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El ascensor se abrió con un ding metálico, y el silencio habitual del piso ejecutivo se quebró al instante con el sonido seco de los zapatos italianos de Uchiha Sasuke. Su presencia, como siempre, era imposible de ignorar: rostro afilado, impecable traje negro, expresión fría. Hasta caminaba como si todos a su alrededor fueran prescindibles.
Varias mujeres voltearon a mirarlo
—Ahí viene el señor perfecto… —murmuró una de las secretarias con tono entre admirado y resignado.
—Y tan guapo que es… lástima que sea gay —agregó otra con un suspiro lánguido, como si acabara de perder un tren imposible de alcanzar.
Sasuke pasó junto a ellas sin siquiera alzar la mirada, su andar elegante y silencioso. El perfume caro que usaba, sutil y profundo, dejó una estela que hizo que más de una volviera la cabeza.
Otra mañana llena de idiotas.
Ni siquiera se molestó en fruncir el ceño. Estaba acostumbrado a los susurros, a las miradas, a las fantasías que provocaba. No era su problema. Él tenía cosas más importantes en qué concentrarse. Como ganarle a ese idiota de Naruto una vez más.
Giró con paso decidido hacia el pequeño cuarto de café en la esquina del piso, donde la luz cálida contrastaba con la frialdad del resto de la oficina.
Apenas cruzó la puerta, lo vio.
Naruto estaba ahí. Sentado, piernas abiertas con desparpajo, un vaso de café en una mano, la otra colgando por detrás del respaldo de la silla. Hablaba con Shikamaru como si estuvieran en un bar y no en la empresa más importante del distrito.
Vestía su camisa blanca medio remangada, los músculos marcados del antebrazo a plena vista, el nudo de la corbata flojo y una sonrisa perezosa en los labios. Como si el mundo entero le importara un carajo.
Los ojos azules lo vieron entrar, brillantes, cargados de una chispa provocadora.
—Buenos días, Uchiha —saludó Naruto con voz grave, algo ronca por el sueño, pero inconfundiblemente divertida.
—Hn —fue todo lo que respondió Sasuke, sin mirarlos.
Se acercó a la máquina de café sin apurarse, consciente del peso de la mirada de Naruto clavada en su espalda.
Debería dejar de venir tan temprano...
Shikamaru ni siquiera se molestó en saludar. Apenas soltó un “qué problemático” mientras daba otro sorbo a su taza.
Sasuke extendió la mano, presionó los botones de la máquina con precisión, y esperó. El sonido del café goteando llenó el breve silencio. No volteó, pero sentía el calor de esa mirada insistente sobre su nuca. Y sobre su espalda.
Y, sin duda, sobre su culo.
Mierda. ¿Otra vez?
Naruto lo sabía. Lo hacía a propósito. Lo provocaba con esa actitud entre relajada y cargada de testosterona. Siempre sonriendo como si nada, pero con esa tensión escondida en cada gesto. Y esa manía de quedarse mirándolo con descaro cuando pensaba que nadie se daba cuenta.
—¿Dormiste bien, Sasuke? —preguntó Naruto, con ese tono suave que usaba cuando quería irritarlo más que de costumbre.
Sasuke no respondió al principio. Tomó su café con elegancia, giró sobre sus talones y por fin lo enfrentó.
Ojos negros contra ojos azules.
—No es de tu incumbencia —contestó, con voz baja pero afilada.
Naruto sonrió. Una sonrisa amplia, de esas que hacían que los corazones débiles se derritieran.
—Entonces no, supongo. Te ves más tenso que de costumbre. ¿Algo te tiene nervioso? —preguntó, bajando la voz justo lo suficiente para que pareciera una insinuación.
Hijo de puta.
Sasuke lo fulminó con la mirada, aunque un leve rubor le subió por el cuello. Dio un sorbo al café. Caliente, amargo, denso. Perfecto. Lo necesitaba para ignorar esa punzada de calor en la parte baja del vientre.
—Tal vez estoy irritado por tener que compartir el aire contigo desde tan temprano —replicó sin alzar el tono.
Shikamaru soltó un leve suspiro, sin levantar la cabeza.
—Y así comienza otro día en el paraíso.
Naruto se rió entre dientes. Llevó su vaso a los labios, sin dejar de mirar a Sasuke. Ese maldito brillo en sus ojos...
Sabe que me pone nervioso. Le encanta.
Pero no iba a dárselo. No iba a mostrar debilidad. Así que Sasuke se mantuvo firme, serio, elegante. Aunque por dentro… las piernas se tensaban. Y cada tanto, tenía que apretarlas solo un poco más de lo normal.
—¡Sasuke-kun! ¡Naruto! Tsunade-sama los está esperando en su oficina.
La voz de Sakura interrumpió la tensión como una ráfaga de aire fresco en un cuarto cargado. Llevaba una carpeta en brazos, su uniforme prolijo, el cabello recogido y los labios pintados con un tono discreto. Se asomó al umbral de la sala con una sonrisa profesional, aunque sus ojos se detuvieron en Sasuke con ese brillo melancólico de siempre.
—Dijo que era urgente —añadió, aunque sus ojos se desviaron un segundo hacia Naruto, que le respondió con un guiño despreocupado.
—¿Y ahora qué hicimos? —masculló Naruto, terminando su café de un trago y poniéndose de pie con ese movimiento que le hacía sobresalir aún más el pecho y los brazos marcados. La camisa se le ajustaba justo en los lugares donde Sasuke prefería no mirar.
Aunque, sí, lo estaba viendo. Lo hacía siempre, aunque jamás lo admitiría. Ni siquiera bajo tortura.
Sasuke enderezó la espalda y salió primero sin esperar a nadie, pasando junto a Sakura con un leve asentimiento. El rubio lo siguió con las manos en los bolsillos y una sonrisa de medio lado, como si disfrutara cada paso que Sasuke daba delante suyo.
Ese pantalón ajustado... no es justo.
La caminata por el pasillo fue silenciosa, pero eléctrica. Cada paso de Sasuke resonaba con firmeza, con el eco elegante de sus zapatos caros. Naruto caminaba justo detrás, como si quisiera ver hasta dónde podía estirar la goma de la tensión sin que se rompiera.
Llegaron a la puerta de vidrio esmerilado con letras doradas: Tsunade Senju – CEO.
Sasuke tocó apenas una vez antes de entrar. Tsunade ya los esperaba de pie, con los brazos cruzados y expresión de muy pocos amigos.
—Por fin —gruñó, señalando con la mirada los dos asientos frente a su escritorio.
Ambos se sentaron al mismo tiempo, con posturas opuestas. Sasuke, recto y elegante, piernas cruzadas, manos sobre las rodillas. Naruto, con el cuerpo echado hacia atrás, una pierna sobre la otra, los dedos jugueteando con su lapicero.
Tsunade los miró como si tuviera una migraña crónica solo por culpa de ellos.
—No voy a andar con rodeos. La empresa contratista nos mandó correcciones esta madrugada. Quieren que cambiemos toda la dirección creativa de la campaña de otoño. Quieren más “tensión emocional” —alzó una ceja, claramente divertida con el término— y una imagen más provocadora, más atrevida .
Naruto ladeó la cabeza.
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros?
—Tenemos que rehacer todo el concepto —respondió Tsunade sin inmutarse—. Y ustedes dos lo van a hacer. Juntos. Para mañana a las ocho.
El silencio cayó como un balde de agua helada.
—¿Qué? —saltó Sasuke, sus cejas fruncidas con auténtica molestia— ¿Toda la noche trabajando con él?
—No me interesa si se odian, si se desean o si se quieren arrancar la ropa encima del escritorio —espetó Tsunade, fulminándolos con la mirada—. Lo único que quiero es una campaña lista, brillante, y sin una sola pelea más. ¿Está claro?
Naruto se rió por lo bajo. Disfrutaba cada segundo de esa humillación compartida.
—Clarísimo, jefa.
Sasuke lo fulminó con una mirada cargada de veneno. Siempre tiene que hacerse el gracioso.
—Quiero los primeros bocetos antes del amanecer. Sakura se quedará hasta tarde por si necesitan acceso a archivos o asistencia. Pero esto, señores... es todo suyo.
Tsunade se sentó sin esperar respuesta, y con un gesto seco los despidió.
Sasuke se puso de pie con rigidez. Naruto lo siguió, estirando los brazos como si se preparara para una noche de boxeo. Antes de salir, murmuró por lo bajo, inclinándose apenas hacia su oído:
—Espero que tengas buen café en tu escritorio, Uchiha... porque esta va a ser una noche larga .
Sasuke no respondió. Pero la forma en que apretó los labios y desvió la mirada fue más que suficiente para Naruto.
Maldito sea… ¿por qué me gusta tanto cuando dice esas cosas?
Salieron de la oficina en silencio. La noche aún no había comenzado, pero la temperatura ya había empezado a subir.
El cielo comenzaba a teñirse de naranja tras las ventanas de cristal de la oficina. La ciudad brillaba abajo con sus luces artificiales encendiéndose una a una, mientras en el piso veintisiete solo quedaban los ecos de teclas, suspiros cansados… y tensión. Mucha tensión.
Sasuke estaba inclinado sobre la mesa, revisando una presentación en su laptop. El saco lo había dejado colgado de la silla y la camisa blanca se ceñía a su espalda, revelando el contorno fino de sus omóplatos. Los primeros dos botones estaban desabrochados, y un mechón de cabello le caía sobre la frente mientras escribía con rapidez.
Naruto, sentado a poca distancia, no podía dejar de mirar. Se mordía el nudillo del pulgar mientras fingía leer un folleto.
¿Cómo puede tener esa maldita cintura siendo hombre?
Desvió la mirada solo cuando Sasuke alzó la cabeza, como si lo hubiera sentido. Los ojos oscuros se posaron en él con frialdad, pero algo brilló en ellos. Un retazo de fuego, una chispa contenida.
—¿Vas a seguir mirándome o vas a trabajar? —preguntó sin alzar la voz.
Naruto sonrió de medio lado.
—Solo estoy pensando cómo mejorar la campaña. Y tú me inspiras.
Sasuke frunció los labios, disimulando mal el rubor que le trepaba por el cuello. Volvió a su laptop, tecleando más rápido.
—Idiota.
—¿Lo dices por el contenido provocador o por ti mismo?
Sasuke apretó la mandíbula. Lo mata el ego. Lo mata. Pero me dan ganas de treparme sobre esa boca...
Entonces, un golpe suave en la puerta rompió la burbuja.
—¿Naruto?
La voz era baja, casi un susurro, y la silueta delgada de Gaara apareció en el marco. Tenía una chaqueta de lana y una expresión entre esperanzada e incómoda.
Naruto se giró hacia él y sonrió con calidez.
—Gaara. ¿Qué haces aquí?
—Dijiste que hoy... saldríamos a cenar. ¿Recuerdas?
Naruto parpadeó y se rascó la nuca, avergonzado.
—Ah, cierto... Lo siento, lo olvidé por completo. Tsunade nos dejó un proyecto de última hora. Tendré que quedarme toda la noche con Sasuke.
En la palabra Sasuke , la mirada de Gaara se desvió apenas, helándose. No dijo nada al principio. Solo asintió, sin ocultar del todo la decepción.
—Puedo esperarte. Quizás terminan antes.
—No creo —intervino Sasuke sin apartar la vista del monitor—. Si quieres estar con él, será en otra ocasión. Ahora tiene trabajo.
Naruto alzó las cejas, sorprendido por la frialdad del comentario. Gaara apretó los labios, visiblemente incómodo.
—Entiendo.
—De verdad lo siento, Gaara —dijo Naruto, esta vez con más suavidad—. Pero te llamo después, ¿sí?
El pelirrojo asintió. Dio media vuelta y se fue, con los hombros un poco más encogidos que al entrar.
Naruto se quedó mirando la puerta un momento antes de soltar el aire.
—No tenías que ser tan cortante.
Sasuke se encogió de hombros.
—No es mi culpa que no entienda indirectas.
—¿Y tú qué sabes?
—Sé que te mira como si fueras un postre. Y que tú no le devuelves la mirada igual. Así que o lo cortas, o lo vas a terminar lastimando. —Levantó la vista y lo fulminó con esos ojos oscuros que a veces parecían leer más de lo que deberían—. Pero claro, eso requiere madurez.
Naruto dejó el folleto sobre la mesa y caminó lentamente hacia él. Apoyó las dos manos sobre el escritorio, inclinándose apenas, lo suficiente como para invadir su espacio personal.
—¿Y tú qué sabes de madurez, Uchiha? Te ruborizas cuando te hablo al oído.
Sasuke lo miró con frialdad. ¿Cómo lo hace sonar tan sucio con esa voz baja?
—No me ruborizo.
—¿Ah, no? —Naruto bajó la voz—. Entonces, ¿por qué ahora mismo estás apretando las piernas?
Sasuke se quedó completamente inmóvil. Lo odiaba. Lo odiaba tanto por tener razón.
—Vuelve a tu lugar.
—Dilo sin temblar, y tal vez te obedezca.
—Naruto…
La voz le salió más baja, más tensa. Naruto se enderezó, pero no sin antes rozar el borde del escritorio con su pelvis, lo justo para que Sasuke notara el volumen bajo su pantalón.
—Tenemos una campaña que terminar, Uchiha. Pero si quieres una pausa… solo dilo.
Y volvió a su asiento, con esa maldita sonrisa satisfecha pintada en los labios.
Sasuke respiró hondo. Sus piernas seguían apretadas, y su entrepierna palpitaba con una traición ardiente.
Esto no va a terminar bien.
La noche se había adueñado por completo de la ciudad. Las oficinas del piso veintisiete estaban en penumbra, iluminadas solo por algunas lámparas de escritorio y el resplandor azulino de las pantallas. El resto del edificio parecía desierto. Afuera, las luces de los edificios brillaban como estrellas falsas; adentro, el aire se había vuelto más denso. Más cargado.
Naruto estaba recostado en su silla, con la corbata suelta y el primer botón abierto. Tenía las mangas arremangadas y el cabello revuelto, como si se hubiera pasado las manos por la cabeza mil veces. Miraba su pantalla, pero no leía nada. Su mirada se deslizaba, una y otra vez, hacia la figura frente a él.
Sasuke.
El pelinegro se había quitado el saco hace horas. Su camisa blanca estaba pegada al cuerpo por el calor, marcándole el pecho delgado, las clavículas y ese cuello al que Naruto quería lamerle el pulso. Mantenía la pierna cruzada, y cada vez que se movía, el pantalón se tensaba sobre sus muslos, revelando más de lo que Sasuke probablemente quería.
No ayuda que esté tan callado. Esa cara concentrada me mata…
Naruto carraspeó, pero no dijo nada. Había aprendido que si hablaba ahora, su voz saldría demasiado baja. Demasiado honesta.
Sasuke, por su parte, hacía todo lo posible por ignorar el peso de esos ojos sobre él. Había empezado a sentirlos hace rato. Como brasas que le recorrían el cuerpo, quemando suave, persistente. El teclado seguía siendo pulsado, pero ya no con la misma precisión. Cada vez que Naruto se estiraba, cada vez que dejaba escapar un suspiro profundo, su abdomen se contraía.
¿Cómo puede sonar sexy incluso cansado? Maldito.
Entonces, unos pasos interrumpieron la quietud. Ligeros, femeninos. La figura de Sakura apareció en el pasillo, con una pequeña chaqueta sobre los hombros y el rostro visiblemente agotado.
—¿Necesitan algo más? Voy saliendo —avisó desde la entrada, sin pasar del marco—. Ya todo quedó cerrado. Les dejé el pase para el ascensor nocturno y el número de la línea directa por si necesitan soporte técnico.
Sasuke levantó apenas la vista y asintió con la cabeza.
—No, gracias.
Naruto le sonrió, como siempre.
—Descansa, Sakura.
Ella sostuvo la mirada un par de segundos más de lo necesario en Sasuke, como si esperara un "gracias" más cálido, o un gesto… algo. Pero no llegó. Suspiró bajito, resignada.
—Bueno. No trabajen demasiado, ¿sí?
—Difícil —dijo Naruto, y miró de reojo a Sasuke con una media sonrisa—. Mi compañero es un esclavo de la productividad.
Sasuke rodó los ojos sin responder.
Sakura rió suavemente y se despidió con la mano. El sonido de sus tacones se fue apagando hasta que la puerta principal se cerró con un leve “clic”.
Y entonces, se quedaron solos.
Naruto se estiró en la silla, dejando caer la cabeza hacia atrás y soltando un suspiro profundo. El silencio volvió, pero ya no era cómodo. Estaba lleno de electricidad estática, de calor. Como si algo a punto de explotar flotara en el aire.
Sasuke movió el mouse sin ver la pantalla. Sentía el corazón latirle en los oídos, lento pero fuerte. La camisa le apretaba el pecho y sus muslos estaban tensos.
Naruto lo miró otra vez, sin vergüenza esta vez.
—¿Sabes qué es lo peor de esto?
Sasuke alzó una ceja, sin girarse.
—¿Qué.
—Que ni siquiera me gusta trabajar de noche. Pero contigo se me hace… entretenido.
Sasuke no respondió. Se limitó a desviar la mirada, a tomar aire por la nariz y volver al monitor, fingiendo indiferencia. Fingiendo , porque sabía perfectamente que Naruto lo seguía mirando desde atrás, esperando una reacción que no iba a darle.
O eso creía.
Minutos después, con un nuevo archivo abierto y demasiadas correcciones por hacer, Naruto tomó la iniciativa.
—Esto va a ser más fácil si te sientas conmigo. Así no tenemos que ir pasando el pendrive cada cinco segundos —dijo, palmeando la silla a su lado con ese aire casual que solo él podía tener.
Sasuke lo pensó dos segundos. No más. Porque decir que no sería admitir que le incomodaba… o peor: que le afectaba . Y él no le daría eso. Así que se levantó y fue a sentarse junto a él, con la espalda recta y el ceño apenas fruncido.
La silla no era muy grande. Sus brazos se rozaban apenas al escribir. Naruto tenía las piernas abiertas como siempre, y su muslo derecho tocaba el izquierdo de Sasuke en cada pequeño movimiento.
Sasuke tragó saliva. No dijo nada. Intentó concentrarse en el texto, en las imágenes, en cualquier cosa que no fuera el calor constante de ese cuerpo junto al suyo . Pero Naruto no lo hacía fácil. Se movía con soltura, con una confianza irritante, ocupando espacio como si le perteneciera.
—No —dijo Sasuke de pronto, deteniendo el cursor—. Eso no va ahí. Si lo pones encima del fondo, arruinas la jerarquía visual.
Naruto alzó una ceja.
—¿La jerarquía qué?
—Visual. ¿Te suena? Es lo que hace que un diseño funcione y no se vea como un cartel de feria barata.
—¿Estás diciendo que lo mío parece un cartel de feria? —Naruto lo miró, ladeando la cabeza, esa sonrisa de medio lado naciendo como una amenaza—. Porque lo que tú hiciste antes parecía un panfleto funerario, Uchiha.
—Al menos tenía coherencia. Lo tuyo parece hecho por un niño con fiebre.
Naruto se rió, corto y profundo.
—Tienes un palo metido tan profundo en el culo que me sorprende que puedas sentarte derecho.
—Y tú eres tan básico que me sorprende que sepas usar una laptop.
Se miraron. Frente a frente. El monitor aún brillaba entre ellos, pero ya nadie lo veía. Naruto tenía los ojos entrecerrados, los labios húmedos, los músculos tensos. Sasuke estaba completamente erguido, los dedos apretados sobre el escritorio, el pecho subiendo y bajando más rápido de lo normal.
¿Por qué siempre terminamos así? ¿Por qué cada palabra suya me dan ganas de golpearlo… o besarlo?
—Eres un idiota —escupió Sasuke.
—Y tú una princesa insoportable.
—Me das asco.
—¿Sí? Pues tienes una forma muy rara de mostrarlo cuando me miras la boca.
Sasuke se quedó helado. El silencio se cargó de electricidad. Naruto lo había dicho sin rodeos. Sin sarcasmo. Solo con verdad. Cruda. Ardiente.
Sasuke desvió la vista un segundo. Pero Naruto no le dio espacio. Su mano grande se cerró sobre la muñeca del pelinegro, firme, caliente, decidida .
—¿Vas a seguir huyendo o vas a decirme qué carajo hacemos con esto?
—Suelta —dijo Sasuke, pero la voz le salió ahogada.
—No.
—Dije que me sueltes, imbécil.
—Y yo digo que no voy a seguir fingiendo que no te quiero besar desde hace meses.
Sasuke lo miró, los ojos brillantes, la respiración agitada. El corazón le martillaba en el pecho como si le advirtiera que estaba a punto de cruzar una línea sin retorno.
—Eres un imbécil arrogante, ruidoso, inmaduro… —susurró, pero ya no con rabia— y no te soporto.
—Mírame y dímelo otra vez —desafió Naruto, apretando un poco más su muñeca.
Sasuke lo hizo. Lo miró. Y se perdió.
La tensión colapsó en un segundo.
Naruto lo tomó del rostro con las dos manos y lo besó con furia, con necesidad, como si ya no pudiera guardarse un segundo más. El ruido de sus bocas al encontrarse fue húmedo, desesperado. Sasuke respondió al instante, con igual brutalidad, abriéndose paso entre sus labios, chocando lengua contra lengua con una rabia que venía de lejos.
El deseo contenido por semanas, por meses, estalló entre dientes, jadeos y mordidas.
Naruto lo empujó contra el borde del escritorio sin dejar de besarlo, el mueble se movió con un golpe seco contra la pared. Sasuke soltó un gruñido ahogado al sentir la presión, pero no se apartó. Lo agarró de la camisa con una mano y tiró de ella, como si pudiera arrancársela solo con fuerza bruta.
—Eres tan jodidamente irritante… —jadeó contra su boca, apenas separándose para hablar.
—Y tú tan malditamente sexy cuando te enojas —gruñó Naruto, volviendo a atraparlo en un beso, esta vez más profundo, más sucio.
Sasuke gimió bajo, sintiendo cómo la lengua de Naruto invadía su boca sin pedir permiso, rozando la suya, explorándolo. Sus caderas se apretaron de forma involuntaria, y Naruto lo sintió. Lo sintió todo. La dureza bajo su pantalón, el temblor de sus muslos, la forma en que su cuerpo se inclinaba hacia él como si lo necesitara más que el aire.
Naruto bajó una mano por su cintura, rodeándolo hasta apretarle la cadera con firmeza, pegándolo aún más a él. Los cuerpos se chocaban, jadeaban, se frotaban como si buscaran prenderse fuego el uno al otro. El roce de sus erecciones por encima de la ropa los volvió locos.
—Esto no debería estar pasando —murmuró Sasuke, con la voz rota, sin soltarlo.
—Pero está pasando —susurró Naruto, bajándole los labios al cuello, besándolo allí con brutal necesidad.
Sasuke se arqueó, soltando un gemido áspero. Naruto aprovechó, le lamió la garganta, le mordió justo debajo de la mandíbula. El Uchiha se aferró a él con ambas manos, enterrando los dedos en su espalda. Estaba jadeando. El aire les faltaba. La razón se les había ido hace rato.
Naruto volvió a alzarlo un poco, lo sentó de golpe sobre el escritorio entre papeles, lápices y pantallas encendidas. Sasuke lo recibió con las piernas abiertas, jadeando, su rostro completamente enrojecido, los labios hinchados, el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido una maratón.
Naruto se acercó como un animal hambriento.
Volvió sobre él, imponente, y se inclinó para besarle el cuello con una avidez que hizo temblar a Sasuke. Sus labios se cerraron contra esa piel blanca y sensible, justo donde el pulso latía desbocado. Su lengua lo saboreó con lentitud y luego mordió apenas, dejando un rastro húmedo hasta su clavícula.
Sasuke se aferró a los hombros anchos del rubio, jadeando.
Podía sentirlo todo.
El calor del cuerpo de Naruto, la rigidez de sus músculos bajo la camisa, la forma en que lo envolvía, lo contenía, como si pudiera aplastarlo contra el escritorio sin esfuerzo alguno. Le encantaba. Le encantaba esa diferencia, ese abismo físico entre los dos. Naruto era tan grande, tan fuerte, tan sólido... y él, más pequeño, delgado, pero encajando perfecto entre esos brazos como si hubiera nacido para eso.
—Eres enorme… —murmuró sin pensar, sintiendo el aliento caliente de Naruto contra su piel expuesta.
Naruto sonrió contra su cuello y le dio otra lamida lenta.
—¿Eso te gusta?
Sasuke no respondió, pero sus piernas lo apretaron por la cintura, pegándolo más. Su cuerpo habló por él: temblaba, se arqueaba, pedía más.
Naruto lo tomó de la cintura con una sola mano, abarcándolo con facilidad, y lo empujó hacia sí, haciéndolo gemir con el roce brusco de sus erecciones aún atrapadas bajo la ropa.
—Me encanta lo pequeño que eres comparado conmigo —susurró Naruto, lamiendo justo detrás de su oreja—. Podría levantarte con una sola mano…
Sasuke apretó los dientes, estremecido. Su rostro ardía, pero no se apartó. Le gustaba cómo lo decía, le gustaba cómo lo miraba: como si fuera lo más delicioso que había probado en la vida.
Naruto volvió a besarle el cuello, esta vez más abajo, más húmedo, más sucio. Su otra mano ya se deslizaba por debajo de la camisa de Sasuke, acariciando la piel suave de su espalda, su cintura delgada, subiendo hasta rozarle la columna con la yema de los dedos.
—Estás ardiendo… —gruñó con la voz ronca.
—No te detengas —le respondió Sasuke, bajito, vulnerable y desafiante al mismo tiempo.
Naruto lo empujó suavemente para recostarlo sobre los papeles, y Sasuke cayó entre un desorden de informes y tinta, con la respiración entrecortada y las mejillas encendidas. El rubio se colocó entre sus piernas y lo miró desde arriba, esa diferencia de tamaño haciéndose más evidente que nunca.
—Así me gustas más —murmuró, bajando para devorarlo con la mirada y con la boca.
Naruto se inclinó sobre él, apoyando una mano a cada lado de su cuerpo. Lo observó con la respiración agitada, los ojos brillando de deseo. El cuello de Sasuke estaba rojo por los besos y mordidas, su camisa apenas subida por el vaivén de las caricias, dejando al descubierto un pedazo de su vientre plano.
—Quítatela —ordenó Naruto, la voz baja, grave.
Sasuke le sostuvo la mirada, rebelde, y en lugar de obedecer de inmediato, se incorporó sobre los codos, haciendo que sus torsos volvieran a rozarse. El gesto lo tensó todo entre ambos. El Uchiha subió las manos con lentitud, mirándolo con una mezcla de arrogancia y fuego, y se despojó de la camisa con un solo movimiento. Su torso quedó al descubierto, pálido, marcado por el contraste del calor. Tenía los pezones endurecidos, y el rubio los devoró con la mirada.
—¿Así? —preguntó Sasuke, con esa voz suya, baja y afilada, conteniendo apenas un temblor.
Naruto tragó saliva, el pulso golpeándole el cuello.
—Así —repitió, antes de inclinarse sobre él como una tormenta.
Lo besó en el pecho, lo lamió, lo mordió con hambre. Su lengua dejó un rastro húmedo desde el centro del esternón hasta uno de los pezones, al que atrapó con los labios y chupó con fuerza. Sasuke soltó un gemido ahogado, echando la cabeza hacia atrás. Se aferró al pelo de Naruto, jadeando, y se estremeció al sentir los dientes del rubio morderlo otra vez, esta vez más fuerte.
—¡Tsk… basta…! —protestó, sin convicción.
—No —gruñó Naruto, y bajó.
Le desabrochó el pantalón con dedos impacientes. Sasuke se incorporó un poco más, apoyándose mejor para ayudarlo a quitárselo. Naruto se lo bajó hasta las rodillas, y sus ojos cayeron sobre esa erección que ya marcaba la ropa interior. Sonrió, oscura, ladinamente, y se inclinó de nuevo.
—¿Siempre te pones así de duro cuando te grito? —murmuró contra su vientre, antes de lamerlo con descaro.
Sasuke tembló. Se mordió el labio.
—Cállate —jadeó, avergonzado, y entonces, inesperadamente, tomó a Naruto por la nuca y lo obligó a mirarlo.
Lo besó. Con fuerza. Con rabia. Con necesidad.
Naruto gruñó contra su boca, y Sasuke aprovechó para deslizar una mano por debajo de su camisa, tocándole el abdomen firme, los músculos tensos. El rubio estaba ardiendo. Era duro, caliente, su cuerpo latía con cada movimiento.
—Eres tan jodidamente grande… —susurró Sasuke contra sus labios—. No entiendo cómo alguien puede ser así.
Naruto sonrió, respirando contra su boca.
—Y tú tan jodidamente perfecto —le respondió, mordiéndole el labio inferior.
Entonces bajó. De nuevo. Despacio.
Y Sasuke lo dejó hacer.
Con los muslos abiertos, la espalda arqueada contra el escritorio y los dedos clavados en los papeles arrugados, se preparó para sentir esa boca maldita sobre su piel, bajando por su ombligo, deteniéndose justo en la cintura de la ropa interior, donde Naruto ahora lo miraba, con hambre, con obsesión.
—Voy a comerte entero, Sasuke.
—Hazlo.
Y Naruto bajó los labios.
La tela de la ropa interior estaba tensa contra esa forma que tanto le gustaba. Con una sola mano, Naruto tiró suavemente de la pretina, deslizándola poco a poco, dejando al descubierto la piel pálida y caliente de sus caderas, la erección pequeña de Sasuke apuntando al abdomen, palpitante, y más abajo, ese culito apretado que lo volvía completamente loco.
Naruto jadeó. Sus pupilas se dilataron.
—Mírate nada más… —murmuró, inclinándose para besarle la parte baja del vientre—. Eres delicioso, Sasuke.
El Uchiha se mordió el labio, los ojos entrecerrados, mirando hacia abajo con las mejillas sonrojadas, pero con una sonrisa cínica en los labios.
—¿Te vas a quedar ahí hablando, o piensas hacer algo de una vez?
Naruto soltó una risa ronca, lasciva. Se bajó un poco más, hasta quedar de rodillas frente a él. Le quitó la ropa interior por completo, para luego separar los muslos con ambas manos, abriendo esa vista que tanto le enfermaba de deseo.
—Tu culo… —susurró, como si no pudiera creerlo—. No hay nada en el mundo que me guste más que esto.
Sasuke alzó una ceja, con el pecho subiendo y bajando por la excitación, sin perder ese aire desafiante.
—Entonces deja de hablar y fóllame con la lengua —le soltó, directo, sucio.
A Naruto se le escapó un gemido gutural. Se inclinó de inmediato, besándole la cara interna de un muslo primero, succionando ahí con fuerza, marcándolo. Luego bajó aún más, acercándose con el aliento caliente al centro de ese culo suave, ya levemente húmedo por la excitación.
—Abre más —le pidió, ronco.
Sasuke obedeció, apoyando un pie en el borde del escritorio para darle más espacio. Naruto se lo comió con la mirada. Con las manos grandes, separó las nalgas blancas y firmes, y sin esperar un segundo más, sacó la lengua.
Lo lamió.
Despacito al principio, con movimientos largos, calientes, concentrado.
Sasuke jadeó con fuerza, los dedos apretando el borde del escritorio.
—¡Ngh… idiota…! —gimió, entre la sorpresa y el placer.
Naruto lo sujetó mejor, presionando su lengua una y otra vez, jugando con la punta, haciéndola pasar por el centro, lamiendo, besando, escupiendo para luego volver a lamer. Se lo comía con devoción, respirando agitado, murmurando cosas apenas audibles contra esa entrada suave que se abría lentamente a su contacto.
—Eres tan estrecho, tan delicioso —jadeó contra su culo—. No sabes cuánto me calienta prepararte así.
Sasuke dejó caer la cabeza hacia atrás, temblando. Pero aún tenía fuerzas para provocarlo.
—¿Y eso que apenas usas la lengua…? Pensé que serías más insistente.
Naruto gruñó.
Hundió la cara entre sus nalgas y lo devoró.
Ahora más fuerte. Más profundo. Metiendo la lengua. Empujando con ella mientras Sasuke se arqueaba contra su boca, soltando gemidos abiertos, sucios, húmedos.
Naruto no paró hasta sentirlo rogar, hasta notar ese temblor constante en sus muslos, el calor desbordándosele entre las piernas. Cuando finalmente se apartó, su boca estaba húmeda, su respiración entrecortada, y sus manos aún aferraban esas nalgas como si fueran lo único importante en su vida.
—Estás temblando —murmuró, lamiendo de nuevo con suavidad.
Sasuke trató de recuperar el aliento, pero Naruto no le dio respiro. Lo hizo girarse apenas, lo justo para quedar de lado, llevó dos dedos a su boca, y su voz bajó de tono, cargada de algo más oscuro, más denso.
—Lamelos bien… —ordenó con la voz rasposa—. Eres tan estrecho, Sasuke… y yo tan grande. Si no te preparas bien, te va a doler.
Sasuke le sostuvo la mirada. Tenía las mejillas encendidas, los ojos vidriosos y la boca entreabierta. No dijo nada, simplemente sacó la lengua y la deslizó lenta, provocativa, sobre los dedos que Naruto le ofrecía. La punta cálida humedeció cada surco, cada falange, hasta envolverlos por completo y succionar con fuerza, dejando un sonido pegajoso que se perdió entre sus respiraciones agitadas.
Naruto jadeó, su polla palpitó bajo su pantalón, y su mirada se clavó en esa boca pequeña, en cómo lo chupaba sin vergüenza, sabiendo perfectamente lo que provocaba.
—Así… buen chico—murmuró, llevándole los dedos hasta que rozaron la garganta del otro—. Traga, Sasuke.
Y Sasuke tragó. Con una entrega sucia, deliciosa, mirando hacia arriba como si disfrutara demasiado de ese momento. Luego los soltó con un pop húmedo, aún con un poco de saliva escurriéndole por la comisura.
—¿Eso fue suficiente…? —provocó, ronco—. ¿O necesitas que me los meta más profundo?
Naruto sintió un tirón punzante en la polla apenas escuchó esas palabras. Tan sucias. Tan provocadoras. Sasuke sabía lo que hacía, con esa boca sucia y esa mirada entre desafiante y rendida.
Gruñó bajo, se inclinó sobre él, y le atrapó el mentón con los dedos.
—Saca la lengua —ordenó.
Sasuke lo hizo sin dudar, y Naruto deslizó dos dedos entre sus labios. Primero el índice, después el corazón. Los movió con lentitud, mirándolo fijamente, hasta verlos empapados con su saliva. Sasuke mantenía la mirada fija en sus ojos, las mejillas encendidas, la respiración alterada.
—Bien —susurró Naruto, sacando los dedos de su boca—. Vas a necesitarlos bien mojados. Estoy muy grande… y tú estás tan jodidamente estrecho.
Sasuke soltó una risa corta, temblorosa.
—Entonces prepárame como se debe.
Naruto se inclinó más entre sus piernas, dejando un beso áspero sobre uno de sus muslos, y luego otro más cerca del centro, hasta que sus dedos, húmedos y ansiosos, se deslizaron entre esas nalgas abiertas sobre el escritorio. Lo acarició primero, explorando con el pulgar. Luego, empujó con suavidad el primer dedo, y lo sintió tensarse, apretarse con fuerza.
Sasuke apretó los dientes, pero no apartó la mirada.
—Mierda… —susurró Naruto—. Te aprietas tan bien…
El segundo dedo no tardó en seguir. Lo movía con cuidado, girándolo, empujando con más profundidad, observando cada reacción, cada estremecimiento que recorría ese cuerpo pálido y tembloroso. Sasuke se arqueaba sobre la superficie del escritorio, con las piernas abiertas, expuesto, vulnerable y desafiante al mismo tiempo.
Naruto se inclinó para lamerle un pezón, mientras sus dedos seguían abriéndolo lentamente.
—Solo son mis dedos, y ya estás temblando. No sabes lo que me haces, Sasuke…
Y entonces presionó más hondo, buscando ese punto exacto que sabía que lo haría gemir.
Sasuke soltó un gemido entrecortado cuando los dedos de Naruto rozaron ese punto, su espalda se arqueó aún más sobre el escritorio, y sus piernas se tensaron alrededor de las caderas del rubio. La cabeza inclinada hacia atrás, los labios entreabiertos, el pecho subiendo y bajando con fuerza.
Naruto no apartó la vista. Lo tenía así, rendido, abierto, gimiendo solo con dos dedos. Pero quería más. Quería verlo romperse, quería sentirlo más profundo. Empapó bien el tercero y, sin aviso, lo hundió junto a los otros dos, lento pero firme.
—Ah… ¡ah, cabrón…! —Sasuke apretó los ojos, el cuello tenso, pero su cadera se movió hacia él—. ¿Eso es todo lo que tienes?
Naruto soltó una carcajada ronca, con los dedos enterrados hasta el fondo. Movió la mano, los giró, los sacó un poco y volvió a meterlos, haciéndolo jadear de nuevo.
—¿Vas a seguir provocándome con tres dedos metidos en el culo?
—Estoy esperando que me folles de una vez —escupió Sasuke, con la voz temblando de deseo—. ¿O te da miedo que no aguantes?
Naruto gruñó. Su polla palpitó con fuerza, dura, pesada, presionando contra la base del escritorio. Retiró los dedos de golpe, dejándolo vacío por un segundo, y se inclinó sobre él, tomándole el rostro con una mano.
—No sabes en lo que te estás metiendo.
Sasuke lo miró de frente, sudoroso, con las mejillas encendidas.
—Hazlo —dijo, ronco—. Métemela.
Naruto no se movió de inmediato. Lo miró desde arriba, con los dedos aún húmedos de prepararlo y la respiración cargada. Su cuerpo brillaba con una fina capa de sudor, los músculos tensos, duros, listos para montarlo hasta hacerlo rogar. Se enderezó despacio y comenzó a quitarse la ropa. Primero la camisa ajustada, que se deslizó por sus brazos marcados y terminó en el suelo. Luego desabotonó el pantalón con lentitud, dejando que la tela se abriera para mostrar el camino hacia sus abdominales definidos, hasta que lo dejó caer por completo.
Sasuke lo miraba desde el escritorio, echado boca arriba, las piernas aún abiertas y temblando. Respiraba agitado, con el cabello negro pegado a la frente, la piel sensible, expuesta. No podía apartar los ojos.
Y entonces Naruto bajó la ropa interior… y su polla salió libre, gruesa, larga, palpitando dura entre sus muslos. Mojada en la punta, con las venas marcadas y esa curva perfecta que prometía hundirse hondo.
Sasuke tragó saliva. Literalmente.
—Coño… —murmuró, sin poder evitarlo.
Naruto sonrió con arrogancia, ladeando la cabeza al ver la reacción.
—¿Asustado?
—Hambriento.
El rubio gruñó y se inclinó de nuevo sobre él, tomándose la base con la mano para frotarla contra su entrada ya dilatada.
—Y todavía dices que me apure… No sabes lo apretado que estás.
Sasuke alzó una pierna, enredándola sobre la cintura de Naruto. Sus labios se curvaron en una sonrisa jadeante, con los ojos apenas abiertos.
—Pues métemela y compruébalo.
Naruto empujó.
La punta entró con lentitud, abriéndose paso entre las nalgas suaves, húmedas y calientes. Sasuke soltó un gemido sordo, las manos aferradas a los bordes del escritorio mientras su cuerpo se tensaba y luego se rendía, dejándolo pasar poco a poco. El rubio lo observaba todo, fascinado, jadeando con la mandíbula apretada, sintiendo cómo lo envolvía, cómo lo apretaba centímetro a centímetro.
—Mierda… Sasuke… —murmuró—. Te tragas cada puto centímetro…
Sasuke apretó los ojos, con los muslos temblando y los labios entreabiertos, sudando mientras sentía cómo la polla de Naruto se abría paso dentro de él.
Lenta, firme, caliente.
Su cuerpo se arqueó con cada avance y sus manos se aferraron con fuerza a los hombros anchos del rubio, necesitando algo donde sostenerse.
—Ah… ah, ya… —jadeó, sintiéndolo tan adentro que dolía rico, que lo llenaba más de lo que creía posible—. Ya está toda, ¿no…?
Naruto soltó una carcajada baja, ronca, contra su cuello. Una de esas que vibraban en el pecho.
—¿Toda? —jadeó, empujando otro poco con las caderas—. No, Sasuke… apenas voy por la mitad.
Sasuke se quedó en blanco.
El gemido que soltó fue más como un quejido de sorpresa, mezclado con deseo, con rendición. Su cuerpo reaccionó con un espasmo involuntario, cerrándose aún más alrededor de la mitad que ya lo ocupaba, haciendo que Naruto gruñera al sentir cómo lo apretaba.
—Mierda… —bufó Naruto, apretando los dientes mientras se contenía—. No hagas eso o no voy a poder seguir lento.
Sasuke respiraba con dificultad, aún aferrado a sus hombros. Estaba húmedo, desordenado, con los labios entreabiertos y los ojos entrecerrados. Cada centímetro extra que sentía lo obligaba a arquear la espalda, a abrir más las piernas, a recibir más de esa polla que parecía no tener fin.
—¿Y quién dijo… que quiero que sigas lento? —soltó con voz ronca, atrevida, aún temblando.
Naruto le soltó una risa áspera, y con un solo movimiento de caderas le metió un poco más. Sasuke gimió con fuerza, el cuerpo entero reaccionando al nuevo estirón.
—Tienes la boca tan jodidamente sucia… —susurró el rubio, empujando más profundo—. Pero este culito… tan estrecho, tan tragón… me pide todo.
Sasuke no respondió. No podía. Tenía la boca entreabierta y la mirada perdida mientras Naruto lo llenaba más, cada embestida lenta pero potente, cada avance más pesado, más profundo. Hasta que finalmente, con un gruñido de placer, el rubio terminó de hundirse por completo.
Sus pelvis chocaron con un golpe sordo. Sasuke soltó un gemido ahogado, sus muslos se estremecieron, y el aire se le escapó de los pulmones. Lo sintió todo. Entero. Palpitante. Ardiente.
—Ahora sí… —murmuró Naruto, contra su cuello sudado—. Ahora sí estás lleno.
Sasuke asintió con un movimiento apenas visible, aún sin voz, con los ojos entrecerrados por el ardor exquisito que le recorría el cuerpo.
Naruto lo sostuvo fuerte de las caderas, mirándolo desde arriba con la respiración densa, sintiendo cómo lo apretaba desde dentro. Se quedó ahí unos segundos, solo sintiendo, solo gozando la calidez que lo envolvía.
—Prepárate —susurró entonces, bajando una mano para acariciarle el vientre tenso—. Porque ahora… te voy a follar como se debe.
Naruto comenzó a moverse, despacio. Tiró las caderas hacia atrás apenas unos milímetros y luego volvió a empujar, lento pero firme, enterrándose otra vez hasta el fondo. Sasuke soltó un jadeo largo, tembloroso, arqueando la espalda sobre el escritorio mientras sentía cómo lo abría de nuevo desde dentro.
—Ah… —gimió, con las manos todavía aferradas a los hombros de Naruto—. Se siente tan… jodidamente grande…
El rubio gruñó bajo, complacido, inclinándose para besarle el cuello y el borde de la mandíbula, con la pelvis apretando de nuevo contra su trasero.
—Tu culo lo está tomando como si lo necesitara —murmuró junto a su oído—. Pero sigue tan apretado…
Sasuke cerró los ojos, sintiendo el calor subirle por todo el cuerpo. Cada embestida era lenta, profunda, y lo llenaba de esa sensación densa que lo hacía vibrar por dentro. El roce constante con su punto dulce comenzaba a volverlo loco, pero el estiramiento todavía lo tenía jadeando con cada entrada.
—Mueve… mueve otra vez… —pidió en un susurro desesperado, sintiendo un nuevo espasmo interno.
Naruto obedeció. Salió apenas un poco, hasta que la punta casi se deslizaba fuera, y volvió a empujar con calma, muy hondo, rozando todo el camino, obligándolo a sentirlo completo. Sasuke se retorció, dejando escapar un gemido más alto.
—Eso… así… —jadeó, con las piernas alrededor de su cintura, aferrándolo con fuerza—. Sigue… sigue así…
Naruto lo sostuvo con firmeza, marcando un ritmo lento, cuidadoso, pero tan profundo que hacía temblar el escritorio bajo ellos. Lo embestía con precisión, sin apartar la mirada de su rostro encendido, de los labios entreabiertos y los ojos entrecerrados que apenas podían sostener la intensidad del placer.
—Estás tan caliente por dentro… —susurró Naruto, besando su cuello mientras volvía a hundirse una vez más—. Como si este culo hubiera estado esperándome todo este tiempo…
Sasuke soltó una risa entrecortada, con la voz ronca y cargada de deseo.
—Cállate… y fóllame más…
Naruto sonrió. Y volvió a empujar, igual de profundo, igual de lento… pero más fuerte.
Naruto sonrió. Y volvió a empujar, igual de profundo, igual de lento… pero más fuerte.
El impacto hizo que Sasuke soltara un gemido ronco, estrangulado, que se perdió entre sus labios entreabiertos. Lo sentía todo: el calor, el grosor, el roce constante que lo dejaba sin aire y sin escape. Su cuerpo se arqueó, buscándolo más, y Naruto no tardó en responder al llamado.
—Más… —murmuró Sasuke, apenas audible al principio—. Más fuerte… más rápido…
Naruto gruñó desde el pecho, aferrando su cintura con más fuerza.
—¿Así? —empujó con más decisión, haciendo chocar sus pelvis, provocando un sonido húmedo y sucio que se mezcló con el jadeo de Sasuke.
—¡Sí! —gimió él, aferrándose a los bordes del escritorio mientras sentía cómo ese ritmo nuevo comenzaba a empujarlo contra la madera en cada embestida.
Naruto retrocedió solo para acomodarse mejor, y con una sola mano tomó la pierna de Sasuke y la alzó, doblándola con firmeza sobre su hombro. Ese nuevo ángulo lo abrió aún más, y Sasuke lo sintió de inmediato: la siguiente estocada lo atravesó con una intensidad que le sacó un grito desde lo más hondo.
—¡Ngh… Naruto…!
—Te sientes jodidamente increíble así —murmuró el rubio, empujando otra vez, más profundo, haciendo que la cadera de Sasuke rebotara contra el escritorio.
Cada movimiento era más firme, más rápido, más desinhibido. Naruto lo tomaba con la respiración agitada, los músculos tensos, los dedos clavándose en la carne suave de su muslo mientras mantenía esa pierna elevada, usándola como ancla para embestir con más fuerza.
Sasuke temblaba. Sus dedos se aferraban a lo que podían, a veces a los brazos del rubio, a veces al borde del escritorio, mientras su voz se deshacía en jadeos entrecortados.
—¡Ah, sí… ahí…! —gimió, con los ojos cerrados y el rostro rojo, totalmente sometido al ritmo de Naruto—. Me estás… follando tan hondo…
Naruto soltó una carcajada ronca y volvió a empujar, fuerte, arrastrándole otro gemido sucio y quebrado.
—Y aún no termino contigo… —susurró Naruto, y sin darle aviso, lo alzó con facilidad, como si su cuerpo desnudo y tembloroso no pesara nada.
Sasuke soltó un jadeo ahogado, rodeándolo con brazos y piernas mientras el mundo giraba. El rubio lo sostuvo con firmeza por debajo de los muslos, y lo empaló de nuevo con un solo movimiento certero, profundo, brutal.
—¡Ah…! —gritó Sasuke, la cabeza cayendo hacia atrás.
Naruto empezó a follarlo en el aire. Cada embestida lo hacía saltar ligeramente en sus brazos, el peso de su cuerpo cayendo justo sobre esa verga tan gruesa, tan caliente, que lo llenaba por completo. Los músculos del rubio se flexionaban con cada movimiento, con cada empuje que resonaba húmedo entre sus cuerpos sudorosos.
Sus manos se aferraban con fuerza a las nalgas de Sasuke, tan fuerte que el pálido trasero comenzaba a llenarse de marcas rojizas, incluso moradas. Las apretaba, las separaba, usándolas como ancla para enterrarse más hondo.
Y mientras lo tenía así, temblando en sus brazos, bajó la cabeza hasta su cuello, atrapando la piel con los labios. Empezó a chupar, a lamer, a succionar con hambre, marcándolo con chupetones húmedos que se acumulaban como flores de color vino en su cuello blanco.
Sasuke se estremeció, arañándole la espalda con desesperación, dejando marcas irregulares y profundas que hacían gruñir al rubio.
—¡N-Naruto…! No pares… no pares… —jadeó, aferrado a él como si se fuera a quebrar—. ¡Me voy a correr…!
Naruto lo empujó una vez más, más fuerte, hasta el fondo.
—Hazlo… —le gruñó contra la piel, antes de morderle suavemente la clavícula—. Córrete para mí así, lleno de mi polla…
Sasuke gimió desgarradoramente, el cuerpo sacudido por un espasmo intenso mientras su orgasmo lo atravesaba de punta a punta.
Sus piernas temblaron alrededor de la cintura de Naruto, su espalda se arqueó con violencia, y sus uñas se hundieron más fuerte en la piel del rubio, dejando marcas rojas a lo largo de su espalda.
—¡Na-Naruto! —jadeó entrecortado, el semen brotando caliente entre sus cuerpos, manchando sus vientres mientras su culo seguía apretando con fuerza alrededor del miembro del otro.
Naruto lo sostuvo con firmeza en el aire, las manos ancladas en sus nalgas, jadeando entre gruñidos graves. Sentía cómo el interior de Sasuke palpitaba, tan húmedo, tan estrecho… tan hambriento de él.
—Mierda… —murmuró con la voz ronca—. Me voy a correr dentro…
Sasuke, aún temblando, lo miró con las mejillas encendidas, los labios entreabiertos y los ojos brillando por la intensidad. Le rodeó el cuello con los brazos, pegando su frente a la del rubio, y le susurró con voz rota pero provocadora, dejando escapar una sonrisa cargada de deseo:
—Entonces… hazlo. Lléname, Naruto.
Naruto soltó un gruñido gutural. Lo apretó con más fuerza, hundiendo sus dedos en la carne suave de su trasero, y lo embistió más profundo, sintiendo cómo el calor lo subía desde la base de la columna.
—Sasuke… joder… vas a hacer que me vuelva loco…
Y sin poder resistirse más, arremetió con más fuerza, decidido a venirse tan profundo que Sasuke no pudiera pensar en otra cosa que en él.
Naruto jadeaba con violencia, con el pecho expandiéndose al ritmo frenético de sus caderas. Sujetaba a Sasuke con una fuerza brutal, los dedos marcando con vehemencia esas nalgas suaves, cálidas, que temblaban en sus manos. Lo empalaba con embestidas largas y brutales, su verga rígida golpeando sin piedad el fondo, empapada y resbalosa por la mezcla de lubricación y semen.
Sasuke apenas podía seguir respirando. Cada sacudida lo hacía gemir más alto, con la voz rota, completamente entregado a ese ritmo salvaje que le arrancaba espasmos todavía del orgasmo anterior. Su cuerpo colgado del de Naruto, desbordado, se estremecía por completo con cada nueva arremetida.
—¡Ah…! ¡Naruto…! —gimió, con los labios pegados a su oído, temblando, sintiendo el calor ardiente de la polla palpitando en su interior.
—Ya no aguanto más… —gruñó el rubio entre dientes, apretando los ojos mientras empujaba con todo, enterrándose hasta el fondo—. Te voy a llenar, Sasuke… vas a sentirlo todo…
Un gemido ronco escapó de su garganta justo cuando lo sintió: la presión insoportable acumulada en su bajo vientre se rompió de golpe. Su cuerpo se sacudió con un espasmo brutal, y su verga explotó dentro del culo de Sasuke, vertiendo su semen espeso, caliente, profundo. Lo empujó una vez más, hasta quedar completamente hundido, gimiendo contra su cuello.
—¡Joder…! —bufó con un suspiro extenuado, estremeciéndose mientras su semen llenaba cada rincón estrecho y palpitante de Sasuke.
El pelinegro se mordió el labio con fuerza, su cuerpo temblando con cada latido de Naruto dentro de él. El calor lo desbordaba. Podía sentir cómo el líquido lo inundaba, cómo le escurría lentamente por el interior, y eso lo hizo gemir bajo, ronco, con una sonrisa lasciva en los labios.
—Estás… tan dentro —susurró, dejando un beso húmedo en el cuello del rubio.
Naruto sonrió con los ojos entrecerrados, aún respirando agitado. No lo soltó, saboreando el peso cálido y tembloroso de Sasuke en sus brazos, todavía impalado en su verga palpitante. Con un movimiento suave, sin salirse de él, caminó hasta la silla más cercana y se dejó caer en ella con un suspiro, acomodando al pelinegro sobre su regazo, como si fuera lo más natural del mundo.
Sasuke soltó un jadeo corto al sentir cómo la polla de Naruto se hundía un poco más por el cambio de ángulo. Sus muslos temblaban, los brazos flojos alrededor del cuello del rubio, el rostro hundido contra su mejilla. Estaba completamente exhausto, pero con el cuerpo aún estremecido por el calor que lo llenaba por dentro.
Naruto soltó una risa baja, arrastrada, y le dio un besito en la sien.
—Estás temblando —susurró, besándole ahora la mejilla, luego el borde del párpado, y después la comisura del labio—. ¿Tan rico te hice venir?
Sasuke asintió apenas, con una sonrisa apenas curvada, dejando que los ojos se le cerraran poco a poco. Sus manos estaban relajadas, mientras sentía las del rubio acariciándole con ternura las nalgas, dándole pequeños apretones sin dejar de marcarle con las yemas.
Naruto bajó aún más las manos, hasta rodearle las piernas por debajo de los muslos, acariciándolo con un ritmo lento, posesivo, como si disfrutara cada curva, cada fibra temblorosa bajo sus dedos.
Las yemas se detuvieron un momento en la parte interna, donde la piel era más sensible, y lo acarició con movimientos circulares, provocando un leve estremecimiento en el cuerpo exhausto de Sasuke.
—Estás tan suave aquí… —murmuró contra su mejilla, mientras dejaba una hilera de besitos perezosos por su rostro—. Me gusta cómo tiemblas después de venirte.
Sasuke no respondió con palabras, pero un leve suspiro escapó de sus labios cuando los dedos de Naruto subieron de nuevo a sus nalgas, masajeándolas con firmeza, aún cálidas y enrojecidas por los apretones anteriores.
El pelinegro abrió ligeramente las piernas por reflejo, acomodándose mejor sobre la verga que seguía enterrada en su interior, aún dura, aún viva.
Naruto gimió bajo, sintiendo cómo el cuerpo de Sasuke lo envolvía de nuevo, húmedo, caliente, sensible.
—¿Todavía puedes sentirme? —susurró, besando su pómulo, su nariz, luego la frente—. Me encanta como no me dejas salir.
Sasuke soltó una risa ronca, débil, con los ojos apenas entreabiertos.
—No es que no te deje… es que tú no te quieres ir.
Naruto sonrió contra su piel, hundiendo el rostro en la curva de su cuello mientras seguía acariciándolo, mimándolo con esos besitos lentos, casi adictivos. Lo tenía rendido en su regazo, aún latiendo alrededor de su verga, aún goteando en su interior. Y no pensaba soltarlo todavía.
—Tal vez —susurró contra su oreja— te folle de nuevo… sin movernos de esta silla. Muy lento esta vez… muy profundo.
Sasuke se estremeció en sus brazos, y por la forma en que volvió a apretarlo dentro, Naruto supo que la idea le había encantado.
Se incorporó apenas sobre los muslos de Naruto, manteniéndose abrazado a su cuello mientras despegaba su pecho del ajeno. Apretó los dientes cuando sintió cómo la verga del rubio se deslizaba más profundamente con ese pequeño cambio de ángulo, aún palpitante dentro de él.
Y, sin romper el contacto visual, comenzó a moverse.
Cabalgaba despacio, como si quisiera saborear cada centímetro que lo llenaba. Se alzaba solo un poco, lo justo para sentir cómo la punta rozaba la entrada antes de volver a sentarse, dejando que el grosor lo abriera otra vez con una intensidad deliciosa.
Su boca entreabierta soltaba suspiros suaves, húmedos, mientras sus manos se aferraban a los hombros de Naruto buscando estabilidad.
Naruto no podía apartar los ojos de él.
El cuerpo de Sasuke brillaba con una capa ligera de sudor, el cabello pegado a las sienes, las mejillas encendidas, el labio inferior húmedo por haberlo mordido tanto.
Era perfecto.
Sus movimientos eran lentos, sensuales, casi íntimos, y el rubio sentía que cada uno de ellos lo dejaba más vulnerable, más atrapado en la imagen de ese hombre al que había deseado en silencio durante tantos días.
Tantos días en la oficina, mordiéndose la lengua cuando Sasuke se inclinaba sobre su escritorio, ajustándose la camisa o mojándose los labios sin darse cuenta.
Tantos momentos en los que solo quería llevárselo contra una pared y follárselo hasta que no pudiera caminar… y ahora lo tenía así, cabalgándolo con el culo aún lleno de su semen, apretándolo como si no quisiera dejarlo salir nunca.
—Eres jodidamente hermoso… —murmuró Naruto, con la voz ronca, perdida en la visión de ese vaivén lento, de esa espalda ligeramente arqueada, de ese rostro rendido al placer.
Sasuke sonrió con los ojos entrecerrados, bajando el ritmo solo para provocarlo más, hundiéndose lento hasta la base y girando suavemente las caderas al asentarse.
—¿Y recién lo vienes a decir ahora…?
Naruto soltó una risa ronca, le acarició los muslos temblorosos y lo alzó un poco de nuevo, ayudándolo a moverse. Su polla se enterraba con facilidad gracias a lo mojado que estaba, y la sensación era tan exquisita que el rubio tuvo que cerrar los ojos un instante para no correrse otra vez.
—Porque ahora sí tengo el derecho de decírtelo… y de hacer todo lo que fantaseé contigo en esa maldita oficina.
Sasuke soltó una risa baja, entrecortada por los jadeos, y bajó la cabeza, acercando su rostro al de Naruto hasta que sus frentes se tocaron. Sus labios rozaban los del rubio, apenas, como una provocación húmeda, mientras su cuerpo comenzaba a moverse con más decisión.
Sus caderas subían un poco más, y luego caían con ese sonido delicioso de carne húmeda chocando. Empezó a cabalgarlo con pequeños saltos, rítmicos, suaves pero intensos, y cada vez que descendía, lo hacía con fuerza, dejando que la polla de Naruto se enterrara profundo otra vez, rozando justo donde le arrancaba gemidos sordos.
Naruto lo sostuvo por la cintura, fascinado con la vista, con el calor, con los temblores que le recorrían el cuerpo cada vez que Sasuke lo montaba con esa mezcla perfecta de lujuria y entrega.
Pero lo que lo desarmaba por completo era su mirada: esos ojos oscuros entrecerrados, fijos en él, ardientes. Sedientos.
Sasuke entreabrió los labios y se inclinó más, aún montándolo, hasta que sus bocas finalmente se encontraron en un beso lento y húmedo. Sus lenguas se buscaron con hambre contenida, y aunque el ritmo de su cadera no se detuvo, el beso fue profundo, íntimo, caliente.
Naruto gimió contra su boca, sintiendo cómo el vaivén se volvía más desesperado. Cada salto lo envolvía más, lo hacía perderse más. Sus manos acariciaban la espalda sudorosa del pelinegro, lo sostenían, lo adoraban.
—Sasuke… —susurró entre besos—. No tienes idea… de cuántas veces soñé con esto…
Sasuke soltó un suspiro quebrado, y volvió a besarlo con más fuerza, como si lo hubiera estado esperando también desde siempre.
—Yo sí… —le dijo al oído, con la voz ronca y húmeda—. Porque yo también me tocaba pensando en ti… cada maldita noche.
Los cuerpos se mecían al ritmo de su desesperación, empapados de sudor, entrelazados por el deseo contenido durante tantos malditos días. Sasuke montaba a Naruto con más fuerza, los muslos tensos, las nalgas enrojecidas chocando contra las caderas del rubio en cada salto. El sonido húmedo de su sexo llenaba el cuarto, mezclado con jadeos, besos rotos y suspiros ardientes.
Naruto lo observaba sin parpadear, completamente perdido en esa visión.
Sasuke tenía las mejillas rojas, los labios húmedos, los ojos entrecerrados pero fijos en los suyos, y esa mirada lo tenía al borde. Sus movimientos eran más erráticos, más necesitados. Cada vez que se hundía sobre su verga, lo hacía más fuerte, más rápido, como si necesitara exprimir hasta la última gota de él.
El rubio lo sostuvo por las caderas, clavando los dedos, sintiendo cómo el interior del pelinegro lo apretaba con una avidez brutal. Sasuke gemía cada vez más alto, su respiración entrecortada, y en un momento, al sentir una embestida profunda que lo desarmó, volvió a mirarlo fijamente, con los labios temblorosos y la voz rota:
—Naruto… me voy a correr otra vez… no puedo… más…
—Mírame —le exigió el rubio con voz grave, jadeando—. Mírame cuando te corras…
Sasuke lo hizo.
Abrió los ojos, y se sostuvo en los hombros de Naruto mientras su cuerpo entero se tensaba. La polla rebotaba húmeda entre sus vientres, y apenas un segundo después, un gemido desgarrado escapó de su garganta al venirse con fuerza.
El semen caliente salpicó su propio pecho, brotando a chorros mientras su culo apretaba con desesperación la verga enterrada, como si intentara retenerla aún más dentro.
Naruto soltó un gruñido áspero.
Ese espasmo lo arrastró con él. Sintió cómo el interior de Sasuke lo ordeñaba salvajemente, y no pudo aguantar más. Sus caderas se elevaron, sus dedos se clavaron con fuerza, y se corrió dentro por segunda vez, más profundo, más violento, llenándolo tanto que el exceso comenzó a escaparse de nuevo, tibio, entre sus nalgas abiertas.
Se miraron.
Sus ojos aún fijos, aunque los cuerpos temblaban. Naruto jadeaba con la boca entreabierta, aún bombeando despacio mientras lo sentía apretarlo, desbordado, tan jodidamente estrecho. Sasuke lo miraba con los labios temblando, las mejillas rojas, el pecho subiendo y bajando por la respiración descontrolada.
—Me estás llenando… tanto… —susurró, estremecido, mientras se dejaba caer una vez más hasta el fondo, buscando la última gota.
Naruto lo abrazó con fuerza, pegándolo contra su pecho, sin salir de él.
—Así quería verte… —le dijo al oído.
Sasuke se quedó inmóvil sobre él, respirando agitado, el cuerpo aún estremeciéndose con pequeños espasmos involuntarios. Su pecho subía y bajaba con lentitud mientras el calor del clímax empezaba a disolverse, dejándolo débil, vulnerable, lleno.
Naruto lo sostenía con ternura ahora. Sus manos se movieron de las caderas a la espalda, recorriendo la piel húmeda con caricias largas y suaves, como si quisiera calmar cada músculo cansado, cada rincón sobreestimulado. Aún estaban unidos, su verga dentro del pelinegro, pero el ritmo se había vuelto otro: más pausado, más íntimo.
—¿Estás bien…? —preguntó en voz baja, acariciándole el cabello, bajando la mirada para ver su rostro.
Sasuke asintió, sin abrir los ojos. Apoyó la frente en su hombro y murmuró con voz rasposa:
—Me siento… increíble.
Naruto sonrió, presionando un beso en su sien.
—No sabía que podía desear tanto a alguien —susurró—. Y menos que me correspondieran de esta forma.
Lo acunó entre los brazos, y por un largo momento, solo se dedicaron a respirar juntos, pegados, compartiendo el calor que aún emanaba de sus cuerpos.
Naruto deslizó los dedos por su espalda con dedicación, bajando hasta las nalgas con extrema suavidad, como si buscara aliviar las marcas de los apretones, los moretones que él mismo le había dejado.
Sasuke no se quejó; al contrario, se acurrucó más, entregado por completo.
Naruto notó la mezcla cálida que comenzaba a escurrir lentamente de su interior. Acarició la zona con cuidado, sin presionar, solo rodeando el área con ternura, como si no quisiera que se perdiera ni una sola gota.
—Vamos a limpiarte bien… —dijo con dulzura, besándole la mejilla húmeda—. Y después te voy a mimar como mereces.
Sasuke murmuró algo entre dientes, como un “tonto”, pero no se apartó. De hecho, rodeó el torso de Naruto con más fuerza, enterrando el rostro en su cuello, como si no quisiera que ese momento terminara nunca.
Naruto lo abrazó con una sonrisa suave, dejándolo quedarse ahí, en su regazo, todo lo que quisiera. Porque después de tanto tiempo conteniéndose, no había prisa.
Ahora lo tenía en sus brazos.
Ahora podía cuidarlo.
Sasuke estaba sentado sobre el borde del escritorio, ya vestido con ropa limpia, aunque su cabello aún húmedo del baño caía desordenado sobre su frente. Tenía las piernas cruzadas, los brazos apoyados a los lados y los ojos fijos en Naruto, quien terminaba de abotonarse la camisa frente a él, con la tela tensándose sobre su pecho.
El ambiente era más tranquilo ahora. El olor del sexo había desaparecido, reemplazado por ese silencio íntimo que solo ocurre después de desearse tanto y finalmente consumarse. Pero aunque Sasuke parecía relajado, su mirada no lo estaba del todo.
—¿Y esto… qué somos? —preguntó de repente, con voz neutra, aunque sus ojos se mantenían clavados en cada gesto de Naruto—. ¿Una aventura de oficina? ¿O solo estás tachando una fantasía?
Naruto se detuvo a medio abrochar el último botón, lo miró con una ceja levantada y luego sonrió con ese gesto medio torpe pero encantador.
—¿Una fantasía? Bueno… sí —dijo, acercándose hasta quedar entre sus piernas, las manos todavía en la camisa—. Pero no como tú crees. Fantaseaba contigo, sí, todos los días. Pero nunca fue algo superficial.
Sasuke entornó los ojos.
—Eso no responde mi pregunta.
Naruto soltó una risa nasal, le acarició la pierna y se apoyó levemente en el escritorio, inclinado hacia él.
—No quiero que esto sea solo una vez, Sasuke. Ni dos, ni tres. Quiero algo contigo. Siempre te he querido cerca… pero me costó entender lo que sentía —confesó, bajando un poco la voz—. Y si tú también quieres, quiero intentar algo serio. ¿Está bien?
Sasuke no respondió enseguida. Bajó la mirada por un segundo, pero luego volvió a subirla, directo, incisiva.
—¿Y Gaara?
Naruto parpadeó, confundido por un segundo, y luego se echó a reír suavemente, con la frente apoyada contra la de Sasuke.
—¿Gaara? ¿Estás celoso?
—No seas imbécil —resopló el pelinegro, aunque un leve sonrojo le subió por el cuello.
Naruto se lo quedó mirando con ternura, deslizando los dedos por su cintura hasta apoyarlos en su espalda.
—Nunca quise nada con él —dijo en tono serio, acariciándole la mejilla con el dorso de la mano—. Y nunca lo voy a querer. Gaara es importante para mí, pero no de esa manera. Eres tú el que me vuelve loco. Tú eres el que me hace perder la cabeza con solo una maldita mirada desde el otro lado del pasillo. Desde el primer día.
Sasuke entrecerró los ojos, como si quisiera verificar si lo que escuchaba era cierto. Pero Naruto lo miraba sin desviar la mirada, sincero, con esa intensidad cálida que desarmaba cualquier escudo.
—No me gusta compartir lo que es mío —murmuró Sasuke al final, casi en un susurro.
Naruto sonrió de nuevo, ahora más ladino, mientras se acercaba para darle un beso lento en los labios.
—Perfecto… porque yo tampoco pienso dejar que nadie te tenga. Así que prepárate para lo que se viene, Sasuke. Porque esto apenas comienza.
Sasuke le sostuvo la mirada por unos segundos más, hasta que sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, esa que solo mostraba cuando se le escapaba sin querer. Le acarició la manga a Naruto, acomodándosela con un gesto casual pero íntimo, y murmuró con tono tranquilo:
—Está bien… pero recuerda que todavía tenemos un trabajo que terminar.
Naruto soltó una risita, entre aliviado y divertido.
—¿Ves? Siempre tan profesional. Te acabo de follar como si no hubiera un mañana y ya estás pensando en el informe.
—Alguien tiene que mantener la compostura —respondió Sasuke, poniéndose de pie y alisando su camisa—. Además, si quieres que Tsunade apruebe el presupuesto, más te vale concentrarte.
Naruto fingió poner los ojos en blanco, pero se acercó a su escritorio, recogió los papeles desordenados y se sentó a su lado, hombro con hombro, mientras revisaban juntos cada detalle. El ambiente había cambiado: seguía habiendo tensión entre ellos, pero era distinta. Más cálida. Más cómplice. Cada roce entre sus brazos, cada mirada sostenida, tenía una intimidad nueva. Sin palabras de más.
Trabajaron hasta entrada la noche, ajustando cifras, afinando los argumentos, reescribiendo puntos clave de la propuesta. Y cuando terminaron, Sasuke lo miró satisfecho mientras cerraba su laptop.
—No estuvo mal para un idiota como tú —bromeó.
Naruto sonrió ampliamente.
—¿Eso fue un cumplido?
—Tómalo como quieras .
A la mañana siguiente, ambos estaban en la oficina de Tsunade, presentando la propuesta. Sasuke hablaba con claridad y confianza, mientras Naruto intervenía con su tono directo, seguro, y un brillo distinto en los ojos. Tsunade, con una ceja arqueada, los miraba alternando entre la proyección y la evidente tensión eléctrica entre los dos.
Cuando terminaron, hubo un momento de silencio. La CEO los observó a ambos por encima de sus lentes, y luego suspiró.
—La propuesta está impecable… aunque no sé qué diablos cambió entre ustedes, pero si eso fue lo que los hizo dejar de pelear y finalmente trabajar como equipo, entonces bendito sea —dijo con una sonrisa socarrona.
Naruto se rascó la nuca, nervioso. Sasuke solo se limitó a mirar a otro lado, fingiendo desinterés.
—¿Eso es un sí? —preguntó el rubio, alzando una ceja.
Tsunade asintió.
—Sí. Está aprobado. Buen trabajo… los dos.
Mientras salían de la sala, Naruto no aguantó la sonrisa.
—Te lo dije, teme. Hacemos buena pareja.
Sasuke le dio un leve codazo en las costillas, pero esta vez… no lo negó.
