero para su fortuna, su amiga era una persona más bien nocturna. No obstante, antes de llamarla, le mandó un mensaje de texto, por si acaso.

Amajiki-kun: Estás despierta?

Shuri no respondió, directamente marcó el número de Tamaki. Era poco comunicativa, pero también era muy pragmática y directa y no le gustaba perder el tiempo.

—¿Te ha sucedido algo? Es un poco tarde para ti, ¿no? —fue el saludo que le dirigió su amiga.

—No… no me ha pasado nada, Amori-chan —le dijo, mientras se apoyaba contra el lavabo—. ¿Qué tal todo? ¿Has empezado a trabajar en alguna agencia? —le preguntó, tratando de ser cortés mientras se daba la vuelta y se observaba en el espejo. Tenía ojeras. Últimamente no estaba durmiendo demasiado bien, aunque, por fortuna, Mirio no podía verlo.

—Sé que no quieres hablar conmigo a estas horas para preguntarme todo eso. Ya quedaremos un día para charlar de nuestros futuros —le dijo ella y de fondo sonaron unos muelles. Probablemente se acababa de tumbar en la cama—. ¿Qué te ha pasado, Amajiki-kun? Sabes que puedes confiar en mí.

—Sí… lo sé… —le dijo. Habían sido amigos durante los tres años que habían estudiado en la UA y ella nunca le había fallado. Aunque era fría y, por lo general, poco habladora, siempre había estado ahí para él—. Se trata de Mirio… —se quedó callado esperando que Shuri insistiera o que lo animara a continuar, por el contrario, ella aguardó sin decir ni una palabra—. Todavía no le he dicho lo de la doctora. Volví a hablar con ella hace un par de días y me comentó que, en unos tres o cuatro meses, podría realizar la intervención. Sé que es bastante tiempo, pero sigue siendo la mejor opción que manejamos —murmuró, mientras se mordía el labio—. Me dijo que la llamara más adelante, para confirmar la cita, pero también… eh… me pidió… —la voz de Tamaki se extinguió, sin saber muy bien cómo continuar.

—Te pidió que Togata estuviera de acuerdo con que tú fueras el donante —completó ella y Tamaki asintió, sintiéndose un poco mareado. Se sentó en el inodoro, notando cómo el cansancio se apoderaba de él.

—Ya sé lo que debería hacer —respondió Tamaki, llevándose una mano a la cara—. Pero si se lo digo sé que se va a negar. No querrá que corra el riesgo por él. Le conozco demasiado bien.

—No puedes dar por hecho las cosas, Amajiki-kun. Y tampoco puedes presentarte en la consulta si Togata no sabe lo que va a suceder. Puede que, por eso mismo, perdáis la mejor oportunidad que se os ha presentado hasta ahora.

—Lo sé —volvió a decir Tamaki. Tenía claro que su amiga tenía razón, pero no sabía cómo hacerlo. Quería ayudar a Mirio, quería que volviera a ver y que pudiese retomar su vida. Quería volver a verle sonreír de forma sincera.

—No conozco mucho a Togata, pero estoy segura de que, si le dices que es importante para ti, te escuchará —le dijo Shuri y Tamaki se quedó en silencio al otro lado del teléfono, pensando en sus palabras. Sin poder evitarlo, soltó un bostezo, se moría de sueño—. Y ahora vuelve a la cama, antes de que se despierte y te pille. Descansa, que te vendrá bien. Yo voy a seguir jugando al Persona.

Tamaki le dio las gracias por escucharle e hizo lo que le había dicho. Se acostó junto a Mirio y lo abrazó, deseando que llegase el momento en el que los ojos del rubio volvieran a encontrarse con los suyos.

Chapter 48: MISIÓN DE RESCATE

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Domingo, 20 de diciembre de 2020

Bakugo se despertó sintiéndose todavía bastante cansado, lo cual le hizo recordar lo sucedido el día anterior. Se quedó quieto durante un largo momento. Kirishima se removió a su lado, abrazándose a su cuerpo para sentir su calidez y Bakugo lo dejó hacer.

Incorporándose ligeramente se dedicó a observar el rostro dormido de Eijiro bajo la luz que entraba por la única ventana de la habitación. Acarició la piel fría de sus mejillas, que adquirieron un tono más rosado al notar el calor de su mano. Recogió con el dedo un mechón de su pelo teñido de rojo y entonces hizo una mueca. Kirishima le gustaba y no sabía muy bien qué hacer con ese sentimiento.

Eijiro abrió los ojos lentamente, para encontrarse con los de Bakugo. Le sonrió y el rubio, sin decir nada, apartó la mano de su cara, para acercar su cuerpo y volver a besar esos labios entreabiertos que se encontraban a tan pocos centímetros de los suyos.

Sorprendido, Kirishima volvió a cerrar los ojos al sentir el suave toque, lamentándose cuando Bakugo se apartó para dirigirse al baño. Eijiro observó cómo se alejaba, en su boca todavía la sensación de ese cálido roce. Se levantó del suelo, abrazándose a sí mismo al sentir cómo aumentaba el frío sin Bakugo a su lado.

Sintiéndose frustrado por la situación en la que se encontraban, decidió desquitarse contra la puerta.

—¿¡Es que no vas a darnos de comer hoy tampoco!? —Kirishima la golpeó hasta que se le pusieron rojas las palmas de las manos—. ¿¡Acaso piensas matarnos de hambre!?

Al oírlo, Bakugo salió para ver qué pasaba. Lo encontró aporreando la puerta con tanta fuerza que, por un instante, pensó que había recuperado su peculiaridad. Lo cogió de los hombros para llevarlo al baño. No le gustaba la idea de beber el agua helada del grifo, pero era lo único que tenían a su alcance y que podía aligerar de alguna forma el hambre que sentían.

Después de mojarse un poco la cara, Kirishima siguió a Bakugo de vuelta a la habitación y ambos volvieron a sentarse uno al lado del otro para darse calor. Entonces, el rubio notó que algo se le clavaba en el muslo, y abrió los ojos de par en par, sorprendido al darse cuenta de lo que era.

—¡Somos imbéciles! —exclamó, poniéndose de pie y sacando el móvil que tenía guardado en el pantalón. Kirishima lo imitó, sin poder creerse que no se les hubiera ocurrido antes.

Bakugo movió el dispositivo para todos lados, con el ceño fruncido. El pelirrojo hizo lo mismo, pero el resultado fue el mismo.

—¡Joder! No hay cobertura en este apestoso sitio —protestó el rubio, conteniendo las ganas de tirarlo contra el suelo.

Kirishima se acercó hasta la ventana y el móvil marcó una raya, pero en cuanto lo movió para tratar de llamar a alguien, se volvió a ir. Probó varias veces, pero era imposible. En cuanto movía unos milímetros el teléfono, toda la cobertura desaparecía. Ambos volvieron a dejarse caer al suelo, decepcionados por no haber conseguido nada.

Estuvieron así durante un buen rato, en silencio, estableciéndose entre ellos un ambiente tenso. Kirishima no estaba seguro de si era debido a aquel intento fallido por salir de allí o a lo que había sucedido entre ellos. Sin poder aguantar más aquella situación, habló.

—¿Estás molesto conmigo? —preguntó entonces, ya que no sabía muy bien cómo interpretar a Bakugo. No podía evitar sentirse nervioso ante el recuerdo del beso, pero tampoco podía olvidar que su amigo había estado involucrado con Todoroki un poco antes de que éste muriera y eso lo complicaba todo. Bakugo fijó la vista en la ventana, encogiéndose de hombros—. No me has respondido —insistió.

—¿Por qué iba a estarlo? —fue la respuesta evasiva de Bakugo.

—Ya sabes por qué, hombre —le dijo Kirishima, girándose para mirarlo a los ojos. Armándose de valor, situó una mano en el hombro de Bakugo, para impedir que se alejase como había hecho antes.

Porque esta vez no quería un simple roce... quería un beso de verdad. Bakugo lo observaba con el ceño fruncido, sus ojos brillando con expectación. Sin apartar la mano, Kirishima se acercó a él para probar otra vez sus labios y Bakugo sintió que algo se removía en su interior. Esa emoción que sentía cuando Kirishima estaba cerca de él, aquélla que le hacía sentir embriagado y al mismo tiempo confundido.

La puerta abriéndose de golpe los obligó a separarse y la figura tambaleante de Okano se dejó ver debajo del dintel. Cuando ambos se pusieron de pie, Bakugo se abalanzó hacia el villano.

—¡Te voy a matar! —exclamó lanzando las manos con llamas hacia el tipo, pero todavía seguía débil a causa de lo que le había inyectado el día anterior y a Okano no le costó nada cogerlo de las muñecas y neutralizarlo, empujándolo hacia atrás. Bakugo trastabilló y Kirishima lo agarró, evitando que se cayera contra el suelo. Reconociendo que estaba en desventaja hasta que se recuperase del todo, decidió cejar en su empeño. Lo que le interesaba era recobrar sus fuerzas cuando antes para poder volarle la cabeza a ese mierda.

—He escuchado tus gritos... ¿Quién te has creído que eres? —el villano entró en la pequeña habitación y cerró la puerta de golpe mientras se acercaba a los muchachos. Kirishima no pudo evitar poner una mueca de desagrado al notar el olor a alcohol en su aliento—. ¿Tienes hambre? Pues... ¡te aguantas!

—Llevamos un día entero sin probar bocado —espetó el pelirrojo.

—¿Te parece mucho una noche de frío y hambre? —la mirada oscura se posó sobre Kirishima, el rencor aflorando en su rostro marcado—. Por tu culpa… la mayoría de mis colegas están en el Tártaro y por eso mismo yo he pasado multitud de noches a la intemperie y sin nada que echarme a la boca. Sin ellos, aquí fuera no soy nadie…

Eijiro abrió los ojos de par en par, entendiendo por fin. Debía estar hablando de aquel tipo que sacaba cuchillas de su cuerpo. El que le había disparado a Suneater dejándole sin su peculiaridad durante un día. El tipo al que había detenido con ayuda de Fat Gum.

—¿Qué mierda vas a conseguir con dos adolescentes desnutridos y muertos de frío? —le soltó Bakugo con los ojos entrecerrados—. A menos que pretendas matarnos, tenernos en malas condiciones no es el movimiento más inteligente.

Okano se dio media vuelta sin decir nada más y salió de la habitación. Momentos después regresó con dos platos que depositó en el suelo. Desconfiando, ninguno se acercó.

—¿A qué cojones estáis esperando? —preguntó el hombre ante la mirada suspicaz de los muchachos. Una sonrisa retorcida se dibujó en sus labios al imaginar lo que estaban pensando—. No os preocupéis. Si quisiera mataros, ya lo habría hecho —dirigió una mirada peligrosa hacia el pelirrojo antes de volver a salir de allí.

Katsuki y Eijiro se miraron entre sí y, asintiendo en silencio, cada uno se acercó a un plato. Una hora después no quedaba nada en la bandeja y los muchachos descansaban en el suelo, alegrándose de seguir vivos.

―xXx―

Había patrullado durante un par de horas aquella mañana cuando Fat Gum se dirigió a la agencia para hacer un descanso y picar algo antes de que llegase la hora del almuerzo. Al entrar a su despacho, se acercó al ordenador donde había estado tratando de localizar la ubicación del móvil de Kirishima y se quedó estático frente a la pantalla cuando vio que, durante unos segundos, el dispositivo había tenido cobertura y el programa había sido capaz de registrar su situación. Ésta apuntaba hacia una casa que parecía estar abandonada a las afueras de Musutafu.

Trató de llamar de nuevo, pero siguió respondiéndole la misma locución de siempre. Inmediatamente, marcó el número de Aizawa.

—Quizás no deberíamos darle importancia, pero es raro que no se presente a la pasantía y que ni siquiera avise. No es propio de Kirishima —le dijo Fat al profesor—, además, su móvil vuelve a estar apagado.

—Voy a hacer unas cuantas llamadas, Fat. Te espero en la UA para estudiar la situación y ver qué podemos hacer. Lo que menos nos interesa es poner en riesgo la vida de Kirishima. No sabemos qué ha pasado exactamente, así que debemos actuar con cautela.

Cuando Fat llegó a la academia, puso rumbo hacia la sala que le había indicado Aizawa. Allí se encontró al profesor, a Nighteye y a Tamaki. Mirio se sentía impotente por no poder ayudar, pero de momento, como no podía hacer nada, se había quedado en la habitación.

—¿Sospecháis de alguien que pudiese estar reteniendo a Kirishima contra su voluntad? —preguntó Nigtheye, pero todos negaron con la cabeza.

Fat hizo un recuento mental de los villanos con los que habían tenido algún enfrentamiento, pero si sus cálculos no fallaban, todos debían estar en el Tártaro actualmente.

Frustrado al no poder moverse al ritmo que la situación exigía, Nighteye había cambiado de nuevo el andador ortopédico por la silla de ruedas, mucho más práctica. Aizawa caminaba de un lado a otro, preocupado y Tamaki no paraba de darle vueltas al hecho de que su compañero hubiera desaparecido repentinamente.

—Sería bueno saber quién fue la última persona que vio a Kirishima antes de su desaparición —sugirió Fat—. Tal vez pueda proporcionar información valiosa.

—La última vez que lo vi fue el viernes durante las clases —Aizawa fue el primero en responder.

—Yo lo vi de pasada el viernes por la tarde —intervino Tamaki—. Me comentó que tal vez el sábado saldría a comer con Bakugo.

—¿Nadie lo vio ayer? —preguntó Nighteye. Todos los presentes negaron con la cabeza—. ¿Alguien puede ir a buscar a Bakugo? Tal vez deberíamos preguntarle.

—Sí —convino Aizawa—. Bien pensado.

—Voy —dijo Tamaki, aunque se arrepintió inmediatamente después de haberlo dicho. No sabía si molestar al chico de las explosiones era buena idea, teniendo en cuenta su carácter, pero ya no podía echarse atrás. Además, lo importante ahora era localizar a Kirishima. Si tenía que aguantar los improperios de Bakugo, lo haría si eso los ayudaba a encontrar a su compañero. Sin mirar atrás, salió por la puerta a toda prisa.

—¿Qué clase de relación tiene Kirishima con ese tal... Bakugo? —preguntó Mirai, sin querer dejar ningún cabo suelto.

—Son amigos —respondió Aizawa—. Aunque parecen haber estrechado los lazos en estos últimos meses.

Nighteye iba a preguntar algo más, pero se quedó callado cuando la puerta se abrió dando paso a un Tamaki sofocado, y solo.

—No está en su habitación —todos pudieron sentir la angustia en la voz del chico—. Y me acabo de acordar de que ayer, Midoriya dijo que había estado llamando a su puerta y no le había abierto. Es posible que el dormitorio esté vacío desde entonces. He escrito a Midoriya y le he pedido que trate de llamar al móvil de Bakugo. Me acaba de responder que está apagado o fuera de cobertura. Lo que no parece ser una buena señal —dijo Tamaki, mientras miraba su móvil y tecleaba algo rápidamente.

Era evidente que la preocupación de los presentes había aumentado de forma considerable ante la información que acababa de darles el joven.

—Lo mejor sería ir al punto donde se localizó por última vez el móvil de Kirishima e inspeccionar. Es la única forma de ver si ambos están juntos y a salvo —propuso Fat Gum.

—No es tan sencillo, Fat —argumentó Aizawa—. Si han sido secuestrados y quedamos expuestos, es posible que los villanos tomen represalias antes de que nos dé tiempo a actuar.

Un tenso momento de silencio siguió a las palabras del profesor. Después, todos volvieron a hablar proponiendo diferentes planes de acción que deberían pulir antes de llevarlos a cabo.

―xXx―

Sólo faltaban unos minutos para el mediodía y Okano ya tenía planeado hasta el último detalle de lo que iba a hacer con sus víctimas. Tantos meses de espera, siguiendo todos y cada uno de los pasos de Kirishima, estaban dando sus frutos.

Consultó su reloj y una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro cruzado por aquella fea cicatriz. Había llegado la hora de saldar, de una vez por todas, la deuda que tenía pendiente con aquel héroe de pacotilla que había osado meterse con su colega Konda. Bebió un último trago de licor barato y, con pasos tambaleantes, se dirigió hacia donde estaban los chicos.

Por el ruido del agua saliendo del grifo, supo que el tal Katsuki se encontraba en el baño. Eijiro se levantó del suelo al verlo entrar y frunció el ceño cuando vio que el hombre levantaba las manos de forma amenazante. No sabía cuál era la peculiaridad de aquel tipo, así que Kirishima no podía bajar la guardia. Miró de reojo el baño, deseando que Bakugo no tardase demasiado, pero cuando vio que el villano se acercaba más a él, no se lo pensó y trató de endurecer las manos.

Se sintió aliviado y eufórico cuando notó cómo se ponían rígidas. Había echado de menos esa sensación y comprobarlo por fin, aunque tuviera que ser en aquella situación tan extrema, lo llenó de coraje y determinación. Sin pararse a pensar, se lanzó corriendo hacia Okano, dispuesto a hacerlo trizas si era necesario, por el hambre y el frío que les había hecho pasar.

Quizás actuó de forma demasiado precipitada, porque en cuanto estuvo a punto de hacer contacto con el estómago del hombre, éste activó su peculiaridad, con la cual no había contado. El villano se disolvió en un millar de micropartículas, evitando así cualquier daño producido por el impacto del pelirrojo, quien no pudo detener la inercia de su carrera hasta que no se estrelló contra la pared que estaba detrás de su captor.

—¿Qué cojo…? —susurró Kirishima para sí mismo, mientras se frotaba ligeramente la cabeza.

Sin rendirse, volvió a la carga, obteniendo el mismo resultado. La parte que iba a ser golpeada por las manos de Eijiro se disolvía de inmediato. El pelirrojo dudó durante un segundo, pensando qué podía hacer en una situación como aquélla, pero ese instante le costó caro. Parte de las partículas que formaban el brazo derecho de Okano se dirigieron hacia él, metiéndose por los orificios endurecidos de su nariz y por las orejas, provocándole un horrible dolor según iban avanzando por su cuerpo. Se tiró al suelo, mientras se llevaba las manos a la cara, las cuales volvieron a su forma original, mientras trataba de taparse los lugares por donde se estaban metiendo los pequeños átomos.

—¿Qué es esto? ¡Ah! —gritó mientras se retorcía de dolor.

Bakugo, que no había estado haciendo otra cosa sino entrenar en el baño para conseguir entrar en calor, había estado escuchando todos los golpes que se habían estado produciendo en la habitación, pero confiando en que Kirishima lo tuviera bajo control, había seguido haciendo ejercicio. Necesitaba sudar lo suficiente como para poder usar su peculiaridad de forma efectiva y allí hacia tanto frío que con un par de flexiones no era suficiente. Cuando escuchó a Eijiro gritar, se detuvo en seco. Esperaba que con lo que había conseguido fuera suficiente, porque estaba claro que no podía esperar más. Cuando salió del baño, abrió los ojos de par en par ante lo que se encontró. El villano estaba de pie en el centro de la sala, pero le faltaba uno de los brazos, el cual parecía haberse disuelto en lo que parecían pequeñas motas de polvo, las cuales estaban flotando sobre la cabeza de Kirishima, mientras éste se retorcía.

Sin estar muy seguro de cómo proceder, lo primero que hizo fue arrimarse a su amigo y, como si se tratara de mosquitos, intentó espantarlos con las manos, pero se quedó paralizado cuando vio que las partículas no estaban haciéndole daño directamente a Eijiro, si no que estaban metiéndosele por los orificios de su cuerpo. Cuando las motas se dirigieron también a su rostro, con la misma intención, Bakugo dio un paso atrás.

—¡¡¡Muere!!! —exclamó entonces, desatando dos potentes explosiones de sus manos, recordando que los ataques que él realizaba, al ser de área, eran de los más efectivos con lo que tenía delante, que era bastante parecido a un enjambre.

Kirishima escuchó a Okano gritar cuando las explosiones fulminaron parte de las partículas que formaban su cuerpo, una tras otra, de forma interminable. Acabando primero con las que revoloteaban sobre ellos y después arremetiendo directamente contra el cuerpo del hombre, el cual no duró mucho tiempo en pie. Desplomándose contra el suelo sin oponer resistencia.

Justo antes de perder la conciencia, vio el pelo rubio de Bakugo brillar debido a un rayo de luz que entraba a través de la ventana, Eijiro pensó fugazmente que parecía un ángel hasta que lo escuchó maldecir. Después de eso, el dolor dio paso a la oscuridad.

—¡Eijiro! Mierda… ¡Despierta! —dijo Bakugo, mientras se arrodillaba en el suelo para abrazar el cuerpo del pelirrojo. Al ver que el chico no respondía, lo agitó con más fuerza. Se encontraba hambriento y completamente extenuado, hasta el punto de que apenas podía pensar con claridad. Miró a su compañero, que tenía los ojos cerrados y una expresión de completa paz en el rostro y sintió que se iba a derrumbar de un momento a otro—. Otra vez no… ¡No te atrevas a hacerme esto! ¡Maldita sea!

Bakugo levantó la vista cuando escuchó algo tras él, extrañado, puesto que estaba casi seguro de que había dejado fuera de combate al tipo, aun así, depositó el cuerpo de su amigo de nuevo en el suelo y se incorporó con lentitud para acabar con lo que había empezado. Mientras apretaba los dientes con fuerza y una pequeña llama chisporroteaba en la palma de su mano.

―xXx―

Mirio se había acostado, tratando de descansar un poco mientras Fat, Tamaki y el resto se dirigían hacia el lugar donde supuestamente se había localizado el móvil de Kirishima. Cuando se despertó, utilizó la marcación por voz de su teléfono, para pegarle un toque a Yuyu. Necesitaba hablar con alguien para no sentirse más inútil de lo que ya se sentía por no poder ayudar en la misión de búsqueda.

—Me acabo de enterar de lo que ha pasado —le comentó Yuyu en cuanto respondió—. ¿Cómo te sientes?

—Un poco impotente, ya sabes —dijo Mirio, encogiéndose de hombros.

—No siempre puedes estar en primera línea, Togata —le dijo su amiga, tratando de consolarlo—. Lo que tienes que hacer es ahorrar energía, para que, cuando vuelvas, puedas hacerlo ‘a tope de Power’.

Mirio no pudo evitar sonreír ante el comentario de Yuyu. Ciertamente se sentía más animado cuando hablaba con ella.

—Por cierto, ¿qué se sabe de los chicos? ¿Crees que les ha ocurrido algo? —le preguntó entonces, con un tono más serio.

—Espero que no. Ahora mismo Fat, Sir, Tamaki y Aizawa están en camino y no creo que tarden mucho en llegar a la ubicación que marcaba el localizador —Mirio suspiró esperando que cuando llegaran no se encontraran con ninguna complicación. Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación con cuidado—. ¿Qué tal está Hado-chan? —trató de cambiar de tema.

—Muy bien —el rostro de Yuyu se iluminó al escuchar el nombre de su novia—. Estuvo cenando el otro día en casa.

—¿No crees que si la ves a diario se acabará dando cuenta de que sientes algo por ella?

—No lo creo, Togata-kun —respondió, poniendo los ojos en blanco ante el juego de palabras—. Está demasiado centrada en absorber cada cosa que ve y cada cosa con la que interactúa.

—Aunque no sea consciente de ello todavía, tarde o temprano acabará leyéndolo. ¿Qué piensas que hará cuando se entere? —le preguntó Mirio.

—Ni idea... hace seis meses tal vez habría podido responderte —le dijo la pelirroja y Mirio asintió, comprendiendo lo que trataba de decirle—. Pero ahora… es diferente. No es que no me guste esta Nejire, es sólo que... me da la sensación de que no la conozco del todo.

—Sé que la sigues queriendo, así que… no te des por vencida —declaró Mirio y Yuyu sonrió.

—Estaba enamorada de la Nejire de antes... y sigo queriendo a la Nejire de ahora.

Mirio guardó silencio. Sabía que el amor de Yuyu era sincero. Siempre lo había sido y estaba seguro de que siempre lo sería. Y seis meses atrás habría puesto la mano en el fuego también por Nejire. Pero ahora no podía decir lo mismo. Su amiga no recordaba haber albergado sentimientos por Yuyu... y Mirio no estaba seguro de que leer sus diarios fuera suficiente para que ese amor que había sentido volviera a renacer.

―xXx―

Tamaki y Sir se habían quedado por los alrededores de la casa abandonada, puesto que acercarse todos a la vez no parecía ser muy prudente. Cuantos más fueran, más posibilidades tenían de llamar la atención, y teniendo en cuenta que Nighteye todavía no estaba recuperado del todo, probablemente sería una locura llevar a cabo una misión de infiltración con alguien que no tenía plena movilidad.

Después de un rato observando atentamente la zona, sin percibir nada sospechoso, Tamaki vio a lo lejos a Aizawa corriendo hacia ellos. Fat no parecía estar por ningún lado. Mirai se cruzó de brazos, sin saber si era buena señal que no volvieran los dos héroes juntos.

Al principio, habían pensado llevar transmisores para poder comunicarse, pero habían acabado desechando la idea puesto que, si hablaban, los secuestradores podían oírlos y les pondrían sobre aviso, que era precisamente lo que querían evitar. Por otro lado, eso tenía sus inconvenientes porque para comunicarse unos con otros tenían que estar cerca.

—¿Qué sucede? —le preguntó Mirai, ligeramente alarmado al ver el ceño fruncido de Aizawa cuando estuvo a un par de metros de distancia.

—Hemos encontrado a Kirishima —les dijo el profesor, sin más preámbulos—. Estaba inconsciente en una habitación de la casa. Fat se está haciendo cargo de él. Ahora mismo deberían estar camino a algún hospital.

—¿Camino a un hospital? —preguntó Tamaki, asustado—. ¿Qué le ha pasado?

—No nos queda muy claro. Parece que alguno de los secuestradores utilizó su peculiaridad con él. Tenía partículas dentro de los orificios de la nariz y en los oídos… es lo único que hemos podido ver en un primer chequeo. Además, parecía haber muchas más de estas pequeñas motas, aplastadas y quemadas por todo el suelo —les explicó Aizawa.

—¿Por qué no habéis llamado directamente a una ambulancia? —inquirió Tamaki. Eso hubiera sido mucho más práctico y rápido.

—Eso haría que nuestra operación encubierta se fuera al traste, Suneater —respondió Aizawa—. Y es lo que menos nos interesa. Sobre todo, teniendo en cuenta que todavía no hemos localizado a Bakugo.

Los tres héroes se miraron los unos a los otros.

—Entonces… ¿a qué estamos esperando? —dijo Mirai, poniéndose en marcha.

Aizawa lo miro con los ojos entornados, sin moverse del sitio.

—Tú no vas a ningún lado —le respondió tajante, estirando un brazo para que se detuviera—. Te quedaras a vigilar el exterior, Sir Nighteye. Entiende que, dada tu situación, nos estaríamos exponiendo a un riesgo innecesario. Y si Bakugo no estaba con Kirishima, significa que debe estar con alguno de los secuestradores.

—Como comprenderás, no pienso dejar que vayas tú solo sin saber a cuántas personas nos estamos enfrentando… —replicó Mirai, subiéndose las gafas.

—Y no lo voy a hacer —declaró Shota—. Vamos, Suneater.

Tamaki asintió y haciéndole un gesto de despedida a Sir, quien frunció el ceño disconforme con toda aquella situación, salió corriendo tras Erased Head que había vuelto a ponerse en marcha. Estaba claro que no podían perder el tiempo. Cuanto más tardasen, más difícil sería seguirle la pista a Bakugo.

Notes:

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