Chapter Text
Shoko no creía realmente en las casualidades.
Todo tenía una explicación. Ese exámen al que no logró llegar, ese paraguas que no compró y ese callejón en el que se refugio del diluvio.
Y ahí, entre los botes de basura y las lonas que lograban apartar la lluvia, estaba ese gato.
Estaba lastimado, flaco, sus orejas tenían sangre seca y aún así, parecía indiferente.
No le gruñó cuando se acercó, su pelo no se erizo y tampoco maulló.
Era doctora de personas, pero no era tan idiota como para no darse cuenta que ese gato necesitaba medicina.
Era un gato grande, debía de tener unos tres años, tal vez más, y cuando le toco con cuidado el pelaje de su lomo, sintió como las pulgas caminaban contra las puntas de sus dedos, e incluso así, el gato no se movió.
Casi pensó que no podía reaccionar, que la lluvia le había entumido el cuerpo tanto que no podía moverse, pero el gato giraba la cabeza hacia ella, siguiendo sus movimientos.
—¿Qué? —le preguntó con suavidad, sacando las manos a la lluvia para que se mojarán.
Abrió su bolso y sacó un par de guantes que siempre guardaba, tanteando las orejas con cuidado.
Las heridas aún no terminaban de cicatrizar, al tocarlas, se manchó un poco de sangre.
—La tuviste díficil, ¿Verdad? —le susurró, tanteando sus costillas.
No estaban rotas, era un buen indicio.
—Ven —le pidió, quitandose los guantes y extendiendo los brazos hacia el gato.
Pensó que seguiría sin moverse, pero el gato se movió, con una de las patas traseras contra su estomago, seguramente la tenía torcida, tal vez rota, en el mejor de los casos, solo estaba herido levemente.
—¿Suguru te parece un buen nombre? —le preguntó cuando el gato estuvó en sus brazos.
Fue débil, casi demasiado bajo para escucharlo de manera correcta con tanta lluvia.
Pero sin lugar a dudas, Suguru le regalo un pequeño ronroneo.
—/ᐠ - ˕ -マ—
El veterinario aceptó una consulta rápida antes de cerrar solo porque Suguru realmente parecía lastimado.
Y vaya que necesitaba varias cosas.
Tenía tres años, tal vez cuatro.
Estaba malnutrido, pero necesitaría comida especial para que su estómago pudiera dirigirla bien durante los primeros meses.
Tenía lombrices, por lo que lo desparacitaron.
Dudaban que tuviera vacunas, así que comenzarón en ese momento su cartilla.
Su pata no estaba rota, así que solo la vendarían mientras sus heridas se le cerraban.
Su orejas eran lo peor, cuando quitaban la sangre seca, las heridas tenían pus y se volvían a abrir ante cualquier toque, sin contar las pulgas que tenía enterradas ahí. El baño no las había quitado por completo.
Aún así, hicieron lo que pudieron esa noche, Suguru se quedaría en la veterinaria con suero y medicina para que la deshidratación no se volviera critíca.
—Te veo mañana —Shoko le susurró a Suguru, metiendo un dedo en la rejilla de su jaula de noche y acariciando con suavidad su nariz.
Suguru no respondió, solo cerró los ojos y se acurrucó sobre si mismo, durmiendo ante las medicinas.
Shoko le sonrió unos segundos antes de darse la vuelta para ir a su departamento.
—/ᐠ - ˕ -マ—
Los complejos de su departamento no eran demasiado ostentosos, tenían un solo cuarto, un baño, la cocina y el comedor estaban juntos, una pequeña sala y un diminuto balcón en cada uno. Todos con la misma pintura, todos con los mismos muebles.
Shoko podía permitirse comprar un rascador, lo pondría al lado del sillón, probablemente debía ponerle algunas rejas al balcón para evitar que Suguru saliera.
—Una caja de arena —murmuró entre un bostezo, recostandose en la cama— y los platos...
La mañana siguiente no logró ir a la hora acordada al veterinario, tuvo que doblar turno en el hospital.
Pero incluso cuando llegó al día siguiente del acordado, Suguru se le acercó como si nada.
—¿Ya puede estar fuera de su jaula?
—Solo debía esperar los resultados de si portaba enfermedades contagiosas, pero no —Megumi, el veterinario, le explicó— no hay nada de que preocuparse, traelo cada quince días hasta terminar sus vacunas.
Megumi le pasó la comida, un plato y le indicó cual era la arena que le parecía mejor.
—¿Tienes dónde llevar las cosas?
Shoko asintió.
—Sí —dijo con suavidad, acariciando el lomo de Suguru— ¿Cuándo le puedo quitar las vendas de las orejas?
Megumi lo pensó un momento.
—En unas semanas, si puedes evitar que se rasqué, sería perfecto.
—¿Un cono?
—Sería bueno.
Shoko asintió, levantando a Suguru en brazos y mirando a Megumi.
—Dame un momento —le pidió.
Salió de la veterinaria, abriendo la puerta del auto de su novia.
—¿Todo listo?
—Traeré las demás cosas —le respondió a Utahime, sonriendo— las pondré en la cajuela.
La mayor asinitó, golpeteando sus dedos en el volante con una sonrisa.
—Como gustes.
Además de las cosas, también compró algunos juguetes, con varias plumas, una pelota con cascabel e incluso un ratón de cuerda.
Su arenero, la arena, sus platos y todo lo que Megumi le recomendó lo compró.
No era la mejor persona del mundo, pero le daría la mejor vida que le pudiera dar a Suguru.
El viaje al departamento fue tranquilo, Suguru ni siquiera se molesto en levantar la cabeza cuando el motor comezó a andar, ni siquiera se molestó en quejarse cuando Shoko lo bajó hacia su departamento.
—Vaya —dijo su novia, observando la puerta al lado de la de Shoko, donde un maullido alterado se escuchaba.
Y eso le arrebató la primera reacción sincera de Suguru.
Maulló con suavidad, levantando la cabeza y tratando de escapar de los brazos de Shoko.
—Tranquilo —la castaña le susurró, abriendo la puerta de su departamento— no puedes pelear con las demás mascotas de aquí.
Suguru no pareció contestó con eso, pero no pudo arañarla realmente porque Megumi le había cortado las uñas.
Una vez dentro, Suguru comenzó a dar vueltas por la sala, maullando y recibiendo los maullidos del 3b en respuesta.
—No sabía que tu vecino tenía gatos —Utahime comentó, ayudando a Shoko con las cosas de la cajuela.
—Yo tampoco —admitió— supongo que también adoptó a uno. Pero me alegró de que Suguru no sea tan ruidoso.
—/ᐠ - ˕ -マ—
Suguru de hecho comenzó a maullar.
No cuando tenía hambre, no porque quería jugar, ni siquiera cuando Shoko lo acariciaba. No.
Solo maullaba cuando los maullidos de la gata de Nanami comenzaban a hacerlo.
—Suguru —Shoko lo llamó, señalando su plato vacío.
El gato solo golpeó el tazó con una uña, sin moverse, su vista fija en la pared que conectaba con el 3b.
—Suguru —le volvió a llamar— tienes que comer antes de que me vaya.
Suguru bajó la cabeza, mordió la comida y después de eso regreso la mirada hacia la pared.
—A mi también me desesperan sus maullidos —Shoko le dijo, levantandose del lugar— pero espero que comas mientras no estoy. Megumi te llevaría si a la siguiente cita te ve más desnutrido.
Y aunque Suguru al fin comía, no estaba realmente ahí.
Los juguetes que le compró terminaron bajo el sofá en menos de dos días, acumulando polvo, ignoró el rascador cuando llegó, sin siquiera molestarse en subir.
Lo único que parecía disfrutar eran sus visitas al balcón, a veces trataba de cazar a las palomas que se posaban en los árboles cercanos, pero no lo lograba ante la reja que Shoko colocó.
Dejó de importarle si Shoko no llegaba por días, la castaña podía estar más de 36 horas seguidas en el hospital y llegar con un mal humor, Suguru ni siquiera la volteaba a ver, solo se volvía a escabuír hacia el balcón.
Utahime era quién le daba de comer cuando Shoko no estaba, pero Suguru tampoco estaba muy encariñado con ella.
—¿Suguru? —Utahime lo llamó, mirandose una mirada de desgano— tienes que comer.
Él se acercó, comiendo con rápidez antes de regresar al balcón.
—¿Qué tanto haces ahí? —le preguntó, acercandose para ver si pasaba algo.
La reja estaba bien colocada, así que no era posible que saliera por ahí, no había plumas ni nada que le llevará a pensar que Suguru estaba cazando animales.
Así que simplemente regreso, ella también tenía trabajo que hacer.
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—Hime ya me dijo que te gusta mucho el balcón —Shoko le dijo, cepillando su pelo— ¿Qué tanto haces ahí?
Suguru tenía el pelaje demasiado alborotado, como si hubiera corrido, pero el balcón no tenía extensión suficiente para hacerlo.
Inclusó olía algo diferente esa vez.
Se acercó un poco más, olfateando.
Olía a manzanilla.
Su ceño se frunció, observando el cepillo y observando pequeños pelos de color blanco.
—¿Qué diablos? —preguntó, levantando a Suguru, observandolo fijamente.
Suguru no tenía ni una sola mancha de color blanco.
Suguru ni siquiera le puso atención.
—¿Te peleaste con la gata de Nanami? —le preguntó, casi seriamente.
Shoko soltó un suspiró, había visto a 'Satoru' un par de veces, solo cuando Nanami la sacaba en brazos, con un arnés para sacarla a pasear.
Maullaba de manera insoportable, tenía un montón de pelo blanco, si cerraba los ojos, seguramente solo parecería una bola blanca.
Y cuando caminaba, parecía una princesita mimada.
—Más te vale que no —Shoko le dijo, terminando de cepillar su cabello— Nanami me va a matar si le hiciste un rasguño a su princesa.
