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Primavera (FengQing)

Summary:

La primavera era una de las estaciones más queridas por los mortales. Los capullos finalmente florecían luego de un duro invierno y los animales daban a luz a sus crías. También era época de muchos frutos dulces y frescos; Xie Lian le contaba lo buena que había sido la cosecha, y Feng Xin estaría muy feliz por ello y de ver a los mortales disfrutar el agradable clima y los festivales.

Pero... Feng Xin tenía un problema.

Como era una época tan hermosa, los mortales la escogían para celebrar una gran cantidad de matrimonios y, efectivamente, aprovechaban para realizar rituales de fertilidad.

Esto estaría fuera de los asuntos de Feng Xin. Pero los recién casados se escabullían para rezarle al General Ju Yang, lo que obviamente quería decir que no eran asuntos nada inocentes. Él hacía su mayor esfuerzo por atender las oraciones porque había todavía muchos adoradores persistentes que todavía le rezaban, a pesar de sus intentos por deshacerse del título.

Un dios marcial se fortalecía con la fe de sus adoradores. Pero un dios del sexo se veía, lamentablemente, afectado por el exceso de energía yang como consecuencia de ser el General Ju Yang.

Notes:

Dedicado a mi N de mi corazón por su cumpleaños (2021), quien me dio las ideas para ese one-shot. Tkm <3

Work Text:

La primavera era una de las estaciones más queridas por los mortales. Los capullos finalmente florecían luego de un duro invierno y los animales daban a luz a sus crías. También era época de muchos frutos dulces y frescos; Xie Lian le contaba lo buena que había sido la cosecha, y Feng Xin estaría muy feliz por ello y de ver a los mortales disfrutar el agradable clima y los festivales.

Pero... Feng Xin tenía un problema.

Como era una época tan hermosa, los mortales la escogían para celebrar una gran cantidad de matrimonios y, efectivamente, aprovechaban para realizar rituales de fertilidad.

Esto estaría fuera de los asuntos de Feng Xin. Pero los recién casados se escabullían para rezarle al General Ju Yang, lo que obviamente quería decir que no eran asuntos nada inocentes. Él hacía su mayor esfuerzo por atender las oraciones porque había todavía muchos adoradores persistentes que todavía le rezaban, a pesar de sus intentos por deshacerse del título.

Un dios marcial se fortalecía con la fe de sus adoradores. Pero un dios del sexo se veía, lamentablemente, afectado por el exceso de energía yang como consecuencia de ser el General Ju Yang.

Feng Xin estaba muy de mal humor. Quién sabe; podría ser que la erección que cargaba constantemente bajo las túnicas tenía que ver con eso. Se sentía sucio y pervertido, pero tampoco era su culpa. Hacía ochocientos años que no tenía sexo y masturbarse tampoco era siempre efectivo, por lo que aprendió a ignorarlo con el tiempo, aunque seguía siendo difícil. Pero estos días habían sido excepcionalmente una mierda y estaba seguro de que se iba a volver loco.

Afortunadamente, siempre había alguien que estaría muy feliz de patearle el culo siempre que Feng Xin le picara la lengua, porque ambos tenían una habilidad para terminar todas y cada una de las veces probando el puño del otro.

—Xuan Zhen —dijo Feng Xin en la matriz de comunicación privada.

—¿Qué coño quieres? —respondió casi de inmediato. Tal vez era verdad que Mu Qing vigilaba la matriz de comunicación.

Feng Xin sonrió para sí mismo. Habían discutido antes en la Corte Celestial sobre el repentino flujo de monstruos y bestias que estaban rondando en el territorio de Mu Qing las últimas dos semanas (ya casi todo estaba resuelto), por lo que Feng Xin estaba enterado de que debía estar de muy mal humor por tener que lidiar con la mierda de los fantasmas.

—¿Ya terminaste de tratar con esos monstruos? Digo, no sabía si serías capaz de resolverlo solo y pensé que podría ayudar. —Feng Xin había dejado de menospreciar a Mu Qing hacía mucho porque ya no era un niño inmaduro y reconocía la fuerza del General Xuan Zhen. Pero lo conocía tan bien; sabía con qué tan pocas palabras podía provocarlo. Mu Qing bufó antes de responder.

—¿Y qué te hace pensar que necesito tu ayuda? Especialmente tú, entre todas las personas.

—Bueno, es que como el último otoño tuve una linterna más que tú... Pensé que haría una gran diferencia de poder. O tal vez le quieras preguntar a Pei Ming, si no te sientes seguro conmigo.

—Estás muerto —fue lo último que escuchó a Mu Qing decir. Menos de un incienso después, el General Xuan Zhen se estaba anunciado en el Palacio Nan Yang.

Feng Xin había dado instrucciones a sus oficiales de que guiaran a Mu Qing hasta uno de los salones más grandes en su palacio y que necesitaban privacidad. No quería que sus diputados vieran lo mezquino que había sido como para provocar a Mu Qing solo para encontrar una distracción al problema entre sus pantalones. Había cambiado sus túnicas a un conjunto más cómodo, aunque todavía disimulaba su entrepierna, y había vaciado el salón. Tampoco quería destruir mucho su palacio.

Cuando las puertas se abrieron e hizo contacto visual con Mu Qing bajo su ceño fruncido, una ola de anticipación se esparció a gusto por su cuerpo. Pero este estaba reaccionando de una manera que preferiría que fuera diferente; su garganta se secó pero no pudo evitar tragar duro, mientras veía a Mu Qing pisar fuertemente en su camino hasta Feng Xin, quien miraba tranquilamente por la ventana hacia el jardín ahora desolado, una vez que quedaron solos.

—Puedes repetir lo que dijiste hace un rato, si es que tienes el valor —dijo tomando a Feng Xin por el cuello de la ropa.

—¿Qué cosa? ¿Que necesitas mi ayuda, o que te gané en la batalla de linternas la última vez? —Feng Xin se regocijaba en lo fácil que Mu Qing se molestaba por este asunto. Pero es que había gozado al restregarle en la cara que había quedado por encima de él cada vez que tenía oportunidad porque, el año anterior, Mu Qing no paraba de lanzarle miradas arrogantes al haberle ganado esa vez.

Mu Qing había levantado su puño pero se detuvo, entrecerrando los ojos.

—Espera un momento. Algo está mal contigo. —Era muy grosero ir y enterrar los dedos en los meridianos de otros dioses, pero necesitaba comprobar que todo estuviera bien con Feng Xin. En efecto, había algo... De más. Era la energía yang que brotaba como una fuente del cuerpo de Feng Xin.

Mu Qing le dio discretamente una mirada a Feng Xin, pretendiendo que pensaba que Feng Xin no se había enterado. Pero notar el bulto en sus pantalones le dio una idea. Era su momento de cobrarle.

Ladeó su cabeza inocentemente, forzando una expresión de preocupación.

—¿Todo bien? No te ves en buen estado.

Feng Xin dio una corta respiración antes de responder, con toda la calma del mundo:

—Por supuesto que todo está bien. ¿Por qué pensarías lo contrario?

Mu Qing quería rodar sus ojos y a la vez bufar ante lo descarado que estaba siendo Feng Xin.

—No lo sé... Te ves un poco pálido. —Hizo una mueca con los labios antes de continuar. Alzó la mano frente al rostro y luego su torso, como buscando algo y, de repente, como si lo hubiera encontrado, agarró con fuerza su entrepierna, casi doloroso—. ¡Ah! ¿Podría ser esto?

Mierda. Mierda x2.

Feng Xin dio un salto ante la mano firme antes de tomarla e intentar alejarla.

—¿Qué coño crees que haces? —Frunció el ceño para intentar cubrir el rubor que se posó en todo su rostro y cuello.

—Feng Xin —dijo Mu Qing ahora con el rostro serio, retirando su mano. Internamente estaba disfrutando molestarlo, así que no podía reírse en su cara todavía—. Me parece... —se acercó y dijo en un susurro—: Que quien necesita ayuda eres tú.

Feng Xin tomó a Mu Qing del cabello con fuerza, echando su rostro hacia atrás para alejarlo de sí y mirarlo directamente.

—Pequeña mierda... ¿Cómo te atreves a tocarme?

—¡¿De qué te quejas?! ¡Claramente tú fuiste un pervertido primero! No lo noté porque estaba concentrado en tu rostro de mierda, pero ¿estabas así incluso antes de que viniera? ¡¿Por esto querías que viniera?!

—¡No me malinterpretes! ¿Acaso te crees mucho como para pensar que querría resolver esto con tu ayuda? ¡SOLO QUERÍA PATEAR TU CULO DE MIERDA PORQUE ESTOY AL BORDE DE UNA CRISIS!

Las manos de Mu Qing retomaron su posición inicial en el cuello de Feng Xin.

—¡DEJA DE USARME COMO TU MALDITO SACO DE BOXEO, HIJO DE PUTA! —Mu Qing volvió a alzar su puño que no pudo terminar su recorrido porque se distrajo con la mirada penetrante de Feng Xin. No sabía si era por el estado en el que se encontraba, pero había algo... Que lo atraía. ¿Estaba siendo afectado por la energía de Feng Xin también? ¿O estaba buscando una excusa porque, cuando fijó su mirada en esos labios sonrosados, quiso hacer algo muy, pero muy diferente a lanzar un puñetazo? En lugar de lanzar un golpe, estrelló sus labios con los contrarios para empezar una lucha desordenada de labios, dientes y lo que sea que había entre ese desastre, chocando y mordiendo. Feng Xin respondió de inmediato, afianzando su agarre entre el cabello de Mu Qing, lo que hizo que soltara algo muy parecido a un gemido.

—¿Qué? ¿Te gusta eso? —Feng Xin rompió el "beso" con una sonrisa burlona acompañando su pregunta, ambos jadeando cuando ni había durado más de unos segundos.

—Cállate. ¿Y qué si me gusta? Mierda, besas terrible —dijo al momento que lamía su labio inferior con rastros de sangre causado por el ataque anterior.

Feng Xin siguió el movimiento de su lengua con la mirada.

—De verdad que tienes las bolas para decir eso cuando acabas de intentar chuparme el alma. —Pausó un momento y, distraído con la vista de los labios rojos por el maltrato, dijo en un susurro—: Solo mira cómo estás.

Mu Qing rodeó el cuello de Feng Xin con sus brazos y Feng Xin ahora posó su otra mano en su espalda baja para acercarlo a él. Retomaron un beso que ahora era más calmado, pero de igual forma lleno de necesidad. Sus respiraciones se mezclaban entre labios suaves; Feng Xin acarició los labios con su lengua, notando que esto causaba que el aliento de Mu Qing se agitara. Sonrió para sí; le iba a demostrar que estaba equivocado.

Feng Xin tomó a Mu Qing de la cintura y lo alzó, este rodeando su cuerpo con sus piernas en respuesta. Aunque Mu Qing intentaba acallar los pequeños jadeos, no pudo contener el gemido que salió de su boca cuando sintió la erección de Feng Xin bajo sus pantalones. Se aferró fuertemente a su cuerpo y Feng Xin notó que también empezaba a endurecerse. Los guió a ambos al mesón que estaba en el salón sin dejar de besarlo; Feng Xin agradeció por un momento que estuviera fijado al piso y por eso no lo sacó también o no hubiera podido admirar la imagen de un Mu Qing agitado y sonrojado que ahora estaba recostado con sus piernas abiertas sobre la mesa.

Feng Xin se acercó nuevamente para seguir repartiendo besos por la mandíbula, el cuello, un suave mordisco sobre la clavícula izquierda... Volvió a la oreja de Mu Qing y, solo para molestarlo, pasó muy, muy lentamente la punta de la lengua desde la base de su cuello hasta su lóbulo. Feng Xin pudo notar cómo se le erizaba la piel al escuchar a Mu Qing soltar una maldición por lo bajo. Él no era de maldecir, pero ahora lo hacía por el simple contacto de Feng Xin contra su piel.

Mu Qing enterró sus dedos en el cabello de Feng Xin y lo haló como había hecho previamente cuando empezó a dejar mordiscos por todo su cuello.

—Deja de jugar. ¿Cuándo piensas quitarme la ropa?

Feng Xin no pudo detener la sonrisa en sus labios y comenzó a deshacer el nudo en el cinturón de Mu Qing.

—Un poco impaciente, ¿no? —Se detuvo cuando abrió las túnicas exteriores—. ¿Pero por qué me estás dando órdenes? No te voy a quitar nada si tú no me quitas nada.

—No me estés dando órdenes tú a mí —dijo entre dientes, tomando el rostro de Feng Xin entre sus dedos con fuerza. Esta vez descartó la santa paciencia que tenía Feng Xin al quitarle la ropa, y Feng Xin estaba seguro de que Mu Qing había rasgado sus túnicas en el proceso de desvestirlo con prisa.

Sus extremidades se enredaron nuevamente; Mu Qing con sus brazos que no soltaban a Feng Xin y sus piernas que lo mantenían donde quería, que era donde Feng Xin comenzó a mover sus caderas para frotarse contra Mu Qing quien seguía sus movimientos. Ambos respiraban fuertemente, mientras que sus manos recorrían sus pechos y espaldas o ambos a la vez, deleitados con la fuerza marcada de cuerpos trabajados dignos de un dios marcial.

—Pantalones —fue lo que pudo decir Mu Qing entre besos y esta vez Feng Xin le hizo caso sin quejarse, despojándolos a ambos de la prenda restante. Mu Qing casi se deleita con la vista que tenía ante sí: la piel suave y tostada de Feng Xin en contraste con el sonrojo de su miembro que se alzaba frente a él. De repente, de verdad tenía muchas ganas de pasar su lengua.

Pero Mu Qing no iba a dejar que Feng Xin se diera cuenta de ello. Se bajó de la mesa y lo hizo a un lado.

—Vaya. Pensé que un dios del sexo la tendría más grande —musitó, encogiéndose de hombros.

—¿Estás decepcionado? —Feng Xin recogió el cabello de Mu Qing en su mano y empujó hacia abajo, haciéndolo arrodillarse. Aunque no era como que Mu Qing ponía alguna resistencia.

Cuando tuvo a Mu Qing sobre sus rodillas, haló fuertemente su cabello y lo acercó con brusquedad a su polla.

—¿Por qué no miras bien? —Mu Qing gimió por el maltrato; lo estaba disfrutando.

Mu Qing se agarró de las piernas de Feng Xin y miró hacia arriba, sin separar su rostro de donde rozaba con su aliento su miembro.

—Cualquier cosa diminuta vista de cerca se vuelve grande.

La indignación se llevó lo mejor de sí. A Feng Xin no le importaba el tamaño de su pene, pero no podía soportar que Mu Qing se burlara de él de cualquier manera. Con su último comentario, Feng Xin haló una última vez el cabello de Mu Qing hacia atrás y soltó una fuerte bofetada.

Pasaron unos segundos en los que ambos se quedaron callados. Mu Qing jadeó con el golpe, fijando su rostro hacia un lado y, cuando no hubo reacción, Feng Xin se dio cuenta de lo que había hecho y estaba seguro de que Mu Qing lo iba a matar.

Lo que no sabía es que Mu Qing casi se corre con eso. Cerró sus ojos y agradeció mentalmente a los dioses por haberle concedido otra oportunidad de conservar su dignidad. Se lamió los labios y volteó a ver a Feng Xin quien parecía al borde de una crisis. Viendo que abría la boca para decir algo, Mu Qing aprovechó la distracción para darle una lamida desde la base hasta la punta. Lo que sea que iba a decir murió en sus labios entreabiertos con un suspiro, cerrando sus ojos. Mu Qing repitió la acción algunas veces más y Feng Xin esta vez no fue tan brusco, simplemente poniendo una mano en la cabeza de Mu Qing, como para indicarle que lo estaba haciendo bien.

Feng Xin comenzaba a impacientarse cuando Mu Qing lo notó y se detuvo de repente. Alzó su mirada para conectarla con la de Feng Xin.

—Pégame otra vez —dijo con una necesidad en la voz que no dejó a Feng Xin pensar dos veces antes de abofetearlo nuevamente. Mu Qing cerró sus ojos y disfrutó el ardor picoso en su cara, suspirando fuertemente antes de poner a Feng Xin en su boca entero con un gruñido. Feng Xin soltó otro quejido en respuesta, pero esta vez no pudo cerrar los ojos concentrado en la vista de Mu Qing, el dios más orgulloso de toda la Capital Celestial, de rodillas frente a él y gimiendo por tener su polla en la boca.

Mu Qing comenzó a mover su cabeza; aunque torpe al principio, pudo encontrar un ritmo que tenía a Feng Xin con las piernas débiles (lo que hizo que se apoyara en la mesa) y con sus manos recorrió su piel: su abdomen; sus piernas; sus nalgas, apretándolas suavemente, y atrayéndolo hacia él para poder cubrir aún más su miembro con su boca. Solo para molestar a Feng Xin, Mu Qing había mentido, pero ahora se encontraba ahogándose y con los ojos llenos de lágrimas. Aunque no era que no le gustara: le encantaba esa sensación de ahogarse y de tener la boca llena, especialmente cuando Feng Xin empezó a encontrar su boca con el movimiento de sus caderas.

—Mierda, Mu Qing —Feng Xin echó su cabeza hacia atrás, sintiendo cómo los gemidos de Mu Qing por escuchar su nombre acariciaban su piel. El aumento de velocidad en las caderas de Feng Xin le indicó a Mu Qing que estaba cada vez más cerca, por lo que decidió alejar su boca y ponerse de pie. Antes de que Feng Xin pudiera quejarse, Mu Qing lo calló con un beso corto.

—No te vas a correr todavía. Me vas a cargar sobre esa mesa y me vas a follar hasta que esté llorando de placer. —Y Feng Xin por supuesto que estaba más que feliz de hacerle caso.

Casi lo tiró sobre la mesa; un beso desenfrenado mientras Feng Xin abría sus piernas para situarse entre ellas y pasaba su mano por todo su cuerpo hasta llegar a su erección sin demora. Mu Qing se echó hacia atrás y se apoyó con sus manos en la mesa con un jadeo, Feng Xin sacando con su mano pequeños gemidos de su boca que se mezclaban entre sus labios que se rehusaban a separarse.

—Sube tus piernas —dijo Feng Xin, ayudando a Mu Qing a apoyar sus pies en la orilla de la mesa para tener una mejor vista de su culo. Feng Xin no podía creer lo hermosa que se veía su piel lechosa, con algunos toques de rojo en su rostro y hombros, y recorrió con su mirada hasta llegar a su entrepierna—. No tengo aceite o algo en este salón. ¿Te importa si voy a mi habitación para buscar algo que ayude? —Había comenzado a acariciar su entrada con el pulgar que acababa de mojar en su boca viendo cómo Mu Qing se sobresaltó, y la otra mano había reducido el compás que llevaba a uno lento, casi tortuoso.

—No vas a pasar de esta noche si te atreves a salir de aquí —respondió con el ceño levemente fruncido. Feng Xin rió con sus palabras; él mismo pensaba que iba a morir si lo dejaba solo incluso por unos segundos. Como no había opción, mojó sus dedos lo más que pudo con su propia saliva y comenzó a jugar con su agujero. Mu Qing mordió su labio inferior al sentir un dedo ser introducido; una sensación incómoda pero placentera en su parte baja.

Después de mover por un rato su dedo con cuidado, introdujo un segundo y Mu Qing gruñó al comenzar a sentir el leve ardor de ser estirado. Feng Xin usó su mano libre para acariciar la piel blanca; acercó sus labios a los pezones de un color marrón claro y usó la punta de su lengua para probar la delicada piel.

—¡Ah! —Mu Qing había sido tomado desprevenido, pero usó una de sus manos para soltar el adorno que todavía sostenía el desordenado cabello de Feng Xin y comenzar a masajear su cuero cabelludo. Feng Xin casi ronronea sobre el pecho de Mu Qing, donde succionaba uno de sus pezones y el otro lo pinchaba con su mano al ver que a Mu Qing le había gustado el leve dolor de esa acción.

—Feng Xin... Ya basta. —La necesidad en la voz de Mu Qing junto con su nombre pronunciado por una voz ronca más la imagen de cómo se deshacía en gemidos era como miel para la vista de Feng Xin.

—¿Hay algo mal? —Feng Xin se detuvo y sacó sus dedos con un deje de preocupación en su voz. Claramente no podía haber algo mal con la forma en que Mu Qing temblaba alrededor de sus dedos y se quedaba sin aliento cuando Feng Xin alcanzaba un lugar bastante delicado, pero igual quería estar seguro.

—No... Ya basta con tus dedos. Fóllame. —Feng Xin nunca pensó que escuchar a su "peor enemigo", amigo que más despreciaba y lo despreciaba, hablar sucio lo haría sentir un cosquilleo de placer por todo el cuerpo como lo estaba haciendo en ese momento.

—Pídelo por favor. —Feng Xin solo quería jugar con él un poquito más, ignorando el hecho de que él sentía que podría volverse loco si esperaba aún más.

—Jódete —fue la respuesta de Mu Qing, quien literalmente tomó el asunto en sus manos. Escupió en su mano y tomó a Feng Xin con cuidado pero firmeza y lo hizo alinearse con su entrada. Ambos suspiraron cuando Feng Xin tomó sus caderas y empezó a empujar hacia adelante, haciendo que Mu Qing se apoyara con sus codos sobre la mesa al sentir sus brazos débiles de repente.

Feng Xin apoyó una de sus manos sobre la mesa, detrás de la espalda de Mu Qing, y con la otra aún en su cadera haciendo círculos con su pulgar se inclinó sobre él.

—Mu Qing, estas tan caliente por dentro... Se siente tan bien —susurró en su oído para luego dejar cortos besos por su cuello. Mu Qing dejó caer su cabeza hacia atrás, con los ojos fuertemente cerrados, deleitado con la presión dolorosa y a la vez placentera.

—Muévete —jadeó Mu Qing cuando Feng Xin dejó de moverse al estar enteramente dentro. Feng Xin lo miró a los ojos.

—¿Estás seguro? Puede que te duela. —Pero Mu Qing no tenía nada más en mente.

—No importa. Me gusta. Solo muévete. —Soltó un débil gemido antes de seguir hablando, más bajito—. P-por favor...

Feng Xin comenzó a moverse, inseguro al principio, como probando a Mu Qing. Pero vio que de verdad no le importaba el dolor, pequeños sollozos de placer saliendo de sus labios cuando Feng Xin encontró un ritmo más rápido. Mu Qing era incapaz de mirarlo a los ojos; estaba avergonzado ahora que había recordado lo necesitado que había sonado, pero tampoco podía preocuparse mucho por eso cuando Feng Xin lo tenía distraído con los golpes de su cadera.

—M-más rápido —dijo como pudo cuando el dolor inicial se fue y se había acostumbrado a la intrusión.

—¿Seguro que no te duele? —volvió a preguntar Feng Xin, desesperando a Mu Qing.

—¡No me duele! Mierda, Feng Xin, ¡cógeme! —Y soltó un gemido alto cuando Feng Xin volvió a rozar su próstata. Pasó sus manos por debajo de las piernas de Mu Qing para mantenerlas arriba y así tomó sus caderas cuando aumentó la velocidad rápidamente, y Mu Qing se desplomó laxo sobre la mesa que, aunque estaba fijada al suelo, comenzaba a chirriar con la fuerza de cada movimiento.

Feng Xin ahora había dejado el cuidado; casi sobre Mu Qing golpeaba sin piedad, intentando cada vez tocar su punto más dulce. Acercó sus labios para atrapar los de Mu Qing en un beso y Feng Xin aprovechó los quejidos que dejaba salir y que mantenían sus labios separados para introducir su lengua y encontrar la suya. Ambos gimieron con la sensación de sus lenguas enredadas en un beso húmedo; Mu Qing se aferró a la espalda de Feng Xin dejando algunos arañazos cuando se sentía cada vez más cerca.

—Mu Qing, Mu Qing... Se siente tan bien estar dentro de ti. Me encantas, Mu Qing, eres tan hermoso... —Un fuerte rubor se esparció por todo el rostro de Mu Qing al escuchar las palabras que decía el otro en medio de su desenfreno. Por otro lado, Mu Qing tampoco podía evitar los "Feng Xin, Feng Xin" que salían sin parar de su boca.

Con algunas estocadas más, Feng Xin apretó fuertemente las caderas de Mu Qing y mordió su cuello para acallar el largo gemido que soltó cuando se corrió dentro de Mu Qing. El dolor en su cuello fue lo último que necesitó Mu Qing junto con la sensación de ser llenado y se vino en medio de sollozos y sobre su propio estómago, intentando aferrarse a Feng Xin mientras se tensaba fuertemente y luego se relajaba, esperando que su respiración se calmara y su mente se aclarara.

Mu Qing no abrió sus ojos hasta que escuchó la voz de Feng Xin.

—Uhm... Que quede claro... No te llamé para hacer esto. Digo, no vayas a pensar que soy un pervertido, es lo que quiero decir. Solo, bueno, quería pelear contigo. ¡Digo! Que me gusta pelear contigo...

Mu Qing parecía confundido al principio, para luego soltar una carcajada.

—Está bien. Podemos pelear, pero mañana. A mí también me gusta pelear contigo. Aunque seas un grano en el culo a veces.

Y, con lo último, rodó sus ojos, aunque no pudo dejar de sonreír. Feng Xin sonrió de igual manera. Mañana le iba a patear el culo.