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Y, ¿si fuera él?

Summary:

Ahora era el turno del pequeño Lucerys, ‘la perla’ como lo llamaban a veces, ‘la joya’, ‘el deleite del Reino’, tantos nombres para exaltar sus inexistentes virtudes, pero nadie parecía darse cuenta, solo él. Sabía de primera mano que Lucerys no era el apacible omega que aparentaba, llevaba su marca en la cara como un recordatorio permanente de lo que había pasado hacía años.

Notes:

Algo que tenía en la cabeza y no me dejaba en paz, porqué me distraía mientras intentaba actualizar mis otras 'fic-novelas', está inspirado en un fan art que vi por acá: https://ao3-rd-18.onrender.com/works/46144603/chapters/116290513 que esta muy genial por cierto.
Espero que les guste.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter Text

Aemond miró a Lucerys cuando entró al salón, todo sonrisas con gestos tiernos y amables para los invitados. Su cabeza se alzaba orgullosa sobre su elegante cuello, rodeado de un hermoso collar como correspondía a un omega de su rango, llevaba los hombros descubiertos, su traje era una mezcla de dos vestidos que se ajustaba a su cintura y caderas, para después caer suelto, tenía una abertura a los lados que le permitía moverse con soltura, el color verde aguamarina resaltaba entre los tules y sedas azules que formaban las capas de su vestido, la tela era tornasolada, arrancando destellos brillantes a la luz, dependiendo del movimiento del hermoso y tentador cuerpo del omega, del suave balanceo de sus caderas. Sus hombros se veían suaves y su cabello estaba sujetado en una trenza suelta, que adornaba con cadenas plateadas con perlas y algunas aguamarinas, resaltaba mucho al hacer contraste con su cabello oscuro. Lo más impresionante de Lucerys era el cambio que había tenido, el omega había florecido, era alto, delgado, pero con músculos definidos sin perder la suavidad de sus curvas. Sus ojos verdes brillaban con entusiasmo, reflejando la luz que iluminaba el salón, su nariz se había afinado un poco y sus mejillas no estaban tan redondas como cuando era niño, aunque seguían siendo suaves, resaltando sus pómulos. Su boca de labios llenos, con el inferior ligeramente más grande, era sumamente sensual.
Entró del brazo de su abuelo Corlys Velaryon, con Rhaenys a su lado y sus primas siguiéndolos junto a los demás miembros de la familia, saludaron a todos los invitados con los que se cruzaron, pudo ver el brillo de interés y algo más en los ojos de los alfas. Devoraban a Lucerys con la mirada, deseándolo, imaginándolo en su cama, llevando a sus cachorros... Sintió furia al ver cómo algunos no intentaban disimular su interés, como los Greyjoy, padre e hijo desnudaban a Lucerys con la mirada, con igual deseo malsano.
Lo maldijo una vez más, no era justo que Lucerys se hubiera quedado sin castigo alguno por la ofensa que le había hecho, le molestaba además el cambio que había tenido en los años que no lo había visto. La belleza que ahora tenía se sumaba a la fortuna que heredaría, las tierras, las propiedades, los títulos a su nombre, era sin duda la joya de Marcaderiva.
"Es un descarado, exhibiéndose así para tentar al alfa que quiera tomarlo", pensó enojado apretando sus manos. Era obvio que aquella celebración sería aprovechada por los Velaryon para conseguir enlazar a Lucerys, uno de los bastardos de la princesa heredera. Su madre siempre lo había dicho, los tres príncipes Velaryon no eran hijos del difunto Laenor, sino de Harwin Strong. Pero eso no parecía importarle a nadie, mirándolos admirar al hermoso omega de ojos verdes como el mar, como si estuvieran bajo un hechizo. Bueno, él no estaba bajo su hechizo, no era cualquier alfa que se doblegaba ante un Omega por hermoso que esté fuera.
"Es un bastardo, lo único que un omega así sabe hacer es abrir las piernas y ofrecerse". Eso era justo lo que hacía Lucerys, daba igual que se disfrazara con joyas y ropas finas, que fuera respaldado por una importante familia como los Velaryon, era un bastardo y todos en el reino sabían que no había omegas más lujuriosos que los bastardos.
Seguramente Luke ya estaba mojado bajo su hermoso vestido, su pequeño agujerito deseoso de tener algo dentro, tal vez los dedos, la lengua o la dura verga de alguno de los alfas a quienes les sonreía con 'amabilidad'. Su propósito como omega era conseguir una pareja que lo ayudara a cimentar su posición, pero dudaba que llegara puro a ese enlace, ‘la manzana no cae lejos del árbol’ solía decir su abuelo Otto, estaba seguro que Lucerys ya se había abierto de piernas para los guardias de su casa. A los omegas como él, llenos de lujuria y deseos pecaminosos, no les importaba con quién se acostarán siempre y cuando estuvieran satisfechos. Daba lo mismo que fingiera sonrojarse cuando saludaba a los alfas presentes, solo tontos como Ser Oscar Tully (que miraba a Lucerys embobado) se creerían que sus modales tímidos eran reales.
Él no era ningún tonto, podía ver a través del cuidadoso disfraz que su sobrino presentaba, era un papel que llevaba perfeccionando desde que se fue como pupilo de Rhaenys junto a sus hermanastras a Marcaderiva. Su abuela las había educado bien, ambas habían concertado alianzas poderosas por medio de su compromiso de matrimonio, Baela con su hermana alfa, Helaena Targaryen; y Rhaena con su primo y próximo señor de Antigua, Garmund Hightower.
Ahora era el turno del pequeño Lucerys, ‘la perla’ como lo llamaban a veces, ‘la joya’, ‘el deleite del Reino’, tantos nombres para exaltar sus inexistentes virtudes, pero nadie parecía darse cuenta, solo él. Sabía de primera mano que Lucerys no era el apacible omega que aparentaba, llevaba su marca en la cara como un recordatorio permanente de lo que había pasado hacía años.
No importaba cuantas sonrisas tímidas mostrara, cuantas miradas caídas tras batir sus pestañas en un inocente coqueteo, su dulce voz dando cumplidos corteses para elevar el ego del alfa que lo saludara, que sus delicadas manos se posaran cual mariposas sobre el brazo de este (el único contacto permitido para un omega sin compromiso), todo eso no era más que un acto presentado para esconder a la bestia que el omega llevaba en su interior. Sabía que además todos los alfas solo deseaban verlo presa del celo, un criatura tan deliciosa como Lucerys sería digna de ver en esa situación.
Sintió como su verga se endurecía al imaginarlo, con la piel brillante por el sudor, los ojos llorosos por el placer, su dulce voz, ronca por gemir y gritar llamando a su alfa, pidiendo ser anudado, llenado de cachorros... Apretó más sus puños, estaba perdido en sus pensamientos, tanto que no escuchó a su hermana llegar a su lado.

-Deberías aprovechar y conocer a alguno de los omegas presentes, -le dijo Helaena- le prometí a madre que te obligaría de ser necesario.
-Yo no necesito que me busquen pareja. -Contestó molesto.
-Al contrario, hermanito, necesitas toda la ayuda posible, pero primero controla tu olor, estás incomodando a todos.

Se dio cuenta que casi no había personas a su alrededor, como al inicio del discurso de su padre y todo por qué había dejado que su olor saliera, dejando sentir su enojo.

-Vamos, es nuestro turno de saludar a la familia, recuerda tus modales, la Corona tiene preferencia. -Le recordó con una sonrisa. Su primo Garmund los alcanzó, colocándose a su lado.

Avanzaron juntos hasta dónde los Velaryon esperaban para ser saludados, Corlys luciendo orgulloso, con su esposa y su heredero a los lados. Así como las princesas Baela y Rhaena, con el resto de su familia, sus primos Addam y Alyn estaban ahí también. Ellos eran sobrinos de Corlys, su padre había muerto durante una de las batallas contra la Triarquía, Malentine Velaryon. También estaba ahí Vaemond con sus hijos mayores, al acercarse pudo ver qué era uno de los alfas que miraba a Lucerys con descaro y deseo cuando pensaba que nadie lo veía.

-Querida, -escucho la dulce voz de Rhaenys saludar a su hermana- es un placer saludarte.
-Tan encantadora como siempre Rhaenys, -dijo mientras besaba la mano de su tía- pero no tan encantadora como mi futura esposa.

Helaena sonrió complacida mirando a Baela, que usaba un hermoso vestido del color de los ojos de su prometida, de color violeta con adornos lilas.

-Gevie... -le susurro Helaena al oído a Baela, después de besarla en ambas mejillas, para después depositar un beso en su mano.

Aemond notó como la Omega se estremecía y pestañeaba tímidamente a su hermana, al parecer ese truco barato era uno de los más usados por los omegas de la familia Velaryon.

-Espero que hayas recibido mis regalos.
-Lo hice, muchas gracias, es usted muy generosa… alfa. -Baela tenía un hermoso sonrojo en las mejillas cuando susurro esa palabra solo para Helaena, pero Aemond la escuchó y vio el efecto que tuvo en su hermana.

Un omega no debía llamar alfa a nadie más que a su pareja enlazada, que Baela la hubiera utilizado así hizo que Helaena entrará en un leve estado de excitación, haciéndola gruñir bajo y mirar con posesividad a su prometida.
Su primo estaba presentando sus respetos a Corlys y Rhaenys, mientras que Rhaena le sonreía, su vestido era de color verde, la tela no era de esa región, Aemond se dió cuenta por qué era el mismo tipo de tela y color que la túnica de su primo, seguramente un regalo de él para ella. Entonces su mirada se encontró con la de Lucerys, vio como él se ponía nervioso por su cercanía, aunque lo disimulo lo mejor que pudo. Le complació saber que aún tanto tiempo después del ‘accidente’ su sobrino seguía siendo afectado por su presencia, era justo.
Siguiendo el protocolo Luke extendió su mano, Aemond la tomo y la llevó a sus labios para depositar un beso en ella, al sentir el suave tacto de la piel del Omega y sentir su aroma, Aemond volvió a sentir como se endurecía. Tardo más tiempo de lo normal en soltar su mano.

-Me alegro de verte tío. -Dijo el omega en voz baja.
-Yo también me alegro, espero que me concedas un baile después, Luke. -Le pidió sonriéndole de lado, inclinando su cabeza, haciendo que su cabello suelto se moviera, algo que Helaena le había dicho le gustaba a los omegas.
-Será un placer. -Luke le sonrió débilmente, nervioso por el gesto.

Siguió saludando a los demás asistentes, habían extendido la invitación con muchos meses de anticipación, de esa manera el alfa del norte Cregan Stark pudo llegar con sus abanderados más importantes, los Karstark y los Manderly de Puerto Blanco; la familia Tully, con el heredero Kermit y su hermano ser Oscar, los Arryn con quienes Rhaenyra compartía sangre al ser parientes de su difunta madre, los Tyrell de Altojardín, que viajaron junto a los Hightower, pues las familias eran grandes amigas; incluso habían llegado los Greyjoy, con Dalton a quien apodaban ‘el Kraken Rojo’ y su hijo mayor Toron; de la casa Lannister acudió Lord Jason con su señora esposa Johanna, su hija mayor la omega Cerelle y su hijo alfa Loreon; de la Casa Baratheon asistió Lady Elenda con sus hijas ‘las cuatro tormentas’, dos alfas (Cassandra y Maris) y dos omegas (Floris y Ellyn). Todas las grandes casas llevaban como acompañantes a algunos miembros de sus casas vasallas, después de todo estaban festejando un gran acontecimiento.
Todos habían sido invitados para celebrar el compromiso del heredero de la princesa Rhaenyra, Jacaerys Velaryon con el hijo mayor del segundo matrimonio del rey Viserys, Aegon Targaryen. La pareja estaba tan perdida en su propio mundo que parecían locos, daba un poco de incomodidad verlos tan sonrientes. Su sobrino debería disimular mejor, era obvio el amor que le tenía a su prometido, se notaba también como era correspondido y verlos le causó cierta envidia.
El banquete fue un éxito, la comida recibió elogios por parte de los invitados, lo que fue un alivio para la reina Alicent después de tanto tiempo invertido en la planificación, su esposo besó su mano y le susurró lo complacido que estaba con ella, la reina le sonrió a su vez y brindó con la princesa por el éxito de la noche. Ella había preferido dejar que Alicent se hiciera cargo de los preparativos, Otto ni siquiera había permitido que pagara la parte que le correspondía, alegando que Aegon era también un Hightower y el honor que era para su familia que uno de sus descendientes se casara con el futuro rey.
Empezó el baile y la futura pareja real fue la encargada de abrirlo, ambos sonreían y se reían de lo que el otro decía, Jacaerys levantaba en sus brazos a Aegon como si no pesara nada y el omega parecía flotar mientras danzaba. Su vestido de color blanco y dorado lo hacía parecer un ser etéreo, pronto más parejas se unieron a la pista, incluyendo a Rhaenyra y Daemon.
Pudo ver como Lucerys era invitado a bailar por ser Oscar Tully y este aceptaba gustoso, eso lo molesto, sujeto fuerte la empuñadura de su daga, deseando que fueran los dedos del alfa que se atrevía a tocar a Lucerys, manchándolo, contaminándolo con sus sucias manos. Claro que Lucerys estaba complacido con la atención, seguramente tenía tiempo sin abrir sus piernas y por eso se mostraba tan complaciente tentándolo.
Después de Oscar Tully siguió su hermano Kermit, a pesar de estar comprometido, Loreon Lannister un alfa joven que ni siquiera había terminado de crecer y miraba embobado a Lucerys, Addam Velaryon con quién danzó más de tres veces, Dalton Greyjoy, a pesar de que Lucerys tenía edad para ser su hijo, después fue el turno de Toron, quién lo sujetaba tan cerca que rozaba la indecencia y finalmente llegó el turno de Cregan Stark, el único de los alfas que hizo sonrojar y sonreír sinceramente al omega.
Era obvio que Lucerys sacaría provecho de alguno de esos alfas, probablemente metería en su cama a todos, uno diferente cada noche durante la semana de celebración por el compromiso de su hermano, hasta que su hambriento agujero estuviera suelto, rebosando la sucia semilla de aquellos alfas y su lujuria satisfecha, hasta que eligiera al infeliz que sería su futuro esposo. Pero no se detendría ahí, el esposo de Lucerys sería el cornudo más famoso del reino porqué su verga no lo tendría satisfecho. No. Solamente una verga como la suya era capaz de calmar el hambre de Lucerys, la verga de un orgulloso alfa con sangre de la antigua Valyria en sus venas. Solo alguien como él podía limpiar la sangre sucia y bastarda de Lucerys, llenando su vientre de verdaderos cachorros Targaryen.

*****

Lucerys estaba cansado después de bailar tanto tiempo, aprovechó que los músicos harían un descanso mientras los sirvientes llevaban el pastel, pidiéndole a Lord Stark que lo llevará a su lugar para tomar algo fresco y poder sentarse un momento.
Tenía muchas esperanzas en esa celebración, debía elegir a su futuro esposo aprovechando la ocasión. La opción obvia para Lucerys hubiera sido otro de los hermanos de su madre, su tío Aemond Targaryen, pero ese barco había zarpado, naufragado y hundido en lo profundo del Mar Angosto la noche que Lucerys lo había herido, dejándolo tuerto. Después de esa noche la relación con ‘los verdes’ había sido tensa, hasta que se pactó el compromiso de su hermano mayor Jacaerys con Aegon cuya boda se celebraría al final de la semana, mientras que la boda de su prima/hermana Baela con Helaena, sería unos meses después, seguida por la boda de Rhaena con Garmund.
Él tenía un deber que cumplir con la familia Velaryon como su heredero, afortunadamente su hermanito Joffrey tendría unos años más antes de que se eligiera a su futura pareja, pero él se sentía presionado, aunque sus abuelos le habían asegurado que respetarían su decisión pues tanto Baela como Rhaena habían logrado buenas alianzas con sus respectivos compromisos, él no iba a ser menos. Incluso su hermano comprometido con Aegon había logrado unificar a la familia Targaryen y el poder de la Corona una vez más.
Para sorpresa de todos Jace y Aegon eran bastante compatibles, la seriedad de su hermano hacía una excelente pareja del entusiasmo de su prometido, todos los habitantes de la Fortaleza Roja decían que no podían estar más enamorados y que incluso ya habían pasado varios celos juntos, pero que el príncipe Aegon bebía té de la luna para despistar. Era mentira por supuesto, si bien Aegon usaba siempre algunos trucos para tener a Jace siempre al pendiente de él, algunos de ellos habían sido compartidos con él y sus hermanas Baela y Rhaena, consejos de omega a omega.
El mejor de sus consejos estaba ahí con él, cuidadosamente guardado en el bolsillo interior de su vestido, no sabía cómo Aegon supo de esa táctica, pero les había funcionado a todos los que lo habían usado a la perfección, empezando por el mismo Aegon. Nadie sospecharía que el inocente pañuelo bordado con el emblema de su casa y sus iniciales estaba destinado para ‘amarrar’ a su futuro esposo.
El truco era sencillo, el pañuelo debía tener el aroma del omega y ser entregado solo al alfa que eligieran para ser su pareja, así indicaban al alfa que el omega estaba intacto y listo para ser preñado. Baela había dormido con el suyo colocado entre sus hermosos senos, impregnándolo con su delicioso aroma a fresas, se le había ‘caído’ durante una merienda y Helaena lo encontró, esa misma noche la alfa había pedido su mano en matrimonio. Para Rhaena fue un poco más complicado, al no tener ocasión de convivir con el alfa que deseaba por esposo, pero sucedió durante una cacería, Garmund se había lastimado un brazo y ella gentilmente le ofreció su pañuelo (con el que se había frotado el cuello durante su último celo para que las feromonas fueran más intensas) para limpiar su sangre, dos días después el alfa había pedido permiso para cortejar a la hermosa omega cuyo aroma a miel no podía quitarse de la cabeza. Aegon había sido más atrevido, froto su pañuelo en su entrepierna al amanecer, cuando su aroma a uvas negras estaba más concentrado, justo después de haberse tocado pensando en Jace a quién se encontró cuando iban caminando rumbo al comedor donde la familia desayunaba, había colocado el pañuelo en el bolsillo del alfa después de ‘tropezarse’ con él; fue cuestión de esperar unos días hasta que su madre la reina le comunicó el deseo de Rhaenyra de comprometerlo con el heredero. Aegon tuvo que morderse los labios para no gritar ‘sí aceptó’ con felicidad y entusiasmo, tuvo que fingir ruborizarse y bajar la mirada para que no notarán su expresión de triunfo.
Y ahora era su turno, había colocado su pañuelo en su cama durante su celo anterior, incluso había frotado su lubricante con la delicada tela, deseando que su aroma a azahares indicara que estaba perfectamente maduro y listo para ser tomado con pasión. Ese había sido el paso más sencillo, lo complicado era elegir a quién le daría su pañuelo, lo sacó disimuladamente de su escondite y observo en su regazo aquel pedazo de tela de color azul cielo, que había bordado él mismo con mucho amor y esmero, era uno de sus mejores trabajos y el más fino.
Miro a los alfas con los que había bailado, descartando a unos por edad como Dalton Greyjoy y Loreon Lannister, a otros por su temperamento como Oscar y Kermit Tully (aunque este último estaba descartado desde el inicio por estar comprometido), dejando solo disponibles a Toron, aunque tener a Dalton de suegro no le agradaba, Cregan y Addam. Suspiró con pesadez, mirándolo a la vez que pensaba en sus posibilidades. Tal vez debería esperar un año más, mientras se decidía, apenas tenía dieciséis años, podía tener un año más antes de tomar una decisión precipitada, aunque le parecía que la opción correcta sería su primo Addam Velaryon, que además era el pretendiente favorito de su abuelo. El alfa tenía una cuantiosa fortuna, era capitán de su propio barco el ‘Gran Marea’ además de tener una flotilla propia, apenas seis barcos que estaban al servicio de la familia, era un excelente navegante y sería cabeza de su rama familiar.
Perdido en sus pensamientos no notó como llevaban el pastel hasta que los aplausos lo sacaron de su reflexión, se unió a ellos con entusiasmo, sonriendo por ver la felicidad de su hermano con Aegon. No importaba lo que dijeran de él, era cierto que su futuro cuñado era coqueto por naturaleza y le gustaban demasiado las fiestas, pero estaba profundamente enamorado de su hermano, solo había que verle la cara para darse cuenta de eso.
Decidió dejar para después su decisión, tomo su pañuelo y un poco decepcionado lo doblo, poniéndolo en su manga derecha, por si cambiaba de opinión más tarde, además tenía toda la semana para elegir, no tenía por qué decidirse esa noche.
Después de comer el delicioso pastel y tomar más vino, todos los invitados aplaudieron cuando los músicos comenzaron a tocar de nuevo, Lucerys decidió esperar a que alguno de sus pretendientes lo invitara de nuevo, pero fue su hermano mayor quién le pidió acompañarlo, aceptó encantado.

- ¿Estás bien? -le preguntó su hermano, preocupado- De pronto te pusiste serio.
-Estoy bien Jace, -contestó enternecido por la preocupación de Jace- solo un poco nostálgico, parece que fue ayer cuando éramos niños corriendo por el castillo y mírate ¡ya eres un alfa comprometido!
-Lo sé, yo también pensaba eso, pero así es como debe ser. -Le sonrió, acariciando su mejilla aprovechando una vuelta- Pronto será tu compromiso el que estaremos celebrando.
- ¡Pero no tan pronto! -se rio nervioso- ¿Y si no me comprometo nunca? -Preguntó medio en serio.
-No pasa nada, -Jace se rio divertido- los abuelos no van a presionarte con eso.
-Solo espero no decepcionar a la familia… -dijo expresando su miedo.
-No lo harás, la preciosa ‘perla de Marcaderiva’ nunca lo haría.

Eso lo hizo reír y siguieron bailando, terminó la canción e iba a pedirle a Jace que lo llevara de regreso a su asiento cuando la voz profunda de su tío los interrumpió.

-Me prometiste un baile, -dijo mientras extendía su mano- he venido a cobrar esa promesa.
- ¡Entonces los dejo! -Exclamó Jace alegremente mientras se alejaba para ir con su prometido que estaba hablando con su madre.

Lucerys tomó la mano que Aemond extendía y se acomodaron para empezar a bailar, no había notado pero su cuerpo encajaba a la perfección con el de su tío, lo recorrió en estremecimiento, mientras sentía que su cuerpo se relajaba y un suave cosquilleo empezaba en su vientre. Aemond le sonrió de lado, ¿desde cuándo se veía tan guapo al sonreír? Pensó en algo que decir, pero las palabras no acudían a su mente, se limitó a ser guiado por las expertas manos de su tío.

-Bailas muy bien, -dijo Lucerys al fin- no lo sabía.
-Hay muchas cosas que no sabes de mí, taoba. -Contestó el alfa. – Han sido muchos años sin vernos.
-Casi once años, -dijo quedamente- desde ese día.

Ambos sabían a que día se refería, fue antes de que partieran de regreso a la Capital, Lucerys lo había buscado para disculparse, a pesar de que su madre se lo había prohibido. Lo había encontrado cuando se dirigía a montar a Vhagar, le había hecho una seña a Aegon para que se adelantará con Helaena y se quedó esperando a su tío. Le llevaba además un pastelillo de limón envuelto en un pañuelo que su padre le había regalado, Aemond lo miró sorprendido y apenas dejo que Lucerys dijera su nombre cuando lo tomó del cuello, estampándolo contra la pared, como la noche anterior.

- ¡No vuelvas a acercarte a mí bastardo! -Había tomado el pañuelo tirándolo al piso, estrellando su bota con fuerza, deshaciendo el pastelillo envuelto en él. -La próxima vez que lo hagas voy a ordenarle a Vhagar que te queme, arderás entre las flamas igual que tu padre. -Terminó con desprecio, dándole un ultimo empujón se marcho de ahí, dejando al pequeño omega hecho un mar de lágrimas.

Lucerys se estremeció ante el recuerdo, que ironía, él había respetado la petición de su tío y ahora él era quién venía a pedirle un baile, al menos solo sería una canción.

-Te ofrezco mis disculpas si te lastime, -Aemond tenía una expresión indescifrable- no era mi intención hacerlo.
-Acepto tus disculpas, gracias, -dijo tímidamente mientras bajaba la mirada para que no viera sus ojos aguados por las lágrimas- espero que también puedas perdonarme por…

No pudo terminar la frase por qué escucho la voz de Addam que pedía bailar una vez más con él.

-Lo siento Velaryon, -contestó Aemond por él- pero mi sobrino me ha prometido bailar conmigo, tal vez más tarde.

Se asombró tanto que no pudo negar lo que su tío contestó, solo le dio una sonrisa de disculpa a Addam, que se alejo mirando molesto a Aemond. Pero algo había cambiado, de alguna manera sintió que el agarre de su tío se hacía más marcado y pegaba más su cuerpo al suyo.
Aemond estaba molesto, en cuanto vio a Lucerys bajar su mirada recordó sus trucos sucios de omega coqueto, ahí estaba su verdadero ser, pero no iba a caer bajo su hechizo, iba a hacer que lamentara usar esas tretas en su contra. Su molestia aumentó cuando Addam Velaryon se acercó a pedirle una pieza a su sobrino. No lo iba a permitir, Lucerys no volvería a bailar con alguien que no fuera él en esa maldita fiesta.
Continuaron bailando cuatro canciones más, se sentían muy cómodos, no hablaron mucho hasta que Lucerys le pidió descansar, debía salir un momento, Aemond aceptó de mala gana, pensando que tal vez su sobrino se había dado cuenta que no conseguía hacerlo caer en sus encantos. Lo llevó a su asiento y besó su mano antes de retirarse, sintió como algo se atoraba en el botón decoraba la manga de su túnica, justo en la muñeca, dio un suave tirón y se fue dejando a Lucerys sentado.
Pudo ver como Luke susurraba algo a Rhaena, sentada a su lado y ella asentía, para después salir discretamente de la sala. Así que eso era, seguramente se había citado esa noche con alguno de los alfas cuando bailaron, escaneo el salón rápidamente y pudo ver que Dalton Greyjoy no se encontraba presente. Sintió su sangre calentarse y salió sin ser notado por otra de las puertas para ir detrás de Lucerys. “Esa maldita ramera no va a burlarse de mí”, pensó furioso.

 

*****

 

Lucerys se dirigió a los servicios, tanto vino y tanto baile finalmente habían provocado sus ganas de ir al baño, le aviso a Rhaena y después salió, buscando a su ayuda de cámara, Podrik, para que lo ayudara con su vestido mientras usaba el baño. El omega le ayudo y lo dejo entrar al cuarto que tenían dispuesto para esa ocasión, se encontró con Cerelle y la saludó amablemente, la omega le respondió y procedió a contarle maravillas de su hermano Loreon, eso lo enterneció mucho, seguramente el Lannister sería una pareja potencial si tuviera unos años más.
Utilizó el baño y después salió para asearse un poco con el agua perfumada que tenían a disposición de los invitados que usaban los cuartos de servicio. Hizo que Podrik ajustara su vestido y entonces recordó que debía guardar su pañuelo de nuevo, sintió que se quedaba frío cuando se dio cuenta que no estaba más en la manga de su vestido. Recordó el tirón que Aemond había dado cuando lo dejo sentado, ¡dioses! Esperaba que su pañuelo se hubiera caído, no quería pensar que pasaría si lo tenía su tío, ¿pensaría que lo había hecho a propósito? ¿Recibiría su propuesta de matrimonio? Ese pensamiento no le molestó en absoluto, después de todo era un buen partido, le habían asignado recientemente parte de las tierras de la Corona, había escuchado a sus abuelos comentarlo.
Se dirigió nervioso al salón, cuando llegó a su lugar pudo ver que su tío no se encontraba ahí y tampoco su pañuelo estaba en el piso como había esperado no estaba debajo de su silla, ni de la mesa, eso lo alteró, pensó en contarle a sus hermanas, pero no quería arruinarles la noche, menos al verlas tan felices con sus prometidos, sintió deseos de llorar, por lo que volvió a salir, esta vez sin avisar, para regresar a sus habitaciones, al final su gran noche de celebración se había convertido en una pesadilla.
Quiso llorar frustrado por ser tan tonto, estaba regresando por el jardín al ala de la fortaleza dónde se hospedaba cuando fue sujetado con fuerza por alguien, iba a gritar asustado, pero su boca fue cubierta por una mano, reconoció el aroma a madera de su tío y sintió algo de alivio al saber que era alguien familiar, pero de alguna manera no se sentía a salvo.

- ¿Buscando a tu amante? -preguntó sarcástico su tío.

Solo pudo negar con la cabeza, pudo ver que en la mano que tenía en su cintura estaba su pañuelo, eso lo tranquilizo, sujeto con sus manos la mano que cubría su boca, intentando que lo dejara hablar.

- ¡No mientas! -casi gritó Aemond, haciendolo encogerse del miedo. -Sé que te citaste con Dalton Greyjoy, el afortunado elegido para tener entre tus piernas esta noche, ¿no es así?

Negó frenéticamente con la cabeza, mientras sentía los dedos de su tío clavarse dolorosamente en su cintura. Finalmente, Aemond dejo su boca descubierta, respiro profundamente antes de contestar.

-Salí por qué estaba buscándote, -explicó tranquilamente- mi pañuelo…
- ¡Ah! ¿Así que el elegido soy yo? Debo sentirme halagado de que inicies tu semana conmigo. -Sonrió con burla.
-Tío no sé de que estás hablando, pero mi pañuelo…
- ¿Esto? -Levanto la mano con el pañuelo, mientras lo acercaba a su nariz, inhalando profundamente, haciendo que Lucerys se ruborizara- Apesta a omega hambriento de verga.

Al escucharlo Lucerys abrió la boca, indignado y profundamente ofendido, no era así, su aroma solo debía seducir a su alfa, no hacerlo pensar esas cosas indecentes. Le soltó una cachetada e intentó recuperar su pañuelo de la mano del alfa.

- ¿Cómo te atreves…? -Preguntó enojado, podía sentir lágrimas por la humillación en sus ojos, fue interrumpido por qué el alfa lo tomo de la cintura con una mano y lo pegó a la pared.
-No lo niegues, estás muriéndote de ganas por tener una verga enterrada en tu apretado culito, ¿no es así? -Puso su rodilla entre las piernas de Lucerys, haciendo presión y comenzando a frotarse contra él. -Todos los bastardos son así, lujuriosos que solo piensan en alimentar su agujero con una verga grande, no te preocupes, la mía lo es. -Tomo una de las manos de Lucerys y la colocó sobre su erección. -Te voy a dejar tan satisfecho que no vas a querer probar otra nunca más.

Lucerys escuchó asustado todo lo que su tío le dijo, sentía miedo por lo agresivo que estaba, pero al mismo tiempo su cuerpo tembló de deseo y comenzó a responder al aroma de Aemond.

-Ahí está, te estás mojando, ¿verdad? -Acercó su boca al cuello de Lucerys, olfateándolo y luego le preguntó al oído- ¿Pensar en mi verga te puso así? Puedo olerlo, no te preocupes, yo cumpliré todos tus deseos, voy a preñarte tan bien que vas a estar soltando mi semilla toda la semana. -Mordió levemente la garganta de Lucerys.

No pudo hacer nada para evitarlo, no tenía la fuerza y su voluntad fue sometida por el alfa y su aroma. Intentó sujetar su vestido cuando fue rasgado para exponer su pecho, sus pezones se endurecieron por el aire fresco y por la excitación también. Gimió cuando sintió los dedos de Aemond jugar con ellos, pellizcándolos suavemente y jalándolos mientras besaba sus hombros.
Sintió entonces como eran abandonados mientras Aemond se separaba para tomar su daga y con ella cortar la parte baja de su vestido, que arremolino en su cintura, mientras se arrodillaba frente a él, sintió la nariz del alfa olfatear su entrepierna, sintió como hacía a un lado su ropa interior, como su erección era tomada por la mano experta de Aemond para comenzar a acariciarla.

-Puedo oler tu humedad, -lamió la punta, haciéndolo gemir- no puedes negarlo, naciste para esto, para ser tomado por mí.

Introdujo la erección de Lucerys en su boca y comenzó a chuparlo con ganas, haciendo gemir al omega, si no estuviera apoyado en la pared y sujetado por la presión de Aemond se hubiera caído, intentó acallar sus gemidos, no sabía si había alguien paseando por el jardín, todos estaban pendientes en la celebración, pero los guardias y los sirvientes… Fue su último pensamiento coherente, la lengua de su tío se sentía tan bien en su piel, no sabía que podía sentirse tan rico. Sujeto con sus manos el cabello de Aemond, mientras sus caderas comenzaban un suave vaivén, sintió las manos de Aemond tomar sus nalgas y pegarlo más a su cara, sus dedos rozando su pequeña entrada que estaba soltando lubricante por la estimulación, entonces tuvo su primer orgasmo de la noche, derramándose en la boca de su tío con un gran gemido. Sentía sus piernas temblar y se sentía débil, intentó poner en orden sus ideas, pero no pudo hacer nada cuando sintió como Aemond lo soltaba.
El alfa se levantó, lamiendo sus labios, deleitándose con el sabor de la semilla del omega, se inclinó hacía Lucerys y le mordió la oreja.

-Delicioso, sabes tan rico, -acarició sus pezones, que seguían duros y enrojecidos por los tirones de los dedos del alfa- no te preocupes omega, tengo más para ti.

Aemond comenzó a desatar sus pantalones, bajándolos lo necesario para poder sacar su verga, tocándose descaradamente frente al omega, Lucerys se sorprendió al verlo, sabía que el cuerpo del alfa era diferente al suyo, pero era la primera vez que veía a un alfa desnudo. Jadeo sorprendido, haciendo que una risa burlona saliera de los labios del alfa.

-No hace falta que finjas Lucerys, ¿o es qué nunca habías visto una verga tan grande?

Negó con la cabeza, las palabras no podían salir de su boca, soltó su vestido, que cayó cubriendo sus piernas, quiso correr, pero apenas pudo dar un paso antes de caerse, siendo sujetado por los fuertes brazos de su tío.

-Pensé que tendrías más aguante, -se burló mientras acariciaba sus brazos, colocándolo frente a la pared- ¿O tal vez te agotaste bailando? ¿Es eso?

Mordió sus hombros y lo hizo pegar su pecho a la pared, sintió las piedras rozar su delicada piel, Aemond sujeto su cintura y lo hizo exponer su trasero, separando sus piernas, sintió como las acariciaba a la vez que subía su vestido de nuevo, quiso gritar por ayuda, pero no podía hacerlo, no debía.
Un gemido salió de sus labios, su cuerpo traicionero estaba disfrutando la sensación de tener al alfa tocándolo así, como nadie lo había hecho antes. Sentía como más lubricante salía de su entrada, casi como cuando estaba en celo.

-No… Qybor, no lo hagas… -rogó débilmente.
-No lo niegues, -le susurró al oído, lamiendo su cuello- es lo que deseas, que te entierre mi verga hasta los huevos.

Separó sus redondas nalgas, apretándolas mientras lo decía, disfrutando de sentir la suavidad en sus manos, sus dedos rozaron su pequeña entrada, Aemond la miró, deseando ver por completo el cuerpo que estaba por poseer.
Pero algo no encajaba, Lucerys no podía verse así, su pequeño agujerito parecía intacto.

-Por favor, no, no así… -luchando con la vergüenza de saberse observado, intentó rogar una vez más- Vas a arruinarme…
-Así como tú me arruinaste a mí, -Aemond se pegó a su cuerpo, cubriéndolo, entrelazando sus manos después de colocar su gran verga erecta entre las nalgas de Lucerys- ¿la sientes? ¿La quieres?
-No… no… daor…
-No ruegues con esa voz de putita deseosa, -le susurró al oído, haciéndolo estremecer- acéptalo, estás muriendo por qué te preñe, pequeña ramera…

No pudo contestar, lo que sentía era demasiado, sí lo deseaba, su omega moría por ser tomado, por ser preñado como le había dicho el alfa. Hizo un esfuerzo para explicarle a su tío, tomando aire.

- ¡Soy virgen! -dijo exaltado- Por favor… No…
-Mentiroso…
-Lo juro, tócame…

Con trabajo soltó una de sus manos, llevándola a su trasero, muerto de vergüenza abrió más sus piernas, separando una de sus nalgas, para mostrar su pequeña entrada que escurría lubricante.

-Hazlo… Yo no… Nunca… -Gimió cuando el alfa rozó con sus dedos su lugar más íntimo, el que debía guardar para su esposo, para su alfa.

Aemond respiró con fuerza, olfateo de nuevo a Lucerys, su aroma era puro, no se sentía manchado, hundió uno de sus dedos en la apretada cavidad y gimió de gusto al sentir el interior caliente, mojado y apretado de Lucerys, comprobando lo que le había dicho, era virgen, estaba intacto. Pero si el omega pensaba que todo terminaría ahí, se equivocaba, no iba a detenerse ahora.
Se había puesto más duro cuando sintió la presión en su dedo, imaginándola alrededor de su necesitada verga, volvió a colocarla entre las nalgas de Lucerys, gimiendo de placer al sentir como se mojaba con el lubricante que seguía brotando de la pequeña entrada.
Entonces empezó a moverse, frotándose contra él, varias veces sintió la cabeza de la durísima verga de su tío chocar contra su pequeño agujerito, gimiendo con dolor cuando eso pasaba, jadeando cuando sentía la humedad de la verga de Aemond mezclase con su lubricante. Podía escuchar el chapoteo entre sus cuerpos, provocado por todo el lubricante que ambos soltaban. Sus manos nunca se soltaron, sus dedos se apretaban con fuerza contra los del alfa y entonces comenzó a moverse también, sus caderas respondiendo a los embates de su tío.
Aemond soltó una de sus manos y sus dedos volvieron a tomar los sensibles pezoncitos de Lucerys, jalándolos, estirándolos y a veces apretándolos mientras llenaba su cuello de besos y mordidas, el alfa parecía no tener suficiente de Lucerys.
Tendría marcas que delatarían su pecado, estaba dejando que un alfa tomara y mancillara su cuerpo sin estar unidos, pero ya no le importaba, quería que Aemond lo tomara con fuerza. Que enterrara su verga profundamente en su cuerpo, que estirara su pequeño agujerito y lo preñara, que llenara su vientre con su semilla, que le diera un bebé.
Gimió con fuerza al sentir como la mano de Aemond rodeaba su erección de nuevo y comenzaba a masajearla mientras sus movimientos se aceleraban, comenzó a jadear y a gemir con más fuerza, escuchando como el alfa gruñía profundamente, entonces ambos terminaron al mismo tiempo, arqueó su espalda ofreciéndose al alfa, exponiendo sin vergüenza su entrada para ser reclamada por esa enorme verga que se moría por tener dentro, soltando un gemido de placer más fuerte que los otros.
Pudo sentir la semilla de Aemond salpicar sus nalgas y parte de su espalda baja, gimió de gusto al sentir como escurría por encima de su sensible agujerito que empezó a contraerse deseoso, hambriento por la verga de su tío.
Soltó un pequeño grito cuando los dedos del alfa tomaron un poco del semen que había entre sus nalgas y lo frotaron por su entrada, metiendo las puntas de sus dedos en ella, abriéndola, mezclando el semen y su lubricante, haciendo que se estremeciera de placer, disfrutando los restos de su orgasmo. El semen del alfa era tanto que escurrió por sus piernas y llegó a manchar sus zapatos, gimió frustrado, esa semilla debió ser depositada profundamente dentro de su cuerpo, en su vientre, para darle un cachorro a su alfa.

-No… -gimió débilmente mientras cerraba los ojos, estaba cansado, tenía mucho sueño. Fue sujetado por los fuertes brazos de su alfa antes de caer al piso.

 

*****

Despertó cuando la puerta de su habitación se abrió bruscamente, dejando entrar a sus hermanas, que le pedían explicaciones a gritos, detrás de ellas venían sus abuelos, Corlys sonreía complacido y Rhaenys lo miraba con picardía.
No entendía que hacían ahí, aunque el sol ya había salido, estaban usando aún su ropa de dormir, su abuela susurró algo al oído de su abuelo y lo sacó de la recámara, mientras les decía a sus nietas que los esperaban para desayunar.

- ¿Por qué no nos contaste tu plan? -Preguntó Baela con una sonrisa.
-Estábamos muy sorprendidas cuando el abuelo nos contó. No supimos ni que decir…
- ¿De que hablan? -Preguntó estirándose, sentía que todo el cuerpo le dolía, especialmente la espalda y sus caderas.
-Que el abuelo aceptó la petición de tu mano, han decidido que van a anunciar el compromiso después de la boda. -Le informó Rhaena entusiasmada.

Aquello lo sorprendió, se sentó de golpe, sintiendo la sábana resbalar por su cuerpo, mirando la cara de espanto de sus hermanas.

- ¡Por los Siete dioses Luke! ¿Él te hizo eso?
- No podían aguantarse más, ¿eh? -dijo Baela con picardía- Guardaste muy bien el secreto de tu elección Luke, te felicito, entonces ¿lo confirmas? ¿Funcionó el pañuelo?
-Funcionó a la perfección… -contestó con una sonrisa coqueta, haciendo reír a sus hermanas.

Empezó a levantarse para refrescarse con el agua que le había dejado Podrik en el aguamanil, había también un té en su mesa de noche, lo tomaría solo por precaución.
Escucho feliz el entusiasmo de sus hermanas, ya estaban haciendo planes sobre la futura boda de Lucerys Velaryon con Aemond Targaryen.

 

 

Chapter 2: Addictec to You

Summary:

Lucerys se siente inseguro de su cuerpo después de dar a luz a su primer hijo, Aemond lo tranquiliza.

Notes:

Saludos amistades, espero que les guste la mini continuación.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Caminaba de prisa por los pasillos del Palacio de High Tide, llegaba tarde al banquete de esa noche al cual su esposo le había pedido específicamente no llegar tarde. Pero no era su culpa, había tardado discutiendo con los capitanes myrienses que alegaban no apoyar el bloqueo que la Triarquía estaba imponiendo sobre Braavos y Pentos, el bloqueo era malo para los negocios y temían ser vetados en Westeros, pues los productos de lujo que provenían de Myr eran muy apreciados en este continente.

Pero los capitanes braavosis y pentosis habían protestado, sus marineros empezaron una batalla contra los myrienses y aquello casi acaba en tragedia, por suerte había podido evitar males mayores y llegar a una tregua, había dejado a Addam para que terminara de hacer los arreglos pertinentes, él también era invitado, pero su ausencia no sería notada tanto como la suya.

El mayordomo salió a recibirlo cuando entró al Palacio.

 

-Mi príncipe, -se inclinó respetuosamente- su baño ha sido preparado, pero temo que el agua…

-Esta bien, no moriré por un poco de agua fría. -Contestó maldiciendo internamente a los pleitos que le habían impedido disfrutar de un delicioso baño caliente con su adorable esposo. - ¿Mi esposo?

-Mi señor está preparándose en su recámara.

-Bien, ¿mi hijo?

-Está con su nana, -contestó muy sonriente- el maestre Kelvyn lo ha revisado y ha dicho que está listo para su ceremonia de presentación.

 

Sonrió internamente al pensar en lo que eso implicaba para su esposo.

 

-Muy bien, gracias.

 

Avanzó con rapidez mientras una sonrisa se formaba en su rostro, pronto llegó a su habitación y pudo escuchar como dentro su esposo estaba hablando animadamente con su ayudante. Abrió y sintió como el aire abandonaba sus pulmones al contemplar la gloriosa desnudez de su omega, que usaba solo medias blancas sujetadas por listones azules en sus deliciosos muslos, mientras Amarys deslizaba una camisa por su cuerpo.

 

-Debemos planear la ceremonia, ojalá mis abuelos y mis padres puedan venir, -decía mientras se contemplaba en el espejo ajustando su camisa- espero que su huevo eclosione pronto, según mi madre no debería tardar mucho…

 

Se interrumpió cuando su esposo entró en la habitación, haciendo un gesto contrariado.

 

-Llegas tarde. -Dijo como saludo con un puchero que hizo sobresalir su labio inferior graciosamente.

-Problemas en el puerto. -Contestó admirando su cuerpo. -Déjanos. -Ordenó a Amarys.

-No puede irse, me está ayudando… -Comenzó a protestar.

 

Hizo un gesto con la cabeza a la ayudante que se inclinó y salió sin decir nada, su esposo le lanzó uno de sus peines que golpeo su abdomen y cayó sobre la alfombra, casi lo pisó cuando avanzó hacia él.

 

-No puedes llegar tarde y ordenarle a mi ayudante que…

 

Fue callado con un ardiente beso, solo pudo responder y gemir en su boca, sintió como deslizaba sus manos por encima de la tela acariciando su cintura, se estremeció de placer al sentirlo, pero también se removió incómodo.

 

-No, para, se esta haciendo tarde… -Movió su cara y sintió como su esposo besaba su mejilla para pasar a su cuello, dejando más besos, mordiendo levemente su garganta.

-No importa, -continúo besándolo- que esperen...

- ¡Basta! -Puso sus manos en el pecho para detenerlo. -Todavía debes tomar un baño y yo debo de vestirme solo porqué Amarys se fue.

 

Volvió a hacer un puchero dándose la vuelta para seguir acomodando su camisa interior, jadeó cuando las manos de su esposo tomaron su cintura para pegarlo a su pecho, dejándole sentir su erección justo entre las nalgas, soltando su esencia para seducirlo.

 

-Ahora no…

 

A pesar de su negativa su cuerpo traidor se rindió al toque de su alfa y sus fuertes feromonas que lo hicieron mojarse, arqueó su espalda sacando más su trasero para dejar que el bulto de su esposo se pegara más sus nalgas, separándolas un poco, pudo sentir la enorme verga de su esposo justo sobre su sensible entrada, comenzando a frotarse suave y sensualmente.

 

-Ahora sí. -Contestó Aemond pegándolo más a él.

 

Un toque en la puerta los interrumpió, escucharon la voz del mayordomo que avisaba que los invitados estaban empezando a llegar.

 

-Ahora bajamos, -contestó- llama de vuelta a Amarys y…

-No, yo te ayudaré. -Dijo tajante.

-Pero aún debes bañarte y…

 

No hizo caso y se dirigió a la cama dónde estaba el corsé que usaría junto con el hermoso vestido de color turquesa, volvió mientras soltaba los cordones para poder colocarlo, sus movimientos eran precisos, mostraban cuán diestro era con lo que estaba haciendo.

Era uno de sus grandes placeres y la parte favorita de la preparación de su esposo colocar aquella prenda alrededor del perfecto cuerpo de su esposo, ajustarlo para enmarcar su pequeña cintura.

Lucerys alzó los brazos, aquella era una rutina intima entre los dos, sabía que Aemond disfrutaba de ajustar el corsé a su cuerpo, aquello lo puso nervioso, no habían tenido intimidad desde que su bebé había nacido y él había cambiado.

Su cintura se había anchado al igual que sus caderas, su pecho estaba lleno y algo hinchado por la producción de leche además sus pezones habían crecido y cambiado su color un poco, no había querido que su hijo fuera amamantado por alguien que no fuera él, además aún tenía algunas estrías en el vientre y no se había depilado en todo ese tiempo, no le gustaba quitar todo su vello, pero no había tenido tiempo de recortarlo como le gustaba. El maestre Kelvyn había preparado un ungüento especial para eso con la receta de la partera mayor que lo había atendido.

Su bebé había cumplido los sesenta días de nacido y le había dicho que su cuerpo ya había sanado del parto, por lo que podía volver a yacer con su esposo como normalmente hacía.

Por esa razón su hijo había sido trasladado a la guardería, dónde sería vigilado por su niñera, pero le había costado dejarlo ir, de hecho, lo había tenido diez días más de los que dictaba la tradición. Pero se había vuelto casi tan territorial como su alfa, no soportaba que las betas y omegas de servicio cargaran a su cachorro o estuvieran cerca cuando anidaba con él en el perfecto y cómodo nido que había construido en un rincón de su enorme habitación.

Alzó los brazos, cooperando para agilizar las cosas una vez que entendió que su esposo no pensaba dejar que Amarys volviera para vestirlo, el corsé se deslizó y una vez en posición sintió como Aemond comenzaba a ajustar los cordones para atarlo con cuidado, de alguna manera él lo ajustaba perfectamente.

Podía sentir como su esposo olfateaba sus cabellos hundiendo la nariz en el hueco entre su nuca y espalda, justo sobre su marca de apareamiento. Las manos intentaron rodear su cintura como siempre hacía, antes de su embarazo las grandes manos de su esposo podían casi rodearla por completo, pero eso había cambiado. Aquello lo puso nervioso cuando escuchó un gruñido de su alfa.

Se soltó con cuidado y se separó para ir a la puerta, bajando la mirada.

 

-Por favor date prisa, yo llamaré a Amarys para que termine con esto. -Pidió serio, la atmosfera sensual se había terminado.

 

Aemond asintió y se dirigió al cuarto de baño dónde lo esperaba la pequeña piscina de piedra que habían construido para bañarse más cómodamente, llena de agua ahora fría. Lucerys sintió que sus ojos se humedecían, algunas damas de la corte de Driftmark le habían dicho que era posible que su alfa lo rechazara al no encontrar atractiva su figura después del embarazo, pero se había negado a creerlo hasta ahora. Respiro para tranquilizarse y llamó a Amarys para que le ayudara con su vestido y peinado.

Aquel vestido era de sus favoritos y habían tenido que hacerle algunos ajustes para que pudiera usarlo de nuevo, le gustaba porqué realzaba el color de sus ojos y contrastaba muy bien con su cabello oscuro, pero ahora no le gusto el reflejo que miró en el espejo, era evidente su cambio, pero era tarde para cambiarse de ropa. Amarys alabo su aspecto mientras trenzaba su cabello con hilos de plata y colocaba pequeños broches en forma de estrella de mar para adornarlo.

Por último, su ayudante uso un poco de maquillaje para realzarle los ojos y darle color a sus labios y mejillas.

 

-Gevie. -La voz de su esposo llegó hasta él cuando salió del baño.

 

Aemond ya tenía puesta la ropa interior y secaba su cabello con cuidado, le sonrió a través del espejo, mientras su ayudante colocaba un pesado collar de plata y turquesas en su cuello para cubrir su marca.

 

-Date prisa, me adelantaré para ver que todo esté listo.

 

Su esposo gruño de nuevo asintiendo y salió con una sonrisa, pasó antes a la guardería dónde su bebé estaba siendo atendido por la niñera, lo había alimentado y no pediría de comer durante el tiempo de la cena, así que no estaba preocupado, dormiría una siesta y despertaría poco antes del amanecer, ya sabía la rutina. Su pequeño reconoció su aroma y agito sus manitas mientras hacía ruiditos quejándose, arriesgándose a llegar más tarde lo tomó en brazos, admirando a su hermoso bebé.

 

-Él está bien mi señor, -dijo Ari, la niñera. -Estuve cargándolo hasta hace poco, pero creo que ya casi dormirá.

-Así es -contestó sonriente- no dudes en llamarme si algo pasa. Cualquier cosa. -Terminó serio.

 

Ari asintió y el meció un poco más a su hijo, le encantaba su aroma y lo parecido que era a su padre, su cabello rubio casi blanco había sido abundante y los rizos habían comenzado a formarse, quizás lo único que había heredado de él, el color de sus ojos aún no se asentaba y mostraban un tono azulado que esperaba cambiara al color violeta de los ojos de su esposo. Había temido por su apariencia, pero Aemond le había dicho que no importaba a quién se pareciera, él amaría a todos los hijos que tuvieran.

 

-Sabía que te encontraría aquí.

 

Se rio al escuchar la voz profunda de su esposo en la puerta, dándose la vuelta para mostrar orgulloso a su hijo que se agito también al reconocer el aroma de su padre alfa. Suspiró al ver lo guapo que se veía su esposo, elegantemente vestido con un traje de color negro y azul Velaryon que combinaba perfectamente con su vestido. Su cabello seguía húmedo, por lo que no lo llevaba atado como usualmente hacía.

 

-Ya nos reconoce, -dijo orgulloso- ¿lo notaste?

-Por supuesto esposo.

-Estoy seguro que será alfa. -Se acercó para depositar un beso en la frente del bebé.

 

Acarició sus suaves mejillas y miró con amor a su omega.

 

-Anda, debemos recibir.

 

Lucerys resopló un poco, besó al bebé y lo depositó con cuidado en su cuna, cerca permanecía el huevo de dragón que aún no eclosionaba, las escamas eran de un color azul oscuro con vetas plateadas, pero continuaba estando caliente. Había sido elegido especialmente por su esposo de una nidada de Dreamfyre, como regalo de su hermana Helaena para el bebé. Rhaena y Garmund también habían elegido un huevo de esa misma nidada para su bebé.

Aemond miró seriamente a la niñera antes de salir.

 

-Cuídalo y no dudes en llamarnos si algo pasa. -Ordenó severo.

 

La niñera asintió rápidamente y salieron de la habitación, caminando rumbo al salón Lucerys tomó el brazo que su esposo ofrecía.

 

-Sigo pensando que es demasiado joven para atender a nuestro hijo.

-Tranquilo, fue aprendiz de Elinda y ella fue la mejor niñera que pudimos tener.

-Una lástima que no aceptara nuestra oferta para venir a cuidarte y quedarse con nuestro hijo.

-Está muy ocupada cuidando de nuestros sobrinos, -sonrió divertido- Jace y Egg tienen más hijos que nosotros.

-Eso es cierto.

-Por cierto, Aegon me escribió, dice que vendrán pronto para conocer a su sobrino. -Acarició la mano de su esposo. -Joffrey también vendrá, él y Daeron llegarán en unos días, ojalá coincidan todos aquí, pero madre no puede venir, ella y Daemon esperarán a que lo presentemos en la corte. Rhaena está triste por no poder venir desde Oldtown, pero dice que también nos veremos en la capital para la presentación de su hija, podría ser al mismo tiempo que la de nuestro hijo, esta feliz porqué 'Morning' ha crecido mucho y espera poder montarla pronto, además el huevo de Alerie ha eclosionado y Garmund te envía sus saludos. -Terminó con una sonrisa.

-Mi madre también me escribió, lamenta no haber podido estar presente en el parto. -Lucerys sonrió incómodo, sabía por qué Alicent había querido estar presente durante el nacimiento de su hijo. -Pero envió una hermosa sábana bordada para él.

- ¿Crees que deberíamos retrasar la ceremonia de nombramiento? -Preguntó curioso. -Así todos podrán estar presentes.

-Me parece bien.

 

Llegaron al salón dónde ya estaban algunos invitados que se acercaron a saludarlos, entre ellos estaban Helaena llevando del brazo a su esposa Baela, que mostraba con orgullo su crecido vientre, Aemond y Lucerys pasaron a su papel de señores de Driftmark dando la bienvenida a sus vasallos y algunos capitanes de los barcos más importantes de Braavos, Pentos y Myr.

Una vez llegaron todos los invitados pasaron al elegante comedor, dónde pronto sirvieron el banquete que habían preparado para la ocasión.

La cena pasó sin contratiempos, todos los capitanes se comportaron perfectamente frente a sus anfitriones, lo que complació mucho a Lucerys. Varios llevaron regalos para el hijo de la pareja, desde un pequeño teatro para marionetas con varias de ellas para representar una obra entretenida, incluso dragones que asemejaban a Arrax y Vhagar, una colección de barcos en miniatura de la flota Velaryon con el barco insignia de la Serpiente Marina en una réplica exacta, telas preciosas para confeccionar sus trajes, un hermoso juego de sonajeros hechos en plata, una bonita pulsera de oro con un dije del caballo de mar, un relicario también de oro, entre otros.

Lucerys y Aemond los recibieron con una sonrisa, no podían rechazar nada porque sería descortés, pero todos los regalos serían cuidadosamente inspeccionados antes de llevarlos con su pequeño. Estaban terminando la cena cuando de pronto la puerta del salón se abrió, asustando a los presentes, era el mayordomo Monterys.

 

-Mis señores, lo siento, es Ari, dice qué, en la habitación, el bebé. -Estaba agitado y no podía elaborar una frase completa.

 

La pareja se miró y comprendieron a medias, Lucerys se levantó asustado seguido de su esposo salieron corriendo mientras Aemond llamaba a gritos a los guardias, que salieron a acompañarlo rápidamente, Baela se quedó con Helaena para atender a los capitanes que se removían inquietos, aquello era con doble intensión, para tranquilizarlos y por si alguno había planeado algún ataque contra su sobrino no saldría vivo de ahí.

 

~~~~~~

 

Nunca había sentido tan largo el trayecto hasta las habitaciones como ahora, el corazón le latía tan fuerte que sentía que se le saldría antes de que pudiera llegar a su bebé, a su lado la cara de Aemond daba miedo, era la de un hombre dispuesto a todo.

Cuando llegaron al pasillo de las habitaciones no escucharon nada, hasta que un chillido de su hijo los hizo correr el último tramo, el alfa abrió la puerta de un empujón sujetando su daga e impidiendo con su otro brazo que su omega entrara antes. Lo que vieron los asombro.

El hermoso huevo de dragón vibraba, se movía de un lado a otro, Ari lo observaba mientras sostenía al bebé entre sus brazos que agitaba sus manitas en dirección a la cuna.

 

- ¡Por los dioses! -Exclamó Lucerys empezando a reír, nervioso.

 

Aemond miró atónito lo que pasaba, cuando un carraspeo a su espalda lo distrajo, los guardias lo miraban expectantes.

 

-Retírense, dígale a mi hermana que se haga cargo de despedir a los invitados.

 

El capitán asintió y se retiraron, más tranquilos ahora que sabían que ocurría.

 

-Dámelo Ari, por favor. -Pidió Lucerys con dulzura, extendiendo los brazos para cargar a su bebé.

-Sí, claro, lo siento mi señor, -le dijo tímida la muchacha- sabía que no querrían perderse algo así, pero creo que Monterys no se explicó bien.

-No te preocupes, ¿no quieres quedarte? -Preguntó al ver como Ari se dirigía a la salida.

-Me honra mi señor, pero creo que debe estar solo la familia.

-Pero tú también eres familia, -contestó sonriente- cuidarás a mi pequeño cuando yo no pueda.

-Gracias mi señor. -Dijo con lágrimas en los ojos.

 

Aemond avanzó, maravillado hasta la cuna donde las escamas del huevo comenzaban a caer poco a poco, hasta que quedó solo el huevo que parecía bruñido y comenzó a cuartearse. Lucerys se acercó con el bebé que se agitaba cada vez más, lo colocó en la cuna y eso pareció calmarlo, miraba con curiosidad al huevo que finalmente se partió, dejando ver una pequeña garra. Continuó así moviéndose de un lado a otro hasta que finalmente el huevo se partió, dejando ver a la pequeña cría dentro, era un pequeño dragón que se veía bastante saludable. Se parecía mucho al tipo de dragón que era Dreamfyre, estaba mojado por el fluido de no había sido del todo consumido y sus escamas eran de color azul más claro que el de Tessarion.

El dragón extendió sus escamas y agito sus pequeñas alas mientras se acercaba con curiosidad al bebé, de alguna manera supieron que no lo lastimaría, solo se acurrucó contra su manita y después se enroscó sobre si mismo para comenzar a dormitar.

Ari salió discretamente de la habitación, debía llamar al jefe de los cuidadores de dragón que habitaba en la isla para que preparara el alimento especial para la cría hasta que fuera capaz de alimentarse por sí mismo.

 

-Nunca había visto algo igual, -dijo Aemond en voz baja al ver que su hijo también se había dormido- fue hermoso.

-Lo sé. -Contestó emocionado.

-Sabes, temía que no eclosionara y se enfriara como pasó conmigo y Rhaena.

 

Lucerys se acercó a su esposo y lo besó dulcemente.

 

-No importa si eso hubiera pasado, de alguna manera nuestro hijo tendría a su dragón.

 

Escucharon golpes en la puerta, eran Helaena y Baela que entraron emocionadas para felicitar a los padres y ver su pequeño sobrino.

 

- ¡Es precioso! -Exclamó Baela encantada. -Se parece a Dreamfyre, espero que el huevo de nuestro bebé también eclosione pronto.

 

Como si la escuchara el bebé pateo enérgicamente, haciéndola sonreír, Helaena colocó su mano sobre el vientre de su esposa para sentir a su cachorro moverse.

 

-Felicidades hermanito, -Helaena sonreía feliz- te dije que todo saldría bien.

-Gracias, ¿se han ido los invitados?

-Sí, una vez supimos que pasó los dejamos ir, prometieron más regalos para el día de la ceremonia de nombramiento del pequeño.

 

Se quedaron un momento más, después se despidieron retirándose a sus habitaciones. Ari llegó poco después acompañada del jefe de los cuidadores que los felicitó por el nacimiento de la cría. Dejo instrucciones para su alimentación, llevaba una especie de jugo de carne que debía tomar cuando despertara, pasadas dos semanas podrían empezar a darle de comer carne, primero cruda y después casi quemada.

Aemond y Lucerys le agradecieron, el anciano se despidió respetuosamente y salió, ellos se quedaron un rato más, después dieron las buenas noches a Ari, besaron la frente de su hijo y se retiraron a su habitación.

 

+++++

 

Apenas había puesto un pie dentro de su habitación cuando sintió las manos de su esposo tomar su cintura y pegarlo a su cuerpo después de cerrar la puerta pasando el cerrojo. Aquello le recordó de nuevo lo inseguro que se sentía con su cuerpo, no quería que su esposo dejara de desearlo y se removió incómodo.

 

-Espera, por favor…

-No me tortures más, -le susurró al oído- voy a morir sino te hago mío esta noche.

 

Beso su hombro con pasión, mientras le quitaba el pesado collar.

 

-El maestre ha dicho que estás listo…

-Sí, pero…

- ¿Qué pasa? -Preguntó serio de pronto. - ¿Es que no deseas que te tome, es eso?

- ¡No! -Exclamó antes de poder detenerse, se dio la vuelta para mirar a su esposo. -Es que yo, yo…

-Dímelo, lo que sea que te aqueja, dilo. -Lo miro con amor y Lucerys suspiró.

-Yo, -suspiro apenado, bajando su rostro- mi cuerpo ha cambiado, no, no es el de antes…

-Lo sé. -Dijo Aemond, Lucerys se asustó por la respuesta. -Y no sabes como me ha costado resistir la tentación de hacerte mío otra vez.

 

Lo miró asombrado por la pasión de sus palabras.

 

-Tu figura es una tentación para mí, me adoro ver los cambios en ti porqué me recuerdan que llevaste un hijo mío en tu vientre, te deseo tanto que solo quiero verte hinchado por mi semilla otra vez.

 

Sus manos habían acariciado su cintura y caderas por encima del vestido, posándolas después en su sensible pecho, haciendo que goteara un poco de leche.

 

-Déjame demostrarte cuando te deseo mi amor, mi omega.

 

No contestó, se lanzó a besar a su esposo mientras intentaba quitarle la ropa, él también deseaba volver a ser uno con su amado.

Casi rompieron sus ropas en la prisa por desnudarse, Aemond tomo su daga para poder cortar los cordones del corsé y quitar la camisa interior de su esposo que quedó solo usando sus medias blancas, beso la espalda y mordió levemente la nuca de su esposo apartando su trenza. Escuchó como gemía y a su nariz llegó el olor de su humedad, deslizó su mano entre las nalgas de Lucerys, tentando el lubricante que salía de su agujerito, introdujo su dedo haciendo gemir con deseo a su esposo.

 

-Dioses, sigues tan apretado como la primera vez que te sentí…

 

Introdujo otro dedo rápidamente, haciendo que su omega contrajera su entrada apretando sus dedos.

 

-Despacio… -Pidió casi sin voz.

 

Lucerys se inclinó, apoyándose contra el mueble de su tocador, arqueo su espalda, sacó su trasero y separó sus piernas para poder disfrutar de las atenciones de su esposo que comenzó a cogérselo usando sus dedos, movió sus caderas acompasadamente mientras comenzaba a gemir de placer.

El orgasmo llegó pronto, estaba sensible y había pasado demasiado tiempo sin tener intimidad con su esposo, iba a pedirle perdón, pero sintió la semilla caliente de su esposo salpicar su espalda y sus nalgas.

Aemond miró como sus dedos estiraban el prieto agujero de su omega, lo miro en el reflejo del espejo jadear y gemir entregado al placer que le daba, disfrutando de su toque, su verga estaba durísima, cuando lo vio llegar al orgasmo y al sentir el lubricante brotar abundante mientras su interior se apretaba fue demasiado, apenas tuvo de tocarse para soltar su semilla en la sensual curva de su espalda.

Se inclinó rodeándolo con sus brazos, beso el hermoso cuello que se le ofrecía, sintiendo como su verga empezaba a erectarse al sentir la suavidad del perfecto trasero de su esposo.

Sus ojos se conectaron a través del espejo del tocador, Lucerys tomo la mano cuyos dedos habían estado en su interior y los llevó a su boca para lamerlos sensualmente, gruñó y tomó el cuello de su esposo para besarlo con deseo, comenzando a frotarse contra él.

Pronto estuvo preparado, cortó el beso para poder separarse un poco y mirar como su verga entraba en la rosada entrada que había preparado. Dio gracias a los dioses por haber terminado antes o habría soltado su semilla en cuanto penetro a su omega, deteniéndose cuando sintió sus huevos chocar contra el prieto culito de Lucerys.

 

-Alfa…

-Omega…

 

Respiró y tomó una de las piernas, abriéndolo más para él, se hundió un poco más y disfruto de las deliciosas contracciones que apretaban su verga, ordeñándola.  

 

-Te sientes perfecto, mi amor. -Le susurró al oído, mordiendo el lóbulo de su oreja, escuchándolo lloriquear de placer.

 

Comenzó lento, saliendo casi por completo para embestirlo con fuerza enterrándose hasta la base, siguió con ese ritmo hasta sentir como su omega acompasaba sus movimientos a los suyos, una mano sostenía la cadera de su esposo, mientras la otra sujetaba su cuello, disfrutaba mucho la vista que tenía, por detrás el goloso agujerito que succionaba su verga y por delante el reflejo del espejo que mostraba las expresiones de placer de su esposo más sus pequeños pechos con los pezones duros e hinchados, soltó su cuello para pellizcar uno con cuidado recibiendo una contracción del caliente y mojado interior de su omega mientras veía con asombro como un pequeño hilo de leche escurría por el pecho de su omega, paseando por su abdomen hasta perderse en la pequeña mata de rizos oscuros que tenía su omega en el pubis.

 

-No, alfa… -Su voz decía no, pero su tono mostraba cuanto disfrutaba con su toque, por lo que continuó frotando el pezón, jalándolo un poco. -Pa-para… ah…

 

Lucerys gritó estallando de nuevo, casi gritando, su voz fue callada por la desesperada boca de Aemond que lo besó con desesperación, entrando tan profundo como podía, soltando su semilla en el interior de su omega, no podía anudar mientras no estuviera en celo, así que cuando su erección se ablando y salió de su esposo, pudo ver como su semen escurría, también vio el intento de su omega para evitar que eso pasara, frunciendo su rosado e hinchado agujerito, era inútil por supuesto solo el nudo podía evitar que eso pasara.

Vio las piernas temblorosas de su omega y lo sujeto antes de que cayera, lo cargo dirigiéndose a la cama, dónde pudo ver como se incorporaba a medias, admiró el hermoso cuerpo desnudo de Lucerys, ¿cómo era posible que pensara que no lo deseaba? Esa noche lo demostraría cuanto lo hacía.

Su omega se recostó sobre los almohadones y abrió sus piernas, todavía cubiertas por las medias blancas y ahora salpicadas de la semilla de ambos. Sujeto sus piernas por debajo de la rodilla y se ofreció sin pena a su alfa mostrando su erección y su agujero dispuesto a ser tomado.

 

-Hazme tuyo, mi amor… -Pidió con la voz cargada de deseo.

-Como lo ordene mi señor. -Contestó con una sonrisa y se inclinó para lamer con pasión la pequeña erección de su esposo mientras volvía a usar sus dedos para cogerlo.

 

Esa noche Aemond le demostró dos veces más cuanto lo seguía deseando y como adoraba su cuerpo, incluso bebió de sus pechos, robando así un poco de la leche creada especialmente para su hijo, le encantó su sabor. En algún punto la trenza de Lucerys se soltó y su esposo admiró el movimiento de sus hermosos rizos cuando el omega lo montó con una maestría que solo la experiencia le había dado, lo hizo dándole la espalda sabiendo cuanto disfrutaba Aemond de ver como su agujerito era estirado por el grosor de su verga.

Terminaron agotados, pero completamente saciados, durmiendo profundamente en brazos del otro.

 

~~~~~~

 

Aemond despertó por los discretos toques en la puerta, escuchó a su bebé que empezaba a quejarse y se levantó, tomó su bata para cubrirse, intentando inútilmente de verse presentable.

Ari tenía un gran sonrojo y lo miró apenada mientras intentaba disculparse explicando que era hora de alimentar al bebé, tomo a su hijo en brazos y cerró la puerta cuando Ari se retiró después de informar que había alimentado con éxito a la cría y permanecía cerca de la chimenea en la guardería.

El intenso aroma del sexo permanecía en su piel y en las sábanas de la cama, sabía que era demasiado para su pequeño por lo que se dirigió al nido y lo colocó con cuidado en el centro. Después tomo un paño mojado en el agua fresca que siempre tenían en la habitación para su aseo y limpio lo mejor que pudo la piel de su esposo, poniendo especial atención a su pecho, Lucerys estaba profundamente dormido y no despertó ni siquiera cuando lo cargo para llevarlo al nido, colocando a su hijo de manera que pudiera alimentarse.

Sonrió al contemplar a sus dos amores dormidos después de haber cargado al bebé para sacar los gases como les había enseñado el maestre.

 

~~~~~~

 

Una luna después la familia real se reunía en Driftmark para la ceremonia de presentación o también llamada ‘de nombramiento’ ante el templo del Rey Merlign en la playa. El sacerdote baño con agua salada la cabeza del futuro señor de las Mareas y coloco en su pequeña muñeca una pulsera hecha especialmente con cuerda de alga que tenía insertados una cuenta de madera de deriva, una cuenta de coral, un caracol y una cocha marina, así como una perla negra. Cada una representaba los dones del mar y bendiciones para el nuevo miembro de la familia Velaryon que recibió el nombre de Aethan.

 

 

Notes:

Estaba pensando en un one-shot que como siempre empezó siendo una cosa y cuando iba a la mitad pensé que podía usarlo aquí como una pequeña continuación de la historia anterior, iba a ser algo así como una descripción de como a Aemond le gusta ver a su esposo usando corsé y cuanto disfruta ser él quién se lo ponga y se lo quite obvio. Después lo pensé mejor y pensé en ponerlo como una continuación de otro one-shot que deje a la mitad que iba sobre más o menos lo mismo y finalmente decidí que quedaba mucho mejor si lo ponía acá.

Algunas aclaraciones:
*Se me hace lógico que al huevo se le caigan las escamas y luego se rompa, no sé si sea canónicamente correcto, pero así lo imaginé y así lo deje porque me gustó.
*Helaena y Baela también viven en la isla y apoyan a Luke y Aemond en el gobierno de la isla, el bebé de la pareja será niño y se llamará Baelor.
*Jace y Egg ya tienen 3 hijos, el mayor es Aenar y después llegaron los gemelos Aerys y Aenys.
*Elinda es una de las damas de Rhaenyra y me gustó la idea de que continué cuidando a sus nietos.
*La hija de Rhaena y Garmund se llama Alerie y nació una semana después que Aethan.
*Elegí poner al final el nombre del bebé porqué no me decidía por uno y al final elegí el que más me gustó.
*Aethan tiene 60 días de nacido, es el tiempo de espera que elegí para que las parejas puedan volver a tener relaciones.
*Acá aplica la de 'sin celo no hay nudo y tampoco bebé'.
*El título del capítulo es por la canción 'Addicted to You' de Shakira, dejo de gustarme porqué es una de las que le dedicó a Piqué, pero empezó justo cuando estaba por postear el capítulo y pensé que quedaba perfecto.
*Estoy escribiendo un one shot de este mismo Au con Jace y Aegon, espero postearlo pronto.
Espero que les haya gustado, ¡gracias por leer!

P. D. Sigo trabajando en la continuación de los otros fics, no desesperen. ü

Notes:

Ok, empezamos las aclaraciones:
*Aemond tiene 20 años, Lucerys tiene 16 años y tenía 5 añitos cuando dejo tuerto a su tío.
*Acá si es hijo de Laenor Velaryon, pero salió a la familia Baratheon de Rhaenys, solo que la gente es chismosa y por eso piensan que es hijo de Harwin Strong.
*Iba a ser un "one-shot" más corto solo con los pensamientos de Aemond, pero me extendí como siempre me pasa, jeje, de hecho ya había escrito un capítulo completo con la historia diferente, pues sería una celebración en la isla de Marcaderiva para buscarle pareja a Lucerys, pero se iba a hacer demasiado largo y no lo quise así. Esta es la versión corta.
*Probablemente tenga una continuación.
*El título del fanfic es por la canción de Alejandro Sanz, "Y, ¿si fuera ella?".

¡Muchas gracias por leer!