Chapter Text
Normalmente, Juanjo prefería estar encima durante el sexo. Acostado sobre una chica guapa, o tal vez suspendido sobre ella, embistiendo con fuerza, controlando el ritmo. Lo hacía sentir como un dios, dándole placer a su antojo. Además, así follaba de puta madre.
Pero esto, esto era diferente. Chiara era tan poderosa encima de él, sus caderas moviéndose en embestidas que hacían que su polla se sintiera como si lo estuvieran apretando en la tortura más caliente, húmeda y asombrosa del universo conocido. El arco de su espalda y el balanceo de sus pechos eran hipnotizantes, y Juanjo deslizaba las manos por todas partes, deseando tocarlo todo.
Sus muslos, suaves y fuertes, se flexionaban bajo su tacto. Su vientre pálido, ondulando con sus movimientos sobre él. Sus pechos, firmes, con pezones apretados que, cuando Juanjo los rodaba entre sus dedos, le arrancaban un gemido de la garganta.
Extendiendo la mano y enredó los dedos en su pelo negro, atrayéndola hacia abajo para capturar sus labios en un beso apasionado. El movimiento de su cuerpo a su alrededor le apretó la cabeza de la forma más deliciosa y gimió en su boca.
Juanjo sintió la sonrisa de Chiara contra sus labios y mordió el inferior, tirando de él al romper el beso. Intentó seguirla mientras ella se incorporaba, pero la mano de la inglesa, apretándole el pecho, lo mantuvo en su sitio.
—Quédate ahí, buen chico —dijo con voz ronca.
No debería hacerlo, realmente no debería, pero su polla se movió de todos modos y sus caderas se sacudieron un poco fuera de ritmo. La sonrisa maliciosa en los labios de Chiara era evidencia de que había notado su reacción, y preguntó:
—¿Te gusta ser un buen chico para mí, Juanjo?
—Dios mío —susurró el moreno.
¿Desde cuándo tenía ese fetiche por los elogios? ¿O era una fantasía de mommy? En cualquier caso, nunca la había tenido, y era un poco raro tenerla ahora, aunque le funcionara de verdad.
Entonces Chiara hizo algo que empeoró todo, pero lo mejoró muchísimo más. Soltó una risa ronca y un lento y sucio movimiento de caderas que lo mantuvo agarrado con fuerza.
Lo único que pudo hacer Juanjo para equilibrar la balanza fue deslizar una mano desde su cadera, sobre su vientre y hacia abajo hasta donde se unían, encontrando su clítoris con su pulgar y frotando un círculo lento sobre él.
Chiara echó la cabeza hacia atrás y se estremeció a su alrededor. Cuando volvió a mirarlo, sus ojos verdes eran oscuros y brillantes, y se mordía el labio. Juanjo no estaba muy seguro de qué tipo de comunicación silenciosa estaban manteniendo, pero después de un largo momento, el estancamiento se rompió. Y la carrera empezó.
Colocando sus manos sobre su abdomen y moviéndose sobre sus rodillas, Chiara empezó a moverse a un ritmo más placentero, y Juanjo plantó sus pies sobre el colchón para seguirle el ritmo.
—¡Más fuerte!
Exigió Chiara, con el pelo colgando enmarcando su rostro mientras se inclinaba ligeramente hacia delante, con la boca abierta y los ojos entrecerrados mientras el ángulo cambiaba, haciéndole saber a Juanjo que estaba golpeando el lugar correcto.
Él obedeció la orden, follándola tan fuerte y rápido como pudo mientras estaba acostado de espaldas, pero fue el trabajo de su pulgar en su clítoris lo que realmente hizo magia, sacándole gemidos, jadeos y gritos, hasta que con un firme movimiento, sus músculos se tensaron y temblaron.
Juanjo podía sentir la fuerza de su orgasmo en la forma en que su coño lo apretaba fuerte, pulsando y revoloteando alrededor de toda la longitud de su polla, y continuó follándola a través de él, el dolor en sus bolas lo impulsaba.
Una serie de blasfemias fuertemente gruñidas se escaparon de sus labios mientras agarraba sus caderas con ambas manos, penetrándola sin descanso hasta que la tensión en lo profundo de sus entrañas llegó a un punto de ruptura y gimió ruidosamente mientras se corría dentro de ella.
—¡Oh, Juano, sí! —suspiró Chiara, apenas audible por encima de los jadeos del chico.
Cuando todo terminó, Juanjo se quedó exhausto en la cama, con la cabeza dando vueltas y sin aliento, sin estar seguro de si alguna vez había tenido un orgasmo tan intenso antes.
Chiara todavía se mecía ligeramente sobre él, provocando pequeñas descargas de placer que eran casi dolorosas, y el moreno extendió la mano, una sobre su cadera para calmarla, la otra ahuecando la parte posterior de su cuello y atrayéndola hacia él.
—Increíble —murmuró en un beso suave y saciado.
Juanjo sintió el murmullo de aprobación de Chiara en su pecho, donde se recostó contra él, y sonrió cuando ella se movió para apoyar la cabeza en su pecho, ambos relajándose en un cómodo estupor.
