Chapter 1: Un Día Normal... o No Tanto
Chapter Text
Cognito Inc. está al borde del colapso. Los empleados están corriendo de un lado a otro, tratando de resolver problemas imprevistos. Reagan Ridley está en su oficina, rodeado de pantallas y cables, tratando de solucionar un algoritmo de control mental que parece haberse vuelto rebelde. Cada intento de corrección parece empeorar la situación. Brett Hand, sentado en su cubículo, lucha por organizar una montaña de informes sobre teorías de conspiración y escándalos.
Reagan: (frustrada, golpeando ligeramente la mesa) “¡Esto no tiene sentido! ¡El sistema debería estar funcionando correctamente!”
Brett: (mirando hacia su oficina con preocupación) “Parece que estás teniendo un día complicado. ¿Necesitas ayuda?”
Reagan: (sin apartar la vista de la pantalla) “No sé si hay mucho que puedas hacer. Esto es un desastre”.
Brett: “A veces, lo mejor es tomar un pequeño descanso. Puede que una breve distracción te ayude a ver las cosas con claridad.”
Reagan mira a Brett, evaluando su propuesta. Su expresión es un reflejo de agotamiento y frustración. Finalmente, accede a la sugerencia de Brett, reconociendo que un cambio de escenario podría ser justo lo que necesita.
Más tarde, ambos se encuentran en la entrada del edificio, camino a una pequeña cafetería que Brett conoce. El contraste entre el caos de Cognito Inc. y la tranquilidad de la calle es notable.
Brett: “No es nada lujoso, pero el café aquí es excelente. Además, a veces los lugares sencillos pueden ser los más reconfortantes.”
Reagan: (sonriendo débilmente) “Nunca he estado en este barrio antes. Vamos a ver qué tal”.
Chapter 2: Un futuro incierto
Summary:
La conexión de Reagan y Brett se pone a prueba cuando se revela un secreto impactante.
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Reagan y Brett se sientan en la cafetería, disfrutando de sus bebidas y la calma del lugar. Habían pasado hablando horas y riendo juntos, y Brett se sintió cada vez más cómodo en presencia de Reagan.
Brett: Mira, Reagan, he estado pensando", dijo , inclinándose hacia adelante. ¿Cómo has estado últimamente? ¿Cómo va todo en Cognito?
Reagan: Va bien, supongo. Ha sido un poco estresante últimamente, pero estoy manejando.
Brett se sintió intrigado.
Brett: ¿Qué pasa? ¿Algo en particular te preocupa?
Reagan: Se suspira. Es solo que... no puedo quedarme aquí para siempre. Tengo que irme pronto. Mira al otro lado.
Brett se sintió confundido. "¿Qué quieres decir? ¿Por qué tienes que irte?"
Reagan se miró las manos.
Reagan: Es complicado. Pero no puedo quedarme en Cognito. Tengo que dejar mi cargo pronto.
Brett se sintió preocupado.
Brett: ¿Qué pasará contigo? ¿Dónde irás?"
Reagan se encogió de hombros de nuevo.
Reagan: No lo sé. Todavía no lo he decidido. Pero sé que tengo que irme de aquí.
Brett se sintió abrumado por la tristeza. No quería perder a Reagan, no ahora que había comenzado a sentir una conexión con él. Preguntó Brett, tratando de mantener la calma
Brett: ¿Cuánto tiempo te queda?
Reagan miró hacia abajo.
Reagan: No mucho. Un par de semanas, tal vez. Ya hace dos semanas que estoy alistando para dejar el cargo de Cognito.
Brett se sintió como si el mundo se estuviera derrumbando a su alrededor. No quería perder a Reagan, no así.
Brett: ¿Qué vas a hacer después de dejar Cognito?", preguntó Brett, tratando de mantener la conversación. Reagan se encogió de hombros.
Reagan: No lo sé. Tal vez viajar un poco, o encontrar un nuevo trabajo. No lo he decidido aún.
Brett se sintió intrigado.
Brett: ¿Te gustaría viajar? ¿Hay algún lugar en particular que quieras visitar?
Reagan sonó ligeramente.
Reagan: Me gustaría viajar. Hay muchos lugares que quiero ver. Pero no sé si será posible
Brett se sintió triste al ver la expresión de Reagan. Quería ayudarle, pero no sabía cómo.
Hubo un momento de silencio entre ellos.
Chapter 3: Un Adiós Necesario
Summary:
Reagan decide renunciar a Cognito Inc. después de descubrir en un experimento que Brett sería más feliz en una realidad alternativa sin su presencia, reflexionando sobre cómo su amor y sus buenos recuerdos con él no compensan el estrés que le causa su situación actual.
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Días antes del evento de la cafetería
Hoy ha sido un día de revelaciones para Reagan, mientras trabajaba en uno de mis experimentos, encontré algo que no esperaba. En un análisis de una realidad alternativa, vió una versión de Brett que estaba genuinamente feliz, pero sin la presencia de ella.
Fue un golpe devastador. Reagan está en su oficina, el aire es denso con la tensión acumulada de la jornada. Mira por la ventana, perdida en sus pensamientos. La luz del atardecer crea sombras suaves en la pared, reflejando el tumulto en su mente. ¿Cómo llegó a este punto? El experimento de hoy fue más revelador de lo que esperaba.
Ver a Brett en esa realidad alternativa, feliz y completo, pero sin mi presencia, ha sido un golpe devastador. No puedo sacar esa imagen de mi mente. Me ha hecho cuestionar todo lo que pensaba que sabía sobre nosotros y sobre mi papel en su vida. Recuerdo esos momentos simples que compartimos, esos pequeños destellos de felicidad en medio del caos de Cognito Inc. Como aquella vez en que nos reímos hasta que nos dolió el estómago por una tontería que alguien dijo en una reunión. O cuando, después de un largo día, fuimos a esa cafetería pequeña y acogedora y hablamos de todo y de nada.
Sus ojos brillaban con una calidez que siempre me hacía sentir que, a pesar de todo, había algo bueno en medio del desorden. Esos recuerdos son preciosos, pero ahora me pregunto: ¿son suficientes? ¿Estoy realmente contribuyendo a su felicidad, o solo estoy agregando más peso a su carga? La realidad alternativa que vi hoy presenta una versión de Brett que no está sufriendo bajo el peso de mi presencia. ¿Qué significa eso? ¿Es posible que mi influencia en su vida no sea tan positiva como pensaba? Siempre he creído que mi trabajo en Cognito Inc. era importante, pero al ver a Brett en ese otro mundo, me doy cuenta de que hay algo más grande en juego. No es solo sobre mi carrera o mis logros; se trata de su bienestar.
Y si mi presencia, aunque bien intencionada, está contribuyendo a su infelicidad, entonces tengo que reconsiderar mi lugar aquí. Recuerdo nuestras conversaciones sobre el futuro, sobre los sueños que teníamos y las promesas que nos hicimos. Pero ahora, me doy cuenta de que esas promesas podrían haber sido una carga en lugar de una bendición. Si Brett está más feliz sin mí en esa realidad alternativa, ¿no sería mejor para él si yo hago un cambio? Esta visión ha sido el catalizador para una decisión que ya estaba tomando forma en mi mente. No puedo seguir en Cognito Inc. si eso significa seguir siendo una fuente de estrés para Brett. Mi presencia en esta empresa no solo está afectando mi vida; está afectando la de él de una manera que no puedo ignorar.
Así que, con el corazón pesado pero decidido, voy a renunciar a mi puesto en Cognito Inc. No es solo una cuestión de dejar un trabajo; Es una cuestión de hacer lo correcto para Brett y para mí misma. Si salir de aquí puede darle a Brett la oportunidad de ser más feliz y encontrar su propio equilibrio, entonces esa es la elección que debo hacer.
A veces, la verdadera medida del amor no está en los grandes gestos, sino en las decisiones difíciles que tomamos para el bienestar de aquellos que amamos.
Chapter 4: El Recuerdo de Aquella Noche
Summary:
Brett a veces se preguntaba cómo había llegado a preocuparse tanto por Reagan. Había sido un sentimiento que se coló en él, lentamente al principio, hasta el punto en que ya no podía ignorarlo. Aunque intentaba concentrarse en su trabajo en Cognito, su mente volvía, una y otra vez, a esa noche después de la misión en Appleton.
Notes:
Gracias por apoyo, seguiremos con mas historias y la aventura no han terminado.
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Flashback de Brett antes de encuentro de la cafetería
Habían vuelto de Appleton tarde, con el cansancio pesando sobre ellos y un extraño silencio entre todos. Appleton había sido brutal para el equipo, especialmente para Reagan. Brett siempre había admirado su tenacidad, su fortaleza, y el modo en que podía enfrentarse a situaciones que habrían hecho tambalear a cualquiera. Pero esa vez… algo era diferente.
Estaba terminando unos informes en su escritorio cuando la vio al otro lado de la oficina. Reagan, sentada con la mirada perdida, fija en la pantalla. No había una sola señal de la típica determinación en sus ojos. Parecía estar allí físicamente, pero mentalmente estaba en otro lugar, atrapada en pensamientos que él no podía ver.
Una ola de preocupación lo impulsó a acercarse. Había algo que no podía ignorar en la forma en que ella estaba tan callada, tan inmóvil.
“Hey, Reagan,” comenzó, su voz suavizada por la preocupación, “¿te gustaría tomar un descanso? Quizás podríamos salir a caminar un poco. Puede ayudarte a despejarte.”
Reagan lo miró, y él notó una chispa de sorpresa en sus ojos. No parecía esperarlo, y por un momento pensó que ella iba a rechazarlo. Pero luego suspiró, y, para su sorpresa, asintió levemente. “Sí… tal vez tienes razón. Un poco de aire no estaría mal.”
Ambos caminaron en silencio por los pasillos de Cognito, pasando junto a oficinas vacías y salas de monitoreo con monitores parpadeantes en la penumbra. Brett sentía que Reagan estaba más distante, más encerrada en sus propios pensamientos que de costumbre. No era solo el cansancio. Era como si llevara consigo una parte de la misión en Appleton, una parte que no podía soltar. Él no sabía cómo ayudarla, pero sentía una necesidad cada vez más fuerte de hacer algo, de aliviar aunque fuera un poco de su carga.
Finalmente, encontraron una pequeña sala de descanso en una esquina desierta del edificio. Brett abrió la puerta y la dejó pasar primero, cerrándola tras él. Apenas dio un paso adentro, escucharon un clic metálico, y Brett giró el picaporte con incredulidad.
“Espera… ¿la puerta se cerró sola?” Probó girar el pomo varias veces, pero no cedía. “Parece que estamos encerrados,” dijo, sintiendo la incomodidad de la situación.
Reagan se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared con un suspiro exasperado. “Perfecto. Ahora estamos atrapados en una sala de descanso en medio de la noche. Esto no podría ser más apropiado para una noche como esta.”
Brett intentó una sonrisa, buscando alivianar la situación. “Bueno, al menos tenemos café.” Señaló la cafetera en la esquina con una sonrisa torcida, pero Reagan no rió. En cambio, simplemente desvió la mirada, y Brett sintió su incomodidad incrementarse. Era evidente que algo la estaba carcomiendo por dentro.
El silencio se volvió pesado, y, finalmente, ella rompió la tensión con una voz apagada. “No puedo evitar pensar en lo que pasó en Appleton… me hizo cuestionar todo. Todo lo que hago aquí. A veces siento que estoy atrapada en una especie de ciclo, donde nunca realmente tengo el control. Y eso… no sé cómo lidiar con eso.”
Brett se quedó callado, sorprendido por su confesión. Reagan rara vez hablaba de sus sentimientos, y el hecho de que se abriera de esa manera, aunque fuera solo un poco, le mostraba lo profundamente afectada que estaba. En ese instante, él sintió que su preocupación se volvía más fuerte, más intensa. Ya no era solo su compañera de trabajo; ella era alguien por quien él estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario.
“Reagan,” comenzó en un tono bajo, tratando de elegir sus palabras con cuidado. “Lo que haces aquí importa. Tú misma importas. Y no tienes que cargar con todo sola, ¿sabes? Yo… yo quiero estar aquí para ayudarte, en lo que necesites.”
Ella lo miró con sorpresa, como si no esperara escucharlo decir eso. Sus ojos se encontraron, y Brett sintió que la distancia entre ambos se desvanecía un poco. “No estoy acostumbrada a depender de nadie, Brett,” murmuró, como si admitirlo le costara más de lo que estaba dispuesta a mostrar.
“Bueno,” respondió él, sonriendo con suavidad. “Siempre hay una primera vez para todo.” Su voz era suave, pero en su interior, sentía un impulso más fuerte, una necesidad de protegerla, de hacer lo que fuera necesario para que ella se sintiera apoyada. Y en ese momento, se dio cuenta de lo que realmente sentía. Esto no era solo preocupación. No era solo respeto o compañerismo. Era algo mucho más profundo y cálido, algo que él solo podía llamar amor.
Se hizo otro largo silencio, y la intensidad del momento era casi tangible. Brett se debatía en su interior, sintiendo que este era el momento perfecto para confesarse, para decirle lo que había comenzado a sentir. Pero justo cuando estaba a punto de hablar, una sombra de duda lo frenó. ¿Y si ella no sentía lo mismo? ¿Y si rompía esta conexión que por fin había logrado establecer?
En lugar de hablar de sus sentimientos, Brett respiró hondo y desvió la conversación hacia algo más seguro.
“¿Te has puesto a pensar en el futuro? ¿En lo que quieres hacer con todo esto?” preguntó, tratando de disfrazar su nerviosismo.
Reagan lo miró, sorprendida, y luego suspiró. “La verdad… es que ya no estoy segura de nada. Solía pensar que sabía lo que quería, que tenía un propósito claro. Pero ahora, después de Appleton, siento que ya no estoy tan segura. Me asusta pensar en el futuro, porque… bueno, a veces ni siquiera estoy segura de que tenga uno en este lugar.”
Brett sintió un nudo en la garganta al escucharla. Sabía que Cognito no era un lugar fácil para nadie, mucho menos para alguien como Reagan, que siempre cargaba con el peso de su responsabilidad. Quería decirle que él estaría allí para ella, que él quería ser parte de su futuro, sin importar lo que eso significara. Pero el miedo a su respuesta lo mantuvo en silencio.
Sin embargo, dejó escapar una frase sincera. “Bueno, Reagan… yo creo que tienes un futuro brillante. Y donde sea que decidas estar, me gustaría… estar allí también, si me dejas.”
Reagan lo miró, y por un segundo, él creyó ver algo diferente en sus ojos, una vulnerabilidad que ella rara vez dejaba ver. “Gracias, Brett,” dijo suavemente, sus labios formando una pequeña sonrisa. “No me doy cuenta de cuánto significa tener a alguien que… que realmente se preocupe.”
Él asintió, respondiendo a su sonrisa, aunque el peso de las palabras que no dijo aún le oprimía el pecho. Sabía que esa noche algo había cambiado, pero también entendía que su miedo había ganado. Había dejado pasar el momento. No obstante, sabía que, aunque no había dicho todo lo que sentía, su compromiso con ella era real, profundo, y estaba dispuesto a esperar el tiempo que fuera necesario.
Cuando finalmente los encontraron y los sacaron de la sala al amanecer, ninguno de los dos dijo nada más al respecto. Habían vuelto al ritmo habitual de trabajo como si nada hubiera pasado. Pero Brett sabía que, en el fondo, esa noche había marcado un antes y un después en su vida, y que, de alguna manera, Reagan se había convertido en alguien por quien él haría todo.
Un sonido de una mosca despertó a Brett de ese recuerdo que lo lamentara después.
Chapter 5: Verdad Oculta
Summary:
El episodio sigue a Reagan mientras enfrenta la difícil verdad de su diagnóstico de un tumor cerebral, que ha ocultado durante meses. Cuando un dolor de cabeza y un estornudo con sangre llaman la atención de Brett en la cafetería de Cognito, ella finalmente le confiesa su enfermedad en un momento emocional.
Notes:
Seguiremos aquí, habrá mas historias disponibles.
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Escena de la cafetería
Después de ese momento silencioso mientras Brett la miraba con preocupación, el dolor de cabeza de Reagan había comenzado como una punzada leve, pero se intensificó rápidamente. Cuando estornudó y vio la sangre, supo que ya no podía seguir ignorándolo, era un secreto que no quería revelar pero era mortal.
“¿Reagan?” Brett se inclinó hacia ella con preocupación.
“Es nada”, respondió ella automáticamente, limpiándose la nariz.
"Eso no parece nada". Brett estaba de pie ahora, claramente preocupado. “¿Qué es?
"No es nada" respondió Reagan bajando su cabeza sin tener vista a Brett.
“No puedo. Reagan, algo está mal, y si no me dices qué es, voy a…”
Se detuvo, su expresión suavizando.
“Por favor, diez centavos qué está ocurriendo, dime hay algo peor que tu despedida de Cognito.
Reagan sintió que las paredes que había construido durante meses comenzaban a derrumbarse. El nudo en su pecho creció hasta que sintió que no podía respirar. Finalmente, lo dejó salir.
“Tengo un tumor cerebral Brett" respondió ella con una mirada fría con una tristeza larga.
“Llevo meses ocultándolo”, continuó ella, sus palabras saliendo en un torrente. “Los dolores de cabeza, los cambios de humor, todo. Me lo confirmaron hace meses, pero no quería que nadie lo supiera. No quería que me viera
“¿Débil?”
“¡No lo entiendes!” gritó ella, poniéndose de pie. “Si se entran, me tratarán como si fuera un problema, como si ya no pudiera manejar"
Brett dio un paso hacia ella, con las manos levantadas en señal de paz.
"Desde cuando obtuviste esa enfermedad, por favor se sincera conmigo, no quiero mas secretos" grito Brett buscando respuestas.
Reagan respondió "Esta bien mmmm..."
6 meses antes de la cafetería
Reagan estaba en un chequeo médico por un pequeño dolor de cabeza que había tenido hace unos dias y que se volvió algo frecuente con poca duración de la molestia. El consultorio del médico era frío, clínico y asfixiantemente silencioso. Reagan había acudido sola, como siempre hacía. No había lugar para distracciones o emociones innecesarias cuando se trataba de su salud y eso que era uno de sus menores preocupaciones hasta ahora. Después de todo, lo que necesitaba era información, datos con los que pudiera trabajar, no alguien que la pudiera para o frenar sus ambiciones.
“Señorita Ridley”, dijo el médico, con una voz calmada que no lograba ocultar su gravedad. “Las imágenes muestran una masa en el lóbulo frontal izquierdo de su cerebro. Es un tumor."
Reagan lo miró, su rostro congelado en una máscara de incredulidad. Por un momento, creyó que el médico estaba hablando con alguien más pero se dio cuenta que estaba sola con el médico en su consultorio mostrado ahora una cara de miedo y frustración por lo que se pueda venir ahora.
"¿Es maligno?" contestó ella con una voz fría deseado que fuera un sueño y no una realidad.
“No lo sabemos, aún debemos hacer más estudios pero es una probabilidad grande" dijo el médico.
Durante meses, Reagan lo ocultó como si fuera soló otro secreto de Cognito. Cambió su rutina para incluir visitas médicas disfrazadas de reuniones ficticias, tomaba analgésicos cuando los dolores de cabeza se volvían insoportables, y siempre tenía una lista de excusas para cuando alguien le preguntaba por qué estaba más distraída o por qué sus ojos estaban hinchados de dolor y tristeza.
Su mente analítica encontró consuelo en los números. Investigaba tratamientos, calculaba probabilidades y planeaba cada paso como si fuera un proyecto más. Pero cada noche, cuando se sentaba sola frente a su computadora, el miedo la alcanzaba con ese realidad que encontró de Brett y lo relaciono con su enfermedad.
Había noches en las que se quedaba despierta, preguntándose cómo sería el mundo si ella no estuviera en él. Pensaba en su padre, en sus compañeros de trabajo, en Brett… y rápidamente descartaba esos pensamientos. Hubo momentos que lloraba en silencio en Cognito sin la vista de sus compañeros pensado que ya no le quedaba pocos momentos de una vida que no la supo aprovechar.
Despues de todo, no encontraba soluciones a ese mal que poco a poco la arrebataba su vida.
"...... asi he estado por este tiempo, luchado en silencio por algo que voy a perder" finalizó Reagan con ojos ya llenos de lágrimas.
Brett se quedo en silencio después de eso pensado que su amor no iba a sobrevivir por mucho tiempo y que pensó que sería la razón de su renuncia de Cognito.
Entonces Reagan gritó “¡No puedes ayudarme, Brett!” Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. “Nadie puede. Estoy aterrada, y no sé cuánto tiempo me queda. ¡No sé qué hacer!”
Brett la miró, sus ojos llenos de dolor. “Entonces deja que esté contigo, te puedo ayudar y salir de esto, juntos pod...." interrumpió Reagan gritando
“¡No puedes ayudarme, Brett, si lo haces moriras, las personas que esta a lado conmigo le pasa algo malo, por ello siempre estaré SOLA!”
Antes de que él pudiera decir algo más, Reagan salió corriendo, dejando atrás su taza de café fría y una servilleta manchada de sangre. Brett se quedó allí, paralizado, sintiendo cómo su corazón se rompía mientras veía el sufrimiento de su amada.
Por primera vez, entendió lo profundo de su miedo, pero también tomó una decisión. No iba a dejar que enfrentara esto sola, sin importar cuánto ella intentara alejarlo sin importar las consecuencias que podía venir.
Chapter 6: Carta definitiva
Summary:
Después de leer la desgarradora carta de despedida de Reagan, en donde pide que no la busque, Brett queda devastado. Lleno de tristeza y desesperación, se queda en la oficina de Reagan durante tres días, sin comer ni dormir, rodeado de sus pertenencias.
Chapter Text
El departamento de Brett estaba en silencio, salvo por el leve zumbido del ventilador en el techo. Era una noche tranquila, pero su mente no lo estaba. Se encontraba de pie junto a la ventana de su sala de estar, mirando hacia el cielo despejado. Las estrellas brillaban débilmente, un recordatorio constante de las pequeñas que eran sus vidas frente al vasto universo.
Sosteniendo una taza de té que hacía rato había olvidado beber, Brett se apoyó contra el marco de la ventana. Pensaba en Reagan, en cómo había salido corriendo de la cafetería esa noche, con lágrimas en los ojos y su mundo tambaleándose.
“¿Cómo puedo ayudarla si ni siquiera me deja acercarme?” murmuró en voz baja, como si el cielo pudiera responderle.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió impotente. Reagan siempre había sido la más fuerte, la más inteligente. Era la persona que siempre tenía un plan, incluso cuando las cosas parecían imposibles. Pero ahora, él la había visto vulnerable, rota. Y eso lo destrozaba más de lo que podía admitir.
Se quedó ahí un rato, observando las estrellas, buscando respuestas que no llegaban. Finalmente, suspiro y murmuró: “Por favor, que esté bien…”
Con esa última plegaria, dejó la taza sobre la mesa y se dirigió a su habitación, decidido a hablar con ella al día siguiente. No iba a permitir que enfrentará esto sola, aunque tuviera que romper cada barrera que ella había levantado.
La mañana siguiente comenzó como cualquier otra en Cognito. El bullicio habitual llenaba los pasillos: empleados corriendo de un lado a otro, conspiraciones en marcha, y una atmósfera de caos calculada. Brett, sin embargo, estaba inquieto desde el momento en que entró por la puerta principal.
Algo no se sentía bien.
Pasó por la cafetería, esperando encontrar a Reagan en su rincón habitual con una taza de café y su computadora portátil, pero la mesa estaba vacía. Frunció el ceño, pero decidió que tal vez simplemente había llegado más tarde de lo habitual.
Fue a su oficina, revisó su correo, pero no pudo concentrarse. Cada vez que intentaba pensar en algo, su mente regresaba a la noche anterior ya la mirada de Reagan mientras salía corriendo. Finalmente, se levantó y se dirigió a su laboratorio.
No estaba allí.
“¿Alguien ha visto a Reagan?” -preguntaron varios compañeros en el pasillo. La mayoría se encogieron de hombros, demasiado ocupados con sus propias tareas como para notar su ausencia.
Finalmente, fue a su escritorio y marcó su número. La llamada sonó varias veces antes de ir al buzón de voz. Brett intentó calmarse, diciendo que tal vez Reagan solo necesitaba tiempo para procesar todo. Pero el nudo en su estómago crecía con cada minuto que pasaba sin una respuesta.
Cuando volvió a su oficina, vio algo que lo hizo detenerse. Sobre su escritorio había una pequeña nota. La letra de Reagan era inconfundible, firme y meticulosamente escrita:
"Brett,
Probablemente ya te hayas dado cuenta de que ya no estoy aquí en mi oficina.
La verdad es que tengo un tumor cerebral. Lo supe hace meses, pero lo he ocultado todo este tiempo. No porque no confiara en ti o en los demás, sino porque sabía lo que te ibas a preocuparte por mi. Sé que lo primero que harás será buscarme, porque así eres tú: siempre te importa más el bienestar de los demás que el tuyo propio. Por eso estoy escribiendo esta carta, porque hay algo que necesito decirte, algo que he ocultado hace mucho tiempo y lo cual fue renuncia de CEO de Cognito. Hace unos meses me diagnosticaron un tumor cerebral. Lo supe después de una serie de síntomas que fui ignorando hasta que ya no pude hacerlo más. Me enfrenté al diagnóstico solo, y decidí evitar así. No porque no confiara en ti o en el resto del equipo, sino porque sabía lo que significaría: preocupación, miradas de lástima, y tal vez un intento desesperado de encontrar una solución que no existe. No quise cargar a nadie con esto. Ya tengo suficiente con saber que mi mente, mi herramienta más valiosa, mi orgullo, está fallando. El tumor está creciendo, y aunque los médicos intentaron darme opciones, todas conducen al mismo lugar. No hay garantías de que sobreviva y si estoy aquí con ese mal te haría daño a ti y al equipo además de algo que vi mis ojos que pueda dañar nuestra linda amistad. Al principio pensé que podía arreglarlo, como hago con todo. Si ignoraba el problema podia hacer mi vida normal pero cada dia que pasaba solo empeoraba la situación sufriendo los dolores de forma silenciosa sin que nadie se enteraba de esto, por el momento ademas del medico de la empresa, eres la unica persona que sabe de esto y espero que no hables de esto con nadie, eres la única persona que siempre me ha apoyando y la ultima persona que aprecie en mi vida.
Sé que probablemente estés molesto conmigo por no habértelo contado antes pero decidí esto hacerlo sola, no quiero hacerte daño, si me acompañas solo provoco males a tu vida y no quiero eso.
Esto suena como una despedida, p.
Lo último
Sin embargo, quiero que sepas algo
Gracias por todo lo que has hecho por mi, estare siempre agradecida contigo y no se como puedo pagarte por ello. Te pido que no me busques, no quiero hacerte daño, no quiero verte sufrir.
Por favor, sigue siendo tú. No permitas que nadie te critica por tu actitud, créeme que todo el mundo te ama como eres. Por favor seas un buen CEO que yo
Con todo mi aprecio y gratitud.
Reagan Riddley, tu compañera de mando.
Brett sintió que el aire abandonaba sus pulmones mientras terminaba de leer la carta. Una parte de él quería creer que esto era solo una reacción impulsiva de Reagan, algo que podría resolverse si lograba encontrarla y hablar con ella pero eso veía eso imposible.
Brett leyó la carta por quinta vez, tal vez por sexta. Ya no lo sabía. Cada palabra parecía un latigazo.
Apoyó los codos sobre el escritorio y enterró la carta en un cajón.
¿Por qué no me dijiste nada, Reagan?” murmuro Brett.
El reloj en la pared marcaba las horas, pero para Brett el tiempo se detuvo. Los momentos que había compartido con Reagan pasaron ante sus ojos como un torrente: su risa sarcástica, su mirada decidida, las veces que ella lo había empujado a ser mejor, más fuerte. Pero ahora, todo lo que quedaba de ella era un recuerdo que solo provocaba un crisis en su actitud.
Esa noche, Brett no volvió a casa. En lugar de eso, permaneció en la oficina de Reagan. La habitación aún conservaba su esencia, su orden meticuloso, los papeles cuidadosamente apilados y una taza de café medio vacía sobre el escritorio. Se sentó en la silla que ella usaba, recorriendo con la mirada cada rincón, buscando algo que pudiera indicar el destino de Reagan pero no encontró nada, entonces durmió en la silla.
Al amanecer, aún estaba allí con una actitud desanimado sin encontrar una luz.
Los siguientes días fueron un silencio limpiado la oficina tratando de encontrar algo que podía dar una pista
En un momento, encontré un archivo en la computadora de Reagan. No era importante ni relevante, solo una de sus listas de tareas interminables. Pero al abrirlo, su corazón se quebró un poco más. Entre las tareas técnicas y anotaciones detalladas, había una pequeña línea en un rincón de la pantalla que decía: "
Recordar: agradecerle a Brett por siempre quedarse".
El peso de esas palabras lo hizo cerrar la computadora.
La noche del tercer día, Brett finalmente salió de la oficina y fue a su casa pensado que cosas no pudo detectar en su estancia con Reagan.
Antes de dormir Brett dio una promesa: "Si debo sacrificar mi vida por encontrarte lo hare, estoy dispuesto a hacerlo" y luego durmio con los ojos llenos de lagrimas.
Chapter 7: Nueva Vida
Summary:
Reagan Ridley ha dejado atrás su vida caótica en Cognito Inc. y ahora vive tranquila en una casa rural aislada, rodeada de naturaleza. Aunque disfruta de la paz que ha encontrado, su salud sigue siendo una preocupación debido a un tumor cerebral que está bajo control gracias al tratamiento. Un día, mientras disfruta de la calma, un extraño hombre llega a su puerta, diciendo que necesita hablar con ella sobre algo importante. Reagan, alerta y desconfiante, se pregunta cómo este desconocido sabe su nombre y por qué ha aparecido en su vida.
Mientras tanto, Brett Hand lleva tres años buscándola. Aunque nunca dejó de intentar encontrarla, no pudo dar con su paradero hasta ahora. En todo ese tiempo, la culpa por no haberle contado la verdad sobre su situación lo ha devorado. Aunque finalmente sabe dónde está, se siente atrapado por sus mentiras y teme que su reencuentro con Reagan termine en rechazo.
Chapter Text
3 años después de el ultimo encuentro con Brett.
Reagan no estaba acostumbrada a la paz. Había pasado la mayor parte de su vida rodeada de secretos oscuros, conspiraciones gubernamentales y una organización que siempre estaba un paso adelante, manipulando las piezas del mundo desde las sombras. Pero después de dejar Cognito Inc. y tras una serie de eventos desafortunados, se encontraba en un lugar que nunca había imaginado: una casa rural en medio de la nada.
La cabaña era pequeña, acogedora, situada en una colina que dominaba el paisaje agreste y tranquilo. En su mayoría, estaba rodeada por un espeso bosque y un par de praderas. La ciudad más cercana estaba a unas dos horas en coche, una pequeña comunidad que apenas alcanzaba a ser un punto en el mapa. Sin vecinos a la vista, sin tramas conspirativas, sin las presiones de una vida marcada por los secretos del gobierno.
Por primera vez en mucho tiempo, Reagan podía respirar con facilidad. Ya no tenía que esconderse, ya no tenía que llevar una máscara de desconfianza. Aunque, por supuesto, los viejos hábitos morían lentamente.
Cada mañana, cuando despertaba al sonido suave de los pájaros, tomaba unos minutos para simplemente disfrutar del silencio. No había teléfonos, no había informes que leer, ni gente que interrumpiera su paz. El sol comenzaba a asomarse sobre las colinas y pintaba el cielo de tonos cálidos. Era el tipo de amanecer que a Reagan le parecía casi surrealista, como si la vida en el mundo exterior hubiera dejado de existir.
Se levantó lentamente, aún con la pesadez de los recuerdos en su mente. En su mano derecha, el constante recordatorio de que su cuerpo no estaba completamente libre del pasado: el tumor cerebral que había sido diagnosticado años atrás. Aunque su tratamiento seguía en curso, se sentía un poco más fuerte cada día, un poco menos agotada. La medicina había avanzado lo suficiente para mantenerlo controlado, pero la incertidumbre siempre permanecía en el fondo. Cada visita al médico, cada examen de seguimiento, era un recordatorio de que la batalla estaba lejos de ser ganada.
Su tratamiento era algo que manejaba a solas. Había aprendido a no compartir la angustia que a veces sentía con los demás. En su nueva vida, la soledad era una constante amiga, y de alguna manera, le ofrecía la tranquilidad que necesitaba para no perderse completamente en sus propios pensamientos. Tomó una pequeña caja de pastillas de la alacena y las dejó sobre la mesa mientras preparaba su café. Era su rutina diaria, una mezcla de lo físico y lo emocional. Si algo le había enseñado Cognito, era que mantener la calma era una cuestión de supervivencia.
La taza de café estaba caliente en sus manos mientras se sentaba frente a la ventana. El mundo exterior seguía su curso. Los árboles se mecían suavemente con el viento, las sombras de las nubes se deslizaban sobre las colinas. Era el tipo de paz que había estado buscando durante años, pero también era el tipo de paz que sabía que no duraría para siempre sea por su enfermedad o la soledad que le estaba acosado mentalmente.
Después de un rato, se levantó y comenzó a hacer algunas tareas en su pequeño jardín. Cultivar hierbas y vegetales se había convertido en uno de sus pasatiempos favoritos. No era mucho, pero era suficiente para mantenerse ocupada y sentirse útil. A veces, cuando las plantas florecían, sentía que había logrado algo importante, algo tangible en medio de todo lo que había perdido. Un pequeño momento de éxito personal.
El sonido de un vehículo interrumpió sus pensamientos, un sonido que se hacía cada vez más cercano. Era extraño. En los años que llevaba viviendo allí, nunca había escuchado un coche acercándose a su casa. En su mente, las alarmas comenzaron a sonar. No había razón para que alguien estuviera en su propiedad, al menos no nadie que ella conociera.
Miró por la ventana y vio un auto oscuro, una furgoneta. Al principio, pensó que era un error, tal vez alguien perdido, pero luego una sensación de incomodidad comenzó a invadirla. Nadie debía estar tan cerca. En su vida anterior, siempre había vivido con la paranoia de que alguien la vigilara, pero este lugar le había dado una falsa sensación de seguridad.
Reagan se levantó de inmediato, su cuerpo reaccionando por instinto, y cuando escuchó la puerta del auto abrirse, se tensó. Salió al porche con paso firme, como si cada paso estuviera calculado, consciente de que cualquier cosa podía pasar.
El hombre que se acercaba era de apariencia común: camisa arrugada, pantalones desgastados, una chaqueta que parecía demasiado grande para él. Pero sus ojos eran nerviosos, y su postura algo rígida, como si tratara de esconder algo.
—Hola, ¿es usted Reagan Ridley? —preguntó el hombre con voz titubeante.
Reagan lo observó fijamente, no solo con desconfianza, sino también con una alerta que solo aquellos que habían vivido constantemente perseguidos podían entender. ¿Por qué este hombre sabía su nombre? Durante un instante, todo lo que quería hacer era cerrarle la puerta en la cara. La soledad de este lugar había sido su salvación, y cualquier interrupción era un peligro.
—Sí, soy yo. ¿Y tú quién eres? —respondió con voz firme, pero con el filo de la duda cortando cada palabra.
El hombre vaciló, dando unos pasos hacia atrás antes de hablar.
—Necesito hablar con usted sobre algo importante... algo urgente. —dijo, mirando nerviosamente a su alrededor, como si estuviera buscando algo o alguien. Luego, en un susurro, agregó—: No es una broma.
Reagan no dejó de observarlo. Algo en su tono no le gustaba. No podía permitirse el lujo de ser ingenua. ¿Qué sabía este hombre de ella? ¿Cómo había encontrado su refugio? Sabía que su vida nunca podría ser completamente normal, pero se había esforzado tanto por mantenerla en lo más profundo, lejos de cualquier cosa que pudiera conectarla con el pasado.
Justo en ese momento, la pregunta flotó en su mente: ¿Quién más podría saber sobre su paradero?
En otro lugar, al miles de kilometros de distancia.
Brett Hand se encontraba en una sala oscura, con la vista nublada por el desespero y la culpa. Desde el momento en que Reagan desapareció, había pasado los últimos tres años buscándola, obsesionado con encontrarla. Su vida había sido un desastre tras su marcha, sin embargo, nunca dejó de buscarla, nunca se permitió olvidar a la mujer que había sido la clave en todo lo que había sucedido. La había buscado por todos los rincones posibles, moviéndose de una ciudad a otra, siguiendo pistas borrosas, pero su paradero exacto siempre se le había escapado.
Nunca dejó de buscarla, pero durante todo ese tiempo, jamás pudo encontrar una pista que lo llevara a su refugio. Sabía que ella se había alejado de todo, escondida en algún rincón apartado del mundo. Pero no saber si estaba bien o mal, si había logrado superar lo que le había ocurrido, lo torturaba más que cualquier otra cosa. Había tomado la decisión de no contarle la verdad en su momento, cuando las cosas se volvieron imposibles, pero ahora, al ver que ella había desaparecido sin dejar rastro, se arrepentía de no haber sido honesto con ella.
Durante esos tres años, mientras buscaba sin descanso, había tenido miedo de lo que sucedería si la encontraba. ¿Qué haría ella cuando lo viera? No podía imaginarse cómo reaccionaría. Sabía que si la encontraba, todo lo que ella había hecho para mantenerse alejada de su vida volvería a desmoronarse. ¿Cómo podía decirle la verdad ahora, después de tanto tiempo? Su culpa lo carcomía.
Pero ahora, al ver esa furgoneta acercándose a una casa de propiedad de Cognito que solo se usa para experimentos y vacaciones lo cual no debería haber nadie viviendo alli, a través de un monitor en su oficina, penso que seria un dia rutiniario siendo CEO de Cognito pero el sentimiento de impotencia lo envolvió por completo cuando vio una mujer en la pantalla con rasgos similares a Reagan.
Sabía que su momento había llegado, pero también sabía que había llegado demasiado tarde. El hombre que estaba allí, ¿era un amigo? ¿Un peligro? ¿Era este el momento en que finalmente perdería su oportunidad de explicarse?
Brett cerró los ojos, sintiendo una mezcla de desesperación y arrepentimiento.
Chapter 8: Máscara y Silencio
Summary:
Gigi Thompson, disfrazada de hombre, ingresa a las oficinas de Cognito en busca de respuestas sobre la repentina desaparición de Reagan Ridley. Utilizando su astucia y un dispositivo para hackear el sistema de seguridad, Gigi accede a archivos secretos, descubriendo que Brett Hand intentó acceder a un documento crucial relacionado con la salida de Reagan. Mientras investiga, se encuentra con Reagan en un rancho aislado, donde las tensiones aumentan. Gigi cuestiona a Reagan sobre su desaparición y el misterio que rodea su huida, sospechando que oculta algo importante
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Era una mañana tensa en Cognito. El aire, usualmente saturado de paranoia rutinaria, olía a algo peor: incertidumbre. Desde la salida repentina de Reagan Ridley, la atmósfera se había vuelto más densa, más fría. Pocos hablaban de ello abiertamente. Nadie sabía con certeza qué había pasado, pero todos lo sentían. Como una sombra que aún no entendían pero que ya los alcanzaba.
Nadie había visto a Reagan desde hacía 3 años. Brett Hand intentaba actuar como siempre, pero algo en sus ojos lo traicionaba: cansancio, remordimiento… o tal vez miedo.
Y esa era la razón por la que Gigi Thompson, exjefa de relaciones públicas y amiga cercana de Reagan, entró disfrazada de hombre a las oficinas de Cognito esa mañana.
Ella había encontrado en uno de los archivos viejos de la empresa unos informes sobre ranchos que se utilizaban, en teoría, para pruebas nucleares, pero que en realidad eran usados para cultivar un hongo con propiedades regenerativas tan poderosas que podía curar todas las enfermedades del mundo. Había notado en su computadora que uno de los ranchos no enviaba reportes desde hacía tiempo. Un mes atrás, una lectura le indicó la presencia de una fuente de calor biológico en esa misma zona, lo cual le pareció alarmante. Las esporas del hongo, si no eran controladas, podían ser letales. Ese comportamiento irregular era demasiado sospechoso como para ignorarlo.
Esa pista fue el detonante. No podía dejarlo pasar.
El traje era perfecto: un terno oscuro, lentes gruesos, barba postiza y una voz modulada con un pequeño dispositivo adherido al cuello. Había hackeado el sistema de identificación biométrica con ayuda de un viejo contacto en los laboratorios secretos del sótano 9. “Doctor González” era su identidad provisional. Nadie debía saber que estaba allí.
Sabía que lo que hacía era ilegal, peligroso y que, si la atrapaban, tal vez no viviría para contarlo. Pero necesitaba respuestas. No podía quedarse sentada esperando a que Reagan volviera por arte de magia. La conocía demasiado bien como para ignorar lo que esa desaparición significaba.
Y también conocía a Brett.
“Si alguien tuvo algo que ver con su salida, fue él.”
—Bienvenido, Dr. González —dijo el recepcionista robótico, con su voz chillona y metálica—. Pase directamente al área de seguridad beta para su análisis de datos.
Gigi asintió sin decir palabra, ocultando su nerviosismo tras unos lentes oscuros.
Caminar por los pasillos de Cognito sin que la reconocieran era una mezcla entre nostalgia y angustia. Reconocía cada rincón: la sala de conspiraciones canónicas, la máquina expendedora que servía vodka en vez de agua, los cubículos que parecían cada día más vacíos. Recordaba haber recorrido esos pasillos con Reagan, riendo entre misiones absurdas y crisis mediáticas. Ahora todo le parecía más frío.
Se dirigió primero al departamento de inteligencia emocional, donde antes había trabajado de cerca con Reagan. La computadora de Reagan estaba sellada. Pero al insertar un microchip oculto en su anillo, Gigi desbloqueó parcialmente los registros de acceso.
Ahí estaba: un archivo modificado por última vez dos días antes de su salida. Título: “Proyecto Kronos - Retiro forzado”.
Gigi intentó abrirlo, pero el archivo estaba encriptado.
—Típico de Reagan —murmuró, frustrada.
Antes de poder seguir investigando, una notificación apareció en la pantalla: “BRETT HAND solicitó acceso a este archivo hace 14 días. Acceso denegado.”
El corazón de Gigi se aceleró.
¿Brett intentó entrar a este archivo? ¿Por qué? La coincidencia era demasiado conveniente. Ella sabía que él y Reagan habían estado más unidos últimamente, pero esto sugería algo más... algo oculto. ¿Intentaba protegerla? ¿O encubrir algo?
Sintió pasos acercándose por el pasillo. Cerró la sesión rápidamente, el chip de su anillo desactivando todo rastro de su ingreso. Se colocó bien la barba y salió del cubículo justo cuando una voz familiar resonó detrás de ella.
—¿Doctor González? —preguntó Brett Hand, con una sonrisa educada que no llegaba a sus ojos—. No lo había visto por aquí antes. ¿Es nuevo en este nivel?
Gigi tragó saliva. La moduladora en su cuello vibró suavemente mientras respondía con voz grave:
—Asignación temporal. Evaluación de riesgos internos.
Brett asintió, pero su mirada no se apartó de ella. Había una chispa de sospecha, como si algo no cuadrara del todo. O tal vez solo era el cansancio acumulado que se notaba más desde que Reagan se había ido. Su rostro estaba más pálido, la sonrisa más forzada.
—Tenga cuidado con los registros de esa oficina —dijo de pronto, señalando el cuarto que acababa de abandonar—. Algunos archivos están... demasiado protegidos. Y los sistemas de vigilancia están siendo revisados por seguridad superior.
Era una advertencia. Sutil, pero directa.
Lo sabía. Sabía que alguien estaba husmeando. Quizá sabía que era ella.
Gigi agradeció con un leve asentimiento y se alejó, controlando su respiración. Si se quedaba más tiempo allí, lo arruinaría todo. Pero una cosa era segura: Brett estaba involucrado.
Gigi abordó uno de los vehículos corporativos rumbo al rancho. El trayecto, de dos horas, transcurrió en un silencio denso, cargado de pensamientos inquietantes. ¿Quien estará ahi? ¿O algo peor?
Gigi avanzó por el terreno del rancho con cautela, su corazón latiendo más rápido con cada paso. El aire estaba cargado de misterio, el sol ya comenzaba a ponerse, tiñendo el paisaje de un tono rojizo que solo aumentaba la sensación de inquietud. El edificio principal del rancho estaba a lo lejos, y ella sabía que pronto llegaría a la entrada. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, escuchó una voz.
De inmediato se agachó detrás de un contenedor de metal, observando con cuidado. Una persona entraba en el rancho, caminando con una actitud inconfundible, era Reagan Ridley. Su cabello, algo más largo de lo que recordaba, caía por su espalda con el mismo desdén que siempre había tenido por los uniformes formales. Pero algo en su mirada parecía diferente. Había una leve tensión en sus ojos, como si estuviera pensando en algo más allá de lo evidente.
Gigi no podía creer lo que veía. Tres años sin saber nada de Reagan, y ahora, allí estaba, caminando por ese lugar como si fuera una sombra de su antiguo yo. Aunque Reagan aún conservaba esa esencia, había algo que no encajaba. Algo frío, distante. Decidió seguirla, manteniéndose fuera de la vista. La oportunidad llegó cuando Reagan entró en el edificio principal, y Gigi, con una rapidez casi mecánica, se dirigió hacia el otro lado. Ya no podía esperar más. Necesitaba hablar con ella. Se alejó lo suficiente para quitarse el disfraz. El traje de hombre, con la barba postiza, los lentes gruesos y la voz modulada, ya no era necesario. El sudor le recorría la frente mientras, con movimientos rápidos pero discretos, se quitaba la barba, cambiaba los lentes y ajustaba su atuendo para transformarse nuevamente en ella misma: Gigi Thompson.
Respiró profundamente, y con determinación, se dirigió hacia el edificio donde sabía que Reagan estaba. Al acercarse a la puerta, su corazón latía con fuerza. La incertidumbre la invadía. ¿Qué haría Reagan al verla? ¿La reconocería?
Con una mano temblorosa, abrió la puerta.
Al entrar, el sonido de sus pasos resonó por todo el corredor, y en ese instante, Reagan levantó la cabeza, mirando con sorpresa a la figura que entraba.
El rostro de Gigi se mostró decidido, pero al mismo tiempo, una oleada de emociones la embargó. Reagan la observaba, claramente desconcertada. Sus ojos recorrieron a Gigi de arriba abajo, tomando en cuenta su presencia, su postura.
—¿Gigi? —la voz de Reagan fue baja, casi temblorosa, mientras la miraba fijamente.
Gigi se detuvo en seco. Sus palabras, aunque frías, fueron claras:
—Sí, soy yo. —respondió, tratando de sonar firme, pero la vulnerabilidad en su voz era palpable. —Reagan, ¿qué estás haciendo aquí?
Reagan parpadeó, confusa, como si estuviera viendo a alguien que no esperaba. Por un momento, no pareció reconocer a Gigi, pero luego sus ojos se abrieron con mayor claridad.
—¿Por qué el disfraz? —preguntó Reagan, frunciendo el ceño, mientras su rostro comenzaba a reflejar la mezcla de sorpresa y desconfianza.
Gigi, con un gesto, le mostró el anillo que llevaba, donde el microchip de hackeo aún estaba visible. Reagan parecía procesarlo, pero no era el momento para hablar más. Gigi sabía que debían avanzar.
—No tengo tiempo para explicaciones largas. —dijo, con voz tensa—. ¿Puedes confiar en mí?
Reagan la miró, pero antes de poder responder, el sonido de pasos se oyó al fondo del pasillo. Rápidamente, Gigi hizo un gesto hacia la entrada del rancho.
—Tenemos que entrar. —dijo, sin esperar una respuesta más.
Ambas caminaron en silencio hacia el interior del rancho. Reagan, aún dudosa, finalmente asintió, con la esperanza de que quizás había algo más grande en juego. Algo que las unía nuevamente.
Al adentrarse en el rancho, la atmósfera se volvía aún más opresiva, un eco distante del mundo exterior que parecía alejarse con cada paso que daban. La luz tenue del lugar no ayudaba a aliviar la sensación de claustrofobia que se iba apoderando de Gigi. Reagan, caminando a su lado, aún no había dicho nada, pero Gigi sentía la necesidad urgente de hablar, de entender.
Cuando llegaron a una sala de comunicaciones, Gigi se detuvo y la miró directamente. La desconexión entre ellas era palpable, aunque un vínculo no se había roto del todo.
—Reagan, ¿por qué? —Gigi comenzó, con un tono firme pero cargado de inquietud—. ¿Por qué te fuiste de Cognito sin avisar a nadie? Nadie sabía nada, nadie entendía por qué te desvaneciste así, sin dejar rastro. ¿Por qué no me dijiste nada?
Reagan, que hasta ese momento había mantenido una expresión imperturbable, frunció ligeramente el ceño. Se cruzó de brazos, como si buscara protegerse de una incomodidad invisible. Alzó la mirada, pero evitó los ojos de Gigi por un momento.
—No podía decirte nada. —La voz de Reagan fue baja, casi un susurro, como si las palabras le costaran más de lo que esperaba—. Cognito es un lugar peligroso. Y yo no estaba dispuesta a arrastrarte a esto.
Gigi la observó en silencio, pero sus ojos no dejaron de buscar pistas en su rostro. ¿Realmente está siendo sincera? La duda comenzó a aflorar en su mente. Sabía que Reagan no era de las que se rendían fácilmente, y su respuesta sonaba más a una excusa que a una razón legítima. Había algo más, algo que Reagan no quería contar.
—Pero desaparecer así, sin dejar rastro, sin dar una pista… ¿Eso no era más peligroso aún? —Gigi insistió, acercándose un poco más, observando cada detalle de su expresión. ¿Y el rancho? ¿Por qué no me avisaste que estabas aquí? ¿Qué es todo esto, Reagan?
Reagan dejó escapar un suspiro, uno largo y profundo, como si hubiera estado conteniendo el aire durante años. Miró a Gigi finalmente, sus ojos revelando algo que había permanecido oculto hasta ahora: un profundo cansancio, la fatiga de una lucha que no podía compartir.
—Porque no podía. No debía. —Reagan vaciló antes de hablar de nuevo—. Cognito… está mucho más roto de lo que imaginas. Y yo… —se interrumpió, como si le costara encontrar las palabras—. Yo me estaba convirtiendo en una pieza más del juego.
Gigi la miró fijamente, sin poder evitar sentir que había algo más detrás de sus palabras. ¿Qué está ocultando? No era solo el lugar lo que la inquietaba, era la manera en que Reagan evitaba hablar de los detalles. Algo no cuadraba.
—¿Y ahora qué? —Gigi preguntó, su voz se volvió más fría, más desafiante. ¿Qué haces aquí, Reagan? ¿Por qué quedarte en un lugar como este?
Reagan la miró a los ojos, una sombra de una vieja sonrisa cruzó su rostro. Pero no llegó a ser una sonrisa completa.
—Porque aquí es donde puedo hacer algo que importe. —Su voz, aunque segura, era también misteriosa—. Lo que hago aquí es mucho más grande que cualquier cosa que podríamos haber logrado en Cognito.
Gigi la observó, sus sospechas aumentando. Algo no estaba bien. No solo por la evasiva respuesta de Reagan, sino por cómo hablaba de "hacer algo grande". Parecía más bien una excusa para no decir lo que realmente estaba ocurriendo.
—¿Algo más grande? —Gigi repitió, con una sonrisa tensa—. ¿Y eso incluye a Brett?
Al mencionar el nombre de Brett, Reagan mostró una reacción inmediata. Un parpadeo rápido, un leve cambio en su postura, y la tensión en su rostro se hizo palpable. Por un segundo, Gigi vio algo que no se esperaba: un atisbo de miedo, una emoción que parecía ser tan real como la sombra que se cernía sobre ella.
—No lo menciones. —La voz de Reagan fue baja, casi temblorosa. A pesar de la calma que intentaba mostrar, sus manos se apretaron ligeramente.
Gigi, sorprendida por la reacción, no pudo evitar sentir una creciente sensación de que algo más profundo estaba en juego. ¿Por qué esa reacción con Brett? Los indicios se amontonaban en su mente. Reagan no quería hablar de algo, y Gigi comenzaba a sospechar que el secreto que guardaba estaba directamente relacionado con él.
—¿Qué está pasando, Reagan? —insistió Gigi, su tono ahora más incisivo. ¿Por qué ese miedo? ¿Qué le estás ocultando a Brett, y por qué no me lo estás diciendo?
Reagan la miró fijamente, pero esta vez, no hubo evasión. Gigi ya no era solo una amiga, sino una investigadora en busca de respuestas.
—Lo que ocurre con Brett… no tiene nada que ver con esto. —dijo Reagan, con una firmeza que no convenció a Gigi en lo más mínimo—. No te metas ahí. No ahora.
—Okay voy a preparar un te, no ire de aqui hasta buscar respuestas. — dijo Gigi.
Notes:
No esperaba buen apoyo con ello espero lograr mas personas, me pregunto que medios puedo llevar a esta historia, gracias por el apoyo.
Chapter 9: Sombras entre el té y la verdad
Summary:
En el rancho, Gigi (disfrazada de hombre) sirve té y enfrenta a Reagan sobre su repentina desaparición de Cognito. La conversación se vuelve tensa cuando Gigi menciona a Brett, provocando una reacción emocional en Reagan.
Chapter Text
El sonido del agua hirviendo se convirtió en un silbido agudo que rompía la calma de la cocina del rancho. El vapor ascendía en nubes densas, impregnando el aire con el olor herbal de un té demasiado fuerte. Gigi, aún bajo su disfraz masculino, tomó la tetera con manos firmes y la inclinó sobre dos tazas desparejadas, dejando que el líquido oscuro cayera en espiral.
El té burbujeó al tocar la porcelana y el aroma llenó la habitación, envolviéndola en una atmósfera íntima que contrastaba con la tensión palpable entre las dos mujeres.
—Aquí tienes —dijo Gigi, colocando una taza frente a Reagan con un gesto calculadamente pausado.
Reagan apenas la miró. Estaba rígida, con los brazos cruzados sobre la mesa de madera, como si esa postura pudiera blindarla contra las preguntas que intuía que vendrían. Sus ojos, cansados y huidizos, se refugiaban en los nudos del piso. Tomó la taza sin agradecer, solo para ocupar las manos.
Gigi se sentó frente a ella. El crujido de la silla resonó demasiado alto en el silencio. Dio un sorbo breve, observando cómo Reagan mantenía los labios apretados, los hombros encogidos, como si temiera que cada palabra pudiera derribarla.
—No sabes lo difícil que fue encontrarte —comentó, dejando la frase suspendida, a medio camino entre reproche y alivio.
Reagan soltó un suspiro.
—Supongo que esa era la idea.
El disfraz masculino hacía su trabajo, pero la voz de Gigi cargaba con demasiada familiaridad. Reagan lo notaba; aunque se esforzara por no admitirlo, aunque mirara hacia otro lado, algo en ella reconocía esa presencia y la desarmaba.
—La idea de desaparecer sin decir nada, ¿no? —continuó Gigi, dejando la taza sobre la mesa con un leve golpe—. Porque eso fue lo que hiciste. Ni una nota, ni una explicación… nada.
El calor de la bebida no lograba suavizar la rigidez en el rostro de Reagan.
—Las cosas cambian. Yo cambié.
—¿Cambiaste tanto como para volverte una desconocida? —Gigi arqueó una ceja, evaluándola—. No lo creo.
El silencio volvió a caer entre ellas, interrumpido solo por el tictac constante del reloj de pared. Afuera, el viento silbaba entre los árboles, como un eco distante de todo lo que Reagan había dejado atrás.
Gigi se inclinó hacia adelante, fijando la mirada en ella.
—¿Sabes qué sí noto? —preguntó con tono bajo, casi conspirativo—. Que cada vez que alguien menciona a Brett, te pones tensa. Como si ese nombre fuera una daga.
La reacción fue inmediata. Reagan parpadeó rápido, tragó saliva y apretó la taza con tanta fuerza que un poco de té se derramó en el borde.
—No sé de qué hablas —dijo, con voz cortante.
—Claro que lo sabes. —Gigi sonrió sin humor—. ¿Quieres que lo repita? Brett.
El nombre se instaló en el aire como un espectro. Reagan lo escuchó con un dolor punzante en el pecho. Las imágenes vinieron a su mente sin permiso: la cafetería de Cognito, los ojos preocupados de Brett cuando la vio estornudar sangre, la forma en que él insistió en quedarse a su lado. Y, peor aún, la carta. Esa carta que había dejado en su escritorio, cargada de despedida y culpa.
Reagan bajó la cabeza, incapaz de sostener la mirada.
—No es nada.
—No me mientas, Reagan. —Gigi golpeó suavemente la mesa con los dedos—. No renuncias a todo, no huyes a un rancho en mitad de la nada… por “nada”.
Reagan respiró hondo, intentando encontrar una salida en medio de la maraña de sus pensamientos. Pero cada vez que buscaba excusas, la imagen de Brett aparecía, desarmándola.
—No entiendes —susurró.
—Entonces hazme entender.
El desafío estaba lanzado. Reagan alzó los ojos lentamente, y en ellos había un brillo que oscilaba entre la furia contenida y la fragilidad absoluta.
—Si supieras lo que cargué estos meses… si supieras lo que descubrí… —Se detuvo, como si las palabras fueran piedras imposibles de mover.
Gigi no la presionó. Solo esperó.
—No puedo —dijo finalmente Reagan, con voz quebrada.
—¿No puedes… o no quieres? —preguntó Gigi, sin apartar la mirada—. Porque lo que veo ahora mismo no es a alguien incapaz, sino a alguien aterrada.
La palabra “aterrada” la atravesó. Sí, tenía miedo. No solo del tumor que se expandía en su cabeza, no solo de la fragilidad de cada día que pasaba, sino de la idea de que Brett descubriera la verdad. Ese miedo era más insoportable que cualquier diagnóstico.
Reagan dejó escapar un sollozo ahogado.
—Cuando escucho su nombre… siento que todo lo que hice fue un error.
Las lágrimas rodaron, inevitables. Cayó una sobre la mesa, dibujando un círculo oscuro en la madera.
Gigi se levantó despacio, rodeó la mesa y se inclinó a su lado. Se quitó el sombrero y retiró la barba falsa, revelando lo que Reagan ya intuía.
—No estoy aquí para juzgarte. —La voz de Gigi se suavizó—. Estoy aquí porque me importas. Y si Brett tiene algo que ver… necesito saberlo.
Reagan la miró, con los ojos rojos.
—Él no lo sabe. No sabe nada.
—¿Nada de qué?
El silencio se volvió insoportable. Reagan cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera detener el peso de lo que estaba a punto de decir.
—Del tumor —susurró, y esa palabra fue como un cuchillo en el aire.
Gigi retrocedió apenas, impactada.
—¿Tumor?
Reagan asintió, bajando la cabeza.
—Un diagnóstico. Hace meses. Lo oculté a todos. Y cuando empezó a avanzar, cuando sentí que ya no podía seguir en Cognito… me fui.
El silencio se quebró con un golpe seco en el pecho de Gigi, como si le hubieran robado el aire.
—¿Y pensaste que desaparecer lo arreglaría?
—Pensé que así lo protegería. —Reagan tenía la voz hecha trizas—. Si Brett supiera… se destruiría. Y yo no puedo cargar con eso.
El nombre volvió a flotar entre ellas. Brett. El chico que siempre había estado ahí, que nunca dejó de creer en ella incluso cuando ella misma dudaba. El chico que ahora, en algún lugar de Cognito, estaba sufriendo en silencio frente a una carta de despedida.
Gigi cerró los ojos, conteniendo la rabia y la tristeza.
—¿Y no piensas que tu silencio lo destruye más?
Reagan tembló. Recordó aquella noche en que escribió la carta, con las manos agitadas y el corazón latiendo a mil. Recordó cómo imaginaba la expresión de Brett al leerla: su sorpresa, su dolor, su incredulidad. Había creído que así lo protegía, pero ahora… ahora comprendía que tal vez lo había condenado a un vacío aún mayor.
El té se había enfriado en las tazas, olvidado. El reloj seguía su marcha implacable, y el viento golpeaba las ventanas con más fuerza, como un llamado insistente.
Gigi habló con un tono firme pero cálido:
—Tarde o temprano tendrás que enfrentarlo. No puedes seguir escondiéndote.
Reagan se levantó lentamente, con pasos torpes, y caminó hacia la ventana. Miró hacia el horizonte abierto del campo, donde el cielo anaranjado del atardecer parecía tragarse el mundo.
—Brett… —murmuró su nombre, apenas audible.
Gigi la observó en silencio, sabiendo que había una batalla interna imposible de detener.
Por primera vez desde que llegó al rancho, Reagan dejó de huir.
Chapter 10: La ausencia más ruidosa
Summary:
Brett queda devastado tras leer la carta de despedida de Reagan. Encerrado en Cognito, pasa días sin dormir, recordando cada momento compartido con ella y aferrándose a la carta como única conexión. Sus compañeros notan su deterioro, pero él se refugia en la oficina vacía de Reagan, donde revive recuerdos y se deja consumir por la culpa y la incertidumbre. A pesar del dolor, empieza a sospechar que Reagan no le contó toda la verdad. Entre lágrimas y recuerdos, toma una decisión: no dejará que ella desaparezca de su vida. Al amanecer, con determinación renovada, decide salir a buscarla, sin importar el costo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La oficina estaba en penumbras, apenas iluminada por la lámpara de escritorio que lanzaba un círculo de luz amarillenta sobre los papeles desordenados. Brett no se había molestado en encender nada más; la oscuridad parecía apropiada, como si combinara con el hueco que sentía en el pecho.
En sus manos temblorosas sostenía la carta de Reagan. El papel estaba arrugado en las esquinas, con manchas que no eran de café ni de té, sino de lágrimas que él ya había perdido la cuenta de cuántas veces había dejado caer. Llevaba tres noches seguidas en el mismo lugar, incapaz de dormir, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera esa nota escrita con una frialdad que no reconocía en ella, pero con un trasfondo que lo destrozaba.
“Lo siento. Tenía que irme. No podía quedarme y arrastrarte conmigo. Hay cosas que no puedes entender ahora, y está bien. Es mejor así. Cuídate, Brett.”
Las palabras ardían como fuego cada vez que las leía. No había firma al final, pero no hacía falta. Reconocería la caligrafía de Reagan en cualquier parte. Esa mezcla de orden quirúrgico y temblores imperceptibles en las esquinas, como si incluso al escribir luchara contra sí misma.
Brett dejó caer la carta sobre el escritorio de ella —porque había hecho de la oficina de Reagan su refugio desde que desapareció— y se frotó los ojos rojos. Los muebles aún tenían su olor: un rastro tenue de café frío y tinta de marcador. Cada vez que entraba allí, la sentía presente, aunque sabía que no volvería a cruzar la puerta de un momento a otro.
No podía aceptar que se hubiera ido. No Reagan. No sin una explicación.
La silla crujió cuando se echó hacia atrás, dejando la mirada perdida en el techo. Sentía que el mundo entero en Cognito había seguido moviéndose a un ritmo frenético: misiones, reuniones, conspiraciones diarias… pero para él todo se había detenido.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—¿Brett? —Era Andre, con su tono desenfadado habitual.
Brett no contestó.
La puerta se entreabrió y la cabeza de Andre asomó, con su sonrisa de siempre.
—Hey, bro, llevas… ¿qué? ¿Tres días aquí encerrado? Te traje un poco de pizza fría de la sala de descanso.
Brett giró apenas la cabeza, lo suficiente para mostrar una sonrisa cansada.
—Gracias, Andre, pero no tengo hambre.
El científico entró, dejó la caja sobre la mesa y se encogió de hombros.
—Bueno, te la dejo por si cambias de opinión. Pero oye… deberías ir a casa, dormir un poco. Pareces un zombie.
Brett soltó una risa amarga.
—¿Dormir? No puedo. Cada vez que cierro los ojos, la veo y… —se interrumpió, incapaz de seguir.
Andre lo observó un instante, serio por primera vez.
—¿Es por Reagan, verdad?
La pregunta quedó flotando, pero Brett no necesitó responder. La mirada perdida lo delataba. Andre suspiró.
—No sé qué pasó entre ustedes, pero… —Se detuvo, inseguro—. Solo no te hundas, ¿vale?
Cuando Andre salió, el silencio volvió a devorar la oficina. Brett tomó la carta de nuevo y la apretó contra su pecho.
Esa noche, como las anteriores, decidió quedarse en la oficina de Reagan. Había algo casi ritual en dormir en el sillón de cuero incómodo, rodeado de los libros, papeles y pizarras que ella había dejado. Cada objeto era un recordatorio de su mente brillante: esquemas incompletos, notas codificadas, bocetos de proyectos que tal vez nunca terminaría.
Encendió la luz pequeña de la mesa y sus dedos recorrieron una de las pizarras, llena de fórmulas extrañas que no comprendía del todo. Pero lo que le llamó la atención fue un detalle en la esquina: un garabato pequeño, casi escondido, que decía: “No estás sola. —B”.
Brett recordó el día en que lo escribió. Fue después de la misión en Appleton, cuando Reagan estuvo más frágil que nunca. Ella se había encerrado en su oficina, tratando de ahogar todo con trabajo. Él, torpe pero decidido, había tomado un marcador y dejó ese mensaje antes de que ella pudiera detenerlo. Reagan lo había mirado con fastidio fingido, pero él vio cómo se le suavizaron los ojos.
Ahora, leer esas palabras le partía el alma.
Se dejó caer en el sillón, con la carta aún en las manos, y cerró los ojos. Los recuerdos lo asaltaron de inmediato:
—La cafetería, donde ella siempre pedía el café más cargado y él terminaba agregándole azúcar a escondidas para suavizarlo.
—Las discusiones interminables sobre planes de misión, que terminaban con ella lanzándole una mirada cansada y él respondiendo con una sonrisa que desarmaba cualquier muralla.
—La noche en que la vio llorar en secreto después de una pelea con su padre, y cómo ella lo empujó para que no la consolara… pero al final se quedó a su lado hasta que se durmió.
Cada recuerdo era un puñal, pero también lo mantenía vivo.
Al amanecer, Brett se levantó con la misma ropa arrugada, los ojos rojos e hinchados. Caminó por los pasillos de Cognito como un fantasma. Nadie se atrevía a detenerlo. Tal vez porque sabían que algo se había roto en él.
En la cafetería, Glenn lo observó desde una mesa, con su bandeja de comida llena de carne.
—Ese chico no está bien —murmuró para sí mismo.
Andre, que estaba con él, asintió.
—Lo sé. Pero ¿qué podemos hacer?
Gigi, sentada más lejos y escuchando de reojo, frunció el ceño. Ella sabía más de lo que decía. Y aunque guardaba su propio plan, no podía dejar de preocuparse.
Brett no se detuvo a saludar a ninguno. Pasó directo con un café en la mano y volvió a la oficina de Reagan, como si el resto del mundo no existiera.
Allí, frente a la ventana que daba a la ciudad, se quedó de pie largo rato, la carta todavía en los dedos. El sol comenzaba a iluminar los rascacielos, pero él solo veía vacío.
Esa noche, la tercera seguida sin dormir, algo cambió.
Estaba sentado en el suelo, con la espalda contra el escritorio, cuando se dio cuenta de que la carta tenía más peso del que parecía. La releyó una y otra vez, buscando algo que antes no hubiera notado.
"Hay cosas que no puedes entender ahora, y está bien. Es mejor así."
La frase le martillaba en la cabeza. ¿Qué cosas? ¿Qué era eso tan grave que la obligaba a huir?
Brett se levantó de golpe, como si un rayo lo hubiera atravesado. Reagan no se había ido por capricho. Había algo más. Algo que ella ocultaba.
Y si había algo que aprender de todo lo vivido con ella era que los secretos siempre tenían un costo.
Se acercó a la pizarra, a los libros, a los cajones. Empezó a revisar cada rincón de la oficina como si allí pudiera encontrar una pista. Pero todo lo que hallaba eran notas inconclusas, proyectos detenidos, y esa sensación de ausencia que lo devoraba.
Se dejó caer otra vez en el sillón, agotado.
—Reagan… ¿por qué no confiaste en mí? —susurró, con la voz rota.
Y por primera vez en mucho tiempo, la rabia le ganó al dolor. No contra ella, sino contra sí mismo. Porque quizás no había sabido demostrarle que podía cargar con sus verdades. Quizás, en su intento de estar siempre alegre, de ser el apoyo optimista, no le mostró que también podía ser fuerte para sostener su oscuridad.
Pasó la noche en vela, debatiéndose entre la culpa y la determinación. Y cuando el primer rayo de luz atravesó la ventana, tomó una decisión.
No iba a quedarse de brazos cruzados. No iba a permitir que Reagan desapareciera sin luchar por ella.
Se levantó, guardó la carta en el bolsillo interior de su chaqueta, y miró alrededor de la oficina una última vez.
—Te encontraré, Reagan. No importa dónde estés.
El sol iluminaba la ciudad. Y por primera vez en días, Brett sintió un propósito ardiendo dentro de él.
La ausencia más ruidosa que había experimentado se había convertido en su motor.
Notes:
Hola, lamento mucho no publica esto antes, pero supongo que todavía la gente esta interesada en esto, ya pensare publicar en otros medios, pero seguiremos aqui, muchas gracias por el apoyo.
absent_jonas on Chapter 7 Mon 03 Mar 2025 05:30PM UTC
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