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El aire en la habitación del departamento de Taehyung olía a café recién hecho, a la colonia de pino que Yoongi siempre usaba y suave aroma que se volvió la adicción del alfa.
Al mismo tiempo, había una tensión eléctrica, casi palpable, que siempre los precedía al momento de iniciar cualquier transmisión en vivo. Taehyung, sentado en el borde de la cama con un suéter holgado de color beige que le quedaba como una tienda de campaña, respiraba hondo, tratando de que el movimiento no fuera evidente.
Seis meses.
Seis meses de un secreto que crecía con más voracidad que cualquier rumor de la industria. Bajo la suave lana, su vientre era una curva firme y redonda, un planeta en órbita privada que cambiaba su centro de gravedad, moldeandose ante la nueva vida que se formaba allí.
Un mundo que, en aproximadamente veinte minutos, tendría que ser invisible.
—¿Estás bien? ¿No te duele la espalda? —la voz de Yoongi, grave y rasposa como papel de lija fina, llegó desde donde ajustaba el trípode de la cámara—. Quédate en el sofá toda la transmisión, Taehyung-ah.
No levantó la vista, pero su pregunta estaba cargada de una preocupación que solo Taehyung podía decodificar. En público, Min Yoongi era cerrado, sarcástico, la calma personificada y un hombre misterioso que pocas apariciones hacia después de su servicio militar y la demanda de la industria.
En consecuencia, por una serie de rumores que afectaron un periodo de tiempo a Yoongi, el alfa se alejó del público, y solo cumplía estrictamente con las demandas que le daba la empresa al ser integrante activo de BTS. Era definitivamente, de las mejores decisiones que había tomado.
Ahora, con el álbum nuevo a salir y el tour mundial aproximándose, tenían que tomar serias decisiones de su vida; con el embarazo de seis meses, que por ahora, era un secreto, se desarrollaría hasta llegar el comeback ,que Taehyung no participarían por "cuestiones de salud", haciendo nula su aparición y dándole la oportunidad de disfrutar sus últimos meses de embarazo.
Para marzo, Taehyung estaría con su recién nacido, y por lo tanto, darían aviso a lo siguiente; la llegada del bebé y el inicio del tal esperado tour. La empresa, después de negativas por la noticia, les había dado la oportunidad de hacerlo público y atrasar su regreso. Sin embargo, para Taehyung no se le hacía justo por tanta espera de los fans y los años de planeación que tenía la banda para ese proyecto. Y Yoongi, sobre todo, quería privacidad para la llegada de su hijo, que su omega diera a luz en paz.
En la intimidad de estas cuatro paredes, con el aroma dulce y profundo a fresas y vainilla, con un toque de leche que ahora emanaba de Taehyung —y para Yoongi, un aroma inequívoco, intensificado por el embarazo— hacia a su alfa volverse protector, casi posesivo, en una fortaleza de acero.
—Estoy muy cómodo, hyung —murmuró Taehyung, acomodándose sobre un cojín estratégicamente colocado desde el sofá—. El mini tú ha estado muy activo hoy.
Una sonrisa tímida, destinada solo a Yoongi, asomó en sus labios.
Yoongi finalmente lo miró. Sus ojos oscuros, usualmente impasibles, se suavizaron por un instante, una fracción de segundo en la que el mundo se reducía a ellos dos y al latido secreto que compartían; con una sonrisa orgulla, brilló con entusiano hacia la mención de su mejor creación en esta vida.
Luego, el profesionalismo, esa máscara vital, volvió a asentarse.
—Tae, tenemos noventa minutos pactados. La empresa quiere que hablemos del nuevo álbum, de la gira… lo de siempre. Nada de preguntas fuera del guión —dijo antes de acariciarle, momentáneamente su vientre—. Tú… solo siéntate recto y evita moverte demasiado hacia adelante.
—Esta bien, recto —repitió Taehyung, con una mueca. Ser “recto” era un concepto relativo cuando tu cuerpo decidía arquearse para acomodar una nueva vida. El suéter era su escudo. Una capa gruesa y cómoda que, combinada con el ángulo cuidadosamente calculado de la cámara, que Yoongi y el staff acomodaron de la cintura para arriba, podría ser suficiente, mientras él solo se encargaba de relajarse en el sofá.
BTS como banda, se había presentando así; un grupo de siete alfas que eran la sensación mundial sobre lo atractivo, talentosos y carismáticos que eran. Sin embargo, la realidad era otra. Taehyung era un omega, que decidió mentir sobre segundo género para cumplir su sueño de ser ídolo, el cual, resultó en ser uno de los ídolos más famosos del kpop y en un bebé que se movía en su interior, producto de su relación con Yoongi.
La luz del anillo se encendió con un suave zumbido, bañando la habitación en un blanco clínico. El teléfono, conectado al trípode, mostró la vista previa. Taehyung se vio a sí mismo: pelo oscuro despeinado con cuidado, rostro un poco más lleno de lo habitual, atribuible, esperaba, a la masa corporal que aumentó en la pausa del grupo y sin duda, de GYM que se habían sometido meses atrás antes del embarazo.
Sus ojos grandes, reflejaban un brillo de nerviosismo que intentó ahogar con su sonrisa pequeña. A su lado, Yoongi, más pequeño en estatura pero imponiendo una presencia inmensa, se sentó en el otro extremo del sofá, su brazo rozando el de Taehyung. Un contacto casual, normal entre compañeros de banda. Para ellos, un lazo más de lo que claramente, ya los unía.
Yoongi hizo clic en “transmisión en vivo”. El contador de espectadores comenzó a subir como espuma, miles, luego cientos de miles, nombres y corazones inundando la pantalla de comentarios.
—Hola, ARMY —comenzó Yoongi, su voz calmada y familiar llenando el espacio digital —. Aquí estamos, de nuevo. Un poco improvisado, pero queríamos pasar un rato con ustedes antes de navidad.
Yoongi no había hecho aparición desde hace mucho, así que los comentarios eran explosivos sobre su aparición. Taehyung, quien había hecho pequeños live sin mostrar por completo su cuerpo, estaba tímido. Hace más de seis años, en 2019, había sido la última vez que ambos habían hecho un live juntos, cuando interrumpió a Yoongi en su en vivo por la celebración de su cumpleaños.
Taehyung saludó con la mano, su "¡Hola!” un poco más agudo de lo pretendido.
—Echo de menos esto —dijo Taehyung, menos nervioso—. Los otros chicos no deben tardar en llegar —Yoongi asintió—. Nos estamos preparando para el próximo año, esperen con ansias como nosotros el anuncio que se hará.
Los primeros minutos fluyeron con la fluidez de la práctica años. Hablaron del proceso de grabación, de las noches en el estudio, de la emoción y el agotamiento de la gira que se avecinaba. Taehyung se reía de los comentarios graciosos, a veces apoyaba inconscientemente una mano en su costado, justo donde había sentido un suave aleteo minutos antes. Cada vez que lo hacía, los ojos de Yoongi, que parecían estar absortos en la pantalla, se desplazaban hacia él por una milésima de segundo.
Hoseok apareció en el momento justo, para sentarse a su lado, y Jungkook, quien estaba un poco ansioso, llegó cuatro minutos después, usando la excusa de estar cansado para cubrirlo con su cuerpo casi encima de él. Yoongi apreciaba eso, que todos los integrantes por naturaleza, se organizaran para proteger el secreto, una nueva misión para proteger y amar al bebé, que ya esperaban con ansias.
Leyendo comentarios mientras Hoseok hablaba de las horas largas de prácticas de baile, Yoongi podía ver desde su tableta los típicos comentarios de shipps, preguntas tipicas de su vida y comentarios en otros idiomas que la app no traducía de manera correcta.
Hubo uno en particular, que Yoongi soltó una risita, justo en el momento que Jungkook y Taehyung discutían sobre quien llegaba más tarde a las reuniones de la banda y a las grabaciones. Yoongi siempre le daba risa esos comentarios, dónde había fans que shippeaban a Taehyung con otro integrante. Yoongi a veces lo prefería así, que los demás se hicieran ese tipo de ideas sin saber la verdad. Taehyung era suyo desde 2017, en ese viaje a Hawai que lo cambió todo, con años forjandose en un secreto entre la banda, amigos, familia y la empresa. Y con el bebé en camino, un anhelante sello final.
Fue alrededor de los quince minutos del live, fue cuando la comodidad inicial comenzó a agrietarse. El bebé, quizás excitado por las voces o por la adrenalina de su padre omega, decidió que era hora de una sesión de gimnasia. No era el suave revoloteo de las primeras semanas. Era una patada firme, un rodamiento distintivo que hizo que Taehyung contuviera la respiración.
—¡Taehyungie! —dijo Hoseok, notando su expresión de sorpresa—. Acabas de recordar algo divertido de la sesión de fotos, ¿verdad?
Le lanzó un salvavidas, una oportunidad para explicar su sobresalto.
—Ah, sí —Taehyung rió, un sonido un poco forzado—, cuando Jin hyung se tropezó con el reflector… eso fue épico —mientras hablaba, se ajustó discretamente el suéter, tirando de la tela hacia adelante para que colgara más suelta—. ¡Oh, namjoonie! ¡Hola!
Namjoon hizo una aparición graciosa, a lado de Jimin, quien llegaba después de estar todo el día en casa. El último fue Seokjin, con su característico rostro. Jugaron un poco entre ellos, a veces Seokjin, con solidaridad, ofreciendole una botella de agua a Taehyung. Taehyung solo negaba con una sonrisa.
Pero la suerte no estaba de su lado. Un espectador agudo, con el seudónimo de su nombre con el de ellos, comentó.
“¿Alguien más nota que Taehyung se toca mucho el estómago? ¿No se siente bien? :(”
El comentario ganó rápidamente corazones y respuestas.
“Parece incómodo.”
“Está más callado de lo normal.”
“Su cara se ve más llena, ¡pero linda!”
Taehyung sintió que un sudor frío le recorría la espalda cuando Yoongi, directamente, le hizo una seña, pasándole la tablet para leer los comentarios.
—Oh, cierto —dijo rápidamente, dirigiendo una amplia sonrisa a la cámara —. Tengo un poco de indigestión. Ayer cené ramen a las 2 am, así que no fue una buena combinación —era una excusa débil, pero lo mejor que pudo improvisar—. Llegué a Corea hace pocos días por una sesión de fotos de Celine, así que también mi rutina debido a los viajes a cambiado mucho.
Jimin intervino, su tono ligeramente más firme.
—¿Recuerdan lo que pasó ayer? —desvió la atención—. Solo diré que Taehyung tiene una parte ad-lib increíble en el segundo verso.
La estrategia funcionó por unos minutos. Namjoon habló de letras, de coreografías. Taehyung se sumergió en la discusión, sus gestos volviéndose más amplios, más naturales. En un momento de éxtasis al describir una armonía, se inclinó hacia adelante, afirmando el cojín.
—¿Algún proyecto personal en el que estén trabajando? —leyó Yoongi de los comentarios que fluían como un río plateado en la pantalla.
—Hmm... muchos —respondió Taehyung, su voz un poco más suave de lo habitual—, pero son un secreto. Se llevarán una gran sorpresa pronto —su mano, debajo del cojín, se posó por un instante en su vientre, un gesto rápido, instintivo, antes de volver a apoyarse sobre su muslo—. Esperen el tour con ansias.
Nadie en el chat pareció notar el movimiento fugaz. Nadie, excepto Yoongi. Sus ojos de alfa, afilados como obsidiana, captaron el gesto. Percibió, como siempre, el cambio sutil en su aroma, a cinco meses para cualquier alfa emparejado, pero que para el resto del mundo era solo era Kim Taehyung.
—Si —añadió Yoongi, su voz ronca arrastrándose como la seda sobre piedra—Grandes sorpresas. Después de seis años, estamos preparándonos para el gran tour de nuestra carrera.
La transmisión en vivo continuó durante cuarenta y cinco minutos más. Cuarenta y cinco minutos en los que Taehyung rió, bromeó, cantó un pequeño trozo de Snow flower y evitó cuidadosamente ponerse de pie o hacer movimientos bruscos. Cuarenta y cinco minutos en los que el suéter beige hizo su trabajo, ocultando el suave pero innegable abultamiento que curvaba su abdomen. Un abultamiento que, para Taehyung, era el universo entero. Para Yoongi, la razón de cada latido de su corazón.
—¡Los amamos, ARMY! —exclamaron todos, al final, lanzando un beso a la cámara—. ¡Cuídense mucho! ¡Felices fiestas!
—Gracias por acompañarnos —dijo Jungkook, con una leve inclinación de cabeza—. Hasta la próxima.
El administrador cerró la transmisión. La palabra EN VIVO desapareció de la pantalla, y la sala de estar del departamento de Taehyung se sumió en un silencio repentino, solo roto por el zumbido tenue de los equipos. La tensión que Taehyung había sostenido en sus hombros, en su sonrisa, en cada músculo de su cuerpo, se desvaneció de golpe. Un suspiro largo y profundo escapó de sus labios.
Inmediatamente, todos se movieron. No era un movimiento rápido ni dramático, sino una transición fluida y decidida.
—¿Estás bien, Tae? —preguntó Jimin ayudándolo a levantarse.
—Perfecto —dijo con cierta incomodidad—. Me cansé un poco de estar acostado. El bebé estaba pateando mucho.
La mención fue como un interruptor. Los otros cinco, aunque lo sabían y lo habían estado apoyado desde el primer día con un asombro y un cuidado silenciosos, siempre se detenían ante la realidad palpable. Todos miraron su vientre, ahora evidentemente protuberante bajo el suéter holgado ahora que se había relajado.
—¿Quieres té? —ofreció Namjoon al instante.
—Iré por una manta hacia... —dijo Jin, ya dirigiéndose hacia las habitaciones.
—No —Taehyung abrió los ojos y sonrió, una sonrisa verdadera, cansada pero radiante—, solo quería estirarme un poco, estaba dándome en las costillas.
—Debe tener un gimnasio ahí —comentó Hoseok—. Es curioso para un bebé que tiene de papá a Yoongi hyung.
Taehyung rio por el comentario, mientras Jimin y Jungkook se burlaban de ello.
Minutos después, Yoongi apagó la cámara principal, desconectó su micrófono y, sin una palabra, se arrodilló frente a la silla de Taehyung.
—¿Nervioso? —murmuró Taehyung, su voz ahora cargada de una fatiga dulce.
—Cállate —dijo Yoongi, pero su tono era tan suave como la nieve cayendo. Sus manos, aquellas manos largas y talentosas que creaban sinfonías en los estudios de grabación, se posaron con una reverencia infinita sobre las rodillas de Taehyung. Luego, lentamente, se deslizaron hacia arriba, sobre el suéter de lana, hasta encontrar la curva.
Taehyung dejó escapar otro suspiro, pero este era de alivio absoluto. Dejó que su cabeza cayera hacia atrás, cerrando los ojos. La máscara del ídolo perfecto se había desintegrado. Aquí, en la intimidad del estudio vacío, solo existían él, su alfa y la vida que crecía dentro suyo.
—Deberias descansar más —murmuró Yoongi, sus palabras amortiguadas por la tela—. El bebé necesita energía tuya.
—Estamos bien —admitió Taehyung en un susurro, sus dedos enredándose en el cabello plateado de Yoongi—. Tenía miedo que se notara.
—Nadie sabe nada —Yoongi alzó la vista. Sus ojos, usualmente impasibles—. Es lo mejor por ahora, Tae.
Con un cuidado exquisito, comenzó a subir el suéter. La lana cedió, revelando una camiseta de algodón blanco, y debajo de ella, la verdad. La curva firme y redondeada del vientre de Taehyung, de seis meses. Una pancita perfecta y prominente que alteraba por completo la línea esbelta que el mundo asociaba con el ídolo.
Yoongi contuvo el aliento. Aunque lo veía todos los días, el impacto nunca disminuía. Un fuego dulce y devorador le recorrió las venas. Su omega. Su omega embarazado. Su creación. Su legado. Los instintos alfa dentro de él rugían de orgullo y de una protección feroz, casi dolorosa.
Apoyó las manos a ambos lados de la curva, sintiendo su calor, su firmeza. Luego, inclinándose, presionó sus labios contra la tela de algodón, justo por debajo del ombligo de Taehyung.
—Has estado muy inquieto —susurró. Habían decidido no saber el sexo, pero Yoongi, en su intimidad, siempre se refería al bebé como a veces como "ella", en otras ocasiones, como "el". Taehyung, por su parte, usaba “él”. Era un juego silencioso entre ellos, una competencia para saber quién ganaba sobre el sexo del bebé—. ¿Te gustó el ruido de tus tíos?
Taehyung rió suavemente, una melodía pura, guiando una de las grandes manos de Yoongi a un punto específico en el lado izquierdo de su vientre.
Ambos guardaron silencio. El departamento de Taehyung era una cápsula de tiempo, aislada del mundo.
Yoongi lo llevó a su habitación compartida—la que habían convertido en un santuario desde el comienzo del embarazo. Las persianas estaban cerradas, la luz era tenue. En un rincón, había una mecedora nueva, un regalo que ambos sabían era de Namjoon. En el armario, mezclada con la ropa de diseñador, había una pequeña pila de ropa de maternidad suave que Hoseok había regalado en cuando se enteró. En la mesita de noche, junto a los audífonos de Yoongi y el libro de arte de Taehyung, había un frasco de vitaminas prenatales y una crema para las estrías que Jin insistía en que era “lo mejor del mercado”.
Yoongi lo acostó suavemente en la cama grande, arropándolo con las mantas. Luego, se despojó de su suéter, y se acostó a su lado, de lado, frente a él. Su mano regresó inmediatamente al vientre de Taehyung, ahora desnudo bajo las mantas, acariciando círculos lentos y hipnóticos.
—Debemos envolver los regalos de navidad para los chicos —dijo Taehyung en voz baja, observando el rostro pensativo de Yoongi iluminado por la tenue luz de la lámpara en forma de conejito que les regaló Jungkook.
—Espero le den algo al bebé —comenzó Yoongi, su voz un suave rumor—. Es justo que reciba regalos por navidad.
—Ni siquiera han nacido, Yoongi —dijo Taehyung riendo, una imagen vívida llenando su mente. Sonaba perfecto.
—¿Y eso qué? Santa Claus perfectamente puede dejarle su regalo también —continuó Yoongi, su mano bajando para acariciar la parte inferior del vientre, donde la piel estaba más tensa—. Ya está aquí.
El bebé pateó de nuevo, como en acuerdo.
—Parece que le gusta esa idea —sonrió Taehyung.
—Por supuesto. Ya es un malcriado —Yoongi bostezó, un bostezo amplio y de gato que hacía que sus ojos se entrecerraran. El estrés de la noche también lo había agotado.
Con la mano de Yoongi descansando firmemente sobre su vientre como un escudo, Taehyung se durmió. Soñó con un árbol de Navidad futuro, más grande, con un pequeño par de zapatitos al lado de pares más grandes, sus papás y tíos. Soñó con risas, con miradas cómplices, y con la paz de un secreto que eventualmente, cuando estuviera listo, se convertiría en el regalo más maravilloso para compartir.
Afuera, la nieve comenzó a caer suavemente sobre Seúl, cubriendo la ciudad con un manto de silencio blanco. En la habitación cálida, un alfa vigilaba a su familia dormida.
Iba a ser Navidad. Y en el silencio sagrado para esas noches, un nuevo milagro, pequeño y perfecto, seguía creciendo.
©Yoonxtaem
