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Rating:
Archive Warning:
Category:
Fandom:
Relationship:
Character:
Language:
Español
Series:
Part 1 of Hypnosis Mic One Shots
Stats:
Published:
2025-12-07
Words:
4,488
Chapters:
1/1
Kudos:
1
Hits:
7

Mi buen karma

Summary:

Tus pequeños gestos fueron cautivando poco a poco a Kuko.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

Kuko había huido de nuevo de sus deberes de limpieza en el templo, aún le parecía escuchar los gritos de su padre a la distancia. Buscando un lugar tranquilo subió por el camino hacia la montaña esperando encontrar paz, si subía lo suficiente seguramente nadie podría molestarlo. Así que encontró un buen punto y se dejó caer al suelo con los brazos detrás de la cabeza y una pierna sobre la otra. El calor de la mañana y la calidez del sol pronto lo hicieron cerrar los ojos.

Estabas descendiendo por el camino de la montaña después de haber visto el amanecer desde la cima. Cuando viste a alguien tirado en el suelo al lado del camino aceleraste tu paso, tal vez era un senderista que se había quedado sin fuerzas. Pero al llegar a su lado te quedaste inmóvil, no era nadie que necesitara ayuda. Su cabello rojo brillaba más con el reflejo del sol, no te fue difícil distinguirlo pues prácticamente era una celebridad en Nagoya. Sonreíste al ver la paz con la que dormía. Revisaste tu mochila y sacaste un paraguas oscuro que llevabas por si acaso junto con una botella de agua, lo cubriste del sol y le dejaste la bebida.

Al sentir la sombra sobre sus párpados Kuko despertó de inmediato para encontrarse con el paraguas sobre él, tardó unos segundos en asimilar lo que pasaba, se levantó golpeando la botella de agua pero evitando que callera con sus reflejos. Levantó la vista solo para ver tu silueta alejarse, tu cabello recogido en una coleta desordenada y una gorra azul cubriéndote. Su vista no se separó de ti hasta que te desvaneciste al girar en el camino, después abrió la botella y la vació de un trago. Sin embargo el agua no logro calmar la extraña sensación que se asentó en su estómago. Kuko cerró los ojos y se recostó de nuevo pero no apartó el paraguas… y tampoco pudo volver a dormir.

Después de una hora Kuko bajó de la montaña, el paraguas en su mano. Caminó hacia la pequeña recepción que había al inicio de la montaña, aquella donde vendían bebidas y que también servía de unidad de primeros auxilios, además contaba con un área de objetos perdidos para quien se encontrara cosas en su recorrido. Sin embargo, Kuko se detuvo a un par de pasos, lo correcto era dejar el paraguas ahí ¿no? Pero si lo hacía las posibilidades de volverte a encontrar disminuían considerablemente. Con un chasquido giró sus pasos y volvió al templo, el paraguas apretado con fuerza en su mano pues no sabía bien lo que estaba haciendo.

Los días pasaron con el único cambio de que Kuko se encontraba más a menudo de lo normal recorriendo el camino de la montaña. Se repetía a si mismo que solo salía a caminar para escapar de su padre pero inevitablemente siempre llevaba el paraguas en mano.

Un par de semanas después, mientras Kuko caminaba a comprar una bebida un par de niños corrieron a su alrededor empujándolo ligeramente.

—¡Mocosos tengan cuidado! ¡Van a lastimarse! —los regañó pero los niños solo rieron mas y siguieron con su juego.

Cuando Kuko salió de la tienda el llanto de un niño lo alertó de inmediato, levantó la vista para encontrarse con uno de los niños de antes llorando en el suelo sujetando su rodilla. Dio un paso para acercarse pero su cuerpo se detuvo de inmediato y sin comprender porque se ocultó detrás de un contenedor. Habías visto al niño caer así que te apresuraste a acercarte.

—Déjame ver —le dijiste al pequeño mientras tomabas su rodilla en manos— me alegra que no sea nada grave. —Sonreíste mientras de tu bolsa sacabas algo para limpiar la herida y unas banditas de colores— Tengo de gatos y de helados ¿Cuál quieres?

El niño señaló una azul con un gato naranja en ella y se la pusiste sobre la herida. Después lo ayudaste a ponerse de pie mientras le recordabas que debía ser más cuidadoso. Él te sonrió y te agradeció antes de decirte que ya no le dolía y volver a correr. Con una sonrisa seguiste tu camino.

Kuko se ocultó más al ver que pasabas cerca de él. No tenía idea de porque actuaba así si se supone que te había estado buscando los últimos días. No salió de su escondite hasta que te perdiste entre las calles.

—Que demonios me pasa —bufó— parezco un maldito acosador.

Pero muy dentro de él se preguntaba si aquel día que le dejaste el paraguas te habrías marchado sonriendo con una sonrisa igual a la que le mostraste al niño.

Los días siguientes se encontraba caminando por esas mismas calles sin darse cuenta, siempre yendo a la misma tienda y comprando la misma bebida para después regalarla por el camino. Pero una tarde antes de entrar a la tienda escuchó una risa que lo hizo detener sus pasos, un sonido radiante. Se giró con lentitud y te vio riendo de las palabras de una mujer mayor que atendía un puesto de takoyaki. Su mirada se detuvo sobre tu perfil mas de lo debido, sus oidos guardando el sonido de tu risa en lo profundo de su mente. Un cosquilleo extraño recorriendo su estómago.

Sentiste una mirada sobre ti así que te giraste pero no había nadie. Le restaste importancia y seguiste con tu conversación con la señora quien alegre te regaló una porción extra.

Kuko se encontraba de nuevo frente a la caja registradora con la bebida en manos, dejó las monedas y salió con el corazón latiendo más rápido de lo normal. No puede ignorar la desilusión que sintió al no verte. Apretando la bebida en su mano.

—Ni siquiera tengo sed.

El camino de regreso estaba lleno de confusión. Cada paso una pregunta sin respuestas, cada metro recorrido un camino que sabía que volverá a pisar mañana. Y aún no descubría el motivo.

Un par de días más tarde, Kuko regresaba al templo después de no encontrarse contigo una vez más. Entonces el ruido de una discusión atrajó su atención, un par de adolecentes molestaban a un niño más pequeño, Kuko caminó con paso firme hacia la escena pero se detuvo antes de ser visible al ver la figura que se interpuso entre los adolescentes más altos que ella y el niño.

—Si esto les parece tan divertido ¿me podrían explicar que es lo gracioso? —los miraste con firmeza.

—Solo estábamos jugando —respondió uno de ellos.

—¿Jugando? ¿Entonces porque solo ustedes se divierten?

—No era para tanto —habló otro.

—Sabes yo también quiero jugar —diste un paso al frente y con cuidado dijiste el nombre de cada uno de ellos, los habías escuchado antes de acercarte— y me parecería tan divertido dar una visita a su escuela y hablar con sus profesores sobre lo que hacen después de clases.

Ellos se miraron uno al otro para después balbucear tonterías y marcharse. Entonces te giraste hacia el niño para asegurarte de que estuviera bien.

—Fuiste muy valiente —le limpiaste una lágrima de la mejilla— no tengas miedo de pedir ayuda, no importa que tan grandes sean siempre habrá alguien aún más grande y si no, está onee-san puede ayudarte de nuevo.

—Gracias… —Le revolviste el cabello con una sonrisa.

—Vamos —tomaste su mochila y te la colocaste al hombro— te acompañaré a casa.

Kuko respiró con fuerza mientras te observaba alejarte, su corazón latiendo con fuerza de nuevo.

—Así que esa sonrisa no es todo lo que tiene… —sin darse cuenta en su propio rostro se formó una sonrisa orgullosa.

La confusión de Kuko fue evidente para quienes lo rodeaban, su voz siempre escandalosa había disminuido dos tonos y más de una vez lo encontraron distraído con la mirada perdida rumbo a la montaña.

—Parece que al fin encontraste la soga que llevarás en el cuello —se burló un día su padre.

—¡¿Qué idioteces dices, anciano?! ¡Nadie me pondrá una maldita soga al cuello!

—Si, eso dicen todos —rio, una risa que molestó a Kuko más de lo debido pues dejaba ver que su padre sabía mejor que nadie lo que él estaba pasando, aún así su orgullo no le permitiría preguntar al respecto, encontraría la respuesta por si mismo.

Así que esa tarde, tomó el paraguas y salió decidido a devolvértelo así tuviera que vagar por toda la ciudad para encontrarte. Sin embargo su determinación se desvaneció al llegar al parque cercano a la montaña. Los cerezos en flor se mecían por el viento dejando caer los pétalos como si fueran una ligera lluvia. Y en el centro de todo estabas tu, con la mirada hacia el cielo disfrutando del espectáculo. El mundo parecía haberse detenido solo para ti.

Los músculos de Kuko se relajaron como si él mismo estuviera a tu lado compartiendo tu tranquilidad. Está vez no se escondió, simplemente se quedó ahí observándote hasta que te marchaste. Su corazón martilleando con tanta fuerza que podía escucharlo.

Y como si le hubieran golpeado el estómago la revelación llegó a él.

—Maldición… ¡No! Yo solo quiero devolverle su paraguas… —su mano libre se posó en su frente mientras suspiraba con fuerza— Ahhh, estoy jodidamente perdido… perdido y encima enamorado… Mierda.

Los siguientes días Kuko estuvo aún más distante que antes, su mente tratando de negar lo que su corazón ya había aceptado. Hasta que una tarde la lluvia lo sorprendió en la entrada del templo y Kuko lo interpretó como una señal. Abrió tu paraguas y salió a buscarte en las calles.

Recorrió las rutas por dónde te había visto antes sin resultado, después de un par de horas estaba por rendirse y volver cuando escuchó tu risa. Su corazón se detuvo un segundo antes de que sus pasos siguieran tu sonido. Al doblar la esquina te vio riendo con un señor mayor que caminaba despacio con su bastón, le estabas ayudando a llevar sus compras a casa mientras le sostenías el paraguas para que no se mojara, tu hombro estaba empapado.

—Tonta —Kuko sonrió antes de avanzar.

—Me alegra que su gato se haya recuperado y vuelva a ser el mismo travieso de siempre… —tu voz se detuvo al sentir que la lluvia dejaba de mojarte, giraste el rostro y lo viste.

—Te estabas mojando —Kuko dijo lo obvio sin apartar su mirada de ti.

—Tienes razón, gracias —le sonreíste antes de continuar conversando con el anciano, sin decir nada mas Kuko te quitó las bolsas que llevabas y comenzó a caminar a tu paso asegurándose de que ni una gota te tocara.

Cuando llegaron a la casa del hombre y le dejaron sus compras, él les agradeció con un par de dulces. Se quedaron unos segundos en silencio bajo el tejado de la casa, observando la lluvia que caía con fuerza.

—Oye… —Kuko estiró la mano con la que sostenía el paraguas hacia ti— Esto es tuyo ¿no?

Aunque intentó fingir que es algo que no le interesa, su mirada se desvió ligeramente mientras el rubor cubría sus orejas. Todo el valor y todo lo que había planeado decirte se desvaneció ante tu cercanía.

—No creí que lo fuera a recuperar —lo tomaste, tus dedos apenas rozando los suyos, él bajó la mano sintiendo la sensación en su piel— ¿Tuviste una buena siesta aquel día?

—Supongo que debo agradecerte por eso…

—No es necesario —sonreíste y su corazón latió con más fuerza— con que hayas descansado bien es suficiente.

—Bueno, me iré primero —dio un paso hacia la lluvia.

—¡Espera! —lo tomaste de la chaqueta— ¿Vas hacia el templo? Mi casa está cerca podemos caminar juntos, así ninguno de los dos nos resfriamos. —Y sin poder negarse ante esa sonrisa, Kuko asintió. Caminaron hombro con hombro, él siempre asegurándose de que el paraguas te cubriera sin importar si él se mojaba un poco.

—Sabes te estuve llamando la chica del paraguas pero ahora que lo pienso suena bastante estúpido, así que creo que sería mejor si me dices tu nombre… aunque no es que realmente importe. —Su mirada desviada hacia otro lado para que no notaras el ligero rubor de sus mejillas.

—Así que la chica del paraguas ¿eh? —reíste un poco y luego le dijiste tu nombre, él lo repitió en voz baja como si fuera un Sutra.

—Yo soy… —lo interrumpiste.

—Harai Kuko —sonreíste.

—Supongo que era obvio que supieras después de todo soy el líder de la división de Nagoya —negaste.

—De hecho, te conozco desde hace mucho —Kuko se detuvo un segundo antes de seguir caminando, su mente repasando con velocidad todos los rostros que había conocido en su vida. Suspiró rindiéndose.

—¿Exactamente desde hace cuánto?

—Fuimos a la misma secundaria, fuiste mi senpai —respondiste con calma, como si el que no supiera quién eras no fuera relevante. Kuko se detuvo de nuevo, con el seño fruncido.

—No te recuerdo —admitió y luego volvió a caminar.

—Era obvio, yo era una estudiante común y tú… bueno tu eras tu —soltaste una risita— las pocas veces que nos cruzamos en los pasillos fueron cuando escapabas de los profesores.

—Supongo que si era yo —rio con resignación— Entonces escuchaste de la vez que me arrestaron.

—¿Cuándo salvaste a aquel chico de saltar de la azotea? Si… Aunque me parece irónico que uno de sus abusadores saltara por si mismo, me pregunto que tanto lo habrás asustado.

Y por primera vez Kuko no supo cómo sentirse respecto a su reputación. Tenías un tono de voz neutral pero tus palabras habían soltado algo importante, había ocasiones en las que él daba miedo. Sus pasos se detuvieron de nuevo.

—¿Y que si lo asusté? Se lo merecía… —Entonces algo dentro de él dudó— ¿Crees que doy miedo?

—Estoy segura de que en ciertas circunstancias si, lo suficiente como para que una caída de tres pisos parezca mejor opción… Pero a veces dar miedo esta bien, sobre todo si es por proteger a alguien.

—Aunque no es la mejor reputación para un monje —se burló.

—Pero si lo hiciste por proteger debe contar como buen karma ¿no?

—Supongo que si.

—Esa es mi casa —señalaste y se acercaron a la puerta— llévate el paraguas, me lo devuelves otro día.

—¿Otro día?

—Si, seguro nos volvemos a encontrar —sonreíste y él sonrió de regreso.

—“El que recibe bondad, tarde o temprano la devuelve”. —Tomó el paraguas—. Y ahora yo te debo dos favores así que asegúrate de cobrarlos.

—Lo haré, nos vemos pronto monje de mala reputación.

—Pronto, chica del paraguas.

Kuko caminó sin prisa bajo la lluvia hasta llegar al templo, dejó el paraguas en la entrada con más cuidado del habitual. Se acercó a encender un incienso y mientras veía el ligero humo ascender caminó hacia la estatua de buda y se arrodilló.

—“Buenas acciones traen buenos frutos, malas acciones traen malos frutos”… Si está acción fue buena déjame ver su buen fruto… que ella quiera verme de nuevo… —Entonces abrió los ojos sintiéndose incómodo y se puso de pie—. Tsk, que ridículo. De todas las cosas… rezando por una mujer…

Pero después volvió a cerrar los ojos y silenciosamente terminó su oración.

Al día siguiente, después de ser forzado a terminar sus deberes, Kuko salió a caminar dejando que sus pasos lo guiaran, esperando ver el buen fruto. Camino por la calle donde siempre compraba una bebida con la excusa de encontrarte, y al no verte se dirigió al camino de la montaña, tampoco estabas ahí. La angustia se asentaba en su estómago. Hasta que escuchó tu voz.

—¿Las cajas de naranjas también por la puerta trasera? —estabas inclinada levantando una caja llena de fruta, con varias más a tu alrededor.

—Si, y las de manzanas también —Estabas ayudando a la mujer de la frutería que se había lesionado un brazo.

Kuko no lo pensó y caminó hacia ti, sin decir nada tomó una de las cajas y te siguió dentro del local. En unos cuantos minutos habían terminado y la dueña les regaló una bolsa de fruta a cada uno.

—Eso fue muy amable de tu parte —le sonreíste y él casi se ahoga con la manzana que acababa de morder haciendo que rieras mientras le golpeabas la espalda— supongo que estas haciendo buen karma.

—Eso no fue por karma… —las palabras salieron mas rápido de lo que las pensó— fue por ti.

—¿Por mi? —levantaste la mirada pero él desvío la suya para otro lado— Siempre supe que eras alguien muy amable. —una sonrisa tímida se formó en tus labios.

—Oye… si no tienes prisa podemos ir al templo a recoger tu paraguas… solo si quieres.

—Tengo tiempo.

Caminaron hablando de cosas sin importancia hasta llegar a la entrada del templo, Kuko te guió hacia la zona privada donde vivía y te invitó a pasar, sin saber que su padre estaba del otro lado de la puerta bebiendo té.

—¿Una amiga? —y el tono burlón que usó al decir “amiga” hizo que Kuko se sonrojara de inmediato.

—¡No! ¡Digo si! ¡Ahhh! ¡No molestes maldito viejo! —huyó por un pasillo en busca del paraguas dejándote de pie en la entrada.

Su padre te invitó a pasar y te ofreció una taza de té, le agradeciste el gesto y aceptaste con gusto. Observaste el lugar y tu mirada se detuvo en el enorme y bello jardín que te saludaba a través de la ventana.

—Deberías decirle que te lleve a verlo —te dijo mientras colocaba la taza de té delante de ti— cuidarlo es de las pocas tareas que hace sin quejarse.

—Me cuesta imaginarlo entre las flores —soltaste una risita.

—Supongo que no queda nada con su personalidad —sonrió como si recordara algo bueno— pero a pesar de todo es un buen chico.

—Lo sé, es muy amable, siempre lo ha sido —un ligero rubor apareció en tus mejillas.

—Si que dio buen fruto…

—¿Disculpe?

—No, no es nada. Bueno me retiro, cuando ese mocoso regrese dile que te lleve al jardín. —Se puso de pie— Fue un placer. —Abandonó la habitación y al girar encontró a Kuko con el rostro rojo y la mirada hacia el suelo, el paraguas en mano, escondido, escuchando. Le palmeó el hombro y sin decir más se adentró en sus aposentos.

Cuando Kuko apareció tus ojos seguían fijos en el jardín, él se sentó a tu lado desviando la mirada para que no vieras los rastros de vergüenza en sus mejillas. Colocó el paraguas en tu regazo.

—Cuando termines tu té, puedo llevarte… —señaló el jardín con la cabeza—. Si quieres…

—Me encantaría —sonreíste y él sintió como su corazón latía el doble de rápido.

Pronto te llevó al enorme arco que indicaba el inicio de aquel jardín, un camino de piedra serpenteaba por el lugar hasta llegar a un puente de madera que atravesaba un pequeño estanque, había diferentes árboles pero los que más destacaban eran los cerezos en flor. En silencio comenzaron a caminar, te detenías y observabas y Kuko esperaba paciente a tu lado.

—Es hermoso —soltaste al observar unas flores, Kuko inmediatamente infló el pecho con orgullo.

—No es la gran cosa…

—Escuché que tú lo cuidas.

—Bueno, si —se rascó la nuca un poco avergonzado—. ¡Pero es porque me obligan! No es como que me guste… Si quieres podemos alimentar a los peces.

Asentiste y él te llevo hasta el borde del estanque donde podías ver a varios peces Koi nadar. Kuko fue por el alimento pero al volver se quedó sin aliento, su mente recordando la escena de los cerezos. Te habías inclinado hacia el estanque, tus dedos rozando el agua con suavidad mientras el cerezo más cercano depositaba sus pétalos a tu alrededor.

—Maldición, debí haber hecho algo muy bueno en mi otra vida para poder cruzarme en tu camino —murmuró tan bajo que apenas se dio cuenta de que el pensamiento había escapado por sus labios.

Tu mirada estaba fija en los peces que se arremolinaban cerca de tus dedos esperando que los alimentaran. Escuchaste a Kuko acercarse pero no te levantaste, él se colocó a tu lado y te enseñó a alimentar a los peces.

—Si no regresabas pronto estaban por devorar mis dedos —bromeaste.

—Es que siempre les han gustado las cosas bonitas —nuevamente su boca habló antes que su mente pudiera pensar—. Digo… deben tener cosas bonitas en el estanque…

—Gracias —soltaste una risita que le aceleró más el corazón— aunque no se si el hecho de ser atrayente como comida para peces sea bueno.

—Eres bonita. —Al darse cuenta de sus palabras se puso de pie de golpe, había sido tan directo que por un momento sintió que su corazón se detuvo.

Te giraste a verlo al escuchar la honestidad en sus palabras, pero él estaba girado en otra dirección evitando tu mirada con las orejas rojas. Pronto tu rostro estuvo del mismo color, tu mirada se quedó fija en el agua.

—No es que te esté mirando… —su cerebro buscaba desesperadamente una excusa— Si te miro, pero… ¡Maldición! ¡Simplemente no estoy ciego! ¿Si?

Una risita salió de tu boca aligerando el ambiente, te pusiste de pie y él al fin se giró hacia ti, ambos con las mejillas de otro color.

—Gracias… por pensar eso de mi.

Kuko volvió a sentir que el aire le faltaba al ver la sonrisa que le regalaste. Sin pensarlo su mano se dirigió a tu cabello y quitó un pétalo que se había enredado en los mechones que se mecían con el viento, sus dedos rozando por un segundo tu mejilla.

—Maldición… de verdad me gustas mucho…

Tu rostro se encendió de inmediato mientras tus ojos se abrían por la sorpresa, Kuko asimiló sus palabras demasiado tarde y retrocedió un paso de casi un salto balbuceando incoherencias. Y como si Buda lo escuchara, su padre lo llamó para que ayudara con unos visitantes. Con una disculpa tonta se marchó, más bien huyó, dejándote con el corazón acelerado.

Volviste a casa con pasos lentos, el corazón a punto de saltar fuera de tu pecho y muchas cosas en la mente. Sabías que él era directo, sincero pero esto… no esperabas esto. Podías escuchar sus palabras con la misma claridad que si lo tuvieras al lado. Estabas tan perdida en tus pensamientos y las emociones que habían sido desatadas que no escuchaste los pasos que corrían hacia ti.

—¡Oye! ¡Espera! —ni siquiera lo escuchaste pensando que su voz era obra de tu imaginación, hasta que se interpuso en tu camino, su respiración entrecortada por la carrera—. ¡Te estoy llamando desde… desde que saliste del templo!

—No te escuché —tu voz salió en un susurro opacado por el sonido de tu corazón.

—Ya lo… noté —respiró profundo tratando de recuperar el aliento— ¿Por qué… te… fuiste?

—Estabas ocupado…

—¡No lo estaba!... Bueno si pero no para que te fueras… ¡Ahhh! ¡Maldición! —Se pasó las manos por el rostro frustrado de que las palabras no salieran como él quería—. Aún tenía que hablar contigo…

—¿Sobre qué? —tus mejillas se encendieron.

—Sobre… —respiró profundo, está vez no por falta de aliento si no para buscar valor— sobre mi estupidez de hace rato… mi boca no siempre espera a mi cerebro antes de abrirse.

—Ya lo noté —una pequeña risa brotó de tu garganta y él sonrió—. Te escucho.

—Lo que dije en el jardín… no quería decirlo así, bueno si… pero me preocupa que te haya asustado o…

—¿O qué?

—O que no te gustará que alguien como yo te lo dijera. —Los segundos de silencio que siguieron a sus palabras fueron más difíciles para él que cualquier batalla que hubiera enfrentado.

—No me asustaste… —hablaste por fin—. Y no me disgustó…

—“Cuando la mente deja de temer, el corazón respira otra vez” —murmuró antes de soltar todo el aire que contenían sus pulmones— ¿De verdad?

—De verdad.

—Maldición —se pasó las manos por el cabello sintiendo como el alivio lo envolvía— Estuve a punto de morir.

—No seas exagerado —reíste.

—¡Es enserio! —replicó mientras la sonrisa se extendía por sus labios—. Creí que te fuiste porque… no sé… porque me odiabas o porque no querías volver a verme…

—No te odio… —Tu rostro se cubrió por completo de color rojo y desviaste la mirada—. Yo diría que podría ser lo contrario.

Kuko se quedó inmóvil sintiendo como su corazón golpeaba tan fuerte contra sus costillas que estaba seguro de que podía escucharlas crujir. Su boca se abrió y se volvió a cerrar, una vez, dos veces.

—Repítelo… por favor.

—No te odio.

—¡Me gustas! ¡Desde el día que me dejaste el paraguas! ¡No tienes idea de cuántas veces subí esa maldita montaña esperando verte de nuevo! —las palabras empezaron a fluir como un torrente sin control— ¡Cuantas veces caminé por las calles buscándote! ¡Y cuando te encontré no tuve el valor de acercarme! ¡Me sentía como un maldito acosador! ¡Pero es que no entendía lo que me hacías..! Lo que me haces. —Sin pedir permiso tomó tu mano y la puso sobre tu pecho—. ¿Lo sientes? ¡Hasta a Buda le recé por ti!

—Kuko…

—Quisiera darte tiempo para pensarlo pero… Maldición, no puedo. Dime algo, lo que sea. Mucho mejor si me dices que me amas antes de que meta la pata de nuevo y te bese.

—Yo… —la respuesta se atoró en tus labios por la intensidad de sus palabras— yo también siento lo mismo… desde que salvaste a ese chico en la secundaria.

Kuko no pudo más, sosteniendo tu mano aún sobre su pecho te atrajó hacia él, con su mano libre te acercó más y de un rápido movimiento unió sus labios a los tuyos. Un beso torpe, inexperto, desesperado pero lleno de todas las emociones que se arremolinaban en su interior. Se separó de tus labios como si prefiriera morir antes de alejarse un centímetro mas, su frente sobre la tuya, la calidez de su aliento mezclándose con el tuyo.

—Creo que tengo mucho que agradecerle a Buda —sonrió sobre tus labios.

—Tenemos, querrás decir —soltaste una risita que él no tardó en atrapar con sus labios, dejándote nuevamente sin aliento.

—¡Quiero que seas mía! —sus ojos fijos en los tuyos— ¡Espera! ¡No de poseer!... Bueno tal vez… ¡No! ¡Ahhh, esto es jodidamente complicado!... ¡Quiero estar contigo hasta que este cuerpo deje de respirar!

—Yo también quiero… —tus palabras atrapadas con un nuevo beso.

—¡Ahora soy tu novio! —declaró con una gran sonrisa que imitaste inmediatamente mientras asentías.

—No lo has pedido adecuadamente —te burlaste.

—¿Ah? Entonces… —intentó alejarse un poco pero lo atrajiste de nuevo y está vez tu iniciaste el beso.

—No fue adecuado… fue perfecto.

Kuko te abrazó con fuerza y te besó una vez más. Sintiendo que era el hombre mas afortunado del mundo pues su buen karma le había dado el mejor fruto de todos. Tu.

—¿Te acompaño a casa? —asentiste entrelazando su mano con la tuya. Empezando a recorrer un camino que los acompañaría toda la vida.

Notes:

Planeo hacer una historia por cada personaje de Hypnosis Mic, pero como tengo otros proyectos en curso los iré escribiendo poco a poco.

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