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La sombra del pasado

Summary:

El manantial escondido en el bosque pertenece a los Byers desde generaciones, un territorio sagrado que guarda historias, secretos… y una enemistad profunda con los Harrington. Jonathan Byers lo usa como refugio, un lugar donde puede escapar del mundo y de los conflictos familiares que nunca comprendió del todo.

Pero todo cambia cuando Steve Harrington vuelve al pueblo después de estudiar afuera, y se siente inexplicablemente atraído al conocer a Jonathan en ese mismo Manantial.

A pesar de la rivalidad entre sus familias, Jonathan y Steve comienzan a descubrir sentimientos que ninguno de los dos estaba preparado para enfrentar. Y mientras el bosque parece guardar su secreto, la sombra de un pasado familiar que no perdona los acecha.

Basado en "El Manantial" y "La sombra del pasado"

Chapter 1: Primer encuentro

Chapter Text

El manantial no estaba lejos de la casa de los Byers, pero era lo suficientemente profundo en el bosque como para sentirse otro mundo. Jonathan iba allí siempre que podía. No por la fotografía, aunque la excusa le servía. Era el único lugar donde no escuchaba las voces del pueblo repitiendo lo de siempre:

“De tal madre, tal hijo.”
“Zorra como la madre.”
“Joyce se acuesta con medio Hawkins.”

Jonathan caminaba rápido con la cámara colgada del hombro, y la mochila en la espalda. El sol ya estaba bajando y el aire se volvía más frío. No le gustaba estar afuera tan tarde, pero ese día necesitaba despejar la cabeza.

Sintió pasos detrás de él.

Primero lentos.
Luego más cerca.

—Hola, Jonathan —dijo una voz que reconoció al instante.

El estómago se le cerró. Se giró apenas.

Tommy Hagan venía seguido por dos chicos más.
Los tres sonreían como si ya hubieran decidido lo que iba a pasar.

—¿Qué… qué quieren? —preguntó Jonathan, con la voz temblorosa.

—Solo queremos hablar un ratito —respondió uno, fingiendo amabilidad—. ¿Qué haces tan solito por aquí?

Sin esperar más, Jonathan se dio vuelta y empezó a correr.
Pero no llegó lejos.

Una mano lo agarró por la mochila, otra por el brazo. Forcejeó, respirando agitado.

—¡Suéltenme!

—Vamos, Byers, no seas así— rió Tommy mientras lo empujaban contra un árbol.

Y entonces:

—¡Eh, suéltenle!

La orden quebró el aire.

Los chicos se giraron. Steve Harrington estaba parado en el sendero, con el ceño fruncido, los puños cerrados y una mirada que no admitía discusión.

Jonathan aprovechó y se escapó de las manos que lo sujetaban, y sin pensar se colocó detrás de Steve, casi escondiéndose en su sombra.

—¿Quién se creen que son para molestar a este chico? —exigió Steve.

Tommy lo miró con una mezcla de burla y molestia. —¿Y a ti qué te importa, Steve?

—Tú bien sabes de qué familia soy —respondió Steve, dando un paso hacia ellos.

Tommy se rió, aunque su risa sonó tensa. —Te creés mucho por eso, ¿no? Si no llevaras ese apellido no serías nadie.

Steve levantó una ceja con una sonrisa cortante. —Como tú, al parecer.

El chico que estaba al lado de Tommy lo tomó del hombro. —Ya vámonos, Tommy. Evitemos problemas.

Tommy dudó, furioso, pero terminó escupiendo al suelo.

—Está bien… pero sabrán de mí.

Los tres se fueron, lanzando miradas envenenadas por encima del hombro.

Cuando el bosque volvió a quedarse en silencio, Steve se volteó y miró a Jonathan.

—¿Estás bien?

Jonathan asintió rápido. —Sí. Gracias. Con permiso… —se giró para irse.

—No, espera —dijo Steve, avanzando un paso—. Te acompaño a tu casa. No vaya a ser que te estén esperando por ahí.

—No, gracias. Yo me puedo ir solo.

Hubo un momento de silencio.
Unos segundos donde solo se escuchaban sus respiraciones.
Los dos se miraban, tensos, con algo nuevo que ninguno sabía poner en palabras pero que los jalaba como un imán.

Jonathan intentó irse otra vez, pero Steve lo siguió.

—Perdón si te ofendí —dijo Steve, suave—. Pero solo quería quitarte a esos tipos de encima.

Jonathan bajó la mirada. —Prefiero no deberte ningún favor.

Steve negó con la cabeza. —No me debés ningún favor. Lo hice gratis.

—De todos modos… tú eres hijo de Danny Harrington, y yo soy hijo de Joyce —respondió Jonathan, casi como un reflejo.

—Sí, ya sé de quién eres hijo —dijo Steve, sin apartar la mirada.

Jonathan respiró hondo. —Entonces, ¿por qué no seguiste de largo? ¿No sabés que mi familia y tu familia…?

—Eso no importa —lo interrumpió Steve, dando un paso más cerca—. Yo lo único que sé es que estaba caminando por aquí… y vi a unos tipos intentando lastimar al chico más hermoso que yo he visto en mi vida.

Jonathan sintió las mejillas arder.
Sonrió sin querer y miró al suelo, avergonzado, luchando contra la sonrisa.

Steve sonrió apenas, con esa mezcla de ternura y valentía rara en él. —Y yo, como caballero —continuó—, no podía permitir eso. Sin importar tu apellido.
Además… si tuve el impulso de venir a esta hora, justo cuando te estaban molestando, será porque el destino me puso aquí

El viento sopló entre los árboles.
Jonathan levantó la vista despacio.

Y en ese instante, los dos supieron que algo acababa de empezar.
Algo prohibido.
Algo inevitable.

Jonathan respiró hondo, todavía con el pulso acelerado por el susto… y por Steve.
Quiso volver a caminar, pero no pudo evitar girarse un poco, moviéndose con una sutileza casi juguetona. Su mirada era distinta ahora: más atrevida, más curiosa, como si descubriera algo nuevo en Steve que quería explorar.

—No pues sí —dijo Jonathan, con un tono entre picardía y burla suave.

Steve alzó una ceja, sorprendido y claramente encantado. —Y si el destino me puso aquí… —agregó, apoyándose con descaro contra un árbol— es porque Dios lo quiso.

Jonathan lo miró directo, fijo, desafiante de la manera más dulce posible.
Su boca hizo un gesto de media sonrisa.

—Pues sí —respondió, su voz más baja de lo habitual.

Steve dio un paso hacia él, inclinando la cabeza apenas. —Yo que tú le haría caso a Dios —dijo con una sonrisa traviesa—. Porque no vaya a ser que nos parta un rayo.

Jonathan no pudo evitarlo: soltó una risa.
Una risa bonita, suave, que hizo que el pecho de Steve se aflojara como si acabara de ganar algo.

Steve aprovechó el momento. —Así que te guste o no… dejame acompañarte —añadió, cruzándose de brazos como si ya hubiera decidido por ambos—. Allá tú si después no me quieres saludar.

Jonathan no dijo nada.
Solo lo miró… con esa sonrisa pequeña, tímida, luminosa…
Luego se dio vuelta tranquilamente y empezó a caminar, como si el aire ya no pesara tanto.

Steve se quedó quieto unos segundos, mirándolo irse con esa mezcla de alivio, sorpresa y un enamoramiento repentino que no entendía, pero tampoco quería evitar.

Suspiró, sonriendo para sí.

—Dios santo…

Entonces vio algo en el suelo: la mochila de Jonathan que había caído durante el forcejeo. La levantó, sacudió las hojas y la colgó sobre su propio hombro sin pensarlo.

Y luego corrió, literalmente corrió, para alcanzarlo.

—¡Eh, Byers! —lo llamó entre risas—. ¡Esperá! ¡No vayas tan rápido, que encima te estoy cargando la mochila!

Jonathan, sin detenerse, bajó la mirada para ocultar una sonrisa más grande de lo que pretendía.

Los árboles susurraban a su alrededor.
El sendero era largo.
Y entre ellos dos, algo nuevo caminaba también.

Algo que ya no tenía vuelta atrás.